26.08.2014

Tertulia Política número 185 (8 de Julio de 2009)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 
  • La mortífera cuestión de la denominación, o resolución semántica de los problemas sintácticos. 

 

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TRANSCRIPCIÓN:

 

 

  Vamos a volver si os parece un poco sobre la cuestión de la denominación, a propósito de las cuestiones que nos traíamos estos días.   Es importante volver, esclarecer, y hasta......’graduar’ la cuestión, porque parece muy fácil decir que el mundo está hecho por el lenguaje, que es el lenguaje el que hace las cosas, y esto dicho así en general, al ser un atisbo de descubrimiento de lo que pasa, por su propia generalidad se convierte en un engaño, en una equivocación, porque no es así: los que me acompañáis hace tiempo sabéis que hemos tenido que desparramar eso de la lengua (o razón, que es lo mismo), desparramarla de nosotros, los pretendidos posesores de la lengua (‘el Hombre’, o como lo digan), para dejárselo a las cosas en general; no sólo a los animales, sino más allá a las cosas sin más, y decir que en ese sentido las cosas hablan, nosotros entre las cosas hablamos, solo que las cosas hablan cada cual en su idioma, con su lengua, que para los que están fuera, para nosotros, no es fácil de oír, o tal vez es imposible de oír y de entender, ¿no?   

Pero por lo menos así se pierde la pretensión de centro de la lengua, al declarar que la Realidad tal como funciona para nosotros, y contra la que aquí estamos en guerra día tras día, está hecha precisamente por el significado de las palabras que lo tienen, que no son todas; son las que propiamente costituyen Realidad, y en ese sentido se puede decir que el significado de las palabras que lo tienen es cosas, es la Realidad, y no es oportuno distinguir entre la cosa y su significado.  Pero eso de las palabras de significado, eso de que están más o menos llenos los diccionarios de una lengua, es algo que solamente se puede referir a idiomas, a dialectos, a lenguas particulares....  No a la lengua general o lengua común, que ni siquiera tiene significados, sino precisamente a las lenguas de Babel, a los idiomas; a los vulgares y a los eximios (filosóficos, científicos, teológicos), cada uno de los cuales de esos idiomas está lleno de significados y con ellos se costituye la Realidad correspondiente.  A este propósito recordáis que aunque solemos hablar de la Realidad o la Existencia, recordamos siempre que ésta no se presenta más que como realidades; como realidades precisamente idiomáticas, no hay ninguna especie de Realidad común: la Realidad es las realidades, de cada idioma, y en ese sentido va la cosa, ¿no?

Bueno, pues es a esto a lo que se refiere lo de la denominación; la denominación de las cosas, que en ese sentido las costituye, las fabrica.  Pero es respecto a eso respecto a lo que me parecía que debíamos por lo pronto distinguir grados, en el vocabulario y en las formas que a las realidades le proporcionan, ¿no?, porque (ya el ultimo día salió a otro propósito) el uso de palabras con significado en el lenguaje corriente, pues parece que no produce nada grave, nada importante.  “Ahí tenía unas patatas, y también unos huevos, y nos hicimos una tortilla”.   No hay mayor problema: las cosas, ‘para todos los fines prácticos’, como dicen los científicos, van marchando con esa manera de hablar, y si la noción de ‘tortilla’, o incluso la de ‘patatas’, no está todo lo clara que debía, pues no importa, se va tirando adelante con ello, porque ya la gente nos entendemos, y no pasa nada grave, ¿no?

“He visto a la hija del cartero, que pasaba por la calle, y llevaba un vestido azul”.  Sí, puede ser que todo eso sea incluso mentira en el sentido que se dice ‘mentira’ de las afirmaciones acerca de la Realidad, en la cual no cabe verdad ninguna, de manera que se dice mentira como queriendo decir que no es la fantasía adecuada al caso, que no corresponde con otro tipo de fantasía que es el que se estima como más real, pero bueno, eso es lo de menos: ‘azul’ funciona, ‘hija’ funciona, ‘cartero’ funciona, ‘ver’ funciona, ‘la calle’ funciona.......  Ninguna de esas cosas puede estar nunca segura de lo que es, no hay verdades en la Realidad, pero bueno, “he visto a la hija del cartero que pasaba por la calle, y llevaba un vestido azul”.  No pasa nada, son cosas que pasan todos los días, ¿no?  

Incluso un poco más peligrosamente, metiendo cuantificadores: “se nos está haciendo tarde para la reunión.  El taxi tarda media hora”.  Metiendo todas esas cuantificaciones que introducen esa novedad.  Está claro que en la Realidad no hay nada esacto para empezar, las realidades son aproximativas; no se dice de qué, pero aproximativas, y por tanto la media hora, no digamos el ‘se nos está haciendo tarde’, pues está sujeto a todas las dudas, pero aquí nos arreglamos, y no suelen suceder demasiados desastres: algún retraso, en el peor de los casos algún choque se puede producir por la falta de precisión en las declaraciones de ese tipo, pero vamos, con eso vamos también tirando, y no pasa nada grave.   Bueno, no sé para que voy a daros más ejemplos, es el uso corriente de las palabras.  

