26.08.2014

Tertulia Política número 119 (2 de Abril de 2008)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

  • ¿Qué es cosa?
  • Condiciones de cosa.
  • Cuantificación.
  • Natura, Madre Natura, Naturaleza.
  • Nosotros somos un estorbo.
  • El nombre propio: un gran estorbo.

 

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TRANSCRIPCIÓN:

 

 

Recordáis que habíamos estado dándole vueltas a la cuestión de 'qué es cosa', a la cuestión de las cosas, y supongo que también tenéis presente por qué motivo político  -digamos, en el sentido que aquí lo usamos- nos estamos dedicando a esto, que, en definitiva, ha de ser porque lo que nos toca es -como cosas- entregarnos a las cosas, y a ninguna otra cosa más que a las cosas.


Esto, para los que me habéis acompañado, supongo que les suena un poco más concreto, ahora se irá... se irá aclarando.


En todo caso, renunciábamos a muchos términos de lenguaje culto, filosófico, científico, que nos parecían más engañosos, tales como por un lado 'el Mundo', incluso 'la Realidad', no digamos 'el Universo'...; términos como 'objetivo' que se contraponía con 'subjetivo'; y lo mismo también en otro plano, en el plano íntimo, renunciando también a cosas como 'el sujeto', 'el Yo': esa traición o sustantivación de 'mí' (que no soy nadie) a quien se convierte en 'el Yo'. Renunciábamos por tanto a las nociones de 'el observador' como opuesto a 'lo observado'. Renunciábamos a una cuestión de cosas más o menos abstractas, más o menos pertenecientes a los lenguajes cultos, que deseamos que queden comprendidos dentro del término vulgar 'cosa', la palabra... la palabra de espectro más amplio, de mayor amplitud, que las lenguas vulgares han desarrollado. Y no hemos dejado de hacer estas críticas de otras maneras de enfrentar los problemas de la Realidad y del Poder más que ateniéndonos a esto y dejando de lado los otros términos que critico y que nos parecen siempre más engañosos.


Por otra parte, para que no pareciera que el término era excesivamente vago, que no decía nada, nos habíamos estado deteniendo en intentar de alguna manera, si no definirlo (que aquí no cabe, puesto que no hay ninguna otra noción más amplia que pudiera servir de soporte para la definición de 'cosa'), por lo menos precisar los rasgos que eran, por un lado, como recordáis: el que lo haya; y por otro: el que sea lo que es.
Estas dos condiciones que claramente se nos aparecían como contrapuestas -más aún: incasables, imposibles de casar- pero que en su contradicción costituyen justamente la Realidad, la cosa, que por un lado pretende referirse a 'algo que hay' (‘antes de’, ‘aparte de’ nombrarlo), y por el otro lado pretende 'ser lo que es'.


Bueno, este... este repaso supongo que (por lo menos para los que me habéis venido acompañando) sea suficiente para poder seguir.


Y seguíamos volviendo desde ahí a la cuestión de la cuantificación, porque, por otra parte, habíamos descubierto una y otra vez que eso de las cosas, de la Realidad, no puede entenderse si no es juntando el significado, la parte semántica, lo que dice o describe lo que la cosa es, con la  cuantificación, con el hecho de que esas cosas puedan de alguna manera contarse. Por tanto, a partir de ahí, medirse, y -dando un paso trascendental- quedar sujetas al tipo de cuantificadores ideales que son los números. Eso es ya dando un paso -como digo- trascendental. Pero, antes de... antes de los números, teniendo que sujetarse a alguna manera de quantum y de quanta, de cuánto y de cuántos; de cuánto: de cuánta la cosa, y de cuántos: de cuántas las cosas.


Y era justamente por ese berenjenal por el que nos estábamos metiendo al final del último... del último día.


Hay que partir de lo más elemental, como siempre. Resulta que una vez que se sabe qué es cosa, inmediatamente viene la necesidad de que sea plural, la necesidad de la pluralidad aunque sea en el sentido más vago. Que eso de 'cosa' tenga que consistir en 'cosas' necesariamente. Es en esta necesidad de la pluralidad en lo que vamos a pararnos un momento... un momento, ahora.


Fijáos bien que el hecho de que sean 'cosas' (plural), va a implicar enseguida que unas son diferentes de otras, porque si no, como enseguida veis, no tendría sentido la pluralidad ni el cómputo. Las cosas de cualquier clase que sean -sean cosas palpables: rocas, animales, astros; sean cosas impalpables: imaginarias, figuras de sueños, lo que sea- están condenadas a ser múltiples, ser muchas y, para ello, cada una ser diferente de las otras. Esta perogrullada tan de sobra simple pero que es la que nos tiene que valer en este trance.


Tienen que ser unas diferentes de las otras. Alguien puede pensar, tratando de poder ser realista, que hay cosas que son iguales unas que otras; alguien... alguien puede pensar que por ejemplo una gota... una gota de agua es igual que otra; que en la gota de agua se reproducen ejemplares de sí misma, y que no tiene por qué ser cada gota diferente de otra. Y esto que lo digo con algo tan inmediato como el agua, y no digamos si lo sustituyo por entes... por entes más abstractos, por ejemplo de los que la Física... de los que la Física usa, y lo referimos no sólo a átomos sino incluso a electrones, una vez que también ellos se han costituido como una clase de cosas, pues puede ser, alguien podría pensar que dos bolitas de lo mismo son exactamente iguales, que no tienen por qué ser diferentes, no tienen una diferencia cualitativa (como suele decirse) y que en todo caso sólo se diferencian porque no ocupan el mismo sitio al mismo tiempo. Por ahí es por donde nuestra investigación ingenua, nuestra perogrullada tiene que continuar. Porque se diferencian únicamente en que no están en el mismo sitio al mismo tiempo, no ocupan el mismo lugar al mismo tiempo (las dos bolitas), y aunque sean idénticas una con otra, pues ya son dos, ya son múltiples, por eso sólo.


Éste es un problema que en las especulaciones de los físicos nos ha aparecido más de una vez de diferentes maneras y en el que no voy a entrar ahora... no voy a entrar ahora mucho.


Es el problema de si la posición -la posición en cualquier tipo de espacio en que se quiera pensar- y por tanto la sucesión o la simultaneidad -la cuestión de Tiempo en el sentido de Tiempo real que se maneja- deben considerarse aparte de las diferencias cualitativas que costituyen o definen a los elementos o, por el contrario, hay que romper decididamente y decir que no: que la posición... la posición... el estar en un lugar en un Tiempo determinado es ya una cualidad de la bolita en cuestión, y que basta para que no podamos decir que es la misma bolita que otra que está en otro lugar o en otro momento.


Bueno, estas cosas elementales son las que os quería recordar. Ahora, con vuestras dudas, trataremos de deshilvanar eso un poco más, pero tenedlo bien presente.


En todo caso, que las cosas sean plurales, que sean cosas, y que nunca pueda pensarse en una sola cosa, es una condición que los que examinan la Realidad de la manera habitual -a la manera científica, por ejemplo- suelen atribuirle a eso que a veces se llama Naturaleza, la Madre Natura, que es así, eso les viene a las cosas por su Natura misma, es inútil preguntarse. Yo no sé por qué, porque aquí, naturalmente, hemos puesto en tela de juicio también a la Madre Naturaleza más de una vez, y sobre todo lo que me importa en esta cuestión es que sometamos a juicio la manera que con frecuencia la Madre Naturaleza viene a ser una especie de cónyuge, sustituto de Dios, en otras de las especulaciones. Y eso no puede ser. Por eso en la tertulia política contra el Poder no podemos consentirlo, esa... esa equiparación.


