24.09.2008
Agustín García Calvo
Ateneo de Madrid
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Los físicos y la diosa de Parménides
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La noción de ‘individuo’, ‘ente individual’
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Volviendo al poema de Parménides
Tertu144-24-09-2008#Tertu144-24-09-2008.mp3
TRANSCRIPCIÓN:
Reanudando con esta guerra, con el último episodio, voy a deciros un poco más detenidamente lo que estos físicos de la Argentina, de que os hablaba el otro día, tienen que decir acerca de estas cuestiones con las que se vienen a encontrar de la identidad y la diferencia, y sobre todo el principio de los indiscernibles, que sigue dando vueltas desde que Leibniz lo planteó claramente. Es decir, si dos (dos partículas, por ejemplo o lo que sea) que son indistinguibles por cualidad ninguna pueden considerarse dos o más bien la misma, la misma las dos. Esto es lo que con la mecánica cuántica de una manera muy hiriente se han venido a encontrar los físicos, y os digo lo que en sus conclusiones estos, que se llamaban por fin De la Torre y Martin, este par de físicos de Buenos Aires, tienen... tienen que decir.
“Podemos por tanto pensar acerca de este electrón”...
- Agustín, dicen que no te oyen. Que si puedes hablar más alto.
AGC - ¿Qué pasa hoy?
- No, por aquí. Por este lado, este lao no te oímos []
AGC- Ah, no, no. No me explico, vamos, porque he hablado como siempre.
- Bueno, pues no sé, pero es así.
AGC – No sé. A lo mejor es que...
- Sí, no se ha cerrao [].
AGC- Prosiguiendo: “Podemos por tanto pensar acerca de este electrón, justamente aquí, (¿se oye o no?).
- Ahora sí.
AGC- (Pues no entiendo) …“de este electrón, justamente aquí, como un sistema individual diferenciado del resto por alguna propiedad, por ejemplo su localización en mi computadora”. “Por ejemplo su localización en mi computadora”. Es un poco, parece de broma, pero es de todas formas el problema de la localización, es decir, de la distancia como una de esas cualidades que pueden ser diferenciadoras. Eso es lo que tenéis que tener en cuenta. De esta manera os sigo traduciendo “los modelos que costruyamos, por ejemplo un átomo de hidrógeno simple individual, no interactivo, eso puede ser una representación fiel de la realidad física. En muchos casos el tratamiento de partículas idénticas como partículas diferentes para todos los efectos prácticos (for all practical purposes) está justificado y puede ser más intuitivo, sin embargo hay que tener especial cuidado (siguen añadiendo) para algunos tipos de cálculos en especial, especialmente referentes a la entropía”.
Para lo que nos interesa aquí, para esta guerra, es suficiente con esta parte de las conclusiones, que supongo que habéis oído claramente y hasta entendido, con un poco de suerte, una vez que se han oído. Bueno, porque no tienen mucha dificultad para entender tampoco.
- Agustín, si nos dieras el papel por escrito, igual ayudaba.
AGC- ¿Cómo?
- A mí por lo menos yo creo que me ayudaría.
AGC- Ah, ¿que no se ha cogido bien lo que dicen?
- Es que a mí me resulta difícil...
AGC- Es muy simple...
- ... retener todo eso y luego pensar sobre ello.
AGC- Es muy simple. Os lo voy... os lo voy a repetir, ya que no tenéis copia por escrito para los ojos. Os lo voy… os lo voy a repetir. Dice que “podemos pensar de this -este- electrón right here -aquí mismo-” (supongo que esto se entiende), “podemos pensar de este electrón, aquí mismo, como un sistema individual diferenciado del resto por algunas propiedades” (entre las cuales incluyen la propiedad de ocupar tal lugar), “su localización en mi computadora” (dice el físico), en suma, la localización. Luego añade aparte de esto que “para todos los efectos prácticos puede ser…”. Ah, bueno, no, añade todavía que una vez considerado así este electrón “los modelos que costruyamos sobre ello pueden ser –pueden ser– (dice aquí can, can be), pueden ser una representación fiel de la realidad física” (¡nada menos!). Y luego es cuando añade que para todos los efectos prácticos en muchas ocasiones es conveniente considerar dos partículas idénticas como dos partículas diferentes pero con prevenciones en las que ya no he entrado a leeros.
Yo no sé si este lenguaje que emplean estos físicos y que os traduzco tiene alguna dificultad sintáctica para entenderlo, porque si gramaticalmente se entiende, pues de momento nos conformamos con eso. Lo que importa es que no entendamos otra cosa cuando se está diciendo ésta, es decir, que no haya interferencia de ideas.
Bueno, pues seguimos entonces con esta guerra, con la identidad y con su referencia a la Realidad.
Me gustaría que relacionarais esto que habéis oído como representativo de una cierta manera de pensar de algunos físicos especialmente abiertos a la cuestión, que lo recogierais en comparación a aquello que la Verdad le dice a Parménides acerca de la única vía de verdad que hay, que es que “lo que es es lo que es” (lo que es es lo que es, es lo que es lo que es) con la bisagra de la predicación en ese ‘es’ que en esta glosa que os hago se repite. Y lo que le dice entre otras cosas es que “que no fue ni será porque ahora es todo a la una” (“porque ahora es todo él a la una”).
Esto nos introduce la otra partícula de localización, ‘ahora’, junto a las de ‘este, esto’, que ya hemos encontrado, y ‘aquí’, que hemos encontrado también: “Ahora es todo a la una”. Ésta es, como recordáis, la enunciación del ideal (lo solo a que la verdad puede referirse) y que por tanto se atreve, aparte de otras formas, declarar la identidad, se atreve con la anulación de lo que los mortales consideran ‘tiempo’, y por tanto de centrar eso de que ‘lo que es es lo que es’ en ‘ahora’. No fue ni era, esto está claro porque ‘si era lo que era no era lo que es’, y por tanto ni siquiera puede decirse que ‘era lo que era’, y ‘si va a ser’, no digamos, porque si ‘va a ser’, la promesa de que vaya a serlo es una declaración implícita de que es mentira, de que no es lo que es.
