06.01.2010
Agustín García Calvo
Ateneo de Madrid
Tertu211-6-1-2010#Tertu211-6-1-2010.mp3
- Los milagros como estorbo para acabar con la Fe.
- Resumen regalo de descubrimientos.
TRANSCRIPCIÓN:
Nos andamos, como recordáis los que estabais conmigo, a esto de sentir, hacernos presentes, las maravillas, las maravillas de este mundo, en especial las contradicciones tal como se dan en las cosas mismas. Es un caso que nos acerca a esto de confundir ‘decir’ con ‘hacer’: sabemos que las cosas hablan, y esto se demuestra porque nosotros no somos más que cosas, y al parecer hablamos, y por tanto si tenemos que seguir nuestro ejemplo las cosas hablan, como nosotros, cada una en su idioma, cada una a su manera, y ese hablar es el hacer, o hacerse, y la distinción es ya siempre mal intencionada, está condicionada por el servicio al Poder. Si son contradictorias, se está diciendo que se contradicen, es que dicen, por tanto, algo en contra de sí mismas. Se contradicen, y se contradicen simplemente estando ahí, manifestándose y moviéndose.
El hacer es el decir, y por eso entre paréntesis estamos aquí en la tertulia política también pensando que el hacer contra el Poder consiste en primer lugar en decir, en hablar, en dejarnos hablar, es decir, intentar hablar no como personas ni cada uno con su idiolecto, sino dejarnos hablar como cosas, como las cosas hablan. Ésa es la tensión política que sostiene esta tertulia hace tantos años. Pensad que cualquier acción que no pase por romper con la Fe dejándonos hablar, estará ya condenada a servir a la reproducción, a la continuación de la mentira y el hacer creer en la normalidad, y por tanto si nos descuidamos en la necesidad, en la fatalidad, de que las cosas sean como son. Es en ese sentido pues como estamos tratando de hacernos sentir la contradicción que está en las cosas mismas. Esa contradicción, que entre otras cosas se nos manifestaba en este misterio inmediato de la izquierda y derecha, los contrapuestos incongruentes, como las alas de la mariposa vulgar, como nuestras manos....
Fijaros bien que esto quiere decir que en este caso como en tantos otros, el decir ‘todo’, o el decir ‘nada’, el pretender ‘sí o no’, ‘el que es lo que es, es el que es el que es’, y demás, nos está mostrando la presencia de los ideales, como ésos que acabo de enunciar, y es importante notar cómo esos ideales... Entre los cuales está la contradicción misma de izquierda/derecha, en el sentido general de que tienen que ser lo mismo una que otra, y sin embargo absolutamente irreductibles la una a la otra (una derecha nunca se puede hacer una izquierda, y viceversa), mientras que basta con mirarnos al espejo para que el milagro se produzca. Pero es la condición necesaria: el espejo, esa forma de reflexión, de vuelta sobre sí mismo, que rompe con esa condición que parece ser natural, de Natura, esa forma de contradicción. Estos ideales, entre ellos éste de la contradicción misma, se manifiestan con repugnancia de las cosas, a pesar de algo, de alguna otra cosa que hace que sin embargo esos ideales del ‘todo’, el ‘nada’, el ‘contrapuestos incongruentes’, y otros, no puedan cumplirse en las cosas del todo, perfectamente, nunca. Y sin embargo el ideal está claro, es decir, que está claro por un lado que por muy idénticas que tengan que ser mi mano derecha y mi mano izquierda, siempre habrá despellejamientos de algún dedo, accidentes de nacimiento o posteriores, que hacen que no cumplan la Ley. Nunca son palpablemente iguales, y es claro por el otro lado que eso no impide que el ideal se reconozca, que se sabe a qué va eso, que la pretensión es que las dos alas de la mariposa y nuestras dos manos sean idénticas por todo lo demás salvo por ser una derecha y otra izquierda, pero idénticas por todo lo demás. Pues ésa es la manera en que los ideales se manifiestan en las cosas y en nosotros, que no somos más que una clase de las cosas como cualquier otra clase, por más que a nosotros nos interesemos de una manera tan especial. Así es como se manifiestan, y es tan.......maravilloso....lo uno como lo otro, es decir, el que la contradicción, ideal (lo mismo esactamente pero opuesto), se manifieste, y el que frente a esa contradicción haya otra contradicción, que es la que las cosas ponen, y que les hace nunca realizar perfectamente la contradicción misma. Supongo que estos dos pisos de la contradicción no le armarán lío a nadie, y si es así ahora me lo haréis saber dentro de un poco.
También hemos caído en esto otro: que es que como nosotros somos cosas como las cosas, lo que a mí o a ti nos pase está de alguna manera revelando lo que les pasa a las cosas en general. Es un intento de confundir el Sicoanálisis con la Física, de hacer que las contradicciones internas de cada uno de nosotros sean una revelación de la Física, es decir, de lo que pasa con las cosas, de lo que a las cosas les pasa. Por ejemplo, si yo tengo un ansia incontenible de Poder que me obliga a hacer todo lo posible para obedecer al Poder costituído y trepar por la Pirámide, y ser cada vez más el que soy, eso está revelando algo de lo que les pasa a las cosas. Si por el otro lado yo padezco pasiones, sufrimientos, que me hacen repugnar esa necesidad de ser el que soy, de alcanzar Poder, de someterme al Poder, de trepar por la Pirámide, si hay pasiones dentro de mí que se oponen a eso, que repugnan contra eso, y que vienen de algún otro sitio (‘de abajo’, como solemos decir, puesto que al Poder lo ponemos en lo Alto), eso a su vez también está revelando algo que pasa con las cosas. De manera que esto es una propuesta metódica en la que querría que pararais mientes, porque precisamente por el hecho de que en las Ciencias y en las Filosofías al uso sigue rigiendo la distinción entre el que observa, el que piensa, el que dice, y las cosas en las que piensa, las cosas que dice, etc., evidentemente esta distinción tiene que haber quedado anulada aquí entre nosotros por descubrimientos elementales. No es verdad, como nada es verdad de todo aquello que en la Realidad pretende ser verdad, ya recordáis: para declarar la mentira es preciso que se haya declarado la verdad, es decir, que no se pueden negar las cosas ni se puede decir que la Realidad es falsa, sino decir eso: que en la medida que pretende ser verdad, es falsa, lo mismo que en la medida en que cada uno de nosotros pretende ser de verdad el que es, en esa medida, pero no más, es falso. Así es como intento que entre nosotros se haya roto la distinción entre lo subjetivo y lo objetivo, por decirlo a lo filósofo, entre el que lo dice y aquello que dice, puesto que somos cosas, y cualquier otra pretensión de ser centro, de ocupar un lugar distinto desde el que observar las cosas, es una pretensión patriótica, falsa, que no se sostiene en nada. De manera que así tiene que haber quedado rota la distinción, y por eso la propuesta metódica: gracias a que somos cosas, cualquier cosa que nos pase de las que se consideran más subjetivas, como las que he dicho (la pretensión de Poder, o la repugnancia a esa pretensión, y la contradicción entre lo uno y lo otro), se pueden sin más tomar como reveladoras de lo que pasa con las cosas. A las cosas en general les pasa esto que me pasa a mí y a ti en cuanto personas. Basta con que previamente tu y yo hayamos perdido toda pretensión de estar fuera, de oponernos a eso, y nos hayamos reconocido como lo que somos, como cosas.
Bueno, y supongo que también este principio metódico al que creo que se ha llegado está relativamente claro. Ahora me lo diréis en el rato que nos quede, pero antes de pasar a otra cosa, recuerdo (los que estaban conmigo el otro día ya lo saben), que al lado de este hacernos sentir las maravillas y contradicciones que se dan en las cosas, teníamos de alguna manera que habérnoslas con lo que de ordinario se consideran maravillas, cosas sobrenaturales, aquellos prodigios de que el otro día estábamos hablando, y de los que yo os decía acerca de mí, y solicitando compañía por vuestra parte, que a mí nunca me han pasado, que yo nunca he tenido esperiencias mágicas. No he asistido a ningún milagro, pero también me he pasado la vida oyendo hablar de ellos, incluso a testigos de los tales milagros, y por eso es por lo que os pedía ese acompañamiento. De manera que ahora vamos a dedicar un rato todavía, porque sin duda algunos, por lo menos los que estabais conmigo, hayan recordado alguna esperiencia en ese sentido sobrenatural, milagrosa. Cualesquiera de cualquier tipo las sigo recogiendo, antes de que esto nos estorbe para pasar a otra cosa. Esto puede ser un estorbo. No sólo os pido esperiencias, si las habéis tenido más o menos cercanas, sino también actitudes: hasta qué punto creéis o dejáis de creer en las posibilidades de los milagros. ¡Pues venga! ¡Una voz enseguida, muy bien, Isabel! ¡Esperiencias!
-Bueno, yo tengo milagritos, y un milagro.
A-¡A ver, un milagro!
-Que yo me curé bastante pronto del asombro ante los posibles milagros cuando me di cuenta del verdadero milagro, y siempre me he quedado embobada con ese milagro que no acabo de entender, que es lo del hablar mismo. El hecho de hablar, y cuando yo misma me oigo hablar, o te oigo hablar, o oigo hablar, eso es una esperiencia que tengo, es decir, es el milagro de los milagros.
A-Sí, pero ahora estamos quitándonos de en medio lo que de ordinario se consideran esperiencias milagrosas.
-Es una esperiencia milagrosa el hablar.
A-No, no, ¡fuera¡, ¡fuera!
-Sí, sí, y los miércoles no digamos. Es un milagro absoluto.
A-¡Fuera!, ¡fuera! No nos distraigamos más. Ahora estamos tratando de quitarnos eso de en medio, y si no has tenido ninguna, pues di simplemente que no la has tenido.
-No, no, es la esperiencia milagrosa.
A-¡No, no, no, no! ¡Fuera eso!
-¿Pero por qué no?
A-Porque estamos hablando de lo que de ordinario se llaman....
