27.08.2014

Tertulia Política número 190 (12 de Agosto de 2009)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

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  •  La Fe, dificultad última para aceptar y entender la falta de ningún criterio de medida absoluto.
  •  El problema de la relación entre la cuantía y la identidad o significado.

 

 

TRANSCRIPCIÓN:

 

 

Voy si os parece a dedicarme un rato a intentar hacer sentir mejor todo lo que arrastra consigo, todo lo que implica, lo de que no haya una medida, una medida absoluta, dimensión, largura, duración, masa, energía, tiempo.......lo que sea.   Para nada de eso.   Ya el otro día os recordaba que desde luego hay que contar con una diferencia de tamaño, diferencias de tamaño entre las cosas; unas cosas somos más grandes que otras, pero eso no implica de ninguna manera que haya un criterio por el cual todas ellas puedan medirse y reducirse justamente a esa medida común.  Esta es la gran renuncia en la que trato otra vez de meteros y de avezaros.   Desde luego, la mayor parte de las medidas que se usan, o conocemos, se refieren justamente a este tipo de cosas que somos nosotros, y que tenemos por consiguiente, pues un tamaño determinado.  De manera que en efecto es así leído del revés lo de Protágoras, “el Hombre es la medida de todas las cosas”, lo cual naturalmente, si nosotros, como estamos intentando aprender aquí, nos desvestimos de toda condición privilegiada entre las cosas, y más bien nos dejamos ser una cosa entre las demás, un tipo de cosa entre los demás tipos de cosa, naturalmente no le da a las medidas que se hacen según el criterio de el tamaño de los hombres ninguna validez, le quita toda.

Así son en general las medidas.   Los intentos para encontrar una medida, un metro, universal, ya los conocéis bien por lo que os han contado, en la Historia y eso: efectivamente, frente al desbarajuste de las leguas, y las toaisas, y los pies y las millas, que por cada parte eran una medida distinta, pues se impuso con el éxito que sabéis el Sistema Métrico Decimal, se impuso el metro.  No del todo, nunca del todo: ya sabéis que esa imposición del metro como una medida universal dista mucho de haber encontrado una aceptación total entre las diversas gentes, ¿no?   Pero sea lo que sea del metro, desde luego estaría siempre determinado por una relación con nuestro tamaño; nuestro tamaño, nuestra capacidad, nuestra dimensión en cualquiera de los sentidos, y por tanto no tendría ninguna trascendencia como medida.

Cuando hace tiempo, en otro año ya, recordábamos aquí la Istitución del Sistema Métrico Decimal, recordábamos los intentos de darle al metro un fundamento independiente de la convención, no meramente convencional, fundado en Natura.   Por ejemplo, que el péndulo cuya media oscilación es un segundo tiene que ser de largo un metro: este es uno de los intentos más notables, y que tampoco naturalmente llega a la plena satisfacción.    Más ridículo todavía es lo que triunfó en los años de la Revolución Francesa, es decir, que el metro fuera la diezmillonésima parte del cuadrante del meridiano que pasa por París; () los trabajos que se tomaron para que efectivamente el metro, puramente convencional, estuviera sin embargo asentado en una Realidad como es nada menos que la redondez de la Tierra, el cuarto del meridiano, ¿no?

Bueno, son, vistas ya desde lejos, ridiculeces, y no quiero volver sobre ellas.   Más serio es que la Ciencia, una y otra vez, ha descubierto un criterio de medida en Natura por otros procedimientos.  El caso tal vez más notable y vigente entre nosotros es el de la Costante de Planck, que como sabéis pretende estar dada por el objeto de la medición, y no ser una mera convención.   De manera que respondería a eso, ¿no?  Y, lo que está muy en relación con esto: los intentos de que la luz misma, la velocidad de la luz, pueda, desde el momento en que se la entiende como discontinua, como corriente de fotones, darnos también un mínimo que sea criterio de cualquier medida.   Por ejemplo, muchas veces se molestan los científicos en renovar la definición del metro del Sistema Métrico, pues precisamente sosteniéndola en la velocidad de la luz: en eso que la luz tarda, según se dice del revés, cientos nosecuantos mil kilómetros por segundo, es lo que podría servir, tomado de la otra manera, como criterio del metro.  

La cosa es vieja.   Entre los antiguos, os lo he recordado más de una vez, en nuestra primera Física atómica, la necesidad de una velocidad insuperable en la teoría de Epicuro estaba presente.  Después de todo (creo que ya os lo he mostrado alguna vez), se reduce esto bastante bien a lo del criterio de la velocidad de la luz, porque resulta que la sensación o testimonio de los sentidos con respecto a las cosas sólo se entiende en el sentido de que de las cosas están desprendiéndose, a una velocidad insuperable, ‘simulacra’, ‘idólos’, es decir, capas; capas de la cosa, que pueden venir a herir los ojos, y a esplicar la visión y sensación de la cosa, de manera que también esas capas, como la luz, están obligadas de alguna manera a la discontinuidad en la emisión, y al mismo tiempo a que esa discontinuidad se produzca a una velocidad igualmente límite, insuperable.   No voy a volver sobre eso, porque ya más de una vez lo hemos sacado.

Bueno, en todo esto lo que nos importa por ahora, es que es evidente que la Ciencia, nuestra Ciencia, nuestro entendimiento, necesita un mínimo, y necesita en general un límite, y que sin estas condiciones de una forma u otra de mínimo o de límite no hay ecuaciones que valgan, y la Ciencia no puede formularse nunca de una manera satisfactoria.   Esta es una necesidad, pero naturalmente sospechamos que ésta es una necesidad justamente de la Ciencia, de nuestra Ciencia, y que por tanto no es ningún testimonio ni nada que nos pueda hacer creer de verdad que los corpúsculos de la luz, o los simulacros de Epicuro se producen a una velocidad insuperable, o que el mínimo, por ejemplo la Costante de Planck, esté de alguna manera en la Natura, es decir, auténticamente fuera de nosotros.  

