27.08.2014

Tertulia Política número 199 (14 de Octubre de 2009)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

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TRANSCRIPCIÓN:

 

 

Me encontráis hoy en un trance.......  No querría acudir a los términos de mi querido Don Miguel de Unamuno, pero en fin: un trance trágico, ‘agónico’, como se dice.  No merecen la pena los motivos por los cuales uno de vez en cuando, como yo hoy, se encuentra de una manera más viva en esos trances agónicos, trágicos, de desesperación...  Confío en que no me impida introduciros a la disquisición de hoy, con la que vamos a seguir lo otro.  Desde luego, lo que me mata se puede decir que es de algún modo la obediencia; la obediencia, la general, la de mí mismo, y esa desesperación que por tanto da de vez en cuando la aplastante mayoría de fuera y de dentro, con la cual le cuesta a uno trabajo seguirse debatiendo para intentar entrar a fondo en este desmontamiento de la mentira costitutiva de la Realidad; la general, y la de uno.

Pero bueno, eso si es caso volveremos, si me hace falta desahogarme más.  No puedo acudir a vosotros como a amigos a los que se va en ayuda, amigos o confidentes en trances semejantes, porque no es el caso de pedir ayuda.  Vamos tirando.  Desde luego el motivo, por si alguno de vosotros, enterao, lo sospecha, no consiste en que vaya a cumplir mañana 83 años.  Ó 84, según El país, supongo, aunque no lo he mirao, porque parece que los de El país tienen mucha prisa, y todos estos años ha habido por parte de amigos intentos de modificar, en la lista que tienen para las......  No, iba a decir ‘necrologías’, pero no es eso.   ¿Cómo se llama lo de los cumpleaños?:  ‘genetlíacos’, o ¿cómo llaman a eso?  No sé cómo lo llamarán, pero el caso es que la complicación del Aparato es tal que al parecer modificar una fecha en ese Aparato es dificilísimo.  Yo lo intenté alguna vez en años pasados, no lo he conseguido, así que me resignaré a los 84 que me hayan puesto.  Da lo mismo, de todas maneras no es por ahí: es, como os pasa a cualquiera de vosotros, una confluencia de desastres, y la acumulación misma es lo que hace los trances.

A ver, haciendo de tripas corazón, cómo sigo con esto de atacar, como el otro día estábamos haciendo, las actitudes que consistían en el “a vivir, que son dos días”, y cosas por el estilo.  Los que estabais aquí con nosotros, pues ya lo recuerdan, no voy a insistir en ello.  Desde luego, como sabéis, una de las cosas que tiene esta tertulia, una gracia de esta tertulia política, es que nunca se le puede dar a nadie ni recomendaciones ni istrucciones de tipo ni moral, ni político, ni nada de eso.  Eso los que me acompañáis lo sabéis que está escluído: no se trata de conseguir por medio de istrucciones, consejos, advertencias, recomendaciones, una vida mejor.  Eso está escluído.  Esto es, como recordáis, una tertulia en que se intenta que lo que nos queda de pueblo por debajo de las personas, lo que nos queda de pueblo-que-no-existe, diga el ‘no’ que tiene que decir al Poder, y que está generalmente recubierto por esa enorme obediencia, esa enorme cantidad de obediencia que hace que las gentes, nosotros, nos tomemos todo esto como si fuera algo natural, o inevitable.  Es contra esa actitud contra la que estamos, ¿no?  Puedo decir, fingiendo que se trata de una advertencia: “pásatelo todo lo bien que puedas, hombre de Dios, arréglatelas como puedas para vivir mejor: acude a las diversiones, a las gimnasias, o a cualesquiera otros procedimientos que se te ocurran para mejor vivir, pero no por eso mates lo que nos queda de pueblo-que-no-existe.  No mates eso, no mates el sentido común, la sensibilidad común, que está recubierta siempre por las ideas recibidas, eso que el otro día os decía a lo cursi que es una flor preciosa.  A eso no hay que matarlo, y evidentemente, dedicándose uno a encontrar maneras de vivir mejor, o más feliz, se arriesga costantemente a matarla.  Se puede decir “vive como te mandan que vivas cuando te dicen ‘a vivir, (que son) dos días’.  Vive, pásatelo lo mejor que puedas, diviértete.  Acude para ello (porque, ¿qué remedio?) a los productos que el Mercado te proporciona para conseguirlo, porque ahí están, con tal de que no te creas, no pases a creerte, que efectivamente eso es de veras eficaz, o de veras bueno, que no es un engaño, como lo es”.  Eso es lo que se podría decir cuando a uno se le dice “haz lo que quieras, pásatelo bien, pero no mates eso”.  Ésta es aparentemente una recomendación, o petición, pero no es más que aparentemente, para que nos ayude a seguir descubriendo el intríngulis de todo esto a lo que los últimos días veníamos atacando, a propósito sobre todo del tipo de cosa que es también uno, uno mismo, un tipo de cosa, y lo otro que no es cosa, y que también está en uno, mandando en uno, mandando en el mundo en general.

Vamos pues a seguir viendo cómo es eso.  A quien se le dice “pero no mates a lo que nos queda de pueblo-que-no-existe”, se le podría decir “pero no mates a las cosas”.  Se le puede decir de una manera más simple, y que espero que para los que me acompañáis no sea engañosa: “no mates a las cosas”; decir “no mates el sentido común”, “no mates la sensibilidad”, es lo mismo que decir “no mates a las cosas”, porque estamos contra la diferencia entre lo de dentro de uno (sentido, sensibilidad), y lo de fuera, las cosas.  Lo uno es lo otro de alguna manera.

