26.08.2014

Tertulia Política número 170 (25 de Marzo de 2009)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

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TRANSCRIPCIÓN:

 

 

Vuelvo un momento, si os parece, sobre nuestro asombro al descubrir que también las máquinas, por ejemplo, el dispositivo del Dicta, con el que hemos estado vueltas estos días, también las máquinas aprenden. Según funcionan van aprendiendo, como nosotros, y aprenden incluso esto que parecía tan propio de la lengua humana, que era la capacidad de hacer abstracción, es decir, de extraer del cúmulo de lo que suena, de lo que se oye por ahí, los muy pocos elementos, fonemas, después palabras, que hacen falta para el entendimiento y comunicación en un idioma o en otro. Estas máquinas nos demostraban efectivamente que lo aprenden, no sin fallos, pero también nosotros o nuestros niños en el proceso de aprendizaje comenten fallos inevitablemente, de manera que no es una diferencia que se pueda hacer valer mucho.

A este descubrimiento hemos venido a parar, yo creo, empujados por la ola, rodando, es decir, a consecuencia de los otros descubrimientos de mentiras, de grandes mentiras, que hemos venido haciendo. De manera que pienso que, o deseo, rezo por, que no haya habido demasiada intervención de ideas en todo esto, deducciones más o menos lógicas en el peor sentido, sino que a esto venimos así, empujados por la ola, los varios descubrimientos de las mentiras que se nos venden, que se nos imponen, que se nos hacen ser, nos vienen arrastrando al fin también a descubrimientos como estos: también las máquinas adquieren una capacidad de abstracción semejante a la que rige para la lengua humana, y aprenden, como un niño aprende, a lo largo del uso, de los intentos de uso, con muchos fallos, pero cada vez menos fallos, y a lo largo del uso es como se va produciendo la adquisición, el aprendizaje.

Este asombro que por parte de muchos de vosotros pues daba lugar más bien a descontento o escándalo conviene que intentemos aclararlo un poco… un poco ahora.

Lo que hay que aclarar, me parece, es esto: que esta capacidad asombrosa de adquirir facultades de inteligencia, pero desde luego inteligencia sometida a fines, a fines prácticos, como son los que rigen para cualquier máquina y también para el procedimiento Dicta, esto de que adquieran estas capacidades lo hacen porque a pesar de que sean cosas fabricadas por nosotros, es decir, ramificaciones de este tipo de cosas que somos los humanos, un tipo de cosa entre todos los demás tipos de cosa, entre cualesquiera tipos de cosa, a pesar de eso siguen siendo también cosas, y la propia diferenciación, al menos muy estricta, entre naturales y artificiales, se nos va desmontando y debe desmontársenos. Lo que pasa es que siguen siendo cosas también las artificiales, también las máquinas, y a las cosas, con nosotros entre ellas, como un caso, como un tipo más, lo que les pasa es esto: que para subsistir cada cosa, cada uno de nosotros, cada especie o género, cada población, cada conjunto de cosas, no pueden menos de inventar trucos para defenderse de lo que inevitablemente sienten y sentimos, que es que continuamente nos estamos deshaciendo y perdiendo.

Cualesquiera cosas pués en contra de eso tienen que estarse defendiendo (entre ellas, nosotros nos defendemos a nuestra manera, ya nos salió decir que tenemos también istinto igual que todas, nuestro istinto es la racionalidad, pero no deja de ser más que un caso de eso que ellos llaman ‘istinto’), y esto, este proceso, se refiere a la mayoría: casi todo lo que pudiera haber de eso de inteligencia aparece convertido en astucia, en trucos, para la subsistencia, para proseguir determinados fines; pero esta defensa nunca tiene éxito total. ¿Cómo iba a tenerlo si es incompatible con la Realidad cualquier forma de ‘todo’?, y la sola ocurrencia de que se pueda alcanzar el fin es del todo incompatible, intratable con la Realidad.

De manera que es verdad, cualesquiera otras cosas aprenden para subsistir, desarrollan trucos, desarrollan astucias, muchas de ellas no tanto para la subsistencia directa del statu quo, sino para el cambio precisamente, para el cambio y la mejora, es decir para conseguir que mientras siguen siendo la misma, pues cambian para mejor, y el cambio es su única manera de subsistencia. Y esto lo han aprendido todas, astros, animales, plantas, nosotros y nuestras máquinas, que en esto tampoco se diferencian nada. Entonces, si nos asombra tanto el que nuestras máquinas puedan aprender incluso los procedimientos de abstracción, y que de esta manera hablen y escriban (en el caso del Dicta) como nosotros, es porque sencillamente no nos asombramos lo bastante de lo que hacen las demás cosas, las llamadas ‘naturales’ y entre ellas nosotros. Estamos demasiado acostumbrados a la maravilla del proceso tal como se da entre las cosas, entre las llamadas ‘naturales’, lo mismo que Lucrecio cantando a Epicuro hablaba de cómo el asombro del cielo en principio tendría que ser un asombro intolerable, pero con la costumbre, con la repetición, se le va haciendo tan tolerable que casi ni le echamos una mirada al cielo, hasta tal punto deja de asombrarnos. Pues lo mismo con respecto al proceso de aprendizaje y de inteligencia convirtiéndose en trucos para subsistir que en las cosas podemos encontrar.

Lo mismo. Se nos ha hecho aparecer eso tan natural, tan dado de por sí, que somos ya casi incapaces, salvo por algún momento de descuido, de sentirlo, de asombrarnos ante ello. Pero es así. Tanto es así que hasta los propios testimonios de por ejemplo una Paleontología, una Ciencia, no pueden menos en sus imaginerías de hacernos también sentir esto, hacernos sentir la maravilla del cambio de las especies para subsistir. Pensar en el ensayo de -como nos cuentan ellos- los dinosaurios, ese intento de animales, el fracaso de ese intento -como nos lo cuentan- y el paso a otros trucos que evidentemente se demostraban más adecuados. Que estas cosas se quieran referir en lugar de a unos pocos años, como es el aprendizaje del mecanismo Dicta, a unos cuantos miles de milenios, la verdad es que no puede tomarse como una diferencia seria, una diferencia meramente cuantitativa. Gracias incluso a las imaginerías de una Paleontología lo podemos ver ante nosotros y quedarnos helados debidamente de tanta inteligencia, de tanta astucia, como hace falta para que se produzcan… para que se produzcan esas cosas.

Esto es lo que quería traeros para acabar de una vez con el asombro de que podamos atribuir a nuestras máquinas capacidades que se estiman tan propias de los hombres y todo eso. No tiene nada de asombroso cuando se le considera envuelto en el asombro de todos los trucos y de todas las astucias que cualesquiera cosas animadas y no animadas tienen que desarrollar para con el cambio subsistir, para cambiar y con ello seguir persiguiendo este ideal inalcanzable de que la cosa sea la misma. Cosa que es un ideal esto de ‘el mismo’, lo mismo que el del ‘todo’, el de ‘uno’, pero que evidentemente es el que rige, el que trata de realizarse, en vano siempre, pero siempre tratando de realizarse con nuevos trucos, más cada vez, que corrijan los fallos de los anteriores. 

