21.01.1993

«El mundo desarrollado es el único enemigo»

«El mundo desarrollado es el único enemigo», entrevista a AGC por Javier NEIRA. La nueva España, 21 de Enero de 1993. 

 

AGUSTÍN GARCÍA CALVO

Catedrático de Latín y pensador libertario

 

«El mundo desarrollado es el único enemigo»

 

«España tiene muy poco interés, hace años que perdió interés,

casi ni la conozco, ni me entero»

 

 

Oviedo, Javier NEIRA

 

Agustín García Calvo es la máxima figura en España de lo que se puede considerar pensamiento libertario. Catedrático emérito de Latín, fue leyenda cuando, en los años sesenta y en unión de Tierno Galván y Aranguren, fue expulsado de su cátedra. Su reflexión gira siempre en torno al poder. Sus definiciones son en negativo. Habla de lo inefable e indica que precisamente de eso es de lo que no se puede hablar. Ayer ofreció una charla en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA. Horas antes de su intervención concedió a este periódico la entrevista que sigue.

 

—La actualidad es la toma de posesión de Clinton como nuevo presidente de los EE UU. ¿Qué opinión le merece?

 

—Existe una oposición entre actualidad y realidad. Se presenta lo actual como si fuera lo importante, como si estuviera en la posición de lo real. Lo que se suele llamar actualidad tiene la pretensión de ser lo más vivo pero, sobre todo, tiene la intención de aparecer como lo real. Y al decir real se está apuntando a lo histórico. La televisión es el modelo perfecto de esto. Aun en las trasmisiones en directo, los hechos actuales, al encuadrarse en la pequeña pantalla, son ya históricos, reales. La televisión pretende que el tiempo real, el de la banca y la historia, se imponga a la vida, al razonamiento más inmediato y actual. Es como si se dijera «también nosotros vivimos en nuestra época». En la época no vive ni Dios, o sólo Dios si así se quiere. De esa forma se consigue la Administración de la muerte y que la conversión de la vida en tiempo llegue hasta sus últimas consecuencias.

 

—Aun así, ¿se puede hablar de la actualidad?

 

—Sí, se puede. Se puede hablar de la actualidad periodística. Sí se puede pero haciéndolo al revés. La pretensión es hacer creer a la gente que están pasando cosas nuevas, que se hace historia. Un ejemplo típico fue la primera llegada del hombre a la Luna cuando dijo que era un gran paso para la humanidad. Mi actitud, sin embargo, es que la realidad es un espejo de la eternidad; si tiene algún interés alguna de esas guerritas de las que tanto se habla es sólo como manifestación de lo que siempre ha pasado.

 

—¿Y Clinton?

 

—Cada vez es más evidente que el cambio de un presidente de los       EE UU es un hecho insignificante. En los tiempos de nuestro padres o de nuestros abuelos podía pensarse que esos cambios tenían significado, ahora no.

 

—¿Qué reflexión hace sobre los procesos electorales en general?

 

—Son la voluntad de la mayoría, que es la suma de las voluntades de cada uno de los votantes. Pero se maneja la palabra voluntad como falsificación del deseo. Forman parte del gran truco democrático. Se manifiesta la voluntad de cada individuo y se presenta como una mayoría y se identifica esa mayoría con todos. Desaparece el pueblo, que es lo contrario de la mayoría, y por lo tanto el deseo. El pueblo no vota, no está compuesto de individuos, no tiene voluntad ni ideas.

 

—¿Qué tiene?

 

—Resistencia a que lo eliminen.

 

—¿Qué es el pueblo?

 

—Pueblo es lo que no es una suma de individuos. Y todo lo que en uno mismo no es uno mismo es popular.

 

—En cualquier caso sí tiene lengua.

 

—La lengua es la apropiación más clara del pueblo. El lenguaje corriente frente a las jergas de periodistas, políticos o profesores. Las jergas se distinguen en el vocabulario, la gramática es lo popular.

 

—¿Cómo y quién maneja la lengua?

 

—Se maneja el vocabulario, a la gramática no se puede llegar. Al vocabulario se llega, por ejemplo, con los medios de comunicación. Nadie manda en la lengua, ni es de nadie. En la lengua está la manifestación del pueblo. Nadie la maneja.

