19.03.2008

Tertulia Política número 117 (19 de Marzo de 2008)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

  Tertu117-19-03-2008#Tertu117-19-03-2008.mp3

 

 

TRANSCRIPCIÓN:

 

 

Ya recordáis los que estabais conmigo que la nueva indagación insistente acerca de las cuestiones de verdad, tanto referentes a Realidad como referentes afuera de la Realidad, nos había traído a este afán de “definir” –digamos, entre comillas- con precisión qué es una cosa. Y a eso vamos a seguir, pero antes me parece que será bueno que nos preguntemos un rato, y os preguntaré enseguida, respecto a las nociones o sentimientos de ‘bueno’ y de ‘verdad’. Así que os voy a pedir enseguida que traigáis por vuestra parte ejemplos, pareceres, experiencias, de lo que consideréis bueno o muy bueno, sea en el campo que sea, de lo que consideréis verdadero, verdad, también sea como sea.


‘Bueno’ es algo que todos decimos a cada paso, de esto o de aquello, a veces ‘muy bueno’, y por eso es conveniente que investiguemos un poco qué es lo que decimos cada día cuando decimos eso, y hasta dónde llegamos y cómo podemos tomarnos esa declaración de que algo, esto o aquello, es bueno. Ya sé que es una cuestión demasiado elemental, como muchas otras que traemos aquí, pero es justamente eso lo que tal vez la hace difícil y la hace interesante a nuestro... a nuestro propósito.


Decimos ‘bueno, por ejemplo, refiriéndonos pues a algún rato de delicias, digamos eróticas o sexuales, o con cualquier otro insulto con que queráis denominarlas, pero que por debajo de todas esas denominaciones sentimos como bueno, nos parece como bueno, como muy bueno incluso. Y son por ejemplo ese tipo de situaciones las que quiero que evoquéis conmigo. También situaciones en que lo de bueno se dice de lo buena que es una persona, se habla de la bondad a cada paso de uno o de otro, de lo muy bueno, de lo extremadamente bueno que es alguien, también en ese sentido, es otro tipo de experiencias o recuerdos que también os pido que evoquéis conmigo.


Y, claro, tal vez sucede que nos encontramos con que si ahora nos ponemos a examinar esas situaciones -ratos de delicia sexual, bondad de Fulano o de Mengana- enseguida parece que se nos corta de alguna manera el hilo y que empezamos a decir “Sí, bueno, muy bueno, si no fuera que...”, “Si no fuera que esto o lo otro”. Es decir que junto a la declaración de ‘muy bueno’ inmediatamente nos encontramos con límites que de alguna manera le ponen freno en cuanto que esa declaración pueda ser total, enteramente cierta, ‘bueno’. “Era tan bueno aquello”, “Es tan bueno aquello”, o “Puede que sea tan bueno ese mismo idilio que estoy yo imaginando, si no fuera que...” en un caso y en otro: era tan bueno si no fuera que..., si no hubiera sido que... Puede que fuera tan bueno... Puede que sea tan bueno... si no fuera que hay que contar con que...


Supongo que todos, dentro de esta descripción así abstracta, estáis imaginando las situaciones concretas y las dificultades concretas que a esas declaraciones les surgen. Y yo creo que es muy... es muy importante, y tanto que os voy a pedir que sometáis a la prueba cualesquiera de las situaciones, sucesos, ratos o lo que sea, que os sean especialmente queridos, es decir que estuvierais muy dispuestos a declarar ‘buenos’. De manera que ánimos, ayudad. ¿Qué hay por ahí de bueno?, ¿qué tenéis por ahí de bueno que podáis aportar a esta indagación? Cualquier tipo de cosa. Os he dao un par de ejemplos abstractos, pero pueden multiplicarse. ¿Qué hay para alguno de vosotros que merezca de una manera preeminente considerarse, declararse, bueno? Así de simple. Sí. Deja el paso, si te parece, para que algunos un poco menos dispuestos...


- ¿Menos buenos?


AGC - ... []  se sientan obligados... se sientan obligados por el silencio...


- No, lo que te quería...


AGC - ... Se sientan obligados por el silencio, que siempre... siempre (diría yo ahora un poco en contradicción) siempre es una buena cosa. Se sientan obligados por el silencio.


- Sería bueno en ese caso que empezaran a hablar...


AGC - No, no. No, no. No.


- ... que empezaran a hablar antes que tú alguien también. 


AGC - No, no, no. Venga. De manera que, por favor, ayudad, aportad sin especial vergüenza si es verdad que eso en lo que estáis pensando es algo a lo que estáis muy decididos a declarar bueno, y si os resulta muy... muy querido por ello mismo. Adelante.


- ‘Bueno’ ¿como tendencia o como estado permanente?


AGC - Como tendencia, como estado, como rato, como algo que ha pasado, como algo que te ha pasado, como algo que te puede pasar, como algo que te está pasando ahora mismo, como algo que en general te parece bueno.


- Según [] términos psicológicos hay rasgo y estado. Hay rasgo de personas que parece que son buenas y tienden a ser “buenas” -entre comillas-, y luego hay estados en los que esa persona pues a otras personas pueden hacer algo que parece bueno.


AGC - Bueno. Gracias por tu contribución a la distinción más o menos aristotélica, pero ahora te estoy pidiendo que me des ejemplos. Ejemplos vivos de cualquiera cosa de las que acaricies en tus mientes como buena, de cualquier manera que sea.


- La víspera del polvo. La víspera. La víspera del polvo.


AGC - Yo creo que muchos no te van a entender con precisión. Así que te vas a ver obligado a explicarlo en lenguaje menos poético


- Yo creo que me han entendido más que de sobra.


AGC - ¿Qué?


- La víspera... He elegido la palabra ‘polvo’ porque choca más que cualquier otra. Es decir, la víspera de los actos lúdicos, de cualquier acontecimiento lúdico, yo creo que incluso, por supuesto, supera el propio hecho del acto en sí, cuando éste se produce, cuando éste se convierte en facto, y incluso supera el recuerdo, porque el recuerdo siempre está cargado de nostalgia y sin embargo la víspera está cargada de ilusión y de planificaciones. Ahí cada uno que ponga cada uno lo que quiera, yo he puesto el polvo como podía haber puesto cualquier [].


AGC- Eso: pon, pon; pon tú algo.


- En la propia víspera está incluido el recuerdo del último.


- Sí, efectivamente. Sí, pero hay matices de diferencia. No está cargado de nostalgia en cuanto que vas a emprender ese viaje.


AGC - Pon ejemplos tú. Que...


- Valdría cualquiera, por ejemplo, el más... el más trivial y... por ejemplo la víspera de un viaje, por ejemplo la víspera de una fiesta, por ejemplo la víspera de una boda, por ejemplo la víspera de la presentación de un libro...


AGC - Creo que a nosotros nos gustaría mucho más si dijeras “Por ejemplo, la víspera del viaje que yo iba a emprender hacia tal, me lo pasé de tal y cual manera”. Te entenderíamos mucho más todavía. Estoy pidiendo ejemplos concretos, si puedes. [] No te quiero forzar.


- Sí, ése por ejemplo: la víspera de un viaje.


AGC - No, no: no de “un” viaje, no.


- ¿Algo mío?


AGC - De éste o aquel viaje.