Las cosas, las otras cosas, las que no somos nosotros, este tipo de cosas que somos nosotros, tienen esa virtud de que nunca son lo que son, de que están costantemente dejando de ser lo que son, y, a diferencia de nosotros, si bien se resisten (cada cosa se resiste a ese deshacerse en el que nos estamos deshaciendo costantemente.  Se resiste porque hay esa especie de lucha por la existencia, no por la vida, que está en cada cosa), sin embargo no lo hacen de una manera tan venenosa como nosotros (nosotros para hacer esto que las cosas hacen de defenderse, de resistirse, contra el deshacerse, el perderse continuo), no lo hacen como nosotros con la intervención de esto de la fe (que, como recordáis, es el enemigo contra el que en esta tertulia se habla una y otra vez), no hace falta conciencia en nuestro sentido, no hace falta fe, y por tanto esto tienen de bueno, o de no engañoso, las cosas que no somos nosotros.  El amor a las cosas (que da la impresión a veces de que a mí mismo me sale por la boca una vez y otra como predicar el amor a las cosas), es la otra cara simplemente del odio a esta fe contra la que aquí estamos hablando.  Lo uno va con lo otro: odio de la Realidad tal como establecida, odio de la fe que la establece, la costituye y la sostiene, amor de las cosas, amor de las otras cosas, que viene a ser lo mismo. 

Por ejemplo: ¿qué es lo que en el sentimiento tradicional querían hacer esos que se llamaban ‘los poetas’?: pues nada más que hacer que se oyera hablar a las otras cosas, descubrir lo que hay por debajo de los significados que nuestras lenguas les tienen impuestos, y en los que las tienen presas a las cosas, volver a hacer sentir las cosas por debajo de su significado, por debajo de sus nombres.  Cuando la poesía, en esta tradición a la que me refiero, usaba de la lengua, de una cualquiera de las lenguas que le tocara al poeta en cuestión, naturalmente lo hacía como para atacar desde dentro esa parte de la lengua que es el significado en el que las cosas están presas, y de esa manera hacer volver a sentir qué es, cómo pasa, el agua, las hierbas, las nubes.......  Esto era.  Me temo que en el estado en que la poesía se encuentra en nuestros tiempos, tan protegida por el Estado y el Capital, tan confundida con la persona del poeta, esto que os estoy recordando respecto a lo que podía ser poesía a lo mejor no tiene ni mucho sentido, pero por eso mismo había que recordarlo aquí.

Y esto es en lo que una actividad como ésa de la poesía se parece a la de la investigación científica, al intento de la razón para descubrir por sus vías, de otra manera, qué es eso que hay por debajo.  Tal vez para que esto se entienda bien y me acompañéis podemos pararnos un momento en la etimología de lo de ‘investigar’, de la investigación.  Es un palabro, todo el mundo lo sabe, es un término culto, aquí no nos fiamos de ningún término culto, más bien tendemos a destriparlos.  Tenemos cierta confianza en cambio en la lengua primera, la corriente y moliente, donde vive algo del pueblo-que-no-existe......  Pero bueno, para eso mismo tomemos el investigar, la investigación: como sabéis, este latinajo quiere decir algo como ‘buscar las huellas’.  ‘Uestigia’, son las huellas. Buscar las huellas, y buscar las huellas puede muy bien entenderse en el sentido que os estaba diciendo, es decir, buscar por debajo de el ser de las cosas científicamente establecido, o por debajo del significado de las palabras de una jerga u otra, buscar las huellas de algo que no es eso, que sigue latiendo a pesar de todo por debajo de eso.   No tengo que deciros que, lo mismo que he dicho de la poesía, la investigación en este progreso del Poder al que estamos sometidos, se ha convertido en algo tan absolutamente distinto de lo que digo, que parece como si fuera su enemigo: se investiga para un fin, se investiga para una aplicación práctica, con un tanto por ciento de éxitos que hacen que el Capital y el Estado puedan sostener la investigación, y premiarla de la manera que sabéis, y por tanto aquello de buscar las huellas de lo perdido está cada vez más alejado.  Cada vez más alejado, pero naturalmente nunca perdido del todo; si no, ni siquiera tendría sentido esta tertulia política en la que estoy, en la que estamos, hablando contra el Poder.  Nunca perdido del todo, quedan siempre huellas.  Quedan siempre huellas, en las cosas, si se las desnuda, si se las siente algo desnudamente, y también en este tipo de cosas que somos nosotros, también en uno mismo.  Es contra esto con lo que voy a ir un poco ahora: contra la separación entre la búsqueda, la investigación de las cosas de fuera, del mundo, de la Realidad, y la investigación, la búsqueda dentro de uno mismo, hacia dentro de uno mismo.  Es contra esto contra lo que os quiero hablar.

(Pequeña interrupción)

Después de lo que os he soltao respecto al amor de las cosas, que es lo mismo que el odio de lo que las mata, ya comprendéis que no tiene mucho sentido separar esos dos tipos de busca: penetrar hasta dentro de uno mismo, o dejarse abrir, dejarse perder hacia lo de fuera.  Se entiende bien que lo uno va con lo otro.  La obediencia de que antes os hablaba, y que me tiene en este trance de desolación, es general (la aceptación de un mundo, de una Realidad), y también particular al mismo tiempo, pretendidamente singular respecto a la realidad de uno mismo, a ser uno quien es.  Esto me permite volver a sacaros unos de los restos que nos quedan del libro de Heráclito Heraclíto de Éfeso, de los pocos restos de pensamiento pre-filosófico, o pre-científico, que son los que estimo tanto, esos restos, y que de vez en cuando trato de comunicaros esa estima por esos harapos o recuerdos que nos quedan de ellos antes de que vinieran, con Aristóteles, Platón, y los demás, a establecerse la Ciencia y la Filosofía, por las cuales hoy penamos.  Pensamiento pre-filosófico.  Bueno, pues uno de los que me acordado es uno de los más conocidos y citados: el que dice “edizsesámen jemeoutón”, es decir, “me investigué a mí mismo”.  La cita nos ha venido por varios sitios aislada, sin contexto: “me investigué a mí mismo”.  Evidentemente, eso quiere decir por un lado, negativamente, “me desinteresé de todos los intentos de Ciencia que entonces se estaban estableciendo, de las creencias o dóxas, y me volví sobre, es decir, ‘contra’, mí mismo”.  Pero, supongo que ya entendéis que una investigación de uno mismo no puede venir a dar en otra cosa que en un descubrimiento de lo imposible, absurdo, contradictorio o falso de uno mismo, y que eso naturalmente repercute: eso hace que del mismo golpe todo el resto de la Realidad, que pasa a través de nuestras conciencias y todo lo demás, quede igualmente desmontado como contradictorio, como absurdo, ¿no? 