 

—Desde esa perspectiva, ¿cuál es el pecado de babel?

 

—Es un pecado de rebelión, no hay duda. La Biblia lo tuerce un poco, habla de una torre con la que se quería llegar al cielo. Realmente describe una rebelión desde abajo que pretende acabar con el dominio del cielo. Pues bien, desde el cielo, de forma muy oportuna, convirtieron el lenguaje en idiomas.

 

—¿Quién hace evolucionar la gramática?

 

—El pueblo, pero teniendo en cuenta que en el pueblo no hay nada. La gramática busca formas nuevas, pero tropieza con el vocabulario. Cualquier gramática se orienta hacia la búsqueda de una gramática común, no idiomática, y en esos intentos tropieza con el vocabulario, que es la realidad.

—¿Como la dinámica celeste?

 

—No, la dinámica celeste es de orden científico, obedece a ideas reales. Pero en el caso de la gramática se trata de lo que está por debajo de la realidad.

 

—Alude a una instancia profunda, como la que propone el psicoanálisis.

 

—Así es. Ya hice esplícita esa comparación alguna vez. Ahí está la gramática popular de forma paralela al subcosciente freudiano, que es donde uno no es uno mismo, ni es naturaleza, ni istinto. Es una región a donde van a parar las cosas que han sido coscientes, que se han sabido. Cosas que han tenido que olvidarse de conciencia pero no por censura, como en el modelo freudiano, sino por motivos técnicos: sólo se habla bien cuando se olvida la gramática. Cuando uno olvida, se olvida.

 

—¿Qué opina de la España actual, de la política, la cultura, la Universidad?

 

—España tiene muy poco interés, hace años que perdió interés, casi ni la conozco, ni me entero. Doy por supuesto que este Estado, en el que se hace vivir a pueblos diversos, es un buen representante de cualquier Estado moderno. No me interesa. Me preocupan, sin embargo, las relaciones entre el mundo desarrollado y los márgenes, las guerritas serbo-croatas, el hambre de Somalia y Bangladesh. Implican al mundo desarrollado, que así define sus fronteras. Por eso hay hambre y guerra. El mundo desarrollado pretende ser el único. Por eso los que están alrededor no pueden ser otra cosa, tienden a desarrollarse. Por eso mismo, si en China hay protestas contra su sistema arcaico de dominación, esas protestas se hacen en la dirección de lo moderno. El mundo desarrollado es el único enemigo. ¿Por qué un estudiante chino progresista piensa en Inglaterra como modelo deseable? Es una manifestación del poder de las ideas del poder. Se trata de ideas pregnantes. El poder se funda en la simplicidad de sus ideas, por ejemplo la votación democrática, y en el juego con los números, la cuantificación. Donde aterrizan esos dos componentes arrasan, no dejan otra cosa. Con su dominio queda preparado el terreno para una ocupación militar y económica.

 

—De todos modos el fundamentalismo islámico resiste a la penetración del mundo desarrollado.

 

—No es así. Su modelo de resistencia es copiado de los países desarrollados. Copian las resistencias de las minorías occidentales, de los terroristas, de los neonazis, de los inmigrantes. En Irán, los grupos de resistencia no se ispiran en modelos tradicionales de su país, sino que copian a los marginales de Occidente.

 

—¿Y la xenofobia?

 

—El modelo dominante aspira a ser el único, luego no debería haber estranjeros. Pero, asimismo, necesita márgenes y definición de sus territorios. Gracias a esos márgenes sabemos quiénes somos, tenemos contrastes. ¿Cómo una señora de Aravaca podría estar segura de no tener a su alrededor estranjeros y marginados que no han logrado ascender a su nivel? Ésa es la contradicción.

 

 

LA NUEVA ESPAÑA, 21 de enero de 1993

 

***

 

Club Prensa Asturiana

 

El fervor progresista de los años setenta y aun antes se reprodujo ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA con la intervención de Agustín García Calvo, catedrático emérito de Latín y pensador libertario. El orador pidió que el público que estaba de pie se acercase a la tribuna y, como en una escena de mayo de 68, García Calvo asumió el papel de maestro de pensamiento, con un discurso abierto y flexible, improvisado en parte, que repasó las distintas determinaciones de la oposición entre voluntad y deseo. Una charla distendida con un contenido desesperado.

