21.10.2011

De Física a Psicoanálisis (Granada)

Conferencias de Agustín García Calvo

 

 

21 de Octubre de 2011 en la Facultad de Letras de Granada

El Porvenir de la Filología#elporvenirdelafilologia.mp3

 

TRASCRIPCIÓN:

Gracias al Decano por su invitación, y por la presentación, harto honorífica, y gracias a José Luis García Rúa por habernos devuelto a él y a mí de repente a los 20 ó 24 años en Salamanca y en aquella efervescencia, que es la que una y otra vez tiene que repetirse entre la gente menos formada en una u otra forma de rebelión contra el régimen que nos es impuesto.  Gracias a vosotros por la asistencia, y espero que también no solo por vuestros oídos, sino porque me ayudéis a desenredar un poco el problema que aquí os traigo esta mañana, o esta mañana casi tarde, no para resolverlo, sino para de alguna manera ampliarlo y disolverlo.

Hay que aclararnos un poco con el sobretítulo que le han puesto a esto de “el Porvenir de la Filología”, que es casi como una broma, porque yo lo que pienso es que cualesquiera cosas buenas que se hagan son aquellas que no tienen futuro.  El futuro es de los que mandan, el futuro es de la Empresa, del Capital, del Estado; ellos nos cambian todos los días la vida por un futuro, por tener un futuro, y desde luego en la medida en que la Filología pueda ser algo bueno no tiene futuro ninguno, lo mismo que cualquier revolución en la medida en que de verdad está haciendo algo no tiene futuro, y la razón es muy simple: porque solo gracias a no tener futuro en lo que se haga se puede inventar, hacer, descubrir, algo, que no sea lo que estaba hecho, inventado y descubierto.  La condición es no tener futuro; si se tiene futuro, pues ya sabéis, es como en el régimen, en el Orden, en la Empresa, el Capital, los Ministerios, todos regidos por un fin, por un futuro.  La filología en la que me crié, como también José Luis, la filología de las lenguas antiguas, para mí sigue siendo un hacer posible mientras no se lo confunda, como se suele confundir, con la Literatura de cualquier tipo que sea; la Filosofía, la Literatura.  Vais a ver dentro de un momento que vuelvo otra vez a acordarme de los harapos que nos han llegado del libro de Heráclito heraclíto, para anotar cómo eso del lógos, que es lo mismo que razón común, lengua común, es decir, de nadie, no personal, eso al mismo tiempo está dentro del mundo, de la realidad, y al mismo tiempo tiene que estar fuera para poder hablar de ello.  Esto es también algo de lo que, a pesar de la Escritura, he aprendido, he recogido, de las palabras escritas de algunos de los antiguos, pre-filósofos, no filósofos todavía, ni científicos.  

Pero lo que aquí os venía a presentar es este problema, el que dice el título: “de Física a Psicoanálisis”.  Os tengo que recordar, o que inventéis el recuerdo: el niño de uno, cuando ya ha aprendido a hablar, pero todavía no ha sido lo bastante asimilado a las reglas de la horda de los mayores, el niño, que asomándose a la ventana de una noche clara de verano, se queda mirando más allá, y se pregunta: “si hay más allá....  ¿Y si no?  ¿Y si no hay más allá?”, y se ve envuelto en eso, que es ya un planteamiento elemental del problema.  Ese niño es más o menos el mismo que al mismo tiempo por el otro lado está cavando hacia dentro, y en los tormentos de conciencia que ya le están asaltando por todas partes, desde fuera y ya desde dentro, se pregunta por sí mismo, trata de entender más de verdad quién puede ser él, penetra, cava, y no lo consigue.  