Esto recuerda también algo que a todos desde pequeños ya nos han hecho conocer, aunque mal, que era la iscripción en el frontón del templo de Apolo en Delfos que decía “gnôzi sautón”, “conócete a ti mismo”, como suele decirse.  “Conócete a ti mismo”, y que una vez que ya se había establecido la Filosofía querían cargárselo al propio Sócrates, y a lo mejor si habéis tenido mala suerte, como la mayoría, os habrán dicho de pequeños que Sócrates decía algo como “sólo sé que no se nada”.  Una de las muchas falacias que en la educación se nos meten desde pequeños, pero que son fáciles de descubrir en cuanto uno se deja leer y pensar un poco.  En los diálogos de Platón, efectivamente el personaje ‘Sócrates’ juega con esta recomendación imperativa del frontón de Delfos, “conócete a ti mismo”, pero juega con ella para descubrir  a lo largo del diálogo a qué perdederos va a parar la obediencia a esa Ley, el intento de conocerse a uno mismo.  Podéis encontrarlo en varios de los diálogos más socráticos de Platón, y no voy a volver sobre ello.

Ya que estamos en esta recordación del trance en que el pensamiento relativamente libre estaba cayendo bajo la fundación de la Filosofía, en marcha ya en aquellos tiempos, ¿no?, también tal vez recordaréis que aquí, a través de Jenofonte, se nos dice que este Sócrates ‘se lanzó a la aventura’.  Esta aventura que, como alguna vez os he dicho, consistía en preguntar “¿qué es?”, respecto a cualquier cosa que saliera: valor, justicia, placer....., ¿qué es?  Se lanzó a esta aventura, nos cuentan, porque un amigote suyo, ‘muy buen hombre’, como suele decirse entre nosotros, Querefonte, fue a preguntar al Oráculo de Delfos, y el Oráculo le dijo que el más sabio del mundo era Sócrates.  Y ante esta respuesta que trajo Querefonte, pues claro, a Sócrates no le cabía más que ponerse a investigar qué diablos podía querer decir una cosa tan peregrina como esa respuesta del Oráculo, y de ahí toda la aventura en la que estuvo metido hasta su muerte, ¿no?  Investigarse a uno mismo, descubrirse a uno mismo, es descubrir su contradicción.   Cuando os vuelvan a contar que lo que Sócrates decía es “sólo sé que no se nada”, con esta trampa que saco aquí, porque es frecuente encontrársela de diferentes maneras, de hacer que el no saber se convierta en un saber (“sé que no sé nada”), deberéis recordarle, aunque sea por los restos de la voz de Sócrates, por ejemplo las apologías, que ante el pleito que le lleva a la condena a muerte, tanto en Jenofonte como en Platón lo que dice es claramente esto: “así como no sé lo que hay más allá, así tampoco creo saberlo”.  Eso es sin duda socrático, y es lo que interesa traer aquí para corrección de los malos entendimientos.  Ahí entra el asunto del creer, de la fe, y la única diferencia, lo único que le podría dar alguna vez razón al Oráculo de Delfos, no es el hecho de que proclamara ese hombre que sabía que no sabía nada, sino eso simplemente: que no creía saberlo, que tampoco creía saberlo, entendiéndose que la generalidad de nosotros estamos naturalmente condenados a esa creencia, a creernos que sí.  De manera que eso lo mismo se dice del más allá en el sentido de lo que viene tras la muerte, que se puede generalizar: “así como no sé, así como me he dao cuenta de que la Realidad estaba costituída en mentira, era una falsedad, así también al mismo tiempo he perdido la fe, y ya no vuelvo a creer que si tengo una Ciencia, o una Filosofía, una convicción acerca de esto o de aquello”.  Este abandono es de lo que se trata, y naturalmente, como aquí hemos reconocido que el enemigo número uno es uno mismo, está claro que el que uno se libere de la creencia en sí mismo, del creer que sabe quién es, inmediatamente libera a las cosas.  Las libera justamente de nuestras concepciones y de nuestras creencias acerca de ellas, y las deja ir tirando como puedan, y nosotros, si nos dejamos reducir a la condición de cosas, entre ellas también. 

Esto os quería recordar respecto a cómo la investigación sobre o contra uno mismo, es lo mismo que la investigación de las cosas hacia fuera, hacia los perdederos en que las cosas, y nosotros entre ellas, nos perdemos continuamente.  Es de alguna manera lo mismo.  Si queréis decirlo de una manera un poco simple, como ya me habéis acompañado en el descubrimiento de cómo estos ideales, que no existen, pero que rigen la existencia, son justamente el enemigo al que atacar (‘todo’, ‘nada’, o ‘uno’), entonces esto lo entendéis bien: con la investigación de uno mismo tenderá a descubrirse la falsedad del uno.  Se descubrirá (si queréis ‘descubriré yo’, si vuelvo sobre mí mismo), esto que os estoy diciendo de que soy en cuerpo y alma de verdad una cosa como las cosas, y no me diferencio en nada esencial de las cosas, pero descubriré al mismo tiempo mi pretensión de ser Dios, de ser como Dios, es decir, de ser singular, uno, único, tal como mi Nombre Propio trata torpemente de indicar.  Y naturalmente, ese desmontaje me puede permitir que por lo demás, una vez que uno ha roto con la pretensión de ser uno, ya pueda perderse en las cosas.  Perderse en las cosas.