-¿Pero a ti no te parece milagroso que tu estés ahí hablando, y que entendamos lo que estás diciendo, y que otros te contesten? Ante eso no hay ningún milagro, na más que ése.
A-Esto es lo que podemos llegar a sentir, y no sólo por el hablar y por la tertulia, sino por lo que he dicho antes: por la maravilla y la contradicción misma de las cosas. Pero para llegar a entender eso bien tenemos que quitarnos de en medio.......
-No, no, yo te digo que cuando vi la película de Dreyer “La palabra”, entendí perfectamente cual es el milagro de los milagros, que es la lengua.
A-Para entender de verdad eso tenemos que quitarnos de en medio lo que estoy pidiendo ahora, que son esperiencias del tipo milagroso de las que todos oímos hablar costantemente, de las que recogemos testimonios, y....
-¿Qué quieres, que te cuente un milagro al estilo de la aparición de la Virgen de.....? Salí en los periódicos en Estremadura cuando tenía cinco años y se me apareció la Virgen en el brocal del pozo, y está recogido en los anales de la Historia de Estremadura. ¿Qué más quieres que te diga? Lo que pasa es que mi padre no era creyente y dijo que a la niña no se le había aparecido la Virgen, pero la verdad es que se me apareció.
A-Muy bien, gracias. ¿Alguno más en ese sentido? No sólo esperiencias...
-¿Te cuento el milagro cómo fue?
A-¡Ah, bien!
-Lo que entienden como milagro, que yo no sabía nada, porque yo tenía cinco o seis años.
A-Pero no lo hagas Literatura, por favor. Cuéntalo sin....
-Yo había tenido unas tifoideas muy graves por lo visto, de eso me enteré después. Había estado amortajada incluso. Me salvé porque un primo mío mayor vino y me dio un beso, y olía a gasolina y me resucitó, pero vamos, eso no es el milagro, el milagro viene después: no me gustaban las siestas, y allí en Estremadura las siestas son lo que todo el mundo hace, y entonces yo me quedaba en un corral que era cuadrao, y había un pozo al medio con un brocal de granito, y entonces había un caldero para sacar agua, y yo todo el rato tirando el caldero para intentar sacar agua, y por alguna razón el caldero se me cayó, y entonces yo veía que se levantaban mi padre y mi madre y me iban a dar de ostias, porque al ver tirao el caldero en un sitio de secano al pozo, pues significaba tirar las rastras, subir, y bueno, un descalabro, ¿no? Entonces yo me puse así todo el rato para ver si lo veía en el fondo el caldero reluciente, que era de zinc, y no se veía, y entonces de repente veo que hay un rayo de sol que incide en el agua, y veo el caldero en el fondo, y digo “¡huy, ya lo veo, está ahí efectivamente!”. Entonces, miro hacia arriba, levanto la cabeza, y era la Virgen Milagrosa, patrona de mi pueblo, que es la misma que estaba en el altar, que estaba en un almendro que en ese momento ya se habían caído las hojas, pero estaba subida en el almendro y le salían unos rayos de las manos, y uno de los rayos estaba incidiendo en el agua para que yo viera el caldero. Entonces yo en ese momento me asusté y chillé y me caí para detrás, y pegué un grito y entonces se levantó mi padre de siesta, y mi madre (tenía fiebre por lo visto), y yo conté lo que había visto, y me metieron para dentro, y entonces yo decía que sí, que había visto a la Virgen, y que el caldero estaba allí, y tal. Mi madre, que era muy creyente y tal, quería enseguida llamar al cura y que todo aquello se removiera, pero mi padre que era muy de izquierdas dijo que ni hablar, que milagros en esa familia que no. Pero resulta que uno del pueblo que escribía en Badajoz en el “Hoy” pues se enteró, y entonces viene aquello de “A la niña Isabelita Escudero, hija del maestro, se le ha aparecido la Virgen”, que lo recoge Patino en Canciones para ().
A-Muy bien, gracias. Bueno, y ahora, Isabel, si es posible a corazón desnudo, ¿tu ahora crees que viste a la Virgen?
-Yo creo que sí. Ellos dicen que fue por las tifoideas, que se me habían quedado algo mal. Y el caldero lo vi.
A-¿Tu creíste que viste a la Virgen? ¿Ahora crees que viste a la Virgen?
-Por supuesto que sí.
A-Bueno, es un testimonio. Estoy tanteando hasta qué punto quedan restos de Fe en los milagros, y aunque sea tortuosamente éste es un caso. ¡Venga, más esperiencias o actitudes!
-Yo una vez vi dos soles. Iba en tren, y había un resol, y luego ya cambiaron las montañitas, no sé lo que pasó, y desapareció. Nunca he querido averiguar ni qué fue aquello ni si es posible ni si deja de serlo, pero efectivamente eso me pareció estraño, raro, maravilloso.
A-¿Entonces cómo estaban los dos soles?
-Pues estaban uno arriba y otro abajo, en paralelo, como las vías del tren.
-¿Y se veían en varias ventanillas? Lo digo porque a mí me ha pasado, con niebla, ver dos soles, y es el reflejo en la ventanilla.
-No había niebla.
-Es que me llamó mucho la atención aquel día porque podías mirarlos perfectamente a los dos, porque como había niebla, pues te quedabas así mirando tranquilamente.
-Puede ser, tendría que ser algo de eso.
-Por eso te preguntaba si se veía desde otras ventanillas y pasaba lo mismo.
-No creo que fuera porque es posible que entonces como el tren corría y lo paraban las montañas no cabía eso de moverse un poco de acá para allá. Pero sí, puede atribuirse a algo de eso. Lo cierto es que aquello era raro. Me quedó como algo....
A-Te ha quedao como raro, como inesplicable. ¡Bueno, más, por favor! Esperiencias, o simplemente respuestas a esto, hasta qué punto os lo creéis, es decir, cuando los Medios o cualquier vecino te cuenta que ha sucedido un caso de levitación, hasta qué punto eso se traga, se acepta, como algo que sucede igual que las demás cosas, o si sigue molestando mucho. Hay un cuento creo que de Pushkin, en que esagera mucho esto, ¿no?: una chica que vive con su hermana y con los padres así feliz, y que cae en una depresión, no saben qué le pasa, y la siguen por todas partes, y todo el mundo piensa que es un caso médico, un caso de depresión, y llega un momento en el que están en la sala, y entonces ésta, la supuesta enferma, medio en trance, tiene en la mano un vaso de cristal, y se le deja caer, lo escapa, y entonces todos ven que el vaso de cristal sigue una trayectoria y vuelve a las manos de la enferma. Lo cual es simplemente un milagro modesto, una copa de cristal moviéndose sola en el aire. Pues esto produce tal trastorno que la hermana mayor que ha visto aquello no puede tragarlo, y acaba siendo ella la que cae en una enfermedad y en una locura incurables, ¿no? Es una reacción un poco esagerada en este cuento tal vez, pero bueno, son cosas de este tipo las que estoy buscando: ¿hasta qué punto estáis dispuestos a tragaros una copa moviéndose sola en el aire como algo que pasa, o hasta qué punto eso os perturba? ¡Venga!
-Yo recuerdo que a una amiga que estaba trabajando en un bar una vez se le presentó alguien que parecía ser que se dedicaba a los trucos de magia, pero ella jura y perjura que cuando se presentó una noche para dar su espectáculo y tal, que lo vio levitar. Según me lo contaba a mí, y considerando que el hombre se dedicaba a eso, pues no me lo termino de creer, pero ella dice “yo tampoco me lo creo, pero te juro que le he visto levitar”.
A-“No me lo creo, pero sucedió”. Es como dicen los gallegos, “no creo en brujas, pero haberlas haylas”. En el mismo sentido, ¿no? Bueno, pues ésa es una actitud; aunque no sea tuya sino de tu amiga, pero bien. Todo el mundo conoce milagros de ese tipo, ha oído hablar de ellos, tiene testimonios como ése más o menos cercanos. Sí.
-Yo creo que en una ocasión, que quizás estuviera de moda lo de la Sabana Santa de Jesucristo, hará como unos quince años o a lo mejor más, pues vi la Sabana Santa allí entre una hojarasca, en un árbol, pero vamos, puedo decir que aquello fue una ficción, una visión deseada, o una visión llevada por algún recuerdo, por algo que había oído, que no era cierto, que a pesar de que puedo decir que vi la Sabana Santa, puedo decir que eso fue una cuestión de sombras y luces.
A-De sombras y luces más bien que de tu imaginación.
-Sí, y de mi imaginación inevitablemente, para ver en las sombras y las luces la cara de Jesucristo ahí con la cruz y las espinas, pero vamos, debido a que aquello es lo que quise ver, supongo, o aquello que es parece que puede ser. Sí, lo vi, pero no.
A-Tiene el inconveniente de que estabas previamente informada acerca de la Sábana Santa con la cara de Jesucristo; si no, no tiene sentido. Tiene ese inconveniente para un milagro así lo más desnudo posible . ¡Más, en cualesquiera sentido!
-El otro día al salir me empecé a acordar, que ha pasado mucho tiempo y tampoco me parecía algo tan milagroso lo del espiritismo, que yo lo practiqué mucho un verano en la adolescencia. Nos juntábamos en la bodega allí en el pueblo varios primos y tal, con mi hermano, y al principio aquello era un desastre. Había gente que ya lo había hecho, pero aquello era un desastre, no salía ninguna frase ni nada que se entendiera. Pero al cabo de varias sesiones, pues la cosa iba tan bien que montábamos espectáculos, y venía gente del pueblo, y hasta le hacíamos alguna puya a alguno de decir “ahora le vamos a decir al espíritu que diga quién te gusta a ti”, que estaba delante, evidentemente. Y hacíamos unos solos, dejábamos ya de poner todos el dedito en el vaso y lo hacía solo uno....
A-¿Pero qué es eso de que “marchaba tan bien, tan bien, que.....”?
-Sí, porque lo teníamos dominado, porque decía lo que quería, venía el espíritu que nosotros queríamos, y le hacíamos decir lo que nosotros nos concentrábamos en que dijera...
