20.01.2010
Agustín García Calvo
Ateneo de Madrid
Tertu213-20-1-2010#Tertu213-20-1-2010.mp3
TRANSCRIPCIÓN:
Lo primero, en cuanto al esperimento que salía al final del último día respecto a un imaginario espectador de un partido de fútbol por ejemplo que no sabe absolutamente nada de ninguno de los dos equipos, con la pregunta de “¿según va trascurriendo el juego, hacia cuál de los dos va tu corazón?”, recogía la respuesta que parece como más de sentido común, que es “con el que va perdiendo”. Esto es lo que conviene yo creo que se aclare y si es preciso se vuelva a discutir un poco para que no haya malas interpretaciones. Desde luego añadíamos la observación, creo que también común, de que es que, que gane el que va ganando, que suceda lo que ha sucedido, que suceda lo que estaba previsto, es algo aburrido, mortalmente aburrido, de forma que es en el otro sentido donde va la alegría. Pero esto no debe interpretarse en el sentido de que el corazón o la razón común vaya en contra de la Mayoría, porque la Mayoría desde luego está con el que gana, eso ya se sabe: por más aburrido que sea comprobar que sucede lo previsto, a pesar de todo es condición de la Mayoría, de la Mayoría democrática, de este Régimen que nos rige, el ir con el que gana, contentarse con que se cumpla lo que estaba previsto, eso que el corazón, la razón común por lo bajo siente como un aburrimiento. No os digo pues que estemos contra la Mayoría en ese sentido de que estemos por el contrario a favor de una Minoría, como aquello que decía me parece Séneca de “argumentum péssimi turba est”, o sea, algo como “argumento o prueba de muy malo, o de lo peor, es la muchedumbre”. Eso es algo que el filósofo lo decía en el sentido ése de despreciar a la turbamulta, a la muchedumbre, sin duda a favor de algunos otros, varios, pocos. Sería como si aquí intentáramos remediar la cosa por la vía del número y pensar que con que los pocos fueran menos que los muchos ya estaríamos ganando algo en el sentido de la verdad o de la rebelión, pero no es así: aquí, como sabéis muy bien, estamos tan en contra de las Mayorías como de las Minorías, porque después de todo las unas son complementarias de las otras, y no hay ninguna distinción que valga la pena, de manera que si el esperimento nos revela algo en un sentido no es en este.
Aquí en esta tertulia política que lleva más de doce años durando estamos en una política que es la política que no es la Política que hacen los políticos que hacen la política, es decir, una política de abajo, una política del pueblo-que-no-existe. En esto es en lo que tenemos que insistir. Por supuesto, si nosotros confundiéramos ‘hay’ de la lengua corriente con ‘existe’ de la lengua escolástica, no tendríamos salida, pero aquí estamos a no confundir lo uno con lo otro, y pueblo por supuesto lo hay, está aquí; lo hay, solo que no existe. No existe en el sentido que está mandado, y esto por tanto nos hace volver sobre aquella retahíla del proceso elemental que os presentaba hace unos días, y que tal vez no se ha discutido bastante.
Alguno me preguntaba por qué en el trance en que se declaraba ‘hay cosas’, no se había incluido también este paso que es el de ‘hay pueblo-que-no-existe’, y por eso conviene recordar la retahíla: como recordáis se trataba de partir de lo más elemental y sin presuponer nada, usando este índice que suponemos de cualquier lengua humana o no humana, que en español está representado por el índice ‘hay’, para en seguida declarar “hay algo, por la simple razón de que no puede haber nada”. No puede haber más razón que la negación. Hay algo porque no puede haber nada, y después ese algo se trasforma un tanto: “hay cosas (se introduce un plural indefinido), por la sencilla razón de que no puede haber una”, sin que el plural tenga ningún otro valor más que el de esa negación de la unicidad, sin entrar a ninguna otra forma de definición ni acercarnos para nada a la cuestión de número: simplemente porque no puede haber una, hay cosas. Este amigo me decía que por qué no se añade ‘hay pueblo’, y eso es porque no recordaba que aquí hemos llegado a descubrir una cosa perogrullesca, como son las que se descubren aquí, a saber, que es que nosotros no somos más que cosas. Un caso o tipo de cosa entre las cosas, pero desde luego cosas como las demás cosas, de ninguna manera ese Hombre que se contraponía a las cosas como si Él fuera el que las ve, el que las piensa, el observador. Nos hemos despojado, o intentamos despojarnos de esa presuposición injusta y falsa, reconociéndonos como un caso de cosas sin más ni más, de manera que entonces ya está incluido; ya está incluido como un caso en esa retahíla, en el ‘hay cosas’, el ‘hay pueblo’. Que no existe: lo hay, como las cosas. Pueblo-que-no-existe está incluido entre las cosas.
Cómo de ahí se llegaba a la existencia (que entendemos lo mismo que Realidad, términos ambos no de la lengua de verdad, no de la lengua corriente, sino de la lengua escolar, de la lengua de los cultos, y por tanto el dialecto que se impone desde Arriba), eso ya lo recordáis, porque a continuación tenemos que reconocer que hay entes ideales: todo, nada, uno, esfera, triángulo..... Que no existen, pero que los hay. Que no existen, están allá Arriba por así decir, pero en cambio son los que, cayendo sobre las cosas (y el pueblo entre otras cosas), los hace existir, les brinda esa existencia, el término heredado de su aplicación a Dios. Y entonces, si cae en este caso sobre el pueblo (que simplemente eran muchos en el sentido de que no podía ser uno), si cae sobre él, lo que hace es que le hace existir, y para existir, claro, ya no hay pueblo que valga: el pueblo queda convertido en personas, en un número de personas, en un número de almas, que es lo que al Estado y al Capital les gusta y lo que necesitan, y confunden ‘pueblo’ con eso, un número de almas, una multitud sujeta ya al cómputo, al número, por tanto incluyendo la Fe en que cada uno es 1 precisamente, que es lo que aquí no creemos, o tratamos de no creer cada día que nos juntamos. Tratamos de no creer más en que uno sea 1 ni cosas por el estilo, porque evidentemente para contarnos (esto lo sabe cualquier maestro de Aritmética), para contarnos hace falta que cada uno sea 1, y si no sería un lío interminable y no habría cómputo posible, ¿no?
Bueno, pues en lo que hoy quería insistir es en que más abajo en la cadena está el reconocimiento de que hay sin fin, que es una manera rara de decir ‘no hay fin’. ‘No hay fin’ es la manera corriente de decirlo, es decir, una negación del límite, de la definición, de la esencia, que matemáticos al servicio de la Ciencia o filósofos necesitan tanto. No hay. No hay de verdad ni fin, ni límite, ni nada de eso, de manera que aquello que era sin fin (una verdad, pero una verdad que no se sabe, una verdad desconocida, no hay verdad que valga que no sea una falsificación), aquello que era sin fin, sin límite, y por tanto desconocido, queda convertido por la operación de los ideales desde Arriba en existencia, en Realidad: realidad de las cosas, realidad de las personas.... Y entonces, si es que eso está claro... Que claro está, pero a lo mejor está demasiao claro, ya se sabe que eso no deja de ser un inconveniente. Pero si queda relativamente claro para poder seguir, entonces lo que procede es preguntarnos qué pasa con nosotros las cosas, que estamos en el medio de esas operaciones desde Arriba y desde abajo.
Evidentemente no nos queda más que debatirnos en dos sentidos contrarios: uno es luchar por la existencia, que algunos tramposamente dicen luchar por la vida o cosas así. Tienen que luchar por la existencia, es decir, porque efectivamente uno siga siendo el que es. Que uno siga siendo el que es y las cosas sigan siendo lo que son, eso es la lucha por la existencia, a eso nos obliga la orden desde Arriba. Y por el otro lado ‘un amor’, diríamos, un amor que nos deshace, como los amores de verdad deshacen. Un amor que nos deshace, y que efectivamente nos produce esa hartura de que en el partido de fútbol tenga que vencer el que tiene que vencer, que se cumpla lo sabido, es decir, que los ideales lleguen a su cumplimiento, a su fin, y que por ese odio, por esa repulsa, efectivamente apetece deshacerse, desintegrarse. Y por tanto tiene que luchar con dos tipos de mentira, y esto es lo que nos toca aquí hacer. Un tipo de mentira que es el que nos quiere hacer creer que los entes ideales existen, y que por tanto ‘1’, ‘todos’, tienen sentido en la Realidad, lo cual no cabe: en la Realidad no hay nada esacto, nada definitivo, nada total, nada único.... Esto es algo que no hemos dejado de descubrir a cada paso, esta es una de las mentiras contra las que nos toca luchar. La otra mentira consiste en coger lo sin fin, lo continuo, ‘ahora’, que no pueden darse en la Realidad, y convertirlos en ideas de sí mismo. Eso de ‘no hay fin’ se convierte en una denominación, ‘infinito’ por ejemplo. O la falta de un Orden preestablecido toma su nombre y se convierte en ‘azar’, o si llega el caso en el libre albedrío, libertad, que puede atribuirse cuando venga bien, no sólo a nosotros, sino a los átomos mismos, que aparezcan dotados de un libre albedrío que contradiga la causalidad, la causa, en la cual la Ciencia por otra parte tiene que creer costantemente so pena de muerte, de muerte de la Ciencia. Contra eso, contra que os confundan el descubrimiento de que no hay fin con una cosa como el infinito, o lo infinitamente reducible o divisible, o cualquier otro de los cuentos que se nos cuentan directamente o indirectamente desde la Ciencia o más abajo, es la otra manera de mentira contra la que igualmente nos toca luchar.
Bueno, esto es lo que quería lo más brevemente posible recordaros para que se preste a la discusión, y desde ahí pasamos a lo que andamos, que es el análisis, por ejemplo Sicoanálisis cuando se trata de aplicarlo en vez de a otras cosas a uno mismo. Estáis harto de saber que eso de ‘análisis’ es un terminacho griego que se traduce en latín más o menos como ‘resolución’, o ‘disolución’. Más bien resolución, es decir, un resolvimiento, un deshacerse de lo que se supone que estaba íntegro, por ejemplo, en el caso de estas cosas que somos, eso de ‘el Yo’, que no soy yo, la desintegración de eso, ¿no?, la desintegración de ‘el Yo’. Entonces la nueva elección o dilema que os voy a presentar se refiere a este proceso del análisis, y concretamente del Sicoanálisis.
Uno puede empezar a analizarse, seguirse analizando por pasos sucesivos, analizando cada vez más profundamente, es decir, desintegrando; desintegrando el uno, el alma, como se desintegraban los átomos. Desintegrarlo, y entonces va descubriendo que eso no se acaba nunca, que no encuentra un fin, que ese proceso de resolución y disolución no acaba nunca, que por más que se divida uno se sigue siempre dividiendo, que por más que se descubra la falta de la integridad de uno, todavía queda algo de esa integridad que tiene que resolverse en el paso sucesivo, y así, aparentemente, sin fin. Recordáis que estamos metidos en una Realidad de la cual el fundamento es el Tiempo, ese Tiempo falso que os venden como Futuros y Pasados, y hasta Presentes y cosas así, y entonces dentro de eso es normal que para uno el descubrir que no hay fin, el no descubrir nunca que haya un fin para el análisis, que sea como el Padre Freud decía a otro propósito ‘un análisis interminable’, eso es desesperante. A algunos puede aterraros pensar en eso, en ese hundirse el análisis en una perpetua falta de fin sin encontrar nunca, ni de hecho ni en esperanza ni en ningún sitio, un descanso donde el análisis termine. Eso es lo que pasa por un lado: hay algo en nosotros, la parte formada ya con imposición de los ideales, la existente o subsistente, que repugna contra esa falta de fin, que necesita encontrar un fin para sus actividades para cualesquiera cosas. Esa necesidad de un fin que alcanzar, por ejemplo en el análisis, que el análisis termine, se corresponde con la necesidad que por otro lado tiene la Ciencia de causa, de que las cosas hayan venido sucediéndose unas a las otras según una Ley de causalidad. Es lo mismo. Hay una parte de nosotros que apetece el fin, que quiere terminar de una vez. No es todo, porque no somos todo, no somos del todo 1 cada uno de nosotros. No es todo, es simplemente una parte que es parte de esa contradicción de que antes os estaba hablando.