Claro, lo mismo que hacia fuera la pretensión de ‘todo’ (que es necesaria para cualquier Ciencia, para cualquier Teología que traten de venderos, es decir, haceros pensar que esto efectivamente es un todo de alguna manera.  Llámesele ‘Universo’, llámesele como coños quiera llamarse, pero que es ‘todo’, es un todo), esta pretensión queda del mismo golpe desmontada: se descubre que efectivamente esto es un ideal vacío (potente, aplastante, regente, pero vacío de todas maneras este del ‘todo’), y naturalmente las cosas entonces se dejan abrir a lo sin fin, lo contrario de ‘todo’, lo contrario de ‘nada’, que son después de todo lo mismo lo uno que lo otro, ‘todo’ y ‘nada’.

Bueno, estas son algunas de las cosas que quería presentaros de una manera lo más viva posible, pero vuelvo también sobre........mi propia agonía, o tragedia, o (por decirlo con nombres menos melodramáticos), mi cabreo, mi desesperación, que consisten justamente, como os decía al principio, en el descubrir aplastantemente la obediencia; la general, y la de uno mismo.  Algo que intenta poder con lo que a uno le pueda quedar de pueblo-que-no-existe, de voz común.  Lo digo por si con vuestra compañía me ayudáis, me seguís ayudando, como hasta ahora habéis hecho todos estos años, a no perder del todo eso que me quede de vivo.  Es la obediencia que se manifiesta (por terminar volviendo a la política más inmediata), en cosas como la aceptación de cualquier cosa que nos echen encima.  ¿Qué hemos intentao descubrir aquí?: que de Arriba nunca puede venir nada bueno.  Esto es política elemental.   Si tuviera que buscar alguna cosa, me detendría en esta: desde Arriba no puede venir nada bueno.  El Estado, el Capital, Dios, no pueden dar nada más que sustitutos.  Dios no puede dar más que sustitutos de la vida (por ejemplo la Gloria Eterna, la Condenación Eterna, tonterías como esas), y la Ciencia, el Capital y el Estado hoy día, lo mismo, no pueden venderos más que sustitutos.  Por eso al principio os decía: “diviértete lo que quieras, y si tienes que acudir a todos esos productos y chismes que te venden porque están ahí, y será difícil que te libres de ello...”.  Pero bueno, esos son los sustitutos de los que estoy hablando ahora, ¿no?  De ahí no puede venir nada bueno. 

Pues este reconocimiento, que es popular de veras, que viene de lo que nos queda de pueblo-que-no-existe, que no está sometido a la existencia, este reconocimiento, esta desconfianza de que de Arriba pueda venir ninguna cosa buena, es la que hace que renunciemos, aceptemos, cualquier cosa.  Con algunas protestas, rezongando un poco de cualquier cosa de las que nos caen todos los días encima, pero desde luego sin que el sentimiento de que de Arriba no puede venir nada bueno de veras penetre.  Si hay que poner ejemplos, pues ejemplos: las Obras Públicas.  Todos los días os encontráis con una.  En un sitio como Madrid por ejemplo, como en otros, todos los días os encontráis que de repente os han levantao los adoquines, se han puesto en obras, se han puesto a hacer una cosa.  No os dicen por qué, no os avisan, pero viene de Arriba, es una orden, y entonces todo inmediatamente, todo el tráfico inmenso, todas las condiciones de la vida en el barrio al que le toque, quedan dejadas al margen, y todo el mundo dice “bueno, lo han mandao de Arriba.  Como viene de Dios, pues algún motivo tendrá”. Esta es la pervivencia bajo el Régimen actual de la antigua fe, de la fe de siempre.  Así en el antiguo Régimen la gente se tragaba cualesquiera infamias que el Poder les impusiera, entendiéndolas como que Dios lo ha querido, Dios lo ha mandado.  Pues de la misma manera entre nosotros: no nos enteramos generalmente.  Salvo algún erudito de actualidades que se lea los periódicos, pero vamos, esos no cuentan, ¿no?: la gente en general, nosotros, no nos enteramos de por qué coños han levantado de repente las plazas y las calles, y nos han alterao la vida que malamente llevábamos ya en una Metrópoli como esta, pero donde encima nos la vuelven del revés, nos la estropean.   Pues no, la protesta es, como sabéis conmigo, leve, un encogimiento de hombros casi.  Se supone que hay allá Arriba gentes, hombres, más listos, más enteraos, que saben por qué hacía falta esa obra.  Eso es lo que se supone, ¿no?  Como se podía creer de la sabiduría de Dios.  Si hubiéramos llegao a descubrir hasta qué punto de Arriba no puede venir nada nuevo, no creeríamos en eso.  De la imbecilidad de los dirigentes cualquiera tiene muestras, si quiere verlas: los dirigentes no son más listos, no saben más de verdad por qué hay que hacer Obras Públicas, no saben nada de nada, pero la diferencia es que se creen que sí, y el resto, pues admiten esa creencia como si fuera una especie de verdad.  Y así nos caen.  Este es un ejemplo de la aceptación, la obediencia, de las cosas que nos caen de Arriba. 