- Pues para mí, fíjate, yo te voy a ser concreto, para mí la víspera de un poema o de un relato...


AGC - Pero no “un”, no “un”.


- ... Es decir, cuando concibo una idea.


AGC - Estamos pidiendo que digas “este viaje”, “este poema”, “esta fabricación”, “aquella...”


- La víspera de un poema que se titula Antes que tú. Yo, cuando concebí la idea de ese poema, me sentí congraciado conmigo mismo, congraciado con el mundo y esperando no correrme demasiado pronto, es decir, no eyacular demasiado pronto el poema, porque sabía que después vendría otra etapa pesarosa en la que tenía que concebir una nueva idea, y eso me causa cierta desazón.


AGC - Y eso de que supieras ya de antemano que después iba a venir la etapa pesarosa ¿no introducía en ese estado gracioso que precedía al poema alguna perturbación?


- Sí, sí, desde luego. Por eso estoy así de tarao, claro.


AGC - Sí. Es el “si no fuera que”. Bueno, muy bien, gracias, y... por el esfuerzo. Y más, más ejemplos. Adelante.


- Sí, yo, además me sigue pasando que, por ejemplo, en la comida, cuado algo está bueno, sí me... ¡qué bueno!, ¡está bueno! Y lo uso bastante (ahora que hablamos de ello me doy cuenta), y luego también, pues una frase feliz o un chiste o un dicho afortunado, pues...


AGC - Vamos a evocar un guiso que tú recuerdes, algún plato cualquiera que fuera especialmente bueno.


- Cualquiera cuando está bueno.


AGC - No. Pero vamos a... vamos a explorar en tus recuerdos más bien que en tus aseveraciones abstractas, vamos a buscar también ahí alguno.


- ¿En concreto? Por ejemplo una naranja por la mañana cuando está...


AGC - Pero ¿qué naranja?, ¿qué mañana?


- ¿Quién anda ahí?


AGC - ¿Qué naranja?, ¿qué mañana? (Un momento, por favor: pacientes). Que yo recuerdo que la naranja de tal momento, en tal... estaba buena cuando me la estaba comiendo, cuando me la iba a comer, después de comérmela... No sé, como quieras.


- Pues a veces me ha pasao, cuando me he comido una peor, me he acordao de la otra que qué buena que estaba.


AGC - Sí: eso sucede. Y el acordarte de la otra ¿aumenta la delicia de la que te estás comiendo ahora...
 
- No.


AGC - ... o por el contrario?


- Por el contrario.


AGC – “Por el contrario”. Porque la otra era mejor.


- Sí.


AGC - La otra era mejor. Bueno. Tal vez, aunque no sea muy preciso, pero yo creo que es bastante general. Es algo que pasa también. Más, por favor. Sí.


- Para mí fue buena, muy buena, la infancia hasta los ocho años.


AGC – “Hasta los ocho años”.


- Hasta los ocho. Y yo pienso que además me alimento de ello.


AGC - Pero eso es mucho. Es mucho. Nos estás poniendo un tramo de tiempo enormemente largo.


- “Largo”. Bueno, pues digamos cuatro o cinco años, o sea, desde los cuatro o los cinco hasta los ocho años: cuatro años. En los que tenía más conciencia yo []...


AGC - Era muy bueno. Es muy bueno, ¿qué te pasaba?


- Muy bueno.


AGC - ¿Por qué?, ¿qué te pasaba?


- Pues que yo pienso que jugaba mucho, que andaba siempre por la calle, que estaba muy libre, era una personita muy libre. Y eso siempre me ha alimentado -¿no?-, el jugar mucho, divertirme, andar por la calle continuamente, el no parar nada en casa y no tener casi escuela, que los maestros paraban poco.


AGC - Ya.


- Entonces... Y andaba siempre por la calle, jugando, divirtiéndome, riendo, saltando, brincando. Y yo aquello lo recuerdo como algo... siempre.


AGC - Y que no sabías lo bueno que era. Y sobre todo no sabías lo libre que eras, porque eso lo has puesto...


- ¿Que no lo sabía?, no importa.


AGC - Eso de ‘libre’ lo has puesto ahora.


- Lo sé ahora, pero eso me alimenta también siempre ¿no?, pienso yo.


AGC - ¿Sí? ¿Sí, es así?, ¿tú crees? ¿Tú crees que no le estás poniendo por la propia -digamos- por la propia falta de ahora, le estás poniendo demasiada plenitud a aquello que estás evocando? 


- Y yo pienso que no.


AGC - Por ejemplo, cuando has dicho una cosa tan solemne como ‘libertad’, como ‘libre’, ¿que la falta... que la falta de eso ahora es que se esté reflejando como una plenitud de libertad en aquella niña?, ¿no?


- Claro, que entonces no era consciente y ahora lo soy -¿no?- de aquello. Pero precisamente el no ser consciente ahí estaba lo... ¿no?


AGC - Eso es lo que estoy persiguiendo. Es como si la felicidad de Adán y Eva en el Paraíso hubiera consistido en la falta de conciencia de su felicidad. Cosa que parece que en la versión tradicional no se presenta así: encima de pasárselo bien (mucho mejor que Dios) ‘pasárselo bien’ como animal, como cualesquiera animales bien hechos, encima razonaban, eran coscientes, lo sabían. Ahí hay una contradicción. Pero acumulo más, más... Sí.


- No, que en todos los ejemplos que han salido hasta ahora -el de la víspera, el de la naranja y el de la infancia- parece como que hay una referencia al Tiempo, y que parece que cuando se pasa un buen rato o se canta una tarde y se pasa muy bien o se tiene una buena conversación, parece que pasan dos cosas, primero que no se da uno cuenta de lo bien que se lo está uno pasando, y luego que hay como una especie de ausencia de la noción del Tiempo, parece que... que como que el Tiempo estuviera ausente de... Cuando precisamente cuando se dice que se está pasando un buen... (o no se dice, vamos, no se puede decir de hecho) pero cuando se ha pasado un buen rato, parece que cualquier cosa ha pasado ahí menos tener la conciencia de que ahí se estaba pasando un buen rato


AGC - Sí. Eso es lo que estamos ahora tratando de sacar a partir de esos ejemplos ¿no? Hay, por ejemplo, en cuanto a las delicias amorosas (por poner un ejemplo eminente) sobre todos pasa algo como lo que he dicho con la infancia de ella o como Adán y Eva en el Paraíso ¿no? Parece que es en el recuerdo cuando te lo pasas bien ¿porque te das cuenta de que te lo pasas bien?, porque cuando estaba pasando ¿quién sabe qué diablos estaba pasando, si tú no estabas allí?


- Yo, desde luego, cuando hacía pellas en el colegio sí que lo recuerdo como la felicidad ¿eh? Cuando yo iba a ir al colegio y de pronto decíamos “Hoy no entramos”, y nos íbamos... Luego igual era un rollo, pero desde luego el momento de “Nos vamos”, yo creo que ahí era... era completamente bueno eso.


AGC - Es otro tipo de bien que conviene retener: la liberación de un yugo: “Hoy no vas a la Escuela”.


- No: por sorpresa. Cuando dices “Hoy no entro”.


