27.08.2014

Tertulia Política número 196 (23 de Septiembre de 2009)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid

 

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TRANSCRIPCIÓN:

 

Es difícil, os recuerdo, esto de que, en este intento que nos traemos, no podamos contar con ningunos de los estímulos ni de los premios con que cuenta el Orden para actividades que no le van a hacer daño a nadie, sean culturales o políticas o de cualquier orden. Aquí sabemos -os lo recuerdo-, tenemos que reconocer, que no podemos contar con nada de eso, no podemos hacer planes, ni por tanto conseguir metas de esto o de lo otro. No podemos por tanto tener esos estímulos que son los que rigen por ahí. No podemos esperar, dentro de este tipo de cosas que los hombres somos, un reconocimiento o alabanza de los entendidos, de las autoridades, nada de eso, eso está excluido de raíz, puesto que aquí justamente nos dedicamos a intentar hacer algo, hablando, contra la Fe, que es algo que para el Orden es indispensable: sin la Fe no pueden hacer nada, y aquí nos dedicamos a hacer contra la Fe, así que es claro que no se puede contar con nada de eso. Aquí tenemos que más bien optar por dejarnos ser cosas como las cosas. Cosas como las cosas, sin contar para nada con nuestros semejantes.

Fijáos bien cuál es la vida que llaman vida los que nos rigen, las autoridades: se cuenta con un miedo, de cada uno y general, a eso de dejarse ser simplemente cosas, porque eso atenta contra el Tiempo que ellos cuentan y manejan. Dejarse ser simplemente como cosas quiere decir AHORA, y AHORA es algo que tiene la virtud de que se sale fuera de toda Realidad. La Realidad está hecha por el Tiempo, y AHORA tiene esa virtud: desmiente cualquier forma de Tiempo, hace desaparecer el Tiempo. Y, claro, esto es un peligro de primer orden para el Poder, esto no se nos consiente, y además el Poder está en uno y se manifiesta en esa forma de miedo a dejarse vivir, miedo al AHORA. Como no nos cabe nada de eso de vivir ahora, que sería del todo contrarreal, entonces la vida que se nos vende ya sabéis que consiste por un lado en proyectos y esperanzas: en Futuro, eso lo primero; y por otro lado en un pasado escrito, bien costituido, sabido. En definitiva la vida real nuestra se reduce a información.

La vida es información, primero información de lo que va a pasar (el fin es el principio), información de lo que va a pasar, o sea, reducción de las posibilidades sin fin a probabilidades computables, tal como rige en cualesquiera empresas o negocios, o como rige en la Administración de los Estados; y luego, en segundo lugar, información de lo que ha pasado que, como habéis sentido bien los que me acompañáis hace tiempo, no puede menos de ser falsificadora, no puede consistir más que en una serie de informaciones falsas acerca de lo que ha pasado, que nunca puede ser de verdad lo que ha pasado. La memoria (que no es la memoria informativa, que no es la memoria escrita, la memoria histórica), eso otro que nos queda de memoria no tiene que ver nada con lo pasado, está aquí, es presente, como cualesquiera otras cosas, ésa es la memoria viva, pero ésa es la que por necesidades del Poder mismo tienen que matarnos cada día convirtiéndola en Historia escrita: lo que está hecho está escrito.

De manera que a eso se reduce vuestra vida, mi vida, nuestra vida: a informaciones sobre lo que no ha pasado, sobre lo que va a pasar y puede calcularse, y a informaciones falsas necesariamente sobre lo que ha pasado, y no queda nada en medio, no se nos ocurra hablar de entes como ‘presente’ y  cosas así, que no son más que una confirmación de eso del Tiempo, a lo que AHORA se está oponiendo sin más. Tenemos la impresión de que las otras cosas, hasta cierto punto por lo menos, están dejándose vivir ahora, no tienen Futuro, por tanto tampoco tienen Historia. Esto es lo que con una especie de admiración o envidia tiene que aparecérsenos respecto a las otras cosas. En todo caso, para las cosas que nosotros somos, eso no vale, para nosotros lo que vale es lo que os acabo de decir acerca de la información como sustituta de las posibilidades de vivir.

No sé si es el momento de volver a recordar cómo este veneno específicamente humano, de la conciencia y del Tiempo, se ha establecido. Ya recordáis que en tiempos, en sesiones lejanas, aparecía la teoría de José Requejo, el loco, que presentaba en una ameba ejemplar el surgimiento de la conciencia como previsión, es decir, aplazamiento, acumulación de datos recogidos del ambiente no para la respuesta inmediata, sino para una respuesta aplazada. Y eso efectivamente puede entenderse bien como una interpretación de esto de la conciencia, este veneno que tenemos. Recordáis también que evocábamos los descubrimientos de Freud con respecto a la organización social, y a la cultura sobre todo, reconociéndola como fruto de eso mismo, es decir del aplazamiento. Del aplazamiento, de la no respuesta inmediata a los incentivos del exterior, de fuera, sino con reserva, con reserva para elaborar una respuesta futura, más tarde.

Tal vez es mejor que no me detenga mucho en esto, sobre lo que ya en otros tiempos hemos hablado y sobre lo que podéis volver. Os recuerdo sí, lo que el otro día os decía respecto a cómo nuestra condena al Futuro -nuestra condena al Futuro por razones humanas, específicamente humanas, como acabo de recordaros- se traslada también por supuesto a la Ciencia, a la Física más avanzada, que tiene que acabar reconociendo en los entes subatómicos algo correspondiente a esta situación nuestra de que la previsión, el Futuro, actúe como causa sobre lo que ahora se está haciendo o está pasando, es decir, algo que ya implica de por sí una vuelta del revés de la flecha del Tiempo que ellos dicen, en cuanto que aquí la causa no viene de atrás sino de delante, por emplear una metáfora espacial, que no viene más para esto. Todo lo invade esta sumisión nuestra. Eso es esas informaciones de lo que no es nada, porque no está aquí, porque no ha pasado, y esas falsificaciones de lo que ha pasado son nuestra Realidad, nuestro modo de vida. Contra eso está AHORA, la evidencia inmediata de que la Realidad, ese Tiempo, es falso: AHORA está matando, según decimos y antes de que acabemos de decir AHORA, está matando a cualquier posible imaginación o ideación del Tiempo, como ésta que nos rige.

Bueno, pues volvamos en esta situación humana de nosotros hombrecillos que no acabamos de saber cómo resignarnos a ser meramente cosas, veamos cómo eso se produce en uno, en cada uno (tenemos que volver sobre la cuestión que desde otros puntos de vista tantas veces hemos atacado): que ‘uno’, efectivamente en cuanto persona, quiere decir un súbdito del Estado y un cliente del Capital, ninguna otra cosa, eso es la persona, eso son las personas y por tanto está como el propio Capital, como el propio Estado, está necesariamente condenado a esa Fe y a esa creencia en el Tiempo, que es mentira pero que es la Realidad misma.