A-Que lo dominabais. ¿No llegasteis a hacer aparecer en forma de nube al espíritu?
-No, no teníamos esas costumbres. Lo que sí hicimos una vez fue decir “¡a ver, Napoleón!”. Y luego “¡a ver, ponnos con Hitler!”, y vino Hitler, y resulta que estaba vivo, y nos dijo hasta en la dirección en la que vivía, y que Mario iba a morir a los dieciocho años asesinado por la policía en una manifestación y nosequé.
A-¿No era de ésos en los que te hablaba el espíritu por una mesita dando golpes con la pata?
-Era una tabla redonda en la que estaba escrito el abecedario, los números, un signo de interrogación, y no me acuerdo qué signos más, y sí y no, y el vaso iba. Lo habíamos hecho nosotros artesanalmente, y aquello iba muy bien, y era como una especie de facilidad con los días, que al principio nos costaba, que no decía nada, y luego ya.....
A-¿Y no te ha quedao algún rastro de sospecha de que a lo mejor era verdad?
-Siempre está esa duda, de decir, “¿Esto qué es, la fuerza de la mente?
A-¡Ah, te ha quedao! Te ha quedao un poco, ¿no?
-Pero claro, cuando dices “¡a ver, Napoleón!”, y sale Napoleón, y dices “¡a ver, Hitler”, y salía Hitler, y estaba vivo... ¿Pero esto lo estoy haciendo yo, o lo estamos haciendo entre todos de alguna manera que no controlamos o que no vemos físicamente, pero que algo hacemos? Lo de la fuerza de la mente, o los espíritus, yo qué sé......
A-A ver, algún otro....
-Eso del vaso ouija, que es lo que está diciendo, me hace pensar en una cosa: yo creo que estas cosas de los milagros están distribuidas muy claramente por tribus, por decirlo así, y en cada tribu que fabrica su idioma y su máquina de la Realidad yo creo que hay supersticiones, o Ciencias, o saberes, que unos están aquí y otros allá. Y me hace sospechar también la cuestión de Napoleón, Hitler y todos estos personajes famosos. ¿Por qué se les invoca? Pues porque son los ídolos de nuestras tribus para bien o para mal en ese aspecto, y me viene al recuerdo un amigo que es un traductor del tibetano y que pasa muchas épocas en el Tíbet, y es una persona absolutamente práctica, el prototipo de gente que tu no lo relacionarías nunca con algo maravilloso o con creencias de esta clase, y sin embargo jura y perjura, y me gustaría hacer una escursión para comprobarlo, pero todavía no he tenido esa oportunidad, que en el Tíbet no es una cosa tan estraña encontrar a lamas que leviten. No es tan espectacular como parece allí, pero claro, en nuestra tribu creo que sí, y la pregunta que me hago en definitiva sería..... Bueno, el otro día precisamente leía una anécdota que contaba alguien cuyo nombre no diré para no recaer en eso de los Nombres Propios de nuestra tribu, que decía “bueno, si un amigo muy querido que hace mucho tiempo que no hubiese visto se me apareciera de pronto y me tocara la oreja y la oreja se iluminase y toda la cara, y un halo estraño me rodeara, yo pensaría “¡qué cosa tan estraña! Otra cosa que no comprendes. Pero no creería nada más”. Simplemente pensaría “otra cosa que no comprendes”, y entonces dejo ahí caer lo de la tribu, y creo que lo maravilloso y lo milagroso está dentro de la tribu y los relatos que se cuentan, y cómo nos los cuentan desde pequeños, y lo de Napoleón me lleva un poco a sospechar eso, ¿no?
-No, aquello era más que nada un tic de decir “A ver, ahora ¿a quién llamamos?”.
-Pero dudo que en esta España haya un Napoleón.
-Sí, pero la levitación y la mística siempre han estado muy unidos, no solamente en el Tibet, aquí en España también.
-Sí, es cierto, pero no tan aparatosamente. Lo de la levitación y la mística.
A-¡Ah, bueno, eso no importa! A los magos que hacen levitación, naturalmente les gusta pasar por la prueba de que el ayudante hace entrar por un aro de cabo a rabo al levitante. No sé si los lamas se prestarían a la prueba del aro, pero de todas maneras.... No, lo que importa es....
-Es otro truco teatral. Yo he visto una representación teatral de “La tempestad” en que la gente levitaba en escena, pero ése era un truco muy fácil y conocido por los magos y en el teatro. En “La tempestad” lo hacían todos los personajes.
A-Sí, y tu actitud es clara: “otra cosa más que no comprendo”.
-Que me estaban haciendo recordar con lo de levitar y esas cosas, que a mí me ocurre bastante a menudo durante épocas que suelo soñar con volar, y cómo una cosa que sería bastante soprendente, que yo no he visto nunca a nadie que levite ni a nadie que vuele, sin embargo cómo en los sueños, por lo menos a mí cuando sueño el hecho de volar no me parece algo estraordinario en el sentido de algo fuera de lo normal, sino más bien como una cosa maravillosa que es como un reencuentro con algo que siempre ha estado ahí, que ha sido fácil, y que sencillamente lo que ocurre es que no sabemos que lo podemos hacer. Es decir, cuanto estás volando en esos sueños, dices “¡andá!”, y es como reencontrar algo que siempre ha estado ahí. Incluso tienes hasta la sensación de que es tan fácil, y no sabes qué mecanismos funcionan ahí, que dices que en cuanto me despierte voy a seguir volando, que eso está tirao.
-¿Y tu cómo volabas en sueños? ¿Con mucho esfuerzo?
-No, al revés, ningún esfuerzo.
A-No, cuando se vuela en sueños se vuela con una naturalidad entera, no hace falta esfuerzo, ¿no? Desde luego el sueño, los sueños, son una realidad entre las otras que tenemos, y en esa Realidad desde luego tipos como nosotros vuelan, no cabe duda, pueden volar de vez en cuando. Eso hay que considerarlo y recordarlo así. A lo mejor es ley de esa otra Realidad de fuera de los sueños que aquí uno no puede volar, simplemente un poco en el sentido que insinúas. ¿Qué más?
-Pero cuando te despiertas es porque te has pegao el trompazo. A mí lo que me pasa es que sueño con naturalidad que estoy volando, pero justo en el momento de despertar me despierto porque me he caído y me he dao contra el suelo, o sea que ¿qué es anterior, el que te caigas y te des contra el suelo, o que te despiertas? Y es que al tomar conciencia ya se rompe el mecanismo que dice Carlos, que sería el mecanismo de lo natural.
A-Bueno, tiene menos importancia eso, ¿no?
-Pero de todos modos, ¿qué es lo que da cualidad de misterio a las cosas? Porque a mí todo lo que se está contando aquí de misterioso no me parece nada.
A-¿No?
-No. No sé si es por la forma de contarlo....
A-¿Y tú no has encontrado nunca nada así?
-Lo de mis padres que te conté el otro día.
A-¡Ah, repite, sí!
-Pero seguramente es porque me pasó a mí, pero en lo que estoy escuchando yo no veo nada.... O sea, ¿qué es lo que le da la cualidad de misterioso?
A-Repite lo de tu padre.
-Si ya te lo conté.
A-Sí, repítelo, repítelo.
-Que íbamos los cuatro en un coche, mi padre y mi madre delante y mi hermana y yo detrás, de noche, en Avila, el cielo despejado completamente y la casa a lo lejos. Y mi padre le dice a mi madre: “Adelita, la casa está ardiendo”. Y mi madre dice: “¡es verdad, está ardiendo la casa! ¡Corre, corre, corre, que la casa se quema!”. Y mi hermana y yo no lo veíamos, y no lo vimos nunca, y cuando llegamos allí efectivamente no pasaba nada, pero los dos vieron la casa ardiendo. A mí eso ni me da risa, ni me hace gracia, ni me maravilla tampoco.
A-Ni tomas una actitud de decir....
-No, que no puedo tomar ninguna, y eso es para mí lo que le da la cualidad de misterioso, pero cuando me río de la ouija, o me río de que vuelo cuando sueño, no le veo el misterio por ningún lao, así que no sé de qué misterios estamos hablando, o qué es lo que le da la cualidad de misterioso a algo.
A-Pero podrías tomarla, una en el sentido de decir “¡qué efectos puede producir la imaginación por los factores que sea! Y segundo: “¿cómo es que si esto se le ha producido a mi padre, se le ha contagiao a mi madre al mismo tiempo?”.
-Es más, te diré que para mí era misterioso hasta ahora, que ahora que lo he contado aquí públicamente desde luego el misterio se le ha ido pasando cada vez más. O sea, que además cuando lo cuentas el misterio parece como que se desvanece. Entonces yo aquí misterio no lo veo por ningún lao.
A-Bueno, depende de cómo se cuente, ¿no? ¿Qué más?
-Yo voy a contar una de mi madre. Yo durante toda la infancia siempre escuchaba a mi madre y a mi abuela las dos decir que ellas eran brujas, que tenían poderes y esto, ¿no?, y te contaban, pues miles de cosas que les habían pasado, y entre ellas voy a contar una que mi madre siempre contaba y que cuenta, ¿no? Y es que vivíamos en una casa en la que había lilas, había lilos, que a mi madre le encantan las lilas, y entonces ese año (siempre salen para su cumpleaños, en Abril), las vio que estaban en capullito, y se le vino una visión, dijo: “¡huy, estas lilas van a servir para la tumba de mi suegra!”. Y no es que se llevaran mal ni nada, pero le vino esa.... Y mi abuela, la madre de mi padre, estaba perfectamente, no tenía ningún problema de salud ni nada. Y las flores empezaron a salir, y cuando estaban ya las flores en su mejor momento, ¡cataplúm!, que se muere mi abuela. Mi madre se quedó como fatal, diciendo “¡Dios mío, por qué lo habré contao esto, para que no pasara!”, con todo el remordimiento. “Y no voy a decir nada de que cojan unas lilas para llevarles, para que no se cumpla el maleficio por lo menos”. Pues estaban ya metidos en el coche, en un SIMCA 1000 que teníamos por entonces, para irse al cementerio, mi madre tan contenta diciendo “¡menos mal que nadie ha dicho de coger lilas ni nada!”. Ya había arrancado mi padre el motor, y lo paró y dijo “¡voy a coger unas lilas para mi madre!”. Y ya está.
