27.08.2014

Tertulia Política número 217 (17 de Febrero de 2010)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

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  • La alternancia de la Ciencia y de uno mismo entre la necesidad de seguir siendo y el deseo de que ahora pase algo.
  • Relación de esa alternancia con los dos tipos de muerte.
  • Alternancia entre la inconcebibilidad de las dos muertes.
  • Las maneras de falsificar la inconcebibilidad de la muerte.   
 

TRANSCRIPCIÓN:

 
Se me ha ocurrido aprovechar las vueltas que le hemos estao dando los últimos días a la cuestión de esta alternancia entre las dos formas de miedo, las dos formas de inconcebibilidad, el más común flujo alternativo, aprovecharlo para recordar sobre todo a los que entre nosotros nos haga falta, que estamos contra cualquier pretensión de llegar a una conclusión, de que la Fe que adoptemos o la contraFe que adoptemos quede fija, permanente.  Naturalmente los que me acompañan hace tiempo saben (apenas habría que decirlo), que está claro que aquí no sólo no se pretende tal cosa, sino que se está derechamente contra la pretensión.  Pero de todas formas para esto tal vez viene bien hacer un repaso de lo que hemos encontrado sobre esa alternancia o flujo, casi como un ritmo, que es la manera en que pienso que se nos dan las cosas, o ‘la vida’, como se dice, y con la que mejor podemos rehuir, con ese reconocimiento, de esa tentación de la fijeza de la conclusión, del fin.  No olvidéis que el fin, el que las cosas que se hacen vayan a un fin, las cosas que se piensen vayan a un fin o conclusión, es justamente la actitud del enemigo, del Poder: es el Poder el que necesita asentarse y fundarse en un fin, y es eso justamente lo que crea, a partir del fin, el Futuro, que es lo que se nos vende normalmente como vida en sustitución de la vida posible.

De manera que por eso un repaso a esta especie de fluxión o de alternancia, o casi ritmo, que se nos presentaba lo mismo en este mundo y su Ciencia que en uno mismo y su Ciencia, o Conciencia.  Repito que eran los dos sitios en que paralelamente se nos presentaban: en el mundo y su Ciencia (y lo habíamos recordado sobre todo utilizando una especie de Historia de la Ciencia, aunque nada más fuera para hacer burla de la Historia), y por el otro lado en uno mismo y en la Conciencia de uno mismo, que es lo que ahí corresponde a la Ciencia del mundo.  En uno y otro sitio hemos descubierto cómo alternaban una....  Voy a decirlo sólo en dos palabras: una necesidad de seguir siendo por un lado, una necesidad de seguir siendo, que estremada, que llevada al ideal, quiere decir ‘Siempre’, ‘la Eternidad’, aunque de ordinario no se nos vende así tan directamente.  Una necesidad de seguir siendo por un lado, y esta necesidad de seguir siendo no la consideramos en sí humana, estrictamente humana: pensamos que se da en las cosas, y por tanto entre nosotros también, que al fin y al cabo en verdad no somos más que un tipo de cosas entre los otros tipos de cosas.  Necesidad de seguir siendo, mantenerse fiel a sí mismo......, en fin, ‘seguir siendo’ es lo menos engañoso.  Recordad que eso de estremar esto hacia y hasta el Siempre, esa noción de Eternidad, eso sí que es una cosa ya de nosotros los hombres, forma parte de la especial aberración que distingue al tipo de cosas que somos.  Y por el otro lado, por el lado contrario en cierto sentido, un deseo de que ahora pase algo, sea lo que sea, y sea quien sea a quien le pase.  En estas dos palabras os lo quería recordar antes de que después pasemos a volver sobre desarrollos más concretos.  Lo recuerdo: una necesidad de seguir siendo por un lado/ un deseo de que ahora pase algo.  No puede estar más clara la contraposición.  