De manera que ‘es ahora todo a la una’. Pero para que esto marche, ya comprendéis que (sobre todo los que habéis seguido conmigo cuestiones de gramática lo ven claro) tiene que hacerse que ‘ahora’, incluso el índice de presente ‘es’ (que el ahora no hace más que aclararse) no se refieran a ningún acto de hablar en particular, porque en el uso normal se refieren: cada vez que decimos un presente, y por tanto que decimos ‘ahora’, que decimos un presente de nuestros verbos, que decimos ‘ahora’, eso en nuestro hablar está lanzando una flecha hacia el acto de estarlo diciendo: este acto de estarlo diciendo, que no vale para ninguno otro. Supongo que esto, a los que habéis entrao mucho en la gramática común, se entiende bastante bien.
Esto es el uso normal de un tiempo presente de nuestras lenguas o de un ‘ahora’: hay una referencia al acto de estarlo diciendo. No tiene… no tiene otro sentido.
Bueno, pues cuando la diosa (esta diosa Verdad está diciendo verdad, ya sabemos aquí que como una vía indirecta de demostrar la falsedad de la Realidad), cuando ella está diciendo esta sola verdad dice presente (en griego también hay presente ya, esti) y dice ‘ahora’, pero de tal manera que no se refiere al acto de estarlo diciendo, porque si no, no le valdría para nada.
Si sucediera como en la lengua habitual, ese ‘es’, ese esti, ese nûn, ese ‘ahora’, no le serviría para nada en cuanto anulador del Tiempo real. Esto, dicho de otra manera, quiere decir que todas las veces que se diga ‘es’ a propósito de diferentes términos (términos aparentemente diferentes) como “a es a”, “b es b”, “Dios es Dios”, “la oveja es la oveja”, “yo soy yo”, etc., todas las veces que se diga ‘es’ son la misma vez. Todas esas predicaciones sólo son aparentemente distintas, y en verdad todas son la misma porque todas ellas están diciendo lo que en abstracto os repito: “Lo que es lo que es es lo que es lo que es”.
De manera que la diferencia entre las múltiples veces u ocasiones en que se dice eso (“la luna es la luna”, “la vaca es la vaca”, “tu padre es tu padre”, etc., etc.) son la misma vez. Son la misma vez, está cargándose esa diferencia, si no, no tendría sentido lo que dice.
Bueno, aparte de la falta de oído ocasional, noto tal vez alguna perplejidad, de manera que aunque yo estimo que lo que he dicho hasta aquí y os he recordado de estos físicos y de Parménides está gramaticalmente claro, pues no acabo de quedarme tranquilo, así que me voy a parar para que me digáis todas las oscuridades posibles. Si no, no me atrevo ya a seguir con esta impresión que tengo. A veces lo que pasa es que es demasiado simple y no estamos acostumbrados a entender las cosas demasiado simples, pero es a lo que os estoy invitando. De manera que cualquiera que tenga oscuridades de interpretación… Venga.
- Un exceso de claridades.
- Es una aclaración gramatical: “Lo que es es lo que es”, ese ‘lo’ es un artículo definido…
AGC – No, no: eso es ‘lo que’, es el relativo ‘lo que’.
- Ya, pero cuando dices “lo que es” ¿ésa es una cosa concreta o…?
AGC- “Lo que es es lo que es”. No te metas en eso, porque justamente lo último que os he dicho es: todas las predicaciones como “la luna es la luna”, “tu padre es tu padre” son la misma. De manera que no te metas en eso. Es una manera de decirlo de una manera en que no se empleen palabras de significado. Ésa es la… ésa es la virtud de una fórmula como “lo que es lo que es es lo que es lo que es”, donde no se dice ni una sola palabra que signifique algo, son todas palabras vacías enteramente. Y ésa es la virtud que tiene para no confundir con predicaciones concretas. Pero oscuridades elementales, todo eso, adelante.
- Si ‘ahora’ o los índices de presente no se refieren al acto de decirlo ¿a qué se pueden referir?, o ¿qué pintan ahí?
AGC- ¿A qué se pueden referir?, eso es lo que nos estamos preguntando. Lo que importa es la negación. Para que lo que la diosa le dice a Parménides en este momento “Ahora es todo a la una”, para que eso tenga sentido en su táctica de decir la verdad, es preciso que no se refiera al acto en que la diosa se lo está diciendo a Parménides, ni al acto en que yo lo estoy leyendo en el fragmento que nos ha quedado, sino que no se refiera a ningún acto concreto ni particular. ¿A qué?, eso es lo que estamos averiguando. Lo que importa es la negación.
- ¿Cualquiera de los actos? ¿Podría referirse como a cualquiera de los actos, a cualquiera de las veces que se diga ‘ahora’?
AGC- Sí, sí: todas son la misma. Es lo mismo. Como si dijera “todas las veces que se dice ‘es’ son la misma vez” en la intención de decir la verdad.
- Yo quería preguntar una cosa. Y si lo relacionamos con la formulación ésa que dice “La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se diga al revés”. Ésa, el primer renglón (la verdad es lo que es), ¿está diciendo esto que estás diciendo tú?, ¿en cualquier ahora, que es que no hay como ahora, que es que la verdad es lo que es y sigue siendo verdad aunque se diga al revés?