A-Bueno, no vamos a tener tiempo para recoger más. Querría recoger más esperiencias, ya ha habido unas cuantas. Como os decía, esto tiene el sentido de que los restos de creencia en cosas sobrenaturales, maravillosas, milagrosas, es un estorbo; es un estorbo bastante serio para esto que nos traemos, y por eso es por lo que había que quitárselo de delante, y no sé hasta qué puntos os quedáis conformes los que habéis hablado y los que no con que nos lo estamos quitando de delante. Ya recordáis los que habéis leído los escritos de Freud, y especialmente los que os dedicáis a eso, que a Freud se le presentaban estas cosas como un estorbo también considerable para lo que él intentaba, es decir, los fenómenos de la telepatía y del ‘dejá vú’ sobre todo, que son a los que se dedica, de los que recoge testimonios y de los que trata de desentenderse a su manera. De manera que también en el sentido de esa labor negativa que intentaba el Sicoanálisis, estos hechos, estos testimonios, estos testimonios recogidos seriamente, se le presentaban como un gran estorbo, ¿no? Nosotros, como os he dicho al principio hoy, estamos tentando que el Sicoanálisis se haga una Física, es decir, que lo que le pasa a uno cualquiera sea una revelación de lo que pasa con las cosas, de manera que la cosa es un poco distinta, pero el caso de las esperiencias de Freud es también, como las vuestras, ilustrativa. Los principales inconvenientes.....
-¿Entonces por qué hacía lo de la terapia de la hipnosis, que la usaba casi de modo sistemático para dejar que fluyera el libre mecanismo sin la interferencia del que piensa? Porque entonces se contradice la terapia con.....
A-No, eso a Freud no le estorbaba para nada, y pasaba como un fenómeno de los estraños. A mí me han pasado: estraños, raros, pero que no son milagros, no inciden en despertar ninguna Fe en lo sobrenatural, que después de todo es un sostén: estas Fés en los milagros son un sostén de la Fe fundamental, que es la Fe de creer en la Realidad como verdad, que es contra lo que en esta tertulia política se lucha costantemente, contra la Fe, y evidentemente estos residuos de Fe en milagros, sean como sean, son un estorbo, porque son un sostén; un sostén para la otra Fe, de ninguna manera desmienten la Fe en la Realidad. De los muchos errores en los que se nos hace vivir (el Poder manda, y el Poder es mentira, y si no, sin la mentira, no se sostiene), entre los muchos está esta distinción que antes he enunciado entre el sujeto y el objeto, dicho a lo filósofo: entre lo que uno piensa y lo que piensa, entre lo que uno dice y eso que dice, y demás, ¿no? Hay que desmontar por tanto esto. Yo no dejo de seguir estrañado, no de que a alguien le haya pasado algún milagro, sino de que a mí no me haya pasado nunca, tan viejo como soy, y no dejo de conservar un poco de estrañeza, y también de paso que siendo tantos (hoy no somos tantos, pero vamos, siendo tantos como somos de ordinario aquí), no haya habido apenas ningún testimonio de esperiencia directa y de residuo de una Fe en el Milagro. Pero sea de eso lo que sea, lo importante es que la distinción entre la mente y el poder de la mente y esas cosas que dicen los milagreros que pueden actuar sobre las cosas y llegar a producir levitaciones y cosas por el estilo, esa distinción es preciso cortarla antes que nada, ¿no?, y es a lo que sobre todo estaba. La razón no es de uno, está en las cosas, y la necesaria Fe en que sí que es de uno, que la razón es una razón de uno, es desde luego sin duda el responsable de muchas de estas fantasías o creencias, o milagros, que estoy reconociendo como un estorbo. Voy a volver enseguida sobre eso en el poco rato que nos quede, pero adelante.
-Es que te recuerdo que precisamente en el artículo sobre lo inquietante que escribe.....¿Cómo se dice en alemán?
A-“Unheimlich”.
-Ahí precisamente se refiere a la cuestión del milagro, pero no milagro, sino lo estraordinario de lo ordinario, que también viene a decir de alguna manera que la Realidad no es todo lo que hay en el sentido de que no es todo lo que aparece. Yo creo que ahí está la raíz fundamental de la separación entre Fe y lo estraordinario, y eso habría que tomarlo como una cosa muy buena para discutirlo en la tertulia.
A-En el escrito ese, “Das unheimliche”, se revela un poco eso que estaba diciendo de Freud tratando de liberarse de estorbos; de estorbos para su cosa. Pero bueno, eso no tiene ya..... En cuanto llegar a sentir de verdad el misterio de la Realidad, estamos muy lejos. Llevamos doce años en la tertulia, y tú todavía no lo has sentido, tu todavía no has empezado a sentir el misterio de la Realidad misma, de manera que no te hagas ilusiones, ¿eh? No te hagas ilusiones.
-Si hubiera acertao, es porque se dio la vuelta por aquí, ¿eh?, mucho cuidao.
A-Bueno, el poco rato que nos quede, porque nos van a echar por la costumbre de los bedeles de echarnos estos días de fiesta a menos cuarto, el poco rato que nos queda voy a hacer respecto a esto, y sirva para pasar adelante, voy a haceros como..... como un regalo para los que habéis estado conmigo costantemente, y a los que estáis hoy aquí ocasionalmente. Un regalo peligroso, hay que decir, de manera que lo hago no sin cierto tormento. Y es una especie de suma, de breve resumen, de algunas de las cosas que hemos venido descubriendo a lo largo de estos años, que nos parece, o me parece a mí, que hemos venido descubriendo. El regalo es peligroso, porque ya sabéis: al deciros como os voy a decir, tan brevemente y tan claro como os lo voy a decir, algunos de esos descubrimientos, eso puede fácilmente convertirse en un Catecismo, una Creencia, y creer que aquí hemos llegado a saber algo. El peligro está ahí. De manera que preveniros contra ese peligro, no os creáis nada de lo que voy a deciros; no os creáis nada de lo que voy a deciros, sino simplemente dejaos oírlo como yo me dejo decirlo.
Empezando, para empezar, se toma el índice ‘hay’. Es decir, que se supone que en cualquier lengua tiene que haber un índice que haga una referencia inmediata al campo en el que se está hablando sin especificar dirección, ni punto, ni sentido. Eso es lo que en castellano está en este índice ‘hay’. Se entiende que yo no puedo encontrar nada más primitivo que esto, si no empezaría por otra cosa. No encuentro nada más primitivo que esto, y entonces se dice ‘hay’, e inmediatamente se hace la primera formulación, que es ‘hay algo’. ‘Hay algo’, que es una formulación que se supone que no requiere ninguna especie de prueba, porque no es una afirmación, sino una negación, como sucede siempre. Es decir, que habría que decir ‘hay algo, porque no puede no haber nada’, ya que ahí el decirlo se contradice a sí mismo.
-¿Puedes repetirlo, por favor?
A-Sí, no para que os quedéis con el Credo: ‘hay algo’, que en verdad es una negación. Hay algo, porque no puede no haber nada, ya que aquí el decirlo se contradice a sí mismo, se anula a sí mismo. No puede no haber nada. Esto entre paréntesis habrá que compatibilizarlo luego con la presencia de los ideales, uno de los cuales es ‘nada’, pero en todo caso parece que no hay más remedio que ‘hay algo’; que no hay salida, no hay remedio: hay algo.
Bueno, otro paso más: se puede decir ‘hay cosas’. Esto como veis es un gran paso adelante: hay cosas. Es ya un atrevimiento. También aquí la aparente afirmación es una negación de un ideal falso, ‘hay cosas’, en castellano con este plural que no quiere decir número, sino eso, lo que dicen los plurales en la lengua vulgar. Hay cosas, porque no puede haber una’. Este es el otro imposible: hay cosas, porque no puede haber una.
-¿Por qué no lo formulas igual que lo otro: “porque no puede no haber cosas”?
A-Porque no puede haber una, es lo mismo. Allí era ‘nada’, y aquí es ‘una’. No puede ser que sean una, si queremos contradecirnos en el dicho; no puede ser que sean una, no puede haber una. Pues las cosas no tienen más fundamento que éste, y nosotros, como recordáis, no somos más que cosas, somos una clase de cosas, hemos dejado para atrás cualquier distinción. De manera que hay cosas simplemente por eso, porque no puede haber una.
Bueno, ése es el reconocimiento de las cosas de por sí, sin más. Pero claro, estamos todavía muy lejos de podernos presentar las cosas como de hecho se nos presentan, porque ‘cosas’ es demasiado vago. Es demasiado vago por ese plural que no es número ni nada, y también por el semantema, porque cosa, siendo el término más general que las lenguas vulgares pueden conocer, más astracto que el cual no puede haber nada, pues es también eso. Bueno, de manera que hay que seguir: ¿qué más hemos descubierto en esta lucha contra la Fe, que es la lucha contra la Realidad? Aparte de otras cosas, ésta: hay también entes ideales. Hay entes ideales, es decir, ya sabéis: ‘todo’, ‘nada’, ‘uno’, ‘el que es, es el que es’, ‘sí o no’...... Y también los números en cuanto están absolutamente sin cosa, cuando no son números de ninguna especie de cosa. Bueno esto son entes ideales que tenemos que reconocer, decir que los hay; los hay. ¿Cómo sabemos esto? Lo sabemos porque las cosas lo padecen, porque nosotros lo padecemos. Quien se niegue al padecimiento de las cosas y de uno bajo el Poder no va a entender esto, pero quien reconozca este sufrimiento del Poder por parte de las cosas, a las que estos ideales se quieren imponer, por supuesto lo reconocerá. No hay tiempo para seguir, nos echan los bedeles. El proceso contrario ya sabéis que es hacia abajo; el progreso contrario es hacia abajo, es decir, ‘hay sin fin’, que en realidad se dice ‘no hay fin’. Hay sin fin, no hay fin, que es de donde luego se desprenderá que la Realidad no es todo lo que hay, etc.