¿Qué falta le podía hacer a Natura, si Natura no fuera la Realidad sino que fuera simplemente 'lo que hay', qué falta le podía hacer que fueran muchos, que fueran muchas cosas? Eso no... No se ve por dónde [] en este... en este grado de elementalidad.


Hemos hace tiempo renunciado a términos de ese tipo de Natura, Naturaleza, como engañosos, ahora os lo estoy volviendo a recordar, diciendo en lugar de ello 'lo que hay'. Lo que hay -como sabéis- lo que hay evidentemente es sin fin, si estuviera definido eso sería una contradicción espantable, no sólo no sería una cárcel mortal, sino que ni siquiera podría sostenerse como formulación.


Ha de ser sin fin lo que haya de ser sin fin, y ¿cómo a eso que hay por debajo de las cosas, por debajo de la Realidad, le podía hacer falta ser muchos; ser muchos, ni pocos, ni unos cuantos, ni tampoco ser uno?


Evidentemente estas necesidades de ser plurales, de ser unos cuantos, de ser cada uno diferente de los otros, de ser uno, no pueden venir de ahí; no pueden venir de ahí abajo. Es... es injusto, y en eso está uno de los engaños que, con nociones como la de Naturaleza y demás, nos están acechando siempre.


La necesidad más bien viene de arriba, o sea, de Dios, que es lo que contraponemos a esa falsa Naturaleza, y que es lo que para nosotros representa cualesquiera de las cosas contra las que aquí tratamos de levantarnos: el Poder, el Estado, el Capital; cualquiera de las cosas de arriba: Dios, para abreviar y sin que se tenga que decir ninguna otra cosa perteneciente a ninguna especie de [].


Ése se ve que sí, necesita de la Realidad, de las cosas, la pluralidad, su división en múltiples, de las cuales cada una es la que es. Notad que es de ahí arriba de donde viene una de las dos condiciones de las cosas: la de 'que sea la que es'. Eso le viene de Dios. Eso le viene de arriba y efectivamente como hemos visto que eso de que cada una sea diferente de las otras, incluida como cualidad la posición y el momento, pues está ligado con la pluralidad.


Uno de los locos o medios locos de mi familia, el otro día, hablando de cualesquiera otras cosas, que ni me acuerdo cuáles podían ser, ricas y variadas, tuvo a bien recordarme dos dichos que todos conocéis, y que los sacó juntos pero que vienen de sitios muy distintos. Uno es el dicho de "¡Soy legión!", que  tradicionalmente se ponía en boca de el amigo de los hombres, el enemigo de Dios, el calumniado como Diablo, Luzbel, o Satán, o lo que fuera.


"¡Soy legión!", era evidentemente (sin que 'legión' tenga que recordarnos una legión romana formada por números, por centurias y manípulos que estropearía la cosa), el "¡Soy legión!" quiere decir -usando mal el término- eso: soy muchos; soy muchos, una enorme cantidad de ellos, eso soy yo.


La otra que mi amigo -mi querido loco- me sacaba era "Divide y vencerás". Ahí las tenéis las dos para que juguéis con ellas a vuestro gusto. "Divide y vencerás", porque efectivamente eso que se pone como recomendación estratégica para cualquier General en ciernes, pues se puede poner en boca del Señor sin ningún inconveniente: "Divide y vencerás".

 


"Divide y vencerás" está queriendo decir lo que estoy atribuyendo a necesidad de la Realidad, de que las cosas sean plurales siendo cada una distinta de todas las demás, y por tanto, de esa manera, tratando de ser la que es al ser distinta de todas las otras, que, paradójicamente, cada cual también trata de ser la que es.


Bueno, esto es lo que se encuentra en...


- Que se oye poquito porque hay una puerta por allí.


... Esto es lo que encontráis en todos los niveles en cuanto planteéis esta... esta lucha política por un sitio o por otro. "Divide y vencerás" es el lema del Régimen más avanzado de dominio que entre nosotros se padece: la Democracia desarrollada; la Democracia con la pretensión de ser el Régimen último, el verdadero, el único, en el que se tiene que reemplazar a los demás.


Ahí lo tenéis, está fundado este dominio de las poblaciones plurales, numerosas -pero pretendidamente contadas en número de almas en cada uno de los Estados, en cada una de las Ciudades-, el dominio de eso está fundado en que cá uno es cá uno, es decir, absolutamente diferente de todos los demás. La pluralidad implica... la pluralidad implica eso: cada uno es absolutamente diferente de todos los demás; así se hacen los conjuntos de las poblaciones humanas, sin que se haga caso, dejando de lado esa paradoja que he dicho de que como lo que le pasa a cada uno es que es distinto de todos los demás, resulta que todos serían iguales precisamente en eso. A ese grado de abstracción generalmente no se llega, y lo que importa es la diferencia que todos conocéis y que a cada uno de vosotros se os atribuye: ser diferente; ser diferente.


Desde luego, no puede estar en el mismo sitio, al mismo tiempo, uno que otro, pero eso traduciéndose en diferencia cualitativa, en rasgos definitorios, pretendidamente definitorios de cada uno, que le hacen ser distinto de todos los demás.


Así dominó la Democracia, así en lo Alto el Señor dice "Divide y vencerás", nada más elemental. Ésa es la forma suprema del dominio. El dominio que padecemos en un Régimen como éste no consiste en otra cosa más que justamente... más que justamente en eso que acabo de describiros (como si hiciera falta) a pesar de que todos lo sabéis, porque lo padecéis todos los días. Pero consiste en eso, y en muchas otras cuestiones podríais encontrar la misma estrategia: el "Divide y vencerás".


Pues ahí tenéis una descripción del dominio que trato de presentaros como una necesidad de la Realidad, una necesidad venida de lo Alto, que se puede presentar en planos de la Realidad cualesquiera en que lo busquéis, y que de alguna manera se contrapone con la otra frase que mi querido loco sacaba del enemigo de Dios tradicional, amigo... el amigo de la gente, dice "Soy legión", cuando le preguntan "¿Quién soy?".


Parecen cosas que se matan la una a la otra, y efectivamente se matan la una a la otra. En realidad, con alguien que dijera "Soy legión", una Democracia no tendría nada que hacer. Uno tiene que ser... uno tiene que ser... cada uno tiene que ser el que es. Ésa es condición para que formen las pluralidades más o menos ordenadas, Realidades más o menos costituidas en cualesquiera... en cualesquiera órdenes. 


Ésta es una entrada muy superficial en la cuestión de la cuantificación, es decir, en la tarea de pasar de intentar definir -entre comillas- 'cosa', a intentar ver cómo se introduce la cuantificación: en primer lugar, la mera pluralidad que acarrea consigo la diferencia, y, luego después, habría que pasar al caso en que el ideal vuelve, y vuelve a intervenir con los números, con la pretensión de que los conjuntos sean cerrados y que las cosas se puedan contar por números.


Una pretensión sobre la que no voy a volver ahora, lo voy a dejar para otro día. Pero desde luego, desde el momento en que hemos descubierto que lo que pasa con las cosas es que están costantemente entrando y saliendo más, porque no puede menos de ser así, no hay un estado, un estatus, al que las cosas hayan llegado y en el que puedan quedarse; no puede menos de estarse creando costantemente cosas, y la creación, la entrada de nuevas cosas no puede menos de trastornar de alguna manera el significado y la diferencia que costituía a todas las que estaban antes (esto lo comprende cualquiera). Es una [] simplemente del choque tal como lo queráis imaginar: si alguien... si alguien entra... entra de nuevo en el maremágnum, eso de alguna manera por repercusiones sucesivas no puede menos de afectar también a la entidad, a la manera de ser de todas las cosas que antes anduvieran por el maremágnum.