Voy a volver un poco a la manera en que la Ciencia se las ha con esta cuestión. Piensa el alma contrita que necesita terminar de una vez. Piensa que si por lo menos la Ciencia fuera como en sus albores, como con la Física de Demócrito, Epicuro y su Lucrecio, en que la división, el análisis, tenía un fin..... Había un análisis terminable, porque allí como recordáis (creo que os lo he traído más de una vez), se trata de eso: la Ciencia, esta Física, pretende ser una cura de la Muerte, y pretende serlo de esta manera: “es verdad que las cosas se deshacen, y nosotros con ellas; que las cosas se deshacen, que las vemos deshacerse unas en otras, pero nunca vuelven a la nada, nunca se reducen a una nada, porque no les pasa sino que se desparraman en los elementos, en los primordios inmortales, los átomos, que son absolutamente duros, increíblemente duros, porque si no, no hay Inmortalidad que valga”. O sea, no como los átomos que han venido a ser después, con el progreso de la Ciencia, es decir, a medida que el Tiempo también aquí seguía haciendo su obra, el Tiempo que no para. No como eso, sino átomos de veras duros, inmortales. “Las cosas se deshacen en eso, y Natura vuelve a componer una y otra vez con átomos nuevas cosas que a su vez se deshacen, pero nunca del todo, viniendo simplemente a parar a primordios inmortales, a átomos”. Y entonces una de las partes que en nosotros aspira al fin, a que todo termine de una vez, podría decirse “¡si por lo menos fuera así, si por lo menos hubiera ahí un límite en que la división terminara y en que el análisis se hiciera terminable!”.
Bueno, pues vosotros diréis. Eso es una parte. La otra parte de vosotros por supuesto está pugnando en el sentido contrario justamente: ‘un amor’, decía antes, atreviéndome a emplear una palabra tan bastardeada. Un amor que nos deshace, que lleva al deshacerse, y que no se cansa nunca de deshacerse, porque siempre se puede uno deshacer más. Entonces parece muy absurdo poner aquí la cosa a una elección de tirar por una vía o por la otra, pero yo pienso que tiene sentido, y por eso os lo pongo.
Por si hacía falta decirlo, con lo que aquí estamos jugando es con la muerte. Jugando con la muerte. Probablemente esta tertulia (y si no, desearía que sea así), consiste en eso, en un juego con la muerte. Jugar con la muerte es algo que sólo puede hacerse, claro está, partiendo de que en el uso real, corriente, la muerte es dos cosas enteramente contradictorias. Esto a los que me venís acompañando hace tiempo casi no hacía falta recordárselo, pero por si de alguna manera hace falta voy a ello: muerte se llama en un sentido al fin justamente del que hemos estado hablando. Fin. Fin por ejemplo del análisis interminable, que se hace terminable. Fin, es decir, algo que nunca está aquí, porque en realidad no hay ideales, ésa es una de las mentiras. Simplemente los ideales rigen lo que pasa para convertirlo en mera existencia. No hay tal muerte, como los otros ideales: como ‘todo’, que aquí no lo hay, como ‘nada’ (aquí no lo hay), como ‘1’ (aquí no lo hay), como ‘Muerte’, esa Muerte que es fin aquí no la hay. Es por eso que en sus usos habituales es lo que se dice futura, es decir (aprovechando el artilugio del Tiempo real y falso), una situada ahí, en ese espacio que es el Tiempo, pero que nunca es aquí. Pues ya sabéis cómo hasta tal punto esta muerte que nunca está aquí, que es un fin en el que todo se acaba, en el que uno se acaba del todo, esta muerte es tan poderosa que rige las Istituciones por ejemplo de estas cosas que somos los hombres (Estado, Capital y demás), de las cuales más de una vez decimos que su función es Administración de Muerte. Administración de Muerte, es decir, justamente de esa Muerte que se sabe lo que es, que no está aquí pero que está fija como un fin, como un fin ideal al que todo tiende. Eso es mi muerte.
Por otro lado muerte, morirse, morir, ir muriendo, no quiere decir más que deshacerse, el proceso en el que me he estado deteniendo todo el rato, ésa especie de disolución interminable, de análisis, que desde luego no puede ni siquiera tener la esperanza de los átomos de Lucrecio de llegar a un fin, que después de todo sería una esperanza que la Ciencia ofrecería. No puede tener nada de eso: es un amor desordenado, desenfrenado, que es la otra cara de un odio del Poder que consiste en la Administración de Muerte, y que desde luego se confunde con ésos otros procesos que se llaman vivir, irlo pasando, así o asá, que en definitiva son eso: deshacerse, disolverse, ir dejando de ser el que es uno, porque el que es uno es un ideal, que era una mentira impuesta para reducirnos a la existencia, saliendo de esa mentira, descubriéndola una y otra vez, al mismo tiempo que uno mismo se deshace, deja de ser un poco menos cada vez, pero nunca llegando a nada. No hacen falta átomos inmortales: simplemente nunca llegando a nada, porque sencillamente nada, lo mismo que ‘todo’ y que ‘1’, es estraño a la Realidad, está fuera, eran puramente ideales que a nosotros no nos tocan de veras para nada.
Bueno, pues ya sabéis que esto podéis plantearlo si queréis, para que sea de una manera más palpitante, en el sentido del miedo. De manera que tenemos que averiguar de cuál de las dos cosas es de las que uno tiene miedo, o de la que uno tiene más miedo, si hay que decirlo así, y qué es lo que eso trae consigo respecto a lo que nos importa, que es el análisis de uno, el descubrimiento de cómo uno vive en contradicción consigo mismo, y que es de lo que se trata. De manera que ahí está, ésa es la pregunta esta vez: ¿de cuál de las dos cosas tienes miedo?, o ¿de cuál tienes más miedo? ¿Cuál te da más miedo de las dos cosas? Pues eso es lo que os dejo ahí con la pregunta en el aire, y vamos a ver qué es lo que esos corazones o razones comunes aportan a......
-Yo quería preguntar, pero no de esta pregunta del corazón, sino de lo de antes, a ver si en este caldo saco algunas tajadas, ¿no? Que me ha parecido que cuando hablabas un poco del hay y el existe y tal, me sonaba mucho a lo de la caverna y tal, y después hablaste de los ideales que proyectados sobre lo que hay digamos crea el existe, o eso he creído entender. Pero luego me has salido con que esos ideales ni existen ni son, de modo que ya me has dejado....
A-No, los hay, los hay, ya hemos dicho que los hay. Era el reconocimiento de ‘hay’. Los hay, y el otro día en lugar de seguir con otras razones para el ‘hay’, respecto a eso ya os dije: los hay, porque la prueba es que las cosas los padecemos. Si no hubiera un padecimiento de los ideales podríamos estar dudosos, pero una vez que se han reconocido las cosas y nosotros como existentes, evidentemente padecen la necesidad de ser el que es, la necesidad de que el ideal se cumpla. Los hay, sin existir.
-Es que perdona, pero los ideales están tan bien hechos, tan conformados, que son muy sospechosos de existencia digamos, de definición.
A-No, al contrario, la existencia es imperfecta, no. Eso es justamente lo que los escluye de la existencia. La existencia es necesariamente contradictoria como acabo de decir, y por tanto imperfecta por necesidad. La mentira de que los ideales pueden realizarse puede hacer creer eso, pero es mentira, la Realidad es imperfecta.
-Pero los ideales no los hay en la misma medida que eso que decimos que hay que no se sabe lo que es, ¿no?
A-Con ‘medida’ no sé qué quieres decir.
-Que no están en la misma categoría que eso que no sabemos lo que es, porque los ideales sí sabemos lo que son.
A-Es otra cuestión, sí. Eso se reconoce más bien por la vía de las mentiras, la vía de los que convierten los ideales en algo que existe, que está ahí, que es verdad (mentira), y la vía contraria, que es lo que del ‘no hay fin’, del descubrimiento de la falta de fin, saca infinito, límite, la idea de continuo.... Por las mentiras se ve la doble procedencia que traen. Cuando decimos que una cosa viene de Arriba y otra de abajo, pues es un procedimiento burdo, tópico, pero bueno, yo creo que no engaña demasiado. Vienen de lados contradictorios.
-Yo en primer lugar, pues reconocer que como lo has bordao tan bien, pues casi no puedo decir nada, ¿no?, en esta ocasión.
A-Sí, porque yo he hecho una pregunta.
-Es respecto a la cuestión de los ideales, lo único que me queda un poco así, que no estoy muy satisfecha en el sentido de que lo mismo que efectivamente se descuelgan desde lo alto esa especie diríamos de moldes que caen sobre una especie de masa de pan blanda y van configurando esos ideales sobre las cosas, que en un principio estarían indefinidas, y se podría decir que efectivamente en la vida nunca te topas con una circunferencia, pero sí te topas con nombres que de alguna manera son circunferencias, te topas con cosas que no son circunferencias, porque yo en la vida me he topado con una circunferencia, pero sí te topas con cosas que son el ideal encarnado.
A-Sí, sí, y que incluso insisten en ser verdaderamente circunferencias, te lo encuentras a cada paso.
-Lo que quiero decir es que ese proceso de trasfiguración de ideal en nombre, en lengua, en denominación, no se podría hacer si efectivamente no hubiera una mediación lingüística, sería imposible.
A-Bueno, veo que te estás distrayendo. Bueno, ahora vamos a la pregunta, porque hasta ahora ninguno de los dos ha optado por responder a la pregunta, que era simplemente “¿de cuál de las dos cosas tienes miedo, o más miedo?”.
-Estoy preocupada por eso, por la mediación lingüística.
A-No, ahora ya fuera de...
-Yo miedo, miedo, tengo de la muerte ésa que es el fin, la definición y todo lo demás. Me parece que de eso que es deshacerse sólo tengo miedo cuando lo confundo con la otra.
A-Te diría cualquiera que eres muy valiente, porque uno tiene que ser el que es. Uno, teniendo que ser el que es (se tiene que ser uno, el que se es, siempre), se la está jugando de veras, ¿no?, porque eso quiere decir dejar de ser el que es.
-Hombre, desde luego que de la otra tengo miedo, pero porque se me confunde con la que es el fin. Desde luego que tengo miedo de deshacerme, pero porque pienso que me voy a terminar.
A-Recordad que os he presentado dos mentiras, una que consiste en coger lo sin fin y convertirlo en un infinito o cosas así, que ya está enteramente domesticado, y la otra que consiste en hacer que los ideales existan, que en lugar de regir la existencia que existan ellos, de manera que la confusión entre las dos a la que aludes evidentemente es una especie de confusión entre las dos mentiras que se nos imponen. Pero bueno, es una manera de responder, de las cuales espero muchas más.