AGC- Sí, sí, evidentemente. Machado recogía un eco, un eco de todo esto en ese verso. La verdad es lo que es, porque en la intención de Parménides el serlo y el decirlo o pensarlo son lo mismo. No hay diferencia (esto creo que ya os lo recordé el otro día, al final), no hay diferencia entre que lo que es sea lo que es, y el que se diga o piense que lo que es es lo que es. El concebirlo o pensarlo y el serlo son lo mismo: son lo mismo en las palabras de la diosa Verdad, lo cual desde luego ¿para qué hay que referirse a nada?, en la Realidad no.
- Es que lo interesante es esto, que en Don Antonio sale siempre el término ‘decir’, por ejemplo lo de “La verdad es lo que es, lo diga Agamenón o su porquero”. En fin, siempre se dice el verbo decir…
AGC- Bueno, no hagamos líos…
- … Siempre se refiere al decir. Al decir.
AGC- Y es…
- … Al decir como pensar.
AGC- … Y es Don Antonio Machado (ya que hay que recordar ahora nombres para acompañarnos, benditos sean, pues qué se le va a hacer), lo que Don Antonio Machado en los proverbios hace es que ha dicho “El que espera desespera, dice la voz popular, qué verdad tan verdadera”. Y unas cuantas coplas más tarde dice “La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se diga al revés”. Lo cual quiere decir en este caso especial ‘El que desespera espera’ -‘el que desespera espera’-. Bueno, éste es el juego, pero evidentemente en este juego hay un eco de esto que estamos tratando ahora de entender. Adelante, más oscuridades, dificultades, dudas. Sí.
- Una pregunta: para dar consistencia a lo real ¿es necesario pensarlo o decirlo, o no puede ser independiente…?
AGC- Aquí, de la Realidad no se habla para nada. De la Realidad aquí no se habla para nada. No se habla para nada, volveremos ahora sobre ella y contra ella, porque estas palabras de la diosa, y también estos descubrimientos de los físicos honrados vienen justamente a dar en el desmontaje de la Realidad.
- Yo interpreto la Realidad como la verdad.
AGC- ¿Cómo?
- A eso me refiero, la…
AGC- En la Realidad no cabe la verdad para nada. Esto es una cosa que los que conmigo están en esta guerra desde hace tiempo, ya tienen –yo creo- más o menos metido en sus corazones ¿no?: la Realidad es costitutivamente falsa y no hay nada real que pueda ser verdadero.
- ¿Y el proceso de decirlo o de pensarlo sería tan falso como otra realidad?
AGC- El proceso de pensar es una realidad, si se toma así, y por tanto tampoco ahí, en la Realidad, vale nada de lo que la diosa está diciendo. Esto vale (sus palabras) en que se desentiende del tiempo de serlo y de decirlo. De serlo y de decirlo: fuera de la Realidad, contra la Realidad. Más cositas que no se hayan entendido con precisión, por lo menos gramatical. Que no haya la disculpa de que “no se entiende”, “está oscuro”, “es una especulación”, “¡qué abstracto!”. Todas esas cosas está uno harto de oírlas, yo las he oído también echando mítines a obreros en otros tiempos incluso, a uno que se levanta con el “no entiendo” o “no se entiende”. Porque ya se sabe, se sabe que eso es lo que en el Régimen manda para librarse de cualquier descubrimiento que pueda ser de veras perturbador, es el cuidado que tiene. Y el declarar que “no entiendo”, “a mis cortas luces no llega”, “eso está oscuro”, “¡qué raro es eso!”, pues simplemente son tácticas, tácticas de desentenderse, que no haya peligro.
- Yo tengo una oscuridad. Estoy oscura. Que, a ver: lo que es es lo que es, pero ya cuando lo has terminado de decir, ya el segundo ‘lo que es’ ya no puede ser ‘lo que es’ porque ya pasa. O sea, estás hablando de… ¿no? Ahí estamos. Bien. No estoy tan oscura.
AGC- Muy bien. Muy bien. Por eso digo que es lo que he dicho de la referencia al acto…
- … entonces nada es igual a nada, en realidad; ni siquiera ‘a’ es distinto de ‘a’. Exacto.
AGC- Claro, ‘a igual a’, el segundo ‘a’ inmediatamente decimos “no es el primero”, ya está. Incluso podemos aplicarle lo de la localización de los físicos. Es lo que he dicho de la no referencia a ningún acto de hablar. Ni siquiera en esa realidad en que la diosa le está hablando a Parménides se puede consentir que esté corriendo tiempo alguno. El ahora no se refiere a ninguna realidad, a ningún acto real de hablar, porque en ellos efectivamente la contestación está a la mano, a la que tú has dicho: en ‘a igual a’, el ‘a’ segundo ya no es el primero, por tanto, la predicación de identidad no tiene sentido. Eso es una manera de descubrir con ayuda de esto de la diosa que en la Realidad no cabe verdad alguna.
- Entonces, si el principio de identidad no existe, o sea, el primer efecto del hombre ha sido buscar las cosas iguales para poder hablar o para poder dominar. O sea, eso sería ya…
AGC- No, no. No. No, no. No te distraigas con el hombre y eso, que son cuentos. Todos esos son cuentos. Simplemente…
- Bueno, pues aclárame.
AGC- … Simplemente identidad de verdad, como ninguna otra verdad, en la Realidad no cabe. La Realidad es costitutivamente falsa. Sobre la pretensión de los hombres de eso, de que la igualdad es una identidad, volvemos dentro de un rato, pero sólo… sólo cuando me hayáis tranquilizado de que no quedan dudas elementales respecto a estas formulaciones.
- A mí me queda todavía con respecto a lo de ‘ahora’. Que es que me parece que si se entiende la frase de Parménides entendiendo que el ahora apunta a donde se habla, eso también es un ataque al Tiempo real. No veo por qué hay que anular la referencia para que haya un ataque al Tiempo real.
