01.07.2009
Agustín García Calvo
Ateneo de Madrid
Tertu184-1-7-2009#Tertu184-1-7-2009.mp3
TRANSCRIPCIÓN:
Vamos, si os parece, a seguir aclarándonos en lo posible sobre este último descubrimiento que os estaba proponiendo el otro día, tratando de aprovecharlo, para lo que sea, aquello de el pasado incierto, es decir que en contra de la ley que nos rige, que es la ley del Futuro (hacernos cambiar cualesquiera posibilidades por Futuro, y [hacen que] todos los esfuerzos, las atenciones, se dirijan hacia el porvenir de uno, de la Realidad, de lo que sea), en contra de eso, el descubrimiento de la vanidad nos lanzaba, por el contrario, a descubrir lo incierto de lo pasado. Sobre lo cual, en las ideas vigentes y que a todos nos meten, quería decir que una cadena de causas comprobadas por la experiencia, incluso experimentalmente, servía de apoyo para hacernos creer en el Futuro como dado, como dotado de fechas también, como dotado de cadenas de causas, naturalmente en un cálculo de probabilidades, que son justamente la muerte de las posibilidades abiertas.
De manera que era así el sentido político -digamos-, esto es una tertulia política. Ya recordáis que estábamos tratando de dejar que a través de y a pesar de las personas, de nosotros los concurrentes, sea la voz del pueblo-que-no-existe, pero que está ahí, sea la voz del pueblo-que-no-existe la que hable por nosotros. En ese sentido, pués, contra la Política que nos domina, la del Futuro, es como tiene su sentido ese descubrimiento de la incertidumbre también de lo pasado.
Vamos a seguirlo repasando un poco. Por presentaros de una manera un poco dramática a la pregunta “¿Qué hago yo aquí?” (que es una pregunta no ya popular sino natural, diríamos, es decir, una cosa que le asalta a cualquiera, a lo menos en los momentos que se deja que le asalte), “¿Qué hago yo aquí?”, esta pregunta que está dictada desde abajo por una desesperación de todos los cuentos que nos cuentan y con lo que nos quieren hacer pasar esto que llaman ‘vida’ como algo reducido a mero Tiempo, y que no nos condolamos por ello demasiado, que no nos desesperemos de maneras inoportunas, pero a pesar de todo esta pregunta sale una y otra vez, como sale a través de cualesquiera de los trampantojos, imaginaciones, que tratan de sustituirnos lo bueno que podía haber, por sus sustitutos, que es lo que el Capital y el Estado saben dar: sustitutos.
Esa pregunta. Esa pregunta tiene por tanto en ese sentido razón, “¿Qué hago yo aquí?”, es como en capas más superficiales, de una manera más fina, aquello que suelo decir contra las Agencias de Viaje “¿Qué falta les hará a las Pirámides de Egipto que vaya yo a verlas?”. Eso es eso mismo, pero…
- ¿Qué falta les hará…?
AGC - …pero generalizado, es la pregunta a la que me refiero.
- No te han oído bien.
AGC - ¿Qué falta les hará a las Pirámides de Egipto que vaya yo a verlas? ¿Qué hago yo aquí? De eso es de lo que se trata. Aquí ya sabéis que no respondemos, no contestamos nunca positivamente. Son ellos los que responden y así tratan de matar la pregunta, que es justamente la flor del descubrimiento, y por tanto de la guerra contra la imposición de la mentira. Tienen sus respuestas, pero esas respuestas al ¿Qué hago yo aquí?, si os fijáis, veréis que consiste justamente en Futuro: “Tienes un porvenir”, “Tienes tales o cuales cosas que hacer”. Así, el Futuro (que es el sitio donde no hay quien viva, porque no lo hay, no hay Futuro) se entromete en lo que está pasando y de esa manera convierte las posibilidades de la vida en mero Tiempo, Tiempo [] Futuro.
Como esas respuestas que os dan todos los días a la pregunta ¿Qué hago yo aquí? (con las cuales os la matan o tratan de matarla costantemente porque es peligrosa), como no bastan a pesar de todo (porque no hay ‘todo’, en contra de lo que ellos se creen allá, en lo Alto, que quieren introducir este ideal del ‘todo’ donde no tiene sentido ninguno), como no bastan nunca esas respuestas, pues ya sabéis, están siempre reservadas las de ‘la otra vida tras la muerte’, que son necesarias y bajo cualquier Régimen, bajo cualquier Religión, se establecen y funcionan, en contra de las ilusiones que se puedan hacer los que por haber dejado de creer en una forma de ultratumba, o de gloria eterna, o de eternidad, o lo que sea, creen que se han liberado de esa respuesta. No es así, no es tan fácil. No es tan fácil. De una manera o de otra eso sigue funcionando, es la vida tras la muerte.
Ya comprendéis que esta táctica del Poder de ofrecernos Futuro, y también un Futuro tras la muerte, esta táctica sobre todo ante todo está destinada a que nos traguemos la muerte futura de cada uno. Así… así de sencillo. Está destinada a que nos traguemos la muerte futura, y ése es el sentido que tiene cualquier forma de otra vida, alguna forma de eternidad, del nombre, de lo que sea, pervivencia de nuestros difuntos, que pueden así, difuntos y todo, asaltarnos de vez en cuando como ánimas de difuntos. En fin, cualesquiera de las muchas fantasmagorías con las que nos entretienen a cada paso. Están todas para que nos traguemos, es decir, creamos, mantengamos la Fe en la muerte, que es lo que al Poder le importa, puesto que el Poder no tiene otra función verdadera que la de Administración de la Muerte, Administración de la Muerte futura, que es la que no se palpa, la que no está aquí nunca, pero que, como futura, está interviniendo a cada paso. Y la función del Poder, del Capital, del Estado y de la persona de uno mismo, pues consiste en eso, en que por medio de cualesquiera trampantojos de posterioridades, de ultratumbas, de otra vida, de momento nos traguemos, creamos, mantengamos la Fe, en la Muerte.
En esta tertulia política de pueblo-que-no-existe justamente contra lo que se está es contra la Muerte, contra la Administración de Muerte, [] contra la Muerte siempre futura, que es la que cuenta en el Mercado, en los manejos políticos, en el Estatuto y el Progreso también de cada alma personal hacia el porvenir que le está destinado. Contra la Muerte siempre futura.
Y supongo que los que me acompañáis hace tiempo habréis notado que lo que aquí hacemos desesperadamente, pero con una desesperación más bien tranquila, es luchar contra esa Fe, luchar contra la Muerte que sólo por la Fe está sostenida.
De manera que apenas tengo que recordaros y menos exaltaros mucho: no queremos eso. Justamente no quiero, no queremos, esos medios por los cuales se nos quiere hacer mantener la Fe en la Muerte. Ningún consuelo, ninguna resignación, ninguna remisión al Futuro, incluso al Futuro post mortem. Todo eso no nos vale para nada.
Tomemos, por ejemplo, pues cualesquiera de esas cosas: las ánimas de los difuntos. En las supersticiones viejas de nuestros pueblos, en los espiritismos más o menos divulgados por el mundo y que dan lugar a cantidades de publicaciones con testimonios de los que han tenido una aparición de cualquier compañero de milicia que murió delante de uno en tal o cual guerra, cualquier pariente más o menos olvidado y se le aparece: ánimas de difuntos, por ejemplo.
Fijáos que parece que es tan estúpido todo esto que se nos impone que no haría falta una tertulia política en el Ateneo para descubrir la mentira de todo ello, pero no es así. Desnudarse… desnudarse de esas creencias más o menos introducidas por lo bajo, no es fácil. No es fácil y tratando de desnudarnos de ellas, a renunciar, llevamos aquí para 12 años, y seguramente ninguno de vosotros ni yo mismo estamos seguros de habernos librado del todo de esas creencias que parecen, en cuanto se sacan a la luz, tan estúpidas, tan increíblemente estúpidas.
