29.04.2009
Agustín García Calvo
Ateneo de Madrid
- Sobre el sentido de traer a la tertulia los misterios de Teología y Ciencia.
- Prohibición de rendirse en la tertulia a la ley de convertir descubrimientos en ideas. Ejemplo con ‘velocidad’
- Contra los milagros antiguos y modernos como pruebas de los artículos de Fe, de la Doctrina.
- La necesidad de milagros, resultado de la pérdida del sentimiento de lo milagroso de la Realidad corriente.
Tertu175-29-4-2009#Tertu175-29-4-2009.mp3
TRANSCRIPCIÓN:
En esta guerra interminable contra la Realidad, es decir, contra la Fe, contra el Poder, estos últimos días habíamos sacado a colación maneras con que en el viejo Régimen, cuando la Iglesia Católica era la Cultura y el Dominio mismo, se les hacían creer a las gentes, a los niños, a los adultos, y entre ellas, los misterios y el razonamiento y Catecismo de los misterios principales. Cosas que sacábamos para que apoyándonos en ellas, como es fácil reírse de los cuentos que les contaban a los abuelos, podamos reconocer después que lo mismo es en definitiva, en esencia, lo que nos cuentan en el Régimen actual, con la Ciencia como Teología principal, y sirviendo para los mismos fines. Unos fines de la Fe necesaria para el Poder, necesaria para la Realidad misma, que sin Fe no se sostiene.
A ese propósito, algunos de los que estaban estos días han aportado por escrito alguna comunicación, por ejemplo acerca de el parecido entre el establecimiento del misterio de la Santísima Trinidad (el uno que tiene que ser al mismo tiempo dos, y por tanto, como no hay dos sin tres, tiene que ser tres), en las ansias de unificación, de teoría única o teoría de ‘todo’, que en el desarrollo de la Física actual aparecen por todas partes en cuanto se les eche un poco el ojo a las entradas, incluso a los libros: los hechos se acumulan, para la vieja Teología o para la Ciencia actual, se registran, se les da, falsamente siempre, la categoría de verdad, y luego hay que arreglarse para compaginarlos, unificarlos, en forma de un misterio sacrosanto o en forma de una teoría unificadora, da lo mismo después de todo.
Y sobre eso pensábamos seguir, y seguiremos tal vez, pero ahora quiero detenerme en algo que abarca todo esto, porque si no entendéis conmigo, y llego yo por tanto a entender, el sentido que esto tiene en una tertulia política, a qué cuento, a qué asunto traemos estas cuestiones de la Trinidad o la Encarnación, y su parecido con los fenómenos actuales en la Física, nos estaremos engañando a cada paso, es decir, volviendo atrás, volviendo a la recostrucción de las ideas recibidas acerca de la Realidad y demás.
Pues vamos a intentar romper con eso. Lo que pasa es que descubrimos, de una manera puramente negativa, que el pueblo-que-no-existe no sabe decir más que ‘no’ a lo que han impuesto como ‘sí’, y que aquí deseamos que a través de nuestras personas, reales, personales, sumisas, que hable lo que nos queda de pueblo-que-no-existe, que no es nadie, que no es persona. Por una vía meramente negativa descubrimos que la Realidad, las cosas, no es, no son, todo lo que hay, más adelante nos damos cuenta de que eso de ‘todo’, o de ‘nada’, o de ‘1’, son imposiciones venidas de Arriba, de los entes ideales, y que sólo con falsedad patente pueden imponérsenos a las cosas, a la Realidad.
Pero en todo caso descubrimos (sin duda, con un razonamiento que viene guiado por un sentimiento de disconformidad, de descontento, con el cual cuento en cualesquiera de vosotros, si no, no estaríais aquí) guiados por esa vía negativa, que las cosas no son todo lo que hay, la Realidad no es todo lo que hay. Por esta vía negativa nos encontramos con cosas como ‘sin fin’, un infinito no domesticado todavía (‘no hay fin’, ‘sin fin’), o nos encontramos con cosas como ‘continuo’, que aparentemente no tiene la negación, pero desde luego lo que quiere decir es ‘no discontinuo’, siendo la discontinuidad una característica costitutiva de las cosas, de la Realidad, de nosotros las cosas también, entre las otras. Nos encontramos con ‘sin fin’, con ‘no discontinuo’, y naturalmente esto es in-imaginable, es decir, incapaz de convertirse en una imagen o una idea, que es lo mismo. Es inconcebible. Como se entiende bien, porque efectivamente, si se le pudiera concebir, comprender, entonces resultaría que todo eso que se sale de la Realidad estaría metido en la Realidad de uno y en la Realidad en general, en vana contradicción.
Así pasa. Lo que es mera negación de lo sabido, de las ideas, trata de convertirse sin embargo una vez y otra en una idea, un concepto, una noción, algo sabido, de forma que se esté metiendo lo sin fin dentro de la Realidad y dentro de uno mismo, lo no discontinuo dentro de la Realidad y dentro de uno mismo, y así con los otros descubrimientos. Esto es lo que hace que no nos entendamos bien, ni siquiera entre nosotros, como compruebo cada día. Sin embargo, se esplica por qué sucede, por qué una vez que, por mera negación, nos hemos rendido a lo sin fin, sin embargo hay inmediatamente que ponerse a meterlo dentro otra vez, a hacernos una idea de ello.
Es así porque nosotros los hombres somos cosas entre las cosas, y la condición de las cosas es que mientras están, sin fin, continuamente, perdiéndose, perdiéndonos, deshaciéndonos, deshaciéndose, al mismo tiempo la ley de la existencia, o Realidad, es defenderse contra ello, volver a recostruir la condición de cosa de uno y de las cosas en general, poder volver a seguir creyendo en ellas sin que se nos abra ningún abismo, que es lo que tememos siempre si nos privan de conocimiento, si nos privan de idea. De manera que es ley de existencia. Tenemos que reconocerlo así: se descubre por negación lo sin fin, lo continuo, es decir, lo no-discontinuo, y demás cosas inconcebibles, e inmediatamente se procede a concebirlas, con lo cual el descubrimiento se va al carajo, como se comprende bien. Se vuelve a hacer lo que la existencia y el Poder mandan: volver a reducir todo eso a algo comprensible, a algo concebible, a una idea, y así no se hace nada. Políticamente en el sentido de la voz del pueblo-que-no-existe, no se hace nada.
Por muy ley de la existencia que sea eso de tener que volver a recostruir costantemente la Realidad de las cosas, y entre ellas la de uno mismo, por muy ley de existencia que sea, naturalmente en esta tertulia política no podemos rendirnos a esa ley. Nos tenemos que aprovechar de que falla, como fallan todas las leyes de la Física, de la Justicia, de los Estados, de la Economía. Tenemos que confiar en que fallan, y eso es la única manera en que se puede hacer algo de veras en contra del Poder. Y sólo así podremos seguirnos entendiendo mal que bien.
En esta tertulia, en la cual todos (que no se puede decir ‘todos’, porque cada día hay más o menos, y están entrando unos y saliendo otros, pero cualesquiera que entren en esto, entre ellos yo mismo, claro), somos reales, somos cosas, tenemos que defender la existencia y nuestra existencia, falseando, concibiendo lo inconcebible (es ley de la existencia), pero sin embargo confiamos en que aparte de ser quienes somos, y de ser cosas más o menos cerradas, y ser reales, aparte de eso, eso falla, tiene resquebrajaduras; no hay en la Realidad nada que esté bien hecho del todo, que esté cerrado completamente, esto es absurdo, y con eso es con lo que contamos, con esos fallos respecto a la ley de la existencia.
Me temo que a pesar de todo, dicho así, todavía no consigo que el descubrimiento de esto hiera lo bastante en vuestros corazones y el mío. Podemos tal vez hacerlo más eficaz tomando como ejemplo de lo que digo, no lo sin fin en sí, no lo no-discontinuo en sí, sino por ejemplo ‘la velocidad’. El movimiento, la cuantía de movimiento (velocidad), las diferencias de velocidades (aceleración), ya sabéis: esto, que siendo de por sí estraño a la Realidad, sin embargo tiene que reconocerse como costitutivo de la Realidad, haciéndonos una idea de ‘movimiento’, de ‘velocidad’ y ‘aceleración’ y demás, ¿no? Bueno, está claro que en verdad la velocidad no puede tener fin, ni medirse por cuantías determinadas. Esto implica que no cabe, en verdad, una velocidad límite, como más o menos las teorías (la propia relatividad de Einstein entre otras muchas, y también la vieja teoría de Epicuro y Lucrecio) tienen que intentar admitirla.
No hay una velocidad límite por el camino del ‘todo’, como no hay una velocidad límite por descenso, por deceleración, es decir, una quietud. Todos estáis acostumbrados a ver conmigo cómo en la Realidad no caben ni ‘todo’ ni ‘nada’. Por tanto, ni puede haber una velocidad toda, ni puede haber quietud. Nada en la Realidad, porque es condición misma de su costitución, puede ser así. La velocidad esa sin fin, no quiere decir que sea ni mucha ni poca, ni que se acerque a ningún todo por aceleración, ni se acerque a ningún nada por deceleración hasta llegar a la quietud. Todo eso es aplicarle a la enunciación ‘velocidad sin fin’, criterios, ideas, que son propios solamente de la Realidad.
Imaginad, tratando de usar esta contraimaginación que os propongo, pues por ejemplo la Historia Humana, o la Historia de la Tierra, o la Historia de las Galaxias, desarrollándose a más o menos velocidad, y descubriendo que la diferente velocidad que a lo uno y a lo otro se le atribuye, esa velocidad escasa de unos diez mil años para la Historia, esta velocidad mucho mayor de unos cerca de dos millones de años para gente que hable, otra mucho mayor para el desarrollo de la Tierra o del Sistema Planetario, y muuucho mayor todavía, hasta llegar a las imaginerías del Big Bang y del Big Crunch, para lo que llaman ellos ‘el Universo’, con ese término engañoso que ya hemos denunciado.......Da lo mismo: no hay diferencias en verdad de velocidad. De manera que ahora poneros a imaginar que toda esta Historia, por ejemplo de la Sociedad humana, esos diez mil años, trascurre (porque ¿qué más da una velocidad que otra?), trascurre en tres segundos. En ese momento estáis viendo, en tres segundos, pasar a Buda, y a Cristo, y a Sócrates, y a Nietzsche, y a Kant, y a todos revueltos uno tras de otro, y sin daros tiempo para más. ¿Qué inconveniente hay para esto? Ninguno. Ninguno: la velocidad en verdad o sin fin no admitiría por tanto diferencias cuantitativas, de más o menos, de más deprisa o de más lento, y de la misma manera podéis divertiros en ver trascurrir apenas en diez segundos toda la formación del Sistema Planetario: veis corriendo a una gran velocidad todos los planetas a desprenderse del Sol, y cosas por el estilo, y establecer sus rutas de acá para allá, y todo eso en poquísimos segundos para mayor claridad, o podéis llegar a ver todo eso que llaman ‘el Universo’ (como los propios teóricos del Big Bang lo necesitan), desarrollándose en millonésimas de segundo en sus fundamentos. Y a partir de ahí, en unos pocos segundos más, pues el Universo hasta nosotros.
