25.08.2014

Tertulia Política número 100 (21 de Noviembre de 2007)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

  • La no relación del tamaño con la cuestión de las cosas de verdad, que es parte de la labor de descreer de uno mismo hasta el punto de perderse como cosa entre las cosas.
  • Uno escondiéndose tanto en las características de su Alma como en las corporales. 

 

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TRANSCRIPCIÓN:

 

 

Debéis decirme ahora algunos, para que esto siga como se debe, qué es lo que habéis pensado y que es lo que os parece respecto a la cuestión que salía en la última sesión, últimamente, respecto a la independencia del tamaño (de lo muy grande, de lo muy pequeño), la independencia de eso respecto a la cuestión de la Realidad o la falsedad de la Realidad, que es la que nos trae en esta guerra.  Ya sabéis cómo era, así que enseguida os daré paso, daré paso a vuestros pareceres.


Normalmente reina, y no sólo entre científicos, sino también en la opinión vulgar, la actitud de que respecto a lo muy grande (Universo, Universos, Galaxias), no rigen las mismas leyes que para las cosas con las cuales tratamos, entre las cuales nosotros somos en verdad un tipo de cosas, cosas entre las cosas; o por lo menos, en ese trance de la guerra, es la vía que parece que se nos abre para evitar mayores engaños, que es la de reconocernos como cosas, como caso de las cosas.


Y reina también la opinión de que en lo muy pequeño, por ejemplo más allá de las partículas subatómicas, en el tipo de entes con que la Mecánica Cuántica y las teorías de los strings, o las menciones respecto a los quarks tratan, tampoco son las mismas las leyes que para estas cosas que en ese sentido quedarían como intermedias, entre las cuales estamos y con las cuales tratamos.   Es contra esta actitud contra la que nos salía hablar ya el último día, y para la cual voy a pedir ahora vuestros sentires o pareceres.


Declarar aquí que la cuestión del tamaño no tiene que ver es ir derechamente contra esa actitud, y para que se entienda tal vez con más claridad, esto se puede decir de otra manera: nosotros tratamos con cosas, con las cosas, y usando este nombre, el nombre más abstracto que las lenguas vulgares tienen, para abarcar cualesquiera cosas; no vamos a decir todas, porque nos está prohibido aquí decir “todo”, pero digamos “cuantasquiera”, “cualesquiera”: cualesquiera, cuantasquiera cosas; de manera que esto quiere decir que los universos o las galaxias son cosas, como las otras cosas, y que los átomos, los electrones, los strings y los quarks son cosas como las otras cosas, y no pueden a este propósito nuestro y en este (descubrimiento) distinguirse. 


De manera que de eso es de lo que se trata, y respecto a lo que pido vuestro sentir o parecer.  Ya el otro día habíamos tratado de penetrar un poco en este descubrimiento, en este desengaño, mejor dicho, respecto a lo que reina.  Fijaos bien que la cuestión del tamaño, lo muy grande, es decir, lo que en algunas de las ideaciones filosófico-científicas se aproxima al infinito, y lo muy pequeño, lo que en esas u otras semejantes ideaciones se aproxima al infinitésimo como límite, son cosas cuantitativas, son cosas de cuántos todas ellas, y por tanto aquí nos movemos contra la pretensión de que esas cuestiones cuantitativas puedan tener que ver, interferir con, confundirse con, la cuestión de ser lo que es, ser las cosas lo que son, las que son, ser uno el que es, cuestiones que evidentemente no son cuantitativas, sino de sí o no.  Es contra esta pretensión o confusión contra la que estamos también aquí hablando.


Para sentir, para percibir mejor la vanidad de las distinciones cuantitativas, tal vez se puede acudir a imaginaciones relativistas, de las que se han empleado en otras muchas ocasiones.  De muchacho, ya cuando era yo muchacho, para introducirnos a la aceptación de un espacio/tiempo a lo Minkowsky, es decir, un espacio de cuatro dimensiones, se nos decía “si fuéramos unos animalitos completamente planos, naturalmente nos sería imposible concebir un espacio de tres dimensiones como es éste que es el que estamos acostumbrados a reconocer”.  Esta era la imaginería relativística  que por lo menos en la Pedagogía de estas cosas se introducía.  Creo que para eso era irrazonable introducirlo, para las cuestiones de número de dimensiones.  No voy a pararme ahora a razonar por qué, pero en cambio para estas cuestiones de la cantidad, del tamaño, confundiéndose o interfiriendo con la cuestión de lo que es lo que es y demás, sí que se puede acudir a ello, se puede decir: “los planetas por ejemplo, los elementos del Sistema Solar y alrededores, se nos manifiestan moviéndose con leyes matemáticas exactas, las leyes de la mecánica de Newton, y las formulaciones matemáticas que todos conocéis desde la escuela”.   Y podemos decir: “pero esto es que nosotros somos demasiado pequeños para poder percibir irregularidades en esa regularidad.  Si fuéramos mucho más grandes, y si fuéramos nosotros mismos del tamaño de los planetas y de los soles o de alguna de las estrellas más o menos pequeñas, la cosa cambiaría, porque ahí, abarcando no ya sólo mucho más espacio, sino también una enorme cantidad de millones de millones de años de tiempo, como correspondería a nuestra edad, evidentemente las trayectorias de los planetas, las elipses, veríamos cómo se alargaban y sufrían distorsiones, que ahora nos son imperceptibles porque no (tomamos) más que un trocito, el que corresponde a nuestro tamaño”.


