01.10.2008
Agustín García Calvo
Ateneo de Madrid
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La acción de la palabra, que viene de fuera de la Realidad, y que destruye la pretensión de verdad de cualesquiera realidades.
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El error fundamental de la Ciencia de intentar esplicar la Realidad desde dentro.
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La Realidad física, justificación y sostén de la Realidad social.
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La Fe, común a todas las cosas.
Tertu145-01-10-2008#Tertu145-01-10-2008.mp3
TRANSCRIPCIÓN:
Nos toca detenernos un rato, yo creo, en torno a la cuestión que con motivo de los versos de Parménides salió el otro día respecto a que es lo mismo decirlo que serlo. Y tenemos que detenernos en ello porque se trata de lo que podemos decir “la acción de la palabra”, el hacer de la palabra. Que nos toca de inmediato, porque en esta tertulia política a lo que venimos es a hablar, y a hablar contra el Poder, por tanto contra la Realidad, pensando que si a la Realidad, o al Poder, por otros medios, aparentemente más activos, no se la puede atacar, en cambio, como necesariamente el Poder, cualquiera, y la Realidad, sólo se sostienen por la Fe, por la imposición de la Fe, por el creer, a eso sí que se le puede atacar hablando; es la manera en que se le puede atacar: hablando, o pensando, que es lo mismo. Atacar la Fe, y de esta manera, que parece indirecta, pero que es la que nos toca, es como se puede hacer algo contra el Poder, contra la Realidad. De manera que, como es tan importante esto de entender lo de la acción de la palabra, o la palabra en acción, por eso os sugiero que nos detengamos un rato con ello.
Desde luego, tanto el griego antiguo de Parménides como nuestro español oficial contemporáneo, tienen una multitud de verbos, diferentes, y que hacen referencia a eso del decir, del pensar, y tenemos que mirarlos un poco, por lo menos a los más importantes. La Diosa le dice a Parménides esto de que decirlo o pensarlo es lo mismo que serlo, con un verbo de decir que no es generalmente el verbo ‘légein’ (el de ‘lógos’, que es el mismo que el de ‘razonar’), sino ‘fászai’; y desde luego, lo de ‘pensarlo’ no es propiamente ‘pensarlo’, sino ‘concebirlo’, ‘idearlo’: ‘noéin’. Esto ya nos establece una distinción fundamental. Desde luego, para ella, en cuanto que se trata simplemente de esta fórmula vacía de significado (que ‘lo que es lo que es, es lo que es lo que es’), es bastante fácil llegar a este reconocimiento: ‘decirlo, es serlo’: el serlo, lo que sea, ser lo que sea quien sea, como ahí no hay significado ninguno, se puede fácilmente identificar con el hecho mismo de la predicación, del decirlo. Eso para ‘es’, es decir, para ‘lo que es lo que es, es lo que es lo que es’, que como ya advertíamos el otro día, nos saca de la Realidad, o intenta sacarnos de la Realidad; porque para el resto de las cosas que se digan o piensen, eso desde luego no vale, no es tan fácil.
La Realidad, hemos descubierto aquí ya hace tiempo, está hecha de los significados, de las palabras con significado, que no son todas, que un idioma cualquiera pueda tener. Siendo así la Realidad, se nos deducía inmediatamente que no hay una Realidad común, sino que la Realidad es por fuerza idiomática: cada tribu, por así decir, tiene su Realidad, por más que hoy estemos en una tribu imperante que parece que es la que se ha comido a todas las tribus, y por tanto que quiere imponernos una Realidad que valga para todos, lo cual es mentira, es una de las mentiras que denunciamos en la forma actual de Poder.
Está hecha de significados: las cosas consisten en que pretenden ser lo que son, en que pretenden que una casa es una casa y un gato es un gato, y si no, estamos perdidos: si no se fía uno de que el significado de alguna manera está bien puesto, y que se puede usar sin peligro ni confusión, estamos perdidos: nos quedamos sin Realidad, o con la Realidad cojeando.
Pero los significados de las palabras están ahí como depositados en una especie de diccionario común a las gentes de cada tribu. Están ahí como depositados, y de ahí es de donde, cuando cualquiera habla, por decir así, los saca, los lanza al aire, y con ellos, pues dice (o piensa, que da igual) lo que sea, lo que se le haya ocurrido pensar o decir.
Los significados están ahí, de manera que de por sí, mientras decimos que costituyen la Realidad, de por sí no hacen nada. Esto no se da en la práctica, porque las palabras no aparecen más que poniéndose en juego, poniéndose en uso, poniéndose en función. En español, junto a verbos como ‘decir’ (en castellano se decía también ‘razonar’, como siendo lo mismo), tenemos otros que aluden a eso del significado: tenemos el verbo ‘mentar’, que no se usa mucho en el oficial contemporáneo, pero que todos todavía podéis usar. Mentar una cosa parece que alude a eso de presentar su significado, presentar la cosa al desnudo. Por ejemplo, si alguien es supersticioso, puede tener prohibido que se miente la culebra: mentar: ni siquiera hacer aparecer la palabra: el supersticioso naturalmente piensa con buenos motivos que mentar la palabra es lo mismo que hacerla aparecer; mentar la culebra es lo mismo que hacerla aparecer. Y hay un verbo culto que desarrolla éste, que es ‘mencionar’: ‘mencionar’ parece que efectivamente lo que hace, como ‘mentar’, es aludir a esa condición del vocabulario con que las cosas están bautizadas, es decir, hechas, para una Realidad de una tribu cualquiera.
