01.06.1981
EL ECOLOGISTA 1981
Conversación
sobre
la naturaleza,
la madre tierra,
y el hombre.
Hoy le tocó a Agustín García Calvo. Le liamos para que nos dictara lo que se le ocurriera acerca de algunos temas que algunos tenemos en el coco de vez en cuando, entre patinazo y patinazo de neuronas. Son cuestiones que normalmente se sobreentienden y que por lo mismo se quedan sin puesta en crítica, especialmente la crítica desde fuera. Aquí tenemos la oportunidad de hacerlo.
La entrevista se realizó con toda seriedad y discreción en una especie de parque de la Capital del Reino, junto a un templo milenario que aseguran que vino desde Egipto en unas cajitas, piedra por piedra, y que debía ser de un tal Debod. Al cabo de un rato la natura prima se puso borde, empezó a llover, y nos refugiamos en un bar. Entre anuncio y anuncio de TV continuamos la sesión…
Atención, 1… 2… 3…
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El Ecologista.- El ecologismo está falto de una filosofía esplícita, entendida ésta como especulación y puesta en crítica de las propias Ideas que lo sustentan. Hay, más concretamente, algunas Ideas-Madre que subyacen a toda la ideología filosófica implícita en el ecologismo. El concepto de Naturaleza como Causa y Fin Último de Todo es quizá el leitmotiv de este movimiento político-social. ¿Qué opinión te merece todo esto?
Agustín García Calvo.- Me temo que en efecto Naturaleza es una idea central para todas las actitudes ecologistas, y en eso hay implícita una equivocación que nunca se denunciará bastante, a saber, que la “Natura Prima”, extrahumana, es también una concepción de los hombres, una parte de la ideología y la cultura, y por tanto está dentro de la “Natura Secunda”, de la sociedad, que es justamente la que, para sus fines, pretende que esté fuera, que sigue habiendo naturaleza. Esto, que puede ser una crítica general, parece hacerse bastante evidente con el progreso de la sociedad y la cultura, cuando entre nosotros la naturaleza está prácticamente reducida a la condición de reservas y los hombres, vosotros mismos, os sentís obligados a tomar la defensa de los espacios verdes, de las especies en trance de extinción, de la naturaleza en fin. Esto revela con los hechos que la naturaleza está dentro y no fuera, y pienso que, mientras no se dé la vuelta a una relación que está tergiversada por el poder y las ideas dominantes, los ataques mejor intencionados quedarán enredados irremisiblemente en esa equivocación; lo cual no quiere decir que se las declare en absoluto ineficaces, puesto que al fin no se sabe las consecuencias de los gestos que emprendemos.
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E.E.- ¿Qué opinas concretamente de la distinción entre necesidades consustanciales a la naturaleza humana y necesidades inducidas por el Sistema en que todo análisis ecologista, en última istancia, se basa. ¿Podrías estenderte, a partir de aquí, en la contradicción existente entre naturaleza y artificio?
A.G.C.- No creo que haya para los hombres necesidades naturales. Desde el momento en que hasta el hambre, el sueño, se manejan en el mercado y por el poder como necesidades (que son de hecho el pretesto primero para el mantenimiento del poder y el funcionamiento del mercado), desde ese momento tales necesidades pierden el derecho a considerarse como verdaderamente naturales, exteriores, anteriores. Y aparecen como parte de las únicas necesidades verdaderas, que son la necesidad del poder para seguir siendo lo que es (y entre las istituciones del poder me incluyo, por supuesto a mí mismo como individuo) y la necesidad del Capital, el Estado y otras istituciones de trasformarse y prosperar justamente para mantenerse. Así que, si intentamos mirar las cosas desde lejos, desde fuera de las ideas impuestas, vemos que no es nunca el hambre del que se está muriendo de hambre en ese istante la que funciona como necesidad, sino el pan del día de mañana, esto es, la necesidad de seguridad y de futuro; necesidad que la propia ideología dominante tiene que reconocer enteramente estraña a los animales y plantas y seres que ella llama naturales, tal como se denuncia lúcidamente en el Sermón de la Montaña cuando se habla contra la preocupación por las necesidades del mañana: “a cada día le basta con su mal”. Y sin embargo es cierto que esa necesidad verdadera, que es la del futuro, la del tiempo vacío, necesita apoyarse en la creencia en que sigue entre los hombres amenazando la necesidad de hambre verdadera, del fin verdadero, y apoyándolo en ejemplos, que la prensa ha de aprovechar convenientemente, de epidemias de hambre en el Sur-Este asiático, de vagabundos muertos de frío cada invierno en las metrópolis europeas…
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E.E.- La otra idea-madre que, junto con la de Naturaleza, subyace a este movimiento es, a nuestro entender, la de la posibilidad de un Saber Global, y en este sentido se habla de Planteamiento Alternativo Integral frente a lo existente, que son Planteamientos Parciales.