Otro ejemplo, pues en el Sistema Educativo: asistís todos los días, como yo más o menos de lejos, al cambio de planes, al establecimiento de novedades como el Plan de Bolonia o cualquier otra puñeta por el estilo, y en general, a pesar de que muchas veces entre los estudiantes mismos algo de rebelión surja contra el engaño, no es lo bastante eficaz: se sigue sospechando que allá Arriba hay alguien que sabe por qué hay que cambiar los Planes de Estudio, y cuales son los beneficios que van a llover sobre la Sociedad, y todo eso, ¿no?  No está viva la declaración, el sentimiento declarado, de que de Arriba no pueden venir más que estupideces, embrollos, pérdidas de tiempo, condenas, de lo poco de vida y de lo poco de sabiduría que nos quede.  De ahí no puede venir más que eso.  Cualquier Plan de Estudios que os propongan tiene que ser imbécil, malintencionado al mismo tiempo, porque de Arriba no puede venir otra cosa, y no haría falta ponerse (como hacen por desgracia en la rebelión alguno de los estudiantes más enterados), no haría falta ponerse a estudiar el Plan en cuestión, la nueva Ley: de antemano se sabe que tiene que ser simplemente más malintencionada y más imbécil que la anterior, y naturalmente con la ventaja de que implica un cambio, y con el cambio se pueden perder cursos enteros en discusiones, en papeleos, lo cual al Orden le interesa de una manera estraordinaria.  Así es como son las cosas, así vienen.  Sabemos que no hay Arriba ningún tipo especialmente listo ni maquiavélico que ordene esto: es que el Capital manda, los Planes de Estudio están dictados por la necesidad del Capital de moverse, la necesidad de, en las Escuelas, en las Universidades, introducir modificaciones que impliquen gasto, que impliquen aceptación de ordenadores, que por lo demás no servirían para nada, que impliquen todas esas cosas que para el Capital son de primera importancia.  Y con el Capital naturalmente, el Estado, los Estados, que no están más que al servicio del Capital, ¿no?  Eso es lo que puede venir de ahí, y algo de lo que nos quede de sentimiento vivo y de pueblo, pues lo reconoce.  De ahí tendría que salir, con cualquier motivo más o menos concreto, éste: el ‘no’ que viene desde abajo contra cualquier imposición.   Y por desgracia, volviendo al cada uno, como cada uno tiene que vivir lo mejor que pueda, pues inmediatamente va a estar más o menos de acuerdo con los engendros del Capital o del Poder, lo mismo en Centros Educativos, en los cuales un muchacho tiene que ganarse el Porvenir (y el Porvenir es el que ellos mandan, no hay otro más que el que ellos mandan), que en el tráfico por las calles, y la aceptación del embrollo de todo el tráfico......  

De manera que bueno, si esta vuelta sobre ejemplos concretos ha servido para que reconozcáis la relación con lo que os estaba diciendo, pues tanto mejor, y si de ahí brota alguna manera de hacer más vivo el ‘no’ (el ‘no’ contra la fe, el ‘no’ contra el Poder), pues eso simplemente es lo que en esta tertulia se hace: intentar hacer más vivo, dejar más vivo de ideas, de creencias, y de obediencia, eso del ‘no’ contra el Poder, lo que sale de lo que nos quede de pueblo vivo por debajo de nuestras huellas.  Bueno, pues con esto supongo que hay motivo ya de sobra para que surjan entre vosotros contradicciones, prolongaciones, de manera que os dejo ya soltar la voz por donde queráis.

-Pues viendo un poco esto de la desolación y de la mentira que propones, pues los ejemplos que has puesto están bastante.....Sí, se puede pensar muy bien que levantar los adoquines no hacía falta en general, pero claro, también eso nos puede conducir un poco a ponernos un poco paranoicos, y entender que cualquier cosa que nos digan sea una mentira del Poder.  Entonces, yo creo que por salud personal conviene tener algún tipo de método, como hacía Descartes, o algo más sencillo, de encontrar cosas que son digamos, y me da miedo la palabra, ‘más verdad’.  Es decir, que por ejemplo, si se nos propone en la Escuela, en un Centro Educativo, 2+2=4, cabe que se pueda decir “a ver qué me están diciendo, qué me está vendiendo el Poder”, y sin embargo luego la esperiencia, y luego tal, parecen un poco confirmar que algo de verdad hay en eso.  Es decir, que hay una serie de esperiencias, y pongo la más simple, y habría otras, como las esperiencias a las que tú apuntabas un poco de los poetas que intentan romper la semántica que hay, que por otra parte acentúa la semántica, y es decir, que de alguna manera habrá.....Ya sé que tú no lo propones, Agustín, pero de alguna manera, por estar un poco bien uno necesita agarrarse a unas cuantas verdades, y no tener que ver en todo al Poder.

A-Ya, ya lo he reconocido.  Ya he estao reconociendo desde el principio eso: cualquier cosa que nos cuenten efectivamente es mentira.  Cualquier cosa que te cuente la mujer, es mentira, cualquier cosa que te cuente el marido, es mentira, cualquier cosa que te digan los hijos es mentira, cualquier cosa que te diga el Padre es mentira.  Eso ya se sabe.  Pero, en tu sentido, hay grados: cuanto más Arriba, más mentira. Y por eso, cuando las cosas vienen de tan Arriba como la ordenación de una Metrópoli, o la introducción de un nuevo Plan de Estudios, ahí no hay cáscaras, y es inoportuno intentar hacer distingos: cuanto más Arriba, más mentira.  No en vano han trepado hasta ahí, y el Capital y el Estado tratan de sostenerse, ¿no?  Sólo mediante la mentira.  Bueno, más.  ¡Más voces, por favor, venga!

-Pero perdona, ¿hay alguna verdad?  ¿Admites que haya alguna verdad, aunque sea pequeñita?

A-La verdad es la que queda cuando se dice ‘no’ a la mentira, y esto es lo que estamos haciendo aquí.  En la Realidad no hay verdad ninguna.  En la Realidad no hay verdad ninguna, pero el grado, ¿eh?: cuanto más Arriba, con cuanto más éxito, con cuanto más Futuro, más mentira, porque en definitiva la última gran mentira es la de la muerte, la del Futuro, y por tanto, mientras tal vez no conviene en las mentiras cotidianas entretenerse demasiado (aunque por desgracia se entretiene uno demasiado), desde luego, en cuanto se trata de cosas como las de los ejemplos que he dado, no debe de quedar ningún reparo: no es posible que desde tan Arriba venga nada bueno, ni bienintencionado, ni algo que sea por la vida, ni por la razón, ni por el sentido común, ni por la sensibilidad, sino todo lo contrario: serán siempre cosas que vayan en contra de eso, que cada vez las tapen más y las hagan más inalcanzables para cualquiera.  Sí.