Sospechamos por tanto, en un nivel distinto, que sigue sucediendo lo mismo: que las dimensiones, las medidas, se toman con respecto a nosotros, nada más, a nuestras necesidades, a nuestro tamaño, a nuestras capacidades.  Así que por tanto no hay motivo para pensar que por ahí fuera, en las cosas en sí, hay una especie de metro, de medida del tamaño, al que puedan reducirse todas las demás medidas: desde lo ínfimo, lo íntimo, lo más pequeño, en el desmenuzamiento, en el  () de las cosas, hasta lo último, lo más alejado, la perdición de los Universos y las Galaxias más y más allá, no se puede encontrar ningún punto medio con respecto al cual podamos fundarnos para medir por el lado de lo grande, por el lado de lo chico.   Ya el otro día de pasada criticaba el que en el estado actual la Física, la Mecánica Cuántica, tenga que suponer que las Leyes que valen para el interior del átomo, para los corpúsculos, no son las mismas que valen para los planetas.   Tenemos que pensar que no puede ser, que en las cosas innumerables se dan efectivamente diferencias de tamaño, que no pueden llegar nunca a un mínimo, como no pueden llegar a un máximo, y que entre estas diferencias de tamaño no puede haber Leyes distintas según el sector de la Realidad que se tome, sino unas mismas, y que para ellas no hay manera de encontrar un metro en el que pararse.

Este descubrimiento desolador era en lo que quería intentar aguzar nuestro sentimiento, nuestra sensación, porque es importante; es importante para el intento político que aquí nos traemos: la renuncia a eso de que haya una medida de verdad, un metro absoluto, en ninguna parte.  Si nosotros, como después de lo que hemos hablado parece decente, nos entregamos a ser cosas entre las cosas, y renunciamos a cualquier privilegio para el que evidentemente no tenemos ningún derecho más que el que nosotros nos damos, entonces nos encontramos en esa inmensidad, cayendo, subiendo, perdiéndonos, sin ningún punto en el que parar; sin ningún punto en el que parar.   Podemos irnos deshaciendo hasta los elementos ínfimos, más íntimos de cada uno, podemos agrandarnos hasta volvernos más grandes que las Galaxias y los Universos, pero da igual: lo que no encontramos es ningún punto en el que apoyarnos; ningún punto en el que apoyarnos para la medición, que es lo que se nos exige que tengamos.   Y con este descubrimiento perdemos; perdemos, si honradamente nos dejamos llevar por lo que evidentemente se descubre: que estamos, como cosas, cayendo, moviéndonos, cambiándonos continuamente cosas en cosas, y no hay ningún lugar de parada.   Lo mismo que en el sentido más físico no cabe una cosa quieta (esto es, lo hemos visto más de una vez, incompatible con la Realidad de las cosas, no cabe una cosa quieta), pues así en esta escala; en esta escala de la dimensión, lo mismo: no cabe un punto fijo, no encontramos un punto fijo en el que pararnos, no hay tampoco aquí una parada que pueda servir a su vez como base para el entendimiento.

Esto es muy difícil de tragar.   Es desolador.    Y lo que estoy intentado aquí, y ya empezaba el otro día, es que esto, esta desolación, este abandono, se sienta así.  Es difícil.   Es difícil, porque dejarse sentir esto implica efectivamente alguna forma de perdición.   Nosotros, como cosas, estamos hechos a centrarnos y dedicarnos a las medidas que nos resultan más necesarias para nuestro sostenimiento, para nuestro mantenimiento.   Esto le pasa a cualquier cosa, y en relaciones puramente relativas con cualesquiera cosas de otras clases de los diversos tamaños, ¿no?   Estamos obligados a esto como cosas, y luego encima, como esta clase de cosas que somos, estamos todavía más obligados a creer en nuestra condición privilegiada respecto a las otras cosas, como observador, como pensador de las otras cosas. Esta es una doble perversión: la que nos corresponde como perteneciendo a esta clase de cosas que somos.

Bueno, pues sentid conmigo la dificultad para tragarse lo que sin embargo es evidente: para tragarse la falta de punto de parada, de medida ninguna, en la que necesariamente caemos con este descubrimiento.  Sentidlo conmigo, intentad sentirlo conmigo de la manera más desprendida, dentro de lo posible; desprendida de necesidades.  La dificultad para que aceptéis esto, esa dificultad es justamente lo que se llama Fe.   Me importaba mucho en este momento que esa Fe (que es el enemigo de esta tertulia política, que es contra la Fe, contra la Realidad, contra el Poder), que esa Fe se encontrara así un poco del revés, y se percibiera como esa dificultad estrema para aceptar y entender lo que descubrimos como falta de ningún criterio de medida absoluto.   Así yo creo que nos podemos dar cuenta mejor de qué es Fe, y qué es por tanto eso contra lo que aquí luchamos.  Porque ya sabéis que la Realidad no se sostiene más que por la Fe: los Medios del Poder no hacen más que predicar cada día lo que es la Realidad, por si se nos olvida, y por tanto cualquier rebelión contra el Poder es una rebelión contra la Fe que sostiene la Realidad misma.   De manera que puede ser muy desolador y muy difícil prescindir de una medida universal, pero me parece que es la sola manera; la sola manera, esa renuncia, de rebelarse contra la Fe, de rebelarse contra aquello que estamos obligados a creer para sostenernos, y que el Poder en general necesita que creamos para sostenerse, y bueno, todo lo demás que hemos dicho una y otra vez acerca de eso de la Fe.

