27.08.2014

Tertulia Política número 209 (23 de Diciembre de 2009)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

[mp3]Tertu209-23-12-2009#Tertu209-23-12-2009.mp3[/mp3]

 

  • El misterio de los contrapuestos incongruentes.
  • Izquierda/derecha como convención humana.
  • La cuestión de la localización del lenguaje.

 

TRANSCRIPCIÓN:

 
Bueno, parece, como recordáis, que estamos condenados a vivir en esta condición de un mundo con contrapuestos incongruentes, a los que para abreviar podemos llamar con el término griego ‘enantía’.  Estamos condenados a vivir con esto de los enantía, y condenados al parecer a no entenderlo.  A no entenderlo cómo es, y por eso os propongo que sigamos hoy todavía dándole vueltas a ver lo que da de sí este misterio tan aparente; tan aparente como que el espejo nos lo muestra a cada momento.  Ya en los días pasaos os he dao cuenta de cómo el problema sigue siendo problema, la pregunta sigue abierta: con ayuda de algunas de las entradas que Caramés se molestaba en sacar de la red, o de los libros, os he mostrado cómo los filósofos de la Ciencia siguen tomándose este problema que introdujo en la Filosofía Kant, hace ya más de dos siglos, y cómo los astrónomos por ejemplo buscan, observando los miles de galaxias de que disponen (muchos miles, tal vez algún ciento de mil de galaxias), observando por su distribución en el cielo y en las dos mitades del cielo, la de arriba y la de abajo, si se daba alguna rotura de lo que llaman ‘paridad’ que pudiera dar razón de la observación que ellos hacen por sus medios de que hay galaxias de las espirales, de las que ellos reconocen como ‘espirales’, que giran hacia la derecha, y hay otras que giran hacia la izquierda, y comprobando estadísticamente, por probabilidades, si esos números pueden ser significativos, si ahí se descubre una rotura de la paridad que trajera consigo lo de los contrapuestos incongruentes.

Se trata en todos los casos de buscar si Natura misma, si el mundo en el que estamos metidos, es efectivamente así, es decir, como uno de nosotros, con izquierda y derecha, o si esa condición de izquierda y derecha hay que buscarla en otro sitio que no sea en Natura misma.  Ése es el problema, al que seguimos dándole vueltas.  También ahora, con otra de estas entradas que Caramés me ha traído hace tiempo, la de un señor Holger Lyre, que pertenece en este caso, no a los astrónomos, sino a los sicólogos cognitivos, esa manera de Sicología que es la que se lleva hoy día en gran parte, y que entonces trata de entender, a partir de ahí, de su estudio, cómo es que distinguimos entre izquierda y derecha, pero (éste es un avance en el problema) no sólo en que se trate de contrapuestos incongruentes, de enantía, que el uno sea de alguna manera idéntico al otro solo que al revés que el otro, que éste es el misterio, sino de que podamos saber cuál es cuál.  

Entendéis, ¿eh?: no sólo que pueda haber una oposición izquierda/derecha, o derecha/izquierda, sino que además podamos determinar, distinguir, o conocer, cuál es izquierda y cuál es derecha.  No sé si la cosa es demasiado simple para que se entienda enseguida, pero intentadlo conmigo.  Es decir, por decirlo así, que podamos dar un nombre, de ‘izquierda’, o de ‘derecha’; a uno el de ‘izquierda’, y a otro el de ‘derecha’.  Esto es una prolongación interesante del problema, y que nos puede llevar a algunas consideraciones yo creo pertinentes a nuestra política.   Bueno, y la solución de este señor Lyre era bastante de esperar: que no hace falta una representación mental, en la cual efectivamente izquierda y derecha estén designados, con sus nombres; que basta con que nosotros, cada uno de nosotros, está costituído según la ley de los enantía.  Bueno, esto por fuera por lo menos desde luego es evidente: por fuera somos enteros, de arriba abajo, izquierda/derecha.  En manos, en pies, en oídos.... hasta en hollares de la nariz, en ojos, y todo lo demás.  Sin entrar en las vísceras, que perturbarían un poco el cuadro.  Y dice él que entonces es esta condición nuestra la que directamente nos hace conocer cuál es izquierda y cuál es derecha, como si fuera la costitución física de nuestro cuerpo de esa manera lo que directamente nos diera a conocer cuál es cual.  

