26.08.2014

Tertulia Política número 131 (25 de Junio de 2008)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

  • Heráclito.
    • ‘Hay que seguir a lo público, pues común es lo público’.
  • Machado.
  • Contrapuestos incongruentes.

 

  Tertu131-25-06-2008#Tertu131-25-06-2008.mp3

 

TRANSCRIPCIÓN:

 

 

Vamos a seguir con esta guerra que en este rato venía siendo, sobre todo, una vez más, la guerra contra uno mismo, contra el centro de la Fe -tanto si lo tomáis como objeto de la Fe, como si lo tomáis como sujeto de la Fe, por mantener esa distinción, que para nosotros ya hace tiempo que se ha perdido en las brumas, pero en todo caso es el centro de la Fe- y cómo es que en esta guerra puede intervenir lo público. Nos estábamos acompañando de los restos del libro de Heráclito, donde se dice que ‘hay que seguir a lo público, pues común es lo público’.


Efectivamente, no cabe pensar que a lo que ahí ‘público’ -koinón- se refiere sea a las multitudes o conjuntos de las poblaciones humanas, por ejemplo, que evidentemente están compuestas de yoes, en el sentido de unos que cada uno cree en sí mismo. Y esto que siempre ha sido un artículo de Fe para el Poder, que manda que uno crea en sí mismo, se ha hecho, bajo nuestros Regímenes, más claro con la Democracia Desarrollada que está fundada en esa Fe: que cada uno crea en sí mismo. Dios sabe que si uno cree en sí mismo está ya creyendo en Dios, y por tanto todo marcha bien y no hay peligro.


De manera que público no puede referirse a eso y, a pesar de todo, en fragmentos se decía ‘común es lo público’; no puede referirse a un público que esté compuesto de personas, de particulares, porque eso evidentemente es a lo que ‘común’ se opone de una manera directa: una población cualquiera -de humanos, por ejemplo- está hecha de  ídioi, es decir, de ‘particulares’, de ‘privados’, que cada uno se dedica a lo suyo, y esa es la situación habitual según en otro de los fragmentos en que, según mi ordenación, se la comparaba con el sueño, en el cual ‘cada uno se retira a lo suyo, mientras que para los despiertos hay algo común’. Esto lo trasladábamos a la vida corriente y a la situación normal de la Realidad.


De manera que es en otro sentido como “común es lo público”, algo que se contraponga a esos conjuntos de unos, a los cuales en otros fragmentos, también en Heráclito, se les llama hoi polloí, que es el término que se ha generalizado entre los europeos para designar a eso: a los conjuntos de individuos, que es justamente a lo que se nos quiere reducir todos los días y que no haya más que eso, que no haya conjuntos de individuos, porque si hay algo más, algo común, eso a lo que alude pueblo-que-no-existe, entonces el Poder está ya temblando. Ésa es... ésa es la forma de alianza entre tò ídion, ‘lo privado’ y el Poder, Estado y Capital, y lo que se quiera, y por eso es cómo nuestra guerra se dirige contra ese uno y la Fe en uno, y la Fe de uno en uno mismo.


Esto nos había llevado por derroteros que trataban de ilustrarlo: las figuras del sueño, el espejo; y sobre esas ilustraciones tendremos que volver.


Cuando lo de la última sesión... en la última sesión cesábamos en esta lucha nos estábamos acompañando de otro, de otro de los pocos muertos vivos, Don Antonio Machado, recordando un par de proverbios que tenía que ver con ello. Desde luego “En mi soledad / he visto cosas muy claras, / que no son verdad”, en cuanto a la Fe en uno mismo eso va directo; y luego aquel otro que yo interpretaba cambiando el tono, poniéndolo del revés: “En mi soledad”... “Tengo a mis amigos en mi soledad”, era en el sentido de yo a solas conmigo puedo hacer de mis amigos lo que quiero que sean, en ese sentido están conmigo (‘¡vaya gracia!’, tendría que añadir una glosa); “cuando están conmigo ¡qué lejos están!”, y a lo mejor la lejanía... los amigos cuando están conmigo, pues está aludiendo a esas virtudes que puede tener lo público, porque de lo que se trata, de una manera o de otra, es de ir contra tò ídion -ir contra lo uno-, y quién sabe, a lo mejor, efectivamente, esa compañía de múltiples y desmandados, no regidos por un centro, por mi voluntad, puede hacer algo en el sentido de descubrir lo común, la muerte de lo particular, de lo privado.


Cuando andábamos en esto, al salir de la tertulia el último día, Antonio Fernández y Isabel me sacaron a colación el soneto de Machado mismo, el ¡Oh, soledad!, y antes, otro de los proverbios que me recordó Antonio, que viene a insistir en lo que estamos diciendo: “Poned atención: un corazón solitario no es un corazón”. De manera que esto está claro para quien no se empeñe en distinguir razón de corazón. Aquí no hacemos más que confundirlos todos los días. De manera que si respecto a ‘razón’, ‘verdad’ (como en el otro proverbio) se puede... se puede negar cualquier virtud a la soledad -a la reflexión a solas- también para el sentimiento “un corazón solitario no es un corazón”. De manera que ni para razón ni para sentimiento podemos agarrarnos a la soledad.


Vamos a ver entonces, puesto que me lo recordaron, el soneto que ya aquí hemos usado alguna vez a otros propósitos. Lo voy a tener que ir descuartizando un poco, la sombra de Don Antonio nos perdone, pero, en fin, ya sabéis que aquí no se trata ni de personas, ni de poetas, ni de nada, sino de alguna compañía que podamos encontrar entre los pocos muertos vivos.


“¡Oh soledad, mi sola compañía”. Ya con el primer verso hay bastante; está claro que esa soledad no soy yo, si no, cómo podría ser ‘mi compañía’, cómo podría acompañarme. De manera que ya la ha colocado, de un revés, con esto fuera, fuera de sí mismo.


“¡Oh soledad, mi sola compañía, / oh musa del portento, que el vocablo / diste a mi voz que nunca te pedía!”. De ella pues, de ésa que está ahí fuera y que no soy yo, es donde a mi voz le puede haber venido alguna vez palabra, alguna palabra, que yo personalmente no pedía nunca, ni necesitaba, ni quería: en contra de mí, en contra de mis intenciones.