AGC- Si es un ataque al Tiempo real…
- Porque ‘ahora’ no entra dentro del Tiempo real. Puede realificarse y pensarse que hace referencia a actos de habla reales, pero el mecanismo gramatical no tiene por qué ser ése, sino el de apuntar a algo que no es o no tiene por qué ser todavía real. Y por tanto si lo que es es lo que es ahora a la vez, y no ha sido ni va a ser, eso es la mejor manera en la que yo entiendo que se puede atacar la Realidad: de esa manera, pensando que el ahora hace referencia a lo que no es real, no a un ideal.
AGC- Sí, esto conviene… conviene recogerlo, repetirlo y aclararlo. Efectivamente, los que habéis seguido con cuestiones de gramática saben esto: el campo en que se habla no es real, y naturalmente en el campo en que se habla, el acto de hablar, aunque lo pintemos con una flecha sin un sentido definido, no es real todavía. De manera que tienes razón. En la medida en que se tratara de un acto de hablar que no se confundiera con la Realidad de decir, de hablar, de pensar incluso, que no se confundiera con esas Realidades sino que se mantuviera como puro acto de hablar, pues podría servir; podría servir como destructor de las referencias al Tiempo real, esto es así. Es como ‘yo’ en la medida en que ‘yo’ no sea nadie de verdad, sino que no sea más que ese punto malamente dicho al que apuntan los índices de una lengua como ‘me’, ‘yo’, o primera persona de los verbos, y no fuera nadie, lo mismo; lo mismo que el acto de hablar. Entonces, efectivamente, ‘yo’ podría ser una destrucción de la persona real y su identidad. Es algo semejante. Sobre eso continuamos, pero efectivamente has hecho muy bien en sacarlo porque hay que partir de eso. Sí.
- ¿Podría decirse que lo que es es lo que es, igual a “la verdad es la verdad”?
AGC- Pero no hace falta, “la verdad es la verdad” lo estropea un poco. Lo que importa es que no haya ningún término con significado. Para decir “la verdad es la verdad” es lo mismo que si dices “la vaca es la vaca”, no hay diferencia. Has metido términos con significado y por tanto has dificultado la cosa. ‘Lo que es lo que es es lo que es lo que es’ tiene la virtud de que no significa absolutamente nada, no hay una sola palabra con significado.
- Y “Lo que hay es lo que hay” ¿podría ser?
AGC- “Lo que hay es lo que hay” presenta un problema en el que no hemos entrado y que efectivamente haces bien en sacar. Ya sabéis que está ese término ‘hay’ (no tiene tampoco significado ninguno, ‘hay’ tampoco significa nada) pero que… pero que lo que hace es afirmar respecto a una localización (generalmente una localización precisa ¿eh?: “Hay patatas” quiere decir ‘hay patatas en la bodega’; “Hay gambas”, en un escaparate de un bar, quiere decir ‘hay gambas aquí’ donde está escrito el letrero, normalmente. Pero, claro, si fuera un ‘hay’ que tampoco se refiriera a ninguna situación real, que fuera un ‘hay’ que apuntara a un punto que por ello mismo sería perfectamente insignificante, indefinido, pues [] también. También esto está bien que haya salido. Y más dificultades elementales.
- Agustín.
AGC- Sí.
- Siguiendo con el descubrimiento de la gramática, de que en toda frase hay un tema [], es decir, aquello de lo que se habla y lo que se dice sobre ello, no sé si me equivoco mucho al parafrasear nuestra frase diciendo que ‘algo sea algo’ es como decir que ese algo es algo. Es decir que…
AGC- ‘Ser’, no.
- … Es decir…
AGC- ¿Cómo?, ¿cómo?, a ver.
- A ver: que el algo sea algo: lo que es es lo que es, es decir que lo que es es lo que es.
AGC- ¿“Que algo sea algo”?
- Es que algo es algo en el momento que dices que algo es algo. El decir que algo es algo es lo que hace que algo sea algo.
AGC- Ya. No sé la ventaja de eso.
- No sé. Yo le he estado dando vueltas…
AGC- Efectivamente ‘algo’ tiene esta virtud de que aunque se refiere a cosas, no se refiere a ninguna; tiene esa virtud, y por eso lo usamos aquí muchas veces, ‘algo’. Pero, bueno, aunque efectivamente la frase sigue siendo sin significado, ‘algo es algo’, ‘algo es algo’, pues no gana nada con respecto a la que se limita a emplear repetidamente la cópula.
- Sí, no era el cambio de algo, sino el hecho de que en la predicación de identidad (voy a decir por dónde va), en la predicación de identidad es decir, el ser de una cosa es decirla. Que también estaba dándole vuelta por el otro lao, no sé si me desvío o…
AGC- Sí, yo creo que te desvías, porque tal vez tú lo que querías recordar, y he estao también a punto de recordarlo, es que una predicación bimembre, de las habituales, por ejemplo ‘la vaca es mía’, ‘la vaca está enferma’, etc., hay un término en activo, que suele ser el segundo, el predicado, que se lanza sobre un término inactivo, que suele ser el primero (‘la vaca’), ‘la vaca’. Y efectivamente en el tipo de predicación insignificativa que os he propuesto sigue tratándose de predicaciones bimembres: ‘lo que es lo que es es lo que es lo que es’, el segundo ‘lo que es lo que es’ no es igual que el primero porque es el predicado, y el primero es el tema: ‘lo que es lo que es’ (tema) es ‘lo que es lo que es’ (predicado). Esto es una manera que nos hace, yo creo que útilmente, volver sobre lo que antes decíamos de que efectivamente una predicación de identidad si se la toma como real pierde su sentido. La diosa también por tanto, aparte de desentenderse de otras apariciones del Tiempo real, tiene que desentenderse de la diferencia de función entre predicado y tema, hacer como si fuera lo mismo el predicado que el tema y que permitiera por tanto la identidad. Esto es lo que otra vez nos saca de la práctica de las lenguas corrientes donde lo que reina es lo que os he recordado: una diferencia de función entre la segunda parte (predicado) y la primera (tema). Esto también convenía sacarlo. Bueno, están saliendo cosas útiles, me alegro, y ¿qué más hay?