-Yo en todo el proceso lo que veo es que has hablado de luchar como siempre entre dos, o una lucha. Yo creo que una cosa lleva a la otra, o sea, el análisis infinito te lleva a la simpleza.
A-¿Quieres decir que el análisis interminable lleva al terminable? No tiene mucho sentido, ¿no? Si es interminable, no lleva a ningún sitio. Ni simpleza ni nada: no lleva a ningún sitio.
-Te lleva a la vida otra vez, o sea, a lo que estás viviendo. O sea, los ideales no son más que parte de la vida, de todo lo demás.
A-Son como módulos que hacen que lo de vivir o cualquier cosa vaga se convierta en existencia. Son eso, y el análisis o la disolución, si no termina, no termina, no lleva a ningún fin. Lo cual quiere decir que eso a lo que aludes con vida o eso, pues quiere decir simplemente la falta de fin, el perderse, la perdición, el deshacerse.......
-Y volver a la vida, ¿no?
A-No, no, de a la vida, nada. A la vida como concepto, nada. Cuando se habla de la vida normalmente nos confunden, porque nos hacen llamar vida a la existencia, hasta al Futuro. A un muchacho le pueden decir que está haciéndose su Futuro, y a eso llama vivir. Hasta ahí de hondo puede llegar la confusión y la trampa, ¿no?: ‘haciéndose su Futuro’. Haciéndose su Futuro, que es la Muerte. Sí.
-Lo que creo que más miedo me produce a mí una vez perdida la esperanza, no sujetándote en la esperanza, pues es la idea de Futuro, las cosas que puedan acontencer, entre ellas la muerte, pero la idea de Futuro. Pero lo que es increíble también es cómo las cosas según van llegando, esas cosas que tenías tanto temor, uno las acepta inmediatamente, y algo que podría ser una desgracia, incluso una muerte de un ser querido o cosas de esta envergadura, como que uno se las encuentra de repente de sopetón, y no sé qué mecanismo hay que va aceptando las cosas. Y por otro lado....
A-Perdona, antes de que pases al otro lado: no sé cómo puedes decir que te dan miedo las cosas futuras y lo que pueda pasar. Serías un caso muy raro, porque la gente normalmente no tiene ningún miedo, sino que vive haciendo cálculos del día de mañana como si efectivamente eso fuera su vida, y no tiene ningún miedo. Tiene miedo tal vez de que el negocio le salga mal, pero son miedos de estos cotidianos, miedos de los que no le dan miedo a nadie, o miedo de que efectivamente las cosas no salgan como estaban previstas, pero dentro de los cálculos y aceptaciones de Futuro vivimos. No tiene por qué estrañarte que cuando suceda y se cumpla lo que estaba previsto nos aguantemos tan tranquilamente, porque estamos a eso, estamos metidos en la Realidad. ¡A lo otro!
-Que cuando uno piensa (me venía con esto de las circunferencias que salía), mientras estabas hablando antes me venía como una imagen así de cuando uno empieza a razonar o pensar las cosas, como que llega un momento en que siempre se te da la vuelta, llega un momento en que te da la vuelta todo y vuelves como para atrás, como que te pasas de rosca, vamos, o sea, la sensación sería como una espiral.
A-Una de dos, o vuelves al principio o te pasas de rosca. No es lo mismo.
-Es como una espiral que cuando vas a llegar a algún lado lo que sucede es que se da la vuelta para el otro, y empiezas.....
A-¿Cómo, como? No entiendo. Estás mezclando dos imágenes, ¿no?
-Sí, se me mezclan una en un sentido digamos, una espiral que va como avanzando, como que va razonando, va entendiendo algo, y llega un momento en que se te da todo la vuelta de esa espiral.
A-“Se da la vuelta.....”. Pero no entiendo cómo una espiral se da la vuelta, no acabo en este momento de entenderlo.
-Se pasa de rosca. Pasa cuando uno está hablando, a mí me pasa incluso aquí en la tertulia, que se está hablando, y parece que estás entendiendo algo, y de repente se te da la vuelta. A mí se me da la vuelta.
A-Pero ‘la vuelta’, no entiendo. Vamos a ver, desde luego una manera de pensar muy corriente y fatal, es que efectivamente ‘es volver a las andadas’. No es verdad que se vuelva nunca, porque es así, porque la verdad es que nada permanece, salvo por el ideal, y no se vuelve nunca, pero bueno, el Poder se contenta, y uno mismo se contenta, con volver más o menos a un círculo familiar, volver a repetir la cosa y tal. Lo contrario es ni espiral ni nada: lo contrario es que el análisis sea interminable y que haya uno que se canse y diga “¡jo, que me da miedo () más allá!”, aunque haya otro que siga más, pero el análisis de por sí es interminable, te estás hundiendo siempre. Hay siempre más allá; en el pensamiento como en la vida hay siempre más allá simplemente por la razón de que no existe un más allá. De manera que hay siempre más allá, y el que uno se aturda antes o después, o que se canse o tenga miedo, pues es trivial, pero vamos, la oposición va en ese sentido, ¿no? Pero el análisis de por sí sigue, es interminable. No hace espiral ninguna, es interminable, sigue más y más allá. A ver, sí.
-Lo mío es muy sencillo: dado tu gran conocimiento de la Grecia clásica, ¿podrías definir el concepto de muerte en aquél entonces, y el concepto de muerte en la Sociedad nuestra de hoy?
A-Se han muerto todos ya. ¡A ver, venga, otra cosa!
-Cuando hablamos de deshacerse parece que partimos de algo que lógicamente tiene que estar hecho, y parece que como el deshacerse es así infinito, pues el hacerse tendría que ser por un golpe o algo así, de una vez.
A-¿Por qué?
-No sé, porque si no se mezclarían el hacerse y el deshacerse. Estoy pensando en cuando le dimos tantas vueltas a lo del nacer. Pues igual que uno no se acaba de morir, pues tampoco acaba de nacer. No sé, es como algo que se me mezcla ahí.
A-Es posible, es posible. Desde luego, aunque el ideal de por sí es perfecto y esacto, incide, es todo o nada, o uno, y por ejemplo una cosa recibe la orden de ser una, y allí no hay confusión ninguna, la orden es clara, precisa, terminante, pero no cabe duda que en la Realidad esa orden que se recibe de ser el que se es, pues las cosas las vamos aceptando más o menos cada día (probablemente más cada día), y que la Fe va creciendo, cada vez puede uno irse creyendo más que él es el que es, de manera que hay proceso, no hay porqué no... : hay proceso en la aceptación del ideal, en la encarnación del ideal, en la firmeza de la Fe. Hay proceso. Entre la gente hay personas más obedientes al Capital y más repugnantes al Capital. Las hay, hay diferencias, ¿no?, hay quienes no aguantan (), no cabe duda. De manera que eso es un proceso. Que por otra parte uno se vaya deshaciendo continuamente, eso no tiene nada que ver con eso, el progreso en la Fe no es nada del mismo orden que el continuo deshacerse, se junta con él.
-Yo no lo puedo ver desligado, que no.....
A-No, desligao no está, las dos cosas se dan en Realidad. Por un lado nos estamos continuamente deshaciendo: aunque desde luego nosotros no podemos concebir el continuo (eso es estraño a la Realidad), pero estamos continuamente deshaciéndonos, gracias a que no estamos bien hechos del todo, claro. Si estuviéramos bien hechos del todo y el ideal se hubiera cumplido, entonces ¡pas!, de un golpe desapareceríamos, y no es así. Como tú has dicho muy bien, nacer se va naciendo poco a poco en el sentido de que cada vez más los padres primero y después el propio niño van sabiendo que es el que es, y las dudas se van disipando, la Fe va creciendo. Pero eso es distinto de el continuamente estarse muriendo y deshaciendo. Sobre eso se monta, y desde luego contando siempre con que las cosas no estamos nunca bien hechas del todo, si no lo que estamos diciendo no tendría sentido. Pero sigue.
-Bueno, y después, en relación a la pregunta, lo más inmediato para mí, y no sé por qué me parece que a cualquiera le parecería que tendría más miedo al fin, pero me parece como lo más inmediato, no sé. Pero lo que estaba pensando es que de alguna manera la pregunta siguiente es “¿Bueno, y después, qué?”. Y entonces se puede uno imaginar, como yo recuerdo de niña a veces haberme imaginado que después de ese fin, después de ese corte, era lo que no se sabe, pero que no se sabe a lo bestia, no como la Realidad en que se mezcla lo que se sabe y lo que no se sabe, sino lo que no se sabe de una manera inconcebible, ¿no?
A-¿Y para qué tenías entonces que esperar a que llegara el fin, si eso es lo que está sucediendo, que no se sabe?
-Pero que era como si mezclas.
A-En lo que respecta a tu niña tal vez seas fiel, o esacta, pero te pregunto, ¿para qué tienes, niña, que esperar a que llegue el fin, si es lo que está pasando ahora?
-Pero la segunda posibilidad, lo de ir deshaciéndose, parece que es como mezclao, como lo que no se sabe filtrado en las agarraderas que tenemos.... Es algo como que lo elegirías, que tendrías menos miedo a esa opción, porque de alguna manera tiene más que ver con la existencia que con la mezcla, ¿no?
A-Claro, claro, estamos hechos unos existentes.
-Y lo otro sí que es realmente inconcebible, tanto el fin como el no se sabe ése tremendo
A-Bueno, esa distinción podría aclarar un poco la pregunta. Son inconcebibles ambas cosas, pero de una manera completamente distinta, opuesta. La muerte que nunca está aquí, la muerte como fin, la que nos venden, la que el Poder administra, ésa concebible es. Todo el mundo se lo cree, y ¿cómo se va a creer una cosa que no es concebible? Precisamente la que no está aquí es la que es concebible: es concebible lo que puede pasar, y lo que quiere decir eso, es que es inaguantable para lo que nos queda de vivo. Inaguantable. Pero es inaguantable precisamente porque está concebida como un Futuro. En cuando a la muerte que consiste simplemente en morirse, en irse muriendo, en ir viviendo, en estarse muriendo, ésa es inconcebible simplemente como el continuo o lo sin fin: porque si lo concebimos lo convertimos ya en existencia, y por tanto un mínimo de honradez nos obliga a no concebirlo. Es literalmente inconcebible porque se sale de la Realidad, de la existencia que se nos ha impuesto. Es la liberación de la existencia. Tiene que ser inconcebible, de manera que son dos cosas enteramente distintas. El miedo que tengáis de la una o de la otra no sé si tendrá que ver con esto, pero tal vez eso ayude a que respondáis alguno más sobre esta imposible elección. Estoy preguntando que qué muerte elegís, si la una o la otra, y eso evidentemente no tiene mucho sentido, pero tampoco engaña demasiado.
-Pues uno preferiría morirse lo más deshecho posible, porque no tienes más que ver que cuando se muere un ser joven o que está en plena formación de su llamado ser, pues el muerto no puede opinar mucho, pero los que están al lado dicen que es una putada. En cambio cuando se muere uno hecho ya harapos de existencia, un viejecillo muy deshecho......