“Oh musa del portento, que el vocablo / diste a mi voz que nunca te pedía! / responde a mi pregunta: ¿Con quién hablo?”. Y entonces aquí ya empieza un poco de desesperación: está ahí mi soledad y no puedo menos de preguntarle ¿quién es?, ¿con quién hablo?, ¿con quién estoy hablando ahora? No pregunta ¿con quién hablo? cuando hablo con mis amores, mis amigos, y el público en general, sino en esta situación: ¿quién es a quien estoy hablando ahora?, ¿con quién hablo? Para que no haya confusión, en el segundo cuarteto lo aclara sin más:


“Ausente de ruidosa mascarada”, ‘ruidosa mascarada’ son evidentemente hoi polloí, del término de Heraclito, que es la población normal, el conjunto de yoes, que efectivamente es las dos cosas...


- No se te oye nada.


- No se te oye nada.


- No se oye nada


- Se oye poco. No diremos ‘nada’, pero poco.


- Bueno, muy poco.


- Yo me voy para allá, [] un hueco ahí...


AGC - A ver. Sí, gracias. Yo, la verdad es que estoy hablando tan fuerte como otros días.


- Pero es que están las ventanas abiertas.


- Nos tenemos que ir echando para acá.


AGC - ¿Eh?


- Es por las ventanas y por el ruido de fondo.


AGC - Por las ventanas y porque está abierto eso.


- Ahí fuera, ahí fuera...


AGC - No voy a empezar otra vez a la glosa del soneto.


- Pues sí, entónalo.


AGC - No, no. No voy a empezar a glosar el soneto otra vez. Los que no hayan oído, ¡qué se les va a hacer!


Se rechaza pués la suposición de que el ‘¿a quién hablo?’ se pudiera referir a personas, al conjunto de personas que son la población normal.


“Ausente de ruidosa mascarada”: la población normal que, efectivamente, es por un lado máscaras, lo que dice la palabra ‘persona’, que nos ha venido del lenguaje del teatro, y ‘ruidosa’; ‘ruidosa’ que evidentemente es algo que se contrapone al habla y a la razón. Hasta los informáticos llaman ‘ruido’ a todo aquello que entorpece cualquier comunicación verbal, o lo que sea, clara y distinta.


Ausente de eso “divierto mi tristeza sin amigo”, porque evidentemente eso implica encontrarme, si no de verdad solo, por ejemplo, sin amigos, ahora; “contigo, dueña de la faz velada, / siempre velada al dialogar conmigo”.


Vuelve a la pregunta de ¿quién eres tú?, ¿quién eres tú?, porque evidentemente no se le aparece como nada visible -ese tú, mi soledad-, y le pregunta, sigue preguntándole indirectamente de la conversación habitual: de la ruidosa mascarada, divierto mi tristeza, mi falta de amigo, contigo, dueña de la faz velada.


Ahora ya la ha vuelto descaradamente femenina. Esto es una consecuencia -ya sabéis- de que lenguas como la nuestra tienen ese implemento que se llama ‘género gramatical’, y, por tanto, como ‘soledad’ es femenino, pues qué se le va a hacer, soledad tiene que de alguna manera volverse una mujer, como la muerte, que también es femenino, tiene que hacerse una mujer y como cosas por el estilo.


Bueno, ¡qué le vamos a hacer!, Don Antonio en ese caso sigue la norma, y aquí no le importa volverla más descaradamente femenina: “dueña (‘doña’, ‘dómina’) de la faz velada, / siempre velada al dialogar conmigo”. Casi como el enamorado que se queja de que no puede saber ‘quién eres tú’, ante la... ante la amada.


Pero los tercetos nos vienen a decir de una manera mucho más directa lo que importa, que es lo negativo:


“Hoy pienso: Este que soy será quien sea”: el problema, la preocupación del yo, del uno mismo, de quién es uno, de quién soy, se ha rechazado. “Hoy pienso: Éste que soy será quien sea;”, eventualmente, “no es ya mi grave enigma ese semblante / que en el íntimo espejo se recrea”: ya he abandonado ese falso camino, ese falso problema, del mí mismo. El espejo aparece inevitablemente también: “en el íntimo espejo se recrea”, donde ‘recrea’ sin duda hay que tomarlo ambiguamente: ‘recrea’ en el sentido habitual de disfruta, goza con ello, se deleita, y en el sentido que hace revivir el prefijo ‘re-crea’: se vuelve a crear, insiste en su creación, gracias justamente al espejo, al íntimo espejo. De manera que apenas puede darse una declaración más explícita y más clara de esta negativa, esta negativa del problema.


Es ya normal que termine: “sino el misterio de tu voz amante”. Porque eres tú, mi soledad, te has convertido en ‘tú’, y tú que de alguna manera me amas, se permite decir el verso (“tu voz amante”), pero no sé quién eres: misterio, “sino el misterio de tu voz amante”. Ése parece que es en cambio el problema de verdad que va a tocar a fondo la cosa, y es el problema que estamos debatiendo aquí estos días, es el mismo problema.


“Descúbreme tu rostro, que yo vea / fijos en mí tus ojos de diamante” es la declaración final, una petición ciertamente algo desesperada, pero, que bueno, que está bien para que el soneto termine con esa desesperada petición: “Descúbreme tu rostro”, sabiendo que no tiene, no es persona, sabiendo que no tiene... que no tiene rostro. “Descúbreme tu rostro, que yo vea”, sabiendo que ‘ver’ ahí, en ese trance, no se puede.


“Descúbreme tu rostro, que yo vea / fijos en mí tus ojos de diamante”. ‘Fijos en mí’ porque evidentemente la contra de mí, mi soledad, ésa que está fuera, naturalmente está dirigida, fijada, contra mí.


‘Tus ojos de diamante’ son, pues bueno, es una gracia final, tus ojos son de diamante, porque el diamante, aparte del esplendor, como todo el mundo sabe, tiene la virtud de rasgar el vidrio, que no hace falta que sea el del espejo precisamente, sino el del cristal que nos separa: que nos separa a ti -que no sé quién eres- y a mi -que estoy harto ya de preguntarme quién soy, y que ya lo he abandonado hace mucho tiempo-.