Pues esos son los dos polos entre los cuales se produce la alternancia a que me estoy refiriendo, el ritmo, esa especie de ritmo en que tanto el mundo y su Ciencia se encuentra, como uno mismo y su Conciencia se encuentra.  Una alternancia entre lo uno y lo otro: no podemos pensar ni por un momento que cosas tan contrapuestas puedan darse al mismo tiempo, verdaderamente al mismo tiempo, ni en la Ciencia del mundo ni en la Conciencia de uno, y por tanto eso determina ya una alternativa y una alternancia, y por tanto un ritmo: el mundo y su Ciencia, uno y su Conciencia, están pasando de lo uno a lo otro y de lo otro a lo uno, y eso es a lo que llamo en cierto sentido ritmo.  

Pero bueno, es preciso recordar más en concreto cómo esto sucede en el mundo y en la Ciencia.  Uno tiene a veces necesidad de mantener la Fe en que él es el que es, como Dios.  A veces.  Y otras veces le entra una repulsión de tal necesidad, y un deseo de perderse.  Le pasa esto al mundo. Tratad de acompañarme en el sentido de la alternancia y del ritmo como os lo estoy presentando: le pasa al mundo, le pasa como el otro día veíamos a la Ciencia, que va en una etapa aspirando a descubrir las Leyes fijas, inmutables, que rigen el movimiento de las cosas, y en el momento siguiente a descubrir la falsedad de esas Leyes que se habían establecido, y por tanto establecer otra forma de Teoría aunque sea, pero que contradiga a la anterior, que la renueve contradiciéndola, como le suele suceder a las cosas, y eso le pasa a uno cada día: a ratos está dominado por la necesidad de la Fe de uno mismo de seguir creyendo en uno mismo, que uno es el que es, y otras veces siente una especie de repugnancia de esto como si fuera una especie de orden totalitaria que se le impone y contra la cual naturalmente se revela deseando que eso se rompa, que la definición, la fijeza del ser de uno (del que uno en esta segunda fase se encuentra aburrido y harto), esa fijeza del ser de uno se rompa y de lugar a algo que sea de alguna manera vivo.  Esto os lo presento como oposición entre necesidad de una Fe y deseo de romper con esa Fe, lo contrario.  Esta alternancia es al mismo tiempo una alternancia entre los dos miedos contrarios que al mundo y a nosotros nos acosan.   Ya recordáis que todo esto ha venido del descubrimiento (perogrullesco, como todos los que se hacen aquí, porque aquí tratamos de no descubrir más que lo que cualquiera sabe si se deja, sentido común, lo que cualquiera sabe si se deja), descubrimiento de las dos muertes, de que esta noción (importante, primera en cierto sentido, puesto que el fin es el principio), esta noción o idea de la muerte, de la cual nacen todas las demás ideas, se nos partía en dos.  Se nos partía en dos.  Y la alternancia por tanto es entre el miedo a esas dos muertes alternativamente, y naturalmente produciéndose esto, que es de mera arte rítmica: que el miedo a una de las dos al momento siguiente obliga a refugiarse en la otra muerte para que a su vez el miedo o repugnancia a ésta en el momento siguiente vuelva a refugiarse en la primera muerte.  Esto es el sentido rítmico en que os lo quería presentar.  

Para los que no estaban aquí sobre todo, os recuerdo un poco cómo era eso de las dos muertes: una muerte es la real, que es justamente la que nunca está aquí.  Notad esto, porque respecto al intento de derrumbamiento de la Realidad a que esta tertulia se dedica, el darse cuenta de que esto es así, que la real es justamente la que no está aquí, es un istrumento yo creo poderoso.  Poderoso dentro de lo poco potentes que somos los que pretendemos estar contra el Poder, pero poderoso en esa medida.  Uno de ellos, de los miedos, es el miedo a perderse, a perder el tino, la firmeza, perder esa fidelidad a uno mismo....  Esto a uno le está acosando costantemente.  ¿Cuál es el resultado de este miedo?: naturalmente el aferrarse a la otra muerte, es decir, ésa real que nunca está aquí.  La real y la que nunca está aquí es por tanto ésa, ya sabéis, la futura, la siempre-futura.  Su condición de realidad es justamente eso: que nunca está aquí.  Pero la presencia de lo futuro es el gran truco, el arma poderosa que el Poder maneja para sujetarnos, sujetar a cada uno a sí mismo y sujetar a la comunidad convertida en un colectivo obediente al servicio del Poder, del Futuro.  El Futuro se crea de esa manera, el Futuro es el sitio donde no pasa nada, pero como Futuro está costantemente haciendo que ahora no se pueda vivir, no se pueda uno dejar vivir.  Como decíamos el otro día, “la muerte no me deja morirme”.  En este sentido preciso esta paradoja ingenua, elemental, pero que pienso que merece la pena que siga sonando: “la muerte no me deja morirme”.  

