09.01.2008
Agustín García Calvo
Ateneo de Madrid
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LA INFLUENCIA DE LA TERTULIA.
Tertu107-09-01-2008#Tertu107-09-01-2008.mp3
TRANSCRIPCIÓN:
Pues, si os parece, ya que con ello nos metimos el otro día, vamos a seguir discutiendo acerca de la cuestión ésa del hecho de que lo que se haga aquí, en esta tertulia, este rato de guerra contra la Realidad, contra el Poder, contra la Realidad, tenga o no que influir o intervenir en la manera de llevar las vidas en particular cada uno de nosotros o uno de nosotros, que ésa era la cuestión que salía. Ya el otro día creo que se planteaba claramente cómo las dos respuestas opuestas que ante esto se pueden dar son igualmente vanas, insatisfactorias.
Desde luego, no se puede... no se puede partir de que esto se tome como un rato de diversión, de ilustración –como uno de los miles de actos culturales a los que vosotros y cualquiera está condenado a asistir bajo el Régimen, bajo el Régimen que tiene la Cultura a su servicio– sin que eso le toque para nada ni a su vida ni a su manera de llevar las cosas, ni a nada de lo que se puede llamar práctico. Es una tontería, porque de todas formas eso nunca sucede, aunque se quiera uno mantener incólume, intocable, con respecto a todas las charlas, actos culturales más o menos vanos, filosofías de un color o del otro, y demás, eso tampoco puede cumplirse por lo que ahora voy a recordaros más en general.
Por otra parte, el pensar que de aquí se pueden deducir normas de comportamiento, es decir, volver a aquello que antaño se decía entre los marxistas "pasar de la teoría a la praxis" es igualmente una vanidad, no tiene sentido. Y sobre eso también volveremos... volveremos dentro... dentro de un rato. Pero, desde luego, creo que los que me acompañáis tenéis presente cómo es que es una vanidad en el sentido de que esa pretensión consiste en querer hacer –en virtud de la aplicación de la teoría a la praxis– que las cosas queden conformadas, reguladas firmemente, rígidamente, según esas leyes que suponen deducidas de aquí.
No tiene sentido ni lo uno ni lo otro. Por otra parte, está claro que de esta tertulia nunca se pueden deducir normas de comportamiento. Quien piense que eso tiene sentido, pues ahora me lo hará saber, pero desde luego parece que es poco probable que a nadie se le ocurra ni siquiera pensarlo.
Sin embargo, el pensar que este rato de guerra, de descubrimientos –como decimos– de la mentira que nos gobierna, de la mentira del Poder y de la Realidad, no tenga influencia alguna en las vidas particulares, personales de cada uno, no tiene sentido ninguno, porque en general ya sabéis que lo que hemos descubierto respecto a las cosas es la perpetua interacción entre unas y cualesquiera de ellas con otras y cualesquiera; la interacción que en Física, en las entradas a la Física que hemos hecho, habéis visto manifestarse también en forma de problemas y pertinentes al caso, problemas respecto a la acción a distancia; a la acción a distancia o simplemente respecto a la relación entre las fuerzas inerciales y el problema de la otra fuerza de la gravitación universal. Y he aquí que nosotros somos cosas, somos una clase de cosas, como no nos cansamos de repetir cada día, y por tanto, lo que vale para las cosas vale para nosotros; y por tanto no cabe pensar en nada, en que no hay alguna forma de interacción y por tanto de... y por tanto de influencia, por ejemplo, entre el rato de guerra en el Ateneo y la prosecución de vuestras vidas particulares, vuestros negocios, amores, familias y demás, por el otro lado. No puede ser, hay –preténdase o no– necesariamente alguna forma de interacción.
Y como ésta (según acabo de decir) no puede consistir en ese ilusorio paso de la teoría (que aquí no hay, por otra parte) a la praxis, no puede consistir en la deducción de normas de conducta, hay que entenderlo más bien así: que nos esté pasando como les pasa a las cosas, que no pueden menos de sentir, acusar el influjo de las otras cosas, en sus relaciones entre sí, en su costitución cambiante para ser las mismas; pero así es la costitución de las cosas: nunca quieta, siempre cambiante. De manera que otra cosa que nosotros no podamos medir o calcular ese influjo de esta guerra con vuestras vidas, pero tenemos que reconocerlo como habiéndolo, como dándose, se quiera o no se quiera que se dé.
En este sentido quería por tanto que se replanteara un poco la cuestión y ahora me seguiréis diciendo. Desde luego, no se trata de deducir normas y aplicar normas, para lo cual aquí no hay ni fundamento.
Alguno de nosotros (que no está aquí hoy), alguno de los contertulios más o menos asiduos (a quien no voy a sacar a la picota, si él quiere ya se expresará otro día) que escribió unos diálogos, [generalmente] entre uno y una, bastante pertinentes, bastante ilustrativos, había sacado uno en que la cuestión consistía en que él... en que él le decía a la otra "Voy a vestirme como García Calvo". Y entonces... entonces, a partir de ahí, se producía el enredo. De forma que este ejemplo puede servir, como cualquier otro, pero éste es muy pintoresco y muy inmediato y por eso... y por eso lo... lo elijo.
Evidentemente 'vestirse como García Calvo' es una cosa que a la inmensa mayoría le echa para atrás sin más: la propuesta de que uno cualquiera... de que uno cualquiera, que no sea precisamente García Calvo, se vista, se peine, se afeite como García Calvo. Vosotros supongo que lo reconocéis en vosotros mismos: ¿quién de vosotros sería capaz de oír esa propuesta de "vestirse como García Calvo" sin echarse para atrás? No puede ser: uno tiene tan imbuido el sentido de la independencia, de la personalidad de cada uno, que siente el atentado inmediato. Eso es... eso sería un atentado contra tu propia personalidad, contra la independencia, que se supone que es la de cada uno.
Supongo que reconocéis conmigo que éste es el voto de la inmensa mayoría, y que muchos de vosotros, sin duda, si no se han vestido para nada como García Calvo, aunque a lo mejor tuvieran algunas ganas, es porque inmediatamente le ha echado para atrás el pensar que eso efectivamente sería un atentado contra la personalidad y la independencia de uno.