Ése es el soneto. Ahora, para que Don Antonio no se enfade demasiao, ya os lo recito seguido, y supongo que todo el mundo irá recorriendo... irá recorriendo la glosa que de él he hecho, y viendo hasta qué punto encuentra que está bien leído o que no:


¡Oh soledad, mi sola compañía,
oh musa del portento, que el vocablo
diste a mi voz que nunca te pedía!,
responde a mi pregunta: ¿Con quién hablo?


Ausente de ruidosa mascarada,
divierto mi tristeza sin amigo,
contigo, dueña de la faz velada,
siempre velada al dialogar conmigo.


Hoy pienso: Este que soy será quien sea;
no es ya mi grave enigma ese semblante
que en el íntimo espejo se recrea,
sino el misterio de tu voz amante.
Descúbreme tu rostro, que yo vea
fijos en mí tus ojos de diamante.


Bueno, pues ya tenéis para ir sacando de ello lo que se pueda para esta guerra que nos traemos. De manera que antes de seguir, pero ya os advierto que con esto vamos a volver al tema más general que nos había traído hasta aquí, que es el de los contrapuestos incongruentes, por volver a emplear la fórmula Kantiana. Pero sea como sea, antes de pasar a ello, pues, no sé, disconformidades, aportaciones, que se os hayan ocurrido respecto a esto de ‘público’ (‘común’ en cuanto que puede ayudar a destruir lo privado, lo particular, lo íntimo) o respecto a las cosas que en los proverbios y el soneto de Don Antonio Machado tienen que decirnos respecto a eso. Vamos a ello un rato. Voces por ahí que surjan, mejor que no se sepa de dónde, pero que surjan. Adelante. Adelante.


- No sé si tiene mucho que ver, pero cuando recordabas el verso final,  el de “los ojos de diamante”, veía un diamante que de alguna manera tiene una pequeña contradicción -el diamante en sí-, que es tener varias caras y a la vez ser transparente también. Igual es más imaginería que otra cosa, no lo sé.


AGC - No sé.


- Porque de alguna manera también ese carácter de lo público tiene un poco también que ver en eso.


AGC - Bueno, no olvides que las caras o facetas del diamante se deben a la industria humana ¿eh?


- Sí.


AGC - Que el diamante de por sí, yo creo que ese tipo de carbono no cristaliza; o me acuerdo mal, no lo sé.


- Sí cristaliza. No sé. Si hay alguno que lo sepa...


AGC - En todo caso, lo que solemos llamar ‘diamante’ es y son ya brillantes, es decir diamantes tratados por la joyería.


- Sí. Eso, sí. Un brillante es un diamante elaborado.


AGC - Sí.


- Sí, aquí.


AGC - Aquí.


- [] A mí lo que me resulta más interesante de esta parte última es la contraposición entre espejo y diamante, porque en realidad es lo contrario. Porque él parece que se lamenta de esa recreación permanentemente de su semblante, incluso aunque le llame “grave enigma”, pero que no lo es para él, puesto que se recrea costantemente en su espejo. Que esta otra dimensión que tiene de la dureza de algo        -como bien has dicho tú antes- que rompe el cristal, como cuando dice “En tus ojos me he perdido, era lo que yo quería”, cuando habla de la Petenera, él no quiere los ojos para reflejar, ni para que le vean, ni para ver, sino para que hieran el cristal de su propio espejo, de esa autocontemplación o recreación de su ser ¿no?...


AGC - Sí.


- Y eso me parece lo más interesante de esta parte...


AGC - Como...


- ... de esta parte final.


AGC - Como ya dije al pasar, al llegar a este punto, el espejo parece que ha quedado ya lejos. No es que para nuestros fines tengamos que olvidarnos del espejo, porque con él hemos descubierto cosas respecto a los contrapuestos incongruentes, pero como él ya en el cuarteto segundo ha dicho “No es ya mi grave enigma”, ya no me importa todo eso del espejo y la relación al espejo. Por eso sugería que los ojos fijos, que pueden servir como un diamante, se refieren más bien a otro cristal, que sería el de la separación entre tú -que no sé quién eres- y yo -que sí sé quién soy-.


- Pero ahí hay una cosa que es muy interesante también, parece que hace una renuncia de... a lo del diálogo: ya no le interesa ni que le hablen ni dialogar, lo que le interesa es que le mire con esos ojos fijos. Ahí parece que pasa como a segundo plano, incluso no es mi grave preocupación ni siquiera el diálogo, es el silencio...


AGC - No, no: la preocupación ya queda atrás,  la del uno.
 
- ... es el que no me digas, el punzamiento, el punzar la herida.


AGC - Bueno, lo del diálogo, ya, como veis, se ha... se ha dado, puesto que a lo largo del soneto, un interlocutor -que es el que habla- ha estado hablando; la otra, de momento, no le ha respondido, pero se ha dirigido a ella como un interlocutor. Y lo que importa es esa conversión de ‘mi soledad’ en ‘tú’: mi soledad de mí (que ha dejado de importarme quién es) y tú.


- Sí, pero un ‘tú’ que no le ofrece contradicción. Parece que hay una renuncia a la dialéctica ahí, no quiere contradicción ni siquiera; o por lo menos está...


AGC - Bueno, adelante. ¿Qué más?


- ... está implicando...


AGC - Sí. Que no haya...


- ... una no contradicción. 


AGC - ... Que no haya demasiados empeños. A ver.


- Sí, que... es que en cuanto a... en cuanto tiene esa pregunta, “¿con quién hablo?”, estás tú. ¿O... o qué, si no?


AGC - Y ¿si se dirige a?, a la que ha llamado  “mi sola compañía”, y le habla...


- Porque es que cada vez que se pregunta -¿no?-


AGC - Sí, sí. No, no: hay... hay dialéctica; el soneto está dirigido como un interlocutor a otro que no responde por ahora más que con el silencio. Sí.


- Sí, quizá  conviene recordar un dato que es que este soneto pertenece a una serie que se llama “Los sueños dialogados”. Entonces, esto quizá pueda completar algo, aunque yo no soy partidario de ponerle muchos datos a los sonetos -¿no?- aparte. Sí.