Yo creo que este ejercicio de que dotéis de una velocidad sin fin, sin límite, a los hechos reales, es útil al propósito que pretendo. No sé lo que os hará, pero sí que sé lo que deseo que os hiciera en el propósito de llegarnos a entender con un poco más de precisión.
Naturalmente, la Realidad (la social, la histórica, la física, cualquier forma de Realidad) se mueve por necesidades relativas y computables, no hay otra manera. ¿Cómo es que dentro de lo sin fin de una velocidad que no admite ningún límite, pueden desarrollarse velocidades relativas como las que costituyen las cosas, los mundos, y entre las cosas las personas también? Pues muy sencillo: es por esa contradicción fundacional: al mismo tiempo que nos estamos deshaciendo a velocidad sin fin, al mismo tiempo nos estamos recostruyendo costantemente, tratando de seguir existiendo, tratando de subsistir, las cosas, y nosotros entre las cosas. Esto es ley de las cosas, y solamente de una manera particular para las cosas que somos los hombres.
Estamos tratando de eso, y naturalmente, ese combate por existir, por subsistir, por recostruirnos según nos estamos destruyendo, eso implica naturalmente una deceleración; eso introduce una deceleración, una pérdida, para ser más precisos, de la velocidad sin fin. No porque la sin fin sea mucha, y ésta, la real, estas velocidades reales, sean poca, que no se puede hacer esa comparación, sino porque efectivamente y de alguna manera la Realidad rompe, nosotros como cosas rompemos, ese continuo ?ese no discontinuo? deshacerse, ese deshacerse sin fin al recostruirnos. De manera que eso es lo que introduce movimiento, velocidad, aceleración, reales, dentro de la otra.
Espero que esto hasta aquí quede relativamente claro. Ya sabéis que esto no implica que lo sin fin no se nos esté colando dentro, porque como las cosas nunca estamos bien hechas del todo (ni siquiera muertos, ¿eh?, no hay que hacerse ilusiones con la muerte), como las cosas nunca estamos bien hechas del todo, evidentemente eso nos deja poros, resquicios, por los cuales la verdad desconocida, el sin fin inconcebible, la continuidad inconcebible, se nos está colando dentro.
De manera que incluso, por ejemplo, tenemos el caso de uno, de mí mismo, de una cosa que es de este tipo que somos los hombres, ¿no?: efectivamente, mi edad, mis tráfagos diarios, se rigen, como los de las cosas, por velocidades medidas unas con otras, relativas, discontinuas, al mismo tiempo que en verdad me estoy deshaciendo. Y lo mismo que antes hemos descubierto que la velocidad sin fin no puede tener un ‘límite todo’ que sea la velocidad insuperable (la velocidad suma, la ‘velocidad todo’) también uno, esta cosa que es uno, al mismo tiempo que trata de recostruirse costantemente (porque siente que se está deshaciendo, y que si no vuelve a creer en algo y hacerse ideas se va a deshacer, el abismo), pues al mismo tiempo está penetrado por esta verdad que es el deshacerse sin fin, que no puede llegar a un límite por abajo tampoco, no puede llegar a ‘nada’. No puede llegar a ‘nada’, no pude llegar (para decirlo con el ejemplo éste de la cosa que es un hombre), no puede llegar a su nombre propio, que sería la representación de su esencia, y que queda fuera de la Realidad como mero ideal, igual que el de ‘todo’. No puede haber ningún límite por abajo al que ese deshacerse llegue.
Lo mismo que es una estupidez vivir siempre, es una estupidez vivir nunca. Estos son ejemplos de la entrada de los ideales dentro de la Realidad, y lo podéis tomar así en el caso de esa cosa que es un hombre, o utilizando cualquier otra forma de Realidad, porque esto vale en general. Sólo lo digo aplicado al caso de la cosa ‘Hombre’, porque como es la que nos toca más de cerca, pues a lo mejor os hiere más directamente, pero desde luego tiene que generalizarse a la situación de la Realidad en general.
Bueno, pues eso más o menos es lo que nos estorba para entendernos, como compruebo a cada paso. Esto, que parece que se puede decir tan claro y relativamente sencillo, pues sin embargo no se recibe, porque inmediatamente, en cuanto se ha realizado esta labor de descubrimiento negativo, tal como os la presento, inmediatamente uno a su vez tiene que volver a coger lo que ha oído, y convertirlo en una Teoría, hacerse una idea de ello, y entonces ya no le va a hacer nada; ya no va a hacer nada en el sentido de esta política de pueblo-que-no-existe. Ya no va a hacer nada, sino que formará parte de esta costante (no ‘continua’: ‘costante’) recostrucción a que las cosas por ley de la existencia están entregadas necesariamente.
Pues esto es lo que, si pudiera ser, desearía que enlazarais con lo que nos traíamos respecto a teorías unificadas más o menos, de la Física, o de cualquier otra Ciencia, Sicología, Economía, da lo mismo, la Física está a la cabeza, y es la más clara. Teorías o, en el viejo Régimen, ‘Misterios’, como el de la Trinidad o cualesquiera otros, el de la Encarnación, que también sacamos a colación, y cualesquiera otros que se os vengan a las mientes. También en el antiguo Régimen (esto es inevitable), los Misterios, como las Teorías actuales, no pueden menos de estar formulados en palabras. El otro día os lo mostraba con los ejemplos del Catecismo. También la Física actual, que se fía primordialmente al uso del lenguaje matemático, también ella entra dentro de esta necesidad de formulación. De manera que alguien sospecharía que ahí hay ya de principio una trampa: que si hay Misterio, que si hay de verdad Misterio, desconocido, entonces no tiene sentido el formularlo en un idioma, humano por ejemplo, o en alguna forma de lenguaje, matemático o de cualquier orden, porque eso formaría parte de la pretensión ?que he tratado de esponeros? de la necesidad de recostrucción como ley de la existencia de las cosas y de uno: también los Misterios, como las formulaciones de los teólogos o las del Catecismo.
Me acuerdo de que uno de mis locos habituales, un loco muy especialmente querido, estos años había desarrollado, en sus pláticas ocasionales conmigo (aparte de hablar muy elocuentemente y soltar muchas cosas, más o menos inconexas) utilizar retahílas, venir a introducir retahílas de dos, tres, cuatro, cinco, generalmente, términos, de los que está mandado desvirtuar, porque están impuestos por la Cultura y eso, y recuerdo que en parte de una de las retahílas decía esto: “Secretos revelados, Misterios esclarecidos, etc.”. Yo no sé de dónde lo habría sacao, ni qué sentido tendría para él eso, no se me alcanza, pero desde luego el sentido que tiene respecto a lo que digo, está bien claro: “misterios esclarecidos”, eso es justamente lo que os estaba diciendo, es decir, eso de que se pretenda justamente, en los misterios de la Iglesia del viejo Régimen o los de la Iglesia actual, los de la Ciencia, esclarecer los Misterios, es decir, matarlos; matarlos, porque un misterio esclarecido efectivamente es una contradicción, y está claro que un misterio esclarecido, lo mismo que en el otro () de la retahíla de mi loco, un secreto revelado, pues no es ya ni secreto ni misterio. Es una cosa tan de Perogrullo que me da un poco de vergüenza decirla, pero es que luego encuentro que aunque sea tan perogrullesco, pues, como pasa con tantas otras perogrulladas, no acaba de entenderse en el sentido de dejar que nos hiera, dejar que lo hiera a uno en sus convicciones más íntimas y más necesarias. Por eso lo digo, ésa es pues la necesidad de los misterios esclarecidos, en la Teología, o en la Ciencia actual, da lo mismo.
Antes de dejaros pasar la palabra, todavía se me ocurre añadir a esto algo que tiene que ver al mismo tiempo con los misterios y con los milagros que el otro día, como recordáis, salían también, especialmente los milagros funcionando como pruebas; pruebas de los artículos de la Fe. De esto estuvimos hablando, no voy a repetirme, y desde luego cuento con que entendéis bien esta relación de los Milagros con la Fe que sostiene a la Realidad misma, y entendéis bien la crítica de la vanidad de esta relación entre Milagros y Fe, pero que es una relación que funciona, muy real. Funcionaba en el antiguo Régimen, funciona en el actual. En el actual ya sabéis que los milagros principalmente, como corresponde, son los de las técnicas, que supuestamente se apoyan en las Doctrinas teóricas dominantes. Es un poco sospechoso esto, porque uno descubre que las teorías dominantes en Física y demás cambian con bastante rapidez, y de una manera bastante drástica, y sin embargo, pues los milagros de la Técnica que se derivaban de ellos, pues se siguen produciendo, e incluso siguen progresando en cuantía y en asombro, como entre nosotros se da todos los días. Desde luego, que estos milagros funcionan como prueba de la Doctrina, a pesar de esa contradicción que he dicho, está claro; funcionan como prueba, y por tanto la relación es la misma que en la vieja Teología.
Y alguno de vosotros, realista todavía, me dirá que bueno, que por qué no, que es normal que los Milagros de la Técnica funcionen como prueba de la verdad de las Teorías. Pues contra eso es contra lo último que en este sermón quería ir.
La necesidad de que haya milagros, en el antiguo Régimen y en el nuestro, y que haya misterios esclarecidos, que justamente con los milagros tratan de probarse, viene de algo muy sencillo, que es de que hemos perdido en gran medida el sentimiento de lo milagrosa que es la Realidad corriente. Así de simple. Está claro, supongo, que esta pérdida de que hablo, en vosotros, en mí, en cualquiera, la reconocéis sin dificultad ninguna. Podéis remitiros si queréis a un niño vuestro más o menos imaginario, que todavía era capaz de sentirse sobrecogido, asombrado, por la Realidad en la que se encontraba metido; la Realidad, lo mismo de las estrellas que de las relaciones entre los adultos, que no podía de ninguna manera comprender, que cualesquiera otras apariciones de la Realidad que os vengan a las mientes, ¿no? Pero os remitáis a ese niño imaginario, y desde luego, no voy a decir ‘muerto’, porque nada está muerto del todo, pero muy mortecino. En cualquier adulto normal, el caso es que las cosas son así: la ley nos ha obligado a tomarnos estas cosas que pasan por el cielo, por la tierra, y entre nosotros, como si fuera algo natural. La noción de ‘natural’, y de ‘Naturaleza’, es de las que más daño ha hecho para sostener la mentira a la que estamos sometidos: se nos ha hecho confundir ‘Natura’ con ‘Realidad’ (“la Realidad es natural”), y así se nos ha apagado esa capacidad de sensación, desprevenida, de sentimiento. Es eso lo que no nos deja sentir, y ahora digo ‘sentir’ en el sentido más general que queráis entenderlo. Es justamente la sumisión a las creencias, ideas, Fe, que el Poder necesita para sostenerse, y cada uno de nosotros necesita para que el Poder no lo aplaste, o por lo menos eso se cree. Ésas son las que matan cualquier sentimiento, cualquier sentir, hasta el punto de que se puede decir, sin ponerse demasiado sicoanalítico, que lo que se llaman ‘sentimientos’ normalmente no lo son precisamente porque son ideas de ese sentimiento de que se trataba, y por tanto ya no tienen el poder de herir y de desmontar que los sentimientos tendrían.