Si algo no lo seguís bien paradme, por favor, y preguntad, porque es importante, antes de que yo pase a preguntaros a mi vez.  Bueno, desde luego esta propuesta es interesante, porque yo creo que podemos rechazarla con cierta facilidad, y entender por qué por ningún procedimiento físico, sicológico, en el sentido de ‘cerebral’, de ninguna manera, por decirlo como a ellos les gusta, ‘un cerebro’, puede dar nombres a la izquierda y a la derecha, a cada uno por su lado.  Esto no puede ser, y entonces en lo que quiero haceros parar mientes un momento, es en que esta condición por la cual no sólo aceptamos como natural lo de izquierda y derecha, lo de contrapuestos incongruentes, sino que además distinguimos cuál de las dos es izquierda y cuál es derecha, que es como darle nombre a la una y a la otra, ningún cerebro puede hacer esto, ni ninguna otra istancia física.  Esto es a todas luces un convenio, es un puro convenio entre nosotros, como lo son los nombres en general, y esto hace que el problema se acerque al problema mismo de la situación de la lengua: un convenio, una repartición convencional de nombres.  Y lo que es convenio, como son en general los hechos de lengua, de nuestra lengua entre nosotros, es desde luego inasequible a ninguna especie de cerebro ni de istancia física.  

Quiero haceros notar sobre todo que este convenio por el cual no sólo tenemos la oposición izquierda/derecha, sino que sabemos cuál de las dos es izquierda y cuál es derecha, es un convenio que justamente viene a romper la condición de los enantía, de los contrapuestos incongruentes.  Viene a romperla, porque la condición es que los contrapuestos incongruentes sean como uno mirándose al espejo: en una perfecta simetría, o asimetría especular.  Que seamos asimétricos, como lo es uno frente a su imagen en el espejo, y que la condición que nos tiene tan a mal traer, a nosotros y a los filósofos de la Ciencia, es que uno y otro sean por un lado idénticos, y por otro lado irreductibles el uno al otro, y perfectamente del revés.  Pero idénticos, mi imagen y yo; idénticos.  Si entonces ponemos nombre a la izquierda y a la derecha, ya veis que eso está rompiendo la asimetría especular, porque evidentemente todo lo demás puede servir, pero el convenio que yo haya tomado para decidir que izquierda es esto, y que......   perdón, que derecha es esto, y que izquierda es esto, al del espejo no le sirve para nada, y entonces somos distintos.  Somos distintos desde el momento del convenio: por más que a todo lo demás se le pueda atribuir, o se le quiera atribuir una condición física, desde el momento en que interviene esta dotación de nombres a un lado y al otro, se está rompiendo la identidad que se requiere justamente para que seamos al revés uno que otro, pero idénticos.

No sé si pararme un poco, porque a lo mejor esto es tan sencillo que a alguien le cuesta trabajo seguirlo.  Estamos muy acostumbrados por nuestra mala educación a entender cosas bastante tortuosas y difíciles, pero cuando son muy simples nos cuesta trabajo.  De manera que me paro un momento por si acaso no seguís bien toda esta historia, y concretamente cómo la intervención de un convenio como ése va contra la propia condición natural de los contrapuestos incongruentes.

-Cuando dices que al mirarme al espejo están mi imagen y yo, que somos idénticos, también de alguna manera, ¿no estás dando dos nombres distintos a cada una de las dos entidades que hay ahí, una es la imagen y el otro soy yo, diferenciándolos, igual que la mano izquierda y la mano derecha?  O sea, no dices “yo, y yo”.

A-Sí, tengo que recurrir a un yo y a otro yo, de alguna manera, y luego acudir al espejo, porque no hay ninguna otra manera en el mundo.  Ésa es la condición de los contrapuestos incongruentes: que uno no puede convertirse en el otro.  Y sin embargo, con el espejo, eso sucede sin más, necesariamente.  

