25.08.2014

Tertulia Política número 102 (5 de Diciembre de 2007)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

  • A la caza del animalillo al que pretende aludir el Nombre Propio

 

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TRANSCRIPCIÓN:

 

 

Estamos hoy muy cambiados los participantes en la tertulia: entre los muchos que inevitablemente se han ido de fin de semana y algunos de los amigos que han venido de Cantabria, de Valencia, de Galicia y de algún otro sitio, pues resulta que somos casi otros que de ordinario, pero supongo que el problema sigue siendo para todos lo mismo, así que con ello seguiremos.


Antes de nada, sobre todo para los que estabais y llevabais registro de esto, quiero corregir una equivocación en la cita de los versos de Machado encontrados en Sevilla, que al citároslos el último día, al final, os dije que empiezan con “finí”, pero no: he comprobado, me di cuenta enseguida, que no es el verbo finir, sino el verbo finar el que él emplea, y por tanto la copla lo que dice es “finé”.  Con el resultado maravilloso de ese “finar” que a continuación se dice: “finé; ¡cómo se ilumina/ el mundo! por todas partes asoman ojos que miran”.  Que tenía que ver, y tiene, sigue teniendo que ver, con la cuestión que aquí nos trae estos últimos días, a pesar de, o tal vez gracias a, lo estraño de ese pretérito indefinido de primera persona, finé, como ahí se dice, finé.   Que evidentemente no es el que lo dice, porque si no no podría decir nada, sino que tiene que ver con este bicho a cuya caza seguimos ahora, confío que con vuestra ayuda para el acierto.


Este bicho que por un lado no existe como existen las cosas, como existen estas cosas, “mi corazón”, “mis carnes”, “mi cerebro”, todo aquello de lo que digo “mi”, como si fuera una pertenencia, que son cosas, y mis emociones, saberes, esperanzas, equivocaciones, etc., las cosas del Alma, que igualmente son cosas, igual que las otras. Pero es que no es una cosa, no existe como las cosas, y por otra parte no soy yo, no soy yo de verdad, por la sencilla razón de que yo no es nadie, puesto que depende del acto, del acto de hablar, del acto mismo de hablar, que no es ni lo uno ni lo otro, y ése es el que nos trae, me trae, bastante de cabeza, todos estos días, y tenemos que seguir acosando en lo posible.


Este, que sería, por acudir al superlativo relativo, latino, de la extremidades, sería el “íntimus”; el momento íntimo, es al mismo tiempo el momento último, la intimidad es la ultimidad.  Y recordad que de él, saber no sabemos de momento más que estas cosas negativas: que no existe como las cosas, y que no soy yo de verdad.


Este íntimo, que parece una cosa diría falsamente tan personal, tan de uno, este íntimo último, sin embargo penetra en lo que suele llamarse la Realidad Objetiva.  Esto que parece tan sujeto, pero que no es el sujeto de verdad, no soy yo, no puede menos de meterse en, intervenir en, las nociones, discusiones, problemas, desengaños, acerca de las cosas, acerca de la Realidad objetiva.  De esto ya el otro día habíamos sacado algunas muestras a partir de las entradas en la Red de algunos físicos, especialmente las de Sofía Wechsler que estuvimos aquí usando, donde era evidente que se ponía en conexión este problema íntimo con el problema físico, que cada vez se ha vuelto más evidente en los enredos de la Mecánica Cuántica, y eso es una especie de salto del estremo de la intimidad al estremo de la Realidad, o si queréis de la Materia, la penetración en las entrañas de la Materia, a lo que el desarrollo de la Física subatómica y sobre todo de la Mecánica Cuantica obedece, viene a ser como un traslado de lo mismo, del problema íntimo.  De esto nos aprovechamos aquí en esta guerra, en esta persecución de este bicho. Pero claro, naturalmente tenemos que tener en cuenta que lo que suele pasar con los científicos, con los teóricos en general, es que la necesidad de defensa de que tanto hemos hablado aquí, prima sobre todo lo demás; se intenta dar razón de, explicar, la Realidad, las cosas, desde dentro de la Realidad; con lo cual evidentemente la explicación misma queda incluida, y ese error, esa equivocación de la teoría, sirve, quiera o no, a seguir sosteniendo la Fe en la Realidad, que como todos los que me acompañáis sabéis, no se sostiene sin Fe. 


Es por lo que nos traemos aquí esta guerra, porque sabemos que directamente contra la Banca, los Ministerios y las otras manifestaciones del Poder, la palabra no tiene lugar para actuar, pero contra la Fe, sí.  Es precisamente para lo que la palabra tiene, no diré “poder”, sino “libertad” de actuar contra la Fe, y de esa manera proceder al desmantelamiento de la Realidad, que sin Fe no se sostiene.  Esto como recordatorio de que estamos en una tertulia política, y para los que me acompañáis sabéis que por más cosas íntimas, o por más enredos cuánticos que saquemos, todo esto llega a formar parte de esta guerra contra la Fe.  Estoy criticando pues en general esta necesidad que obliga a intentar explicar las cosas, y como veremos ahora, también, no sólo las cosas, sino los números mismos, desde dentro de la Realidad. 