AGC – “No hay”, o “No entro”. Bueno, si es por decisión es un poco más complicao. Pero te encuentras por un azar benévolo que “No hay”, “Está cerrada”, en contra de lo que esperabas. Eso hay que tenerlo en cuenta también. Y no olvidemos la cuestión... la cuestión general: parece que cuando uno se lo estaba pasando bien de verdad es que uno no estaba. ¿Y eso no...? Que está ahora que lo recuerda, ahora que evoca la víspera, que evoca el recuerdo de la infancia, que evoca cualquier cosa. Ahora está claro que está uno impepinablemente y por desgracia; está uno, pero en aquello a lo que se refiere, si de verdad uno había llegado a caer en ese arrobo o felicidad, es que uno no estaba -¿no?- de alguna manera. Más todavía, por favor.  Sí.


- Entonces, el hecho de que uno se dé cuenta de que es uno, implica que no te... que no puedas disfrutar nada, a no ser que te disgregues y dejes que la Realidad entre... o que lo desconocido entre en ti, y entonces sientas, pero cuando vuelves a la Realidad vuelves a disgregarte [] o a cosificarte, y entonces ya no sientes.


- Eso no sirve para nada.


AGC - O por lo menos te pones en el dilema, porque puedes...


- Eso no sirve para nada.


AGC - ... porque puedes elegir lo contrario: puedes decir “No, no: lo bueno de verdad es aquello cuando yo no estaba”, tienes ese valor. Ésa es la otra alternativa. Si tienes ese valor, eso es otra cosa: “Eso es cuando yo no estaba: cuando mi conciencia, mi juicio, mi estimación de lo que era bueno no estaba”. Es un poco duro de tirar por ahí, pero por desgracia es casi como si fueran dos caminos que se nos están abriendo en esta indagación, y no muy compatibles el uno con el otro, ¿no?, no muy compatibles. ¿Qué más? Sí.


- El otro día haciendo un...


- [No me oye]. Me voy a largar.


AGC - ¿Perdón? Ah, es que no te he visto antes.


- Ah, ¿no me has visto antes?, si lo pedí la primera.


AGC - No: perdona.


- No, no, no. No.


AGC - Perdón: adelante.


- No.


AGC - A ver, Isabelita, habla.


- No, no: ella.


AGC - Isabelita, habla.


- No.


AGC - Bueno, pues Penélope. Pues Penélope: habla.


- El otro día, haciendo un guiso de carne (hablando de comida), que yo estaba en casa estudiando y puse el guiso a hacerse, y era un guiso que era de cocción así muy larga ¿no? Y, bueno, pues cada poco iba a mirar a ver cómo iba, y cómo iba cambiando, y fue una sorpresa, un gozo así muy inesperado el ver que aquello estuviese haciéndose por su cuenta y yo por mi cuenta estudiando. Como una compañía muy gozosa, muy inesperada ¿no? Y, bueno, pues me pareció bueno.


AGC - De todas formas...


- Y estaba muy rico.


AGC - ... De todas formas le hacías algo de favor al guiso ¿no?, porque tú algo habías puesto allí para que marchara tan bien ¿no? Tal vez habías combinao bien los ingredientes, calculao bien el tiempo, ¡qué sé yo!, ¿no?


- No, pero lo de que fuese bien o no, eso al final, al probarlo... 


AGC - Bueno, luego lo abandonaste y funcionaba bien.


- ... Pero, no, no. El hecho de que aquello estuviese haciéndose allí y...


AGC - Bueno, hay que decir que el hecho de que las cosas funcionen bien es para cualquiera un gozo. Tú lo dices con respecto a tu guiso, pero uno lo puede decir con respecto a sus piernas y a su respiro y a cualquiera cosa de esas que dicen que forma parte de uno -mentira, pero que se dice que forman parte de uno ¿no?-, el simple gozo de funcionar bien, de que funcionen bien solos -solos- sin que nadie los mande: los pies te llevan; los pies te llevan, los pies te danzan, las manos te vuelan, el corazón marca un buen ritmo; todo eso se puede contar como ejemplos de gozo ¿no?, como ejemplos de cosa buena, salvo que haya algún inconveniente luego. ¿Qué más?


- ¿Ya?


AGC - Sí.


- ¿Tengo ya permiso? Gracias. Pues, no, una tarde de verano que tenía mucha sed y un vaso de agua fresca, y de repente me paré cuando estaba pasándolo lo mejor, cuando yo decía “Qué bueno es esto”, y me paré, porque el inconveniente me lo ponía el propio agua. El agua me estaba quitando la sed y yo no quería quitarme la sed.


AGC - ¿Te paraste a medio trago?


- No: bebí la mitad, porque me parecía que se acababa el placer o el deseo con la propia satisfacción. Y entonces me hubiera gustado seguir teniendo sed. Yo decía “Qué buena es la sed”.


AGC - [Fluías] en un dilema ¿eh? O...


- No lo sé. Es una cosa perdida que tengo en el recuerdo.


AGC - O disfruto del agua o disfruto de la sed, porque de las dos cosas parece que no puede ser: algo así.


- Vamos a ver, lo que quiero... La sed y el agua es al mismo tiempo lo mismo, son caras de la misma moneda. Y el inconveniente...


AGC - Desde luego, efectivamente...


- ¿Puedo terminar de hablar?


AGC - Ah, claro, claro.


- Quiero decir... quiero decir que bueno, bueno, las cosas buenas (como tú estás diciendo que se diga ‘lo bueno’ y al mismo tiempo ‘a no ser que’: el inconveniente, el obstáculo del ‘a no ser que’) yo te diría que solamente de las cosas aquéllas que el inconveniente o el no se sabe qué depende del mismo objeto de la consumición de eso, o de por ejemplo -estoy hablándote de las comidas, del cocido madrileño o del agua en La Serena aquella tarde ¿no?, en una tarde de verano calenturiento-...


AGC - Solamente...


- Es de sólo de eso de lo que se puede decir ‘es bueno’. Porque todas aquellas otras cosas que dependen de la voluntad de los demás, del paso del Tiempo, de las inconveniencias del placer, etc., etc., todas esas cosas en las que intervienen la voluntoriosidad de los sujetos -sea yo o sea otro- no se puede decir nada de eso que sea bueno, de eso lo más que puedes decir es que no es malo. Es decir, hay... yo distingo entre lo que es bueno, bueno, y lo que no es lo malo.


AGC - Bueno, []. Desde luego, tu ejemplo no se ajusta mucho a lo que has... a la teoría que has desarrollado, porque aparece ahí el inconveniente... el inconveniente era de que...


- El inconveniente lo pone la cosa, y eso...


AGC - ... la satisfacción misma del agua es lo que ponía...


- Lo mismo que cuando uno está en una situación de delirio amoroso sabes, prevés, que se te va pasando la sed, y es...


AGC - Sí, sí. Digo que no se ajusta mucho a la teoría posterior ¿no?


- Pero si la teoría será la tuya. Yo te digo el sentimiento. Agustín, te estoy diciendo el sentimiento...


AGC - Ya, ya, pero es que has hecho después una teoría también.


- ... de las cosas que pueden ser intrínsecamente buenas. Por lo tanto, habría que distinguir lo bueno, bueno de lo que no es malo.


AGC - Sí, sí. Lo has dicho con una teoría que no corresponde mucho al ejemplo. ¡Qué le vamos a hacer!


- Que no es una teoría, que es un sentimiento del sabor, de la palpación, del gusto.