Pasemos a otro grado, que es cuando.... a......... fuerzas, a demonios, a lo que queráis decir, se les da nombre, se les clasifica, con afirmaciones como: “va a soplar el viento del sureste”.  El viento empieza a convertirse en algo que está ahí, que existe.  Vamos, no empieza: sigue convirtiéndose, se convierte cada vez más con la declaración.  Incluso los vientos ya clasificados (el cierzo, el ábrego, el norte, el sureste..), pues a fuerza de nombrarlos y de usarlos van adquiriendo una significación precisa, y por tanto siendo cosas precisas, y muchas veces tendiendo a hacerse personales para más claridad, ¿no?: el Cierzo convertido en un viejo que sopla un aliento frío, o cosas por el estilo, ¿no?  Esto son declaraciones que evidentemente dan existencia a lo que la tiene...más bien dudosa.  No digamos cuando se habla del resfriado: el resfriado, por darle este nombre, pues es algo que sólo a fuerza de hablar de él, y de emplear el nombre, adquiere propiamente una existencia; una existencia determinada.  A lo mejor esto todavía no os parece muy grave, pero si ponéis en su lugar ‘Cáncer’, os daréis cuenta de lo que estoy diciendo, es decir, el denominar bajo una palabra como ‘Cáncer’ una serie de cosas más o menos indeterminadas y mezcladas, eso es algo mucho más positivo, es activo, está creando Realidad de una manera bastante descarada, y todos vosotros padecéis este proceso conmigo, respecto a ‘Cáncer’ o respecto a cualquier otra cosa.

Imaginad “el asesino ha debido entrar por esta cristalera, y calzaba guantes de seda”, o cualquiera de las tonterías que un policía pueda decir, pero que forman parte de la lengua corriente.  Evidentemente, el asesino (que de momento no era nadie, era ‘el asesino’, una sombra, un fantasma), sin embargo, a fuerza de tratarlo de esta manera y de nominarlo, pues va adquiriendo forma, se va haciendo una sombra muy concreta, muy determinada......En fin, va existiendo cada vez más.  Que después esta sombra, ya bien costituída, ‘el asesino’, se la aplique el Juez a una persona cualquiera, eso es una cuestión secundaria.  En lo que quiero que os fijéis es en que el asesino mismo, antes de cualquier otra identificación, por este proceso mismo va ganando existencia, y esto son las cosas de este tipo.  

Imaginaos que volviendo a enfermedades se os habla de ‘el virus’, y del virus tal o cual.  Aquí estamos en la cuestión de las causas que el otro día nos traíamos, y cómo la causa va invadiendo las cosas y está haciéndolas ser lo que no son: el virus en principio es una esplicación de algún fisiólogo, de algún científico, una esplicación para ciertos procesos, pero naturalmente si encuentra un nombre, si es ya ‘el virus’, eso se va volviendo serio, porque entonces el virus no es ya una mera esplicación en astracto: es un hecho, una cosa, hasta el punto de que tendrá que acabar viéndosela con un microscopio todo lo avanzado que tenga que ser; hasta tal punto va adquiriendo existencia y reafirmándose en su existencia.  

Respecto a causas, recuerdo siempre que cuando yo era niño estaba en el último año de la República, el curso 35-36 en la Primaria de la Escuela Normal de Maestros, y allí los de la República organizaban escursiones por las escuelas para hacer esperimentos y tests con los niños, y cosas de esas que se estaban poniendo en auge, porque florecía mucho la nueva Pedagogía entre los maestros de la República.  Bueno, y a mí me tocó ser una víctima de uno de esos esperimentos, unos cuantos maestros que llegaron, y que nos preguntaban a los niños pequeñitos, desde cuatro o cinco hasta once o doce, nos preguntaban “¿Qué mueve las nubes?”  Una pregunta así de simple.   Obteniéndose respuestas que a mi propósito sirven en los diferentes grados: los niños pequeñitos eran educados de tal manera que podían decir “los ángeles”, y podían haberlos visto efectivamente en pinturas ángeles o Dioses , moviendo o soplando nubes.  Y los mayores, pues ya lo sabían: “el viento” respondían.  El viento para ellos se había hecho una cosa tan palpable o más que las propias nubes, y que por tanto servía para el caso el viento.  Así son las cosas.  Bueno, pues ésa es la manera en que este tipo de afirmaciones, declaraciones, actúan.  

¡Ah!: para mi vergüenza, yo fui incapaz de dar ninguna respuesta, debí tener en el test una nota de lo más estraño, porque me empeñé en sostener ante los examinadores que las nubes se movían solas, y claro, eso de que las nubes se movían solas, sobre todo cuando después de haber soltado  esa patochada una vez, luego la sostienes por más que te hagan insinuaciones de “pero hombre, ¿no ves que para que se mueva algo que tiene que haber......?”, y te empeñas en decir “no, no, se mueven solas”, eso ya, pues da lugar efectivamente  a una situación que no es de las más previstas.

Bueno, estos son el tipo del otro grado de afirmaciones acerca de la Realidad que ya no podemos llamar tan inocentes, porque efectivamente costituye; costituye, dota de existencia o ratifica, cada vez más, la existencia de la cosa a medida que el término semántico se repite en el uso, o vulgar, o científico.   Estos días he tenido ocasión, gracias a un hallazgo de Caramés a través de la red de un artículo de un profesor bengalí......Os lo cito porque es un ejemplo de vulgarización clara, y os puede venir bien a algunos.   Se llama Palash  B.  Pal.  Este hombre había hecho para los numerosos físicos que querían estudiar en bengalí un manual, y se ha molestado en traducir al inglés unas partes, que son las que Caramés y yo hemos podido leer.  Bueno, pues sí,  efectivamente esplica todo el proceso de desarrollo de los lenguajes físicos, actuales, especialmente en los últimos desarrollos hasta llegar a la Mecánica Cuántica, y la lectura me ha dado la impresión, más clara que otras veces, de que el proceso consiste justamente en eso: en la observación y la esplicación se encuentra un problema, algo que no casa bien con lo que se tenía establecido en la Física hasta ese momento.   Entonces se procede a resolver el problema, y la resolución es infaliblemente por la creación de un nuevo ente.  En especial ‘partícula’, tomado el término en el sentido más general.  Es decir, que empezando desde lo más inmediato (el campo electromagnético y la observación de cómo la luz puede interferir en el campo electromagnético), entonces la cosa tiene que acabarse esplicando.....por ‘el fotón’: el electrón, que ya era un conocido de la casa, de vez en cuando puede desprender de sí un fotón, y eso es lo que va a esplicar las alteraciones en el campo electromagnético.  El fotón va cobrando cuerpo a lo largo de la investigación, del último siglo sobre todo, va cobrando cada vez más cuerpo, y entonces el proceso se repite con nuevos problemas a niveles más astractos, que igualmente se resolverán por la creación por ejemplo de un ‘muón’, o más bien de un ‘gluón’, que es lo que ha dado más juego en las últimas investigaciones, un gluón que esplique lo mismo: trastornos de la esplicación anterior, fallos del cálculo matemático (es decir, probabilístico) hasta entonces empleado, y que por tanto requieren una solución, y la solución es el gluón por ejemplo.  O también antes, desviándose algo de la noción de partícula, pero siendo siempre creación de nuevos entes, los ‘quaks’.  Tienen que desarrollar los quaks como elementos de esplicación.  