A-Isabel, por favor.... No te había entendido cuando decías ‘deshecho’. Creí que decías que deseabas deshacerte en el sentido no de hacerte vieja ni de ponerte arrugada, sino deshacerte en el sentido de dejar de ser, y dejar de ser la que eres tanto que cuando llegara el fin apenas tuvieras nada más que dejar de ser. () con la vejez no tiene nada que ver.
-Pero da la casualidad de que casi siempre hay un paralelo, un parangón, entre los planos de la Realidad en este sentido y la otra.
A-No tiene nada que ver, no tiene nada que ver.
-No, pero lo que yo iba a preguntar, que no tiene que ver con esto, es una cuestión importante: ¿por qué precisamente la Ciencia tergiversa el término ‘análisis’, porque es el que más usa? Mañana me voy a hacer análisis yo de todo, de arriba abajo. En la Medicina es lo que más se hace, análisis terminables, porque es casi siempre terminal.
A-No, no, depende. Depende, porque te darán otra cita para el mes que viene. Si no, no viven.
-Pero lo que te gusta es el análisis terminable, aunque sea interminable.
A-Bueno, dejemos anécdotas, ¿eh?, dejemos eso.
-¡No, no, las palabras son las palabras, y vale lo mismo el análisis terminable que el análisis interminable sicoanalítico!
A-Sí, sí, la Ciencia y el Poder no sólo es que tergiversen, sino que justamente las palabras que podían encerrar un peligro (como ‘análisis’, como ‘infinito’), las usan para someterlas a un fin, pero desde luego los análisis que te hagan no confíes en que van a ser terminables, por lo menos en el término de tu vida. Tendrás que seguir renovando los análisis una y otra vez, porque el Poder tiene que seguir subsistiendo, y el Capital tiene que seguir vendiendo. Sí.
-Es que estaba pensando, y la verdad es que podría responder esactamente lo contrario de lo que dije antes. Son dos miedos completamente distintos, pero a lo mejor el otro es mucho más visceral.
A-¿Cuál?
-El miedo a deshacerse, a irse por ahí perdiendo.
A-Es raro que ése sea más visceral.
-Es que no es nada buena palabra, yo creo, no sé. Es más profundo. Bueno, es distinto.
A-Ya sabéis que son dos miedos distintos, y eso quiere decir la segunda parte de la pregunta: ya que uno no es uno, ¿cuál, dentro de uno, tiene miedo de lo uno, y cuál, dentro de uno, tiene miedo de lo otro? Eso es lo que indican los dos tipos de miedo. ¿Quién puede ayudar?
-Pero yo creo que aquí estamos un poquito en una trampa, porque esos dos miedos, a deshacerse, o lo otro, que no sé si era morirse, al fin, no dejan de ser miedos a algo que va a pasar, o que puede pasar, y uno, si se está deshaciendo, en el momento en el que se está deshaciendo, no creo que tenga miedo.
A-No, no, no es así. El primer miedo, el miedo a deshacerse, se manifiesta de ordinario, no como miedo, sino como defensa, y uno se está defendiendo del deshacerse. No de una amenaza, como en un negocio o en una enfermedad: se está defendiendo del deshacerse, siente que se está deshaciendo, y como tiene la orden de ser el que es, está costantemente recostruyéndose; recostruyéndose, rehaciendo su fe en sí mismo. Es una defensa perpetua. Esto es parte de la existencia. De la existencia una parte es lo que viene de abajo, que es efectivamente irse muriendo, deshacerse, y la otra es la que viene de Arriba: defenderse contra eso. Defenderse contra eso, es decir.... Claro, para defenderse contra eso tienes que tener Fe en lo que está mandado, tienes que tener Fe en el Futuro, tienes que tener Fe en un fin, de manera que defendiéndote de este morirte que te estás muriendo te defiendes precisamente con la Fe en la muerte futura, en la que va a venir, con la Fe en el fin. Es aparentemente un poco paradójico, pero así es lo que nos pasa yo creo, salvo lo que digáis.
-() el ejemplo de los esquizofrénicos, que parece que tienen menos miedo a pegarse un tiro que a sentir que se deshacen, que se destruye su ser. Los esquizofrénicos que se suicidan yo entiendo que hay veces que la razón del suicidio es un pánico feroz a su disolución, a perder el ser, y entonces es como si fuera mucho más....
A-Es muy difícil saber eso de un esquizofrénico, de los mecanismos de un esquizofrénico. Bueno, y de cualquiera es difícil, y por eso el análisis es interminable, pero no siendo uno esquizofrénico, pues no tiene muchos fundamentos para decir cuál es la cosa que lleva al suicidio. No hace falta esquizofrénicos en cuanto a lo que lleva al suicidio a cualquiera de los que se suicidan, esquizofrénico o no. Tu parece que sugieres que se suicida por miedo, por algún miedo. Es posible, pero entonces, ¿por cuál?
-A deshacerse, ha dicho. Dice que es el miedo a deshacerse.
-Parece que se adelanta el fin.
A-Sì, sí. Es el miedo o la hartura de vivir, de seguir viviendo, deshaciéndose, y naturalmente como hemos dicho eso se cura por la creencia en el fin. Por lo tanto el suicidio como solución; como solución para terminar con una disolución interminable y que agota, ¿no? Pero evidentemente el suicida, sea esquizofrénico o no, tiene que creer en que su acto es efectivamente un fin, si no, creo que nadie podría concebir un suicidio propiamente dicho; tiene que tener Fe en que es un fin. Una Fe falsa, es la Fe en la muerte futura, es la Fe impuesta desde Arriba.....
-Luego están los kamikazes que se suicidan pensando en una vida más allá con las vírgenes que les esperan en el cielo y todo eso, ¿no?
A-Sí, es verdad: aparte de creer el kamikaze, como cualquier suicida, que efectivamente su acto es final, aparte de eso, bueno, pues la persona se anima con creencias, como siempre sucedía. En el viejo Régimen a los creyentes, que tenían que creer en la muerte futura, se les endulzaba la píldora presentándola como una vía a la Eternidad, otra vía que era eterna. Con alguna vergüenza se acuerda uno de que a nuestros abuelos se les hicieran creer esas cosas, pero no tenemos mucho fundamento, porque tan vergonzosas son las que se nos hacen creer a nosotros a través de la Ciencia y la Divulgación. No tenemos mucho fundamento. El caso es que era así, eso era el endulzar la píldora para el cumplimiento de un acto final. En el caso de un kamikaze guerrero, pues es final en el sentido también de que es una acción que tiene fin, sentido, para los fines de su tribu, de su Patria, o lo que sea. Sí.
-No entiendo que tenga que ver el análisis que estás poniendo como disolución del Yo con el Sicoanálisis, porque me parece que siendo de algún modo equivalentes, el Sicoanálisis permite que haya como un testigo superior de uno mismo que permita descomponer las partes que no coinciden, que llevan contradicciones, pero como que ese deshacerse está costruyendo, como decía Penélope, otro yo que es el sujeto de lo que está pasando delante de él.
A-El Sicoanálisis está domesticao en realidad, y desde el propio invento de Freud lo estaba, es decir, que se evita que sea de verdad interminable precisamente porque el deshacerse del Alma se detiene en separar el Yo, el Superyo, y algo más, lo cual, hacer partes, es interrumpir el análisis, interrumpir la disolución. Es un análisis domesticado, y aquí naturalmente estamos usando el término como si no hubiera estado domesticado, como si quisiera seguir presentando en la disolución interminable de uno mismo la imagen que nos revela lo que pasa también con las cosas, con el deshacerse de las cosas, es decir, con el Sicoanálisis convirtiéndose así en una Física negativa.
-Bueno, con respecto a lo que decía Joaquín, que no hace falta estar esquizofrénico, porque a muchas personas les hemos oído decir que en el caso de tener una enfermedad de quedarse lelas, mejor que les peguen un tiro, o sea que hay gente que depende de lo que esté sintiendo.... Porque eso de deshacerse y poner fin yo lo veo relativo, confuso, en la vida, porque tú puedes estar deshaciéndote de gusto y no quieres que tenga fin.
A-Y no te suicidas.
-No, ahí no. Pero también eso de irnos deshaciendo tampoco veo si es desde que nace un niño, que le va sucediendo eso, que es una cosa que se va deshaciendo, porque parece que la idea que tenemos es que un niño no se va deshaciendo sino al contrario, se va formando y se va haciendo persona, y es después cuando uno se puede ir deshaciendo, porque ya le han educao, le han hecho tener Fe, y entonces, a partir de cuando uno empieza a deshacerse y tener miedo a ese deshacerse, o al fin..... En fin, que estoy deshecha yo un lío.
A-Desde luego el deshacerse, cuando es un deshacerse que toma los caracteres de enfermedad, tundición de uno mismo, pues es el que más puede conducir al suicidio, a la hartura, pero eso es como condiciones que favorecen el proceso fundamental, como antes he dicho respecto a las ilusiones de los kamikazes. Son ilusiones que favorecen lo fundamental, que es que efectivamente se trata de creer en un fin que pone fin a aquello que no termina nunca. Cuando es desagradable para la persona, pues claro, favorece más, pero eso ya es como secundario. En cuanto a lo otro, que efectivamente me estabas diciendo esto segundo, lo de...
-Lo del niño, que si se deshace cuando empieza a deshacerse, porque parece que es una cosa que no está formada, no está hecha.
A-¡Ah, sí! Hay que saber desde luego que eso que llamamos ‘un niño’ no existe. Es decir, no existe más que en la manera en que existen las cosas, que aparte de haberlas, como las hay, están obligadas a ser más o menos cada una lo que son. A un niño efectivamente no es que se le eduque: se le hace ser quien es, empezando porque desde antes de salir del vientre de la madre se le aplica ya un Nombre Propio. Se le aplica un Nombre Propio para que el hacerse ser empiece prontito, y después va progresando, y desde luego, como hemos dicho antes, eso de deshacerse sólo tiene sentido en cuanto que hay algo que deshacer, y lo que hay que deshacer es por supuesto lo existente, eso que está hecho, aunque falsamente, por imposición de ideas sobre aquello que estaba pasando. Vamos a ir terminando, creo que se ha hecho tan tarde que....
-A mí me pasaba un poco lo mismo sin llegar a lo de la confusión del irse deshaciendo. En realidad de alguna manera ese tener que reaccionar permanentemente contra el miedo a deshacerse, irse perdiendo, esas cosas, es cuando menos como algo más desconocido, más confuso, menos perceptible, no sé. Sin embargo, si pensamos que la muerte real como fin actúa un poco como remedio contra eso, ¿por qué termina asustando más que lo anterior? Es decir, a mí me parece un poco contradictorio que algo que debería animarme a cumplir el ideal de ser uno, el real y nosequé, termina por asustarme más que lo anterior, que no consigo ni siquiera conocer con la misma aproximación que lo otro.
A-Muy bien, es una respuesta clara, esencialmente clara. Evidentemente el miedo a lo de deshacerse es un miedo, como acabo de decir antes, que se manifiesta de ordinario como defensa, como costante defensa. Uno tiene que ser el que es, ¿eh?, uno tiene que sostener la cara, y la verdad es que eso es lo que revela el miedo a perder la cara, el que tenga que estarla defendiendo costantemente. Pero has dicho que más, o más de verdad miedo es el otro, y eso es lo que nos importa. Creo que alguna vez os recordé eso que se dice de que los niños, o muchos niños, tienen miedo a la oscuridad, que es mentira, porque los niños sólo pueden tener miedo a una oscuridad que está ya poblada; que está ya poblada de ladrones, de fantasmas, de brujas, del hombre del saco, y de cualesquiera cosas, de manera que eso es lo que se puede aplicar más en grande a la cuestión. Parece lógico, como Palacios ha dicho, que si uno lo que ansía es el ser del todo, nada mejor que la Fe en la muerte futura: ésa te va a hacer ser el que eres. No es así, no funciona. Efectivamente no funciona. No funciona, y hay algo que por más Fe que tengas en la muerte te hace tenerle también al mismo tiempo miedo, más miedo que a nada, vosotros diréis por qué.