De manera que si uno ha reconocido esta condición de las cosas, pues la pretensión de que dentro de la Realidad se puedan establecer conjuntos cerrados, numerados, de cosas, se cae por su base; no puede ser que dentro de lo sin fin se produzcan tranquilamente finitudes; las finitudes, cualesquiera que sean, estarán siempre amenazadas por la falta de finitud general, no tendrán sitio donde apoyar sus contornos, y por tanto la pretensión tiene que ser todo lo necesaria que se quiera para establecer el Orden que el Poder... que el Poder mande, pero desde luego falsa, imposible de sostener.


No vamos a entrar en eso -como digo-, entre otras cosas, por mi desánimo para seguir tratando todas estas cosas un poco alto y un poco a fondo, como lo vengo intentando. Tal vez este desánimo mío, que se me ha acentuado estos últimos días, puede algo tener que ver... puede que tenga algo que ver con lo que os estoy sacando, lo que estoy sacando a colación. Porque efectivamente parece que aquí, en este intento de guerra contra el Poder, para quitar del medio estorbos, era elemental quitarnos del medio a nosotros.


Nosotros -los participantes de la tertulia, los habitantes de Madrid, los hombres en general, sea como sea como se les defina-, 'nosotros' son un estorbo. Y estos 'nosotros', los hombrecillos por ejemplo -ya hemos descubierto con bastante claridad, creo- no son más que una clase de cosas; hemos descreído de la oposición entre 'objetivo' y 'subjetivo'; no creemos que el hombre sea la medida de todas las cosas más que para mentir. Para eso sí: para mentir de la manera que a los hombres les conviene, pero para nada más. Y por tanto... y por tanto los hombres somos una clase de cosas, un tipo de cosas entre las cosas. Y entonces, cuando -para quitar estorbos- nos proponemos en la tertulia entregarnos a las cosas, no encontramos mejor manera que la de entregarnos a las cosas, dejarnos ir con las cosas, que sería una recomendación política o táctica que tendría la gracia, por lo menos, de que de todas formas no nos queda otra solución, que no nos toca más que eso. De manera que entregarnos o perdernos en cosas, bien mirado, es lo solo que nos cabe. Y, por lo tanto, en la recomendación, lo que se hace no es más que dejar que funcionen las leyes de las cosas para nosotros, como funcionan; como funcionan... como funcionan en general.


Y, entonces, a uno tal vez, pues le eche un poco para atrás considerar lo crueles que son las relaciones entre las cosas. Lo crueles que son las relaciones entre las cosas. Esta crueldad es algo que equivocadamente se atribuía -otra vez- a la pobre Rerum Natura, a Naturaleza, cuyo… cuyo engaño he denunciao ya desde el principio. Pero aquí la atribuimos simplemente a la Realidad; a la Realidad a la cual pertenecemos, a las cosas, a las que nos entregamos.


Desde luego, la repulsa, el asco, la compasión, del trato despiadado, cruel, de las cosas unas con otras, se nos aparece de primeras en el tipo de cosas que somos nosotros, claro. Ahí es donde se nos aparece de primeras, es evidente. Se nos aparece por todas partes. Fijaros que es una consecuencia de aquella necesidad de ser diferentes unos de otros, que al principio hemos expuesto. De ahí viene todo lo demás: de esa necesidad  -contra la que revelándome, podría decir "de esa estúpida necesidad"- viene tanto las conglomeraciones -las conglomeraciones de parejas, de sociedades de cualquier tipo, de masas configuradas- como vienen naturalmente estas reacciones despiadadas ¿no?


No pueden menos de venirle porque uno está cargado con todo lo que... con todo lo que pertenece a ese 'nosotros', quiera que no, por mucho que quiera desentenderse, y no pueden por menos de venirle... de venirle imágenes; imágenes de galeones españoles o ingleses abordando África, cogiendo hombres y mujeres a racimos que andan perdidos [], metiéndolos en el barco y llevándolos para América recién descubierta, para que los que lleguen vivos, que no serán muchos, allí puedan dedicarse a cumplir la ley del Trabajo que los Estados respectivos necesitan. Y así, un ejemplo normal de actividad que se nos recuerda todos los días y de la cual tenemos testimonio.


O el Oficial que tiene tumbaos en el suelo a unos cuantos de los vencidos, y que cuando uno de ellos trata de levantar la cabeza por una protesta, coge el revólver y le apunta en la sien y lo mata en el momento, sin más. Porque ésa es su orden. Ésa es su orden y eso es lo que tiene que hacer.


O gladiadores educados durante unos años en las Escuelas para jugar en el circo y divertir el aburrimiento inmenso que en el Imperio empieza a desarrollarse y, entonces, el César bajando el pulgar, cuando uno de ellos tiene al otro vencido, ordenando que lo liquide o que no lo liquide. Eso es normal también.


Bueno, pues os recuerdo unos casos que parecen un poco extremosos y que a uno le vienen, pero que naturalmente os lo recuerdo porque no son más que ejemplos de la necesaria impiedad con que estamos condenados a tratarnos, pese a lo que digamos. Casi es más repulsiva cuando se recubre de miramientos, de confraternidad y de comprensión, y de cosas por el estilo, como suele recurrirse de ordinario.


Estamos condenados a eso. Bueno, y no quiero recordaros más de estas crueldades del tipo de cosas que nosotros somos, y que desde luego contribuyen con cierta medida a hundirme a mí mismo, por ejemplo. Desánimo para seguir con esta guerra.


Pero lo que quiero recordaros es que estamos metidos entre el resto de la Realidad, que no somos más que una clase de cosas, y que aquellas crueldades que se atribuían a Naturaleza misma, falsamente, y que todavía a lo mejor os están recordando alguno de los documentales de animales, o de cosas así, por la Televisión, pertenecen a lo mismo: la relación entre las cosas múltiples de cualquier tipo -animales, plantas, rocas y cualesquiera otra cosa- no puede menos de estar regida así.


Cuando equivocándose Lucrecio mismo todavía usaba, a veces, el nombre 'Natura' para referirse, no a la Realidad (que en verdad es de lo que su poema y la teoría de Epicuro tratan) sino a eso de… que después se llamó Naturaleza, pues le atribuye esta ley. (A ver. Perdonad que la recuerde primero en latín, que me es más fácil):


Quando alit ex alio reficit natura nec ullam
rem gigni patitur nisi morte adiuta aliena.


“Pues que lo uno de lo otro rehace Natura, ni cosa
ninguna consiente que nazca si no es ayudada por muerte de otra”.


(Más o menos). Eso es lo que... eso es lo que dicen los versos que creo que os he citao ya en alguna ocasión.


Es una manera de enunciar la ley, eso de que las cosas están -como antes os recordaba- produciéndose costantemente, más, entrando más y más. Es algo que se dice así, de esta manera un poco melodramática "Sólo puede hacerse mediante muerte de otra cosa". Muerte que, aquí sabemos que dentro de la Realidad propiamente muerte como desaparición, como vuelta a la nada, no hay. Y desde luego en la propia doctrina de Epicuro y de Lucrecio no hay tal vuelta a la nada, porque se trata de una mera reducción a los entes verdaderos que hay por debajo de la Realidad -átomos y vacío- que, claro, Epicuro y él, como tienen que usarlos para explicar las cosas, pues no pueden considerar que sean cosas, pero nosotros, que nos hemos desengañado mucho de cualquier forma de Física o Filosofía, naturalmente los incluimos también como cosas: los átomos; y el proceso por tanto no es más que de    d i s o l u c i ó n.