Pero, naturalmente, las palabras no pueden aparecer así: aparecen siempre en acción, y eso ya es ‘decir’. Y respecto a la acción, tenéis también que fijaros en una diferencia entre tipos de frases que se pronuncian, que de por sí están hechas para conseguir un cambio, algo, en la Realidad, y otras que no. Por ejemplo, si hablándole a uno que se va unos días al monte, le digo “tráeme unas bellotas”, esta frase efectivamente tiene su acción, en el sentido de que trata de conseguir que efectivamente el otro haga por lo menos algo parecido a lo que le he dicho, es decir, que me traiga unas bellotas del monte: “tráeme unas bellotas”. No es esta la acción de la que estamos hablando, pero desde luego, cualquier aparición de una palabra con significado en una frase cualquiera, mientras por un lado parece que confirma que se cree que esa cosa es esa cosa, al mismo tiempo no puede menos de desgastarla por la propia acción de pronunciarla, de hablar de ella, de manera que a fuerza de unos pocos siglos de decir muchas veces “tráeme unas bellotas”, resulta que la palabra ‘bellotas’, que se ha usado para esa acción inmediata con relativo éxito, sin embargo no ha pasado sin sufrir; no ha pasado sin sufrir, ha tenido inevitablemente que acarrear nuevas confusiones: no es lo mismo para un ciudadano que apenas sabe qué es una bellota, que para un hombre que vive en el campo, y que distingue entre bellotas de encina y bellotas de roble, y a unos se les aprosima inmediatamente la idea de ‘encina’ y a otros no, se les aleja mucho; y luego, la misma palabra “bellota” puede haber tomado, como suele suceder en las palabras, lo que se llaman sentidos figurados, de tal forma que lo mismo que con calabazas el traer unas calabazas podría ser peligroso, porque podría ser el sentido figurado, acabarían las bellotas también por tomar cualquier otro sentido, y de esa manera, con el uso mismo, el significado se va desgastando inevitablemente.
Esto tiene que ser así, porque hemos descubierto que condición de la Realidad es que nunca está cerrada, ni es todo, ni hay un número de cosas que sean todo, sino que costantemente están entrando y saliendo; están entrando y saliendo cosas, se renueva el vocabulario, y al renovarse el vocabulario se renueva la Realidad, porque lo uno es lo mismo que lo otro.
De manera que así sucede. Si se trata de frases, no de mandar o pedir, como esa, sino frases simplemente de decir, de las ‘predicativas’, como dicen los gramáticos y los lógicos, pues la cosa no es distinta; la cosa no es distinta: cualquier predicación que se le atribuya (como decían en las Escuelas) a un Sujeto cualquiera, al mismo tiempo que cumple la función de decir lo que dice, al mismo tiempo inevitablemente está un poquito alterando el significado, tanto de la palabra ‘sujeto’ como de la palabra ‘predicado’, ¿no?; no es inocente decir “el padre de uno cualquiera, es un tirano”; o “es un burro”, como os guste más: una frase predicativa típica. Esto evidentemente parece que está diciendo algo, que tiene su sentido, si llamamos ‘sentido’ a la acción de decir, que en este caso es meramente predicativa: “el padre de cualquiera, es un tirano, es un burro”. Pero al mismo tiempo que produce esta información que el decir trae consigo, eso no es inocente para el significado de las palabras: la palabra ‘padre’, la palabra ‘tirano’, la palabra ‘burro’, por el mero uso estarán sufriendo algo; estarán sufriendo algo, y si no la Realidad no sería la Realidad; están sufriendo algo, un poquito, que no se nota naturalmente en una generación, pero sufriendo: ya después de dicho no puede ser lo mismo que antes. Perdona: si no me saca demasiado de......
- Es que has dicho que alteraban el significado; pero eso es asumiendo que tuvieran significado en principio ya.....
AGC- Son palabras con significado: ‘burro’, ‘tirano’, ‘padre’, son palabras con significado, lo mismo que ‘bellotas’. Esas son las que se llaman palabras con significado, y que costituyen la Realidad; es de esas de las que he dicho que las cosas o Realidad de una tribu son lo mismo que las palabras con significado del idioma de esa tribu. No le he dado ningún sentido trascendental a la palabra ‘significado’, que no tiene más que ese: el que tiene. Es para distinguirla de palabras que no tienen ninguno, como ‘aquel’, ‘yo’, ‘cinco’, que esas no tienen significado.
Pues bien: esto hace que cuando alguien pretende, dentro de la Realidad, decir la verdad, nada menos que la verdad........Ya sabemos entre nosotros que no tiene sentido, que la Realidad es necesariamente falsa, costitutivamente falsa, pero eso no quita que la presión del ideal, desde arriba, no esté haciendo costantemente que uno u otro traten de decir la verdad dentro de la Realidad. Este error fundamental contra el que os estoy previniendo. Cuando alguien pues pretende, por esa presión, decir la verdad, rehuirá las predicaciones que sabe que pueden no coincidir del todo y desgastar lo que se está diciendo: la pretensión de “la Tierra, es redonda”, a cualquiera que intenta decir la verdad le parece muy falible, se le escapa por todas partes: la noción de la Tierra como planeta, si es que no es ‘tierra’ en el otro sentido, la noción, siempre imprecisa, de ‘redondo’.......Por muchas vueltas que se le quiera dar para precisarlo, hacen consigo que “la Tierra, es redonda” no puede rendir mucho como predicación. Y desde luego, “los niños, son muy traviesos”, con cuantificación imprecisa (‘muy’ traviesos), y con cuantificación imprecisa con el ‘muy’, y también naturalmente con el plural impreciso ‘los niños’, que arrastran también lo de ‘traviesos’. Desde luego, todos los días encontráis que se os presentan afirmaciones de este tipo como si estuvieran diciendo la verdad, esto no hay que ocultárselo; pero cualquiera que lo pretende en serio, en firme, se da cuenta de que eso no puede ser, que eso no tiene sentido: que en medio de un magma fluctuante de vocabulario semántico no hay manera de coger un item del vocabulario y casarlo con otro de forma que se diga “he dicho la verdad”; eso no tiene ni sentido.
Por eso, a veces los que tratan de esto, y piensan que pueden estar tratando con un ser verdadero (es decir, como Dios, pero al mismo tiempo real), o bien rehuyen el trance, o se salen de él por diversos caminos. Sin entrar en afirmaciones tan sublimes, recordad que eso lo encontráis a cada paso también en el lenguaje corriente: había aquel entrenador de fútbol, me parece que entrenador, que hace como diez años o así, o quince, hizo muy conocida la declaración de (él era de lengua materna eslava, sin duda, y por tanto no usaba el artículo) “fútbol, es fútbol”. Era sin duda de lengua eslava, porque en castellano hay que decir “el fútbol, es el fútbol”, pero afirmaciones de ese tipo las encontráis a cada paso. Tal vez a los locutores les hizo gracia el no empleo del artículo, y entonces hubo unos años que eso estuvo dando la lata, pero afirmaciones de ese tipo, ¿eh?, “un hombre, es un hombre”, “una mujer, es una mujer”, las encontráis en todas partes como tratando de imitar las formulaciones de la Diosa de Parménides, solo que aplicadas a significados reales y a entes reales, con los cuales (os) están mostrando que no tiene mucho sentido el intento.
