17.06.1999

«La democracia es la muerte del pueblo»

«La democracia es la muerte del pueblo», entrevista con AGC por IMA SANCHÍS. La Vanguardia, 17 de Junio de 1999.

La Vanguardia, 17 de junio de 1999

 

 

AGUSTÍN GARCÍA CALVO: Poeta, filólogo, ensayista

 

«Tengo 72 años. Nací en Zamora y vivo en Madrid. Me casé a los 18 años, tengo 4 hijos y una bisnieta de 8 años. Soy doctor en Filología Latina y profesor universitario, pero en el 65 Franco me expulsó de la universidad. He vivido el exilio. Estoy contra las ideas que reflejan la falsedad de la realidad misma. Procuro desnudarme de toda religión.»

 

«La democracia es la muerte del pueblo».

 

IMA SANCHÍS

 

—Decía usted que cree en el pueblo y no en las personas.

 

-No exactamente, el pueblo no necesita que se crea en él.

 

-¿Entonces?

 

-Creer es lo propio del poder: «hay que creer en el futuro», «hay que creer en la realidad», pero dígame ¿de qué realidad hablan?

 

-¿?

 

-¡Pues de la realidad de las realidades: el dinero! Sin la fe, el dinero no se sostiene.

 

-Ese pueblo que defiende hemos hecho muchas barbaridades.

 

-¡Jamás! A propósito de la muerte de Sócrates, condenado por una democracia de una manera ejemplar, un amigo inventó esta fórmula feliz: «El pueblo no mata a nadie».

 

-Bueno, bueno, bueno...

 

-El poder, aunque sea democrático, es el que mata. La democracia es la muerte del pueblo.

 

-¿La mayoría no es una suma de personas que son un pueblo?

 

-El pueblo es eso que a ti te queda cuando quitas la persona y el DNI, y eso no forma mayorías. Por eso la democracia es el más mortífero de los regímenes, porque quiere dar el cambiazo de pueblo por mayorías.

 

-Vaya.

 

-...Y la función de la televisión es formar individuos personales que formen masas.

-¡Pues usted es todo un individuo!

 

-Yo, por desgracia, cargo como cualquiera con la personalidad, que nace de la fe en mi muerte siempre futura, porque así es como nos hacen, a partir de esta idea primaria: «Te vas a morir mañana».

 

-¿Le estorba su personalidad?

 

-Efectivamente es una lacra. Me interesa lo que en mí queda de común.

 

-¿El lenguaje por ejemplo?

 

-Sí, el lenguaje corriente que no es mío y los sentimientos, que no están a mi servicio.

 

-¿Ah, no?

 

-No, no, para estarlo tienen que convertirse en ideas. En cambio, un arrebato de amor no sólo no está a mi servicio, sino que me puede hacer la puñeta. Pero la aceptación de la idea de amor ya entra al servicio de mi persona, del Estado y del capital. -Hábleme entonces de sus sentimientos puros y no de ideas.

 

-Si le hablo de ellos los hago ideas, hay que dejarlos que surjan y vivan.

 

-Entonces, ¿de qué hablamos?

 

-De la realidad, del amor, del sexo, del hombre, es decir: contra esas ideas.

 

-Esos son sus libros: «Contra el hombre», «Contra el tiempo»...

 

-Ese último trata de desmontar lo que me parece la estructura primaria de la realidad: el tiempo.

 

-¿También está contra la cultura, impartiéndola usted?

 

-Por fortuna me he podido dedicar a la gramática, lo que todo el mundo sabe, el lenguaje corriente y moliente, que no es ciencia.

 

-¿Qué tiene contra la ciencia?

 

-La ciencia positiva, con sus ideas acerca de la realidad, es la religión central del régimen que padecemos y que, como todas las religiones, está fundada en la fe.

 

-¿Hay otra forma de vivir?

 

-Sí, sin dinero sería la forma de vivir. El dinero nos condena a los sustitutos.

 

-¿Cuál es la opción a la democracia?

-No hace falta ni democracia, ni Estado, ni capital. El Estado le hace falta al Estado, España le hace falta a España, la banca a la banca. Pero a la gente no le hace falta nada de eso. Es más, la gente de abajo lo reconoce como una muerte: «Esta vida no es vida».

 

-¿Ninguna certeza positiva?

 

-No sé a qué le suena eso de certeza.

 

-Me suena a algo que da cierta paz.

 

-Por desgracia uno nunca puede sentirse tranquilo del todo, porque vive en guerra con uno mismo lo declare o no. En guerra del yo y de lo que le queda de pueblo.

 

-¿Ninguna alegría?

 

-Descubrir que la realidad no es todo lo que hay y que nunca la operación funesta del poder alcanza un cumplimiento total.

 

-¿Cuál es la frase de amor más hermosa?

 

-Cualquier suspiro o silabeo más o menos inarticulado que nazca del sentimiento es preferible a cualquier frase constituida... ¡y no digamos la declaración «te quiero»!

 

-¿Qué le pasa?

 

-Que está completamente consagrada, sometida al poder.

 

-¿Como las mujeres a los hombres?

 

-Exactamente, las mujeres son el sexo sometido, las que desde el principio de la historia se venden y se compran, y eso me hace sospechar que son más pueblo.

 

-Dicen que nos estamos liberando.

 

-En la sociedad del bienestar es peor, porque las mujeres hacen un hombre de ellas mismas. Menos mal que quedan las contradicciones para revelar algo de «lo mujer».

 

-...y los poetas como usted.

 

-El poeta se come a la poesía. Se venden listas de poetas para los alumnos de bachillerato y eso impide que surjan otras cosas. Yo he pretendido quitarme de en medio y dejar que hable por mi boca el lenguaje corriente.

 

-¿Cómo sospechar que ha acertado con alguna de sus canciones?

 

-Cuando veo que quien lo oye dice: «Eso es lo que yo quería decir y no sabía cómo».

 

-Es usted un hombre de noes.

 

-Sí, durante un tiempo publiqué en «El País» una serie de noes: «No celebre las fiestas y verá qué bien», «No se lave tanto», «No declare a Hacienda: hay otros amores».

 

-¿Y pidió públicamente que le ayudaran a pagar la multa de 10 millones de pesetas?

 

-Fue muy consolador. Publiqué un anuncio que le pareció muy mal a todos los cultos, pero mis lectores me pagaron la mitad.