A.G.C.- En esa crítica ecologista, como suele suceder con las críticas, lo que cualquiera aprueba de corazón es la parte negativa, la denuncia de la separación de los saberes y la especialización como una de las argucias del poder para hacer inasequible a la gente la evidencia de las mentiras fundamentales que lo sustentan. Pero en cambio la parte positiva que se deduce de esa crítica, es decir, la propuesta de un saber global no puede menos que ofrecerse a su vez como objeto de crítica: contra la especialización no puede contraponerse la totalidad, que es perfectamente compatible con ella, como las nociones mismas de parte y todo son consustanciales, y también la ciencia dominante hace creer a la gente que la colaboración de los saberes especiales produce una especie de saber conjunto, “aquello que sabemos entre todos y que nadie sabe”, como decía Juan de Mairena. Por el contrario es preciso denunciar la noción misma de poder positivo y recordar que la función que les compete a las acciones, razonamiento, investigaciones que pretenden ir contra el dominio no es el establecimiento de ningún saber alternativo, ni mucho menos de ningún plan que sustituya al dominante (que puede ser ciertamente un caos, pero un caos obtenido por vía de planificación) sino solamente descubrir las falsedades de las ideas impuestas y así tal vez hacerlas perder fuerza en el servicio del dominio.
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E.E.- Tú has escrito contra el Despilfarro, contra el Trabajo, la Escuela, el Progreso, eso te da puntos de tangencia con este movimiento; sin embargo tú descrees de toda planificación del futuro. En el “Comunicado Urgente contra el Despilfarro” se ha escrito: “también ellos saben lo que desean antes de desearlo, y por tanto, más o menos esplícitamente, lo que persiguen son astracciones tales como “Comunidad”, “Amor”, “Paz”, “Fraternidad”, “Placer”, “Naturaleza”, “Londres”, “Katmandú”, “Vida”. El ecologismo tiene todas sus esperanzas puestas en un Sistema Alternativo para el cual, de una u otra forma, planifican y pretenden “saber lo que desean antes de desearlo”. Sin demasiada vehemencia desmitificadora: ¿cuál crees que puede ser la función del pensamiento escéptico-activo dentro de este movimiento?
A.G.C.- Ya en lo que hablamos antes quedaba claro que es imposible confiar en ninguna forma de plan como tampoco en ninguna ideología, por el hecho de que, siendo ideas y plan armas del poder, nunca pueden usarse contra él. Además de que especialmente respecto a la planificación cualquier creencia o propuesta de un futuro implica justamente la creación y mantenimiento del tiempo vacío, del tiempo como idea, que es probablemente la noción fundamental para el sustento de este orden histórico y el impedimento de cualquier vida posible. En cuanto a lo que preguntas sobre el posible papel de un escepticismo activo dentro del movimiento ecologista, hay que decir que, una vez denunciado todo lo que haya de positivo en ese movimiento, cualquier escepticismo o actitud negativa que estuviera dentro de él quedaría condenado a ser un falso escepticismo, activo sólo para el servicio de las ideas positivas que defendiera: no cabe ningún escepticismo activo, ninguna actividad negativa que esté dentro de nada que tenga que respetar cualquier forma de actitud, idea, plan, lo cual le quitaría toda la posible libertad que haya en la negación, y que sería su única gracia posible. Que en cambio el movimiento ecologista aproveche cualquier investigación de las falsedades reinantes, cualquier crítica del orden, es perfectamente posible; pero atención a que en esto el ecologismo no se diferenciaría en nada de la ciencia ortodoxa y de la ideología dominante, que para su progreso tiene también que aprovecharse contínuamente de los descubrimientos y denuncias de la crítica y la negación.
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E.E.- ¿Qué piensas trae de nuevo el ecologismo como movimiento de acción solidaria frente a los movimientos clásicos político-sociales que hacen hincapié preponderante o esclusivo en la lucha de clases? ¿Eso de que la polución y la calidad de vida nos incumbe a todos y…
A.G.C.- No sé si lo más nuevo, pero lo más interesante me parece que, con la actitud de que hablas, se hace algo contra la separación entre las cuestiones políticas (las referentes a la lucha de clases y a asuntos sociales en general) y cuestiones morales (referentes a los modos de vida –de vida, digo, que no debía entenderse como la vida de las personas individuales sino de quien pueda vivir); y en efecto con esto las actitudes ecologistas, sean cualesquiera las equivocaciones en que caen y en parte he denunciado, me parece que contribuyen a la anulación de esa separación entre sociología y psicología, entre individuos y sociedad, que parece serle necesaria al orden dominante como fundamento de su engaño y su sustento. Ojalá esos movimientos sigan haciendo algo sobre todo en ese sentido.
