08.10.2008
Agustín García Calvo
Ateneo de Madrid
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NUESTRA FORMA DE FE ESPECÍFICA, ESPECIALMENTE PERVERSA, RETORCIDA (CONCIENCIA Y FIN)
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LO PERVERSO DENTRO DE LO HUMANO
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EL FIN, EL FUTURO
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"¿PARA QUÉ HE NACIDO?"
Tertu146-08-10-2008#Tertu146-08-10-2008.mp3
TRANSCRIPCIÓN:
A través de Teresa me ha llegao, con motivo de algo del último día, algunas dudas posibles en torno a la cuestión de la Fe humana, y voy a usarlo porque no creo que nos desvíe mucho de la guerra ésta que nos traemos, aunque sí que nos hará entrar un poco en cuestiones, digamos, directamente políticas o, como suele llamárselas, morales. Que no es lo que más me entusiasma ni emociona porque ya sabéis que prefiero -porque me parece que es atacar las cosas más a raíz- meterme con la Ciencia y las supuestas creencias en la Realidad física que han nacido destinadas a que después de bien asentada una creencia en lo natural o biológico o lo que sea, ya sea fácil montar sobre ello la creencia en que también la Realidad social está igualmente bien fundada. Y por eso parece que es atacar más a la raíz cuando se ataca a lo físico que no cuando se ataca a lo moral, pero bueno, también forma parte de la Realidad todo esto de lo humano y de lo social y sobre ello vamos, con ello vamos a meternos un rato.
Las dudas que me trasmitía Teresa se referían a un uso que yo había hecho de la noción de perverso, perversión o perversidad, al decir que para tener esta forma de Fe humana, la nuestra, hay que ser especialmente perverso. Efectivamente a eso estaba destinada esa observación. La culpa es algo mía porque empleé el vocablo ‘perverso’ en una manera medio etimológica que no tenía nada que ver con lo moral, queriendo decir algo como ‘retorcido’, ‘complicado’, especialmente retorcido y complicado que es lo que el adjetivo en latín viene a querer sugerir.
Y efectivamente se trataba de poner de relieve esto: que si bien tenemos que reconocer a cualesquiera cosas alguna forma de Fe que se demuestra en su propia subsistencia, progreso, cambio de rutas, evolución, animal o de plantas o cualquier otra cosa, y esto es innegable, y no podemos negarles a esa Fe de las plantas o los animales una cierta complicación: hace falta ser muy… muy complicados para desarrollar astucias como las de los percebes, los caracoles, las medusas de mar, hace falta mucho para inventar esas maneras de subsistir, esas maneras de intentar una cosa ser lo que es, cosa que es imposible, recordad: las cosas no son lo que son al mismo tiempo que son lo que son, y ésta es la contradicción que hace falsa la Realidad en general. Pero evidentemente las cosas, cualesquiera, están presas también de esta necesidad, de una Fe, de intentar ser lo que son, y cada vez que se fracasa en ello encontrar otra manera, otro truco, para seguir subsistiendo, existiendo, y a eso se puede llamar Fe.
Esto es importante para que no volvamos a creernos que esto que nos pasa a nosotros, los humanos, es algo fuera de serie, un caso único y especial, por el contrario: reconocido que nosotros no somos más que un caso de cosas entre las cosas, está claro que tenemos que reconocer que esta manera de Fe nuestra es un caso de Fe como las de los otros seres, bichos, plantas, astros, etc., que acabo de recordaros, lo cual no quiere decir que no podamos distinguir en nuestra forma de Fe algo específico que es a lo que yo aludía con lo de ‘especialmente perverso’, queriendo decir ‘complejo’, ‘complicado’, ‘retorcido’.
Esta… esta forma específica de Fe tiene que ver naturalmente con esto que llamamos conciencia. Conscientia en latín quería decir, por un lado, algo que se refería simplemente al saber, al tener conciencia, al darse cuenta de las cosas, pero también en un sentido claramente moral, según el cual ‘ser conscius con algún otro’ era formar parte de una cospiración o establecer una complicidad con algunos otros (generalmente malvados, claro), una complicidad con otros malvados. Generalmente palabras como ‘cómplice’ sólo se usan para estas formas de compañía o acuerdo que son las de los malvados.
Estaba la cosa en la conciencia, es decir, justamente en el creer que nosotros somos los que concebimos, pensamos, decimos, nombramos, lo demás, las cosas. Es decir que inmediatamente nos volvemos sobre nosotros y en esa atribución… en esa atribución es donde se establece este enredo, el que trato de presentaros como forma específica de nuestra… de nuestra Fe.
No podemos honradamente atribuir a los otros, a las otras cosas (cuyos lenguajes no entendemos, simplemente no entendemos, como ellas tampoco entienden el nuestro ni entienden entre sí sus diversos lenguajes), no podemos atribuirles esta condición, esta creencia que implica una vuelta sobre sí mismo viéndose como veedor, hablador y sabedor de lo demás en general. No hay la menor traza de esto para las demás y por tanto podemos considerar esta perversión como algo propio nuestro, específicamente humano, propio de esta forma de Realidad a la que suele llamarse Sociedad o cosas por el estilo.
Esto es lo que tal vez nos puede caracterizar, creo que después, más adelante, volveremos a ver que esto a su vez tiene relación con lo de ‘el fin’, con lo del ‘tener un fin’. Pero ya desde ahora no es difícil ver la relación entre esta vuelta sobre sí mismo como sabedor de lo demás y esta manera de concepción del tiempo a partir de un fin. Pero a eso volveremos después.
Ahora, en las dudas que Teresa me trasmitía, el adjetivo ‘perverso’ venía a aplicarse ‘dentro de’, dentro de lo social, dentro de lo humano, y por tanto con la observación que tantas veces se hace: que hay gente (aparentemente hay muchos o algunos) aparentemente sin Fe que sin embargo hacen grandes putadas al prójimo en general, mientras que hay gente con mucha Fe, por así decir, que sin embargo hace bien a sus prójimos, a los demás ¿no? Bueno, esto es entrar dentro del rebaño, dentro de la grey social, pero tenemos tal vez que entretenernos un poco todavía en ello para evitar la confusión.
Las perversiones ‘dentro de’ la Sociedad, dentro de lo humano, la verdad es que no tienen mucho interés que digamos, no tienen mucho interés para esta guerra que nos traemos contra la Realidad, contra el Poder, y por tanto contra la Realidad, que es a lo que aquí obedecemos como una política desde abajo, es decir, del pueblo-que-no-existe. Para esta guerra las perversiones humanas la verdad es que tienen muy poco interés, pero se les da, es por lo que me detengo un rato con vosotros en ellas, en esas perversiones.
Desde luego hay que pensar que ya el adjetivo ‘perverso’ se está ahí tomando como equivalente de ‘malo’ y por tanto la cosa se puede simplificar, esa observación trivial se puede simplificar diciendo que parece que hay gente con mucha Fe que no hace daño, que son buenos, y que hay gente aparentemente sin Fe que son malos, que hacen mucho mal. Éste es… éste es el pequeño lío dentro de la casa en el que nos detenemos un poco.
Desde luego no es así, no es verdad, y en cada una de las dos observaciones complementarias hay una forma de equivocación distinta. De manera que para que no vuelvan a producirse, a ver si esto tan trivial queda… queda claro. Desde luego nadie puede hacer daño, nadie puede hacer mal si no es con Fe, y tanto es así que se puede añadir ‘cuantitativamente’: cuanto más mala es la cosa, más Fe hace falta para hacerla. Evidentemente para matar a alguien, para escupirle en la cara, lo normal es que haya una resistencia, uno no hace eso, cuesta trabajo…
- ¿Cómo?