Respecto a cómo sentís ese abandono, esa renuncia, esa falta de parada en la medida, os voy a preguntar enseguida.  Sólo tengo que recordaros antes algo que respecto a la medida aparece en los restos del libro de Heráclito Heraclito, la razón común, del que tantas veces aquí echamos mano y acudimos para intentar oír lo que eso, la razón común, dice.  Es sobre todo, si no me engaño, en mi ordenación, el fragmento 81; el fragmento 81, donde está la palabra ‘metra’, de una manera que en general los editores y filósofos no han podido entender, y venía a decir eso de que “esta ordenación, cosmos.......”.......Que no es un Universo en el sentido de los físicos, sino más: la ordenación de las cosas, ‘cosmos’, al cual se dice ‘este’; este, es decir, se le sitúa con respecto a quien está hablando.   “Esta ordenación, este cosmos, que es una ordenación de todos los cosmos, de todos los mundos, no la hizo ningún Dios ni ningún hombre; no la ha hecho ningún Dios ni ningún hombre, sino que fue, y es, y será por siempre fuego siemprevivo, medidas al encenderse y medidas al apagarse”.   Ése era el sitio que quería recordaros donde aparece la palabra ‘metra’ en neutro del plural: ‘medidas’.  

Bueno, es de recordar sobre todo con respecto a nuestro problema, por el hecho de que en esto de la Realidad, de las cosas, nos encontramos siempre con que tenemos que contar por un lado con la cuantía, la cuantificación, a lo que el problema de la medida se refiere, y por otro lado con la costitución semántica, con los significados de los nombres que distinguen a las cosas, y a primera vista lo uno está separado de lo otro: una cosa son las clases de cosas, que se distinguen por el significado o nombre que en cada idioma se le de a unas o a otras, y eso no parece que tiene que ver con la cuantía, y desde luego esto de que las cosas tengan un nombre, tengan un significado, es necesario para la ordenación de la Realidad: no pueden existir cosas que no sepan qué son con el nombre que sea en un idioma u otro.  Y por otro parte está la cuantía; la cuantía bruta, o la cuantía ya apropiada al cómputo, a la discontinuidad, que son los números, de una clase o de otra.   Y a primera vista las dos cosas están separadas, pero no lo están tanto, y tal vez ese resto de la razón común en Heráclito puede ayudar a entenderlo un poco.   

La ordenación de las cosas se llama fuego, ‘pur’.   Se llama fuego, fuego siemprevivo, a eso, ¿no?, queriendo decir con fuego el cambio perpetuo; fuego es el cambio perpetuo de unas cosas en otras, la perpetua trasformación de unas cosas en otras.   De manera que la razón se llama a sí misma fuego cuando está justamente actuando en el sentido de ordenación o costitución de la Realidad.  Fuego siemprevivo.   Y estarse cambiando las cosas unas en otras, este fuego, es lo que nos coloca en el trance de la relación entre la cuantía y la identidad o significado: cambiarse unas cosas en otras al mismo tiempo es algo que incluye lo que cada cosa sea, que para eso se cambia en otra (que a su vez toma otro nombre, otro nuevo nombre como cosa), pero al mismo tiempo es un perpetuo movimiento, el del cambio de una cosa en otra, que es justamente a lo que ‘fuego’ alude.   Y por eso al final se puede permitir razón común decir de ese fuego que es medidas al encenderse y medidas al apagarse, es decir, ninguna cosa que sea medida de otras, sino que justamente eso que gusta de llamarse fuego, y que es el cambio perpetuo, eso sería de una manera contradictoria, paradójica, las medidas a que la cuantía se reduce, tanto en el trance en que las cosas se costituyen (eso es el apagarse), como en el trance en que se deshacen, que es el encenderse del fuego.   Medidas tanto en el morirse, el deshacerse, como en cuanto al apagarse, fijarse o costituirse provisionalmente, un momento, como tal o cual cosa.  Esto es lo que os quería recordar por si el fragmento sirve para este otro problema que es el de la relación entre lo que las cosas sean, el nombre que tengan, y la cuantía de longitud, duración, tamaño, capacidad, de lo que sea, que efectivamente es también necesaria para la organización de la Realidad.  

Vuelvo: el descubrir por el procedimiento que sea que no tenemos ningún término absoluto de medición, que no hay ninguna cosa que pueda ser medida de otras, y que nosotros por tanto como cosas tampoco podemos honradamente pretender ser medida de las demás cosas, el descubrir esto es muy difícil, y toda la guerra que estos años nos traemos en esta tertulia por ejemplo viene a ser probablemente y ante todo luchar contra esa dificultad; contra esa dificultad intratable.   Es muy difícil aceptarlo.  Si yo o cualquiera de vosotros me dice que sí, que lo acepta, pues tal vez me lo diga de labios para fuera, pero sentirlo, y dejarse sentirlo, es muy difícil, y a lo que se está invitando, volviendo a la política, es a que reconozcáis en esa dificultad justamente lo que llamamos Fe, que es el sostén del Poder y de la Realidad misma: Fe.   Esa dificultad que tenéis, y en la medida en que la tengáis, es la Fe que mantenéis, y en la medida en que uno siga teniendo esa incapacidad para reconocer la falta de criterio, de medida común, en la misma medida es que le queda algo de Fe todavía, y sigue, como nos toca seguir, siendo por lo menos a medias un servidor de la Realidad, del Poder......, y no es desde luego en eso que le queda de servidor al Poder donde podemos esperar nada de rebelión contra la Fe.  