Lo que en este rato me interesaba haceros sentir es cómo el proceso es esto: por así decir una rotura en la sintaxis, algún pequeño descalabro o desconcierto que se produzca, se resuelve siempre por vía de la denominación.  Esto es de lo que hoy os estoy hablando esencialmente.   Por la denominación, que naturalmente queda condenada a establecer incluso por la observación esperimental testimonios que prueben la existencia de el fotón o del gluón, pero justamente en cuanto a sus funciones.  Es la denominación.  Bueno, así ha avanzado la Física hasta los puntos en que ha avanzado.  No olvidéis que todo esto sucede declaradamente a costa de dejar de lado cuestiones que resultan un poco más inasibles, como sobre todo la gravitación, dejándola de lado para que de momento no estorbe para la esplicación de los otros procesos, y marchen así de bien.  No tanto porque la observación dé testimonio de lo descubierto, sino porque una vez admitido lo descubierto, eso sirve para hacer predicciones que en la observación siguiente en un tanto por ciento alto de casos tienen éxito, marchan bien, de manera que es lo de “for all practical purposes”, “para todos los fines prácticos”, la regla que rige en este juego, ¿no?   

No quiero que os parezca que tomo esto de una manera demasiado frívola, ¿no?  Tal como os lo cuento, lo que saco de esta impresión del artículo divulgativo de Palash Pal se parece un poco a aquello que Moliére ya decía de los médicos.  Creo que el propio Moliére, por citar alguna de las comedias contra médicos que él hizo, sus esplicaciones las reducía a que consistían en el descubrimiento de una ‘vis’, por ejemplo el sueño se esplica por la ‘vis dormitiva’ .  Así son las cosas: el fenómeno del sueño viene a consistir en la vis dormitiva; en la vis dormitiva de los médicos.  Digo que no creáis que es tan frívola la cosa, porque el desarrollo de la manera que digo de la Física no es ninguna cosa frívola: es algo que nos está conformando la existencia todos los días, de manera que aunque uno le aplique algo de vis cómica, no puede olvidarse lo serio que es; lo serio que es.

Bueno, pues estos son, no voy a insistir en más ejemplos, los usos de significados que son de otro grado, porque son más claramente costitutivos de Realidad, de existencia, de unas cosas y de otras, ¿no?  Creadores de cosas, más o menos fantásticas, da lo mismo, pero que vienen a formar parte de la Realidad.  Solamente esta regla: cuanto de más alto viene la creación del significado, la decisión del significado, cuanto de más alto viene, cuanto más esplica, menos dice.  Menos dice, en el sentido corriente de la palabra.  Aquí ya recordáis que en esta tertulia procuramos que lo que nos salga decir, pues sea en lengua corriente; sea en lengua corriente, donde estimamos la cosa menos peligrosa, ¿no?.

Efectivamente, esto lo veis también por.......esa cosa de la poesía, del lenguaje poético, ¿no?:  “el ala del pájaro de fuego moribundo rozando la montaña”.   Esta es una cosa que pretende ser poética y estar produciendo una impresión, diciendo algo.  Hay otra manera de decir: “se está poniendo el sol”, y esto es la lengua corriente: “se está poniendo el sol”.  A alguien puede parecerle menos poética, pero a lo mejor es más poética, pero si vamos más allá, sólo aunque ya digamos “es la hora del ocaso”.....”es la hora del ocaso”, amigo, eso ya, ni pájaro de fuego, ni sol poniéndose ni nada: la hora del ocaso es una cosa que está cargada de una noción culta como ‘ocaso’, de una noción de ‘hora’, y pretende ser más esplicativa, y por eso dice menos; dice menos.  No digamos si la esplicación científica del ocaso se desarrolla, y se dice: “a la visión aparente, dado el movimiento de rotación de la Tierra, el Sol desaparece por el horizonte”.  Con ‘horizonte’, con ‘astro’, con puñetas, eso ya acaba por no decir nada, ni a los sentidos, ni a la razón.  Cuanto más esplica, menos dice.

Hablando del lenguje poético hay que acordarse del ejemplo claro de Juan de Mairena, que le pide a su discípulo que tome la frase “los eventos consuetudinarios que acontecen en la vía pública”.  “Ponga usted eso en lenguaje poético”.  Y el muchacho sale y escribe: “lo que pasa en la calle”.   Y no está mal; no está mal como lenguaje poético, de manera que sirva también eso como ejemplo de lo mismo.  Bueno, pues por esos grados los significados de las palabras, cuanto más arriba van haciendo más daño, van produciendo una falsificación más dura, más espesa en cuanto a la costitución de la Realidad.  