AGC - Sí. Sí. Si recuerdo bien, son demasiados diversos entre sí. Probablemente tomó una decisión un poco superficial para agruparlos, ¿no? Hombre, son todos dialogados en algún sentido, sí. Bueno, en todo caso, de otra manera muy distinta que éste, sí; éste se destaca mucho, sí. Pero diálogo hay, un diálogo en que el interlocutor ‘tú’ por ahora es mudo, es decir, sigue siendo ‘tú’, no se ha convertido en ‘yo’, porque eso es el diálogo ¿eh? Y esto os lo estoy diciendo porque va camino de aquéllo a lo que tenemos que volver. Un ‘tú’ que no se ha convertido en ‘yo’, que no ha tomado su vez, como de ordinario sucede.


- Pero es que el anterior diálogo termina...


AGC - ¿Qué más, por favor?


- ... el anterior diálogo termina diciendo “No me llaméis, que tornar no puedo”, es decir, él ahora pasa a otro estado mucho más impenetrable, como es el diamante.


AGC - Sí. Sí, sí, se refiere a los montes de Soria y a Andalucía. Pero bueno...


- Sí, pero en un proceso de desnudamiento...


AGC - Sí. Más vale... más vale...


- ... de desnudamiento del lenguaje.


AGC - ... Más vale no añadir ¿eh? Porque leña tenemos bastante; venga  -para este fuego-, sigamos...


- Pero entonces no le eches leña tú.


AGC - ... Sigamos con esto.


- Deja que lo diga solo el verso y no lo interpretes.


AGC - Sigamos con esto.


- Que respecto a de lo público y lo privado, y de los sueños, parece que un espejo es siempre terriblemente aburrido, porque normalmente no se espera que el espejo te sorprenda en nada, o...


AGC - ¿“Te” qué?


- El espejo, que parece que...


AGC - ¿“Te” qué?


- ... que es muy aburrido...


AGC - ¿Que no te...?


- Sorprenda. Mientras que lo público parece ser que ahí entra una dimensión nueva de que puedes esperar que el que está al otro lado haga... haga algo que no te esperas y, en ese sentido, que sea desconocido.


AGC - Sí. No puedo manejar a los amigos en cuanto que cada uno de ellos nunca puede ser del todo el que es, ni lo puedo saber del todo, siempre cabe alguna sorpresa. Es decir, que en eso tienes razón. Es un camino por el que tò koinón, ‘lo público’ puede ser una vía para tò xynón, ‘lo común’. Puede ser. Bueno, el espejo, la verdad es que de ordinario no nos sorprendía mucho, pero hay que ver lo que aquí nos ha sorprendido hace unas cuantas sesiones, y a mí me ha sorprendido de tal manera que todavía no deja de sorprenderme. Con eso os estoy llamando a volver al problema de los contrapuestos incongruentes: cuando uno se da cuenta de que el del espejo tiene una mano izquierda que es mi mano derecha. Eso es una cosa tan fascinante que desde luego tiene la condición de misterio. Para mí todavía no se ha desvanecido o aclarado ese misterio. Pero todavía recojo sobre lo anterior más cosas antes de volver sobre ese misterio.


- Yo, cuando... cuando dice que tengo en mi soledad a mis amigos, dices tú que parece que puede hacer con ellos lo que quiera, es lo mismo un poco también o recuerdas en general a todo... a toda la recreación de la Literatura ¿no?, que es adecuar la Realidad a lo que uno quisiera que fuera, o en las circustancias que quiere que sea. Incluso también a lo que hacemos en la tertulia, en el sentido de... de exponer aquí lo que... lo que se ha pensado también o lo que se está pensando previamente. Y lo decía en el sentido de que normalmente hemos dicho que lo común es lo que no soy yo, lo que está fuera de mí...


AGC - Lo que no es lo privado, sí.


- ... Entonces, al darle... al personificar la soledad (vamos, personificar) de alguna manera nombrarla o hacerla algo, parece que entonces puede parecer que... que... que esta soledad sería la que... la que se necesita para luego llegar a lo común, recrear lo común.


AGC - Sí. Quiere decir el sentido de que uno está tan harto del prójimo con [gran] ocasión que encuentra su retiro a la soledad esta trivial, pues como un consuelo   -ya, ya-. No, vamos, que en cuanto a Machado no tiene... no tiene esa culpa porque no se ha puesto a hablar de ‘la soledad’, tercera persona, que sería una conversión a lo real, sino que directamente se ha puesto a hablar‘le’, a ella, como interlocutor “¡Oh soledad!”, y eso es algo distinto; es algo distinto. Lo que me parece mal es que compares esta tertulia con la Literatura.


- No, no. Me refiero...


AGC - Eso me... eso no parece, lo has citado como casos del mismo, y desde luego -vamos- a lo mejor alguien puede pensar muy mal de lo que se está haciendo en esta tertulia...


- No, no: lo decía en el sentido de que en la Literatura, pues si tú quieres que algo sea como te gustaría que es, que no sucede, lo recreas. Que no te gusta...


AGC - No, no: eso también es injusto con la Literatura, porque hay un tipo de Literatura que trata de (a pesar de ser Literatura), trata de mostrar lo que es la Realidad, es decir, una Literatura del desengaño. Tal vez sea la... la que menos, pero de vez en cuando se da hasta en Literatura del desengaño, del descubrimiento de la mentira de la Realidad. No se puede olvidar. Incluso por letras y leyendo, de vez en cuando, de tarde en tarde, uno se encuentra con algo de esto, aparte de la función normal, que es desde luego la de la conformidad; la de la conformidad, la del sostenimiento y el remiendo de la Fe contra las dudas que le puedan entrar.


- Iba a decir ‘en la poesía de Machado’, pero lo borro y digo... porque... porque    -bueno, como él mismo decía, o un ayudante suyo- no hay una poesía de Machado, son muchas -¿no?, como siempre que vale la pena. En la poesía de Machado, yo creo que has señalao una cosa que me interesa mucho, y me gustaría, si te parece conveniente, que lo ampliaras, que es... que es el...