AGC - … cuesta trabajo lanzarse a hacer una cosa así, a echar un escupitajo al prójimo o a matarlo, cuesta trabajo…
- Si no hace falta: con una palabra se puede matar a alguien.
AGC - … y naturalmente para vencer ese trabajo, para vencer esa resistencia hace falta algo, y lo que hace falta es Fe. Lo que hace falta es Fe, de manera que aunque el sujeto en cuestión no haya declarado ni tenga declarada una forma especial de Fe en nada, hay que suponerle -y se le trasluce en los hechos- una forma de Fe; una forma de Fe tanto más firme, tanto más exenta de dudas, cuanto más repugnante, desastroso, infame, sea aquello que se ve obligado a hacer. Nadie sin eso puede hacerlo. No estoy diciendo ahora que es que somos buenos por naturaleza, no. Os lo estoy exponiendo de una manera mucho más simple, es que para hacer cualquier cosa de ésas hace falta romper; romper con la pereza, la costumbre, la manera de ser: hace falta… hace falta trabajo, y por tanto se requiere un motor, como siempre que hay trabajo. Así de simple, sin que eso nos obligue a suponer a lo Rousseau que los hombres, si se les dejara a su natural, serían buenos todos; porque los hombres no tienen natural, de manera que es una tontería decir esas cosas. Por eso os lo pongo sin acudir a hipótesis de ningún tipo.
De manera que ésa es la equivocación por un lado. El que el sujeto de esa Fe especialmente vehemente y poderosa no la formule con palabras o le dé forma de una ley o lo haga mal, eso no importa, de alguna manera está formulada en su conciencia y le permite por tanto actuar, o le hace actuar.
Ésa es la equivocación por un lado, a salvo de lo que se os ocurra después decirme. Por el otro lado, gente que tiene Fe evidentemente puede hacer bien. Por ejemplo, antaño eran los curas o las monjas, que estaban especialmente encargados de hacer bien por el mundo –como recordáis-, que tenían este encargo más o menos específico aunque no en exclusiva, de ir haciendo bien por el mundo, y ellos eran los que tenían una Fe en Dios, en lo que fuera, una Fe, una Fe tenían. Y cuando no se trata de curas y monjas, pues es lo mismo, los que dentro de este barullo tremebundo de la Historia en progreso, la Historia cada vez dominada por el fin en el que nos encontramos metidos, hay muchos que, en lugar de desentenderse como pueden del barullo y recluirse en sus vidas privadas, pues prefieren hacer algo, hacer algo bueno. Y entonces, pues tienen una Fe determinada, una creencia política por ejemplo, si no es religiosa, da igual, que les hace fundar asociaciones para hacer el bien, por ejemplo para llevar grano a la África hambrienta, para beneficiar al Tercer Mundo de una manera o de la otra, y cualesquiera otras formas de bondades que todos reconozcáis, no tenemos por qué distinguir la caridad bajo la Iglesia en el antiguo Régimen de estas otras formas de caridad que hoy cunden por todas partes. Ya sabéis que hasta los Bancos y las directivas de los Bancos y otras formas de Capital, que evidentemente son casos de Fe, notables, se dedican a hacer bien; se dedican a hacer bien, hacen bien por todas partes, y hacen bienes que son palpables, etc.
De manera que no parece que por las buenas se pueda decir que la presencia de alguna forma de Fe incapacita para hacer nada bueno. Lo que hay que decir -los que andáis conmigo hace tiempo, pues ya lo saben- es que cualquier cosa que de esa manera se haga al mismo tiempo está haciendo su revés, es inevitable. Cualquiera de estas acciones caritativas fundadas en una creencia, en una Fe, está haciendo algún bien que se puede llegar incluso a palpar por parte de prójimos o de gente, pero al mismo tiempo no puede menos de hacer su revés, es decir que está confirmando con ello al mismo tiempo (en la misma medida, se puede decir) el Orden dentro del cual estamos metidos y está metido él, lo está confirmando, no puede por menos. Esto es una cosa que todos sabéis y sentís, todas estas organizaciones para hacer bien, todas estas formas de hacer bien por caridad, lo mismo que las de la vieja Iglesia, al mismo tiempo que hacen esos bienes están haciendo, al revés, el gran mal de sustentar la organización y el Orden y la Sociedad en general, este barullo y esta perversión general en la que estamos metidos.
Esto supongo que también lo recogéis sin más y lo relacionáis con vuestras experiencias o sentimientos, pero ya me lo diréis.
Cuando en el antiguo Régimen, cuando se hablaba y entonces se tomaban como sujetos eso, curas y monjas, se decía que los curas buenos son los peores. Esta declaración popular dice en dos palabras lo que os estoy diciendo. ‘Los curas buenos son lo peores’ quiere decir que mientras los otros, mientras los curas malos, pues tienen menos peligro porque se les ve, se les ve el plumero, dicen claramente lo que pasa, en cambio los curas buenos y que hacen bien y que tratan bien a la gente y que hacen caridades por doquiera, esos son los peores. Bueno, es lo que os estaba diciendo, en dos palabras y aplicable igualmente a las ONGs y a las demás organizaciones caritativas que entre nosotros… que entre nosotros funcionan.
Es inevitable; es inevitable, cualquier cosa tiene que ir así. Por eso hace tiempo ya, que -y por más de una vez lo hemos hecho- nos volvemos a las palabras del Evangelio “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha”. En el Evangelio Jesús se lo dice a los fariseos que dan limosna, que hacen bien, y le ponen en un brete y naturalmente responde así. Responde con la escisión o el descubrimiento de la contradicción interna, que es la nuestra: “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha”. También al revés, pero de otra manera, cuando dice “Tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda”, eso es otra cosa.
Supongo que me entendéis, “Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda” quiere decir que el Orden Social bien establecido contra el que guerreas y contra el que hablas no se entere. Eso es una mera precaución: no se entere de que estás haciendo algo, porque naturalmente estás amenazando a la propia Fe que lo sostiene y eso de ninguna manera podría consentirlo. En cambio “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha” es otra cosa, es lo que estábamos diciendo: que si haces bien por ahí -porque, qué remedio más que hacer bien de vez en cuando, y muchas veces da pereza no hacerlo, por ejemplo no dar limosna cuando te la piden-, que tu mano izquierda no se entere, es decir la política de abajo, del pueblo-que-no-existe, en la que aquí estamos guerreando no tiene por qué enterarse de eso ni darle ninguna importancia, eso no cuenta para nada. Todos los bienes y caridades que hagas de una manera o de otra, no pueden contar para nada en cuanto a esta guerra contra el Poder, sin más, en cuanto a esta guerra contra la Realidad. Tampoco tu mano izquierda debe enterarse de lo que hace tu derecha. Y supongo que en los dos sentidos entendéis bien cómo va la cosa.