Ahora ya sólo quiero llevaros a la culminación del proceso, al grado más alto, que todos conocéis: cualquiera, no sintiendo ya fantasmas en particular, ni vientos perdidos, ni enfermedades sin nombre, sino sintiendo en general la maravilla de la riqueza de las cosas sin número, y que no sólo le rodean a uno, sino en las que está uno mismo metido como una cosa entre las cosas, en este momento en que el Trabajo y el Futuro nos deje quedarnos sintiendo sin más lo que está pasando alrededor de mí, conmigo, y todo eso.......A eso algunos lo llamaban ‘Dios’ y lo convertían en una prueba de la existencia de Dios.  No os estoy diciendo nada de hace mucho tiempo.  La cosa sigue rigiendo más o menos, y ése es justamente el grado sumo del proceso: darle un nombre; darle un nombre.  La invasión de las cosas innumerables efectivamente puede sobrecoger; sobre todo al ánima que está pendiente de su Futuro, de su salvación, puede sobrecogerle, puede hacerle sentirse perdiéndose en esa maravilla. Y eso, que por un lado puede ser un gozo tal, al mismo tiempo es peligroso para la costitución de uno, y se le da un nombre: eso es Dios; eso es Dios.  Y muchos había, y los hay, que efectivamente, cuando querían salir al campo y referirse a los torrentes, y a las nubes, y a las aguas, y a las rosas, y a las moscas, y todo eso junto, tenían que hablar de ello como ‘Dios’: “es la obra de Dios, la creación de Dios que me deja aturdido.  Me deja, Señor, anonadado, tanta riqueza, tanta maravilla”.

Otros preferían, claro, presumiendo un poco de ateos, hablar de ‘la Naturaleza’, que viene a ser lo mismo.  Sobre eso de Dios y Naturaleza volveremos un poco.  El caso es darle un nombre, lo que nos importa aquí es darle un nombre que de alguna manera comprenda a todo eso, no dejarse invadir por la maravilla de lo desconocido, saber de alguna manera de qué se trata, puesto que tiene un Nombre: Dios; Dios.   Bueno, pues aquí es donde llega a su cúspide el proceso: las cosas quedan de alguna manera aniquiladas en la causa.  Se da esta paradoja de que nuestra palabra ‘cosa’ vulgar proceda de la palabra latina ‘causa’ por vía culta, pero así es: las cosas quedan aniquiladas en la causa, en Dios, que quiere decir ‘el nombre’.

Esto es así, y si os parece que la denominación no tiene importancia, que no merece mucho la pena meteros con ella, acordaros ahora de las matanzas y de las guerras religiosas, porque seguramente será lo que más os impresione, aunque bien podían interesaros otras cosas no tan espectaculares.  Las luchas de religiones y las matanzas.  Dios, Alá, Jehová, con su pueblo elegido. Todo el Antiguo Testamento está lleno, y desde fuera del Antiguo Testamento todo nuestro mundo está lleno de lo mismo.  Naturalmente estos compañeros nuestros, los hombres, de cualquier época, no se peleaban ni se pelean por la maravilla de la riqueza de las cosas del Universo, ¿no?: se pelean por el nombre; se pelean por el nombre, y en especial el nombre que en cada idioma, en cada dialecto, se haya usado para establecer este engaño que os traigo a colación.   No hay un acuerdo total respecto a Dios, se puede llamar de diferentes maneras, y eso ya, esa diferencia en la denominación, puede ser casus belli, y de cualquier otra barbaridad sin más, y es lo que está sosteniendo eso, de manera que si os parece que no tiene importancia que a la maravilla sin número de las cosas se le llame Dios, pues ya me lo contaréis dentro de un poco, u otro rato que os venga bien.

Conviene pararse a pensar por qué.  Esto es una cosa que cuando saqué el libro “De Dios”, hace unos años, que a lo mejor merece la pena leerse un poco de vez en cuando, ya entonces se me ofrecía de entrada el pensar cómo tantos hombres, evidentemente.......desengañados, de buena intención, o sin ninguna mala intención mejor dicho, sabios en este sentido, desde los  antiguos hasta nuestros días, seguían todavía empleando la palabra Dios como si fuera una palabra inocente.  Es difícil dar razón de eso.  A pesar de todo, cuando encontramos todo esto por ejemplo entre los recientes, los criadores de mi niñez o adolescencia (Unamuno, Antonio Machado), no aparece la cosa desde luego como si Dios viniera a ser el creador de la maravilla, y en cierto sentido a sustituirla.  Bueno, pero aparece de todas maneras, es así, hay que entenderlo: ellos, y nosotros, estamos hechos siempre a medias, hay algo que nos lleva a sentir y dejarnos perder en el sentimiento, y algo que encuentra eso peligroso para la salvación, y nos hace acudir al saber, a la denominación, a la causa.  Y más o menos eso ha pasado y pasa con cualquiera, y a pesar de todo, pues puede que ni los que he citado o otros acertaran a decir cosas.   Ya os he dicho que el intentar remplazar el nombre por otro como ‘Naturaleza’, ‘Nature’, como hacen hoy día los científicos, no cambia nada esencial: el proceso que importa es el de la denominación.  

Tenemos que acudir a la lengua corriente: hay que reconocer también (al entrar en el “De Dios” lo recordaba) las veces que en el habla corriente se menciona a Dios, se cita, se dice “¡Dios!”, “¡Ay, Dios!”, para cualquier cosa, incluso con esta peculiaridad que vuelve otra vez a traerme lo de la aparente dualidad entre la denominación “Dios” y la denominación “Naturaleza”, que también corrientemente lo que nos sale es decir “¡Madre!”, y que casi es lo mismo decir “¡Dios!” que decir “¡Madre!”.  Vienen a ser esclamaciones que surgen en situaciones parecidas y con efecto semejante: “¡Dios!”, “¡Madre!”.  Esto es así.  Y no digamos cuando ya el uso nos da por establecido el decir “adiós”, o “con Dios”, como si eso fuera una cosa así inocente.  Es tremendo también en el lenguaje coloquial, en la lengua corriente, tenemos que reconocerlo.