Esto es lo que os quería recordar de momento.   Os iba a hablar enseguida después de los duendes y los demonios y otras cosas, pero prefiero antes dar paso a vuestras voces, y que sobre este descubrimiento, sobre las cuestiones de la medida, soltéis todo lo que se os haya ocurrido, o que se os esté ocurriendo ahora, y que pueda servir justamente para esto, para seguir poniendo en tela de juicio la Fe, esa dificultad.

-Que efectivamente sí es una dificultad esto de poder admitir ni siquiera que haya una medida absoluta de nada, pero...

A-No, no: admitir que no haya.

-Que no la hay, claro, pero que a uno le cuesta trabajo aceptar que eso es bastante evidente.   Pero hay una cosa: en las cuestiones del andar por casa de la vida misma, no es tanto una cuestión de una medida esacta de esto o de lo otro, sino la cuestión un poco más algo menos, aquello que Don Antonio Machado decía de “es el mejor de los buenos/ quien sabe que en esta vida/ todo es cuestión de medida:/ un poco más, algo menos”.    Yo creo que sentimentalmente es algo de lo que consiste eso que se llama vivir: en un poco más, algo menos.

A-La relación, las relaciones () relativas entre las cosas, pues ya os lo dije: no se puede negar, son de diferente tamaño unas que otras, y el otro día decíamos que la prueba está en que el pez gordo se come al chico  y cosas por el estilo, y el que sean al estilo que recuerda Isabel más o menos, aproximadamente, que es lo vulgar, o que pretendan ser numéricas, a nuestro asunto de hoy no nos toca.  Desde luego son más o menos, aproximadamente, porque las cosas nunca están bien hechas del todo, pero especialmente en el caso de las cosas que somos, la pretensión de esactitud, de regularidad, y por tanto la medición numérica de la cuantía, es lo que se impone todos los días también, y por eso se ha inventado el Sistema Métrico Decimal, entre otras muchas cosas monadas, para que no sea poco más o menos, sino que sea un metro veintisiete centímetros esactamente, o no sea más o menos un momento cualquiera, sino que sean las diecisiete horas treinta y tres minutos veinticuatro segundos esactamente.   Esa es la pretensión que domina entre nosotros.  No digo que entre las demás cosas no, porque hay muchas cosas que como sabéis muestran una pretensión a ser también esactas, como los cristales de roca, o los cristales de la nieve mejor todavía, pero entre nosotros desde luego la necesidad de reducir el más o menos aproximado a números es evidente, está todos los días ahí.  Esto no toca a nuestro problema fundamental: ahora estamos viendo a ver cómo nos las habemos con el descubrimiento de que no hay un criterio de medida.

-Pero que tampoco hay un criterio de esactitud en la Realidad, porque la Realidad es aproximativa, o sea, una mesa nunca es una mesa del todo, entonces ese criterio de...

A-Bueno, no lo digas de otra manera peor, ya lo hemos.....

-¿Puedo continuar?  Ese criterio del más o menos está implícito en la misma definición semántica como tu has dicho de las cosas.   No hay esactitud en la frontera de esto es esto y aquello es aquello.

A-Sí, pero si la hay da lo mismo: el caso es que falta un sitio donde pararse en este intento de darnos cuenta de dónde estamos.   La dificultad desde luego es la misma que la dificultad para reconocer de verdad lo sin fin, y quedarse ante el cielo y no agarrarse a nada, ni Teoría científica, ni Creencia religiosa, ni nada por el estilo.  La dificultad desde luego es la misma, presente de varias maneras.

-¿Por qué aparece entonces el Dinero como precisamente la Fe de las Fes, la Fe universal, el Dinero que es una cuantificación que pretende una esactitud......?

A-Es la Fe, ya lo hemos dicho.   Esta dificultad decimos, y a ver si lo reconocemos, es lo que solemos llamar Fe, de la cual efectivamente  el Dinero es una muestra eximia entre otras.   ¿Qué más?

-Perdón por el atrevimiento, es mi primer día.   Para mi la dificultad de descubrir que no hay un punto de apoyo radica en que eso significaría la muerte de la persona como nosotros la entendemos.

A-No, porque un muerto se queda quieto, ¿no?

-No, no, como nosotros concebimos al Hombre, ¿no?: el Hombre da la medida a las cosas.   Si nos quitamos la medida, destruimos nuestro sistema, es una muerte.

A-Eso.   No digas ‘muerte’, di eso: nos quedamos en el abandono, en el vacío.

-Entonces lo que no sé si se pretende con este ejercicio de descubrir la ausencia de apoyo en la medida, es recostruir la Fe de otra manera, porque el Hombre tiene que ...


A-No, no, no: la dificultad se llama Fe, y Fe no es otra cosa más que la dificultad para reconocer eso.

-¿La dificultad para reconocerlo, o el sistema que nosotros......?

A-La dificultad inmensa que supongo que cada uno como yo tenéis para reconocer de verdad y sentir de verdad esa falta.   La dificultad para eso es lo que se llama Fe.

-Entonces, desde el momento en que nos acercamos a ese conocimiento de la falta de apoyo, ¿cuál es el siguiente paso?: ¿destruir la Fe......?

A-En esta guerra no hay todo; todo va lo uno detrás del otro.   Esta guerra es contra la Fe, y por tanto, si aporto esta vía de la falta de medida es con el mismo intento.  Toda esta política del pueblo-que-no-existe que aquí nos traemos es contra la Fe; contra la Fe que sostiene no sólo al Poder, sino a la Realidad misma en general.   De manera que como se trata de eso, de una tertulia política del pueblo oprimido, pero que no existe, del pueblo que está bajo el Poder, pues está claro: cualquier vía que se encuentre para descubrir la falta de fundamento de la Fe, es un paso en esta guerra contra el Poder.   ¿Qué más por ahì?