AGC - Espera un momento, a ver si consiguen que efectivamente...


- []


AGC - Gracias. A ver si se consigue algo. Adelante, Antonio.


- Pero que no conste en acta esto, como se dice en las reuniones. Bueno. Entonces (vamos a ver por dónde iba), que en buena parte la poesía de Machado has señalado una cosa además, que creo que tiene que ver con eso, y me gustaría que, si te parece, lo ampliaras, que es que... algo así como que hay una lucha tan tremenda entre lo que puede ser (-vamos-, me arriesgo a ser un poco brutalmente injusto, ¿no?) lo decorativo, lo paisajístico literario, lo personal, la personificación ésta que queda un poco incluso muy arriesgada -¿no?- de la soledad como una dama casi de copla, un poco folclorista en el sentido malo de la palabra -¿no?- o folclorizante. Entonces, esa lucha es titánica, es muy, muy tremenda, y yo creo que en las mejores poesías (y no me refiero sólo a las de Machado) se libra esa lucha, incluso a veces es necesario. No sé lo que piensas, pero... (al respecto), pero me interesaría saber tu opinión...


AGC - Sí.


- ... A veces es necesario que el poeta deslice una serie de ripios y de (como pasa en César Vallejo o en otro) o de imágenes realmente terroríficas desde el punto de vista estético para que luego salte a otro punto ¿no? Y en este soneto yo creo que hay una tremenda lucha de esas dos cosas -¿eh?- esa tensión que hay. ¿Qué piensas de eso?


AGC - Bueno, pero es una lucha tan decidida desde el principio, que acordarse del folclore, cuando se habla de soledad, ahí creo que a nadie... a nadie se le va a ocurrir. Por lo demás, es lo que estábamos diciendo en general de la Literatura: la mayoría ya se sabe lo que es, la mayoría es un cultivo de la Fe (lo mismo que la Ciencia en su mayoría), es un cultivo y sostenimiento de la Fe, remendar la Realidad para que las dudas no nos destrocen, no la destrocen, y se siga creyendo en ella, y luego, de vez en cuando, pues no: se le escapa algo al poeta en contra de sí mismo, de su persona -al literato-, que es lo contrario, que es un descubrimiento de la mentira de la Realidad.


Y desde luego a lo largo del conjunto de los versos de Machado se da de todo. Como dijiste al principio, tienes razón, es un error hablar de la poesía de Machado, es decir, en el caso de Machado, como en cualquiera, los rasgos buenos, descubridores, son aquéllos en que no es de él (como dice en el primer verso -¿eh?- “¡Oh musa!”, musa; y luego también arriesgándose a emplear este término desprestigiao de académico “¡Oh musa del portento, que el vocablo / diste a mi voz que nunca te pedía!”). Eso es en el caso de Machado y en el de cualquiera: los momentos en que uno no obedece a la necesidad de sostener la Realidad, de sostenerse a sí mismo como poeta y encumbrarse, los ratos en que en contra... en contra de eso, que es lo normal y realista -¡ay!-, se produce algo, que es un descubrimiento: ‘la palabra que das a mi boca, tú’, una palabra que yo no buscaba. Bien, adelante.


- A mí me llamaba un poco la atención en este soneto lo de ‘divierto mi tristeza contigo’, que en contraposición con las diversiones más al uso, pues que la gente se divierte con el deporte, por el Arte, con la Literatura, con lo que de alguna manera les reafirma en lo que son; pues el poeta aquí parece que intenta otra diversión más radical o incluso totalmente diferente, con algo a lo que... a lo que -bueno- que es su soledad a la que llama, pero que no sabe quién es, y de alguna manera esa diversión yo creo que lejos de reafirmar a uno en lo que es, le debe... le debe socavar en lo que... en lo que uno crea que... que pueda ser, ¿no?


AGC - No, no estoy seguro si fue un acierto por su parte emplear el verbo ‘divertirse’, que tiene... que tiene ese uso normal, al que tú te has referido. Probablemente él pensaba utilizarlo con su valor más primario y etimológico: ‘divierto’ quiere decir ‘desvío hacia otro lado’ (divierto: desvío hacia otro lado), divertir es eso; pero como el uso normal es el que hace tener la diversión, no sé si ha sido un acierto o no, puede dar lugar a confusión. En todo caso, en la línea que llevamos hay que entenderlo así: ‘divierto’, es decir ‘desvío a otro lado esta tristeza, que no puedo menos de sentir al verme privado de amigo, contigo’ -la desvío hacia otro lugar contigo, acordando a ti-, [] que no es ninguna diversión en el sentido habitual. También la diversión habitual es un desviarse hacia otro lado ¿eh?, no... Diviertes tristeza.


- Pero quiero decir que no es solamente en este poema, la mayoría de él... en otros. Por ejemplo, en el de ‘Busca tu complementario, que siempre va contigo y suele ser tu contrario’...


AGC - Sí. Sí. Eso lo usamos en lo de contrapuestos.


- Pues... ¿Puedo terminar?


AGC - Sí, termina.


- Pues, es que resulta que da la casualidad que él no entiende una soledad si no está vestida en otro, por la de ‘los días azules’, que siempre está el hombre al acecho, siempre va solo, pero siempre tiene uno al acecho, unas veces es complementario, que suele ser tu contrario...


AGC - Sí. Ahora volvemos...


- Déjame...


AGC - ... Ahora volvemos dentro de un momento...


- .... Y eso está ahí, en la raíz misma de la soledad. Es una soledad rica, es una soledad compartida.


AGC - Ahora vamos a volver un momento sobre los contrapuestos incongruentes. ¿Qué más? Sí.


- En el soneto está eso de... está eso de... que dice que “yo hablo”. De eso es... parece que... que el decir eso, aunque lo pregunta “¿Con quién hablo?”, pero está en medio eso de “que hablo”, que...


AGC - Sí.


- ... que parece como que no hay quien lo entienda, el que yo me dé cuenta de que hablo. Y entonces, parece que eso no puede ser un singular o algo así; tiene que...


AGC - Bueno, se hace normalmente en la lengua corriente. Cuando uno está hablando dice “Estoy hablando”...


- Sí, eso, eso.