Vuelvo sobre lo de ‘el fin’: nuestra perversión específica, junto a lo que he dicho sobre conciencia y a lo que se puede volver siempre, consiste en esto: existimos (no se puede decir ‘vivimos’, no sería decente, porque vivir no sabemos lo que es, pero existimos), existimos con vistas al fin. Existimos con vistas al fin (y todo esto lo sentís todos los días, todos los días os están cambiando la vida posible por el Futuro que os tenéis que hacer. De manera que más no se puede pedir ¿eh?, el Futuro se come todo, esto quiere decir ‘existir con vistas a un fin’) o nos hacen existir con vistas a un fin, no se nos da otra manera de existencia, y esto tampoco podemos atribuírselo a los caracoles ni a las estrellas. Por el contrario, estamos aquí más bien convencidos de que ellos no saben, no saben nada de su muerte, fin; no saben nada de su muerte. Ya lo hemos [] muchas veces: en virtud de su necesidad de Fe para subsistir pueden tener que defenderse de miedos inmediatos, encontrar trucos para sacudírselos, cualquiera lo hace, pero saber por anticipao como a nosotros se nos anuncia desde aproximadamente el año y medio o los dos años de edad la primera noticia que se nos da “Te vas a morir”, eso no podemos atribuírselo a los otros, y eso es lo que hace específica, también especialmente perversa, retorcida, la forma de nuestra Fe: nos hacen vivir pendientes a un fin. El resultado es que la gente de ordinario, pues se conforma, y en lugar de intentar vivir, que implica también sentir, que implica también pensar, en lugar de eso, para ir tirando, pues acepta el sustituto y se dedica a hacerse un Futuro, a luchar por su mañana. Ésta es la cosa, ésta es la opción que a los niños y a los muchachos especialmente se les impone con toda la fuerza: hacerse un Futuro, eso anula todo lo demás. Cualquier forma de gozo inmediato, de placer, cualquier forma inmediata de pensamiento libre que vaya de verdad a la cosa, queda excluida: el Futuro lo mata todo. El Futuro lo mata todo y es normalmente así porque el Futuro es la muerte, que es siempre futura.
De ordinario así, para ir tirando, conformándose con el sustituto, de vez en cuando no, a todo el mundo de vez en cuando, más o menos, cuando su Fe no está bien impuesta, no está bien establecida, le vienen los momentos de desolación, los momentos que son efectivamente de debilidad de la Fe y por tanto de una cierta perspicacia para el descubrimiento de la mentira. Momentos de desolación en que uno puede acabar por preguntarse “¿para qué he nacido?”, adoptando el lenguaje del Poder que es el del ‘¿para qué?’, armándose por tanto el lío más profundo, pero que al mismo tiempo es testimonio de esa desolación especialmente penetrante: “¿Para qué he nacido?”. ¿Para qué he nacido? porque evidentemente los muchos paraqués que le han contado en ese momento se le han venido abajo todos; ha dejado de creer en todos los paraqués que le contaban para ir aguantando y tirando y entonces, ese ¿para qué? que pregunta es como una negación: “¿Para qué he nacido?”, es decir “No puedo creer en ningún fin que justifique esto”.
Así está uno perdido, porque por otra parte lo han hecho así, lo han hecho como creyente en su fin. Como creyente en su fin, es decir como creyendo que eso que se llama ‘su vida’ (en verdad ‘su existencia’) era para algo. Esto tampoco se lo podemos atribuir a los percebes, ni a las margaritas, ni a las estrellas. A ellos no podemos atribuirles esta Fe especialmente perversa y pensar que también ellos creen de alguna manera que están existiendo para algo. Parece que en cuanto echamos la vista alrededor esto se nos desvanece y tenemos que reconocer esto como una perversión especialmente nuestra, definitoria en ese sentido.
Bueno, voy a callarme enseguida para que respecto a esto salgan todas las voces posibles, desacuerdos, preguntas, dudas. Dudas sobre todo que nos puedan ayudar a entender mejor. Ya recordáis que aquí lo que estamos haciendo, en esta tertulia política movida del aliento de abajo, del pueblo-que-no-existe, no es más que eso: diciéndole NO a esas formas de Fe, descubriendo la mentira; pueblo, ese pueblo-que-no-existe, no sabe decir más que NO de una manera o de otra, y a eso es a lo que aquí estamos dedicados, y espero que con esto no haya confusiones, por lo menos todas éstas que aquí se presentaban y especialmente éstas que nos han hecho recaer en la Realidad moral, social, a propósito de estas dudas justificadas que Teresa me había presentado con motivo del empleo del adjetivo ‘perverso’.
Pues me callo y espero que ayudéis con dudas sobre todo, con experiencias que más o menos parezcan contradecir, sentimientos que más o menos parezcan contradecir lo que he dicho.
- Yo mismo. Al hilo un poco de lo que planteaba de cómo –bueno- la preocupación por nuestro Futuro (entendiendo, supongo, bueno, yo entiendo que es un poco sobre todo en la seguridad en nuestro Futuro y tal, []), a mí me viene a la cabeza algo que para mí es determinante y quizá bastante característico de nuestro tiempo y tal, que es la… la… un poco la dependencia hacia la necesidad de sentir placer, bienestar; bienestar, pero de una forma y una manera que a mí me parece totalmente circustancial, cultural, es decir, yo aprecio hoy en día una especie de cultura llevada a un extremo, que probablemente no somos capaces de darnos cuenta claramente hasta qué punto se ha llevado a un extremo por un poco lo paulatino de su introducción en nuestras vidas y tal, pero que sin embargo a mí me parece la… casi una de las principales, en la media docena de principales factores que prácticamente configuran, costituyen nuestra dinámica general…
AGC- Sí, pero ¿cuál es…?
- … [], la necesidad, la obsesión que tenemos, la adicción, la dependencia a nivel tanto conciente como []…
AGC- Sí.
- … por exprimir casi cada minuto de nuestro tiempo…
AGC- No, no.
- … Y eso implica la incapacidad que tenemos de no soportar lo contrario.
AGC- No. No. Ya, ya. Ya te he cogido. Es una equivocación. Tenemos una obsesión por pasárnoslo bien, pero mañana o dentro de un rato. Ésa, ésa es la condena…
- ¿Cómo?, ¿perdón?
AGC- Mañana, dentro de un rato, dentro de un minuto. Ésa es la obsesión. No, no: no te equivoques: la condena es…
- Sí, inmediatamente…
AGC - … La condena es siempre el fin, el Futuro. No… no es ninguna especie de epicureismo desmandado que nos obliga a pasárnoslo muy bien, no.
- Pero, ¿no cree que esta dependencia está istrumentalizada por… por…?
AGC- El Futuro es del Poder. Pues claro, la muerte. El Poder es la muerte. De eso no te olvides, porque no hay por qué contarlo, y está y de todas las maneras posibles ejerce todo esto que he dicho. Pero que no se trata… no se trata más que de eso. Por otra parte, la introducción no ha sido paulatina, como dices, y además es cada vez más rápida. Esto se impone de una manera cada vez, cada día, casi cada hora, más evidente, pero es siempre… es siempre eso: “Quedamos de acuerdo para irnos de cuchipanda el sábado. Bueno, no, más cerca: vamos a irnos de cuchipanda esta noche”, pero siempre ‘esta noche’, ‘el sábado’. No digamos los planeamientos a más largo plazo que son los que más siguen rindiendo de todas maneras ¿no? Bueno, ¿qué más?
- Por aquí.
AGC- ¡Um!
- ¿Yo? Si costantemente nos enfocan la vida para un Futuro (y, bueno, [refiriéndolo] a lo que tú dices que el Futuro no existe), ¿cuál es el sentido de la vida?