-¿Pero no puede haber un término medio entre lo del hacerse y lo del deshacerse, que es el liquidarse, y por eso lloramos?
A-¿Que es el qué?
-Las lágrimas es un deshacerse: “se deshizo en lágrimas”, que es una liquidación que es el término medio entre hacerse y deshacerse. Y es específicamente humano el liquidarse, las lágrimas.
A-Así nos vamos a liquidar por hoy, y dejo la cuestión tal como ha quedado planteada después de lo de Palacios para que sigamos. De manera que si el Señor no quiere cumplir sus fines demasiado pronto, pues dentro de siete días seguiremos dándole vueltas.
Aquí en esta tertulia política que lleva más de doce años durando estamos en una política que es la política que no es la Política que hacen los políticos que hacen la política, es decir, una política de abajo, una política del pueblo-que-no-existe. En esto es en lo que tenemos que insistir. Por supuesto, si nosotros confundiéramos ‘hay’ de la lengua corriente con ‘existe’ de la lengua escolástica, no tendríamos salida, pero aquí estamos a no confundir lo uno con lo otro, y pueblo por supuesto lo hay, está aquí; lo hay, solo que no existe. No existe en el sentido que está mandado, y esto por tanto nos hace volver sobre aquella retahíla del proceso elemental que os presentaba hace unos días, y que tal vez no se ha discutido bastante.
Alguno me preguntaba por qué en el trance en que se declaraba ‘hay cosas’, no se había incluido también este paso que es el de ‘hay pueblo-que-no-existe’, y por eso conviene recordar la retahíla: como recordáis se trataba de partir de lo más elemental y sin presuponer nada, usando este índice que suponemos de cualquier lengua humana o no humana, que en español está representado por el índice ‘hay’, para en seguida declarar “hay algo, por la simple razón de que no puede haber nada”. No puede haber más razón que la negación. Hay algo porque no puede haber nada, y después ese algo se trasforma un tanto: “hay cosas (se introduce un plural indefinido), por la sencilla razón de que no puede haber una”, sin que el plural tenga ningún otro valor más que el de esa negación de la unicidad, sin entrar a ninguna otra forma de definición ni acercarnos para nada a la cuestión de número: simplemente porque no puede haber una, hay cosas. Este amigo me decía que por qué no se añade ‘hay pueblo’, y eso es porque no recordaba que aquí hemos llegado a descubrir una cosa perogrullesca, como son las que se descubren aquí, a saber, que es que nosotros no somos más que cosas. Un caso o tipo de cosa entre las cosas, pero desde luego cosas como las demás cosas, de ninguna manera ese Hombre que se contraponía a las cosas como si Él fuera el que las ve, el que las piensa, el observador. Nos hemos despojado, o intentamos despojarnos de esa presuposición injusta y falsa, reconociéndonos como un caso de cosas sin más ni más, de manera que entonces ya está incluido; ya está incluido como un caso en esa retahíla, en el ‘hay cosas’, el ‘hay pueblo’. Que no existe: lo hay, como las cosas. Pueblo-que-no-existe está incluido entre las cosas.
Cómo de ahí se llegaba a la existencia (que entendemos lo mismo que Realidad, términos ambos no de la lengua de verdad, no de la lengua corriente, sino de la lengua escolar, de la lengua de los cultos, y por tanto el dialecto que se impone desde Arriba), eso ya lo recordáis, porque a continuación tenemos que reconocer que hay entes ideales: todo, nada, uno, esfera, triángulo..... Que no existen, pero que los hay. Que no existen, están allá Arriba por así decir, pero en cambio son los que, cayendo sobre las cosas (y el pueblo entre otras cosas), los hace existir, les brinda esa existencia, el término heredado de su aplicación a Dios. Y entonces, si cae en este caso sobre el pueblo (que simplemente eran muchos en el sentido de que no podía ser uno), si cae sobre él, lo que hace es que le hace existir, y para existir, claro, ya no hay pueblo que valga: el pueblo queda convertido en personas, en un número de personas, en un número de almas, que es lo que al Estado y al Capital les gusta y lo que necesitan, y confunden ‘pueblo’ con eso, un número de almas, una multitud sujeta ya al cómputo, al número, por tanto incluyendo la Fe en que cada uno es 1 precisamente, que es lo que aquí no creemos, o tratamos de no creer cada día que nos juntamos. Tratamos de no creer más en que uno sea 1 ni cosas por el estilo, porque evidentemente para contarnos (esto lo sabe cualquier maestro de Aritmética), para contarnos hace falta que cada uno sea 1, y si no sería un lío interminable y no habría cómputo posible, ¿no?
Bueno, pues en lo que hoy quería insistir es en que más abajo en la cadena está el reconocimiento de que hay sin fin, que es una manera rara de decir ‘no hay fin’. ‘No hay fin’ es la manera corriente de decirlo, es decir, una negación del límite, de la definición, de la esencia, que matemáticos al servicio de la Ciencia o filósofos necesitan tanto. No hay. No hay de verdad ni fin, ni límite, ni nada de eso, de manera que aquello que era sin fin (una verdad, pero una verdad que no se sabe, una verdad desconocida, no hay verdad que valga que no sea una falsificación), aquello que era sin fin, sin límite, y por tanto desconocido, queda convertido por la operación de los ideales desde Arriba en existencia, en Realidad: realidad de las cosas, realidad de las personas.... Y entonces, si es que eso está claro... Que claro está, pero a lo mejor está demasiao claro, ya se sabe que eso no deja de ser un inconveniente. Pero si queda relativamente claro para poder seguir, entonces lo que procede es preguntarnos qué pasa con nosotros las cosas, que estamos en el medio de esas operaciones desde Arriba y desde abajo.
Evidentemente no nos queda más que debatirnos en dos sentidos contrarios: uno es luchar por la existencia, que algunos tramposamente dicen luchar por la vida o cosas así. Tienen que luchar por la existencia, es decir, porque efectivamente uno siga siendo el que es. Que uno siga siendo el que es y las cosas sigan siendo lo que son, eso es la lucha por la existencia, a eso nos obliga la orden desde Arriba. Y por el otro lado ‘un amor’, diríamos, un amor que nos deshace, como los amores de verdad deshacen. Un amor que nos deshace, y que efectivamente nos produce esa hartura de que en el partido de fútbol tenga que vencer el que tiene que vencer, que se cumpla lo sabido, es decir, que los ideales lleguen a su cumplimiento, a su fin, y que por ese odio, por esa repulsa, efectivamente apetece deshacerse, desintegrarse. Y por tanto tiene que luchar con dos tipos de mentira, y esto es lo que nos toca aquí hacer. Un tipo de mentira que es el que nos quiere hacer creer que los entes ideales existen, y que por tanto ‘1’, ‘todos’, tienen sentido en la Realidad, lo cual no cabe: en la Realidad no hay nada esacto, nada definitivo, nada total, nada único.... Esto es algo que no hemos dejado de descubrir a cada paso, esta es una de las mentiras contra las que nos toca luchar. La otra mentira consiste en coger lo sin fin, lo continuo, ‘ahora’, que no pueden darse en la Realidad, y convertirlos en ideas de sí mismo. Eso de ‘no hay fin’ se convierte en una denominación, ‘infinito’ por ejemplo. O la falta de un Orden preestablecido toma su nombre y se convierte en ‘azar’, o si llega el caso en el libre albedrío, libertad, que puede atribuirse cuando venga bien, no sólo a nosotros, sino a los átomos mismos, que aparezcan dotados de un libre albedrío que contradiga la causalidad, la causa, en la cual la Ciencia por otra parte tiene que creer costantemente so pena de muerte, de muerte de la Ciencia. Contra eso, contra que os confundan el descubrimiento de que no hay fin con una cosa como el infinito, o lo infinitamente reducible o divisible, o cualquier otro de los cuentos que se nos cuentan directamente o indirectamente desde la Ciencia o más abajo, es la otra manera de mentira contra la que igualmente nos toca luchar.
Bueno, esto es lo que quería lo más brevemente posible recordaros para que se preste a la discusión, y desde ahí pasamos a lo que andamos, que es el análisis, por ejemplo Sicoanálisis cuando se trata de aplicarlo en vez de a otras cosas a uno mismo. Estáis harto de saber que eso de ‘análisis’ es un terminacho griego que se traduce en latín más o menos como ‘resolución’, o ‘disolución’. Más bien resolución, es decir, un resolvimiento, un deshacerse de lo que se supone que estaba íntegro, por ejemplo, en el caso de estas cosas que somos, eso de ‘el Yo’, que no soy yo, la desintegración de eso, ¿no?, la desintegración de ‘el Yo’. Entonces la nueva elección o dilema que os voy a presentar se refiere a este proceso del análisis, y concretamente del Sicoanálisis.
Uno puede empezar a analizarse, seguirse analizando por pasos sucesivos, analizando cada vez más profundamente, es decir, desintegrando; desintegrando el uno, el alma, como se desintegraban los átomos. Desintegrarlo, y entonces va descubriendo que eso no se acaba nunca, que no encuentra un fin, que ese proceso de resolución y disolución no acaba nunca, que por más que se divida uno se sigue siempre dividiendo, que por más que se descubra la falta de la integridad de uno, todavía queda algo de esa integridad que tiene que resolverse en el paso sucesivo, y así, aparentemente, sin fin. Recordáis que estamos metidos en una Realidad de la cual el fundamento es el Tiempo, ese Tiempo falso que os venden como Futuros y Pasados, y hasta Presentes y cosas así, y entonces dentro de eso es normal que para uno el descubrir que no hay fin, el no descubrir nunca que haya un fin para el análisis, que sea como el Padre Freud decía a otro propósito ‘un análisis interminable’, eso es desesperante. A algunos puede aterraros pensar en eso, en ese hundirse el análisis en una perpetua falta de fin sin encontrar nunca, ni de hecho ni en esperanza ni en ningún sitio, un descanso donde el análisis termine. Eso es lo que pasa por un lado: hay algo en nosotros, la parte formada ya con imposición de los ideales, la existente o subsistente, que repugna contra esa falta de fin, que necesita encontrar un fin para sus actividades para cualesquiera cosas. Esa necesidad de un fin que alcanzar, por ejemplo en el análisis, que el análisis termine, se corresponde con la necesidad que por otro lado tiene la Ciencia de causa, de que las cosas hayan venido sucediéndose unas a las otras según una Ley de causalidad. Es lo mismo. Hay una parte de nosotros que apetece el fin, que quiere terminar de una vez. No es todo, porque no somos todo, no somos del todo 1 cada uno de nosotros. No es todo, es simplemente una parte que es parte de esa contradicción de que antes os estaba hablando.
