26.08.2014

Tertulia Política número 116 (12 de Marzo de 2008)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


  • La falsa costitución de uno, manifestada en la toma de decisiones.
  • Las contradicciones, como dándose en los estratos del Alma.
  • Los mecanismos de la lengua explicando el funcionamiento de lo subcosciente.
  • Equiparación de moral y conveniencia técnica.
  • El arrepentimiento como caso de paso al límite en lo personal.
  • Los Señores, privados de la virtud del arrepentimiento.
  • Extensión del término “cosa” a propiedades y operaciones.  Por tanto, anulación de la división entre sustancia, propiedad y operación (sustantivos, adjetivos y verbos).

 

[mp3]Tertu116-12-03-2008#Tertu116-12-03-2008.mp3[/mp3]

 

 

TRANSCRIPCIÓN:

 

 

Continuando con esta guerra interminable contra el Poder, contra la Realidad, vamos a proceder a una labor de desintegración, que puede ser por un lado, para      empezar por de dentro, desintegración de uno, desintegración también de nosotros unos cuantos, por ejemplo desintegración de los ocasionales componentes de esta tertulia política, y que vendrá a ser también inevitablemente desintegración de las cosas, en el sentido preciso con que tratamos de emplear este término vulgar, “cosa”.  Procedemos a la desintegración porque evidentemente, la lucha contra la integración, contra por ejemplo el que uno sea uno, el que uno sea el que es y por tanto sea uno, eso es una fuerza que está costantemente imponiéndosenos, y contra la cual la rebelión tiene que ser costante. 


Por ejemplo, en una de las últimas sesiones mismas os consultaba, os proponía en conjunto, que cada uno diera su parecer, o más bien su sentimiento, respecto a la manera opuesta en que se pueden tomar eso de “el nacimiento”, la fecha del nacimiento, falsa, que pretende ser del uno, y la fecha de la muerte, fija, sabida.  Os preguntaba por vuestros sentimientos respecto a esa contraposición, y la manera absolutamente distinta de sentir lo uno y lo otro, de sentir la muerte-siempre-futura por un lado, y de, por otro lado, perderse en el nacimiento, y el descubrimiento de que ese nacimiento se pueda referir a uno; a uno, nunca: uno no nace, como estábamos viendo en esa ocasión.  Os estuve un rato consultando y preguntando para que manifestárais vuestros sentimientos, y claro, aunque en este caso no se trataba de una votación (justamente esta tertulia política, como está contra el Poder, está contra su forma más actual, que es la Democracia, fundada en la votación y en la representación), sin embargo os hacía la pregunta como dando por supuesto que cada uno iba a dar “su” sentimiento; lo cual, dicho de otra manera, implica que cada uno es cada uno.  Ahí tenéis pues el punto al que se dirige el intento perpetuo de desintegración: no puedo consentirme, no podemos consentirnos, seguir pensando que efectivamente nadie de vosotros, ni de otros, pueda efectivamente manifestar su parecer, su sentimiento, su opinión, respecto a la cuestión que sea, como si fueran suyas, una propiedad suya, de uno.  Porque si eso fuera así, sería que uno estaba hecho del todo, estaba bien hecho; y si se diera el caso de que uno estuviera bien hecho, y que por tanto los conjuntos de unos, como esta tertulia misma, estuvieran de alguna manera cerrados y fueran contables, entonces, como ya sabéis los que me acompañáis, no habría nada que hacer; entonces no hay nada que hacer.


Tomar esa actitud es exactamente tomar el partido de la muerte, dicho de una manera un poco melodramática, pero justa: es tomar el partido de la muerte el creer que uno está hecho del todo, y que por tanto es él el que piensa, siente, opina, tal o cual cosa.  Esto no es así: la observación más elemental lo muestra, pero conviene irlo sacando aquí a la palestra una vez y otra; es elemental. 


Ante cualquier decisión por ejemplo, uno nunca es uno; por ejemplo, cuando uno se encuentra ante dilemas, decisiones, de ese tipo tan notable como son por ejemplo “votar o no votar” en unas elecciones; o peor todavía: votar a derechas o a izquierdas; cuando uno se encuentra ante la necesidad de tomar una decisión ahí.  O si queréis de otro tipo, cuando uno está una tarde, una noche, ante la decisión de irse de bureo, como Don Tadeo, de irse de putas o de no irse de putas. Ese es también otro caso de decisión estrema, y conviene ver lo que pasa en un caso o en otro. 


Lo único normal, lo único que reconocéis conmigo como normal, es que hay en uno, uno que decide que sí, que por qué no, que por ejemplo en el segundo ejemplo: “tengo ganas, tengo dinero, tengo tiempo libre, y, ¿por qué no?”.  Y en el primer ejemplo: “¿por qué no?: es la elección que se me da, no hay otra; se me dice que esa es mi manera de participación en la costrucción o destrucción de la Sociedad, y por tanto, ¿por qué voy a despreciar ese arma?”.  Y al mismo tiempo (no antes ni después, sino al mismo tiempo), hay uno que no se lo cree y no está de acuerdo, hay uno que no se traga los razonamientos respecto al irse de bureo, no se los traga, y que por tanto opta por no; muestra una resistencia, una repugnancia a irse a eso de la compra-venta del amor, irse de putas, no puede, hay algo en él que le retrae de eso, y tiene una repugnancia, muy experimentada a través de los Medios, de sufrir muchos pantallazos televisivos, una repugnancia que se le ha criao respecto al juego de los Políticos, y al juego de las Elecciones, y dice: “de eso nada; ahí no se entra para nada; en eso no me meto yo”.


Y os enumero dos unos nada más; porque ya me podéis acompañar y seguir enumerando otros unos que tercian en el asunto.  Por ejemplo, para el segundo ejemplo del irse de bureo, pues hay uno que a lo mejor lo que le pasa es que lo que le prohíben, lo que le parece que es pecado, es lo que tiene que hacer, eso es lo que hay que hacer; a falta de otra regla, dice: “bueno, yo no sé si hay que ir o no hay que ir, pero puesto que está prohibido, puesto que es pecado, pues allá voy”. Este es un tercero todavía.  Y lo mismo en el caso de las elecciones y en cualquier otra cosa.  Bueno, lo pongo como ejemplos así muy sencillos y evidentes, pero que nos muestran yo creo claramente que uno no es uno en ningún momento.