He de decir que entre mis numerosos amigos locos (locos declarados), pues la misma mayoría rige: la mayoría, por muy adictos que se declaren y todo eso, no se visten como García Calvo. Si alguno lo hace, los otros locos lo rechazan igualmente, se ríen de él también. Hay alguno que lo hace... hay alguno que lo hace (no está aquí presente) entre mis locos, y evidentemente se gana con eso las injurias de los cuerdos que le rodean y de los otros locos. Ésta es la... ésta es la situación normal.
Bueno, pues una vez que hemos encontrado esta decisión inmensamente mayoritaria, vamos a examinarla, porque es lo que toca. Vamos a examinarla. Vamos a examinar a su vez la decisión de 'no vestirse como García Calvo, de no peinarse'. [] , sobre todo los que me acompañáis hace tiempo, ya estáis viendo por dónde puede ir la cosa. Y naturalmente está claro que esta decisión... esta decisión fundada en la defensa de la independencia personal, de la personalidad propia, va a salir muy mal parada de este trance de la guerra; va a salir muy mal parada, no hay que decirlo.
Para que... para que uno pudiera respetar esa decisión como autoritaria, como ganando la bastante autoridad para impedirle semejante cosa, tendría que estar convencido de la verdad de eso de la independencia y la personalidad; porque ¿cómo si no? Si no se está convencido de eso ¿cómo si no se iba a tomar como sensata, como válida, esa decisión de no?
Por el afán de defender la diferencia personal, las propias características de uno, sin duda se pierde uno muchas cosas buenas que le podrían venir simplemente de la imitación, de la simple desinteresada imitación. ¿Quién sabe si a lo mejor de algunos de los rasgos de eso de la manera en que García Calvo se viste, se peina o se afeita, no puedan ser rasgos evidentemente convenientes para mejorar la facha masculina en la Sociedad actual? Algunos de ellos podrían venir muy bien, ¿por qué no?... ¿por qué no, por ejemplo, su manera de quitarse el bigote y la perilla y dejarse el resto de la barba por los lados no podría ser para muchas caras masculinas un procedimiento de ganar, dentro de lo que cabe, en el sexo feo algo de... algo de atractivo y de belleza? ¿Por qué no el procedimiento de llevar tres, cuatro o cinco camisas, una sobre otra, combinando los colores, no podría ser un hallazgo al mismo tiempo para la buena temperatura y para al mismo tiempo la estética, por lo de la combinación de los colores que los Almacenes nos proporcionan elegidos para una camisa y que no tienen mucha gracia, pero, en cambio, combinados entre sí pueden dar juegos verdaderamente interesantes.
- Pero, Agustín, sí que nos fijamos en... en... en... en gente cuando nos vestimos, aunque no sea en ti.
AGC - A ver, dime uno.
- Vamos, yo desde luego.
AGC - Sí.
- No digo nunca de llevar mi estilo personal, porque cualquier otro que vea me parece más bonito que lo que se me ocurre a mí. Y, aunque no seas tú. O sea, cualquier día aparezco con las siete camisas, pero vamos...
AGC - Sí...
- ... Yo, por ejemplo, me voy a morir con las ganas de vestirme como los Beatles, pero con el corte de pelo, la corbata, la chaqueta y tal. Y ¿por qué no te lo pones?: ¿por mi personalidad?: pues no. Porque no me apetece dar explicaciones, y como todo el mundo te pregunta "¿De qué coño vas?”...
AGC - Bueno, bueno, bueno. No...
- ... Pero no es por la personalidad ni nada de eso, que eso es un rollo macabeo: lo de la personalidad de tu estilo propio...
AGC - No, no. Sí, sí. Eso... eso...
- ... cuando ves a cualquiera que no es más guapo que tú.
AGC - Eso te está latiendo debajo: te pueden acusar...
- Hombre, claro que me late, y me latirá, pero me voy a quedar con la gana...
AGC - Desde luego, con los Beatles...
- ... por no dar explicación.
AGC - ... con los Beatles corres mucho menos peligro porque son una cosa ya casi...
- Pues sí: anda, que con el corte de pelo de Paul McCartney ¿adónde voy yo ahora?, y la corbata.
AGC - ... ya casi... (No, no: te has equivocado []), ya casi arcaica; muchos hay de los más jóvenes que ni se acuerdan de cómo se vestían ni nada. Corres menos peligro, pero todavía alguno. Ahora, si te vistes como yo, que estoy al pié y que estoy contigo más o menos cerca todos los días, eso ya es un peligro mucho más grave. Pero, desde luego, lo que sacas es algo que conviene ahora examinar, porque parece que esto se pelea a muerte con algo que costatamos todos los días que es el imperio de la moda, es decir, la imposición de maneras de vestirse; de maneras de vestirse que un diseñador, un modisto, ha decidido que son las que se deben y que se exhiben; que se exhiben en las pasarelas, y entonces se procede a la imitación, dentro de los posibles, sin el menor reparo. ¿Qué ha pasao ahí? ¿Ha dejao de funcionar la protección de la personalidad individual en esos casos a diferencia del otro? ¿Ha dejado de funcionar del todo? ¿Cómo es que ahí la imitación, la reproducción, se ha de pasar como algo normal –que aquí diríamos natural– y contra lo que no hay nada que decir y a lo que más bien hay que obedecer hasta el punto de que el negarse a obedecer a la moda imperante puede al revés pasar como algo criticable "Míra ése que no sabe; no sabe cómo hay que vestirse en el día de hoy". "Mira ésa que todavía no sabe lo que va a llevarse en la primavera próxima; no se ha enterao y no ha procedido a hacer sus compras inmediatamente”?
Bueno, pues eso es... ése es el problema y sus ramificaciones que os quería plantear. Ahora seguiréis aprovechándolo por vuestra cuenta. En todo caso, salía –como recordáis– a propósito de lo de la influencia que lo que se puede hacer aquí hablando, descubriendo, guerreando, pueda tener sobre el comportamiento, sobre la vida práctica. Desde luego, está claro para mí que no puede pasar por una decisión, no puede pasar por la decisión de decir "Pues ahora... desde ahora lo que voy a hacer es..." como si fuera una conversión; una conversión a un nuevo rito, o a un nuevo credo. Por otra parte es imposible negarse a que –como cosas que somos– estemos sujetos a la interacción mutua...
- No se oye.
AGC - ... estemos sujetos a la interacción mutua de unos con otros; no cabe... no cabe negarse... negarse a eso.