Bueno, entonces a ésta es a la que se acude en virtud de un miedo a perderse.  Perderse quiere decir la otra muerte, que no es real, que por tanto no deberíamos  citar con el mismo nombre de muerte.  La otra es justamente esto de que las cosas, y nosotros entre ellas, estamos continuamente deshaciéndonos.  Hace falta mucha Fe para negarse a reconocer esto tan elemental, lo de ‘continuamente’.  Continuamente quiere decir ‘de una manera no propiamente real’, porque en la Realidad no cabe lo continuo, pero fuera de lo real sí, y continuamente nos estamos deshaciendo, estamos dejando de ser el que éramos, sin intermisión, sin interrupción alguna.

Que el proceso sea continuo es importante.  Es importante sobre todo para entender cómo la defensa contra ese proceso, ésa no puede ser continua, porque es ya real.  Puede ser, lo más, ‘costante’.  Costante, pero no continua en el sentido de esa irrealidad.  Pues como las cosas, nosotros tenemos que sentir que nos estamos continuamente deshaciendo, continua e irremisiblemente deshaciendo, ahora mismo, ahora, que no es ningún momento.  Ahora, deshaciéndonos, que querría decir lo mismo que viviendo, muriendo, da igual. Viviendo, muriendo, deshaciéndonos, da lo mismo.  Pues hay algo en nosotros, que es la parte obediente al Señor, la parte de la Conciencia dedicada al sostenimiento del Ser, que se espeluzna ante este desmoronamiento continuo que siente en uno y en las cosas, y este miedo lanza al otro lado, y entonces se vuelve a recurrir a creer en el Ser, en el Tiempo real, que es primariamente Futuro, y en definitiva a la otra muerte, a la muerte-siempre-futura.

No hace falta darle muchas más vueltas al ritmo.  En el momento siguiente esta sumisión a la orden de ser el que es, a la orden que se puede decir ‘de Dios’, esto es algo que despierta miedo, repulsión de alguna otra parte de uno, de la que le quede de vivo, y naturalmente contra ella, contra esta muerte, vuelve a apelar, a desear, esta muerte de irse muriendo, esta muerte de ‘ahora’, que es lo que antes decía como deseo de que ahora pase algo, sea lo que sea, y supongo que cualquiera de vosotros reconoce en su esperiencia cómo es que le sucede lo uno y lo otro, y cómo le sucede alternativamente.  Y si no, si no lo sentís que responde a vuestra esperiencia, pues ya me lo diréis ahora enseguida cuando os deje la palabra suelta por ahí.

No olvidéis que este proceso alternativo, este salto de un miedo al otro, de una muerte a la otra, hasta cierto punto nos es común con las cosas.  Aunque las cosas hablan (no puede haber una cosa que no hable), nosotros, claro, no conocemos los idiomas de las otras, como ellas no conocen el nuestro, y sin embargo por la propia aparición y desaparición de las cosas, por sus propios cambios, podemos reconocer la misma alternativa; la misma alternativa entre un miedo y el otro miedo, un miedo a desmoronarse que quiere decir lo que tan torpemente se llamaba ‘lucha por la existencia’.  Hay que seguir siendo, que es lo que quiere decir ‘existencia’: hacer compatible el ser, el seguir siendo, con el pasar, con el pasar continuo.  Cosas de por si incasables, incompatibles, pero se nos obliga, a nosotros y a las cosas, a hacerlas compatibles, como si pudieran convivir, y a eso se llama existencia, y la lucha por seguir siendo la podéis reconocer en cualquier cosa de las que se nos presentan: las flores y los astros, pero también cualquier cosa de las imaginarias, cualquier forma que a nosotros nos llegue por unos sentidos o por otros de una manera más sensible, a todas les es común esto de alternar entre defenderse del deshacerse por medio de recurrir al seguir siendo lo mismo, y la repulsa de esta orden de seguir siendo lo mismo para desear dejarse morir, dejarse vivir, deshacerse.  Creo que no me encontraréis demasiado esagerado si interpretando los idiomas de las otras cosas entiendo que ellas nos están diciendo lo mismo que puedo decir de nosotros en este idioma nuestro.  En este idioma nuestro.  