No podemos pues llamar Dios ni nada a la maravilla de las cosas sin número en que nos perdemos como cosas entre las cosas.  Si queremos dejarlas que ellas hagan, y que por tanto entre nosotros el pueblo-que-no-existe haga lo que pueda contra la falsedad, tenemos que dejarlas sin nombre ninguno.  Habría una posibilidad, que es la que asoma en los restos del libro de Heráclito, que era la de denominar Dios a la contradicción propia de la Realidad.  Nos ha quedado un fragmento que todos recordáis, en que él dice que lo inteligente, lo sabio, lógos, la razón misma, no quiere, y quiere, llamarse ‘Nombre de Zeus’.  Es decir, aludiendo a la contradicción que ha sido objeto de la mayor parte de nuestras charlas, y sobre la que no hay que volver: la contradicción costitutiva de la Realidad.  Pero en todo caso lo que no se puede hacer es llamar a las cosas, y nosotros entre ellas, ni Dios, ni el Hombre, ni Natura, ni ninguna otra denominación.   Espero que os haya hecho sentir un poco, o ayudado a sentir, cómo es esto de mortífero, pero de todos modos con esto me voy a callar, y os dejo ya correr la voz para que digáis por esas bocas lo que os venga.

-Yo respecto a esto quería decir que precisamente hay una espresión popular que recoge, o cita, o nombra, el nombre de Dios desde el punto de vista de las posibilidades innumerables.  Por ejemplo, la espresión “sabe Dios” quiere decir “lo que no sabe ni Dios”.

A-Eso es interpretación tuya.

-No es interpretación mía, es un sentir de cualquiera.

A-Eso entra dentro de los usos coloquiales, que también obedecen, para decir que los demás, no; los demás, no.  Bueno, no tiene importancia, el caso es que no te distraigas.

-Estoy diciendo una cosa que dice la gente. Es así, recoge lo que tu estás diciendo.

A-¡Que no, que ahí a la gente le han hecho decirlo, porque “sabe Dios” quiere decir que los demás, no!

-No, “sabe Dios” quiere decir que no lo sabe ni Dios.

A-Bueno, basta ya, no insistas.

-Isabelita, dame la vez.  Yo veo que a pesar de que enunciaste que estabas como dudando de que la lengua creara la Realidad, las lenguas que dices tú, los idiomas, al final has establecido muy claramente que en efecto crean la Realidad.  Y esa () idiomas, porque en definitiva se crean muchas realidades que más o menos se pueden comunicar, como decía algún filósofo por ahí, son intersubjetivas, es decir que el azul no es ‘bleu’, pero se parece.  En definitiva has demostrado muy bien cómo el hablar crea Realidad.

A-¡No señor!: el significado.  Solamente los significados, el diccionario, es el que crea realidades, como dices muy bien, realidades tribales, distintas, ¿eh?: una realidad que en los idiomas esquimos tiene muchos hielos, en la nuestra un poco......El diccionario semántico, los significados, y la lengua ésa que no quiere y quiere, ésa ni siquiera tiene significados.  Y naturalmente no se puede decir ‘el habla’, porque en el habla se da todo junto, y no distinguimos: en el habla se da la sintaxis ésa que he dicho que produce problemas que se resuelven en lo semántico, y se dan los significados, se dan los términos que apuntan, como ‘tu’, y ‘yo’, y ‘aquí’, y ‘allí’, al campo en que se habla......Se da todo eso junto, y lo otro no crea Realidad:   ni ‘yo’, ni ‘tu’, ni ‘aquí’, ni ‘lo’, ni ‘él’, ni ‘con’, ni las reglas sintácticas ni nada de eso crean Realidad.  Sólo las palabras con significado.

-Para mí, y perdóname, sí crean Realidad.  Toda partícula está teñida de semántica, de significado. Cuando tú dices “esto está entre esto y esto”, ese ‘entre’ tiene una noción de espacialidad, y configura Realidad con su espacio.  Cuando tú dices “encima de” creas Realidad, creas espacio.  Cuando dices “más tarde” creas Tiempo, y creas Realidad.

A-Agradezco que lo saques, Javier, porque es una perversión bastante estendida, y que da lugar a atacarla.  Eso es justamente lo que a propósito de los físicos he analizado como conversión de la sintaxis en nueva partícula, en nuevo significado.  ‘Entre’, mientras está funcionando como preposición no tiene ningún significado, pero si la miras, ‘El Entre’, entonces sí. ‘Yo’ no tengo ningún significado, pero si lo miro, ‘El Yo’.......Y así con todas las otras palabras que no tienen significado. La Realidad humana propiamente dicha, y no sólo humana, sino idiomática, realidades de cada tribu, se establece justamente por su diccionario.  Que haya un trasvase de lo uno a lo otro, está dicho: efectivamente, no sólo hay palabras que pierden su significado, que pueden ser como dicen los chinos ‘palabras vacías’, y que pueden entonces usarse como preposiciones o como cosas por el estilo, sino que al revés muchas cosas que eran meros conectivos o indicadores pueden adquirir significado.  Las lenguas cambian, y eso se da de unas a otras.   Nada más así.   Bueno, más, sí.

-Pero tienen que ponerse mucho las palabras de significado para crear Realidad, que usarse, porque así, en astracto completamente........Y por tanto si se usan será hablando, y tiene que ser en combinación con índices y significado, o palabras de significado.

