27.08.2014

Tertulia Política número 206 (2 de Diciembre de 2009)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid

 

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TRANSCRIPCIÓN:

 
Voy lo primero a repasar, si os parece, algo referente a la cuestión que el último día nos traíamos acerca de eso que se llama lo de “la felicidad del idiota”, por si a algunos entre tanto se os ha ocurrido algo respecto a ello que pudiera sernos útil. De manera que yo, por mi parte, voy simplemente a resumir lo que últimamente parecía desprenderse del debate que traíamos en torno al asunto: que es que a sabiendas propiamente nadie elige la felicidad, es decir, nadie la elige a sabiendas de que es mentira, a sabiendas de que ello implica que le mientan y que él mismo mienta, de manera que cuando se toma rigurosamente lo de ‘a sabiendas’ parece que nadie elige la felicidad, sea lo que sea lo que con este término tan divulgado y maltratado se quiera decir.

Por el contrario, parece que uno piensa que elija lo que elija (aunque sea la mayor de las tonterías que a los demás nos parezca que lo son, o la mayor de las vergüenzas), él tiene que creer que sabe lo que hace, que él es el listo, que él elige, que a él no le engañan, y que por tanto, si elige eso, pues es por eso: porque sabe lo que hace, lo que le conviene, lo que tiene que hacer, lo que para él es bueno. Y sólo gracias a eso se puede desentender de la cuestión de si es mentira, si le mienten, si miente, y todo eso: él está por encima, sabe, sabe lo que hace. Esto es lo que parecía desprenderse salvo lo que ahora, en el primer rato que os deje pasar las voces, tengáis que decirme volviendo sobre ello.

Para que Isabel no tenga que decirnos por tercera vez que la infelicidad tampoco da la sabiduría ni el saber hacer, tratar de hacerlo bueno, porque es que aquí se trataba de que si sacábamos el tema era naturalmente por motivos siempre políticos, de política del pueblo-que-no-existe, porque era precisamente por eso, porque implica la Fe de cada uno en que sabe lo que hace, lo que elige, lo que es bueno, por lo que la felicidad se convierte en un estorbo tan tremendo para hacer cualquier cosa buena. ‘Hacer cualquier cosa buena’ quiere decir hacer algo que no sea hacer lo que está hecho, porque lo que está mandado es esto: que no se haga más que lo que está hecho, es la Ley y el Poder. Y entonces tampoco la infelicidad, tampoco la desgracia sirve nada para eso. Tenemos que asimilar la situación de infelicidad, de desgracia, con la de contentamiento, con la de contento de cómo le van las cosas, como si fueran dos caras de lo mismo más bien que dos cosas contrapuestas.

Efectivamente hay entre nosotros algunos que parece que gustan de atormentarse; gustan de atormentarse, es lo que ya se hizo popular en la comedia de Terencio con el nombre de Heautontimoroumenos, es la comedia del que se atormenta a sí mismo. Y entonces, cuando uno considera (cuando uno que no es de los nada masoquista ni nada de eso), cuando considera este especial gusto de algunos por atormentarse, él no sólo lo considera, sino que incluso puede compadecerlo, se olvida necesariamente de lo que son las cosas que a él le gustan, como si hubiera una gran diferencia: compadece a uno que se atormenta y no se compadece a sí mismo que se contenta comprando las miserias que el Dinero puede venderle, por ejemplo, o que no se atormenta poniendo las mismas caras de contento que ve que pone la gente en la tele. Evidentemente tan miserable, tan digno de compasión, es lo uno como lo otro, las dos cosas vienen a reducirse a esto: de [que] la cuestión se plantea precisamente con respecto a uno mismo, es una cuestión esencialmente privada, y cuando aquí nos estamos dedicando a intentar a hacer algo de veras público, es decir, algo donde pueda hablar la voz del pueblo-que-no-existe a través de y a pesar de las personas de cada uno, a pesar de la idiocia personal que nos costituye y contra la que luchamos, entonces tenemos que ver que cualquier intento de hacer algo contra el Poder, el Régimen, la mentira, la Fe, que es a lo que aquí estamos cada día, tiene que pasar por esto, por el desentenderse de uno mismo, de lo que uno crea, de lo que uno elija, de lo que uno crea que manda, en su vida, en sus actividades y en todo lo demás, si no, todo queda reducido a esa privacía que al Poder, y especialmente a la Democracia, le gusta tanto: que cada uno sea dueño de su ámbito, de su ámbito privado, que haga lo que le parezca. Como decían antaño en los pueblos “Cada uno en su casa cuernos asa”, ése era uno de los dichos que recogí en tiempos. Pues ésa es la privacía que al Poder le gusta, porque efectivamente gracias a reducir la cuestión a uno y a su vida privada, y a lo que él sabe, y a lo que él quiere, y a lo que él manda, se consigue que nadie haga nunca nada.

Vamos a aclararnos un momento esto de ‘hacer algo que no sea hacer lo que está hecho’: esto de hacer algo bueno contra la evidente mentira en que el Poder se sustenta no es una cosa que uno pueda hacer, esto aquí mismo lo habréis oído decir todos mil veces: que uno no puede hacer nada: uno, en cuanto uno, no es más que un súbdito del Estado y un cliente del Capital, dispuesto siempre a tragar lo que le cuentan por los Medios, dispuesto a comprar lo que le venden, como si el Dinero pudiera vender alguna otra cosa que no estuviera ya reducida al Dinero previamente. Gracias a eso el Poder trata de sostenerse, gracias a ese engaño. Si algo bueno puede hacerse, si se puede hacer algo contra esta mentira, contra el Poder, eso no lo hace uno, le pasa o no le pasa. Le pasa o no le pasa y si le pasa y se da que algo de eso suceda, es, ya sabéis, como siempre, gracias a que nunca uno está del todo hecho, nunca es del todo el que es, y es por esas rendijas por donde puede a uno colársele hacer algo que no sea lo que está mandado, a través de uno, en contra de uno.

Eso es lo que convenía recordar respecto al asunto, y con este recordatorio os paso un rato las voces antes de pasar a otra cosa, porque lo que estoy deseando es pasar a otra cosa, nos hemos dedicado demasiao tiempo a este tipo de cosa que somos los humanos. Este tipo de cosa que somos los humanos y que, como aquí hemos denunciado, creo que con claridad, más de una vez, no somos en verdad más que una cosa, una clase de cosas entre las otras clases de cosas y que el que nos parezcamos la clase por escelencia, lo primero, se debe a una especie de patriotismo, humanismo patriótico, un patriotismo que es tan falso como todos los demás.

Tengo ganas, pués, de pasar a otras cosas. Ya que me he acordado del Heautontimoroumenos de Terencio, es ahí donde está ese verso que se ha hecho multifamoso del Homo sum, nihil alienum a me–... nihil humanum a me alienum puto. Todos lo habéis oído mil veces: “Soy hombre, nada humano me es ajeno”. Eso puede cambiar, se podía cambiar lo mismo diciendo animal sum, nil animale alienum puto, por ejemplo, “Soy animal, nada animal me es ajeno”. Y, en fin, de la manera que aquí deseo: res sum… res sum, nil rerum a me alienum puto, “Soy cosa…” (no se puede pasar más allá), “Soy cosa y nada de las cosas me es ajeno”. 