Pero precisamente nuestro amigo Caramés tiene tanto tino para buscar en la balumba de la Red, a través de las incontables entradas de físicos filósofos, filósofos físicos y así, algo que haga a nuestro caso, que también ayer o anteayer me ha traído una cosa de un estudioso de la Facultad de Matemáticas, pero muy filósofo sobre todo, un griego, Livadas, que procede a sentar el fundamento en la fenomenología según (Hudsal), es decir, partiendo de los fenómenos, y que así intenta dar razón también del cómputo numérico, de los ordinales, y de otras muchas cosas, contra las cuales estoy hablando, porque no puedo, según van por aquí las cosas, consentir que se piense que los números, por ejemplo la serie de los ordinales, pueden derivarse del cómputo de las cosas, practicadas más o menos de una en una, cómputo de las manzanas o de las ovejas ni nada por el estilo.  Hay algo muy esencial que se olvida cuando se intenta eso.


Bueno, este hombre, este estudioso formidable, que nos habla en una jerga filosófica a la que no estoy acostumbrado, pero que bueno, más o menos deja entrever lo que dice, o adonde va, pues llega sin embargo a sugerir cosas que a nuestro propósito, a esta caza, son bastante útiles.  Desde luego, viene a establecer una conversión de las cuestiones aparentemente físicas en cuestiones lógicas; desarrolla una especie de lógica.  Aquí de ordinario no estamos muy en esto tampoco, porque mi actitud, y la que trato de comunicaros, es que las cosas hay que decirlas en lenguaje corriente, en lenguaje de cada día, y que lógica de la que se puede uno fiar, es, a pesar de que se trate de idiomas, cosa tan perversa como por ejemplo el español, es lo que menos motivo nos da para desconfiar.  


Las lógicas, las lenguas purificadas o formales, son sin duda más sospechosas desde este punto de vista.  Pero en fin, saca cosas, en este entrevero entre lógica y Realidad, que pueden ser interesantes.  Reduce todas las relaciones al signo de la pertenencia, que supongo que sabéis cómo se escribe, el “pertenece a”.  Y con una razón profunda, yo creo, porque efectivamente, para que este bicho, que pretende llamarse con su Nombre Propio, y ser singular, irrepetible, inconfundible con ningún otro, pueda sostener su pretensión, de una manera paradójica no le queda más remedio que ser de, ser de alguien, y entonces pues......Esto es lo razonable, esto lo comprobamos en la observación de todos los días, por tanto en los fenómenos del amor, del agarrarse a otro para ser uno, en los cuales fenómenos, aunque se mezclan otras muchas cosas, desde luego está latiendo esta necesidad del “ser de” para ser el que se es, para sostener esa pretensión imposible.


Bueno, nuestro estudioso reduce a la pertenencia, al signo de pertenencia, incluso la igualdad; la igualdad, es decir al hecho de “u pertenece a X”, de ahí puede deducir naturalmente la igualdad entre X e Y, y hasta la identidad, si es que en esta lógica que se trae, lo de la identidad puede pasar como una relación, cuando justamente el problema que está implicado es el problema de la relación entre uno y otro y el problema de la identidad en sí, que tiene que ver con esta caza del bicho que nos traemos.


Tiene que acudir naturalmente a esto para explicar los números, como se suele, acudiendo a la teoría de conjuntos, aceptando además, y como si fuera necesariamente, el axioma de elección, que aquí alguna vez nos ha salido, y que tiene que ver con esto.  Dejo a Caramés que nos recuerde un momento el axioma de elección, y cómo dice que puede tener que ver con la teoría de conjuntos y con cuestión de la identidad.


- Bueno, el axioma mismo, su formulación es complicada.  En realidad hay una colección de conjuntos, y tenemos la posibilidad de elegir un elemento en cada uno; ésta es la cuestión.   Hay una función que es capaz de señalar un elemento en la colección de conjuntos, que es una de las formas como se plantea el axioma de elección, que en realidad se puede decir que como conjunto ahí está muy indefinido, no es un conjunto finito, donde los elementos están perfectamente controlados, pues quiere decir que esta posibilidad se desarrolla en una colección de una infinitud incontrolada de conjuntos.  Y entonces, en una infinitud incontrolada de conjuntos, podemos ir señalando un elemento en cada uno de ellos.  Es una cosa que podemos llamar incluso, como le llaman, inducción transfinita, es decir, que de alguna manera podemos establecer una sucesión sobre colecciones que superan incluso la serie de los números, que ya es la inducción normal, la nuestra, uno, dos, tres, hasta n.  Este axioma funciona así.  Matemáticamente no es fácil de presentar así en.....


AGC- No, es simplemente para que no haya demasiado despiste.  Aun sin asomarse a lo de perderse en el infinito, o en los transfinitos, el hecho mismo de la elección parece que implica que los elementos reúnen esta condición, que es en la que quiero aquí insistir: en que son todos el mismo en un cierto sentido de equivalentes, y distintos entre sí todos y cada cuál, porque si no qué sentido tendría la elección, si no fueran distintos.  Idénticos en cuanto siendo elementos del conjunto, acudiendo a esta relación de pertenencia bien acentuada, pero desde luego distintos entre sí, en cuanto a que por decirlo así, ocupan un lugar lógico distinto.  Esta es la cuestión sobre la que quiero insistir.