A cada uno le pasa eso mismo, en cada uno se da eso mismo y eso es lo que me hace volver sobre (dicho un poco abusivamente) el Psicoanálisis de uno, porque otras veces hemos encontrado que había que separar el alma (tan real como el cuerpo, en contra del engaño que nos venden todos los días), había que separar el alma (que quiere decir el carácter, el talante, el humor, las pasiones, todas las cosas del alma que conocéis y que son tan reales como las llamadas corporales), había que separar eso por un lado del nombre propio, que parece que es específicamente humano, maldición específica de este tipo de cosas que somos. Evidentemente a los gusanos y a las plantas podemos llamarlos nosotros con nombres también, con nombres propios, aunque sean de géneros o de especies, a las estrellas podemos ponerles nombre, se lo ponemos a cada paso, pero pensar en que esto del nombre propio se puede sacar afuera y trasladarlo a las estrellas, a los gusanos, es una tontería, se ve que no tiene ni sentido. El nombre propio es esta pretensión de que uno es de verdad uno, es decir, singular, irrepetible. Y esta pretensión es algo que se distingue netamente de cualesquiera cosas que podamos llamar sensaciones, sentimientos, etc., de cuerpo y alma, enteramente. Esos son reales y esto del nombre propio no es real, pertenece más bien a esas regiones de Arriba, a las regiones del ideal, de donde parten todos nuestros servicios y sumisiones al Poder. Es una imposición de algo que no es nada, pero que por eso mismo tiene una fuerza tremebunda esa Fe en que uno es precisamente el que es y ninguno otro, y no puede confundirse con ninguno otro, y por tanto sigue siendo el mismo ayer que hoy, y (según aquí descubríamos) está costituido justamente por la muerte futura anunciada desde que apenas entra un niño (como decían los curas) en uso de razón -en uso de razón-. Y que en eso está costituido y marca bien por tanto el origen y fundamento de toda esta maldición de lo futuro. Ésta es la forma de ser que en principio, en el antiguo Régimen ya, la Teología del Régimen desarrolló como Dios, es decir: Dios-Uno, queriendo decir ‘uno en que cualesquiera dioses se habían diluido y habían desaparecido para que fueran un solo Dios’, es decir, Dios con mayúscula; con mayúscula como escribís vosotros mismos vuestro nombre propio: con mayúscula, heredando esa costumbre teológica del nombre de Dios.

Este Dios, ése que aquí muchas veces hablando usamos en abreviatura como representante de todo eso que hemos llamado Poder y hemos llamado Estado, Capital, de cualquier manera, pero que, como veis, viene a coincidir con uno mismo, sin que pueda decentemente establecerse una separación entre Dios y uno, puesto que los dos obedecen a la misma pretensión ideal, vacía, pero que por eso mismo tiene tan terrible fuerza sobre la Realidad, sobre las cosas y sobre nosotros entre las cosas.

El otro día nos salía decir (y, bueno, no está mal que lo retengáis, porque es uno de esos dichos breves en que los desengaños que vamos encontrando se nos pueden formular) “Cuando Dios muere, las cosas empiezan a revivir” o “las cosas empezamos a revivir”. Cuando Dios muere, las cosas empezamos a revivir en la medida en que nos dejemos de ser el hombre y uno y Dios y todo eso, y nos dejemos sencillamente ser cosas AHORA, AHORA, que no es ningún Tiempo, AHORA. AHORA donde están cualesquiera Tiempos pero anulados, justamente en este AHORA.

Efectivamente Dios, representando a los otros nombres propios que he dicho, es la ley de la muerte, y es por tanto sensato y razonable decirlo así, ya que el nombre de Dios, y el uso de ese nombre, está bastante divulgado entre nosotros desde hace siglos, y por tanto podemos usarlo de esa manera para descubrir “Cuando Dios muere, las cosas empezamos a revivir”. Esto supongo que es lo que puede daros algún sentido respecto a cómo la guerra contra la Fe, la guerra contra el ideal (que después de todo es lo que aquí o hacemos o tendríamos que estar haciendo, puesto que es una tertulia política, en que se quiere no hablar uno, no soltar sus ideas, sus creencias, sino dejar que hable a través de uno lo que nos queda de pueblo-que-no-existe), es lo que en esta tertulia política y en ese sentido político tendríamos que estar justamente haciendo a cada paso: la guerra contra la Fe, que es la guerra contra la Realidad impuesta y la guerra contra el Poder y la guerra contra uno, contra uno mismo, que después de todo viene a ser lo mismo que Dios.

Eso es lo que aquí nos traemos. Pero al darle vueltas un poco de nuevo a esta condición del uno, es como me he encontrado con que había algunas cosas que aclarar, es decir, algunos desengaños más que alcanzar acerca de el análisis de uno. Esto me ha venido sobre todo por la experiencia de mis propios ensueños (‘mis propios ensueños’ quiero decir como durmiente: sueños corrientes), sueños corrientes. Porque los que me acompañáis hace tiempo ya recordáis cómo es el esquema para esto del sueño. Me fastidia mucho tenerlo que recordar en forma de un esquema, porque aunque este esquema en verdad sea una pura negación, una pura desilusión de las ideas recibidas, sin embargo cualquiera puede tomárselo como si fuera un esquema positivo, un esquema de la verdad, ¿no? Es un riesgo terrible, que por eso me hace generalmente hablar de una manera más vaga, más vaga y dejando entrar las voces de los otros, pero bueno, hay que recordar a este propósito en esquema.

En esquema era esto: uno tendido en su lecho y durmiendo y teniendo un sueño. Ahí están por un lado el que está durmiendo, que se supone que es el mismo que va a estar despierto al cabo de un rato y se va a levantar. Ése es el durmiente, no hace más que dormir que es como cualesquiera otras de las funciones que realiza. Y luego están en el sueño las imágenes en las cuales (y éste es el problema sobre el que tengo que volver) normalmente o con mucha frecuencia aparece también uno mismo, una figura que es uno mismo en el ensueño (y este ensueño es tan real como la sala en que el durmiente está durmiendo, aquí no nos molestamos en hablar de otras realidades separadas o llamar a los sueños irreales y cosas así, todo ello en cuanto se ve o se palpa o se toca y nos impresiona, tal, es tan cosa como las cosas palpables de la vigilia, de manera que ahí no hay lugar a hacer ninguna división). Está ahí por tanto también ése, esas figuras del ensueño, entre las cuales hay una que por alguna razón pretende ser uno mismo.

Éstas son las Realidades, la Realidad partida en dos. Y luego, como recordáis (éste era el descubrimiento), está el que sueña, el cual no puede ser ninguno de los dos, tiene esta virtud de que no puede ser ninguno de los dos y que por tanto nos saca sin más de la Realidad. El que sueña por lo menos se parece a el que habla, es decir que no es nadie porque precisamente es cualquiera, que con eso se ha salido de toda forma real, de toda Realidad, y que en ese sentido soy ‘yo’ precisamente en la medida en que ‘yo’ no sea ni el que estoy dormido ni aquél que soy figura de mi sueño, que estoy fuera de la Realidad: el que sueña.

Bueno, esto era, yo creo sigue siendo un descubrimiento válido (aunque haya tenido que recordarlo en esquema), no he encontrado desmentimiento. Ahora me diréis vosotros si alguno le ha encontrado algún resto de ideación y por tanto de mentira, que sería aquí lo más indeseable.

(Si a algunos no os importa sentaros en el suelo, por favor, pasad, porque veo que hay una acumulación tremenda y que no estaréis oyendo nada. Cualesquiera que queráis, sentaros por aquí, por el suelo).