-En el lapso de nacer y morir, parece que si dejamos de medir y nos dejamos vivir sin cosas, entonces, como decía el asistente por primer día, ¿sería como dejarnos vivir, o dejarnos morir?

A-Bueno, no creo que tenga mucho que ver lo que has dicho con lo que decía él, pero bueno, en fin, eso es lo de menos.   Somos una cosita entre las cosas; nuestra muerte, y todos los cuentos y miedos de nuestra muerte, son un caso, un casito de lo que les pasa a las cosas, a cada una a su manera.   Como recuerdas, uno no nace nunca, y eso ya es una prueba de la falta de medida hasta en cuanto a la vida de uno solo: no tiene fundamento, porque uno no nace nunca.  Cuando se da por hecho, ya hace mucho tiempo, a lo mejor año y medio o dos años, que se dice que había nacido y que no era verdad.   No tiene fundamento ninguno.   La muerte sí: la muerte, como es futura, está fija, pero como no está aquí nunca, porque su condición es que sea futura, eso no toca para nada al asunto.   De una manera o de otra no son más que cosas que les pasan a este tipo de cosas que somos, y que no debe engañarnos, porque no somos la medida de los demás, y si aquí de lo que se trata es de dejarse llegar a reconocer como cosas entre las cosas......

-Sí, Agustín, pero ¿por qué nos molesta tanto ser cosas, y no ser algo más importante?

A-Esa es una buena pregunta, que es a la que nos hemos dedicao todos los días pasados, cuando atacamos, no ya sólo la Realidad por vía de la Física por ejemplo, sino especialmente este tipo de Realidad que a nosotros se nos impone para ser como somos.  El otro día empecé haciéndoos notar la diferencia entre las dos capas de lenguaje, la capa en que se dice ‘cosas’ simplemente, que es la regla corriente, y la capa en que se dice ‘Realidad’, que es la capa culta, la capa de las Escuelas y de la Ciencia, y que representa justamente la necesidad de esta forma de creencia, de Fe y de ideación a la que tratan de dar alimento Religiones y Ciencias y Filosofías, ¿no?  Esa necesidad desde luego te esplica bien que nos cueste mucho renunciar a que el Hombre sea de verdad medida de nada, porque él no es a su vez más que algo a lo que se le puede medir desde otros lados, una clase de cosas.  No olvidéis que está enredado el problema de la relación entre lo semántico, el nombre de las cosas, y la cuantía, el número, tal como he intentado presentarla valiéndome del fragmento de Heráclito.   

-Y el acto de medir, comparar con una unidad determinada, y que luego cuando se mide en sí mismo, no esiste, sólo esiste la idea más o menos, pero no esiste la medida.

A-¿La idea de qué?

-La idea de la medida, la idea numérica, la medida en sí misma.    No esiste la medida esacta, vaya.

A-Yo creo que alguna vez ya salió algo parecido.  Esto en lenguaje un poco como el de los niños se dice muy bien, se dice preguntando “¿cuánto mide un metro?”.  Con eso basta.   Con eso basta, y se revela todo lo que estás diciendo: “¿Cuánto mide un metro?”.    “¿Cuánto mide un metro?, ¿dónde esta el criterio para saber eso?”  Eso es, como efectivamente hasta de una manera así, bastante infantil, esta necesidad del abandono de la creencia se impone: “¿Cuánto mide un metro?”  Sabemos, pues (), hasta qué punto llega en cuanto a esactitudes o no, pero nada de un criterio último y absoluto de medida.  Después de todo, el metro, el litro, las horas, son medidas o resultado de medidas, pero vienen a ser cosas entre las demás; en otro estado de la lengua, como un paso de astracción más allá, pero siguen siendo cosas, o vienen a ser cosas.

-Yo es que pienso que la gente de mi generación, que nos hemos criado dentro de una ideología de izquierdas, marxista, que todo el mal estaba en lo de la cosificación, toda la izquierda estaba totalmente en contra de la tendencia a la llamada enajenación, cosificación de lo humano y tal, e incluso las propias teorías marxistas más ortodoxas.  Yo creo que cuesta más todavía que cuando uno ha venido de una educación más de andar por casa, más campesina.

A-Bueno, bueno, dejemos las historias de las educaciones......

-Te lo digo porque incluso la

A-Es lo mismo, esa......

-¿Puedo terminar?

A-Sí, pero no te desvíes, por favor, no te desvíes demasiado.

-Te lo digo porque incluso las mujeres, con lo del feminismo, siempre nos ofendíamos mucho cuando se nos llamaba mujer objeto.

A-También, se repitió lo mismo.   Eso: cosificación de las mujeres.   A eso hemos asistido.  Efectivamente yo, desde el principio, sobre todo desde que me sentí animado por lo que más vida me dio y me sigue dando para esta lucha, que fue el levantamiento de muchos estudiantes por el mundo en el año 65 y siguientes, desde entonces me bastó para percibir cuales eran los grandes errores de las.......ideas y partidos de izquierda que hasta esos años dominaban, al descubierto o en la clandestinidad.  Efectivamente, aparte de la Fe en la Historia, seguía siendo también el Marxismo, Humanista, y aquí justamente lo que hemos llegado es a combatir cualquier tipo de Humanismo.  Y es normal que sea así, y que eso se repitiera después con lo de la mujer objeto y demás es lógico, se entiende, y es de la misma Humanidad.   Ya querrían las mujeres y uno mismo ser cosas, es lo que estamos intentando aquí: dejarnos ser cosas, y no tener la carga de creencia, de convicción, y de todo lo demás que nos toca en cuanto ser esa clase de cosas que son las personas.  