Por eso, por un lado, cuando se trata de una realidad sublime, como Dios en el viejo Régimen, por un lado tira la necesidad de decir algo acerca de Él, y por otro lado tira la evidente impertinencia de decir cualquier cosa que sea: recuerdo cuando era muchacho que leyendo una novela (no me acuerdo ni de quién, ni de cómo se llamaba, ni nada), era un sitio en que el protagonista venía a parar a un ámbito un poco como sobrenatural, angélico, con criaturas de tipo angélico, y este hombre se encuentra a una por allí, y dice “¡Dios!”, y el ángel le pregunta: “Dios, ¿qué?”: la necesidad de decir algo, ésta es una contraria con la otra; eso está representado ahí: “Dios, ¿qué?”. Es decir, parece que en esa especie de reino de serafines no tenía sentido decir así por las buenas “¡Dios!”: “Dios” sólo se dice para colocarlo como Sujeto, y aplicarle un Predicado: “Dios, es esto o lo otro”, “Dios, hizo el mundo”, “Dios, es infinitamente bueno”, y cualquiera de las cosas que solían decirse en el viejo Régimen acerca de Él. Y por otro lado estaba eso: dándose cuenta de la impertinencia del intento, el maestro Eckhart sacó esa fórmula que alguna vez he usado también: “digas lo que digas de Dios, dices mentira”. Dices mentira, y esto de decir mentira es en el sentido que he tratado de denunciar todo el rato, de cómo las formulaciones, en cuanto se refieren a palabras con significado, son reales, y por tanto mentirosas, porque la Realidad es mentira; no hay ninguna costitución de la Realidad más que con la mentira. De manera que ése es el trance en que se encuentra una palabra como “Dios”, que por un lado trata de tener significado, es decir, ser real, mientras que por otro lado, pues intenta saltar por encima de eso, salirse fuera de la Realidad.
Esto nos coloca yo creo con cierta precisión en la cuestión de la acción de la palabra: la palabra, el decir (no las otras modalidades, como mandar, como el “tráeme unas bellotas”, sino las de decir o razonar), tiene que venir de alguna manera de fuera de la Realidad. Esto lo hemos encontrado muchas veces: no tiene sentido pensar que lo que habla acerca de las cosas esté dentro de las cosas; lo que habla no es aquello de lo que habla, para decirlo más claro y en astracto: lo que habla no puede ser aquello de lo que habla, aquello de lo que está hablando; de alguna manera, por el hecho mismo de hablar de ello, se sale de ello. Esto es lo que se refiere al ‘légein’, el mismo verbo de la palabra ‘lógos’, es decir, del decir o razonar.
Tiene que venir de fuera. Naturalmente, también una de las cosas que hace es crear Realidad, por medio de el vocabulario, idiomático, de un idioma o de otro; pero al mismo tiempo sigue viniendo de fuera, y destruyendo la operación; destruyendo su propia operación, es decir, descubriendo, como ahora mismo estamos intentado hacer, la verdad de cualesquiera realidades que se hayan costituído con el vocabulario de una tribu cualquiera; destruyendo esa pretensión la lengua misma, la razón misma.
Entonces, esto nos introduce a la cuestión más inmediata, no de qué es lo que estamos haciendo en esta tertulia, que decimos que es hablar contra la Fe, sino de lo que está haciendo la Ciencia, o Filosofía, o las formas de hablar acerca de la Realidad que todos los días os sirven por los libros y por los Medios. Esta es la cuestión más inmediata sobre la que ahora os llamo un momento la atención.
Ya alguna vez hemos denunciado esto desde otros puntos de ataque: es un error fundamental el de prácticamente cualquier Ciencia de las que han tenido éxito en nuestro mundo, cualquier Filosofía de las que han tenido éxito en nuestro mundo, es un error fundamental de todas ellas el que consiste en intentar esplicar la Realidad desde dentro de la Realidad; es decir, por medios que no son sólo los aparatos de la esperimentación, sino el propio dialecto, matemático, o semimatemático, que se emplea para el asunto, que son reales, y al mismo tiempo tratan de dar cuenta de la Realidad. No puede ser: la lengua de veras, es decir, la desconocida, como antes he dicho, habla desde fuera; habla desde fuera. Y la pretensión sin embargo es esplicar, dar razón de, dar cuenta de, dentro de, desde dentro de, la Realidad. Esta es la pretensión costante en la que todo se funda.
Veis por ejemplo el titular del artículo que me trajiste el otro día, Ester, de un periodista comentando al Gran Acelerador que por aquellos días se nos presentaba, que había tenido la ocurrencia de escribir ”un Universo sin misterios”. Un Universo sin misterios: ésa es efectivamente la pretensión. Creo que ahora entendéis mejor qué quiere decir intentar esplicar desde dentro: ‘intentar esplicar desde dentro’ quiere decir salvar a toda costa la Realidad, salvar la Realidad: toda Filosofía, toda Ciencia, ha venido siendo una defensa de la Realidad; nunca ha podido ser un verdadero ataque, un verdadero descubrimiento o denuncia, porque su vocación fundamental está en eso justamente: en esplicar todo desde dentro, defender la Realidad, salvar la Realidad.
Este error ha tenido tanto éxito por motivos que comprendéis sin más, pero en los que conviene detenerse: en primer lugar, no olvidéis que salvar la Realidad quiere también decir salvar la mía, es decir, salvar mi alma, como en el viejo Régimen: salvar mi alma. Porque si la Realidad se tambalea o viene abajo, ¿qué va a ser de mi realidad, o lo que es lo mismo, mi existencia?: me pierdo, me voy a perder en una vaguedad de la que nunca me podré recobrar. De manera que ya desde ahí, partiendo del centro del individuo, se esplica muy bien el tremendo éxito que todas esas Ciencias y Filosofías (y Religiones y Teologías, hay que añadir), han tenido, han venido teniendo a lo largo de los siglos.