Bueno, pues ya sabéis: estamos hechos así, así somos de reales. Así somos de reales aunque vengamos a esta tertulia de pueblo-que-no-existe y todo eso, pero seguimos siendo personitas, seguimos siendo reales, estamos hechos de esa manera, y condenados a esa mentira, que incluye la de los sentimientos. Pues es precisamente (no hace falta ser muy listo para descubrirlo), es precisamente esa pérdida del sentimiento del misterio, esa pérdida del sentimiento de lo sin fin en que nos estamos perdiendo y que no podemos concebir, esa pérdida del sentimiento de la velocidad inconcebible a que nos estamos deshaciendo, y contra la cual nos estamos recostruyendo, es la pérdida del sentimiento de lo que pasa de verdad la que naturalmente nos obliga, obliga a la Sociedad, obliga al Poder y obliga a cada uno, a producir artículos de Fe, y milagros que los prueban.
Ya recordáis que en tertulias ya un poco lejanas utilizábamos algunos de los milagros de la Técnica, por ejemplo el que haya máquinas como las del procedimiento “Dicta” que los teléfonos móviles usan, que puedan convertir el habla en escritura, y que por tanto han adquirido un cierto poder de astracción, que es el que se necesita para el lenguaje. Ya recordáis que vimos estos milagros, y que esto nos obligaba a reconocer (porque no éramos ni somos capaces de veras de entenderlo) a pensar en duendes, en espíritus, que efectivamente son los que se cuidan de lograr que esos milagros de la Técnica funcionen, y que evidentemente no son unos duendes muy amigos de la verdad, pero sí son amiguitos de los hombres, porque saben que ellos tienen sus necesidades, y que por tanto tienen que hacerles cosas que de alguna manera los reconcilien con la Fe, y les hagan seguir tirando como se pueda, ¿no?
Efectivamente, esas cosas son milagrosas, pero además es que en el resto de la Realidad no dejan de aparecérsenos, si nos dejamos, milagros por todas partes. Unos milagros, eso sí, que esos ya no sirven para nada, no sirven para probar ningún artículo de Fe ni ninguna creencia. Estaríamos buenos, si no. No sirven para nada, y en cambio los milagros probatorios de artículos de Fe que en el viejo Régimen, o en el actual, se nos imponen, esos sí están al servicio de la Fe, nos reconcilian con la Realidad, lo reconcilian a uno consigo mismo, que a poco que se deje sentir, estará siempre muy mal conciliado consigo mismo, estará más bien rebelándose contra sí mismo. Pero así nos hacen reales, nos ayudan a subsistir, y todo ello, ya sabéis, fundado con el primer artículo de Fe, que es el de la muerte futura, que costituye a cada uno, y que costituiría también al Universo si se pudiera la Realidad reducir a un mero Universo, como sí se puede.
Era contra eso contra lo que me vuelvo sobre el principio de este sermoncillo, contra lo que empezaba hablando, utilizando la falaz noción de ‘velocidad’, y mostrando cómo una velocidad de veras sería sin fin. Ni principio, por supuesto, no hace falta decirlo, porque ‘fin’ es lo general, y todas las ideas de ‘principio’ están fundadas sobre la de ‘fin’, que es la primera.
Bueno, pues nada, me callo un poco, y ya como supongo que algo, o mucho tal vez, de lo que os he soltado, a pesar de mi deseo de hablar claro, puede dar lugar a oscuridades que tienen que aclararse, o más bien dar lugar a ocurrencias por vuestra parte que acompañen o enriquezcan las que a mí me vienen, pues para lo que sea, ahí os dejo ya que la voz corra de boca en boca.
-Yo lo de la velocidad no lo he entendido muy bien. Es que no sé por dónde empezar… Por ejemplo, lo de que la Historia de los hombres vaya a una velocidad distinta que la Historia de los astros. ¿Como es más corta, va (ya no me acuerdo de lo que has dicho), a más velocidad?
A-Que da lo mismo que sea más corta, que pensando en una velocidad sin fin… Y dentro de la Realidad no cabe una velocidad límite (‘toda’ la velocidad), ni una velocidad cero (quietud). Dado que es sin fin, en cuanto a esa velocidad daría igual ‘corto’ que ‘largo’.
-Claro, da igual. Es que me parecía que había habido una diferencia.
A-Sí, sí, hay una diferencia real.
-Pero en largura, no en velocidad; en Tiempo, según se suele entender.
A-Lo uno va con lo otro.
-¿Dos horas pasan más deprisa que una hora?
A-No, no así. Dos horas pasan más deprisa que una hora porque estamos siempre en la Realidad. La Historia humana por ejemplo, si tiene que desarrollarse a una velocidad determinada y se la somete al esperimento de con respecto a la velocidad de veras, pues evidentemente tendría que ir a lo que antes decía, por ejemplo ‘tres segundos’ para los diez mil años. Pero si eso se aplica a la formación de los sistemas planetarios y eso, desde luego, siendo más largo, tendría que ir mucho más deprisa, y cuando llegáramos al Universo entero, teniendo que abarcar todo el desarrollo del Universo, tendría que ir mucho más deprisa todavía. En ese sentido.
-La velocidad de veras, ¿es la velocidad sin fin?
A-‘Sin fin’, que es un término absurdo, pero que he utilizado por eso.
-‘Sin fin’, ¿en el sentido de cuantía, o de objetivo.......?
A-En el sentido de que no tiene límite. Es un ejemplo de sin fin, la pura negación: no puede tener límite superior (‘todo’), ni límite inferior (‘nada’).
-Pero ‘tres segundos’, no es una velocidad, es un tiempo.
A-Tres segundos, sí. En el esperimento lo único que se hace es, sin salirnos de la Realidad, obligar a tramos de la Realidad a correr con mucha más velocidad, como movidos o acuciados por una especie de necesidad de aceleración que es bien real, está dentro de la Realidad: la necesidad de aceleración.
-El otro día, en la relación de Padre e Hijo, había pensado, como formulación y como correlación evidentemente, que lo que se deriva de ello en la Teología positiva, es que uno de los términos de la contraposición adquiere el rango superior y dominante, y hay que tirar hacia él para poder mantenerse dentro de la Realidad, o del orden de la Realidad, en cuanto el Padre que somete. Y luego, me parecía que es un poco lo mismo que también hacen con la moral, con la contraposición bueno/malo, como aquilando, que también hay que aquilar para uno de los términos, olvidándose de la actividad de la relación, para hacer con ello también que ese término de la jerarquía sea poderoso, y domine, para que así ya los buenos, los que tiran por ahí, vayan también al otro término de la contraposición Padre/Hijo, y la promesa era que descansaran a su derecha.
A-Bueno, desde luego que en la Realidad rige una ley de Dominación, eso lo sabéis todos. Aquí no solemos detenernos mucho en ello, mas que de vez en cuando: Padre sobre hijo, Alcalde sobre ciudadanos, Presidente sobre poblaciones, y así. Rige una ley de Dominación, pero desde luego, en cuanto a la Santísima Trinidad, no marcha bien, porque el Padre no puede ser más que el Hijo, ni el Padre o el Hijo pueden ser más que el Espíritu Santo, porque no hay ‘más’ en el Misterio esclarecido; no hay ningún lugar para un ‘más’, y eso se demuestra en que todos ellos, los tres, son Dios, en contra de la herejía arriana o de otras. Todos los tres son Dios, y eso naturalmente los iguala en cuanto al término ideal que los comprende a todos. En esto la Teología es realista, porque en general, como sabéis, Dios, aparte de todo lo de infinitamente bueno y todo eso, tiene que ser real; tiene que ser existente, real, el ens realíssimum, de manera que tienen que diferenciarse, como personas, como lo hacen, en el Misterio de la Trinidad: no se confunden el Padre con el Hijo, ni ambos con el Espíritu Santo. Tienen su persona, sus condiciones: evidentemente Dios Padre es por ejemplo creador del mundo, la segunda persona es el Lógos, el Verbo encarnado (según el misterio de la Encarnación que el otro día os referí del Catecismo, con algunas deficiencias), y el Espíritu Santo es el que realiza funciones de ese tipo de la comunicación entre los otros dos, y por tanto viene a aparecer presidiendo el bautismo del Hijo, y viene a aparecer resolviendo el problema lingüístico de los idiomas con los apóstoles en Pentecostés........Funciones diferentes, como entes reales, pero con la pretensión de que al mismo tiempo son Dios. Algún parecido me ha contao Caramés hoy que ha descubierto en una curiosa entrada en la red en que efectivamente......Ya os dije que Trinidades pueden aparecer en muchas manifestaciones, y que conviene reconocer lo que hay en ellas de general para el término. Pero algunas aparecen curiosamente por ejemplo en la persecución de la unificación de la Teoría, es decir, resolver el conflicto entre la relatividad y la cuántica, y creo que es de ahí de donde venía el rollo de la Pasión a distancia. Cuéntalo un poco.
-A ver si sale. Es bastante complicado, porque la jerga de los físicos está muy establecida, de manera que empiezan a contar algo, y se refieren a cosas que la gente ya conoce. Por ejemplo, normalmente hay dos personas llamadas Alicia y Bob, que están enredadas. Pueden ser dos fotones, ¿no? Están enredadas, y el enredo (están en una conexión), hace que para esplicar lo que pasa se esige que puedan tener ‘informaciones’, como dicen los físicos, a velocidades mayores que la luz, lo cual atenta contra la Teoría de la relatividad. Teóricamente es eso, una de las formas.....
A-Permíteme que insista: es que descubrían que de alguna manera, en cuanto a trasmisión de información, resultaría que uno de los electrones por ejemplo había recibido la información emitida por el otro antes de que éste la emitiera.
-Sí, lo de la velocidad de la luz es una costante. Eso se llama “acción istantánea a distancia”, el poder hacer esas cosas, ¿no? Bueno, entonces hubo un físico que dijo que eso no podía ser, y desarrolló una Teoría en la cual en realidad no son dos, sino que hay un tercero, que es el que hace interferencias al enredo de los dos. Entonces es justo pensar que el enredo es una especie de relación entre Alicia y Bob, que son los términos que los Físicos tienen establecidos, que incluso son los gemelos esos que la Teoría de la relatividad hace para que uno sea joven y el otro viejo, según la velocidad a la que vayan y demás. Bueno, total, que volviendo a la historia, por si sirve para algo la historia de este cuento entre Alicia y Bob, el tercero, que llaman (Jim), es el que interfiere, y entonces este tercero, en el enredo entre Alicia y Bob, manda una especie de ametrallamiento de digamos rayos laser o lo que sea, y consigue que lo que eran antes estas trasmisiones, vuelvan a restituirse a una Realidad, a un realismo local donde no se atente contra el axioma de la relatividad, de la costancia de la velocidad de la luz. Eso es lo que yo entendí, que tampoco he leído mucho de esto, ¿eh? Espero que lo haya leído bien. Y bueno, eso está ahora levantando discusiones acerca de estas cuestiones. Evidentemente, este tercero está fuera, no está en el enredo; actúa como caído del cielo, digamos, sobre el enredo de los dos. Entonces, en cierto sentido se parece a lo del Espíritu Santo en el enredo entre Padre e Hijo.