- Habla, Mar, que ibas a hablar.


- Sí, cuando acabe Isabel.


- No: ya.


AGC - Bueno, yo...


- Que va a hablar Mar.


AGC - Sí. No. Yo no te he entendido mucho. En conjunto es...


- Lo mejor que no me entiendas, porque si lo entiendes se estropearía.


AGC - Desde luego, hay que anotar que el ejemplo...


- []


AGC - ... el ejemplo es muy ilustrativo y está []


- Que se estropea si lo entiendes, venga.


AGC - El ejemplo de encontrarse sudoroso en verano con una fuente, con un jarro de agua, es un ejemplo que efectivamente debe figurar entre los primeros que a uno se les vienen a las mientes. Y lo malo parece que es el ‘si no fuera que’. Sí, estaría en la sed. Ahí estaría en la sed.


- Vale. ‘Si no fuera que’ lo tiene el agua, lo dice el agua. Ahora Mar.


AGC - En la sed, es decir, en que eso tenga que estar regido por una necesidad.


- Es lo que tú crees: no es una necesidad.


AGC - Ése es el ‘si no fuera que’. Adelante.


- A mí me pasó un día que, caminando por un camino entre cantiles y olmos, llevaba un rato caminando, me había alejao de otra gente, y tuve la sensación muy placentera de que yo no estaba allí, de que no me sentía: dejar de sentirme...


AGC - Dejar de sentirse.


- ... Sensación que formaba parte... Yo luego pensé “Es como si formara parte de aquello”, pero sobre todo la sensación fue la de dejar de sentirme, la recuerdo como un placer inmenso.


AGC - Y es un sentimiento de placer que va en contra del habitual, donde generalmente uno parece que estima como placer lo que es placer para él. Lo que Mar acaba de sacar sería un caso contradictorio en que, por algún desconcierto del orden, se siente como placer la ausencia de uno, descubrir que uno no está ahí -descubrir que uno no está ahí-. Sí.


- Sí, bueno, esto que estaba diciendo ella -¿no?- de eso de la ausencia y lo que estabais comentando antes. Yo tengo un ejemplo que recuerdo una vez (a algunos os lo he comentao) estando en una ciudad -por Oporto, me parece que fue- paseando, pues de pronto llegamos como allí, al malecón donde están los barcos, y estuvimos tomando un... (a lo mejor fue el efecto del oporto que tomé ¿eh?, tampoco lo sé muy bien), pero el caso es que nos sentamos allí a tomar un oporto y, de pronto, inesperadamente, es verdad, pues todo aquello que estaba pasando alrededor era fantástico, pero no... Era fantástico, o sea, era muy bueno. Y no había cambiado nada probablemente de lo que hubiera estado ocurriendo cinco segundos antes. Sencillamente la señora que estaba allí hablando con el niño, el otro que pasaba con el carrito llevando las barricas de vino de tal, la señora que de pronto desde el balcón le decía no sé qué al vecino que pasaba, y el camarero que te traía el vino... Todo esto de pronto era fantástico, no había ningún problema, fluía. Y entonces, verdaderamente yo lo vivía fantástico, como algo muy bueno, yo estaba viviendo, y en ese momento me daba cuenta que era muy bueno. No sé si yo estaba o no estaba, desde luego lo estaba viviendo. Y lo que es curioso también es, a posteriori casi, la reflexión que te haces “¿Y qué ha cambiado para que un instante después eso ya no sea tan bueno?”.


AGC - Tú lo has dicho en una de las explicaciones del suceso, cuando has dicho “No había problema”. Evidentemente, no ha cambiado nada; por algún motivo algo se ha quitado; algo se ha quitado que debe estar normalmente ahí y, por tanto, impidiendo. Que debe estar normalmente ahí impidiendo. Que eso sea la conciencia del hecho, los prejuicios que uno tiene, el afán de... el afán de clasificarlo, el afán de referirlo a su propio Yo real. El caso es que parece que a veces el mecanismo puede fallar, se quita, y desde luego basta. Basta; basta con que se quite ese mecanismo, ese impedimento, para que uno tenga la impresión de ¡qué bueno!; de ¡qué bueno!, qué bueno es, qué bueno era, qué bueno sería, etc.


- Yo creo que la risa. La risa es algo siempre bueno.


AGC - ¿La risa es buena siempre? Bueno, no generalices. Recuerda. Recuerda un caso de risa.


- Hace una semana tuve un ataque de risa de quince minutos.


AGC - A ver.


- No podía... no podía... Y no había tomado nada ¿eh?, no había tomado ningún producto, pero no podía parar de reír, quince minutos seguidos y sentir placer, bienestar.


AGC - ¿Y no había pasao nada, o sí? ¿No había pasado nada que lo provocara?


- Claro, claro, por supuesto.


AGC - ¿Eh?


- Claro.


AGC - ¿Nada?


- Sí había pasado. Claro, había una razón.


AGC - Ah, había. A ver, por ejemplo.


- Ah, sí, nada: un amigo haciendo el payaso.


AGC – “Un amigo haciendo el payaso” que en otras ocasiones no te haría reír pa nada. Seguro.


- Claro. Normalmente no lo hace.


AGC -¿Eh?


- Una situación ridícula.


AGC - Sí, pero que ese mismo amigo y haciendo gestos semejantes tal vez en otras ocasiones...


- También produce [].


AGC - ¿Sí, es infalible?, ¿tú crees?


- En esa tesitura es infalible.


AGC - En esa tesitura funcionó, pero a lo mejor es por eso que estamos diciendo: porque se quitó algo de en medio que en las tesituras normales impide que uno pueda reírse tan libremente. Yo no creo que toda risa pueda llamarse buena. Quiero decir: no porque yo lo diga, sino que no creo que en general la gente pueda llamar buena a cualquier risa, porque normalmente se distingue cuando las risas son...


- Pero todo el que se ríe no siente...


AGC - ¿Eh?


- En el momento en el que uno se está riendo no se siente nada: no siente dolor, no siente amargura, no siente... Es risa nada más. No piensas en otra cosa. Tienes la mente vacía, por así decir. O estás dándole vueltas a lo que te ha hecho gracia ¿no? Una forma de abstracción.


AGC - Hay -es verdad- hay una especie de borrachera de risa, una ebriedad de risa. Todos conocemos más o menos ese fenómeno, y hay que preguntarse hasta qué punto uno está presente, está ausente, en esa ebriedad o en esa borrachera, y si en general cualquier forma de ebriedad es el caso que estamos buscando, o si cualquier forma de ebriedad (la de una risa, por ejemplo) tiene esa dificultad que he dicho “si no fuera que uno había tenido que quitarse de en medio”. Cosa que a uno a lo mejor no le parece bien, el tenerse que ajustar a esa norma, el tenerse que emborrachar, a lo mejor hay alguien al que esa necesidad de pasar por ese trance no le parece bueno, y que estaría dispuesto por tanto a añadir en ese sentido el ‘si no fuera que’.


No quiero que se nos vaya el tiempo porque hay otras cosas que hacer. Desde luego yo creo que el repertorio ha sido bastante rico para que podamos aprovecharlo sin sacar conclusiones ni nada.