Este error es por tanto para nosotros, que estamos guerreando contra el Poder, de una importancia suma, primera, porque ahí es donde palpáis inmediatamente la relación que hay entre la Ordenación Política, Social, etc., y la Ordenación del Cosmos, del Universo, por medio de visiones reales. Como pretenden costantemente que lo uno se separe de lo otro, aquí tenemos que volver una y otra vez a reconocer hasta qué punto esas dos cosas están casadas (o compinchadas, como queráis decir) hasta la identificación. ¿Para qué creéis, o cómo os esplicáis, que los Estados progresados, y por tanto el Capital mismo, al servicio del cual están los Estados, inviertan tales cantidades de millones de euros, dólares, o lo que sea, en el progreso de esas Ciencias, de esas Ciencias de la Realidad, ésas que, según el título que al periodista se le ocurrió, tratan de proporcionarnos un Universo sin misterios, donde todo quede por fin esplicado con el Big Bang, y el Big Crunch, y todos los cuentos que estáis hartos de sufrir desde pequeños y desde hace muchos años? Se trata de eso naturalmente: la importancia política que para ellos tiene el asunto no hace falta mencionarla siquiera: si se asegura que el Universo es de alguna manera esplicable en sí mismo, que la Realidad se puede razonar hasta que no quede ningún residuo de misterio, entonces la otra Realidad más inmediata, la social, la jurídica, la de las leyes, la de los Estados, esa queda inmediatamente salvaguardada. Entonces, también aquí efectivamente, puesto que la Realidad física se puede mantener, y no hay peligro de que se descubra su mentira, pues también aquí podemos seguir tirando, puede seguir el Capital moviéndose, haciendo los poderosos sus negocios sin peligro ninguno de que se les desmonte esta Realidad social, individual, familiar, de súbditos, de clientes, de sujetos, porque esta Realidad estaba fundada en la otra. Según la teoría que os presentaba la Realidad física trataba de justificar y sostener a la Realidad social, y para eso se inventó, y entonces ya veis que se esplica de sobra que el invento haya tenido tanto éxito que es la dominación misma que nos agobia de ordinario, y de la que apenas podemos respirar descubriendo que es mentira; que es mentira, que las cosas no son todas, que no se pueden esplicar desde dentro de ninguna manera, que cada esplicación es simplemente un cambio de vocabulario.
Aquí se incluye también el paso al vocabulario científico, o al filosófico: es simplemente un cambio de vocabulario para que las cosas se multipliquen y vayan haciendo lo que hacen siempre: entrando en la Realidad, haciéndose reales, cambiando sin parar un momento, ¿no? Simplemente un cambio de vocabularios; de ninguna manera una verdad. Eso es apenas como descubrimos esta mentira fundamental de todos estos intentos, y naturalmente que, como el otro día os decía: que ya sabéis que es un descubrimiento que nos cuesta, no la vida, que no sabemos lo que es, pero la existencia: nos cuesta la existencia, que es la realidad misma de cada uno, en la que cada uno está obligado a creer. Ahí mismo palpáis también cómo la necesidad del refugio, de la salvación, del volver a creer que las cosas son lo que son, por tanto que uno es el que es, se le sigue imponiendo por todas partes; que apenas se desmonta un tanto vuelva a imponerse con un pequeño cambio de vocabulario.
De aquí se me estaba ocurriendo pasar otra vez a recordar lo que os dije de que esto que nos pasa a las cosas que somos los hombres, les pasa a las demás cosas también. Creo que ya lo sacamos, pero ahora voy a callarme para que, respecto a lo dicho, que ya ha sido bastante rato, surjan cualesquiera oscuridades, dudas, ‘objeciones’, como suele decirse; cualesquiera cosas. De manera que adelante.
- En referencia a la frase de Eckhart que has nombrado de que digas lo que digas de Dios, dices mentira, se podría ampliar a “Digas lo que digas de Dios, o de una pulga, es mentira” Por una razón: porque si esto lo relacionamos con la distinción entre el mundo en el que se habla y el mundo del que se habla, que se ha trabajado también mucho en ello, es como si dijéramos que en el mundo del que se habla no se puede decir verdad, ni por nombres propios, ni con el nombre altísimo de Dios, ni siquiera con la pulga.
AGC- Perdona, con esto segundo te estás armando lío, ¿eh?: el mundo en el que se habla es el mundo de ‘aquí’, ‘ahora’, ‘yo’, donde no hay significados. No te armes líos, la pulga está bien.
- Pero yo estoy diciendo que en el mundo del que se habla no se puede decir verdad. ¿Porqué?
AGC- La Realidad. La Realidad es falsa.
- Claro. Pero porque resulta que ahí toda la cuestión se refiere a las cosas; está poblado de cosas, y por lo tanto sería imposible decir verdad ni de la pulga ni de Dios.
AGC- Sí, sí; no hacía falta tanto. Las cosas son lo que son......
- Es que si lo referimos esclusivamente a la frase de Eckhart, parece como si hubiera un estatuto de que de Dios no se puede decir mentira; pero si lo llevamos a las últimas consecuencias, de la pulga no se pueden decir más que mentiras.
AGC- También, también; está bien que hayas sacao a la pulga, no te reprocho que hayas sacao a la pulga al lado de Dios, no te lo reprocho: aparte de ser gracioso, puede que tenga su sentido, ¿no?, pero hay que darse cuenta de esto: la pretensión ideal de decir verdad, eso se da vulgarmente. Ya os lo he dicho: cuando se llega a estremos en que parece que otros predicados distintos son insuficientes, se dice “un hombre, es un hombre”,”una pulga, es una pulga”, para que no haya peligro de que con otros predicados la cosa se invierta; demostrando que también para las cosas la pretensión ideal de decir verdad está rigiendo, por supuesto, lo hemos dicho muchas veces. ¿Por qué decimos que la Realidad es mentira?: porque no puede menos de padecer esta contradicción, que es costitutiva: que las cosas no son lo que son, una cosa no es lo que es, y al mismo tiempo tiene que ser lo que es, las cosas tienen que ser lo que son, por imposición ideal. El choque de estas dos condiciones, imposiciones, que como veis son inevitables, es lo que hace la falsedad de la Realidad, la falsedad costitutiva. De manera que eso es así. De manera que, como ya antes dije, cuando se aplican a un ente sublime, como Dios, pero que se encuentra en la necesidad de ser real al mismo tiempo, la cosa toma un cariz estremo (porque ya es) esencialmente distinta. Pero es que ahí la Teología sí que es un dialecto, que se empeña precisamente en decir verdad; y para eso coge a un ente, Dios, que claro, que luego tendrá que pretender ser real y tener un significado, pero que de por sí es tan sublime que no tiene significado; y entonces, claro, el maestro Eckhart dice respecto a eso que de una manera evidente no se puede decir ningún predicado, que evidentemente, o era el mismo, o sea, “Dios, es Dios”, como una versión de lo de la Diosa de Parménides, o era un predicado real cualquiera, que estropearía el tinglado inmediatamente. Bueno, resuelto el problema yo creo de momento. A ver.....