No hay en Realidad vuelta a la nada. Se dice 'muerte' queriendo decir lo que aquí he estado presentando: pérdida de la configuración como cosa una diferente de las otras; pérdida de la pretensión de la cosa de ser la que es y de diferenciarse con ello de cualquier otra... de cualquier otra cosa. A eso, traduciendo un poco la versión más ingenua de Lucrecio, es a lo que ese par de versos se refieren. Y ahí por tanto está el asentamiento de esa crueldad, de esa impiedad que os decía que, tal vez, a uno a veces lo echa para atrás en esta guerra vencido; vencido por el horror de todo lo que la Realidad impone y de hasta qué punto domina por doquier.


Porque si uno por lo menos viera que entre las cosas de su especie, entre otros hombres, este sentimiento de compasión o repulsa de las leyes de la Realidad estuviera muy vivo y muy extendido, pues probablemente uno, bueno, pues se sentiría más acompañado, y por tanto le afectaría tal vez menos esta... esta visión de cómo son las leyes de la Realidad (no de la Naturaleza).


Pero no es así, y lo peor es que cuando alguno, como yo mismo, por ejemplo, se dedica largo tiempo a descubrir los embustes, las falsificaciones, los horrores consiguientes sobre los que el Poder está asentado -Poder político, el Poder económico, y cualesquiera otra cosa de las formas que sirven para sostener la Realidad- más o menos lo echa para afuera con críticas o furibundas o razonadoras, o las dos cosas juntas, pues bueno, eso había hasta un punto... hasta el punto en que uno se da cuenta (como a mí me ha sucedido recientemente) de que uno está haciendo eso: echando la crítica hacia fuera: los responsables, los traidores al pueblo, todos los que todavía se creen que se puede vivir bajo este Régimen tranquilamente y someterse a las leyes económicas, y a las leyes políticas consiguientes, y aguantar todo lo que le echen encima, "porque es así", "porque las cosas son así". Y puede uno meterse contra ellos, contra los que sobre todo de manera notoria sostienen esta... esta manera de aceptar el Régimen, la mentira costitutiva, pero esto no puede menos de hacerlo uno a partir de uno, como lo estoy haciendo ahora mismo entre vosotros, como lo he hecho muchos días, entonces, la crítica y el odio que se puede dirigir hacia los demás, revierte sobre uno mismo, al cabo revierte sobre uno mismo; no va a ser uno tan idiota que se defienda de [revertir].


Yo tenía (yo creo) más o menos la impresión de que, bueno, podía ser así, que yo más o menos me gustaba, me encontraba ciertas gracias, y cosas así, por lo menos para ir tirando. Y ahora me he dao cuenta de que no; me he dao cuenta de que no me gusto, no me gusto nada. No me gusto nada y esto es grave. Es grave. No me gusto nada, me doy cuenta de que por más que... por más que haga por quitarme de en medio, estoy ahí; estoy presente cuando os estoy diciendo las cosas que os digo hoy mismo. Y ése que estoy ahí, ése que soy yo, soy insoportable, desgraciao, un pedante que ni siquiera es capaz de llegar a decir con claridad en lenguaje llano los cuatro elementos de la lengua que está hablando; un hipócrita.


Éstas son cosas que a uno desde fuera le han dicho más de una vez. Por supuesto, los representantes de la Autoridad que se han acordao de mí, pues me lo han dicho con frecuencia, de diferentes maneras ¿no? He recibido, bueno, mi buena ración de insultos ¿no? Me han acusao de esto y de lo otro, tal vez de soslayo. Las mujeres que me han acompañado, varias, a lo largo de tan larga vida, pues no han podido menos de decirme lo hipócrita, el malocabrón que fuera, o lo que sea, en momentos de lucidez, o por lo menos de desengaño, de cierto desengaño, cuando las pobres desengañadas no podían menos de acertar a decir eso. Pero se ve que yo me resguardaba más o menos, que no... Probablemente las críticas y los insultos no estaban tampoco muy acertaos que digamos, pero...  pero el caso es que estaban desviaos porque evidentemente, pues de donde vinieran, venían de sitios que se prestaban a que en vez de atacar a donde querían, pues la flecha les saliera un poco desviada. Pero, bueno, de todas formas podían haber sido... podían haber sido reveladoras -¿no?- y... [] pero, no.


Se me han acabao las defensas, y resulta que no me gusto. Que no me gusto, que me...


- Agustín, perdóname, pero yo no me creo que te hayas dao cuenta de eso ahora ¿eh?


AGC - ¿Qué?


- Yo no me creo que te hayas dado cuenta de eso ahora.


AGC - Sí, porque he estao despotricando aquí...


- No. Que cuando uno ataca a las cosas, se está atacando uno. Eso yo creo que lo sabemos. Y por eso a veces tenemos piedad con las cosas...


AGC - No: aquí...


- ... porque el ataque contra uno es tremendo.


AGC - ... contra esa...


- Yo no creo que te hayas dao cuenta ahora de eso.


AGC - ... contra esa interpretación se ha estao hablando aquí, pero en general. Evidentemente se estaba hablando de que uno, en cuanto persona, no puede ser más que un esclavo, estar sometido al Poder. Esto se ha dicho. Que uno tiene que ser idiota personalmente y que no tiene otra manera de ser. Pero se ha dicho en general, pero ahora...


- ¿Cómo?, y en particular.


AGC - ... resulta que llega un momento en que esa generalidad se vuelve... se vuelve contra uno precisamente, contra mí.


- Es lo suyo ¿no?


AGC - ¡Eh! Eso... eso para mí...


- Por eso hay que tener caridad a veces, porque si no tienes caridad con las cosas vas [] también.


AGC - ¿Cómo?


- Es decir, por eso a veces contemporizamos y negociamos con las cosas, y tenemos caridad con ellas y con uno mismo.


AGC - No, no. Pero ya no hablamos en plural. Yo ahora estoy hablando en un absoluto singular. Entiéndase bien para esta experiencia de este descubrimiento de que 'no me gusto', que naturalmente esto no es un disgusto, una queja, respecto a cosas de las que han estado más o menos sometidas a mí, lo que se llama 'cuerpo', 'alma', cosas, ¿no? No hay motivo... no hay motivo especial. Estas cosas me han funcionao bastante bien, dentro de lo que cabe, tanto... tanto los miembros y las vísceras por un lado, como el carácter, el carácter más o menos afable, más o menos [convivial], más o menos alegre... No, no. No se trata de cuerpo ni de alma, ni nada de eso que me ha servido. Se trata del nombre propio, nombre propio.


Se trata del nombre propio, se trata del amo. Se trata del amo de esos cuerpos y almas, de ese cuerpo y alma; de esas vísceras y []. El amo es al que uno acaba cogiéndole tirria. Yo por lo menos he acabao cogiéndole tirria al amo. No es que... Ya en contra de mi nombre propio hace muchísimo tiempo que estaba harto porque sospechaba que eso de aceptar el nombre propio me estropeaba cualquier cosa que pudiera hacer de verdad, pero ahora es de un sentimiento: es contra el amo; contra el amo de cuerpo, alma, de vísceras, de carácter, de todo lo demás, contra el que esto se vuelve: un descubrimiento bastante desolador; un desánimo.


- Tardío, tardío.


- Siempre vivimos el presente.