De la misma manera por el otro estremo, por lo más pequeño.  Ya sabéis que con respecto a lo más pequeño se reconoce que para nosotros directamente cosas como los electrones no son perceptibles; tenemos que acudir a traslaciones, por ejemplo a las rayas y los colores del espectro, que sí nos son perceptibles, e interpretarlas como refiriéndonos a una verdad que está por debajo de ella y que no nos es perceptible.  Y entonces, en la medida que la Física llega a penetrar en ello, pues descubre evidentemente regularidades, que evidentemente no serían lo mismo si nosotros fuéramos pequeñísimos, si nosotros fuéramos tan pequeños como los propios electrones, y tuviéramos que habernos con ellos como nosotros nos habemos con las cosas en general. 


Respecto a esto ya el otro día vimos, y Caramés nos ayudó a ello, cómo la propia Física sin embargo tiene que introducir duda respecto a la exactitud en la numerificación exacta de los hechos de los que trata la Mecánica Cuántica, con la introducción de la cuestión de la medida, y cómo eso traía consigo que el objeto de que se está tratando se convirtiera más bien en un mar de posibilidades abiertas entre las cuales el aparato mismo de la observación tenía que de alguna manera seleccionar las que convinieran para los fines de la teoría o del hallazgo de que se trataba.  También ahora podéis volver a insistir sobre todo esto. 


Estas son las maneras demasiado simples, demasiado ingenuas, que os apunto también para penetrar en el descubrimiento de la mentira de que el tamaño pueda tener algo que decir respecto a las cuestiones que aquí tratamos, con las que tratamos, y con las que estamos en esta guerra que en definitiva se está dirigiendo a dejarnos convertir en cosas.  Para esto desde luego es preciso lo que antes os decía: que Universos, Galaxias y demás se reconozcan como cosas, que los entes mínimos o infinitamente pequeños se reconozcan como cosas, de forma que no nos produzcan perturbaciones de tipo cuantitativo cuando tengamos que atacar el problema que estamos atacando.


Nada más de momento por mi parte.  Ahora como os he advertido os dejo ya que respecto a toda esa cuestión de el tamaño o la negación de la relación del tamaño con lo otro cada uno diga lo que le venga, lo que se le ocurra, de manera que adelante ya.


- Yo digo de bajar un poco del Universo a lo cotidiano, a lo real.


AGC- No te entiendo bien.  ¿Propones, qué?


- Propongo esto.


AGC- Ah, pero lo estoy haciendo todo el rato.  He estado todo el rato con la cuestión física implicando la política. Todo esto está en una política que consiste en convertirnos en cosas.  Más cotidiano......más cotidiano no hay.  Luego volveremos sobre ello.   Más cuestiones, más pareceres o sentires.


- Que si ya decimos que son cosas, por lo menos tienen que comportarse de la misma manera en tanto que tienen que ser las que son.  Y bueno, si se comportan de distinta manera en otras cosas, también las cosas lo hacen, las medianas por así decirlo; un gato no se comporta como un perro, o como una piedra.


AGC- “Cosas”; ya sabemos lo que es la Realidad, como se dice con el término culto, lo que son “cosas”.  Recordad los descubrimientos del tipo “la Realidad no es todo lo que hay”, “las cosas no son todas”, que implicaba que cada una nunca es la que es, cada una nunca es del todo la que es, cada uno de nosotros como cosas nunca es del todo el que es; eso estaba implicado en el asunto.   “Cosas” quiere decir esa contradicción: pretensión de ser las que son, de ser cada una la que es, de que sean todas, en conjunto, y falsedad de esa pretensión, fallo costante, que las condena justamente a una mera aproximación; de la que la aproximación por vía científica no es más que un caso estremo, pero que la condena a la aproximación que derrumba la pretensión de la totalidad del ser todas y del ser cada una la que es; esa es general.  Y la hacemos estensible a todas, a cualesquiera cosas.  De manera que lo que les pasa a los perros, a los gatos, a las almejas, a las estrellas, suponemos que es lo que tiene que pasarles igual a entes como los Universos o como las cuerdecitas, los strings, porque son cosas.  De manera que en definitiva acabará sucediendo lo mismo, la misma contradicción: pretensión de ser lo que es cada una, falsedad, fallo de esa pretensión, y, si hay que añadirlo, costante defensa, costante intento de defensa contra el descubrimiento de ese fallo.  Esto como repaso un poco para los que no nos habéis acompañado desde hace tiempo, porque esto ya se estaba diciendo.  ¿Qué más?