- Yo tenía una duda: cuando decías que la Realidad se esplicaba desde dentro, eso se podía entender como que hay un ‘fuera’?
AGC- Claro: la Realidad no es todo lo que hay.
- Claro, pero es que eso es confuso, porque de alguna manera también está estableciendo la Realidad como si fuera un ente, lo cual sigue estando dentro de la Realidad. O sea, si hablas de la Realidad como dentro o fuera, como algo cerrado, limitado.
AGC- Ah!: no; no necesariamente. Tienes que acudir a la imaginación: tienes que imaginarte a la Realidad como un ente de brazos dispersos agitándose, y con entradas y poros salidos y costantes; es decir, que evidentemente puedes muy bien, sin necesidad de pensar en una frontera como las que trazan los estadistas, reconocer esa Realidad, y que simplemente no es todo lo que hay; es decir, que la pretensión de ‘todo’ es la que queda rechazada, porque si tuviera límites precisos podría ser ‘todo’.
- Pero la cuestión es que de alguna manera al nombrarla se la está tratando como si fuera un objeto.
AGC- Si, es un objeto; la Realidad es la cosa de las cosas; hay cosas más o menos astractas: el Dinero es la realidad de las realidades en ciertos ámbitos, una cosa, y la palabra ‘cosa’, que es de la lengua vulgar, y por tanto digna de confianza, es la más astracta de todas.
- Lo que ocurre entonces es que seguimos hablando de la Realidad, o luchando contra la Realidad, pero claro, a su vez estamos creando Realidad, porque seguimos hablando de ella como objeto.
AGC- Lo que he dicho es justamente el revés de eso: que cuando se habla de las cosas para su uso habitual, inevitablemente se las está destrozando en sus significados. Eso es lo mismo, solo que al revés. Y aquí lo que intentamos es intentar hacer eso más ‘tozudamente’, digamos: más tozudamente y costantemente: hacer que la lengua, que viene de fuera, se dedique a desvirtuar muchas de las ideas, creencias, que nos están impuestas. ¿Qué de rebote fabrique otras?: qué se le va a hacer; al salir de aquí efectivamente cada uno se volverá a fabricar su mundo, pero lo que estamos haciendo es eso, hasta donde se pueda y valga para lo que valga. ¡Más!
- ¿Qué hay fuera de la Realidad, Agustín?
AGC- No sabemos nada: fuera de la Realidad está lo que no se sabe; porque precisamente la Realidad es lo que se sabe. De manera que si piensas que te puedo decir algo más, estás equivocao. La negación tiene que seguir viva: fuera de lo que se sabe, que es la Realidad, de que la Ciencia o la Religión nos habla, hay lo que no se sabe; y es evidente que lo hay, porque si no, sería pretender que lo sabemos todo. De manera que es evidente que lo hay, y eso es lo que hay; y eso es lo que hay, y puesto que no se sabe, cualquier intento de hablar de ello como Realidad, lo mata. Basta con mantener la negación viva: lo que no se sabe. Sí.
- De alguna manera, salvo que se destruya el centro, el punto de apoyo, el sujeto, el sujeto en torno al cual se atribuyen una serie de propiedades.....
AGC- “El Yo”, como dicen algunos.
- El yo sería en este caso el sujeto ‘biográfico’, ¿no?, pero puede ser un sujeto con un nombre. Descentrarlo es la única manera de que desapareciera esa realidad, si no hay sujeto, no hay objeto.
AGC- No tienes por qué poner una relación causal en un sentido o en el otro, porque va en los dos inevitablemente. Ya he dicho que el éxito de la mentira se esplica porque defender la Realidad, defender la Fe, es salvar el Alma, es decir, ese centro que tú dices, defender ese centro que tú dices. Pero eso es al revés: ese centro no es verdad que costituye por composición la Sociedad ni nada; ese centro (“el yo”, o “el alma”, como antes se decía), está hecho socialmente, de manera que no es que de los yoes se hagan Sociedades.
- No me refería a eso, sino simplemente el hecho de percibir como un centro, o sea, desde una perspectiva.
AGC- Todo eso está dentro de la noción de defender (algo). Ya he dicho que esta política de pueblo- que- no- existe contra el Poder tiene esto: que cuesta, no la vida, pero la existencia. Y la existencia quiere decir, entre otras cosas, la conciencia a la que te estás refiriendo; la conciencia, que es esa cosa que tenemos las cosas que somos los hombres, que parece que no tienen las otras cosas, pero que tenemos en común con ellas: la necesidad de la defensa, de seguir siendo y existiendo. De manera que efectivamente, sí: la práctica de esto, el descubrimiento de la mentira, arrastra en definitiva la pérdida de Fe en la propia conciencia, que está hecha después de todo, y es fácil reconocerlo, por lo que le han enseñado en las escuelas, en los libros, y sobre todo en los Medios, en los Medios de Formación de Individuos que padecéis a cada paso, que os están formando, aunque creáis que no. Se arriesga esto: se arriesga la conciencia; la existencia con la conciencia. Ahora, hay algunos que pensamos que ningún riesgo puede contar al lado del descubrimiento de la mentira; ningún riesgo puede ser suficiente para hacernos volver a defender en otro plano la mentira de la Realidad; algunos sentimos eso. A ver.
- Al decir que la Realidad es lo que se sabe, pues me he acordado de una definición que había de lo que era mentir, que era “decir lo contrario de lo que se sabe”, o “de lo que se piensa”. El caso es que da por hecho que hay algo que se puede saber dentro de la Realidad: a la hora de mentir, si yo digo por ejemplo “hoy es martes”, parece que estoy mintiendo, porque parece ser que hoy es miércoles.