-Perdóname, no entiendo muy bien eso que dices de que todo es mentira.  Entonces, lo que nos estás diciendo tú también es mentira.

A-No, no, yo no he dicho eso, ¿eh?  Yo no empleo la palabra ‘todo’ nunca.

-Bueno, se lo estabas diciendo a lo que han dicho hace nada.

A-Que cualquiera cosa que te cuenten es mentira,, pero.....

-Que cada palabra que tu sueltas aquí también es mentira.

A-Que cualquier cosa que te cuenten es mentira.  Dentro de la Realidad no hay ninguna verdad, es lo que he dicho.  Sólo que cuanto más Arriba......

-No logro entender.

A-A ver...

-Puedo entender lo que dices de que cuanto más Arriba más mentira, pero que.....

A-Cualquier cosa que nos contemos, es mentira.  Incluso en esta tertulia, pues nunca podemos pensar que ni yo ni nadie esté diciendo la verdad.  Eso es incompatible.  En la Realidad, verdades no caben.  La verdad consiste justamente en el ‘no’ a la Realidad, en el ‘no’ a la fe.  Yo mismo aquí unas veces acertaré a decir ‘no’, y si eso te hiere a fondo, pues es que he acertao, y otras veces pues a lo mejor me distraigo, y cuento cosas así que son mentiras, pero en todo caso verdad, verdad, ni yo ni nadie puede decir, ni aquí ni en ningún sitio.  No hay más verdad que el descubrimiento de la mentira de la Realidad, el ‘no’, que viene justamente, no de mi persona, sino de lo que nos queda de pueblo-que-no-existe, ya sabéis.

-A mí lo que me preocupa mucho es lo de el amor de las cosas, porque la verdad es que no distingo, no sé en qué frontera está cuando una cosa es digna de amor, ni siquiera cuando se siente, porque hay amores falsos, ¿no?  Yo me pongo en lugar de un niño, y veo cómo a un niño le  gustan cosas tan tremendas, y no siempre las mismas.  Es decir, las cosas son amorosas muy situacionalmente, en cada momento.  ¿Qué rango es necesario para que una cosa sea digna de amor?  Y sobre todo hay cosas que caen desde lo alto, como la lluvia, o la noche, que son......

A-¡Ay, no, por favor!  Juegos de palabras, no, ¿eh?  Juegos de palabras, no.

-¿Puedo terminar?  Y hay otras cosas que salen de abajo, como el petróleo, y que son espantosas.

A-¡No, por favor, juegos de palabras, no!

-Lo que quiero decir es que no sé en qué punto puedo decir que las cosas son amorosas, porque un ordenador es una cosa, y un coche es una cosa también.  ¿En qué rango y dónde está la frontera de las cosas amorosas?

A-Si, ya lo has dicho.  Lo has dicho muy bien.  Sí, efectivamente ya.....

-Y luego ya para terminar...

A-¡Ah!

-....que yo agradezco mucho que no me den esplicaciones, porque si además de la cosa me cae la esplicación de la cosa, es que ya me da la puntilla, como en el caso de los Planes de Bolonia, que encima de que te caen, te tienen que dar un montón de istrucciones para esplicarte racionalmente qué es lo mejor, y la esplicación.  Lo peor es que te caiga la esplicación.

A-Sí, participamos de eso, sí.  Como lo que he dicho de los chicos que se estudian los Planes de Estudios, y que a lo mejor llegan a imbuirse de la jerga, o el erudito de actualidades que se lee los periódicos, y que se entera de las razones por las cuales te han puesto patas arriba Madrid.......  Bueno, tonterías de esas.  En cuanto a lo otro, que es lo importante, es lo que está dicho desde el principio: “¡pásatelo bien, hombre de Dios!  Si no hay más remedio, ¡qué se le va a hacer!, pues tendrás que acudir a los chismes que te venden para pasártelo bien, pero que eso no mate a las cosas”.  A las cosas, las que van con el sentido común, con la sensibilidad.  De manera que un pobre niño....  Ya sabemos cómo están desde pequeñitos: efectivamente, si le ponen delante, no digo ya sólo la televisión, sino hasta un ordenadorcito, o si lo llevan a la playa de moda los padres, ¿pues qué va a hacer?: pues claro, como cualquiera de nosotros, tratará de pasárselo bien con aquello, y estará con eso haciendo lo que he dicho ‘no hagas’: estará matando lo que le quedaba de sensibilidad y sentimiento para las cosas.  Lo estará matando.  No vamos a ponerle prohibiciones al niño de que vea el televisor, o de que se divierta con los dibujos imbéciles que le echan...  No vamos a ponerle prohibiciones, porque no sirve de nada, pero lo he dicho para que se sepa: con eso se está matando lo que en ese niño y en cualquiera podía haber todavía de sensibilidad y de sentido común para con las cosas.  No las vendidas por nosotros mismos.  Bueno, ¿qué más había por ahí? 

-Yo he creído interpretarlo de esta manera: que la verdad y la mentira es tan lo mismo, está tan cerca, es tan sutil la diferencia....

A-¿Pero cómo has podido entender eso?  Me dejas asombrado.

-Bueno, yo interpreto esto.  Las obras y todas estas cosas que nos están pasando, al final descubrimos que nos han hecho una plaza muy bonita, y nos crean todas esas necesidades, que son absurdas, y que realmente no necesitamos.  O sea, como que todo lo que está ahí fuera, cada vez está más lejos a lo que es inherente al ser humano, nos crean unas necesidades absurdas, que nos engañan.  La verdad es que sí, ¡qué bonito quedó!, pero no es verdad, no es verdad que necesitemos eso.