- Yo quería decir que algo que es fuente de eliminación del tamaño en la consideración de lo que hay en la Realidad es precisamente la cosificación que el lenguaje produce.  Las cosas son cosas al nombrarlas o cuando entran en el lenguaje; luego el lenguaje de alguna manera es un agente digamos que introduce una cierta eliminación del tamaño en aquellas cosas que hay.


AGC- Bueno, eso no se puede decir así, tan simplemente.  En la lengua vulgar, en la lengua corriente, efectivamente las cosas están hechas en principio por su idea, que quiere decir el significado de la palabra que las mencione en cualquier idioma que sea; significado, idea.  Están hechas en principio por su idea, pero no entran, no son, no se mueven como realidades, si no es por la cuantificación.  Se pretende que eso es compatible, que se casa con, la cuantificación, y que efectivamente, si las cabras pretenden ser cabras exactamente, (cosa que es una mentira, eso no puede ser), por un lado efectivamente se fundan en la idea “cabra”, pero por otro lado no pueden eximirse de la ley de contarse (cinco cabras, veinte cabras), que es lo que ratifica la pretensión, falsa, de que cada una es exactamente una cabra.  Esto es falso, esto no es así: en verdad nunca se podrían contar siete cabras, porque eso exigiría que cada una fuera exactamente “la cabra”, y si fuera la cabra ideal, entonces ya no se la podría contar; cada una es diferente de las otras.


Bueno, pues esto que con las lenguas vulgares se nos ha hecho evidente, y que ahora repito, tenemos que pensar que en las lenguas especiales, las lenguas científicas en las que se trata de seres con los que no podemos tratar directamente, como las Galaxias, o como los electrones o los fotones, lo mismo: efectivamente, están fundados en que se les ha mencionado, tienen una idea, hay una idea de “fotón”, aunque sea en un idioma particular, en un lenguaje científico; pero al mismo tiempo no pueden nunca (aunque en algunas teorías lo pretenden) eximirse del cómputo, es decir, pensar que hay no sólo una lluvia de electrones que implica un cómputo después de todo semejante a algo tan cercano como las moléculas de los gases, sino que incluso la luz, incluso los fotones, tenían que cada uno ser cada uno, el fotón, pero después de todo distintos.  Alguna vez creo que ha salido la posibilidad de que se pudieran también entre fotones y gente así producir lo que con las ovejas se pretende, es decir, gemelos idénticos, que fueran dos pero que al mismo tiempo fueran el mismo los dos.  Este absurdo que en general en las teorías físicas se rechaza como posibilidad.  Pero con esa complicación, hay que decirle.  Sin embargo lo que aquí propongo a vuestro sentir, por lo que estoy pidiéndoos la palabra, es eso: el tamaño en ese sentido de la cuantificación respecto a la cuestión de lo que pasa con las cosas (y con nosotros por tanto), no cuenta, no cuenta de verdad.  Así que sigo recogiendo.....


- Parecería que hay como un límite de lo observable o de lo computable en las cosas tanto por lo muy grande como por lo muy pequeño.  Parece que más allá de ciertos límites el Universo ya no es observable ni inteligible siquiera, parecería, o por lo menos eso se sugiere a veces; y también en el reino de lo muy, muy pequeño, las leyes o las ecuaciones, o por lo menos algunas de ellas, dejan de tener significado, o arrojan significados que no son verdaderamente inteligibles.  Eso parecería dar a entender que como nosotros somos también un caso de cosas entre ese reino fluctuante donde las cosas se supone que habitan, parecería como que somos un caso peculiar de cosas en el sentido que ese límite, si es inherente al mundo mismo, habría digamos algo que no serían cosas; pero si depende de nosotros, ese fluctuar del mundo cosificado, parecería que dependiera más bien de nuestra forma de mirar a ese mundo como cosas.  Yo no sé si..... 


AGC- A medias, pero bueno.  Creo que más o menos por lo menos a medias te hemos seguido.  La cuestión del límite, de infinito como límite, de infinitésimo como límite, es la que está ahí en juego y que hay que rechazar.   “Las cosas no son todas”: eso sin más rechaza cualquier pretensión de límite.   La pretensión de límite (que es desde luego de la Ciencia, pero que también penetra en las maneras de concebir habituales y corrientes), está justamente para sostener la otra pretensión de que cada cosa sea exactamente la que es, y de que uno sea el que es.  Eso requiere también que haya un todo que más allá de aquí ya no, más acá de aquí tampoco, y es justamente eso lo que sostiene esa falsedad, pero no hay límite.   No hay límite, el límite son invenciones, como cualquiera otras pretensiones de ser o de exactitud: no hay límite, por más que en la actitud vulgar y en la científica costantemente encontremos eso.  De manera que no, no somos un caso peculiar; ni siquiera podemos decir que estamos en el centro entre las máximas y las mínimas, porque no hay tales máximas y mínimas, no hay tales límites cerrados.   De manera que ni siquiera así; somos cosas entre las cosas y entre los tipos de cosas sin fin, incontables, salvo algo que te quede por ahí que..... o a algún otro.