AGC - También puede decir “Estoy callao”, pero... pero... Y sí, y se dice. Qué se le va a hacer. No, no creo que pueda dar lugar a mucho desconcierto.


- Lo interesante es la curiosidad por saber ‘quién’, que se supone que busca a quién []


AGC - No puede menos de preguntar, sí, y ella no responde. ¿Qué más, antes de que nos perdamos por esto?


- []


AGC - ¿Tienen que estar ahí esos señores, por algún motivo, en el pasillo?


- Yo les he dicho que fueran a [la calle].


AGC - ¿Por qué?


- []


AGC -¿Porque han puesto una exposición?


- Son los de la tertulia del Ateneo.


- No, [].


- No, pero los de la tertulia no... Están bastante callados.


- Están ahí. Hay mucha gente ahí.


AGC - Unos señores que están viendo cuadros...


- No, pero []


- No, no son los que los están viendo.


- Es que van cada uno hablando con su complementario.


- Es que no puedo gritar a esos.


- Si es que es una [] acelerada de cada uno.


AGC - Bueno. Bueno. Seguimos. Gracias. Y volvemos al problema. Volvemos a los contrapuestos incongruentes. Ya recordaréis que cuando lo dejamos en el planteamiento, después de haber visto el espejo delante y atrás, frente al izquierda/derecha, y después, a mi propuesta, un recurso a referir el problema al Tiempo real, que tiene que tener sus dos sentidos, según se veía en aquel espejo recorriendo el camino que una vez os presentaba, y donde al mismo tiempo que va en un sentido tiene que estar reflejando el sentido contrario de la ruta. Y, después de todo eso, yo os venía a proponer también (creo que fue en la última sesión) un intento por aquí dinámico de entender que lo uno no puede menos de crearse al mismo tiempo que lo otro; lo uno se crea al mismo tiempo que lo otro. De manera que es algo como si mi intento fuera referir los contrapuestos incongruentes (éste es el término de Kant, nada menos, recordadlo), referir los contrapuestos incongruentes a la generalidad de la Realidad, a lo que pasa en la costitución misma de la Realidad...


- ¿”En lo que pasa en”?


AGC - En la costitución misma de la Realidad en general. Sobre eso vamos a insistir, quiero decir con vuestra ayuda. Notad que, a pesar de todas esas cosas, lo de izquierda y derecha sigue siendo un misterio para mí no resuelto; y el misterio de izquierda/derecha tiene esta virtud especial de que es doblemente misterioso, primero porque no se entiende, pero después porque está a la mano (sin hacer juego de palabra), porque es una cosa tan inmediata, tan inmediata desde el momento en que tenemos una mano derecha y una mano izquierda, y son un ejemplo perfecto de contrapuestos incongruentes (como recordáis muy bien ¿no?). De forma que el hecho de que el problema esté tan a la mano, tan inmediato, evidente, lo vuelve doblemente misterioso.


Pues bueno, ahí es adonde quería que volviéramos a aportar lo que nos habían podido sugerir las fórmulas de Heráclito, las de Machado, la vuelta sobre el sueño, la vuelta sobre el espejo, o la reflexión sobre uno mismo, y todo lo demás.


Alguien me ha sacado el verso de “Busca a tu complementario, / que marcha siempre contigo, / y suele ser tu contrario”, precisamente como otro testimonio que en Machado nos acompañaba para sugerir, por lo pronto, para personas, la necesidad del complementario que suele ser tu contrario. Eso está ya casi acercándose a la fórmula de contrapuestos incongruentes, sólo que ésta lo dice de una manera... de una manera más... más radical.


Ahora os preguntaré enseguida si alguno de vosotros, mientras nos hemos alejado por otros rumbos, ha encontrado alguna otra manera de habérselas con el problema que aquí no hayamos ensayado, eso también valdrá. De manera que ir... ir rememorando.


Bueno, desde luego, mi intención era ésa que ya se revelaba en lo de la fabricación simultánea. No olvidéis que entre los hechos de la Realidad no puede haber de verdad simultaneidad...


- Vamos a ver... (alguien pide a los de la exposición que hablen más bajo).


AGC - ¿De qué es, por cierto, la exposición ésa que han puesto?, ¿qué es? ¿De qué es esa exposición?


- No tengo ni idea.


- De fotos sobre inmigrantes. El tema de la inmigración, creo que es.


- Creo que obedecen con Leyes, montan una Ley y se callan.


AGC - Bueno.


- Pero habla un poquito más alto.


AGC - (No, no puedo más, y además no hace falta. No, no es eso: con el ruido no hay manera). Lo de la fabricación simultánea de las dos manos es tal vez un recurso, pero se refería a esto que ahora voy a decir de una manera más simple. Porque ya recordáis que cuando Kant planteó este problema se le ocurría pensar en que la primera cosa que Dios hubiera creado fuera una mano. Y el problema es si esa mano era o podía saberse qué era -izquierda o derecha-, ya recordáis ¿no? Bueno, entonces, la actitud en la que os estaba metiendo era ésta, que se puede formular, según su metáfora “Dios no puede crear una mano derecha sin crear una izquierda al mismo tiempo y viceversa”. Esto es lo que vengo a decir con lo de la costitución misma de la Realidad. Es decir, que aunque no nos aparezca tan claro en muchas situaciones, la condición de mano derecha/mano izquierda, con su intercambio en el espejo en que mi derecha se vuelve izquierda, y mi izquierda, derecha, y todo eso, debe generalizarse; de alguna manera la Realidad misma está costituida por contrapuestos incongruentes como... como las manos.


Desde luego, cuando no se trata de cosas naturales sino artificiales, ya comprenderéis que se sigue... se sigue obedeciendo a la Ley: si se quiere hacer para una puerta un picaporte de dentro y uno de fuera...


- ¿Cómo?