Cuando las cosas que aquí se digan y se hagan (porque aquí lo que se trata es de no estar haciendo teorías sino haciendo, haciendo contra el Poder), cuando cualquiera de las cosas que se hagan a fuerza de machacar un día y otro, un año tras otro, a algunos de vosotros de alguna manera le toquen de tal manera que le entre un asco de volver a ver lo que veía, de volver a repetir lo que estaba haciendo habitualmente, le entren sin más... le produzcan sin más un asco, entonces ya no hay norma que dar, porque éste es el secreto; es inútil dictarse una norma porque no sirve para nada; los que creen en normas no hacen más que haceros perder el tiempo; los que dan órdenes a los niños, a los mayores, y creen que con eso van a conseguir que se haga lo que ellos quieren, están cayendo en una trampa evidente: dando órdenes, dando disposiciones, tratando de influir decididamente, no se hace más que producir, sí, acciones como otras cualesquiera, que lo mismo pueden dar resultados directos, que de rebote o entrecruzados los unos con los otros; una orden generalmente a lo único que puede llevar a alguna especie de obediencia, que puede llevar por el contrario a la repulsa y hacer que aquéllo contra lo que la orden se dirigía se vuelva otra vez más resistente en el niño, en el mayor, en quien sea.
De manera que es completamente inútil dictar normas. La Historia entera se la han pasado los hombres dictándose normas, desde el Código de Hammurabi o las Tablas de Moisés, o desde antes, hasta nuestros días: toda la Historia. Y todo eso es una trampa y una inutilidad: nunca la norma de "No matarás" ha servido para nada, por ejemplo, entre las demás; nunca ha servido ni podía servir para nada. No podía servir más que para incluirse en el curso... en el curso de los tiempos entre otras muchas órdenes y actitudes contrarias que efectivamente pueden producir influjos directos o de rebote, por ejemplo despertar en muchos el ánimo de matar o el ánimo de encontrar una manera de saltarse la Ley encontrando la Guerra Justa, o la Ejecución Justa, o la Justicia, o lo que sea: desarrollo de la Justicia es lo que [] todo el aparato de la Justicia que tenemos encima: todo el aparato de las Guerras Justas que tenemos encima: todo eso viene de ahí.
Nunca las órdenes, nunca las prescripciones, nunca los consejos siquiera, las leyes, pueden servir de veras para lo que pretenden servir. Tienen que pretender servir, pero es una pretensión falsa. Tienen que pretender que sirven para eso: que están bien intencionadas, que llevan... que llevan su destino en sí, pero es mentira; es mentira, como he tratado de sugeriros, y en la charla, ahora, si es preciso, lo seguiremos... lo seguiremos examinando.
Por el contrario, como procedimiento contrario, algo de lo que os he estao diciendo antes: dejarse invadir, dejarse invadir por ejemplo por lo que aquí se haga o se diga, si eso alguna vez llega a producir un asco de hacer lo que estabas haciendo, de ver lo que estabas viendo, de ir adonde solías ir, pues en ese momento ya no te hace falta ninguna norma, en ese momento ya la cosa se hace sola: en el momento en que puede ser útil de veras es el momento en que ya las leyes son perfectamente inútiles, si efectivamente eso ha dado de sí. Y si no ha llegao a eso, pues inútil cualquier propósito de enmienda, cualquier propósito de Nuevo Año, cualquiera de las tonterías que os cuentan: inútil del todo. Para que sea útil tiene que llegar el momento en que la norma sea del todo innecesaria. Simplemente a costa de las influencias de un lado y del otro, pues uno ha llegado a no tener ganas de hacer lo que creía que quería hacer; que no le gusta lo que creía que le gustaba y que en realidad no era más que lo que le mandaban que le gustara; que ya no quiere lo que quería, que en verdad no era más que querer lo que le mandaban que quisiera. Esa situación, y entonces, pues nada: entonces, no se hace: se hace lo contrario sin que se lo mande a uno ya nadie, ni de dentro ni de fuera, ni de fuera ni de dentro.
Ésa es la manera en que os proponía aclarar un poco las cuestiones de la influencia, mal dicho, entre teoría y praxis al estilo marxista; pero, mejor dicho, entre cualquier acción de descubrimiento de la mentira –como la guerra que aquí traemos– y la conducta cotidiana de las vidas, mía, vuestras y todo eso.
Con esto, creo que hay bastante para que ahora podamos, en cierto orden, discutir sobre los varios puntos un rato. De manera que, si os parece, os dejo ya correr las voces y vamos a ello.
- ¡Voces!
AGC - Ya Rosa sacó una cosa que estuvo bien, muy en su punto, ahora más respecto a cualquiera de los... cualquiera de los puntos.
- Agustín.
AGC - Sí.
- Era sobre el tema éste de lo de "vestirse como García Calvo" –¿no?–, es una cosa un poco anecdótica. Que "vestirse como García Calvo" da repelús o echarse p'atrás depende quién lo mande. Porque yo recuerdo cuando yo era niño –¿no?– pues yo iba con los pantalones casi por las rodillas, caídos siempre, y mi madre me decía que iba como Cantinflas, y que me vistiera como Dios manda. Y yo veo ahora a la gente que va así –¿no?– y van a la moda, y con los pantalones rotos, que eso en tiempos era poco menos que de gitanos ¿no?, te decían que "vas como un gitano".
AGC - Sí. Lo que decíamos de que por el contrario frente a... frente a las enormes dificultades y la negación inmensamente mayoritaria a ‘vestirse como García Calvo’, en contrario tenemos fenómenos de la moda que hace pasar cosas así. ¿Cómo es eso?, eso está a vuestro... explicar esa contradicción está a vuestro cargo un poco. De manera que seguid por ahí.