AGC- Eso es la pregunta “¿Para qué he nacido?”, es lo que he dicho. Se acaba ahí: “¿Para qué he nacido?”. Bueno, pues aquí a lo que estamos es a cargarnos también esa pregunta -¿no?-, ya lo he dicho. No podemos atribuírsela, esa pregunta, ni a los percebes, ni a las rosas, ni a los vientos de la rosa de los vientos, que están ahí y que existen ¿no? No tiene por qué haber ningún sentido, en el sentido de fin; porque generalmente cuando se pregunta por ‘sentido’ quiere decir ‘fin’. Sigue queriendo decir eso. Y naturalmente si pensamos en un fin estamos ya rindiéndonos a todo: a la Fe, a la Organización Social, al Poder tal como está establecido. No tiene por qué tener ningún sentido, en el sentido de ningún fin. No tiene por qué tener ningún sentido, por eso decimos que en esta tertulia política uno no se juega la vida, que no se sabe lo que es, pero se juega la existencia. Se juega la existencia, porque existencia está establecido como algo destinado a la muerte, destinado al fin, y por tanto eso, evidentemente, en esta guerra nos lo cargamos caiga quien caiga. Caiga quien caiga, eso ya se verá en cada caso, no importa; pero desde luego así tiene que ser. Sí.
- Yo lo que creo es que ellos, el Poder, reconocen… reconocen siempre que el Futuro es la muerte. Eso lo reconocen. Cuando hablas con alguien sobre el Futuro les dices “Bueno, el Futuro puede ser que la caja sea de pino o que sea de caoba”, pero todo el mundo sabe que al final es la muerte. O sea, que eso está admitido.
AGC- ‘Saber’. ‘Saber’ es mucho decir. No le dan ese nombre, no. No le dan ese nombre, eso lo hacemos aquí nada más. Ellos no lo llaman muerte...
- ¿Sólo aquí?, pues yo lo digo siempre []…
AGC- Ellos no lo llaman muerte nunca. Lo llaman un mañana, lo llaman el porvenir, lo llaman cualquier cosa. No lo llaman muerte. Sólo llaman muerte a la muerte, a la muerte esa familiar, la de la caja con los clavos, pero a la muerte de verdad de hoy y por todas partes que son todos los Futuros, a ésa no la llaman muerte, no. A ésa se guardan de llamarla muerte aunque evidentemente lo es; lo es, porque cualquier Futuro es mortal en ese sentido. Ya recordáis: ‘mortal’ no sólo para eso que podía ser vida, sino con la vida mortal también para el pensamiento, para las palabras, para el sentimiento, para todo eso es mortal el fin. No hay sentimientos que resistan en cuanto se subordinan a un fin: ya puede uno estar locamente enamorado de una o de algo, si eso se convierte en expectativa de un enlace o de una conquista o una condición de algo, el sentimiento ya no vale nada, ha dejado de valer, ha quedado muerto por el fin, como siempre.
- Cuando todas las creencias y todos los planes y las tareas parecen derrumbarse y que nada justifica el que… el que estés aquí existiendo y llegas a la pregunta de ¿para qué he nacido?, –bueno- parece ser que es uno el que se pregunta esa pregunta, y parece que hay sobre la base de todas esas no creencias parece que habría una creencia muy superior a las creencias incluso –digamos- normales, que es la creencia en uno mismo. Ya no se pregunta ¿para qué se nace? sino ¿para qué he nacido? Parece que precisamente ese derrumbamiento viene sustentado por una Fe my fuerte en uno mismo, si no, esa pregunta no… no… no daría lugar.
AGC- No es tan infalible, porque igualmente en los momentos de desolación la pregunta se hace “¿Para qué hemos nacido?”, “¿Para qué se nace?”, también, con bastante… con bastante indiferencia, yo creo. De manera que lo que pasa es que sí, es uno –uno- el que la hace, y uno es un súbdito, y uno por tanto adopta, como he dicho, el lenguaje del Amo, dice “¿para qué?”. Lo que pasa es que como lo dice en una situación tal que su ‘¿para qué?’ lo que quiere decir es una negación de todos los paraqués que le estaban hasta entonces vendiendo. Una renuncia a todos los paraqués, una declaración de no-Fe, de incredulidad en los paraqués que le vendían.
- Sí, pero una renuncia de todos los paraqués parece que tendría que acabar… o, bueno, parece que tendría que engendrar una especie de liberación, y esa pregunta generalmente se hace dentro del sufrimiento y de la desolación…
AGC- Sí. Sí. Y efectivamente…
- … ¿Cómo se explica eso?
AGC - … Y efectivamente es una pregunta, una negación más bien: no hay…
- Porque la negación parecería que tendría que liberar, que tendría que incluso…
AGC- Y no puede menos de hacerlo. La negación libera. Decir NO a la Fe es todo lo que se suele llamar liberación.
- Pero, entonces, ¿por qué esa pregunta se hace en el sufrimiento y desde el sufrimiento y desde la desolación?
AGC- No, no. Que se haga desde el sufrimiento es normal: hemos nacido en una Realidad, pero desde luego no es a uno al que va a liberar: a uno no lo va a liberar. Uno en cuanto formado bajo el Futuro y en el Régimen no tiene liberación con esa pregunta, pero libera. Se puede decir también ‘lo libera a uno de uno mismo’, lo que pasa es que ahí viene todo el lío que ya sabéis: a ver ¿quién… quién queda? ¿Quién queda cuando uno se libera de uno?, ésa es la cosa.
- Yo quería saber qué diferencia hay entre preguntar ¿por qué? y preguntar ¿para qué?, si la gente los confunde tanto.
AGC- Bueno, es una diferencia bastante tenue. Ya sabéis que estas dos preposiciones ‘por’ y ‘para’ en castellano viejo, o sea antesdeayer, no se distinguía, y que en muchas lenguas –en francés mismo- no se distingue el ‘¿por qué?’ y el ‘¿para qué?’, lo uno va con lo otro. ‘¿Por qué?’ parece ser una pregunta –digamos- más intelectual, que naciera de la parte más filósofa que a uno le queda, buscando una causa, como los científicos: una causa, sin darse cuenta de que la verdadera forma de la pregunta es por el fin y no por la causa, y que todas las causas son consecuencia de los fines: lo primero es el fin. Se podía hacer “¿por qué hemos nacido?” y la verdad es que se tomaría con el mismo sentido que “¿para qué hemos nacido?”. No habría gran diferencia. El ¿por qué? pregunta por la causa y revela que efectivamente nos han acostumbrado a tranquilizarnos (la religión dominante, la de la Ciencia sobre todo, como antes la vieja Religión) con la creencia en las causas y en que, como estos días pasados analizábamos, se puede llegar a ofrecer ‘un Universo sin misterio’, es decir donde todo esté regido por causas y hayamos llegado a saber esas causas. En ese sentido parece que el ‘¿por qué?’ separado del ‘¿para qué?’ tiraría, pero después de todo, todo este armadijo de causas de la vieja Religión y Teología de la Ciencia actual están haciendo para sustentar la creencia en el fin, o sea la obediencia a la muerte futura, que es de lo que se trata por parte del Poder. Sí
- Que me parece que la pregunta ésta de “¿Para qué he nacido?”, que puede parecer un poco ingenua, o la pregunta por el sentido de la vida, que hace un momento casi provocó risas (bueno, provocó), parece muy razonable ¿no?, porque me estoy acordando de una cosa que decías aquí, hace tiempo, de que uno nace, o más bien se costituye, desde el fin. Entonces, si uno ya es, existe, y es persona, porque tiene un fin, el día que sus fines se le hunden, pues se siente como estafado, diciendo ¿para qué he nacido?, ¿cuál es el fin que me mantiene a mí en pie?