Pues ahí tenéis… ahí tenéis ésa, o -da lo mismo- las estatuas de los inmortales que os acompañan por los parques y las plazas a poco que os descuidéis. Las estatuas de los inmortales que efectivamente están para algo. ¿Para qué sirven las estatuas de los inmortales?, ¿para qué sirve la inmortalidad de los grandes hombres a los que la Patria está tan agradecida?, como se dice en el frontón del panteón de París. ¿Para qué sirven las creencias, aparentemente domésticas, de la pervivencia de los difuntos, en las ánimas de los muertos o alguna otra forma de pervivencia? Sirven para asegurar su muerte, sencillamente. Para asegurarlos de estar muertos. Se ve que la muerte ésta que nos administran no es tan poderosa ni tan infalible que no haya que intentar asegurarla. Efectivamente la inmortalidad de uno de los grandes hombres está hecha para asegurar que está muerto, que no puede hacer nada, que ya no nos va a hacer ningún daño, que ya no nos va a descubrir ninguna cosa, que ya no corre… que ya no corre peligro…, ya no hay peligro de que ande por este mundo. Para eso están. Y las ánimas de los parientes, de los compañeros de milicia, que se nos puedan aparecer, pues están para eso también, para asegurarnos de que están muertos.
Como siempre, como en el caso de las estatuas con los adornos consiguientes respecto a las visiones espiritistas, o respecto a las teorías sobre la grandeza y la inmortalidad con esos adornos, pero que no sirven más que para conseguir que nos convenzamos y se convenzan ellos de que están muertos. Es decir que el destino éste de la Muerte, el fin contra el que luchamos, se ha cumplido, se ha cumplido ya. Y naturalmente de paso, pues ya sabéis, “Todos los hombres son mortales, Sócrates es un hombre, pues Sócrates es mortal”, de paso también que yo mismo quede definitivamente convencido y sujeto a la condena al Futuro, puesto que después de todo los parientes muertos o los grandes hombres inmortales son como yo, y a mí, por tanto, me pasa lo mismo
De manera que ése es el truco: en cuanto se dice, ya supongo que me acompañáis en reconocer que es harto simple, pero que sin duda hace falta intentar decirlo lo más claro posible porque ese truco sigue funcionando, sigue funcionando para distraernos, para que nos lo traguemos, para hacernos creer. Esto es la cuestión y no basta, no basta todo lo que contra la Fe se siga razonando y sintiendo, y sintiendo. Razonando a partir del sentimiento ése que por bajo nos queda: ¿Qué hago yo aquí? ¿Qué hago yo aquí?
Aunque todas esas invenciones y trucos […]. No la dan como tenían que darla, dice “¿Que qué haces tú aquí?, pues ya sabes: esperar al día de tu muerte”. Es lo que tenían que decir. Claro, no lo pueden decir de una manera tan descarada, pero en verdad es lo que hacen desde el momento en que te cambian la vida por Futuro, por Tiempo. De manera que la respuesta que tendrían que dar sería ésa, que nunca la darán tan descaradamente. “¿Qué vas a hacer tú?, esperar a que llegue el día de tu muerte”. Esperar a que se cumpla tu destino, porque tienes un destino, y ése es, tienes destino, de manera de que es el sentido de tu vida, lo que responde, es decir, lo que mata tu pregunta más o menos desesperada, que sin embargo una vez y otra volverá… volverá a [resurgir].
Conviene aquí por tanto que entendáis de estas maneras tan palpables cuál es el sentido de estos últimos descubrimientos acerca de la incertidumbre de lo pasado. Recordad con respecto a ellos que (no hay que engañarse) cuando las causas mueren, cuando se ha desmontado la Fe en la cadena de causas, en esa especie de pasado ordenado, histórico o físico, que parecía garantizar la creencia en lo Futuro y el cómputo de las probabilidades de lo futuro (ésas son las cosas que servían para sostener todo esto), y cuando nosotros, cuando nosotros mismos, descubrimos que no es ya que la fecha de mi muerte sea incierta (no hay en el Futuro de verdad un calendario donde esté clavada la fecha), sino que al revés, la fecha de mi nacimiento se pierde en lo que no se sabe, y no se sabe ni se sabrá nunca cuándo he nacido, y por tanto la ilusión fundamental respecto al ser de uno -a la persona- naturalmente se difumina, se esfuma, se pierde por el camino ése del no saber. Y detrás de ella o delante de ella, pues toda la cadena de causas: mis engendrador y paridora, mis padres, o las moléculas de que mi organismo está compuesto, o las condiciones sociales de que van a condicionar la composición de mi psique, de mi alma futura.
Todo eso se viene igualmente abajo. Es un venirse abajo que naturalmente el Poder no puede consentir porque está fundado sobre sus cimientos, sobre sus creencias, pero aquí no estamos para defender al Capital ni al Estado, ni siquiera defenderse uno a sí mismo, pues no nos importa gran cosa el descubrimiento ni adónde nos lleve o dónde nos deje de llevarnos. Pero al descubrir la falta de fundamento, la falta de verdad, de las causas (recordad que siendo las cosas nunca todas, sino más y más nuevas, y cambiantes y cambiándose unas por otras, no… no cabe… no cabe nunca en esa falta de totalidad haya ninguna verdad del tipo de lo que pretenden ser las verdades entre entes ideales, las geométricas por ejemplo, o las identidades del tipo ‘a = a’ entre seres ideales. En la Realidad, entre las cosas, entre nosotros, no cabe verdad. La verdad está rigurosamente excluida de la Realidad), pues bien, al descubrir esta falta de verdad, falta de fundamento de las causas, fundamento de todo este tinglado, al mismo tiempo (el otro día os lo decía ya) se descubre la falsedad de la casualidad, del azar, de la casualidad. Porque el azar, o la casualidad, no tenía sentido más que por mera contraposición con la Fe en las causas. Y entonces se acudía… se acudía a eso, a ideas cambiantes también ellas acerca de azar, casualidad, que tenía que venir a combatirse por un lado con el cálculo de probabilidades, y por el otro con la creencia en el libre albedrío de uno mismo o de los átomos. Pero esas ideas de casualidad o de azar quedan también desmontadas del mismo golpe: no tenían más sentido que ése, el de contraponerse (y por tanto sostener al contraponerse) con la cadena de causas, con la Fe en ello.
Pero aquí hemos descubierto cómo las cosas son un sin número, un sin número de ellas, que están continuamente cambiándose las unas por las otras, que nosotros (que no somos más que una especie de cosas, aunque nos interesemos mucho por ser nosotros, pero que en verdad no somos más que una especie de cosas como las demás) también estamos continuamente deshaciéndonos como el resto de las cosas, cambiándonos las unas por las otras, y todo eso, y que no puede menos de haber entre ellas lo que los físicos más o menos descubren como ‘interacción’, de cerca o de lejos, de cualesquiera con cualesquiera otras, relaciones de rechazo, de amor, de lo que sea, pero siempre relaciones, interacciones, y eso en un no sólo sin número de cosas sino de cosas que nunca son la misma, que no dejan de cambiarse en otras.
Cuando por mera vía negativa esto se llega a descubrir, entonces la casualidad, lo mismo que las causas y que el cálculo de probabilidades, deja de tener sentido. El mero descubrimiento de esa condición de las cosas, del cambio perpetuo y de la interacción de cualesquiera con cualesquiera, basta para desmontar esas verdades que nos vendían, claro, teniendo cuidado de no sustituirlas por otra.
Esto me lleva, antes de dejaros soltar la palabra […] a aclarar con un ejemplo: Isabel, aquí presente, me dice, y además en copla, me dice “Tantas cosas como he aprendido / y a…”
- “Tanto como he aprendido…”
AGC - “Tantas cosas como he aprendido / y aprender a dejarme morir no lo consigo”.
- ‘Cosas’, no: “Tanto como he aprendido”. Pues no repitas.
AGC - Variantes. Variantes.
- No es así. Yo te digo “Tanto como he aprendido / y a dejarme morir, no lo consigo.
AGC - Variantes.
- No: es que no repite dos veces el verbo aprender, porque no tiene gracia.
AGC - “Tantas cosas como he aprendido / …
- …Y a dejarme morir / que no lo consigo”.
AGC - …y aprender a dejar de morir, no lo consigo”. Bueno, pues es, sí, una buena ocurrencia que cae bien aquí y podemos descuartizar esas afirmaciones, yo creo que sacando algo en limpio de todo ello, que efectivamente nos sirve que Isabel ni nadie aprenda a eso…
De manera que era así el sentido político -digamos-, esto es una tertulia política. Ya recordáis que estábamos tratando de dejar que a través de y a pesar de las personas, de nosotros los concurrentes, sea la voz del pueblo-que-no-existe, pero que está ahí, sea la voz del pueblo-que-no-existe la que hable por nosotros. En ese sentido, pués, contra la Política que nos domina, la del Futuro, es como tiene su sentido ese descubrimiento de la incertidumbre también de lo pasado.