En el caso de esta tertulia misma, se podría suponer que hay algunos que se podrían llamar fieles o muy identificados conmigo: mentira: cualquiera de ellos que cogierais, de los más fieles e identificados, encontraríais que, o por lo más alto o por lo más bajo, tienen resistencias contra el dejarse llevar, y contra que tenga que ser yo por ejemplo, o cualquier tipo, el que más o menos le indique las cosas, cuando él es muy quien para descubrirlas por sí solo, por ejemplo.  Mientras hay otro que rechaza semejante actitud, y naturalmente piensa que cuando algo que va contra la falsedad surge, donde surja, hay que aprovecharlo y seguirlo.  O puede que haya alguno o alguna entre los presentes que venga a la tertulia precisamente en la actitud contraria de hacer la puñeta a la tertulia y a mis intenciones, es decir, aprovechar cualquier ocasión para poner pegas o distraer con respecto a lo que se está haciendo y tal.  Bueno, pues lo mismo: ni el uno ni el otro: ni el fiel ni el dispuesto a la defensa perpetua, son tampoco uno.  Al uno le surgirán simplemente muchas dudas, muchas contradicciones, que le harán ocasionalmente, pues desentenderse de mí y de la tertulia y marcharse, y el otro, por muy fiel que sea a su propósito de hacerle la puñeta a la tertulia y convertirla en una charla de cacharrería, a lo mejor se entera de algo; a lo mejor ese también se entera de algo de vez en cuando.  A todo eso se puede llegar. 


Ninguno es uno; ni siquiera en lo más alto, saliéndonos ya de la tertulia, ni siquiera el más convencido de los Dirigentes de Banca o de Empresa, o el más adicto al Régimen que podáis imaginar de los Ministros de cualquiera de sus Estados, ni ése tampoco podéis imaginarlo, a poca sensibilidad que tengáis, como uno, firme, entero, siempre igual, sino lleno efectivamente de otros; de otros que están en él también, de contradictores, que en diferentes niveles del alma, pues tienden también a estropear lo que el uno predominante trata de hacer.  Espero que en esto me sigáis, y ahora me vais a decir dentro de poco rato vuestros ejemplos y vuestros pareceres respecto a ello. 


En los tiempos del viejo Régimen, con la vieja Religión (“la vieja Religión” quiere decir la que dominaba antes de haberse convertido en la triunfante, que es la del Dinero, bajo la cual padecemos hoy día nuestras pasiones), en otros tiempos eso se hacía con una división que era “cuerpo y alma”.  Es decir, por ejemplo hay algo que es “cuerpo”, vil materia, viles istintos que nos crean malas intenciones, que te mandan irte de putas, y hay en cambio un Alma que tiene una moral, y que por tanto te pone pegas para ello y que no te deja, y así en las demás ocasiones: una gran mentira.  Yo creo que ya con los ejemplos veis que eso no es así: las contradicciones no son nada de “cuerpo”, que el pobre no tiene nada que ver con el asunto, el pobre esclavo, sino de diferentes estratos del Alma, es decir, diferentes istancias de la Organización Burocrática del Alma, o sea, lo mismo que en la Organización Burocrática de fuera; todo eso juega dentro de los diferentes estratos.  En los diferentes estratos hay lo mismo que veis en la Administración Pública, que podéis ver que en un momento dado, pues hay unas colisiones y desacuerdos entre el Ministerio de Fomento y la Empresa Costructora N, y eso da lugar a roces, o incluso dentro de un mismo Ministerio, entre las órdenes recibidas en lo más alto, en el despacho del Ministro, y las maneras en que los funcionarios de segundo y tercer rango se toman esas órdenes y las convierten en otra cosa distinta. Es así.  La ordenación social es lo mismo, y las contradicciones se dan siempre así, dentro de la organización, social o anímica; todo sucede dentro de los estratos del Alma.


A este propósito, para que sigamos usando con precisión el término “alma”, que está bastante desusado, pero que aquí hemos tratado de recobrar para darle un sentido preciso, tengo que recordaros a los que estabais conmigo ese día, hace ya bastantes sesiones, que el que no tiene conflicto ninguno consigo mismo es aquel al que pertenecen el cuerpo, el Alma, y todo lo demás, el que trata de estar representado por el nombre propio, el Fulano de Tal; ese no tiene contradicciones ninguna, no tiene una Organización Burocrática de ningún tipo, no tiene ningunas luchas internas entre los varios estratos. Ése lo estuvimos persiguiendo, lo seguiremos todavía persiguiendo, como el núcleo de nuestra maldición o esclavitud, el núcleo último, y lo identificábamos con la muerte; y si recordáis los que estabais conmigo, ante la cuestión del miedo, hacíamos notar que, miedo de la muerte futura, el que lo tiene es él mismo, precisamente porque está costituído por la muerte.  Uno se costituye cuando le anuncian “te vas a morir mañana”: muerte futura; y esa es efectivamente la costitución del Nombre Propio, de esa entidad, que esa no tiene contradicciones, no tiene azares, ni baches, ni fluctuaciones, por la sencilla razón de que ése no existe, no es propiamente una cosa.  Sobre lo cual, aunque ya le estuvimos dando vueltas, volveremos ahora en cuanto os deje un rato correr la voz.  Ése no existe, no es una cosa como lo son Alma, cuerpo y todo lo demás, y por tanto está exento de contradicciones; es un ente puramente ideal, que no hace más que tener sometidos eso que se llama cuerpo, eso que se llama alma, en todos sus estratos, pero que él no padece las contradicciones, dudas, que al alma de cualquiera le asisten.  Esto era para esclarecer las cosas respecto al empleo del término “alma”.


 Volvemos al lenguaje vulgar, aquí como en lo demás, ¿eh?: nos olvidamos de “psique”, y de las demás cosas que por desgracia han tenido su uso en diferentes disciplinas, no voy a decir del alma, pero tomadas de esas maneras, y cuyo desmoronamiento en contradicciones diversas he tratado de mostraros con los ejemplos.


De manera que, antes de que volvamos sobre esa cuestión de que uno, en cuanto siendo el que dice su Nombre Propio y nada más, no tiene contradicciones, pero sus posesiones, el alma y el cuerpo, sí, antes de eso os dejo ya correr la voz, para que me digáis tanto vuestras propias contradicciones con lo que he presentado, como también vuestras experiencias, en terrenos de la vida corriente sobre todo, más o menos relacionados con esto.  Así que adelante. También, si he sido demasiado rápido o tajante, pues ya podéis hacer para que la cosa se haga un poco menos rápida y tajante.  A ver.


- A mí lo que me parece es que cuando estoy en esas contradicciones, las contradicciones me pasan a mí.  Entonces, yo no sé si estoy demasiado identificado con mi nombre propio.


- Sin embargo a tí, como nombre propio, no te puede pasar nada, porque no tienes la condición de existente; no eres cosa, y sólo a las cosas les pasan cosas; sólo a las cosas les pasan cosas, pero te parece que te pasan a ti.  Pero la falsedad está clara, porque dices: “ es a mí al que me pasan esas dudas, esas contradicciones, esas luchas”; e inmediatamente habría que decirte: “¿y quién eres tú?; ¿de quién estás hablando?; ¿a quién te estás refiriendo?”.  Si en cambio hemos reconocido que la condición del alma es el sometimiento a ese dueño superior, inexistente, en ese caso entendemos bien que, para completar la falsificación, esas pasiones del alma se quieran presentar como mías, como pertenecientes al nombre propio de Fulano de Tal.  Pero seguid intentando aportar dudas, que son los medios de aclaración.