Esta tontería, que es lo que nos pasa a nosotros cuando miramos nuestra pequeña historia humana y la consideramos, así, un poco desde arriba, es lo que tenemos que abandonar como nuestro y reconocerlo como común, como lo que les pasa a cualesquiera otras cosas. En ese sentido supongo que entendéis bien cómo estos últimos destapamientos que aquí hemos traído, vienen traídos como por una ola, son inevitables una vez que se han descubierto las otras mentiras.

La mayoría de todo lo que en ellas podía haber de inteligencia aparece por supuesto destinado al servicio, convertido en astucias y trucos para subsistir, pero eso no es todo, la mayoría nunca es todo, en contra de lo que os enseñan, y entonces resulta que es justamente en los fracasos, en los fracasos de esa reducción a trucos y astucia en lo que las cosas, nosotros, las máquinas, demuestran su inteligencia, ahí está lo que por resto, por exclusión, podríamos llamar inteligencia. Son justamente los fallos con respecto al fin perseguido (los fallos de la sumisión a la práctica, a la evolución, a la subsistencia) las manifestaciones de inteligencia, es decir: de que sobra, de que hay más, de que eso no era todo a lo que se podía llamar inteligencia.

Ésa es la compañía que os propongo y vuelvo a proponeros con las cosas: esto nos pasa a nosotros, sin duda, simplemente a nuestra manera, pero no es ningún caso aislado frente a las demás cosas. Es lo que descubrimos que les pasa a las cosas cualesquiera, que es una condición, es la condición misma de la Realidad.

Esto puede llevarnos a pensar, justamente aplicándolo a nosotros, que en nuestra pretendida racionalidad no pasa así, no el mismo cuento que he contado para las cosas, la mayor parte de la inteligencia, es evidente, está convertida en astucia al servicio del miedo y de la esperanza de un fin, así es como las cosas [aparecen] para nosotros, pero no nos agotamos en eso, como las cosas no se agotan en eso, es evidente que siempre sobra, y es justamente en la evidencia de los fallos, de los fracasos nuestros, donde también podría aparecer algo, que fuera en el mismo sentido que las cosas, inteligente, dejando ya de lado de una vez para siempre la racionalidad humana como una especie de cosa especial y distinta, y reconociendo en nosotros lo mismo que se nos ha dado descubrir para las cosas en general.

Este descubrimiento (que a unos podrá sorprenderles o serles más difícil de compartirlo o lo que sea, romper con la Fe que se opone a ello) aparte de   tener la ventaja inapreciable de quitar de en medio al Hombre (que ha sido un estorbo perpetuo para cualquier… para cualquier descubrimiento de la mentira de la Realidad, de la mentira de las cosas, ya es una gran ganancia quitar de en medio al fantasma del Hombre) al mismo tiempo quita de en medio otras cosas que venían con nuestra propia imaginación o fantasía de los procesos, porque esto que cuento de que las cosas cualesquiera están, nosotros entre ellas, continuamente deshaciéndonos, desliéndonos, en lo que no se sabe -porque no estamos hechos del todo, ni cada uno es el que es, ni la Realidad es todo-,  al mismo tiempo, costantemente estamos buscando trucos para defendernos de esto porque hay una Ley que viene de Arriba, una Ley ideal que nos rige, que es la de la subsistencia, la de pretender seguir siendo el mismo a través del cambio.

Esto es lo que nos pasa a nosotros como les pasa a las cosas, y ahí ni hace falta que intervenga Dios (porque esto de que estemos regidos por un ideal no implica que ese ideal sea un Señor), ni requiere ninguna intervención de Dios que rija, como al Pueblo Elegido, las vías y los caminos hacia un fin para que después este fin fracase, no se alcance, y haya que buscarle, desde Arriba con otras Religiones o con otras Ciencias, otra vía para seguir persiguiendo otros fines, no tiene sentido aquí, no tiene nada que hacer, esto es lo que les pasa a las cosas sin más, y a nosotros entre ellas. Y no sólo no hace falta Dios de ningún tipo, una intervención desde lo Alto, de una especie de Inteligencia Suprema, sino que no hace falta tampoco una Madre Natura, que sea a la que le atribuyamos la capacidad de hacer con sus hijos innumerables estas cosas que estoy diciendo, tampoco hace falta ninguna, también está demás la Madre, lo mismo que el Padre, todos son… todos son productos de nuestras necesidades, no sólo reales sino humanas, que no nos dejan concebir nada que pase si no es con Madre, y si es posible con Padre, y si es posible con los dos juntos. Pero estos descubrimientos tienen también la ventaja de liberar: nos liberan también de esa creencia. Nos liberan también de la necesidad de creer tal cosa: ni hace falta Dios, ni hace falta una Rerum Natura, una Madre Naturaleza, que es la que se encarga de enseñarles a sus hijos cómo se hacen estas cosas de tratar de ser cada uno el que es, de defenderse para ello con trucos de toda clase, de deshacerse y fracasar, y todo lo demás que os he contado: no hace falta ninguna, porque eso es justamente lo que pasa, lo que se da en las cosas entre las que estamos metidos, y nos pasa por tanto a nosotros junto a todas las demás.

Éstas son, me parece, las ganancias que se pueden alcanzar dejándose llevar por estos descubrimientos. Y quería presentároslas antes de seguir adelante y dejaros un largo rato para que manifestéis vuestras dificultades, repulsas, o lo que sea, frente a esto que he llamado descubrimientos; descubrimientos tales. Recordad que  esto es una tertulia política, es decir, en la que se trata de ver si se puede dejar hablar a lo que queda entre nosotros de  pueblo-que-no-existe, si se puede dejar hablar a lo no existente, a lo no definido, a lo que no ha entrado en el curso del cambio y la subsistencia que acabo de recordaros, contra el Poder. Contra el Poder en cualquier forma.

Se entiende que el Poder está fundado en la Fe, entre otras cosas, la Fe en el Hombre, o la Fe en Dios, o cualquier sustituto de Dios, y la Fe también en la Naturaleza. De manera que desmontar todas estas necesidades, muy humanas pero muy malditas, es algo primario: ‘luchamos contra el Poder’ quiere decir que luchamos contra la Fe, y estamos guerreando contra nosotros mismos para quedarnos sin Fe. Es una anulación que nunca podrá ser total, como nada en la Realidad, pero que, bueno, es la guerra, la lucha, de lo que nos queda de inteligencia, como a las cosas, no agotada en la sola subsistencia, para descubrir eso. Lo que no existe, como pueblo-que-no-existe, viene a coincidir de alguna manera con esa sobra de inteligencia que, por un lado, sí, se reduce a trucos de subsistencia, produce las maravillosas evoluciones de los astros, los animales, nosotros, pero que sobra, pero que siempre sobra y queda fuera.