A-Sí, aunque sea a beneficio de inventario, porque tendríamos que estudiar esto de la ‘passion’, que este hombre ha preferido a ‘action’, ‘pasión’ en lugar de ‘acción’. De manera que queda a beneficio de inventario el que lo entendamos mejor si nos merece la pena, pero desde luego el parecido una vez más con la vieja Teología está bastante claro: en efecto, (Jim), el tercero, no está en el enredo, es decir, que se sale de una Realidad parcial, o una subrealidad parcial, que es la determinada por el enredo, y gracias a eso puede interferir o mediar de tal manera que aquel absurdo de que la información se reciba antes de emitirse se haya perdido. Está fuera, y puede efectivamente resolver desde fuera, como lo imagina, la cosa, de manera que el absurdo no funcione, por lo menos de una manera tan descarada. Bueno, muy bien, con esto y otras cosas nos entretenemos un rato. Supongo que entretanto se os habrá ocurrido algo más respecto a lo fundamental. Adelante.
-Estaba pensando respecto a esto que dijiste del asombro dentro de la Realidad, el milagro este de la Realidad, la chispa que nos pueda quedar de asombrarse ante ello, y cómo ante un supuesto asombro por decirlo de alguna manera ‘puro’, pues tan asombroso puede ser el salir del sol por el horizonte, o puede ser el ametrallamiento de quinientas personas en una guerra. Tan asombroso es una cosa como la otra, y ante un asombro casi diríamos ‘puro’, no habría una cuestión moral de decir “esto es bueno”, o “esto es malo”, sencillamente es asombroso tanto una cosa como otra. Esto no sé muy bien cómo conectarlo con esta cuestión posterior, que es el hecho de cuando ya sí decimos que una cosa es una barbaridad, y otra cosa puede ser también una barbaridad, pero en otro sentido: el nacimiento del sol, y el ametrallamiento de quinientos niños. Y por último ya, conectar esto con algo que ya se comentó el día anterior, que era esto de poner en relación lo del Juicio Final con la pretensión de la Ciencia de llegar a un momento en que esplicaría todo, poniendo a cada uno en su sitio, diciendo qué había sido cada cosa, qué era cada cual, y la pretensión de la Ciencia de alguna manera de esplicar todo. Entonces claro, si se ve la barbaridad que es eso, también la otra sensación, la de decir, “bueno, entonces, que la barbarie sea tan intocable como la no barbarie”, se queda un poco como en el aire, da igual una cosa que la otra. No sé cómo conectar todas las cosas, pero por ahí me andan rondando, ¿no?
A-Sí, esto último tal vez no se conecta tan sencillamente con lo primero, vamos a ir por partes. En cuanto a lo de la pérdida del asombro, efectivamente está claro que la sensación, el sentimiento de asombro, escluiría cualquier connotación del tipo social o moral como ‘bueno’, ‘malo’, tal. ‘Asombro’ es incapacidad para recibirlo como algo natural, y entonces hay que recordar que si a un niño hay que matarlo desde pronto, con la Educación, para convertirlo en una persona, en un ciudadano, ese trance es precisamente este en que la necesidad de existencia se contrapone sobre cualquier sentimiento o descubrimiento de la mentira de las realidades. Sí, ya noto, Carlos, que probablemente el que saques barbaridades frente a la puesta del sol, tiene ya por tu parte un sentido. En esta tertulia política no nos ocupamos muy directamente de lo que de ordinario se ocupan los movimientos revolucionarios del tipo que sea. Las matanzas que el Régimen organiza las recordamos de vez en cuando, ¿por qué no?, pero es porque pensamos que el Poder está asentado más a fondo que eso, está asentado en la propia Fe en la Realidad, y nos parece que mientras podemos, como realistas, ocuparnos de discutir cuestiones de Políticas de políticos, de Economía, de matanzas de pueblos, etc., no estaremos atacando de verdad el problema si nos quedamos ahí. Hay que pasar a reconocer que cualesquiera cosas de las que nos aparecen, si nos dejamos que nos hieran o invadan, son desde luego algo que va a impedir que se funde una persona, y no digamos que se funde un Estado, y que por tanto que se produzcan las guerras y todo lo demás. De manera que por eso, los que desde eso del pueblo-que-no-existe intentamos poder levantarnos contra el Poder, pues tenemos que estar siempre coscientes que esto siempre se hace contra uno mismo. Desconfiamos de los movimientos de rebelión o revolución que se ocupan mucho de los pueblos y de las personas, como los Medios de Formación de Masas del Poder se ocupan, como si eso fuera todo, y lo que hay que defender, que eso ya se está defendiendo demasiado por sí todos los días. Intentamos que la mentira fundamental costitutiva de alguna manera se deshaga, y caiga quien caiga. Y naturalmente cae uno como persona, pero por otra parte a uno lo tienen condenado a muerte (esto nos decimos para alegrarnos un poco), de manera que tampoco es gran cosa lo que se pierde en una lucha que va a descubrir la mentira de uno, ¿no? No te pongas muy realista, porque ya sabes que la Realidad empieza por ahí: te tienen condenado a muerte, así que ¿qué más da, no?: bien puedes intentar descubrir la mentira sin restricciones, caiga quien caiga. Todo eso cabe, y cabe gracias a que no estamos bien hechos, ¿no? Bueno, ¿qué más cosas había por ahí?
-Para mí la figura de Jesucristo quizás es un poco como la unión de lo que se busca, la unión de Dios o del Padre con el Hombre, meterlo ahí un poco para la consideración del resto de la gente, de cómo unir eso del Espíritu Santo, y por otra parte, la idea del Espíritu Santo, que es una figura que realmente no es ni el Padre ni nada, puede ser la Madre también.
A-No sé, pero a eso estábamos ya el otro día dándole vueltas, ¿no?, al Misterio de la Encarnación. A ver si ahora me acuerdo del Astete mejor que el otro día: “en las entrañas de María Santísima formó el Espíritu Santo, de la carne y sangre de esta señora, un cuerpo perfectísimo. Sacó de la nada un Alma, y la unió a ese cuerpo. A ese cuerpo y alma vino a unirse el Hijo de Dios, y en el mismo istante, el que antes era sólo Dios, sin dejar de serlo, quedó hecho hombre”. Esto es la maravillosa formulación vulgarizante que me aprendí de niño en el Catecismo. De manera que ya lo veis: esto podría aplicarlo uno a cómo en el Progreso de los últimos siglos de este mundo nuestro, parece como si el Reino del Padre que se llamaría “Dios” (sin derecho, porque Dios son los tres), pero el Reino del Padre se ha convertido en el Reino del Hijo, que se llama “el Hombre”, de manera que la gran mentira o estupidez que nos domina hoy, no es ya tanto la de Dios, sino la de el Hombre; es la de el Hombre, con la que estamos aquí luchando todos los días, ¿no? En ese sentido podría encontrarse algún desarrollo. En cuanto al Espíritu Santo, ya veis que también, en el istante de la encarnación de alguna manera media para que.........De lo que se trataba es que Dios, sin dejar de serlo, al mismo tiempo sea Hombre, que era de lo que se trataba. Sí.
-Dos cosas, un poco por lo que se ha dicho antes de lo milagroso, que sí, que es verdad un poco lo que has dicho tú, creo. Que parece que es más milagroso… o sea, que un avión vuele, no le veo yo que sea un milagro, así, … que, vamos, que es bastante más milagroso que un pájaro vuele, que al fin y al cabo, nadie (o que yo sepa) lo ha diseñado para que vuele, mientras que un avión se ha hecho para que vuele. Pero más que eso es lo que hablábamos de los milagros que prueban o corroboran las cosas que cuando la gente ve salir el sol, o que una hoja reverdezca después del invierno, pues parece como que la gente siente que todo eso es un misterio, y que no tiene esplicación. Sin embargo, cuando hay una especie de milagro de la tecnología, sí, eso parece que corrobora lo que la Ciencia dice de que las cosas sean lo que sean, y parece como que las dos cosas no acaban de casar, que hay algo que me gustaría que alguien me lo dijera por qué se sienten cosas diferentes ante un fenómeno y otro, ¿no?
A-Vamos a ver. Lo que dices de ‘gente’, quiere decir gente que todavía no se ha hecho personas, si no, no tendría mucho sentido, como eso que decimos de niño antes de hacerse hombre. Lo que nos queda de gente que no es persona, puede que sienta el misterio por todas partes: en los pájaros, en los aviones, y en cualquier sitio de la Realidad que se lo pongan. Pero como dice mi loco, en el mundo real lo que tenemos son misterios esclarecidos, y todo está esclarecido: no sólo los inventos mecánicos, a los cuales les dan una esplicación que a nosotros sin embargo aquí nos hacían descubrir que no bastaban, y que había que pensar en duendes, sino los hechos llamados ‘naturales’. La perdición es la Naturaleza: te hacen creer que lo otro es la Naturaleza, y que de alguna manera la Naturaleza lo ha hecho así al pájaro para que vuele, y que no tiene nada de asombroso. Hay esclarecimiento por teoría en un caso y en el otro, no hay ninguna diferencia fundamental. Yo aquí preferiría que nos asombráramos igual de los aviones y del proceso “Dicta”, que de los pájaros y de todo lo demás. Claro, lo que pasa es que estamos muy impedidos, porque somos quienes somos; somos reales, cada uno el que es.
-Parece milagroso también lo de la libertad en sentido negativo de la que has hablado al principio, la libertad negativa, esta libertad de negar que pensando que el hombre es real, y que somos una cosa entre las cosas, y que no podemos dejar de perseverar en lo que somos y de defendernos, pero que a pesar de todo hay fallos, y gracias a esos fallos estamos aquí hablando entre otras cosas, pues pensar que esos fallos fueran propiciados por esta libertad negativa de negar la necesidad.
A-Sí. La libertad es eso de que no estamos bien hechos del todo. Si estuviéramos bien hechos del todo, y el mundo también, no habría nada que hacer. Libertad quiere decir que no es verdad; que no es verdad que estemos obligados necesariamente, del todo, cerradamente, a nada, que las posibilidades están abiertas, son sin fin. En la hojita, o par de hojitas, que os pasé con lo de tratar de impedir (hasta ahora no lo he conseguido mucho) confusiones en el uso del término ‘verdad’, aparecía el término ‘libertad’ en un momento: cuando se descubre que los nombres que se les aplican a las cosas, tratan de hacer verdad de la Realidad, son eso: un truco, una falsedad, y entonces las cosas se librarían de su significado en un idioma determinado mediante ese descubrimiento, y eso es libertad; de las cosas, y de uno. Desde luego, a lo que hay que negarse, es al entendimiento positivo de la libertad de cualquier manera que sea, como una posesión, como en la Teología también, el libre albedrío, y también en las especulaciones de hoy, no sólo con respecto a nosotros, sino a nuestros electrones, sigue apareciendo el fantasma del ‘free will’, del libre albedrío, una vez y otra, ¿no? La libertad es mera negación, descubrimiento de la mentira. No es otra cosa más.