Estos son algunos descubrimientos de los que os quería regalar, y con los que tenemos que contentarnos por ahora, dispuestos a seguir, si el Señor nos deja, y la Entidad nos deja, dentro de unos siete días, y con lo que traigáis por vuestra parte también.
El hacer es el decir, y por eso entre paréntesis estamos aquí en la tertulia política también pensando que el hacer contra el Poder consiste en primer lugar en decir, en hablar, en dejarnos hablar, es decir, intentar hablar no como personas ni cada uno con su idiolecto, sino dejarnos hablar como cosas, como las cosas hablan. Ésa es la tensión política que sostiene esta tertulia hace tantos años. Pensad que cualquier acción que no pase por romper con la Fe dejándonos hablar, estará ya condenada a servir a la reproducción, a la continuación de la mentira y el hacer creer en la normalidad, y por tanto si nos descuidamos en la necesidad, en la fatalidad, de que las cosas sean como son. Es en ese sentido pues como estamos tratando de hacernos sentir la contradicción que está en las cosas mismas. Esa contradicción, que entre otras cosas se nos manifestaba en este misterio inmediato de la izquierda y derecha, los contrapuestos incongruentes, como las alas de la mariposa vulgar, como nuestras manos....
Fijaros bien que esto quiere decir que en este caso como en tantos otros, el decir ‘todo’, o el decir ‘nada’, el pretender ‘sí o no’, ‘el que es lo que es, es el que es el que es’, y demás, nos está mostrando la presencia de los ideales, como ésos que acabo de enunciar, y es importante notar cómo esos ideales... Entre los cuales está la contradicción misma de izquierda/derecha, en el sentido general de que tienen que ser lo mismo una que otra, y sin embargo absolutamente irreductibles la una a la otra (una derecha nunca se puede hacer una izquierda, y viceversa), mientras que basta con mirarnos al espejo para que el milagro se produzca. Pero es la condición necesaria: el espejo, esa forma de reflexión, de vuelta sobre sí mismo, que rompe con esa condición que parece ser natural, de Natura, esa forma de contradicción. Estos ideales, entre ellos éste de la contradicción misma, se manifiestan con repugnancia de las cosas, a pesar de algo, de alguna otra cosa que hace que sin embargo esos ideales del ‘todo’, el ‘nada’, el ‘contrapuestos incongruentes’, y otros, no puedan cumplirse en las cosas del todo, perfectamente, nunca. Y sin embargo el ideal está claro, es decir, que está claro por un lado que por muy idénticas que tengan que ser mi mano derecha y mi mano izquierda, siempre habrá despellejamientos de algún dedo, accidentes de nacimiento o posteriores, que hacen que no cumplan la Ley. Nunca son palpablemente iguales, y es claro por el otro lado que eso no impide que el ideal se reconozca, que se sabe a qué va eso, que la pretensión es que las dos alas de la mariposa y nuestras dos manos sean idénticas por todo lo demás salvo por ser una derecha y otra izquierda, pero idénticas por todo lo demás. Pues ésa es la manera en que los ideales se manifiestan en las cosas y en nosotros, que no somos más que una clase de las cosas como cualquier otra clase, por más que a nosotros nos interesemos de una manera tan especial. Así es como se manifiestan, y es tan.......maravilloso....lo uno como lo otro, es decir, el que la contradicción, ideal (lo mismo esactamente pero opuesto), se manifieste, y el que frente a esa contradicción haya otra contradicción, que es la que las cosas ponen, y que les hace nunca realizar perfectamente la contradicción misma. Supongo que estos dos pisos de la contradicción no le armarán lío a nadie, y si es así ahora me lo haréis saber dentro de un poco.
También hemos caído en esto otro: que es que como nosotros somos cosas como las cosas, lo que a mí o a ti nos pase está de alguna manera revelando lo que les pasa a las cosas en general. Es un intento de confundir el Sicoanálisis con la Física, de hacer que las contradicciones internas de cada uno de nosotros sean una revelación de la Física, es decir, de lo que pasa con las cosas, de lo que a las cosas les pasa. Por ejemplo, si yo tengo un ansia incontenible de Poder que me obliga a hacer todo lo posible para obedecer al Poder costituído y trepar por la Pirámide, y ser cada vez más el que soy, eso está revelando algo de lo que les pasa a las cosas. Si por el otro lado yo padezco pasiones, sufrimientos, que me hacen repugnar esa necesidad de ser el que soy, de alcanzar Poder, de someterme al Poder, de trepar por la Pirámide, si hay pasiones dentro de mí que se oponen a eso, que repugnan contra eso, y que vienen de algún otro sitio (‘de abajo’, como solemos decir, puesto que al Poder lo ponemos en lo Alto), eso a su vez también está revelando algo que pasa con las cosas. De manera que esto es una propuesta metódica en la que querría que pararais mientes, porque precisamente por el hecho de que en las Ciencias y en las Filosofías al uso sigue rigiendo la distinción entre el que observa, el que piensa, el que dice, y las cosas en las que piensa, las cosas que dice, etc., evidentemente esta distinción tiene que haber quedado anulada aquí entre nosotros por descubrimientos elementales. No es verdad, como nada es verdad de todo aquello que en la Realidad pretende ser verdad, ya recordáis: para declarar la mentira es preciso que se haya declarado la verdad, es decir, que no se pueden negar las cosas ni se puede decir que la Realidad es falsa, sino decir eso: que en la medida que pretende ser verdad, es falsa, lo mismo que en la medida en que cada uno de nosotros pretende ser de verdad el que es, en esa medida, pero no más, es falso. Así es como intento que entre nosotros se haya roto la distinción entre lo subjetivo y lo objetivo, por decirlo a lo filósofo, entre el que lo dice y aquello que dice, puesto que somos cosas, y cualquier otra pretensión de ser centro, de ocupar un lugar distinto desde el que observar las cosas, es una pretensión patriótica, falsa, que no se sostiene en nada. De manera que así tiene que haber quedado rota la distinción, y por eso la propuesta metódica: gracias a que somos cosas, cualquier cosa que nos pase de las que se consideran más subjetivas, como las que he dicho (la pretensión de Poder, o la repugnancia a esa pretensión, y la contradicción entre lo uno y lo otro), se pueden sin más tomar como reveladoras de lo que pasa con las cosas. A las cosas en general les pasa esto que me pasa a mí y a ti en cuanto personas. Basta con que previamente tu y yo hayamos perdido toda pretensión de estar fuera, de oponernos a eso, y nos hayamos reconocido como lo que somos, como cosas.
Bueno, y supongo que también este principio metódico al que creo que se ha llegado está relativamente claro. Ahora me lo diréis en el rato que nos quede, pero antes de pasar a otra cosa, recuerdo (los que estaban conmigo el otro día ya lo saben), que al lado de este hacernos sentir las maravillas y contradicciones que se dan en las cosas, teníamos de alguna manera que habérnoslas con lo que de ordinario se consideran maravillas, cosas sobrenaturales, aquellos prodigios de que el otro día estábamos hablando, y de los que yo os decía acerca de mí, y solicitando compañía por vuestra parte, que a mí nunca me han pasado, que yo nunca he tenido esperiencias mágicas. No he asistido a ningún milagro, pero también me he pasado la vida oyendo hablar de ellos, incluso a testigos de los tales milagros, y por eso es por lo que os pedía ese acompañamiento. De manera que ahora vamos a dedicar un rato todavía, porque sin duda algunos, por lo menos los que estabais conmigo, hayan recordado alguna esperiencia en ese sentido sobrenatural, milagrosa. Cualesquiera de cualquier tipo las sigo recogiendo, antes de que esto nos estorbe para pasar a otra cosa. Esto puede ser un estorbo. No sólo os pido esperiencias, si las habéis tenido más o menos cercanas, sino también actitudes: hasta qué punto creéis o dejáis de creer en las posibilidades de los milagros. ¡Pues venga! ¡Una voz enseguida, muy bien, Isabel! ¡Esperiencias!
-Bueno, yo tengo milagritos, y un milagro.
A-¡A ver, un milagro!
-Que yo me curé bastante pronto del asombro ante los posibles milagros cuando me di cuenta del verdadero milagro, y siempre me he quedado embobada con ese milagro que no acabo de entender, que es lo del hablar mismo. El hecho de hablar, y cuando yo misma me oigo hablar, o te oigo hablar, o oigo hablar, eso es una esperiencia que tengo, es decir, es el milagro de los milagros.
A-Sí, pero ahora estamos quitándonos de en medio lo que de ordinario se consideran esperiencias milagrosas.
-Es una esperiencia milagrosa el hablar.
A-No, no, ¡fuera¡, ¡fuera!
-Sí, sí, y los miércoles no digamos. Es un milagro absoluto.
A-¡Fuera!, ¡fuera! No nos distraigamos más. Ahora estamos tratando de quitarnos eso de en medio, y si no has tenido ninguna, pues di simplemente que no la has tenido.
-No, no, es la esperiencia milagrosa.
A-¡No, no, no, no! ¡Fuera eso!
-¿Pero por qué no?
A-Porque estamos hablando de lo que de ordinario se llaman....
-¿Pero a ti no te parece milagroso que tu estés ahí hablando, y que entendamos lo que estás diciendo, y que otros te contesten? Ante eso no hay ningún milagro, na más que ése.
A-Esto es lo que podemos llegar a sentir, y no sólo por el hablar y por la tertulia, sino por lo que he dicho antes: por la maravilla y la contradicción misma de las cosas. Pero para llegar a entender eso bien tenemos que quitarnos de en medio.......
-No, no, yo te digo que cuando vi la película de Dreyer “La palabra”, entendí perfectamente cual es el milagro de los milagros, que es la lengua.