Bueno, volviendo, en suma, y volviendo a la caza de nuestro animalillo, del singular, de este (perdonad que repita, pero lo recuerdo) que por un lado no existe como las cosas, como el cuerpo, como el Alma, como todo lo demás, y por otro lado no es yo de verdad, éste al que pretende aludir el Nombre Propio, yo, pero que no es yo de veras, porque yo no es nadie, sino que es Don Agustín García, yo Don Agustín García, o yo cualquier otro fulano, pero con su nombre propio.  Propio, ¿eh?, propio, lo cual quiere decir que aunque parezca que () el mismo, eso no: el Nombre Propio de uno es un nombre irrepetible, y si hace falta que el Documento de Identidad lo asegure más, pues se completará con las huellas dactilares, con el número del documento, todo lo que haga falta para convencernos y convencerme de que eso: que estoy ahí, soy ése, que no soy ni yo ni existo.  Pero que ya veis la importancia que tiene, nos está matando a todos, por eso luchamos contra él, vamos a la caza.  Ya veis la importancia que tiene en su no existencia y en su no verdad.  Ni existencia ni verdad.


Pues bien, éste no puede ser objeto de ninguna Ciencia, de ningún saber.  Creo que desde otro punto de vista, de esto hemos hablado otras veces.  No hay una Ciencia que trate del singular.  Precisamente cuando en Física misma se presenta el problema, sobre todo en la situación de enredos de estados entre fotones o lo que sea, es cuando se pone más de relieve, más a lo vivo, esta imposibilidad del singular, de éste que ni existe ni es de verdad yo.   De ése no puede haber Ciencia, no puede haber ningún tratamiento, no se puede con verdad hablar de él; si se habla de Don Agustín García (una maldición que evidentemente él y cualquiera tiene que padecer), es falsamente; en realidad se le está confundiendo con su figura, con cualquier otra cosa de su Alma o de su cuerpo, pero de éste íntimo y último no puede haber Ciencia, no se puede hablar, no se puede saber.


Imagináos lo que sería un tratado del Ave Fénix, una Ciencia del Ave Fénix.  Como recordáis, se caracterizaba por inflingir lo que estoy diciendo: era un ser singular, Fénix no hay más que una.  Lo más que podría hacer un tratado del Ave Fénix, pues es naturalmente contar cómo va pasando, mientras que sigue siendo el Ave Fénix.  No tiene sentido.  Cómo se resucita, según la forma del mito antiguo, periódicamente, con una periodicidad más o menos exacta.


No puede ser, pero en fin, por plantearlo con otro ejemplo más a la mano, ¿qué es lo que hace una biografía, o una autobiografía, que da exactamente lo mismo?; eso de que pretenda que el que la escribe es el mismo de quien se escribe, o que es otro, no importa para nada.  Imaginaos qué es lo que hace una biografía de por ejemplo el pobre, que (bien la ha padecido), Don Antonio Machado, o la autobiografía de Josep Plá.  Imaginaos qué es lo que pueden hacer.  Hacen principalmente dos cosas: por un lado lo relacionan a ése con otros Nombres Propios, es decir, otros del mismo orden, de los que ni existen como cosas ni son de verdad; los relacionan con topónimos, sitios donde ha nacido, donde estaba, por donde pasaba; lo relacionan con prosopónimos, es decir, nombres propios de otros que han tenido relación con él, como si estos últimos íntimos pudieran tener relación con otros últimos íntimos; ahí asoma ya bien el engaño.  Lo relacionan con éste otro tipo de Nombres Propios que he añadido, llamándolos cronónimos, porque viene a ser lo mismo que los topónimos, relacionándolo con fechas, fechas sea establecidas desde el nacimiento de Jesucristo, o sean establecidas de otra manera, con calendario, calendarios. 


Esto es lo que hacen por un lado, y por otro lado desde luego, nos cuentan cosas acerca de su figura, su figura en la niñez, su figura en la vejez, los cambios que ha sufrido, sus costumbres, cosas del Alma, sus costumbres, sus aficiones, sus decisiones más o menos mantenidas acerca de una actitud política o de otra por ejemplo, acerca de una creencia religiosa u otra; esto es lo que suelen hacer, con lo cual como veis están hablando del cuerpo del tal, del Alma del tal; es decir, confundiendo, emborronando, esa imposible, ni verdadera ni real, aparición o no aparición, o misterio, contra el que aquí estamos siguiendo hablando.  Propiamente de Antonio Machado en cuanto irrepetible, único, singular, de Josep Plá en cuanto irrepetible, único, singular, no hay manera de decir nada; todo lo que se diga será emborronando esa identidad singular, de la que aquí estamos tratando.


Vamos a repetir a este propósito la manera en que el silogismo Aristotélico condena a muerte a Sócrates.  Creo que lo vamos a repetir; el otro día lo estaba haciendo en Barcelona y a lo mejor me confundo, pero creo que aquí también lo hemos hecho alguna vez.  Os voy a preguntar, porque a nuestro propósito es muy importante.  Ya recordáis: “Todos los hombres son mortales; Sócrates es hombre; luego Sócrates es mortal”.  Es el ejemplo, que no sólo es que lo diera Aristóteles, sino que ha seguido reinando y desarrollándose a lo largo de toda la lógica habitual, sin que las grandes renovaciones de estas lenguas purificadas hayan conseguido desterrarlo.  Por tanto, las trampas que se cometen, que son varias.  De manera que idme diciendo, levantad la mano como hacen los chicos, y en cuanto las encontréis decídmelo.  Trampas que se cometen en la premisa mayor, en la primera.  Venga.


- Las cosas no son todas.  Los hombres tampoco.