- ¿No habría tal vez dos tipos de dilemas, uno en el que dos opciones positivas se le plantean a quien sea, y de alguna manera una prevalece sobre otra, y otra que es como los primeros dilemas de los que has hablado, en la cual hay una opción, y la otra es sencillamente la negación de esa opción, en la cual parece que la contradicción está más viva?  En la primera sí que se podría hablar de una identificación del que la sufre con un nombre propio, pero en la segunda ya no tanto.


A-Sí, si fuera una pura negación, así sería.  Yo os he presentado los ejemplos de tal forma que no era así: cada uno de los unos dentro de uno justificaba su posición a su manera; o sea, no negaba, el uno y el otro: uno tenía razón para irse de juerga, tenía sus razones, pero el otro tenía sus razones para no irse de juerga, y así en todo lo demás.  No se cumplía la condición que has dicho.  Si efectivamente se tratara de decir simplemente “no”, pues claro, estaríamos saliéndonos de la Realidad, como cuando se dice “no” simplemente y de una vez.  ¿Qué más?


-La contradicción de votar o no votar por ejemplo que ha salido.  Se toma una actitud, la que sea, en este caso por mi parte, votar, pues me quedo contenta, me quedo bien, o me quedo relajada, o me quedo.....Ya está.   Pues no: aquello sigue ahí como diciendo “si es que es un asco esto de votar”, por ejemplo; a pesar de haberlo llevado adelante.  Y se queda como insatisfacción, disgusto, a pesar de......No se resuelve la contradicción por tomar una decisión.


A-Bueno, se resuelve de hecho: se hace lo uno o se hace lo otro.  Y tal es nuestra costitución, nuestra miseria, que con lo uno y con lo otro podemos tener el premio además de quedarnos, como dices, relajados y a gusto.  Uno de nosotros se queda a gusto, puesto que ha decidido por fin votar de una vez; pero el otro de nosotros no se queda a gusto, y en cambio se queda a gusto si ha decidido tomar la decisión de no votar, por las razones contrarias.


Fijaros bien que para que hubiera una pura negación en el sentido que tú proponías antes, habría que no saber qué quiere decir “votar”, habría que caer de fuera de la Realidad.  Para negarse a la contradicción, habría que negarse antes al significado: no haber leído un periódico, no haber visto un aparato, no haber oído a ningún político ni a ninguna comadre de alrededor: no saber qué quiere decir “votar”.  Una condición difícil, ¿no?, como reconocemos.  Nuestras almas no suelen darse en esas condiciones.  Más, por favor.


-Digo que los dos ejemplos que has puesto tú efectivamente requieren una especie de voluntad de hacer algo o no hacerlo. Pero es que la mayoría de las cosas que nos acontecen, o que hacemos, parece que no tomamos las decisiones, sino que las decisiones nos toman a nosotros.  Es como si realmente, desde pequeños, se nos enseñara una especie de automatismo, que consiste en que no nos demos cuenta de que decidimos, sino que son las decisiones las que parece que nos toman a nosotros.


A-Por ejemplo......
-Cualquier cosa de la vida.
A-Por ejemplo.....
-Hay que hacerlas porque hay que hacerlas.
A-Sí, sí, no, no: que un ejemplo.
-Levantarse por la mañana, acostarse por la noche.


A-Levantarse por la mañana el ciudadano fiel, donde predomina eso que se llama “el deber”, y se levanta; un ciudadano no tan fiel como nuestro amigo Chicho, que decía “hoy no me levanto yo”.  ¿Y qué pasa con ese ejemplo?


-Que no hay una actitud determinada, no hay una () del sujeto.
A-¡Oye, no, en ese ejemplo, sí!


-Estás diciendo que parece que hay uno que tiene que tomar decisiones; y de hecho parece que sí, en situaciones como si dijéramos importantes, casarse o no casarse, votar o no votar, ir de putas o no ir de putas.


A-Levantarse o no levantarse, que es lo que has dicho.
-Hay una serie de cosas que están por debajo del nivel de la conciencia.
A-Por ejemplo, el levantarse o no levantarse.
-O cualquier otra cosa, yo que sé.


A-Ah, esa no vale ya.  Desde luego, la decisión de levantarse de la cama, según manda uno de los que están en mí, o de no levantarse, según manda otro, es un caso más como el de mis ejemplos.  Busca otro.


-Pues al principio, ir o no ir a la tertulia, sí, es un acto de voluntad.  Pero luego llega el miércoles, y vas a la tertulia.  No te lo planteas.


A-Sí, dices: “¿no me estaré yo dejando llevar por una especie de rutina que se me ha intimado?”  Si uno en mí llega a pensar eso, digo: “¡no, no me voy a dejar llevar por una rutina!; ¡ni tertulia, ni nada!”.  En cambio, el otro está diciendo: “no te fíes de eso, porque la costumbre es efectivamente algo que se puede respetar, y no tiene por qué convertirse en algo automático, así que vete a la tertulia”.  Busca otro.


-Estás recordando aquellas láminas que nos enseñaban de niños, que por un lado el diablo de tecía: “¡no hagas esto!”, o “¡haz esto!”, y el ángel te decía: “¡no hagas esto!”.  Era un desdoblamiento, que desde pequeñitos teníamos al demonio y al ángel diciéndonos “haz esto, haz lo otro”.


A-Bueno, si no te viene ningún ejemplo contrario, vamos a seguir.  Mira a ver si se te ocurre alguno.


-Tengo que terminar de hablar esto.
A-¡No, no, si no se te ocurre ninguno, nada!
-Sí, sí, cualquier cosa, te he dicho.


A-¡Pero si ninguna vale, de las que vas sacando!  Bueno, luego seguiremos recogiendo tus ejemplos.  Más, por favor.


-Quería volver a lo del votar, porque ha salido que habría que no saber lo que es votar para que a uno no se le planteara la decisión; y entonces es que parece que cualquier cosa que uno no haga, pero que sepa lo que es, sepa el nombre, sería una decisión, y a mí me parece que eso no puede ser.  O sea, es que los ejemplos de lo que uno no hace pueden ser infinitos.  ¿Yo he decidido por ejemplo hoy no ir al cine, o no ir al Retiro.........?   Por decir sitios a los que podía haber ido.   ¿Todas esas decisiones las he tomado?


A-No necesariamente; pero es que ya sabéis que aunque las cosas sean, no vamos a decir aquí “infinitas”, para no pecar de inexactitud, porque como sabes son simplemente incontables en el sentido de que siempre surgen otras nuevas, aunque eso sea así, desde luego, a través del caño de uno, con su cuerpo y su alma, pues pasan unas cuantas, en un trance diverso.   A lo mejor si no te has acordado para nada, se te ha olvidado qué es el cine, pues no.  Ahora, si te has acordado de que hay cine, ya viene el trance.