Vamos a seguirlo repasando un poco. Por presentaros de una manera un poco dramática a la pregunta “¿Qué hago yo aquí?” (que es una pregunta no ya popular sino natural, diríamos, es decir, una cosa que le asalta a cualquiera, a lo menos en los momentos que se deja que le asalte), “¿Qué hago yo aquí?”, esta pregunta que está dictada desde abajo por una desesperación de todos los cuentos que nos cuentan y con lo que nos quieren hacer pasar esto que llaman ‘vida’ como algo reducido a mero Tiempo, y que no nos condolamos por ello demasiado, que no nos desesperemos de maneras inoportunas, pero a pesar de todo esta pregunta sale una y otra vez, como sale a través de cualesquiera de los trampantojos, imaginaciones, que tratan de sustituirnos lo bueno que podía haber, por sus sustitutos, que es lo que el Capital y el Estado saben dar: sustitutos.
Esa pregunta. Esa pregunta tiene por tanto en ese sentido razón, “¿Qué hago yo aquí?”, es como en capas más superficiales, de una manera más fina, aquello que suelo decir contra las Agencias de Viaje “¿Qué falta les hará a las Pirámides de Egipto que vaya yo a verlas?”. Eso es eso mismo, pero…
- ¿Qué falta les hará…?
AGC - …pero generalizado, es la pregunta a la que me refiero.
- No te han oído bien.
AGC - ¿Qué falta les hará a las Pirámides de Egipto que vaya yo a verlas? ¿Qué hago yo aquí? De eso es de lo que se trata. Aquí ya sabéis que no respondemos, no contestamos nunca positivamente. Son ellos los que responden y así tratan de matar la pregunta, que es justamente la flor del descubrimiento, y por tanto de la guerra contra la imposición de la mentira. Tienen sus respuestas, pero esas respuestas al ¿Qué hago yo aquí?, si os fijáis, veréis que consiste justamente en Futuro: “Tienes un porvenir”, “Tienes tales o cuales cosas que hacer”. Así, el Futuro (que es el sitio donde no hay quien viva, porque no lo hay, no hay Futuro) se entromete en lo que está pasando y de esa manera convierte las posibilidades de la vida en mero Tiempo, Tiempo [] Futuro.
Como esas respuestas que os dan todos los días a la pregunta ¿Qué hago yo aquí? (con las cuales os la matan o tratan de matarla costantemente porque es peligrosa), como no bastan a pesar de todo (porque no hay ‘todo’, en contra de lo que ellos se creen allá, en lo Alto, que quieren introducir este ideal del ‘todo’ donde no tiene sentido ninguno), como no bastan nunca esas respuestas, pues ya sabéis, están siempre reservadas las de ‘la otra vida tras la muerte’, que son necesarias y bajo cualquier Régimen, bajo cualquier Religión, se establecen y funcionan, en contra de las ilusiones que se puedan hacer los que por haber dejado de creer en una forma de ultratumba, o de gloria eterna, o de eternidad, o lo que sea, creen que se han liberado de esa respuesta. No es así, no es tan fácil. No es tan fácil. De una manera o de otra eso sigue funcionando, es la vida tras la muerte.
Ya comprendéis que esta táctica del Poder de ofrecernos Futuro, y también un Futuro tras la muerte, esta táctica sobre todo ante todo está destinada a que nos traguemos la muerte futura de cada uno. Así… así de sencillo. Está destinada a que nos traguemos la muerte futura, y ése es el sentido que tiene cualquier forma de otra vida, alguna forma de eternidad, del nombre, de lo que sea, pervivencia de nuestros difuntos, que pueden así, difuntos y todo, asaltarnos de vez en cuando como ánimas de difuntos. En fin, cualesquiera de las muchas fantasmagorías con las que nos entretienen a cada paso. Están todas para que nos traguemos, es decir, creamos, mantengamos la Fe en la muerte, que es lo que al Poder le importa, puesto que el Poder no tiene otra función verdadera que la de Administración de la Muerte, Administración de la Muerte futura, que es la que no se palpa, la que no está aquí nunca, pero que, como futura, está interviniendo a cada paso. Y la función del Poder, del Capital, del Estado y de la persona de uno mismo, pues consiste en eso, en que por medio de cualesquiera trampantojos de posterioridades, de ultratumbas, de otra vida, de momento nos traguemos, creamos, mantengamos la Fe, en la Muerte.
En esta tertulia política de pueblo-que-no-existe justamente contra lo que se está es contra la Muerte, contra la Administración de Muerte, [] contra la Muerte siempre futura, que es la que cuenta en el Mercado, en los manejos políticos, en el Estatuto y el Progreso también de cada alma personal hacia el porvenir que le está destinado. Contra la Muerte siempre futura.
Y supongo que los que me acompañáis hace tiempo habréis notado que lo que aquí hacemos desesperadamente, pero con una desesperación más bien tranquila, es luchar contra esa Fe, luchar contra la Muerte que sólo por la Fe está sostenida.
De manera que apenas tengo que recordaros y menos exaltaros mucho: no queremos eso. Justamente no quiero, no queremos, esos medios por los cuales se nos quiere hacer mantener la Fe en la Muerte. Ningún consuelo, ninguna resignación, ninguna remisión al Futuro, incluso al Futuro post mortem. Todo eso no nos vale para nada.
Tomemos, por ejemplo, pues cualesquiera de esas cosas: las ánimas de los difuntos. En las supersticiones viejas de nuestros pueblos, en los espiritismos más o menos divulgados por el mundo y que dan lugar a cantidades de publicaciones con testimonios de los que han tenido una aparición de cualquier compañero de milicia que murió delante de uno en tal o cual guerra, cualquier pariente más o menos olvidado y se le aparece: ánimas de difuntos, por ejemplo.
Fijáos que parece que es tan estúpido todo esto que se nos impone que no haría falta una tertulia política en el Ateneo para descubrir la mentira de todo ello, pero no es así. Desnudarse… desnudarse de esas creencias más o menos introducidas por lo bajo, no es fácil. No es fácil y tratando de desnudarnos de ellas, a renunciar, llevamos aquí para 12 años, y seguramente ninguno de vosotros ni yo mismo estamos seguros de habernos librado del todo de esas creencias que parecen, en cuanto se sacan a la luz, tan estúpidas, tan increíblemente estúpidas.
Pues ahí tenéis… ahí tenéis ésa, o -da lo mismo- las estatuas de los inmortales que os acompañan por los parques y las plazas a poco que os descuidéis. Las estatuas de los inmortales que efectivamente están para algo. ¿Para qué sirven las estatuas de los inmortales?, ¿para qué sirve la inmortalidad de los grandes hombres a los que la Patria está tan agradecida?, como se dice en el frontón del panteón de París. ¿Para qué sirven las creencias, aparentemente domésticas, de la pervivencia de los difuntos, en las ánimas de los muertos o alguna otra forma de pervivencia? Sirven para asegurar su muerte, sencillamente. Para asegurarlos de estar muertos. Se ve que la muerte ésta que nos administran no es tan poderosa ni tan infalible que no haya que intentar asegurarla. Efectivamente la inmortalidad de uno de los grandes hombres está hecha para asegurar que está muerto, que no puede hacer nada, que ya no nos va a hacer ningún daño, que ya no nos va a descubrir ninguna cosa, que ya no corre… que ya no corre peligro…, ya no hay peligro de que ande por este mundo. Para eso están. Y las ánimas de los parientes, de los compañeros de milicia, que se nos puedan aparecer, pues están para eso también, para asegurarnos de que están muertos.
