18.03.2009
Agustín García Calvo
Ateneo de Madrid
- No tomar lo que no es más que descubrimiento de falsedades como cosa positiva.
- Ejemplo: el movimiento, que viene del deshacerse, y su idea y cuantificación, que vienen de la defensa.
- La inteligencia, común a todas las cosas, convertida en astucia para subsistir.
- La adquisición de la capacidad de astracción por parte de las máquinas.
- La inteligencia como fallo con respecto al fin trazado.
Tertu169-18-3-2009#Tertu169-18-3-2009.mp3
TRANSCRIPCIÓN:
Repito la advertencia negativa que ya hacía entre vosotros el otro día: lo que aquí se diga, o más bien se haga, hablando, en esta tertulia política, no puede tomarse como si fuera una Teoría, Filosofía, Doctrina, o cualquier cosa positiva; con eso ya se inutiliza, y naturalmente, queda espuesto a lo que cualquier otra Doctrina, Filosofía, Ciencia, o lo que sea, de las que aquí todos los días descubrimos los fallos, y nos dedicamos a eso. De manera que, es preciso mantener este recuerdo de que no se está haciendo nada aquí, más que descubrir mentiras, descubrir la mentira de la Realidad, que no se trae ninguna otra verdad de sustituto, que ya es tarea, y mucha, intentar descubrir lo falso de todas las ideas que costituyen el mundo, y nos costituyen a cada uno de nosotros. Ya es mucha tela, sólo con eso. Y en ese sentido os decía que, cuando aquí se digan, por mi parte, o de otra manera, cosas con apariencia positiva, hay que tener la honradez, sentido común, o lo que sea, de darse cuenta de que son negaciones, de que no son más que negaciones, que no (son) ninguna otra cosa.
Por ejemplo, esto que en los últimos tiempos nos traemos de reconocer, con cierta precisión, que lo que pasa entre las cosas (y por tanto con nosotros entre las cosas, porque no somos más que un tipo de cosas), es una especie de lucha, debate, o contradicción, entre, por un lado, la evidencia sensitiva, inmediata, de que nos estamos continuamente deshaciendo, ahora, deshaciéndonos, perdiéndonos, desliéndonos en lo que no se sabe, y por otra parte tenemos que estarnos defendiendo, pretendiendo cada cosa ser la que es, cada uno de nosotros ser lo que es, cada tipo de cosa ser la que es, cada especie, cada Estado, cada cualquier cosa natural o artificial, que no distinguimos aquí, y que en esta defensa lo que interviene esencialmente, es (desde Arriba, el sitio donde solemos decir o señalar que está el Poder), los entes ideales, esas cosas que en la Realidad no pueden darse, como ‘todo’, ‘nada’, ‘uno’, ‘siete’, ‘reposo absoluto’, ‘movimiento’.......Que no pueden darse, que no existen, pero que evidentemente están interviniendo, en las cosas, en nosotros, en esa procura, interminable, de ser lo que somos; lo que en verdad no somos, pero que tenemos que procurar ser. La ley de la subsistencia, que se sale de cualquier teoría, biológica, o lo que sea, para ser simplemente esta costatación, este descubrimiento, de lo que teníamos que estar sabiendo y sintiendo a cada paso.
Por ejemplo eso mismo, en cuanto al problema del movimiento que en sesiones pasadas hemos estado volviendo a debatir, tiene que habérsenos aparecido claramente que lo que se descubre es una anulación de la oposición misma entre ‘quietud’, y ‘movimiento’. Se nos había quedado, yo creo, bastante claro, como lo era para Zenón de Elea, que ‘movimiento’, en la Realidad, no puede ser, es una pretensión vana: un móvil no se mueve, ni donde está, ni donde no está. Y es una cosa que sentimos. Pero es preciso reconocer que al mismo tiempo, en la Realidad, no cabe quietud absoluta; nada está quieto en ningún sitio: sería contrario a la evidencia y noción misma de la Realidad que algo pudiera estar de verdad quieto; no tiene sentido. De manera que esta condición ideal que tiene al mismo tiempo el movimiento y la quietud, de alguna manera los equipara en su contradicción, los saca fuera de la Realidad, y hace que todo lo que sintamos como quieto, sea tan relativo, tan continuamente relativo, que su afirmación sea siempre falsa, sin fundamento. Y al mismo tiempo, nuestra evidencia de movimiento (que es, parece, la más fundamental, porque ‘Realidad’ sin ‘movimiento’, donde se incluye ‘movimiento’ y ‘cambio’, parece que no tiene sentido), parece que nos viene al mismo tiempo de algo sensitivo, que es esa evidencia de que nos estamos deshaciendo; eso es lo que hace que el movimiento se sienta; no que se sepa: que se sienta. Pero al mismo tiempo que se siente, por fuerza de la defensa costante a que estamos dedicados, las cosas y nosotros, se le interpreta con una idea de ‘movimiento’. Una idea de ‘movimiento’, que trae consigo la cuantificación, el cómputo, la medida, porque los que estáis conmigo hace tiempo, ya estáis acostumbrados a decir que la Realidad consiste a la vez en significados, o ideas, y cuantificadores, cuantificación. De manera que la bruta sensación de que nos estamos perdiendo y moviendo ahora (‘ahora’, es decir, ‘continuamente’), no daría ningún lugar, ni a noción de ‘movimiento’, ni a medidas de ‘movimiento’, pero la imposición de un ideal de ‘movimiento’, que es solamente el opuesto del ideal de ‘quietud’, sí que lo permite, y lo impone: desde ese momento, ya el movimiento está, no sólo sentido: está ideado, y, desde ese momento, contado (‘velocidad’; ‘aceleración’, en último término, que son las manifestaciones de ese cómputo), y entonces este ejemplo espero que sirva para que se vea cómo las cosas que aparentemente parezcan positivas, que se digan aquí, no son más que descubrimiento de falsedades; descubrimiento de falsedades.
Evidentemente, a lo largo de estos años, nos lanzamos sobre falsificaciones de las que parecen más poderosas en cualquier terreno (físico, político, el que sea), pero en cualquier caso, y con más o menos importancia de la falsificación, lo que aquí se hace, no es más que, con lo que nos queda de niño que no se ha hecho todavía un hombre, con lo que nos queda de pueblo-que-no-existe, que no son Personas, ni cómputo de Personas, descubrir la falsedad de lo que se nos cuenta y se nos impone; nada más que eso. Un descubrimiento que se hace en contra de nuestra necesidad, de cada cosa y de cada uno, de subsistir, existir, de creer que es el que es, al mismo tiempo que se está muriendo, como si lo uno pudiera ser compatible con lo otro. Es un absurdo, pero cotidiano: se nos ha hecho vivir en ese absurdo, es decir, subsistir, seguir siendo uno el que es, al mismo tiempo que estarse continuamente muriendo, deshaciendo. Esto solamente lo que nos pueda quedar de niño que no se ha hecho hombre, lo que nos puede quedar de pueblo que no son personas, lo puede descubrir, y declararlo, y hasta razonarlo, de cara al Poder, de cara al Señor que impone esas falsedades. Esta aclaración respecto a esa advertencia de guardarse de tomar nunca nada de lo que aquí se diga como si fuera alguna idea, o teoría, o Filosofía, que hemos descubierto. No es nada de eso, y bueno, creo que () un poco la advertencia, con eso podemos seguir adelante con las cuestiones que nos traíamos.
Una de las cosas que chocan, y que han chocado aquí incluso a algunos de vosotros, es lo que se refería a esa especie de repartición de la inteligencia a cualesquiera cosas, quitándonosla a nosotros, los hombres. Esto choca: todos los días, desde que por mi parte empecé a formular esto, surgían naturalmente resistencias, y supongo que hoy mismo seguirán surgiendo, lo más claras posibles, de esto de que las cosas cualesquiera hablen, solo que cada una con su idioma, lo mismo que nosotros, este tipo de cosas, con el nuestro, al que llamamos ‘lenguaje’, como si no hubiera otro, porque, como sucede entre los diferentes idiomas de la propia lengua humana, con respecto a los idiomas de las cosas, naturalmente, no podemos entenderlos: no podemos saber el idioma de un planeta, el idioma de un caracol, el idioma de un olmo, o de cualquier otra cosa de las que andan por ahí. Pero por supuesto, el sentimiento y la razón nos llevaban a dejar que se estienda por todas partes a las cosas eso de la inteligencia, de la razón, del habla, sea lo que sea. Y esto no era más que una negación de cualquier Humanismo, esa cosa maldita que viene a equivocarnos desde el comienzo de la Historia, eso de ponernos como centro de las cosas, aparte de todas ellas, nosotros, hombres, hasta el punto de que entre los físicos, cuando surge ‘el observador’, resulte que el observador tiene que ser un hombre, o una mujer; un ente humano, con todos los problemas que eso acarrea a la cuestión de la medida. No era más que una negación de esta pretensión, de esto que es tan falso, y dañoso, como cualquier patriotismo. Dentro de las propias cosas humanas, la pretensión de que mi Nación es ‘la Nación’ por escelencia, las demás, aproximaciones, que mi lengua, por ejemplo el griego antiguo, es ‘la lengua’, y que lo demás son bárbaros, y todas las demás pretensiones patéticas por el estilo, demostrando todo este daño y equivocación que producen, nos llevan a esta negación: no es verdad. Bueno, pero para romper un poco la estrañeza que es inevitable, y que se sigue produciendo, es por lo que vuelvo a sacar ahora la cuestión, a pedir que dentro de un rato ayudéis en ello con vuestras voces.
El otro día se veía bastante claro que lo que pasa, desde luego, es que, aunque la inteligencia, o razón, sea común a cualesquiera cosas, la mayor parte de ello está dedicada a la subsistencia, es decir, convertida en astucia para subsistir. Esto lo tiene cada cosa: tendrá inteligencia, pero desde luego la mayor parte de ella, está dedicada a procurar la subsistencia de la cosa que sea. No tengo que sacaros aquí, incluso visto desde nuestro punto de vista, ejemplos de animales, de plantas, o de seres en general, que naturalmente gozan de esta astucia, es decir, una inteligencia, o razón, o lo que sea, pero destinada a un fin; a un fin, que es (en cada uno, lo mismo que en cada Estado), la existencia, la subsistencia, el mantenimiento de esa contradicción que antes os he recordado: se está deshaciendo, pero tiene que seguir creyendo que es el mismo que es, que está ahí, que subsiste.
Esto de ‘la mayoría’ es la noción que ahora tenemos que mantener. Estamos acostumbrados, cuando hablamos más en política rastrera, a reconocerle al Régimen político que hoy padecemos, la Democracia, justamente esta falsificación, llevada hasta lo más alto: la mayoría, de una población, es lo que cuenta, y en cada Alma, la mayoría del Alma, es lo que cuenta. Se quiere hacer pasar, en un caso y en otro, a la mayoría por ‘todo’. Mentira: ‘todo’ no hay en la Realidad, pero se quiere hacer pasar y valer por ‘todo’. Pues esto que pasa en la gobernación, y en la sicología de sustentación de cada uno, tenemos que generalizarlo a las cosas, con esta noción de ‘mayoría’. A lo mejor parece un poco estraño que antes de habernos aclarado un poco sobre qué es inteligencia’, empecemos reconociendo que la mayoría se vuelve astucia, pero es que me parece que este es el orden; a mí me sale en este orden, y si hace falta, ya le daremos la vuelta, ¿no?