La alternativa, en fin, es también la alternativa de lo que el último día reconocíamos como inconcebibilidades, cosa que ya parece que se refiere más propiamente al tipo de cosas que nosotros somos.  Inconcebibilidades.  Hay un momento de esa alternancia rítmica en que soy absolutamente incapaz de concebir la muerte que se me está vendiendo todos los días como futura.  Se me está vendiendo todos los días, sale en los periódicos, sale en las esquelas como si fuera lo que es, un hecho real y por tanto concebible, pero hay momentos en que uno por lo que sea, en un descuido, trata de concebirlo de verdad, y no puede.  Es inconcebible.  No es ya sólo el miedo, es la imposibilidad de concebir siquiera: ya recordáis que una vez que uno llega a tomarse en serio eso de que uno es uno, el que dice su Documento de Identidad, singular, único, en ese momento justamente la muerte de eso que es uno, que es el que dice su Nombre Propio, es inconcebible.  Bueno, pues de aquí, de ésta, es de la que se huye: la esperiencia de esta imposibilidad de concebirlo de verdad, se rehuye acudiendo a lo otro, a la otra muerte, que parece más mansa, que es esta de irnos dejando morir, que ahora mismo nos estamos muriendo, de tal forma que ya el fantasma de la muerte real, falsa, siempre-futura, parece que en este segundo momento ya se atenúa, se desmaya un poco de esta manera.  Pero naturalmente vendrá en este momento la orden desde Arriba, que no sólo quiere decir desde el Estado, desde el Capital, desde la Ciencia, sino desde la propia Conciencia de uno: la orden de Arriba de que uno tiene que ser el que es, tiene que sujetarse, porque en este momento lo que no soy capaz de concebir es esto que tan tranquilamente digo de que me estoy muriendo ahora.  Decirlo es fácil, pero resulta que de una manera opuesta resulta de verdad inconcebible también.  

Resulta de verdad inconcebible, y como hay que concebirlo, ¿qué hay que hacer para concebirlo?: pues tener ideas, aceptar las ideas que se nos han dado, y esas ideas que nos han dado no incluyen ni ‘ahora’, ni ‘ahora me estoy muriendo’ ni nada que se salga tan descaradamente de la Realidad y del Tiempo contante, y volver por tanto a aceptar las ideas, el Tiempo, el Destino en último término, la muerte-siempre-futura, la falsa.  Para huir de la inconcebibilidad de que ahora me estoy muriendo vuelvo a recurrir al intento de aceptar como idea sumaria la de mi muerte-siempre-futura, una ilusión que en el momento siguiente a su vez vuelve a convertirse en un descubrimiento de que verdaderamente eso es inconcebible.  Que se manejará en las esquelas y en el Comercio y en las pompas fúnebres y en lo que se quiera, pero que si se refiere a mí es inconcebible, y naturalmente de esta inconcebibilidad se huye volviendo a ya sabéis, tendría que estarme todo el tiempo repitiendo lo mismo.  Lo que intentaba haceros sentir era justamente esta alternancia rítmica.  