- ¿Hay alguna de las leyes de estas que se suponen que afectan a las cosas muy grandes o a las muy pequeñas, que haría que esas cosas no se pudieran considerar cosas?  Que siguieran leyes completamente ajenas a las cosas.  Por ejemplo cuando me parece que se dice de las partículas subatómicas que está en contradicción lo de la posición con lo del ser, que no se puede saber al mismo tiempo la posición y el ser; eso parece que no es....que las cosas tienen que estar en un sitio y al mismo tiempo ser algo, ¿no?


AGC- Sí, a eso me refería antes cuando os recordaba lo de la pretensión de enumeración exacta hasta de fotones y todo eso.  Desde luego, en los idiomas estos de la Física, en los idiomas científicos, hay una contraposición: se piensa que (y se ha dicho, y se ha repetido desde hace ya por lo menos sobre todo el siglo y medio o más) que las leyes de la Mecánica Cuántica, las leyes de la mecánica newtoniana, las leyes de la mecánica clásica, no se aplican cuando se trata de estos entes subatómicos a los que la Mecánica Cuántica se refiere.  Se ha dicho y se ha repetido.  Es contra lo que estoy hablando, estamos hablando. 


- ¿Pero el que no se apliquen estas leyes haría que dejaran de ser cosas? ¿O serían cosas con otras leyes?


AGC- Si fuera verdad, nos habrían quitado esas cosas todas, no serían cosas.


- Porque uno, para ser cosa, tiene que adaptarse a las leyes de Newton, no puede ser cosa con otras leyes.


AGC- No.  Ni a las de Newton ni a las de la Mecánica Cuántica.  Lo que hemos dicho: tienen que seguir las leyes que reconocemos entre las cosas con las que inmediatamente tratamos, que tienen una pretensión de ser las que son exactamente, y que eso es mentira (quedan reducidas a una mera cuantificación, que nunca se termina), y que costantemente se defienden contra este descubrimiento.  Para ser cosas tiene que pasarles lo mismo.


- Es que parece que las leyes estas de la Física parece que tratan sobre todo con cosas como el movimiento, que parece que alguna relación tiene que tener con eso de ser uno el que es.  Entonces...


AGC- Sí.....Efectivamente sí, uno se mueve para seguir siendo el que es, porque sólo cuando ha visto que puede estar ora en Salamanca y ora en Valladolid se convence de que es él mismo.   Esa traslación es lo que parece que le confirma en su ser.  (El uno) tiene que ver con eso exactamente.   


- Eso le pasa también a los electrones igual que a nosotros.


AGC- Sí.  Ten en cuenta que sin embargo en los niveles de cosas, movimiento ya es otro nivel de abstracción, porque movimiento de por sí no es cosa, está pa que las cosas sean cosas.   Ahora, si uno empieza a creer en él y a nombrarlo, se convierte en cosa; de otro nivel más abstracto, pero que sigue obedeciendo a las cosas.  Hay que recordar esto, es oportuno: entre las cosas no hay más remedio que reconocer tipos, tipos de cosas, y niveles de creación o de abstracción de cosas.  Abarcamos con “cosas” cualquiera, cuantasquiera, pero eso no nos priva de distinguir tanto tipos como niveles, por decirlo así. 


- Los límites son como has dicho invenciones.  Las cosas, en cualesquiera nivel que se considerasen, ¿qué cosas dejarían de ser invenciones también?  A partir de una experiencia que se ha tenido, compartida culturalmente, ¿no es una invención también?


AGC- Las cosas no son invenciones.  Las cosas son cosas, la Realidad es la Realidad.


- Pero cuando le llamamos cosa, la ponemos nombre, la tratamos como cosa, ¿esa abstracción que hacemos no es una invención?


AGC- No les quita de ser cosas. No, no. No nos las inventamos, no.  Efectivamente puede ser muy falso que una cabra sea “la cabra”, pero eso no quita la realidad de las cabras.


- No digo que dejen de ser cosas, es que son cosas precisamente porque las acabamos de inventar.  Que no digo que dejen de ser cosas, es que son cosas porque les acabamos de decir que son.