A-No sé de dónde sacas eso.  ¡Qué líos con la verdad y la mentira!  No, lo otro que dices es claro, y es una especie de glosa de lo que he estao diciendo, pero no tiene que ver nada. Ya has estao oyendo: verdad en la Realidad no cabe más que descubrir la mentira de todo eso que te cuentan, y todo eso que te cuentan es mentira, y cuanto más Arriba te lo cuentan, más mentira.  Eso es lo que hemos dicho, y dentro de la Realidad no cabe verdad ninguna, más que, lejos de tener ningún ‘límite sutil’, es que son, o la Realidad, o lo que no es la Realidad, que no es todo,  y que está fuera.  Bueno, más.

-Que aunque no se puede decir verdad en la Realidad, sí a lo mejor habría que distinguir entre quien te quiere engañar y quien no, quien pretende decirte algo que pretende ser verdad......  Yo vengo aquí, y no creo que me quieras engañar, los miércoles, pero claro, no puedo entender que sea lo mismo lo que me cuentas tú de mentira, que lo que me cuenta el político de turno en la televisión.

A-Claro, porque yo no estoy muy alto.  En primer lugar, no estoy muy alto, porque esto del dirigir estos doce años la tertulia es una cosa muy fuera del Orden, y que no cuenta gran cosa.  Por supuesto, no se puede menos de contar con la mala intención personal: hay gentes que en efecto se deciden a engañarte, y te engañan.  Especialmente en los tratos familiares y todo eso, se da mucho: los casos que he recordado como más terribles de marido o mujer, de padres con hijos, pues están llenos de esas intenciones de engañar directamente, pero por desgracia la mayoría........la mayoría son con buenas intenciones, sin malas intenciones.  Te mienten y te engañan sin necesidad de tener ni siquiera la mala intención de engañarte; te engañan porque se lo creen.  Te mienten porque se lo creen, y por tanto, pues quieren que tú también te lo creas, y cosas por el estilo.

-Y luego está la cuestión también de que aunque tú no nos quieras engañar, no quita que haya quien se engañe, y salga de aquí con una teoría hecha sobre lo que aquí se trata.

A-Sí, efectivamente no hay manera de evitarlo.  Yo trato de hablar muy claro, incluso tal vez demasiao, pero no se puede evitar: alguien puede salir de aquí, pues sacando una especie de Filosofía: “ah, pues mira, ha dicho esto.  Pues no era esactamente lo que yo creía”.  Confrontando sus opiniones, es decir, no reconociendo, como supongo que los que acompañáis mucho sí reconocéis, que aquí lo que se está es haciendo algo, y no dictando ninguna Doctrina, ni haciendo ninguna Teoría respecto a nada: se está haciendo políticamente desde pueblo contra Poder.  Pero habrá muchos que salgan, y además, pues, para eso de seguir pasándoselo bien, cada uno tenderá a salir así: sólo un rato, pues tratará de volverse a ajustar a lo que ya antes creía él, a la actitud que ya tenía, cualquier cosa que haya oído, falsificará cualquier cosa que yo haya intentado decir muy clara, pero así es como van las cosas, sí.  Sí.

-Que en esto de las plazas o de los Sistemas Educativos, que parece que siempre como que la gente, cuando una plaza sustituye a otra, parece que la gente siempre tiene nostalgia por la plaza que había antes, o incluso por el Sistema Educativo que había antes, aunque también a su vez esas plazas y esos Sistemas Educativos también vinieron de Arriba, y estuvieron implantados por el Capital.  Pero ese sentimiento de nostalgia que se puede retrotraer porque a su vez esa plaza por la que se siente nostalgia también sustituyó a su vez a otra, y así sucesivamente, parece como que tenga algo de relación con eso del amor por las cosas, como si ese amor por las cosas fuese un amor por las cosas perdidas, por las cosas que alguna vez se hacían de otra manera, pero que se han perdido, y con ese sentimiento de nostalgia parece que se podría jugar para hacernos sentir que nos están engañando.

A-Claro, pero no hace falta hacer Historia de ello, porque pertenece a la actualidad.  Esa nostalgia, ese echar de menos la gracia de la plaza que me han levantao, no hace falta retrotraerse a ningún Pasado: es que eso es la actualidad: yo vivía de eso, vivía de ese sentimiento.  Me doy cuenta ahora que me lo destruyen.  Efectivamente, eso es lo que te están matando, como siempre, en nombre del Futuro.  Las nostalgias de cómo eran otros tiempos forman parte de la actualidad.  Te están matando las posibilidades actuales en nombre del Futuro.  Esto es lo que me endemonia de una especial manera cuando cualquiera (Isabel, tú misma), se pone a maltratar, y a maltratarse, y a hacer cosas en vista de los beneficios que pueden resultar de aquello en cuanto a salud, en cuanto a lo que sea, y se descuenta lo inmediato, que es la puñeta que de momento se está uno haciendo.  Esa es la Ley, la terrible, y la que me endemonia, ¿no?  Es decir, en virtud de los Futuros, que estarán desarrollados en todos los Planes de Urbanización y en todos los Planes de Estudio, que primero son Futuro para un supuesto mejor, en nombre de eso lo que te saltan es lo que te está pasando hoy, ahí, en la calle: que te han jodido la calle, que te la han levantao, que te han vuelto la cosa mucho más incómoda.  Eso, nada, ya, como sirve para el Futuro, pues eso no cuenta, ¿no?

-Por alusiones: yo cuando me dejo maltratar es los miércoles a estas horas, nada más.  El resto de la semana no estoy bajo ningún mal trato.

A-No sé de qué estás hablando.