-Que te acuerdes de que hay cine quiere decir que se te plantee la posibilidad de ir, como se te puede plantear la posibilidad de ir a votar.  Vamos, pero yo creo que no hace falta....


 A-“La posibilidad”, “la elección”.  ¡Sigue, sigue!


-Que a mí no se me plantea la posibilidad de ir a votar.  Yo no sé si sé lo que es votar o no, pero vamos, yo creo que no he tomado ninguna decisión al respecto.


A-Antes, tal vez: antes de hoy, antes de antesdeayer.


-No sé, yo no recuerdo habérmelo planteado eso.  Mira que yo me planteo decisiones muy tontas, y con otras cosas sí, como irse o no irse de juerga, ir o no ir al cine.  Pero lo de votar....  O otras cosas que sé lo que son.


A-Has nacido en este Régimen; por fuerza tu educación implica que has aprendido qué es eso, qué se hace; en algún momento, de niña, has tenido que tomar una actitud de decir: “eso me repugna; ni me entero”.


-No irse de viaje a la China: ¿eso, es una decisión también, positiva?


A-Hombre, has estado sometida a eso, sí; lo ves, las Agencias te lo ofertan, no puedes menos de introducir un rechazo espreso, ¿no?  Aunque la tentación sea muy floja (hay que reconocer todos los diferentes grados), pero algo de rechazo tiene que haber....


-O sea, es algo así como que cualquiera de los productos que ofrece la Realidad, que algo te tienta.


A-Pa eso están, eso es el truco de la elección.   La elección de productos es lo que rige de esta manera tan esplendorosa en el Régimen que hoy padecemos.  En otras palabras: la implicación de estos Organismos Burocráticos del Alma en los Organismos Burocráticos de la Sociedad es tal, que no puede uno separarlos así por las buenas.  No hay Almas separadas: las almas son sociales, lo mismo que, como veremos, tampoco las cosas en general, aunque separadas, están separadas de verdad.  Pero sigo recogiendo más....sí.


-A mí me parece que toda opción o contradicción que se plantea sobre eso de la Realidad, no deja de ser una opción positiva.  Es decir, yo decido que no voy a la China, pero la posición no es si voy o no voy; la posición es si voy a la China o hago todo lo que no es ir a la China.  Seguramente mejor es quedarme en mi casa estudiando.  Y de alguna manera uno está decidiendo.  Y yo esto lo opondría a uno que coge el coche, va conduciendo, y se duerme, que ahí yo creo que sí que no decide nada; cuando se duerme, yo creo que no.


A-¿Qué les parece a los demás?  Este es un buen ejemplo, Isabel. 


-Que ellos decían que sí, que se sueñan cosas de la vida cotidiana, y que puede haber efectivamente sueños muy reales, que además han podido estar en contacto con cosas cercanas, con anuncios que has visto de esas ofertas, se puede soñar.


A-Bien, eso es lo que estábamos hablando antes, y está bien ilustrado. Respecto al caso de que uno va conduciendo, y se duerme.


-A mí me ha pasado eso de llevar ya varias horas conduciendo y sentir ya el cansancio y que te va venciendo el sueño, y sentir por un lado la atracción de decir “bueno, pues ahora me quedo dormido”, y por otro lado pensar “pero como me quede dormido, la lio”.    Es como un poco decisión, ¿no?


A-Bueno, tú has estado, y tal vez se te ha planteado la cosa en un nivel tal vez más cosciente de lo normal.  Lo has planteado, si no en el nivel de la conciencia, cerca.  Él te podría decir que puede darse un caso en que no se ha planteado nada: que se ha quedado dormido.


-Entonces la pregunta que están haciendo no tiene sentido


A-Bueno, sí, que parece que ahí no ha habido opción, dice él.  No habría habido opción si no fuésemos aquí, entre las muchas cosas que somos, sicoanalistas de verdad, fieles a Freud.  Porque en ese caso, las capas del Alma, como es natural, se nos hacen múltiples, se entra más a fondo, y efectivamente: ¿cómo vamos a negar que en el subcosciente (no digo “incosciente”, pero en las zonas subcoscientes del conductor), algo ha estado jugando, por ejemplo hasta una tentación de suicidio, que en el nivel cosciente no se manifestaba, pero que subcoscientemente ha estado jugando, y que precisamente ha impedido que la decisión se planteara a nivel cosciente, donde estaría perdido?.  Porque las almas son así, están hechas, aparte de los niveles coscientes, de la subcosciencia acumulada.


Lo otro no, ¿eh? Lo no cosciente de verdad, eso ni es del alma ni nada.  Eso es como el cuerpo, queda fuera.  Pero las almas están hechas de muchos niveles subcoscientes, aparte de la conciencia; conciencia en la que también se dan sus niveles, como en el ejemplo de Mario, donde la decisión de pararse a dormir o no pararse a dormir se plantea a niveles semicoscientes.


-A mí me parece que lo que pasa es que uno decide, pero no decide lo que se cree que está decidiendo; decide otra cosa, que vete a saber qué es.  Pero yo no creo que uno decida lo que cree que está decidiendo: se decide, pero vete a saber el qué.  Yo no creo que cuando uno vaya a votar o a no votar esté realmente decidiendo si va a votar o si no va a votar.  Va a votar o no a votar, pero lo que se está decidiendo, yo no creo que a uno le llegue nunca a la conciencia, justamente.  Yo creo que se decide en otro sitio eso, que a nosotros no nos llega.


A-¿Pero qué es lo que estás decidiendo entonces?


-Pues yo qué se, igual se está decidiendo darte un paseo, o salir de casa, o vete a saber el qué, pero no votar o no votar.


A-Eso también lo puedes decidir coscientemente.


-Claro, pero cuando coscientemente decides eso, lo que estás decidiendo es otra cosa.  Claro que puedes decidir coscientemente ir a la calle, pero seguramente no será ir a la calle lo que estás decidiendo.


A-No, no, eso es muy compatible; no hay nada. Uno que diga: “bueno, por fin, voy a votar y de paso me doy un paseo”, esto....


-¡Ah, no, pero eso es cosciente, yo no digo eso!  Yo digo lo que me pasó a mí el día de las votaciones, que después de llevar un año diciendo  “yo no voto”, pues me levanté ese día y dije “pues voy a votar”  ¿Y qué paso?: pues que no pude votar porque no estaba censada, porque como nunca voto, no saben dónde estoy.  Pero seguro que yo no estaba pensando en ir a votar.


A-Pero esta es otra cuestión, Rosa, no es la otra que estabas planteando.


-Sí, porque es la de la decisión. Pero () porque yo estuviera decidiendo “voy a votar”, pero yo lo que estaba pensando es otra cosa, que no sé lo que es, pero no creo que fuera lo de “voy a votar”, ¿eh?