No sé si vosotros tenéis dentro, como yo, este recuerdo, inventado o no, de este niño, pero ahí está la raíz del problema que os quiero presentar, y sobre todo combatiendo lo que domina, que es la separación entre una y otra forma del problema, el problema que podemos llamar físico, (hacia el cielo, hundiéndose en el cielo sin fin), y el problema que podemos llamar psíquico, psicológico, que es el problema del uno mismo, del entender de verdad quién coños puede ser uno mismo, y si no puede ser de verdad nadie, o cualquier cosa por el estilo.  Estos dos problemas, desde que pesan sobre nosotros la Filosofía y la Ciencia, están separados, cada vez más separados: por un lado se trata de cuestiones que se refieren al alma, cuestiones más o menos psíquicas, personales, históricas, nombres propios de señores, también el Hombre, el común, el Humanismo, contra el que estoy de una manera cada vez más decidida.  No os estrañe que le deje a la filología una posibilidad de seguir siendo algo vivo, un amor de verdad por la palabra, y que en cambio al Humanismo no le respete nada.  Estoy justamente luchando aquí contra esa separación en que por un lado se toma lo humano, y luego se dejan por el otro lado las cosas que no somos nosotros.  Contra esa separación os estoy hablando, y tengo que hacerlo muy deprisa, de manera que aguzad los oídos para coger esto bien antes de que pase a preguntaros acerca de ello.

Contra esa separación estoy.  Con esa separación se consigue por un lado, por supuesto, que en nosotros hombres se olvide lo más elemental que tenemos, que es que somos cosas como cualesquiera otras cosas.  Cualquier otra cosa que se pueda decir viene detrás, como una especie de caracterización especial de la cosa que somos, pero somos cosas.  Ya estos últimos tiempos he cambiado la frase del heauton timorúmenos en la comedia de Terencio, del “homo sunt”, como sabéis, el “soy hombre y nada humano me es ajeno”, por “soy cosa, y nada de las cosas me es ajeno”.  Esto es mucho menos engañoso, y supongo que de esta manera breve entendéis lo de “contra el Humanismo” de que os estoy hablando.  Claro, ya comprendéis que si estamos contra el Humanismo, quienes estáis metidos en una Facultad de Letras, pues estáis ya sospechando, obligados a reconocer, que estáis metidos en una fábrica de mentiras de todo tipo, porque eso es lo que está sosteniendo justamente esto de la fe en el Hombre y su separación de las cosas.

Por el lado contrario, ¿qué pasa con las cosas?  Pues que se las priva de mucho de lo que nosotros pretendemos que sea específicamente humano: se las priva de habla, se las priva de risa, se las priva de llanto........... sin ningún derecho.  Eso se hace por el simple derecho del que manda, que no es ningún derecho, sino una tiranía.  Las cosas hablan, cada una a su manera, en su lengua, que naturalmente nosotros no entendemos directamente, que apenas podemos oír desde fuera.  Las cosas ríen, las cosas lloran.............y más que eso todavía, que es a lo que voy a pasar, mostrándoos cómo el problema se ha introducido también en los propios estudios físicos, en la Ciencia de la realidad por escelencia, a la que llamo aquí Física.

Resulta que con el avance mismo de los estudios físicos, especialmente después de la Teoría de la Relatividad y con la Mecánica Cuántica, la condición de los entes subatómicos (electrones, y hasta fotones), que se venían postulando o descubriendo, no ha podido menos de volverse también problemática, incluso para algunos de los físicos que no estaban del todo entregados a una fe en la Ciencia, que es la heredera de la fe en Dios del antiguo régimen, y al que las mayorías están sometidas.  Pero para muchos sin embargo (y esto lo he podido encontrar durante los últimos años a través de muchas y muchas entradas en la red, más que en los libros de los físicos más renombrados) se les aparecía esto, este problema, así: la condición física, la realidad, en último término se encuentra que tiene que venirse a reducir a información cuando se trata de las raíces mismas de la realidad, en los entes subatómicos.  De manera que a partir de ahí, de esa identificación o confusión entre realidad e información, viene a plantearse el problema, el gran problema, del observador.  El observador, el que asiste al esperimento, el que saca las conclusiones, el observador de las cosas, se venía pensando que era un señor, o una señora ocasionalmente, es decir, un hombre; un hombre en el sentido que antes he presentado como objeto de ataque: un hombre, uno de nosotros, un observador, y por tanto alguien también real como las cosas.  Aunque esté en un laboratorio, aunque esté enfrascado en su investigación, aunque esté manejando símbolos matemáticos, que son el único lenguaje que puede valerle, no deja de ser un hombre, y eso presenta mucho problema.   Porque ¿qué se hace con un observador que está metido entre las cosas?  ¿Se considera que ese observador forma parte de las cosas, y que por tanto tiene que incluirse en su propia investigación?  ¿O se pretende que el observador, a pesar de ser un hombre o señora reales, se hace como si no, se queda fuera, se queda como si estuviera fuera, y por algún lado pudiera hablar del resto de las cosas?