A-Para entender de verdad eso tenemos que quitarnos de en medio lo que estoy pidiendo ahora, que son esperiencias del tipo milagroso de las que todos oímos hablar costantemente, de las que recogemos testimonios, y....
-¿Qué quieres, que te cuente un milagro al estilo de la aparición de la Virgen de.....? Salí en los periódicos en Estremadura cuando tenía cinco años y se me apareció la Virgen en el brocal del pozo, y está recogido en los anales de la Historia de Estremadura. ¿Qué más quieres que te diga? Lo que pasa es que mi padre no era creyente y dijo que a la niña no se le había aparecido la Virgen, pero la verdad es que se me apareció.
A-Muy bien, gracias. ¿Alguno más en ese sentido? No sólo esperiencias...
-¿Te cuento el milagro cómo fue?
A-¡Ah, bien!
-Lo que entienden como milagro, que yo no sabía nada, porque yo tenía cinco o seis años.
A-Pero no lo hagas Literatura, por favor. Cuéntalo sin....
-Yo había tenido unas tifoideas muy graves por lo visto, de eso me enteré después. Había estado amortajada incluso. Me salvé porque un primo mío mayor vino y me dio un beso, y olía a gasolina y me resucitó, pero vamos, eso no es el milagro, el milagro viene después: no me gustaban las siestas, y allí en Estremadura las siestas son lo que todo el mundo hace, y entonces yo me quedaba en un corral que era cuadrao, y había un pozo al medio con un brocal de granito, y entonces había un caldero para sacar agua, y yo todo el rato tirando el caldero para intentar sacar agua, y por alguna razón el caldero se me cayó, y entonces yo veía que se levantaban mi padre y mi madre y me iban a dar de ostias, porque al ver tirao el caldero en un sitio de secano al pozo, pues significaba tirar las rastras, subir, y bueno, un descalabro, ¿no? Entonces yo me puse así todo el rato para ver si lo veía en el fondo el caldero reluciente, que era de zinc, y no se veía, y entonces de repente veo que hay un rayo de sol que incide en el agua, y veo el caldero en el fondo, y digo “¡huy, ya lo veo, está ahí efectivamente!”. Entonces, miro hacia arriba, levanto la cabeza, y era la Virgen Milagrosa, patrona de mi pueblo, que es la misma que estaba en el altar, que estaba en un almendro que en ese momento ya se habían caído las hojas, pero estaba subida en el almendro y le salían unos rayos de las manos, y uno de los rayos estaba incidiendo en el agua para que yo viera el caldero. Entonces yo en ese momento me asusté y chillé y me caí para detrás, y pegué un grito y entonces se levantó mi padre de siesta, y mi madre (tenía fiebre por lo visto), y yo conté lo que había visto, y me metieron para dentro, y entonces yo decía que sí, que había visto a la Virgen, y que el caldero estaba allí, y tal. Mi madre, que era muy creyente y tal, quería enseguida llamar al cura y que todo aquello se removiera, pero mi padre que era muy de izquierdas dijo que ni hablar, que milagros en esa familia que no. Pero resulta que uno del pueblo que escribía en Badajoz en el “Hoy” pues se enteró, y entonces viene aquello de “A la niña Isabelita Escudero, hija del maestro, se le ha aparecido la Virgen”, que lo recoge Patino en Canciones para ().
A-Muy bien, gracias. Bueno, y ahora, Isabel, si es posible a corazón desnudo, ¿tu ahora crees que viste a la Virgen?
-Yo creo que sí. Ellos dicen que fue por las tifoideas, que se me habían quedado algo mal. Y el caldero lo vi.
A-¿Tu creíste que viste a la Virgen? ¿Ahora crees que viste a la Virgen?
-Por supuesto que sí.
A-Bueno, es un testimonio. Estoy tanteando hasta qué punto quedan restos de Fe en los milagros, y aunque sea tortuosamente éste es un caso. ¡Venga, más esperiencias o actitudes!
-Yo una vez vi dos soles. Iba en tren, y había un resol, y luego ya cambiaron las montañitas, no sé lo que pasó, y desapareció. Nunca he querido averiguar ni qué fue aquello ni si es posible ni si deja de serlo, pero efectivamente eso me pareció estraño, raro, maravilloso.
A-¿Entonces cómo estaban los dos soles?
-Pues estaban uno arriba y otro abajo, en paralelo, como las vías del tren.
-¿Y se veían en varias ventanillas? Lo digo porque a mí me ha pasado, con niebla, ver dos soles, y es el reflejo en la ventanilla.
-No había niebla.
-Es que me llamó mucho la atención aquel día porque podías mirarlos perfectamente a los dos, porque como había niebla, pues te quedabas así mirando tranquilamente.
-Puede ser, tendría que ser algo de eso.
-Por eso te preguntaba si se veía desde otras ventanillas y pasaba lo mismo.
-No creo que fuera porque es posible que entonces como el tren corría y lo paraban las montañas no cabía eso de moverse un poco de acá para allá. Pero sí, puede atribuirse a algo de eso. Lo cierto es que aquello era raro. Me quedó como algo....
A-Te ha quedao como raro, como inesplicable. ¡Bueno, más, por favor! Esperiencias, o simplemente respuestas a esto, hasta qué punto os lo creéis, es decir, cuando los Medios o cualquier vecino te cuenta que ha sucedido un caso de levitación, hasta qué punto eso se traga, se acepta, como algo que sucede igual que las demás cosas, o si sigue molestando mucho. Hay un cuento creo que de Pushkin, en que esagera mucho esto, ¿no?: una chica que vive con su hermana y con los padres así feliz, y que cae en una depresión, no saben qué le pasa, y la siguen por todas partes, y todo el mundo piensa que es un caso médico, un caso de depresión, y llega un momento en el que están en la sala, y entonces ésta, la supuesta enferma, medio en trance, tiene en la mano un vaso de cristal, y se le deja caer, lo escapa, y entonces todos ven que el vaso de cristal sigue una trayectoria y vuelve a las manos de la enferma. Lo cual es simplemente un milagro modesto, una copa de cristal moviéndose sola en el aire. Pues esto produce tal trastorno que la hermana mayor que ha visto aquello no puede tragarlo, y acaba siendo ella la que cae en una enfermedad y en una locura incurables, ¿no? Es una reacción un poco esagerada en este cuento tal vez, pero bueno, son cosas de este tipo las que estoy buscando: ¿hasta qué punto estáis dispuestos a tragaros una copa moviéndose sola en el aire como algo que pasa, o hasta qué punto eso os perturba? ¡Venga!
-Yo recuerdo que a una amiga que estaba trabajando en un bar una vez se le presentó alguien que parecía ser que se dedicaba a los trucos de magia, pero ella jura y perjura que cuando se presentó una noche para dar su espectáculo y tal, que lo vio levitar. Según me lo contaba a mí, y considerando que el hombre se dedicaba a eso, pues no me lo termino de creer, pero ella dice “yo tampoco me lo creo, pero te juro que le he visto levitar”.
A-“No me lo creo, pero sucedió”. Es como dicen los gallegos, “no creo en brujas, pero haberlas haylas”. En el mismo sentido, ¿no? Bueno, pues ésa es una actitud; aunque no sea tuya sino de tu amiga, pero bien. Todo el mundo conoce milagros de ese tipo, ha oído hablar de ellos, tiene testimonios como ése más o menos cercanos. Sí.
-Yo creo que en una ocasión, que quizás estuviera de moda lo de la Sabana Santa de Jesucristo, hará como unos quince años o a lo mejor más, pues vi la Sabana Santa allí entre una hojarasca, en un árbol, pero vamos, puedo decir que aquello fue una ficción, una visión deseada, o una visión llevada por algún recuerdo, por algo que había oído, que no era cierto, que a pesar de que puedo decir que vi la Sabana Santa, puedo decir que eso fue una cuestión de sombras y luces.
A-De sombras y luces más bien que de tu imaginación.
-Sí, y de mi imaginación inevitablemente, para ver en las sombras y las luces la cara de Jesucristo ahí con la cruz y las espinas, pero vamos, debido a que aquello es lo que quise ver, supongo, o aquello que es parece que puede ser. Sí, lo vi, pero no.
A-Tiene el inconveniente de que estabas previamente informada acerca de la Sábana Santa con la cara de Jesucristo; si no, no tiene sentido. Tiene ese inconveniente para un milagro así lo más desnudo posible . ¡Más, en cualesquiera sentido!
-El otro día al salir me empecé a acordar, que ha pasado mucho tiempo y tampoco me parecía algo tan milagroso lo del espiritismo, que yo lo practiqué mucho un verano en la adolescencia. Nos juntábamos en la bodega allí en el pueblo varios primos y tal, con mi hermano, y al principio aquello era un desastre. Había gente que ya lo había hecho, pero aquello era un desastre, no salía ninguna frase ni nada que se entendiera. Pero al cabo de varias sesiones, pues la cosa iba tan bien que montábamos espectáculos, y venía gente del pueblo, y hasta le hacíamos alguna puya a alguno de decir “ahora le vamos a decir al espíritu que diga quién te gusta a ti”, que estaba delante, evidentemente. Y hacíamos unos solos, dejábamos ya de poner todos el dedito en el vaso y lo hacía solo uno....
A-¿Pero qué es eso de que “marchaba tan bien, tan bien, que.....”?
-Sí, porque lo teníamos dominado, porque decía lo que quería, venía el espíritu que nosotros queríamos, y le hacíamos decir lo que nosotros nos concentrábamos en que dijera...
A-Que lo dominabais. ¿No llegasteis a hacer aparecer en forma de nube al espíritu?
-No, no teníamos esas costumbres. Lo que sí hicimos una vez fue decir “¡a ver, Napoleón!”. Y luego “¡a ver, ponnos con Hitler!”, y vino Hitler, y resulta que estaba vivo, y nos dijo hasta en la dirección en la que vivía, y que Mario iba a morir a los dieciocho años asesinado por la policía en una manifestación y nosequé.