Entre las cosas, estos últimos días hemos tenido que fijarnos en ese tipo especial de cosas que son las cosas que nosotros fabricamos, las llamadas ‘cosas artificiales’; una distinción a la que tenemos que negarnos. Nos fijábamos, por ejemplo, en este implemento que las compañías, o alguna de las compañías, de telefonía móvil, ha adoptado, y que también está incorporado, o se incorpora fácilmente, en ordenadores, que es el procedimiento “Dicta”, para convertir habla, sonora, en escrito; es decir, comportarse la máquina como un niño al que se le dicta, al que el maestro le dicta en alta voz. Un procedimiento que habíamos encontrado que, en el estado en que este año me lo he encontrado, después de haberlo perdido de vista mucho tiempo, tiene un grado de éxito formidable: efectivamente, los mensajes se reproducen por escrito con gran fidelidad; no total, que eso no cabe, pero con gran fidelidad, muy notable. El último día, después de haberlo analizado incluso con ayuda de alguno de los más entendidos que yo en Informática, esto nos venía, o por lo menos a mí me venía, a hacer declarar que, sin duda, lo importante y primario en ese mecanismo, es el que la máquina aprende según trabaja. Evidentemente, tenemos que pensar que el éxito relativo al que ha llegado hoy el procedimiento, está precedido por muchos años en que muchos ‘chinitos’, como suele decirse, han colaborado, sin duda, para la fabricación de programas, y la comprobación de éxitos y fracasos, de manera que sin duda la máquina ha ido (por el procedimiento, no hay otro, de ‘trial and error’, ‘tentativa y reconocimiento del error’), ha venido aprendiendo, es decir, descartando malas tendencias de interpretación, y quedándose con las buenas. Esto me hacía decir que, si una máquina aprende esto que es lo más propio de la lengua humana, lo esencial, que es la astracción, es decir, el hacer como si no, que del cúmulo de sonidos, por ejemplo, que se producen en cualquier manifestación, se estraigan los ventitrés fonemas, las pocas palabras que se requieren para la comunicación, si esto lo aprende una máquina, no hay motivo para negarle a la máquina la adquisición de este procedimiento; la máquina ha adquirido la capacidad de astracción. Esto, ya desde que apareció, a algunos, pues como es natural, les echaba un poco patrás, les sentaba mal; por eso vuelvo otra vez a sacarlo a la palestra.
Pero fijémonos en lo que pasa con nuestro aprendizaje. No voy a decir de la lengua, porque eso queda fuera: nuestro aprendizaje de un idioma cualquiera, el aprendizaje por parte del niño de la primera lengua que le toca, la de la madre, por ejemplo, la de la gente donde ha caído. Pues parece que el procedimiento no es otro que este proceso de ensayos y equivocaciones, este procedimiento del ‘trial and error’, que es el mismo que le tenemos que suponer a la máquina para ir eliminando las malas interpretaciones de los ruidos de habla que oye alrededor, y quedándose con la habilidad necesaria para reconocer lo que hace falta: los fonemas de la lengua que le ha tocado, y después, las palabras que va aprendiendo en más o menos número, y los otros índices. ¿Cuál es la diferencia? No parece que haya motivo: tengo que volver a reconocernos equiparables en esto con el proceso “Dicta”, con la máquina, con la capacidad maquinal de escribir al dictado, que podía parecer de primeras tan específicamente humana.
Bueno, esto, por más que sea de primeras algo escandaloso, o tal vez precisamente por serlo, es lo que nos toca aquí debatir con más detenimiento. Pero he aquí que me ha parecido que esto nos lleva, de rechazo, a entender un poco mejor qué quiere decir ‘inteligencia’. Porque evidentemente, lo que la máquina, con este aprendizaje, hace, y lo que un niño tiene que hacer para hacerse con un idioma determinado, el de los padres, o el de la gente, no es en principio más que inteligencia; por ejemplo, esa capacidad de astracción, reducida a ‘astucia’, a procedimiento para subsistir. Esto evidentemente es claro: la máquina lo que tiene que tener son éxitos, relativos, los bastantes para que las Compañías de móviles, o de ordenadores, los compren; esto es lo que requiere; es una sumisión al éxito, y al fin. Y un niño, en principio, cuando después de resistirse, del año y medio a los dos años, que suelen resistirse bastante enconadamente, acaba por rendirse y aprender la lengua de los padres, lo hace porque en eso le va, no digamos la vida: le va la existencia, la subsistencia, en aprender eso. De manera que ahí tenemos lo que he llamado antes ‘mayoría’: una inteligencia, incluso () de astracción, que está reducida a astucia para la subsistencia. Entonces, ya desde ahí, es un poco más fácil entender negativamente qué quiere decir ‘inteligencia’: ‘inteligencia’ es, lo que no es eso, lo que sobra de eso. ¿Y qué es lo que sobra de eso?: pues lo que sobra, lo que para los fines indicados no hace falta, está de más, y por tanto, si está de más, estorba. Dicho de otra manera, la inteligencia, de las máquinas, y de nosotros, estará en los fallos; en los fallos con respecto al fin trazado. Una inteligencia enteramente convertida en astucia, querría decir una en que no habría lugar a posibles fallos, todo estaba reducido al fin. Y volviendo al recuerdo político un momento, eso es lo que el Poder quiere y necesita: Futuro, Fin, es lo primario para el Poder contra el que aquí nos debatimos. De manera que eso sería si la reducción fuera total; no lo es: hay siempre roturas, fallos, quebrantamientos del intento, y eso podemos llamarlo ‘inteligencia’, si os parece.
Antes de volvernos sobre nosotros, conviene seguir mirando a las máquinas. Recordáis, porque aquí hace unos meses lo estuvimos usando, el caso del Gran Acelerador. Uno de los éxitos culminantes de la Ciencia al servicio del Poder, y de los que más dinero han movido; probablemente más incluso que las estaciones espaciales, y otras fantasías por el estilo. Productos de la Ciencia al servicio del Poder. Pues el Gran Acelerador, evidentemente, estaba destinado a fines bien determinados: a servir a ese atenimiento a los fines y al Futuro, con el supuesto Progreso de la Ciencia, y demás cuentos, ¿no? Estaba destinado a eso, se había calculado con precisión, y con dispendio de capital sin cuento, para que pudiera servir por ejemplo, desde el punto de vista científico, a reproducir el istante del Big Bang, es decir, a enseñarnos cómo empezó el Universo. Por esperimento, y de una manera visible. A lo mejor muchos de vosotros no se quisieron enterar de lo que le estaban metiendo cuando le metían el Gran Acelerador, pero por supuesto que aquí lo hicimos notar, y ahora os lo hago notar más. Y evidentemente, el Gran Acelerador, en la medida que sirve para eso, tiene una capacidad de facultades mentales, astractivas y demás, que todas ellas están convertidas en astucia, o sea, sometimiento a la subsistencia y al logro de los fines que el Capital persigue al subvencionar tan estrepitosamente el Gran Acelerador. ¿Os acordáis de lo que pasó?
-Que se les estropeó.
A-Apenas lo tenían montado, de una manera completamente imprevisible, inesperada por todo el mundo, tuvo una avería foormidable; tan formidable, que los pobres técnicos tenían que declarar que tardarían meses en reparar esa avería, y en este momento no sé si la han reparado o no.
-No, todavía no.
A-Bueno, pues esa avería es la inteligencia del Gran Acelerador; es justamente lo que no le servía para sus fines, es decir, lo que se producía, se ha producido, de una manera imprevista, lo que se ha salido de todos los inmensos y precisos cálculos que habían servido para establecerlo. Se ha escurrido, no se sabe cómo. Supongo que los teóricos del chisme estarán tratando de averiguar durante todos estos meses cómo, por qué intersticios, o fallos, se ha producido eso, pero ahí está. Eso es lo que propongo llamar ‘inteligencia’ de una maquina, y naturalmente, lo propongo para que nos apliquemos el cuento a nosotros sin mayores reparos, sin ponernos otra vez fuera del asunto; eso es. Evidentemente, nuestros aprendizajes, nuestra adquisición de idioma, de cultura, de conocimientos, de industrias, de artes, está, en principio, sometida a fines bien determinados, que tienen que ver con la subsistencia igual, lo que pasa es que no todo; en la Realidad no hay ‘todo’. Por más cuidado que el Poder, o uno mismo, ponga, en que no se le escape nada, ninguna ocurrencia, ningún sentimiento, que no esté sometido a los fines necesarios para subsistir, para labrarse un futuro como al Señor le gusta, y todo lo demás, a pesar de ello tendrá que reconocer que no puede ser: no hay ‘todo’; siempre hay roturas, fallos: es inevitable que a un niño, y un poco menos a las personas según se van haciendo mayores y más viejas, pero también en esos casos, se le ocurra algo impertinente, algo que no viene a cuento; algo que no viene a cuento para el mantenimiento de la subsistencia; de Uno, del Estado, de la Familia, o de cualquier otra cosa; se le ocurra algo impertinente, simplemente por eso: porque nunca uno, igual que el mundo, está cerrado del todo; nunca ninguna cosa, y nosotros como una de las cosas, estamos cerrados del todo, y eso no se puede evitar, porque, según lo que al principio recordé, la Realidad está hecha así: de cosas que nunca de verdad son cada una la que son, y nunca en conjunto son un conjunto, ni un Universo, como pretenden los físicos vulgarizadores y vendidos al Poder. De manera que es así, es en lo que nos encontramos, y por tanto, la rotura de la norma, la insumisión a los fines, la impertinencia de sentimientos, de ocurrencias, por parte de nosotros, son inevitables, y esa es la parte de inteligencia no sometida, no convertida en astucia, la que podemos llamar así.
Esto recuerda un poco a uno de los fragmentos de Heráclito, que no sé si recordáis, donde aparece el término ‘sofón’, ‘tó sofón’, que tiene que ver con esto que nosotros estamos llamando ahora ‘inteligencia’, ‘inteligente’. El término, rápidamente los filósofos, y la Sociedad, lo estropeó y denigró, (ya véis el derivado ‘sofista’, y todo eso), haciendo que ‘tó sofón’ no fuera ya lo inteligente, sino justamente lo artimañoso, y contradictorio, y todo lo que a los sofistas se les puede atribuir. Pero bueno, cuando se fabricó (inesperadamente, también, por avería), el libro de Heráclito, ese término era sin duda neutro, y en el fragmento ése dice que “tó sofón’, ‘inteligente’, es lo solo que no quiere, y quiere, que se le llame con el nombre de Zeus, el Dios supremo”. “No quiere, y quiere”: es, evidentemente, una manera de presentar lo inteligente como principio de contradicción. Y claro, ‘tó sofón’, ‘lo inteligente’, no tiene ya puñetera cosa que ver con lo humano: ‘tó sofón’ está fuera, y por supuesto, se refiere a cualquier cosa, y entre ellas a las almas humanas también. Evidentemente, ‘no quiere’, que es lo primero que en la fórmula dice; no quiere, por lo que estamos diciendo ahora: no quiere, porque ello es justamente lo que no sirve para el Poder, y Zeus es el Poder. Por la otra parte, ‘quiere’, porque como evidentemente en las astucias, ciencias, y manejos, que dominan, está lo inteligente, aunque sometido, no tiene más remedio que reconocerse también, dentro del Poder, convertido en astucia.
Bueno, sobre esto habrá tiempo de discutir, supongo, más detenidamente otro rato, pero respecto a todo lo que os he ido soltando, os voy a pedir ahora enseguida las voces, las reacciones, las objeciones, las ocurrencias, contraocurrencias, y lo que sea. Se me estaban ocurriendo otras cuestiones, teológicas sobre todo, que serían pertinentes, pero antes de que se nos acabe el rato voy a cortar aquí, y entonces ya os pido eso: ¿Cómo recibís las cosas que se me ha ocurrido soltaros? ¿En qué me acompañáis? ¿En qué os resistís? Cualquier cosa de esas. Así que adelante.
-Yo me resisto un poco en esto que das por hecho de que las cosas fabricadas por nosotros aprendan, y la comparación me parece que está llevada demasiado lejos: una máquina se perfecciona, o se mejora, o se cambia, pero decir que aprende......
A-¿Por qué no?
-Porque ya estaba incluido en la máquina; la máquina no puede modificar lo que no está ya previamente hecho, que es lo que yo entiendo por un proceso de aprendizaje en principio, no sé.
A-No es verdad. Lo que he dicho del procedimiento “Dicta”, es bien inteligible: el éxito relativo ha estao precedido, por, evidentemente, ensayos en los que la máquina ha fracasao más o menos.
-Pero no es la misma máquina: van mejorando, van cambiando la máquina, van haciendo otra máquina.
A-No, no, no: la máquina va seleccionando; la máquina va percibiendo sus éxitos, y en consecuencia reaccionando.
-Yo creo que......
A-Perdona, vamos a acabar primero con este sentimiento.
-No, si igual no tiene importancia, pero es que no lo veo muy claro, y a lo mejor es hacer partícipe de la inteligencia y no darle más vueltas, pero si le damos esas vueltas, yo lo veo menos claro que claro.
A-No se te olvida que lo primero estamos hablando contra el Hombre, de manera que si en tu sentimiento hay algún resto de eso, pues.....Y si no lo hay, habrá que verlo con más detenimiento. Yo he llegao a no ver ningún inconveniente en reconocer aprendizaje incluso de lo que me parece costitutivo de la lengua humana: la capacidad de astracción. No veo por qué no; no veo por qué las sucesiones de esperimentos con la máquina, y la anotación de fracasos y menos fracasos, y.....