Esto contra el humanismo como una especie de azote, de repaso y de recordatorio, pero antes de volver a las cosas, como os digo, me paro un rato para recoger respecto a lo que quede de lo anterior que se ha suscitado en torno a ‘la felicidad del idiota’, cualquier cosa que entre tanto se os haya podido ocurrir. Así que, adelante. Uno…

    - ¿Puedo hacer una pregunta? ¿Qué relación consideras que hay entre lo que… cuando hablamos de la…?

    AGC -  ¿“Entre”?

    - Entre la satisfacción personal y la felicidad.

    - No se oye. No se oye.

    - Que ¿qué relación ves tú que existe entre lo que cuando hablamos de la satisfacción personal y la felicidad? Son cosas distintas.

    AGC -  ¿Son cosas distintas?

    - Yo no sé. Yo no sé si están…

    AGC -  ¿Tú crees o no?

    -   Van un poco parecidas.

    AGC -  ¿Eh?, pero ¿crees que son distintas o no?

    - Exactamente no es igual, pero algo parecido sí que es.

    AGC -  Ya. La que te venden por la televisión, ¿pa dónde cae?

    - Ésa no es satisfacción personal.

    AGC -  ¿Eh? ¿Eh?

    - No considero yo que sea satisfacción personal.

    AGC -  No, ésa que te venden por la televisión ¿pa dónde cae?, ¿para satisfacción personal o para otro tipo de felicidad?

    - Para ninguna.

    AGC - ¿Eh?

    - Para ninguna. Es un engaño.

    AGC -  Yo creo que está claro según lo has dicho: es la satisfacción personal. Después de lo que hemos dicho de cómo al Régimen y a la Democracia le gusta el individuo personal, pues está claro que, en cuanto a lo que te venden, no cabe duda ¿no?

    - Yo no veo diferencia entre satisfacción personal y felicidad. De hecho es algo que estos días lo hablamos, pero me parece a mí que igual que hay otras cosas que se puede decir que están utilizadas por el Poder de mala manera, yo, eso de la felicidad, a mí me parece un invento directamente del Poder, yo no entiendo que haya felicidad. O sea, que en ese sentido yo no lo podría separar de la satisfacción personal

    AGC -  ¿“No lo podrías…”?

    - Separar.

    AGC -  Sino que piensas que hay otra cosa que merecería llamarse felicidad.

    - No, no, al revés: que felicidad es eso.

    AGC -  Que no lo puedes separar. Que no lo puedes separar de la felicidad.

    - Eso, eso es lo que digo. Sí, sí, sí.

    AGC - Eso sí, claro. En cuanto estamos en la Realidad, yo creo que es inseparable. Lo que se llama (y se vende) ‘felicidad’ se refiere, como he estao tratando de mostraros, a la persona, al individuo personal que cree que sabe lo que le gusta, no se le ocurre que lo que le gusta es lo que le han mandado que le guste, porque eso le perturbaría mucho: él cree que sabe lo que le gusta, y por tanto que sabe lo que compra, y que sabe lo que vende, y todo eso. De manera que eso claramente reduce la cuestión. Que luego la felicidad tenga de por sí, la palabra ‘felicidad’, en una lengua como la nuestra o semejantes (semejantes como happyness,  cualquiera) tenga una especie de capacidad de sugerencia de otra cosa que fuera felicidad de verdad, eso nos saca sin más de la Realidad (sobre eso volveremos ahora), puede que lo haya, puede que lo haya, pero desde luego no en este mundo, queriendo ‘este mundo’ decir lo que llamamos Realidad costituida por el Poder y que sostiene al Poder: la Realidad de las ideas y los ideales. ¿Alguien más que se le ocurran cosas respecto al asunto antes de seguir? Sí.

    - He preguntado aquí, Agustín…

    AGC -  Perdón, no sé quién de los dos.

    - …Llevo aquí un rato.

    - ¡Ah!, sí, estaba ella antes.

    - Que digo yo que es que el término felicidad es un término costantemente prostituido, o sea, que es que es lo más asociao que se siente a ‘Cumpleaños feliz’, es decir, que casi siempre tiene relación con la fatalidad de tener que asumir el Tiempo y la muerte. Eso es fundamental para el término felicidad…

    AGC -  Sí, señor.

    - …En cambio hay otros términos, como es la alegría o la dicha y la desdicha, que son mucho más honrados, más decentes. Por lo menos cuando uno dice… dice de alguien que es un desdichado o ¡qué desgracia!, así, admirativamente, o ¡ay, de mí!, o ¡ay me!, sencillamente la hay, eso está más en relación...

    AGC -  ¿Cómo?, ¿cómo?, ¿“hay o sencillamente…”?

    - ¡Ay, me! o ¡ay, de mi!, cuando es la desgracia, cuando la relación entre desgracia, que tiene algo que ver que no es ni la satisfacción ni la insatisfacción, que es el hecho de haber sido tocado por la desgracia, por la desgracia y por lo tanto también por la alegría o por el grano de alegría, un mar de olvido…

    AGC -  Sí, también, también.

    - … que decía Don Antonio Machado “un grano de alegría, un mar de olvido”. Hay que salvar eso porque…, no salvar, es que decir que eso no tiene que ver con la felicidad.

    AGC -  Si a alguien le parece que le viene un ataque de felicidad, puede decir también “¡Ay, de mí!”. “¡Ay, de mí!”, lo mismo…

    - No, no. No. No, no. Pero vamos a ver: no hagas bromas, te estoy hablando en serio.

    AGC -  No, no, está bien, está bien. No consiste más que a útilmente completar algo de lo que decíamos. Efectivamente eso es, y las otras palabras que has citado, como alegría y otras, efectivamente lo que se puede decir es que parece que se escapan algo mejor del uso impuesto por el Poder, se escapan algo mejor, no se usan tanto, es lo mejor que se puede decir. Ya recordáis que ninguna palabra de la lengua corriente siquiera puede decirse que sea verdadera, pero hay unas más serviles que otras, y la palabra ‘felicidad’, o algún sinónimo, se ha convertido por eso en un gran estorbo para hacer algo, para que suceda algo.

    - Pero es que no he terminao de hablar…

    AGC -  ¡Ah!

    - …Es que no solamente es la cuestión del término lingüístico, es también la cuestión de la sensación, del sentimiento: de alguna manera la felicidad es un estado, quieras que no, es un estado, es una cosa como… como se es feliz, no se es feliz, se está feliz, no se está feliz, en cambio que el acontecer de la alegría o de la desgracia (a no ser que sea uno un desgraciao pa tó la vida, que también puede ser) es como algo que te viene impuesto no se sabe por qué, por un azar estraño, por un azar estraño…

    AGC -  Sí, bueno. Perdona, no…

    - …entonces esta separación hay que distinguirla: que una depende de la estancia…

    AGC -  …no vamos a…

    - …es una estancia, es una permanencia y lo otro es un ir y venir, una ola.

    AGC -  No tiene mucha pertinencia, perdona, Isabel, no podemos distraernos…

    - Es que hay que distinguir, hay que haber grados en los vocablos…

    AGC - …Todo eso es cuestión, aunque tú no lo creas, todo eso es cuestión de términos lingüísticos y de usos correspondientes. No te creas…

    - …Y en los sentimientos sobre todo hay grados.