A-¿No era de ésos en los que te hablaba el espíritu por una mesita dando golpes con la pata?
-Era una tabla redonda en la que estaba escrito el abecedario, los números, un signo de interrogación, y no me acuerdo qué signos más, y sí y no, y el vaso iba. Lo habíamos hecho nosotros artesanalmente, y aquello iba muy bien, y era como una especie de facilidad con los días, que al principio nos costaba, que no decía nada, y luego ya.....
A-¿Y no te ha quedao algún rastro de sospecha de que a lo mejor era verdad?
-Siempre está esa duda, de decir, “¿Esto qué es, la fuerza de la mente?
A-¡Ah, te ha quedao! Te ha quedao un poco, ¿no?
-Pero claro, cuando dices “¡a ver, Napoleón!”, y sale Napoleón, y dices “¡a ver, Hitler”, y salía Hitler, y estaba vivo... ¿Pero esto lo estoy haciendo yo, o lo estamos haciendo entre todos de alguna manera que no controlamos o que no vemos físicamente, pero que algo hacemos? Lo de la fuerza de la mente, o los espíritus, yo qué sé......
A-A ver, algún otro....
-Eso del vaso ouija, que es lo que está diciendo, me hace pensar en una cosa: yo creo que estas cosas de los milagros están distribuidas muy claramente por tribus, por decirlo así, y en cada tribu que fabrica su idioma y su máquina de la Realidad yo creo que hay supersticiones, o Ciencias, o saberes, que unos están aquí y otros allá. Y me hace sospechar también la cuestión de Napoleón, Hitler y todos estos personajes famosos. ¿Por qué se les invoca? Pues porque son los ídolos de nuestras tribus para bien o para mal en ese aspecto, y me viene al recuerdo un amigo que es un traductor del tibetano y que pasa muchas épocas en el Tíbet, y es una persona absolutamente práctica, el prototipo de gente que tu no lo relacionarías nunca con algo maravilloso o con creencias de esta clase, y sin embargo jura y perjura, y me gustaría hacer una escursión para comprobarlo, pero todavía no he tenido esa oportunidad, que en el Tíbet no es una cosa tan estraña encontrar a lamas que leviten. No es tan espectacular como parece allí, pero claro, en nuestra tribu creo que sí, y la pregunta que me hago en definitiva sería..... Bueno, el otro día precisamente leía una anécdota que contaba alguien cuyo nombre no diré para no recaer en eso de los Nombres Propios de nuestra tribu, que decía “bueno, si un amigo muy querido que hace mucho tiempo que no hubiese visto se me apareciera de pronto y me tocara la oreja y la oreja se iluminase y toda la cara, y un halo estraño me rodeara, yo pensaría “¡qué cosa tan estraña! Otra cosa que no comprendes. Pero no creería nada más”. Simplemente pensaría “otra cosa que no comprendes”, y entonces dejo ahí caer lo de la tribu, y creo que lo maravilloso y lo milagroso está dentro de la tribu y los relatos que se cuentan, y cómo nos los cuentan desde pequeños, y lo de Napoleón me lleva un poco a sospechar eso, ¿no?
-No, aquello era más que nada un tic de decir “A ver, ahora ¿a quién llamamos?”.
-Pero dudo que en esta España haya un Napoleón.
-Sí, pero la levitación y la mística siempre han estado muy unidos, no solamente en el Tibet, aquí en España también.
-Sí, es cierto, pero no tan aparatosamente. Lo de la levitación y la mística.
A-¡Ah, bueno, eso no importa! A los magos que hacen levitación, naturalmente les gusta pasar por la prueba de que el ayudante hace entrar por un aro de cabo a rabo al levitante. No sé si los lamas se prestarían a la prueba del aro, pero de todas maneras.... No, lo que importa es....
-Es otro truco teatral. Yo he visto una representación teatral de “La tempestad” en que la gente levitaba en escena, pero ése era un truco muy fácil y conocido por los magos y en el teatro. En “La tempestad” lo hacían todos los personajes.
A-Sí, y tu actitud es clara: “otra cosa más que no comprendo”.
-Que me estaban haciendo recordar con lo de levitar y esas cosas, que a mí me ocurre bastante a menudo durante épocas que suelo soñar con volar, y cómo una cosa que sería bastante soprendente, que yo no he visto nunca a nadie que levite ni a nadie que vuele, sin embargo cómo en los sueños, por lo menos a mí cuando sueño el hecho de volar no me parece algo estraordinario en el sentido de algo fuera de lo normal, sino más bien como una cosa maravillosa que es como un reencuentro con algo que siempre ha estado ahí, que ha sido fácil, y que sencillamente lo que ocurre es que no sabemos que lo podemos hacer. Es decir, cuanto estás volando en esos sueños, dices “¡andá!”, y es como reencontrar algo que siempre ha estado ahí. Incluso tienes hasta la sensación de que es tan fácil, y no sabes qué mecanismos funcionan ahí, que dices que en cuanto me despierte voy a seguir volando, que eso está tirao.
-¿Y tu cómo volabas en sueños? ¿Con mucho esfuerzo?
-No, al revés, ningún esfuerzo.
A-No, cuando se vuela en sueños se vuela con una naturalidad entera, no hace falta esfuerzo, ¿no? Desde luego el sueño, los sueños, son una realidad entre las otras que tenemos, y en esa Realidad desde luego tipos como nosotros vuelan, no cabe duda, pueden volar de vez en cuando. Eso hay que considerarlo y recordarlo así. A lo mejor es ley de esa otra Realidad de fuera de los sueños que aquí uno no puede volar, simplemente un poco en el sentido que insinúas. ¿Qué más?
-Pero cuando te despiertas es porque te has pegao el trompazo. A mí lo que me pasa es que sueño con naturalidad que estoy volando, pero justo en el momento de despertar me despierto porque me he caído y me he dao contra el suelo, o sea que ¿qué es anterior, el que te caigas y te des contra el suelo, o que te despiertas? Y es que al tomar conciencia ya se rompe el mecanismo que dice Carlos, que sería el mecanismo de lo natural.
A-Bueno, tiene menos importancia eso, ¿no?
-Pero de todos modos, ¿qué es lo que da cualidad de misterio a las cosas? Porque a mí todo lo que se está contando aquí de misterioso no me parece nada.
A-¿No?
-No. No sé si es por la forma de contarlo....
A-¿Y tú no has encontrado nunca nada así?
-Lo de mis padres que te conté el otro día.
A-¡Ah, repite, sí!
-Pero seguramente es porque me pasó a mí, pero en lo que estoy escuchando yo no veo nada.... O sea, ¿qué es lo que le da la cualidad de misterioso?
A-Repite lo de tu padre.
-Si ya te lo conté.
A-Sí, repítelo, repítelo.
-Que íbamos los cuatro en un coche, mi padre y mi madre delante y mi hermana y yo detrás, de noche, en Avila, el cielo despejado completamente y la casa a lo lejos. Y mi padre le dice a mi madre: “Adelita, la casa está ardiendo”. Y mi madre dice: “¡es verdad, está ardiendo la casa! ¡Corre, corre, corre, que la casa se quema!”. Y mi hermana y yo no lo veíamos, y no lo vimos nunca, y cuando llegamos allí efectivamente no pasaba nada, pero los dos vieron la casa ardiendo. A mí eso ni me da risa, ni me hace gracia, ni me maravilla tampoco.
A-Ni tomas una actitud de decir....
-No, que no puedo tomar ninguna, y eso es para mí lo que le da la cualidad de misterioso, pero cuando me río de la ouija, o me río de que vuelo cuando sueño, no le veo el misterio por ningún lao, así que no sé de qué misterios estamos hablando, o qué es lo que le da la cualidad de misterioso a algo.
A-Pero podrías tomarla, una en el sentido de decir “¡qué efectos puede producir la imaginación por los factores que sea! Y segundo: “¿cómo es que si esto se le ha producido a mi padre, se le ha contagiao a mi madre al mismo tiempo?”.
-Es más, te diré que para mí era misterioso hasta ahora, que ahora que lo he contado aquí públicamente desde luego el misterio se le ha ido pasando cada vez más. O sea, que además cuando lo cuentas el misterio parece como que se desvanece. Entonces yo aquí misterio no lo veo por ningún lao.
A-Bueno, depende de cómo se cuente, ¿no? ¿Qué más?
-Yo voy a contar una de mi madre. Yo durante toda la infancia siempre escuchaba a mi madre y a mi abuela las dos decir que ellas eran brujas, que tenían poderes y esto, ¿no?, y te contaban, pues miles de cosas que les habían pasado, y entre ellas voy a contar una que mi madre siempre contaba y que cuenta, ¿no? Y es que vivíamos en una casa en la que había lilas, había lilos, que a mi madre le encantan las lilas, y entonces ese año (siempre salen para su cumpleaños, en Abril), las vio que estaban en capullito, y se le vino una visión, dijo: “¡huy, estas lilas van a servir para la tumba de mi suegra!”. Y no es que se llevaran mal ni nada, pero le vino esa.... Y mi abuela, la madre de mi padre, estaba perfectamente, no tenía ningún problema de salud ni nada. Y las flores empezaron a salir, y cuando estaban ya las flores en su mejor momento, ¡cataplúm!, que se muere mi abuela. Mi madre se quedó como fatal, diciendo “¡Dios mío, por qué lo habré contao esto, para que no pasara!”, con todo el remordimiento. “Y no voy a decir nada de que cojan unas lilas para llevarles, para que no se cumpla el maleficio por lo menos”. Pues estaban ya metidos en el coche, en un SIMCA 1000 que teníamos por entonces, para irse al cementerio, mi madre tan contenta diciendo “¡menos mal que nadie ha dicho de coger lilas ni nada!”. Ya había arrancado mi padre el motor, y lo paró y dijo “¡voy a coger unas lilas para mi madre!”. Y ya está.