Bueno, pues así las cosas, yo soy muy mal recordador de sueños, ¡qué se le va a hacer!, pero bueno, de todas formas a algunos los atrapo más o menos, y bastan para asombrarme bastante y plantearme misterios y deficiencias con respecto al esquema. Es lo que os presento para que, en cuanto os deje pasar la palabra, ayudéis, entre otras cosas, a ver por dónde se puede entender esto.

Cuando uno aparece en sus sueños (no sé lo que os pasará a vosotros en general, pero a mí me pasa), uno aparece sumamente deformado con respecto a la imagen que en la Realidad le dan el espejo o las miradas de los prójimos y el reconocimiento social, está muy desfigurado respecto a eso, es una figura que al despertar a uno le asombra. Bueno, en mi caso se da mucho de eso. Yo generalmente si tengo sueños en que figuro, pues desde luego figuro como una especie de caricatura, generalmente desagradable y grotesca, de la figura con la que cuento en la vida despierta, es decir, con la que cuento de la manera que he dicho (gracias al espejo y a las miradas y comentarios de los prójimos ¿no?, pues respecto a eso), y otras veces no. Alguna vez (y fue éste el sueño que me movió más a sacar este asunto) aparecía uno, que era yo en el ensueño, dotado de virtudes. Por ejemplo, aparecía por allí uno de vosotros que no es ninguno precisamente, pero que desde luego era uno de los contertulios que trataba de acercarse a la cara de uno y se desviaba y tomaba la cara de otro, y éste veía allá, en un autobús o algo así que estaba lejano, una mujer, le entraba un gran enamoramiento o deseo de ella. Entonces, el que se supone que era yo le decía “Eso te lo arreglo yo, tal”. Empezaba una empresa, nos metíamos en el chisme, en el autobús o lo que fuera, no estaba, no estaba ella, habría salido a alguna cosa, se habría marchado, pero bueno, y nos volvíamos. Y en otro momento siguiente del sueño, pues estaba yo en una sala y de repente aparece él, uno de vosotros, completamente indefinido, con ella, con la muchacha: una mujer muy apetecible, así, alta, en un vestido ajustado de terciopelo con algunos adornos de plata, y desde luego completamente desconocida, no parecida a ninguna de las mujeres que en mi vida he conocido. Yo, le abrazo diciendo “¡Y esto por medio de mí!” (yo muy contento porque se conoce que aquello había sido por medio de mí, el que aquel hombre encontrara aquella mujer), “¡Por medio de mí!”, le daba un abrazo a la mujer más o menos desinteresado, y los dejaba. Y no me acuerdo ya de más.

O sea que, bueno, aquí no se puede decir que fuera una caricatura muy denigratoria de mí mismo, pero es desde luego algo que resultaba al despertar sorprendente para mí mismo que yo pudiera hacer aquello, y hacer aquellas cosas no tenía mucho sentido.

Sea como sea, el problema es éste: ¿en qué consiste que a una figura del sueño, uno la reconozca como siendo uno mismo precisamente, a pesar de todas las desfiguraciones de las cuales he tratado de daros ejemplo? ¿Qué motivo hay? Porque evidentemente de las varias figuras que en un ensueño aparecen, uno podría ser cualquiera, dado que aquella figura que, sin embargo al despertar, reconozco como siendo yo mismo, no se parece nada a mí, puede llegar a estar completamente desfigurada. De manera que a ver cuáles son los agarraderos que tengo para al despertar reconocer que aquella figura precisamente es uno mismo. Esto de momento para mí es un poco de misterio y rompecabezas, y es lo que me hacía pensar que tenía que encontrarse algo en este esquema del ensueño que, desde luego si se encuentra, serviría inmediatamente para la Realidad despierta. Lo mismo que nos ha servido otras veces el ejemplo del teatro, el ejemplo del ensueño sirve justamente para que este sueño de la mal llamada vida que nos venden se descubra también, descubra su mentira y se elucide de alguna manera.

¿Cómo puede ser esto? Hay relaciones, como veis. Hay una relación entre las dos realidades: entre la realidad del que está durmiendo (el que está dormido, que se va a levantar, real) y la realidad del ensueño, las imágenes que en el ensueño aparecen, ahí hay una relación. Es una relación interreal puesto que lo uno y lo otro son reales.

Luego está la relación de el que sueña (que no es nadie, nadie real) con sus parientes, que son el durmiente y la figura soñada, parientes muy lejanos, desconcertantemente lejanos. Pero ahora tenemos que preguntarnos por esta otra relación que hay entre una determinada figura del sueño y el propio durmiente real que justamente al despertar reconoce aquella figura como que era él “Ése era yo”, y dice tranquilamente “Yo andaba por la sala”, “Yo esperaba”, “Yo decía esto o lo otro”.

Esto es bastante misterioso, sobre esto y las demás cosas os pido ayuda, y no sólo sobre esto, cualesquiera de las cosas que os he recordado, pues también será muy bien venido si os hace surgir cualquier tipo de objeciones o de ocurrencias más o menos complementarias o contradictorias, pero también en cuanto ayudar a entender esto que pasa con uno mismo, que es la forma más inmediata del Poder, es Dios pero Dios en uno, es por tanto la ley de la muerte, contra la que aquí estamos luchando. Pues sobre cualquier cosa de ésas, ya os dejo, me callo y os dejo correr la voz como sea. De manera que adelante ya, sin más.

    - Sí, Agustín.

    AGC - Sí.

    - Esto que nos planteas del sueño ¿no se podía plantear también en la propia Realidad fuera del sueño?

    AGC - A ver.

    - ¿Cómo sé yo que era yo el que estaba allí, en el tal sitio?

    AGC - Sí, ¿cómo lo sabes?

    - Pues no lo sé, pero lo sé.

    AGC - Sí. Sí lo sabes

    - Claro, porque lo vivo, lo sé. Tengo un recuerdo vivo de haber hecho algo. A lo mejor en el sueño pasa igual ¿no?

    AGC - No, no: ‘recuerdo vivo’ no. No te acuerdas de lo que he estao recordando antes con respecto al Tiempo y AHORA que mata el Tiempo. Ahí lo crees porque tu vida ha quedado reducida a una aspiración de un Futuro en que tú te cumplas y a un recuerdo falso, a un recuerdo falso y escrito. Y es justamente gracias a tu Fe en ese Tiempo que es mentira, como te reconoces. Pero no sé si eso mismo se da en el caso que he presentado de identificación entre una figura desfigurada y sin embargo yo, yo mismo, durmiente.

    - Agustín.

    AGC - Sí.

    - Que yo quería tratar, vamos, has tratado muchos puntos, pero el del AHORA, el ese AHORA que unido al ‘aquí’ es objeto de muchísimas, todas las enseñanzas y conocimiento de uno mismo que ha habido y habrá en la Historia. Pero bueno, yendo a esto, quiero enlazar esto del AHORA con el ritmo, a propósito del grupo que estamos intentando hacer, un grupo de ritmo, y es que justamente cuando uno está haciendo ritmo, no pensando ni contando, sino dejándose un poco llevar cuando ha cogido un poquito del tranquillo de lo que está ocurriendo, entonces de manera muy espontánea, no pensada, uno se monta en una situación que le va llevando, y entonces aquí no hay ni pasado ni futuro, sino sencillamente -digamos- un pulsar en el cual uno se monta con los demás, y entonces uno… desaparece toda esta caterva de cosas que obnubilan ese  ser, o ese estar, o ese lo que sea.