A-Sí, por supuesto, sí: tienen que usarse esos significados, y preferiblemente usarse mucho, repetirse una vez y otra, porque así el significado va cuajando, se va haciendo Realidad.

-Y luego da la impresión de que en la lengua corriente se pueden decir cosas que hagan mucha Realidad, o que hagan mucho daño, aunque estamos diciendo que si la lengua culta es la que más daño hace.

A-¿En qué estás pensando?

-Por ejemplo si un padre le dice a su hijo “tienes que buscarte un buen trabajo, no se puede seguir en esta casa, que es mi casa, a la sopa boba”, o cosas por el estilo, que son las que más me importa oír, o con las que más ()

A-Sí, la gente habla seriamente de Trabajo, habla hasta del Porvenir, así entre los hijos, y así estamos hechos.  Estamos hechos en esa contradicción, contra ella luchamos, y por eso es por lo que también la gente corriente puede llegar a decir “¡Dios!”, “¡Ay, Dios!”, creyendo que es que no está pensando en Dios, pero vamos, lo está diciendo de todas maneras.  Sí, sí, efectivamente: el uso y la repetición del uso es condición para la creación de Realidad, que por otra parte nunca es definitiva, porque las cosas no hacen más que cambiar, convertirse unas en otras.  Adelante.

-¿El hecho de que algo exista requiere que disponga la lengua en que se usa de una palabra de significado?

A-Sí.  El verbo existir lo empleamos aquí como el verbo inventado en las Escuelas para Dios, como recordáis, que corresponde al adjetivo ‘real’, al nombre Realidad, y Realidad y Existencia vienen a ser como equivalentes, y existir es eso: nada de haberlo por ahí, no: cosas las hay, innúmeras, pero existir, como se enseñó para Dios, requiere que en la tribu correspondiente se le de un nombre para que se sepa qué es.  Ésa es la condición de la existencia, sí.  ¿Qué más?

-Entonces la lengua verdadera hablaría siempre en desacuerdo, digamos.

A-La lengua verdadera no existe en el mismo sentido.  Sólo aparece, sólo existe en forma de lenguas de Babel.  No sabemos de ella.  Lo que sí podemos asegurar es que esa parte de cualquier lengua que es el vocabulario semántico, ésa, respecto a la lengua común, está vacía, no hay más realidades que las idiomáticas.  Esa lengua que no existe, que es ésa de la que () ‘contradicción’, y que no quiere y quiere que se la llame ‘Dios’.  ¿Qué más?

-Bueno, primero recordar que Machado decía en un verso “Su aliento es alma, y por el alma alienta”, referido a Dios, ¿no?: “es el Criador, y la criatura Lo hace; Su aliento es alma, y por el alma alienta”.  Es justamente la posición un poco ambigua de que hablamos de Dios y Le creamos, y al tiempo hacemos que Él nos cree.  Pero lo que me interesaba más es volver a lo de antes, y ya que tú dices, tienes derecho a ello, que la parte de Realidad que es lenguas de Babel son sólo las palabras de significado, el diccionario, entonces ahora te pregunto...

A-¡Ah, no, no, perdona, perdona!, no es eso: las lenguas de Babel se distinguen también por sintaxis y por todo lo demás.  Lo único que he dicho es que sólo las lenguas separadas tienen un vocabulario semántico.  Se distinguen entre sí por vocabulario, y por sintaxis, y por tonos y por uso de acentos y eso, sí.

-Entonces, ¿cuál es la parte de la Realidad que no es palabras con significado?

A-Realidad, para nosotros, no es más que ésta: la que está costituída por palabras con significado.  Lo demás, no es Realidad.   Hasta que viene el Amo, o el Científico, y coge eso que no era Realidad, y le da nombre.  Una vez más le da nombre a una porción del misterio, y lo introduce dentro de la Realidad.  ¿Qué más?

-Respecto a la cuestión de que efectivamente cuando se nombran las cosas se va cuajando la Realidad, pero incluso en el mismo nombrar y en el modo de nombrarlo, como hace algunas veces cuando algunos versos aciertan, no solamente por la utilización de los deícticos ni la producción de palabras sin significado incrustadas en las otras, no: es sencillamente por un juego propio incluso de la propia semántica, que se vuelve contra sí misma, el choque precisamente combinatorio de juntar dos palabras que no han sido nunca juntas porque una esplota a la otra, la deshace.  Y las palabras semánticas entre sí chocan como globos, como burbujas, y no solamente el juego de destrucción o de desmentimiento del lenguaje, un juego que se produzca por los deícticos, sino también dentro de la propia semántica.  ¿Lo he dicho bien?

A-Bueno, no insistas, está claro.  Está claro, es el juego de lo que suele llamarse metáforas y metonimias el que hace juntar en una misma frase elementos semánticos relativamente incongruentes, que no se habían juntado, o que parecía que por su significado se contraponían, pero sí, sí: cuando me molesté en volver al lenguaje poético, aunque prefería, como el discípulo de Machado, que se dijera “se está poniendo el sol”, cabía también la cosa ésa que me salía de “el ala del pájaro de fuego moribundo rozando la montaña” y cosas por el estilo, sí.   Efectivamente, hay maneras (de metáforas, de metonímias también, (sinécdoques)), que contribuyen a desvirtuar las definiciones, las presuntas definiciones del significado de las palabras, y en ese sentido pueden contribuir a deshacer su operación de establecimiento de la Realidad.

-Y los sonidos, la cuestión rítmica es lo que más deshace, la cuestión de los sonidos, de la musicalidad que está dentro de las palabras, sin necesidad de significados, ni de deícticos ni de nada.