A-Las cosas no son todas, no hay “todos los hombres”, eso es ya de por sí un invento gratuito y malintencionado.  No hay “todos los hombres”, no hay nada en las cosas que sean “todas”.  Notad que cuando se trata de todas las manzanas que hay en un cesto, la cosa es pasadera y venial, porque para ir tirando, vendedor comprador, si quiere puede intentar asegurarse de que efectivamente son todas las manzanas que hay en el cesto, olvidándose de algún trocito, alguna migajilla que estropearía la cuenta, pero vamos, todas las manzanas que hay en el cesto.  Pero “todos los hombres”.....¿dónde diablos anda eso?  Desde luego eso hay que relacionarlo con........Esta trampa del “todos” está en la propia premisa mayor relacionada...........¡Vamos, por favor, venga, acompañadme un poco más!    Es una trampa doble, porque en la propia premisa mayor........


- También está la alternativa de la película de Javier, ¿no te acuerdas?


AGC- No, no, no, distracciones no, ¿eh?  En la propia premisa mayor hay algo también que complementa esta trampa.


- Que no se puede saber lo que es un hombre.


AGC- Claro.  Y lo uno va con lo otro, ¿eh?  Además debemos estar acostumbrados ya que las realidades se producen así por conflación de significados con cuantificadores; en este caso cuantificadores de los pretendidamente exactos, pero eso es lo de menos.  Al mismo tiempo se da por supuesto que se sabe qué es hombre, para que se pueda decir “todos los hombres”.  Imaginaos que se les ampliara un poco, por observación realista, el campo, se les hiciera pensar en algún tipo de chimpancés que a lo mejor saben su muerte; o en marcianos, en extraterrestres que (encontraran) dentro, ¿serán hombres?.  Y sin acudir a tantos estremos, desde luego es fácil ver que no hay ningún derecho a contar con una definición de hombre que permita incluirlos en un todo a todos.  Ya va desde el principio el silogismo cargado de mala intención.  La segunda premisa dice que Sócrates es hombre.  Esta es la que nos toca directamente al tema que estamos aquí tratando.  ¿Sócrates es hombre? 


- Puede decir que es nombre, pero decir que es hombre ya es mucho.


AGC- Es hombre o es un hombre, es igual.


- No, digo que es un nombre.


AGC- Nombre, un nombre. Bueno, ¿en qué consiste....?  Más.  El equívoco, la trampa que toca a lo que estamos discutiendo ahora, y persiguiendo.


- El nombre propio no puede identificarse con hombre.  Sócrates no puede identificarse con....


AGC- Estamos todo el rato diciendo que el bicho al que perseguimos ni existe como las cosas ni soy yo de verdad.  Los hombres son cosas; se sepa exactamente lo que son o no, pero en todo caso son cosas.   ¿Cómo los hombres van a estar fuera de las cosas?   Los hombres son un tipo de cosas, como nosotros.  Entonces buenamente a ese ente singular, irrepetible, que pretendía ser Sócrates, al que se quería apuntar con Sócrates, o se fingía que se quería apuntar con Sócrates, Nombre Propio, irrepetible, absolutamente propio de ése, Sócrates, pues tranquilamente sin embargo se le confunde con una realidad, se declara que es hombre, que es un hombre.  Supongo que se sigue bien, si no por favor decídmelo, que me estoy empezando a sentir un poco desanimado del silencio o la perplejidad. 


De manera que una vez que se han establecido estas cosas naturalmente, pues Sócrates queda condenado a muerte.  Sócrates es mortal, de forma que la conclusión, que nunca puede ser una conclusión lógica, es una acción, es literalmente una condena; una condena, que es de lo que se trataba, es decir, restablecer el reino de la confusión. 


El otro día sugeríamos que éste que ni existe ni soy yo de verdad, al que pretende apuntar Sócrates, Paco Fernández y cualquiera, éste había que dejarlo como inmortal, no en el sentido de que no sea mortal, sino en el sentido de que es inmortal, con lo cual esa positivización de la negación implica ya la trampa, de manera que efectivamente no podría ser mortal como los hombres, ése tipo de cosas, condenados a Futuro, es decir, a Muerte, desde el momento justamente en que esa condena nos establece como tales.  Pero esa muerte futura sería exactamente lo mismo que una inmortalidad, es decir, un sitio en donde la negación de la muerte, que es la actividad que en esta tertulia política nos traemos, contra la muerte, puesto que hemos reconocido que la función del Estado y del Capital  es administrar el Futuro, es decir, administrar la Muerte.  Aunque la llaman ()Futuro, pero nosotros decimos administrar el Futuro, es decir, administrar la Muerte.


Esa función que nosotros negamos; al meter la negación en “in-mortal”, la negación pierde su fuerza.  En el momento que en esta tertulia se confunda el no a la Muerte con la Inmortalidad y el no al Poder con la Anarquía, estamos aviaos, ya no estamos haciendo nada.   En cuanto la negación queda incorporada, deja de estar de estar en activo, deja de hacer algo en contra de lo mandado, y por tanto contribuye a la obediencia y a la sumisión.


Bueno, pues no sé, os dejo que con respecto al silogismo o lo que sea, que digáis algo más, porque puede que de la perplejidad misma salga algo útil, antes de que volvamos.