Como siempre, como en el caso de las estatuas con los adornos consiguientes respecto a las visiones espiritistas, o respecto a las teorías sobre la grandeza y la inmortalidad con esos adornos, pero que no sirven más que para conseguir que nos convenzamos y se convenzan ellos de que están muertos. Es decir que el destino éste de la Muerte, el fin contra el que luchamos, se ha cumplido, se ha cumplido ya. Y naturalmente de paso, pues ya sabéis, “Todos los hombres son mortales, Sócrates es un hombre, pues Sócrates es mortal”, de paso también que yo mismo quede definitivamente convencido y sujeto a la condena al Futuro, puesto que después de todo los parientes muertos o los grandes hombres inmortales son como yo, y a mí, por tanto, me pasa lo mismo
De manera que ése es el truco: en cuanto se dice, ya supongo que me acompañáis en reconocer que es harto simple, pero que sin duda hace falta intentar decirlo lo más claro posible porque ese truco sigue funcionando, sigue funcionando para distraernos, para que nos lo traguemos, para hacernos creer. Esto es la cuestión y no basta, no basta todo lo que contra la Fe se siga razonando y sintiendo, y sintiendo. Razonando a partir del sentimiento ése que por bajo nos queda: ¿Qué hago yo aquí? ¿Qué hago yo aquí?
Aunque todas esas invenciones y trucos […]. No la dan como tenían que darla, dice “¿Que qué haces tú aquí?, pues ya sabes: esperar al día de tu muerte”. Es lo que tenían que decir. Claro, no lo pueden decir de una manera tan descarada, pero en verdad es lo que hacen desde el momento en que te cambian la vida por Futuro, por Tiempo. De manera que la respuesta que tendrían que dar sería ésa, que nunca la darán tan descaradamente. “¿Qué vas a hacer tú?, esperar a que llegue el día de tu muerte”. Esperar a que se cumpla tu destino, porque tienes un destino, y ése es, tienes destino, de manera de que es el sentido de tu vida, lo que responde, es decir, lo que mata tu pregunta más o menos desesperada, que sin embargo una vez y otra volverá… volverá a [resurgir].
Conviene aquí por tanto que entendáis de estas maneras tan palpables cuál es el sentido de estos últimos descubrimientos acerca de la incertidumbre de lo pasado. Recordad con respecto a ellos que (no hay que engañarse) cuando las causas mueren, cuando se ha desmontado la Fe en la cadena de causas, en esa especie de pasado ordenado, histórico o físico, que parecía garantizar la creencia en lo Futuro y el cómputo de las probabilidades de lo futuro (ésas son las cosas que servían para sostener todo esto), y cuando nosotros, cuando nosotros mismos, descubrimos que no es ya que la fecha de mi muerte sea incierta (no hay en el Futuro de verdad un calendario donde esté clavada la fecha), sino que al revés, la fecha de mi nacimiento se pierde en lo que no se sabe, y no se sabe ni se sabrá nunca cuándo he nacido, y por tanto la ilusión fundamental respecto al ser de uno -a la persona- naturalmente se difumina, se esfuma, se pierde por el camino ése del no saber. Y detrás de ella o delante de ella, pues toda la cadena de causas: mis engendrador y paridora, mis padres, o las moléculas de que mi organismo está compuesto, o las condiciones sociales de que van a condicionar la composición de mi psique, de mi alma futura.
Todo eso se viene igualmente abajo. Es un venirse abajo que naturalmente el Poder no puede consentir porque está fundado sobre sus cimientos, sobre sus creencias, pero aquí no estamos para defender al Capital ni al Estado, ni siquiera defenderse uno a sí mismo, pues no nos importa gran cosa el descubrimiento ni adónde nos lleve o dónde nos deje de llevarnos. Pero al descubrir la falta de fundamento, la falta de verdad, de las causas (recordad que siendo las cosas nunca todas, sino más y más nuevas, y cambiantes y cambiándose unas por otras, no… no cabe… no cabe nunca en esa falta de totalidad haya ninguna verdad del tipo de lo que pretenden ser las verdades entre entes ideales, las geométricas por ejemplo, o las identidades del tipo ‘a = a’ entre seres ideales. En la Realidad, entre las cosas, entre nosotros, no cabe verdad. La verdad está rigurosamente excluida de la Realidad), pues bien, al descubrir esta falta de verdad, falta de fundamento de las causas, fundamento de todo este tinglado, al mismo tiempo (el otro día os lo decía ya) se descubre la falsedad de la casualidad, del azar, de la casualidad. Porque el azar, o la casualidad, no tenía sentido más que por mera contraposición con la Fe en las causas. Y entonces se acudía… se acudía a eso, a ideas cambiantes también ellas acerca de azar, casualidad, que tenía que venir a combatirse por un lado con el cálculo de probabilidades, y por el otro con la creencia en el libre albedrío de uno mismo o de los átomos. Pero esas ideas de casualidad o de azar quedan también desmontadas del mismo golpe: no tenían más sentido que ése, el de contraponerse (y por tanto sostener al contraponerse) con la cadena de causas, con la Fe en ello.
Pero aquí hemos descubierto cómo las cosas son un sin número, un sin número de ellas, que están continuamente cambiándose las unas por las otras, que nosotros (que no somos más que una especie de cosas, aunque nos interesemos mucho por ser nosotros, pero que en verdad no somos más que una especie de cosas como las demás) también estamos continuamente deshaciéndonos como el resto de las cosas, cambiándonos las unas por las otras, y todo eso, y que no puede menos de haber entre ellas lo que los físicos más o menos descubren como ‘interacción’, de cerca o de lejos, de cualesquiera con cualesquiera otras, relaciones de rechazo, de amor, de lo que sea, pero siempre relaciones, interacciones, y eso en un no sólo sin número de cosas sino de cosas que nunca son la misma, que no dejan de cambiarse en otras.
Cuando por mera vía negativa esto se llega a descubrir, entonces la casualidad, lo mismo que las causas y que el cálculo de probabilidades, deja de tener sentido. El mero descubrimiento de esa condición de las cosas, del cambio perpetuo y de la interacción de cualesquiera con cualesquiera, basta para desmontar esas verdades que nos vendían, claro, teniendo cuidado de no sustituirlas por otra.
Esto me lleva, antes de dejaros soltar la palabra […] a aclarar con un ejemplo: Isabel, aquí presente, me dice, y además en copla, me dice “Tantas cosas como he aprendido / y a…”
- “Tanto como he aprendido…”
AGC - “Tantas cosas como he aprendido / y aprender a dejarme morir no lo consigo”.
- ‘Cosas’, no: “Tanto como he aprendido”. Pues no repitas.
AGC - Variantes. Variantes.
- No es así. Yo te digo “Tanto como he aprendido / y a dejarme morir, no lo consigo.
AGC - Variantes.
- No: es que no repite dos veces el verbo aprender, porque no tiene gracia.
AGC - “Tantas cosas como he aprendido / …
- …Y a dejarme morir / que no lo consigo”.
AGC - …y aprender a dejar de morir, no lo consigo”. Bueno, pues es, sí, una buena ocurrencia que cae bien aquí y podemos descuartizar esas afirmaciones, yo creo que sacando algo en limpio de todo ello, que efectivamente nos sirve que Isabel ni nadie aprenda a eso…
- Yo con el maestro que tengo sí que aprendo…
AGC - …dejarse morir. Para entender cómo no tiene sentido conviene que nos fijemos en el verbo que ella ha elegido, el verbo ‘aprender’. El verbo aprender… El verbo aprender, como también el otro compuesto, del mismo latín, ‘comprender’ -‘comprender’-, es un verbo muy, muy maldito, [], conserva algo de la raíz latina que es como muchos de vosotros saben, prehendere -prehendere-. Prehendere, es decir ‘atrapar’, ‘coger’, ‘hacerse con’, ‘hacer suyo una cosa’.
De manera que el aprender, también en otro plano el comprender, heredan algo de esto. Es verdad que aprender, tradicionalmente se han venido aprendiendo en la Escuela, por ejemplo, pues cosas, por repetición maquinal, habilidades para ciertas técnicas, habilidades incluso manuales, y también intelectivas para ciertas técnicas, por mera repetición, así se aprende. Pero se aprenden también, en la Escuela por ejemplo, pues conocimientos, ideas, es decir el aprender aquí viene a ser un comprender (de uno), y en todo caso lo uno y lo otro lleva a lo de hacerlo suyo, hacerlo de uno. Aprender, atrapar, quiere decir eso, no hay manera de evitarlo, esto está ya dado no en la etimología sino en el uso, en el uso del verbo.