-Eso, por alusiones.  Pero luego, vamos a ver: el hecho de cuando se dice “investígate a ti mismo”, o bien en el caso de Jesús “niégate a ti mismo”, como dice en el sermón, ¿quién es el que da la istrucción, y quién es el que se niega a sí mismo?  Porque ahí por lo menos tiene que ser uno, dos: uno que da la orden, y otro que se niega desde dentro.

A-Sí, eso merece la pena volver sobre ello.  Yo he estao rápido: os he dicho, os he sugerido, que el que se dedica a eso, a intentar conocerse a sí mismo, va a parar al perdedero de la contradicción y de eso, pero no me he detenido a estudiarlo.  Efectivamente, en la propia frase de Heráclito (‘edizsesámen’, ese verbo ‘me investigué’ en español), hay dos índices de primera persona: un índice de primera persona es el ‘-men’ en el verbo griego, la ‘e’ tónica en español (‘investigué’, primera persona), y el otro es el complemento, el ‘emeoutón’ de Heráclito, o el ‘mé a mí mismo’ de ‘me investigué a mí mismo’.  Efectivamente, eso ya es una vía de perdedero inevitable por más vueltas que se le dé, porque ¿cómo efectivamente el que está investigándome a mí puedo ser yo, al que estoy investigando?  Esto por reducirlo, puesto que es muy tarde, a los términos gramaticales, que son los más claros.  Sí, lo que he dicho, saltando de adónde lleva el camino de investigarse uno mismo, podría desarrollarse mucho más, sí.  Sí, ¿qué más?

-No sé si seguir por la vía gramatical, porque eso les pasa a todos los que la Gramática tradicional llama ‘verbos reflexivos’: me afeité, me levanté, me desperté.  Y claro, lo resuelven por el lado de...

A-Este no es propiamente un verbo reflexivo.  Este tiene un complemento normal, porque se puede decir ‘te investigué’, ‘lo investigué’, y es lo mismo, el ‘me’ ocupa el mismo sitio.  Pero vamos, desde luego ‘me lavé’ tiene el problema, y ‘me estoy lavando’ tiene el problema ¿quién estoy lavando?/¿a quién estoy lavando?  Sí. ¡Más!

-Quería insistir un poco en eso del disfrute personal que salió al principio, de que “podéis disfrutar mientras no.....”.   Porque si se encuentra la vanidad esa de que hay ahí uno que pueda disfrutar, si se da cuenta de que los disfrutes y las cosas que venden son para uno siempre, para los otros no vale, eso se ve como una cosa que no se sabe ya adónde se dirige, porque uno ya se ha roto, entonces eso del disfrute personal parece que no me la pueden colar mucho.

A-Bueno, ya he dicho que esto no es ninguna recomendación que se pueda dar.  Esto es para que, con la apariencia de recomendación, se entienda mejor por dónde van las cosas.  Desde luego, no hay ninguna recomendación que a uno le haga tirar el televisor por la ventana.  O el del niño, o el televisor del niño.  Ninguna recomendación que aquí hagamos, ni que en ningún sitio se haga, es inútil.  Es inútil: ya sabéis que eso sólo es eficaz cuando ese descubrimiento que dices de la vanidad, de la falsedad del chisme, ‘se hace carne’, por así decirlo, es decir, cuando a uno se le desarrolla un asco tal del televisor que no puede ya ni mirarlo.  Entonces ya no hace falta recomendarle nada; a ese ya no hace falta recomendarle nada: simplemente deja de verlo, lo tira por la ventana, o lo que sea.  Por poner un ejemplo trivial entre otros muchos, ¿no?  ¿Qué más?

-Estamos diciendo que de los de Arriba no puede venir nada bueno.  Entonces yo digo ¿y quién ha puesto a los de Arriba?  ¿Quién los ponemos?  ¿O se ponen solos?

A-Están desde la costitución de la Realidad.  Es así.  Ya os he dicho que incluso el dominio del ideal no puede negársele a las cosas mismas: no está tan venenosamente desarrollado como entre nosotros, pero hasta las cosas mismas, la Realidad, está hecha en esa necesidad de ser el que se es, que es el ideal.  Que es el ideal, que viene desde Arriba.  Esa contradicción está impuesta en la costitución misma de la Realidad, la perdición de la Realidad y el intento de defensa de esa perdición, de manera que no hay nadie que lo haya puesto, ¿no?: está ahí.  La gente de nuestra especie lo llama con nombres, como ‘Dios’ u otro, pero a ese propósito ya recordáis la función de Dios entre las cosas, porque hace dos o tres sesiones me salía deciros eso, ¿no?: “cuando Dios muere, las cosas empiezan a revivir”.  Esa es la relación entre el ideal, o necesidad del ser y la defensa, y eso otro en lo que podríamos deshacernos o dejarnos convertir.

-Es curioso que eso de “a vivir, que son tres días”, que lo estás criticando, pero es justamente lo que predica en verso y con música la estela de Seikilos. 

A-Dice, para ser esactos: “cuanto vivas, lúcete, aparece.  Por nada te aflijas del todo.  Para muy poco es el vivir.  El cobro (el pago, la contribución), el Tiempo viene a cobrarlo”.   Eso es una traducción más o menos literal, ya que lo saca Javier.  Sí, va por ahí.  No es una cosa tan clara y decidida como en el título de la emisión radiofónica, pero desde luego va por ahí, y no es entre los antiguos nada raro ese razonamiento por vía del cómputo de lo que falta hasta la muerte, que es de lo que se trata.  Que es de lo que se trata en todos estos errores antiguos y modernos, pero de eso ya estuvimos hablando el otro día, y no quiero volver sobre ello.

Bueno, pues no sé si....  Bueno, debería haber más contradicciones, pero bueno, lo dejaremos.  Seguimos con la investigación esta, que es puramente política, si el Señor nos deja, dentro de unos siete días.