    AGC - Sí, gracias. Ya lo hemos aquí [] más de una vez. Lo del ritmo nos acerca justamente a esta situación que queda fuera de la Realidad, no vamos a decir que por eso, cuando estamos abandonados al baile o al canto, estamos viviendo de verdad, sería muy exagerado, pero evidentemente nos da un asomo de cómo se podría no creer en el Tiempo y, según ello, vender la vida, sino vivir como las cosas ¿no?, nos aproxima. Gracias a eso. En cuanto a la alusión a enseñanzas hay que tener mucho cuidao, ya sabes. Precisamente AHORA está fuera de la Realidad, ‘aquí’ efectivamente no significa de por sí nada, puesto que depende del acto de hablar; ‘yo’: lo mismo. Yo, lo mismo: nos saca de la Realidad, pero si eso se convierte a su vez en un objeto de enseñanza o creencia estamos al cabo de la calle. Eso no sirve nada más que para desmentir el Tiempo, desmentir la Realidad, y no puede nunca servir para nada positivo, para nada que nos valga positivamente. Pero, bueno, habréis sentido más ocurrencias por ahí. Adelante.

    - Cuando en el poema dice (Abel Martín, creo que era) “Alguien que vigila el sueño, algo mejor que los...”, “Un hombre que vigila el sueño, algo mejor que lo soñado”, ese alguien que vigila el sueño ¿cuál es de estas tres figuras?

    AGC - Bueno, parece que parece a lo que he llamado “el que sueña”, pero la verdad es que en las lamentaciones de Abel Martín no está claro.

    - Pero ¿a cuál se refería?, ¿a cuál a punta de esas tres?

    AGC - Recordad que en esas lamentaciones aparece como una creación de alguna manera ‘mía’. Dice Abel Martín muriéndose… (No sé por qué coños tenemos que dedicarnos a hacer literatura ni siquiera por un momento. Pero bueno, es una distracción).

    - ¡Ah!, ¿tú consideras que es literatura la poesía? Habíamos quedao en que no.

    AGC - Vamos a ver si no nos distrae demasiao.

    - Habíamos quedao que la poesía no era literatura.

    AGC - “Viví, dormí, soñé y hasta he creado / -pensó Martín, ya turbia la pupila- / un hombre que vigila / el sueño, algo mejor que lo soñado”. De manera que era la dificultad. Aquí os estoy presentando ‘el que sueña’ como algo equivalente de ‘el que habla’, el que habla la Realidad corriente, que se sale fuera de la Realidad, y por tanto nunca podría Abel Martín, ni nadie, decir “he creado”, “he creado eso”.

    - Bueno, pero si no me estoy refiriendo a lo anterior, me estoy refiriendo a la frase ésa.

    AGC - Luego, a continuación, los versos son un desengaño “Mas si un igual destino / espera al soñador y al caminante, / al que trazó caminos / y al que siguió caminos, jadeante, / al fin sólo es creación la pura nada, / tu ceño de gigante, / el divino cegar de tu mirada”. Hablar que también tiene su crítica porque implica una especie de creación en la nada, en el cero, que Abel Martín sostenía y que nosotros tampoco podemos sostener.

    - Yo te ponía este ejemplo… No, te ponía este ejemplo… ¿Puedo terminar?

    AGC - Pero basta de exegesis o exegesis literaria y vamos a tocar más de cerca los corazones, y adelante.  

    - Estaba diciendo que el verbo ver o vigilar…

    AGC - No, no, no, no. No: ya no más.

    - …cuando estamos hablando de sueños quizá es por antonomasia el rasgo fundamental de los sueños: la visión, el ver. Y el ver, quieras que no, pues tiene implícito la idea. Entonces yo te digo a ti ¿qué es lo que pasa que ahí dice ‘vigilar’?, tú dices “me veo”, como...

    AGC - Otro rato ¿eh? Vamos a ver…

    - No, no, pero yo estoy diciendo una cosa muy seria.

    AGC - …a ver qué es lo que pasa con la cuestión de uno mismo y esta maldición del veneno de uno, que es Dios, contra la que estamos hablando, y para la que he sacado la cuestión de la imperfección del esquema del ensueño que aquí nos traíamos. De manera que adelante, sin distraernos, más voces.

    - Yo quería…

    - Yo también quiero.

    AGC - No sé. No sé quién de los dos ha sido…

    - No, nada: empieza.

    - A mí me parece que, no sé, a mí me parece tan curioso esa sorpresa que hay después del sueño de no reconocimiento de una serie de atributos, pero también que ocurre mucho en la vigilia. O sea, cuando una persona se significa con algún atributo, que normalmente siempre es positivo, por ejemplo una persona que dice de sí misma “Yo soy un hombre sereno”, y luego dice… tiene una reacción y dice “Yo no me reconozco en eso”. Básicamente es lo mismo (“porque he perdido los estribos, he perdido…”), es lo mismo que ocurre en el sueño, lo que ocurre es que yo creo que tenemos una visión muy simple de nosotros, porque sí que nos definimos sólo con cosas positivas, y por eso nos llama la atención, sobre todo cuando vemos nuestro aspecto como más mezquino o más miserable, que yo creo que también lo tenemos ¿no?, y que es un ejercicio un poco de valentía también significarse así, es decir “Sí, soy honesto, soy una persona cauta, soy sincero, pero también soy mezquino, miserable…”, también ¿no?, porque todas esas polaridades del alma, como bien antes decías, existen.

    AGC - Sí. Cuando trasladas a la Realidad corriente eso, hablas de una especie de arrepentimiento: uno tiene de sí mismo una idea y al cabo de tres momentos, pues…

    - De aceptación, quizá, más que de arrepentimiento.

    AGC - …y al cabo de tres momentos tiene la contraria. Hablas de una especie de arrepentimiento respecto a la concepción de uno mismo. Pero entonces en el caso que yo he presentado ¿en cuál sentido iría el arrepentimiento?: ¿al despertar me arrepiento de los rasgos grotescos con que he soñado?,  o ¿es que el sueño estaba dando voz a un arrepentimiento de las creencias que tengo despierto? Eso es lo que lo distingue de la situación real.

    - Que quizá el sueño te está mostrando una cara que no quieres ver.

    AGC - ¿Eh?

    - Que los sueños a lo mejor te muestran una cara que no quieres ver.

    AGC - Sí, sí, pero ahora lo que te preguntaba es para que veas que no es lo mismo que en la situación real, que si aquí, en la situación real, normalmente una decisión viene detrás de la otra, y la anula, pero…

    - No, pero a mí me parece similar…

    AGC - En la reacción es algo más misterioso ¿eh?, porque tendríamos que decir “¿Es que yo, que estoy despertando, soy de verdad el que soy, y entonces reconozco y critico esos rasgos con que me he soñado como falsificadores?, o ¿es él de verdad el que soy yo, y lo que estaba haciendo era mostrando un arrepentimiento de lo que me creo cuando estoy despierto?”. Esto es la virtud específica de la situación que aquí he sacado. Respecto a la cual, más.