A-Sí, sí, aparte de eso, aparte de eso.   Más de cerca para el trance está efectivamente eso: el propio encuentro de significados que de por sí son incongruentes, pueden contribuir a deshacer esta obra mortífera o creativa.

-Cuando aparece lo de la Realidad, cuando te dicen que hay una cosa que es la Realidad, parece que por un lao pasa eso de que estás metiendo en un saco lo que cuando nos quitamos de eso llamamos las cosas, cuando queremos pensar que debajo de eso están las cosas.   Pero cuando se llama Realidad es un lío, porque por un lado se usa como para imponerte el Dinero, como el Dinero confundido con las cosas o algo así, y según lo estamos usando aquí, pues lo estamos tratando luego como un predicao, como que esto es real, o que ya es Realidad, y claro......

A-Son los grados; son los grados que he dicho, (hay un grado) relativamente inocente.  Las cosas son así, (incluso así es el mercado, son) los sentimientos, pero si se pasa a un grado más alto y se emplean términos cultos, científicos, teológicos, como ‘Realidad’, como he dicho, cuanto más alto, la cosa menos dice, más esplica y más crea, y la labor mortífera se acrecienta, ¿no?  La Realidad, claro, ya evidentemente viene de mucho más alto que ‘cosa’, lo mismo que viene de mucho más alto ‘causa’, y todo esto.  Sí.  

-Y hablando de lo de que cuanto más se esplica menos se dice, parece, por lo menos en lo de la Física, que no se puede hablar de quásars ni de fotones, o de muónes y estas cosas sin que haya previamente un modelo matemático que lo delimite, que lo especifique, que lo posibilite, que lo defina, con una esactitud increíble, y entre los físicos no se admitiría que se pudiera hablar así de quásars sin que hubiera dijéramos detrás un modelo matemático que lo justificase.

A-Perdona, perdona.......

-Pero luego es que parece que por el otro lado el lenguaje matemático no tiene significados, o si los tiene muy dudosos y muy astractos, y que consta más bien como de relaciones entre nociones muy astractas, y entonces, un lenguaje que no tiene significado en términos semánticos, o por lo menos que no lo parece, que parece como un juego sin significado, que obedece a una serie de leyes lógicas y que se rige por ellas, ¿cómo puede delimitar y definir unos términos con tanta esactitud, aunque luego a lo mejor no diga nada sobre ellos de tanto decir?

A-Bueno, esto segundo es demasiado fácil, y todo el mundo lo sabéis: un puro juego matemático ni siquiera se da, porque ¿adónde vamos a buscar una matemática que haya sido absolutamente pura y no aplicada?   El lenguaje matemático, el cálculo, generalmente aparece aplicado; aplicado por ejemplo a cosas físicas, o a cosas económicas, o a lo que sea, de manera que lo más interesante era lo primero, donde lo que he esplicado como proceso era un poco al revés: hay un cálculo previo, hay ecuaciones, y estas ecuaciones al pasar a la aplicación encuentran, o cree el observador que encuentra, en datos de la observación, dificultades, que las hace no funcionar bien.   Eso es lo creativo.  Eso es lo que da lugar a la solución por denominación, muchas veces.  Entonces aparece una nueva partícula, y entonces, en cuanto aparece, ya el cálculo toma otra forma, y los () toman otra.

-Bueno, yo creo sobre esta cuestión que, aún aceptando que lo fundamental es el lenguaje matemático, la esperimentación o los fenómenos hay que tenerlos en cuenta continuamente, y entonces hasta los propios físicos, en una situación como está ahora la Cuántica, piensan que la creación de nuevas partículas tiene como si dijéramos dos orígenes.  Uno de ellos es suponer que el propio lenguaje matemático, el Álgebra, predice que tienen que aparecer nuevas partículas sin necesidad en principio de ningún tipo de esperimento, que nacen por el propio juego del Álgebra, un poco al estilo que en el Sistema Planetario se descubrieron nuevos planetas prediciendo que tenía que haberlos.   Y después está que desarrollan situaciones esperimentales, que aparecen lo que ellos llaman ‘fenómenos nuevos’, a los cuales también denominan.   En esta especie de pelea que se traen aparece una cosa clara: que los propios lenguajes matemáticos, para aplicarlos a ese campo, han tenido que renunciar muchas veces a su propia esactitud.  Es decir, hay fenómenos que llaman ellos ‘de renormalización’, que es donde el cálculo se hace infinito, y entonces le meten otros infinitos para que haya () prácticos en Matemáticas infinito menos infinito, ya puede ser una cosa en principio indeterminada, () un cálculo, no se nos escape en la infinitud.    Entonces hay ahí una dialéctica bastante curiosa, ¿no?  Es decir, que de alguna manera los lenguajes matemáticos que se han desarrollado para esplicar los fenómenos físicos, que ya son bastante sofisticados y serviles, ellos mismos pueden predecir situaciones a las que hay que denominar, hay que ponerle nombre, y después se desarrollan situaciones de esperimentos (el Acelerador de partículas y demás), y ahí ven fenómenos que dicen “Ah, esto tiene que ser una cosa nueva que tenemos que esplicar”, o “esto es la nueva partícula de (Hicks) que habíamos predicho en el desarrollo de este grupo de simetrías”, que al haber sido introducido en el campo, pues decían que tenía que aparecer una nueva partícula.  Entonces yo creo que ahí hay una especie de contradicción.....

A-O dualidad por lo menos, sí.

-O dualidad.  Yo pensé que cuando sacabas lo de la denominación de Dios, Dios en cuanto a multiplicidad de las cosas es como si dijéramos algo que quiere atender a los lenguajes no humanos: “esto que no entendemos le llamamos ‘Dios”,  pongamos por caso, y después......