Vais ya viendo el problema.  Este es el problema, mucho peor planteado, al que antes aludía con el recuerdo de los fragmentos de Heráclito heraclíto.  Lógos, que es equivalente de el cálculo, la razón, la lengua común, efectivamente por un lado tiene que estar dentro de la realidad, porque solo mediante esa razón común las cosas se cambian unas en otras, se hacen y se deshacen, y la realidad consiste en ese trajín del hacerse y deshacerse, que está regido por razón.  De manera que queda dentro, pero por otro lado tiene que estar fuera, la razón no puede ser nada real, porque si no, no podría hablar acerca de la realidad, esto para cualquiera es claro: para hablar de algo de verdad hay que estar fuera, si se mete uno dentro ya no es verdad, ya no está hablando de verdad de ese algo.  Esto, dicho sea entre paréntesis, es justamente la condena y el desastre de toda Filosofía y de toda Ciencia positiva.  Desde que estos problemas sin solución (como he presentado la figura del niño que mira al cielo, que mira hacia dentro de sí mismo), desde que estos problemas se han presentado a la gente, no han podido menos de surgir, en sustitución de las religiones del antiguo régimen, una filosofía positiva, una Ciencia positiva, que trate de remediar la rotura, que trate de remediar la rotura que es irremediable, porque es verdaderamente una rotura tal como os la estoy presentando, pero para eso es para lo que se desarrollan, desde Platón, y mejor desde Aristóteles, una Filosofía o Ciencia positiva que trata de esplicar la realidad, pero sin salirse de casa; dentro de la realidad, no nos vaya a pasar nada del otro mundo, cosa que evidentemente es muy peligrosa.  A lo mejor no os tomáis a bien que me meta así tan en bloque con toda la Filosofía y Ciencia positiva de todos estos tres mil o cuatro mil años que nos traemos, pero ¡qué se le va a hacer!, hablo con lo que me queda todavía de pueblo; no por ninguna inquina personal, sino porque lo siento así, siento así ese engaño que pesa sobre nosotros a lo largo de toda esta breve Historia.  El problema venía a ser este también.

Pero volviendo a nuestros físicos actuales, ellos entonces llegan a descubrir una cosa, que va en el sentido que antes os decía de otra manera, de devolverles a las cosas lo que les hemos quitado como propiedad nuestra, como si fuera algo humano.  Va en ese sentido, sobre todo un par de físicos de hace diez o doce años, que sacaron muy escandalosamente este descubrimiento, que fue el de reconocer, a consecuencia de las paradojas, tortuosas, inviables, que se les presentan a los entes subatómicos (el esperimento del fotón o dos fotones entrando por un agujero, o un fotón entrando por dos agujeros, que os sonará por la vulgarización), a consecuencia de eso acaba por tenérsele que atribuir, a un electrón por ejemplo, el libre albedrío, free will; el electrón tiene que tener un libre albedrío, la propia presencia, la presión de los problemas físicos obliga a ello; es decir, que él es el que puede decidir libremente si en un choque tirar por un ángulo o tirar por otro, es él el que decide pasar por ese agujero o por el otro.............

Bueno, supongo que, con razón, os estrañáis de esto, pero esto es un descubrimiento de unos cuantos de los físicos no dominados del todo que os traigo aquí: se les devuelve, a los electrones por ejemplo, el libre albedrío, el free will.  Bueno, este par de hombres (siento no acordarme ahora del nombre, perdonadme), lo dijeron de una manera más precisa cuando publicaron en medios más amplios su descubrimiento, y dijeron: “en la medida en que uno puede creer que es libre de levantarse ahora de la silla en que está sentado, dar unos pasos hacia el aparador, sacar una jarra de agua, echarse un vaso, beberla, y volver igualmente cuando lo quiera a sentarse donde estaba, en la misma medida eso hay que atribuírselo a los electrones”.  De manera que como veis, planteado de esta manera el problema, parece que es más honrado, ¿no?: si tenemos derecho a creer en nuestro libre albedrío, entonces los electrones tienen el mismo derecho a elegir.