Únicamente anoto antes de dejaros pasar la palabra que las dos inconcebibilidades se falsifican de dos maneras enteramente distintas.  ‘Se falsifican’ quiere decir ‘se las vuelve concebibles’, es decir, en los términos más humanos, ‘se las reduce a conceptos’.  Se las reduce a conceptos, a ideas respecto a eso.  Siendo inconcebibles la una y la otra por motivos tan opuestos, es claro que los trucos para reducirlas a concepto serán enteramente opuestos a su vez del mismo modo.  Uno, el fin: la muerte en el caso de uno es inconcebible.  Se concibe. ¿Cómo?: como fin.  Es decir, que aquí estamos en el ámbito superior, etéreo en cierto modo, en el cual aquello que no eran más que ideas para ir tirando se llevan al estremo y se las convierte en entes.  Ideales, por supuesto, matemáticos ocasionalmente, pero que no importa, se les puede concebir.  De una manera muy absurda, porque justamente si se han elevado a la sublimidad, a la sublimidad de el fin, el todo, la nada, y demás, a eso no se le podría reducir a ningún tipo de concepto, sería una contradicción: concepto de ‘Todo’, concepto de ‘Nada’, concepto de ‘1’, concepto de cualquiera de los entes ideales, concepto incluso de ‘Esfera’, concepto de ‘Número’ (en cuanto sea un número sin cosa, claro), serían contradicciones, pero sin embargo ya lo veis (la Historia de la Ciencia y de la Filosofía lo muestran) que se convierten en conceptos, es decir, se les trata como si fueran cosas.  Lo que no son, porque los entes ideales en nuestro descubrimiento teníamos que reconocer que los hay, pero que era un descubrimiento que se hacía aparte del descubrimiento elemental de que hay cosas: hay cosas, luego hay también estos entes ideales.  Pero de por sí no existen, no son cosas existentes.  Como es natural: si son ellos los que desde Arriba se emplean para convertir a las cosas por medio de sus ideas en existentes en el sentido preciso que hemos dicho, ¿cómo ellos a su vez van a ser cosas?  Ellos no podrían nunca ser cosas, y la Filosofía está harta......  O más bien uno está harto de la Filosofía de todos los siglos y de la Ciencia que con ella depende, en combates vanos acerca de los conceptos imposibles que acabo de citar, los conceptos de ‘Todo’, de ‘Nada’, del concepto de ‘Ser el que es’, del concepto de ‘Esfera’, del concepto de ‘Número’.  En realidad casi todo lo que en estos tres o cuatro mil años llamamos Ciencia o Filosofía versa alrededor de estas disputas vanas la mayor parte del tiempo, que es a lo que más se han dedicado, y naturalmente con peligrosa distracción.  Bueno, pues ésta es una manera de falsificación, una de las dos maneras de falsificación.  Así es como se procede, los entes ideales que rigen la existencia pero que nunca podrían existir por sí como cosas reduciéndolos a cosas, y por tanto sometiéndolos a un concepto como las ideas tratan de someter a las cosas sin conseguirlo nunca.

