18.01.1991
Por AGC. El Sol, Viernes, 18 de Enero de 1991
¿Tendremos que seguir por siempre debatiéndonos con los fantasmas de la Historia? Hace ya mucho que ha dejado de haber España, si la hubo alguna vez; que eso… por historia lo sabemos. España era… Fantasía del Poder, idea del Señor, “una unidad de destino en lo universal” que decía el otro, es decir, una fabricación abstracta y desde Arriba, usando el nombre propio ‘España’ para imponer a tierras y gentes una fe, una definición de sí mismas: “Desde aquí, España; hasta aquí, España: al otro lado de la raya, Francia o Portugal, da igual, en todo caso, no-España; frontera lineal, definitiva, que tú, número de tropa, verterás tu sangre por mantener esacta, neta; si no a ver quién somos; a ver qué eres tú, desgraciado, si no eres español”. Esos eran antaño, cuando la creación del Estado Moderno (España de los Reyes Católicos, uno de sus primeros ejemplares), los trucos del Estado para sujetar al pueblo, siempre maldefinido, siempre indómito, a su dominio y a su idea. Trucos ideales, pero no menos por ello poderosos sobre la realidad: con ellos el Estado fundió de hecho en unidad muchos pueblos y ciudades, reduciéndolos a capitales y provincias, superando patrias chicas y campanarios; logró un trazado de fronteras que se mantuvo fijo en el mapa de muchas generaciones de escolares; inflamó los pechos en Ideales de Imperio y arrasó media América (pueblos nómadas o Imperios de viejo estilo, daba igual) para que el Globo fuese España; trocó millones de juventud insegura en tercios y legiones, que no hubiera “un puñado de tierra sin una tumba española”. Eso era España antaño. Ahora, hace ya mucho, el Estado ha cambiado de trucos de dominio (ha de cambiar para mantenerse), y ahora es el Desarrollo y la Competición por el Futuro; y así España ha dejado de ser España para ser un caso de ‘País Desarrollado’; “tu calle ya no es tu calle”, como la copla canta, “que es una calle cualquiera, camino de cualquier parte”. Queda el Nombre Propio, vacío (Porque los N. P. ¿no eran para designar algo único y distinto?; y hace unos 30 años, el Ministerio de Turismo sacó el estribillo de “España es diferente” en el momento justo en que empezaba definitivamente a dejar de serlo), pero no por vacío menos potente para el engaño y el dominio: basta con oír a uno que exclama: “Hemos metido gol” (o “Hemos logrado la fusión fría”, da lo mismo), donde el “hemos”, como no pueden ser los jugadores (porque no están en puesto de Primera Persona) ni el que lo dice (porque él no está jugando), tendrán que ser los españoles, ¡qué se le va a hacer! El Nombre vació sigue costituyendo la Realidad. Bueno, está también la lengua, cuya unidad, como el Estado, de Roma para acá, sabe (y lo saben, con su afán lingüístico unificatorio, los idealistas creadores de nuevas Españitas), es la única garantía firme de su identidad. Pero eso aquí tampoco sirve: porque entonces tendrían que ser España todos los que hablan español oficial contemporáneo por el mundo; lo cual, por otro lado, no conviene. Así que en este reino del puro nombre estamos. A los hombres del '98 todavía, dicen, les dolía España. A nosotros… Estorba, sí, ¡qué coños!, equivoca al pueblo sin nombre (que nunca muere, que nunca ideal ninguno reduce a Masa de Personas), lo engaña en su guerra contra la forma actual y verdadera del dominio, esta de la Demotecnocracia y el Desarrollo. Así que mejor que se sepa que no hay España, que no nos distraigan los fantasmas: porque hay un Imperio, presente y aplastante, contra el que han de luchar los pueblos de cualquier lengua; que al fin, todas son la misma.