- Bueno, voy a contaros una pequeñita anécdota con respecto a vestimentas y pelos largos y pelos cortos, bigotes y otras cosas. Esto de romper con el pelito corto, por ejemplo en España –y también en Francia, porque fueron los sitios que yo vivía– aparece más o menos por el año sesenta y cinco, por si algunos no lo sabíais, o a lo mejor sesenta y cuatro, yo no me acuerdo bien, pero sí sé que allá por el año sesenta y siete, sesenta y ocho, sesenta y seis, no vestirse con respeto a la moda llevaba consigo grandes enfrentamientos. Una anécdota, os la cuento: estando en el año sesenta y nueve, haciendo auto-stop a la altura de Angoulême, Angulema (de... de... yendo para París, en un sitio estábamos tomando un poco de sol, porque estábamos hartos de hacer auto-stop, que nadie nos cogía) nos tiraron agua, nos cabreamos, nos enfrentamos con los tíos y vino la policía, y un poco más y nos lincha también. Parecía aquéllo una película de vaqueros del Oeste donde se encuentran cuatro mozos enfrente de la autoridad del Sherif. Es decir, que esa cuestión de no seguir las modas, de no recuperarlas, no ponérselas, al enfrentarse con... con la moral existente, con respeto a esto (porque hay una moral) mientras no es refrendada por la moda –como tú dices: los pantalones de Cantinflas; no, nosotros no llevábamos pantalones..., pero bueno–, esos estilos han sido recuperados para que lo más así, lo más... lo más memo y estúpido pueda... pueda triunfar...
AGC - No armes líos.
- ... Pero el enfrentamiento, es decir, la postura de vestimenta y melena, y pelos largos, y que ahora parece que todo está completamente asumido, eso ha llevado a mucha gente a muchos disgustos y a enfrentamientos violentos y a hostias con la poli o con quien fuera.
AGC - Bien. Bien. Está bien, pero has elegido un poco mal los años por lo que te voy a decir ahora. La cosa, el castigo... el castigo social era mucho más sangriento precisamente en los años anteriores a los sesenta, era mucho más sangriento. Yo, que soy más viejo todavía que tú, yo lo he vivido. Cuando... cuando yo me había licenciao, saqué mi primera Cátedra, es decir, mucho antes de todo eso, entonces el intentar no vestirse como tenía que vestirse un licenciado, un catedrático, eso sí que era duro. Entonces era... era tan duro que uno, y que ya entonces tenía el gusanillo de no obedecer por ahí, de no obedecer al nuevo [], tenía que buscarme maneras, compromisos para ir haciendo cosas raras pero que no... tampoco despertar demasiado escándalo que pusiera en peligro mi Cátedra reciente y el pan de mis hijos y cosas por el estilo ¿no? Hay que... Como, por ejemplo, no podía ponerme desgreñado del todo, pero tenía que buscarme [] un barbero que cortara el pelo a tijera y que no siguiera la norma de la maquinilla que entonces imperaba para todo cuello masculino y los alrededores del cuello –¿no?–, o una cosa por el estilo, por poner un ejemplo de entre otros muchos. No podía aguantar la corbata (ahora volveré un poco sobre ello), ya entonces no podía aguantarla, pero, claro, tampoco podía romper –para ciertas apariciones– con ella del todo, porque es que era sagrado, era sagrado como lo es hoy. Entonces tenía que buscarme una manera de ponerme la corbata saltando por encima del nudo, de manera que quedara una franja... una franja de tela colgando. Para... para explicaros hasta qué punto... hasta qué punto en aquel entonces era difícil.
Elegiste mal los años, porque justamente en los años sesenta se produjo una revuelta en donde se pasó, no la mayoría, pero grandes cantidades de gente, a romper con la indumentaria, en algunos casos pasando ya casi a un disfraz contrapuesto, el de los hippies, los de trajes florales por todas partes y cosas por el estilo. Pero el caso es que era mucha gente la que ya había roto con ello. Lo cual no quita que –como tu incidente muestra– en el sesenta y nueve se siguiera todavía tomando represalias contra... contra la orden.
En el Estado del Bienestar, en lo que hoy padecemos, ya sabéis que los campos están relativamente delimitados, para... para los usos... para usos no oficiales ni ceremoniales y, sobre todo, para la vida corriente la gente efectivamente se puede vestir casi como le da la gana con la condición de que sea... de que la cosa sea bastante gris y bastante triste. Y es una condición que el Régimen impone y que los chicos y las chicas aceptan. De cualquier manera, así, de una bastante zarrapastrosa, pero vosotros ya sabéis que sin alejarse mucho del uso de los jeans y de los jerseys, y además de colores más bien así apagados, que no escandalicen a nadie, tal. Y luego, en la capa más alta de la moda, para las funciones públicas, pues ya sabéis, para la vestimenta masculina en especial, el uniforme se ha hecho tanto y más imperante que en los tiempos que he recordado de mi niñez y mi juventud: imperante, con el tipo de pantalón y chaqueta que todos sabéis, sin apenas más que desviaciones que dan lugar a grandes cacareos, a lo mejor de modistos, pero que bien mirados no son nada, son un atenimiento a lo mismo, y, desde luego, con la corbata; con la corbata plantada en su lugar, que da lugar a que las novias y mujeres de los encausados pues se pasen la vida comprando colecciones de corbatas para que sus hombres las puedan llevar alternativamente.
A primera vista, colocando en la corbata el único rasgo de color y de salirse un poco de la tristeza... de la tristeza de los trajes que, por supuesto, no pueden ser más que grises, azul marino o marrón, con muy poca... con muy pocas posibilidades de otra cosa –¿no?–, ya ponerse uno verde, aunque sea verde oscuro, ya es mucho.
La corbata parece ser el punto en que se da la libertad: el punto de libertad al color. Pero es tremendo, porque supongo que habéis pensao en la corbata alguna vez. Lo mismo que... lo mismo que el otro día os hacía ver lo que significaba el ‘comerse las doce uvas' en ceremonia de Fin de Año, que consistía en hacerte tragar las campanadas mismas, el Tiempo. Hacerlas tragar una por una. No hay más que, para entender esto, no hay más que ver lo más aparente y lo más superficial: la corbata –la corbata–, si a uno no le recuerda inmediatamente el nudo de la horca, es porque no quiere acordarse. Pero evidentemente la corbata es una representación de eso mismo: es como si el Señor hubiera elegido ese símbolo para asegurarse de que los que la llevan están bien sometidos a la obediencia, que no pueden escapar de eso ¿no?, tienen... han aceptado el lazo; han aceptado el lazo, están prestos a que el Señor disponga de sus vidas –como dispone– y eso está muy bien representado en ese implemento.
Bueno, seguid por vuestra parte, que me he dejao llevar por lo pintoresco de estos asuntos un rato. Seguid por vuestra parte respecto a la cuestión de la originalidad y de la moda, y de cómo se pueden compaginar cosas tan aparentemente contradictorias, porque era el tema más general que aquí estaba tratando.