    AGC -  …No te creas que hay en la Realidad nada fuera de eso. Que la felicidad tienda a aplicarse más bien a estados que a momentos, puede ser, pero es una cuestión del uso idiomático del término y de uno respecto a los otros. No te creas que hay en la Realidad nada que esté fuera, ni sensaciones ni sentimientos creídos,…

    - Pero estamos hablando del término felicidad ¿sí o no?, ¿de qué estamos hablando?

    AGC -  …del uso de los términos lingüísticos y la semántica que el Poder impone sobre ellos en un idioma, la única diferencia es que algunos significados se prestan más al descarrío y otros se prestan más a la sumisión. Y, bueno, eso es apreciable, pero, vamos, no merece la pena pararse mucho más en ello.

    - Yo, vamos, respecto a este asunto yo tengo que decir que hace ocho días no estuve, no estuve presente, entonces no sé, claro, evidentemente lo que se habló. De todos modos, este… nos salía a la palestra esto de la felicidad de los estúpidos, que ha sido como has empezado diciendo tú, uno no sé por qué piensa inmediatamente en el dictamen del Eclesiastés, de “A mayor sabiduría, mayor infelicidad”, o algo así, algo parecido. A mí me da la impresión, así, a bote pronto, que lo aproximativamente verdadero desde luego no está ahí, en lo literal…

    AGC -  ¿ “Lo aproximativamente verdadero…”?

    - No está en algo que se acerque al dictamen del Eclesiastés que se ha comentao desde todos los puntos de vista desde hace siglos y desde todas las perspectivas y todo ese asunto, pero desde luego tampoco en lo contrario. Porque si uno mira así en torno a lo que se llama Sociedad o Realidad, tú lo llamas Realidad, pues la gradación es muy extensa ¿no? Quiero decir que…

    AGC -  Sí, no creas que…

    - …no parece que el estúpido sea…

    AGC -  …No creas que es esactamente la misma cuestión, ¿eh?, que ésa que sacas…

    - Que aquí no sé lo que se habló, por eso digo que…

    AGC - …que ésa que aparece en la fórmula del Eclesiastés “la sabiduría da infelicidad”. Bueno, ya que lo has sacao tengo que recordarla: si os molestáis en leer, aunque sea mi edición de Don Sem Tob, la introducción que el amanuense del manuscrito M ha hecho a las glosas de sabiduría de Don Sem Tob, justamente se funda en la frase ésa, se dedica a la frase ésa, y trata naturalmente de rebatir lo de que “la sabiduría da infelicidad” por todos los medios que puede, y acaba presentando ejemplos bastante curiosos, como por ejemplo: el que tiene que contar monedas, esto evidentemente es un trabajo, pero en la medida en que las está contando para aumentar su caudal y para provecho propio y saber lo que tiene, ese trabajo queda compensado y es una alegría. Aunque parezca un poco desvergonzado y un poco exagerado, pero la cosa va por ahí. Efectivamente es una opinión o actitud bastante estendida: eso de dedicarse a averiguar mucho, eso de dedicarse a querer saber, arrastra consigo tormentos, infelicidad, que viene a convertirlo a uno más o menos en un heautòn timoroúmenos, pero si cualquier cosa de esas penas, de esos trabajos que se toma uno, son para su provecho personal, entonces naturalmente ya la sabiduría no estorba.

O sea, que, sin que yo lo hubiera pensado, nos viene a dar la otra cara de lo que antes estaba en resumen concluyendo: está claro que el que dice que elije la felicidad a sabiendas de que es mentira, miente: él cree que sabe lo que es bueno, que sabe lo que le gusta, y para hacer algo que no sea hacer lo que ya está hecho y cumplir todas estas leyes que estamos recordando, uno personalmente no sirve, eso está claro. De manera que si algo hace fuera de las leyes, una sabiduría que no esté sometida de esa manera a contar Dinero, sino que sea una sabiduría desmandada, una acción que no sea la repetición de las acciones cotidianas, sino algo que atenta contra ese Orden mismo y contra el Régimen, eso es algo que le puede pasar a uno a través de uno y contra uno, o no pasarle, y que no tiene que ver nada con la cuestión. Esto nos viene a presentar la otra cara de lo mismo, salvo algunas cosas más que digáis…

    - Perdona: ahí el tema de lo prohibido, que a veces dice “lo prohibido es atractivo”, ¿no?, o llamativo, o se atreve uno a lanzarse a eso, a lo prohibido, ¿no?

    AGC -  Sí. Eso es muy oportuno porque a los desesperaos (y naturalmente todo el mundo estamos más o menos desesperaos, aunque no nos lo confesemos), a los deseperaos y que ven por el camino que por el camino de buscar lo que le venden como bueno no consigue ni felicidad ni alegría ni placer ni nada, acaba por deducir una regla contraria: que es que lo bueno justamente es lo que está prohibido, y con buena razón, y busca justamente su placer no directamente en la cosa que se dedica él a buscar sino en la prohibición que sabe que reina. Esto es muy común, y has hecho bien en sacarlo, y todos lo reconocéis. Efectivamente es así dentro de la Realidad. En cuestión, por ejemplo, de una relación amorosa, de un trato, cualquiera, por poco desesperao que esté, se da cuenta de que hacerlo, recibirlo y aceptarlo como está mandado no lleva a ningún paraíso; no lleva a ningún paraíso la domesticación; la domesticación de los placeres amorosos se le hace evidente, y, al mismo tiempo que esto se le hace evidente, surge en él la tentación contraria de pensar que en cambio lo que no le han mandado, lo que está prohibido, eso sí que puede darle de verdad un placer, un placer verdadero ¿no? Eso es lo que hace doblemente difícil desentenderse de la cuestión de uno metida en eso del placer, la alegría o la felicidad, porque efectivamente uno puede engañarse por los dos caminos, naturalmente se engaña: porque lo mismo si mansamente aceptas que te den… disfrutar como amor de lo que la televisión te manda que tengas como amor, que si por el contrario piensas que es justamente lo que está prohibido y mal visto lo que te va a dar la felicidad, en cualquiera de los dos casos estás teniendo en cuenta la Ley, del revés o del derechas, pero los dos casos están teniendo en cuenta la Ley, y por tanto ya no estamos haciendo nada ni fuera ni contra la Realidad, que es de lo que se trataba: uno cree en cuestiones de amor, como en las demás. Sabed que uno no puede hacer nada, que si acepta los términos de lo que está mandado por las Leyes y las costumbres, cualquier resto de amor se le ha perdido; si se dedica a contentarse con el gusto de contravenir la Ley, de hacer justamente lo que está prohibido, pues lo mismo: está perdido, tiene que aprender a saber eso: que lo bueno, el amor, la felicidad, no son de este mundo, y ‘este mundo’  quiere decir el que está costituido por los significados de las palabras en las que se nos hace creer. Sí.