A-Estarias pensando en varias, en.......


-¿Y pasando un año entero pensando que no ibas a votar, fuiste a votar, y dices que no tomaste la decisión de ir a votar?  Tuviste que tomarla.


-Pues yo a eso no le llamo decisión, hijo.


A-Hombre, Rosa, hay que recordar lo que estaba diciendo respecto al conductor del auto.  Es que tú parece que estás contando solo con las decisiones a nivel cosciente, pero....


-No, al revés: lo que estoy contando es siempre con que lo subcosciente es lo que a uno le mueve a tomar la decisión que uno cree que toma; pero que no es esa la decisión que está tomando


A-El cosciente o uno, es el que se engaña.  Ese uno, ¿es el cosciente, o es el subcosciente?


-Uno se engaña, el que se engaña es uno, porque se cree que decide. Ahora, lo que se decide, eso no lo sé ni yo, no tengo ni idea.


A-Desde luego, uno se engaña de la manera que hemos dicho antes más radical, porque por el hecho de que el alma sea suya, quiere hacer creer que todas las cosas que saca del alma las hace él, las siente él, y es mentira, porque él no existe.  Así que el engaño es a un nivel mucho más astracto e inmediato.  Después, las decisiones se toman a diferentes niveles, y en cada nivel que se tomen, se cree que se está decidiendo lo que se está decidiendo.  A ver.


-Pero esto que está contando Rosa no es muy particular ni singular; es que sucede con mucha frecuencia que uno toma aparentemente decisiones que no son decisiones como ella dice, porque va a votar, pero ella tiene la coartada perfecta, que es que por un lado va a votar, pero sabe que no puede votar, porque no está en las listas () con dos istancias muy curiosas, porque cumple con las dos.


A-“Y la impulsa de repente, ¿qué?”


-La impulsa el decir, “voy a votar”, pero ella sabe que no puede votar; en el subcosciente sabe que no está en las listas.


A-Bueno, estáis armando lío con un ejemplo que no lo merece tanto, ¿eh?  Esto tiene que ver con lo que en la vieja Religión se hablaba de la tentación del pecado, tentación del mal, y lo que en Sicoanális reconocemos todos los días, tal como Freud nos lo enseñó, como resultados de la censura, que da lugar a otras cosas: efectivamente, uno puede en el nivel cosciente, ejercer sobre su impulso de irse de bureo como Don Tadeo (porque ha decidido que eso está muy feo, para su edad, o para sus fondos, o para su Estado Civil), y está ejerciendo esa represión día tras día, y la represión misma está desarrollando en lo subcosciente impulsos que él no puede ya controlar, y que un día lo lanzan a irse de bureo como Don Tadeo, sin más.  Y se sorprende: cuando se ve en el burdel, dice: “¿qué hago yo aquí?; ¿quién me ha traído aquí?”.  Eso, como Rosa se sorprendería al verse ante la urna: “¿quién me ha traído aquí?”  Está bien que haya salido, pero no le demos demasiado rato a esto, porque es el fenómeno este: efectivamente, la represión en el nivel cosciente acarrea impulsos positivos en el subcosciente, que de una manera o de otra pueden llevar a decisiones más o menos ocultas, más o menos repentinas; es sabido que el alma está hecha de todos esos estratos.


- Bueno, yo en este caso se me ocurría ahora pensar que no sé si lo de más o lo de menos es que vote o que no vote: lo importante es que ha decidido votar.  Otra cosa es que luego no pueda votar, pero la decisión la ha tomado.


AGC- Pero yo interpretaba (a lo mejor no es así), que la había tomado antes, subcoscientemente, y no se había dao cuenta; eso es tal como yo interpretaba el caso: que la decisión la había tomado antes de eso, subcoscientemente, pero no se había dao cuenta, y el resultado es que se encuentra camino de las urnas, y, “¿qué hago yo aquí?”


- Y que no voto al final.


AGC- Luego, te arrepentiste.  Eso tenías que haberlo contao, ¿eh?  Pero no pudiste votar, ¿no?


- Claro, luego está la cosa de que si uno decide las dos cosas, claro, alguna no hace: si incoscientemente decide que no vota, y lo asume como que lo decide incoscientemente, y luego coscientemente decide que vota, claro, evidentemente algo no sale.


AGC- El hecho de que no estuvieras en las listas es importante, Rosa; podías haberlo dicho, porque eso quiere decir que en el nivel ese, en el nivel subcosciente, no se sabe, no se sabía de listas, ni se tenía en cuenta nada de eso.   Eso aclara todavía más el mecanismo tal como lo hemos expuesto.  ¿Qué más?


- Yo no sabía por qué me producía dolor de cabeza cada vez que tenía que tomar una decisión, pero es que normalmente es muy difícil entender qué decisiones tienes que tomar, de qué estás tratando.  Y si encima metes un concepto como subcosciente y cosciente en las decisiones, entonces el lío puede ser ya fenomenal.  Claro, entonces es un conflicto tremendo.


  A-El conflicto que da dolor de cabeza es cuando quieres decidir en el nivel cosciente, más alto; cuando ése que nos rige con nuestro nombre propio quiere ser, por así decir, el juez; el juez: que se decida en el nivel más alto.  Como normalmente lo que pasa en las almas, pasa más arriba, pasa más abajo, en diferentes capas, coscientes o subcoscientes, la pretensión de que se decida a plena conciencia, a plena luz de la conciencia, eso efectivamente es un tormento que Dios inventó para nosotros, y que puede dar dolor de cabeza y cosas por el estilo.


  -No veo yo que se tomen decisiones que no sean coscientes; lo otro será hacer cosas, pero me parece un poco lioso pensar que hay decisiones coscientes y otras que no lo son.


AGC- ¿Por qué?


- Pues porque la palabra “decidir” ya implica conciencia, que lo otro es hacer cosas: voy, vengo, digo, como, hago; lo que sea, pero en el momento en que pasa por cosciencia  y por una alternativa, o por una posibilidad de decir sí o no, o sea por un recuento de posibilidades, ahí es cuando veo yo que se decide, pero lo demás.....


AGC- No, no.  Pues gracias que lo saques, Penélope, porque si no hemos todavía llegado a penetrar en este análisis, sicoanálisis, que hace ver en qué consiste lo subcosciente, no podemos seguir: en lo subcosciente se dan decisiones.  Ya sabéis que para entender el campo y el funcionamiento de lo subcosciente, lo mejor es acudir a los mecanismos de la lengua: en los mecanismos de la lengua hay decisiones, cuando estamos hablando, que se toman a nivel cosciente; por ejemplo, decido emplear una expresión metafórica, decir o introducir un insulto, decido alargar la frase, decido introducir un inciso en el que primero no había pensado, hago de este par de frases un párrafo, le aplico una tonadilla incluso a este otro párrafo, y todo eso lo voy decidiendo a nivel cosciente. 