    - Aquí.

    AGC - Sí.

    - Simplemente en torno a el tema del sueño: y cuando uno se reconoce a sí mismo en el sueño, yo creo que siempre es mucho más intenso en las pesadillas, en mi caso por lo menos, o sea, que te despiertas sobresaltado, que no…, y entonces ahí la desfiguración es enorme, pero siempre es como algo que acosa a uno ¿no?, y cuando no es pesadilla, pues de alguna manera, no sé por qué, los sueños, si los recuerdo, muchas veces me despierto recordando imágenes sueltas, de alguna manera sí tienen una presencia mía, por decirlo de alguna manera, pero no es tan intensa como cuando es pesadilla.

    AGC - No sé. No lo sé. Yo no tengo, ya digo, soy mal recordador de sueños incluso de pesadillas también. Supongo que lo que se llama pesadillas, [ya te digo], es justamente algo que se caracteriza porque te hace despertar de puro miedo, te hace despertar de puro terror. Supongo que eso es una característica, y yo creo que no sea muy distinto ¿eh? En realidad lo que el terror que te hace despertar en lo soñado suele ser terrores reales, por ejemplo que estás por el borde de un precipicio y que inevitablemente te la vas a pegar, y te  vas a caer de cabeza ¿no?, cosas por el estilo, cosas meramente reales ¿eh? Yo no veo ahí mucha diferencia ¿no? En todo caso desfiguración hay también en los sueños de tipo pesadilla. No suelo yo tener de eso mucho. Una de las cosas que por dos veces me ha hecho despertar ha sido simplemente una voz que decía mi nombre propio, alguien, uno de los hados, que decía “Agustín”. Eso me hizo despertar y no estaba soñando nada, no. Eso es con respecto a la otra cuestión que he vuelto a sacar, la del nombre propio, como no teniendo que ver con la Realidad, sino siendo una ingerencia en la Realidad. Sí. No sé si antes había… Sí.

    - Sí, bueno, yo no sé si me ha quedado clara la separación entre aquél que está tendido durmiendo y aquél que sueña, ¿sería porque el que sueña está como fuera del Tiempo, de alguna manera?

    AGC - Sí, sí, está fuera del Tiempo, es como el que habla. El que sueña no es nadie, no puede ser nadie, porque evidentemente no es el que está dormido porque está dormido, y si está dormido ¿cómo va a soñar ni hacer nada, si para eso está dormido?, ni es la figura del sueño: no puede ser real, no, como el que habla: yo, yo en verdad, no es nadie porque depende del todo de cuál sea el que esté hablando y en qué momento, y yo está tan continuamente cambiando que yo propiamente no es nadie. Yo creo que al que sueña le pasa parecido. Sí.

    - A lo mejor es porque está hablando…

    AGC - Sí. Perdón, perdón, que es que me voy a armar lío con voces.

    - Yo creo que al final no es más que una estrategia de supervivencia de mi propio cerebro, que no soy yo, que fabrica un espectador del que tomo conciencia pero seguramente está fabricao por él y…

    AGC - No, no me vaya a hacer al cerebro creador, cuando he criticao lo que decía Abel Martín. El cerebro…

    - …y es el que está dispuesto a comprar lo que vende el Poder.

    AGC - …el cerebro nuestro no es más que como el cuerpo y el alma, parte de la Realidad. Se caracterizan porque por desgracia son ‘míos’. Y aquí por tanto no nos estamos preguntando por cerebros…

    - Yo no decido nada, Agustín.

    AGC - …no por cerebros, sino por mí…

    - No decido nada. Mi propio conocimiento…

    AGC - …no por cerebros, sino por mí. El problema nunca puede resolverse por cerebros, como…

    - No: es que mi propio conocimiento no está en mí, yo no sé quién soy, soy una fabricación de él y dependo de él, y me manda, y me esclaviza, y me somete, y me dirige…

    AGC - Bueno, bueno, eso ya…

    - …y me da hambre, me da sed, me da frío y me da convencimiento y me da no sé qué, y me da sueño, y me crea personajes en el sueño, y me crea espectadores del sueño. Y me crea todo eso y más.

    AGC - Eso ya es… Eso es mucho más decente, pero no sepas quién es ¿eh? No se lo atribuyas al pobre cuerpo, que bastante desgracia tiene, ni menos todavía al cerebro: es lo que nos pasa. Efectivamente nosotros es mentira que seamos dueños de nada de lo que nos pasa y lo que hacemos: nos pasan todas esas cosas, nos suceden, las malinterpretamos, las convertimos en voluntades y creencias de Futuro, hacemos todo eso con ello, pero evidentemente como no somos todo lo que hay, la Realidad no es todo lo que hay, se puede decir siempre “nos vienen de fuera”. “De fuera”, ¿eh?: nunca de un recodo del alma de uno…

    - Estrategias de supervivencia. Antes del uso de razón que tú decías antes, ya lloraba cuando tenía hambre.

    AGC - Perdón, ¿cuál?

    - El cerebro.

    AGC - ¡Ay!, el cerebro, por favor. Déjalo. El cerebro no, no es eso. Bueno, el problema es ‘mi’, el problema no es… te lo repito: no, el problema no es que al cerebro le pase esto, o haga esto o lo otro, sino que es ‘tuyo’. Y aquí el problema que estamos tratando es…

    - ¿Por qué?, no lo entiendo. No estoy seguro.

    AGC - …lo que estamos tra-… Sí, sí, porque dices “mi cerebro”, por supuesto. Lo mismo que dices “mi alma” y, si te descuidas, cuando a ‘yo’ se le convierta en ‘el yo’, pues tú dices “mi yo” y “mi superyo”, como en cualquier mal análisis psicoanalítico ¿no?: ‘mi yo’, ‘mi superyo’, con lo cual el problema no hace más que trasladarse. El problema está en el ‘mi’. De lo que estamos tratando es eso de quién es el que aparece. Bueno, sí. ¿Qué más?

    - Acerca de esto diré que me ha extrañado cuando lo has contado que dabas por seguro, me ha asombrado que lo dijeses tan tranquilamente, que el personaje soñado lo habías creado tú.

    AGC - ¿“Que lo había creado”?, yo no he dicho nada de eso. He estao criticando a lo de la creación. El problema que os presento es el de que uno al despertar…

    - Es que…

    AGC - …que uno al despertar se reconoce entre las figuras del sueño, en una determinada. No he hablado nada de creación.

    - Pero alejándolo por completo, que hubiese llegado desde fuera, o sea que en un viento, o un aire, una temperatura…

    AGC - El que sueña. El que sueña. Que no es nadie el que sueña, pero yo de ninguna manera puedo ser creador de nada: el que sueña. Yo estoy en los dos tipos de Realidad, y el problema que presento es el de ¿por qué diablos, al despertar, real, me reconozco yo real como siendo ese otro real?

    - Es que estamos en un problema que hemos abordado de otras muchas maneras: el de la identidad,  el que se baña en el río, el que…

    AGC - No, no, no.

    - …estamos en la identidad…

    AGC - Sí, sí, sí. Todo viene a pasar…

    - …¿Y quién es el yo que atraviesa todo ese…?