AGC - Un desánimo. Un desánimo, porque si de verdad no puedo decir, no puedo hacer nada si no es atravesando por mi nombre propio, siendo yo el que lo diga, me parece que es que todo es... cualquier cosa puede ser inútil. Me callo ya. De manera que el resto del tiempo os lo dejo a vosotros. Ahora ya podéis sacar... id sacando todo lo que queráis. Adelante. Sí.


- No, para esto último que has dicho: esta guerra nunca se ha pretendido que sea útil para nada ¿no?


AGC - ¿Cómo?


- Que nunca se ha pretendido que sea una guerra útil, pa que tenga una utilidad, porque es siempre sin fin.


AGC - Se puede. Por mucho que uno lo sienta, el imperio del Poder, la estupidez, la crueldad, todo eso que hemos dicho, se sabe que no es todo. De ese descubrimiento no puedo arrepentirme: no es todo, y por tanto las posibilidades son sin fin, y por tanto se puede. Siempre, más de una vez ha salido decirlo: lo maravilloso de esta guerra que nos traemos no es el éxito que pueda tener, es simplemente que se puede. Es respecto a lo que un desánimo puede ser desolador.


- ¿Puede ser?


- Desolador.


- Luego está la cosa también de que es una guerra. Y lo que no puedes pretender es que se acabe la guerra, acabar con el enemigo.


AGC - No. No.


- El enemigo está ahí siempre también.


- Entonces, ¿ahora se siente más solo que nunca?


AGC - No. No.


- Le van a hacer una entrevista ahora.


AGC - Bastante. No es...  No es cuestión de eso.


- Si es mentira todo.


AGC - Ya lo de la falta de mucha compañía...


- Hablar de la verdad...


AGC - Lo de la falta de mucha compañía, en cuanto a sentir vivamente la mentira y el horror, eso... siempre estoy acostumbrado, no puedo esperar mucha compañía, pero siempre he encontrado...


- A eso me refiero.


AGC - ... pero siempre he encontrado alguna. Siempre he encontrado alguna y la sigo encontrando. No, no se trataba de eso. No se trataba de eso, se trataba simplemente de esa repercusión del... Sí.


- Bueno, yo voy a insistir sobre lo primero que has dicho, que me parecía más... que nos afecta a todos, que es el asunto de la unidad, el "Divide y vencerás", y todas estas cosas: en el Ejército hay una tradición que es la base de la escala de Mandos, de la Autoridad absoluta, que es el que ellos definen -los militares definen y enseñan- que lo más importante es lo que une, y que eso es lo que vale. Y entonces cogen el patrón ‘bien y mal’ referido siempre a esto: bueno es aquello que nos une; malo es aquello que nos divide. Pero, claro... (o que nos separa, o que nos enfrenta). Y esto es una cosa que me parece que es muy importante, porque en este momento, en el momento que aceptamos el que es bueno lo que une, malo lo que divide, ya no sabemos... adulteramos la palabra 'bueno', la palabra... o sea, pierde todo...
  
AGC - Pero no olvides que la unidad va con lo otro, cada soldadito es cada soldadito, y cada soldadito con su machete. Y eso es inevitable, pueden ser iguales pero [], cada uno es cada uno: irresponsable; y cuantos haya en el frente se les contará uno por uno; uno por uno, por número de almas. Eso no me he detenido mucho antes en mostrar, pero de paso, yo creo que se veía lo bastante claro, después de presentar las cosas como las presenté: la vanidad de la ordenación, de intentar hacer una ordenación del caos. Estos días sacaba en el periodicucho ése de La Razón una columna que se llama Orden, podéis volver sobre ello (No sé si os ha llegao o no).


- Sí.


AGC - Sí. Bueno. Y hay… para ampliar respecto a la vanidad que, después de lo dicho, representa cualquier intento de madre de istruir a sus hijos, gobernante de istruir a su pueblo: la ordenación desde arriba del tipo que sea. Eso, fuera. Pero ahora, de lo malo de eso es que esto lo digo yo. Yo (el que lo digas tú, Jaime, naturalmente no puedo decir nada), pero lo malo es que lo sigo diciendo yo, Agustín García. Y esto, la verdad, me repatea. ¿Cómo me libro? ¿Cómo me libro de que cualquier cosa de la que estoy haciendo y diciendo tenga que pasar a través de mi nombre propio, de que muchos puedan creerse que...? Claro, naturalmente me intento de responder siempre  como el otro "Soy legión", y quitarme el nombre de en medio. Pero, claro, vengo aquí o voy a cualquier sitio, y ¿cómo?... ¿cómo evito yo que cualquier señor o cualquier señora, incluso de los que me estén oyendo con la mejor buena voluntad, se crea que el que lo está diciendo es Don Agustín García? Horrible.


- Eso es que lo tiene que evitar...


AGC - ¿Eh?


- Eso lo tiene que evitar el otro.


AGC - ¿Lo tengo que evitar?


- No. No lo puede evitar. No lo puede evitar Vd., es tarea de cada uno.


AGC - Sí. Más de una vez...


- Pero si tú eres una ilusión. Tú eres una ilusión como yo. Luego lo que tú estás diciendo igual que lo  que [] no lo dices tú ni lo digo yo.


AGC - Sí.


- ... Es mejor partir de ahí.


AGC - No: más de una vez []


- El pensamiento divide. El pensamiento divide. El hombre tiene un límite total que es su mente. Su mente hace que estemos en una cárcel: la mente es una cárcel. Eso ya, de entrada. Entonces, la mente...


AGC - De mentes...


- ... piensa, la mente divide.


AGC - ... De mentes no hables. De mentes no hables, porque eso de 'mente' es un invento de los filósofos.


- No: es que sí, es que es... Bueno, me da lo mismo. El caso es que tú y yo, así, somos una ilusión, luego lo que tú dices y lo que yo digo, estamos viviendo...


AGC - No, no, no. No somos ninguna ilusión, somos una puñetera realidad. Somos la Realidad y el amo del cuerpo y del alma.


- No. No. De eso nada. Eso sí que no. No lo somos. No somos una realidad.


AGC - Ninguna ilusión, ya querríamos.


- Y eso es lo que más nos cuesta creernos.


AGC - Bueno. Pero, efectivamente...


- No lo somos.


AGC - Efectivamente, más de una vez, yo mismo he tratado de decir eso "Si algo bueno me sale por esta boca o estos dedos, eso no lo he hecho yo, no lo he dicho yo", queriendo decir Don Agustín García, sobre todo cuando me dedicaba más a eso de poesía, digo "Si de esto que oigáis hay algo que de verdad hiere, que haga algo que sea bueno, eso no es mío, todo el resto de los versos [], la mayoría por desgracia, eso sí, eso es mío". Eso lo he intentado. Pero es que [] aplastante con los prójimos de cerca y los de lejos la obsesión con el nombre propio, meter todo dentro del cajón del nombre propio, quitarle todo ánimo de hablar porque ya se sabe que lo va a decir Don Agustín García. A ver.


- Agustín, esto...


- Preguntaba ella.


AGC - ¡Ah!, pregunta.


- No, que a mí lo que me extraña es que hayas hecho este reconocimiento tan tardío de algo que uno pues lo descubre pues muy tempranito ¿no?


AGC - Sí, por ejemplo, Isabel...


- Y entonces, eso indica hasta qué punto...


AGC - Por ejemplo, Isabel.


- ... parece como que tú has vivido de la ilusión de borrar al otro, de que no has escuchado nunca a los demás, no sólo a la Autoridad, que te llevaba de acá para allá, sino a los más inmediatos, o a los más cercanos que te han dicho...


AGC - Sí. Ya lo he dicho. Lo he confesao.