- No sé, es que sobre esto de la indumentaria yo tengo una experiencia también propia de ir a trabajar, tener que ir a trabajar con corbata, con traje, etc., y bueno, por el campo donde yo trabajo también, muchas Empresas ahora dicen y de hecho obligan a no ir con traje, a no ir con corbata –digamos– para demostrar que –no sé– que son como más modernas, como más [], más progresadas. A mí, la verdad, yo prefiero ir con traje, prefiero ir con corbata para expresar mi sometimiento cuando voy a trabajar.
AGC - Temes más a la... temes más a la moda venidera ¿no? A la moda que [defienden] ellos.
- Sí. Prefiero... prefiero la moda vieja del sometimiento que no el sometimiento a la moda nueva, que sería expresar una libertad que no siento.
AGC - Sí, hay cierto fundamento.
- Entonces, prefiero mostrar que voy sometido a trabajar. No intentar...
AGC - Bueno. Más vale que no prefieras ninguna de las dos cosas. Eso sería lo mejor de todo. ¿Qué más?
- A mí alguna vez me pasó que –no sé– alguna ropa que me gustaba y al ver que se ponía de moda, como que me fastidiaba. O sea, que también a veces el sometimiento es el contrario –¿no?– el tener que estar un poco a la contra ¿no?
AGC - Escurriéndose de la moda.
- Sí, sí. Y, bueno, eso me hace pensar sobre lo de la imitación, que yo creo que en el momento que uno se da cuenta de que está... de que está imitando, como que –no sé–, que lo de imitar tiene que ser como sin darte cuenta ¿no? Imitar así, tan conscientemente y sabiendo que estás imitando, igual produce algún tipo de rechazo ¿no?
AGC - Bueno, tal vez no es así como hay que plantear la cuestión. []: por un lado, reconociendo la inmensa repugnancia a vestirse como otro Fulano, especialmente si es de las cercanías o influyente y no es un dictador de la moda; y por otro lado, lo que significa esa resistencia a hacerlo. Son las dos cosas [], desde ahí no se puede deducir ninguna norma ni positiva ni negativa. Pero lo que estamos analizando es el choque –el choque– entre esas dos cosas que costatamos ¿no?
- De donde debiese sacar alguna enseñanza, o se debía de sacar, es por qué a la mayoría de tus locos le molesta que un loco te imite. Es una cuestión muy curiosa, porque es como un sacrilegio ¿no? Para estos locos está claro que dicen "García Calvo no hay más que uno y no puede haber dos". Y entonces, hay una especie de adoración de la unicidad, de que seas tú el único, y que el otro sería un atrevimiento imperdonable. No es un problema de la personalidad del que se viste, sino la identidad del imitado.
AGC - No sé si... no sé si te sigo bien, porque yo eso lo he sacao para...
- Lo he dicho más claro que el agua.
AGC - Eso lo he sacao para hacer ver que los locos, en población mucho más reducida y especial, se comportan igualmente que los normales en su mayoría, mucho más que los normales. Es que... de manera que no hay nada nuevo en lo que has dicho respecto a los locos.
- Hay que aprender de eso. De esa resistencia.
AGC - Lo que estamos analizando es el horror mayoritario –mayoritario– de ‘vestirse como García Calvo’ entre normales, no entre locos, también entre locos. También entre locos, pero entre normales...
- De donde tenemos que sacar enseñanza es de los locos...
AGC - ... entre normales igual. Igual.
- ... que son los que dicen la verdad.
AGC - De manera que está justamente fundado en que "ca uno es ca uno y tiene que hacer su cauná", como decía el viejo de Jaén.
- Pero, por eso los otros no quieren que ese "ca uno" sea "ca tú"; que seas tú, el "ca uno".
AGC - ¿Eh?
- Por eso, esos no quieren... quieren que cada uno... que no haya "un cada uno" que quiera imitar a otro que no tiene esa razón de ser, de ser el que es.
AGC - Pues, la verdad es que no entiendo ese lío, Isabel.
- Bueno, vamos a ver: más claro que el agua, Agustín: les molesta a todos ellos que haya uno que se atreva a hacer de un segundo 'Agustín'. Es imposible, porque ellos piensan que eso solamente puede ser tú.
AGC - Pero vamos a ver: o sea, que tú rechazas lo elemental que es que ca-...
- Yo estoy hablando de tu caso.
AGC - ... Que cada uno se resiste...
- De tu caso: no es lo mismo imitar al fontanero que imitar a García Calvo.
AGC - ... que cada uno se resiste a eso, a la imitación de alguien conocido, según tú, no porque uno esté defendiendo... defendiendo el sagrado derecho a la personalidad, sino porque está defendiendo el derecho a la personalidad divina del otro.
- Claro. En el caso ése sí.
AGC - Joder. Bueno. Bueno, bueno. Vamos a dejarlo, Isabel.
- En el caso ése es así. Y, vamos, clarísimo.
AGC - Por ahí... por ahí no hacemos más que enredarnos inútilmente, ya veo.
- En el caso ése es un ataque a la personalidad del imitado.
AGC - Es una difuminación del problema inútil del todo.
- No: no es una difuminación del problema. Es que tu caso es un caso...
AGC - Seguimos...
- ... es un caso especial.
AGC - Seguimos planteando...
- Bueno, siguiendo un poquito, ya que no piden la palabra... Isabelita, ¿me permites que hable yo un momentito?
- No: si no he acabao de hablar.
- Ah. Sigue.
- No: cuando termine. No, quiero decir que hay que verlo desde todos los ángulos que hay que ver las cosas. Y ahí realmente lo que está hablando es eso: no pueden permitir que haya uno que haga de ti, porque todos querrían hacerlo pero no se atreven, y hay uno que está... se le ha pasao la locura un poquito de rosca, y ése sí, ése lo hace, y los otros entonces...
AGC - No sé. Si quieres decirme qué contribuye esto al problema general que estoy planteando, pues dímelo.
- Contribuye a lo que has contado, porque es un caso muy particular, no es un caso...
AGC - O sea, que eso me pasa a mí. O sea, que yo que he sacao (porque este hombre, este contertulio, escribió lo de "vestir como García Calvo" en un diálogo), que lo he sacao a costa mía como un caso general, tú ¿es que ahora dices que con otro no pasa?, es decir, que a otros en cambio, a cualquiera se le imita... se le imita... De manera que...