    - A ver, muy brevemente: es que cuando has dicho esto de ‘lo prohibido’ no sé si hemos pensao alguna vez (yo creo que todo el mundo sí, ¿no?, o intuitivamente por lo menos) cómo a medida que los tiempos son ( como tú llamas) ‘progresistas y progresados’, ya casi no va quedando nada que esté prohibido: todo, incluso lo más estúpido, lo más aberrante, lo más repulsivo, lo más nauseabundo, lo más esclavo, eso está dentro de la Ley y se hace propaganda de ello. Una anécdota: me contaba el otro día un conocido (es un poco fuerte, entre comillas, []) me decía cómo en una estadía suya en San Francisco, en California, hace cuatro o cinco inviernos, vio y la prensa, así llamada en los Medios gays, decía en castellano castizo “maricones” (que es políticamente muy incorrecto, te miran mal si dices esta palabra), parece ser que se ha puesto de moda allí el que parejas gays se paseen por las aceras, por las calles públicas, donde uno lleva con un collar de perro atado al cuello al otro, con una correa de perro y collar de perro. Y la prensa homosexual ensalza esto como la relación ideal. Nos puede parecer muy desvergonzado y escandaloso pero es un ejemplo. Otro ejemplo que se me ocurre por abajo (no sé si habréis visto, a mí esto me hace mucha gracia, porque me parece muy gracioso): se ha visto en unos anuncios en televisión española donde haciendo propaganda de una cadena de supermercaos, se llama Media Markt, Media Markt (eso de Grandes Superficies), entonces se ve… manda las ofertas, que ahí se compra muy bien, que es todo muy barato y muy bueno, y tal, y al final se oye una voz que dice “¡Yo no soy tonto!”, con un…, que es lo que me hace gracia, con un tono de subnormal profundo “¡Yo no soy tonto!” (no sé si lo habéis visto), Media Markt, y dice “¡Yo no soy tonto!”, o sea, “voy a Media Markt”, “voy allí, no soy tonto”. Entonces, claro, los dos extremos yo creo que se tocan, no sé si me explico.

    AGC -  Sí. Lo que no veo muy bien es cómo esto liga con lo que anunciaba respecto a que…

    - A mí tampoco me queda claro, pero…

    AGC -  …va quedando muy poco de prohibido. Son…

    - ¿Por qué dice “¡Yo no soy tonto!”?, cuéntanos, Agustín.

    - Pero lo habéis oído.

    - No, no, pero que estoy preguntándole al maestro, ¿por qué dice…?, ¿por qué dice “Yo no soy tonto”?

    AGC -  Por lo mismo que acabo yo de esplicar antes.

    - No, no, ¿por qué lo dice él?, no que tú lo dices.

    AGC -  Porque el idiota tiene que creer que él sabe, que a él no lo engañan. De manera que justamente cuando le están engañando con el anuncio…

    - Porque ahí es más barato que en otro, porque no va a pagar doble por lo que le dan por sencillo.

    AGC -  …cuando le están engañando con el anuncio, es naturalmente como la firma la declaración de “¡A mí no me engañan!”, pero está claro…

    - En relación a los precios de otras empresas.

    AGC - …“¡A mí no me engañan!”, es decir, que si me lo trago es porque quiero ¿eh?, si me trago eso que me están vendiendo es porque quiero. Pero, bueno, nos ha desviao mucho, lo siento. En cuanto a que con el progreso del Régimen la prohibición de alguna manera disminuye en general, decid lo que os parezca a cualquiera, yo desde luego no me lo creo. Yo no me lo creo, justamente lo de la admisión de la pareja homosexual no es más que un triunfo contra el amor lo mismo que el antiguo, es decir, la reducción a la pareja. No hace falta que se llegue a los estremos de la cadena, pero es lo mismo. Lo importante es que en lugar de haberse prohibido para nada menos con eso, al contrario, se ha conseguido una sumisión mayor: mientras andaban sueltos los maricones, a lo mejor podían molestar un poco, pero, amigo, si se reducen como todo Cristo a la pareja y a todo eso, ya no, entonces ya no se les…, se pueden admitir y en eso ya calculáis vosotros quién ha ganado y quién ha perdido, no es nada difícil de calcular. En general de lo que se trata es eso de que como no estamos bien hechos del todo siempre hay peligro de que se nos pueda escapar no sólo un poco de sabiduría descubridora de la mentira, sino que se nos pueda escapar un poco de amor libre, común, porque no estamos bien hechos del todo. Y se nos puede escapar algo de eso que no sé, como un amor que no se contenta ni con someterse a la pareja o los módulos que el Poder le impone ni tampoco se contenta con dedicarse a infringir la Ley y a practicar lo prohibido. Siempre se puede escapar algo porque no estamos bien hechos del todo, y entonces naturalmente eso es lo que de verdad se prohíbe, lo que se trata de coartar por todos los medios, y con el progreso lo que cambian son las maneras de la sumisión. En principio cambian para peor siempre, es decir, ellos tratan de asegurar cada vez más que no pueda pasar nada que no sea lo previsto. Éste es el miedo de Dios, por decirlo así, el miedo que acosa costantemente al Poder, al Capital. Siempre hay una amenaza de que pueda pasar algo imprevisto y todo el progreso del Régimen no consiste más que en procurar medios que eviten ese peligro, sea como sea. ¿Qué más por ahí?

    - Pues yo quería una pregunta respecto a lo que has dicho antes de… cuando has citado lo de “Nada humano me es ajeno”. Recuerdo que el Banco de Santander, hace unos años era el slogan que tenía “Nada humano nos es ajeno, Banco de Santander”. Entonces de alguna manera si asociamos Banco con Dinero, porque es lo que es un Banco, y teniendo en cuenta que el Dinero es la cosa de todas las cosas, yo empiezo a pensar que la relación ahí está más clara entre lo de humano y Dinero, pero visto como cosa de… como la imposibilidad de… o sea, de que incluso como cosa de todas las cosas no tenemos la liberación ésa de típicamente… Tú dices “el humanismo es un patriotismo” ¿no? Es que ahí, incluso desde el punto de vista de la cosa de todas las cosas, resulta que esa cosa de todas las cosas también es lo humano, entonces no hay salida también, no hay salida.

    AGC -  Perdona, Isabel, te has armao un lío, déjalo, no insistas más…

    - No, no, pero estás tú para esplicarlo.

    AGC -  …Bueno, no insistas más. Claro, por hablar, a veces, se arma un lío. Que…

    - No, no, es que esa relación a mí me resulta muy liosa.

    AGC -  …Que la Banca utilice el Homo sum no es nada sorprendente, otras veces, ya sabéis que en vez de emplear ‘el hombre’ emplea ‘a ti’, dice “Tu interés es nuestro interés”. Ésta es una vieja ya: “Tu interés es nuestro interés”. Da lo mismo, son cosas que no pueden estrañarnos para nada que la Banca las emplee y tal vez no merece la pena detenerse mucho en ello. ¿Qué más? Sí.

    - Pero ¿cómo le vamos a llamar al Dinero “cosa de todas las cosas” o “ens realissimum”, cuando en realidad tú estás haciendo un canto a que el hombre sea una cosa?

    AGC -  Para dentro de un rato.

    - No, pero eso es importante, es una contradicción.

    AGC -  No: para dentro de un rato, si me permites. Para dentro de un rato.