- Decías no le veías la ventaja a lo que decía él. ¿Y qué ventaja tiene esto de lo que es es lo que es lo que es?
AGC- No, es la manera en que se me ocurre en que utilizar la cópula que no significa absolutamente nada como algo que no puede aludir a nada más que a sí mismo…
- Es que yo le veo un peligro ¿no?, que se quiere parecer a un retruécano ahí que parece que… y, bueno, ¿qué le sacas?
AGC- ¿Qué es ‘retruécano’?, no entiendo.
- Sí. O sea, que parece una cosa, pues sí, que hay mucha gente que me pregunta cómo se dice y tal; incluso lo quiere repetir y parece que no lo consigue repetir ¿no? Parece una cosa muy simple. No sé. ¿Qué le sacas?
AGC- Sí. Pero, vamos, ‘retruécano’… ‘retruécano’, no. ‘Retruécano’ es un juego mal intencionado, retórico ¿no? Aquí no hay… aquí no hay el menor rastro de eso ¿no?
- No: digo que lo puede parecer.
AGC- ¿Eh?
- Que lo puede parecer.
AGC- Bueno, si prefieres decir ‘a igual a’ o lo que quieras, yo no creo que se gane mucho diciendo ‘a igual a’ ni ‘algo es algo’, porque ‘a’ y ‘algo’ no son tan abstractos como la propia cópula ‘es’, pero bueno. Vamos, que no, si alguien que desde luego… alguien que no entiende, pues se puede tomar eso, pues sí, como una broma y hacer burla: “Mira lo que nos han dicho”, “nos han dicho que lo que es lo que es es lo que es lo que es”, “pues vaya gracia”. Pero, bueno, aquí no estamos en ese trance, yo creo, ¿no? ¿Qué más?
- A mí me ha parecido (yo no sé si le he entendido mal al chico), pero a mí me ha parecido que lo que decía era que lo que es lo que… ‘lo que es lo que es es lo que es lo que es’ era posible porque lo decíamos. No sé si era eso lo… No. Ah, pues, perdón.
- Bueno, en general.
- Ah, pues es que había… me había parecido entender que se hacía posible al decirlo.
AGC- La introducción al término… No, no importa que él no lo dijera. La introducción al término ‘posible’ que tú has hecho, tal vez sea un poco prematuro sacarla aquí. Lo de ‘posible’ es una complicación más, que tal vez por ahora nos iba a distraer. ¿Qué más? Desde luego la Realidad permite a pesar de todo que lo soltemos. Lo estamos soltando en un sitio tal real como la Cacharrería del Ateneo de Madrid, nada menos. Cosa más real que [eso] no se puede dar. Está escrito en las citas de algunos antiguos tardíos que recordaron trozos del poema de Parménides y que han tenido que recobrarse a través de labores filológicas en las que muchos hemos trabajado: cosa más real, tampoco. De manera que de alguna manera está claro que a pesar del Ateneo de Madrid, y de los pergaminos de los amanuenses que copiaban a los comentaristas de Parménides, pues puede oír y decir algo como eso. Eso, como todo el mundo sabe, es recordarnos que la Realidad –falsa como es- no está nunca bien hecha del todo. Y aquí, en una tertulia política contra el Poder, justamente lo que estamos usando es ese hecho de que la Realidad nunca es toda ni está hecha del todo, y permite… permite por tanto resquebrajaduras que a través de las cuales puedan incluso colarse –colarse- impertinencias como las que estamos recordando o diciendo: impertinencias, cosas inconvenientes para el Poder. Por supuesto que el Poder acudirá enseguida a asimilar esas impertinencias, a tratar de que como si no se hubiera dicho, como si no pasara nada. En el caso de la formulación pronunciada aquí en el Ateneo eso se consigue porque inmediatamente os encontraréis que desde fuera os presentan todo lo que ha estado pasando como un trozo de la Realidad, como si fuera una tertulia real, y que por tanto esto forma parte de las ideas y los cambios de ideas que se combaten después de todo como las de los políticos, los economistas. Y no sólo es que os encontréis que os lo dicen sino que cada uno de vosotros en cuanto se marche de aquí, a poco que el Señor le presione, tenderá a pensar lo mismo, que efectivamente esto era simplemente una impertinencia que se ha dicho, pero que no va a ir a ninguna parte, que no pasa nada después de todo, no pasa nada ¿no?, qué más da.
Y en el caso del poema de Parménides y sus fragmentos, pues lo mismo: toda la Historia, especialmente desde que se fundó la Filosofía, con Platón y sobre todo Aristóteles, ha consistido en reducir a eso a lo otro, perfectamente asimilado, que forma parte de la idea del pensamiento que las Historias recogen y todo eso: ya no le va a hacer daño a nadie, salvo que suceda que se vuelve a leer, como aquí intentamos, desnudamente.
Bueno, dejaré ya de recoger por ahora dificultades. Y entonces vamos a plantear la cosa de una manera muy simple, que es volver sobre la noción de ‘individuo’, ‘ente individual’, el caso de estos, De la Torre y Martin, un electrón tomado como aislado, sin interacción con nada, sólo separado por alguna propiedad que puede ser la distancia.