Esto, para que entendáis mejor, son cosas que tantas veces hemos dicho contraponiendo un par de declaraciones del libro de Heráclito “Haciéndose todas las cosas según esta razón como se hacen”. Ahí está razón, inteligencia, dentro, reduciéndose mayoritariamente a trucos para la subsistencia. Y luego “De todos cuantos he oído ninguno llega a tanto como a reconocer que lo inteligente (tó sofón) está fuera de todas las cosas”. “Está fuera de todas las cosas”, lo cual es lógico, puesto que las cosas, la Realidad, no son ningún todo, y a pesar de que no tengan un límite, siempre basta con la negación para decir ‘fuera’, ‘más allá’.

Bueno, espero que con esto se reanude un poco, como intentaba, alguno de los hilos de los últimos descubrimientos. Y ahora, antes de pasar a lo que se me ocurría, que era para desprestigiar la Fe que hoy reina en nuestra manada, reconocerla como la misma que reinaba en el viejo Régimen. Antes de pasar a eso, pues voy a dejaros la palabra suelta, de manera que por ahí, respecto a lo que hasta aquí ya os he soltado, cualquier objeción, repulsa, dificultad, duda, que se os ocurra, ya sabéis que será lo más bien venido. Estamos aquí viviendo de la duda.

   - El término ‘deshaciéndose’ (yo aquí me pierdo) yo no sé si significa que uno es como un niño que va aprendiendo, llega a un tope y luego empieza a perder todo lo que ha aprendido. ¿Es eso ‘deshacerse’?

    AGC - No, no, no: las cosas y cualquiera se está deshaciendo literalmente: deshaciéndose, desliéndose, en lo que no se sabe.

    - Desde que nace.

    AGC - No, ni siquiera hace falta aludir al nacimiento, porque no hay más que cambio. Pero, bueno, esto ya es una cosa que hemos intentado aprender a reconocer desde hace mucho: las cosas, nosotros entre ellas, estamos continuamente deshaciéndonos. ‘Continuamente’ ya nos saca fuera de la Realidad, porque en la Realidad no cabe el continuo. De manera que es en cierto modo como redundante, pero conviene decirlo así: continuamente están las cosas, estamos, deshaciéndonos, desliéndonos, perdiéndonos, en lo que no se sabe. ¿Quién no siente esto? Claro, no lo siente alguien que está muy bien educado, por tanto sometido a la Fe en la muerte que nunca está aquí, en la futura, por tanto al Futuro. Claro, ése acaba por no sentir nada, es lo mismo que hemos dicho, pero quien no está tan sometido a la Fe en el Futuro y en la muerte, ¿quién no siente que continuamente nos estamos perdiendo y deshaciendo?, ¿y quién no reconoce por otra parte que costantemente nos estamos defendiendo contra eso porque se nos manda por un ideal costitutivo, se nos manda ser uno el que es, y así tratamos de rehacernos, recostituirnos, cambiar para seguir lo mismo? Yo creo que son cosas que basta con privarse de ideas aceptadas para sentirlas, claro, hay que pasar por ahí. ¿Qué más?, ¿qué más?, venga, por favor.

    - Yo…

    AGC - Sí.

    -  Me sorprende, y es la primera vez que te lo oigo decir o expresar, que la Ciencia puede ser una fuerza liberadora.

    AGC - ¿Por lo de la Paleontología?

    - Por lo de las máquinas.

    AGC - ¡Ah!, eso no es la Ciencia, eso la técnica.

    - O la técnica.  [] El otro día ya me dijiste tu discrepancia de que la máquina tuviera conciencia de supervivencia, es decir, que la propia máquina al final eran los componentes de la máquina los que tenían conciencia de supervivencia, pero no la máquina con conciencia de máquina. Pero si la tuviera, llegando más lejos, es decir, aceptando tu idea de que la máquina puede evolucionar hacia tener una propia conciencia de máquina, perfeccionarse con error… acierto y error, e irse mejorando, ¿por qué supones que nos iba… que no iba a ejercer el Poder y iba a esclavizar a las demás cosas?

    AGC - Bueno, bueno, bueno. No, no. Normalmente es en ciencia ficción. En cuanto…

    - No, no, no. Perdona. Yo digo que el Poder…

    AGC - En cuanto a lo demás, en cuanto a lo que importa… No, no, pero ya ese rabo vamos a dejarlo porque es pintoresco y no hace falta. Pero…

    - No, no: digo que se mejora a sí misma…

    AGC - Pero, no, eso es ya cosa… Eso ya son fantasías humanas, pero lo otro que has dicho…

    - No, no…

    AGC - …lo otro que has dicho sí que puede ser una verdadera duda u objeción. Desde luego yo el otro día no usé la palabra ‘conciencia’, me retuve de usarla (tú la has usao cinco, seis o siete veces, de manera que por alguna razón), no la usé simplemente porque introducía una complicación más, innecesaria en el momento, introducía la complicación de desmontar nuestra noción de ‘conciencia’ de tal forma que, como hoy he demostrado, sea algo que en cada cosa a su manera estuviera también: lo mismo que decimos que el habla en cada cosa a su manera está también, y que simplemente basta eso. O sea, que nuestra forma de conciencia no es más que un caso. No es más que un caso de eso que cualquier cosa tiene sin que importe mucho. Lo que sí le atribuimos a las máquinas es la conciencia de un fin que tienen, las están empujando para eso, las hemos hecho nosotros, tienen un fin. Tienen un fin respecto al cual se cuentan sus éxitos (por ejemplo, la del procedimiento Dicta) y sus fracasos, y en el cómputo de éxitos y fracasos respecto al fin, pues van… pues van avanzando. Eso sí, y por supuesto hay que atribuírselo a cualquier máquina, pero nos pasa a nosotros, tipo de cosas, exactamente lo mismo. Es la conciencia de un fin que se nos ha impuesto como nosotros imponemos a las máquinas, lo mismo: un fin que se nos ha impuesto: el Futuro, la muerte nunca presente, y eso (a lo que no hace falta llamar ‘conciencia’, porque es más grande que lo que suele llamarse ‘conciencia’), eso efectivamente nos rige, rige entre nosotros, como a las máquinas, por tanto, tampoco nos diferencia.  Tampoco nos diferencia. Y, bueno, perdona, que lo del cuentecillo de que las máquinas, como se hace en la ciencia ficción, se conviertan en seres superiores, la verdad es que eso da exactamente igual.

    - No lo decía como ciencia ficción, digo que si la máquina es capaz de perfeccionarse, utilizará a las cosas.

    AGC - ¿Las cosas?, las utiliza ya…

    - Utilizará a las cosas. Es decir, si la máquina se perfecciona, pues las utilizará también…

    AGC - No, no: las utiliza ya. Imagínate…

    -  …y las explotará.