- No todo el mundo tiene una camarilla de locos graduados...
AGC - No, no, no: que hace falta eso, hace falta que sea yo...
- ... que no to el mundo tiene una colección de locos...
AGC - ... hace falta que sea yo.
- ... graduados a su servicio, hombre.
AGC - No, no. O sea, que...
- Pero es que...
AGC - O sea, que si...
- ... Oye, [] ¿un caso corriente?...
AGC - ... O sea, que si se plantea la cuestión...
- ... No eres un caso corriente.
AGC - ... si se plantea la cuestión de vestir y de peinarse como Horacio, ¿ahí, ya no vale?
- No.
AGC - Ah, no. Ahí te quería llevar...
- Tu caso es muy particular. Tienes una colección de locos...
AGC - ... es que Dios es Dios.
- ... que te imitan en la mayoría...
AGC - Bueno, venga.
- Un momentito, Isabel.
AGC - Venga, por favor. Avergüénzate, Isabel, un rato. Avergüénzate un rato.
- No me avergüenzo [].
- Como se decía antes en las asambleas: "otro punto, información". Bueno, por aquel entonces, donde efectivamente la... la vestimenta, la manera de andar un poco por la vida, tal y cual, traía conflictos y enfrentamientos con el Establishment, lo que sí también sucedía (y eso me olvidé de decirlo) es que de alguna manera nos reconocíamos unos a otros un poco también por esa manera...
- Por el uniforme.
- Perdón: no era ningún uniforme precisamente, era cada uno un poco, pero simplemente tenía la característica, o lo que sea, más o menos común –si se puede decir– en que nos oponíamos a lo que estaba establecido, cada uno como pudiera o dejara de poder. Es decir, que eso daba una cierta confianza para que si tú te encontrabas, pues en París, por ejemplo, y te veías con unos chavales más o menos como tú, pues hablabais y, ya, pues a lo mejor os hacíais amigos, o en fin, o charlabais. Pero que había una manera un poco de identificación que hoy, pues no la hay. Hoy te encuentras...
- Estamos hablando de dos temas diferentes: la pertenencia, el pertenecer a un grupo...
- No, no: porque fue asumido; fue asumido por el Poder.
AGC - Basta ya. Basta ya. Basta ya.
- El pertenecer a un grupo es otra cosa, es tener unas señas de identidad; y otra cosa es tu caso.
- Pienso que se puede relacionar esto de las modas y las vestimentas con la división de sexos. Como es eso de que entre hombres parece que hay una moda hasta cierto punto, pero no de una manera tan intensa se impone como entre las mujeres. Y entre los hombres parece que el vestir más o menos idénticamente –nunca exactamente igual– no está mal visto, y entre ellos no les importa ver a otro hombre vestido prácticamente igual que [ellos], mientras que las mujeres, esa uniformidad es todo lo contrario, lo que busca es la diversidad. Y que parecería que tanto la uniformidad en el caso de la moda masculina como la diversidad en el caso de la moda femenina en que, bueno, todas ellas intentan siempre no parecerse a ninguna otra, parece que son de alguna manera las dos imposiciones la misma, aunque sea por extremos contrarios.
AGC - Sí. Lo primero es la diferencia de tratamiento de los sexos. Desde luego, eso es evidente y ya debía yo haberlo sacao antes: diferencia de tratamiento respecto a la cuestión que nos ocupa. Desde luego, los hombres son los que lo padecen directamente, positivamente. El uniforme masculino es lo primero, hay que asegurarse de que los servidores tienen su lazo al cuello, porque ellos después de todo son los cabezas, en principio, de familia, los amos de la casa y los representantes del Poder para cada familia. Y el uniforme se ha hecho tan... tan rígido que antes me estaba refiriendo a las modas actuales, pero podéis recorrer siglos atrás y veréis que los hombres se llevan vistiendo así bastante más de un siglo... casi siglo y medio. Lo cual, para efecto de cambio de modas es una cosa que se las trae ¿no? Y, efectivamente, a las mujeres el tratamiento se les impone por el otro lao que más o menos has enunciado. Es un...
- Pues la novedad es que las mujeres han adoptado el uniforme masculino...
- Tiene aquí la palabra esta señora, Isabelita.
- ... El uniforme masculino como el modo de progreso: de ser hombres. Y eso es lo tremendo: las mujeres van vestidas de hombre.
AGC - Sobre todo las ejecutivas, efectivamente tienen que buscar un compromiso que consiste en el trajecito que todos conocéis de ejecutiva que está también bastante regulado, es un sometimiento al [masculino].
- Las ejecutivas de Dios, todas.
AGC - ... Pero, por lo demás, lo que reina es como si la diversidad y la floralidad a las mujeres les estuviera permitido, según has anunciado, no ya... no ya casi permitido, que estuviera casi impuesto como una... como una obligación justamente para sostener su feminidad y su puesto en la Sociedad.
- Yo llevo tiempo queriendo decir que si algún diseñador atrevido estuviera en esta tertulia, y le pareciera original tu vestimenta, la llevaría a la moda, El Corte Inglés vendería tres camisas juntas o cinco, y las llevaría todo el mundo, porque es la dictadura de anular siempre lo original para llevarlo a la categoría de uniforme, como pasó con el movimiento hippie, como pasó con el movimiento punk, donde El Corte Inglés te vende ya los pantalones rotos y con los imperdibles puestos, y encima pagas un pastón por ellos ¿no?...
AGC - Sí, sí. Esto viene... es la técnica...
- ... O con lo...
AGC - ... la técnica de la asimilación...
- ... y la manera de disolver...
AGC - ... de la asimilación de la originalidad.
- ... lo original y lo contestatario, porque en el fondo eso es contestatario.
AGC - Es el procedimiento que tiene que ver con la cuestión fundamental que vuelvo a plantearos de ver cómo... cómo casáis lo uno con lo otro. Eso tiene... tiene mucho que ver, efectivamente, con lo de la resistencia a la imitación de alguien conocido, del círculo, uno cualquiera, no Don Agustinito necesariamente: uno cualquiera conocido del círculo con el imperio de la moda, someterse al cual no da vergüenza ninguna, sino por el contrario, da la satisfacción del deber cumplido.