Voy a volver un poco a la manera en que la Ciencia se las ha con esta cuestión. Piensa el alma contrita que necesita terminar de una vez. Piensa que si por lo menos la Ciencia fuera como en sus albores, como con la Física de Demócrito, Epicuro y su Lucrecio, en que la división, el análisis, tenía un fin..... Había un análisis terminable, porque allí como recordáis (creo que os lo he traído más de una vez), se trata de eso: la Ciencia, esta Física, pretende ser una cura de la Muerte, y pretende serlo de esta manera: “es verdad que las cosas se deshacen, y nosotros con ellas; que las cosas se deshacen, que las vemos deshacerse unas en otras, pero nunca vuelven a la nada, nunca se reducen a una nada, porque no les pasa sino que se desparraman en los elementos, en los primordios inmortales, los átomos, que son absolutamente duros, increíblemente duros, porque si no, no hay Inmortalidad que valga”. O sea, no como los átomos que han venido a ser después, con el progreso de la Ciencia, es decir, a medida que el Tiempo también aquí seguía haciendo su obra, el Tiempo que no para. No como eso, sino átomos de veras duros, inmortales. “Las cosas se deshacen en eso, y Natura vuelve a componer una y otra vez con átomos nuevas cosas que a su vez se deshacen, pero nunca del todo, viniendo simplemente a parar a primordios inmortales, a átomos”. Y entonces una de las partes que en nosotros aspira al fin, a que todo termine de una vez, podría decirse “¡si por lo menos fuera así, si por lo menos hubiera ahí un límite en que la división terminara y en que el análisis se hiciera terminable!”.
Bueno, pues vosotros diréis. Eso es una parte. La otra parte de vosotros por supuesto está pugnando en el sentido contrario justamente: ‘un amor’, decía antes, atreviéndome a emplear una palabra tan bastardeada. Un amor que nos deshace, que lleva al deshacerse, y que no se cansa nunca de deshacerse, porque siempre se puede uno deshacer más. Entonces parece muy absurdo poner aquí la cosa a una elección de tirar por una vía o por la otra, pero yo pienso que tiene sentido, y por eso os lo pongo.
Por si hacía falta decirlo, con lo que aquí estamos jugando es con la muerte. Jugando con la muerte. Probablemente esta tertulia (y si no, desearía que sea así), consiste en eso, en un juego con la muerte. Jugar con la muerte es algo que sólo puede hacerse, claro está, partiendo de que en el uso real, corriente, la muerte es dos cosas enteramente contradictorias. Esto a los que me venís acompañando hace tiempo casi no hacía falta recordárselo, pero por si de alguna manera hace falta voy a ello: muerte se llama en un sentido al fin justamente del que hemos estado hablando. Fin. Fin por ejemplo del análisis interminable, que se hace terminable. Fin, es decir, algo que nunca está aquí, porque en realidad no hay ideales, ésa es una de las mentiras. Simplemente los ideales rigen lo que pasa para convertirlo en mera existencia. No hay tal muerte, como los otros ideales: como ‘todo’, que aquí no lo hay, como ‘nada’ (aquí no lo hay), como ‘1’ (aquí no lo hay), como ‘Muerte’, esa Muerte que es fin aquí no la hay. Es por eso que en sus usos habituales es lo que se dice futura, es decir (aprovechando el artilugio del Tiempo real y falso), una situada ahí, en ese espacio que es el Tiempo, pero que nunca es aquí. Pues ya sabéis cómo hasta tal punto esta muerte que nunca está aquí, que es un fin en el que todo se acaba, en el que uno se acaba del todo, esta muerte es tan poderosa que rige las Istituciones por ejemplo de estas cosas que somos los hombres (Estado, Capital y demás), de las cuales más de una vez decimos que su función es Administración de Muerte. Administración de Muerte, es decir, justamente de esa Muerte que se sabe lo que es, que no está aquí pero que está fija como un fin, como un fin ideal al que todo tiende. Eso es mi muerte.
Por otro lado muerte, morirse, morir, ir muriendo, no quiere decir más que deshacerse, el proceso en el que me he estado deteniendo todo el rato, ésa especie de disolución interminable, de análisis, que desde luego no puede ni siquiera tener la esperanza de los átomos de Lucrecio de llegar a un fin, que después de todo sería una esperanza que la Ciencia ofrecería. No puede tener nada de eso: es un amor desordenado, desenfrenado, que es la otra cara de un odio del Poder que consiste en la Administración de Muerte, y que desde luego se confunde con ésos otros procesos que se llaman vivir, irlo pasando, así o asá, que en definitiva son eso: deshacerse, disolverse, ir dejando de ser el que es uno, porque el que es uno es un ideal, que era una mentira impuesta para reducirnos a la existencia, saliendo de esa mentira, descubriéndola una y otra vez, al mismo tiempo que uno mismo se deshace, deja de ser un poco menos cada vez, pero nunca llegando a nada. No hacen falta átomos inmortales: simplemente nunca llegando a nada, porque sencillamente nada, lo mismo que ‘todo’ y que ‘1’, es estraño a la Realidad, está fuera, eran puramente ideales que a nosotros no nos tocan de veras para nada.
Bueno, pues ya sabéis que esto podéis plantearlo si queréis, para que sea de una manera más palpitante, en el sentido del miedo. De manera que tenemos que averiguar de cuál de las dos cosas es de las que uno tiene miedo, o de la que uno tiene más miedo, si hay que decirlo así, y qué es lo que eso trae consigo respecto a lo que nos importa, que es el análisis de uno, el descubrimiento de cómo uno vive en contradicción consigo mismo, y que es de lo que se trata. De manera que ahí está, ésa es la pregunta esta vez: ¿de cuál de las dos cosas tienes miedo?, o ¿de cuál tienes más miedo? ¿Cuál te da más miedo de las dos cosas? Pues eso es lo que os dejo ahí con la pregunta en el aire, y vamos a ver qué es lo que esos corazones o razones comunes aportan a......
-Yo quería preguntar, pero no de esta pregunta del corazón, sino de lo de antes, a ver si en este caldo saco algunas tajadas, ¿no? Que me ha parecido que cuando hablabas un poco del hay y el existe y tal, me sonaba mucho a lo de la caverna y tal, y después hablaste de los ideales que proyectados sobre lo que hay digamos crea el existe, o eso he creído entender. Pero luego me has salido con que esos ideales ni existen ni son, de modo que ya me has dejado....
A-No, los hay, los hay, ya hemos dicho que los hay. Era el reconocimiento de ‘hay’. Los hay, y el otro día en lugar de seguir con otras razones para el ‘hay’, respecto a eso ya os dije: los hay, porque la prueba es que las cosas los padecemos. Si no hubiera un padecimiento de los ideales podríamos estar dudosos, pero una vez que se han reconocido las cosas y nosotros como existentes, evidentemente padecen la necesidad de ser el que es, la necesidad de que el ideal se cumpla. Los hay, sin existir.
-Es que perdona, pero los ideales están tan bien hechos, tan conformados, que son muy sospechosos de existencia digamos, de definición.
A-No, al contrario, la existencia es imperfecta, no. Eso es justamente lo que los escluye de la existencia. La existencia es necesariamente contradictoria como acabo de decir, y por tanto imperfecta por necesidad. La mentira de que los ideales pueden realizarse puede hacer creer eso, pero es mentira, la Realidad es imperfecta.
-Pero los ideales no los hay en la misma medida que eso que decimos que hay que no se sabe lo que es, ¿no?
A-Con ‘medida’ no sé qué quieres decir.
-Que no están en la misma categoría que eso que no sabemos lo que es, porque los ideales sí sabemos lo que son.
A-Es otra cuestión, sí. Eso se reconoce más bien por la vía de las mentiras, la vía de los que convierten los ideales en algo que existe, que está ahí, que es verdad (mentira), y la vía contraria, que es lo que del ‘no hay fin’, del descubrimiento de la falta de fin, saca infinito, límite, la idea de continuo.... Por las mentiras se ve la doble procedencia que traen. Cuando decimos que una cosa viene de Arriba y otra de abajo, pues es un procedimiento burdo, tópico, pero bueno, yo creo que no engaña demasiado. Vienen de lados contradictorios.
-Yo en primer lugar, pues reconocer que como lo has bordao tan bien, pues casi no puedo decir nada, ¿no?, en esta ocasión.
A-Sí, porque yo he hecho una pregunta.
-Es respecto a la cuestión de los ideales, lo único que me queda un poco así, que no estoy muy satisfecha en el sentido de que lo mismo que efectivamente se descuelgan desde lo alto esa especie diríamos de moldes que caen sobre una especie de masa de pan blanda y van configurando esos ideales sobre las cosas, que en un principio estarían indefinidas, y se podría decir que efectivamente en la vida nunca te topas con una circunferencia, pero sí te topas con nombres que de alguna manera son circunferencias, te topas con cosas que no son circunferencias, porque yo en la vida me he topado con una circunferencia, pero sí te topas con cosas que son el ideal encarnado.
A-Sí, sí, y que incluso insisten en ser verdaderamente circunferencias, te lo encuentras a cada paso.
-Lo que quiero decir es que ese proceso de trasfiguración de ideal en nombre, en lengua, en denominación, no se podría hacer si efectivamente no hubiera una mediación lingüística, sería imposible.
A-Bueno, veo que te estás distrayendo. Bueno, ahora vamos a la pregunta, porque hasta ahora ninguno de los dos ha optado por responder a la pregunta, que era simplemente “¿de cuál de las dos cosas tienes miedo, o más miedo?”.
-Estoy preocupada por eso, por la mediación lingüística.
A-No, ahora ya fuera de...
-Yo miedo, miedo, tengo de la muerte ésa que es el fin, la definición y todo lo demás. Me parece que de eso que es deshacerse sólo tengo miedo cuando lo confundo con la otra.
A-Te diría cualquiera que eres muy valiente, porque uno tiene que ser el que es. Uno, teniendo que ser el que es (se tiene que ser uno, el que se es, siempre), se la está jugando de veras, ¿no?, porque eso quiere decir dejar de ser el que es.
-Hombre, desde luego que de la otra tengo miedo, pero porque se me confunde con la que es el fin. Desde luego que tengo miedo de deshacerme, pero porque pienso que me voy a terminar.
A-Recordad que os he presentado dos mentiras, una que consiste en coger lo sin fin y convertirlo en un infinito o cosas así, que ya está enteramente domesticado, y la otra que consiste en hacer que los ideales existan, que en lugar de regir la existencia que existan ellos, de manera que la confusión entre las dos a la que aludes evidentemente es una especie de confusión entre las dos mentiras que se nos imponen. Pero bueno, es una manera de responder, de las cuales espero muchas más.
-Yo en todo el proceso lo que veo es que has hablado de luchar como siempre entre dos, o una lucha. Yo creo que una cosa lleva a la otra, o sea, el análisis infinito te lleva a la simpleza.
A-¿Quieres decir que el análisis interminable lleva al terminable? No tiene mucho sentido, ¿no? Si es interminable, no lleva a ningún sitio. Ni simpleza ni nada: no lleva a ningún sitio.
-Te lleva a la vida otra vez, o sea, a lo que estás viviendo. O sea, los ideales no son más que parte de la vida, de todo lo demás.
A-Son como módulos que hacen que lo de vivir o cualquier cosa vaga se convierta en existencia. Son eso, y el análisis o la disolución, si no termina, no termina, no lleva a ningún fin. Lo cual quiere decir que eso a lo que aludes con vida o eso, pues quiere decir simplemente la falta de fin, el perderse, la perdición, el deshacerse.......
-Y volver a la vida, ¿no?