Pues un individuo tomado de esa manera, como recordaréis conmigo los que venís acompañando en esta guerra, puede tomarse de tres maneras. Una es de la manera que hemos visto, ‘éste’, ‘aquí’ -éste, aquí- que dependen del acto de decirlo, por tanto son individuos, la verdad, poco satisfactorios para cualquier mente realista, porque se puede decir que no son nada, dependen enteramente del acto de decir en una frase ‘éste’, en una frase ‘aquí’. Estos son individuos, en el último término a través de ellos llegamos al rey primero que soy ‘yo’ –‘yo’-. ‘Yo’ es lo mismo, es un individuo que depende del acto de decirlo, de decir ‘yo’, y que por tanto desde un punto de vista real es totalmente insatisfactorio, es un individuo que no es nadie. Si alguien se atreve a pensar en individuos que no son nadie, pues bien, entonces, ‘éste’ y ‘aquí’ y ‘ahora’ y ‘yo’ somos así, pero en verdad ése es el tipo de individualidad que alguien diría que es la extrema, la última, la verdadera individuación. En ese sentido hemos recordado antes que también las palabras de la diosa de Parménides pueden referirse a ese campo en que se habla, al que apuntan ‘éste’ y ‘aquí’ y ‘ahora’, ‘yo’, que serían individuales en el sentido de que dependen del acto de decirlo y por tanto no paran un momento. Estar pensando en individuos que no paran un momento, a lo mejor a alguno esto le resulta, como dinámico, pues un poco más satisfactorio, pero la verdad es que nunca lo será mucho ¿no?
La segunda manera de individuo es la que está representada por los nombres propios de lugar o de persona, sobre los cuales en sesiones ya algo lejanas estuvimos… estuvimos tratando. Sitios individuales, personas individuales que lo son en virtud de su nombre propio. Ahí tenemos el caso de… ya sabéis, el nombre propio de persona con sus apellidos: Alfonso Méndez de Rodríguez, se supone que es un individuo. Si se quiere insistir en esta manera de individualidad hay que hacer lo que el Estado hace, es decir sacar un documento de identidad donde aparte del nombre propio haya complementos, más nombre propio, la foto y la huella dactilar, pero sobre todo el número –el número-. El número que trata de ser el nombre propio verdadero en el documento de identidad y el que garantiza que ese individuo es verdaderamente individual, es verdaderamente singular y que no hay otro como él: Alfonso Méndez Rodríguez, no hay otro como él. Con una aplicación también a los sitios, por supuesto. Alguien puede pensar que por ejemplo las cosas han llegado en la Realidad a un trance en que nadie sabe qué es Madrid, pero, amigo, sigue teniendo el nombre. Sigue teniendo el nombre y, si alguien cree en esta forma de individualidad, resulta que Madrid sigue siendo un sitio a pesar de todo, a pesar de todas las evidencias de que no hay manera ni de cogerlo, ni determinarlo, ni entenderlo, pero está el nombre propio, como el de Felipe Suárez, igual: individuos.
Bueno, de cuando estuvimos en esas sesiones acerca de nombres propios y demás, los que estabais conmigo recordáis descubríamos que si se llegara a tomar el nombre propio totalmente en serio, es decir como representando una singularidad absoluta, y sin manchas ni rebordes, una singularidad, una identidad, entonces eso tendría la virtud de colocar al que lo recibe en el trance de la idealidad como eternidad. Porque eso es lo que pasó con el nombre de Dios cuando de ser un nombre común se convirtió en un nombre propio y dio ejemplo a todos los demás y fue el primero que empezó a escribirse con mayúscula. Efectivamente, como el otro día decíamos hablando de todo esto, por medio de esta individuación se gana la eternidad, se pierde la existencia. Se pierde la existencia y se gana la eternidad (porque existir propiamente no, pero ser eterno, sí) en la pretensión, en la actitud de que un nombre propio fuera de verdad indicador de la singularidad.
Bueno, ésa es la segunda manera de individuo. La tercera manera de individuo es la real, en la Realidad. Y en la Realidad como realidad, como realidades, ya todos sentís conmigo y más los que me venís acompañando en esto, que no caben individuos; no caben individuos reales []. Porque evidentemente si se quiere que una mujer determinada, sin acudir a ésta y sin acudir a nombre propio, sea una mujer individual y se la va dotando de todas las características posibles: soltera, rubia, gruesa o de tantos kilos y de tanta talla, para más precisión empleando números, y [seguir acumulando]: nacida en tal año, en tal sitio, casada con (bueno, no: casada, no, porque era soltera), hija de Fulano y de Mengana, etc., etc. Pues ya sabéis que no se termina, es imposible terminar nunca, nunca, nunca.
Nunca un individuo, una individua real, podía ser de verdad individuo, singular, con las pretensiones que hemos encontrado de las otras dos maneras y en el nombre propio. No caben individuos reales. Para que en la Realidad hubiera individuos sería preciso que hubiera un número cerrado de cosas, de tal forma que la individualidad pudiera repartírseles a todas por igual. Supongo que esto a lo mejor es demasiao sencillo para entenderlo. ‘Individuo’ sólo querría decir como parte de un todo cerrado, de un número: ‘uno’ no tiene sentido si no es como perteneciente a un conjunto cerrado, a un número cardinal o a todo, en este caso a todo, que es como el último y abarcador de todos los cardinales. Sólo así.
Lo que se llama de ordinario ‘individuos’ en la Realidad que son, que son los hombres y mujeres individuales, las cosas individuales, los Estados individuales, pues ya sabéis, son necesariamente participantes de un conjunto que tiene justamente las notas, pretendidamente definitorias, que cada elemento del conjunto comparte y adopta. Se llama… se llama así a una cosa en cuanto representante de un conjunto no cerrado de cosas. Una oveja individual es simplemente una oveja entre las ovejas, no más, determinada por el número y la división. No puede haber una oveja en sí, una oveja es una oveja porque es una oveja de las ovejas, es una oveja entre las ovejas. Y lo que se llama individuo humano, pues lo mismo: el individuo humano no es más que un elemento del número de lo que se llame ‘hombres’, del cual uno entonces viene a participar.