    AGC - … Imagínate lo que una máquina Dicta o cualquier informática utiliza: utiliza no ya sólo las vibraciones eléctricas, con todo el problema de las  partículas y ondas, sino que utiliza los números mismos en los procedimientos digitales, los está utilizando; los está utilizando y, bueno, maravillosamente ¿no? Que siguiera éste, como siguió al mundo de los dinosaurios, un mundo de animales más pequeños y hábiles, siguiera un mundo en que rigieran sobre todo las máquinas y los hombres estuvieran entregados a su servicio, son, de verdad, imaginerías que no nos hacen falta. No nos hacen falta para reconocer lo que tenemos de presente y que ya da mucho de sí.

Perdonad, antes de que siga recogiendo voces: es lo de el poderse desnudar para sentir el asombro de lo que las cosas hacen. Esto tan sencillo es lo que estoy diciendo ¿no? Este asombro (por volver un momento a la comparación de máquinas, vuelvo otra vez a situarme en el momento decisivo de hace siglo y pico, con el padre Edison, inventor de casi cualesquiera máquinas de las que hemos seguido usando ¿no?), el asombro de que suceda lo que os decía el otro día, de que una voz se pueda convertir en vibraciones de un cable, y que este cable pueda mover una aguja que trace en cera, por ejemplo, unos surcos, y que después esto funcione al revés (éste es el asombro), es decir, que otra aguja recorriendo esos mismos canalillos pueda producir vibraciones de cable que a su vez en una membrana produzcan vibraciones que se conviertan en voz: esto es asombroso. Yo creo que Edison mismo se quedó tan asombrado cuando vio que eso marchaba bien, al darse cuenta de… Porque, claro, este hombre, como los grandes inventores del XIX y eso, lo que hacía era jugar, y debió quedar tan asombrado de que eso funcionara que (alguien me lo dijo el otro día) dejó arrinconao el invento unos cuantos años para ocuparse de la lámpara incandescente, que le parecía mucho más… a inventar la bombilla, que le parecía mucho más urgente por el momento ¿no?

Bueno, pues nuestra estupidez es que no nos asombremos de que eso pase así. Pero si nos acostumbramos a asombrarnos de verdad de las máquinas (no lo hacemos, porque nos han metido tantas… nos meten el movilito en el bolso, nos ponen la televisión… que nos parece como si fuera tan natural, como el cielo que ya no nos asombra, forman parte de eso), pero si fuéramos capaces de recobrar el asombro de que las máquinas funcionen, cosa que sólo puede suceder por demonios y ángeles que haya, porque de por sí, no hay Dios que se lo trague. No hay Dios que se pueda creer que las maravillas de la técnica funcionen como funcionan, tienen que ser por ángeles y demonios (estoy aludiendo, como entendéis, al proceso que os he descrito de la inteligencia de sobra que se trasforma en eso. Y, bueno, pero, en fin, a lo mejor, si no engaña demasiado, se puede decir lo que cualquier niño siente cuando siente el asombro de que una máquina pueda hacer esas maravillas “Tiene que haber geniecillos, ángeles, demonios, si no, esto no se entiende”).

    - Pero, Agustín. Pero depende un poco de la máquina, porque es verdad que del teléfono ya no te asombras, pero cuando ves una máquina de éstas que exprime naranjas en las cafeterías, por ejemplo…

    AGC - “Una máquina” ¿de?

    - La máquina que exprime naranjas, ésas tan bonitas, que tienen dos ruedas y van cayendo las dos naranjas. Yo ahí me quedo asombrada. Y yo creo que los niños se quedan igual viendo la máquina ésa de las naranjas

    AGC - Bueno, pues una suerte que tienes, porque lo que he contao de la aguja del fonógrafo es mucho más asombroso todavía ¿eh? Pero, bueno.

    - Pero eso ya asombra, a mí lo de las naranjas, vamos…

    - Que lo que a uno asombra desde luego es el éxito... el éxito de lo maquínico en todas las culturas. El hecho de que en cualquier parte, en cualquier sitio, incluso en las culturas más primitivas, siempre hay inventos maquínicos. Y eso, yo creo… 

    AGC - ¿“Inventos” qué?

    - Inventos maquínicos, mecanizaciones de las cosas...

    AGC - [].

    - Sí, bueno, empezando por esos, pero luego, cosas complicadas, inventos maquínicos. Entonces, mi proble-… lo que yo creo es que justo surge eso y por eso asombra tanto, por una especie de falta, de falta. ¿De qué?, resulta que en esto que es un caso de uno, que no se tiene como caso; se tiene de caso de cosa pero sin optimización de resultados. Es decir, somos como cosas mal hechas de entrada, y que para…

    AGC - No, no: nosotros normalmente vivimos como cosas supremas, distintas de todas las demás cosas.

    - No, no, pero… No, no, pero eso es la conciencia, el nivel antropológico…

    AGC - No sé de qué estás hablando: de lo que se siente por ahí mayoritariamente o de lo que sentimos aquí. No confundas.

    - ¿Me dejas que termine? No, no. No, yo quiero decir: la sensación es contradictoria, por un lao existe lo de ‘el Hombre medida de todas las cosas’, ‘el rey del Universo’, y todas esas cosas, pero por debajo de eso, todos, o por lo menos cada uno, tiene la conciencia de la falta, de que uno está muy mal hecho desde siempre. Y ¿qué es lo que pasa?, por ejemplo, el asombro que uno tiene sencillamente cuando contemplas un despertador, una cosa tan elemental como un reloj (ahora, ya los digitales no tienen esa gracia), pero ese ojo del reloj que por la noche te está viendo y que a una hora determinada pegas el salto y que son las siete de la mañana. Y dices tú, pero ¿cómo es posible?, esto está ajustao… esto tiene aquello que yo no tengo, y que es necesario para una optimización de estos resultaos que yo me muera y venga lo que se llama el Progreso. El Progreso, de que venga otro que lo sepa mejorar, etc., etc. Pero, sin embargo, en una máquina… en una máquina lo que hay es la proyección de la falta, de la incumplitud, de la incumplitud que hay.

    AGC - Incompletitud. Yo, la verdad es que este discurso no te lo voy a seguir, Isabel. Perdóname. Me parece que sí, que es un…

    - ¿Por qué no?, es que es así.

    AGC - Sí, es un discurso vagamente ispirado por lo que se ha dicho, pero que no sólo…

    - No, no. Es que yo te digo que ¿por qué? El asombro es porque hay tanto.

    AGC - …No sólo no ayuda a aquello que tratamos: desnudamiento de la costumbre que nos ha hecho insensibles a la maravilla de las cosas ?desnudamiento?, hay que...

    - Pero ¿qué dices?, no insensibles, estamos totalmente sensibles. Es que no hacemos más que producir máquinas. No hay ningún hombre desnudo que inmediatamente no se invente una cremallera, por ejemplo, para taparse la desnudez.

    AGC- Máquinas y no máquinas. Ya he dicho, pero tal vez no me has seguido, desde luego…

    - No, no. ¿Cómo que no?, te estoy siguiendo al pie de la letra. Te estoy siguiendo al pie de la letra. El éxito de las máquinas es lo que nos debía de asombrar.

    AGC -   No. Desde luego las máquinas elementales de Edison que acabo de sacar son todavía más asombrosas…

    - Pero una cremallera y un despertador es un invento tremendo.