AGC- Sí. No sé si es [], pero, vamos, es desde luego desolado –desolado- y significa, representa, la renuncia, la increencia en todos los paraqués que a uno le han metido ¿no? Lo importante es eso, que se juega la existencia, porque uno no es que haya nacido a la vida (que eso no se sabe), pero ha nacido a la Existencia desde que le dijeron “Te vas a morir mañana”. Es el momento del nacimiento de uno a la Existencia, de lo otro, lo de un año y medio antes, o hasta entrando en el vientre de la madre, de eso no sabemos más que pedanterías más o menos biológicas, no sabemos nada, peor que nada. Pero sabemos eso: a la Existencia se entra así. No se puede decir “uno nace”, es mejor decir “uno se costituye”, queda costituido como cualquier entidad, se costituye por su fin. Cualquier entidad se costituye igualmente por su fin, al que no se le suele llamar muerte, como en el caso de un individuo, pero da lo mismo. Sí.
- En mi experiencia con mi madre, cuando tenía 90 años, y tenía eso que llaman Alzheimer, había momentos en que ella no sabía quién era, me producía no sé si es angustia, si es… ¿Qué sentido tenía?, ¿por qué estaba yo a su lao?, ¿a mí qué más me daba, si no era mi madre?, o ¿quién era?, ¿se había liberao de sí misma?, ¿quién…? No, no entiendo nada.
AGC- Bueno, es normal. Esa fidelidad, yo creo que es normal. Es un caso de los que para romperla hace falta también tener mucha Fe en otra cosa, porque cuesta trabajo. Es como el negarte a dar limosna por la calle. Cuesta trabajo. ¿Qué importa que no reconocieras a tu madre ni que estuvieras seguro (que nunca estarías) de que ella no te reconocía? Había… hay una especie de ley moral que a uno le dice que lo normal es seguir, y normalmente se sigue.
- Pero te produce angustia: tú estás con alguien… Es horrible. No sé si es horrible, yo no sé.
AGC- No es especialmente horrible.
- Es una putada.
AGC- Sí. Sí.
- Entonces hay que ser alguien. Yo no sé.
AGC- Pero no sé si es más horrible cuando esa fidelidad se da sin necesidad de situación tan melodramática, como se da a cada paso: que se está siguiendo no porque uno tenga ganas, ni impulsos, ni sentimientos, ni razones, sino porque sí, porque, bueno, aquí hemos caído, aquí seguimos, pegao a éste, pegao a ésa, en esta casa, en este sitio, y no sé si no es más grave, aunque a ti te parezca, claro, que por la situación melodramática es más notable en ese caso, pero lo revela bien. No: no podías marcharte, no podías dejar a tu madre sola sin hacer un trabajo bastante tremendo que requiere Fe. Tenías tú que haber estao convencido, tener una teoría de la vida según la cual una vez que no hay conocimiento mutuo…
- Es ella, era ella, me ha parido, pero no era ella. Yo qué se.
AGC- Ya. No, no. ¿Qué más? Sí.
- No sé, me viene un poco que esto de preguntarse por los fines o por el fin de uno, me suena que es un poco cuando uno está como jodido, cuando uno está mal. Porque yo, un poco me viene así que cuando realmente estás muy a gusto, o estás ahí perdido, yo qué sé, porque estás con tu amiga, con tu compañera, ahí, entre besos, y no sabes qué y tal. Pues ahí, la verdad que no te preguntas ningún fin, estás como que te dejas ahí, y tan a gusto estás. No, que no quieres otra cosa, no te trasladas a “¿pa qué quiero esto?”, o “¿cuál es el fin de esto?”, sino sencillamente estás con lo que quieres. O sea, es que…
AGC- Puede ser.
- … Bueno, o algunas veces…
AGC- Puede ser. Puede ser. La verdad es que son situaciones de las cuales lo menos que se puede decir es que son raras. Se puede decir, aparte de que son raras, excepcionales, se puede decir algo más, se puede decir que es dudoso que sea tan así en ningún caso. Es dudoso que sea tan así en ningún caso, es decir, por ejemplo que haya muchos abrazos, muchos besos, muchas caricias, que continúen un cierto tiempo sin preguntarse si “¿Debo interrumpir esto para irme a mear o []?”. Más bien… más bien raro. Más bien raro. Pero, bueno, ahí está. Sí, son asomos. Son esos asomos justamente los que nos recuerdan que, aparte de la Existencia que nos traemos, a lo mejor había algo como ‘vida’, como la de las margaritas, o los percebes, los vientos, los vientos de la rosa, nos recuerdan que a lo mejor había algo de eso. Sí, evidentemente, ya recordáis: eso, aunque sea raro y dudoso, es posible simplemente porque la Realidad nunca es todo y el Poder nunca es todopoderoso. Eso son mentiras con las que nos hemos metido otras veces, y que por tanto permiten cualesquiera especie de descuidos, de grietas, de… Si no, ¿qué haríamos también aquí?, que no es precisamente un trance de deliquio amoroso, pero ¿qué haríamos si no cupiera que el Poder en lugar de ser todopoderoso estuviera simplemente siempre resquebrajándose y prestándose a que algo se le cuele por lo bajo?, ¿qué sería si no? Sí.
- Un poco siguiendo con lo de Ricardo, yo creo que la desolación te entra también de ver que en las cosas solamente hay interés, o sea, que hay una falta de amor, no solamente con una compañera, sino con… en la vida cotidiana, con todos los demás, o sea para ir por la calle. A mí eso me hace preguntarme ¿para qué he nacido? cuando me encuentro con esa violencia que llevamos todos para convivir.
AGC- Bueno, cuando te la encuentras y cuando te has pasado un rato sufriéndola y se puede llegar a ese estado que yo he dicho de desolación en que pueden aparecer esas cosas ¿no? Es efectivamente muy desolador comprobar lo que hemos dicho y que es lo normal: que las cosas se mueven en esta Sociedad t o d a s por un fin, y que por tanto los individuos también, claro. Por eso no hay por qué atribuirles ninguna maldad especial también: se mueven por un fin. Y llega a ser lo más desolador cuando se vuelve sobre uno mismo: yo también. Y ‘yo también’ hasta en esta tristeza y en esta protesta, yo también estoy moviéndome por un fin, como está mandado ¿no? Entonces es cuando la desolación llega a lo extremo. Sí.
- Has dicho que la gente o las personas conformistas son aquéllas que buscan un Futuro, en vez de sucumbir…
AGC- Bueno, no lo he dicho así. Perdona, y lo voy a decir como lo he dicho: la mayoría, lo general, en lo general, la gente se conforma con, en lugar de vivir, tener un Futuro y hacerse un Futuro. Así.
- Pero ¿negando su fin o sin negarlo?
AGC - ¿Cómo?
- Aceptando… Estábamos hablando del fin (bueno, estaba usted hablando del fin)…
AGC- Sí, sí: el Futuro, el fin.
- … Y ha dicho que el conformista… conformista como individuo que forma… que tiene unas ideas, que ha desarrollado en su cabeza una forma o un Futuro para ver la Existencia, no la vida, y, entre comillas, como que dejar de lado… dejar de lado lo que va a llegar.
AGC - ¿“Lo que va”?
- Lo que va a llegar de verdad, o sea, la muerte al fin y al cabo.
AGC- No, no, no, no. No, no: cualquier Futuro no es más que un nuncio de la muerte. No, no: la muerte no tiene nada de especial. La muerte es simplemente el mañana, el Futuro, que es mortal en cualquiera de sus formas que se presente. No, no: todo está regido por la muerte. En el Poder, en la Sociedad de los coscientes y de los feligreses que somos, todo está regido por la muerte a la que no se le llama de ordinario ‘muerte’, ya lo hemos dicho.