Bueno, pues no sé. Si os surgen mientras no nos vemos cosas, dudas, ocurrencias, respecto a todo esto que os he dicho y las cosas que han surgido aquí, pues........Y si el Señor de la Realidad nos deja vivos, pues dentro de siete días seguimos.
A ese propósito, algunos de los que estaban estos días han aportado por escrito alguna comunicación, por ejemplo acerca de el parecido entre el establecimiento del misterio de la Santísima Trinidad (el uno que tiene que ser al mismo tiempo dos, y por tanto, como no hay dos sin tres, tiene que ser tres), en las ansias de unificación, de teoría única o teoría de ‘todo’, que en el desarrollo de la Física actual aparecen por todas partes en cuanto se les eche un poco el ojo a las entradas, incluso a los libros: los hechos se acumulan, para la vieja Teología o para la Ciencia actual, se registran, se les da, falsamente siempre, la categoría de verdad, y luego hay que arreglarse para compaginarlos, unificarlos, en forma de un misterio sacrosanto o en forma de una teoría unificadora, da lo mismo después de todo.
Y sobre eso pensábamos seguir, y seguiremos tal vez, pero ahora quiero detenerme en algo que abarca todo esto, porque si no entendéis conmigo, y llego yo por tanto a entender, el sentido que esto tiene en una tertulia política, a qué cuento, a qué asunto traemos estas cuestiones de la Trinidad o la Encarnación, y su parecido con los fenómenos actuales en la Física, nos estaremos engañando a cada paso, es decir, volviendo atrás, volviendo a la recostrucción de las ideas recibidas acerca de la Realidad y demás.
Pues vamos a intentar romper con eso. Lo que pasa es que descubrimos, de una manera puramente negativa, que el pueblo-que-no-existe no sabe decir más que ‘no’ a lo que han impuesto como ‘sí’, y que aquí deseamos que a través de nuestras personas, reales, personales, sumisas, que hable lo que nos queda de pueblo-que-no-existe, que no es nadie, que no es persona. Por una vía meramente negativa descubrimos que la Realidad, las cosas, no es, no son, todo lo que hay, más adelante nos damos cuenta de que eso de ‘todo’, o de ‘nada’, o de ‘1’, son imposiciones venidas de Arriba, de los entes ideales, y que sólo con falsedad patente pueden imponérsenos a las cosas, a la Realidad.
Pero en todo caso descubrimos (sin duda, con un razonamiento que viene guiado por un sentimiento de disconformidad, de descontento, con el cual cuento en cualesquiera de vosotros, si no, no estaríais aquí) guiados por esa vía negativa, que las cosas no son todo lo que hay, la Realidad no es todo lo que hay. Por esta vía negativa nos encontramos con cosas como ‘sin fin’, un infinito no domesticado todavía (‘no hay fin’, ‘sin fin’), o nos encontramos con cosas como ‘continuo’, que aparentemente no tiene la negación, pero desde luego lo que quiere decir es ‘no discontinuo’, siendo la discontinuidad una característica costitutiva de las cosas, de la Realidad, de nosotros las cosas también, entre las otras. Nos encontramos con ‘sin fin’, con ‘no discontinuo’, y naturalmente esto es in-imaginable, es decir, incapaz de convertirse en una imagen o una idea, que es lo mismo. Es inconcebible. Como se entiende bien, porque efectivamente, si se le pudiera concebir, comprender, entonces resultaría que todo eso que se sale de la Realidad estaría metido en la Realidad de uno y en la Realidad en general, en vana contradicción.
Así pasa. Lo que es mera negación de lo sabido, de las ideas, trata de convertirse sin embargo una vez y otra en una idea, un concepto, una noción, algo sabido, de forma que se esté metiendo lo sin fin dentro de la Realidad y dentro de uno mismo, lo no discontinuo dentro de la Realidad y dentro de uno mismo, y así con los otros descubrimientos. Esto es lo que hace que no nos entendamos bien, ni siquiera entre nosotros, como compruebo cada día. Sin embargo, se esplica por qué sucede, por qué una vez que, por mera negación, nos hemos rendido a lo sin fin, sin embargo hay inmediatamente que ponerse a meterlo dentro otra vez, a hacernos una idea de ello.
Es así porque nosotros los hombres somos cosas entre las cosas, y la condición de las cosas es que mientras están, sin fin, continuamente, perdiéndose, perdiéndonos, deshaciéndonos, deshaciéndose, al mismo tiempo la ley de la existencia, o Realidad, es defenderse contra ello, volver a recostruir la condición de cosa de uno y de las cosas en general, poder volver a seguir creyendo en ellas sin que se nos abra ningún abismo, que es lo que tememos siempre si nos privan de conocimiento, si nos privan de idea. De manera que es ley de existencia. Tenemos que reconocerlo así: se descubre por negación lo sin fin, lo continuo, es decir, lo no-discontinuo, y demás cosas inconcebibles, e inmediatamente se procede a concebirlas, con lo cual el descubrimiento se va al carajo, como se comprende bien. Se vuelve a hacer lo que la existencia y el Poder mandan: volver a reducir todo eso a algo comprensible, a algo concebible, a una idea, y así no se hace nada. Políticamente en el sentido de la voz del pueblo-que-no-existe, no se hace nada.
Por muy ley de la existencia que sea eso de tener que volver a recostruir costantemente la Realidad de las cosas, y entre ellas la de uno mismo, por muy ley de existencia que sea, naturalmente en esta tertulia política no podemos rendirnos a esa ley. Nos tenemos que aprovechar de que falla, como fallan todas las leyes de la Física, de la Justicia, de los Estados, de la Economía. Tenemos que confiar en que fallan, y eso es la única manera en que se puede hacer algo de veras en contra del Poder. Y sólo así podremos seguirnos entendiendo mal que bien.
En esta tertulia, en la cual todos (que no se puede decir ‘todos’, porque cada día hay más o menos, y están entrando unos y saliendo otros, pero cualesquiera que entren en esto, entre ellos yo mismo, claro), somos reales, somos cosas, tenemos que defender la existencia y nuestra existencia, falseando, concibiendo lo inconcebible (es ley de la existencia), pero sin embargo confiamos en que aparte de ser quienes somos, y de ser cosas más o menos cerradas, y ser reales, aparte de eso, eso falla, tiene resquebrajaduras; no hay en la Realidad nada que esté bien hecho del todo, que esté cerrado completamente, esto es absurdo, y con eso es con lo que contamos, con esos fallos respecto a la ley de la existencia.
Me temo que a pesar de todo, dicho así, todavía no consigo que el descubrimiento de esto hiera lo bastante en vuestros corazones y el mío. Podemos tal vez hacerlo más eficaz tomando como ejemplo de lo que digo, no lo sin fin en sí, no lo no-discontinuo en sí, sino por ejemplo ‘la velocidad’. El movimiento, la cuantía de movimiento (velocidad), las diferencias de velocidades (aceleración), ya sabéis: esto, que siendo de por sí estraño a la Realidad, sin embargo tiene que reconocerse como costitutivo de la Realidad, haciéndonos una idea de ‘movimiento’, de ‘velocidad’ y ‘aceleración’ y demás, ¿no? Bueno, está claro que en verdad la velocidad no puede tener fin, ni medirse por cuantías determinadas. Esto implica que no cabe, en verdad, una velocidad límite, como más o menos las teorías (la propia relatividad de Einstein entre otras muchas, y también la vieja teoría de Epicuro y Lucrecio) tienen que intentar admitirla.
No hay una velocidad límite por el camino del ‘todo’, como no hay una velocidad límite por descenso, por deceleración, es decir, una quietud. Todos estáis acostumbrados a ver conmigo cómo en la Realidad no caben ni ‘todo’ ni ‘nada’. Por tanto, ni puede haber una velocidad toda, ni puede haber quietud. Nada en la Realidad, porque es condición misma de su costitución, puede ser así. La velocidad esa sin fin, no quiere decir que sea ni mucha ni poca, ni que se acerque a ningún todo por aceleración, ni se acerque a ningún nada por deceleración hasta llegar a la quietud. Todo eso es aplicarle a la enunciación ‘velocidad sin fin’, criterios, ideas, que son propios solamente de la Realidad.
Imaginad, tratando de usar esta contraimaginación que os propongo, pues por ejemplo la Historia Humana, o la Historia de la Tierra, o la Historia de las Galaxias, desarrollándose a más o menos velocidad, y descubriendo que la diferente velocidad que a lo uno y a lo otro se le atribuye, esa velocidad escasa de unos diez mil años para la Historia, esta velocidad mucho mayor de unos cerca de dos millones de años para gente que hable, otra mucho mayor para el desarrollo de la Tierra o del Sistema Planetario, y muuucho mayor todavía, hasta llegar a las imaginerías del Big Bang y del Big Crunch, para lo que llaman ellos ‘el Universo’, con ese término engañoso que ya hemos denunciado.......Da lo mismo: no hay diferencias en verdad de velocidad. De manera que ahora poneros a imaginar que toda esta Historia, por ejemplo de la Sociedad humana, esos diez mil años, trascurre (porque ¿qué más da una velocidad que otra?), trascurre en tres segundos. En ese momento estáis viendo, en tres segundos, pasar a Buda, y a Cristo, y a Sócrates, y a Nietzsche, y a Kant, y a todos revueltos uno tras de otro, y sin daros tiempo para más. ¿Qué inconveniente hay para esto? Ninguno. Ninguno: la velocidad en verdad o sin fin no admitiría por tanto diferencias cuantitativas, de más o menos, de más deprisa o de más lento, y de la misma manera podéis divertiros en ver trascurrir apenas en diez segundos toda la formación del Sistema Planetario: veis corriendo a una gran velocidad todos los planetas a desprenderse del Sol, y cosas por el estilo, y establecer sus rutas de acá para allá, y todo eso en poquísimos segundos para mayor claridad, o podéis llegar a ver todo eso que llaman ‘el Universo’ (como los propios teóricos del Big Bang lo necesitan), desarrollándose en millonésimas de segundo en sus fundamentos. Y a partir de ahí, en unos pocos segundos más, pues el Universo hasta nosotros.
Yo creo que este ejercicio de que dotéis de una velocidad sin fin, sin límite, a los hechos reales, es útil al propósito que pretendo. No sé lo que os hará, pero sí que sé lo que deseo que os hiciera en el propósito de llegarnos a entender con un poco más de precisión.