Bueno, hago entonces, para animaros más a preguntar, un intervalo.  Las dificultades que se les presentan tanto a sicólogos cognitivos como a cualquiera, consisten, entre otras cosas, en que a un ente (ellos piensan siempre en un estraterrestre, incorpóreo, del que no se sabe nada, pero que participa de nuestros convenios y de nuestra Matemática), no se le puede comunicar la noticia de qué es eso de contrapuestos incongruentes, y mucho menos cuál es izquierda y cuál es derecha.  Entonces uno de los recursos que a uno se le ofrecen cuando pretende enseñarle a alguien tan estraño qué es esto en lo que vivimos, uno de los recursos es la mostración, la deixis, y decir “izquierda es esto, y derecha es esto”, no sirve de nada, como comprendéis.  No sirve de nada ni siquiera si digo “derecha aquí, izquierda ahí”, y todavía sigue sin servir si digo, trasladándome, “derecha, aquí, izquierda aquí”.  Sigue sin servir como comprendéis, de manera que el camino de la deixis, de la reducción a deixis, tampoco funciona, lo cual tiene también a su vez relación con lo que estamos tratando acerca de la condición convencional de izquierda y derecha.

Estamos tratando de esta condición condicional, estamos viendo cómo la deixis, el apuntar al mundo en que se habla, no puede servirnos para desvelar el misterio, inmediato, y estamos tocando con esto lo que se refiere una vez más al hecho de la lengua, la convención con ella, y  por tanto a desmentir, como ya en días pasados estábamos intentando, a los que ante el problema irresoluble de lo observado y el observador, siguen contando lo inteligente en un lado, el del observador, y lo inteligido, aquello de lo que la inteligencia da cuenta, en el otro lado.  Contra eso estamos muy decididamente, porque ya recordáis que la política esta que nos traemos, política del pueblo-que-no-existe, nos ha llevado a romper con cualquier forma de Humanismo, de Patriotismo Humanístico, y a, por el contrario, hacernos como cosas, que es lo que somos de verdad, un caso de cosas entre las cosas, lo cual repercutía, como recordáis también, en que entonces la inteligencia se derrama a las cosas sin fin, en lugar de estar centrada en nosotros.  Por eso cualquiera de los intentos de resolver el problema contraponiendo, no ya la mente, sino ‘el cerebro’, con aquello de que la mente o el cerebro tratan, es una falsificación: el cerebro y la mente humana, el alma, son reales, como las cosas, y por tanto la pretensión de contraponerse a las cosas, como lo inteligente frente a lo inteligido, es una trampa; es una trampa que se desmiente de una manera bastante clara a cada paso, y en este trance están esas cosas de que sea el cerebro o no el que reconoce, no sólo la contraposición izquierda/derecha, sino que sabe cuál de las dos es cual, si izquierda o derecha.

Estamos entrando en la cuestión de la lengua.  Pero antes, para eso de la oposición entre lo que entiende y lo entendido, entre inteligencia y objeto de la inteligencia, quiero recordaros el intento, muy lejano a la Sicología cognitiva, de nuestra primera Física, atómica, material, la de Epicuro y Lucrecio, y cómo se las habían con esto.  Los que me acompañáis hace tiempo ya me habéis oído recordarlo, pero creo que debo recordarlo otra vez: para Epicuro y su Lucrecio, la sensación, cualquier tipo de sensación, sólo puede producirse por contacto. Los sentidos, cualesquiera, se reducen al tacto, a una  u otra forma de tacto. Entonces, en especial para lo que es la vista, continuamente se están desprendiendo de las cosas, de cada cosa, unas membranas sutilísimas que tienen, y que se desprenden a una velocidad, la misma que la de los átomos, insuperable; ‘una velocidad límite’, como diríamos hoy día.  Se están desprendiendo de cada cosa, y entonces vienen a chocar, por ejemplo, con ojos humanos, y ese choque es lo que produce la sensación de la cosa; por tacto, por así decir.  De manera que vemos las cosas, y de alguna manera las entendemos, gracias a ese desprendimiento continuo de simulacros o idólos (éidola), a partir de las cosas.  