Y efectivamente así es como aquí (si no nos portamos mal) nunca aprenderemos nada, aquí no se aprende nunca nada, porque, ¿cómo sería eso de que viniéramos aquí a enriquecernos, a adquirir incluso conocimientos o armas o habilidades frente al misterio o contra el engaño, contra la mentira dominante, haciéndolas mías, tuyas, de uno? No puede ser. El trabajo que aquí se hace no es un trabajo, es un juego que consiste en desaprender -desaprender-. Desaprender porque se supone que siempre hemos aprendido y traemos aprendidas demasiadas cosas.
¿Por qué Isabel o cualquier mortal no puede nunca aprender a dejarse morir? Pues yo creo que los que me acompañáis sabrían decir el porqué: porque tiene Futuro. Porque tiene Futuro.
Es así de simple y, después de lo dicho, creo que apenas hace falta razonarlo. Tiene Futuro. Tiene Futuro, es decir, un Futuro distante en cierto número de años, tengo tantos, cuando cumpla tantos, qué podré hacer, la casa, la otra… Un Futuro inmediato, de mañana: tengo que pasar la revisión, cuáles serán los resultados que me dé, qué medios profilácticos voy a poner en marcha para []… Futuro de las preocupaciones son los hijos, [] a los cuales evidentemente los tiene que dotar también de su Futuro, que se convertirá en una preocupación que yo misma compartiré. Vamos, no tengo que contar más: uno está lleno de Futuros ¿eh?, así nos han puesto, nos han cambiado cualquier otra posibilidad por Futuros. Y todos esos Futuros, como sabéis, vienen a centrarse en la muerte, en la muerte siempre futura de uno. Todos los demás Futuros (anteriores como los que acabo de mencionar, posteriores para los que crean en la ultratumba), todos los demás Futuros vienen a reducirse y a centrarse en esto: la muerte siempre futura. Y eso está ahí, y así no hay manera de dejarse morir.
Así no hay manera de dejarse morir. Creo que no hace falta razonarlo, porque el dejarse morir naturalmente implicaría la renuncia a la Fe en el Futuro. Y esa renuncia no se aprende. No se aprende, en todo caso la desgracia, el sentimiento del fracaso de una y otra tentativa, puede írselo a uno enseñando, o algún otro accidente, pero aprenderse, no se aprende. Eso es lo que no nos deja, no le deja a uno, no le deja morirse.
Y naturalmente este desaprender, este combatir la Fe en la muerte que no me deja morir, esto no puede entonces, según la etimología fatal de ‘aprender’, no puede ser ni una doctrina que yo tenga que asimilar, ni puede ser una ascesis ?una ascesis del aprendizaje a morir se haga, que yo también me haga dueño de esa capacidad y esa doctrina, con lo cual ya no hemos hecho nada?, porque dejarse morir implicaba naturalmente la renuncia a la propiedad. Y hasta eso de dejarse morir, si se trata de hacerlo mío, de hacerlo suyo, pues ya no, ya empieza a ser lo que no era, empieza a darnos el cambiazo. De manera que podrá consistir, eso de dejarse morir, en lo que sea, pero desde luego no puede ser nada positivo, no puede ser la adquisición ni de una doctrina, ni la práctica de una ascesis de lo de una mística de cualquier tipo que sea. Eso desde luego, no, está negado con los planteamientos esos.
Bueno, pues después de haber acudido a este último ejemplo que Isabel nos ha proporcionado, os dejo ya correr por ahí la palabra saltando de boca en boca sobre cualquiera de las cuestiones que hoy os he sacado o las dudas que os han quedao de otro día, o lo que sea.
- Yo quisiera decir.
AGC - Adelante.
- Dos cosas breves, la primera es que desde luego cuando uno… eso de la muerte, por lo menos hay dos tipos de muerte: hay mi muerte, que soy incapaz de concebir, que es imposible que yo conciba no estar aquí, y luego está la muerte de los otros, que es una cosa que ocurre a alguien que se movía y de pronto ya no se mueve. Entonces, no hay una muerte sino por lo menos dos: la mía, que es imposible no ya aceptar sino concebir, y la de otros, que es un mero hecho que uno ve cuando un bicho deja de moverse.
AGC - Antes de que pases a la otra: yo creo que no hacía falta ¿eh? De eso hemos hablado muchas veces aquí. Creo que todo el mundo sabe de qué muerte… de qué muerte es de la que he estado…
- Bueno. Perdón por repetir.
AGC - …de la que he estado hablando: la inconcebible, que es el objeto de Fe, la de uno. La muerte de uno, que es la siempre futura. Inconcebible, en efecto, pero el objeto de Fe por excelencia. Adelante,
- Y luego, en cuanto a la propiedad, perdón, en cuanto a la causalidad -causalidad- desde luego yo siempre lo he tenido muy en… muy dudoso, porque obviamente, como tú apuntabas un poco en cuanto a la interacción o la relación, está claro que a poco que uno -digamos- se fije en cualquier cosa que ocurra, entonces, primero aparecen una causa más grande y luego otras más pequeñas, y luego hay una multitud, una locura de posibles causas que un poco debilitan el concepto, y al final lo que hay sencillamente es un no saber, no creer que haya causas para las cosas. Es decir, se puede ejemplificar: ¿cuál es el grado que me hace hervir el agua?, ¿el último, el 100 ó el 99 ó el 98?, ¿cuál es el escalón que nos lleva a ese sitio? No, no se puede. Y como decía una anécdota de un oriental: llevan a alguien a ahorcar, y dice “¿Y a ése por qué le van a ahorcar?, ¿porque alguien le dio un cuchillo?, ¿porque le educaron de pequeño y le trataron mal y se ha vuelto malo?, ¿porque esta mujer le traicionó?
AGC - Está bien. Está bien el aporte de Javier. Y a saber que es un brote que quedes dudoso, porque la duda es la flor, […]. Y naturalmente, como tú mismo has reconocido, las causas, no sólo las de la Filosofía tradicional sino las que la Física tiene que seguir admitiendo a pesar de la Cuántica y todo, tienen que estar ordenadas, en fila, una tras otra, ser una causa de un efecto y a su vez de otros efectos que a su vez pueden ser causas, pero siempre… siempre ordenadas. Cuando se descubre esa locura que tú has dicho, que es la de la innumerabilidad de las cosas y sus interacciones. Desde luego, la noción misma de causa deja de tener nada que hacer, como no sea tratar de consolarnos y engañarnos a la vez. Bueno, más cosas por ahí.
- Sí. Aquí. Yo tenía una cuestión: exactamente, yo tal y como lo escribí la… o se me ocurrió esta copla, no es como tú lo has dicho, que has echado las cargas sobre el verbo ‘aprender’ dos veces: “Tantas cosas como he aprendido”, y luego dices “y aprender a dejarme morir…”, es decir, repites dos veces el ‘aprender’. Yo lo hago pasar absolutamente desapercibido en la segunda estrofa, digo “Tanto como he aprendido / y a dejarme morir, que no lo consigo”. Y así: no repitiendo dos veces el verbo aprender…
AGC - No tiene…
- Déjame que…
AGC - No tiene sintaxis, Isabel.
- ¿Puedo terminar de hablar?
AGC - Lo siento, no tiene sintaxis castellana lo que has dicho.
- No, no. Pero yo te digo, como estoy terminando de decir, por qué lo he dicho así.
AGC - No, no, que no, que esa versión no tiene sintaxis castellana.
- Bueno, sí: “Y aprender a dejarme morir / que no lo consigo”.
AGC - Nadie dice “No consigo a dejarme morir”.
- “Que no lo consigo”.
AGC - “No consigo a dejarme morir”.
- Mira, yo hablo como habla el pueblo…
AGC - Que no tiene sintaxis.
- …-¿Entiendes?-, como habla la gente.
AGC - Nadie dice…
- Bueno, vale.
AGC - Nadie dice…
- Bueno, pues, vamos, yo lo que te digo, Agustín…
AGC - Nadie dice (espera un momento)…
- Pero déjame.
AGC - Nadie dice (espera un momento), nadie dice “No consigo a dejarme morir”. Es un error tu segundo verso.
- No, no: la gente dice “Que no lo consigo”.
AGC - Tu segundo verso que era “Y a dejarme morir” sobreentendía naturalmente el verbo aprender que estaba en el primero, ¿qué es lo que no consigo?: aprender a dejarme morir.