- Ya que hemos sacado lo de la teoría de conjuntos y la relación de pertenencia, que estos silogismos aristotélicos, a veces los presentan como conjuntos.  Por ejemplo, conjunto de hombres contenido en conjunto de mortales; “hombres” contenido en “mortales”, con lo cual el cuantificador parece que sugiere que se considera conjunto: todos los hombres un conjunto que está contenido en el conjunto de los mortales, que ahí no dice “todos los mortales”, no lo puede decir.  Y después, “Sócrates es hombre”, ahí la relación es de pertenencia clara, Sócrates pertenece al conjunto de los hombres.


AGC- Si, yo no recordaba ese formalismo, pero vamos, no me estraña, y se entiende muy bien, es la equivocación que he dicho: éste que ni existe ni es de verdad yo, se le hace sin embargo pertenecer a la predicación “mortal”, por tanto ser uno de los que reciben el predicado “mortal”. 


- Ya para completar, porque no quería armar líos: formalmente se presentan los conjuntos de dos maneras: por una pretendida estensionalidad de ellos, es decir, los conjuntos están formados por (); esto es la manera más fácil de manejarlos , pero el problema es que esto no da mucho juego, y entonces hay la presentación de los conjuntos por comprensión, por una predicación.  Entonces claro, el juego de que un conjunto se defina por predicación, sin decir que está costituído por elementos, no puede ser, de alguna manera hay que imponer que aunque sea por predicación, las predicaciones se van a hacer sobre elementos, o sobre individuos, o sobre algo que se va a singularizar.  El problema que teníamos en el axioma de la elección.  Yo creo que ahí también....


AGC- Sí, está en relación con lo del intento de Livadas de reducir, precisamente para sostener entre otras cosas la teoría de conjuntos, reducir a la relación elemental de pertenencia todo lo demás.  Es como si dijéramos que el predicado, al hacerse sobre un término, le dota a este término de una especial manera de ser, y por tanto le configura como propio para figurar en un conjunto cuya marca o característica de todos sus elementos sea justamente el resultado de esa predicación.


Por cierto que ahora recuerdo que este Livadas también dice otra cosa curiosa.  Él maneja sobre todo lo de la predicación en el sentido que os recuerdo, pero uno de los axiomas de los que hay que partir es la impredicatividad del contínuo.  Y esto es muy importante.  Parece que los otros predicados cualesquiera, tanto los reales como los matemáticos, pueden pasar bien, pero el continuo, que (aquí estamos acostumbrados ya a aludir a ello), es lo mismo que el sin fin, la continuidad es estraña a la Realidad, lo mismo que la no finitud, la necesidad de la discontinuidad la hemos tratado aquí de mil maneras.   Por tanto, es bastante razonable: “sin fin”, “continuo”, no se puede predicar razonablemente de nada, dentro de esta lógica; es bastante explicable.


Él mismo llega a manejar el término átomo como lógico; es decir, él llega a manejar una especie de átomo como una unidad indisoluble que debería de tener que ver con este individuo tomado como apuntado por el Nombre Propio que aquí estamos persiguiendo.  Ya recordáis todos que individuo, “indiuiduom”, “indiuiduos”, es la traducción latina de “átomos” griego, término por término, y que en latín precisamente se introdujo antes para hablar de los átomos de la Física que para hablar de las personas; eso lo hemos recordado más de una vez.


Pues este átomo lógico, lógico real, se podía llamar así (él no lo llama así, pero yo lo puedo llamar), “átomo de ser”, un átomo de ser.  Y el átomo de ser, si se admitiera esta designación extravagante, vendría a estar refiriéndose a lo que aquí estamos persiguiendo, a ése sentido del singular, del irrepetible, del único, del idéntico consigo mismo.  Ése vendría a ser una especie de átomo de ser.   Llamado así de una manera como digo un poco cómica y extravagante, pero que espero que no nos despiste demasiado.


- Yo es que alguna vez, en las grabaciones de las tertulias que he ido escuchando, he oído hablar también del axioma de elección, y como lo habéis puesto en relación con el sofisma de Aristóteles, yo no sé si un detalle que no se ha dicho hoy podría aclarar algo, y es que en el axioma de elección, si no recuerdo mal, una de las condiciones que había que imponer es que la elección fuera simultánea.  Y entonces yo no sé si la introducción en este caso del tiempo si nos puede ayudar a meternos......


AGC- De la negación del tiempo.  Porque simultaneidad es eso.


- Efectivamente, porque es simultánea.  Bueno, la negación del tiempo, y entonces referirse al tiempo por lo tanto, porque lo estás negando de alguna manera.  Digo la introducción del concepto tiempo en el axioma de elección, si nos puede ayudar en algo a escarbar en este problema que nos ocupa ahora.  Es que es una cosa que realmente no he conseguido entender  todavía, y entonces aprovecho para preguntar.


 L. Caramés-Efectivamente, una función implica ya directamente un cierto juego del tiempo, por lo menos el dos, por relación.  Y por tanto, una función que tiene que elegir elementos en una colección de conjuntos, pues tiene que dar de golpe; la función “equis cuadrado” se supone que da de golpe todos los cuadrados. El lío que pasa con los alumnos es que dicen: “¿entonces qué es equis cuadrado?”.  Entonces dicen: “ah, todos los pares ordenados (1,1), (2,4), (3,9)”.   Entonces claro, estás produciendo el tiempo, pero la pretensión es que simultáneamente “x cuadrado” te de la actividad “cuadrado”.  Y entonces, con la función elección también se pretende que en la colección infinita de conjuntos, la función sea capaz de pillar uno sin confusión distinto en cada uno.


- O sea, que no es cosa del axioma de elección, sino es una cosa que...