La otra falsificación ya casi apenas tengo que decirla, me tendríais que acompañar: la otra falsificación es la falsificación de lo que hay por debajo de, por fuera de, aparte de, las cosas.  Aparte de las cosas hay esa forma de irrealidad a la que antes hemos estado haciendo referencia: la irrealidad de ‘ahora’, que no hay quien pueda asirlo, tiene esa virtud maravillosa de que cuando se dice ‘ahora’ ya no es ahora.  Sin fin.  Sin fin.  Hay sin fin simplemente porque no puede ser que la Realidad sea todo lo que hay.  Y si la Realidad no puede ser todo lo que hay, eso ya implica que hay sin fin, que de veras hay sin fin.  Sin fin, con ahora, lo que antes os decía de continuamente, que es otra forma de irrealidad. Bueno, pues aquí ya sabéis en qué consiste: a esto, que no puede reducirse a cosas porque está fuera, que no se le puede concebir, también se le aplica su concepto, y entonces se desarrolla un concepto de ‘Infinito’, por ejemplo.  Lo sin fin se ha ido al carajo, lo sin fin de verdad.  El Infinito está ya dentro de casa, como se quería.  Ésta es la falsificación esencial.  De la misma manera se rehuye de esto de ‘ahora’, y se le convierte ¿en qué?: en un momento, ‘el Ahora’.  ‘El Ahora’, y ya se sabe que ‘el Ahora’ no es ‘ahora’, pero en cambio la falsificación ha tenido éxito, se le ha convertido en un concepto, se puede tener un concepto de ‘el Ahora’, ¿quién no tiene un concepto de ‘el Ahora’?  Nadie puede concebir ‘ahora’, pero ¿quién no tiene un concepto de ‘el Ahora’?  Nada más a la mano, y efectivamente eso ya se vuelve manejable.  De la misma manera que El Yo no soy yo: como recordáis, otra de las formas de introducir algo intratable como soy ‘yo que no se sabe quién es’, es convertirlo en algo tratable: El Yo.  El Yo en cambio ya no le hace daño a nadie, ni el Infinito, ni El Continuo....  Ya están metidos dentro, y por tanto son manejables.  Ésta es la otra forma de falsificación, la otra manera en que el Poder a lo largo de la Historia de la Ciencia y en los manejos de nuestra propia Conciencia intenta reducir aquello que se sale de los órdenes de la Realidad a algo concebible, a ideas, y que por tanto quede muerto.

Así es como os quería presentar la alternancia, el ritmo que va de lo uno a lo otro.  Espero que lo hayáis seguido más o menos, y ahora os dejo ya la palabra que vuele por ahí, porque sin duda habrá por lo menos que repetir, no hay por qué tener vergüenza de eso, de repetir.  Nunca se repite lo mismo, pero bueno, se repite alguna de las cosas, o tal vez desterrar si se puede alguna de las ideas que hayáis traído a esta casa y que estorben para entender, o mejor dicho sentir lo que aquí se está diciendo, o para cualquier otra cosa, de manera que sea para lo que sea, pues venga, os dejo ya. Venga, Javier.

-Y luego yo.  Yo la segunda.

A-Los dos.  Los dos de siempre.

-Es que somos una pareja estable.

A-Bueno, por una vez tal vez me vais a permitir que espere un poco a que surjan otras parejas menos estables.

-¿Yo puedo?

A-Sí, sí.

-Pues es que ya hace tiempo que a mí cada vez que hablamos de este asunto me viene a la cabeza el problema que trata Kant, con perdón, en esquematismo, trascendental, y cuando él habla del cinabrio, que creo que es el cinabrio el ejemplo que él pone, dice que si dijéramos que ahora es ligero y ahora pesado, y ahora rojo, y ahora rojo más claro, no podríamos nunca hablar del cinabrio, y hemos de reducirlo a un concepto y a una idea para poder tratarlo.  Pero no podemos olvidar que tal vez haya en la cosa, o en eso que se llama cinabrio, algo que se deja reducir, y yo siempre ando con ese problema: si se deja reducir, igual es que está para......

A-No, no, no.  Me alegro que lo hayas sacao, porque no es ninguna cosa del otro mundo, esto debía estar ya resuelto hace mucho tiempo: la Realidad consiste, como habéis oído estos días, no en las cosas, sino en las cosas ya imbuidas de los entes ideales que tienen que hacerles ser lo que son cada una de ellas, y que implican la clasificación, la distinción entre unos y otros, y todo eso.  Eso son las cosas de la Realidad, las cosas reales, nosotros incluidos, así que por supuesto el cinabrio está ya como esperando que le doten de un concepto.  No tiene más que pasarse un poco más allá, que el concepto se haga más fino, más sutil, más ideal sobre todo: numérico, matemático, que es a lo que más se puede llegar, por ejemplo......  no sé dónde está el cinabrio en la tabla de los elementos, pero bueno, en algún sitio está, y en algún sitio está con su número, en algún sitio está con sus números, de manera que no se ha hecho más que eso.  Ya de por sí la ideación de las cosas reales y corrientes está preparando eso que no tiene por qué estrañarle ni a Kant, ni a ti, ni a nadie.  Pero lo que hoy hemos sacao aquí era el hecho de que no las cosas, no los cinabrios, sino también por un lado los propios entes ideales que determinan eso puedan concebirse, y que también lo sin fin que hay por debajo pueda concebirse.  Esos conceptos imposibles son los que hoy nos traían un poco locos.  Bueno, más cuestiones, venga.