A-No, no: le llamamos ‘Dios’ porque no entendemos, y nos invade, pero lo llamamos, le damos un nombre que ya desde ese momento se supone que tiene significado, y que por tanto puede dar lugar a guerras por el significado, a guerras por el puro nombre.

-Y yo pensaba también que la otra manera en que Dios se presenta como Uno, a lo mejor no tenía por qué venir dado por la imposición de la maravilla de la multiplicidad.

A-No.  Alá es uno, Jehová es uno, Dios de los Cristianos, es uno, da lo mismo, porque cada uno es cada uno, y por tanto pueden combatirse en virtud del nombre, ¿no?  Efectivamente, ‘Uno’ es lo que he llamado culminación del proceso, porque es el nombre del ideal: el ideal de Todo Uno, del que todo los días hablamos para encontrar cómo rige la Realidad, aunque está fuera de ella, ¿no?  ¿Qué más?

-Pero que no hay nada que configure más la Realidad que cuando a un niño en la Pedagogía elemental se le dice “dos y dos son cuatro”.

-¡Ay, los niños!

-Es lo que realmente configura más la Realidad, y aquí hemos hablado que los números son precisamente palabras con significado.

A-No, no, eso no configura la Realidad.  Si no hay cuatro manzanas, ‘cuatro’ para el niño no es nada.  Para el niño es una música.  Mientras no haya manzanas que contar, para el niño ‘cuatro’ es la música de la tabla de multiplicar.

-Pero si tu le dices a alguien que dos y dos son cuatro, quiere decir que la Realidad......

A-Eso no se llama ni tiene por qué llamarse configurar la Realidad, porque eso en todo caso configura la voz de los niños para que obedientemente canten la tabla de multiplicar.  Si a esa vuelta le llamas configurar la Realidad.....

-¿Quieres por favor decirme cuando alguien le dice a alguien para decirle que algo es cierto “es que dos y dos son cuatro”, como diciendo “eso es inamovible?

A-“Pitágoras no miente”, “son habas contadas”.........Es una tontería de las que hay que aludir una y otra vez para mostrar el prestigio de la Matemática entre la plebe, y que no viene a cuento.   A ver.

-Como una anécdota, Agustín, acerca de los nombres y de la guerra de los nombres.   Hace unos años a un automóvil, me parece que era de la casa SEAT, le iban a poner Arosa, pero como en gallego es Arousa, los nacionalistas gallegos montaron una guerra para que ese cochecito se llamase Arousa en vez de Arosa, cuando son tan cercanos.

A-Bueno, bueno, no nos distraigamos, eso está también muy lejos de la cuestión, ¿no?  Eso es una muestra de la imbecilidad de los nacionalismos lingüísticos, que empiezan por los Nombres Propios, que justamente son los que no tienen significado () están fuera de la lengua, de manera que pretenden......

-Pero ahí luchan por....

A-Sí, sí, son tonterías de esas.  Efectivamente, lo que demuestran Lleida y Llirona es la imbecilidad de los que no saben (los nacionalistas, como tampoco en general los feministas), no saben qué es la lengua, porque se creen que la lengua son los Nombres Propios, que precisamente están fuera de la lengua, los nombres de sitios, de marcas, o de personas.  Eso es una demostración más, pero bueno, no venía muy a cuento.  Bueno, y como veo que os estáis distrayendo, pues vamos a cortar, ¿no?, porque no sé si había algo que penetrara un poco más en la cuestión.

-De todas maneras, me parece que esto que estáis planteando de la Física, se aplica a cualquier cosa: a cualquier intento de esplicación, de formulación de una teoría que esplique lo que pasa, siempre se le plantea el mismo problema: que lo desconocido se le va a meter por el lado de la esplicación, por lo cual la esplicación tiene que perfeccionarse para intentar asimilarlo, o se le va a meter por lo observado, con lo cual va a tener que desarrollarse también por ese lado.

A-No, no, no: el proceso éste de los físicos lo he puesto como al final de otras muestras de este grado.  Ahí tenéis ‘gripe’, ‘resfriado’, por no llamarlo ‘trancazo’: intentos de enfrentar lo vago o desconocido, lo intratable, encontrándole un nombre.  Por lo pronto, un nombre.  Si luego ya viene uno y descubre un virus, entonces ya miel sobre hojuelas, pero ya con el sólo proceso de darle un nombre se está intentado eso.  Eso sucede en la vida corriente: tratar de encontrar la esplicación por referencia a otra cosa, que quiere decir ‘a otro nombre’.

-Que me parece que no ha quedado del todo claro hasta qué punto las lenguas o los idiomas costruyen realidades, no sólo las consolidan o las configuran.  Es decir, que como tu esplicación se ha ido un poco por los quásares y cosas así, yo quiero un poco recordar que hasta el sol también es un nombre con significado, y que en definitiva es Realidad creada por una lengua.

A-Sí.  Es un nombre con significado como el de la luna, como sabéis, un caso especial, porque se puede suponer que en principio eran Nombres Propios, y que por tanto quedaban fuera de la Realidad, pero evidentemente han llegado a adquirir significado, sobre todo desde el momento en que puede empezarse a decir ‘soles’, y ‘lunas’, y cosas por el estilo.  ¿Qué más?  

Bueno, pues por el calor sobre todo, que estoy cansado de sudar tanto por combatir la denominación, lo dejamos,  dejamos el combate, y si el Señor quiere, si Dios quiere, si Él no quiere otra cosa, hasta dentro de unos siete días.

-Una cosa Agustín, un momentito.  Respecto a esto último que ha dicho el compañero, a mí me da la sensación que no es lo mismo el sol del que pueden hablar los científicos que el sol del que puede hablar uno que mira un ocaso o un atardecer.

A-No, son dialectos diferentes.