A-No, no, de a la vida, nada. A la vida como concepto, nada. Cuando se habla de la vida normalmente nos confunden, porque nos hacen llamar vida a la existencia, hasta al Futuro. A un muchacho le pueden decir que está haciéndose su Futuro, y a eso llama vivir. Hasta ahí de hondo puede llegar la confusión y la trampa, ¿no?: ‘haciéndose su Futuro’. Haciéndose su Futuro, que es la Muerte. Sí.
-Lo que creo que más miedo me produce a mí una vez perdida la esperanza, no sujetándote en la esperanza, pues es la idea de Futuro, las cosas que puedan acontencer, entre ellas la muerte, pero la idea de Futuro. Pero lo que es increíble también es cómo las cosas según van llegando, esas cosas que tenías tanto temor, uno las acepta inmediatamente, y algo que podría ser una desgracia, incluso una muerte de un ser querido o cosas de esta envergadura, como que uno se las encuentra de repente de sopetón, y no sé qué mecanismo hay que va aceptando las cosas. Y por otro lado....
A-Perdona, antes de que pases al otro lado: no sé cómo puedes decir que te dan miedo las cosas futuras y lo que pueda pasar. Serías un caso muy raro, porque la gente normalmente no tiene ningún miedo, sino que vive haciendo cálculos del día de mañana como si efectivamente eso fuera su vida, y no tiene ningún miedo. Tiene miedo tal vez de que el negocio le salga mal, pero son miedos de estos cotidianos, miedos de los que no le dan miedo a nadie, o miedo de que efectivamente las cosas no salgan como estaban previstas, pero dentro de los cálculos y aceptaciones de Futuro vivimos. No tiene por qué estrañarte que cuando suceda y se cumpla lo que estaba previsto nos aguantemos tan tranquilamente, porque estamos a eso, estamos metidos en la Realidad. ¡A lo otro!
-Que cuando uno piensa (me venía con esto de las circunferencias que salía), mientras estabas hablando antes me venía como una imagen así de cuando uno empieza a razonar o pensar las cosas, como que llega un momento en que siempre se te da la vuelta, llega un momento en que te da la vuelta todo y vuelves como para atrás, como que te pasas de rosca, vamos, o sea, la sensación sería como una espiral.
A-Una de dos, o vuelves al principio o te pasas de rosca. No es lo mismo.
-Es como una espiral que cuando vas a llegar a algún lado lo que sucede es que se da la vuelta para el otro, y empiezas.....
A-¿Cómo, como? No entiendo. Estás mezclando dos imágenes, ¿no?
-Sí, se me mezclan una en un sentido digamos, una espiral que va como avanzando, como que va razonando, va entendiendo algo, y llega un momento en que se te da todo la vuelta de esa espiral.
A-“Se da la vuelta.....”. Pero no entiendo cómo una espiral se da la vuelta, no acabo en este momento de entenderlo.
-Se pasa de rosca. Pasa cuando uno está hablando, a mí me pasa incluso aquí en la tertulia, que se está hablando, y parece que estás entendiendo algo, y de repente se te da la vuelta. A mí se me da la vuelta.
A-Pero ‘la vuelta’, no entiendo. Vamos a ver, desde luego una manera de pensar muy corriente y fatal, es que efectivamente ‘es volver a las andadas’. No es verdad que se vuelva nunca, porque es así, porque la verdad es que nada permanece, salvo por el ideal, y no se vuelve nunca, pero bueno, el Poder se contenta, y uno mismo se contenta, con volver más o menos a un círculo familiar, volver a repetir la cosa y tal. Lo contrario es ni espiral ni nada: lo contrario es que el análisis sea interminable y que haya uno que se canse y diga “¡jo, que me da miedo () más allá!”, aunque haya otro que siga más, pero el análisis de por sí es interminable, te estás hundiendo siempre. Hay siempre más allá; en el pensamiento como en la vida hay siempre más allá simplemente por la razón de que no existe un más allá. De manera que hay siempre más allá, y el que uno se aturda antes o después, o que se canse o tenga miedo, pues es trivial, pero vamos, la oposición va en ese sentido, ¿no? Pero el análisis de por sí sigue, es interminable. No hace espiral ninguna, es interminable, sigue más y más allá. A ver, sí.
-Lo mío es muy sencillo: dado tu gran conocimiento de la Grecia clásica, ¿podrías definir el concepto de muerte en aquél entonces, y el concepto de muerte en la Sociedad nuestra de hoy?
A-Se han muerto todos ya. ¡A ver, venga, otra cosa!
-Cuando hablamos de deshacerse parece que partimos de algo que lógicamente tiene que estar hecho, y parece que como el deshacerse es así infinito, pues el hacerse tendría que ser por un golpe o algo así, de una vez.
A-¿Por qué?
-No sé, porque si no se mezclarían el hacerse y el deshacerse. Estoy pensando en cuando le dimos tantas vueltas a lo del nacer. Pues igual que uno no se acaba de morir, pues tampoco acaba de nacer. No sé, es como algo que se me mezcla ahí.
A-Es posible, es posible. Desde luego, aunque el ideal de por sí es perfecto y esacto, incide, es todo o nada, o uno, y por ejemplo una cosa recibe la orden de ser una, y allí no hay confusión ninguna, la orden es clara, precisa, terminante, pero no cabe duda que en la Realidad esa orden que se recibe de ser el que se es, pues las cosas las vamos aceptando más o menos cada día (probablemente más cada día), y que la Fe va creciendo, cada vez puede uno irse creyendo más que él es el que es, de manera que hay proceso, no hay porqué no... : hay proceso en la aceptación del ideal, en la encarnación del ideal, en la firmeza de la Fe. Hay proceso. Entre la gente hay personas más obedientes al Capital y más repugnantes al Capital. Las hay, hay diferencias, ¿no?, hay quienes no aguantan (), no cabe duda. De manera que eso es un proceso. Que por otra parte uno se vaya deshaciendo continuamente, eso no tiene nada que ver con eso, el progreso en la Fe no es nada del mismo orden que el continuo deshacerse, se junta con él.
-Yo no lo puedo ver desligado, que no.....
A-No, desligao no está, las dos cosas se dan en Realidad. Por un lado nos estamos continuamente deshaciendo: aunque desde luego nosotros no podemos concebir el continuo (eso es estraño a la Realidad), pero estamos continuamente deshaciéndonos, gracias a que no estamos bien hechos del todo, claro. Si estuviéramos bien hechos del todo y el ideal se hubiera cumplido, entonces ¡pas!, de un golpe desapareceríamos, y no es así. Como tú has dicho muy bien, nacer se va naciendo poco a poco en el sentido de que cada vez más los padres primero y después el propio niño van sabiendo que es el que es, y las dudas se van disipando, la Fe va creciendo. Pero eso es distinto de el continuamente estarse muriendo y deshaciendo. Sobre eso se monta, y desde luego contando siempre con que las cosas no estamos nunca bien hechas del todo, si no lo que estamos diciendo no tendría sentido. Pero sigue.
-Bueno, y después, en relación a la pregunta, lo más inmediato para mí, y no sé por qué me parece que a cualquiera le parecería que tendría más miedo al fin, pero me parece como lo más inmediato, no sé. Pero lo que estaba pensando es que de alguna manera la pregunta siguiente es “¿Bueno, y después, qué?”. Y entonces se puede uno imaginar, como yo recuerdo de niña a veces haberme imaginado que después de ese fin, después de ese corte, era lo que no se sabe, pero que no se sabe a lo bestia, no como la Realidad en que se mezcla lo que se sabe y lo que no se sabe, sino lo que no se sabe de una manera inconcebible, ¿no?
A-¿Y para qué tenías entonces que esperar a que llegara el fin, si eso es lo que está sucediendo, que no se sabe?
-Pero que era como si mezclas.
A-En lo que respecta a tu niña tal vez seas fiel, o esacta, pero te pregunto, ¿para qué tienes, niña, que esperar a que llegue el fin, si es lo que está pasando ahora?
-Pero la segunda posibilidad, lo de ir deshaciéndose, parece que es como mezclao, como lo que no se sabe filtrado en las agarraderas que tenemos.... Es algo como que lo elegirías, que tendrías menos miedo a esa opción, porque de alguna manera tiene más que ver con la existencia que con la mezcla, ¿no?
A-Claro, claro, estamos hechos unos existentes.
-Y lo otro sí que es realmente inconcebible, tanto el fin como el no se sabe ése tremendo
A-Bueno, esa distinción podría aclarar un poco la pregunta. Son inconcebibles ambas cosas, pero de una manera completamente distinta, opuesta. La muerte que nunca está aquí, la muerte como fin, la que nos venden, la que el Poder administra, ésa concebible es. Todo el mundo se lo cree, y ¿cómo se va a creer una cosa que no es concebible? Precisamente la que no está aquí es la que es concebible: es concebible lo que puede pasar, y lo que quiere decir eso, es que es inaguantable para lo que nos queda de vivo. Inaguantable. Pero es inaguantable precisamente porque está concebida como un Futuro. En cuando a la muerte que consiste simplemente en morirse, en irse muriendo, en ir viviendo, en estarse muriendo, ésa es inconcebible simplemente como el continuo o lo sin fin: porque si lo concebimos lo convertimos ya en existencia, y por tanto un mínimo de honradez nos obliga a no concebirlo. Es literalmente inconcebible porque se sale de la Realidad, de la existencia que se nos ha impuesto. Es la liberación de la existencia. Tiene que ser inconcebible, de manera que son dos cosas enteramente distintas. El miedo que tengáis de la una o de la otra no sé si tendrá que ver con esto, pero tal vez eso ayude a que respondáis alguno más sobre esta imposible elección. Estoy preguntando que qué muerte elegís, si la una o la otra, y eso evidentemente no tiene mucho sentido, pero tampoco engaña demasiado.
-Pues uno preferiría morirse lo más deshecho posible, porque no tienes más que ver que cuando se muere un ser joven o que está en plena formación de su llamado ser, pues el muerto no puede opinar mucho, pero los que están al lado dicen que es una putada. En cambio cuando se muere uno hecho ya harapos de existencia, un viejecillo muy deshecho......
A-Isabel, por favor.... No te había entendido cuando decías ‘deshecho’. Creí que decías que deseabas deshacerte en el sentido no de hacerte vieja ni de ponerte arrugada, sino deshacerte en el sentido de dejar de ser, y dejar de ser la que eres tanto que cuando llegara el fin apenas tuvieras nada más que dejar de ser. () con la vejez no tiene nada que ver.
-Pero da la casualidad de que casi siempre hay un paralelo, un parangón, entre los planos de la Realidad en este sentido y la otra.
A-No tiene nada que ver, no tiene nada que ver.
-No, pero lo que yo iba a preguntar, que no tiene que ver con esto, es una cuestión importante: ¿por qué precisamente la Ciencia tergiversa el término ‘análisis’, porque es el que más usa? Mañana me voy a hacer análisis yo de todo, de arriba abajo. En la Medicina es lo que más se hace, análisis terminables, porque es casi siempre terminal.
A-No, no, depende. Depende, porque te darán otra cita para el mes que viene. Si no, no viven.
-Pero lo que te gusta es el análisis terminable, aunque sea interminable.
A-Bueno, dejemos anécdotas, ¿eh?, dejemos eso.
-¡No, no, las palabras son las palabras, y vale lo mismo el análisis terminable que el análisis interminable sicoanalítico!