-Pero no es la máquina la que anota esos fracasos y esos errores. La máquina nunca sabe cuando fracasa: alguien que no es la máquina toma nota de que ha fracasado, y la modifica.
A-La máquina puede anotar. Si se le ha puesto, como se nos pone a nosotros, un fin respecto al cual el fracaso se mida, sí que puede: puede reconocer cuando se acerca y cuando se aleja. Yo no veo inconveniente.
-Yo en lo que discrepaba, es en que el lenguaje de la máquina sea el dictado. La máquina como tal, entiendo que no existe: existe una conjunción de componentes que tendrán su lenguaje, pero que no es el del dictado.
A-No es el lenguaje con que se le dicta, no: son unos programas.
-Y los componentes tendrán su inteligencia, su lenguaje, y su astucia, pero en ningún caso será el lenguaje del dictado.
A-No, no es el lenguaje del dictado. Ya creo que he intentado esplicarlo, cuando hablé del aprendizaje: se utiliza el lenguaje en que se le va a dictar; español, por ejemplo; se somete, sobre ese lenguaje, a esperimentos de fracasos o de éxitos, y entonces la máquina va reuniendo, elaborando, programas, cada vez más complejos y precisos, a los que usté se refiere, de forma que luego de rebote pueda efectivamente responder al dictado de español, y así es como hay que entender la cosa.
-Respecto a la resistencia a decir que las máquinas aprendan, parece que ahí está en juego de quién es la inteligencia. O sea, que se ve el cambio en la máquina, se ve una reacción, o una diferencia, en la manera de relacionarse con eso que le entra y que sale de ella, pero ¿es de ella, la inteligencia? O sea, que ahí es como que sale la cuestión del sujeto de esa inteligencia, ¿no?
A-Como si hubiera una disputa de propiedad entre máquina y hombre. “¿De quién es, a quién pertenece....?”.
-La inteligencia.
A-Algo así, sí. ¿Qué más?
-Pero es que en el proceso de aprendizaje tiene que estar incluido el error, de no poder aprender, por ejemplo. Puedes pensar que aprendes, y en las mismas condiciones no se aprende, pero si la máquina siempre aprende, es que está programada, no es que aprenda.
A-Sí, pero aprende a fuerza de meterle programas.
-Pero no puede haber dos máquinas iguales, que una aprenda y la otra no aprenda; es que ya están hechas, las máquinas. Yo por eso me resisto a que verdaderamente se pueda......El término ‘aprendizaje’, es que es muy humano, queramos o no.
A-¡Ah!, tú dices que efectivamente el fallo. Entre los niños que aprenden el idioma de sus padres, como sabéis, la mayoría lo aprenden, y hay una minoría que no lo aprende, a los cuales se les condena entonces como subnormales, o como lo que sea. Es lo mismo; lo mismo parece que pueden darse esos casos, y eso no veo que afecte al reconocimiento general. Recordad que he empezado por hablar de la inteligencia, pero sin saber qué es, para encontrarla en su forma mayoritaria, que es eso: la reducción a fines, a astucias para fines. Después, al reconocerlo no todo, nos viene de ahí un atisbo de lo que no quiere, y quiere, llamarse ‘inteligencia’.
-Que yo digo que por ejemplo un eslabón interesante para poder discernir esto es el de los animales, ¿no? Por ejemplo cuando el mastín aquel grande se le decía cómo tenía que entrar en la jaula, o que tenía que entrar en la jaula, y por mucho que le dieras voces, parecía como que no lo quería aprender, hasta que él lo hizo unas veces, y luego ya después......
A-¿Quién es “él”?
-El mastín, el animal.
A-¡Ah!: hasta que le salía hacerlo.
-Hasta que acertó a hacerlo, y luego ya no hacía caso de la istrucción, sino que se obedecía a sí mismo. El aprendizaje consiste en una obediencia de la máquina a repetir, y eso yo no sé......
A-No sé si entiendo bien lo que dices. Desde luego, es el procedimiento de “trial and error”: la máquina, como se le ha puesto un fin, reconoce “por aquí, no, por esta vía no; por esta, sí”. Y cuando reconoce “por esta, sí”, se atiene a ella, y sigue tirando, sí.
-Pero parece como que repite, la máquina, como que ya se independiza del proceso de aprendizaje, y ya lo único que hace es repetir el acierto.
A-No, no se ve ninguna...
-Sí, eso es un eslabón que sería interesante......
A-Sí, el eslabón de los animales es interesante. A mí, una de las cosas que me son mucho más conmovedoras que la de acostumbrar a un mastín a meterse en la jaula (que ya lo es, lo reconozco), pero más me conmueve el aprendizaje del ritmo por parte de los caballos; los prodigios me conmueven, lo confieso, casi más que las pobres niñas a las que educan para la danza acrobática y todo eso, que es desde luego un caso sumamente conmovedor. Pero los caballos, que en un principio se reconoce que no somos nosotros..........Evidentemente, los caballos, como todo el mundo sabe, igual que las jirafas y las gacelas, tenían su ritmo para correr; eso formaba parte de su estructura. Pero los domadores de caballos no les enseñan eso, que no tenían que enseñárselo: les enseñan a cambiar eso por una especie de baile a la manera humana; y los éxitos también aquí son apabullantes: todos habéis visto caballos domados que efectivamente da toda la impresión de que llevan el compás, de que marcan el ritmo, como nos parecía que era propio de nosotros, de los bailarines. Pues ahí tenéis, para eslabones intermedios. Evidentemente, ¿qué procedimiento ha seguido el domador, y por tanto el caballo?: evidentemente, el mismo: “trial and error”, es decir, por uso del látigo, de voces cariñosas, etc., se le ha ido enseñando cuales eran los momentos en que iba acertando.
-Que digo que la cosa incluso ha dado un escalón más, y ahora la cosa se ha vuelto del revés, y es el caballo el que enseña a los niños autistas a bailar, y a .......
A-Bueno, vamos a no distraernos. ¿Qué más había por ahí? A ver.
-A mí siempre me han llamado la atención los campeones de ajedrez que juegan contra un ordenador. Yo no sé a qué punto ha llegado eso, si siempre gana el ordenador, y lo curioso sería enfrentar dos ordenadores.
A-No, no. Yo hace muchos años que no me dedico a eso, pero en alguna ocasión me dediqué. Nunca he sido un buen jugador de ajedrez, pero había programas graduados, es decir, había ordenadores que era dificilísimo que los venciera nadie, pero otros sí, y yo alguna vez me acuerdo que vencí a un ordenador de tipo medio, lo engañé. De manera que estaba previsto, ¿no? De manera que es más bien gradual. Desde luego es muy impresionante, pero sí, podía......
-Enfrentando dos ordenadores, acabarían siempre en tablas, ¿o no?
A-Si estuvieran igual de bien hechos, pero es muy difícil.
-Pero lo que no puedes enseñar al ordenador más sofisticado del ajedrez es a jugar a las damas. O sea, son programas informáticos, pero no pueden hacer nada que no esté ya previsto.
A-Sí, sí, con las reglas, por supuesto, puedes hacer un ordenador que juegue a las damas. A fuerza de paciencia, no ya sólo del técnico, sino de la propia cosa, y de repetición, se puede aprender lo que sea.
-Los procesos automáticos que cualquier cosa tiene se pueden incluir dentro de lo que sería astucia. Es decir, el proceso, que es automático, como puede ser el de andar, si interviene algo de eso otro, que se lo replanteo, que no entre en el juego, viene a romper esa mecánica, precisamente. O sea, uno está escribiendo, y escribe automáticamente, o hace las cosas, pero si se pone a pensar sobre ello, pues probablemente no se acuerde ya de cómo era la ‘e’, o yo que sé. Entonces parece que ahí, una intervención de lo que yo he entendido como inteligencia, lo que vendría es a entorpecer algo que en principio se había hecho para () el problema, es decir, para precisamente poder pensar, o poder dedicar tu tiempo a cosas que no sean a hacer esas cosas de una manera mecánica.
A-No sé hasta qué punto te sigo con precisión. Bueno, en la medida que pueda: desde luego, hay que precisar en qué sentido se usa lo de ‘automático’, porque ahora mismo, con el ejemplo de los caballos, he empezado diciendo “los caballos, como las jirafas y las gacelas, tenían su ritmo; tenían su ritmo, que era el correr, y el correr de la manera que mejor conviniera para cualesquiera fines que a cada animal le pertenecieran, ¿no?”. Y esto suele reconocerse como nativo, es decir, que esto, el animal, la jirafa recién nacida, joven, no lo aprende por imitación de los padres, sino que está incorporado ya en su propia estructura. Esto hay que ya reconocerlo. Claro, nosotros, ya sabéis, somos los más pobres de todos los animales, no tenemos casi nada que podamos decir que es nativo: un niño que nace es la cosa más inútil del mundo, eso ya es bien sabido, y no sabe ni mamar siquiera, si hace falta. Pero aunque nosotros seamos un caso de esta estrema pobreza, hay que reconocer que en general los animales, como las plantas, como las cosas, pues tienen una serie de dispositivos incorporados, que no pasan por el aprendizaje; digamos “por vía esterna”. A lo que yo suelo llamar ‘automático’, no es a eso, sino a algo de lo que has dicho, es decir, a gestos, artes, que se han aprendido, por la vía que hemos dicho de aprendizaje, como con las máquinas, por intento y error, corrección del error y vuelta al intento. Que se han aprendido, pero que se han aprendido lo bastante bien para que cada vez, como has recordado, se produzca con menos intervención, ni de voluntad, ni de conciencia, ni de ninguna de las llamadas ‘facultades superiores’. Que parezca que efectivamente se producen solos, que han venido a quedar incorporados; por ejemplo cuando alguien aprende a bailar bien, y parece que son los pies los que lo hacen, él no tiene por qué pensar en lo que está haciendo. Y no sólo es que no tenga por qué, sino que si lo hace, lo estropea, y empieza a bailar mal. Quien toca la máquina de escribir, o el piano, o un istrumento, y llega a usarlo consumadamente, naturalmente no piensa nada, parece que son los dedos los que lo están haciendo. Sería incomprensible que un tañedor de istrumento de los más complicados (una clave, un piano), pudiera hacer esas maravillas que requiere cualquier composición de mediana dificultad, como las sonatas de Scarlatti, a conciencia. Eso no hay manera de entenderlo: cualquier intervención de la conciencia o de la voluntad lo estropearía todo. Esto es lo que suelo llamar ‘automático’. Es decir, que evidentemente, el aprendizaje trae consigo que se adquiera ese mecanismo, que no era nativo; que se adquiera, como si fuera nativo, y que entre a formar parte de la estructura. Parece que tú sugieres que con esto se consigue que estemos menos ocupados para poder sentir o pensar, ¿no?
-Parece lógico, porque si esos automatismos no los tuviéramos así, tendríamos que pensar en cada paso que damos, o cada letra que escribimos, o cada cosa, ¿no?
-Es razonable. Evidentemente, que desde el punto de vista de la posibilidad de que surja un reconocimiento lúcido, honrado, una ocurrencia, un sentimiento más o menos desmandado, el hecho de que muchas de las ocupaciones a que la Realidad nos obliga, sean automáticas, es una ventaja; esto es de reconocer así. Recuerdo los años en que yo todavía sacaba cosas en “El País”, que dediqué algún artículo justamente a alabar los automatismos; a alabar justamente la desocupación; hasta el estremo de que tener que ir a darle el pésame, cumplir cualquier otra obligación, cuanto más automática se haga, pues menos mal: libera un poco. Porque es que si tiene uno que andarlo pensando, decidiendo, poniendo voluntad en si debe hacerlo o no debe hacerlo, evidentemente, no ayuda nada; mejor que se vuelvan automáticos la mayor parte de los gestos necesarios, impuestos por la Realidad; mejor que sea así. Hay algo un poco paradójico, supongo que todo el mundo lo siente, pero hay que reconocerlo así.
-Que digo que eso parece para la mayoría de los aprendizajes, pero parece una contradicción que el lenguaje mismo, que la adquisición del lenguaje, tenga que pasar por una conciencia, y pasar a una subcosciencia, porque un niño desde luego, al año y medio de edad, no pasa por una conciencia del lenguaje; ahí parece que se subsume el olvido técnico, sin pasar ni siquiera por una conciencia. Hay como un atajo..