- Que es “Que no lo consigo”, dicho absolutamente como el pueblo habla a su vecino, de modo desenfadado.
AGC - Basta ya.
- No: tengo que terminar de decir lo siguiente: dicho de esa manera…
AGC - Oye, no podemos perder el tiempo.
- Escucha, escucha a ver si se entiende y no revientes los aciertos de los demás. Mira, escucha que te diga…
AGC - Pero ¿no te has convencido de que no tiene sintaxis?
- No, es que no. Es que sencillamente… No, el que se muere de explicación es la tuya, tu copla se muere de explicación…
AGC - No, no, si eso no tiene sintaxis.
- …No hace falta ni dejarse morir porque se muere de explicación. La explicación rompe el verso. Mira que te diga una cosa, déjame que te cuente: dicho así de esta manera, la acción es una acción negativa, porque ahí no es más que dejarse… dejar de esperar a morir. Eso que has dicho tú antes de lo del ‘esperar a morir’ que es en lo que se cifra la vida de cualquiera, el ‘esperar a morir’, es ahí en lo que implica dejarse morir…
AGC - De acuerdo.
- …quitar el verbo esperar, pero está implícito.
AGC - La Fe, la Fe, sí.
- El esperar. No, no: no te hablo de la Fe, te hablo de la expectativa.
AGC - Lo que hemos dicho: la esperanza, es lo mismo.
- Sí. La espe-… Pero no le llames Fe; te llamo la expectativa. Llámale a las cosas la espera.
AGC - Quizá eso, sí.
- La espera. Es que tú todo lo echas a la Fe…
AGC - Quizá eso, eso es lo que hemos dicho.
- …te estoy diciendo la espera. Déjame que explique lo que he dicho, ya que tú…
AGC - [].
- Es que, mira, lo que no puedes hacer es explicar lo que dicen los demás, porque entonces lo estropeas, el asunto. Espera que te digo lo siguiente: en uno mismo se da, es que por un lao tú pretendes que hay uno que no ha nacid-… , o sea, que hay como dos cosas: uno que no ha nacido nunca o que tiene que sospechar de no haber nacido, y otro que ya ha nacido porque se le ha puesto un nombre, porque ya empieza… su vida ya se costituye en un cumpleaños feliz.
AGC - []
- Tiene que hacer un cumpleaños feliz, por eso los cumpleaños… También está hecho así por el Estao y el Poder, porque si no hubiera una esperanza de vida y un esperar no morir, no habría cumpleaños y no se movería el Mercado, no se moverían los Dineros. Por eso se celebra mucho cada cumpleaños, porque hay que aplaudir que no te has muerto todavía, “Mira, un añito más”, “Un añito más de espera tengo”. Bueno, respecto a lo que te estaba contando: la cuestión es que en ése ?en ése?, en ése que siente eso, no hay dos (uno: que por un lao no ha nacido, o sospecha que no ha nacido, y otro: que está cumpliendo años), es que es el mismo y se dan al mismo tiempo, la contradicción se da en el mismo istante, en el que cumple años y en el que no sabe que ha nacido. Y ése es el problema, que no podemos vivir de esa separación: que a uno le pasan cosas y hay otro que no, que ése está en lo incontable y en la nuda continuidad. No: no es así. Se da en el mismo (que no sabemos quién es) las dos operaciones. Y por lo tanto se puede dar el esperar morir y el dejarse morir, ¿entiendes?
AGC - Ahora ya has comprendido…
- No, ya está, no, no, yo no digo más. No digo más pero no hace falta…
AGC - Ahora ya has comprendido por qué…
- No voy a rectificar la copla. No la voy a rectificar.
AGC - Ya has comprendido por qué nunca podrás aprender a dejarte morir…
- No. Esperar a dejarme morir. No, no: yo estoy avanzando, y si sigo viniendo algún miércoles más, a lo mejor consigo hasta dejarme morir en miércoles
AGC - No, no voy a responder. El caso de Isabel es un caso de defensa y enrevesamiento…
- Elegiré morirme en miércoles, de nueve a diez…
AGC - [] defensa de la Fe. Y desde luego lo que siento es que reduce a un plano muy trivial cosas que aquí estoy tratando de descubrir más de verdad. Eso lo siento ¿eh?
- No, es que repites dos veces el verbo aprender y no es posible.
AGC - Eso lo siento.
- No, es que repites dos veces un verbo que yo he tratado de quitar del medio en la segunda.
AGC - Te he curao la sintaxis…
- Que no me lo cures. Que no… Déjamela abierta, la herida.
AGC - …que nadie dice “No consigo a dejar de morir”.
- Pero si yo no digo “A dejar de morir”.
AGC - Sí.
- Yo digo “Que no lo consigo”.
- Por favor.
- Mira, esta puerta que [], digo “Que no consigo”, “Que no lo consigo, abrir la puerta”
- A ver…
- Por favor.
AGC - Tenéis un ejemplo.
- ¡Ay!, “tenéis un ejemplo”. Tenemos dos ejemplos.
- Por favor.
- A propósito de la causalidad, ¿qué diríamos más bien, que las causas son infinitas o que no hay causas?
AGC - No, lo que hemos dicho… Por no emplear la palabra ‘infinito’, yo he dicho de las cosas que como costantemente se cambian unas en otras, nunca puede ser todas y, en ese sentido, innumerables. Por no meter la cuestión de lo sin fin, que no le pertenece propiamente a las cosas ¿no? Son innumerables. Y una vez que son así, innumerables, incontables, el entrecruce con una especie de campo en que una flecha iría de un lado para otro, que se iría entrecruzando, la noción de causa que requiere ir en fila, que la causa vaya antes del efecto y que a su vez se bifurque, si es preciso, en efectos varios que a su vez son causas de otros efectos, ir en fila, la causa se pierde [], deja de tener ningún uso más que éste, o sea, el engaño. A ver, sí.
- Sí. Bueno, que a dejarse morir es imposible aprender ¿no?, pero sí es posible el ir desengañándose de esto que nos venden por ‘vida’. Entonces… Y, bueno, ahí se da la paradoja de que uno incluso a veces tiene que aprender más para cuestionarlo, las cosas que están dadas por sabidas o por hechas.
AGC - A ver. Aquí hemos usao mucho, por ejemplo, las entradas de los físicos en la red, y eso quiere decir que a veces, pues puede servir. Pero efectivamente ésa es la labor negativa ?la labor negativa?, una acción negativa, que es la de perder la Fe. Es a lo que esta tertulia desesperadamente, pero con tranquila desesperación, se dedica: a luchar contra la Fe, dejar de, perder la Fe, que es efectivamente lo que impide dejarse morir. No es, como habías dicho tú, no es una técnica que uno pueda desde una ascesis, no es una doctrina. No nos cabe más que eso: hemos caído en la Realidad, estamos hechos de mentira, somos contradictorios pero tenemos que creer que uno es uno, etc. Hemos caído en esto, aquí estamos, como cosas entre las cosas, y no nos cabe más que aprovechar que las cosas no son todas y que nunca se sabe lo que puede pasar, de verdad, nunca se sabe más que en la pretensión de ello. Aprovechar para eso, para el desaprendizaje, pérdida de la Fe en lo que sea.
- Javier tiene la palabra pedida.
- Allí, allí.
- Allí, al fondo.
AGC - Bueno. No sé.
- Bueno, que me llama la atención, ahora que tengo un caso un poco cercano ¿no?, de lo que ocurre cuando una persona, no es que se deje morir pero, por una enfermedad de éstas degenerativas, se va olvidando de todo, hasta de quién es ¿no? Toda la angustia que se genera alrededor de esta persona y el que hay que hacer algo ?¿no?? de alguna manera para sostenerlo.
AGC - Sí, y se hace, vamos, de ordinario. No es una situación desde luego muy deseable para perder la Fe y dejarse morir, por el contrario, por desgracia en lo que es nuestra manera de dolor, esas situaciones son situaciones en que la amenaza del Futuro, del desenlace, se impone todavía más pesadamente que en la vida corriente. Así que siempre puede suceder el perder la Fe, siempre puede suceder, pero las situaciones extremas de que hablas no son desde luego el campo más deseable para ello. Sí.