AGC- Pueden, pueden inventarse cosas, por ejemplo en estos idiomas físicos, lo acabamos de decir: pueden evidentemente crearse cosas.  Además, ya sabéis que he dicho en general (lo sabéis por lo menos los que me venís acompañando tiempo), que eso es la ley de Realidad, la Ley de la Defensa: costantemente están entrando cosas nuevas, cosas que no eran tales cosas, y que se hacen cosas.  Esa es la defensa, y lo que hace que sea imposible que las cosas sean todas, que las cosas sean nunca todas.  Eso no les quita su condición de cosas, ni hace que sean meras invenciones, porque esas invenciones son harto reales, son la Realidad misma.  Entran, son cosas, como cualesquiera otras, y molestan más o menos, pesan más o menos, son más o menos grandes, más o menos duraderas, eso ya es cuestión cuantitativa, pero tienen esa condición de cosas: pretenden ser lo que son, fallan, y tratan de defenderse contra el fallo.  Esa es su condición.


- Me encuentro completamente perdido.  ¿La Realidad no es el invento que hemos hecho para tratar con lo de fuera?


AGC- ¿Pero quién es “nosotros”?  Si nosotros somos Realidad, nosotros somos cosa, ¿cómo vamos a inventar nada?  Nosotros somos cosas, nos estamos tratando en esta guerra de reducir a cosas.  No va a haber aquí otra vez que poner en tela de juicio lo de “el hombre, medida de todas las cosas”.  Eso supongo que los que me habéis acompañado ya lo tenéis bien visto; además esta crítica hasta la escribí en el libro ese de “¿qué es lo que pasa?”, no hace falta volver sobre ello.


- Las cosas, en cuanto que son materia, ¿se pueden explicar desde la antimateria, descubriendo la antimateria del revés?


AGC- A las cosas, el que sean materias, sólidas, líquidas o gaseosas, o que sean espirituales o fantásticas, les da exactamente igual: son cosas, no tiene nada que ver.  La materia no tiene que contar aquí; la materia es un invento de la Filosofía que, bueno, es una cosa del nivel de abstracción más alto, pero las cosas da igual que sean materiales o que no lo sean, da igual; los sueños son tan cosas como las otras cosas, y la gente piensa que los sueños no son materiales, y cualquiera fantasía, cualquier pretensión, es igual, no hay por qué andar ateniéndose a conceptos que son puramente filosóficos, como la materia, o científicos, como la antimateria.  Esos son ya como digo cosas del nivel superior, que forman parte de las cosas; de manera que entre los perros y las almejas, pues está también la materia en otro nivel más alto de abstracción, pero con unos y con otros tratamos.


- Se suelen dar dos casos muy disparatadamente contrarios, como por ejemplo lo de la multiplicidad de tamaños y formas, como por ejemplo una rosa, una almeja y un rinoceronte.  Y luego también esa otra cosa tan llamativa que a veces parece como un grado de mayor defensa de la Realidad, que es la repetición de formas idénticas en       cosas que se presuponen entrar a una singularidad, como es eso de los individuos, de las personas.  Cuando ves por ejemplo por la calle dos monjas iguales, de la  misma orden, del mismo tamaño, paseando juntas, o dos gemelos idénticos vestidos iguales, hay como un plus de subrayamiento de la Realidad, que te escandaliza por medio del tamaño y la identidad de la repetición del....


AGC- No veo qué tiene que ver con el tamaño.  Desde luego, la cuestión esa de la posible gemelidad idéntica ya la hemos sacado hace un rato a crítica, tanto en las imaginaciones vulgares como en la científicas.  La (), que puede llegar, no a las ovejas ya, como en el caso de las famosas clonaciones, sino hasta los electrones, no tiene sentido.  Lo único escandaloso que puede haber ahí es el uso de la noción de idéntico, que normalmente nace para indicar idéntico consigo mismo, y que en casos como ésos se quiere aplicar a dos que sean idénticos el uno con el otro.   Eso es un escándalo meramente lógico, es decir, de uso de la lengua, ninguna otra cosa.  ¿Qué más había por ahí?


- ¿Y cuando se ve una arboleda de unos determinados colores, y luego ves un árbol, y luego ves una hoja, que también guarda una relación (la hoja se repite) y ..?


AGC- Una hoja no se repite nunca.


- Bueno, no se repite; se repiten.....Pero el color sin embargo luego lo ves de cerca y lo ves diferente de cuando lo ves de lejos.


AGC- Sí, sí, eso puede traerse a cuento de lo que antes sacaba respecto al uso de la relatividad para desbancar a la diferencia de tamaño de toda la pretensión, cuando recordaba, cuando os proponía, para considerar las leyes de la Mecánica Celeste, o de la Cuántica, hacernos nosotros cosas tan grandes como el Sistema Solar, o tan pequeñitas como el electrón, o más pequeñitos todavía.


- Yo en lo de los árboles veo un poco el tema de los compuestos; de alguna manera la hoja esa sigue siendo hoja, no es la misma hoja en un árbol que la hoja suelta.  De alguna manera el árbol está compuesto de hojas, y entonces decimos que esa cosa es un árbol, la cosa es el árbol.  Pero las hojas siguen siendo cosas en el árbol, siguen siendo hojas, o son parte del árbol, y dejan de ser hojas.