A-Es lo que hemos estao diciendo.
-No, no, tú dices que primeramente, para que un aprendizaje funcione, tiene que pasar de la cosciencia a la subcosciencia, un olvido técnico, y yo te estoy diciendo que el lenguaje parece que se salta esa primera toma de conciencia del lenguaje.
A-¿Por qué?
-Porque no, porque un niño no tiene uso de razón, ni tiene conciencia, al año, para aprenderse el aparato de la lengua.
A-Ah, no, es la creación de la conciencia en un niño. Esto supongo que me lo tenías que haber dicho hace tiempo. Es el momento de la creación de la conciencia en un niño.
-No, no, pero de siempre te lo he discutido, porque no estoy de acuerdo; ni ahora, ni hace veinte años.
A-Bueno, dejemos la lengua, porque es muy complicao. Esto se refiere al aprendizaje, al que hoy nos estamos refiriendo, de un idioma, el idioma que a un niño le ha tocado. Porque ése que no quiere, y quiere, que se le llame ‘Zeus’, que es lo inteligente, es lo mismo que la lengua que no existe, que no es idioma ninguno. Dejando eso de lado, se trata del aprendizaje de un idioma, y el niño efectivamente, que venga armado o no, como cualquier cosa, de esa especie de inteligencia o razón común, que no existe, el caso es que es capaz de ir reconociendo en lo que oye de los demás, ir reconociendo los fonemas, las palabras, y eso, que es un poco absurdo (que se llame) toma de conciencia, porque se supone que no hay conciencia, esto es una estupidez, porque justamente eso es lo que crea la conciencia, y efectivamente, una vez que toma conciencia de todo ello, se va haciendo automático, por vuelta a la subcosciencia, etc., etc. No nos perdamos con algo tan sagrado como la lengua.....
-Entonces, lo inteligente en el lenguaje sería siempre el automatismo, ¿no? La inteligencia en el habla sería siempre el automatismo. Coincidiría siempre con el automatismo.
A-¿Qué dices, por favor, qué dices? La inteligencia es cuando falla, mujer, cuando falla.
-No, porque entonces un tartamudo sería más inteligente.
A-No, los fallos no son todos igual de buenos: el del Gran Acelerador a lo mejor es bueno, pero la tartamudez a lo mejor no es tan buena. Pero desde luego, ‘inteligencia’ es lo que está fuera de la obediencia a........
-A mí es que me parece muy interesante lo que has dicho del sometimiento de la inteligencia de las cosas, y me parece que en el caso de las máquinas, cada componente o cada cosa que se mete dentro de una máquina, está respondiendo posiblemente a su inteligencia y a su astucia: lo estamos utilizando para que interactúen, es decir, el plomo con el vanadio se comporta de un modo, y esto lo sabemos, y la inteligencia que pueda tener el plomo, o el cobre, o el estaño, o un imán en determinado componente, él está actuando con su inteligencia, estamos sometiendo esa inteligencia para conseguir el automatismo que tú estabas diciendo. Es decir, la suma de las inteligencias de los materiales que estamos sometiendo, estamos logrando un automatismo final, aunque cada componente no tiene conciencia de la (rivalidad).
A-Bueno, es una observación yo creo de agradecer. Desde luego, la intención de quien fabrica una cosa, es que lo que obtenga sea una obediencia; nada más. Eso por supuesto. De manera que lo que usted sugiere, es una cosa que sólo puede suceder porque no están del todo calculadas la inteligencia del plomo y la del vanadio, y entonces puede resultar algo no previsto. Ahora, desde luego, en una cosa fabricada, el propósito, el intento, es que todo obedezca; y falla.
-Yo quería decir que palabras como ‘inteligencia’, o ‘conciencia’, yo las entiendo dentro de la Sociedad, pero en el momento que nos vamos fuera....
A-No, aquí lo que estamos haciendo es irnos fuera; irnos fuera. No te preocupes; tienes que hacer un esfuerzo; estamos contra cualquier Humanismo. Más.
-Yo, Agustín, lo que me parece una diferencia, es que por lo menos aparentemente las máquinas, cuando se equivocan, cuando hay un error, generalmente, al menos las que me tocan a mí, se paran, y no hacen nada más que eso: pararse. Y por sí solas no reaccionan. Es decir, uno, cuando se equivoca y comete un error, puede ser por aprendizaje, o puede ser por estupidez, pero puede ser que reacciones haciendo otra cosa, o no haciéndola, o lo que sea. La máquina, aparentemente al menos, se para, y espera a que tú vuelvas a intervenir.
A-Vamos a ello. El ejemplo que Palacios nos pone es de máquinas locomotoras de último modelo. Y hay que decir esto: eso que tú dices (“la máquina lo único que hace, llegado el trance de error, es pararse”), eso es porque está previsto el tipo de error, y por tanto, la orden de pararse, ¿eh? Es decir, que está incluido dentro de la previsión un cierto cálculo de unos posibles errores, porque hablar de un accidente cualquiera, en la programación de una máquina es imposible; no puede ser un accidente cualquiera: son un cierto número de errores previsibles, a los que en el programa se les atribuye como respuesta ‘pararse hasta ver qué pasa’. Claro, siempre puede suceder que......
-Pero me da la impresión de que eso pasa en un ordenador también, ¿eh?, y en cualquier otra cosa.
A-Sí, no, no, pero incluso en una locomotora, es lo mismo. Eso está bien; una locomotora perfectamente hecha, pero ¿y si no? ¿Y si hay tipos de .....?
-Yo niego que pare la máquina.
A-Se para, se para.
-No se para: la inteligencia de cada componente sigue actuando: el hierro se empieza a oxidar, el cojinete se bloquea.......La máquina no para.
A-Ya, pero bueno, en este caso se trata de accidentes del tipo de ordenación digital, ¿no? Eso es muy admisible: en el cálculo de errores previsibles, se incluye un mecanismo, una respuesta del tipo ‘pararse’, pero eso simplemente si la locomotora estuviera perfectamente hecha, para que todos los tipos de errores estuvieran previstos. Pero no hay nada perfectamente hecho en nuestro mundo, empezando por nosotros.
-Yo quería, a propósito de la contraposición inicial que nos has presentado, con ‘astucia’ como una forma de inteligencia digamos ‘degradada’......
A-‘Sometida’.
-.....de alguna manera te recuerdo que tú propusiste una contraposición entre ‘conocimiento’ e ‘inteligencia’, con lo cual la aplicación del conocimiento, incluida la astucia en la forma de ordenarlo, en unas bases de datos, es la forma con la que se camufla la aparente inteligencia en las máquinas, y que realmente pudiéramos decir que la ordenación en la información esa tiene más que ver con el tratamiento del conocimiento que con lo que no se sabe que haya de inteligente, que queda fuera de.....Y entonces, coincide el otro ejemplo que me viene a la cabeza: hay padres muy preocupados por sus hijos superdotados, y entonces pienso que probablemente estos muchachos son capaces de tener una ordenación de conocimientos notable, y sin embargo probablemente no sean capaces de percibir que la Realidad no es todo lo que hay.
A-Ya. Bueno, respecto a las máquinas, creo que te equivocas. Desde luego, estamos aquí hartos de reconocer que la perversión de la razón es que se la reduzca a ideas: el Poder, con sus Ministerios de Cultura y todo lo demás, querría confundir del todo ‘razón en marcha’, ‘pensamiento’, con ‘ideas ya establecidas’; ‘conocimiento’, como tú has dicho, ‘conocimiento de las cosas’. Pero esto no es más que una parte: una máquina desde luego, como nosotros, aparte de incluir un vocabulario más o menos amplio, es decir, tener unas ideas más o menos bien ordenadas, incluye también unas reglas de sintaxis, como nosotros, es decir, que son justamente las que la hacen funcionar. Ahora, desde luego, eso sí, conviene siempre recordar la política del pueblo-que-no-existe. La imposición del Poder se hace por medio de esa falsificación costante: convertir esa inteligencia que hemos visto que se sale, que no se sabe lo que es, convertirla, no vaya a hacer daño a alguien, en ‘Información’, todavía mejor que ‘Conocimiento’; en ‘Información’. De forma que es así: es la Información lo que podemos contar como el arma más terrible y principal del Poder contra lo que nos queda de vivo, de gente.
-La astracción dijiste algo como que era lo que no se sabe, ¿no?
A-No, no: la capacidad de hacer como si no.
-Por eso por ejemplo cuando ves un cuadro astracto, es porque realmente no lo conoces, no sabes lo que es.
A-No, no, eso son cuentos de Literatura de las artes. Se ha empleado el término ‘astracto’, pero la verdad es que más vale que te olvides de esa aplicación.
- Es que yo creo que la máquina no tiene capacidad de astracción.
A-Hemos hablao de la capacidad de aprendizaje de la astracción, es decir, de entre los ruidos innumerables que recibe, elegir, escoger, como nosotros, los que representan ventitrés fonemas.
-Con una silla por ejemplo es difícil tener capacidad de astracción, pero con palabras como ‘Amor’, o ‘Verdad’, o....
A-No, no, no, no; no te confundas. Deja de usar el término ‘astracción’ como se usa a veces por ahí a veces, que no hace más que despistarnos. Tú atente a .....
-Pues entonces para astraerme tendré que saber los términos que se utilizan en la tertulia, porque si no, no me va a ser fácil astraerme.
A-Bueno, pero es que llevamos no sólo esta sesión, sino las anteriores, esplicando que ‘astracción’ se usaba en el sentido......
-Bueno, pero para poder astraerme de lo que es ‘astracción’, tengo que saber lo que es.....
A-No, para no perderse con ideas, simplemente; es lo que te estoy diciendo: no te pierdas con ideas; cuantas menos traigas aquí, pues mejor; mejor para ti, y para los demás.
-Era precisamente respecto a esto de la astracción: yo a veces no tengo muy claro, cuando yo digo “esto es un triángulo”, y cuando yo digo “esto es una silla”, o cuando yo digo “esto es una efe”, parece que hay astracción, que está operando en todos esos casos, pero sin embargo parece una astracción diferente, que no se puede decir que es lo mismo, ¿no?
A-En lo del triángulo, que en lo de la silla.
-Sí, por ejemplo de una palabra de vocabulario, o en algo más ideal. Hay algo ahí que parece que es común, pero algo también diferente. Y a propósito de esto de pensar cómo hacen las máquinas, creo que me surgió la cuestión de que independientemente de que la silla tenga un número de notas abierto, y que no sea cerrado, y que un triángulo sí sea cerrao, pero en esa operación de astraer eso que hay ahí para digamos ‘compaginarlo’ con algo que está previo, ahí parece que es lo mismo, o sea, ese decir “sí, es una silla”, o “no es una silla”, “sí es un triángulo” o “no es”, ¿no?
A-Entonces no sé por qué decías que no era lo mismo.
-No sé si es justo decir que es lo mismo o no, no lo sé.
A-Ya. Y yo tampoco lo sé tal vez, pero en todo caso conviene detenerse en esto un momento, antes de que nos despidamos por hoy: efectivamente, hemos distinguido muchas veces aquí entre lo que os he recordado hoy como ‘ideales’, que no existen, y entre ellos, ‘triángulo’, ‘circunferencia’, ‘esfera’; no existen: en la Realidad es imposible que pueda aparecer un triángulo, una esfera, ni nada de eso: justamente por consistir en su definición, son estraños a la Realidad, no pueden ser. Así que en el ejemplo “esto es una silla”, el grado de astracción se refiere a lo que llamamos ‘ideas’, ‘significados de una palabra’, que efectivamente implican una astracción ‘manu militari’: hacernos creer que se sabe dónde empieza y termina la noción de ‘silla’, que se sabe con esactitud lo que es ‘silla’ y lo que no es ‘silla’, de tal forma que efectivamente el caso de un taburete, o de otro sentajo cualquiera, puede producir trastornos en el proceso de identificación: “¿Es esto una silla, o no es una silla?”. Pero el proceso efectivamente es atenernos a la falsa idea de que en la Realidad hay cosas, significados, cerrados, definidos, de manera que eso es lo que hay. En el otro caso hay una falsedad de orden primero, porque en la Realidad no hay triángulos, de manera que quien dice “esto es un triángulo”, está mintiendo en un nivel más primario, si le da por decir “esto es un triángulo”, en lugar de molestarse en decir “esto es una cosa triangular”, lo cual sería más o menos pasable. De manera que esos son los dos niveles, yo creo, que hay que distinguir.