- ¿Puedo hacer una pregunta más? (Bueno, yo no he venido nunca, es la primera vez que vengo, y…), ¿por qué –es que me hace, entre comillas, curiosidad, gracia- lo del ‘pueblo’?, ¿por qué el pueblo no existe?
AGC- Sí. Pueblo-que-no-existe.
- []
AGC- Pueblo-que-no-existe, varias veces. Pueblo-que-no-existe…
- Pueblo-que-no-existe.
AGC-…Porque si el pueblo… El pueblo que existe es ése que los políticos manejan y que naturalmente aquí nos repatea, no sólo nos importa un rábano, sino que nos repatea. Ésa es la falsificación de lo que nos puede quedar de pueblo. Por eso hay que recordar siempre cuando se empleé la palabra tan prostituida hay que añadir siempre ‘que-no-existe’ -¿eh?- para que no haya dudas. Que no existe, lo hay ¿eh?, lo hay porque la Realidad no es todo lo que hay. Es una de las cosas que oirás repetirse mil veces si sigues viniendo por aquí: la Realidad no es todo lo que hay, pero existir, existir, ya se sabe que se existe para un Futuro, y un pueblo que existe está condenado ya por ello mismo a tener unas fronteras, una definición, un… (¿Cómo decía José Antonio?): un destino en lo Universal. Un destino en lo Universal, eso. Está condenado ya desde ese momento a tener todo eso, sí. Sí.
- “Unidad”, “unidad”.
- Volviendo un poco a lo que se ha dicho antes…
- “Unidad”. “Unidad de destino”.
AGC - ¿Perdón?
- “Unidad de destino”. Es bonito lo de “unidad”. “Unidad de destino en lo Universal”.
AGC - ¡Ah! ¿Yo qué he dicho?
- “Destino en lo Universal”.
AGC- Ah, que me había saltao lo de “unidad”. Para definir uno de esos que ellos llaman ‘pueblos’, por ejemplo, el español. Por ejemplo, el español. “Unidad de destino en lo Universal”: todos para el mismo fin. Eso es lo que nos hace a los españoles españoles, imaginaros. Venga.
- No, volviendo un poco a algo que se ha mencionado antes referente a lo de que las cosas hablan, que ellas no entienden nuestro lenguaje igual que nosotros no entendemos el suyo, y que ellas entre ellas tampoco entienden los diversos lenguajes, se me ha venido a la cabeza (bueno, a lo mejor un poco una tontería), pero ¿cuántas lenguas, y en qué se diferencian unas de otras, corresponderían a los diversos lenguajes de las cosas? ¿Una piedra tendría un lenguaje parecido a otra?, o ¿diferente?, o ¿habría que clasificarlo por especies?...
AGC- Pues, ahí está. Ahí está lo de la lucha por la Existencia, la subsistencia como uno, y la necesaria rotura y evolución hacia otras cosas. Evidentemente hay un momento en que dos algas empiezan a no poderse entender entre sí. Eso ya está… eso ya es un paso en el camino de la evolución de las especies: una separación de lenguajes y de fes.
- Pero, entonces habría tantas lenguas como cosas, porque es que no hay dos algas iguales.
AGC- Hay tantas lenguas como cosas, sí. Hay tantas lenguas como cosas lo cual no puede ser una cuantificación exacta (ya recordáis) porque las cosas no son todas, hay muchas (tampoco literalmente un sin fin), hay muchas, cualesquiera, cuantas haya…
- Pero ¿se puede concebir un lenguaje que es único en cada caso?
AGC- Es único dado que cada cosa, lo mismo que cada tribu con un dialecto, nunca puede estar bien definida del todo y, por tanto, a consecuencia de eso, condenada a cambiar de lengua un poco, a cambiar de lengua. Sí, no está mal que me obliguéis a esto de generalizar para salirnos de nosotros mismos como caso especial. Cuanto más se haga este deporte de pensar en la Fe no específica nuestra, sino la de las cosas y sus lenguas, yo creo que más sano puede ser.
- Lo que yo quería preguntar parece que iba también por ahí, preguntar en qué consiste la Fe de las cosas. O sea, que llamamos Fe a esto que estamos ahora describiendo, pero decimos al mismo tiempo que sólo les pasa a los hombres… y luego decimos…
AGC- De una manera perversa.
- … y luego decimos que a las cosas también les pasa, a las otras cosas, ¿no?
AGC- Claro, que tienen que tener Fe. Yo lo que decía, respondiendo a las dudas que se habían organizao, es que efectivamente hay algo específico, que yo llamaba ‘perverso’, en la forma de Fe que nos toca.
- Pero ¿qué es lo no específico?
AGC - ¿Eh?
- Que ¿qué es lo no específico, que pueda corresponder a todas las cosas?
AGC- Lo no específico es la Fe, sin más. Es decir, el motor que hace que cada cosa, cualquiera que sea, se ve obligada a subsistir, a resolver todos los problemas que el ambiente le proporciona y, si llega el caso porque ya no puede más, a cambiar y a modificar su Fe en otro sentido, desviarse, etc. A ese motor; a ese motor simplemente. Y por eso hay que decir que…
- O sea, no tiene ya nada que ver con creencia…
AGC - ¿Um?
- ¿No tiene nada que ver con lo…? Normalmente lo de la Fe se suele relacionar con la creencia…
AGC- No: lo específico nuestro que he tratado de describir es conciencia y…
- No: digo ‘creencia’. ‘Creencia’, que normalmente lo de la Fe se suele entender como creer en algo.
AGC- No, no. No, no. No, porque eso ya querría decir ‘creencia’ que es como una Fe formulada como, claro, como en el Credo, como en un acto de Fe. Eso no podemos atribuirlo a alguien excepto a estos que tienen esta condición de la conciencia, que en definitiva se revela como sumisión a un fin.
- Échate un poquito de vez en cuando hacia aquí, Agustín. Porque aquí no se oye bien, y tenemos detrás un poco de [].
AGC- Pero ¿habéis oído bien a…?
- Sí, a Virginia, sí.
AGC - ¿A ella, sí? Bueno. ¿Qué más?
- No es Fe en nada, entonces.
AGC - ¿Cómo?
- No es una Fe en nada; es una especie de Fe intransitiva…
AGC- Sí. Como motor, sí. Imaginarla con esa imagen. Se deduce… se deduce del motor…
- Es una especie de inteligencia, entonces.
AGC - ¿Eh?
- ¿Una especie de inteligencia, que sirve para lanzarse a cualquier situación?
AGC- No: “inteligencia” no, no explica mucho más. Puesto que es activa y produce eso, y aunque no se den cuenta de ello ni tengan conciencia de ello, igualmente las hace a las cosas encontrar maneras de subsistir y, llegado el caso, de cambiar; como es así, es mejor llamarla Fe, y decir que la diferencia, nuestra perversidad, consiste en que no sólo nos pasa eso, como a cualquier cosa, sino que además nos damos cuenta, lo sabemos, nos lo formulamos, todo eso.
- Pero, ¿y cómo sabemos que hay en las cosas esa especie de insistencia? Eso es una interpretación, ¿no?
AGC- ‘Existencia’ no quiere decir más que Realidad. De forma que…
- Insistencia. Digo insistencia.
AGC - ¿“Insistencia”?
- Insistencia: de búsqueda, de…
AGC- Hombre, eso es una cosa, yo creo, evidente: las cosas, todas ellas, mientras pueden insisten en ser lo que son: cosa imposible pero, por lo que vemos y percibimos, cualesquiera de ellas tienden a ser lo que son.