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E.E.- La muerte es para el ecologista un hecho natural. Se habla como lugar común del movimiento, y no sin cierta abyección, de que somos energía que una vez en la Tierra vuelve a reproducir el ciclo vital. ¿Caben a tu entender en este terreno de la Muerte otras posturas de resistencia?
G.C.- Me pasa con esto lo que al enterrador de Georges Brassens, que “je peux pas trouver ça tout naturel”: como antes me he negado a reconocer la separación entre ‘natural’ y ‘social’, es claro que no puedo admitir como natural la muerte de los hombres, aunque su pretensión de naturalidad se funde en la comparación con lo que supuestamente pasa en los animales y las plantas. Por el contrario la muerte de los hombres es un hecho íntegramente social individual: nuestra muerte es toda futura, y el futuro no es más que idea. ‘Muerte’ es posiblemente más adecuado para hablar de esa condenación o imposibilidad de vivir que corresponde a la necesidad del Estado de imponer una ordenación de la vida y por tanto una historia y un futuro. Es curioso que en la postura ecologista que refieres se acuda a concepciones físicas que coinciden con las del materialismo, ya el antiguo, en cuanto que se da de la muerte una interpretación física que es lo más alejado de esa verdadera realidad, social y moral, de la muerte que antes he enunciado. Sin embargo el impulso de Epicuro o Lucrecio al negar que hubiera de verdad muerte, puesto que todo es mera trasformación de las estructuras atómicas, iba contra la “cura metusque”, la preocupación y el miedo que, al fin, son la presencia del futuro y por tanto la realidad verdadera de la muerte. Ojalá que también la actitud ecologista se dirigiera contra toda forma de religión (que es lo que vive de, y al mismo tiempo engendra, la preocupación y el miedo, según aquellos materialistas), librándose de caer en otra nueva.
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E.E.- Hay también en el ecologismo cierto gregarismo que tiende a aunarnos dentro de Un Todo, el único desde el que se podría cuestionar (alternativamente) el Todo. Es genérica la concepción del ecologismo como “la única alternativa revolucionaria hoy posible”.
G.C.- Que las gentes se junten para algo es cosa que puede suceder de dos maneras: una por imposición desde arriba de alguna meta o proyecto que quiere ser común; otra, tal vez, por coincidencia desde abajo de los deseos o añoranzas de la gente que se rebela contra esto, que no cree en ello ni en nada. En la medida pués que los movimientos ecologistas obedecen a una necesidad de fijación de planes de legislación y organización nunca podrán ser oposición viva, sino una alternativa positiva como otras, con todas sus peculiaridades. En la medida en que, a pesar de ello, lo que ocasionalmente viva en una marcha pacífica antinuclear, en una discusión, sea aquello otro de la coincidencia, añoranzas, que hace gritar desde abajo el No contra esto, cabe desde luego que haya algo en estos movimientos no enteramente movido por su propia necesidad de congruencia y subsistencia.
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E.E.- El ecologismo se ha definido a sí mismo como anti-antropocentrismo.
G.C.- Hablar (y actuar) contra el Hombre, lo mismo si se trata del concepto ‘hombre’ que de mí mismo en cuanto que individuo, me parece muy bien y es una de las cosas que tal vez hay que estar haciendo más costantemente en contra de cualquier actitud humanista o individualista, que no pueden por menos que ser reaccionarias, servidoras del orden dominante. Que al hombre se le desplace del centro (cosa que ya por otra parte la astronomía misma ha ido haciendo ya en su progreso) parece oportuno para la lucha en cuanto ello puede hacernos correr mayor peligro de enfrentarnos con el misterio bajo la falsedad de las concepciones científicas y políticas. Pero una vez más tenemos aquí que la alabanza de la parte negativa tiene que corregirse con una crítica de su conclusión positiva: si ese descentramiento del Hombre se hace a favor de una entronización de La Naturaleza, estamos girando en círculo, porque esa ‘naturaleza’, como antes te sugería, no es sino otro disfraz del Hombre mismo, lo mismo que lo era la diosa Razón en el Romanticismo. Hay que volver una y otra vez a la crítica de esta ilusión tan natural para el Hombre (para mí mismo) de que hay un ámbito natural, que naturalmente sólo puede servir como idea para sustentar por contraposición la creencia en la propia entidad del Hombre (y de mí mismo).
Trascripción de Ana Leal