AGC- No, no, las dos cosas: forman parte del árbol, porque se supone que la noción de árbol abarca (por lo menos para los tipos corrientes de árboles) abarca lo de “hojas”,     y desde luego al mismo tiempo son hojas, porque son cosas también.


- ¿Y el oxígeno por ejemplo sigue siendo el mismo oxígeno cuando es agua que cuando.....?   Yo no veo que sea el mismo.


AGC- Eso ya pertenece a un idioma, a un idioma científico, porque desde luego en el trato habitual no hay tal oxígeno que valga.  Pero en la imaginería química por supuesto: el oxígeno es el oxígeno; si no, ni siquiera podría jugar con él la Química o el desarrollo de la teoría de elementos.


- Pero entonces el agua no es el agua.  El agua es otra cosa que es lo que compone el agua.


AGC- ¡No, no, que va! ¿Por qué?  Es como si dijeras que mi realidad de cuerpo entero compromete a la realidad de mi mano derecha.  Y no la compromete para nada.    Todo eso está mezclado lo uno con lo otro, todo eso son cosas. 


- Ya, pero a mí me cuesta de alguna manera pensar que sea uno la misma cosa cuando va por libre que cuando está unida a otra.


AGC- No, no, no es la misma: una hoja seca, una hoja caída, puesto que así se dice, no es lo mismo que una hoja verde o una hoja en el árbol.  Hojas son, pero tienen esa clasificación: dentro de las hojas están las secas y están las verdes, como en cualquier otra forma de la Realidad.


-Que parece que lo que se siente con la pretensión de buscar cada vez cosas más grandes, o que el hecho de encontrar, crear, cada vez cosas más grandes, nos empuja por el otro lado a buscar cada vez cosas más pequeñas.  Y viceversa.  Estamos dividiendo cada vez más pequeño, y dices “sí, pero tiene que haber algo que una a todo esto”.  Y le das un nombre.   Y al revés, cuando ya has abarcado más, dices “sí, pero tiene que haber todavía más pequeño”.  Y parece que la una empuja a la otra.


A-Si, es tal vez más simple todavía.  Es que lo que se trata es de la pretensión de explorar la Realidad hasta sus límites, justamente para asegurarla, ¿no?  Y sus límites naturalmente son opuestos, y eso lleva a que lo uno traiga consigo lo otro.


-Pero si esos límites verdaderamente son falsos, si no están ahí, verdaderamente no se puede hablar de cosas al no haber límites de lo calculable o de lo observable.  Solamente en la medida en que se establecen unos límites, aunque sean fluctuantes y dependan de la cosa, de la que imponga esos límites.  Porque claro, las cosas son cosas en la medida en que están entre otras cosas, aunque luego entren y salgan cosas costantemente en ese ámbito.   Pero si los límites no están ahí, y no se puede hablar de ellos, verdaderamente tampoco se podría hablar de cosas.


A- Hablarse se habla, pero claro, las cosas son necesariamente falsas en el sentido de contradictorias; no hay tal cosa como límites fluctuantes.  Eso a cualquier sostenedor de los límites que se lo digas te lo va a echar para atrás: no hay tal cosa como límites fluctuantes.  Las cosas tienen la pretensión de ser lo que son, y cada una de ser la que es, y esto no es verdad, se descubre que no es verdad, y queda condenada a ser más o menos, a la pura cuantificación; vuelve a revelarse la cosa, vuelve a defenderse contra la disolución que éso podría traerle, y así, esa es la Historia de la Realidad: así andan las cosas, así andamos nosotros.


-Pero la Realidad, como siempre hemos dicho aquí, es aproximativa.  Pero es aproximativa a costa de que esos límites son difusos, que son fronteras indecisas.


A-Claro, claro: que no hay.  La falsedad.  La aproximación es lo que viene al mismo tiempo a contradecir la pretensión del sí o no, del ser el que es.   Uno no tendría que decir nada contra la aproximación: es así, es normal, que las Ciencias mismas se desarrollen por esa vía, y que busquen formas de aproximación cada vez más precisas.  El desarrollo del cálculo de probabilidades nos ha tenido aquí ocupaos algunos buenos ratos, y el progreso del cálculo de probabilidades mismo es también un ejemplo para esto.  Lo que aquí se está atacando es que eso que se practica costantemente en la vida cotidiana y en la Ciencia, ese tanteo, esa cosa de más o menos, ese cálculo aproximativo, conjetural muchas veces, se presente, pretenda ser, una aproximación a la verdad.  De manera que  si alguien a quien le digáis lo que habéis más o menos estado diciendo y oyendo os dice: “¡hombre, es que te pones escrupuloso hasta un estremo, que ningún cálculo aproximativo puede llegar!”.  Claro, eso justamente es lo que digo.  Y por tanto, lo que estoy atacando es la pretensión (que reina, por supuesto, si no esta guerra no tendría lugar) la pretensión que reina de que es una aproximación a la verdad. No hay tal cosa.  Al contrario, en cuanto pretendes una aproximación a la verdad, aleja de las posibilidades de descubrimiento de la mentira, que es toda la verdad que nos es dado.  