- También se podría decir que la tendencia es a un cambio permanente precisamente para poder subsistir.
AGC- Bueno, eso sería un poco raro. Lo normal es decirlo en el sentido que lo he dicho, yo creo. Lo otro es una manera rara de darle la vuelta ¿no? Evidentemente el cambio se aparece bien como un fracaso en la pretensión de seguir siendo lo que son, y al revés no sé de dónde podría venir el cambio.
- Sí, pero sin embargo, podemos ver que no, que no es verdad que las cosas sigan siendo lo que son. Entonces…
AGC- Siguen siéndolo algunas durante mucho tiempo. Imagínate el sol, desde que tenemos noticia de él por la Historia, ahí está, sigue siendo el que es, parece.
- Hombre, pero a lo mejor no es lo mismo por la mañana que por la noche. Eso ya depende del vocabulario semántico ¿no?...
AGC- Ya, ya, pero…
- … que se llame de una manera…
AGC- Ya, ya. En este caso… en este caso es el sol, y si luego quieres distinguir una cosa especial que quiere decir el sol en el orto, o el sol en el ocaso, pues les pasará días tras días también lo mismo: cada día el sol en orto, será el sol en orto, cada día el sol en ocaso, será el sol en ocaso…
- Pero eso es mentira.
AGC - ¿Eh?
- Que eso es mentira.
AGC- No es mentira, es simplemente imposible, porque la condición de las cosas, de la Realidad, es esta contradicción, que es lo que hace su falsedad: que tienen que ser las que son y al mismo tiempo no pueden ser las que son.
- Vale. Y esa obligación ¿de dónde viene? Ese ‘tener que’, ¿esa es la Fe?
AGC- Ésa es costitutiva de la Realidad. Es así. Es lo que uno descubre cuando se plantea esto sin ninguna pretensión de encontrar ni causa, ni paraqué. Fuera de eso, descubre que, en contra de lo que le cuentan a uno, las cosas no son verdad porque al mismo tiempo son contradictorias consigo mismas, encuentra que la Realidad no es todo lo que hay pero siempre está tratando de serlo, de imponerse; y luego, en nuestro caso especial, imponerse por medio de vocabulario, conciencia y todo lo demás, en nuestro caso. Pero imponiéndose en general. No cabe preguntarse por la causa de la Realidad en la que estamos metidos porque eso sería ponerse filosófico o científico, y por tanto hacer creer que se puede hacer esa pregunta dentro de la Realidad, que es el mundo de las causas, en las que no podemos creer. Simplemente estamos dentro de eso, es lo que nos encontramos.
- Aquí hay una pregunta. Yo estoy interesa-…
AGC- Ya, has llegao muy tarde y…
- Sí, ya sé que he llegao tarde, no me eches la bronca.
AGC- Por favor, es que…
- Vamos a ver. Que lo que me interesa es la cuestión un poco de repensar un poco eso del fin, lo que llamas tú ‘el fin’. Y es que, por ejemplo: vamos a elegir el símil de un barco. Un barco es algo tan antinatural, meter dentro del proceloso mar, que podía ser la infinitud, una cosa cóncava, redonda, con unos cuantos personajillos ahí dentro, que se supone que tienen que ir hacia un puerto, es decir llegar a buen fin. No veo que haya una contraposición clara entre la idea del fin (o del puerto o del buen fin) con lo de dejarse empujar por los vientos, aprovechar el juego de un motor que noto un poco pasado pero, sí, que está ahí, en el juego mismo de la vida…
AGC- ¿Y no ves la diferencia?
- … y que te ayuda a jugar la cuestión a… que no te da el carácter de Fe a lo del fin del puerto, sino el hecho…
AGC- No sé. No sé bien por qué sacas esto. Isabel me está… me está recordando una cosa que he dicho hace tiempo entre vosotros y que recordáis, justamente en contra…
- Sí, hombre, si he acertao es porque te lo he oído a ti.
AGC - … en contra del fin. Que…
- No: yo no estoy hablando en contra del fin. Estoy hablando con ese juego.
AGC-… si imagináramos la empresa, esta tertulia, este barco, habría que decirlo como un barco que, aparte de ir hacia el puerto, porque una amarra más o menos invisible le atrae a él y el motor viene desde el fin, desde el puerto, es el puerto el que llama al barco, se puede pensar que el barco va hacia donde vaya a parar, sin saberse, por los vientos que lo empujan de un lado y de otro. Y la verdad es que yo no veo por qué no hay diferencia.
- ¿Por qué hay una contraposición clara entre ese ‘poder llagar a buen fin’ y el hecho del juego mismo de las olas, de los vientos?…
AGC- Ah, sí, sí. Desde luego, sí, sí. Sí, sí, esto que…
- … que es lo que nos pasa en la vida a cada istante.
AGC- Sí, sí. Esto que está… Sí, sí, lo que estamos diciendo aquí no es práctico, no. Para llegar a fines no hay más que hacer lo que mandan los…
- No, pero es que tú le das el carácter de Fe al fin siempre.
AGC - … lo que mandan los profesores de Marketing y de todo eso. Eso no cabe duda, sí. En eso estamos: el fin es el fin. El fin es el fin.
- Pues nada, nos perdemos en las aguas…
AGC- El fin es el fin.
- … Nos perdemos en el proceloso mar y no pasa nada.
AGC- El fin es el fin. Esto no es práctico. Esto que aquí decimos no es práctico, simplemente es una guerra contra ese fin, contra la Realidad.
- Sí, yo. Con el tema de los fines y de los medios, también yo creo que puede haber una cierta diferencia entre ciertos fines, en el sentido de ciertas obras, por ejemplo ¿no?, si pensamos en obras que puede ser una casa, o un libro, o cualquier otra cosa, o una pequeña cosa que hacer, una faena doméstica por ejemplo. Si pensamos en esos fines y en los fines… en esos fines más lejanos que son los que se nos venden ¿no?...
AGC- A ver. Tú o contra…
- … Yo creo que quizá una de las diferencias sea, que bueno, cuando… cuando estamos metidos en una faena somos conscientes por lo menos de que estamos metidos en una faena ¿no?, y quizá en otro caso pues se supone que además nos tiene que gustar la faena ¿no?, en el caso de ir a trabajar, por ejemplo.
- O lo contrario. (Perdona, no sé si me dejas, Agustín). Lo contrario, porque cuando estás metido en algo tan pequeño como hacer una comida o levantar un muro te puedes olvidar. En cambio, cuando haces un...
AGC - ¿“Te puedes”?
- Te puedes olvidar.
AGC - ¿De qué?
- De lo que estás haciendo, de tu Futuro… Y en cambio, si haces una autovía, ahí, amigo, como te olvides, la autovía se va al carajo.