Pero amigo, debajo está la Gramática, que va tomando decisiones de las que uno no se entera, pero que no son menos decisiones: va tomando decisiones respecto a la combinación de los fonemas tal como están regidos por las reglas fonémicas de ese idioma, respecto a las reglas de sintaxis que deben emplearse y las condiciones que tienen que reunirse para que un relativo se relacione con su antecedente o no se relacione con él, cuándo se debe concordar o cuándo no se debe concordar.....Y de eso el que está hablando, coscientemente, ni se entera; ni se entera, y sólo gracias a eso hablamos así de bien como hablamos: porque la mayor parte de todo eso que está, por así decir, “por debajo” del nivel de la frase, todo eso se juega en lo subcosciente.


- En la medida en que esas reglas de la Gramática sean fijas, ¿qué espacio queda para la decisión?  Porque si las reglas son fijas, con tales elementos se puede hacer (equis).


AGC- Las reglas de ningún idioma nunca son tan fijas; y sobre todo, las posibilidades de emplear relativo “que”, relativo “quien”, relativo “el cual”, relativo “los cuales”, van a depender de las decisiones que se hayan tomado para los nombres a los cuales los relativos se van a referir, y por tanto tiene que elegirse una regla de concordancia más o menos fija.  Pero además, lo más maravilloso de todo es que como las lenguas nunca están bien hechas, los idiomas, por eso mismo, como las demás cosas, cambian, y las decisiones de cuándo y cómo las reglas de un idioma deben cambiar se toman en un nivel subcosciente: es pueblo-que-no-existe el que decide que se van a abandonar tales reglas gramaticales o que se van a introducir otras, y como resultado de ello al cabo de un siglo la sintaxis, la fonémica de una lengua, habrá cambiado; y nadie, nadie a nivel cosciente, ni Académicos ni nadie, ha tomado ninguna decisión: se han tomado a nivel (subcosciente).  Hasta eso, hasta las decisiones para cambiar las reglas.


- ¿Y las cosas también deciden?


AGC- Sí, a eso tenemos que venir ahora, en el rato que nos quede, que me temo que se nos va haciendo algo tarde.  Voy a recoger por tanto ya respecto a esto lo último.


- Entiendo, más o menos, lo que acabas de decir de las decisiones de la lengua, pero ¿sería aplicable la misma palabra, “decidir”, en un caso que en otro?  Antes estábamos hablando de decisiones con un aspecto de sujeto, moral, de responsabilidad; parece que la palabra no debería ser la misma.


AGC- ¿Por qué?  Es el mismo trance.


-Porque algo está decidiéndose digamos de una forma maquinal, sin conciencia, y otra, nos hacemos la ilusión de que depende de nosotros, de que hay una conciencia, de que se puede elegir, y a eso le llamamos “decisión”.  No creo que sea lo mismo.


A-Es el mismo trance.  El hecho de que en las decisiones predomine la condición moral, eso son cuentos de nuestros superiores, y del superior de nosotros mismos, que tiene que creer en moral.  Porque después de todo, la diferencia entre una consideración moral para tomar una decisión, o una consideración de conveniencia, de conveniencia técnica, son lo mismo.  ¿Qué más da, si después de todo las reglas morales vienen a ser eso, vienen a ser las de conveniencia adoptadas?


-Pero había opciones, y en lo maquinal del lenguaje parece que no están esas opciones, en el que habla.


A-Sí, sí: conveniencia técnica: se toman las opciones técnicamente convenientes; técnicamente convenientes en el nivel gramatical.  Incluso en ese plano, cuando hay que cambiar las reglas, pues también: por ejemplo, si se va a cambiar el subsistema de los fonemas oclusivos de una lengua, se opta por seguir por ejemplo un ideal, que es el ideal del prisma triangular, por el cual hemos pasado del castellano viejo al español actual, que los tiene organizados en prisma triangular: una conveniencia.  No es desde luego así en absoluto la mejor manera de organizar las oclusivas en una lengua, pero es una que se ha tomado en un momento dado como conveniente.  Eso es moral; o, más bien del revés, la moral no es más que eso: la moral no es más que una cuestión de conveniencias estimadas para la convivencia, para la existencia.


-Vamos a ver si me consigo aclarar: compartiendo lo de que cuesta un poco usar la palabra decidir para lo subcosciente.  Sin embargo, sí que me parece ahora que hay ciertos fenómenos en la lengua que me llevan a la conclusión de que quizás el subcosciente lo que hace es apartar de sí cosas que......quiero decir, tomar decisiones y escoger aquellas opciones que son menos costosas.  ¿Qué quiere decir “costoso”?: hacer en base a la conciencia.  Pongo un ejemplo: en español normativo, compartido por los escolares, se dice “el chico a quien llamaste ayer”, o “el chico al que llamaste ayer”.  Sin embargo es mucho más corriente oír cosas como “el chico que le llamaste ayer, tacatacatacatacatacatá”.  Pero que decía esto porque me parece a mí que hay que tomar una decisión cosciente, o más cosciente, a la hora de elegir las primeras dos versiones.


A-Sí, pero eso está también en el plano que he dicho: si alguien hace eso, y empieza, al hablar, a encontrar más molesto, más pedante, decir “a quién” que decir “que lo”, “a quién llamaste”, que no decir “que lo llamaste”, es porque la lengua está en trance de cambiar; porque efectivamente, el hablante de esa lengua está formando parte de esta especie de Senado del pueblo-que-no-existe, en el que se están tomando a ese respecto decisiones; lo uno va  con lo otro.


-Sobre todo en un caso como “el chico que su padre se llama Luis”, que “el chico cuyo padre se llama Luis”, suena tan pedante ya esto hablando...


A-“Cuyo” está anticuado hace mucho tiempo, ya casi nadie lo emplea hablando.  Son decisiones que tienen que ver con eso.  Cuando se están cambiando los engranajes de la lengua, pues efectivamente hay algunos que resulta que empiezan a resultar anticuados, y entonces se vuelven más propios de la lengua culta, pedante, a veces poética, y en cambio desaparecen de la lengua corriente, de la lengua hablada y familiar.


Bueno, pues yo creo que con esto ya hemos ido un poco lejos.  Se trataba de animaros a que sintáis cómo es eso de los múltiples estratos u Organización Burocrática de un alma; porque aquí lo que estamos haciendo esencialmente es destruir la creencia en que uno es uno.  Hemos dado una especie de batida; habrá que darle más, pero por lo pronto, por ahí seguiremos.