AGC- Sí, sí: es lo que se llama de ordinario “mentir”, dentro de la Realidad.
- Y entonces pensando en Dios........o en la pulga: la pulga, se supone que se tiene que saber lo que es la pulga, se supone.......
AGC- Sí, sí, claro, claro.
- Pero el caso de Dios parece que es un poco contradictorio, porque hay que saber qué es “Dios”, y por otro lado hay que no saberlo, dentro de la propia Realidad.
AGC- No, bueno, eso es la situación en la que os he colocao para la vieja Teología; pero ya creo que antes lo hemos visto hasta qué punto la situación es la misma y hasta qué punto no. ¿Quién más había por ahí?
- Que con respecto a esto del Acelerador, la semana pasada vi otro periódico que decía “un mundo sin Dios”, y que en pocos años se iba a descubrir por supuesto el misterio de la vida y todo esto, y que entonces íbamos a vivir en un mundo en el que no habría cabida para Dios, porque no iba a haber ningún misterio y todo iba a estar en nuestras manos.
AGC- O sea, que ese no pensaba en la anulación del misterio, ¿no?
- Que íbamos a ser capaces a lo mejor nosotros de crear mundos.
AGC- Desde luego se arriesgaba mucho ese periodista, ¿eh?, porque la gente, en la medida en que sigue usando la palabra “Dios”, no la usa de esa manera que a él parece que le convenía. No habrá caído muy bien esa frase. Sí, es que él piensa que “Dios” quería decir justamente, no ya ‘el Creador de la Realidad’, sino, Él mismo, ‘el esplicador de todo’. Entonces, si nosotros sabemos todo, ya le quitamos el cargo a Dios, le despojamos de ese cargo: tonterías; tonterías. La otra formulación, que es la que trata de llamar a lo que no se sabe “misterio”, y por tanto nos enuncia la función de la Ciencia como llegar a eso: un Universo, un todo, sin misterios.
- Yo me refería un poco efectivamente a que si la Ciencia es mentirosa, en gran medida lo es porque no admite que es un caso de lenguaje, que se habla desde dentro, se reproduce a sí misma en su propio hablar, y que habría que hablar de ello desde afuera, de otra manera. Entonces yo me pregunto: este hablar de fuera tendría que renunciar también a la lengua, en el sentido de que aún dentro de la lengua tendría que haber un adentro y un afuera. ¿Eso tiene algo que ver con estos dos planos de la lengua de que tú hablas?
AGC- ¿Qué dos planos?
- Esos dos planos que distingues entre palabras de significado y el hacer de la lengua como destructora de la Realidad
AGC- (No tiene que ver). Eso es la diferente acción entre acción y mera mención.
- Lo mismo que achacamos a la Ciencia que es un caso de lenguaje, y por tanto ya está haciendo trampa........
AGC- No, no, no: no por ser un caso de lenguaje. No, no.
- Bueno, aparte de otras cosas, tú dices que pretende hablar de ella desde dentro, acabas de decirlo.
AGC- “De esplicar”: de esplicar la Realidad desde dentro.
- Eso, y entonces tú sugieres que tendría que hablarse de afuera, de.......
AGC- No, no: no es que “tendría que”, no es ninguna recomendación mía: es que la palabra viva que habla de la Realidad está fuera, y si se mete dentro no puede hacer más que producir cambios de vocabulario.
- Pero ese hablar afuera a su vez tendría que tener también un afuera y un adentro para negarse a sí mismo ese hablar, porque si no, ese hablar meramente desde fuera, tendría que prescindir en todo momento de referencias a la Realidad.
AGC- ¿Pero por qué, si contra lo que hablamos, o intentamos hablar, es contra la Realidad?
- Porque sí () no podría usar más que el término “no”: “algo, no”.
AGC- Bueno, venga, venga, no quieras sacarme (en el) estremo cosas de las que digo a veces, venga.
- Es que está más claro que el agua: ¿cómo desde fuera tú vas a tener una lengua que no esté recurriendo a la istrumentalización del aquello de que.....?
AGC- Por esto simple: porque la Realidad no es todo, y siempre más allá de la Realidad está lo que no se sabe; y lo que no se sabe es justamente esa lengua que habla desde fuera, desde el no saber; desde el no saber es como efectivamente se puede hablar sobre y contra la Realidad. Y tal vez no hacía falta insistir tanto en esto, pero bueno, bien está. ¿Qué más?
- Hoy he estado en el monte, y no te he podido traer bellotas.
AGC- Ah, bueno, lo siento. Cuando te acuerdes la próxima vez me traes un puñado.
- Pero te he traído unos hongos, y hongos que crecen al borde del río, en las orillas de los ríos, que están llenos de depósitos: tú hablas de “depósitos”, la lengua es eso: las palabras son depósitos. Uno cuando va al diccionario, pues ahí están los significados depositados como piedras.....
AGC- Piezas para usar, sí.
- Piedrecillas de granito que (). Entonces, claro, tú dices que claro, hay que pensar y hablar para combatir la Fe; y realmente, claro, cuando uno piensa y habla es como cuando uno anda, que uno anda y va pasando por las piedras y los depósitos que a uno no le interesan: de alguna manera esos depósitos y esas piedras son la Fe, es lo que queda fijo (por supuesto es lo que va disolviendo el agua), y sólo se para uno cuando ve un hongo para traérselo al Maestro. Lo que pasa es que el hongo no es un depósito, no es una piedra: un hongo es algo que es sublime, es algo que nos regalan los Dioses, y que se nos deshace en la lengua, claro, cuando uno lo guisa; pero ya sólo cogerlo, entonces se va deshaciendo en la montaña a través de...... Y bueno, por supuesto, pasando de las piedras: las piedras no nos interesan, y la Fe tampoco nos interesa, y las cosas fijas no nos interesan: aquí lo que nos interesa es hablar, pensar........
AGC- Aquí nos levantamos contra cualquier tipo de hongo que se nos ponga por delante, según los días, nos levantamos contra eso, sí. Efectivamente, un poco al azar, no te preocupes demasiado. Gracias por los hongos y demás, y ¿qué más cosas quedan por ahí?