No puedo ya pararme por tanto como pensaba que se podría hacer con respecto a ‘verdad’. Pienso que con respecto a ‘verdad’, a la declaración de algo como ‘verdadero’, pasa no exactamente lo mismo, pero cosas análogas, sí, análogas. Desde luego lo hacemos a cada paso: declaramos verdad una declaración, un gesto, una sonrisa, un sentimiento también, como ahora lo hemos estao haciendo cuando hemos hablao de un placer de verdad. Nos hartamos de hacer declaraciones de ese tipo acerca de verdad y de verdadero, y la verdad es que, si tuviéramos tiempo para entretenernos, yo creo que se encontraría lo mismo: que ‘sería verdad si no fuera que’. Si lo pensáramos en cualquiera de los ejemplos tendríamos que decir “Sí, sería verdad si no fuera que”. Los inconvenientes son varios, se puede decir “Si no fuera que hay que contar con tales circunstancias; si no fuera que se da; si no fuera que se da debajo de un Sistema o de un Orden que de ninguna manera considero verdadero; si no tal”; y en último término: la presencia de uno: “Si no fuera que esa verdad tiene que haberla dicho..., tiene que decirla uno, tiene que decirla Agamenón o su porquero” -por recordar una vez más el comienzo de Juan de Mairena-, pero uno, o Agamenón o su porquero; y eso a mí me parece -y yo creo que aquí a él le parece- que es un ‘si no fuera que’. ¿Cómo puede ser verdad si la dice uno, si la dice Agamenón o la dice su porquero? Eso, ya de por sí, aparte de todos los inconvenientes para la verdad, yo creo que es bastante dirimente y bastante desanimador. ¿Cómo puede ser verdad?, ¿sería verdad?, ¿sería verdad?


Y..., bueno, no quiero que volvamos sobre los casos que en sesiones anteriores hemos estado viendo de cuando lo de la verdad se refería a entes no reales, a entes ideales, como los entes geométricos o como los números -los números de la serie-, pero incluso en esos casos, yo creo que no sería difícil encontrar maneras para que se colara el ‘si no fuera que’, incluso en las verdades aritméticas, en las verdades geométricas. Y bueno, si tuviéramos ahora más rato, pues podríamos detenernos en ello. Pero si alguno quiere respecto a esto de ‘verdad’ y ‘verdadero’, antes de pasar adelante, meter alguna objeción o traer alguna experiencia, pues que lo haga, sin pasar más adelante.


Bueno, pues dadle vueltas por vuestra cuenta. A lo que venimos... a lo que venimos es a esto: parece que con las condiciones a las que aquí hemos llamado con precisión Realidad, las cosas, el mundo de las cosas, la Realidad, con relación a eso no parece que pueda darse nada bueno ni nada verdadero. Con relación a eso que es en lo que se nos costituye, en lo que estamos, puesto que hemos nacido en una cárcel y cada uno de nosotros es real como las demás cosas ¿no?, y, dadas esas condiciones, parece que se puede descubrir, hurgando en la experiencia más inmediata, que no cabe nada que sea bueno ni que sea verdadero.


Lo malo, y lo que me importa aquí, es que de ahí muchos cuando llegan a eso -y yo creo que muchos llegan a declaraciones semejantes ‘nada es verdad’, ‘nada es bueno’ y cosas por el estilo, en este mundo traidor nada es verdad ni mentira, y nada es bueno, y, como en los tangos argentinos incluso-, cuando se llega a esas declaraciones parece que sin querer se deduce una actitud de desesperación que es conformidad; se desprende una conformidad, que esto es en lo que os pido que paréis mientes conmigo: se desprende de ahí una conformidad con los -digamos- sustitutos. No es una desesperación desnuda, es una desesperación que inmediatamente... inmediatamente se trasfigura en conformidad; y conformidad quiere decir conformidad con lo que de hecho se nos da, conformidad con lo que en Realidad se nos da, es decir, con los sustitutos: sustitutos del placer, sustitutos de la bondad, sustitutos de la verdad; cosas que efectivamente no son verdaderas pero que están... parecen estar tan cerca o tan dispuestas a llegar en el límite a ser verdad, que pueden pasar, cosas que no son buenas pero ¿qué quieres?, no hay otras, no se nos dan otras. De manera que éstas son las que tienen que valer como buenas y todo lo demás.


Bueno, supongo que os estoy diciendo esta gran perogrullada: es de lo que en general vivimos y se nos hace vivir: de la conformidad con los sustitutos. Si alguien quisiera hacer una descripción de las vidas de las gentes, yo creo que no encontraría ninguna más honesta que ésta: consiste en la conformidad con los sustitutos de aquello que sigue por bajo diciendo y sintiendo ‘bueno’, ‘verdad’, pero que de hecho no se da, sino que aparece convertido en sustitutos de lo bueno y de lo verdadero, que son suficientes para ir tirando: ir tirando en los negocios, ir tirando en los líos amorosos, ir tirando en la investigación científica, ir tirando en todos los demás reinos de la Realidad: suficientes para ir tirando, ésta es la cuestión.


Fijáos que esto que puedo dar por tanto como un rasgo general de nuestra idiotez (ya conocéis el término aquí ‘idiotez’ que tiene que ver con idios, particular, privado, como contrapuesto a ‘común’), este rasgo peculiar de nuestra idiotez parece como si consistiera en esta [actitud] paradójica: si no nos conformamos con que las cosas que se nos venden como buenas y como verdaderas sean buenas de verdad, verdaderas de verdad, es porque queremos que sean reales. Ésta es la gran... ésta es la gran idiocia, [], una vez que hemos visto que no hay compatibilidad con la Realidad ninguna. Pero muchas veces cuando se produce la disconformidad de hecho con los sustitutos que se nos venden -cosa que a cualquiera también le pasa de vez en cuando, nadie está perfectamente conforme y para toda la vida-, cuando le viene eso muchas veces es porque echa de menos que esos bienes, esas verdades fueran además reales, pertenecieran a la Realidad, lo cual no puede ser. De manera que si no hemos llegao a darnos cuenta de este ‘no puede ser’, no estamos haciendo gran cosa a lo largo de estas sesiones: darnos cuenta de este ‘no puede ser’ pero que es la pretensión que parece que domina en esto que he llamado nuestra idiotez corriente, lo contrario de nuestra comunidad.


Si de eso nos damos cuenta por el contrario, nos hacemos cargo de, descubrimos despiadadamente esto que nos pasa, entonces, la guerra sigue teniendo sentido, la guerra contra la Realidad que aquí nos traemos o cualquier otra forma de guerra contra la Realidad. Porque evidentemente los descubrimientos que nos guían aquí dicen “La Realidad no es todo lo que hay”. Eso es como si dijéramos una mentira primordial, la de que “la Realidad es todo lo que hay”. La Realidad no es todo lo que hay, dicho en vulgar: “las cosas no son todas”. Las cosas nunca son todas; una por tanto nunca es una, y si la cosa da la casualidad de que es una persona, lo mismo: uno nunca es uno. De manera que [estás metido] en las cosas, no son todas, y por tanto nunca el descubrimiento de que ‘nada bueno, nada verdadero es compatible con la Realidad’ podría llevarnos a una conformidad, sino por el contrario: a la prosecución de la guerra, sólo habiendo descubierto que la Realidad no es todo, porque lo que el Orden manda (y esto es porque esto es una tertulia política contra el Poder), lo que el Poder manda es que creas que sí, que la Realidad es  t o d o  lo que hay, que las cosas están contadas, y todo lo que sabéis y todo lo que experimentáis y sufrís conmigo con respecto a la imposición del Orden.