    AGC - … Pero, bueno, pero no es eso. Pero no es eso. Lo que aquí estaba haciendo sentir, si se podía, es explicar que nuestro asombro por el éxito del proceso Dicta y de las máquinas en general no se debe más que a que somos insensibles a la maravilla de lo que hacen las cosas naturales, y que ellas están entre las otras, y que el que nosotros las hagamos no nos da ningún caso aparte, etc.  ¡Ale!, ahora a pensar un poco [].

    - Me acuerdo de las obras de un escritor que hablaba de que estaban naciendo en países como estos de la gente con piel morena muchos niños rubios, desde que estaban las madres contemplando tantos anuncios de los niños que tenían que nacer, y también este escritor hablaba de que… de que en los rincones de París se veían mucho en los espejos, y eso… que estaba llena la ciudad de ellos, y él decía que de tanto verse en los espejos, aquellas mujeres tenían una belleza especialmente refinada. Yo no sé si vale esto de ejemplo…

    AGC - Bueno, valdrá desde luego… valdrá desde luego si no es… si no es un invento ¿eh? Porque, yo, la verdad, es que no puedo decidirlo, no puedo decir si estadísticamente puede resultar asombroso que en los países morenos las mujeres empiecen a parir más niños rubios cuanto más televisión ven. Eso es una…

    - Creo que va a ser que no.

    AGC - …Es una cuestión meramente estadística. Yo, de momento, no me lo creo. Desde luego… desde luego no es que no sea imposible, porque nuestros mecanismos… nuestros mecanismos de cambio de… de cambio para subsistir pueden incluir muy bien operaciones en que los centros nerviosos superiores lleguen a actuar sobre los inferiores, sobre el cerebelo. Y ahí naturalmente sobre la distribución de células, no es imposible. Yo, de momento, no tengo estadísticas apabullantes, pero a lo mejor este hombre tenía estadísticas apabullantes, pero no lo sé ¿no? Lo de los espejos de París parece un poco más tontería, pero, bueno. Desde luego, hombre, desde luego está fundado sin duda en que la separación entre mujeres, por ejemplo, se distinguen entre hermosura por un lado, y artes de seducir por el otro, es un límite fluctuante como todo el mundo sabe. Es un límite fluctuante y en efecto se pueda dar, según la experiencia constante, de que una fea graciosa, pues se vuelva guapa de alguna manera a fuerza de gracias…

    - De maquillaje.

    AGC - No, sin maquillaje, a fuerza de gracias. A fuerza de gracias. Claro, y en los espejos puede intervenir en eso. Pero, bueno, no nos distraigamos. Ahí estamos en…

    - Agustín, ¿puedes decir qué es una máquina? Por ejemplo, ¿el espejo es una máquina?

    AGC - Si quieres, sí.

    - Es que si dices que el espejo es una máquina, entonces yo no entiendo lo que…

    AGC - Como un charco de lluvia. Es una máquina…

    - ¿Un charco?, ¿un charco de agua donde te reflejas es una máquina?

    AGC - …Es una máquina como un charco de lluvia. Es una máquina con el mismo derecho que un charco de lluvia.

    - Sí, un charco de lluvia. Ah, ¿sí? Bueno, pues entonces aclárame qué es una máquina…

    AGC - Todo el rato (tercera vez) estamos intentando ver si conseguimos eso de desnudarnos, del asombro de las máquinas por medio de recobrar la sensibilidad a los espejos naturales, a las charcas, a las cosas, a las cosas en general. Adelante.

    - Agustín.

    AGC - Perdón, perdón. Por favor.

    - Quiero decir de las máquinas [] que no se patrocina su entendimiento, sino meramente su uso, una suerte de hechizo, tienen botones, no se pide que las entendamos, nada más que las utilicemos. Y otra cosa…

    AGC - Eso no sé bien cómo… Repite, repite.

    - Bien. Que en cuento al uso de las máquinas no están dispuestas para ser entendidas realmente, sino para ser meramente utilizadas. Tienen botones, y…

    AGC - Ah, claro, claro. Hombre, y además eso es lo que se quiere, que  no ande mucha gente metiéndose a entenderlas. Vamos, eso no quiere decir que aquí, para recobrar el asombro que nos es tan útil en este trance, intentemos entenderlas y asombrarnos de su complejidad y de sus trucos ¿no? Sí, sí, desde luego lo que el Poder…

    - Sí, pero de todas formas…

    AGC - …Lo que el Poder y el Capital que vende máquinas quiere que nadie se meta en averiguaciones: que se las dan y que las usen. ¿Qué coños te importa a ti cómo funciona un móvil?

    - …Es una magia el hecho de apretar un botón y que funcione. Pero es como que te lo ponen muy fácil []…

    AGC - Eso es. Eso es lo que estaba tratando de desmatarlo.

    - Sí, pero volviendo al tema que ha sacao este… bueno, no he visto muy bien quién hablaba por ahí, en cuanto al dominio de las máquinas, yo pienso que realmente las personas que aceptan el dominio de la Realidad sí que caen mayormente bajo el domino de las máquinas. Yo creo que sí.

    AGC - No entiendo.

    - Que las personas que no se plantean que la Realidad es falsa, que aceptan todas sus mentiras, sí que están dominadas por las máquinas en gran medida, en gran medida.

    AGC - ¿Por las máquinas?

    -  Por sus coches, por la…

    AGC - Eso es una manera muy antropomórfica de hablar. Estamos dominados por el Estado, por el Capital, por el Poder: entes siempre abstractos, los que vienen de Arriba, como Dios. Las máquinas, no.

    - []

    AGC - Las máquinas, no. Las máquinas no podemos convertirlas en dioses ni en seres superiores, porque efectivamente podemos estar muy sometidos a los autos y a los móviles, pero los autos y los móviles están igualmente sometidos al Comercio, al Capital y al Estado. No son… nunca se las puede ver como ‘los amos’.

    - Pero eso no es humano, eso del Comercio será una inercia, que yo no sé lo que es, pero humano no es…

    AGC - ¿El qué?

    - … muy humano. [], ¡joder!, es un colectivo distorsionado de lo humano…

    AGC - ¿Cuál, el Comercio?

    - Que no es humano el Comercio …

    AGC - Desde luego, que las cosas (puesto que no creemos en nuestra singularidad), las cosas tienen que tener su manera de Comercio. Pero desde luego nosotros tenemos el nuestro y en forma de Capital y todo eso. Son características de este tipo de máquina o cosa que somos los llamados humanos: máquina o cosa, da lo mismo, para que no haya más líos de ese tipo. Nos podemos reducir a cosas: mejor;  si tenemos que reducirnos a máquinas primero: bueno, qué se le va a hacer, pero recordando que las máquinas a pesar de todo son cosas como las otras, y que la maravilla, que el asombro de las máquinas solamente se siente mucho porque se ha perdido la sensibilidad para el asombro de lo que pasa con las cosas, la evolución, los trucos para subsistir, las astucias, los ingenios, que cualquier cosa por ahí, animada y inanimada, demuestra ¿no? Tratando de resucitar la sensibilidad a esto es a lo que estaba, sobre todo esta tarde, con vosotros ¿no? Sí.