Lo mismo que pasando a la Política más inmediata, la pretensión de que la mejora cuantitativa de los medios, el Progreso, que se os canta todos los días, es una aproximación a la felicidad (porque así reina), éso es lo que se ataca directamente, porque justamente eso es lo que está costantemente entorpeciendo las posibilidades sin fin de que se pudiera a pesar de todo vivir, digamos, libres de un Futuro, libres de Futuro.   Te lo sustituyen, y eso justamente es lo que se está atacando.


Es momento, antes de que se nos vaya del todo el tiempo, de que pase, como alguno de vosotros pedía, a estas aplicaciones más inmediatas, al tipo de cosa que es uno, con lo cuál vuelvo a varias sesiones atrás de la tertulia, donde ya la cuestión salió, la cuestión de ése primero, o último, enemigo, que es uno; uno, el enemigo público número uno.  Ya recordáis los que estabais conmigo que eso que se dice, con razón y justicia, del Automóvil, se puede aplicar sin más a la Persona, es lo mismo: el enemigo público número uno, el último enemigo que entorpece esta guerra.  He recordado antes que si estamos en descubrimientos y denuncias como éstos respecto a la no relación del tamaño con la cuestión de las cosas de verdad, es porque pensamos que la liberación de uno debe tirar por esa vía de dejarse confundir con las cosas, reducirse a las cosas, espachurrarse entre las cosas, si queréis decirlo así, porque la otra es la de mantener el uno, el que uno, único, singular, inconfundible, es, y ése como sabemos es lo mismo que Dios, es lo mismo que el Poder, es lo mismo que el Estado, ése es justamente el nombre de todo lo que aquí se trata de atacar desde lo que nos queda de abajo, de pueblo.


Pues a ese propósito hace dos o tres días me encontré por casualidad unos versos de Emilio Prados, que seguramente muchos de vosotros alguna vez han leído algo de él, una “canción de noche” que llama, una de cuyas estrofas dice así ya en sus últimos versos, y  acierta de una manera maravillosa a tocar algo de lo que estoy diciendo: “ Y no sé lo qué me acompaña,/ ni hasta dónde he de seguir,/ ni si escondido en mi Alma/ estoy para no sentir/la muerte que me amenaza”.  Eso es lo que, dejando aparte lo del “no sé lo que me acompaña” y lo de “hasta dónde he de seguir”, pero son estos versos de la copla, los finales, los que me dejaron sorprendido por la exactitud con que acierta a decir algo de esto: “ni si escondido en mi Alma /estoy para no sentir/la  muerte que me amenaza”.


No a cualquiera se le ocurre hablar de que estoy escondido en mi Alma.  Lo normal es que mi Alma, lo mismo que mi Cuerpo, se confunda conmigo, con eso que estamos persiguiendo como último enemigo.  Efectivamente, tienen razón los versos: yo queriendo decir el yo ese último, pero no el yo general filosófico, sino el yo que es con el Nombre Propio, Don Agustín García por ejemplo; el yo, el uno, el singular, el irrepetible, el inconfundible y todo lo que sabéis, ése efectivamente se esconde en mi Alma lo mismo que en mi Cuerpo; se esconde.   Se esconde, porque eso de “el Alma” es lo mismo que eso de “el Cuerpo”, no hay la menor diferencia, son cosas.  Son cosas, de manera que tanto lo uno como lo otro sirve igualmente para refugio y para escondrijo en cierto sentido de ése.  Uno se esconde en sus características personales, su hermosura, su garbo, su.......todas las cosas que suelen llamarse corporales; también puede esconderse en su enfermedad, en su deformidad, en su raquitismo, cualquier cosas de las que se llaman corporales.  Y de la misma manera uno se esconde, pues no sé, en su honra, en su gran fama, en lo contrario, en su mala fama, en cualesquiera cosas de esas que se llaman del Alma, en sus maneras de ser y todo eso.  Se esconde en esas cosas, lo mismo en las unas que en las otras, no vayamos ahora a distinguir ahora entre Alma y Cuerpo, que nos haría perder demasiado tiempo. 


Uno, el que pretende ser el que es, se esconde en eso, y dice la canción “para no sentir la Muerte que me amenaza”.  Es verdad probablemente: es a ése al que amenaza la Muerte.  Eso es lo que conviene reconocer con claridad, y después de plantearlo me parece que vamos a tener que cortar ya por hoy para seguir más tarde.