Naturalmente, la Realidad (la social, la histórica, la física, cualquier forma de Realidad) se mueve por necesidades relativas y computables, no hay otra manera. ¿Cómo es que dentro de lo sin fin de una velocidad que no admite ningún límite, pueden desarrollarse velocidades relativas como las que costituyen las cosas, los mundos, y entre las cosas las personas también? Pues muy sencillo: es por esa contradicción fundacional: al mismo tiempo que nos estamos deshaciendo a velocidad sin fin, al mismo tiempo nos estamos recostruyendo costantemente, tratando de seguir existiendo, tratando de subsistir, las cosas, y nosotros entre las cosas. Esto es ley de las cosas, y solamente de una manera particular para las cosas que somos los hombres.
Estamos tratando de eso, y naturalmente, ese combate por existir, por subsistir, por recostruirnos según nos estamos destruyendo, eso implica naturalmente una deceleración; eso introduce una deceleración, una pérdida, para ser más precisos, de la velocidad sin fin. No porque la sin fin sea mucha, y ésta, la real, estas velocidades reales, sean poca, que no se puede hacer esa comparación, sino porque efectivamente y de alguna manera la Realidad rompe, nosotros como cosas rompemos, ese continuo ?ese no discontinuo? deshacerse, ese deshacerse sin fin al recostruirnos. De manera que eso es lo que introduce movimiento, velocidad, aceleración, reales, dentro de la otra.
Espero que esto hasta aquí quede relativamente claro. Ya sabéis que esto no implica que lo sin fin no se nos esté colando dentro, porque como las cosas nunca estamos bien hechas del todo (ni siquiera muertos, ¿eh?, no hay que hacerse ilusiones con la muerte), como las cosas nunca estamos bien hechas del todo, evidentemente eso nos deja poros, resquicios, por los cuales la verdad desconocida, el sin fin inconcebible, la continuidad inconcebible, se nos está colando dentro.
De manera que incluso, por ejemplo, tenemos el caso de uno, de mí mismo, de una cosa que es de este tipo que somos los hombres, ¿no?: efectivamente, mi edad, mis tráfagos diarios, se rigen, como los de las cosas, por velocidades medidas unas con otras, relativas, discontinuas, al mismo tiempo que en verdad me estoy deshaciendo. Y lo mismo que antes hemos descubierto que la velocidad sin fin no puede tener un ‘límite todo’ que sea la velocidad insuperable (la velocidad suma, la ‘velocidad todo’) también uno, esta cosa que es uno, al mismo tiempo que trata de recostruirse costantemente (porque siente que se está deshaciendo, y que si no vuelve a creer en algo y hacerse ideas se va a deshacer, el abismo), pues al mismo tiempo está penetrado por esta verdad que es el deshacerse sin fin, que no puede llegar a un límite por abajo tampoco, no puede llegar a ‘nada’. No puede llegar a ‘nada’, no pude llegar (para decirlo con el ejemplo éste de la cosa que es un hombre), no puede llegar a su nombre propio, que sería la representación de su esencia, y que queda fuera de la Realidad como mero ideal, igual que el de ‘todo’. No puede haber ningún límite por abajo al que ese deshacerse llegue.
Lo mismo que es una estupidez vivir siempre, es una estupidez vivir nunca. Estos son ejemplos de la entrada de los ideales dentro de la Realidad, y lo podéis tomar así en el caso de esa cosa que es un hombre, o utilizando cualquier otra forma de Realidad, porque esto vale en general. Sólo lo digo aplicado al caso de la cosa ‘Hombre’, porque como es la que nos toca más de cerca, pues a lo mejor os hiere más directamente, pero desde luego tiene que generalizarse a la situación de la Realidad en general.
Bueno, pues eso más o menos es lo que nos estorba para entendernos, como compruebo a cada paso. Esto, que parece que se puede decir tan claro y relativamente sencillo, pues sin embargo no se recibe, porque inmediatamente, en cuanto se ha realizado esta labor de descubrimiento negativo, tal como os la presento, inmediatamente uno a su vez tiene que volver a coger lo que ha oído, y convertirlo en una Teoría, hacerse una idea de ello, y entonces ya no le va a hacer nada; ya no va a hacer nada en el sentido de esta política de pueblo-que-no-existe. Ya no va a hacer nada, sino que formará parte de esta costante (no ‘continua’: ‘costante’) recostrucción a que las cosas por ley de la existencia están entregadas necesariamente.
Pues esto es lo que, si pudiera ser, desearía que enlazarais con lo que nos traíamos respecto a teorías unificadas más o menos, de la Física, o de cualquier otra Ciencia, Sicología, Economía, da lo mismo, la Física está a la cabeza, y es la más clara. Teorías o, en el viejo Régimen, ‘Misterios’, como el de la Trinidad o cualesquiera otros, el de la Encarnación, que también sacamos a colación, y cualesquiera otros que se os vengan a las mientes. También en el antiguo Régimen (esto es inevitable), los Misterios, como las Teorías actuales, no pueden menos de estar formulados en palabras. El otro día os lo mostraba con los ejemplos del Catecismo. También la Física actual, que se fía primordialmente al uso del lenguaje matemático, también ella entra dentro de esta necesidad de formulación. De manera que alguien sospecharía que ahí hay ya de principio una trampa: que si hay Misterio, que si hay de verdad Misterio, desconocido, entonces no tiene sentido el formularlo en un idioma, humano por ejemplo, o en alguna forma de lenguaje, matemático o de cualquier orden, porque eso formaría parte de la pretensión ?que he tratado de esponeros? de la necesidad de recostrucción como ley de la existencia de las cosas y de uno: también los Misterios, como las formulaciones de los teólogos o las del Catecismo.
Me acuerdo de que uno de mis locos habituales, un loco muy especialmente querido, estos años había desarrollado, en sus pláticas ocasionales conmigo (aparte de hablar muy elocuentemente y soltar muchas cosas, más o menos inconexas) utilizar retahílas, venir a introducir retahílas de dos, tres, cuatro, cinco, generalmente, términos, de los que está mandado desvirtuar, porque están impuestos por la Cultura y eso, y recuerdo que en parte de una de las retahílas decía esto: “Secretos revelados, Misterios esclarecidos, etc.”. Yo no sé de dónde lo habría sacao, ni qué sentido tendría para él eso, no se me alcanza, pero desde luego el sentido que tiene respecto a lo que digo, está bien claro: “misterios esclarecidos”, eso es justamente lo que os estaba diciendo, es decir, eso de que se pretenda justamente, en los misterios de la Iglesia del viejo Régimen o los de la Iglesia actual, los de la Ciencia, esclarecer los Misterios, es decir, matarlos; matarlos, porque un misterio esclarecido efectivamente es una contradicción, y está claro que un misterio esclarecido, lo mismo que en el otro () de la retahíla de mi loco, un secreto revelado, pues no es ya ni secreto ni misterio. Es una cosa tan de Perogrullo que me da un poco de vergüenza decirla, pero es que luego encuentro que aunque sea tan perogrullesco, pues, como pasa con tantas otras perogrulladas, no acaba de entenderse en el sentido de dejar que nos hiera, dejar que lo hiera a uno en sus convicciones más íntimas y más necesarias. Por eso lo digo, ésa es pues la necesidad de los misterios esclarecidos, en la Teología, o en la Ciencia actual, da lo mismo.
Antes de dejaros pasar la palabra, todavía se me ocurre añadir a esto algo que tiene que ver al mismo tiempo con los misterios y con los milagros que el otro día, como recordáis, salían también, especialmente los milagros funcionando como pruebas; pruebas de los artículos de la Fe. De esto estuvimos hablando, no voy a repetirme, y desde luego cuento con que entendéis bien esta relación de los Milagros con la Fe que sostiene a la Realidad misma, y entendéis bien la crítica de la vanidad de esta relación entre Milagros y Fe, pero que es una relación que funciona, muy real. Funcionaba en el antiguo Régimen, funciona en el actual. En el actual ya sabéis que los milagros principalmente, como corresponde, son los de las técnicas, que supuestamente se apoyan en las Doctrinas teóricas dominantes. Es un poco sospechoso esto, porque uno descubre que las teorías dominantes en Física y demás cambian con bastante rapidez, y de una manera bastante drástica, y sin embargo, pues los milagros de la Técnica que se derivaban de ellos, pues se siguen produciendo, e incluso siguen progresando en cuantía y en asombro, como entre nosotros se da todos los días. Desde luego, que estos milagros funcionan como prueba de la Doctrina, a pesar de esa contradicción que he dicho, está claro; funcionan como prueba, y por tanto la relación es la misma que en la vieja Teología.
Y alguno de vosotros, realista todavía, me dirá que bueno, que por qué no, que es normal que los Milagros de la Técnica funcionen como prueba de la verdad de las Teorías. Pues contra eso es contra lo último que en este sermón quería ir.
La necesidad de que haya milagros, en el antiguo Régimen y en el nuestro, y que haya misterios esclarecidos, que justamente con los milagros tratan de probarse, viene de algo muy sencillo, que es de que hemos perdido en gran medida el sentimiento de lo milagrosa que es la Realidad corriente. Así de simple. Está claro, supongo, que esta pérdida de que hablo, en vosotros, en mí, en cualquiera, la reconocéis sin dificultad ninguna. Podéis remitiros si queréis a un niño vuestro más o menos imaginario, que todavía era capaz de sentirse sobrecogido, asombrado, por la Realidad en la que se encontraba metido; la Realidad, lo mismo de las estrellas que de las relaciones entre los adultos, que no podía de ninguna manera comprender, que cualesquiera otras apariciones de la Realidad que os vengan a las mientes, ¿no? Pero os remitáis a ese niño imaginario, y desde luego, no voy a decir ‘muerto’, porque nada está muerto del todo, pero muy mortecino. En cualquier adulto normal, el caso es que las cosas son así: la ley nos ha obligado a tomarnos estas cosas que pasan por el cielo, por la tierra, y entre nosotros, como si fuera algo natural. La noción de ‘natural’, y de ‘Naturaleza’, es de las que más daño ha hecho para sostener la mentira a la que estamos sometidos: se nos ha hecho confundir ‘Natura’ con ‘Realidad’ (“la Realidad es natural”), y así se nos ha apagado esa capacidad de sensación, desprevenida, de sentimiento. Es eso lo que no nos deja sentir, y ahora digo ‘sentir’ en el sentido más general que queráis entenderlo. Es justamente la sumisión a las creencias, ideas, Fe, que el Poder necesita para sostenerse, y cada uno de nosotros necesita para que el Poder no lo aplaste, o por lo menos eso se cree. Ésas son las que matan cualquier sentimiento, cualquier sentir, hasta el punto de que se puede decir, sin ponerse demasiado sicoanalítico, que lo que se llaman ‘sentimientos’ normalmente no lo son precisamente porque son ideas de ese sentimiento de que se trataba, y por tanto ya no tienen el poder de herir y de desmontar que los sentimientos tendrían.