 

García Calvo recuperó el espíritu progresista

de los años setenta

 

El catedrático y pensador libertario denunció la confusión entre voluntad y deseo

 

Oviedo, Javier NEIRA

 

Enrique Quirós, de la Escuela de Lingüística, Lógica y Artes del Lenguaje de Asturias, presentó a García Calvo diciendo que esperaba «no expresase sus ideas personales que, en el caso de que le quede alguna, no tendrían interés». A su vez, García Calvo finalizó su intervención de dos horas señalando: «Todo lo dicho no son opiniones: he venido a decir la verdad. Si no, no merece la pena hablar. Y entendiendo por verdad el descubrir la falsedad». En este clima de paradojas inteligentes, de radicalidad clásica, discurrió toda la charla del pensador libertario.

 

El título de la intervención de García Calvo era «Voluntad y deseo». Explicó en primer lugar que voluntad correspondía a cada uno o al Estado, cuya voluntad es la ley, mientras que el deseo es algo que arrastra a cada cual. «Voluntad y deseo no sólo son diferentes, sino que incluso son contradictorios». Después indicó que la voluntad del poder la interioriza la gente en la política, en el consumo y en otros campos de la vida cotidiana. Así, dijo, «a una señora en trance de pasar de ninfa de los bosques a ama de casa le es impuesta la voluntad del poder que ella interioriza como deseo» y que se traduce en consumo de cosas inútiles.

 

García Calvo negó constantemente que exista la naturaleza humana: todo es cultural y social. «No hay libido, no hay hambre, no hay sexo; sin embargo, pocas cosas se manejan tanto como esos fantasmas. Por eso se fabrica el hambre lejos, en Somalia. Es tan importante la idea de hambre que se la fabrica allí para que aquí se consuma lo que nos obligan a consumir».

El amor, el sexo, ocupó buena parte de la charla. García Calvo contrapuso el amor innombrable con el conocimiento. Un joven se enamora, no sabe lo que le sucede hasta que considera que está enamorado, conoce, pues, su estado y entonces pierde la condición innombrable e inefable del amor. Después introdujo la idea de amor como obsesión que, según Lucrecio, impide el goce. Un amor que es «agarrarse al otro pensando que así uno se salva. Un amor que afirma a quien lo siente. Así que hasta ahí llega nuestra necesidad de ser».

 

Especial atención mereció «la libido por contravención», el gusto por el pecado, que según García Calvo es una sumisión del revés y que ahora está en decadencia. «En la España de la dictadura y del poder de la Iglesia, el gusto por pecar era enorme; sin embargo, ahora ha disminuído mucho», circunstancia que García Calvo atribuye al conocimiento del sexo que se imparte incluso en las escuelas: «El desarrollo es sustituír la represión por la asimilación, se destroza el deseo y se sustituye por su conocimiento, de manera que el deseo ya no hace daño ni al capital, ni al Estado, ni a uno mismo. El peligro por lo desconocido, por el deseo, se sustituye por el conocimiento».

 

«Las sociedades más avanzadas», añadió, «están fundadas en hacer las cosas sin ganas. ¿Quién fuma porque tiene deseo? Ya es sólo algo mecánico, una necesidad segunda, un vicio. Si la actividad amorosa sólo obedeciera al deseo, ¿qué sería de la población humana, de la doble istitución de la pareja y de la prostitución? Todo se vendría abajo». García Calvo propuso como lema. «Haz cuanto quieras sólo cuando tengas ganas», si bien añadió que para eso sería necesario distinguir entre voluntad y deseo, una distinción que el poder se encarga de frustrar.

 

En el coloquio se suscitó la homosexualidad. García Calvo distinguió entre la masculina y la femenina, considerando que eran totalmente distintas. La masculina la relacionó «con el fetichismo: una huída del coño, por decirlo groseramente».

 

 

                                     LA NUEVA ESPAÑA, 21 de enero de 1993