Pero os estoy pidiendo que os fijéis en la condición en que se encuentran estos idólos que esplican la sensación con respecto al problema de lo inteligente y lo otro.  Es un problema que para la vista se presenta de la manera más clara cuando se piensa en la intervención de la luz, es decir, si la visión es un acto que parte del ojo, como si estuviera desprendiendo rayos, como creen los antiguos, o si es por el contrario una invasión de lo objetivo, que estaría representado primariamente por la luz.  Ésta era más o menos la forma en que se entendían con ello, pero lo que importa es que veáis que de esa forma resulta que las cosas actúan en el acto de la sensación, y que por tanto ya no tienen esa condición pasiva que de ordinario les atribuimos como siendo el objeto de la visión o de la intelección, sino que de alguna manera, por su propio movimiento y velocidad insuperable, vienen cargadas de una potencia de intelección.  No os estoy invitando a que os afiliéis a la Doctrina de Epicuro y Lucrecio, porque evidentemente aquí no podemos afiliarnos a ninguna Doctrina, ni a las más antiguas ni a las más desarrolladas, pero conviene que lo tengáis en cuenta para pasar ahora a entender cómo desviamos la cuestión de lo inteligente utilizando este descubrimiento de la condición convencional de izquierda/derecha, con sus nombres.  Estamos en la lengua.  Precisamente cuando estaba dándole vueltas a esto ayer y antesdeayer, Isabel me sacó de unas andanzas que se trae con gente la noticia de que algunos de los alumnos chicos estaban muy impresionados por un programa que creo que hay...

-Sí, el de las redes, el de Punset, de los físicos que se ocupan del lenguaje y eso, de las zonas del cerebro donde....  Del lugar del lenguaje.  El señor ese de los pelos.

A-¿Seguís alguno ese programa?   Sabéis de qué se trata.  Bueno, por supuesto yo no, y no tengo más noticia que ésta que Isabel me trae, pero está claro que se trata de volver una vez más a lo mismo, eso lo conozco bien desde muy antiguo.  Volver a lo mismo, es decir, a la cuestión de la localización del lenguaje.  Ellos dicen ‘lenguaje’ así en bloque, con lo cual no saben de qué están hablando, pero se hacen la ilusión de que sí saben, que sí saben de qué se trata, ¿no?, confiando en que los oyentes o los espectadores estén tan convencidos como ellos de que saben de qué se habla cuando se habla de ‘lenguaje’, cosa que es evidentemente mentira.  La localización, que evidentemente dado como son las cosas, quiere decir ‘localización en el cerebro’.  En efecto, hay muchas evidencias esperimentales de que funciones determinadas del lenguaje, de una lengua (digamos por ejemplo las conexiones sintácticas, o en caso distinto el vocabulario y la diferenciación de palabras), están afectadas por roturas o trastornos en zonas cerebrales.  Esto es evidente.  Tan evidente que yo en mis años de París me pasé un verano entero asistiendo en el Hospital de la Salpetriére a una cantidad de afásicos de diferente tipo, generalmente producidos por accidente, por golpe en la cabeza, accidente de automóvil o algo por el estilo, algunas veces de otros orígenes, y efectivamente se podía llegar a discernir vagamente qué zonas correspondían a un trastorno determinado, por ejemplo en cuanto a significaciones o colores, y qué zonas correspondían a otro.  Esto no se puede llevar muy lejos.  Marie France Beauvóis fue la profesora que me introdujo en esto en el Hospital, en la Salpetriére, que estaba metida en ello, y supongo que seguirá, y hay efectivamente un camino abierto; siempre la esperimentación puede aumentar y venir a dar en una cierta precisión en cuanto a la correspondencia de algunas funciones lingüísticas con ciertas zonas del cerebro, especialmente el hemisferio izquierdo.  Como todos habréis oído, porque aquí, por dentro, no se produce una asimetría especular, y la cosa se centra en el cerebro izquierdo.  Es cierto que cuando el destrozo del cerebro es muy grande, el paciente, con otras zonas inapropiadas del cerebro, puede recostruír lo bastante para atender a ciertas funciones elementales de lenguaje.  Esto puede ser interesante como lo que es, pero lo que importa es sobre todo que con esto estamos distinguiendo funciones, ciertas funciones de la lengua, y capacidad de un individuo para adquirir los mecanismos que corresponden a esas funciones, y naturalmente incorporarlos en zonas del cerebro o otras, de manera que se confunde la habilidad de un individuo para hablar con la lengua.  Pero la capacidad de un individuo para hablar no es la lengua.  Esto es lo elemental, y por ello mismo importante, porque la lengua ni la ha inventado individuo ninguno, ni está depositada en individuo ninguno, ni por tanto puede tener una localización en el cerebro de uno.  Esto es lo escesivamente evidente, pero que quiero que se haga notar.

-¿Ha podido evolucionar en la evolución de las especies?

A-¿Quién?

-La lengua.