- Déjame que termine. Que te han dicho sistemáticamente que eras insoportable. Entonces ¿qué es lo que pasa que tú hayas tenido que llegar a los ochenta y un años, y que solamente te des crédito a que te lo dices a ti mismo? Eso es un acto de soberbia []...


AGC - Te van a decir muchos...


- ... de decir "Solamente me creo que soy yo insoportable cuando yo me lo digo”. Es un acto diabólico.


AGC - Te van a decir muchos que estás diciendo mentiras...


- Y además, te digo una cosa, quien dice "Soy legión", lo dice el demonio.


AGC - Te van a decir muchos que estás...


- ... lo dice el demonio. Es cuando el diablo dice "Yo soy legión".


AGC - Te van a decir muchos que estás hablando en falso, y no quiero decírtelo yo.


- ¿Cómo que estoy hablando en falso?


AGC - Vamos a ver, Isabel...


- A todo el mundo se nos dice "Somos insoportables"...


AGC - ... El descubrimiento es...
 
- ... personalmente, pero que uno llegue a los ochenta y un años a decir "No me gusto". Mira...


AGC - ... El descubrimiento es "No me gusto". Ahora te pregunto a  boca de jarro: "Isabel, ¿no te gustas?"


- Yo desde los 15 ó 16 años oscilo...


AGC - ¿No te gustas?


- ... oscilo. A veces, no.


AGC - ¿No te gustas?


- Pues la mayoría de las veces, no.


AGC - Venga, ale. Venga, habla de otra cosa.


- La mayoría de las veces, no.


AGC - Venga, habla...


- Y sobre todo cuando tú me miras, no me gusto nada. Me gusto cuando no me miras. 


AGC - ... Habla pa otro lao. Venga, más. Habla pa otro lao. Sí.


- Agustín, a mí, según te estoy oyendo...


- ... [] reconocimiento diario, cotidiano.


AGC - ¡Basta! ¡Basta!


- ¿Por qué haces una confesión a los ochenta años...


AGC - Mentirosa.


- ... de una cosa, que a los veinte años se dice uno costantemente?


AGC - Mentirosa.


- ... Eso es una perversidad.


AGC - Mentirosa.


- Yo me pregunto si esto que nos estás diciendo, ese punto en el que estás, ¿es eso la pérdida de Fe?


AGC - No: pérdida de Fe se puede decir en muchos...


- No: al contrario, es una enorme Fe, en que solamente se da crédito a sí mismo...


- ... Esa pérdida de Fe de la Realidad...


AGC - ... en muchos pisos. En muchos pisos. La pérdida de Fe...


- ... cuando él se lo dice a sí mismo. Fíjate. Es monstruoso.


AGC - ... La pérdida de Fe, tal como se impone por ahí, es una cosa que, por supuesto, la he perdido hace mucho tiempo...


- No: la pérdida de Fe que hablamos aquí. Yo la entiendo, la pérdida de Fe...


AGC - Pero aquí es una pérdida del gusto por el propio amo de mi cuerpecito y de mi alma, de mi nombre propio. La pérdida de ese gusto del que no es nada fácil desprenderse. Y cuando uno se desprende, produce desánimo, desolación, simplemente porque le parece que cualquier cosa que diga va a ser Don Agustinito el que lo dice. Hasta esto mismo que acabo de decir.


- Si se desprende uno del ego, siente felicidad ¿eh?


- Pero, bueno, quizá es que tu caso sea también porque eres muy conocido. Porque yo te puedo decir que yo doy clase, por ejemplo ¿no?, y a mí hay años que me pasan alumnos todo el año por mis manos y no saben quién soy. Y cuando le dicen al padre que tienes que hablar con la de no sé qué, le dice "Pues la que lleva no sé cuantos, o la del abrigo azul, o de tal". Porque no se han enterao ni de cómo me llamo. Entonces, quizás, tu problema es que también es que te has hecho muy conocido, entonces, claro, pues es un poco…


- Y muy adorao.


- Sí, muy adorado, también. Y es un poco ladrillo.


AGC - Bueno, eso es por un lado...


- Pero te advierto que cuando no saben ni quién eres, ni cómo te llamas, en un año entero, tampoco te hace mucha gracia ¿eh?


AGC - Puede...


- "La de los zapatos no sé cuantos". "Joder, tía, que me llamo Rosa".


AGC - Puede favorecer algo... puede favorecer algo tu situación, Rosa, pero la verdad es que aunque...


- Pues es triste también eso.


AGC - ... aunque te libres un poco de un... Yo no soy muy conocido, no soy muy famoso, pero ya he dicho que lo bastante para haber recibido de vez en cuando algunos insultos ispirados y críticas desde arriba. Puede que tú de eso te hayas librado en gran parte, pero del prójimo más cercano...


- No, del más cercano, no, por supuesto.


AGC - ... de los prójimos más cercanos, de esos no te habrás librao. Y si no te han dicho, con no menos ispiración, "¡Qué cabrona eres!", es porque habrán empleao otro insulto. Pero, por supuesto, cosas por el estilo: "¡Qué hipócrita!”, tal; cosas por el estilo. Sí.


- Eso de "No me gusto" ¿quién lo dice?


AGC – Bueno, pues tú dirás.


- Me pregunto por el que lo dice, y luego me pregunto por sobre quién lo dice. Porque tú dices que es el del nombre propio, pero ése del nombre propio ¿qué no le puede gustar a uno? Tú has dicho, por ejemplo, cosas como...


AGC - Desde luego el 'me' parece que no puede ser el mismo que el sujeto de 'gusto': una contradicción.


- Y tú has dicho cosas como 'pedante' y tal, que eso parece que serían defectos del alma. Y luego has dicho que no son defectos del alma.


AGC - No. No, no. No, no. Porque puede ser el amo del cuerpo. No, no, carácter, no. No: no son más que del alma. No. El alma. El alma lo que tiene son -no sé- rasgos de carácter, costumbres...


- Claro.


AGC - ... pero... pero rasgos como esos del tipo de la pedantería o todo eso... están más arriba.


- Esos son defectos de carácter ¿no?


AGC - ¿Eh?


- ¿No serían defectos de carácter, de malas costumbres, o algo así?


AGC - No: están más arriba, son de ése, del amo; el amo es el que tiene que imponer la pedantería y tal. Pero, bueno, aparte de eso, sin discutir mucho la topografía y la dirección del insulto, lo cierto es que efectivamente la condena a que cualquier cosa que uno diga, la esté diciendo Don Agustinito... es cuando se repite mucho, cuando te lo imponen mucho, se vuelve como mortífera; se vuelve como mortífera, desanimadora. Sí.


- Bueno, que yo desde hace mucho, vamos, lo había visto aquí, en la tertulia, que la Realidad, el nombre y todo eso no nos gustaba, o por lo menos, yo así lo entendí. Pero hace mucho se decía aquí siempre eso de "Debajo de todo esto hay algo que no se sabe, pero se sabe".


AGC - No: que no se sabe, simplemente.


- Que no se sabe, pero yo recuerdo oír "Pero se sabe".


AGC - No, no: "se sabe", no.


- Bueno, pues busquemos lo que no se sabe…


AGC - No: que lo hay. Vamos, que lo hay, porque no puede menos de haberlo.


- … A ver si lo que no se sabe nos gusta.


AGC - ¿Eh?


- A ver si lo que no se sabe, nos gusta, puesto que lo que se  sabe...


AGC - Hombre, me enamora. A mí lo que... A mí lo desconocido me enamora. Eso, por supuesto, puedo decirlo tranquilamente.