Fijaros bien, por sacar esto de manera un poco más.....sonriente, tal vez.   Dejemos ya las nociones y la Fe especialmente humana de la Realidad: tratamos de quedarnos con las cosas, y entre las cosas, y perdiéndonos entre las cosas, lo cual no tiene ningún mérito, porque es lo que nos pasa queramos o no; nos estamos costantemente deshaciendo y convirtiéndonos en cosas como las demás, sin siquiera llegar a un punto de parada como serían los átomos de Epicuro, donde ya no hay más manera de deshacerse, porque seguimos deshaciéndonos hasta eso y también más allá de eso.   Pero quedémonos con las cosas y entre las cosas, y fijaros bien esta desgracia: ¿cómo las cosas van a vivir, van a florecer, si hay siempre uno que las está mirando?   Así no hay nadie que viva.  Tomáoslo en vuestro propio ejemplo como cosas: la presencia de un testigo se vuelve incompatible con cualquier intento, rapto, de amor, o de vida, o por el estilo, ¿no?  Si uno está dando cuenta, tomando cuenta de ello, si uno está considerando y todo eso, no hay manera, ni para nosotros ni para las cosas en general, de vivir.  Por eso es tan importante desmontar al testigo, descubrir que no hay en nosotros nada privilegiado que nos autorice a hacer una medida válida para las cosas en general, ¿no?   Hay que dejarlas.

-Es una paradoja.  Habría que distinguir entre cosas y cosas, hay las cosas que se llaman propiamente artificiales, que están hechas por.....Es que no las habría si no solamente estuvieran bajo la mirada, sino bajo la mano, es decir, son artesanas, hechas por esto que llamamos el caso de cosa los hombres, que hacen cosas.  Pero luego están las otras cosas que pueden ser no hechas, como una flor o una nube.  ¿Tu crees que les perjudica que le miren a una nube?

A-No, no, cuando hablo de cosas las incluyo a todas.   Por supuesto, si las abejas son cosas, los panales de la colmena también; son también cosas, de manera que si nosotros somos cosas como del tipo de las abejas o cualquiera, las cosas que fabricamos, pues, ¡qué se le va a hacer!, son cosas, y ahora he dicho hasta el estremo: que las unidades de medida mismas, que son peor todavía que los objetos fabricados, son también cosas en otro nivel de astracción.   No podemos restringir el significado de la palabra ‘cosa’ que la lengua vulgar en cualquier idioma tiene justamente para llevarnos a la perdición de nuestras creencias.  No el infinito, no el infinitésimo: cosas; cosas, que es una palabra que tiene la virtud de que no se puede encontrar otra más astracta ni más general, y esa ventaja tiene sobre la culta ‘Realidad’.   ¿Qué más?

-Yo quería contar una esperiencia que tuve a los diez u once años.   Me sacó el maestro a la pizarra y me dijo: “dibuja ahí cuarenta centímetros”, y me dio la tiza.   Y yo no tenía ni puta idea, no sé a qué edad uno aprende a tener noción de lo que mide, de lo que es un metro.   Y casualmente hice una raya, y medía lo que me había pedido, pero fue casualidad.  El se dio cuenta de que no tenía ni puta idea, y me lo volvió a decir, y me dio otra medida, y ni puta idea, hice cualquier cosa.   La sensación que yo tenía de quedar fatal con los demás niños, de que no tenía ni idea, de que no me había enterao de nada, no sé, es muy peligrosa, da mucho miedo.

A-¿Por qué?, pero los demás niños estaban como tú, ¿no?

-Es que no sé cuando uno aprende a saber que un metro es más o menos esto.  Y me decía cuarenta centímetros y podía haber hecho esto o esto, no tenía ni puta idea, y era horrible.

A-Ya, pero lo mismo le habría pasado a cualquiera de tus compañeros.

-No, a lo mejor había niños más espabilaos, los listos de la clase, que tenían noción de lo que son veinte centímetros,  yo no tenía ni puta idea.    No sé, me sentí muy mal por eso......

A-La orden era “dibuja una raya de cuarenta centímetros”........

-Sí, y no tenía ni puta idea, y dio la casualidad de que era justo.

A-De que te paraste casi como debías.

-Pero fue una casualidad, y entonces él sabía que yo no tenía ni idea, y me....

A-No, a lo mejor no era casualidad, hombre, a lo mejor era que subcoscientemente habías adquirido esta noción de medida, sí.

-Pero lo que yo creo recordar es esa sensación de ‘nos enseñan a saber lo que es un metro’, y entonces, ¿qué hay que hacer?, ¿desaprender todo eso?

A-Por eso he recordao ahora, como alguna otra vez, la pregunta; la pregunta de niño: “¿cuanto mide un metro?”.  A tu maestro, o a cualquiera, se le puede preguntar “¿y cuanto mide un metro?” , y con esa basta para venir a parar más o menos rápidamente a lo que estamos diciendo.  Ese desprendimiento, ese abandono, por difícil que sea, es la sola vía posible para que lo que nos quedan de cosas libres, de pueblo-que-no-existe, pueda levantarse, rebelarse, contra el Poder, que es después de todo la Medida.  Si esto no está claro, debéis decírmelo también ahora.   Quiero decir que cualquier otra vía de las conocidas se equivoca paladinamente en el intento de servir para ese descubrimiento o rebelión; las que se han buscado por caminos de la Ciencia, o de las Místicas, o de cualquier cosa, efectivamente fallan, en cuanto vienen a restituirse a la creencia que se está combatiendo.