AGC- No. Lo que yo no sé es lo que él contraponía con esto, porque… Bueno, vamos a tomar este caso: hacer una comida, hacer una escultura, hacer incluso un drama, una novela. Desde luego nada de esto se puede hacer -fabricar cosas-, nada se puede hacer si no es acudiendo al procedimiento y truco del fin. Esto es así. Esto no se puede negar, ni siquiera una comida puedes hacerla con total descuido. Eso no. De manera que todo esto son las cosas que se hacen dentro. Por desgracia no son distintas esencialmente de todas las… (Bueno, iba a decir un palabro demasiao feo) que nos hacen hacer en nombre de un fin en la Burocracia y en la Política y en la Moral generalmente establecida. Por desgracia no se pueden diferenciar. Tenemos que decir que tienen de alguna manera su premio, su consuelo, en que estás haciendo presente con las manos aquéllo con lo que soñabas como un fin, lo que te proponías de antemano, puede decirse. Hay efectivamente un gozo, normalmente un gozo innegable en hacer cosas, ¿quién puede negar esto?, en hacer cosas, que las cosas sean más o menos buenas hay que dejarlo aparte, pero en general hay un gozo en llegar a hacer cosas, no cabe duda. Todo esto está ‘dentro de’, dentro de casa, qué se le va a hacer. Incluso la fabricación de un poema, de una escultura, de cualquier otra cosa sublime, la culminación de una teoría científica, su pretendida comprobación por experimento, o cualquiera otra operación de lo más sublime que podáis pensar, están dentro de casa, es decir que se les puede aplicar lo que decíamos respecto a las obras de caridad: que no pueden menos de al mismo tiempo que hacen la cosa que hacen, hacer el revés, el daño contrario. Y esto es lo que nos explica fácilmente lo que sucede de hecho con la sumisión de las Artes en general (Arquitectura, Escultura, Poesía) al Poder que las administra y subvenciona. Ahí es donde se ve en caso extremo cómo aquéllo que puede ser efectivamente gozoso mientras se hace -estás viendo nacer de aquel mármol informe una nariz como aquélla que tú habías soñado ¿no?-, sin embargo, al mismo tiempo no puede menos de estar sirviendo para la conformidad, hacernos por lo pronto más confortables, hacer el autor autor, porque es muy difícil que uno al mismo tiempo que hace las cosas no esté poniendo su nombre propio por delante, diciendo “Soy yo el que las hago”, “Soy yo el que estoy haciendo esas cosas”, es muy difícil evitar eso. Y luego, en último término, pues nada, sirviendo, como la Ciencia y el Arte sirven mayoritariamente al Capital y al Estado en nuestros días: sirviendo, con todas las sublimidades y todas las hermosuras, de las cuales ninguna se escapa, todas están sirviendo al Dinero, sirviendo al Capital, sirviendo al Estado, que es lo mismo, y en consecuencia, pues se comprende muy bien que el Capital y el Estado las paguen y las premien y las subvencionen, todas esas cosas que sin embargo de por sí eran una ocasión tan excepcional de disfrute, tal vez, de las manos, de los ojos, de la boca.
- ¿Cómo defines a la Fe?
AGC - ¿Para qué hace falta definirla?
- Es una pregunta.
AGC- Bueno, aquí me han salido unas cuantas… Antes, especialmente Virginia estuvo sometiendo esto, tuve que decir que, bueno, que podía usar la imagen del motor, para que no creáis que la Fe tiene que ser una Fe como la nuestra, que la nuestra es fácil de definir, está definida, es la del Credo. Pero para que no se caiga en eso y podamos emplear el término para las cosas hay que prescindir de esa conciencia, de esa condición de formulación, y más bien pensar que es un motor que las cosas (entre ellas, nosotros, a nuestra especial manera) tenemos, que nos mueve –que nos mueve- a subsistir, a existir, a confirmarnos (aunque seamos cosas, no necesariamente hombres), a confirmarnos en que somos los que somos, que uno es lo que es (cosa que es mentira, porque la Realidad está hecha de la contradicción “las cosas son lo que son pero al mismo tiempo no son lo que son”; “uno es el que es pero al mismo tiempo no es el que es”) pero para reafirmarnos en esa creencia (falsa, por supuesto) de que reafirmarnos en esa condición de ser el que se es (que es imposible). Esto describe los usos de la palabra Fe que aquí se están haciendo, no es una definición.
- ¿Y es posible hacer algo sin Fe? []
AGC- Algo real ya he dicho que no, hasta hacer una comida, acabo de decirlo. Sin Fe, en el sentido de específico humano, de que es un fin, no. Hay que tenerlo presente, nunca se puede olvidar del todo, pero en cambio aquí, tertulia política en que se trata de hacer lo contrario de la Política de los políticos, es decir una política del pueblo-que-no-existe, ahí, por supuesto, la regla no vale, porque esto es un descubrimiento de la mentira de todas las fes y de la Realidad, y esto se hace sin Fe ninguna. Se hace a fuerza de descreer, sin Fe ninguna.
- Esa distinción que al principio no…
AGC- Es que no he cogido bien el orden. Pero, bueno, no os preocupéis.
- Sí, que ya decías tan clara ¿no?, entre lo que puede ser hacer bien y esta guerra en contra de la Realidad. Yo, la verdad, que no siempre lo veo claro, o cuando me pongo a pensar en ello. Y, después, que no me siento tampoco a gusto con ninguna de las dos maneras de llamarlo. Pero, bueno, a menudo, pues yo creo que nos pasa a todos, que nos encontramos en ciscustancias en las que como que te sientes (si te da tiempo a pensarlo), te sientes debido a decir algo o a hacer algo que te parece razonable en contra de lo que normalmente suele ser un juego de poderes estúpidos, sin gracia ninguna. Y, bueno, pues yo últimamente, pues estaba teniendo unos ensayos con una orquesta por primera vez y me tuve que dar con la pared muchas veces ¿no? Y sentía a veces que yo también, aunque estuviese diciendo cosas razonables, estaba confirmando también el Orden desde el punto de vista de que cumplía un poco el papel de desobediencia, de rebeldía, de… O sea que también incluso lo que uno piensa que hace que le sale porque no podía quedárselo dentro y que le parece razonable, también a veces aparte de hacer bien, también está confirmando el Orden de una manera, así, como muy pervertida, ¿no?, pero…
AGC- Puedes, puedes sospecharlo, sí. Uno puede sospechar siempre de sí mismo. Esa situación insatisfactoria que presentas no tiene remedio; no tiene remedio. Uno no puede estar nunca seguro de que lo que hace es, por así decirlo, de la mano izquierda, y que no esté con ello haciendo también en cambio algo de la derecha. Uno no puede nunca estar seguro, si no, si pudiéramos estar seguros no estaríamos justamente en esta guerra en que es la duda y el descubrimiento de la mentira por la duda lo que nos mueve. Uno no puede estar nunca seguro, hace las cosas y, pues acierta (acierta con la gracia del pueblo-que-no-existe) o no acierta y queda sometido a eso.
No hay más remedio, uno no puede resolver ese problema, uno lo más que puede hacer es, no sé, desnudarse de Fe cuanto más, más; cuanto más, mejor. Parece que las probabilidades, cuanto menos se crea, pues más han de aumentar, pero nunca se podrá estar seguro.
- Agustín, respecto a eso…
AGC- Perdona, que hay unas cuantas voces.
- No, pero es que tiene que ver con esto: que…
AGC- ¡Ay!, no, no. Es que no hay… no hay…
- … Que cuentes, que cuentes eso que decías tú que el día del Juicio Final te iba a llamar Dios Padre diciéndote…
AGC- Sí, sí.
- … “Gracias, hijo, colócate a mi siniestra, que has hecho más por mí que ninguno de los otros”…
AGC- Bueno. Bueno, pues lo cuento. Es que Isabel parece que está para hacerme repetir. Lo aplicaba eso mismo a mí mismo y decía “Nunca puedo estar seguro de si a lo mejor, después de toda esta guerra, vendrá el día del Juicio y el Señor me diga “Hijo mío, pasa aquí, que has cumplido con tu misión””. Nunca se puede estar seguro de que no. Adelante.
- A mí me parece bastante paradójico porque tú hablas de… o sea, aquí se supone que venimos todos… tú lo llamas que luchamos contra la Fe, pero es gra