- Está claro que el artefacto que organiza la cadena de causas y efectos nos vale para aprender, es decir, o se utiliza mayormente para hacer previsiones de Futuro, pero otro aspecto de las causas (del que ya hablaste hace tiempo en relación con la culpa) creo que tiene que ver con la pretensión de reversibilidad: ante algo que no se acepta, ¿cómo buscar el porqué para tratar de hacerlo reversible? sabiendo que es imposible. Pues ese enfrentamiento con la reversibilidad, con la pretensión de reversibilidad, cuando el tiempo organizado parece que es una línea hacia adelante, esa pretensión de echar marcha atrás y volver otra vez a no equivocarse, que quería que lo pudieses explicar.
AGC - Supongo que te acuerdas, cuando hemos sacado eso a propósito de intervenciones de los físicos en la red, porque efectivamente la investigación más avanzada, la Mecánica Cuántica, por un lado no puede menos de descubrir que, pues las parad-… descubrir, tratar de resolver paradojas como la de la información entre electrones, es decir que un electrón en el [] de alguna manera tiene que haber recibido el mensaje del otro antes de que éste lo emita, cosas por el estilo. Lo cual evidentemente hace perder al tiempo con esa reversión, tiempo atrás, le hace perder su sentido. Al mismo tiempo esas paradojas tienen que resolverse de una manera o de otra porque la condición de la causalidad sigue rigiendo, también en la Mecánica Cuántica y los experimentos aprovechándose para las predicciones que tendrán tal éxito o el otro. Ésa es la contradicción. Entre las cosas, innumerables, y sus interacciones, innumerables también, naturalmente el Tiempo establecido a partir del Futuro, y con un pasado establecido para sostener al Futuro (como al principio de hoy ya os he dicho), deja de tener sentido. No es que las interacciones innumerables se tengan que dar antes o después con respecto a un horario o calendario, que no lo hay, esto es anterior, esta situación es anterior a la fundación del Tiempo real y falso (en el que se nos hace vivir, con su Futuro y su pasado). Y por tanto si te remontas ahí, al descubrimiento de cómo son las cosas innumerables, innumerablemente entrecruzándose, sólo a partir de ahí puedes después descubrir cómo se ha establecido el Tiempo por obra de un ideal, pero no antes, sino ahí, no en ese terreno. A la Ciencia le hace falta (al mismo tiempo que la investigación descubre ese tipo de paradojas) mantener sin embargo la cadena de la causalidad de una manera o de otra, que para eso está al servicio del Poder, no para descubrir paradojas y absurdos que no se puedan resolver. ¿Qué más?
- Jaime pidió la palabra.
- Sí. Cuando decimos de una cosa individual que ‘no tiene futuro’, no nos referimos por supuesto a que no se va a morir, porque eso sería…
AGC - Pero, ¿cuándo decimos…?
- De un individuo.
AGC - ¿Cuándo decimos que no tiene futuro?
- Pues de una persona, se dice “Fulanito no tiene futuro”.
AGC - ¡Ah!, ya.
- De una cosa individual. Pero normalmente a lo que nos referimos es que los mecanismos de causalidad funcionan de tal modo que no tiene ninguna posibilidad de medrar en la Sociedad en la que vive. Medrar, eso, tirar las cosas, de triunfar. Ya no nos referimos tanto a la relación con el Futuro, con la muerte futura, sino que nos referimos a su desarrollo causal.
AGC - Bueno, según qué cosas, Jaime. Hay cosas que tienen éxito y que triunfan.
- Sí, pero normalmente cuando se dice eso…
AGC - No son de ésas de las que se dice “No tiene Futuro”, no, eso desde luego. Cuando de una persona o de una empresa o de un proyecto se dice que no tiene futuro, simplemente se le está condenando a muerte, porque lo que nos venden como vida no es más que Futuro. Si le dices que no tiene futuro, pues le estás adelantando la muerte, le estás condenando a muerte ya. [Le están haciendo] que la gente obedeciendo hable de esas maneras. Pero, ya sabéis, aquí nos da igual el éxito o el fracaso, pero conviene reconocer cómo se dan. Hay empresas que tienen Futuro. Tienen Futuro, y luego cuando llegue el Futuro, y llegue ¿lo habrán tenido o no? ¡Ah!, eso ya…, pero por lo pronto tienen Futuro. Tienen Futuro y están de alguna manera condenadas al éxito según la visión del Mercado; otras empresas no tienen Futuro, es decir, están tan mal concebidas con respecto al Orden dominante, y dice uno que no tienen Futuro, que eso no va a salir para adelante. Así son. De todos esos animales está lleno este mundo de los hombres, de éxitos y de fracasos.
- Pero de los humanos ni en la UVI dice un médico “Éste no tiene Futuro”. No se suele decir en el lenguaje popular, se dice más de lo que dice…
AGC - No, no. En los casos…
- A los jóvenes se les dice “Tiene mucho Futuro”, eso sí que es verdad.
AGC - En los casos que ha dicho Jaime.
- Pero en los cas-… A una persona normal, ni siquiera a un enfermo, no se le dice “No tiene Futuro”, porque no es de uso habitual.
AGC - No, no, es que no se dice. Ahí no se suele emplear.
- No, ni en la UVI siquiera.
AGC - La locución que usaba Jaime era para otros casos. Ahí no suele emplearse. ¿Qué más?
- Estaba pensando que me llama la atención que esto que nos cuesta a todos de dejarnos morir, y estaba pensando esto que… por ejemplo estos días que ha muerto Michael Jackson ¿no?, y de repente pues un montón de fans, de repente se han suicidado. Entonces, en condiciones normales, ellos defenderían su vida. Incluso si se les muere su padre, su hijo, o tal, sería un dolor tremendo ¿no?, pero se muere su ídolo, y ellos, por convertirse como en ellos, no sé qué es lo que ocurre ahí, de repente idean, sin plantearse que eso significa morir, copian ese destino y se convierten como en él, o sea, y hacen… se suicidan ¿no?
AGC - No he seguido el caso, pero desde luego eso, esos suicidios, sólo se pueden dar en una caldera bien establecida y [] que es la caldera de los millones ?la caldera de los millones? de los que practican la adoración de Michael Jackson, y por tanto se dedican a la condolencia millonaria la muerte de uno como él. Sólo en esa caldera puede haber algunos que por factores determinados, pues lleguen a la conclusión de que muerto el ideal que daba sustento a su vida, pues yo también dejo de tener nada que hacer aquí. Pero sólo ¿eh?, sólo embutido en ese tremendo horror del que me llegan noticias de las millonadas… de las millonadas de condolientes de Michael Jackson o de cualquiera otro de los ídolos. Se nos contaba, en la antigua India por ejemplo, que era costumbre también que cuando moría el Rajá, por ejemplo, pues las mujeres de su harén se suicidaban todas. Unas con ganas, otras sin ellas, pero el rito estaba ahí. Desde luego esto que, si nos hablan de la antigua india, nos parece costumbre horrible, lo tenéis ahí, en el caso que acabas de sacar, sólo que agrandado… agrandado a una condición millonaria y de tal manera que se da además la condición de que los suicidas… para esos suicidas ya no se puede distinguir entre querer suicidarse o no querer ¿eh?, se ha perdido esa distinción… esa distinción respecto a la libre… a la libre voluntad en medio de la caldera de adoración que acabo de recordar. Tremendo. Teníamos que dedicar un minuto de silencio condolido, no a Michael Jackson sino a esto, sino a su funeral. Sencillamente es para quedarse un rato callado y… Sí.
- Sí. Bueno, comentar que de lo que se ha hablado hoy, pues a mí me surgen dos ideas contradictorias, una: por un lado, cuando, por ejemplo Heidegger habla de que ‘el hombre es un ser para la muerte’, en realidad no sé hasta qué punto, pues está hablando de esa estructura de Poder. Porque se está hablando, pues eso, de un ser para la muerte para intentar ser auténtico, el yo auténtico, apartarse de la Sociedad y intentar ser uno mismo, una esencia, pues auténtica ¿no? Pero, por otro lado, evidentemente siempre que se habla de un ser para la muerte, se habla de Tiempo, y de que las cosas efectivamente ya se están poniendo un límite, y se habla, pues de Futuro. Y por otro lado me surge la otra idea de la interconexión, que es más que dejarse morir sería siempre dejarse vivir. Porque ahí sí que no habría tiempo y no habría límite.