    - ¿La máquina ésta no puede verse simplemente como una especie de perfeccionamiento de la escritura, del intento anterior de la escritura?

    AGC - Puede verse, sí.

    - Que yo entendería que es una especie de astucia humana para sobrevivir, reproducirse, o ya no reproducirse a sí mismo sino… no sé.

    AGC - Muy exacto. Muy exacto, sí. Evidentemente decimos que  lengua nos hemos desprendido de ella y se las damos a todos los demás, les devolvemos a los animales del paraíso la lengua que Adán les quitó cuando se puso a hacer el amo, como se le decía en el soneto del Belli. Pero nuestro tipo de lengua ha pasado justamente por eso que es un invento, una máquina, que es la escritura, que no es ya la lengua, y eso es característico. Y, en efecto, yo pienso que es razonable lo que dices. Hasta el aparato de Edison, el fonógrafo, se puede entender como un progreso de la escritura. Ya la escritura de por sí es un invento con todas las de la ley; un invento con sus falsificaciones. Cuando se inventa la escritura tiende a ser una escritura muy fiel a la lengua, de forma que los signos se escriban todo y sólo lo que en la lengua abstractamente se da. Pero el progreso de la escritura es interesante porque no hace sino apartarse ahí cada vez más, la escritura acaba convirtiéndose en lo que se llama Cultura y haciendo traición a la lengua (quiero decir al idioma correspondiente, sin pensar en la lengua común en general), haciendo traición a esa lengua cada vez más.

    - Entonces, las imágenes serían la evolución de la escritura, la televisión, por ejemplo, la escritura de pantalla, cuando precisamente tenía que ser al inverso.

    AGC - Claro, sobre todo cuando son imágenes en ristra y que están diciendo o demostrando algo [en nuestra lengua].

    - Es la culminación de la escritura, la imagen.

    AGC - ¿Eh?

    - Que sería la culminación del último grado de escritura.

    AGC - Habría que decir esto  “Sobre todo cuando son en ristra y tratando de demostrar algo”, que es como están.

    - Claro, la Realidad, aplicándola. Iconos, además se llaman iconos.

    AGC ? La Realidad. La Realidad. Se puede decir “Sí, sí, los que piensan… todos los de “Una imagen vale más que mil palabras” y todas esas tonterías, porque efectivamente las imágenes son palabras y además son palabras escritas. Escritas, fijadas. Sí.

    ? Yo creo que… yo creo que lo que nos maravilla de las máquinas es que nos obedecen, y detrás de eso hay un ejercicio de [].

    AGC - “Nos obedecen”. Hombre, tú crees que cuando yo os he presentao así un poco imaginariamente a Edison, asombrándose de ver que al jugar con la agujita y la cera y el volver funciona, ¿tú crees que se asombra de que le están obedeciendo a él?

    - Yo creo que cuando [] la luz se enciende. Ese automatismo es el que nos da sensación de Poder…

    AGC - No, no. No hay por qué decir. El asombro es mucho más porque le obedezcan a uno, es un asombro por la cosa.

   - …Y ese Poder es el que también []… al final estamos tratado de dominar las cosas y de ejercer nuestro poder sobre las cosas.

    AGC - Claro.

    - Entonces es un ejercicio de Poder.

    AGC - Claro, eso es lo que nos pasa a nosotros. Pero ¿qué? No, que…

    - Que sí, que sí. Que lo mismo que el Poder nos oprime, nosotros tratamos de oprimir a las cosas.

    AGC - Pero no, no hay que hacerlo tan directamente, porque las máquinas están directamente ligadas con el Poder y con el Capital. Porque si uno te toma eso en serio, le va a parecer que Edison se asombró y se puso contento de que le obedeciera el fonógrafo, lo cual no tiene sentido.

    - Pues seguro que sí.

    AGC -  Lo cual no tiene sentido, no.

    - No te digo nada Frankenstein cuando empieza a moverse de recortes de quirófano.

    AGC - Perdona. Y sobre todo el hablar de esa manera vuelve otra vez a entronizar al hombre, que es una de las cosas a las que aquí nos estamos dedicando a desentronizar del todo. No hay por qué hablar del hombre. Hay que hablar del dominio de entes ideales, abstractos, ‘todo’, ‘uno’, Capital, Estado, Dinero, Poder, todo eso.

    - Agustín, no entiendo esto del asombro. Porque lo estoy pensando ahora y yo no me asombro, y un poco de sensibilidad sí tengo, pero no consigo asombrarme con esto de las máquinas -el gramófono, el Dicta- porque tú estás diciendo palabras en el aire y yo las estoy escribiendo aquí. Yo no sé si alguien se asombra.

    AGC - Ah, no, no: aquí el asombro del Dicta era que pensábamos que eso de la capacidad de abstracción que requiere la escritura era una cosa nuestra, y por tanto lo asombroso es que una máquina, que consideramos que no es como nosotros, lo haga.

    - Pero si una máquina es una cosa y nosotros somos una cosa…

    AGC - Sí, sí, pero aquí… aquí el asombro nos venía de tener que reconocer que la máquina lo hacía como nosotros o casi igual de bien ¿no? Hombre, si tú me dices que no te asombra el invento más elemental como el del fonógrafo, pues no sé qué pensar, porque es asombroso, ¿por qué coños?... ¿Por qué coños cuando a una aguja o a un cable se le  ha hecho vibrar por medio de la voz, y el cable está conectado a una aguja, y la aguja en consecuencia traza trazos, y luego coges otra aguja y la pasas por esos trazos, y esos trazos hacen vibrar un cable que hace vibrar una membrana, y la membrana suena a voz? ¿Por qué coños tiene que pasar eso?, no hay ningún motivo. Cualquier niño o lo poco que nos quede de niño tiene que quedarse pasmao.

    - Pero Agustín, la máquina más asombrosa es el propio lenguaje: que uno diga “Madre” y la madre empiece a funcionar como madre…

    AGC - El lenguaje vamos a dejarlo de lao.

    - …La lengua.

    AGC - El lenguaje, de momento (ahora volveremos) vamos a dejarlo de lao.

    - …la lengua es la verdadera máquina que nos asombra.

    AGC - Vamos a dejarlo de lao.

    - Pero ¿por qué?...

    AGC - Ahora, ahora vuelvo. Ahora vuelvo

    - …La lengua es lo más elemental y de lo que procede todo, la máquina por excelencia.

    AGC - ¿Quién?

    - Yo, yo, perdón. No tiene nada que ver con lo anterior. Es si pudiera comentarme algo de un filósofo francés que se llama Alain, “Las ideas, incluso las verdaderas, se hacen falsas a partir del momento en que uno se contenta con ellas”.

    - No hay ideas verdaderas.