Bueno, se me ha ocurrido una cosa que hemos sacado aquí o en otros sitios hace mucho tiempo, que toca esto que es lo del arrepentimiento, el arrepentirse.  Lo colocamos, no como con la decisión, antes del acto, sino detrás, el arrepentirse, el arrepentimiento, porque es una buena ocasión para que se entienda, a este nivel personal, la cuestión de paso al límite, digamos.  Es una cosa que se me había ocurrido cuando era muchacho, que eso del arrepentimiento era propia de mi clase, de la clase media, que los Señores no se arrepienten.  ¿Cómo decía aquello?......: “procure acertalla bien el Señor y Principal; pero si la acierta mal, sostenella y no enmendalla”.  Eso es la clase aristocrática, ¿no?   Y parece que tampoco la clase proletaria hace eso.


Pero bueno, aparte de clases, está el fenómeno del arrepentimiento. El fenómeno del arrepentimiento tiene su juego después de que la decisión se ha llevado al acto, y tiene su juego, un juego que más bien consiste en estorbos.  “No sirve de nada”, dice uno: “una vez que la has hecho, no vas a borrarlo”; de alguna manera hay una creencia en que los hechos son los hechos, y cuando una cosa ha entrado al reino de las cosas no hay quien la retire; aquí mismo lo hemos reconocido así: cosas están entrando más y más costantemente, pero desaparecer del todo, nunca.  Y sin embargo, habría que decir que, para que el arrepentimiento fuera virtuoso, tendría que seguir un proceso de paso al límite.  Evidentemente, si te arrepientes de eso que has hecho dentro de un año, hombre, es un poco tarde; si te arrepientes la semana que viene, ya parece que puedes tener más lugar a remediar cosas; si te arrepientes mañana, mejor; si te arrepientes esta noche, si te arrepientes al cabo de una hora, pues mejor: un arrepentimiento cada vez más virtuoso.  Si te arrepientes al minuto de haberlo hecho, pues mejor todavía; si al segundo de haberlo hecho, mejor; y así llegas al paso al límite, en que te arrepentirías en el mismo momento de hacerlo, con lo cual evidentemente la cosa sería eficaz, y se habría dado esta condición que parece que es contraria a la Realidad, lo que es muy importante tener en cuenta, ¿eh?: la realización del paso al límite.  El límite pertenece a los ideales, no pertenece a las cosas, no pertenece a la Realidad; pero evidentemente con este ejemplo veis en qué puede consistir eso del límite, extrarreal, y sin embargo el acercamiento progresivo al límite: arrepentirme ahora mismo de lo que estoy haciendo, de lo que hago, condenándome a la inacción.  Esa sería una manera de negación de todas las decisiones en un sentido y en otro, pero que evidentemente nunca se puede dar en esa pureza, nunca se puede dar el puro “no”.


A lo que quería pasar desde aquí (no sé si se nos va a ir haciendo un poco tarde para esto), era volver sobre la cuestión de “cosa”, que aquí ya hace muchos meses hemos adoptado como una especie de sustituto que elimina muchos engaños de otros términos más científicos y filosóficos que cunden por ahí, tratando de reducir todos los problemas a “cosa”.  Y aunque yo creo que le  hemos dao bastantes vueltas a entender qué es lo que podría ser eso de “cosa”, que se designa con el término más astracto de la lengua vulgar en cualquiera de nuestras lenguas, hay que volver sobre ello.


Me he dao cuenta de que es muy difícil tratar con cosas.  Yo os había dao aquí la impresión de que los científicos, los físicos, y especialmente los cuánticos, pero los físicos en general, (de los que nos hemos aprovechado de muchas muestras gracias a la diligencia y tino de Caramés, que me ha sacado tantas impresiones de entradas en la Red y de artículos), la impresión era que el término “cosa” (“chose”, “sache”, “thing”), no lo emplean mucho, no se encuentra mucho.


No es del todo así, porque el otro día Caramés mismo me paso unas partes de un enorme artículo que han sacado unos señores con los cuales ya tuvimos que ver alguna vez, que se llaman Döring y Isham, donde () con la palabra “cosa”, y pretenden que lo que ellos proponen tiene que ver con esta noción de “cosa” de alguna manera.  Lo que ellos proponen no os lo voy a contar de momento, porque yo tampoco me lo he leído todo ni lo entiendo muy bien, pero es reconocer, como lo veíamos también en el otro artículo de la Miaora Mugur-Schächter del que os hablé el otro día (20 de Febrero, n. del t.), que para la Mecánica Cuántica, para eliminar los grandes líos de la Mecánica Cuántica, no se puede contar con el mismo lenguaje que se usaba para la Física corriente, que hay que inventar, introducir, un nuevo lenguaje.  Y ellos lo proponen: estos proponen a su vez un nuevo lenguaje, consistente sobre todo en un artilugio o campo de operación al que se llama “topos”, que ha venido en los últimos años desarrollándose mucho, que evidentemente tiene algo que ver lejanamente con el topos de la Topología y con el topos del lugar, el espacio como lugar, pero que ha barrido todo eso y que ha venido a ser evidentemente un campo que si fuera un campo, sería un campo matemático más bien, respecto al cual situarse los procesos matemáticos de que se trata.  Por medio de éste es como intentan eliminar esos problemas.  Pero lo curioso es que se han acordado de “thing”; se han acordado de “thing”, de la cosa, para empezar.  Yo creo que, por lo que he podido ver por estos fragmentos, no vuelven a acordarse mucho de cómo quieren enlazar su artefacto con lo de la cosa, pero por lo menos han tenido el recuerdo insólito de este término, “cosa”, y lo han puesto en el título.  Citando además para ello una lección de Martín Heidegger, que yo, o no había leído nunca en mis años jóvenes, o se me había olvidado.  Una lección que justamente trata de eso, de qué es una cosa; en su versión inglesa, “¿what is a thing?”  No he tenido tiempo ni ganas de volver a buscar esta lección de Heidegger, pero por el estracto que dan ellos mismos, tampoco veo que nos vaya a decir nada muy decisivo: se intenta una definición de “cosa”, uno de cuyos elementos sería que tenga propiedades, algo que tiene ciertas propiedades.  Esto efectivamente los físicos lo aprovechan igual, porque ellos justamente juegan con lo de la introducción de las propiedades (o cualidades, como más bien dice Miaora Mugur-Schächter), para convertir el discurso matemático, puramente cuantitativo, en otro tipo de discurso que sin embargo de alguna manera introduzca estos elementos a los que se llaman propiedades o cualidades.


De manera que supongo que eso es lo que se les ha llamado, ese enganche con lo Heidegger, que en esa lección se esforzó en decir qué era una cosa, y acudía entre otras cosas a eso de que sea algo que tiene ciertas propiedades.  Claro, tal como aquí tratamos la cuestión, esto no vale, porque eso quiere decir que las propiedades no son cosas, si no las formulaciones no tienen ya sentido; que las propiedades no son cosas, y que las acciones u operaciones no son cosas; pero naturalmente, tal como aquí nos estamos tomando esto, eso no puede ser: las propiedades son también cosas; un girasol es una cosa, pero el amarillo es una cosa; el amarillo es una cosa, y en un nivel de astracción más alto, el color es una cosa. 