-A mí lo que me llama la atención es que la inteligencia nacía como para la subsistencia, y entonces, en su defecto, lo que es el fallo. Pero como que no habría una inteligencia más pura, que no haya una () para que luego haya un desengaño.
A-Claro, (no hay una) inteligencia digamos ‘verdadera’ en la Realidad; hay simplemente fallos; fallos de lo mayoritario, que es la reducción a la subsistencia, como en Política, y como en todo lo demás. Siempre hay fallos, pero el fin, el propósito de reducir todo, está claro, está dominando siempre.
Si acaso nos deja el Señor seguir dando guerra, porque no pueda por menos, o por lo que sea, dentro de siete días pues aquí seguiremos, y entretanto...
Por ejemplo, esto que en los últimos tiempos nos traemos de reconocer, con cierta precisión, que lo que pasa entre las cosas (y por tanto con nosotros entre las cosas, porque no somos más que un tipo de cosas), es una especie de lucha, debate, o contradicción, entre, por un lado, la evidencia sensitiva, inmediata, de que nos estamos continuamente deshaciendo, ahora, deshaciéndonos, perdiéndonos, desliéndonos en lo que no se sabe, y por otra parte tenemos que estarnos defendiendo, pretendiendo cada cosa ser la que es, cada uno de nosotros ser lo que es, cada tipo de cosa ser la que es, cada especie, cada Estado, cada cualquier cosa natural o artificial, que no distinguimos aquí, y que en esta defensa lo que interviene esencialmente, es (desde Arriba, el sitio donde solemos decir o señalar que está el Poder), los entes ideales, esas cosas que en la Realidad no pueden darse, como ‘todo’, ‘nada’, ‘uno’, ‘siete’, ‘reposo absoluto’, ‘movimiento’.......Que no pueden darse, que no existen, pero que evidentemente están interviniendo, en las cosas, en nosotros, en esa procura, interminable, de ser lo que somos; lo que en verdad no somos, pero que tenemos que procurar ser. La ley de la subsistencia, que se sale de cualquier teoría, biológica, o lo que sea, para ser simplemente esta costatación, este descubrimiento, de lo que teníamos que estar sabiendo y sintiendo a cada paso.
Por ejemplo eso mismo, en cuanto al problema del movimiento que en sesiones pasadas hemos estado volviendo a debatir, tiene que habérsenos aparecido claramente que lo que se descubre es una anulación de la oposición misma entre ‘quietud’, y ‘movimiento’. Se nos había quedado, yo creo, bastante claro, como lo era para Zenón de Elea, que ‘movimiento’, en la Realidad, no puede ser, es una pretensión vana: un móvil no se mueve, ni donde está, ni donde no está. Y es una cosa que sentimos. Pero es preciso reconocer que al mismo tiempo, en la Realidad, no cabe quietud absoluta; nada está quieto en ningún sitio: sería contrario a la evidencia y noción misma de la Realidad que algo pudiera estar de verdad quieto; no tiene sentido. De manera que esta condición ideal que tiene al mismo tiempo el movimiento y la quietud, de alguna manera los equipara en su contradicción, los saca fuera de la Realidad, y hace que todo lo que sintamos como quieto, sea tan relativo, tan continuamente relativo, que su afirmación sea siempre falsa, sin fundamento. Y al mismo tiempo, nuestra evidencia de movimiento (que es, parece, la más fundamental, porque ‘Realidad’ sin ‘movimiento’, donde se incluye ‘movimiento’ y ‘cambio’, parece que no tiene sentido), parece que nos viene al mismo tiempo de algo sensitivo, que es esa evidencia de que nos estamos deshaciendo; eso es lo que hace que el movimiento se sienta; no que se sepa: que se sienta. Pero al mismo tiempo que se siente, por fuerza de la defensa costante a que estamos dedicados, las cosas y nosotros, se le interpreta con una idea de ‘movimiento’. Una idea de ‘movimiento’, que trae consigo la cuantificación, el cómputo, la medida, porque los que estáis conmigo hace tiempo, ya estáis acostumbrados a decir que la Realidad consiste a la vez en significados, o ideas, y cuantificadores, cuantificación. De manera que la bruta sensación de que nos estamos perdiendo y moviendo ahora (‘ahora’, es decir, ‘continuamente’), no daría ningún lugar, ni a noción de ‘movimiento’, ni a medidas de ‘movimiento’, pero la imposición de un ideal de ‘movimiento’, que es solamente el opuesto del ideal de ‘quietud’, sí que lo permite, y lo impone: desde ese momento, ya el movimiento está, no sólo sentido: está ideado, y, desde ese momento, contado (‘velocidad’; ‘aceleración’, en último término, que son las manifestaciones de ese cómputo), y entonces este ejemplo espero que sirva para que se vea cómo las cosas que aparentemente parezcan positivas, que se digan aquí, no son más que descubrimiento de falsedades; descubrimiento de falsedades.
Evidentemente, a lo largo de estos años, nos lanzamos sobre falsificaciones de las que parecen más poderosas en cualquier terreno (físico, político, el que sea), pero en cualquier caso, y con más o menos importancia de la falsificación, lo que aquí se hace, no es más que, con lo que nos queda de niño que no se ha hecho todavía un hombre, con lo que nos queda de pueblo-que-no-existe, que no son Personas, ni cómputo de Personas, descubrir la falsedad de lo que se nos cuenta y se nos impone; nada más que eso. Un descubrimiento que se hace en contra de nuestra necesidad, de cada cosa y de cada uno, de subsistir, existir, de creer que es el que es, al mismo tiempo que se está muriendo, como si lo uno pudiera ser compatible con lo otro. Es un absurdo, pero cotidiano: se nos ha hecho vivir en ese absurdo, es decir, subsistir, seguir siendo uno el que es, al mismo tiempo que estarse continuamente muriendo, deshaciendo. Esto solamente lo que nos pueda quedar de niño que no se ha hecho hombre, lo que nos puede quedar de pueblo que no son personas, lo puede descubrir, y declararlo, y hasta razonarlo, de cara al Poder, de cara al Señor que impone esas falsedades. Esta aclaración respecto a esa advertencia de guardarse de tomar nunca nada de lo que aquí se diga como si fuera alguna idea, o teoría, o Filosofía, que hemos descubierto. No es nada de eso, y bueno, creo que () un poco la advertencia, con eso podemos seguir adelante con las cuestiones que nos traíamos.
Una de las cosas que chocan, y que han chocado aquí incluso a algunos de vosotros, es lo que se refería a esa especie de repartición de la inteligencia a cualesquiera cosas, quitándonosla a nosotros, los hombres. Esto choca: todos los días, desde que por mi parte empecé a formular esto, surgían naturalmente resistencias, y supongo que hoy mismo seguirán surgiendo, lo más claras posibles, de esto de que las cosas cualesquiera hablen, solo que cada una con su idioma, lo mismo que nosotros, este tipo de cosas, con el nuestro, al que llamamos ‘lenguaje’, como si no hubiera otro, porque, como sucede entre los diferentes idiomas de la propia lengua humana, con respecto a los idiomas de las cosas, naturalmente, no podemos entenderlos: no podemos saber el idioma de un planeta, el idioma de un caracol, el idioma de un olmo, o de cualquier otra cosa de las que andan por ahí. Pero por supuesto, el sentimiento y la razón nos llevaban a dejar que se estienda por todas partes a las cosas eso de la inteligencia, de la razón, del habla, sea lo que sea. Y esto no era más que una negación de cualquier Humanismo, esa cosa maldita que viene a equivocarnos desde el comienzo de la Historia, eso de ponernos como centro de las cosas, aparte de todas ellas, nosotros, hombres, hasta el punto de que entre los físicos, cuando surge ‘el observador’, resulte que el observador tiene que ser un hombre, o una mujer; un ente humano, con todos los problemas que eso acarrea a la cuestión de la medida. No era más que una negación de esta pretensión, de esto que es tan falso, y dañoso, como cualquier patriotismo. Dentro de las propias cosas humanas, la pretensión de que mi Nación es ‘la Nación’ por escelencia, las demás, aproximaciones, que mi lengua, por ejemplo el griego antiguo, es ‘la lengua’, y que lo demás son bárbaros, y todas las demás pretensiones patéticas por el estilo, demostrando todo este daño y equivocación que producen, nos llevan a esta negación: no es verdad. Bueno, pero para romper un poco la estrañeza que es inevitable, y que se sigue produciendo, es por lo que vuelvo a sacar ahora la cuestión, a pedir que dentro de un rato ayudéis en ello con vuestras voces.
El otro día se veía bastante claro que lo que pasa, desde luego, es que, aunque la inteligencia, o razón, sea común a cualesquiera cosas, la mayor parte de ello está dedicada a la subsistencia, es decir, convertida en astucia para subsistir. Esto lo tiene cada cosa: tendrá inteligencia, pero desde luego la mayor parte de ella, está dedicada a procurar la subsistencia de la cosa que sea. No tengo que sacaros aquí, incluso visto desde nuestro punto de vista, ejemplos de animales, de plantas, o de seres en general, que naturalmente gozan de esta astucia, es decir, una inteligencia, o razón, o lo que sea, pero destinada a un fin; a un fin, que es (en cada uno, lo mismo que en cada Estado), la existencia, la subsistencia, el mantenimiento de esa contradicción que antes os he recordado: se está deshaciendo, pero tiene que seguir creyendo que es el mismo que es, que está ahí, que subsiste.
Esto de ‘la mayoría’ es la noción que ahora tenemos que mantener. Estamos acostumbrados, cuando hablamos más en política rastrera, a reconocerle al Régimen político que hoy padecemos, la Democracia, justamente esta falsificación, llevada hasta lo más alto: la mayoría, de una población, es lo que cuenta, y en cada Alma, la mayoría del Alma, es lo que cuenta. Se quiere hacer pasar, en un caso y en otro, a la mayoría por ‘todo’. Mentira: ‘todo’ no hay en la Realidad, pero se quiere hacer pasar y valer por ‘todo’. Pues esto que pasa en la gobernación, y en la sicología de sustentación de cada uno, tenemos que generalizarlo a las cosas, con esta noción de ‘mayoría’. A lo mejor parece un poco estraño que antes de habernos aclarado un poco sobre qué es inteligencia’, empecemos reconociendo que la mayoría se vuelve astucia, pero es que me parece que este es el orden; a mí me sale en este orden, y si hace falta, ya le daremos la vuelta, ¿no?
Entre las cosas, estos últimos días hemos tenido que fijarnos en ese tipo especial de cosas que son las cosas que nosotros fabricamos, las llamadas ‘cosas artificiales’; una distinción a la que tenemos que negarnos. Nos fijábamos, por ejemplo, en este implemento que las compañías, o alguna de las compañías, de telefonía móvil, ha adoptado, y que también está incorporado, o se incorpora fácilmente, en ordenadores, que es el procedimiento “Dicta”, para convertir habla, sonora, en escrito; es decir, comportarse la máquina como un niño al que se le dicta, al que el maestro le dicta en alta voz. Un procedimiento que habíamos encontrado que, en el estado en que este año me lo he encontrado, después de haberlo perdido de vista mucho tiempo, tiene un grado de éxito formidable: efectivamente, los mensajes se reproducen por escrito con gran fidelidad; no total, que eso no cabe, pero con gran fidelidad, muy notable. El último día, después de haberlo analizado incluso con ayuda de alguno de los más entendidos que yo en Informática, esto nos venía, o por lo menos a mí me venía, a hacer declarar que, sin duda, lo importante y primario en ese mecanismo, es el que la máquina aprende según trabaja. Evidentemente, tenemos que pensar que el éxito relativo al que ha llegado hoy el procedimiento, está precedido por muchos años en que muchos ‘chinitos’, como suele decirse, han colaborado, sin duda, para la fabricación de programas, y la comprobación de éxitos y fracasos, de manera que sin duda la máquina ha ido (por el procedimiento, no hay otro, de ‘trial and error’, ‘tentativa y reconocimiento del error’), ha venido aprendiendo, es decir, descartando malas tendencias de interpretación, y quedándose con las buenas. Esto me hacía decir que, si una máquina aprende esto que es lo más propio de la lengua humana, lo esencial, que es la astracción, es decir, el hacer como si no, que del cúmulo de sonidos, por ejemplo, que se producen en cualquier manifestación, se estraigan los ventitrés fonemas, las pocas palabras que se requieren para la comunicación, si esto lo aprende una máquina, no hay motivo para negarle a la máquina la adquisición de este procedimiento; la máquina ha adquirido la capacidad de astracción. Esto, ya desde que apareció, a algunos, pues como es natural, les echaba un poco patrás, les sentaba mal; por eso vuelvo otra vez a sacarlo a la palestra.