AGC- No, es de cualquier lógica. Es que efectivamente, si no, si introdujeras el tiempo real, el aparato lógico no podría servir para dar cuenta de las cosas ni de los números.  Y la teoría de conjuntos, y en general otras lógicas, pretenden venir a servir después para dar cuenta de las cosas reales, y por tanto del tiempo real.  Si el tiempo real estuviera ya en el aparato, pues sería un lío que lo volvería inútil; hay que incluir la negación de la simultaneidad.


- Me parece que has dicho entonces que el silogismo de Sócrates es falso, o no verdadero.


AGC- Os he pedido que me dijerais las trampas que se veían claramente.


- Se han visto.  Mi pregunta es: ¿se puede hacer algún silogismo que no sea así?  Si está referido a la Realidad ya incluye el tiempo, ya.......


AGC- Silogismo es una palabra ya malintencionada.  La palabra silogismo es “sul-logismos”, de manera que coge el término lógos, que está dentro, razón, razón común, lengua común, que es lo que aquí estamos todos los días intentando dejar que hable por nuestras bocas en vez de hablar uno.  Pues coge ese lógos y le pone el prefijo “sun”, que es “con”, que indica juntamente la conjuntación, y además el sufijo “smós”, que indica naturalmente, como todo el mundo sabe por su desgraciada historia posterior lo que hace “ísmo” con cualquier cosa a la que se aplica, que es convertirlo en algo perfectamente asimilado y ya dominado.  De manera que el término mismo en sí, hasta en su etimología, encierra toda esa perversión.  El razonamiento libre no puede ser nunca silogístico en ese sentido.  


Aquí tendríamos que proceder, pero otro día lo haremos, tanto.......Es una cosa tradicional en toda la Historia de la Ciencia y de la lógica, lo de la deducción y la inducción.  Aquí no podemos creer en un razonamiento deductivo.  Tampoco podemos creer en uno inductivo, pero por motivos bien distintos el uno y el otro.  De manera que en cuanto a la deducción silogística, vamos, nada.  Aquí se lucha, aquí es una guerra, no un silogismo; es una guerra para destruir las pretendidas verdades ya establecidas, que son siempre mucha, mucha, mucha tela que cortar.


- ¿Qué pasaría si en el silogismo éste se usara otro modo de singularización, o sea, si en vez de decir “Sócrates es un hombre”, se dijera “este bicho de aquí es un hombre”?.  ¿Sería el mismo tipo de trampa?


AGC- Si el bicho era una cosa real.......


- Por ejemplo si se dice “este animal es un hombre”.


AGC- No, ahí no habría trampa, en la segunda.  No habría trampa, podría valer.  Pero no es ese bicho al que se estaba persiguiendo.


- No, no es el mismo bicho, no.  Pero se está apuntando a algo que es singular, este bicho, con algo será, ¿no?


AGC- Sí, por el “éste”, la introducción del deíctico.  Cuando al bicho le decimos que ni es real, ni existe, ni soy yo de verdad, no deberíamos poderle aplicar ya ningún deíctico que se refiriera al acto de hablar.  Yo lo estoy haciendo todo el rato mal, diciendo “este bicho”, empleando un anafórico que quiere decir “éste al que nos estamos refiriendo”.  Pero “éste” queriendo decir (“éste aquí”), no se debería poder decir.


Creo que alguna vez ya hemos sacado los giros habituales: “esta mesa”, “este bicho”, son sintaxis que compaginan dos cosas que no se pueden compaginar: el significado y una indicación referente al acto de decir. 


-¿Y habría también una imposibilidad en la predicación sobre eso, sobre esa cosa que ya es imposible, de un predicado general, como decir “este animal es un pájaro”?  Por ejemplo decir “los pájaros ponen huevos; este animal es un pájaro; luego este animal pone huevos”.


A-Se hace, se hace costantemente.  Lo que pasa es que eso es la deducción: si es verdadero es que ya estaba hecho, y si no estaba hecho, entonces no se puede hacer la deducción.  ¿Había alguna otra......?


-Es que era exactamente lo mismo.


A-Sí, lo referente a esto de la silogística.


-Bueno, no sé si lo entendí todo al revés, pero cuando venimos aquí, hasta ahora se decía siempre dejarse hablar desde lo que se llama sentido común, verdad, o pueblo.


A-Que no existe, hay que decir: que es lo que no existe.


- Que no existe, para desmontar la Realidad.  Y mi pregunta es: ¿este bicho al que te refieres, tendríamos que buscarlo justo desde lo contrario a lo que se llama sentido común, verdad, o pueblo, o es desde ese nivel?


A-No, no, no, no.   Ése que no podemos cazar más que diciendo doble negación (no es cosa, no es real; no soy yo de verdad), ése desde luego forma parte del tinglado; aunque no sea una cosa, forma parte del tinglado.   Lo mismo que lo que hemos llamado de ordinario “ideales”: “uno”, “todo”.  De manera que efectivamente no son cosas, no se las puede analizar, deshacer, como a las cosas, pero desde luego es forzoso atacarlas desde el dejarse hablar, desde el sentido común, porque son necesarias para costituir las cosas, la Realidad; aunque no sean cosas. 