    AGC - …Todo viene a pasar a lo más abstracto y general, pero ahora estamos tratando de utilizar esta cuestión concreta ¿eh?, que para mí es concreta pero misteriosa. Sí, perdón.

    - Sí. Yo ahí vería que la explicación es de tipo físico, para esa simpatía que se tiene.  Antes hablaba Isabel de la visión, yo diría la sensación: que es que cuando el que duerme está sintiendo físicamente lo mismo que está sintiendo el personaje protagonista de la historia.

    AGC - No, no, no: eso no pasa nunca. El que duerme, por ejemplo, está sintiendo que le pincha un piñón que se le ha quedado en la cama, o está sintiendo un dolor de vejiga, pero entretanto aquél le pueden pasar cualesquiera cosas: puede estar yendo a misa, arrodillándose, o cosas así.

    - Bueno, pero eso lo podemos trasladar, y entonces el personaje resulta que ha tenido una caída y se ha golpeado en ese sitio. Nuestros nervios, aunque estemos durmiendo, nuestros nervios siguen activos, entonces los nervios están reproduciendo sensaciones que trasladamos a lo que le ocurre al personaje.

    AGC - Es posible, es posible. Eso se ha analizao mucho, todo el mundo lo sabe, efectivamente las condiciones del durmiente influyen sin duda en la forma que los sueños tomen. Pero ya comprendes que no es ése el problema del que estamos tratando aquí ¿no?  

    - Yo lo que te quería preguntar es que no es sólo que te reconozcas como la deformación soñada cuando despiertas, ¿qué pasa cuando te reconoces mientras estás soñando? Es decir, ¿quién reconoce a quién? Porque a veces pasa (no sé si os ha ocurrido alguna vez) que te metes en el sueño, y hay como una especie de diálogo, y dices “No puede ser, porque yo estoy dormido, ¿cómo voy a ser éste?”, y esas cosas ¿no?…

    AGC - Sí. Es algo…

    - …Entonces es ese caso, si el que duerme es el que duerme ¿quién reconoce a lo soñado?, digamos, ¿cómo se produce ahí esa…?

    AGC - Ahí no hay problema, no. Ahí no hay problema, eso es simplemente… ya hemos dicho que las dos cosas son reales, y simplemente esa separación entre las dos Realidades, pues de vez en cuando, como cualesquiera organizaciones, tiene fallos, y resulta que la una se mezcla o se introduce en la otra, y generalmente de una manera desastrosa para el sueño, porque inmediatamente eso lleva a que te despiertes. Eso es bastante comprensible. No: no tiene el carácter misterioso que digo.

    - Ésa es la diferencia entre una pesadilla y una pensadilla…

    AGC - No, por favor. No, por favor.

    - …La pensadilla es el que lo quiere resolver todo dentro del sueño…

    AGC - No, no, por favor.

    - …y la pesadilla es el que despierta.

    AGC - No, por favor.

    - Sí, hago el chiste porque lo merece.

    AGC - No, por favor. No, por favor. Sí. Sí. No sé quién. No sé quién de los dos.

    - Yo lo que estaba pensando es que de alguna forma no puede haber sueño si no hay un yo, ¿no? Se dice “cuando aquí me reconozco”, ese ‘me’…

    AGC - A ver, tú esta especie de axioma o contra-axioma que aquí usamos ¿lo entiendes bien? Es un cosa que más de una vez me he dedicado a proclamar por sí solo: ‘el yo no soy yo’. Si entiendes ‘el yo no soy yo’ nunca más me volverás a hablar de ‘el yo’ ¿eh? De manera que sigue, sigue sin eso. Adelante. No, pero di lo que estabas diciendo, aunque…

    - Sí, que parece que el sueño tiene que estar al mismo nivel que el hombre, el hombre quiere ver algo… Los animales no sé si…

    AGC - El sueño es real. Son reales, son humanos. Las cosas que pasan en el sueño tienen todos los rasgos de la Realidad: son reales, hay dos fases o aspectos de la Realidad, pero lo uno y lo otro es real, sí.

    - Pero tú sabes que es como un sueño ¿no?

    AGC - ¿Quién lo sabe?

    - Ya.

    AGC - Sólo en el caso que Palacios ha dicho: en que haya una intromisión por fallo del sistema, si no, en el sueño tú estás tan creído de la Realidad de todo lo que se está soñando como cuando despierto eres víctima de esta Fe que aquí combatimos: te crees que es verdad la vida real (que es imposible que sea verdad), recuerdo entre paréntesis: porque verdad en la Realidad no cabe, la Realidad es necesariamente fingida y falsa en ese sentido.

    - Y ¿el sueño de mi perro, que también sueña?

    AGC - ¡Ah!, los sueños perros. Lo hemos recordado algunas veces y es un problema. Es un problema el reconocimiento de sueños de animales, sí. Eso lo recordamos una vez que Lucrecio, el hombre, no sólo se contentaba con los perros a los que atribuía, sino que metía los caballos y hasta los pájaros, hasta los pájaros silvestres ¿no? Pero, bueno, no nos vamos a distraer demasiao con eso. Vamos a seguirnos dedicando a los específicamente humanos.

    - Allí hay una voz pedida desde hace 20 años. Aquel chico.

    AGC - Sólo… Por favor, que hay… ¡Ah!

    - Aquel chico.

    - Aquel señor. Aquel señor está desde el principio.

    AGC - ¿Cómo?

    - Aquel chico lleva horas.

    - Aquí, aquí.

    AGC - Claro, es que no me… Sí,

    - Aquel señor.

    AGC - Como quieras, no sé. Yo no estoy seguro. Bueno, venga, Penélope. Venga, rápido.

    - No, es que yo estaba intentando pensar si me había pasao de… o recuerdo que en algún sueño me pasase eso de sentirme desfigurada, y la verdad es que no lo recuerdo, es como que no podría sentirme desfigurada porque como si no tuviese figura, como si no tuviese atributos, ni físicos, ni del alma, ni nada, como que yo estuviese allí, me pasasen cosas y… Pero no…

    AGC - ¿Con figura no apareces?

    - No. Bueno, a lo mejor tendría que ponerme a recordar, pero así, a primera…

    AGC - No, puede, puede que sea así. Puede que sea así. Yo también…

    - Y sin embargo yo sé que soy yo ¿eh?

    AGC - …Yo también tengo sueños en que efectivamente yo no aparezco, pero que está...

    - Pero no hay duda de que sea yo, ésa es la cosa. Es como ahí…

    AGC - No, no hay duda en que estabas…

    - Bueno, de la que estaba que era yo.

    AGC - …de que aunque no había figura…

    - Pero no, no sabía que era yo por un reconocimiento de los atributos, sino por otra cosa que no sé.

    AGC - No, no. Eso puede pasar, y efectivamente traslada el problema. Yo creo que lo más corriente es que uno aparezca como figura ¿no? En todo caso el problema se refiere para más claridad a ese caso, en que uno aparece como figura muy desfigurada, por lo menos en mi caso, muy desfigurada, y luego sin embargo al despertar dice “Era ése”. Adelante.