A-Las lenguas cambian costantemente.  Fíjate, del latín a nosotros, que son poquitos siglos, pero....

-Pero de los primates.

A-¡Ah!  Tú fíjate, estamos destronando al Hombre, no pienses que vamos a ascender al trono a los monos para compensarnos, ¿no?  Sería absolutamente del revés: lo que importa es destronar al Hombre.

En el cerebro pues de un individuo cualquiera únicamente se puede decir que se aprecian las habilidades para una función  u otra, tal como realizadas por un individuo.   Eso no es la lengua.  Entonces, si a estos señores que tanto confunden se les pregunta dónde está la lengua, dónde entonces está la lengua, puede que no sepan muy bien qué responder muchos de ellos, pero tal vez algunos de vosotros sí, supongo.  Supongo que sí.  ¡Venga!

-Por debajo de las personas, en el subcosciente.

A-Y el subcosciente....

-En la comunidad.

A-¿Pertenece al individuo?

-Está por debajo del individuo.

A-Por debajo de la Persona.....

-Está en la comunidad.

A-Está en la comunidad.....

-No en la de la señora esta.  Está en la comunidad.

A-Esto es a lo que veníamos con lo del convenio que me he traído a presentar aquí esta noche: convenio.  La lengua es efectivamente un convenio, es convencional.  Vamos a dejar de lado que la lengua en general o en sí tenga esa condición, pero desde luego un idioma, una lengua, la gramática y vocabulario de un idioma, son convencionales, y si preguntan dónde están, pues tenemos que decir que están en la comunidad de los hablantes de esa lengua; en la comunidad más o menos definida, más o menos numerosa, de los hablantes de esa lengua.  Está ahí, porque....   A ver, en el caso del Español Oficial Contemporáneo que ahora estoy hablando con vosotros, ¿dónde está el fonema /p/?  ¿Dónde está la oposición entre /p/ y /b/?  ¿O entre /f/ y /p/?  ¿Dónde está la oposición indicativo/subjuntivo de nuestros verbos?  Está claro que podemos decir que un individuo que habla bien ha adquirido los mecanismos correspondientes, pero que estén en el individuo estas oposiciones y otros artilugios, supongo que no tiene ni sentido pensarlo por un momento.  Están en la comunidad de los hablantes de esa lengua, supongamos que más o menos la misma, suficientemente la misma para todos ellos, para que puedan entenderse.

-Sería lo que todos saben que ninguno sabe, como diría Don Antonio.

A-Bueno, no se puede decir ‘todos’, porque la comunidad nunca es toda....

-Lo que entre todos saben que ninguno sabe.

A-Para que lo veáis más claro, aunque parezca complicarlo, es ahí, en esa especie de asamblea innumera de gente, pero todos acordes en un idioma, donde se decide, como tiene que decidirse a cada paso, cuando cambiar y cómo.  ¿Os creéis que algún individuo, o alguna Academia, ha decidido en ciertas regiones del territorio que ‘casa’ se confunda con ‘caza’, y que en otras regiones se mantenga la distinción?  ¿Se ha decidido que por ciertas conveniencias de la organización del Sistema era mejor que la oposición s/z se perdiera, se neutralizara del todo, y que por tanto (algún precio hay que pagar cuando se toma una decisión), la gente se quedara sin saber bien lo que se dice cuando se dice de uno que se va de casa o de caza, que se va de casa queriendo decir que se va de caza o que se va de casa?

-Eso es como el chiste de “¡Mi padre se ha ido de casssa!”.  “¡Pobrecita niña!”.  “Y ha traído liebres y perdices”.

A-Pues quien lo decide es precisamente esa asamblea innumera donde no podéis pensar a la manera democrática desde luego en una votación y en una mayoría, pero desde luego es ahí donde se decide mantener la oposición casa/caza (o también en dialectos arcaicos como el mío la oposición entre una hoya y una olla), o perder esa distinción en favor de otra reorganización del aparato.  Todo eso se decide ahí, decisiones que se van tomando en virtud de las cuales las lenguas cambian, y ninguna Academia, ningún individuo, ningún escritor..... nadie tiene nada que hacer ahí.  Os engañan todos los días, ¿eh?, os quieren hacer creer que hay Autoridades de la lengua, pero supongo que sin tener que buscar más ejemplos se os presenta bastante claro cómo es, cómo lo hay, aunque no exista, eso que puede responder a la pregunta de ¿dónde?  De “¿dónde está la lengua?”.  Supongo que lo habréis distinguido bien de la localización cerebral de las habilidades de un individuo.  Están a tal distancia que creo que no hace falta insistir mucho en la distinción.