AGC - Esto ya… Las ideas anteriores, la verdad es que lo siento, pero no te han surgido de la tertulia. No te han surgido de la tertulia, las traías. Las traías de casa, ¡qué le voy a hacer!...
- No. Que lo estaba pensando…
AGC - …Y la charla no ha conseguido romperlas. Si vuelves a hablar del hombre y le dotas de una predicación filosófica como “un ser para la muerte”, pues es que ya nos volvemos otra vez a unos caminos que hemos abandonao hace mucho tiempo ¿no? No he hablao del hombre ni nada, hemos hablao, sí, de uno, de uno mismo, respecto al cual la muerte futura es inconcebible, hemos hablado de esta muerte que es futura siempre y que por tanto es la que organiza todo el tiempo y nos rige a toda la Sociedad, hemos dicho de pasada que los hombres no son más que cositas entre las cosas, que no hay nada, también podríamos recordar que en las contradicciones que lo costituye está la contradicción entre el estarnos (como las demás cosas) costantemente deshaciéndonos y el tener que defendernos y seguir siendo uno el que es. Y para eso no hace falta ni el hombre, ni el ser, ni ninguna otra filosofía…
- Agustín. No sé si había alguien. Después quería hablar ¿eh? Si no hay nadie: que hay una cosa que sí me ocurre a mí (creo que estoy legitimao para hablar) y a mucha gente, y es que nos conmueve en los poemas, por ejemplo, y en las canciones, nos conmueven más y nos tocan más y nos hacen más, aquellas canciones en las que están el amor y la muerte juntos ¿no? Entonces, ¿por qué?
AGC - Bueno, aunque no se llamen amor y muerte ¿eh?
- ¿Eh?
AGC - Aunque no se llamen en la canción ‘amor y muerte’
- Sí, sí, surge eso.
AGC - No, yo creo que deberías más bien elegir algunas canciones en que no se las llama amor y muerte, que de hecho están funcionando. Ésas son las que más… son las que más pueden impresionar. Porque si aparece ya el nombre ‘el amor’, una cosa empieza… empieza ya a no ser tan [].
- No. Es independiente que surja la palabra, sino el tema. Los dos temas juntos nos tocan más, en un poema.
AGC - Es lo mismo. Como ella misma ha visto ‘dejarse morir’ es ‘dejarse vivir’, es lo mismo. Es una distinción vana, y por tanto en esta conjunción se da mucho más profundamente. Pero no es frívolo lo de los nombres. Si en cambio aparece ya usados, la muerte y el amor, que empiezan a estar como [], la cosa ya no funciona bien. Es cuando de hecho se producen en la canción se despiertan sentimientos que son al mismo tiempo un descubrimiento de esto: de que nos estamos deshaciendo continuamente y estamos luchando por juntarnos unos con otros y sostenernos ¿no?, esa contradicción.
- Sí, pero precisamente hay un caso excepcional, que es el Romance del enamorado y la muerte, y que se dan las dos palabras…
AGC - Sí, sí.
- …dichas de modo repetido todo el rato “…contigo sería vida, mi amor…” tal, el enamorado, la muerte…
AGC - No, no: “mi amor”, nada, nada. Nada. No seas infiel. La muerte aparece y personificada y todo.
- Yo seré infiel todo lo que me da la gana. Déjame. Mira que te diga, Agustín, precisamente la gracia…
- La muerte aparece por el balcón, Isabelita.
- …la gracia... Por favor, Galín. Por favor, estoy hablando. ¿Me puedes esperar y escuchar? Mira. ¿No te importa mirar para aquí?, porque no oyes muy bien. No me oyes muy bien si no miras para aquí.
AGC - Estoy oyendo perfectamente.
- Mira, vamos a ver. Es que te estoy hablando a ti. Precisamente el enamorado y la muerte es un caso excepcional en que aún tratando semánticamente de los temas, del amor y de la muerte, es precisamente el tratamiento de el mecanismo de relojería del puro deshacerse emplazado en una hora ¿eh?, que precisamente está ahí todo el rato…
AGC - Ése es el otro.
- Ése es el… Es lo que hace tan conmovedor a esa pieza, el mecanismo de relojería de cómo es imparable a pesar de la espera, de “contigo vida sería”…
AGC - No seas tan elocuente, Isabel, habla más tranquila.
- No, no. Pero tú escucha más tranquilo.
AGC - Sí, sí, estoy escuchando con toda tranquilidad.
- Escucha más tranquilo y yo hablaré más tranquila.
AGC - Y estoy hablando con toda tranquilidad.
- Precisamente si escuchas más tranquilo yo hablo más tranquila.
AGC - Sí, sí. Venga. Yo estoy tranquilísimo.
- Precisamente es eso lo que quiero decir. Es que la espera, ahí está el tema de la espera, de la espera del dejarse morir o no. Porque el otro se cree que se va a salvar por la vía ésta de “contigo vida sería”, con lo del amor.
AGC - No vas… no vas a…
- Pero precisamente está ahí. Bueno, dilo tú que lo dices mejor, venga.
AGC - No, no, no.
- Pero dilo tranquilo ¿eh?
AGC - ¿No era justamente ejemplosa?...
- Sí, es el ejemplo que pone él.
AGC - …Que yo entendía que se refería ahí, pero efectivamente ahí están: ahí está por un lado el Tiempo, la condena al Tiempo, que consiste en una hora. El enamorado le dice “Déjame vivir un día”. La muerte le dice “Un días no puedo darte, una hora tienes de vida” (Tiempo). Y cuando va a llamar a la casa de la amada, dice “Me anda buscando, junto a ti vida sería”, la ilusión de que por el contrario allí el istante de la muerte iba a ser el istante de amor, y por eso es muy trágico. No es justamente la convivencia de sentimientos a lo que yo… lo que decía, pero es una cosa muy trágica y muy reveladora, sí. ¿Qué más?
- No, que a veces se tiene la sensación que el aprendizaje fundamental, que es cuando aprendemos que vamos a morir, lo intentamos sustituir con los otros aprendizajes que… en los que nos embarcamos luego el resto de nuestra vida como una especie de sustitutos de ese aprendizaje fundamental, y que de alguna manera intentan como disimular ese primer aprendizaje. Pero luego parece como que cada vez que se aprende algo, sí, que hay algo que ahí que está diciendo que eso no deja de ser un sustituto y como que se está ahí… que la muerte se está colando en ese aprender eso ¿no?
AGC - Sí, sí.
- Pero luego, parece que por otro lao, desde el momento en que se aprende que se va a morir (que nos vamos a morir o que uno se va a morir), parece bastante complicao el no aprender otras cosas, y mucho más todavía el desaprenderlas.
AGC - No, es otra cosa. El aprenderlas efectivamente es en gran medida una manera de distraerse respecto a la noticia fundamental, que es “Te vas a morir”. Eso es lo que el Poder sabe y por eso es por lo que decíamos que cualesquiera Futuros, y lo de no tener Futuro uno o tener Futuro, no son más que apariciones, adelantamientos y disimulos de la noticia primera y fundamental en ese sentido. Y en cuanto reales como somos, pues nuestra vida consiste en un aprendizaje para Futuros provisionales, para tener Futuro. Ésta es la forma de condena. Luego, como nunca estamos bien hechos del todo, pues queda que en ese entorno nos puede… se puede sentir algo de verdad cuando en lo más hondo que nos… que nos revele el engaño en el que vivimos. Bueno, si no surge más por ahí, vamos a cortar…
- Pero lo más tremendo es la coincidencia… Agustín, respecto a esto que estás diciendo (que pa eso he apagao el teléfono) es la coincidencia temporal…
- De ahí viene la jornada laboral…
- …la coincidencia temporal de que esta información le llegue al niño justo cuando más opera toda la Sociedad en demostrarle que tiene mucho Futuro, porque es cuando al niño se le dice lo que va a ser de mayor, lo que va aprender, dónde va ir a la escuela, cómo va a ser como papá, ¿entiendes? Y es justamente en el momento en que le llega la otra información. Es una coincidencia que debe ser tremenda.
AGC - No: no es una coincidencia. Bueno, si no surgen más cosas por ahí, entonces cortamos por hoy, y si el Señor nos deja, pues dentro de siete días seguiremos dándole vueltas.