Bueno, esto es una de las formas del problema.  Os tengo que recordar alguna otra, por la cual se nos está haciendo dar este salto entre lo que se puede llamar físico, o de las cosas, a lo que puede ser psíquico, de uno, o más hondo todavía que psíquico.  Él postulado de la indeterminación en la Física moderna se le atribuye desde unos sesenta años atrás a Heisemberg, y la formulación ahí, como recordáis los que hayáis leído algo de esto, es que no se puede al mismo tiempo conocer............la ‘entidad’, voy a decir, a lo filósofo, es decir, masa dotada de aceleración, lo que los físicos suelen llamar momentum y se puede traducir ‘ímpetum’, que es en realidad la entidad de la partícula.  “No se puede al mismo tiempo conocer ese ímpetu, esa entidad, y al mismo tiempo la posición, la posición en el espacio”.  Ésta es la fórmula del principio de Heisemberg.  Fijaos bien lo que se compromete, ¿no?: una realidad que no puede estar conocida en bloque, sino que el rato en que conoce la posición en el espacio es un rato distinto del rato en que conoce al individuo, conoce el ímpetum, la masa, etc., del individuo.  Esto pone muy en peligro a la propia Ciencia de la realidad, pero por ahí ha seguido marchando.

Sin embargo hay una forma de descubrimiento de la indeterminación, antigua, que es la que encontraréis vosotros, lectores de antiguos, en la primera Física materialista, la de Epicuro, la primera Física atómica, cantada en el poema de Lucrecio, el De Rerum Natura.  Ahí podéis encontrarla bien, y esta cuestión se encuentra mejor en el libro segundo del De Rerum Natura, en los versos doscientos o así y tantos del libro segundo, mejor que en los restos de Epicuro.  A ver si os digo en un momento cuál es el sistema de la Física ésta antigua de Epicuro, vamos a ver: “en verdad no hay más que átomos y vacío”.  Átomos y vacío por tanto son esteriores a la realidad, porque justamente se postulan para esplicar la realidad.  El átomo, que es absolutamente duro (esta es su condición: absolutamente duro, indescomponible, si podéis imaginar tal cosa), y el vacío, que es el correlativo: el sitio donde no hay nada, donde no pasa nada.  Este es el artilugio que la Física se ve obligada a postular para esplicar la realidad.  La realidad, las cosas reales (entre las cuales naturalmente estamos incluidos nosotros), no son más que composición; composición de átomos con más o menos resto de vacío conservado dentro: si son cosas con mucho vacío son cosas más blandas, cuando hay menos vacío son más duras, pero en fin, todo viene de una composición de eso.

 Ahora bien, para que los átomos puedan combinarse tienen que chocar unos con otros, porque si no hay choque los átomos caerán en línea perfectamente recta y paralela todos, y no darán lugar a ninguna combinación, y por tanto no habrá realidad.  Epicuro parte de que sí que la hay, de que hay realidad, y por tanto esto es un argumento ad absurdum.   Tienen que chocar.  Y para tener que chocar, he aquí que también a estos átomos hay que atribuirles una cualidad que era humana en cierto modo: si no queréis decir el libre albedrío, “el capricho”.  Para esto es preciso que “en momento incierto y en incierto lugar”, el átomo se desvíe úuuuun poquitito, un mínimo, de su trayectoria.  Solo con esa desviación se puede entender que los átomos vengan entonces a chocar uno con otro.  Comprendéis que si no, no se entendería.  De manera que resulta que esa desviación, el famoso ‘clinamen’, esa desviación mínima del átomo, imperceptible, es el fundamento de la realidad (porque si no, no habría choques, y si no hay choques, no habría realidad), pero al mismo tiempo también es una cosa que desde los átomos se trasmite a las cosas y a nosotros, de manera que lo que nosotros tomamos como libre albedrío, o que observamos en los animales por ejemplo como libre capacidad de decisión, capricho, eso nos viene como una herencia de los átomos de que estamos compuestos.  Ahí tenéis otra vez cómo las dos cosas de cuya separación estoy hablando para combatirlas se os aparecen también ahí juntas.