Recordad que esta... esta cuestión viene a consecuencia de que nos planteábamos respecto a cómo puede entenderse que lo que aquí se está haciendo pueda de alguna manera repercutir, influir en las vidas privadas, y cómo rechazábamos tanto el paso a la praxis –convertido en un modelo– como la incolumidad, la indiferencia respecto a lo que aquí se hace y aceptábamos []. Aceptábamos esto de que si uno se deja tocar –si uno se deja tocar– por lo que aquí se hace a fuerza de machacar al cabo del tiempo, eso puede llegar a anular la necesidad de norma; anular la necesidad de norma, es decir, que uno haga o deje de hacer las cosas porque simplemente ya no le llaman, ya no quiere; ya no quiere, ya quiere otra cosa ¿no? Y eso es lo que nos ha traído al ejemplo éste de la imitación de uno y de la moda impuesta desde arriba, que es en la que estamos y sobre la que puede que haya todavía algo que decir por vuestra parte.
- Agustín.
AGC - Sí.
- Pues sí, yo estaba pensando en esto de la influencia que tiene la tertulia, pues, no sé, en nuestras vidas, y en la vida mía en particular. Pues, la verdad, que sí la he tenido. Por ejemplo, no tanto en el vestir, porque no me pongo más de una camisa, y por esa parte no me afecta mucho, pero en el pensamiento –y no sé si es bueno o es malo– pero en el pensamiento –no sé si en las ideas, porque de ideas parece que no hablamos mucho aquí o no queremos hablar, aunque hablamos– pero en el pensamiento sí, sí que me ha afectao, por lo menos en el análisis de ese pensamiento o de la Realidad, que lo hago desde el lao como... como descubriendo esa gran... esa gran fuerza que se hace por medio del Poder y por medio del Capital, para mediante la Fe, esa Fe que mantiene ese Poder y ese Capital, como que lo llego a descubrir en cada uno de los momentos.
AGC - Bueno. Bien ve... Pero no hay... no te olvides, no puede [], que esto que acabas de hacer es un juicio acerca de tu vida, el cambio de tu pensamiento y la propia []. Eso no es más que un juicio tuyo que acabas de hacer, del cual ni tú puedes fiarte ni ninguno de nosotros. Eso no es el testimonio, por desgracia. Eso que pueda llegar a hacer cambiar las vidas un ataque como éste, eso es una cosa que no se puede nunca demostrar a su vez teóricamente, es una cosa que se demuestra haciéndose, sucediendo. No hay más remedio. Eso se demuestra haciendo –haciendo– ¿eh? ¡Qué se le va a hacer!, a muchos esto naturalmente les desconsolará porque estamos acostumbrados a manejarnos con decisiones, con futuros, con saber lo que va a pasar, con... Pues no hay nada; no hay nada de eso. Tenemos que reconocer que eso pasa, que además tiene que pasar; que efectivamente la acción de lo que aquí se está haciendo, o en cualquier otro sitio, sobre la manera de llevar la vida uno, no puede menos de ser alguna, y que cuando tire por algún lao determinado puede llegar efectivamente a q u i t a r las voluntades y las decisiones y los gustos que antes uno creía que eran suyos y característicos, y a librarlo de eso –por no decir lo primero– que es librarlo de las ideas, de una parte de las ideas: l i b r a r d e i d e a s.
Tal vez volvamos sobre ello, pero hoy estoy muy cansando del tema, quiero más bien apuntar algo para que el día siguiente podamos empezar. Quería apuntaros que he visto una correlación entre este problema... este problema y un planteamiento de los problemas físicos en algunas de las últimas entradas que Caramés, como de costumbre, me ha proporcionado, con el tino... con el tino habitual.
Ahí he leído, por ejemplo, la de un señor Sudarsky, que describe –y además describe tenazmente a lo largo de toda la entrada– una manera de entender el progreso, los cambios y progreso de la Ciencia, de las especulaciones científicas, y justamente viene a entenderlo así, por eliminación de lo que él llama unspeakables –unspeakables– , es decir 'inefables': unos de los que no se puede hablar, unos de los que no hay que hablar. Dice que, en una fase determinada, el establecimiento de cosas que en la fase anterior regían y jugaban, el descubrimiento de que ya no se puede hablar de ellos es justamente el motor del progreso.
Supongo que veis la relación con lo que os estaba diciendo. Pone ejemplos varios, por ejemplo el notorio fracaso de la Cuántica frente al problema de la gravitación, y da lugar también a algunas cosas de ésas. Piensa que es que los cuánticos que se ocupan de gravitación no se han dado cuenta de que seguían empleando las formulaciones y métodos de la Cuántica para aplicarlos a cuestiones que estaban ya formuladas todavía con términos... con términos de la mecánica anterior, y que, para esta fase de la Cuántica, debían haberse convertido en unspeakables, en elementos de los que no se podía hablar. Algunos de estos elementos son cosas como la propia noción de 'partícula'; esos han tenido que desaparecer, la propia noción de partícula y otras muchas que con ellas han quedado... con ellas han quedado enlazadas.
De manera que ved como –bueno– por este vislumbre podemos enlazar con estas cuestiones aparentemente morales y hasta vestimentarias que nos traíamos. Evidentemente, se piense de la Ciencia lo que se piense, lo que es cierto es que lo único que hace hacer es eliminar las ideas (partículas), a lo que aquí estamos dedicados: eliminar las ideas; eliminar los entes antes establecidos como tales es la sola manera de entender esto como un motor.
Evidentemente una vez que la eliminación se produce, como en el caso de las varias teorías científicas, esto va a traer consigo el establecimiento de otros entes, de otras ideas, ¡qué se le va a hacer!, pero ahí están para que a su vez, en la fase siguiente, se las elimine... se las elimine de la misma manera de otras maneras, y por tanto se siga avanzando en el descubrimiento.
Para nosotros es mucho más claro –debía ser mucho más claro en esta tertulia política– debía ser mucho más claro esto que para los físicos que están enredados y obligados a muchas otras cosas ¿no? Evidentemente, de lo que aquí se trata es de d e s c u b r i r –descubrir– la mentira. No nos cansamos de descubrir la mentira de una y otra serie de ideas de las que costituyen la Realidad; es un proceso que no se termina nunca, pero evidentemente la única vida –la única vida– que puede tener este pensamiento; lo otro, ya sabéis que volver a quedarse... volver a seguir usando los entes que ya se han reconocido como falsos y seguirlos usando como si se pudiera en la tertulia hablar de ellos, es como lo que él dice –como lo que el Sudarsky dice– respecto a los que se equivocan y siguen usando en una fase determinada algunos elementos que tenían que haber quedado ya olvidados para siempre; olvidados para siempre, convertidos en cosas de las que no... de las que no se puede... de las que no se puede hablar.