    - Bueno, pues dentro de un rato.

    - Quería decir que lo malo también es que eso de que se hace lo que se quiere porque uno sabe y entiende y es listo y todo eso, eso está como también funcionando como ideología o algo así, como justificación, que aunque la gente esté dando tumbos o de acá para allá, o haciendo cosas que ya uno no sabe ni por qué ni de dónde ni quién les manda, pues se justifica como que eso lo ha elegido todo el mundo: si viene gente de, yo no sé, del África o vienen de… dicen “No, es porque quieren, es porque saben lo que hacen”. Entonces eso funciona como que pasan de ti, aunque crean que no saben lo que hacen…

    AGC -  Sí, es la idea central de la Democracia, que confía en que cada uno sabe lo que hace, porque el Régimen que hoy padecemos consiste en eso, el primer artículo de Fe es ése: que cada uno sabe lo que hace. Nosotros aquí lo que decimos es (empleando el término ‘idiota’ que, como sabéis, en origen quiere decir el simple, ‘particular’, por oposición al hombre público, y luego ha tomado el sentido que ha tomado), es preciso… es preciso que uno sea idiota para obedecer, para ser feliz en este mundo, para trepar, para ganar dinero, pero es preciso al mismo tiempo que no se dé cuenta, que esté esa Fe, que antes he sacado sobre todo, de creer que él sabe lo que hace ¿eh? De manera que eso es lo que salvaguarda todas las idioteces de la denuncia: es idiota, uno es idiota, pero lo importante es que no se dé cuenta; que no se dé cuenta porque sólo así las cosas [le vienen] y para no darse cuenta está la Fe. La Fe cuyo primer artículo es éste de la Democracia “Cada uno sabe lo que hace”. Bueno, si no salen más… ¡Ah!, sí.

    - Sí, yo. Es que estos días (a ver si me sé explicar), estos días me vino algo a la cabeza. Más que la actitud, o como se le pueda llamar, del idiota feliz, a mí me interesa la que se pudiese considerar como contraria ¿no?, como opuesta a ese idiota feliz, que sería de alguna manera quién se cuestiona ¿no?, y ahí sí que es cuando yo me empiezo a encontrar un montón de problemas ¿no? 

    AGC -  A ver.

    - Por ejemplo, pues a veces encuentro que entre quienes se cuestionan o nos cuestionamos, pues hay también una predisposición a la queja, a una especie de discurso que a mí me suele aburrir muchísimo y cansar ya antes de empezar ¿no? O sea, como que decimos, pues nos venden… intentan vender un auto y vemos la mentira que hay en ello, pero una vez descubierta esa mentira después ya el auto pasa a ser malo y después estamos ya quejándonos del auto cada vez que lo vemos ¿no? Y a mí eso me resulta como actitud, pues tan molesta o más que la del feliz o…

    - Que el auto. Y coger el auto, y coger un taxi.

    AGC -  ¿Estabas el otro día, el último día cuando este muchacho que hoy no ha venido…?

    - Sí. Tal vez eso también me lo trajo un poco…

    AGC -  Cuando nos soltó aquel discurso que traía preparado, y entonces, después de haberle estado escuchando, pues lo que le dije fue eso: que cualquier protesta, cualquier despotricación, cualquier maldición, cualquier ‘me toca los cojones’, cualquier insulto, cualquier blasfemia, se presta a convertirse en una política de la denuncia, de la protesta, a convertirse en una filosofía de la negación, y por tanto lo primero que se nota es lo que has dicho: el aburrimiento. Mientras el NO y el descubrimiento de las mentiras se está produciendo no hay nadie que se aburra -no hay nadie que se aburra-, ahora, si eso ya se convierte en algo, como has dicho, consabido, con sus términos, ya los términos de la protesta acuñados, repetidos, si eso se hace una filosofía, una doctrina, pues inmediatamente la señal de sumisión es ésa: inmediatamente aburre. El aburrimiento es muy importante, el aburrimiento es como la aparición más inmediata que tenemos de la condena a muerte, no se le puede nunca despreciar como síntoma. Por eso aquí en la tertulia nunca nos aburrimos, por si acaso. ¿Tenías algo más?

    - Yo sí, yo tenía algo más.

    - No, bueno, también por el caso… también hoy, pues bajé al supermecao y me acordé de la cuestión, porque resulta que hay dos supermercaos enfrente de mi casa y en uno, pues entras y es una cosa que se ve a las chicas que están allí como, bueno, muy amargadas y muy descontentas y muy mal, es todo como muy gris, y el supermercado de al…

    AGC -  Las dependientas ¿dices?

    - Sí. Y en el de al lao, pues hay unas chicas que, que… o algunas de ellas vienen como del Caribe, no sé de qué isla exactamente, y los demás pues se dejan contagiar. Y tienen una alegría y están allí sirviendo, en las cajas y con gracias entre unos y otros… Y no lo sé, pues supongo que también estarán contentas porque tienen un trabajo, pero a mí me fascina verlas ¿no? Y yo creo que…

    AGC -  ¿Qué te hacía pensar esa comparación?

    - Pues que no sé dónde ubicarlas desde luego. Desde luego no me parece que se cuestionen las cosas, pero me parece que es admirable y tampoco las puedo ver ni mucho menos idiotas ¿no?

    - ¿Y algún día eliges el de las tristes?

    - ¿Eh?

    - ¿Algún día eliges el de las tristes?

    - No.

    - Pues igual por eso están tristes, ¡joder!, no vas…

    AGC -  ¿Tú crees que al cabo de un año estarán como las primeras o no?

    - No, no.

    - No, no. Llevan mucho tiempo ya.

    AGC -  Claro, un año a lo mejor sí.

    - Y claro que se contarán cosas y tal, pero el carácter y el pasárselo bien está por encima de eso.

    - Sí, es una alegría que no… no sé.

    - Se agradece.

    AGC -  ¿Qué piensas?, ¿qué pensáis respecto a esa comparación? Es interesante.

    - Juegan, juegan. Pues sí, una capacidad de juego que se tiene.

    - Sí, pero eso yo…, por ejemplo en Brasil: en Brasil es típico en ciertas zonas, no en todas, es verdad, llegas a un sitio y  “¿Qué quieres?, mi amor”, con una sonrisa…

    AGC -  ¿Cómo?

    - “¿Qué quieres?, mi amor”. “O que você quer?, meu amor”, con una sonrisa que es que dices “Dame el teléfono”, ¿no? Claro, cuando ya te lo dicen diez veces, pues ya dices “Esto no es lo que parece”, ¿no?

    AGC -  No, no, pero es que la sensación de Penélope me parece que era de que tenían, en comparación con las otras, desde luego verdadera alegría.

    - Sí, no, que se ve alegría, se ve sonrisas, se ve ganas de estar con gente, de contarse cosas. No sé, quizás es un poco de la…

    - Claro, pero esto, Agustín, de verlo desde fuera y lo del idiota feliz, claro, yo es que había pensado algo parecido también: parece que de lo que estábamos hablando un poco es de las justificaciones. Claro, si alguien justifica la felicidad, sí puedes decirle “Éste es idiota”, o lo puedes pensar ¿no?, pero porque es injustificable porque cuando se dice desaparece, porque no se sabe qué es, por muchas cosas ¿no?, pero cuando ves a alguien disfrutando o feliz atreverte a decir “Éste es idiota” hay como un salto: cuando tú lo ves desde fuera lo dudas ¿no?