AGC - Un picaporte de dentro y uno de fuera, desde luego el cerrajero no puede menos de hacer dos contrapuestos incongruentes, igual que las manos. Son tan absolutamente irreducibles el uno al otro como lo son las manos. Un picaporte de dentro no puede, por más vueltas que se le dé, convertirse en un picaporte de fuera y viceversa; por daros otro ejemplo trivial. Claro, que siempre cabe esta pregunta de “¿Cómo es que hay muchas cosas de las que no vemos cuál es su contrapuesto incongruente?”. En el proverbio de Machado se sugería respecto a una persona, que lo tiene, aunque no lo vea, pero desde luego no deja de presentarlo a si es así, si la Realidad misma está costituida por contrapuestos incongruentes, entonces ¿cómo es que aparentemente esto, en la mayor parte de los casos, no se ve, más que en esos casos especiales?


Antes de que os pida ahora la voz, que lo voy a hacer enseguida, hay que recordar que esto de la contradicción es algo que hemos reconocido como propio de, costitutivo de, la Realidad. La Realidad es contradictoria, y ya recordáis que la contradicción primaria con la que contamos es que las cosas no son lo que son y tienen que ser lo que son cada una de ellas; una cosa no es de verdad lo que es, pero tiene que ser lo que es. Una persona no es de verdad quien es, pero tiene que ser quien es. De manera que hasta ahí la cosa aparece clara, pero la contradicción aquí es del plano lógico -digamos-, es una contradicción lógica, es la contradicción del diálogo o dialéctica, con la cual efectivamente contamos para la costitución de las cosas. Claro, [el tema] es cómo de la contradicción dialógica, dialéctica, se puede saltar a esta contradicción tan física de una mano derecha y una mano izquierda. Ése es... ése es el salto en el que tenemos que pensar. Pero, antes de pasar a ello, nada, os pido voces para asegurarme de que esto se va entendiendo, aparte de los ruidos externos o internos que puedan impedirlo. Vamos a ver qué es lo que... qué es lo que.... Adelante.


- Me asaltaba la duda ahora mismo, cuando has dicho esto de que Dios hizo primero una mano, si aplicao a las manos (mano izquierda o mano derecha) más que indicar una posición no es como un nombre propio. Porque si uno se encuentra una mano por ahí, sabe perfectamente si es la derecha o la izquierda. Es decir, en tanto que Dios si lo primero que creó fue la mano y no un espejo, se sabe cuál es la izquierda y cuál es la derecha; podía crearla perfectamente. Entonces, en ese sentido, que sean en vez de izquierda y derecha, que indiquen lugares, simplemente el nombre propio de una mano y de la otra.


AGC - Los que explican el misterio por lo que llaman ‘relación’, en un sentido bastante complicado (como este amigo Pooley, del que ya os cité una entrada en la red), naturalmente cuentan con que hay que partir de eso, de la relación mutua y con las cosas de fuera. Pero lo que Kant cuando lo planteo quería es que no hubiera lugar, crea una mano. Y entonces, ahí vete a saber... vete a saber cómo se resuelve la cosa de izquierda o derecha. No podemos además olvidarnos de que el espejo nos está dando una lección: “Yo sé que esto es mi mano derecha, ¿cómo el del espejo la ha convertido en una izquierda?”. Eso no puede... eso no puede ser, pero sin embargo, ahí está. Basta con que se haya puesto del otro lado, frente a mí, y ha convertido una mano tan claramente derecha en una mano izquierda. Más, más.


- Bueno. Sí. Yo veo que si... cualquier cuerpo regular siempre tendrá idénticos incongruentes, siempre, cualquier cuerpo regular. Porque cualquier cuerpo regular en cuanto le encajemos un eje aparecerán o tantos hijos como tenga ese cuerpo regular aparecerán. Pero el problema está en que es un cuerpo regular. Y luego, también cuando...


AGC - Perdona, Jaime: primero hay que recordar que cualquier cuerpo irregular que intente partirse por la mitad da lugar a dos contrapuestos incongruentes. Lo que Jaime saca es la excepción. Bueno, una esfera, una esfera perfecta, la partes: no da lugar; no da lugar, no hay contrapuestos incongruentes, luego está...


- Pero el cuerpo humano podría ser regular...


AGC - ¿Eh?


- El cuerpo humano podría ser,  en su forma externa es regular. El ejército...


AGC - ¿”Regular”?


- Sí. El ejército, por ejemplo, trata de regularizar...


AGC - Ah, bueno...


- No, pero lo hace...


AGC - No.


- ... de la siguiente manera: aplica una regla homotécnica.


AGC - Sí.


- O sea, abajo o afuera, traza un línea, los pone en fila a todos los soldaditos, y entonces yo diría que el...


- Tú lo que quieres decir es ‘simétrico’ más que regular.


- ‘Simétrico’ es otra cosa. La simetría siempre planteará unos ejes y se planteará  -bueno- idénticos incongruentes; la homotesia, no.


AGC - Bueno. En todo caso la prueba de la milicia revela precisamente que no lo son, trata de hacerlo pero no lo son. Cualquier cuerpo...


- []


AGC - ... Por supuesto si [] lo parten al medio de arriba a abajo, o si os parece demasiao terrible, como se le hace al cerdo en la matanza, de arriba a abajo, se da cuenta de que se trata de contrapuestos incongruentes. Las dos mitades de uno, o las del cerdo, son contrapuestos incongruentes []. El corazón cae un poco a la izquierda, el hígado a la derecha, ¿cómo vamos a compaginar una mitad con la otra?, de ninguna manera.


- Agustín.


AGC - Bueno, venga, no insistamos demasiado. Espera, que no sé si había... Sí.


- Que yo también estoy pensando, que la imagen del espejo con los deícticos pasa lo mismo. Porque tú puedes decir que mi mano izquierda es la derecha en el espejo, pero si yo estoy delante de un espejo en una silla, yo estoy diciendo, marcando ‘esta silla’, y en el espejo es ‘ésa’ o ‘aquélla’ silla, depende de la distancia. Y también...


AGC - Bueno. Eso es -como si dijéramos- previo o elemental. En efecto, puesto que yo cuento con la Realidad del del espejo; está claro que cualquier cosa que apunte desde delante, si la apunto allá, tendré que decir “ésa” o “aquélla”...


- Y ‘aquí’ o ‘allí’.


AGC - ... Eso ya es como previo; ya no puedo decir “ésta” sino que tengo que decir “ésa”, que sin embargo es “ésta”, pero no es “ésta”, y además, si miro bien la silla, enseguida veré que, aunque no tenga manos, está sujeto a la regla de... a la regla de los contrapuestos incongruentes. Sí.


