31.12.1992
Que no se ha parado usted a pensar la ocasión que le brindan para no celebrar las fiestas, que si no, ya estaría usted echándose a no celebrarlas, ni Navidades, ni Año Nuevo, ni Témporas, ni Constitución...
Piense usted, lo primero, de lo que se libra: no tendrá que ir de compras, arrastrando acaso al cónyuge cansino, a los grandes almacenes, con la tétrica ilusión de FELICIDAD en sus fachadas, ni subir y bajar por la escalera mecánica del Limbo al Paraíso, ni calcular, en largas discusiones con la misma cónyuge, a cuántos prójimos hay que mandar regalo, parientes ni amigos ni señores de su mayor consideración, ni siquiera aburrirse escribiendo crismas parta conseguir decir "Nada" Con florituras, ni...
¿Cómo dice?: ¿que si no va a regalarle nada a nadie? Pues no, amigo: ni ahora ni nunca: ¡se va a librar usted de la inmensa fatiga del regalo! Y verá cómo no pasa nada: simplemente, deja usted de regalar, y ya está. ¿Que a alguno puede que le duela? ¡Qué va, hombre!: si de verdad le da igual: si en el fondo saben que todo lo que se regala no es más que dinero forrado de papel dorado, o sea nada, o sea lo mismo que venden en las tiendas de la nada de veras, que son los Bancos.
O, si no, mire: recorte este anuncio, péguelo en una tarjeta bajo celofán, y vaya enseñandoselo a todo Dios, como si hubiera salido otra secta nueva, y póngase un letrero YO SOY DE LOS QUE NO CELEBRAN, y como las religiones se respetan tanto, ni los más creídos se atreverán a reclamarle.
Pero déjeme decirle de qué más cosas se va a librar usted no celebrando.
Se librará del latazo de la cena de la Sagrada Familia: que, ya que no puede usted sacudirse de repente el yugo, por lo menos ¡que no le hagan tragar el bochorno y la indigestión de festejar a la Familia Unida y Feliz, hombre, por Dios!
Y se librará de tener que hacer monadas alrededor de 12 uvitas, con las que le hacían tragar y confesar la fe en el Calendario de la Muerte; y de cogerse una cogorza trompetera para que vean que es usted un tipo con marcha. Y, ya que estás obligado a pasarte cada fin de semana aguantando el rollo feroz de la noche de discoteca a ver quién resiste más, si hasta las cinco, si hasta las siete, ¡coño, tío!, por lo menos que no te metan encima una Estraordinaria que te deje de aburrimiento hasta los tuétanos tragándote un retahílo de imbéciles famosos al servicio del Señor, para acabar vomitando "Asturias, patria querida" entre los contenedores.
En fin, la tira: ¿a qué le voy a contar la de miserias de que va a librarse?, si sólo con mencionarlo ya le está entrando un alivio y un gozo que hasta se le desperezan los pelitos: ¿a que sí?
Sí, pero en cambio -me dice usted-, lo que a lo mejor me pierdo... Bueno, pues mire: vamos a cortar con ese estorbo de ilusiones que le queden: aquí le prometemos, con toda la seriedad que este Rotativo le garantiza: que no le va a tocar a usted el Gordo; que no le va a salir ningún ligue maravilloso ni en Navidad ni en Año Nuevo ni siquiera el día de los Reyes (a no ser que se haya dedicado a no celebrar nada; que entonces, a lo mejor ...); que no le va a ocurrir nada que le ilumine esa jeta de ejecutivo que se le está poniendo; que va a acabar con la misma resaca de tristeza que el año pasado, y el anterior, y el anterior... y así hasta la espulsión del Paraíso.
Así que ¿para qué? Ande, hombre: ¿por qué no se da usted el gustazo de no celebrar las fiestas?
Tan fácil que se lo han puesto: como se las tienen todas tan preparadas y diseñadas y anunciadas y bombardeadas, como ya sabe usted al minuto las diversiones que le esperan, pues ya está: puede darlas tranquilamente por pasadas, ¿no? Lo programado, ya es pasado.
Ni hace falta tampoco que ande buscando contracelebraciones ni refugios para escapar de las fiestas, nada: la vida corriente basta: cuanto más corrientita, más gozo. Ya sólo con ver cómo los demás hacen a su alrededor el memo y cumplen el programa... Pero no: más gozo; más hondo todavía.
Puede que al principio le cueste no dejarse arrastrar: las lucecitas y los bocinazos con que los popós suelen tan entusiásticamente celebrarlo (¡como que son ellos, las flestas!) se le meten a uno por los poros. Y peor aún, los parientes, los amigos, las novias, los pretendientes, que le llamen, que le inviten, que lo acosen... Sí, será algo duro.
A lo primero sentirá usted el vacío, el tiempo vacío que le queda por sola compañía; pero usted siga sin celebrar, siga con la rutina de su vida, como si nada; y ya verá cómo, a medida que los días pasan, y va usted no celebrando, y no señor, y no, y no, se le va encendiendo dentro una candelita de alegría, va sintiendo resucitar por los ojos, por las manos, un niño sin ilusiones, un aliento de vida y de pensamiento; y el no haber celebrado las fiestas se le convertirá en un tesoro de Reyes Magos verdaderos.