    AGC -  Hombre, es que intervenir en lo que sea dentro de la Realidad sabiendo que con eso no vas a hacer ninguna política, la verdad es que es una cosa de la que uno normalmente se retrae. Lo mismo de cortarle a uno la alegría ésa que de sujetarlo si va a suicidarse, da igual. Cualquier intervención cuesta…

    - Pero ¿cómo haces esas comparaciones?

    AGC - …Cualquier intervención cuesta mucho, hay algo…

    - ¿Es lo mismo sujetar al tío que se va a tirar por el acueducto que pararle la carcajada?, hombre, por favor.

    AGC -  …hay algo que a uno le retiene de la intervención en general, si es sensato, si es medianamente sensible, porque siente que ¿qué se va a hacer tratando de arreglar aquello poco cuando eso no va a montar ni a poco ni mucho en cuanto a la desgracia común en que se vive? Uno no tiene muchas…

    - Que si se quiere lo otro, está la otra tienda ¿eh?

    - La libertad de elección.

    - A mí esto me estaba recordando…

    AGC -  Perdón, un momento. Efectivamente no es esto como creerse, como el Régimen cree, en eso de la libertad de cada uno de hacer como quiera y comportarse como quiera ¿no?, es simplemente pues un sentimiento eso de sensación de que quién es uno para intervenir en algo que está tan lioso y que por más que se haga no va a cambiar nada importante ¿no? Uno tiende a dejarse… hombre, dejar reír a esas chicas y no ir a contarles ningún cuento parece claro que es que eso…, pero a mí incluso cuando alguno de los amigos, de los locos, me hablan de irse a putas y de cómo se lo pasan bien o mal, la verdad es que ni siquiera ahí me atrevo a intervenir mucho…

    - Pero no es lo mismo, Agustín. Pero ¿cómo…?

    AGC -  …le digo “¡Pichs!”, procuro tomarme el cuento que me cuenten como algo más bien indiferente, como si diera igual, y eso ya sería mucho más fácil intervenir, eso ya se parece a lo de intervenir para librarle a uno del suicidio, ya se va acercando. De manera que conviene plantear en todos los tipos el… en todos los tramos esto de la intervención en la conducta ajena. Por otra parte uno tampoco puede reprimirse del todo de intervenir, eso ya lo sabemos: uno piense lo que piense está interviniendo siempre cuando una cosa o le molesta o le gusta mucho, pero…

    - ¿Daría vergüenza alegrarse en una situación como ésa?

    - Es que la cuestión…

    - ¿Daría vergüenza alegrarse en una situación como ésa?

    AGC -  Sí. Sensación de inutilidad, no sé. Bueno, está bien, se alegran, las otras están tristes…

    - Más alto, por favor, no se oye.

    AGC -  ¿Qué?

    - Lo del sabio que hablamos hace muchas tertulias y que al final, ahora lo estaba pensando y no recuerdo ni siquiera cómo quedó, que salió hace bastante, de ¿qué hace el sabio ante la desgracia?, estuvimos dándole vueltas, ¿no recuerdas?, ¿qué hace el sabio ante la desgracia? Que sí ¿qué hace el sabio ante la desgracia, cuando se encontraba con la desgracia en general?, y que no conseguí saber qué hacía y ahora me parece lo mismo también.

    AGC -  Pues eso. Es esa situación, sí. Esa situación. Normalmente uno no puede reprimirse de intervenir, por otra parte tiene vergüenza de intervenir o le parece inútil, y la verdad es que haga lo que haga, no importa mucho. Porque aquí lo que importa es hacer algo contra el Poder, lo que estamos haciendo aquí, lo demás no importa nada, son reglas de conducta; reglas de conducta para vérselas con un tipo de reacción o con otro, ¿no?,  la cosa no monta mucho. No monta mucho. Ni la tristeza de las dependientas primeras ni la alegría de las chicas éstas del Caribe descubre nada con respecto a la cuestión de la mentira, del Poder, de la felicidad y de todo lo demás.

    - A mí me recordaba esta situación…, bueno, yo hace unos años que me fui a estudiar a Londres y estuve haciendo unos trabajos, pues que eran también tremendos, de limpiar váteres y, bueno, tremendo ¿no?, y entonces esa situación si me hubiera tocado aquí, es decir, que me lo hubiera creído más como mi destino o mi vida, o tal, pues a lo mejor me hubiera amargado más, pero el hecho de estar viviendo algo que era sorprendente, que era verme allí haciendo algo que no me hubiera imaginado nunca en la vida de hacer, pues tenía algo como gracioso incluso, de verte… de sorprenderte a ti haciendo algo que no te terminabas de creer. Entonces yo creo que a lo mejor esto puede ser lo que les permite a esas chicas tener esa alegría de estar viviendo… realmente no viven esa condición de trabajadoras del supermercado.

    - No, no, porque yo he visto gente, barrenderos españoles y gente así que a lo mejor van cogiendo basura por la calle y van como tan contentos. Yo lo que creo que es que esta gente no se cree el cuento de la Realidad, y no se cree el cuento que se les vende, lo que pasa es que no lo saben, y al no saberlo, pues no sé, parece como que les da esa alegría que a otros les falta. Que no lo saben, no saben que no se lo han creído.

    AGC - Siempre hay lo mismo… Por favor. Nos estamos entreteniendo demasiao desde hace un rato, demasiao, demasiao. Siempre en cualquier situación cabe esto que nos dices: nadie está convencido de que está haciendo una idiotez, de que esté sometiéndose a ningún amo, que esté en una situación vergonzosa, nadie se lo cree, uno tiene que seguir creyendo que él hace lo que quiere, y qué suerte tiene de poder hacerlo, y todo eso. Eso ya se sabe, y lo demás son manifestaciones, no sé, muy accidentales, muy mediadas por factores demasiado inmediatos aunque sean como los que tú dices ahora.

    - Yo creo que es que de todas formas…

    AGC -  Estamos… Sí.
   
    - No, lo único que quería decir es que me sorprende, yo cada vez que me encuentro con alegría, o bien en mí o alrededor, siento que eso tiene una fuerza en contra del Poder y de la mentira más grande que… que… no sé. Yo eso lo siento, lo siento de verdad.

    AGC -  Sí, bueno, hay… Sí es…

    - Eso desarma más al enemigo que la queja y las lágrimas.

    - Sí. Aunque no sea cosciente de…

    AGC -  Es muy difícil. Es muy difícil porque evidentemente lo que siente cuando se siente algo de alegría de veras, de la alegría que no respeta nada, que no es una alegría mediada por ninguna condición, esa alegría desde luego es un descubrimiento. Para mí esa alegría es como la sabiduría misma ya en marcha, pero por desgracia las alegrías que normalmente se encuentra uno, pues no rompen tanto ¿no?, porque son alegrías condicionadas, condicionadas siempre por una cierta sumisión y…

    - Pero, Agustín, habría que distinguir, por ejemplo, la sonrisa ésa del líder político que parece tan feliz contándote su programática ideológica en la televisión o sencillamente porque le oyes por la radio y tal, y ves esas espresiones, ese optimismo de Futuro que tienen permanentemente, eso, ya de entrada, sí realmente es una idiotez, pero desde luego un señor que está barriendo la calle, barriendo la calle porque le ha tocao esa desgracia de barrer la calle, pero no tiene conciencia de la desgracia porque es algo mecánico, y mientras que está haciendo algo mecánico puede estar soñando en lo guapa que es su novia, que le va a dar un achuchón dentro de un rato, y se va riendo de eso porque tiene capacidad de desprendimiento de su situación in situ, que es lo que le debe de pasar a las caribeñas éstas...