- Busquemos eso.


AGC - Es por lo que estoy aquí: lo desconocido me enamora. Lo malo que tiene Don Agustinito es que es conocido. Ésa es la puñeta. Lo desconocido me enamora; lo que no existe me enamora. Pueblo, en cuanto es pueblo-que-no-existe, en lugar de ser poblaciones de las regimentadas desde arriba, pueblo que siempre hay, me enamora. Cualquier cosa enamora. Cualquiera que sienta esa repulsa que he dicho, ese asco de las condiciones de la Realidad, no puede menos de sentir un amor de lo otro, de lo que hay por debajo.


- ¿Y por qué buscar sólo lo que hay por arriba?


AGC - ¿Cómo?


- Lo de arriba pa atacarlo.


- ¿Por qué quedarse sólo en lo de arriba, en la Realidad? ¿Por qué no buscar eso que enamora?


AGC - No, no. Si no tenemos que buscar nada: está ahí.


- Bueno, pues...


AGC - No, no. Pero lo malo de Don Agustinito es que existe. O mejor dicho, o más que existe, es que... que pertenece a lo conocido.


- Es más cómodo lo de arriba ¿no?


AGC - Sí.


- Es decir. A ver: Tú has dicho que -vamos- tú o yo mismo. (Voy a ponerme yo). Digo "No me gusto". Y entonces, como oposición... busco la oposición... O sea, perdón. Y hablo o pongo un espejo, o pongo una imagen y digo "No: no me gusto por esto, por esto y por esto. Me gustaría más si fuera por esto, por esto y por esto otro". Pero, es una contradicción. Es decir, es como la necesidad de decir "No me gusto y voy a encontrar a ver que... si me gusto de alguna manera”.


AGC - No. Creo que...


- ... las dos partes son mentira.


AGC - Probablemente es irremediable. Cómo, cómo puede haber alguien que con su nombre propio encima sea bueno... encima sea bueno, encima sea inteligente, encima sea generoso y todo: no puede ser. Es... Lo que sirva a las condiciones de la Realidad: eso no puede ser. No hay otra aspiración.


- Yo quería hacerte una pregunta. Hubo un tiempo en que las mujeres nos enfadábamos muchísimo cuando nos llamaban 'mujeres objetos', en vez de decir 'mujer cosa', que era menos pedante ¿no? Pero hubo una época enorme, incluso era una ofensa: "Porque éste me trata como una mujer objeto". Cuando en realidad ¿qué quería decir aquéllo? Una mujer objeto podría haber sido el ideal del tratamiento ¿no?; del tratamiento ése que tiene en cuenta que uno es el caso de cosa, pero cuando uno se permitía eso es porque el otro no dejaba de ser el sujeto, el amo, que era el que trataba al otro como objeto.


AGC - Sí, sí. Sí, sí. Bueno, no sé por qué sacas esto ahora, porque eso estaba en el comienzo...


- Bueno, ¿por qué lo voy a tratar? Porque estamos hablando de las cosas.


AGC - ... Estaba en el comienzo de la reflexión. Hemos renunciado...


- Estás hablando de la cosa. Las mujeres hemos sigo 'la cosa' siempre...


AGC - ... Hemos renunciado entre otras cosas –dije-. Dije...


- ... Y Natura, además...


AGC - "Hemos renunciado...


- ... restos de Natura.
 
AGC - "Hemos renunciado entre otras cosas a términos cultos como 'sujeto', 'objeto'”...


- Y cómo te vas a gustar. Claro que no te puedes gustar.


AGC - "Hemos renunciado a términos cultos como 'sujeto', 'objeto' porque los hemos encontrado efectivamente engañosos y peligrosos, y hemos preferido el término vulgar 'cosa'”, sí. Sí.


- Pero precisamente, las mujeres han representado por un lao: ser la cosa y restos de Natura…


AGC – Mira, en este momento...


- … Esto que hemos estado hablando hoy.


AGC - En este momento, perdona, pero las mujeres no es el tema.


- Vamos a ver. Pero tú has dicho hace un rato que no se podía hablar, que teníamos que disculparnos, que Natura que no. Y sin embargo has hablado de Natura hoy. ¿Sí o no?


AGC - De la manera...


- Bueno, pues lo mismo: yo puedo hablarte de cosa y puedo hablar de Natura dentro de las mujeres.


AGC - Sí, sí. Pero no. Que las mujeres no son el tema en este momento.


- Que te digo, Agustín, que no me extraña que no te soportes ni te gustes.


AGC - Que las mujeres no son el tema en este momento. Que las mujeres no son el tema. Eso, otra conferencia.


- Claro, evidentemente. Pues venga, habla de eso.


AGC - A ver.


- Oye, yo quería hablar de una palabra que...


AGC - Sí.


- Llevo años… Yo entiendo que la gente, cuando se despide de mí, me dice "Cuídate". A mí me parece que me lo dice con cariño y con ternura. Pero yo he aprendido a odiar eso porque tú te molesta que te digan "Cuídate", y no entiendo por qué.


- Pura imitación.


AGC - Pero no, porque eso no es personal mío. Eso yo creo que es...


- ¿Qué significa "Cuídate", cuando...?


AGC - Eso tal vez es razonable. Eso, si uno no estuviera...


- []


AGC - ... Si uno no estuviera acostumbrao al Régimen, yo creo que a cualquiera -a cualquiera- desde lo más hondo de sus entrañas le tendría que fastidiar. Porque "Cuídate" quiere decir que sigue las reglas del Orden y por tanto las reglas de la Medicina, del Fitness, del régimen de comidas, de cosas por el estilo. Dice, "Pero, hombre, si es en lo que estoy". Un amigo se sentía... se sentía también partícipe de esta reacción y me decía -claro- que lo que sentía cuando le decían eso era decir ¿Qué cara me habrá visto ése para decirme "Cuídate"?


- ... Es un palabro que está desprovisto de significado. Eso se dice por decir. Lo más significativo ya sería decir "Descuídate". Eso sí que es ya una pedantería gorda.


AGC - A ver. Sí.


- A ver, se me ocurren dos bromas: la primera es que, hombre, que digas tú cómo puedes evitar tú que lo que tú dices seas tú el que piensen que lo has dicho, cuando canciones que tú has hecho las canta por ahí gentes, y las oye gente que no sabe quién las ha escrito; cuando incluso hay gente que lee libros que aparecen bajo tu nombre y los puede leer en la intimidad con su propia voz... Bueno, pues por esto.


AGC - Sí. Hombre...


- Espera, espera, espera, espera. Y por el otro, pues, hombre, eso de cómo puedo evitar yo que lo que yo diga piensen que soy yo el que lo dice,  pues depende de quién sea ese yo ¿no?: si es yo personal, si es yo que sé quien soy, pues mal asunto, parece una contradicción insoslayable. Ahora, si es...


AGC - No, no. Yo lo he centrao ¿eh? Mario: lo he centrao. He dicho que no es ni este cuerpo ni esta alma, ni es yo de verdad, es el amo del cuerpo y alma.


- Ya. No, digo “cómo evitar yo”, ¿quién es ese yo? Ese yo... Si ese yo no se sabe quién es, yo te invitaría a venir los miércoles a una tertulia que hay en el Ateneo...


AGC - Eso es lo que me preguntaba en la frase Virginia.


- ... que a veces se oye... se oye la voz de un yo que no es nadie.


AGC - ¿Eh?


- Que te invitaría a venir los miércoles al Ateneo, que a veces se
 oye hablar una voz que no sabe muy bien de dónde viene.