- Me parecía ahora, que estaba repasando las predicaciones de identidad, como la de “el fútbol, es el fútbol” y demás, que parece como que hay dos tipos de predicaciones que se me antojaban a mí, aunque luego parece que (). Y además son recordatorio para dubitativos, pero parece que vienen de distintos sitios, ¿no?: una es como la de “el trabajo, es el trabajo, muchacho”, o “el programa, es el programa”, “el horario, es el horario”, y es como que atentas a los límites de la definición de la palabra por el lado de dejarla perderse un poco, y viene el Poder a recordártelo desde arriba que el ser, es el ser. Y luego por el otro parece que puede haber el descubrimiento de que a pesar de esa definición, por debajo de la palabra puede haber alguna maravilla, y te asombras y () “no, pero es que el Amor, es el Amor”. Que era un poco, si no recuerdo mal, la intención con la que lo decía el entrenador de fútbol, porque creo que le reprochaban que no tenía una táctica clara, o que el partido se había ganado de una manera imprevista, etc., y acababa diciendo “bueno, pero es que el fútbol, es el fútbol”. Es como decir “caben los imprevistos, y se vuelve a reintegrar otra vez en el ser”, ¿no?
AGC- Sí, efectivamente: “el Amor, es el Amor”, es de ese tipo; “el Amor, es el Amor”........es decir, trae consigo todas esas putadas y esas pejigueras que a todos nos () , pero “el Amor, es el Amor”, es así: Esto es como recordar el artículo correspondiente en el diccionario, es decir, recordar que entre los atributos que costituyen el significado de la palabra “amor” están incluidas las putadas y las pejigueras; y si no, es que tu diccionario no está bien, si no te lo recuerda.
- Y los goces y las maravillas.
AGC- Sí, sí, efectivamente, el caso de aquel, del entrenador de fútbol, era de ese tipo, sí: venía a decir: “en el fútbol pasan estas cosas: le remito a la palabra “fútbol” en su vocabulario: allí verá Vd. incluido que es un tipo de juego o deporte que incluye tales dificultades a la regulación, y por tanto en el que tienen que preveerse tales y cuales situaciones imprevistas”. Es una llamada al vocabulario de la tribu, porque no hay, recordad, vocabulario semántico que sea común: el de cada tribu. ¿Qué más?
- Pero perdona: una parte costituye, y la otra parece que no. Que parece que no, claro, porque cuando dices “el trabajo, es el trabajo”, parece que tú atentabas contra la idea de lo que fuera el trabajo; en cambio, cuando te recuerdan, por el lado digamos “bueno”: “es que el Amor, es el Amor”
AGC- No creo que sea esencialmente distinto, Mario: el trabajo, es el trabajo, y.....
- Sí, sí, en el fondo es esactamente lo mismo. Por el otro lado, es por el lado admirativo, ¿no?: “Ah, yo no sabía”. Y luego te recuerda alguien con más esperiencia: “sí, sí, si también te reserva estas delicias: y es que también el Amor, es el Amor”. Estás jodío ya: por si te habías olvidao y pensabas que a lo mejor aquello no era tan claro que fuera Amor, pues ya te lo ha venido a recordar que efectivamente.
AGC- Sí, pero sobre todo con motivo de los desperfectos que puedan aparecer en la situación real. No es distinto: en “el trabajo, es el trabajo”, la palabra “trabajo” incluye el tragarse ciertas aspiraciones irresponsables que no corresponden a un súbdito como Dios manda y todo eso; todo eso está incluido en la palabra.
- Quizás lo que pasa es que uno recuerda la condena y otro el disfrute aparente.
AGC- No, no, no, porque en “el amor, es el amor”, lo que se recuerda sobre todo son las imperfecciones, se dice sobre todo.......
- No es lo mismo: “si es que me lo he pasado tan bien hoy en la clase de canto”: y dice: “hombre, es que la clase de canto, es la clase de canto”. Te lo dice el profe, como queriendo vender la clase de canto.
AGC- No tanto, no tanto; si te fijas, las situaciones son casi siempre (). Sí.
- Sí, sí, en el fondo es esactamente igual.
- Es que hay palabras que en su propia definición está toda la gama de las posibilidades: la gradación de la Realidad está en una palabra. No porque el amor sea el amor tiene que ser ya la condena de nosequé. Cualquier palabra con significado es paradójica, porque no está terminada de costituir nunca; no está costruída, y ahí está la paradoja.
AGC- No, ‘paradójico’, no está bien dicho: es simplemente vaga e imperfecta; dicho de una manera (parecida) para no perder el tiempo, el hecho de que las palabras no sean todas, de que el vocabulario de ninguna tribu, por más que lo pretenda, pueda ser un vocabulario cerrado, hace que cada item del vocabulario no pueda ser cerrado, completo.
- Pero vamos a ver: una palabra tan fija como pueda ser la palabra “cielo”, y en el momento en que tú estás diciendo la palabra “cielo”, puede ser un cielo azul y maravilloso, y un tormentazo de la ostia. Quiero decir que cada palabra tiene su revés, sus pliegues, y esa es la gracia de la Realidad.
AGC- ¿Y qué tiene que ver? Bueno, cada palabra tiene un significado necesariamente vago, no cerrado, y que por tanto se presta a todo este tipo de juegos. Adelante.
- Quería preguntar por la relación entre esa distinción entre Realidad física y Realidad social, que parece que eso de que la Realidad social se asiente sobre la física, y la distinción entre hombres y cosas, que parece que aquí se quería borrar, o desdibujar, si es lo mismo o si no.
AGC- Tiene que ver. Desde luego, la relación dialéctica es ahí, como siempre, de los dos sentidos: lo que tú dices que cuentan es que la Realidad social, humana, se ha desarrollado por evolución a partir de la física; es lo que os cuentan todos los días: un sentido. Descubrimos aquí que la Realidad social, como el Poder sabe muy bien, está fundada sobre la idea de la física, sobre la Fe en la Realidad física: los dos sentidos de la relación dialéctica.