Pues bien, es claro: esa comunidad no tiene cerebro.  Esa comunidad no tiene cerebro, de manera que... que se arregle ella y los estudiosos como puedan, pero es evidente que ese pueblo no tiene cerebro, y que por tanto el establecimiento de las oposiciones, y en su caso el cambio, se establecen por debajo, no sólo del cerebro, sino de la conciencia misma que pertenece a los hablantes particulares.  Está bien claro que por ahí cada uno de nosotros se pierde por debajo de su conciencia, se pierde en lo subcosciente, que ya no es suyo....  Bien, pues es a esa istancia, a esas asambleas innumeras, a lo que había que atribuirle cualquiera de las convenciones.  Tendríamos, o tendremos, si nos dejan, que seguir hablando más de esto, pero ahora prefiero el rato que nos quede dejaros que saquéis cualesquiera dudas o cuestiones que sobre ello haya.

-Aparte de la comunidad, según el tipo de lenguas, ¿pueden evolucionar unas de distinta forma que otras, por los fonemas, por la estructura, por...?

A-Evolucionan, evolucionan.  Ya en primer lugar está la condición anterior: uno de los motivos para que la lengua cambie es que el sistema no está del todo bien organizado, y la asamblea lo percibe, y cambia.  Ése es uno de los motivos.  Hay luego motivos más superficiales, que se refieren a contacto de unos idiomas con otros, pero uno de los más profundos es ése: descontento con la regularidad que se apetece siempre para el sistema de una lengua, y que nunca se alcanza.  ¿Qué más?

-Yo creo que saqué esa cuestión hace un año, pero no me debió quedar clara la respuesta, porque parece que me vuelve otra vez.  Me parece que si te entiendo bien estás comparando las oposiciones entre fonemas, entre la /p/ y la /b/, que es una convención que está en la comunidad, con las de izquierda y derecha.  Lo que pasa es que.....

A-Sí.  La izquierda y derecha con la condición que este señor Lyre buscaba, el cognitivo, de que no sólo se admita la oposición, sino que se ponga nombre y se sepa cuál es cual.

-Pero sólo se puede saber cuál es cual porque no es la otra, ¿no?

A-¡Ah, no, no, no!  Además hay que saber que una de ellas se llama ‘izquierda’, y la otra se llama ‘derecha’.  Es a eso a lo que se refería lo de la convención.  Perdona, antes de dejarte seguir: la convención del nombre (“a ésta se la llama izquierda y a ésta se la llama derecha, entérate niño, ¿eh?, desde pronto, lo antes que puedas”), a partir de la convención ya sabéis todo lo que se ha desarrollado utilizando el nombre: se lleva la lanza en la derecha y el escudo en la izquierda, por la calle se le deja el paso a quien va por su derecha, pero no a quien va por su izquierda..... Para qué os voy a contar: a partir de saber cuál de las dos es, cada vez se ha estado rompiendo más la asimetría especular que en principio hacía que fuera idéntico por un lado que por otro, solo que al revés.  No es idéntico ya por un lado que por otro, y todos estos progresos del nombre lo han traído consigo.  No sé si tenía que ver, Mario, pero sigue.

-Y se sientan a la derecha de Dios, ¿no?, y hay Izquierda Unida y todo eso.  Pero a lo que iba es que parece que hay grados de profundidad de subcosciencia o de estar más en el corazón del pueblo, porque es difícil de imaginar, no es una cosa que se ve, que alguien se confunda y en vez de decir ‘buda’ diga ‘puta’, la oposición entre la b y la p, y entre la d y la t, no siendo que sea un hablante de chino que estos problemas no.....  Pero sin embargo sí que se ve corrientemente que la gente confunde izquierda y derecha, y este tipo de oposiciones