Uno no puede tocar ni lo bueno ni lo verdadero, pero los impedimentos... los impedimentos sí que los toca; a través de ellos los conocemos. Esos impedimentos que se revelan a lo largo de las experiencias que hemos recorrido en el ‘bueno, si no fuera que’; ‘verdad, si no fuera que la dice Fulano’, etc. Esos impedimentos sí que los tocamos, esos son la Realidad, forman parte de nuestra Realidad; de manera que eso es lo que tienen de común; por fuera de la Realidad está lo que no es real, que lo hay porque no existe.


Que lo hay pero que no existe, y ahí está el mar sin fin de lo desconocido, por supuesto, que -como el otro día decíamos- no deja de estársenos colando costantemente dentro de la Realidad, dentro de las estructuras mismas de la Realidad. No existe pero lo hay. El no saber lo desconocido, lo sin fin, no hay quien pueda quitárselo de encima. Y yo -yo cuando no soy nadie- cuando soy la lengua sola que habla -y no es ni Agamenón ni su porquero, ni Don Agustín, ni nadie-, yo que tampoco existe pero que lo hay puesto que es él el que, aunque sea a través de nosotros, está diciendo las cosas que dice acerca de la Realidad, esas cosas que no existen pero que las hay, y no las tocamos directamente ni podemos saberlas, pero las conocemos por sus impedimentos: yo está impedido por las personas, los nombres propios y las clasificaciones personales; el mar de lo sin fin desconocido está impedido por las malas verdades, por las falsas verdades que nos impiden proseguir la indagación hasta descubrir la falsedad de la Realidad sin más. Está impedido por eso, y esos impedimentos, esos que nos hacen decir ‘si no fuera que’ sí que los tocamos, padecemos en la Realidad, en la Realidad misma.


Por eso, como es tan importante que esto de lo que es Realidad y lo que no, quede claro y cada día que nos veamos aquí más claro, es por lo que teníamos que volver a el intento de habernos con esta noción de todas las nociones de cualquier idioma vulgar que es la noción ‘cosa’. Que es la noción ‘cosa’, en la cual están comprendidas las personas, claro, y con la cual pretendíamos que podíamos sustituir con más honestidad, más posibilidades de verdad, todos los términos filosóficos, científicos y por el estilo que se han desarrollado en torno a la cosa y que forman parte de esos impedimentos; de esos impedimentos de que estamos hablando.


Se nos ha hecho ya muy tarde hoy para tanto como terminar con este asunto, que se me aparece como complicao en su simplicidad, pero vamos a dejarlo por lo menos, antes de que os dé... otra vez os deje correr la voz, algo empezao.


Habría que decir de ‘cosa’ (que no puede aquí caber una definición ¿eh?, algún filósofo lo intentaría, pero nosotros nos guardaremos mucho. No puede caber una definición con género remoto y próxima diferencia, porque con respecto a ‘cosa’ no hay ni género remoto ni próxima diferencia que valga, es la noción genérica de todas las nociones en cualquier idioma que se presente, y por tanto ninguna definición de ese tipo tradicional puede valer), pero esto sí se puede decir: digamos que es, por un lado, algo que lo hay -ésta es la primera condición: que lo haya-. Que lo haya. Que lo haya, por supuesto. Y ‘que lo haya’ lo que quiere decir esencialmente es que lo haya aparte de lo que acerca de ello se diga. ‘Aparte de lo que acerca de ello se diga’, es decir, no porque haya un vocabulario que lo haya llegado a mencionar en un idioma o en otro, sino aparte de todo eso: que lo haya. Porque una cosa es que nosotros no podamos tocarlo, y otra cosa es que no lo haya. Sería muy soberbio y muy humano pensar que... pensar que es lo mismo. Que lo hay donde sea, como sea, sin ninguna limitación de ese tipo -donde sea, como sea, pero que lo haya-. Y la otra condición para cosa: que sea lo que es, porque si no, tampoco es cosa.


Ya lo hemos dicho muchas veces: debajo de lo que se menciona como ‘rosa’ puede haber... puede haber algo evidentemente de ‘rosa’; algo de eso tiene que haber, pero para que sea una cosa tiene además que ser lo que es. Ser lo que es en el idioma que sea, porque son diferentes aunque todos vienen en eso a lo mismo: que sea lo que es, que tenga el nombre de la cosa.       


Éstas son las condiciones: que haya algo de eso y que sea lo que es. Estas dos condiciones, como todos los que me acompañáis hace tiempo sabéis, están la una contra la otra, en principio son incasables. Están la una contra la otra: que haya algo de eso. ‘Que haya algo de eso’ nos remite a lo que por debajo de la Realidad evidentemente hay, que es el mar de lo desconocido, el sin fin. Que haya algo de eso, algo de eso indefinido, no delimitado por ningún concepto; que haya algo de eso, eso nos remite al sin fin de lo desconocido.


‘Que sea lo que es’ en cambio es el puro ente ideal. Ahí entra directamente Dios y la Geometría, y la Ciencia y cualquier cosa. ‘Que sea lo que es’ quiere decir que se ajuste a un vocablo en el idioma que sea, idioma vulgar, idioma formal y tal: el ideal; el ideal de lo alto recayendo sobre la Realidad. Y no puede haber cosas más contrarias; no puede haber cosas más contrarias la una con lo otro: lo uno es incasable.


Tenemos que descubrirlo, costatarlo y decirnos “Sí, la Realidad es así”, “la Realidad consiste en esa contradicción: el intento de casar esas dos cosas”; ‘cosas’ quiere decir eso; quiere decir imposibles; imposibles consistentes en la doble pretensión de que ‘haya algo de eso’ y de que encima ‘sea lo que es’. En eso es en lo que consisten las cosas, en eso es en lo que consiste la Realidad.


Hay que volverlo a discutir, pero sería el día que viene, si es que el Señor nos deja llegar a tanto. Ahora quiero el rato que nos queda dejarlo para que contribuyáis por vuestra parte con ocurrencias de cualquier tipo sobre lo que en este rato os he vuelto a soltar. De manera que, adelante, sin más.


- Yo quisiera saber si cuando estamos dormidos realmente estamos muy bien y es lo verdadero. Lo malo es que no nos podemos comunicar entre nosotros durmiendo, pero dormir es lo mejor que hay.


AGC - ¿Dormir es lo mejor que hay? Y aña-...


- No estás en la Realidad.


AGC - ¿Añadirías “dormir bien”, o no?


- Claro, una pesadilla, no.


AGC - Una pesadilla, no. Eso ya empieza a ponerle al dormir sus pegas ¿no?


- No acordarte: te despiertas y han pasao seis horas, cuatro horas.


AGC - Sí, por el hecho de que el dormir tenga que... -para que sea bueno- tenga que llamarse ‘dormir bueno’, ‘dormir bien’, empieza a introducir ahí el ‘si no fuera que’. Si no fuera que... es decir, que le hace al dormir...


- Que tú cuando te duermes entiendes...


AGC - ... le hace al dormir, quiera que no, pertenecer a la Realidad, y ahí nada puede haber bueno de verdad. El dormir... el dormir...