- No, ya no tiene importancia. Es que estaba bastante preocupada de siempre por saber si las nalgas son simétricas o incongruentes.


AGC - ¿Por qué precisamente las nalgas?


- Las nalgas, las nalgas. Más que las tetas, las nalgas.


AGC - Pero ¿por qué?


- Por que sí. Porque me parece que también ahí hay simetría y incongruencia.


AGC - Lo que estábamos diciendo ahora: una esfera desde luego perfecta no...


- Pero es que no es perfecta.


AGC - ... no obedecería a la regla. Pero no hay ninguna esfera perfecta, cuanto menos una nalga y una teta. Eso no puede ser. Vamos a ver.


- Es incongruente porque es pluscuamperfecta.


AGC - Sí.


- No, en relación a esto que ha dicho Teresa -¿no?-, que sin irse al caso de la silla, uno se ve en un espejo y dice “Ése soy yo”...


AGC - También.


- ... Puede decir “Ése soy yo”. O que alguien le diga “Ése eres tú”, ése que estás viendo ahí ¿no?


AGC - “No es ya mi grave enigma”, en los versos de Machado dice “Hoy pienso: éste que soy, será quien sea”, y añade “no es ya mi grave enigma ese semblante / que en el íntimo espejo se recrea”, [] obedeciendo a eso. Se supone que el que está del otro lado es real, como aquí estamos convencidos de que los sueños son reales, y las imágenes y fantasías son reales.


- Agustín: si yo me...


AGC - Perdona. Perdona. No sé. No sé quién, pero...


- Él, el de la izquierda.


- El de la izquierda.


AGC - A ver.


- El de la izquierda incongruente.


- Si yo me pongo ante un espejo, de espaldas a él, y es otra persona la que mira mi imagen reflejada, ve mi mano izquierda como mano izquierda, y mi mano derecha como mano derecha.


AGC - ¿Uno que está contigo, detrás de ti?


- El que esté mirando mi imagen reflejada en el espejo, mi imagen de espaldas, él mira el espejo, y en ese espejo hay...


AGC - ¿Y él dónde está?


- ¿Él?, frente al espejo.


AGC - Delante de ti, que estás de espaldas...


- Sí, delante de mí, por ejemplo.


AGC - ... frente al espejo. Y entonces tú te pones allí, y entonces ve... Te equivocas. Te has equivocao.


- Es igual, la mano izquierda es la derecha en el espejo. Igual.


AGC - Te has equivocao, no vale de nada. Lo único... te has equivocao y no vale de nada, sigue siendo diferente. Lo único que valía -y esto ya lo sacamos el otro día- es que uno tratara de sustituir izquierda/derecha dándole... dándole la vuelta, poniéndose detrás del otro, del del espejo, y juzgando... y juzgando las cosas desde allí. Por otra parte también, no hace falta detenerse, ya recordamos la condición de los espejos paralelos que se reflejan uno a otro. Los espejos paralelos que se reflejan uno a otro van por veces, costantemente, produciendo contrapuestos incongruentes y desproduciéndolos en la reflexión siguiente. Sí.


- En el caso de... es que..., porque en la mano tenemos derecha e izquierda, pero yo no sé si es el mismo caso el de ‘yo’ y ‘tú’. Porque la mano izquierda y la mano derecha son dos manos, pero ‘yo’ y ‘tú’ no se sabe si son los mismos.


AGC - A eso es a lo que iba. Me temo que... me temo que va siendo tarde -¿no?- para entrar en esto que quería que entráramos. ¿Qué hora tenéis, por favor?


- Las diez menos dos minutos.


- Menos cinco.


AGC - Bueno, no puedo hacer más que anunciarlo ya entonces, para... para caso de que el Señor nos deje seguir con el misterio éste el próximo miércoles. Efectivamente, iba por el camino que has apuntado. Recordad que había dicho “la contradicción la reconocemos como costitutiva”, pero es la contradicción lógica. ¿Cómo de ahí se puede entender que los cuerpos sólidos, no perfectamente regulares, están... están siempre atenidos a esa situación de contrapuestos incongruentes? ¿Cómo la dialéctica se puede hacer física? Ésa es la cuestión “¿Cómo la dialéctica se puede hacer física?”. Y desde luego yo pienso que hay que partir de ahí. Tendré que volver entonces a la cuestión de la imaginación del Tiempo real, tal como lo utilizábamos en el caso del espejo andante, el Tiempo real que se supone que tiene dos sentidos -Tiempo real y falso-, que tiene dos sentidos de pasado a futuro y de futuro a pasado, mientras que en nuestros dibujos de relaciones gramaticales y de situaciones de la lengua, cuando queremos pintar el campo ‘en que’ trazamos una línea a la cual la reconocemos enseguida como no teniendo más que un sentido, o teniendo los dos a la vez, o no teniendo sentido, a diferencia del Tiempo real. Y en ella están esos puntos: ‘yo’ y ‘tu’, en los que consiste el diálogo y el salto del diálogo: ‘yo’ y ‘tú’.


Justamente esto es lo que nos vuelve a traer a ‘mi soledad’ que eres ‘tú’ en el soneto de Machado, y que ahí no ha contestado, mientras que en otras situaciones, pues ‘tú’ y ‘yo’ (que no somos nadie real, no somos más que el que está hablando y aquél a quien estoy hablando) se intercambian, de manera que tú te haces yo y inmediatamente yo me hago tú. Y naturalmente eso nos da una situación que desde luego no es real, porque el campo ‘en que’ se habla no es la Realidad, y ese tiempo en el que pintamos los puntos de ‘yo’ y ‘tú’ no es ni el Tiempo real con pasados y futuros ni nada, es un tiempo inconcebible, es el tiempo de AHORA. Pero, de todas maneras, ya, aunque sea por vía de imagen, tenemos ahí una manera en que la dialéctica entre ‘yo’ y ‘tú’ puede tal vez servirnos de guía.


Y nada, pues una vez que hemos descubierto tanto, pues lo dejamos ahí, por eso, por si el Señor nos deja dentro de siete días y seguimos.