A-Sí, evidentemente.  La lengua en principio está así, en los hablantes enterrada, y uno, pues no la toca para nada, no hace más que obedecer y desarrollar los mecanismos pertinentes, pero hay grados, y eso lo notáis corrientemente.  Hay grados en que por el propio proceso del cambio de la lengua hay cosas que saltan a la conciencia.  Esto en principio es desastroso: cuando alguna cosa de la lengua salta a la conciencia, es un desastre, es para estropearlo; esto tenedlo bien presente.  Cuando por ejemplo la Autoridad interviene, y se hace que los locutores digan ‘eXperimento’, y ‘oBstáculo’, pues la cosa es como veis así de desastrosa, pero en casos no tan repentinos o violentos tenéis: por un cambio que se produjo en el castellano de por el 14 o el 15, resulta que la ordenación de los deícticos átonos ‘me’, ‘te’, ‘se’, etc., sufrieron una gran alteración.  En castellano más antiguo una frase nunca podía empezar con esas cosas, con ‘me’, o ‘te’, o ‘se’.  Se podía decir ‘llevóme’, pero nunca una frase podía empezar diciendo “me llevó”.  Muy simple, pero si cogéis cualquier libro de antes del 14 o () del 15 veréis como es así.  Entonces en la nueva situación en que ya esa prohibición la asamblea la había anulado y las frases podían empezar con los deícticos, pues se produce un problema que a muchos os ha llegado desde niños y todavía: si hay que decir “me se mete” o “se me mete”, porque  efectivamente....

-Mi hermano dice siempre “me se cayó”.

A-Sí, sí, “me se cayó” o “se me cayó”, todavía.  Esto es cercanía a la conciencia, y esto por desgracia, claro, ya no funciona solo, como funcionan las cosas de la lengua, y entonces cabe que hasta los maestros se puedan permitir decirle,  “‘se me cayó’, no ‘me se cayó’” al niño, y que el niño obedezca.  Desastroso.  Eso es una entrada de la conciencia donde no debía, pero precisamente por eso de que la escepción hace la regla no se podrían multiplicar los ejemplos, ¿no?, de elevación o irrupción en conciencia de algunos hechos de la lengua por accidente.  Bueno, ¿qué más había por ahí?  Bueno, entre paréntesis: el que yo os haya propuesto la resolución de el nombre dado a la izquierda y a la derecha como convenio, y refiriéndome a la lengua, no quiere decir que yo de por resuelto el problema en sí de los enantía, de los contrapuestos incongruentes.  Sigue dando guerra, y precisamente aquí lo usamos por eso, porque sigue dando mucha guerra.

-En Biología sabe que hay enantía, y hay mezcla también con simetrías.  No son opuestos totalmente, sino que hay parcialmente opuestos, parcialmente simétricos.

A-Sí, pero esto no altera a fondo el problema, ¿no?

-Pero también hay mezcla.

A-Si, pero lo que importa es la situación de los propiamente enantía, los contrapuestos incongruentes, de que conjuguen lo idéntico de un lado y del otro, con lo contrapuesto o irreductible de lo uno a lo otro mas que por espejo.  Entre otras cosas.....  No sé si nos vamos ya, vamos a terminar, porque hace un calorazo aquí que no hay quien....

-Yo de chica he tenido mucho problema con lo de los incongruentes por lo del lunar este que tengo un poco desviao.  En el espejo a mí aquello me creaba muchísimas complicaciones porque los demás se veían simétricos, pero yo no.

A-Es un fallo, sí, no deja de ser un fallo, pero el hecho de que haya fallos costantemente (nadie tiene esactamente iguales los dedos de las dos manos ni de los dos pies), eso de que haya fallos no impide que se siga percibiendo la ley que rige esta parcial organización de Natura que es ‘idénticos, solo que al revés’, aunque de hecho nadie pueda presumir de tener nunca las dos orejas absolutamente iguales.  Sí.

-Me estoy preguntando si eso de que reciba el  nombre de izquierda y derecha si no habrá hecho que reciban también nombre ya también dentro de lo humano lo de arriba y abajo, si no será comparable, porque a lo mejor en una manera de tratar la cosa antes ya se ve que en muchas lenguas hondo y alto es igual, y que en esta nuestra luego se haya especializao y se haya hecho como en cruz, arriba, abajo, izquierda, derecha, parece que......