    AGC -  A uno en general…

    - …y dicen “Yo aquí estoy pagando esto pero dentro de un rato me voy a dar…

    AGC -  A uno en general más bien le gusta que la…

    - Había que distinguir, es que lo estamos mezclando todo.

    AGC -  …más bien le gusta que la gente que se encuentre por ahí más bien le gusta que cante un poco y que esté alegre, pero no por supuesto como para creérselo ¿eh?, simplemente porque uno por contagio, pues muchas veces incluso, pues también se siente un poco animao a cantar y todo eso, nada más. Y no sirve para más. Esto lo veis en el ejemplo (tú alguna vez me has oído en una sesión sobre la risa y el chiste que tuve que dar en Sevilla cómo es la cosa) lo difícil que es distinguir…

    - Mucho más graciosa que esto. Mucho mejor, en Sevilla. Debió de ser por la luna y la lluvia.

    AGC -  …lo difícil que es distinguir entre un chiste que despierta una risa que efectivamente destroza el Orden, amenaza el Orden, de un chiste como los normales que también hacen soltar sus risotadas a unos u otros y que son una miseria. Y que son una miseria y una sumisión, por llevarlo a los casos estremos, ahí se distingue la…

    - No, no, allí sí se distinguen, pero aquí no.

    AGC -  …la alegría de cualesquiera, del que pasa barriendo que, bien, a uno le gusta más bien porque… por contagio, porque está más a gusto, que el hecho de que cuando se siente una alegría, o le parece que se siente alrededor de él una alegría, eso sea una verdadera rotura, un descubrimiento. Difícil distinguir, es una cuestión de sensibilidad, sentimiento.

    - Hombre, pero es que suele pasarle a los desclasados que tienen más facilidad para negarse a sí mismos y para reírse de ellos, y salirse un poco de eso, y, en fin, jugar con ello. Y cuanto más Arriba… cuanto más Arriba, cuanto más Arriba, pues más se lo suelen creer y más serios, más se lo suelen creer y más se tragan a sí mismos.

    AGC -  A la gente en general le gusta que los que andan alrededor, pues más bien se rían y que canten un poco, pero no a todo el mundo, ¿eh?, yo conozco amigos, he tenido amigos ilustres que solamente se encontraban a gusto cuando la gente que veían alrededor tenía fruncido el ceño, y si encontraban una vendedora o un camarero que se ponía simpático, pues eso mismo les daba una repugnancia inmediata y preferían inmediatamente el camarero o la dependienta que le ponía pegas y…

    - Ése es Rafael.

    AGC -  ¿Eh?

    - Ése es Rafael, ¿a que sí?

    - Una cosa que también me estaba acordando…

    - [] de la desgracia.

    - …que me estaba acordando que hace mucho… que antes se oía mucho a la gente silbando mientras hacía cosas, y ahora es muy raro oír…

    - Y cantando.

    - …o cantando y silbando, y es muy raro oír a alguien ahora silbando.

    AGC -  Hoy he visto unos pintores que andaban por mi casa [], vi a uno que efectivamente cantaba, canturreaba muy claramente y me sorprendió porque es infrecuente. Es muy infrecuente, y es infrecuente, entre otras cosas, porque si alguno canta de vez en cuando, fijáos y veréis que lo que canta son algunos restos de los cuplés del tiempo de mi abuela, son los que cantan ¿no? Es decir, hasta tal punto con el progreso se ha hecho que la canción para las masas se convierta en algo tan intragable, tan carente de gracia, de música y de sentido, que la gente ¿cómo va a aprenderlas?, hasta los muchachos y las chicas que hacen de fans no se aprenden nada, no hay nada que aprender ¿no?, y eso dificulta también esa cosa tan agradable de que la gente cante -agradable-, “quien canta su mal espanta” [] las cosas que se dicen. Bueno, me parece que he hecho mal…

    - Agustín, por aquí. Que digo que me da un poco de cosa decirlo con esto último que estamos hablando, pero a mí, es que lo vengo pensando desde hace ya, que esto de la felicidad, pues lo asimilo a lo que estamos hablando de la muerte: es una condena: estamos condenaos, o por lo menos se nos ordena, en el mismo sentido que la muerte, ya desde no sé cuándo, que tenemos que ser felices. Y con esa condena, ni siendo feliz eres feliz.

    AGC -  Bueno. Eso es lo que os he dicho. Efectivamente, que lo he traído estos días aquí porque es un estorbo formidable, para hacer nada que valga la pena, la felicidad. Efectivamente es del mismo orden, porque lo uno y lo otro está fundado en una Fe en el Tiempo, que es el fundamento de la Realidad. La muerte es la...

    - Y además, como la muerte, nunca está aquí.

    AGC -  La muerte nunca está aquí…

    - No: digo la felicidad.

    AGC -  …la muerte siempre futura. Es la que estable-…

    - Pero tampoco estamos condenaos al  valle de lágrimas…

    AGC -  …Es la que…

    - …en lo que nos han metido…

    AGC -  …Es la que establece un tiempo vacío desde aquí hasta la muerte, se establece el Tiempo llamado real, y desde luego la felicidad tal como se vende y compra, como antes se nos apareció también, se refiere al Tiempo y está sometida al Tiempo, no es nada que se salga de ello, salvo que fuera una felicidad de veras que rompiera con todo y que no es de este mundo.

Bueno, os decía que me parece que a lo mejor he hecho mal en dejaros que hablarais tanto acerca todavía de esta cosa que los hombres somos, cuando mi deseo al venir aquí era cortar cuanto antes con ello, ha dao demasiado juego, que nos gusta mucho hablar de nosotros, es una desgracia, por lo cual tal vez debería haber impedido esto: nos gusta tanto la comidilla acerca de la humanidad y de los hombres y de sus maneras, nos parece tan curioso, y es normal por una razón enteramente patriótica y falsa, no hay ningún motivo, nosotros no somos especialmente interesantes para nada, no somos más interesantes que un caracol, que ¡cuidao que es interesante!, si bien se le mira ¿no?, o que cualquier otra cosa por el estilo ¿no? De manera que ¡qué se le va a hacer!