Lo de los ideales, sobre lo que tengo que volver ahora, mientras nos acercamos a terminar por hoy.  Desde luego, vuelvo a repetir lo que hace ya un largo rato os dije: me niego a que los números por ejemplo se puedan explicar a partir del cómputo de cosas; me niego a pensar, como encuentro en la entrada esta de Livadas, en un flujo de conciencia, por ejemplo, y en una sucesión elemental fenoménica, de la cual (salgan) los números; no es así.  Por ejemplo, de la manera más clara: que la serie de los ordinales pueda esplicarse por cómputo de cosas es inadmisible, porque lo que caracteriza a la entidad matemática, a la propia serie de los ordinales, es la exactitud, mientras que cualquier cómputo de cosas que se haga, aunque pretenda ser de uno en uno, nunca es verdad que sea de uno en uno.  Pero la serie de los ordinales sí, y sólo esa condición de exactitud permite, pues claro, permite el juego matemático, permite la recursividad, permite que se puedan aplicar principios de recursividad, sin los cuales no tendría sentido; los cuales no se pueden directamente aplicar entre las cosas reales.


Bueno, desde luego quiero decir que si me niego a aceptarlo para los números, con más razón se podría decir para “uno”, que evidentemente solamente después de pensar en los números puede establecerse.


Este uno, este átomo de ser, como dije antes un poco en broma....Fijaros bien, porque es una cuestión que ha extraviado, más de una vez.   Que sea uno, sin más, único, o que sea cada uno (si es que me seguís) es el problema falso que tengo que demoler rápidamente.  Con respecto por ejemplo al poema de Parménides, a las cosas que la Diosa dice, que es después de todo, como recordáis, lo hemos usado alguna vez, una puesta en evidencia de que eso de que el que es es el que es, que lo que es es lo que es, eso es incompatible con la Realidad, con las cosas.  Una demostración que aparentemente es muy positiva, es como los filósofos dirían, “un canto del ser”, es una evidencia negativa.


Pues también entre los historiadores de la Filosofía se ha planteado más de una vez si el predicado “uno” le conviene al ser de Parménides.  Esto son las pedanterías contra las que os quiero prevaler, si es posible; si el predicado “uno” se puede aplicar al ser de Parménides, y esto es una tontería, porque el que es el que es, lo que es lo que es, está mucho antes y por fuera de cualquier aplicación ni de números ni de uno.   Y que eso sea uno último o que se refiera a cada uno, por ejemplo a cada uno de nosotros, de los que tenemos un Nombre Propio, y somos cada uno singularmente, y estamos singularmente condenados a muerte, o lo que es lo mismo, a inmortalidad, que se refiera a cada uno, es indiferente, no viene a cuento, está fuera de camino.  Y deshacerse de esa contraposición cuesta, porque uno tiende a pensar siempre realistamente, como los Físicos, por un lado en el Universo, por otro lado en el indivíduo.


Pues no: en la cuestión de que se trata, ese átomo de ser daría lo mismo que se dijera que es uno y que no hay más, que no hay más individuo que uno, o que se diga que se da en cada uno.  Desde luego, el hecho de que a nosotros se nos pueda aparecer de las dos maneras, y que creamos en la distinción, forma parte del engaño, forma parte de la trampa, y por eso os lo quería hacer notar.  No sé si sobre esto también os queda alguna cosa, se nos va pasando la hora.  A ver.


- No es exactamente sobre esto, sino algo entre esto y lo de un poco antes.  Decías que la pertenencia puede permitir la igualdad, incluso la identidad.


AGC- No, no, eso era una cita de Livadas, que reducía la igualdad, y hasta si a la identidad se le puede llamar relación, la reducía al signo de pertenencia.  Es decir, si se da, para todo X y todo Y, que u pertenece a X, sí y sólo sí u pertenece a Y, entonces X=Y.   Esta es la manera en que se reduce a igualdad.


- Pero ser, nos ha explicado, antes que usarse como verbo, era una...


AGC- No, no, es la cópula.  Por eso jamás se me ocurre usarlo como verbo.


- Pero esa cópula, que es un predicado, ¿tiene también que ver con la pertenencia a conjunto?, ¿es un predicado?


AGC- Es el conector de predicados, sí.   Es el conector de predicados, cuando está en Indicativo, ¿eh?, cuando está en la forma “es”.


- Pero en Parménides el que es, es también una.....


AGC- Sí, sí.  Los filósofos hablan del ser, y lo entienden como si fuera un verbo, y yo me meto con eso, y siempre lo aclaro diciendo “lo que es es lo que es, el que es es el que es”.  Al emplear la cópula dos veces, me quedo dentro del lenguaje corriente, porque desde luego, el ser el que es, lo que es, son filosofías, eso no se dice hablando, eso es estraño a la lengua; pero en cambio, el que es el que es, lo que es lo que es, eso sí, eso sí se dice hablando, a cada paso, usar la cópula dos veces.  Sí.


- Es que no estuve en la última tertulia, si ya se habló me lo dices, pero al pensar en ese bicho que estamos buscando, que no es ni el yo que no es nadie, ni tampoco es el que existe, no sé si podría ser la relación.  Y ahora al decir el uno, el uno como relación entre el yo que no existe, y el Alma, la Persona.