-¿Ya nos das permiso, o qué?

A-¡Pero un poco de paciencia!  Es que si  no, a los que son más tímidos o tienen menos costumbre no les dejáis. Es importante (lo digo para los que no tienen tanta facilidad de palabra), es importante acostumbrarse a hablar así, en público, en pequeño público, como aquí lo hacemos.  En una conversación en la familia, o entre novios, o con los compañeros de oficina, hay muy pocas probabilidades de que se pueda decir más que las chorradas de siempre, eso es la Ley.  Aquí se trata de no, y naturalmente el relativo número sirve, ayuda, y por eso animo a que uno, aunque le cueste trabajo, tenga algo de timidez, pues hable en público, dejando ya los casos de estremada facilidad.  A ver.

-Te referías a ciertos conceptos, por llamarlos de alguna manera, de la nada y todo, y para los místicos esos no-conceptos sí que de alguna forma implican un orden de vivencia.  ¿Cuál sería tu..?

A-No sé si te sigo bien.  En los místicos esos conceptos como ‘todo’ y ‘nada’..

-Sí, que de algún modo por su poesía pareciera indicar que indican un orden de vivencia, toda la Teología negativa y la Mística.

A-¡Ah, sí, sí, por supuesto!

-¿Qué conclusiones sacarías de eso con relación a tu discurso?

A-Sí, esas dos falsificaciones, las dos se han empleado una y otra vez en niveles de ese tipo, en niveles del tipo místico y religioso, una y otra.  Es decir, en un lado está la mística de, por decirlo en una palabra, Dios.  Ahí está lo de la elevación a ‘todo’, con la contraposición entre nada/ todo, uno, singular.  Eso ha dao costantemente su juego, respondiendo a uno de los dos momentos alternativos de aspiración que en toda alma se da, aprovechando ése para quedarse con él.  Y el otro es la mística de Natura, que es otra mística que sacábamos el otro día: cuando también a lo sin fin, a lo continuo que es inconcebible, a ‘ahora’ que es inconcebible, se le ha convertido en Naturaleza, en Rerum Natura, eso también da lugar a una especie de mística.  Yo se la he reprochado incluso a científicos como Lucrecio cantando a Epicuro y dándole a Natura esto, olvidándose de que al llamarla Natura, o Madre, ya se la está concibiendo, es decir, metiendo dentro de casa, lo mismo que cuando a lo otro se le llama Padre, o Dios.  En los dos estremos.  Pero sí, efectivamente, han dao juego; aparte de la Ciencia y del uso cotidiano, también en Religiones y en Místicas han dado mucho juego.  A ver.

-Una pregunta: todo lo que nos está pasando entonces está fuera de nuestra conciencia.  O sea, lo que nos pueda pasar de verdadero, de ese deshacerse, de ese desmoronamiento, eso que se siente, que se intuye que pueda estar pasando, es todo lo que está fuera de nuestra conciencia.

A-Vamos, que lo que puedes decir es hablando desde dentro, que lo que está dentro de tu conciencia no es eso.

-Entonces cuando uno por ejemplo habla, se deja hablar, si se dejara hablar de verdad sería sin ningún tipo de conciencia.

A-Sí, el habla de ordinario es un habla que trata de imponer ideas, incluso imponérselas a uno mismo, convencerse a uno mismo de que sabe lo que cree que sabe....  Pero el habla, como las demás cosas, nunca está bien hecha del todo, siempre está abierta, siempre da lugar a que se produzca (como aquí los milagros que se esperan en la tertulia política) un hablar que no sea un hablar de ideas ni de convencer a nadie de una Doctrina o de otra ni de creérsela uno ni de cosas por el estilo, gracias a que nunca estamos las cosas ni nosotros hechos del todo.  Nunca estamos hechos del todo.  Gracias a eso.  ¿Qué más?