Y resulta que ésta es la Realidad: las cosas no son todas; la Realidad no es todo lo que hay; no hay un número de cosas, y por tanto no puede haber ningún uno, ningún individuo que correspondiera con ese ‘todo’. No caben individuos en la Realidad.
Supongo que por lo menos la falsedad de lo que se llama en realidad como ‘individuos’, como ‘entes individuales’ esté clara, esto es lo mínimo, que la falsedad esté clara. Que esté clara que no tiene dónde apoyarse, en la Realidad. No hay manera, la Realidad, como aquí hemos descubierto, es falsa en el sentido de que las cosas no son lo que son al mismo tiempo que tienen que ser lo que son. Esto define una mentira, esta es la mentira costitutiva… esta es la mentira costitutiva de la Realidad.
Por tanto, volviendo un poco sobre los restos del poema de Parménides, cuando la diosa ha estado largo rato diciéndole que aunque se pueda formular de una manera simple diciendo esti, ‘lo que es es lo que es’, sin embargo hay en el descubrimiento de esto señales en el camino (no puede nacer, no puede morir, etc., etc.), y al terminar le dice “Por tanto han de ser nombre cuantas cosas los hombres convinieron convencidos de que era verdad (con una Fe en que era verdad) aquello de que nacen y mueren, aquello de que son lo que son y no son lo que son, aquello de que cambian de lugar, aquello de que mudan de colores”.
Esto es lo que en esa parte del poema se dice: “han de ser nombre”; “han de ser nombre” todas esas convenciones. ‘Nombre’, en la manera que aquí solemos hablar, quiere decir ‘ha de ser mero significado de las palabras que lo tienen’ como son las que en esos ejemplos se están usando ¿no? Son meros significados y con esto, como veis, la actitud de la diosa Verdad, que trata de presentarse como la única verdad, lo único que es y lo único que se puede decir que sea, declara que su labor lo que está haciendo es poner en juicio (juicio mortal) las convenciones de la Realidad, las convenciones de los hombres: “Ha de ser todo nombre cuanto convinieron”.
Pero, únicamente fijaros en esto, que ya en el poema está dicho, ‘convinieron’ katéthento –dice- “pero lo convinieron persuadidos con entera fe en que era verdad” (pepoithótes eînai alethê). “Convinieron (el acto del convenio lingüístico, pero además el acto de fe, (pepoithótes eînai alethê), convencidos con toda fe de que era verdad lo que hacían”.
Bueno, pues esto es en lo que tenemos que detenernos un momento hoy, porque es tal vez fundamental para esta lucha.
Si las cosas (entre ellas nosotros, que aquí nos tratamos no como suele hacer la Política y la Filosofía, etc., aparte, aquí nos tratamos como caso de cosas –caso de cosas, sin más-), si las cosas, nosotros entre ellas, simplemente no fueran lo que son (como evidentemente no lo son), es decir si se salieran de el significado de las palabras que las nombra y que las hacen propiamente reales al nombrarlas, si se limitaran a esto de que no son, no son lo que son, no son nada determinado, no son nada hecho para siempre, pues no habría nada que decir, la falsedad está en que la ley que costituye la Realidad combina esto (el hecho de que no son lo que son) con la fe o recurso al ideal de creer que sí lo son; de creer que sí lo son, que cada cosa es lo que es (aunque evidentemente no es lo que es), cada uno de nosotros es el que es (aunque evidentemente no es el que es), etc. Ésta es… ésta es la falsedad… la falsedad fundamental, y supongo que la reconocéis enseguida conmigo, porque aparece donde quiera.
Efectivamente, está claro que el oro nunca es oro, pero tiene que ser oro; está claro que una oveja nunca es la oveja, [] pero tiene que ser oveja, tiene que ser oveja; está claro que un hombre nunca es el hombre, pero tiene que creer que sí es el hombre, tiene que tener fe en el significado y a cada uno de nosotros nos pasa. Y en realidad el desgarramiento y tragedia que se manifiesta por tantos costados entre nosotros viene a consistir en esto, en la necesidad de obedecer a dos leyes (a dos, no; dos leyes, no) de obedecer a una ley y a algo que está por debajo de la ley que son contradictorias entre sí: no es lo que es, no soy el que soy, al mismo tiempo es lo que es, soy el que soy. Éstas son las andanzas.
Volviendo un momento a la política: cuando se llega a estos descubrimientos hay dos actitudes, una es la de los que reconociendo la falsedad de la Realidad, por tanto la falsedad del Poder, la mentira del Poder, en la lucha, en la rebelión, proclaman que el Poder sea cada vez más totalitario, cada vez declare más su condición ideal, sea cada vez más representante de Dios Sumo, porque eso es lo que hará insoportable que las cosas y los que andamos por debajo evidentemente descubran ese ideal de todo, de del todo, y lo derrumben.
Ésta es una actitud, la habéis encontrado muchas veces entre los luchadores contra el Poder, habéis encontrado muchas veces la actitud de que la ley de que lo que es es lo que es, de que cada cosa es la que es y que las cosas son lo que son tenga que exagerarse hasta el extremo: “Es que este Gobierno es todavía confuso, no claro, tiene que llegar a ser totalitario, total, entonces es cuando lo que queda de pueblo-que-no-existe, las cosas que no son lo que son, se rebelen contra esa imposición y procedan al derrumbamiento”. Ésta es una actitud. La contraria es la que mientras no se consiga en la Realidad que la mentira de que las cosas son las que son se anule del todo, intentamos hacer que se anulen por lo que se pueda, cuanto más, más; cuanto más, mejor: que se anule la mentira, se descubra y anule la mentira ideal, la mentira de que las cosas son lo que son, uno es el que es, los hombres son los hombres, etc.