Dejemos ya de distraernos con todo esto de nuestra felicidad y de todo lo que revela de nuestra idiocia y de la incapacidad de uno, como persona, para hacer nada que valga la pena. Si este uno humano lo tomamos como un caso de cosa, simplemente le podemos aplicar lo que ya en otras ocasiones hemos descubierto para las cosas en general -para las cosas en general-. Aunque hoy no nos queda mucho tiempo, pero voy a dejar ya la cosa introducida, introducida en este sentido:

De las cosas no se puede decir verdad, de una cosa no se puede decir verdad, y, volviendo a nuestro caso, de un hombre, de un individuo, tampoco, pero lo importante es lo general: de las cosas no se puede decir verdad, de una cosa no se puede decir verdad, no se acabaría nunca de decir (para los que me acompañan hace tiempo tal vez esto les va a sonar como un recordatorio, pero, bueno, como hay gente nueva), esto es imposible, el que se pueda decir verdad de una cosa, porque las cosas y las clases de cosas se establecen y se distinguen unas de otras por medio de esta operación que se da en las lenguas (por ejemplo en la nuestra, que es la que conocemos), que es la del significado, y hay por un lado una pretensión de que las palabras que usamos, las corrientes, las vulgares y también las científicas, las de las lenguas formales, tienen un significado -un significado-, ‘un significado’ que quiere decir ‘uno fijo y cerrado’, y esto es mentira, esto se descubre enseguida como mentira, ya os lo he mostrado más de una vez.

Si, por ejemplo, decimos “pantera”, o decimos “estrella”, o decimos “barro”, o decimos “nieve”, por emplear términos del lenguaje vulgar, se supone que cada una de esas palabras tiene un significado (no está cerrado), para asegurarnos de que ese significado está, como los lógicos creían, compuesto de un cierto número de notas, pero ‘un número’ de notas, cerrado, no tenéis más que eso de remitiros a la definición de la cosa, que podéis encontrar en uno de vuestros diccionarios (por pedestres y mentirosos y de la Real Academia que todos ellos puedan ser), pero podéis encontrar ahí definiciones para palabras como ésas que he dicho, y evidentemente las definiciones no pueden ser muy largas porque el diccionario tiene una capacidad, pero son todas siempre insatisfactorias para cualquiera que las lea: imagináos que alguien define ‘culebra’, pero imaginaros que alguien define el verbo ‘meter’ o cosas todavía mucho más extremosas, ¿cómo puede darse de eso una definición agotable, terminada? No hace falta que os haga una demostración más detenida, otras veces la he hecho, pero estáis conmigo en que eso no puede ser, y al mismo tiempo se pretende que sí, porque si no, ¿cómo íbamos a manejarnos?, ¿cómo íbamos a hacer diccionarios?, y ¿cómo íbamos a traducir los términos de una lengua a otra ahora que eso es tan necesario, si no contáramos con la cerrazón, la esactitud del término?, que es mentira -que es mentira-.

Por eso no se puede nunca decir verdad de una cosa en el sentido de lo que exigiría una definición. Si hay cosas que se obtienen solamente por definición, como puede pensarse de términos matemáticos, si se obtienen por sola definición, claro, lo de la verdad tiene sentido porque se reduce a la tautología, el volver sobre la definición; si uno se fija, entonces se dice verdad, como en el intento de la Diosa de Parménides, cuando se trata del ideal, el ser, que no quiere decir más que “lo que es lo que es”, entonces naturalmente se puede asegurar que “lo que es lo que es, es lo que es lo que es”. A eso se reduce la cosa. “Lo que es lo que es, es lo que es lo que es” es una predicación que nada más que es remitirse a lo que es, que es el término que consiste en su sola definición.

Pero las palabras corrientes no consisten en su definición, porque no tienen una definición terminable, están por tanto sujetas a salirse por un lado, salirse por el otro, a una especie de inesactitud perpetua, de aproximación siempre insatisfactoria, que naturalmente para el uso corriente, comercial, familiar, suele bastar, para ir tirando. Para ir tirando suele bastar, pero ¿dónde está la verdad? Esto de ir tirando y para lo que estas cosas sirven justamente escluye ninguna pretensión como ésas de verdad, se pasan las inesactitudes, se hace como si no estuvieran, se admite que los términos designan las cosas y las designan sin ambigüedad, enteramente: mentira todo, pero como en un alto tanto por ciento de los casos no se nota, para ir tirando basta, pues con ésas estamos.

Es muy importante que volvamos sobre esto, que será en el día que viene, de descubrir la incompatibilidad entre la pretensión de verdad y las cosas, entre las cuales, no olvidéis, nosotros no somos más que una clase, igual que las otras ¿eh?, aquí no estamos ya tratando de nada humano sino de las cosas mismas. El descubrir cómo lo inesacto (que quiere decir lo infinito en cuanto ‘no definido’ -infinito-, en ese puro sentido negativo) se cuela en las cosas, y se cuela por tanto en nosotros, es algo de lo que hemos en otras veces intentao, muchas veces ¿no?: uno puede acudir para lo de el sin-fin o al cielo abierto o a la continuidad, que evidentemente son términos que se nos presentan pero incompatibles con la Realidad, incompatibles con las cosas; la pretensión es que las cosas sean cada una la que es, y por tanto que en conjunto sean todas las que son, ni más ni menos, lo uno va con lo otro: si se quiere que una cosa, o uno de nosotros, esté bien hecho y cerrado y definido, tiene que tomar las cosas en general como un conjunto que tiene total, pero no es verdad: el niño se asoma al cielo de una noche de verano, se deja llevar por la tentación y se pregunta (la pregunta es la tentación y la vida), se pregunta si hay más allá, si no hay más allá, y se queda por tanto herido por la pregunta para siempre, bueno, se queda herido hasta que vengan los padres y el Orden y le curen la llaga, al pobre, convenciéndole de todas las mentiras que tienen que convencerle ¿no?

Pero se puede tirar por otros caminos. Ya recordáis que hace unas pocas sesiones, el problema de la medida nos traía eso también: el descubrir a propósito de la denuncia de ‘el hombre medida de todas las cosas’, el descubrir que no hay ningún término de medida respecto al cual las cosas sean grandes o pequeñas. Pensándolo bien no podríais encontrar sensatamente un término a partir del cual sean grandes, desde el cual sean pequeñas. Normalmente se creía que sí, pero era por ese patriotismo de “el hombre es la medida de todas las cosas”. Claro, con respecto a nosotros, con respecto a nosotros las montañas son grandes y los gusanos son pequeños, pero esto no vale absolutamente nada. Como estuvimos viendo en esos días: nosotros somos una clase de cosas perdidas entre las demás y por tanto no podemos ser el límite para la medida, y la medida queda por tanto perdida.

Y se puede tirar a ello por caminos más inmediatos (Caramés me ha traído estos días, aunque no he podido leerlo, un nuevo ataque de un filósofo de la Ciencia acerca de la cuestión de la derecha/izquierda, que hace un año o cosa así estuvimos aquí tratando largamente). Ése es otro camino para percibir cómo la infinitud, la inesactitud perpetua, la no-solución, se cuela dentro de las cosas, y ya recordáis cómo era ¿no?: el problema es imposible, es imposible de una mano derecha hacer, por más vueltas que se le dé, una mano izquierda, es imposible, no se puede manejar para nada. Recordad lo que Kant decía “Si Dios hubiera creado sólo una mano derecha, pues sería una mano derecha, se sabría que es una mano derecha y nadie podría confundirla con una izquierda”. Ya recordáis cómo era aquello, que era muy exagerao pero que sigue valiendo para meterse en est