AGC - Hombre, desde luego, evidentemente, cuando se dice (ya lo decíamos antes) "No me gusto", 'me' apunta a un sitio que no es al sitio al que apunta la primera persona de 'gusto'. La persona de 'gusto/gustar' evidentemente es el amo, el amo del cuerpo y del alma: el nombre propio. Ésa es la que ha dejado de gustarme, no me gusta, y el 'me', pues, no. El 'me' tiene que ser otro. Evidentemente, nadie...


- Has dicho antes que...


AGC - ... no quiere decir... no quiere decir que estemos así verdaderamente encarcelaos en el nombre propio como si fuera todo, no, no. Estamos mal hechos. Estamos mal hechos, no pretendo decir que es una condena como la totalidad; digo simplemente que es una molestia tan tremenda, un estorbo tan tremendo, el encontrarse con eso una y otra vez, que mueve al desánimo. No he dicho más que eso.


- El problema de Agustín, yo digo que es el problema de todos, que en cada uno ese problema tiene el nombre de su propio nombre. Mi problema es Antonio. Y ese problema es el que nos impide percibirnos unidos...


AGC - No.


- ... Percibirnos como una simple estructura momentánea, mirando con susto lo que nos pasa. Ese problema que tenemos nos separa. Pero tu problema es el mío.


AGC - Hay más...


- ... tu problema es el mío.


- No: un poquito más exagerado.


AGC - No digo que sea... No digo que sea sólo eso. No digo que sea sólo eso, pero eso es desde luego un impedimento. Dejemos lo de unión y todo eso que no se sabe muy bien. Un impedimento para eso: para sentir, para percibir; un impedimento para seguir esta guerra. No digo que el único. No digo que el único, pero es un impedimento tremebundo.


- ¿Por qué esa repugnancia...?


- Pero en ese impedimento estamos unidos.


AGC - Eso es de lo que yo no puedo tener un testimonio directo. A mí me lo dices; yo no sé hasta qué punto... hasta qué punto, porque se puede...


- Yo tampoco lo sé, a veces se intuye.


AGC - ... se puede mentir fácilmente. Isabel decía que ella también... "Que no... que no, y no me gusto", y era mentira.


- Hombre, hay grados.


AGC - De manera que se puede mentir más o menos. Vamos a ver.


- Hay épocas. Desde que le salen a uno los michelines de adentro, ya no se gusta.


- Y los de fuera


AGC – Pero, vamos, yo puedo creer, efectivamente, que es así: que cualquiera... que cualquiera que esté lo bastante harto de percibir que cualquier cosa de buena que le sale se la atribuyen enseguida, decir "Ah, ya sé, Fulano, ya sé lo que suele decir", y tal. A cualquiera le pasará esto, algo de esto.


- Es que hay casos exageraos de amor propio, que luego, cuando uno se da cuenta de la rotura...


AGC - ¿Qué más había por ahí?


- No, la repugnancia ésa de la que hablas, que se siente por aquéllo de uno tener que cargar con uno mismo, y que produce desánimo, tal vez se tendría que entender de una manera completamente opuesta. Parece que tendría que producir todo menos desánimo, sino lo contrario, ánimo. Porque esa repugnancia parece que no le pertenece a uno mismo. Y, sin embargo, es verdad que esa repugnancia produce desánimo, ¿es que esa repugnancia también pertenece a uno mismo, también es de uno mismo, también es de ese amo?


AGC - No, no. Evidentemente está fuera. Ya hemos dicho: el 'me' de "No me gusto"...


- Entonces, ¿por qué produce desánimo?


AGC - ... no es el mismo que el que gusta o no gusta. No: está fuera, y efectivamente eso revela que el nombre propio no es todo, lo acabo de decir, no se trata de una condena a la totalidad, simplemente que uno que tiene que hablar, seguir hablando, sea alrededor, con los prójimos cercanos, sea aquí, sea en público también, tiene que seguir hablando y saliendo en ella con esta facha, que es lo de menos, sino bajo su nombre propio, acaba por hartarse y decir "Pero ¿para qué coños...?"


- Agustín, lo que acaba de decir Felipe lleva toda la razón: la repugnancia ésa viene del amo también; viene de esa parte del amo...


AGC - Eso no lo ha dicho él.


- ... que ha tenido antes más parte en el negocio...


AGC - Eso no lo ha dicho él. Bueno...


- Sí. No. Lo que está diciendo...


AGC - Eso no lo ha dicho él.


- ... es  que la repugnancia...


AGC - No: que no lo ha dicho él.


- La repugnancia nace también de una situación ambigua.


AGC - Que no, que no lo ha dicho él. Que no lo ha dicho él. Eso es tu intención.


- Nace de un yo que está muy mezclao con el otro.


AGC - Adelante.


- Y por lo tanto te debe dar alegría esa repugnancia, ¿o no?


AGC - Que no lo ha dicho él. Sí, sí.


- Entiendo el fastidio de que le atribuyan a uno lo que dice, pero también, me parece que no es para tanto, o sea, que...


AGC - ¿"Que no fuera"?


- Que no fuera tanto. Que es un fastidio también un poco hasta cierto punto superficial, o sea que lo importante es que se diga, y que después, que le fastidie a uno porque... porque a lo mejor ahí está la amenaza de que eso le quite el veneno de lo que se podía estar diciendo. Pero no se sabe tampoco eso; no se sabe lo que... cuando se dice algo no se sabe tampoco lo que eso va a hacer ¿no?


AGC - Sí.


- Entonces, no sé... no lo veo tan...


AGC - Hombre, la verdad es que soy bastante buen ejemplo: llevaba con vosotros, o con los que estaban desde entonces, más de diez años intentándolo, [ir a ver] lo que se hacía, y no es desde luego ese sitio el sitio que más me pueda producir esa especie de hartura o convicción de que cualquier cosa que diga: Don Agustinito; eso más bien me pasa con círculos más extraños, o con la familia, o con los de cerca, más que aquí. Pero el caso es que, bueno, que uno sigue comprometiéndose por desgracia, seguir haciendo funciones públicas aparte de la tertulia, y cosas de esas, y tiene que seguir llevando su vida familiar, y eso es un peso, es un peso.


- Pero ¿por qué te crees ese personaje? ¿Por qué te crees el personaje?


- Hombre, la táctica, desde luego, es un problema que a uno lo cataloguen. Eso está claro. No sé si también es un poco ese miedo que tienes a que... pues a uno si le colocan una etiqueta encima y tal, pues ya es difícil que lo que uno diga lo vayan a escuchar un poco sin saber muy bien de dónde viene ¿no?, sino que...


AGC - No, las etiquetas, lo que he llamao antes insultos, insultos de la Autoridad, de las mujeres, muchas veces...


- No: o Agustinito. En Agustinito se te etiqueta.


AGC - ... muchas veces pueden no ser demasiao mortíferas, porque se cambian, están mal aplicadas. Es más profundo que eso, es el hecho mismo de sentir que te están oyendo a ti, a ti personalmente, a Agustín. Con lo cual no te [], que si te están oyendo a ti -Don Agustín- es que no están oyendo.


- Porque habrá algún deje que uno esté siempre diciendo "Esta boca es mía, esta boca es mía". Si uno no dijera "Esta boca es mía"...


- Entonces, no hay solución.


AGC - ¿Eh?


- No hay solución.


- ... se dejara hablar…


AGC - Este problema no lo he presentao como un problema que tuviera que tener solución. Lo he presentao como un caso que puede llevar a un desánimo profundo, como es el mío…


- Entonces, Agustín, ¿el desmon-...?


AGC - … No digo que eso<