- El recordarte de lo que has soñao.


AGC - ... En la visión más general que Freud declaró alguna vez respecto a lo de dormir, le hacía consistir en que estaba hecho justamente para descansar o descargarse de la Realidad, y que de todo su mecanismo consistía en eso. Y que por tanto, como todo el mundo sabe (y eso ya en términos menos freudianos y más vulgares) que sirve para ir tirando. Por algo los señores, por algo los amos te dicen “Ocho de trabajo, ocho de dormir y ocho de no sé qué puñetas”.


- De  consumir.


AGC - ¿Eh?, ¿de qué son las otras ocho? No sé de qué son las otras ocho en este momento.


- Pero ¿cómo va a haber tantas horas?


AGC - Sí, si. Si son tres.


- Ocho por tres, veinticuatro.


AGC - Son tres, son tres. Siempre dicen “ocho por tres, veinticuatro”.


- No: ocho para dormir, y el resto...


AGC - Ocho son para dormir, ocho para trabajar, ¿y las otras ocho?


- Para consumir.


- Asuntos propios.


- Para consumir, ¿pa qué va a ser?


- Asuntos propios, o algo así.


AGC - Será para... Nosotros diríamos para consumir. Las otras ocho deben ser para divertirse o consumir ¿no? De manera que una declaración que nos lo mete en la Realidad de una manera más clara, por desgracia no puede darse ¿no? Es decir, que también el dormir queda sometido a eso. Bueno, venga, más cosas, por favor, antes de que nos tengamos que ir.


- A mí hay otra cosa que me... que me llama mucho la atención: la famosa frase de ‘tener la conciencia tranquila’.


AGC – “Tener la conciencia tranquila”.


- Por ejemplo, las declaraciones del señor Aznar, hablando de que se siente muy orgu-... está bien lo que hizo hace cinco años. Y que habrá gente que piense que está bien; que ahora en Irak se vive mucho mejor, que todo va muy bien. Yo digo “Pero ¿ese hijo... ese señor realmente tiene la conciencia tranquila?, ¿no hay ningún momento que esté consigo mismo y diga “a lo mejor me  he equivocao””. Me jode que tenga la conciencia tranquila, me jode. Él o cualquiera. No sé, es que no entiendo esa frase.


AGC - Sí, eso: cualquiera mejor. No sé por qué diablos tienes que coger a ese señor. Sin duda porque ves la televisión o lees la prensa, de lo cual procuramos guardarnos aquí. Porque es una mala elección coger a ese tipo. Es muy mala elección, porque aquí, en la tertulia, sabemos que los que trepan más o menos en la pirámide del Poder, trepan gracias a que tienen un grado notable de Fe, es decir, de idiotez. Y por tanto no son muy buenos ejemplos. Vas a coger casos un poco extremados ¿no? Es mejor coger a cualquier hombre que hayan colocao... a cualquier estudiante que hayan colocao de barrendero por la calle ¿no? Pero alguien que ha trepao por la pirámide, ¿qué puede soltar más que idioteces de una manera notoria?, cuanto más trepa, más necesariamente (voy a decir nunca del todo, porque en la Realidad no hay todo), pero cuanto más trepa, más  necesariamente. El Presidente de los Estados Unidos ya casi no puede decir más que idioteces perfectas. Y este señor, aunque no haya trepao tanto, pues está cerca, claro. De manera que es normal. Pero cojamos uno cualquiera, olvidemos de ese tipo y veamos lo de ‘la conciencia tranquila’, que es de lo que se trataba en tu ejemplo. La conciencia tranquila, evidentemente, es algo que mucha gente estima como un bien: la conciencia tranquila, tener la conciencia tranquila. ¿Qué opinan de eso los demás?


- Yo, con respecto a esto, estoy totalmente de acuerdo con lo que has dicho, porque es que la inteligencia no se mide en los rasgos factoriales de un test. Es decir, una persona en un test, lo que está demostrando (yo supongo que Aznar tendrá una inteligencia -supongo- en media, incluso la puede tener alta, porque sea capaz de realizar una serie de ejercicios, pero es tonto), la persona que no es capaz no de ver la Realidad, porque como decía Agustín García Calvo de forma benévola y cabrona, pues es difícil de llegar a ella, pero los fenómenos de la Realidad sí que podemos saberlos y conocerlos por sus causas y sus efectos: los fenómenos, la parte fenoménica, [] es lo que se muestra...


AGC - Sí, pero...


- ... Y mejor que lo que se muestra, es lo se nos muestra, o lo que percibimos como que se nos muestra.


AGC - Bueno, no sigamos hablando de esos señores ¿eh? Y sobre todo no les atribuyas nada...


- No, pero yo ahora... Enlazando con eso...


AGC- No les atribuyas nada negativo.


- No: de eso no. Si no quiero hablar de eso.


AGC - No le atribuyas una falta de sensibilidad o de inteligencia. Tienen una sobra de Fe. Los impedimentos para darse cuenta son la Fe. De manera que el que es más idiota no es porque tenga menos inteligencia o sensibilidad, es porque cree más, se lo cree más, es más creído, y eso es un impedimento que es el que rige y el que hace la idiotez de cualquiera. Sí.


- Yo te quiero hacer una pregunta, Agustín. No me oye. Agustín, yo te quiero hacer una pregunta.


AGC - Sí.


- Entonces, lo que has dicho para mí es muy cabrón -no digo que tú lo seas, cuidao ¿eh?- pero que es muy cabrón, muy malévolo, porque luego que cada uno saque sus lecturas...


- Pero ¿el qué?


- Muy malévolo porque... Estoy de acuerdo con ello...


AGC – “Lo que”, “lo que”.


- Estoy de acuerdo con ello, pero déjame que explique y luego ya me comentas o me dices o me censuras o replicas. Es malévolo porque está poniendo al ser humano en una tesitura que o eres idiota, es decir, o te metes en ti mismo, en ese bucle de estupidez ensimismado, o de lo contrario tienes que aceptar que la vida es jodida, la vida es mala y además no tiene ninguna puerta de salida, porque esa generosidad que le otorgamos y esa confianza que le otorgamos en la vida simplemente diciendo con ‘el sustituto’, con ‘el impedimento’ o la asunción del impedimento, me conformo, que es lo mismo que decir “me resigno” como la viuda resignada a la pérdida del marido, o al alivio de la pérdida del marido. Pues eso es muy malévolo, pero yo estoy convencido de que es así la vida, porque tengo la misma opinión. Y digo que eras malévolo tú, porque yo te veo a ti como el niño... el niño que ve la figura de plastelina. Y el niño, que no conoce lo que es, se admira. Pero no conoce lo que es, no sabe su textura, no sabe sus posibilidades, no sabe la realidad de esa figura de plastelina, pero se acerca a ella, y al acercarse a ella la conoce más, pero al conocerla más indaga y la va trasformando y lo deja en algo informe, en algo amorfo, que es lo que tú estás haciendo. Porque la Filosofía nos decía que el Mundo eran las ideas y las cosas, y se nos hablaba de la materia y de la forma (es de Aristóteles). Tú eso lo rompes. Estoy totalmente de acuerdo, pero por eso digo que hay esa idea de malévola...


AGC - Deja... No. No, no.


- ... porque nos pone frente al abismo de lo desconocido.