-Respecto a la precisión y a la esactitud, ¿por qué molesta tanto cuando alguien te cuenta algo que no es esacto, y se confunden en la trasmisión de un......?   Tu por ejemplo, te molesta mucho cuando alguien te da una información que no es tal y como ha sido formulada.  Esa precisión o esactitud, ¿qué tiene que ver con lo otro, con la otra medida?

A-Pues dicho de una manera muy sencilla, Isabel: efectivamente, me jode profundamente cuando se hacen esas cosas.  Pero que se entienda bien: es que si ya me jode bastante que sean las siete y cinco, ¿cómo no me va a joder el doble cuando alguien me dice que son las siete y ocho cuando son las siete y cinco, y por tanto me acumula, sobre el fastidio habitual, una serie de confusiones que no me sirven para nada?  De manera que supongo que se entiende bien; se entiende bien: uno está sujeto a aceptar convenios, como por ejemplo el de los kilómetros o las horas del reloj, los acepta, malamente, mientras uno no acaba por deshacerse de esta creencia y de esta fe, y bueno, con ellos va tirando.   Pero si hay una intervención personal que hace que los kilómetros sean un poco más largos que lo que está mandado, y que las horas en lugar de tener siete minutos después de las doce, tengan........, eso añade una confusión por vía personal, que no sólo no desmiente la otra, sino que la aumenta, la ratifica; aumenta la condena, porque evidentemente, si el hablar así de esactamente sirviera para desautorizar el Sistema Métrico y que dejase de hacer la puñeta, pero no, ¡qué va a servir!, al contrario: todas las equivocaciones así actúan en la preservación del Sistema Métrico y del Reloj por la propia confusión que traen.  ¿Qué más?

-A mí me gustaría entrar en el principio de contradicción que has descrito respecto a la medida, la medidas de las cosa.  Tu niegas, y mantienes, además sabiamente, la no medida de las cosas; no hay medida, vale.   Y a mí me gustaría, pues si me permites y no me cortas, hacer una revisión de mínimos por la medida de las cosas, y es: la Física todo se mide y se cuantifica, la Ingeniería, todo se mide y se cuantifica, la Filosofía, todo se razona, y se termina en una aporía, en un silogismo, luego también se mide  y se cuantifica.  Entonces, resulta que está todo medido y bien medido, lo del atado y bien atado, y entonces la negación de la medida de las cosas, o es una retórica o es un principio contradictorio que requiere más esposición y más detalle, y más profundización, o estamos asistiendo a una falsedad simple y llanamente. Por eso a Isabel las cosas no le encajan, pero es que a la mayoría tampoco nos encajan. Ahora, que tu eres el director de la tertulia, y tu eres además el sabio, porque has demostrado tener más capacidad que todos nosotros.

A-Bueno, está bien, te agradecemos esta exhibición de falta de.....

-() de la mayoría.

-Me he querido adornar por la mayoría, hablo de mí mismo.  Rectifico: hablo de mí mismo, que me es bastante.  Cedo la palabra.

A-Que tal vez nos viene bien esta exhibición de resistencia a entender que nos has dado, y es una exhibición notable.  Efectivamente, las que suele dar Isabel también son, pero yo creo que tu la superas todavía.  Porque es una muestra en vivo de lo que he dicho: difícil.  ¡Es tan difícil renunciar a las creencias, las vulgares y las sostenidas por la Ciencia, por la Filosofía, por lo que sea!  Nuestro mundo, este de los hombres, está hecho justamente por la creencia en la validez de las medidas, el establecimiento del Sistema Métrico.... Está hecho así, de manera que si nosotros seguimos queriendo mantener este mundo, no hace falta que lo digas.  Vamos, por supuesto ni tenemos que venir a esta tertulia, ni el intento tiene ningún sentido.  Pero por el contrario, si reconocemos en esta organización del mundo, que es la impuesta por el Poder, una mentira, algo que no está autorizado, entonces ese algo nos lleva a intentar descubrir los intríngulis de esa mentira que rige en las medidas y en las creencias de esa cosa que somos los hombres, y que nos creemos que en lugar de ser cosas somos el vigilante, y el dueño, y el regidor de las cosas.....Una imbecilidad evidente que no se sostiene más que porque nosotros lo mandamos, como todos los patriotismos.  Efectivamente, es muy difícil.   No es que requiera más ni menos, es que es muy difícil.  Cuando se presenta este descubrimiento, renunciar a tener un pie en el que sostener todo el tinglao es muy difícil.   Por eso he dicho que a esa dificultad se la llama Fe, y lo que os queda de dificultad para entender es lo que tenéis todavía de Fe para sostener, y por tanto para servir.

-Agustín, lo que yo he espuesto no tiene que ver nada con la Fe, perdoname.   Tiene que ver con el conocimiento, que no tiene nada que ver con la Fe.  Rectifícame si no es así.

A-Lo he dicho aquí: esta dificultad de la que has dado muestra evidente, es......

-¡Pero que yo no he dicho nada de Fe!  ¡Que yo no tengo nada que ver nada con la Fe!

A-Lo estoy diciendo yo: esta dificultad de la que has dado, es.......

-¡El conocimiento no tiene que ver nada con la Fe!  ¡Coño!

-¡Jo que no!

-¡No señor!  ¡El conocimiento no es Fe!  Fe es el otro sentido que entendemos de lo religioso y la madre que lo parió.

A-No, hijo, no, la Fe es......

-El conocimiento tiene que ver con la Fe.