    AGC - Las ideas son falsas, sí. No hay ideas verdaderas. Para hablar en nuestro lenguaje corriente había que decir “El pensamiento se convierte en ideas, que por tanto ya…”. “El pensamiento se convierte en ideas, que por tanto ya son falsas por las necesidades de nuestro contentamiento o busca de un fin  y todo eso”. Pensamiento que de por sí no está, no es cosa (puesto que está pensando cosas), se convierte en ideas y son cosas y falsas todas de raíz. La lengua no es… Isabel, la lengua no es ninguna máquina…

   - No es ninguna máquina ¿verdad que no?

    AGC - La lengua no es ninguna máquina. La lengua es algo a lo que hemos, por si hacía falta, pero parece que sí hacía falta, tengo que volver a recordarlo: os dije “Esto que habla desde fuera del ser cosas o ser quien, como el ejemplo que decimos ‘pueblo-que-no-existe’, de alguna manera coincide con lo que estuve recordando con motivo de dos fragmentos de Heráclito: con Tó sofón (lo inteligente) o logos, que es lo mismo que lengua, que está al mismo tiempo fuera, como comprendes, esto lo saca fuera de la Realidad al mismo tiempo que lo hace intervenir en ella…”

    - Claro, ¿y eso no es máquina?

    AGC - Lo saca fuera de la Realidad...

    - …lo que fabrica la Realidad, ¿no es la lengua también?      

    AGC - …y las máquinas como tú y yo, y las cosas, pertenecen a la Realidad. Las máquinas son cosas ?cosas?.

   - Y las palabras son cosas.

    AGC - Y las palabras no son cosas…

    - ¿Cómo que no?

    AGC - …hasta que se las hace ser.

    - No sé, que parece que hay algo que no acabo de entender, y es que, pues la maravilla ésa de que pasa con las máquinas, con nosotros, o con las cosas naturales, con que una planta funcione como funciona una máquina funciona, y que nosotros hablando o lo que sea, funcionamos, es como que eso sólo puede pasar en la medida en que tanto las máquinas como las cosas supuestamente naturales o nosotros no sabemos muy bien lo que hacemos o no sabemos lo que hacemos, y que es ahí cuando se da esa maravilla. Pero si eso se da así y parece que la máquina o nosotros sólo en la medida en que no estamos… en que no somos… en que no sabemos muy bien lo que estamos haciendo podemos funcionar de esa manera tan maravillosa, ¿cómo se puede conjugar eso con que haya una persistencia en que las cosas o que nosotros en querer ser lo que somos?, porque ahí sí que parece que haya un conocimiento…

    AGC- Desde luego no hay manera…

    - … un saber lo que se hace?

    AGC - Hay un poco de confusión. Nosotros tenemos un asombro que a mí me parece que puede tomarse como real -infantil, si queréis, hacerse como niños, desnudarse, como quieras decirlo-respecto a lo bien, lo maravillosamente, complejamente, ricamente, que funcionan estrellas, habichuelas, barbos en el río, nosotros, nuestras máquinas… pero luego hay el descubrimiento de que eso no es todo (a lo que aludes), no es todo. Desde el reconocimiento incluso que a esos asombros sólo se llega por una especie de venta de la inteligencia para servir como astucia que consigue maravillas, nos asombra, pero eso no es más que un asombro que debía ser, pues sí, natural. Lo otro, el reconocimiento de que eso no es todo, eso nos saca fuera de la Realidad, que es más que asombro, sí. ¿Qué más?

    - Pues yo sí que creo que todavía… o sea, que nos asombramos de las máquinas, lo que ocurre es que hay que ponerla -opino- en el primer contacto con la máquina cuando se produce, y que luego el asombro se pierde por la costumbre o por el olvido. Yo creo que, por ejemplo, cuando uno tiene un primer contacto con una rueda, que es una máquina para mí maravillosa, entonces, cuando eres un niño, y ahí es donde se produce el asombro. Cuando un crío vea una rueda se queda patidifuso. Posteriormente, con la habitualidad, pues ese asombro ya se ha perdido. Pero, por ejemplo, tú que comentabas antes de un móvil, por ejemplo, yo cuando salió el móvil, pues realmente sí que me asombré, me parecía maravilloso cómo con un instrumento yo podía moverme, podía hablar, y yo estaba muy asombrado. Y luego, posteriormente,  con las modificaciones y los…, que no era nada novedoso, porque realmente se han mejorado poniendo cámaras, tal, pero ha perdido la esen-… o sea, no ha habido una evolución novedosa del fin, del móvil. Si, por ejemplo, hubiera un móvil que si das a una tecla hiciera un churro, por ejemplo, entonces ahí, te volverías a asombrar, pero…

    AGC - No descuentes…

    - No está lejos

    - No, no está lejos, pero cuando se produzca…

    AGC - No descuentes…

    - …cuando se produzca…

    AGC - No descuentes, no es tan difícil…

    - …una revolución así…

    AGC- Yo ya lo estoy viendo.

   - cuando se produzca una invención así… Yo creo que sí existe el asombro.

    AGC -Yo ya lo estoy viendo. ¿Qué más da?, si le pones la marca ¿por qué no le vas a poner una churrera? Sí, sí, se la puedas poner.

    - Claro, pero por eso []…

    AGC - No. Sí. No, desde luego es verdad. Es verdad y por eso es por lo que he dicho que es… esto de desnudarse quiere decir pues hacerse como niños, como tú has dicho respecto a la rueda, y tomarlo como la primera vez. Por desgracia la multiplicación de máquinas en este tipo de Sociedad o Régimen que nos ha tocado es tal, que yo creo que ya ni siquiera los que toman el móvil en la mano la primera vez se asombran de nada, porque ya se lo han contado previamente. Tú, a lo mejor, te asombraste, pero es un caso excepcional, en general los compradores…

    - No sé, pero…

    AGC- …Los compradores de móviles se lo compran ya como si fuera la naturaleza misma…

    - ¿Tú no crees que cuando se… []?

    AGC - Sí, sí, pero que el olvido está ya…

    - []

    AGC - …que el olvido está ya dado de antes, por el propio Comercio, sin que uno tenga que olvidarse. Ya, cuando lo compra, lo tiene dao por natural.

    - ¿Qué ocurre exactamente… (supongo que hablamos a un nivel de abstracción superior a lo que yo voy a decir), pero ¿qué ocurre cuando uno comprende desde el principio el funcionamiento de una máquina, cuando uno la ha diseñado, cuando uno la planifica -el fin, la diseña, ve lo que le hace falta y comprende los principios físicos perfectamente en la máquina- ¿Cómo es posible ese asombro cuando funciona?

    - Y a mí me parece (perdona que te responda), a mí me parece que es todavía el asombro mayor y no solamente el asombro es mayor sino que la inquietud y el temor de ver que eso se ha dado y que no te lo puedes explicar, hace que el olvido…

    - ¿Cómo no poder explicar? 

    - ¿Eh?

    - ¿Cómo no poder explicar?