Podría pasaros más, pero voy a terminar, para daros palabra el rato que nos quede, presentándoos por mi parte el problema de una manera muy sencilla, que es la que estuve el mes pasao usando en las sesiones de la tertulia política del Ateneo, donde me junto con gente los miércoles a las ocho y media, y ahora voy a volverla a usar aquí.  Imaginad (no hace falta que penséis en cosas sofisticadas, como un péndulo) imaginad un columpio de los que están colgados de cuerdas; pensad por ejemplo en el patio de una escuela, al que se sale de recreo, y que tiene allí un columpio, de cuerdas, colgado de su barra, para que los niños jueguen.  Sale el maestro con los niños, y le pide a uno que le de un empujón al columpio, y entonces les pone a los niños este problema, que es el que os pongo a vosotros: ¿cuánto va desde el último momento en que el columpio se está moviendo todavía, hasta el primer momento en que el columpio ya no se mueve?  Yo creo que habéis tomado nota, si no por escrito, mentalmente, porque es de eso de lo que vamos a hablar, y con lo que va a terminar nuestra reunión, discutiendo el asunto.  Está claro el planteamiento, ¿no?  Repito: ¿cuánto va desde el último momento en que el columpio todavía se mueve, hasta el primer momento en que el columpio ya no se mueve?  No me queda más remedio, tengo que recoger pareceres que os hayan surgido a alguno que otro ante la presentación así, ex abrupto, del problema.  Por favor, ayudad.  Lo que a alguno se le haya ocurrido.  Puede ser diciendo que está mal planteada la pregunta, que tal, que él tiende más bien a pensar esto.....   Como sea, pero venga, hablad, porque si no me voy a marchar sin oíros, y eso no me gustaría nada.  Venga.

-Yo creo que hay una infinidad de momentos entre el momento en que el columpio se mueve y en el que se para.

A-¿Y cómo puede ser eso?  ¿Cómo una cosa que se rige por Sí o No........?  Es decir, el columpio, o está moviéndose, o está quieto.  ¿Y cómo eso puede dar lugar a ninguna serie de momentos ni infinidad de momentos?  Es una cuestión de Sí o No.  Pero está bien, gracias.  Y seguid atacando la cuestión de las diferentes maneras que se os ocurra.  Venga, por favor.

-Yo creo que es el mismo momento, pero visto desde dos perspectivas.

A-¿Qué perspectivas?

-La perspectiva en que existe movimiento y deja de haber movimiento, y la perspectiva en que ha acabado el movimiento.  En ese punto coinciden los dos.

A-¿Y piensas que el maestro les va a pedir a los niños que lo miren desde dos perspectivas, que miren al columpio desde dos perspectivas?  ¿O adonde hay que salirse para eso?

-............................

A-Bueno, yo pienso que tampoco puede ser, yo pienso que el momento no puede ser el mismo, porque eso sería la contradicción de suponer que ‘en un punto’, digamos, al mismo tiempo hay movimiento y no lo hay.  Otra vez la cuestión del Sí o No: si el último momento en que se está moviendo fuese el mismo que el primer momento que está parado, estaríamos anulando simplemente la noción de movimiento.

-El último momento en que todavía se estaba moviendo, y el primer momento en que ya está parado.

A-Sí, no hace falta que me lo repitas.  Pero si hacemos eso, entonces resulta que nos encontramos con que es el mismo momento, es decir, un momento en que al mismo tiempo está moviéndose y al mismo tiempo está parado; es decir, nos estamos cargando descaradamente cualquier noción de movimiento o de inercia.  Pero está bien, gracias.  ¡Más!

-Yo creo que ese momento no existe.

A-Te voy a pedir que lo digas en lenguaje vulgar, porque el verbo existir se inventó para Dios, y pertenece a Dios desde entonces.

-Que no podemos definir ese momento.

A-¡No, no, más fácil!

-Que no hay.