AGC - No, no puedes estar de acuerdo, perdona, porque has modificao los términos en que he dicho la cosa y la has cambiao por otra.


- Pues me alegro. Me alegro mucho.


AGC - Has vuelto a hablar del ser humano, has vuelto a hablar de la vida, cosas de las que yo ni he mencionao siquiera, y por tanto te has querido desentender de lo que se dice con los términos más... más precisos...


- Creo que ha sido lo contrario.


AGC - ... de que... de reconocer una incompatibilidad entre bueno, verdadero, con esto que he descrito precisamente como Realidad o cosas -entre las cuales los seres humanos están comprendidos-, y descubrir que eso no es compatible con la Realidad, y descubrir que no hay ningún derecho a  partir de ahí a venir a una desesperación blanda que se traduce en conformidad. Porque el llegar a esa conclusión querría decir “no haberse dado cuenta de que la Realidad no es todo lo que hay”. Y dejemos a los seres humanos que son un caso de cosas nada más y no deben interesarnos de una manera especial. ¿Qué más por ahí, antes de que nos vayamos, por favor?


- Ahí hay un señor que quiere hablar, o un camarada.


- Yo quería decir que (si me sé explicar) que, es decir, es como costruir en... si se construye lo bueno, se costruye lo malo, estás haciendo Realidad; es decir... la Realidad costruye el edificio de lo bueno y de lo malo, y te pone el ideal ahí, es decir... y tú, entonces dices “Me acerco o no me acerco a lo bueno o a lo malo”. Entonces, esto es un juicio ¿no?


AGC - Sí, sí.


- Sin embargo, si tú no haces ese juicio y no costruyes teoría, sino sencillamente dejas que las cosas sucedan sin plantearte si es bueno o malo, negativo o positivo, y tal, suceden.


AGC - ¿Entonces?


- Entonces, nada.


AGC - ¿Entonces, nada? No. No. Te engañas...


- No: quiero decir... O sea, ‘nada’, no, perdón. Entonces, sucede lo que sucede sencillamente, y disfrutas o sufres lo que sucede...


AGC - No.


- Es decir, pero sin tener ahí un modelo en el que quieres que...


AGC - No es verdad. Te has equivocao en una cosa muy elemental: tú no costruyes nada -ni tú ni yo-. Tú no costruyes nada, te lo dan costruido. Es cierto cuando en esa costrucción de la Realidad se establecen los sustitutos de lo bueno, simultáneamente y por fuerza, aparecen los sustitutos de lo malo. No hay ni bueno de verdad ni malo de verdad en la Realidad. No hay más que sustitutos, pero te los dan costruidos. Te los dan costruidos, tú no tienes que costruir nada; es la costrucción misma de la Realidad la que hace eso, y tú, pues o lo aceptas -tiras por el camino de los sustitutos, te conformas- o con algo que te queda que no acaba de ser uno, que se sale de uno, pues no aceptas; no aceptas, no tragas, y tratas por ejemplo de (valga para quien valga) mantener una guerra contra cualquier cosa que en la Realidad -el Poder, los Órdenes, la persona, las filosofías, las ciencias- impide, impide tocar, sentir lo bueno, lo verdadero: esta guerra; esta guerra que aquí nos traemos, una alternativa. ¿Qué más?


- No, pero por ejemplo, cuando tú naces está ya... al niño lo reciben términos como patria, padre, justicia, policía, Futuro, etc., etc., pero lo que pasa que a esa criatura enseguida se le enseña a repetir esos nombres.  Y cada vez que un niño o el verbo se hace carne y habla y dice otra vez y vuelve a repetir, se vuelve a hacer patria, se vuelve a hacer justicia, se vuelve a hacer policía, se vuelve a hacer Poder, y entonces ese niño se muere y es como si no hubiera muerto porque vendrá otro y repetirá lo mismo. Y entonces ¿qué es lo que.... qué es lo que pasa?, que aunque tú quieras disolver eso, efectivamente, uno nace en la cárcel, pero es que la cárcel está ahí, pero la cárcel se va solidificando o confirmando a cada vez que el vocabulario semántico repite y la actitud de la gente repite conductas y todo eso ¿no?


AGC - Puede que alguno de los que me han acompañado te dijera que has sido poco rigurosa todavía, porque -como recuerdas, creo- uno, Fulano de Tal, no nace nunca. De manera que la costitución...

 


- Bueno, pues cuando ha nacido ya, a los dos añitos...


AGC - ... la costitución está ya...


- ... venga, dejamos... El [] le dejamos.


AGC - ... la costitución es ya la de él, en primer lugar.


- Ya. Pero no es lo mismo: la costrucción de un niño... al año y medio...


AGC - Un momento...


- ... al año y medio...


AGC - ... un momento, después paso a lo otro, pero lo primero es reconocer esto.


- Agustín, no hagas esperpento.


AGC - Primero es reconocer esto. Primero es reconocer esto: nacer, nacer es algo que aquí tenemos que estimar como desconocido, misterioso, como todo lo que está fuera de la Realidad, porque es evidente que nacer no nace uno, no nace el que va a ser y el que se queda condenado a ser el que es porque queda condenado a su muerte futura.


- Que para eso está el limbo, para esos ratitos...


AGC - Que después...


- ... pero habla después, ¿qué es lo que pasa después?...


AGC - ... que después se dé...


- ... cuando hay la confirmación.


AGC - ... que después se dé, en los pasos sucesivos de los avatares de cualquier persona una perpetua confirmación, no es exacto, no es así.


- Sin embargo, es confirmación lo que hacían después del bautizo.


AGC - No es así, es simplemente ordinario. Es la ley de la mayoría. Efectivamente, en la mayoría de los casos y a lo largo de la mayoría del tiempo, la prosecución de lo que se llama una vida, consiste en la confirmación. En la confirmación perpetua o, como hay que decir desde el punto de vista positivo, en el aumento de la idiotez. De manera que cuanto mayorcito se hace uno, más idiota. Esto es la mayoría. Esto es ley de la mayoría. De manera que si en niños o gente menos formada hay todavía bastante que puede descubrir la mentira de lo que le venden, eso normalmente va desapareciendo, pero sólo...


- []


AGC - ... pero sólo normalmente. Porque si pensáramos que eso es una regla de éxito perfecto estaríamos volviendo a creer que la Realidad es todo lo que hay, y es mentira. Esa regla también falla, y nunca ni al más viejo ni al más idiota puedes darlo por completamente convencido, por completamente entregado a la creencia de la Realidad, siempre le puede venir -y no se sabe dónde- algún golpe que le diga en cualquier momento “Pero qué imbécil eres, ¿no te has dao cuenta?”, y que el edificio se le destruye después de muchos años de que el Orden lo ha estado costruyendo. Así es: la Realidad no es todo lo que hay, ni ahí tampoco. ¿Qué más?


- Bueno, yo creo que es la hora, Agustín.


AGC - Pues, sí. Bien, aprovechemos el silencio para cortar. Dentro de siete días, si -ya digo- como siempre, sí, hay que contar con esa gracia negativa de que el Señor no intervenga inoportunamente en una cosa tan insignificante como es esta tertulia del Ateneo, pero que a lo mejor le puede dar, y entonces estamos perdidos ¿no? Si no sucede así, pues hasta dentro de siete días.