Como en tiempos muy lejanos se me ocurría decir en este sentido, haciendo de la moral una política, “Ser buenos es ser menos”. Ésta es la otra actitud. Ésta es la otra… ésta es la otra actitud, es decir que a falta de un derrumbamiento istantáneo del Poder, de la imposición del ideal desde Arriba (que es lo que padecemos de maneras más o menos totalitarias, pero nunca del todo), mientras tanto, pues descubramos más y más de la mentira costitutiva, derroquemos en el Mundo, en nuestros corazones, el ideal –el ideal-, cualquier forma de ideal.
Y, bueno, pues desde luego ninguna de estas dos actitudes es satisfactoria, pero no íbamos a encontrarnos en medio de la Realidad una actitud satisfactoria. Aquí todo lo que se haga en esta tertulia política o por donde sea, es a tanteo; a tanteo siempre expuesto a la equivocación, no hay otra manera.
Fijaros bien que esto que os he dicho se refiere a casos de cosa como somos nosotros, con conciencia y con este tipo de obediencia al ideal, es decir que para las cosas que andan por ahí sueltas, para los animales, las plantas, no hay caso, ellos evidentemente no son lo que son, ni los lagartos, ni las estrellas, ni nada, pero tampoco se creen que lo sean, porque para tener Fe hace falta ser un tipo de cosa especialmente perversa: nuestro caso. De manera que… de manera que para ellas no tiene sentido ningún planteamiento de lucha contra el Poder, de liberación de… Esto que hemos sacao últimamente se refiere a este tipo de cosas y a esta Realidad que está costituida justamente por que al mismo tiempo que como por todas partes las cosas no son lo que son hay una Fe en que sí lo son, y en que cada uno es el que es en contra de la evidencia de que no lo es. Es a esto a lo que se refieren las dos tácticas de rebelión nunca satisfactorias que antes os he sacado.
Bueno, esto ha ido un poco de prisa, y tal vez haya que volver sobre ello, si el Señor no se enfada mucho y nos deja, por estas imperfecciones de la Realidad, seguir por aquí despotricando dentro de siete días.
Únicamente, si no es demasiao tarde, os dejo alguna curiosidad sobre todas estas impertinencias ¿no?
- Agustín.
AGC- Sí.
- Bueno, al…
- No, yo, respecto a esta última…
AGC- No, no. No, que es que ha empezado el señor antes que tú.
- Al hilo de lo que has dicho, bueno, sobre las mentiras de la Realidad, y al hilo del papelito que nos has dejao…
AGC- Ah, yo no. ¿Qué es eso, Teresa?
- No sé quién ha sido.
- Yo, yo, yo, yo.
- Has sido tú. Bueno.
AGC- Ah. ¿Qué es? ¿Qué es?
- Es lo del Dinero, Dinero. Que es lo del Dinero.
- Lo de la pasta.
AGC- ¿La Naturaleza?
- El Dinero. El Dinero.
AGC- Ah.
- Pues, bueno, ahí surge la inmensa mentira que estamos viviendo… cuyo resultado estamos viviendo hoy en día de lo que es el Dinero como confianza, como Fe básica para articular la Sociedad -¿no?- y que finalmente termina como está terminando que produce que toda esa Fe, que lo que se creía que era lo que era, de pronto todo desaparece y ahora pues de lo que se trata es de recostituir la Realidad, es decir de crear nueva confianza, crear nuevo Dinero para que haya nueva Fe ¿no? Es un poco lo que hay.
AGC- Sí, sí. El Dinero cumple las funciones de Dios. En lo que termina, si no me acuerdo mal, en lo que termina []: las funciones que cumplía Dios en la vieja Religión, las mismas. Es decir, que pretendiendo ser la Realidad más palpable, es desde luego sublime, impalpable, y es el representante mismo de la Fe en la situación actual del Mercado.
- Sí. Yo quería hacer una puntualización respecto a esta última parte, que has empezado a hacer como una distinción bastante clara entre criaturas cargadas de Fe, en la cual se puede contar estos de la conciencia, y otras criaturas que parece que no se lo creen. Me parece que está un poco como diferente, o yo lo veo como diferente, a este mantenimiento que se ha sostenido bastante en la tertulia de que uno es un caso de cosa y por lo tanto la cosa es un caso también de uno, pero no en la misma medida. Entonces, me gustaría que…
AGC- Sí. Sí. Pues sí, sí. Terminemos con esto porque es muy tarde. Efectivamente, la vanidad y el patriotismo humanístico habitual nos declara a nosotros un tipo aparte de cosa hasta el punto de que ‘podemos ser nosotros el observador de las cosas’, mientras que las cosas andan por ahí y no observan. Este patriotismo, falso como todos, consiste justamente en (¿cómo diremos?), en hacer pensar que los caracteres que tradicionalmente se atribuyen a este tipo de cosas -conciencia, voluntad libre, aspiración al ideal, capacidad racional- son caracteres de las cosas que no son como los caracteres que tienen las otras cosas. Evidentemente, un lirio tiene lo suyo en cuanto a caracteres distintivos, y una gacela tiene lo suyo, y una estrella tiene lo suyo, pero no, nosotros nos creemos que por el hecho de que nuestras condiciones diferenciadoras sean de este orden, entre las cuales he destacao la necesidad de la Fe, hoy, somos un caso distinto: pues no, con todas nuestras cualidades, éstas incluidas, también somos un caso de cosas y nada más, y sin el menor derecho a considerar que estos caracteres distintivos son distintos de los caracteres distintivos de cualquier cosa.
Pero evidentemente sí, en esto se implican unos cuantos líos, y como ya dije antes, si nos dejan, volvemos dentro de siete días sobre ello.