A-Que no hay, no hay tal.  Es decir, que a la pregunta de cuánto tiempo va desde/hasta, él responde diciendo que no hay Tiempo ninguno, no hay momento ninguno.  Lo cuál tiene como veis bastante gracia, pero implica.........cargarse algo que es también fundamental para la realidad, es decir, el propio Tiempo, compuesto de días, de semanas, de horas, de siglos, de eras, de momentos, de momentos sucesivos, porque es sobre ese aparato sobre el que tenemos montada la realidad toda, de manera que si nos cargamos al Tiempo, nos estamos cargando, poniendo en duda, dejando hundirse en la duda, la realidad misma.  Está bien.  ¡Más!

-Pero también se carga el concepto mismo de movimiento, por aquello de la paradoja de Zenón de que un móvil no se mueve ni donde está ni donde no está.

A-Bueno, no quería distraeros ahora con esto.  Ya sabéis que la única cita literal de Zenón de Elea que nos queda es un fragmento en el que dice simplemente así: “un móvil no se mueve ni en el sitio donde está, ni en el sitio donde no está”.  Lo cuál es un argumento que tiene que dejaros apabullaos para siempre, si no queréis engañaros, porque evidentemente no se mueve en el sitio donde está, porque (éste es el problema que estamos planteando), si está ahí, no se mueve; y no se mueve en el sitio donde no está, porque claro, en el sitio donde no está no puede ni moverse ni hacer ninguna otra cosa, ni moverse, ni estar quieto, ni nada.  Bueno, no quería acudir a esto, Isabel tiene la culpa.  

Volvamos ahora sobre la cuestión.  Os ayudo todavía a presentar más ocurrencias que os vengan, saltando un poco de plano: a un problema como este, la Matemática al servicio de la Ciencia............  La Ciencia, como antes os dije, se ha fundado, como las religiones, como la Filosofía, para sostener la realidad.  Y la Matemática, que no tenía por qué estar dentro, que podía ser un juego, se pone normalmente al servicio de la Física y de las otras ciencias.  Pues la Matemática al servicio de la Física se supone que tiene resuelto este problema.  Se puede decir de varias maneras, pero os voy a decir una, que implica esto: desde luego el matemático ve que a eso de “¿cuánto va desde ahí hasta ahí?”, con un número de los corrientes no se le puede responder, y entonces esto arrastra a la generalización de la noción de números de que todos habéis oído hablar; implica por tanto la invención de los números reales, que como sabéis son, como en la línea, puntos sucesivos, pero que no podemos confundir con los cortes que los separan.  De manera que estoy trasladando el problema desde el columpio, desde la observación física, a la formulación matemática, que es lo que intentaba.  Ahí es fácil, y entonces, si se aceptan los números reales, la noción de límite, basta con pensar en dos sucesiones monótonas convergentes, una cosa de las más triviales, para............  Ya lo entendéis bien, no hace falta que lo pinte: dos sucesiones monótonas convergentes tienen un límite común donde se encuentran, y entonces ése sería el cuanto por el que estamos preguntando.  No hemos podido responder con un número, pero hemos podido responder con un artilugio matemático más perfeccionado, si es que me habéis seguido.  Tengo que oíros hablar un poco, y se nos está acabando el tiempo.  Si no habéis entendido bien cómo es esta solución, decídmelo.  Es muy fácil, ¿no? Todos, aunque no hayáis estudiado, como se dice, “ciencias”, estáis acostumbrados a la noción de límite, de límite de las progresiones, y esto de la ascensión del número a los números reales.  Y imaginando esta progresión en sentidos contrarios, resulta que el límite no es un punto.  Ya os he dicho que en la línea de los reales, los números reales, por ejemplo raíz de 2, o cualquiera de los que no son naturales, son puntos, pero no son lo mismo que los cortes, y el límite de las progresiones, y el límite también del cálculo infinitesimal, es un corte, no es un elemento.  Por tanto la respuesta es ésa: el límite, que es simplemente un corte.  Sería una respuesta a la pregunta de cuánto va desde el último momento en que se mueve hasta el primero en que ya no se mueve.  Tomad nota de esta respuesta, aunque solo la hayamos podido entender a medias bien.  