Esto se me había ocurrido en relación también con otra de las entradas de unos señores, Bub y Pitowsky, que hablan de creencias, credulidades, físicos –físicos también–. Pero, bueno, que es –yo creo– que es lo bastante importante esto para que, dado la hora que es, tengamos que... tengamos que cortar ¿no?
- No es muy tarde. ¿Qué hora es?
- Menos diez.
AGC - Ah, bueno. Entonces, sigo un poco todavía con ello.
- Hablando del progreso...
AGC - Tiene que ser que a pesar de todo... a pesar de lo que hemos hecho, el calor todavía []. Bueno. Lo dejo por lo menos, entonces, anunciado, ya que no es tan tarde como se podía pensar.
Estos señores, éste [] Bub (es decir, B-u-b) y Pitowsky (que creo que se escribe sin dificultad), que hacen ver cómo subsiste en la Teoría más avanzada (que [se trata] generalmente de la Mecánica Cuántica o de alguna de sus dedicaciones especiales) se mantienen entes (una ontología, dice él), que mantiene una ontología, es decir, se sigue creyendo en entes que son objeto de una creencia –y a la que sin duda ya no se debía prestar []–. Son objeto de una creencia, que sigue creyendo en que hay efectivamente en eso a lo que la Ciencia se refiere, sobre lo que la Ciencia actúa, sea lo que sea, pero llamado 'Natura' o como se llame, eso que está fuera (a veces se equivocan y lo llaman Realidad. Nosotros aquí ya estamos acostumbrados a no caer en esa equivocación), pero se sigue confiando en que... en que ahí sigue habiendo entes, de un tipo y de otro, que podrían ser los que funcionaran para la formulación, para la teoría, los que funcionaran como truth makers, 'hacedores de verdad'. Truth makers, 'hacedores de verdad'. Que, por cierto, pasando el inglés al latín, truth vendría a dar ‘veri’, y makers (‘fica’) debería dar algo como 'verificadores' –verificadores–.
Eso no se le ha ocurrido y ha tenido que inventar este término en inglés 'hacedores de verdad'. Y, entonces, 'verificadores' en ese sentido, porque cuando se inventó esto de 'verificar', que tanto decía también entre nosotros, y que luego incluso se ha hecho [] popular en la forma de 'averiguar', parece que efectivamente, según la etimología (veri y facere) se contaba con lo de 'hacer verdad', eran también en el sentido de estos Bub y Pitowsky: 'hacedores de verdad'. Y se cuenta con que hay entes que siguen siéndolo, y desde luego la actitud de estos hombres, muy razonada, muy cuidadosamente razonada, es enteramente negativa: no hay... no hay ahí fuera, ni se pueden mantener de ninguna manera ningún tipo de entes, o una ontología que fuera a la que se pudiera acudir para encontrar una correspondencia, y que esa correspondencia le diera su 'verdad'; le diera su verdad a la teoría. Aquí ya estamos acostumbrados a saber que como la Realidad simplemente no es verdadera, esto con respecto a la Realidad no tiene... no tiene ni sentido.
Pero conviene... conviene fijarse en esto: cuando uno, siguiendo por ejemplo a estos investigadores, enseguida se encuentra con que ahí fuera –en aquello de lo que se habla, que es distinto de aquello que habla de ello–, que ahí fuera no hay entes establecidos que puedan comprobar la verdad de lo que se dice (que aquí estamos acostumbrados a esta negativa, yo creo; no tiene sentido pretender que sin intervención de ninguna lengua idiomática, o lo que sea, haya ya entes establecidos que puedan dar razón por correspondencia de las ideas que en un idioma determinado, vulgar o científico, se lance sobre ellos. Yo creo que de eso estamos lo bastante desengañados, si no, ya me diréis). Pero cuando esto sucede, desde luego, se queda uno desamparado; desamparado, desesperado, como es lógico que nos quedemos en esta guerra. Es decir, no podemos encontrar ahí fuera nada que vaya a darnos la verdad, que vaya a hacernos la verdad: nada, nunca; nada nunca que vaya a hacernos la verdad. Eso es... eso es contradictorio, y bueno, pues ya creo que algunas veces lo hemos dicho "Sin desesperación no hay na que hacer".
Esta desesperación y este desamparo, desde luego, es una condición, porque efectivamente ampliando lo que estos hombres dicen respecto a la conservación de una ontología detrás de las teorías cuánticas, ampliándolo, si uno sigue manteniendo esa creencia en que lo que diga va a encontrar una correspondencia que le diga "Es verdad", se está equivocando y está contribuyendo por tanto a mantener la mentira de... la mentira de la Realidad.
Lo que sucede es que en lugar de apelar a Natura, a lo que está fuera, para que dé o no dé razón de lo que dice, la mayor parte de los físicos (cuánticos también) se desentienden de la ontología o, más bien, la han sustituido por el 'éxito'. Porque evidentemente la teoría no puede esperar encontrar un acuerdo, una respuesta, una prueba, en aquello a lo que se refiere. Pero desde luego eso no le impide... no le impide ser cada vez más precisa y fructuosa en cuanto a predicciones, en cuanto a preparación de los experimentos con un éxito creciente de probabilidad, y de ahí pasando a las aplicaciones prácticas o técnicas, de las que todos tomáis parte, disfrutáis o lo sufrís ¿no? eso sucede, y en Realidad lo que se da en la mayor parte es una sustitución: el abandono de una idea de Natura, evidentemente falsa, no es un simple abandono, queda sustituido por una especie de Fe en que el éxito puede ocupar su lugar. No hay por qué... no hay por qué preocuparse de la verdad cuando uno tiene el éxito de la predicción.
Esto, dicho así, un poco deprisa, tanto que el día que viene...
- Lo miraremos.
AGC - ... tendré que volver a repetir, porque ahora se ha hecho muy tarde. De manera que ahí lo dejamos y volveremos sobre ello, si nos dejan, si el Señor no se opone demasiado, dentro de siete días.