Bueno, pues ya sabéis: estamos hechos así, así somos de reales. Así somos de reales aunque vengamos a esta tertulia de pueblo-que-no-existe y todo eso, pero seguimos siendo personitas, seguimos siendo reales, estamos hechos de esa manera, y condenados a esa mentira, que incluye la de los sentimientos. Pues es precisamente (no hace falta ser muy listo para descubrirlo), es precisamente esa pérdida del sentimiento del misterio, esa pérdida del sentimiento de lo sin fin en que nos estamos perdiendo y que no podemos concebir, esa pérdida del sentimiento de la velocidad inconcebible a que nos estamos deshaciendo, y contra la cual nos estamos recostruyendo, es la pérdida del sentimiento de lo que pasa de verdad la que naturalmente nos obliga, obliga a la Sociedad, obliga al Poder y obliga a cada uno, a producir artículos de Fe, y milagros que los prueban.
Ya recordáis que en tertulias ya un poco lejanas utilizábamos algunos de los milagros de la Técnica, por ejemplo el que haya máquinas como las del procedimiento “Dicta” que los teléfonos móviles usan, que puedan convertir el habla en escritura, y que por tanto han adquirido un cierto poder de astracción, que es el que se necesita para el lenguaje. Ya recordáis que vimos estos milagros, y que esto nos obligaba a reconocer (porque no éramos ni somos capaces de veras de entenderlo) a pensar en duendes, en espíritus, que efectivamente son los que se cuidan de lograr que esos milagros de la Técnica funcionen, y que evidentemente no son unos duendes muy amigos de la verdad, pero sí son amiguitos de los hombres, porque saben que ellos tienen sus necesidades, y que por tanto tienen que hacerles cosas que de alguna manera los reconcilien con la Fe, y les hagan seguir tirando como se pueda, ¿no?
Efectivamente, esas cosas son milagrosas, pero además es que en el resto de la Realidad no dejan de aparecérsenos, si nos dejamos, milagros por todas partes. Unos milagros, eso sí, que esos ya no sirven para nada, no sirven para probar ningún artículo de Fe ni ninguna creencia. Estaríamos buenos, si no. No sirven para nada, y en cambio los milagros probatorios de artículos de Fe que en el viejo Régimen, o en el actual, se nos imponen, esos sí están al servicio de la Fe, nos reconcilian con la Realidad, lo reconcilian a uno consigo mismo, que a poco que se deje sentir, estará siempre muy mal conciliado consigo mismo, estará más bien rebelándose contra sí mismo. Pero así nos hacen reales, nos ayudan a subsistir, y todo ello, ya sabéis, fundado con el primer artículo de Fe, que es el de la muerte futura, que costituye a cada uno, y que costituiría también al Universo si se pudiera la Realidad reducir a un mero Universo, como sí se puede.
Era contra eso contra lo que me vuelvo sobre el principio de este sermoncillo, contra lo que empezaba hablando, utilizando la falaz noción de ‘velocidad’, y mostrando cómo una velocidad de veras sería sin fin. Ni principio, por supuesto, no hace falta decirlo, porque ‘fin’ es lo general, y todas las ideas de ‘principio’ están fundadas sobre la de ‘fin’, que es la primera.
Bueno, pues nada, me callo un poco, y ya como supongo que algo, o mucho tal vez, de lo que os he soltado, a pesar de mi deseo de hablar claro, puede dar lugar a oscuridades que tienen que aclararse, o más bien dar lugar a ocurrencias por vuestra parte que acompañen o enriquezcan las que a mí me vienen, pues para lo que sea, ahí os dejo ya que la voz corra de boca en boca.
-Yo lo de la velocidad no lo he entendido muy bien. Es que no sé por dónde empezar… Por ejemplo, lo de que la Historia de los hombres vaya a una velocidad distinta que la Historia de los astros. ¿Como es más corta, va (ya no me acuerdo de lo que has dicho), a más velocidad?
A-Que da lo mismo que sea más corta, que pensando en una velocidad sin fin… Y dentro de la Realidad no cabe una velocidad límite (‘toda’ la velocidad), ni una velocidad cero (quietud). Dado que es sin fin, en cuanto a esa velocidad daría igual ‘corto’ que ‘largo’.
-Claro, da igual. Es que me parecía que había habido una diferencia.
A-Sí, sí, hay una diferencia real.
-Pero en largura, no en velocidad; en Tiempo, según se suele entender.
A-Lo uno va con lo otro.
-¿Dos horas pasan más deprisa que una hora?
A-No, no así. Dos horas pasan más deprisa que una hora porque estamos siempre en la Realidad. La Historia humana por ejemplo, si tiene que desarrollarse a una velocidad determinada y se la somete al esperimento de con respecto a la velocidad de veras, pues evidentemente tendría que ir a lo que antes decía, por ejemplo ‘tres segundos’ para los diez mil años. Pero si eso se aplica a la formación de los sistemas planetarios y eso, desde luego, siendo más largo, tendría que ir mucho más deprisa, y cuando llegáramos al Universo entero, teniendo que abarcar todo el desarrollo del Universo, tendría que ir mucho más deprisa todavía. En ese sentido.
-La velocidad de veras, ¿es la velocidad sin fin?
A-‘Sin fin’, que es un término absurdo, pero que he utilizado por eso.
-‘Sin fin’, ¿en el sentido de cuantía, o de objetivo.......?
A-En el sentido de que no tiene límite. Es un ejemplo de sin fin, la pura negación: no puede tener límite superior (‘todo’), ni límite inferior (‘nada’).
-Pero ‘tres segundos’, no es una velocidad, es un tiempo.
A-Tres segundos, sí. En el esperimento lo único que se hace es, sin salirnos de la Realidad, obligar a tramos de la Realidad a correr con mucha más velocidad, como movidos o acuciados por una especie de necesidad de aceleración que es bien real, está dentro de la Realidad: la necesidad de aceleración.
-El otro día, en la relación de Padre e Hijo, había pensado, como formulación y como correlación evidentemente, que lo que se deriva de ello en la Teología positiva, es que uno de los términos de la contraposición adquiere el rango superior y dominante, y hay que tirar hacia él para poder mantenerse dentro de la Realidad, o del orden de la Realidad, en cuanto el Padre que somete. Y luego, me parecía que es un poco lo mismo que también hacen con la moral, con la contraposición bueno/malo, como aquilando, que también hay que aquilar para uno de los términos, olvidándose de la actividad de la relación, para hacer con ello también que ese término de la jerarquía sea poderoso, y domine, para que así ya los buenos, los que tiran por ahí, vayan también al otro término de la contraposición Padre/Hijo, y la promesa era que descansaran a su derecha.
A-Bueno, desde luego que en la Realidad rige una ley de Dominación, eso lo sabéis todos. Aquí no solemos detenernos mucho en ello, mas que de vez en cuando: Padre sobre hijo, Alcalde sobre ciudadanos, Presidente sobre poblaciones, y así. Rige una ley de Dominación, pero desde luego, en cuanto a la Santísima Trinidad, no marcha bien, porque el Padre no puede ser más que el Hijo, ni el Padre o el Hijo pueden ser más que el Espíritu Santo, porque no hay ‘más’ en el Misterio esclarecido; no hay ningún lugar para un ‘más’, y eso se demuestra en que todos ellos, los tres, son Dios, en contra de la herejía arriana o de otras. Todos los tres son Dios, y eso naturalmente los iguala en cuanto al término ideal que los comprende a todos. En esto la Teología es realista, porque en general, como sabéis, Dios, aparte de todo lo de infinitamente bueno y todo eso, tiene que ser real; tiene que ser existente, real, el ens realíssimum, de manera que tienen que diferenciarse, como personas, como lo hacen, en el Misterio de la Trinidad: no se confunden el Padre con el Hijo, ni ambos con el Espíritu Santo. Tienen su persona, sus condiciones: evidentemente Dios Padre es por ejemplo creador del mundo, la segunda persona es el Lógos, el Verbo encarnado (según el misterio de la Encarnación que el otro día os referí del Catecismo, con algunas deficiencias), y el Espíritu Santo es el que realiza funciones de ese tipo de la comunicación entre los otros dos, y por tanto viene a aparecer presidiendo el bautismo del Hijo, y viene a aparecer resolviendo el problema lingüístico de los idiomas con los apóstoles en Pentecostés........Funciones diferentes, como entes reales, pero con la pretensión de que al mismo tiempo son Dios. Algún parecido me ha contao Caramés hoy que ha descubierto en una curiosa entrada en la red en que efectivamente......Ya os dije que Trinidades pueden aparecer en muchas manifestaciones, y que conviene reconocer lo que hay en ellas de general para el término. Pero algunas aparecen curiosamente por ejemplo en la persecución de la unificación de la Teoría, es decir, resolver el conflicto entre la relatividad y la cuántica, y creo que es de ahí de donde venía el rollo de la Pasión a distancia. Cuéntalo un poco.
-A ver si sale. Es bastante complicado, porque la jerga de los físicos está muy establecida, de manera que empiezan a contar algo, y se refieren a cosas que la gente ya conoce. Por ejemplo, normalmente hay dos personas llamadas Alicia y Bob, que están enredadas. Pueden ser dos fotones, ¿no? Están enredadas, y el enredo (están en una conexión), hace que para esplicar lo que pasa se esige que puedan tener ‘informaciones’, como dicen los físicos, a velocidades mayores que la luz, lo cual atenta contra la Teoría de la relatividad. Teóricamente es eso, una de las formas.....
A-Permíteme que insista: es que descubrían que de alguna manera, en cuanto a trasmisión de información, resultaría que uno de los electrones por ejemplo había recibido la información emitida por el otro antes de que éste la emitiera.
-Sí, lo de la velocidad de la luz es una costante. Eso se llama “acción istantánea a distancia”, el poder hacer esas cosas, ¿no? Bueno, entonces hubo un físico que dijo que eso no podía ser, y desarrolló una Teoría en la cual en realidad no son dos, sino que hay un tercero, que es el que hace interferencias al enredo de los dos. Entonces es justo pensar que el enredo es una especie de relación entre Alicia y Bob, que son los términos que los Físicos tienen establecidos, que incluso son los gemelos esos que la Teoría de la relatividad hace para que uno sea joven y el otro viejo, según la velocidad a la que vayan y demás. Bueno, total, que volviendo a la historia, por si sirve para algo la historia de este cuento entre Alicia y Bob, el tercero, que llaman (Jim), es el que interfiere, y entonces este tercero, en el enredo entre Alicia y Bob, manda una especie de ametrallamiento de digamos rayos laser o lo que sea, y consigue que lo que eran antes estas trasmisiones, vuelvan a restituirse a una Realidad, a un realismo local donde no se atente contra el axioma de la relatividad, de la costancia de la velocidad de la luz. Eso es lo que yo entendí, que tampoco he leído mucho de esto, ¿eh? Espero que lo haya leído bien. Y bueno, eso está ahora levantando discusiones acerca de estas cuestiones. Evidentemente, este tercero está fuera, no está en el enredo; actúa como caído del cielo, digamos, sobre el enredo de los dos. Entonces, en cierto sentido se parece a lo del Espíritu Santo en el enredo entre Padre e Hijo.