En relación con lo que dices, y sobre lo que yo quería volver, pero me parece que se ha hecho tarde, era recordaros aquello de que todo esto que decimos referente a, y dando importancia especial a, la Realidad humana, la Realidad social, es como un patriotismo tan falso como cualquiera, y naturalmente lo que toca más de cerca, lo que es de la casa, más doméstico, pero que es mentira. Y que simplemente estos caracteres de conciencia (conciencia de las cosas, conciencia de sí mismo), y el desarrollo de estas formas de ideal que el Poder necesita, son simplemente las características correspondientes a este tipo de cosas; distintas de las que tienen los hongos de nuestro amigo, que tienen otras características, de las que tienen los caballos, de las que tienen las estrellas.....son otras características. Naturalmente, a nosotros son las que nos hieren más de cerca, son las que inmediatamente tratamos y combatimos precisamente con la lengua.
Lo de los otros, es que es como si hablaran una lengua que nosotros no entendemos, como si los ciervos o los hongos hablaran otra lengua; pero el hecho de que no la entendamos, no nos autoriza a pensar que no la hay. La Fe que hace tener que seguir siendo, cada ejemplar de una cosa cualquiera (espárrago, estrella) lo que sea, y que para subsistir le obliga también a cambiar con el tiempo, y produce la evolución de las especies, eso lo reconocemos como nuestro: eso es lo que nos pasa a nosotros, sólo que a nuestra manera, con intervención de estos rasgos de conciencia y demás.
- Si la Realidad física se inventa precisamente como sostén de la Realidad social, parece que ese plano de igualdad se rompiera, que los hombres no fueran una cosa entre las cosas.
AGC- La característica parece que no se la podemos atribuir a los otros: el desarrollar una conciencia de las cosas que entre otras cosas incluya una esplicación de ese tipo, eso efectivamente es de nuestras características. Sería muy absurdo aplicarle a un espárrago, o a un ciervo, esa capacidad; no forma parte.
- Entonces, cuando nosotros hablamos de las cosas, ¿estamos queriendo aludir a ellas como independientemente de lo que los hombres piensen de ellas?
AGC- No, no: simplemente, que nuestra forma de Fe, que es la misma que padece cualquier cosa, se ha desarrollado con esas características, que es por ejemplo inventar un fundamento físico para la Realidad social. (Es) una de las formas de desarrollo de la Fe. Hay que recordar, incluso aprovechando los cuentos de la Ciencia, lo ingeniosos que demuestran ser todos los otros seres reales, las cosas la cantidad de ingenio que demuestran en la subsistencia, y en el desarrollo, y en la evolución.
- Pero eso lo conocemos siempre por medio de la Ciencia humana.
AGC- Los cuentos de la Ciencia: digo que hasta eso nos puede servir para recordarlo. Pero el caso es que tenemos que reconocer que es como si hablaran las cosas un lenguaje que no entendemos. Nosotros las tratamos con el nuestro, con nuestros significados; no entendemos el lenguaje con que ellas, por así decirlo, ‘nos lo dicen’, ‘lo dicen haciendo’, pero lo reconocemos en común con todas ellas esta misma necesidad de Fe, que lleva a la subsistencia y a la evolución. Tal vez esto convendrá seguirlo aclarando, es tal vez muy tarde.
- Yo lo que creo es que en ambos casos hay lo que llamarían los antiguos una ‘adecuatio rei’, una adecuación a la Realidad: al terreno en el caso de las plantas, al lugar, a eso que llaman ‘el entorno’, en el caso de los pájaros..
AGC- Pero eso está dentro de la Realidad.
- No, no es Fe, vamos a distinguir: la cuestión de la Fe......
AGC- El entorno es cosa; deja, deja.
- Bueno, vamos a ver: la adecuatio rei, la adecuación a la Realidad, se da, tú lo has dicho el otro día.........
AGC- Por favor, no saques esa pendantería, porque ni siquiera es antigua; eso es para los que pretendían, en las Escuelas Medievales, frente a otros, que cabía una verdad que consistía en que las palabras que se usaran coincidieran maravillosamente con las cosas de las que hablaban. No saques esa estupidez, porque no viene a cuento.
- Pues aquí resulta que las cosas parece que tienen una adecuación a la Realidad, incluso las inanimadas. Pero hay una cosa evidente: ¿cómo le podemos llamar Fe a una cosa, cuando la Fe necesita fundamentalmente conciencia de tiempo? La conciencia de tiempo no la puedes tú tener igual que un murciélago, ¿o sí?
AGC- No, hija, no, mentira: estoy proponiendo una noción de “Fe” que sea mucho más primitiva que la Fe con conciencia, que es lo propio (de nosotros). Y no te armes líos, porque el entorno de las plantas y los bichos, el entorno también son cosas, de manera que no saques eso; nada, fuera.
- Pero hay que distinguir entre Fe y adecuación al.....
AGC- ¡Pero déjate de la adecuación de la puñeta! Bueno, sí.
- No sé si será una percepción mía, pero yo percibo distinto el que se diga “el Amor, es el Amor”, que me suena a condena, que “amor, es amor”, que me suena a otra cosa más como desconocida, ¿no?: el hecho de que lleve el artículo, si influye o no influye.
AGC- Hombre, sí. Como os dije con lo del fútbol, lo propio es que ahí se emplee el artículo determinante, porque (los que me han acompañado en cosas de Gramática ya lo saben), una de las funciones del artículo determinante, que siempre apunta a algo, en las lenguas que lo tienen (el ruso y las otras eslavas no lo tienen, y el latín tampoco), una de las funciones que tiene el artículo en las lenguas que lo tienen, que es siempre apuntar a algún sitio, puede en último término apuntar al artículo del diccionario; de manera que por eso es propio que cuando se dice “el gato, es el gato”, no se está apuntando a ningún gato de alrededor: se está apuntando al artículo del diccionario; y es a él al que trata de remitirse la afirmación. De manera que claro, efectivamente, cuando se dice, sin artículo, “amor, es amor”....
- () usar el artículo indeterminado: “una mujer, es una mujer”.
AGC- Ahí no se emplea el artículo determinante; es más indirecto, pero se usa: “un hombre, es un hombre”, “una mujer, es una mujer”. Y ahí efectivamente a lo que se apela es como a una especie de mayoría confusa que está en el artículo indeterminado.
Todo esto es muy interesante, y demasiao largo para tan tarde como se ha hecho, de manera que volveremos a tratar de eso de la Fe que tenemos en común con las cosas; si me acuerdo bien empezaremos por ahí, en caso de que el Señor dentro de siete días no se haya enfadado mucho y nos deje seguir hablando.