    - Es que, perdón, pero es que el nombre propio creo que, no sé, me da… lo sacaba también porque parece como que apuntase a eso que ni siquiera necesita los atributos, es como algo…

    AGC - No se usa. El que despierta no tiene por qué usar su nombre propio ni acordarse de él, simplemente se reconoce en la figura “Yo andaba por allí”, “andaba por ahí, estaba en esa otra Realidad”, “era yo el que andaba por allí”.

    - Sí, yo quería decir que también en el sueño aparece otra gente que la encuentro desfigurada totalmente: un trozo de uno, la cara cambiante, y sin embargo sé quiénes son, me levanto por la mañana y digo “Estaba con esta persona, iba hablando…”.  Ese yo desfigurado del otro tampoco es una esencia, igual que yo…

    AGC - No, no, por supuesto. Por supuesto, generalmente se les desfigura. En el sueño que os he traído como ejemplo, el contertulio al que le hacía el favor de conducirlo hacia la mujer deseada, ya digo que me era una pura duda en el sueño, había la cara de dos (pero que me parece que por fortuna no está aquí ninguno de los dos, me parece que les daba vergüenza) y que se escurrían de ser una a ser otra. Y luego la mujer del sueño, completamente inventada, irreconocible; irreconocible por referencia a ninguna otra. Todas esas cosas se hacen, pero ¿cómo entre esas figuras se distingue a una, y al despertar se le dice “No era Fulano ni Mengano, sino era yo, ésa era yo”? Sí.

    - Allí, allí.

    AGC - ¡Ah!, sí.

    - A ver, cuando estabas hablando de la individualización y de esto del ser yo…

    AGC - Pero, perdona, no he hablao de la individualización.

    - No, no, no, no: que, bueno, has comentao no en el propio sueño, no en el tema de los sueños, sino anteriormente, el propósito que tenemos de ser yo mismo completamente diferente a los demás y separao y todo esto…

    AGC - No lo llames… Entre paréntesis: no lo llames “individuo” ¿eh? ‘Individuo’ ya pertenece como lo de ‘persona’ a la mera Realidad de cuerpo y alma. No llames a eso otro ‘individuo’ porque estás ya prejuzgando.

    - Ya. Eso es el producto de la voluntad, y la voluntad es…

    AGC - ¿Cuál es el que es producto de la voluntad?

    - La voluntad.

    AGC - No: que ¿cuál es lo que es producto?

    - Pues el deseo del individuo de ser indi-… o sea, el ser yo ¿eh? O sea, esto es, y siempre que existe vida existe esa voluntad de ser yo. 

    AGC - Pero ¿cómo va a ser eso?

    - Y eso existe en las plantas y existe en los animales…

    AGC - ¿Cómo puede ser eso?

    - Claro, claro que existe. Evidentemente los árboles luchan contra los árboles, y los animales dominan a los animales, y los dominan el individuo uno y el individuo dos. Y en el caso del hombre…

    AGC - ¿Qué es eso?, ¿qué es eso?, eso último.

    - …eso se complica tremendamente…

    AGC - ¿Qué es lo del individuo uno y el individuo dos?

    - Bueno, pues el deseo… la voluntad de existir, la voluntad de vida. Entonces eso es completamente inevitable. En el caso del hombre eso ya se complica y termina convirtiéndose en Poder, convirtiéndose en Fe, y convirtiéndose en dominio de los demás ¿no?

    AGC - Ya. Bueno, no es tan malo tal vez que lo saques aquí. Desde luego nos hemos acostumbrao a reconocer no sólo que las cosas tienen eso que llamas ‘voluntad’, sino algo mucho más: que tienen por fuerza que tener su modo de conciencia completamente extraño al nuestro y que hablan -que hablan-, no pueden menos de hablar con lenguajes distintos del nuestro y por tanto muy difíciles de traducir. A lo que te animo es a no poner las cosas cambiadas de sentido: todo este reconocimiento está para hacer que nosotros nos dejemos ser simplemente cosas como las demás -que no nos aterre la imagen que nos venden de las cosas como algo inerte, objetivo, porque están llenas de vivencias, de hablas, luchan por mantenerse, cambian al mismo tiempo-, para que la pretensión de lo humano, que nos envenena, se pierda diluyéndose en las cosas. De ninguna manera creer que a las cosas les hacemos un favor regalándoles una participación en nuestra voluntad o en nuestra manera de hablar, que sería otra vez ponernos en el centro. Aquí el grito de ¡muera el hombre! y el ¡contra el centro! ha sonado muchas veces. Es por tanto al revés, no se puede tomar al derechas, es al revés. Es el humilde reconocimiento de que a las cosas les pasa lo que les pasa como a nosotros nos pasa, y que no somos en verdad más que un tipo de cosa que no tiene por qué ser esencialmente distinto de las demás cosas. Sí, no sé si ha quedao atrás alguien, si no, adelante.

    - ¿No pasará como pasa, por ejemplo, cuando hablamos, que aquello que decíamos de que se hace abstracción y uno sabe lo que está diciendo otro porque de alguna manera elimina todos los ruidos que acompañan el hablar?, ¿y en esto no pasará igual?, ¿no?, que uno hace abstracción del personaje que ve y dice “Éste soy yo”, porque elimina ciertas cosas o porque ve algunos rasgos con los que identifica consigo mismo

    AGC - No lo veo claro. Porque el caso es que me parece que suele no haber duda en la elección cuando el sueño se recuerda.

    - Bueno, es que esto venía porque me acordaba de un texto que circula por ahí, en la red, en el que las palabras, poniendo la primera y la última letra, y aunque cambies todas las letras del centro, el texto se lee perfectamente.

    AGC - ¡Ah!, no, no: si eso… el fenómeno que tú has dicho… sólo…

    - Entonces, porque se hace abstracción. Digo si no será un fenómeno parecido.

    AGC - …sólo vivimos esta falsa vida que llevamos, sólo nos arreglamos, sólo hacemos negocios, sólo hacemos lo que hacemos, gracias a eso, gracias a la eliminación, abstracción en el sentido corriente. Es decir, la información ésta contra la que he maldecido, es una información que se nos trasmite siempre rodeada de ruidos en el sentido que dicen los informáticos, siempre llena de ruidos y solamente nos arreglamos y nos lo creemos gracias a la eliminación inmediata de la mayor parte de los ruidos. Pero, y efectivamente, se puede, sobre todo en libros o revistas corrientes de ésas que más o menos se sabe ya lo que van a decir, se puede leer en diagonal, es decir, se ha hecho el experimento, y con coger eso, letra o un par de letras de cada palabra, te lo puedes leer todo, sí. Claro, eso son habilidades de eliminación de ruidos informáticos con los que contamos, no tiene mucho que ver con el problema, yo creo. Adelante.

    - Cuando yo me dedicaba al teatro recuerdo que llegué a la conclusión de que siempre que hay teatro hay tres elementos funcionando: está un señor con un nombre, que se llama José Bódalo, por ejemplo, luego está un trabajador del teatro, un actor, que está trabajando en ese instante, y luego hay un personaje. Entonces, aunque no veo exactamente la relación, creo que lo del sueño tiene que ver con esto

    AGC - Sí, probablemente. Probablemente, Javier…

    - …y, perdón, y desde luego no sólo actor, sino que el durmiente además es el autor de la obra, de alguna manera.