Tomad nota de esta respuesta, y tomad nota de otra, que es la que este hombre ha dicho antes, la de “no hay nada”, que implicaba acabar con el Tiempo real, el tiempo sobre el que estamos montados.  Bueno, son dos respuestas bien opuestas.  Luego os diré de qué región viene cada una de ellas, porque evidentemente la respuesta por vía matemática aplicada a la Física viene de un sitio muy distinto de aquel de donde viene la respuesta “no hay tiempo”, pero ahora vamos a terminar así: os voy a pedir, aunque sea nada más que provisional, un poco de votación.  Como oiréis esta tarde, o mañana, o en cualquier ocasión, estoy contra la Democracia, que se parece un poco a lo del Humanismo, pero de una manera todavía más “pie a tierra”. Por tanto, reíros un poco de mí si ahora os pido un poco de votación, porque estamos contra la Democracia, pero por favor, levantad la mano todos los que se encuentren satisfechos con la respuesta matemática al problema tal como la he esplicado: en lugar del número os han dado un artilugio bien montado, según reglas, y ¿qué más podéis pedir?

-.................................

A-¿Todos los demás estáis decididamente..................?  Me estraña un poco que estéis tan escépticos respecto a estas respuestas, porque este tipo de respuestas  es la que os da todos los días la Ciencia, ¿eh?, no os creáis otra cosa, y os lo tragáis; así que no sé por qué ahora no confesáis que esta respuesta os convence, porque respuestas de ese mismo tipo efectivamente las aceptáis cada día.  Levantad ahora la mano los que respondan diciendo “es que no hay Tiempo ninguno”, sabiendo lo que con esto se arrastra.

-.....................................

A-Bueno, es culpa mía, sin duda; sin duda mía, y de la prisa, el que no haya conseguido meteros un poco más así de repente en esta votación.  En esto nos vamos a quedar: apenas he conseguido respuestas en un sentido y en otro, han sido dos o tres o cuatro en un sentido y en el otro, muy poco.  Este esperimento, si tenéis paciencia, repetidlo con más gente, entre los amigos, repetid la pregunta, y nada, termino despidiéndoos de esta manera, despidiéndome de vosotros: la respuesta que acepta la fórmula matemática como dando razón de la realidad, ésta se puede decir que viene de Arriba, viene desde Arriba; y en cambio la respuesta que niega, que dice “no hay Tiempo que valga”, viene de abajo.  Arriba y abajo quieren decir así Dios, que está Arriba, lo sin fin, que es lo que está abajo, el Poder, que está Arriba, el pueblo, que es lo que está abajo, y todas esas cosas así, ¿no?  Y de esos sitios opuestos vienen sin duda lo uno y lo otro.  Esto de la realidad, lo que somos en cuanto reales, es una lucha, y cualquiera que quiera esplicaros la realidad de otra manera que no sea como una lucha, una contradicción, os está engañando, sea quien sea y cuando sea.  Es una lucha, una contradicción, entre la imposición de ideas, de ideales (entre los cuales están los números, todo, nada, uno, que es lo que viene de Arriba), y la incertidumbre, la sinfinidad, que es lo que hay por abajo siempre y que nunca se acaba, y la realidad se produce en medio, en el choque entre lo uno y lo otro.  Ahora, cada uno de vosotros, y yo también, por un lado somos reales, somos lo que se llama personas, y con esto es con lo que estaba intentando hacer un psicoanálisis, es decir, una disolución del alma, lo mas rápida y clara posible, porque no es por votación entre los varios, sino dentro de uno mismo como las dos respuestas se combaten: dentro de uno mismo hay algo que cree que sí, que la realidad está ordenada y que la Matemática puede dar cuenta de ella; hay algo que cree que sí, y hay algo que cree que no, que cree que todo eso es un cuento, y que niega por tanto el Tiempo y se pierde en la infinidad.  Esto es disolución del alma.  Por si alguno de vosotros había venido aquí muy convencido de que él era uno, como Dios, que es lo que nos hacen creer, especialmente en Democracia, por si alguno venía convencido de que él era uno como Dios, por lo menos que se lleve este esperimento: uno está obligado a responder de dos maneras a una cuestión elemental como ésa, y eso sin más lo disuelve a uno, hace desaparecer su pretensión de condición unitaria, de ser el mismo y siempre el mismo.

Se ha hecho muy tarde, y por tanto supongo que no hay tiempo para más, de manera que bueno, gracias por vuestra compañía, y que quede de esto lo que pueda quedar.