AGC- No, no, no puede ser, porque entre las cosas de la Realidad normal, uno subsiste gracias al otro, y la diferencia implica eso, ¿no?  Pero un uno que no tenga otro, que es de lo que se trata, un uno que sea uno sin tener otro, ese sería justamente ese bicho imposible.  Notad que el lío lógico respecto a predicados reales y predicados numéricos es ya muy viejo; ya en los diálogos juveniles de Platón, el Sócrates de Platón, pues le gustaba mucho jugar con este hecho de que ¿cómo es eso de que cinco perros sean todos los cinco, perros, y cada uno de ellos sea perro, y en cambio cada uno de ellos no sea cinco, que sería lo lógico si los predicados fueran así?  Ahí veis  que hay bastante lío.  Y más cinco perros negros corriendo, para emplear toda clase de realidades en diferentes niveles, sustantivas, adjetivales y verbales.  Cinco perros negros corriendo.  Se intenta que valga que cada uno de ellos tiene que ser perro, tiene que ser negro, tiene que estar corriendo, pero cada uno de ellos no es cinco.


Ahora, no os confunda con esto, porque esto no se refiere precisamente a los cuantificadores exactos o matemáticos, ¿eh?: si se dice varios, también pasa lo mismo; varios perros, que es un cuantificador vulgar, varios perros son cada uno perro, pero cada uno de ellos no es vario ni varios.


- Estaba pensando si se puede decir de este bicho que en la medida que no es real, no es mentira, y en la medida en que no soy yo que no es nadie, tampoco es verdad.  Es decir, que no es verdad ni es mentira.   Y si este bicho no se moverá de esa área en el que están entrando continuamente cosas en la Realidad y a la vez también están cayendo y saliendo.


AGC- No.  No.  La Realidad, las cosas son falsas, se puede decir; pero decir “mentira” es un poco peligroso, porque mentira, como sabemos, es una negación de verdad, y la verdad es estraña a la Realidad.  Por tanto la mentira en cierto modo también.  Salvo en cuanto que las cosas pretenden ser lo que son, cada uno ser el que es, cada cosa ser la que es; esa pretensión.   No la Realidad, sino la pretensión ideal, efectivamente es la que es mentira.  Gracias a ello de la Realidad solemos decir que las cosas son falsas.


No, no, del bicho desde luego, su muerte, que es lo mismo que inmortalidad, y todo lo demás, pertenece a los entes ideales.   Si alguien encontráis por ahí, gente corriente, o matemáticos o físicos o lo que sea, se lamenta o se estraña de que aquí se intente atacar la Realidad desde fuera, desde fuera de la Realidad........como se intenta, gracias a que se piensa haber descubierto que la Realidad no es todo lo que hay, que eso es mentira.  Entonces, si alguien se lamenta de que por tanto partamos de la intromisión en las cosas de entes ideales, de los cuales uno puede ser “todo”, otro puede ser “uno”.....otro puede ser “Dios”, pero un Dios que al mismo tiempo es cada quisque, porque la diferencia en que haya uno, un solo átomo de ser, o que sea cada uno la hemos quitado de en medio.  Si alguien se lamenta de esto, y de que pensemos que de verdad yo cuando dejo de ser Fulano de Tal y de estar también sujeto a las condiciones del Mercado, puedo sin querer decir algo que no lo diga yo, sino que me salga de fuera de la Realidad, yo de verdad, bueno pues no sé, a lo mejor alguien trata de defenderse diciendo que eso es creer.  Pero no es creer, es simplemente no creer que la Realidad sea todo lo que hay.  Lo demás se desprende sólo, se da por añadidura.


Y si os preguntan más y más, pues les decís que os presenten otro método.  Otro método, que evidentemente acabará de ser a pesar de todo realista, utilice o no lenguaje formal y matemático, pero acabará por ser realista, es decir tratando de renovar la Fe, sostener la Fe en la Realidad.  O sea, dicho...voy a darlos por terminados por hoy.


El otro día en Barcelona les estuve contando la historia de la desesperación a unos muchachos en una Facultad de Filosofía.  Hay una dialéctica que una y otra vez se repite: razón suelta, desmandada, descubre la falsedad de las cosas, la mentira de lo que te estaban contando, la mentira de las ideas.  Esa es la labor destructiva que lleva a la desesperación.  Inmediatamente se procede a la recostrucción, es decir, que ese descubrimiento se incluye como si ya fuera una parte de aquello de lo que hay que tratar, una parte de la Realidad; se nos vuelve a dar esperanza, espera, Futuro, que es lo que la Realidad y el Poder necesita, y lo que les gusta.  Evidentemente eso no se puede hacer del todo, no hay todo que valga, la razón desmandada vuelve a descubrir la falsedad del tinglado, la mentira de las cosas que te han contado, y entonces desesperación, y así una y otra vez.  Esto a la manera que hablaba Hégel, pues es la dialéctica, es la dialéctica también de esta manera un poco histórica, pero aquí no me importa mucho que os imaginéis esto como una historia, lo que importa es darse cuenta, porque venís aquí con algún resto de ímpetu de romper con la mentira, con el Poder, darse cuenta de que sin desesperación no hay ná que hacer.  Porque con esperanza, con expectativa, con Futuro, no se hace más que lo que ya está hecho.  Por eso está la fase positiva de recuperación, de defensa, de reintegración.  Eso no se hace más que con espera, con Futuro, con esperanza, con Fe.  Y para lo contrario, sin desesperación no hay ná que hacer; no hay nada que hacer que sea algo, es decir, que sea algo que no esté ya hecho previamente.


Bueno, con esto vamos a tener que cortar, es muy tarde, de manera que si en medio de la desesperación, o saltando entre desesperación y recuperación de la esperanza, el Señor nos deja seguir, pues nada, dentro de siete días seguimos.