Y lo mismo que se dice de las propiedades hay que decir de las operaciones: las operaciones (entre las cuales está comprometida lo esencial para la teoría física: la operación de la medida), las operaciones a su vez son cosas.  Cuando, tratando de resolver los problemas de la medida, se trata de tener en cuenta, como cosas, tanto al observador como al aparato registrador, todavía; pero que la operación misma pase a ser una cosa, eso ya no entra en los hábitos normales de pensar.  De manera que no es por ahí; lo que entendemos aquí como “cosa”, tiene que abarcar esos distingos de propiedades, de operaciones: todo son cosas, todo son cosas de la Realidad, todo forma parte de la Realidad; costantemente cosas de las consideradas sustantivas se están convirtiendo en cualidades y en operaciones, y, al revés, las operaciones y las cualidades se están convirtiendo en cosas sustantivas. 


Todo eso se refleja en el juego de las palabras de cualquier idioma, y para nosotros aquí desde luego, cualesquiera palabras con significado de cualquier idioma que sea están refiriéndose a cosas; cualesquiera palabras con significado.  Por eso no son cosas “todo”, “nada”, “el ser”, “cinco”, porque no tienen significado; “yo”, “tu”, porque no tienen significado; “esto”, “aquello”, no tienen significado.  Todas las que tienen significado están refiriéndose a cosas, y no podemos introducir otras restricciones. 


De manera que es desde ahí desde donde tenemos que operar esta noción que abarca todo eso, que comprende dentro de “cosa” todas esas diferencias; y claro, como esto es importante, y hoy se nos ha hecho muy tarde, tendremos que seguirlo tratando dentro de siete días, si el Señor nos deja, y salvo que antes de marcharnos con respecto a esto tengáis alguno de vosotros advertencia o pregunta o lo que sea que hacer.  Que yo me marche con una cierta, no seguridad, pero confianza, en que entendéis cuál es el problema.  Si alguno todavía se estraña demasiado cuando hablo de “cosa” y planteo así este problema, mejor que me lo diga ahora, antes de marcharnos.


- Si has distinguido entre el significado y propiedades, como podías haber dicho que el significado es....


AGC- No, no he distinguido: he borrado la distinción entre propiedades con sustantividad, o entre sustantivos, adjetivos y verbos.


- A ver, toda cosa es aquello que puede tener un significado.


AGC- No, yo lo he dicho del revés: partiendo de los idiomas corrientes y vulgares, cualquier palabra con significado decimos que se refiere a una cosa.


- “Puede referirse”, sería mejor, ¿no?  Lo digo por la concreción en el acto del habla. Claro, una cosa, dices “azul”...


AGC- No, no, no, no: se refiere ya desde el diccionario, aparte del acto de habla.  Tal vez no debería haber usado el verbo referirse, para evitar ese lío: aparte de otros medios de cercar el asunto, llamamos “cosa” a cualquier cosa a la que se refiera, con la que esté en relación, una palabra con significado de un idioma cualquiera.  Y contando también dentro de los idiomas, los idiomas especiales, los científicos y otros por el estilo.


- Entonces, el significado parece que significa que está en relación con otras, o sea, que es como una red de relaciones.


AGC- Sí, en realidad no se entiende lo uno sin lo otro, lo uno está sosteniendo a lo otro; son dos ciegos, o dos cojos, que se están apoyando mutuamente, cosa y significado.  Pero así los presento, y únicamente he partido de mostraros lo que no tiene significado, y que por tanto no es cosa, como “todo”, para empezar.


- Si puede tener significado, parece que significa que está en relación con otras, o que se puede establecer relación entre ella y otras, como cuando se entra en el diccionario, y cada palabra remite en cadena a todas.


AGC- ¡Ah, sí, sí! Y además he estado diciendo más todavía: estaba diciendo cómo los verbos y los adjetivos se convierten en nombres y viceversa, y por tanto establecen esa relación que se salta la división entre sustancia, propiedad y operación.


- Cuando éramos pequeños y jugábamos a “veo, veo una cosita, con qué letrita”, decíamos: “con a, “azul”, o “amarillo”, los niños considerábamos cosas los colores.


AGC- Sí, no era frecuente, pero se podía hacer.  Ahora te lo voy a decir: con t: “tonto”.  “Tonto”, que es también una cualidad.


- Yo creo que entender el azul o el amarillo como una cosa, es una forma de cosificar el adjetivo de la cosa, es decir, el azul es la propiedad de la cosa, y en inglés el término “thing” es un término mucho más relativo a las cosas en el sentido más cotidiano.


AGC- Claro, claro, tú lo estás diciendo defendiendo la actitud normal en español y en inglés, que es contra la que aquí estamos: hay que ampliar, no hay motivo para restringir en ese sentido la noción de “thing”, la noción de “cosa”.  El amarillo, con el artículo, es una cosa ya de segundo orden; “amarillo”, “tonto”, eso son cosas que uno puede ser; eso son cosas que uno puede ser, la gente lo dice así; son cosas que uno puede ser: amarillo son cosas que puede ser un girasol, tonto es cosas que puede ser una persona, y ya está. Sobre todo, que aquí lo que hemos dicho es que  establecer la distinción esa de las cosas sustantivas respecto a las otras, no ayuda, sino que produce grandes líos, ¿no?  En este sentido va lo que hoy dejo empezao nada más, que es el tratamiento de “cosa”.


- La propiedad “ser mayor que”, ¿es una cosa, o no lo es?


AGC- “Ser mayor”, sí.


- O sea, las propiedades de ser mayor o ser menor; la relación “ser mayor que”, o “ser menor que”.


AGC- Las relaciones pueden convertirse en cosas; vamos, son cosas, las relaciones son cosas: la mayoría de edad, la diferencia de edad; hombre, todo eso son cosas, que tienen esa condición de que en el idioma, por ejemplo en este, se producen por enlace de más de una palabra.  Pero también eso: las relaciones, sintácticamente espresadas, tenemos que incluirlas dentro de “cosas”.


- Para terminar esto de lo del “veo, veo”, lo más llamativo en un niño ya un poquito mayor, de siete u ocho años, con la “a”, dijo “algo”. Entonces, la relación entre “algo” y “cosa”, a mí se me.......


AGC- Se equivocó; pero por fortuna, Isabel, te lo has inventao en este momento.  Bueno, y una vez que nos encontramos con esto ya nos despedimos, y eso, si nos dejan de lo alto, seguimos tratando de “cosa” con el debido detenimiento. ¡Ale, salud!


- ¿Y el Miércoles Santo vamos a venir aquí como si tal cosa?


AGC- Claro, se ha hecho siempre.  No hay más remedio: el Miércoles Santo vendremos aquí a participar los que estemos en la Pasión, a nuestra manera.