-¡No señor!  ¡El conocimiento no tiene que ver nada con la Fe!   Son principios y valores totalmente distintos.

A-¡Bueno, por favor, venga!   Esto es un poco inútil ya, ¿eh?  Tu crees en la Ciencia, y crees que esa creencia en la Ciencia no es Fe.    Pues ya está.  Ya está.

-Ya está.  Ahí termina.

A-Y yo no he dicho más que que la muestra que has dao de dificultad para entender es lo que se llama, lo que yo llamo, Fe.  Fe no es otra cosa que esa dificultad de la que nos has ofrecido muestra; eso es Fe, y en el sentido en que uno sigue teniendo esa dificultad, en ese mismo sentido es que sigue teniendo Fe, y por tanto estando al servicio del Poder, al sostenimiento de la Realidad, que lo necesita.  Que si a la Realidad le bastara con la Ciencia para sostenerse, o con la Religión, no tendría la televisión que estamos contando todos los días cómo es.  Todos los días está predicándonos cómo es.

-¿Te acuerdas la frase de Buñuel, que era estraordinaria, que dijo: “A medida que la Ciencia progresa, me da más por creer en Dios”.    Y es que es así, es la otra........

-Caramés va a hablar.

-Yo creo que esta dificultad se ve bastante bien en las maneras que los llamados desarrollos de la Ciencia han tenido a funcionar.  Es decir, que en la medida que los llamados fenómenos se referían a lo que se llamaba el mundo visible, sea lo que sea el mundo visible, para nada apareció el problema del observador, la Ciencia disimuló sobre el hecho de que había un observador.  Pero cuando tuvieron que entrar en el mundo subatómico, o como se quiera, evidentemente el problema de la medida ya se hizo inseparable del observador.    Yo creo que eso es bastante interesante y curioso.   E incluso, cuando se planteó el problema digamos del sinfín del cielo, de la cosmología, también ahí el problema de la medida se volvió a tener que relacionar con la velocidad del que observaba, es decir, con el hecho de que el que observaba estaba sometido a movimiento, y por lo tanto en el mundo llamado intermedio o del hombre no había un metro, y había que buscar una manera de que el metro se fuera cambiando en diversas magnitudes de sí mismo.  Yo creo que eso es interesante, porque revela la resistencia, empezando por la primera de las resistencias, que es que en la Realidad ésta de más o menos se elimina al observador; ésta en la que estamos, en la que vivimos, ¿no?, en la que de alguna manera parece que no estamos nosotros midiendo y observando a las cosas.  Parece.  Eso ha tenido que.......

A-Es muy interesante.  En cuanto al cielo, por supuesto, nuestra medida de la velocidad es por años luz, y años luz quiere decir algo que quiere decir lo que tarda la luz en llegar a nosotros precisamente.   Pero sobre todo lo primero que ha sacao Caramés, ¿eh?: la manera en que la propia investigación física ha obligado a hacer aparecer descaradamente la figura del observador, que hasta entonces estaba, por supuesto, pero estaba no mencionada, estaba retirada.   La Ciencia actuaba como si sus observaciones se hicieran desde ningún sitio, y que fueran como se dice ‘objetivas’ nada más, y es muy importante el reconocer esto que aquí hemos tenido ocasión de ver: cómo justamente el estudio, el análisis subatómico, ha obligado a hacer presente en la teoría o en el cálculo al observador, que antes estaba siempre.  Y efectivamente, esa es la peste de la que he hablao cuando he dicho “¿Cómo las cosas van a reírse si hay uno siempre que las está mirando?”  Pues ‘uno siempre que las está mirando’, es justamente ese: el observador.  Pero es muy importante esa paradoja de que el progreso de la Ciencia, que en principio obedece a la vocación de servir, es decir, sostener y hacer creer que sabemos dónde estamos, sin embargo, por un resto de indecisión que es honradez, viene a dar en descubrimientos y problemas como el de el observador, y por tanto el de la medida en los estudios físicos.

-Digo que hay una relación que se ve muy clara entre Fe y Medida en toda las representaciones del Génesis de la Teología cuando pintaban siempre a Dios con su compás; arriba del mundo siempre aparecía el pantócrator este, o la cabeza divina con el compás famoso.

A-Sí, sí, la ordenación.   ‘Cosmos’, ya sabéis, es ‘ordenación’, y ‘mundo’ traducía a ‘cosmos’, y esa pretensión siempre ha estado así.   Por eso es muy destructivo lo del fragmento de Heráclito, que lo de medida venga a convertirse en eso: fuego siemprevivo, es decir, contracambio, perpetua trasformación, fuego siemprevivo, medidas al encenderse y medidas al apagarse.   Pero vamos, ya sabéis que después de estas imágenes que Isabel recuerda y otras muchas, por vía religiosa y científica han venido volviéndose a imponer: la necesidad de saber dónde estamos es grave, y se trata de eso, de saber dónde estamos en absoluto.  Claro, a la gente se la engaña un tiempo contándole algunos cuentos religiosos o científicos de dónde estamos, y vuelven otra vez los niños a encontrarse insatisfechos con eso, y entonces hay que contarles otro cuento más que nos esplique dónde estamos, y la renuncia a eso es la que he tratado de ver como la renuncia al criterio absoluto de medida.   Por eso había pensado en pasar a hablaros de apariciones de ángeles con motivo de un libro que me ha caído en las manos, pero evidentemente es tarde, de manera que si el Señor nos deja, pues volveremos, y trataré de deciros cómo esta perseverancia de las supersticiones, de las creencias, se enlaza con esto que hemos sacado de la renuncia al criterio de medida.  

Será pues, si el Señor nos lo permite, dentro de siete días.