    AGC - Sí, no te prolongues. Desde luego, me parece que, en tiempos lejanos, cuando también venías por aquí, debiste oír algo de esto. Lo del esquema del teatro es el mismo, lo habíamos recordado una y otra vez: por un lado hay dos entes reales, uno es el actor para la calle, con su nombre propio, que figura a la entrada del teatro en letras más o menos grandes, se llama así, y que es un tipo real ¿eh?, y puede estar casado, puede ser un tragón, puede tener úlcera de estómago, es completamente real, y el otro es el personaje representado, también real, exactamente igual de real, sea Macbeth o Romeo, quien sea, y luego está el actor que ocupa el lugar de lo que en el esquema del sueño es lo que hemos dicho ‘el que sueña’, que no puede por tanto pertenecer a la Realidad, es decir que se agota en la acción. Que se agota en la acción, una vez que se han declarado las otras dos Realidades, aquí éste se agota en la acción como el que sueña, que no puede ser ni el que está dormido ni el de eso. Sí, eso funciona así.

    - Aquí hay un momento, con lo del teatro, que...

    AGC - Perdón.

    - Con lo del teatro digo que hay alguno más, porque por ejemplo está el que trabaja, el que está trabajando haciendo teatro, pero éste, por ejemplo, está pretendiendo hacerlo bien, y de repente aparece otro que se equivoca, se le olvida el texto, se…O sea que…

    AGC - No: puede ser uno mismo. Le pasan esas cosas, lo que hemos dicho antes: son los fallos y los arrepentimientos ¿no?, eso pertenece a la Realidad…

    - Pero es como… también hay otro que lleva la contraria.

    AGC - …Pertenece íntegramente a la Realidad. El esquema sólo se da cuando estamos en el momento de la representación y entonces está jugando lo uno contra lo otro.

    - Y los dos tiempos. Y los tiempos.

    AGC - Bueno, están… en el último ataque del libro Contra el Tiempo lo tenéis, el juego con los dos tiempos igualmente reales sólo que diferentes. Diferentes. El ejemplo que allí uso es La Celestina, que es especialmente complicado y muy claro, allí se hace el cómputo, el cómputo de los días y las horas de lo que está pasando en el drama representado, y por otro lado la distribución de la duración de las siete horas y media que duraría una representación de La Celestina, es bastante evidente. Sí.

    - Claro, tiene que ver con la memoria viva, como has dicho antes ¿no? que puede relacionarla. Memoria viva que está fuera del habla y fuera del personaje soñado. Si tú por la mañana te levantas y has soñado que has ido al trabajo y estaba cerrao porque era fiesta, y se lo estás contando a alguien, pues no podrás estar seguro ni de que has soñado eso, ni de que eras tú el que iba, ni nada. Pero si te pones en situación, y te ves de nuevo frente a la puerta del trabajo cerrada y lo revives, la memoria viva, pues puedes decir que eres el mismo porque lo estás viviendo otra vez.

    AGC - No: la memoria viva no puede nunca decir ‘el mismo’. La memoria viva es algo que [], es como AHORA, es algo que anula el registro y por tanto con él la Realidad. No, no: lo intrigante es que el que se despierta tenga algunos medios para que en el recuerdo de lo soñado encontrarse allí, él mismo. Cuando hay recuerdos verdaderamente vagos, indefinidos, allí ni está uno, ni tampoco sabe quién es, ni de ‘el mismo’, ni nada ¿no?

    - Parece como que los sueños ocurren a pesar nuestro ¿no?

    AGC - ¿“A pesar”?

    - A pesar nuestro.

    AGC - ¿A pesar ‘de’…?

    - A pesar de…

    AGC - ¿A pesar ‘de’…?   ¿De quién?

    - No sé. De nosotros. ¿Eh? No, lo digo porque en ese sueño precisamente ¿no?, en ese sueño, aunque aparecen contertulios, pues es todo lo contrario a la filosofía de aquí, que es dejarse ir, sin embargo ahí hay una intervención clara donde tú intervienes directamente en que ese señor conozca, y es lo contrario a esta filosofía.

    AGC - Claro. Bueno, ¿qué me vas a contarlo?, se dice todo el rato: el sueño es tan real…

    - Sí, pero digo que parece como que estamos… como que los sueños sean lo contrario a lo que nosotros tenemos en nuestra vida…

    AGC - ¡Ah!, no, no: lo contrario no. Son reales.

    - …¿no?, por ejemplo…

    AGC - Son reales, sí. Son reales simplemente. Son reales y se figuran y se…

    - …en la tertulia eso no se podría dar, la intervención ¿no?, intervenir tan directamente en algo.

    AGC - …se figuran, se desfiguran…

    - Pues si la Realidad no existe, ¿qué más da? La Realidad…

    - ¿Cómo que no es sueño?

    AGC - ¿Cómo que no existe?: la Realidad es la existencia…

    - ¿Qué más da una Realidad que otra? 

    AGC - …‘Existir’ no hay más que la Realidad, lo que pasa es que la Realidad no es todo lo que hay. Ése es el secreto, y así de simple también. Existir, existe, como existe el Dinero, y como Dios, para el que se inventó el verbo existir, pero no es todo lo que hay. La pretensión que nos venden es que eso de ‘existir’ es todo lo que hay, y es mentira. Es mentira y… Sí

    - Que hay veces que te despiertas y estabas soñando algo maravilloso -yo qué sé-, un amor con alguien que ni te imaginabas, maravilloso, y de repente te despiertan y tú “¡Dios mío!, estaba durmiendo. Déjame, déjame, que quiero seguir durmiendo”, como que te quieres cambiar por ese sueño y luego intentas y ya no es posible.

    AGC - Bueno, bueno, sí, pero, vamos, el caso es que…

    - Pero que eres tú pero no eres tú.

    AGC - …el caso es que te identificas y que no quieres perderte el buen rato que te estás pasando, eres tú misma. Sí, bueno, me parece que…

    - Agustín.

    AGC - ¡Ah!, sí, y alguien me había… No, no, alguien me había señalao, ¿no?

    - Agustín, hay una señora que quiere hablar hace media hora o no sé cuánto, ahí enfrente.

    - A lo mejor es que no tengo mucho que decir. No, que en los sueños, que yo pienso como alguien que ha hablao antes, que los personajes van cambiando, es uno pero luego esa misma figura se va cambiando los rasgos y es otro. Parece como si fuesen intercambiables los personajes del sueño. Y los personajes de la vida, pues yo creo que somos intercambiables también, que te reconoces en… O sea, que compartimos algo todos…

    AGC - Sí, pero aquí el problema está en que hay una gran diferencia: los otros personajes de un ensueño efectivamente cambian con más facilidad que cambian en la vida corriente, pero eso no tiene importancia, cambian, se cambian [], pero aquél al que eliges al despertar como siendo ‘yo’, a ése no es tan fácil que en el sueño se le haga cambiar, que pase de ser otro a ser yo, y que al despertar yo diga “Bueno, yo un rato era esa figura, pero luego ya no era”. Eso no pasa, hay un tratamiento especial que es justamente el misterio que he presentado aquí.

    - Sí, ¿ya me dejas poner un punto final?

    AGC - Tienes la palabra pedida siempre. Siempre pedida, siempre.

    - Venga, como punto final ¿eh? Vale. No, q