A-Bueno, no vamos a tener tiempo para recoger más. Querría recoger más esperiencias, ya ha habido unas cuantas. Como os decía, esto tiene el sentido de que los restos de creencia en cosas sobrenaturales, maravillosas, milagrosas, es un estorbo; es un estorbo bastante serio para esto que nos traemos, y por eso es por lo que había que quitárselo de delante, y no sé hasta qué puntos os quedáis conformes los que habéis hablado y los que no con que nos lo estamos quitando de delante. Ya recordáis los que habéis leído los escritos de Freud, y especialmente los que os dedicáis a eso, que a Freud se le presentaban estas cosas como un estorbo también considerable para lo que él intentaba, es decir, los fenómenos de la telepatía y del ‘dejá vú’ sobre todo, que son a los que se dedica, de los que recoge testimonios y de los que trata de desentenderse a su manera. De manera que también en el sentido de esa labor negativa que intentaba el Sicoanálisis, estos hechos, estos testimonios, estos testimonios recogidos seriamente, se le presentaban como un gran estorbo, ¿no? Nosotros, como os he dicho al principio hoy, estamos tentando que el Sicoanálisis se haga una Física, es decir, que lo que le pasa a uno cualquiera sea una revelación de lo que pasa con las cosas, de manera que la cosa es un poco distinta, pero el caso de las esperiencias de Freud es también, como las vuestras, ilustrativa. Los principales inconvenientes.....
-¿Entonces por qué hacía lo de la terapia de la hipnosis, que la usaba casi de modo sistemático para dejar que fluyera el libre mecanismo sin la interferencia del que piensa? Porque entonces se contradice la terapia con.....
A-No, eso a Freud no le estorbaba para nada, y pasaba como un fenómeno de los estraños. A mí me han pasado: estraños, raros, pero que no son milagros, no inciden en despertar ninguna Fe en lo sobrenatural, que después de todo es un sostén: estas Fés en los milagros son un sostén de la Fe fundamental, que es la Fe de creer en la Realidad como verdad, que es contra lo que en esta tertulia política se lucha costantemente, contra la Fe, y evidentemente estos residuos de Fe en milagros, sean como sean, son un estorbo, porque son un sostén; un sostén para la otra Fe, de ninguna manera desmienten la Fe en la Realidad. De los muchos errores en los que se nos hace vivir (el Poder manda, y el Poder es mentira, y si no, sin la mentira, no se sostiene), entre los muchos está esta distinción que antes he enunciado entre el sujeto y el objeto, dicho a lo filósofo: entre lo que uno piensa y lo que piensa, entre lo que uno dice y eso que dice, y demás, ¿no? Hay que desmontar por tanto esto. Yo no dejo de seguir estrañado, no de que a alguien le haya pasado algún milagro, sino de que a mí no me haya pasado nunca, tan viejo como soy, y no dejo de conservar un poco de estrañeza, y también de paso que siendo tantos (hoy no somos tantos, pero vamos, siendo tantos como somos de ordinario aquí), no haya habido apenas ningún testimonio de esperiencia directa y de residuo de una Fe en el Milagro. Pero sea de eso lo que sea, lo importante es que la distinción entre la mente y el poder de la mente y esas cosas que dicen los milagreros que pueden actuar sobre las cosas y llegar a producir levitaciones y cosas por el estilo, esa distinción es preciso cortarla antes que nada, ¿no?, y es a lo que sobre todo estaba. La razón no es de uno, está en las cosas, y la necesaria Fe en que sí que es de uno, que la razón es una razón de uno, es desde luego sin duda el responsable de muchas de estas fantasías o creencias, o milagros, que estoy reconociendo como un estorbo. Voy a volver enseguida sobre eso en el poco rato que nos quede, pero adelante.
-Es que te recuerdo que precisamente en el artículo sobre lo inquietante que escribe.....¿Cómo se dice en alemán?
A-“Unheimlich”.
-Ahí precisamente se refiere a la cuestión del milagro, pero no milagro, sino lo estraordinario de lo ordinario, que también viene a decir de alguna manera que la Realidad no es todo lo que hay en el sentido de que no es todo lo que aparece. Yo creo que ahí está la raíz fundamental de la separación entre Fe y lo estraordinario, y eso habría que tomarlo como una cosa muy buena para discutirlo en la tertulia.
A-En el escrito ese, “Das unheimliche”, se revela un poco eso que estaba diciendo de Freud tratando de liberarse de estorbos; de estorbos para su cosa. Pero bueno, eso no tiene ya..... En cuanto llegar a sentir de verdad el misterio de la Realidad, estamos muy lejos. Llevamos doce años en la tertulia, y tú todavía no lo has sentido, tu todavía no has empezado a sentir el misterio de la Realidad misma, de manera que no te hagas ilusiones, ¿eh? No te hagas ilusiones.
-Si hubiera acertao, es porque se dio la vuelta por aquí, ¿eh?, mucho cuidao.
A-Bueno, el poco rato que nos quede, porque nos van a echar por la costumbre de los bedeles de echarnos estos días de fiesta a menos cuarto, el poco rato que nos queda voy a hacer respecto a esto, y sirva para pasar adelante, voy a haceros como..... como un regalo para los que habéis estado conmigo costantemente, y a los que estáis hoy aquí ocasionalmente. Un regalo peligroso, hay que decir, de manera que lo hago no sin cierto tormento. Y es una especie de suma, de breve resumen, de algunas de las cosas que hemos venido descubriendo a lo largo de estos años, que nos parece, o me parece a mí, que hemos venido descubriendo. El regalo es peligroso, porque ya sabéis: al deciros como os voy a decir, tan brevemente y tan claro como os lo voy a decir, algunos de esos descubrimientos, eso puede fácilmente convertirse en un Catecismo, una Creencia, y creer que aquí hemos llegado a saber algo. El peligro está ahí. De manera que preveniros contra ese peligro, no os creáis nada de lo que voy a deciros; no os creáis nada de lo que voy a deciros, sino simplemente dejaos oírlo como yo me dejo decirlo.
Empezando, para empezar, se toma el índice ‘hay’. Es decir, que se supone que en cualquier lengua tiene que haber un índice que haga una referencia inmediata al campo en el que se está hablando sin especificar dirección, ni punto, ni sentido. Eso es lo que en castellano está en este índice ‘hay’. Se entiende que yo no puedo encontrar nada más primitivo que esto, si no empezaría por otra cosa. No encuentro nada más primitivo que esto, y entonces se dice ‘hay’, e inmediatamente se hace la primera formulación, que es ‘hay algo’. ‘Hay algo’, que es una formulación que se supone que no requiere ninguna especie de prueba, porque no es una afirmación, sino una negación, como sucede siempre. Es decir, que habría que decir ‘hay algo, porque no puede no haber nada’, ya que ahí el decirlo se contradice a sí mismo.
-¿Puedes repetirlo, por favor?
A-Sí, no para que os quedéis con el Credo: ‘hay algo’, que en verdad es una negación. Hay algo, porque no puede no haber nada, ya que aquí el decirlo se contradice a sí mismo, se anula a sí mismo. No puede no haber nada. Esto entre paréntesis habrá que compatibilizarlo luego con la presencia de los ideales, uno de los cuales es ‘nada’, pero en todo caso parece que no hay más remedio que ‘hay algo’; que no hay salida, no hay remedio: hay algo.
Bueno, otro paso más: se puede decir ‘hay cosas’. Esto como veis es un gran paso adelante: hay cosas. Es ya un atrevimiento. También aquí la aparente afirmación es una negación de un ideal falso, ‘hay cosas’, en castellano con este plural que no quiere decir número, sino eso, lo que dicen los plurales en la lengua vulgar. Hay cosas, porque no puede haber una’. Este es el otro imposible: hay cosas, porque no puede haber una.
-¿Por qué no lo formulas igual que lo otro: “porque no puede no haber cosas”?
A-Porque no puede haber una, es lo mismo. Allí era ‘nada’, y aquí es ‘una’. No puede ser que sean una, si queremos contradecirnos en el dicho; no puede ser que sean una, no puede haber una. Pues las cosas no tienen más fundamento que éste, y nosotros, como recordáis, no somos más que cosas, somos una clase de cosas, hemos dejado para atrás cualquier distinción. De manera que hay cosas simplemente por eso, porque no puede haber una.
Bueno, ése es el reconocimiento de las cosas de por sí, sin más. Pero claro, estamos todavía muy lejos de podernos presentar las cosas como de hecho se nos presentan, porque ‘cosas’ es demasiado vago. Es demasiado vago por ese plural que no es número ni nada, y también por el semantema, porque cosa, siendo el término más general que las lenguas vulgares pueden conocer, más astracto que el cual no puede haber nada, pues es también eso. Bueno, de manera que hay que seguir: ¿qué más hemos descubierto en esta lucha contra la Fe, que es la lucha contra la Realidad? Aparte de otras cosas, ésta: hay también entes ideales. Hay entes ideales, es decir, ya sabéis: ‘todo’, ‘nada’, ‘uno’, ‘el que es, es el que es’, ‘sí o no’...... Y también los números en cuanto están absolutamente sin cosa, cuando no son números de ninguna especie de cosa. Bueno esto son entes ideales que tenemos que reconocer, decir que los hay; los hay. ¿Cómo sabemos esto? Lo sabemos porque las cosas lo padecen, porque nosotros lo padecemos. Quien se niegue al padecimiento de las cosas y de uno bajo el Poder no va a entender esto, pero quien reconozca este sufrimiento del Poder por parte de las cosas, a las que estos ideales se quieren imponer, por supuesto lo reconocerá. No hay tiempo para seguir, nos echan los bedeles. El proceso contrario ya sabéis que es hacia abajo; el progreso contrario es hacia abajo, es decir, ‘hay sin fin’, que en realidad se dice ‘no hay fin’. Hay sin fin, no hay fin, que es de donde luego se desprenderá que la Realidad no es todo lo que hay, etc.
Estos son algunos descubrimientos de los que os quería regalar, y con los que tenemos que contentarnos por ahora, dispuestos a seguir, si el Señor nos deja, y la Entidad nos deja, dentro de unos siete días, y con lo que traigáis por vuestra parte también.