    AGC - No, él te ha dado…

    - Y si tú haces la máquina desde el principio, vamos a poner por ejemplo una radio. Una radio que se hace con cuatro condensadores, tres resistencias, un micrófono y una antenita. Bueno, pues la haces en tu casa, yo la puedo hacer, tú, cualquiera, y una vez que funciona, que te oye tu amigo pues en Vallecas, ¿cómo no te asombras?, te asombras todavía muchísimo más si ya te lo dan así, como dice Agustín, que ya te lo machacan en la tele y todo, y haces como que lo entiendes, como la vieja de ochenta años…

    - Una cosa es que haces que lo entiendes y otra cosa es que lo entiendas.

    - Ah, porque tú crees que si sabes la ley de Ohm y sabes cuatro cosas de caída de potencial, ¿tú has entendido eso una vez que ha funcionao?

    - Yo creo que sí.

    - Ah, ¿sí? []. Entonces, ya…

    AGC ? Bueno. No, no. No, Galín, pero hay una cosa: es que…

    - Yo creo que es que en la comprensión de esa ley va antes que las radios.

    AGC - Sí, pero antes hay otras. Eso… por ahí no tires. Pero en cambio se pretende que fuera el caso de alguien que está enterado, no digamos de todos los secretos de la Física, sino de los que le hacen falta para el caso...

    - []

    AGC - …los que le hacen falta para el caso, para el fin de fabricar una máquina. Y efectivamente cumple, como si  fuera por un manual estricto, cumple los pasos, cumple la receta y la máquina está hecha. Y él  dice que ¿cómo en ese caso cabe asombro? Y efectivamente tiene razón, pero es porque, como antes dije respecto a la venta, se puede decir de la producción, porque en el día de hoy te lo han matado. Por eso os quería remontar a siglo y años con Edison, porque cuando el inventor no sabe mucho, tiene algunas nociones vagas y va jugando y tanteando, entonces se puede producir un asombro respecto a que el primer fonógrafo funcione ¿no? Pero, ya, hoy día, un fabricante de máquinas es efectivamente es difícil porque tiene un manual estricto y lo sigue y el producto no le puede producir ni asombro ni nada: confirmación. Lo único…

    - Es que lo del asombro viene por…

    AGC - …Lo único que gloriosamente puede servirle es que falle; justamente que con todo el manual y con todas las istrucciones también una vez falle, y entonces ahí está, es lo que antes he dicho de que son justamente la sobra de inteligencia, los fallos, los fracasos, los que pueden entenderse así como verdadera inteligencia, la sombra ha cambiao de sitio, se ha vuelto del revés.

    - Que yo creo que si uno tiene… se puede parar un poco, a lo mejor lo de asombrarse es un poco más fácil, lo que ya resulta más difícil es tener sensibilidad, o sea, sentir eso que tú tienes ahí enfrente, una puesta de sol o el agua, o sea, la sensibilidad.

    AGC - Es difícil, pero ya sabéis que nada de eso en este mundo ni en este plan de cosas que somos nosotros se debe a ninguna falta, a ninguna carencia de sensibilidad o eso: se debe siempre al exceso de ideas, de convicciones, de Fe. Siempre nuestra incapacidad para sentir consiste justamente en la Fe, la sumisión a la creencia, las ideas, la Ciencia entre otras, o si no las Teologías, da igual. La Fe en todo eso evidentemente, pues mata, dificulta eso de volver a hacerse como un niño, que es lo que aquí os estaba diciendo.

    - Aquí piden la palabra.

    - Sí. No, yo pensaba que esto que habías sacado al principio de la ola que nos arrastraba para descubrir la falsedad y asombrarnos [] de lo que hacían las máquinas,  que nos llevaba a desentendernos a lo mejor de Dios, o de Madre Naturaleza, quizá había que plantearlo también de desentendernos del Progreso. Hasta qué punto la astucia para la subsistencia la disfrazamos de Progreso y de Fe en el Progreso, y es una manera de sostenimiento de la Fe.

    AGC - Hay que distinguir aquí, entre lo específico, el tipo de cosas que somos, y las otras cosas. El tipo de cosas que somos -bueno-, las cosas en general ?digo? están regidas por lo que hemos dicho: están deshaciéndose como nosotros y tratándose de defender por toda clase de trucos de subsistencia. Específicamente humano parece que eso se haya convertido en una Fe en el Futuro; y el fin, que para las cosas no está explícito, para nosotros se ha hecho explícito, sabemos el fin, y eso efectivamente… eso anula cualesquiera otras cosas de una manera muy, muy específica. Es una maldad específica de este tipo de cosas que somos; está bien darle importancia, nos toca muy de cerca, pero no hay que olvidar que estamos metidos entre todo lo demás ¿no?

    - Sí, pero, Agustín, esto que propone Luís de lo del Progreso (que yo lo entiendo, vamos, me parece que es de verdad, verdadero) cuando uno hace la formulación de “Cada cosa a su manera a su ser persevera” es como si la cosa tuviera también una idea de progreso de sí misma, es decir, si supiera, como que supiera. Esto que dices tú que solamente es achacable a este caso de cosas que somos nosotros, que podemos prefigurar un progreso óptimo de nuestro funcionamiento, parece que en el caso de las cosas, si nosotros hacemos esa aseveración de “Cada cosa a su manera en su ser persevera”, parece que estamos diciendo lo mismo.  

    AGC - No.

    - Parece que estamos diciendo lo mismo.

    AGC - La cuestión de conciencia que antes sacamos y que dije que había dejao de lao. Porque efectivamente se puede decir muy en general y entonces se puede decir de las cosas igual que nosotros, y luego se puede decir específicamente para nosotros, y es en nosotros donde se da eso. El hecho de que esté rigiendo a las cosas un fin, el de subsistir, no implica que le atribuyamos una conciencia humana, de que lo saben, la perversión específicamente humana es que además de eso, lo saben, lo han convertido en una idea de fin y por tanto de Progreso.

    - No, yo quería decir que se trataba de aprovechar estos descubrimientos para atacar, igual que la Fe en Dios o Madre Natura, la Fe en el Progreso…

    AGC - No, no, es inevitable, pero ésa está incluida en el hombre ¿eh? Ya dije esto “dejarse llevar por estos descubrimientos” quiere decir… tiene primero la ventaja de quitar al Hombre de en medio, que es estorbo formidable. Con el Hombre van el Futuro, el Progreso, las Religiones y luego, además…

   - Sí, pero también hay que pensar que va Dios y Madre Natura.

    AGC - Eso. Y luego además, ya ves, se quedan sin función, ni Dios -porque basta con que reconozcamos esta regencia de los ideales- ni Madre Natura, porque las cosas eso lo hacen de por sí, no hace falta ninguna Madre que las guíe ¿no? Bueno, y con esto me parece que se nos ha hecho muy tarde ¿no? ¿Qué?
   
    - Que si nos deja el Señor del Progreso…

    AGC - De manera que, bueno, si nos dejan volveré sobre lo que os anunciaba: depreciando la Fe por comparación con la Fe del antiguo Régimen. Eso siempre es un ejercicio útil, podéis traer recuerdos de ello.