A-Sí, tal vez sea un poco tarde para volver sobre esto, pero hay que volver.  Alguna vez antaño ha salido también.  La Realidad ésta, el mundo éste, es de tres dimensiones, y entonces hay una que es arriba/abajo, que no presenta problema, hay otra que es ‘delante y detrás’, que no presenta problema, y hay una tercera que presenta problema, y ésta es la situación a su vez notablemente asimétrica que se produce.  No hace falta que penséis en que esto se refiere también a nuestra propia estructura: evidentemente tenemos la cabeza parriba y los pies pabajo, no cabe duda, y tenemos por delante el pecho y por detrás la espalda, mientras que con las manos y los pies no nos pasa eso, pero aunque no se refiera a la costitución física de una persona, evidentemente algo hace que mientras a una de las oposiciones y a la otra no se le presenta problema, se dan como resueltas, la tercera sí.  A la de arriba y abajo acudimos aquí costantemente cuando hablamos del mundo.  Sabemos que de una manera inconsecuente, porque cuando se dice caer en lo sin fin, como estamos cayendo ahora, parece que es impropio emplear el verbo ‘caer’, que está hecho para cosas como las piedras que caen a la tierra por la gravedad.

-O caer encima de ella.  Las piedras o las cosas que caen sobre la tierra, o caer encima de ella, la moza deseada.

A-¿Encima de quién?

-Pues uno por ejemplo que cae encima de ella, no sólo las piedras.

A-¡Ah, de uno! ¡Ah, ya, ya!  Por otro lado, a lo de delante y detrás toca una cuestión que ya no hay tiempo de tocar ahora, sobre todo por el calor más que por la hora, que es la del Tiempo real, al que no he aludido antes, pero que evidentemente tiene esta condición de que si no tiene problema, es porque se supone que está costituído de partes, de las cuales una es lo que ha pasado y otra lo que va a pasar, con lo cual la distinción es tan clara que efectivamente no hay nada que decirle: una cosa es lo que está delante, y otra cosa es lo que está detrás.  En cuanto a la disposición de delante/detrás entre los elementos de la lengua en general, de los fonemas mismos, hay mucho también que estudiar y que resulta revelador.  Por ejemplo, estoy harto de leer en el cristal de los trenes “AICNÉJREME ED ANÁTNEV”.  Habéis entendido, ¿no?

-Salida de Seguridad, o algo así.

A-“AICNÉJREME ED ANÁTNEV”.

-Sí, que se leerá al revés, pero no sé.

A-“AICNÉJREME ED ANÁTNEV”.

-Ventana, será, de emergencia.

A-“VENTANA DE EMERGENCIA”, claro, es una cosa que está clara.  Y notad que para que eso un aparatito lo devuelta bien como es debido, es preciso tener cuidado con las reglas puntuales de la fonémica de una lengua.  Por ejemplo, lo corriente sería decir “AICNÉJREME ED ANÁDNEV”, pero entonces no basta, tengo que hacer AIZ; no el archifonema TDZ, sino “AIZ”, y tengo que hacer ED como si fuera una ‘d’ de verdad, y no ET, que es lo corriente, que es el archifonema, y al contrario: en “ANÁTNEV” tengo que hacer una ‘t’, cosa que es forzada, por no decir “ANÁDNEV” .    Sólo teniendo esos cuidados y colocando el acento de la palabra en los sitios donde sé que está (“AICNÉJREME ED ANÁTNEV”), sólo eso colocando los dos acentos se puede conseguir que el aparato te responda y te diga “VENTANA DE EMERGENCIA” con bastante esactitud.  Pero es preciso cuidarlo mucho y no....  El problema que os queda colgando entre los demás, es que la reversión se hace por fonemas.  Es otra vez el problema de la continuidad y la discontinuidad que nos está asaltando entre los demás.  Si alguien piensa que el habla es continua, entonces naturalmente la reversión sería como la de un ruido, continua.  Pues no: la reversión se produce a trocitos, que son precisamente los elementos de la lengua, los fonemas, y esto es sumamente revelador respecto a la cuestión esa general de la continuidad frente al mínimo, o la discontinuidad y el mínimo, que se presenta en los hechos físicos, pero de una manera tal vez más clara en los lingüísticos, que puede servir para la otra.

Bueno, todos estos problemas quedan sueltos, de manera que voy a volver sobre ellos, si el Señor no se enfada mucho y nos deja vernos el día 30; vernos el día 30, si no hay inconveniente, y entonces seguiremos dándoles vueltas, y espero que traigáis muchas dudas y objeciones pensadas, que es lo que mueve esto.