Pero fijémonos en lo que pasa con nuestro aprendizaje. No voy a decir de la lengua, porque eso queda fuera: nuestro aprendizaje de un idioma cualquiera, el aprendizaje por parte del niño de la primera lengua que le toca, la de la madre, por ejemplo, la de la gente donde ha caído. Pues parece que el procedimiento no es otro que este proceso de ensayos y equivocaciones, este procedimiento del ‘trial and error’, que es el mismo que le tenemos que suponer a la máquina para ir eliminando las malas interpretaciones de los ruidos de habla que oye alrededor, y quedándose con la habilidad necesaria para reconocer lo que hace falta: los fonemas de la lengua que le ha tocado, y después, las palabras que va aprendiendo en más o menos número, y los otros índices. ¿Cuál es la diferencia? No parece que haya motivo: tengo que volver a reconocernos equiparables en esto con el proceso “Dicta”, con la máquina, con la capacidad maquinal de escribir al dictado, que podía parecer de primeras tan específicamente humana.
Bueno, esto, por más que sea de primeras algo escandaloso, o tal vez precisamente por serlo, es lo que nos toca aquí debatir con más detenimiento. Pero he aquí que me ha parecido que esto nos lleva, de rechazo, a entender un poco mejor qué quiere decir ‘inteligencia’. Porque evidentemente, lo que la máquina, con este aprendizaje, hace, y lo que un niño tiene que hacer para hacerse con un idioma determinado, el de los padres, o el de la gente, no es en principio más que inteligencia; por ejemplo, esa capacidad de astracción, reducida a ‘astucia’, a procedimiento para subsistir. Esto evidentemente es claro: la máquina lo que tiene que tener son éxitos, relativos, los bastantes para que las Compañías de móviles, o de ordenadores, los compren; esto es lo que requiere; es una sumisión al éxito, y al fin. Y un niño, en principio, cuando después de resistirse, del año y medio a los dos años, que suelen resistirse bastante enconadamente, acaba por rendirse y aprender la lengua de los padres, lo hace porque en eso le va, no digamos la vida: le va la existencia, la subsistencia, en aprender eso. De manera que ahí tenemos lo que he llamado antes ‘mayoría’: una inteligencia, incluso () de astracción, que está reducida a astucia para la subsistencia. Entonces, ya desde ahí, es un poco más fácil entender negativamente qué quiere decir ‘inteligencia’: ‘inteligencia’ es, lo que no es eso, lo que sobra de eso. ¿Y qué es lo que sobra de eso?: pues lo que sobra, lo que para los fines indicados no hace falta, está de más, y por tanto, si está de más, estorba. Dicho de otra manera, la inteligencia, de las máquinas, y de nosotros, estará en los fallos; en los fallos con respecto al fin trazado. Una inteligencia enteramente convertida en astucia, querría decir una en que no habría lugar a posibles fallos, todo estaba reducido al fin. Y volviendo al recuerdo político un momento, eso es lo que el Poder quiere y necesita: Futuro, Fin, es lo primario para el Poder contra el que aquí nos debatimos. De manera que eso sería si la reducción fuera total; no lo es: hay siempre roturas, fallos, quebrantamientos del intento, y eso podemos llamarlo ‘inteligencia’, si os parece.
Antes de volvernos sobre nosotros, conviene seguir mirando a las máquinas. Recordáis, porque aquí hace unos meses lo estuvimos usando, el caso del Gran Acelerador. Uno de los éxitos culminantes de la Ciencia al servicio del Poder, y de los que más dinero han movido; probablemente más incluso que las estaciones espaciales, y otras fantasías por el estilo. Productos de la Ciencia al servicio del Poder. Pues el Gran Acelerador, evidentemente, estaba destinado a fines bien determinados: a servir a ese atenimiento a los fines y al Futuro, con el supuesto Progreso de la Ciencia, y demás cuentos, ¿no? Estaba destinado a eso, se había calculado con precisión, y con dispendio de capital sin cuento, para que pudiera servir por ejemplo, desde el punto de vista científico, a reproducir el istante del Big Bang, es decir, a enseñarnos cómo empezó el Universo. Por esperimento, y de una manera visible. A lo mejor muchos de vosotros no se quisieron enterar de lo que le estaban metiendo cuando le metían el Gran Acelerador, pero por supuesto que aquí lo hicimos notar, y ahora os lo hago notar más. Y evidentemente, el Gran Acelerador, en la medida que sirve para eso, tiene una capacidad de facultades mentales, astractivas y demás, que todas ellas están convertidas en astucia, o sea, sometimiento a la subsistencia y al logro de los fines que el Capital persigue al subvencionar tan estrepitosamente el Gran Acelerador. ¿Os acordáis de lo que pasó?
-Que se les estropeó.
A-Apenas lo tenían montado, de una manera completamente imprevisible, inesperada por todo el mundo, tuvo una avería foormidable; tan formidable, que los pobres técnicos tenían que declarar que tardarían meses en reparar esa avería, y en este momento no sé si la han reparado o no.
-No, todavía no.
A-Bueno, pues esa avería es la inteligencia del Gran Acelerador; es justamente lo que no le servía para sus fines, es decir, lo que se producía, se ha producido, de una manera imprevista, lo que se ha salido de todos los inmensos y precisos cálculos que habían servido para establecerlo. Se ha escurrido, no se sabe cómo. Supongo que los teóricos del chisme estarán tratando de averiguar durante todos estos meses cómo, por qué intersticios, o fallos, se ha producido eso, pero ahí está. Eso es lo que propongo llamar ‘inteligencia’ de una maquina, y naturalmente, lo propongo para que nos apliquemos el cuento a nosotros sin mayores reparos, sin ponernos otra vez fuera del asunto; eso es. Evidentemente, nuestros aprendizajes, nuestra adquisición de idioma, de cultura, de conocimientos, de industrias, de artes, está, en principio, sometida a fines bien determinados, que tienen que ver con la subsistencia igual, lo que pasa es que no todo; en la Realidad no hay ‘todo’. Por más cuidado que el Poder, o uno mismo, ponga, en que no se le escape nada, ninguna ocurrencia, ningún sentimiento, que no esté sometido a los fines necesarios para subsistir, para labrarse un futuro como al Señor le gusta, y todo lo demás, a pesar de ello tendrá que reconocer que no puede ser: no hay ‘todo’; siempre hay roturas, fallos: es inevitable que a un niño, y un poco menos a las personas según se van haciendo mayores y más viejas, pero también en esos casos, se le ocurra algo impertinente, algo que no viene a cuento; algo que no viene a cuento para el mantenimiento de la subsistencia; de Uno, del Estado, de la Familia, o de cualquier otra cosa; se le ocurra algo impertinente, simplemente por eso: porque nunca uno, igual que el mundo, está cerrado del todo; nunca ninguna cosa, y nosotros como una de las cosas, estamos cerrados del todo, y eso no se puede evitar, porque, según lo que al principio recordé, la Realidad está hecha así: de cosas que nunca de verdad son cada una la que son, y nunca en conjunto son un conjunto, ni un Universo, como pretenden los físicos vulgarizadores y vendidos al Poder. De manera que es así, es en lo que nos encontramos, y por tanto, la rotura de la norma, la insumisión a los fines, la impertinencia de sentimientos, de ocurrencias, por parte de nosotros, son inevitables, y esa es la parte de inteligencia no sometida, no convertida en astucia, la que podemos llamar así.
Esto recuerda un poco a uno de los fragmentos de Heráclito, que no sé si recordáis, donde aparece el término ‘sofón’, ‘tó sofón’, que tiene que ver con esto que nosotros estamos llamando ahora ‘inteligencia’, ‘inteligente’. El término, rápidamente los filósofos, y la Sociedad, lo estropeó y denigró, (ya véis el derivado ‘sofista’, y todo eso), haciendo que ‘tó sofón’ no fuera ya lo inteligente, sino justamente lo artimañoso, y contradictorio, y todo lo que a los sofistas se les puede atribuir. Pero bueno, cuando se fabricó (inesperadamente, también, por avería), el libro de Heráclito, ese término era sin duda neutro, y en el fragmento ése dice que “tó sofón’, ‘inteligente’, es lo solo que no quiere, y quiere, que se le llame con el nombre de Zeus, el Dios supremo”. “No quiere, y quiere”: es, evidentemente, una manera de presentar lo inteligente como principio de contradicción. Y claro, ‘tó sofón’, ‘lo inteligente’, no tiene ya puñetera cosa que ver con lo humano: ‘tó sofón’ está fuera, y por supuesto, se refiere a cualquier cosa, y entre ellas a las almas humanas también. Evidentemente, ‘no quiere’, que es lo primero que en la fórmula dice; no quiere, por lo que estamos diciendo ahora: no quiere, porque ello es justamente lo que no sirve para el Poder, y Zeus es el Poder. Por la otra parte, ‘quiere’, porque como evidentemente en las astucias, ciencias, y manejos, que dominan, está lo inteligente, aunque sometido, no tiene más remedio que reconocerse también, dentro del Poder, convertido en astucia.
Bueno, sobre esto habrá tiempo de discutir, supongo, más detenidamente otro rato, pero respecto a todo lo que os he ido soltando, os voy a pedir ahora enseguida las voces, las reacciones, las objeciones, las ocurrencias, contraocurrencias, y lo que sea. Se me estaban ocurriendo otras cuestiones, teológicas sobre todo, que serían pertinentes, pero antes de que se nos acabe el rato voy a cortar aquí, y entonces ya os pido eso: ¿Cómo recibís las cosas que se me ha ocurrido soltaros? ¿En qué me acompañáis? ¿En qué os resistís? Cualquier cosa de esas. Así que adelante.
-Yo me resisto un poco en esto que das por hecho de que las cosas fabricadas por nosotros aprendan, y la comparación me parece que está llevada demasiado lejos: una máquina se perfecciona, o se mejora, o se cambia, pero decir que aprende......
A-¿Por qué no?
-Porque ya estaba incluido en la máquina; la máquina no puede modificar lo que no está ya previamente hecho, que es lo que yo entiendo por un proceso de aprendizaje en principio, no sé.
A-No es verdad. Lo que he dicho del procedimiento “Dicta”, es bien inteligible: el éxito relativo ha estao precedido, por, evidentemente, ensayos en los que la máquina ha fracasao más o menos.
-Pero no es la misma máquina: van mejorando, van cambiando la máquina, van haciendo otra máquina.
A-No, no, no: la máquina va seleccionando; la máquina va percibiendo sus éxitos, y en consecuencia reaccionando.
-Yo creo que......
A-Perdona, vamos a acabar primero con este sentimiento.
-No, si igual no tiene importancia, pero es que no lo veo muy claro, y a lo mejor es hacer partícipe de la inteligencia y no darle más vueltas, pero si le damos esas vueltas, yo lo veo menos claro que claro.
A-No se te olvida que lo primero estamos hablando contra el Hombre, de manera que si en tu sentimiento hay algún resto de eso, pues.....Y si no lo hay, habrá que verlo con más detenimiento. Yo he llegao a no ver ningún inconveniente en reconocer aprendizaje incluso de lo que me parece costitutivo de la lengua humana: la capacidad de astracción. No veo por qué no; no veo por qué las sucesiones de esperimentos con la máquina, y la anotación de fracasos y menos fracasos, y.....
-Pero no es la máquina la que anota esos fracasos y esos errores. La máquina nunca sabe cuando fracasa: alguien que no es la máquina toma nota de que ha fracasado, y la modifica.
A-La máquina puede anotar. Si se le ha puesto, como se nos pone a nosotros, un fin respecto al cual el fracaso se mida, sí que puede: puede reconocer cuando se acerca y cuando se aleja. Yo no veo inconveniente.
-Yo en lo que discrepaba, es en que el lenguaje de la máquina sea el dictado. La máquina como tal, entiendo que no existe: existe una conjunción de componentes que tendrán su lenguaje, pero que no es el del dictado.