“Cuerpo”, “Alma”, son cosas, y ésas lo que les pasa es que se deshacen.  Se deshacen, su manera de ser es la disolución, como cualesquiera otra cosa más o menos duras o más o menos dúctiles, se deshacen, se van deshaciendo, se están deshaciendo, y esto es condición de la Realidad.  Se deshace por supuesto, supongo que me seguís bien, no sólo las carnes y las uñas y las demás condiciones corporales y los órganos internos, sino que se deshace igualmente el Alma, se deshace () la disolución, en cuanto pierde la certeza, se hunde en grandes cantidades de riqueza, de Dinero, o por el contrario se pierde en la pérdida o la ruina, cualquiera de los accidentes habituales.  Se entrelaza con amor o cualquier cosa así, con otra Alma, se descontrae, y todo eso no son más que apariciones de esto que llamo disolución.


Por tanto, ni a Cuerpo ni a Alma le puede nunca amenazar la Muerte; nunca; nunca.  Cuerpo y Alma, como el resto de las cosas, están libres de cualquier Futuro, nada les puede amenazar, les está pasando costantemente, nada les puede amenazar.  Supongo que en esto me seguís, y por tanto la Muerte que amenaza, es decir, la futura, que es la Muerte de uno, la única, la futura, la que nunca está aquí, ésa a quien amenaza es a ése que se esconde en el Cuerpo y en el Alma; a ése que se esconde, a ése sí que le amenaza, y está bien que la canción diga que tal vez dice “no sé /ni si escondido en mi Alma /estoy para no sentir /la Muerte que me amenaza”.  Yo, que estoy escondido, y que desde luego soy el poseedor o propietario del Cuerpo y del Alma, porque se dice “mi”; se dice “mi Cuerpo”, se dice “mi Alma” como se habla de las demás posesiones, y eso se dice desde ahí, desde ese ente, el último enemigo del pueblo que no existe, el último enemigo de la verdad que no existe, que no es más que un no saber.  Ese es el dueño.  Pero esas cosas que uno, cuando es el que es, pretende poseer (mi Cuerpo, mi Alma), ésas no están amenazadas de nada, ésas están disolviéndose, recostruyéndose, volviéndose a disolver costantemente.  La Muerte Futura sólo es para mí en cuanto soy el posesor y el que estoy escondido detrás de estos trampantojos.


Pues esto es lo que se enlaza directamente con lo que veníamos diciendo en cuanto a que la vía no puede ser la de quedarse con uno, que es lo mismo que quedarse con el Poder que fabrica la Realidad, con Dios, con todo lo demás, quedarse con la mentira de la Realidad tomada como verdad, sino la contraria; la contraria, la de descreer de uno mismo hasta el punto de perderse, confundirse entre las otras cosas como cosa, como cosa entre las cosas. Eso es luchar contra la Muerte. Ya sabéis, no hace falta recordároslo, que la función del Estado y del Capital, la función del Poder, es administrar Muerte; Futuro, eso que os venden todos los días, no hay otro Futuro más que ése.


Administrar Futuro, venderlo, imponerlo y todo lo demás.  Por tanto, lo que en esta tertulia, donde pretende hacerse una política del pueblo que no existe, se hace, es luchar contra la Muerte, y éste es el caso.  Fijaos que el que habla en esa copla que he estado glosando no es yo de verdad, no es yo, porque yo no es nadie.  Es mentira: yo que es Don Agustín García es mentira; yo de verdad  no es nadie, es algo que depende del acto de hablar y se confunde con el acto mismo de hablar, por tanto no es nadie.  Así que no confundamos nosotros, ¿eh?: ese yo que está hablando ahí es el que tiene una pretensión de Nombre Propio, no es yo común, que es lo mismo que pueblo, yo que no es nadie; es yo que es alguien bien determinado, singular, único; y ése es al que la Muerte futura amenaza, porque como sabemos (bueno, “sabemos”, los que habéis estado conmigo hace ya mucho tiempo), es esa Muerte futura la que lo costituye de comienzo. 


Otro de los descubrimientos perogrullescos, “el fin es el principio”: a ese ente contra el que estoy hablando se le costituye en el momento en que la Muerte empieza a amenazarle, en que a un niño se le dice “te vas a morir”.  Eso costituye, no ya como a veces tal vez equivocándonos algo he dicho, no ya el Alma, sino justamente ese ente único, singular, que se esconde en el Alma y en el Cuerpo.  Lo amenaza porque lo ha costituído, el fin es el principio.  


 Y esto evidentemente tiene que dar lugar a mucha discusión, pero por hoy mismo vamos a cortar, de manera que no dejéis que se os  () tan fácilmente, recordad todas las objeciones que se os ocurran, apuntarlas si es preciso, si la memoria os falla, para formularlas con claridad, y si el Dios que cree que todo lo puede, pero que desde luego es muy pesao, no se empeña en demostrarlo demasiado, nos vemos dentro de siete días y lo discutimos.