A-Sí, sí, la Ciencia y el Poder no sólo es que tergiversen, sino que justamente las palabras que podían encerrar un peligro (como ‘análisis’, como ‘infinito’), las usan para someterlas a un fin, pero desde luego los análisis que te hagan no confíes en que van a ser terminables, por lo menos en el término de tu vida. Tendrás que seguir renovando los análisis una y otra vez, porque el Poder tiene que seguir subsistiendo, y el Capital tiene que seguir vendiendo. Sí.
-Es que estaba pensando, y la verdad es que podría responder esactamente lo contrario de lo que dije antes. Son dos miedos completamente distintos, pero a lo mejor el otro es mucho más visceral.
A-¿Cuál?
-El miedo a deshacerse, a irse por ahí perdiendo.
A-Es raro que ése sea más visceral.
-Es que no es nada buena palabra, yo creo, no sé. Es más profundo. Bueno, es distinto.
A-Ya sabéis que son dos miedos distintos, y eso quiere decir la segunda parte de la pregunta: ya que uno no es uno, ¿cuál, dentro de uno, tiene miedo de lo uno, y cuál, dentro de uno, tiene miedo de lo otro? Eso es lo que indican los dos tipos de miedo. ¿Quién puede ayudar?
-Pero yo creo que aquí estamos un poquito en una trampa, porque esos dos miedos, a deshacerse, o lo otro, que no sé si era morirse, al fin, no dejan de ser miedos a algo que va a pasar, o que puede pasar, y uno, si se está deshaciendo, en el momento en el que se está deshaciendo, no creo que tenga miedo.
A-No, no, no es así. El primer miedo, el miedo a deshacerse, se manifiesta de ordinario, no como miedo, sino como defensa, y uno se está defendiendo del deshacerse. No de una amenaza, como en un negocio o en una enfermedad: se está defendiendo del deshacerse, siente que se está deshaciendo, y como tiene la orden de ser el que es, está costantemente recostruyéndose; recostruyéndose, rehaciendo su fe en sí mismo. Es una defensa perpetua. Esto es parte de la existencia. De la existencia una parte es lo que viene de abajo, que es efectivamente irse muriendo, deshacerse, y la otra es la que viene de Arriba: defenderse contra eso. Defenderse contra eso, es decir.... Claro, para defenderse contra eso tienes que tener Fe en lo que está mandado, tienes que tener Fe en el Futuro, tienes que tener Fe en un fin, de manera que defendiéndote de este morirte que te estás muriendo te defiendes precisamente con la Fe en la muerte futura, en la que va a venir, con la Fe en el fin. Es aparentemente un poco paradójico, pero así es lo que nos pasa yo creo, salvo lo que digáis.
-() el ejemplo de los esquizofrénicos, que parece que tienen menos miedo a pegarse un tiro que a sentir que se deshacen, que se destruye su ser. Los esquizofrénicos que se suicidan yo entiendo que hay veces que la razón del suicidio es un pánico feroz a su disolución, a perder el ser, y entonces es como si fuera mucho más....
A-Es muy difícil saber eso de un esquizofrénico, de los mecanismos de un esquizofrénico. Bueno, y de cualquiera es difícil, y por eso el análisis es interminable, pero no siendo uno esquizofrénico, pues no tiene muchos fundamentos para decir cuál es la cosa que lleva al suicidio. No hace falta esquizofrénicos en cuanto a lo que lleva al suicidio a cualquiera de los que se suicidan, esquizofrénico o no. Tu parece que sugieres que se suicida por miedo, por algún miedo. Es posible, pero entonces, ¿por cuál?
-A deshacerse, ha dicho. Dice que es el miedo a deshacerse.
-Parece que se adelanta el fin.
A-Sì, sí. Es el miedo o la hartura de vivir, de seguir viviendo, deshaciéndose, y naturalmente como hemos dicho eso se cura por la creencia en el fin. Por lo tanto el suicidio como solución; como solución para terminar con una disolución interminable y que agota, ¿no? Pero evidentemente el suicida, sea esquizofrénico o no, tiene que creer en que su acto es efectivamente un fin, si no, creo que nadie podría concebir un suicidio propiamente dicho; tiene que tener Fe en que es un fin. Una Fe falsa, es la Fe en la muerte futura, es la Fe impuesta desde Arriba.....
-Luego están los kamikazes que se suicidan pensando en una vida más allá con las vírgenes que les esperan en el cielo y todo eso, ¿no?
A-Sí, es verdad: aparte de creer el kamikaze, como cualquier suicida, que efectivamente su acto es final, aparte de eso, bueno, pues la persona se anima con creencias, como siempre sucedía. En el viejo Régimen a los creyentes, que tenían que creer en la muerte futura, se les endulzaba la píldora presentándola como una vía a la Eternidad, otra vía que era eterna. Con alguna vergüenza se acuerda uno de que a nuestros abuelos se les hicieran creer esas cosas, pero no tenemos mucho fundamento, porque tan vergonzosas son las que se nos hacen creer a nosotros a través de la Ciencia y la Divulgación. No tenemos mucho fundamento. El caso es que era así, eso era el endulzar la píldora para el cumplimiento de un acto final. En el caso de un kamikaze guerrero, pues es final en el sentido también de que es una acción que tiene fin, sentido, para los fines de su tribu, de su Patria, o lo que sea. Sí.
-No entiendo que tenga que ver el análisis que estás poniendo como disolución del Yo con el Sicoanálisis, porque me parece que siendo de algún modo equivalentes, el Sicoanálisis permite que haya como un testigo superior de uno mismo que permita descomponer las partes que no coinciden, que llevan contradicciones, pero como que ese deshacerse está costruyendo, como decía Penélope, otro yo que es el sujeto de lo que está pasando delante de él.
A-El Sicoanálisis está domesticao en realidad, y desde el propio invento de Freud lo estaba, es decir, que se evita que sea de verdad interminable precisamente porque el deshacerse del Alma se detiene en separar el Yo, el Superyo, y algo más, lo cual, hacer partes, es interrumpir el análisis, interrumpir la disolución. Es un análisis domesticado, y aquí naturalmente estamos usando el término como si no hubiera estado domesticado, como si quisiera seguir presentando en la disolución interminable de uno mismo la imagen que nos revela lo que pasa también con las cosas, con el deshacerse de las cosas, es decir, con el Sicoanálisis convirtiéndose así en una Física negativa.
-Bueno, con respecto a lo que decía Joaquín, que no hace falta estar esquizofrénico, porque a muchas personas les hemos oído decir que en el caso de tener una enfermedad de quedarse lelas, mejor que les peguen un tiro, o sea que hay gente que depende de lo que esté sintiendo.... Porque eso de deshacerse y poner fin yo lo veo relativo, confuso, en la vida, porque tú puedes estar deshaciéndote de gusto y no quieres que tenga fin.
A-Y no te suicidas.
-No, ahí no. Pero también eso de irnos deshaciendo tampoco veo si es desde que nace un niño, que le va sucediendo eso, que es una cosa que se va deshaciendo, porque parece que la idea que tenemos es que un niño no se va deshaciendo sino al contrario, se va formando y se va haciendo persona, y es después cuando uno se puede ir deshaciendo, porque ya le han educao, le han hecho tener Fe, y entonces, a partir de cuando uno empieza a deshacerse y tener miedo a ese deshacerse, o al fin..... En fin, que estoy deshecha yo un lío.
A-Desde luego el deshacerse, cuando es un deshacerse que toma los caracteres de enfermedad, tundición de uno mismo, pues es el que más puede conducir al suicidio, a la hartura, pero eso es como condiciones que favorecen el proceso fundamental, como antes he dicho respecto a las ilusiones de los kamikazes. Son ilusiones que favorecen lo fundamental, que es que efectivamente se trata de creer en un fin que pone fin a aquello que no termina nunca. Cuando es desagradable para la persona, pues claro, favorece más, pero eso ya es como secundario. En cuanto a lo otro, que efectivamente me estabas diciendo esto segundo, lo de...
-Lo del niño, que si se deshace cuando empieza a deshacerse, porque parece que es una cosa que no está formada, no está hecha.
A-¡Ah, sí! Hay que saber desde luego que eso que llamamos ‘un niño’ no existe. Es decir, no existe más que en la manera en que existen las cosas, que aparte de haberlas, como las hay, están obligadas a ser más o menos cada una lo que son. A un niño efectivamente no es que se le eduque: se le hace ser quien es, empezando porque desde antes de salir del vientre de la madre se le aplica ya un Nombre Propio. Se le aplica un Nombre Propio para que el hacerse ser empiece prontito, y después va progresando, y desde luego, como hemos dicho antes, eso de deshacerse sólo tiene sentido en cuanto que hay algo que deshacer, y lo que hay que deshacer es por supuesto lo existente, eso que está hecho, aunque falsamente, por imposición de ideas sobre aquello que estaba pasando. Vamos a ir terminando, creo que se ha hecho tan tarde que....
-A mí me pasaba un poco lo mismo sin llegar a lo de la confusión del irse deshaciendo. En realidad de alguna manera ese tener que reaccionar permanentemente contra el miedo a deshacerse, irse perdiendo, esas cosas, es cuando menos como algo más desconocido, más confuso, menos perceptible, no sé. Sin embargo, si pensamos que la muerte real como fin actúa un poco como remedio contra eso, ¿por qué termina asustando más que lo anterior? Es decir, a mí me parece un poco contradictorio que algo que debería animarme a cumplir el ideal de ser uno, el real y nosequé, termina por asustarme más que lo anterior, que no consigo ni siquiera conocer con la misma aproximación que lo otro.
A-Muy bien, es una respuesta clara, esencialmente clara. Evidentemente el miedo a lo de deshacerse es un miedo, como acabo de decir antes, que se manifiesta de ordinario como defensa, como costante defensa. Uno tiene que ser el que es, ¿eh?, uno tiene que sostener la cara, y la verdad es que eso es lo que revela el miedo a perder la cara, el que tenga que estarla defendiendo costantemente. Pero has dicho que más, o más de verdad miedo es el otro, y eso es lo que nos importa. Creo que alguna vez os recordé eso que se dice de que los niños, o muchos niños, tienen miedo a la oscuridad, que es mentira, porque los niños sólo pueden tener miedo a una oscuridad que está ya poblada; que está ya poblada de ladrones, de fantasmas, de brujas, del hombre del saco, y de cualesquiera cosas, de manera que eso es lo que se puede aplicar más en grande a la cuestión. Parece lógico, como Palacios ha dicho, que si uno lo que ansía es el ser del todo, nada mejor que la Fe en la muerte futura: ésa te va a hacer ser el que eres. No es así, no funciona. Efectivamente no funciona. No funciona, y hay algo que por más Fe que tengas en la muerte te hace tenerle también al mismo tiempo miedo, más miedo que a nada, vosotros diréis por qué.
-¿Pero no puede haber un término medio entre lo del hacerse y lo del deshacerse, que es el liquidarse, y por eso lloramos?
A-¿Que es el qué?
-Las lágrimas es un deshacerse: “se deshizo en lágrimas”, que es una liquidación que es el término medio entre hacerse y deshacerse. Y es específicamente humano el liquidarse, las lágrimas.
A-Así nos vamos a liquidar por hoy, y dejo la cuestión tal como ha quedado planteada después de lo de Palacios para que sigamos. De manera que si el Señor no quiere cumplir sus fines demasiado pronto, pues dentro de siete días seguiremos dándole vueltas.