A-No es el lenguaje con que se le dicta, no: son unos programas.
-Y los componentes tendrán su inteligencia, su lenguaje, y su astucia, pero en ningún caso será el lenguaje del dictado.
A-No, no es el lenguaje del dictado. Ya creo que he intentado esplicarlo, cuando hablé del aprendizaje: se utiliza el lenguaje en que se le va a dictar; español, por ejemplo; se somete, sobre ese lenguaje, a esperimentos de fracasos o de éxitos, y entonces la máquina va reuniendo, elaborando, programas, cada vez más complejos y precisos, a los que usté se refiere, de forma que luego de rebote pueda efectivamente responder al dictado de español, y así es como hay que entender la cosa.
-Respecto a la resistencia a decir que las máquinas aprendan, parece que ahí está en juego de quién es la inteligencia. O sea, que se ve el cambio en la máquina, se ve una reacción, o una diferencia, en la manera de relacionarse con eso que le entra y que sale de ella, pero ¿es de ella, la inteligencia? O sea, que ahí es como que sale la cuestión del sujeto de esa inteligencia, ¿no?
A-Como si hubiera una disputa de propiedad entre máquina y hombre. “¿De quién es, a quién pertenece....?”.
-La inteligencia.
A-Algo así, sí. ¿Qué más?
-Pero es que en el proceso de aprendizaje tiene que estar incluido el error, de no poder aprender, por ejemplo. Puedes pensar que aprendes, y en las mismas condiciones no se aprende, pero si la máquina siempre aprende, es que está programada, no es que aprenda.
A-Sí, pero aprende a fuerza de meterle programas.
-Pero no puede haber dos máquinas iguales, que una aprenda y la otra no aprenda; es que ya están hechas, las máquinas. Yo por eso me resisto a que verdaderamente se pueda......El término ‘aprendizaje’, es que es muy humano, queramos o no.
A-¡Ah!, tú dices que efectivamente el fallo. Entre los niños que aprenden el idioma de sus padres, como sabéis, la mayoría lo aprenden, y hay una minoría que no lo aprende, a los cuales se les condena entonces como subnormales, o como lo que sea. Es lo mismo; lo mismo parece que pueden darse esos casos, y eso no veo que afecte al reconocimiento general. Recordad que he empezado por hablar de la inteligencia, pero sin saber qué es, para encontrarla en su forma mayoritaria, que es eso: la reducción a fines, a astucias para fines. Después, al reconocerlo no todo, nos viene de ahí un atisbo de lo que no quiere, y quiere, llamarse ‘inteligencia’.
-Que yo digo que por ejemplo un eslabón interesante para poder discernir esto es el de los animales, ¿no? Por ejemplo cuando el mastín aquel grande se le decía cómo tenía que entrar en la jaula, o que tenía que entrar en la jaula, y por mucho que le dieras voces, parecía como que no lo quería aprender, hasta que él lo hizo unas veces, y luego ya después......
A-¿Quién es “él”?
-El mastín, el animal.
A-¡Ah!: hasta que le salía hacerlo.
-Hasta que acertó a hacerlo, y luego ya no hacía caso de la istrucción, sino que se obedecía a sí mismo. El aprendizaje consiste en una obediencia de la máquina a repetir, y eso yo no sé......
A-No sé si entiendo bien lo que dices. Desde luego, es el procedimiento de “trial and error”: la máquina, como se le ha puesto un fin, reconoce “por aquí, no, por esta vía no; por esta, sí”. Y cuando reconoce “por esta, sí”, se atiene a ella, y sigue tirando, sí.
-Pero parece como que repite, la máquina, como que ya se independiza del proceso de aprendizaje, y ya lo único que hace es repetir el acierto.
A-No, no se ve ninguna...
-Sí, eso es un eslabón que sería interesante......
A-Sí, el eslabón de los animales es interesante. A mí, una de las cosas que me son mucho más conmovedoras que la de acostumbrar a un mastín a meterse en la jaula (que ya lo es, lo reconozco), pero más me conmueve el aprendizaje del ritmo por parte de los caballos; los prodigios me conmueven, lo confieso, casi más que las pobres niñas a las que educan para la danza acrobática y todo eso, que es desde luego un caso sumamente conmovedor. Pero los caballos, que en un principio se reconoce que no somos nosotros..........Evidentemente, los caballos, como todo el mundo sabe, igual que las jirafas y las gacelas, tenían su ritmo para correr; eso formaba parte de su estructura. Pero los domadores de caballos no les enseñan eso, que no tenían que enseñárselo: les enseñan a cambiar eso por una especie de baile a la manera humana; y los éxitos también aquí son apabullantes: todos habéis visto caballos domados que efectivamente da toda la impresión de que llevan el compás, de que marcan el ritmo, como nos parecía que era propio de nosotros, de los bailarines. Pues ahí tenéis, para eslabones intermedios. Evidentemente, ¿qué procedimiento ha seguido el domador, y por tanto el caballo?: evidentemente, el mismo: “trial and error”, es decir, por uso del látigo, de voces cariñosas, etc., se le ha ido enseñando cuales eran los momentos en que iba acertando.
-Que digo que la cosa incluso ha dado un escalón más, y ahora la cosa se ha vuelto del revés, y es el caballo el que enseña a los niños autistas a bailar, y a .......
A-Bueno, vamos a no distraernos. ¿Qué más había por ahí? A ver.
-A mí siempre me han llamado la atención los campeones de ajedrez que juegan contra un ordenador. Yo no sé a qué punto ha llegado eso, si siempre gana el ordenador, y lo curioso sería enfrentar dos ordenadores.
A-No, no. Yo hace muchos años que no me dedico a eso, pero en alguna ocasión me dediqué. Nunca he sido un buen jugador de ajedrez, pero había programas graduados, es decir, había ordenadores que era dificilísimo que los venciera nadie, pero otros sí, y yo alguna vez me acuerdo que vencí a un ordenador de tipo medio, lo engañé. De manera que estaba previsto, ¿no? De manera que es más bien gradual. Desde luego es muy impresionante, pero sí, podía......
-Enfrentando dos ordenadores, acabarían siempre en tablas, ¿o no?
A-Si estuvieran igual de bien hechos, pero es muy difícil.
-Pero lo que no puedes enseñar al ordenador más sofisticado del ajedrez es a jugar a las damas. O sea, son programas informáticos, pero no pueden hacer nada que no esté ya previsto.
A-Sí, sí, con las reglas, por supuesto, puedes hacer un ordenador que juegue a las damas. A fuerza de paciencia, no ya sólo del técnico, sino de la propia cosa, y de repetición, se puede aprender lo que sea.
-Los procesos automáticos que cualquier cosa tiene se pueden incluir dentro de lo que sería astucia. Es decir, el proceso, que es automático, como puede ser el de andar, si interviene algo de eso otro, que se lo replanteo, que no entre en el juego, viene a romper esa mecánica, precisamente. O sea, uno está escribiendo, y escribe automáticamente, o hace las cosas, pero si se pone a pensar sobre ello, pues probablemente no se acuerde ya de cómo era la ‘e’, o yo que sé. Entonces parece que ahí, una intervención de lo que yo he entendido como inteligencia, lo que vendría es a entorpecer algo que en principio se había hecho para () el problema, es decir, para precisamente poder pensar, o poder dedicar tu tiempo a cosas que no sean a hacer esas cosas de una manera mecánica.
A-No sé hasta qué punto te sigo con precisión. Bueno, en la medida que pueda: desde luego, hay que precisar en qué sentido se usa lo de ‘automático’, porque ahora mismo, con el ejemplo de los caballos, he empezado diciendo “los caballos, como las jirafas y las gacelas, tenían su ritmo; tenían su ritmo, que era el correr, y el correr de la manera que mejor conviniera para cualesquiera fines que a cada animal le pertenecieran, ¿no?”. Y esto suele reconocerse como nativo, es decir, que esto, el animal, la jirafa recién nacida, joven, no lo aprende por imitación de los padres, sino que está incorporado ya en su propia estructura. Esto hay que ya reconocerlo. Claro, nosotros, ya sabéis, somos los más pobres de todos los animales, no tenemos casi nada que podamos decir que es nativo: un niño que nace es la cosa más inútil del mundo, eso ya es bien sabido, y no sabe ni mamar siquiera, si hace falta. Pero aunque nosotros seamos un caso de esta estrema pobreza, hay que reconocer que en general los animales, como las plantas, como las cosas, pues tienen una serie de dispositivos incorporados, que no pasan por el aprendizaje; digamos “por vía esterna”. A lo que yo suelo llamar ‘automático’, no es a eso, sino a algo de lo que has dicho, es decir, a gestos, artes, que se han aprendido, por la vía que hemos dicho de aprendizaje, como con las máquinas, por intento y error, corrección del error y vuelta al intento. Que se han aprendido, pero que se han aprendido lo bastante bien para que cada vez, como has recordado, se produzca con menos intervención, ni de voluntad, ni de conciencia, ni de ninguna de las llamadas ‘facultades superiores’. Que parezca que efectivamente se producen solos, que han venido a quedar incorporados; por ejemplo cuando alguien aprende a bailar bien, y parece que son los pies los que lo hacen, él no tiene por qué pensar en lo que está haciendo. Y no sólo es que no tenga por qué, sino que si lo hace, lo estropea, y empieza a bailar mal. Quien toca la máquina de escribir, o el piano, o un istrumento, y llega a usarlo consumadamente, naturalmente no piensa nada, parece que son los dedos los que lo están haciendo. Sería incomprensible que un tañedor de istrumento de los más complicados (una clave, un piano), pudiera hacer esas maravillas que requiere cualquier composición de mediana dificultad, como las sonatas de Scarlatti, a conciencia. Eso no hay manera de entenderlo: cualquier intervención de la conciencia o de la voluntad lo estropearía todo. Esto es lo que suelo llamar ‘automático’. Es decir, que evidentemente, el aprendizaje trae consigo que se adquiera ese mecanismo, que no era nativo; que se adquiera, como si fuera nativo, y que entre a formar parte de la estructura. Parece que tú sugieres que con esto se consigue que estemos menos ocupados para poder sentir o pensar, ¿no?
-Parece lógico, porque si esos automatismos no los tuviéramos así, tendríamos que pensar en cada paso que damos, o cada letra que escribimos, o cada cosa, ¿no?
-Es razonable. Evidentemente, que desde el punto de vista de la posibilidad de que surja un reconocimiento lúcido, honrado, una ocurrencia, un sentimiento más o menos desmandado, el hecho de que muchas de las ocupaciones a que la Realidad nos obliga, sean automáticas, es una ventaja; esto es de reconocer así. Recuerdo los años en que yo todavía sacaba cosas en “El País”, que dediqué algún artículo justamente a alabar los automatismos; a alabar justamente la desocupación; hasta el estremo de que tener que ir a darle el pésame, cumplir cualquier otra obligación, cuanto más automática se haga, pues menos mal: libera un poco. Porque es que si tiene uno que andarlo pensando, decidiendo, poniendo voluntad en si debe hacerlo o no debe hacerlo, evidentemente, no ayuda nada; mejor que se vuelvan automáticos la mayor parte de los gestos necesarios, impuestos por la Realidad; mejor que sea así. Hay algo un poco paradójico, supongo que todo el mundo lo siente, pero hay que reconocerlo así.
-Que digo que eso parece para la mayoría de los aprendizajes, pero parece una contradicción que el lenguaje mismo, que la adquisición del lenguaje, tenga que pasar por una conciencia, y pasar a una subcosciencia, porque un niño desde luego, al año y medio de edad, no pasa por una conciencia del lenguaje; ahí parece que se subsume el olvido técnico, sin pasar ni siquiera por una conciencia. Hay como un atajo..
A-Es lo que hemos estao diciendo.
-No, no, tú dices que primeramente, para que un aprendizaje funcione, tiene que pasar de la cosciencia a la subcosciencia, un olvido técnico, y yo te estoy diciendo que el lenguaje parece que se salta esa primera toma de conciencia del lenguaje.
A-¿Por qué?
-Porque no, porque un niño no tiene uso de razón, ni tiene conciencia, al año, para aprenderse el aparato de la lengua.
A-Ah, no, es la creación de la conciencia en un niño. Esto supongo que me lo tenías que haber dicho hace tiempo. Es el momento de la creación de la conciencia en un niño.
-No, no, pero de siempre te lo he discutido, porque no estoy de acuerdo; ni ahora, ni hace veinte años.