A-Sí, aunque sea a beneficio de inventario, porque tendríamos que estudiar esto de la ‘passion’, que este hombre ha preferido a ‘action’, ‘pasión’ en lugar de ‘acción’. De manera que queda a beneficio de inventario el que lo entendamos mejor si nos merece la pena, pero desde luego el parecido una vez más con la vieja Teología está bastante claro: en efecto, (Jim), el tercero, no está en el enredo, es decir, que se sale de una Realidad parcial, o una subrealidad parcial, que es la determinada por el enredo, y gracias a eso puede interferir o mediar de tal manera que aquel absurdo de que la información se reciba antes de emitirse se haya perdido. Está fuera, y puede efectivamente resolver desde fuera, como lo imagina, la cosa, de manera que el absurdo no funcione, por lo menos de una manera tan descarada. Bueno, muy bien, con esto y otras cosas nos entretenemos un rato. Supongo que entretanto se os habrá ocurrido algo más respecto a lo fundamental. Adelante.
-Estaba pensando respecto a esto que dijiste del asombro dentro de la Realidad, el milagro este de la Realidad, la chispa que nos pueda quedar de asombrarse ante ello, y cómo ante un supuesto asombro por decirlo de alguna manera ‘puro’, pues tan asombroso puede ser el salir del sol por el horizonte, o puede ser el ametrallamiento de quinientas personas en una guerra. Tan asombroso es una cosa como la otra, y ante un asombro casi diríamos ‘puro’, no habría una cuestión moral de decir “esto es bueno”, o “esto es malo”, sencillamente es asombroso tanto una cosa como otra. Esto no sé muy bien cómo conectarlo con esta cuestión posterior, que es el hecho de cuando ya sí decimos que una cosa es una barbaridad, y otra cosa puede ser también una barbaridad, pero en otro sentido: el nacimiento del sol, y el ametrallamiento de quinientos niños. Y por último ya, conectar esto con algo que ya se comentó el día anterior, que era esto de poner en relación lo del Juicio Final con la pretensión de la Ciencia de llegar a un momento en que esplicaría todo, poniendo a cada uno en su sitio, diciendo qué había sido cada cosa, qué era cada cual, y la pretensión de la Ciencia de alguna manera de esplicar todo. Entonces claro, si se ve la barbaridad que es eso, también la otra sensación, la de decir, “bueno, entonces, que la barbarie sea tan intocable como la no barbarie”, se queda un poco como en el aire, da igual una cosa que la otra. No sé cómo conectar todas las cosas, pero por ahí me andan rondando, ¿no?
A-Sí, esto último tal vez no se conecta tan sencillamente con lo primero, vamos a ir por partes. En cuanto a lo de la pérdida del asombro, efectivamente está claro que la sensación, el sentimiento de asombro, escluiría cualquier connotación del tipo social o moral como ‘bueno’, ‘malo’, tal. ‘Asombro’ es incapacidad para recibirlo como algo natural, y entonces hay que recordar que si a un niño hay que matarlo desde pronto, con la Educación, para convertirlo en una persona, en un ciudadano, ese trance es precisamente este en que la necesidad de existencia se contrapone sobre cualquier sentimiento o descubrimiento de la mentira de las realidades. Sí, ya noto, Carlos, que probablemente el que saques barbaridades frente a la puesta del sol, tiene ya por tu parte un sentido. En esta tertulia política no nos ocupamos muy directamente de lo que de ordinario se ocupan los movimientos revolucionarios del tipo que sea. Las matanzas que el Régimen organiza las recordamos de vez en cuando, ¿por qué no?, pero es porque pensamos que el Poder está asentado más a fondo que eso, está asentado en la propia Fe en la Realidad, y nos parece que mientras podemos, como realistas, ocuparnos de discutir cuestiones de Políticas de políticos, de Economía, de matanzas de pueblos, etc., no estaremos atacando de verdad el problema si nos quedamos ahí. Hay que pasar a reconocer que cualesquiera cosas de las que nos aparecen, si nos dejamos que nos hieran o invadan, son desde luego algo que va a impedir que se funde una persona, y no digamos que se funde un Estado, y que por tanto que se produzcan las guerras y todo lo demás. De manera que por eso, los que desde eso del pueblo-que-no-existe intentamos poder levantarnos contra el Poder, pues tenemos que estar siempre coscientes que esto siempre se hace contra uno mismo. Desconfiamos de los movimientos de rebelión o revolución que se ocupan mucho de los pueblos y de las personas, como los Medios de Formación de Masas del Poder se ocupan, como si eso fuera todo, y lo que hay que defender, que eso ya se está defendiendo demasiado por sí todos los días. Intentamos que la mentira fundamental costitutiva de alguna manera se deshaga, y caiga quien caiga. Y naturalmente cae uno como persona, pero por otra parte a uno lo tienen condenado a muerte (esto nos decimos para alegrarnos un poco), de manera que tampoco es gran cosa lo que se pierde en una lucha que va a descubrir la mentira de uno, ¿no? No te pongas muy realista, porque ya sabes que la Realidad empieza por ahí: te tienen condenado a muerte, así que ¿qué más da, no?: bien puedes intentar descubrir la mentira sin restricciones, caiga quien caiga. Todo eso cabe, y cabe gracias a que no estamos bien hechos, ¿no? Bueno, ¿qué más cosas había por ahí?
-Para mí la figura de Jesucristo quizás es un poco como la unión de lo que se busca, la unión de Dios o del Padre con el Hombre, meterlo ahí un poco para la consideración del resto de la gente, de cómo unir eso del Espíritu Santo, y por otra parte, la idea del Espíritu Santo, que es una figura que realmente no es ni el Padre ni nada, puede ser la Madre también.
A-No sé, pero a eso estábamos ya el otro día dándole vueltas, ¿no?, al Misterio de la Encarnación. A ver si ahora me acuerdo del Astete mejor que el otro día: “en las entrañas de María Santísima formó el Espíritu Santo, de la carne y sangre de esta señora, un cuerpo perfectísimo. Sacó de la nada un Alma, y la unió a ese cuerpo. A ese cuerpo y alma vino a unirse el Hijo de Dios, y en el mismo istante, el que antes era sólo Dios, sin dejar de serlo, quedó hecho hombre”. Esto es la maravillosa formulación vulgarizante que me aprendí de niño en el Catecismo. De manera que ya lo veis: esto podría aplicarlo uno a cómo en el Progreso de los últimos siglos de este mundo nuestro, parece como si el Reino del Padre que se llamaría “Dios” (sin derecho, porque Dios son los tres), pero el Reino del Padre se ha convertido en el Reino del Hijo, que se llama “el Hombre”, de manera que la gran mentira o estupidez que nos domina hoy, no es ya tanto la de Dios, sino la de el Hombre; es la de el Hombre, con la que estamos aquí luchando todos los días, ¿no? En ese sentido podría encontrarse algún desarrollo. En cuanto al Espíritu Santo, ya veis que también, en el istante de la encarnación de alguna manera media para que.........De lo que se trataba es que Dios, sin dejar de serlo, al mismo tiempo sea Hombre, que era de lo que se trataba. Sí.
-Dos cosas, un poco por lo que se ha dicho antes de lo milagroso, que sí, que es verdad un poco lo que has dicho tú, creo. Que parece que es más milagroso… o sea, que un avión vuele, no le veo yo que sea un milagro, así, … que, vamos, que es bastante más milagroso que un pájaro vuele, que al fin y al cabo, nadie (o que yo sepa) lo ha diseñado para que vuele, mientras que un avión se ha hecho para que vuele. Pero más que eso es lo que hablábamos de los milagros que prueban o corroboran las cosas que cuando la gente ve salir el sol, o que una hoja reverdezca después del invierno, pues parece como que la gente siente que todo eso es un misterio, y que no tiene esplicación. Sin embargo, cuando hay una especie de milagro de la tecnología, sí, eso parece que corrobora lo que la Ciencia dice de que las cosas sean lo que sean, y parece como que las dos cosas no acaban de casar, que hay algo que me gustaría que alguien me lo dijera por qué se sienten cosas diferentes ante un fenómeno y otro, ¿no?
A-Vamos a ver. Lo que dices de ‘gente’, quiere decir gente que todavía no se ha hecho personas, si no, no tendría mucho sentido, como eso que decimos de niño antes de hacerse hombre. Lo que nos queda de gente que no es persona, puede que sienta el misterio por todas partes: en los pájaros, en los aviones, y en cualquier sitio de la Realidad que se lo pongan. Pero como dice mi loco, en el mundo real lo que tenemos son misterios esclarecidos, y todo está esclarecido: no sólo los inventos mecánicos, a los cuales les dan una esplicación que a nosotros sin embargo aquí nos hacían descubrir que no bastaban, y que había que pensar en duendes, sino los hechos llamados ‘naturales’. La perdición es la Naturaleza: te hacen creer que lo otro es la Naturaleza, y que de alguna manera la Naturaleza lo ha hecho así al pájaro para que vuele, y que no tiene nada de asombroso. Hay esclarecimiento por teoría en un caso y en el otro, no hay ninguna diferencia fundamental. Yo aquí preferiría que nos asombráramos igual de los aviones y del proceso “Dicta”, que de los pájaros y de todo lo demás. Claro, lo que pasa es que estamos muy impedidos, porque somos quienes somos; somos reales, cada uno el que es.
-Parece milagroso también lo de la libertad en sentido negativo de la que has hablado al principio, la libertad negativa, esta libertad de negar que pensando que el hombre es real, y que somos una cosa entre las cosas, y que no podemos dejar de perseverar en lo que somos y de defendernos, pero que a pesar de todo hay fallos, y gracias a esos fallos estamos aquí hablando entre otras cosas, pues pensar que esos fallos fueran propiciados por esta libertad negativa de negar la necesidad.
A-Sí. La libertad es eso de que no estamos bien hechos del todo. Si estuviéramos bien hechos del todo, y el mundo también, no habría nada que hacer. Libertad quiere decir que no es verdad; que no es verdad que estemos obligados necesariamente, del todo, cerradamente, a nada, que las posibilidades están abiertas, son sin fin. En la hojita, o par de hojitas, que os pasé con lo de tratar de impedir (hasta ahora no lo he conseguido mucho) confusiones en el uso del término ‘verdad’, aparecía el término ‘libertad’ en un momento: cuando se descubre que los nombres que se les aplican a las cosas, tratan de hacer verdad de la Realidad, son eso: un truco, una falsedad, y entonces las cosas se librarían de su significado en un idioma determinado mediante ese descubrimiento, y eso es libertad; de las cosas, y de uno. Desde luego, a lo que hay que negarse, es al entendimiento positivo de la libertad de cualquier manera que sea, como una posesión, como en la Teología también, el libre albedrío, y también en las especulaciones de hoy, no sólo con respecto a nosotros, sino a nuestros electrones, sigue apareciendo el fantasma del ‘free will’, del libre albedrío, una vez y otra, ¿no? La libertad es mera negación, descubrimiento de la mentira. No es otra cosa más.
Bueno, pues no sé. Si os surgen mientras no nos vemos cosas, dudas, ocurrencias, respecto a todo esto que os he dicho y las cosas que han surgido aquí, pues........Y si el Señor de la Realidad nos deja vivos, pues dentro de siete días seguimos.