A-Bueno, dejemos la lengua, porque es muy complicao. Esto se refiere al aprendizaje, al que hoy nos estamos refiriendo, de un idioma, el idioma que a un niño le ha tocado. Porque ése que no quiere, y quiere, que se le llame ‘Zeus’, que es lo inteligente, es lo mismo que la lengua que no existe, que no es idioma ninguno. Dejando eso de lado, se trata del aprendizaje de un idioma, y el niño efectivamente, que venga armado o no, como cualquier cosa, de esa especie de inteligencia o razón común, que no existe, el caso es que es capaz de ir reconociendo en lo que oye de los demás, ir reconociendo los fonemas, las palabras, y eso, que es un poco absurdo (que se llame) toma de conciencia, porque se supone que no hay conciencia, esto es una estupidez, porque justamente eso es lo que crea la conciencia, y efectivamente, una vez que toma conciencia de todo ello, se va haciendo automático, por vuelta a la subcosciencia, etc., etc. No nos perdamos con algo tan sagrado como la lengua.....
-Entonces, lo inteligente en el lenguaje sería siempre el automatismo, ¿no? La inteligencia en el habla sería siempre el automatismo. Coincidiría siempre con el automatismo.
A-¿Qué dices, por favor, qué dices? La inteligencia es cuando falla, mujer, cuando falla.
-No, porque entonces un tartamudo sería más inteligente.
A-No, los fallos no son todos igual de buenos: el del Gran Acelerador a lo mejor es bueno, pero la tartamudez a lo mejor no es tan buena. Pero desde luego, ‘inteligencia’ es lo que está fuera de la obediencia a........
-A mí es que me parece muy interesante lo que has dicho del sometimiento de la inteligencia de las cosas, y me parece que en el caso de las máquinas, cada componente o cada cosa que se mete dentro de una máquina, está respondiendo posiblemente a su inteligencia y a su astucia: lo estamos utilizando para que interactúen, es decir, el plomo con el vanadio se comporta de un modo, y esto lo sabemos, y la inteligencia que pueda tener el plomo, o el cobre, o el estaño, o un imán en determinado componente, él está actuando con su inteligencia, estamos sometiendo esa inteligencia para conseguir el automatismo que tú estabas diciendo. Es decir, la suma de las inteligencias de los materiales que estamos sometiendo, estamos logrando un automatismo final, aunque cada componente no tiene conciencia de la (rivalidad).
A-Bueno, es una observación yo creo de agradecer. Desde luego, la intención de quien fabrica una cosa, es que lo que obtenga sea una obediencia; nada más. Eso por supuesto. De manera que lo que usted sugiere, es una cosa que sólo puede suceder porque no están del todo calculadas la inteligencia del plomo y la del vanadio, y entonces puede resultar algo no previsto. Ahora, desde luego, en una cosa fabricada, el propósito, el intento, es que todo obedezca; y falla.
-Yo quería decir que palabras como ‘inteligencia’, o ‘conciencia’, yo las entiendo dentro de la Sociedad, pero en el momento que nos vamos fuera....
A-No, aquí lo que estamos haciendo es irnos fuera; irnos fuera. No te preocupes; tienes que hacer un esfuerzo; estamos contra cualquier Humanismo. Más.
-Yo, Agustín, lo que me parece una diferencia, es que por lo menos aparentemente las máquinas, cuando se equivocan, cuando hay un error, generalmente, al menos las que me tocan a mí, se paran, y no hacen nada más que eso: pararse. Y por sí solas no reaccionan. Es decir, uno, cuando se equivoca y comete un error, puede ser por aprendizaje, o puede ser por estupidez, pero puede ser que reacciones haciendo otra cosa, o no haciéndola, o lo que sea. La máquina, aparentemente al menos, se para, y espera a que tú vuelvas a intervenir.
A-Vamos a ello. El ejemplo que Palacios nos pone es de máquinas locomotoras de último modelo. Y hay que decir esto: eso que tú dices (“la máquina lo único que hace, llegado el trance de error, es pararse”), eso es porque está previsto el tipo de error, y por tanto, la orden de pararse, ¿eh? Es decir, que está incluido dentro de la previsión un cierto cálculo de unos posibles errores, porque hablar de un accidente cualquiera, en la programación de una máquina es imposible; no puede ser un accidente cualquiera: son un cierto número de errores previsibles, a los que en el programa se les atribuye como respuesta ‘pararse hasta ver qué pasa’. Claro, siempre puede suceder que......
-Pero me da la impresión de que eso pasa en un ordenador también, ¿eh?, y en cualquier otra cosa.
A-Sí, no, no, pero incluso en una locomotora, es lo mismo. Eso está bien; una locomotora perfectamente hecha, pero ¿y si no? ¿Y si hay tipos de .....?
-Yo niego que pare la máquina.
A-Se para, se para.
-No se para: la inteligencia de cada componente sigue actuando: el hierro se empieza a oxidar, el cojinete se bloquea.......La máquina no para.
A-Ya, pero bueno, en este caso se trata de accidentes del tipo de ordenación digital, ¿no? Eso es muy admisible: en el cálculo de errores previsibles, se incluye un mecanismo, una respuesta del tipo ‘pararse’, pero eso simplemente si la locomotora estuviera perfectamente hecha, para que todos los tipos de errores estuvieran previstos. Pero no hay nada perfectamente hecho en nuestro mundo, empezando por nosotros.
-Yo quería, a propósito de la contraposición inicial que nos has presentado, con ‘astucia’ como una forma de inteligencia digamos ‘degradada’......
A-‘Sometida’.
-.....de alguna manera te recuerdo que tú propusiste una contraposición entre ‘conocimiento’ e ‘inteligencia’, con lo cual la aplicación del conocimiento, incluida la astucia en la forma de ordenarlo, en unas bases de datos, es la forma con la que se camufla la aparente inteligencia en las máquinas, y que realmente pudiéramos decir que la ordenación en la información esa tiene más que ver con el tratamiento del conocimiento que con lo que no se sabe que haya de inteligente, que queda fuera de.....Y entonces, coincide el otro ejemplo que me viene a la cabeza: hay padres muy preocupados por sus hijos superdotados, y entonces pienso que probablemente estos muchachos son capaces de tener una ordenación de conocimientos notable, y sin embargo probablemente no sean capaces de percibir que la Realidad no es todo lo que hay.
A-Ya. Bueno, respecto a las máquinas, creo que te equivocas. Desde luego, estamos aquí hartos de reconocer que la perversión de la razón es que se la reduzca a ideas: el Poder, con sus Ministerios de Cultura y todo lo demás, querría confundir del todo ‘razón en marcha’, ‘pensamiento’, con ‘ideas ya establecidas’; ‘conocimiento’, como tú has dicho, ‘conocimiento de las cosas’. Pero esto no es más que una parte: una máquina desde luego, como nosotros, aparte de incluir un vocabulario más o menos amplio, es decir, tener unas ideas más o menos bien ordenadas, incluye también unas reglas de sintaxis, como nosotros, es decir, que son justamente las que la hacen funcionar. Ahora, desde luego, eso sí, conviene siempre recordar la política del pueblo-que-no-existe. La imposición del Poder se hace por medio de esa falsificación costante: convertir esa inteligencia que hemos visto que se sale, que no se sabe lo que es, convertirla, no vaya a hacer daño a alguien, en ‘Información’, todavía mejor que ‘Conocimiento’; en ‘Información’. De forma que es así: es la Información lo que podemos contar como el arma más terrible y principal del Poder contra lo que nos queda de vivo, de gente.
-La astracción dijiste algo como que era lo que no se sabe, ¿no?
A-No, no: la capacidad de hacer como si no.
-Por eso por ejemplo cuando ves un cuadro astracto, es porque realmente no lo conoces, no sabes lo que es.
A-No, no, eso son cuentos de Literatura de las artes. Se ha empleado el término ‘astracto’, pero la verdad es que más vale que te olvides de esa aplicación.
- Es que yo creo que la máquina no tiene capacidad de astracción.
A-Hemos hablao de la capacidad de aprendizaje de la astracción, es decir, de entre los ruidos innumerables que recibe, elegir, escoger, como nosotros, los que representan ventitrés fonemas.
-Con una silla por ejemplo es difícil tener capacidad de astracción, pero con palabras como ‘Amor’, o ‘Verdad’, o....
A-No, no, no, no; no te confundas. Deja de usar el término ‘astracción’ como se usa a veces por ahí a veces, que no hace más que despistarnos. Tú atente a .....
-Pues entonces para astraerme tendré que saber los términos que se utilizan en la tertulia, porque si no, no me va a ser fácil astraerme.
A-Bueno, pero es que llevamos no sólo esta sesión, sino las anteriores, esplicando que ‘astracción’ se usaba en el sentido......
-Bueno, pero para poder astraerme de lo que es ‘astracción’, tengo que saber lo que es.....
A-No, para no perderse con ideas, simplemente; es lo que te estoy diciendo: no te pierdas con ideas; cuantas menos traigas aquí, pues mejor; mejor para ti, y para los demás.
-Era precisamente respecto a esto de la astracción: yo a veces no tengo muy claro, cuando yo digo “esto es un triángulo”, y cuando yo digo “esto es una silla”, o cuando yo digo “esto es una efe”, parece que hay astracción, que está operando en todos esos casos, pero sin embargo parece una astracción diferente, que no se puede decir que es lo mismo, ¿no?
A-En lo del triángulo, que en lo de la silla.
-Sí, por ejemplo de una palabra de vocabulario, o en algo más ideal. Hay algo ahí que parece que es común, pero algo también diferente. Y a propósito de esto de pensar cómo hacen las máquinas, creo que me surgió la cuestión de que independientemente de que la silla tenga un número de notas abierto, y que no sea cerrado, y que un triángulo sí sea cerrao, pero en esa operación de astraer eso que hay ahí para digamos ‘compaginarlo’ con algo que está previo, ahí parece que es lo mismo, o sea, ese decir “sí, es una silla”, o “no es una silla”, “sí es un triángulo” o “no es”, ¿no?
A-Entonces no sé por qué decías que no era lo mismo.
-No sé si es justo decir que es lo mismo o no, no lo sé.
A-Ya. Y yo tampoco lo sé tal vez, pero en todo caso conviene detenerse en esto un momento, antes de que nos despidamos por hoy: efectivamente, hemos distinguido muchas veces aquí entre lo que os he recordado hoy como ‘ideales’, que no existen, y entre ellos, ‘triángulo’, ‘circunferencia’, ‘esfera’; no existen: en la Realidad es imposible que pueda aparecer un triángulo, una esfera, ni nada de eso: justamente por consistir en su definición, son estraños a la Realidad, no pueden ser. Así que en el ejemplo “esto es una silla”, el grado de astracción se refiere a lo que llamamos ‘ideas’, ‘significados de una palabra’, que efectivamente implican una astracción ‘manu militari’: hacernos creer que se sabe dónde empieza y termina la noción de ‘silla’, que se sabe con esactitud lo que es ‘silla’ y lo que no es ‘silla’, de tal forma que efectivamente el caso de un taburete, o de otro sentajo cualquiera, puede producir trastornos en el proceso de identificación: “¿Es esto una silla, o no es una silla?”. Pero el proceso efectivamente es atenernos a la falsa idea de que en la Realidad hay cosas, significados, cerrados, definidos, de manera que eso es lo que hay. En el otro caso hay una falsedad de orden primero, porque en la Realidad no hay triángulos, de manera que quien dice “esto es un triángulo”, está mintiendo en un nivel más primario, si le da por decir “esto es un triángulo”, en lugar de molestarse en decir “esto es una cosa triangular”, lo cual sería más o menos pasable. De manera que esos son los dos niveles, yo creo, que hay que distinguir.
-A mí lo que me llama la atención es que la inteligencia nacía como para la subsistencia, y entonces, en su defecto, lo que es el fallo. Pero como que no habría una inteligencia más pura, que no haya una () para que luego haya un desengaño.
A-Claro, (no hay una) inteligencia digamos ‘verdadera’ en la Realidad; hay simplemente fallos; fallos de lo mayoritario, que es la reducción a la subsistencia, como en Política, y como en todo lo demás. Siempre hay fallos, pero el fin, el propósito de reducir todo, está claro, está dominando siempre.
Si acaso nos deja el Señor seguir dando guerra, porque no pueda por menos, o por lo que sea, dentro de siete días pues aquí seguiremos, y entretanto...