-Este embrollo que digamos que se da en el uno, en este caso de las dos muertes, ese paso que tu dices o das a las otras cosas, yo es que me cuesta percibir eso.

A-Bueno, son dos problemas: una cosa es el desbancamiento del Hombre al que nos hemos dedicado intensamente.  La mayor parte de los errores que padecemos vienen de haber establecido hace milenios al Hombre frente a las cosas como si él fuera el sujeto, el observador, el razonador, y las cosas no.  Entonces para curar de eso no hay más remedio que reconocer la evidencia de que somos cosas, y que si somos cosas somos un tipo de cosas como los otros, y que si a nosotros nos interesamos mucho es por puro Patriotismo, una pura falsificación, pero sin ninguna razón, ¿no?  Eso es un asunto, y otra cosa es el asunto de uno, que antes he dicho que daba lugar a una de las muertes y a la inconcebibilidad de esa muerte como referida a uno propiamente.  Aquí no es el Hombre, aquí es uno, uno con su Nombre Propio, con su Documento de Identidad, que es otra cosa.  Pero sigue, si te quedan cosas por ahí.

-Sí, es que en cualquier animal, en cualquier vegetal, en cualquier cosa que en un momento dao por ahí aparece, ¿el istinto de superviviencia, es lo que ..?

A-Bueno, eso es un nombre pedante que da la Ciencia.  Yo le he llamao a eso ‘la necesidad de seguir siendo’.  He dicho que esa necesidad de seguir siendo que las cosas y nosotros padecemos es la orden que viene desde Arriba, y que en este lenguaje humano y torpe de la Ciencia pues se llama ‘lucha por la existencia’, o ‘istinto de conservación’,  y tonterías de ésas.  Es más profundo.  ¿Qué más?

-Y en la frase “uno no es nunca uno”, ¿el segundo ‘uno’ es un número uno?

A-No.  Se le puede querer hacer oír así, pero vamos, normalmente uno lo que oye es el mismo en los dos sitios, el mismo uno en los dos sitios, y rechaza justamente la verdad de la identidad.  Venga, Javier. “Los elocuentes”.

-Ya nos ha levantao la censura.  Ni en la catequesis de mi pueblo tenía tanta censura yo.

A-Es que te hace falta mucha, ¿eh?  Si en tu pueblo no la tenías, debías armar en la Iglesia no te quiero decir, no lo quiero ni pensar.  ¡Te hace falta mucha, mucha!

-A mí me parece bien, Isabel, esperar para que todo el mundo hable.

A-No, todo el mundo no, pero algunos.

-Pero ahora, como se me ha retrasado, tengo dos cosas: la primera es que yo no siento que las cosas tengan una lengua, un idioma que nosotros entendemos...

A-Que no entendemos.

-....y que nos dicen que quieren seguir.  Creo que nosotros mismos en nuestro propio idioma queremos que las cosas sigan siendo para que nosotros, y también nuestro mundo,.....

A-¡Eres Humanista....Humanista hasta el tuétano!   ¡Un Patriotismo tremendo!  ¡No te desaferras, no!

-Humanista o no, yo creo que las cosas no tienen lengua, sino que nosotros....

A-No, no te desaferras.  Es justamente eso lo que he estao criticando y llevamos meses criticando.

-Bueno, deja que esplique mi impresión: mi impresión es que nosotros necesitamos que tanto yo como lo que me rodea esté ahí estable, porque si no me....

A-Sí, sí, Javier, ya lo sé, “nosotros estamos en el centro, seguimos estando en el centro”.  ¡Pues no, mentira, no tenemos ningún derecho!  ¡Mero Patriotismo maldito!  No tenemos ningún derecho.  Llevamos milenios en que nos hemos colocao así.  Se esplica, porque si las ranas hubieran tenido las mismas ocasiones que nosotros se habrían colocao en el centro, y entonces todas las demás cosas que les pasaran a los conejos, o a los hombres, o a los monos, serían cosas que las ranas inventaban porque naturalmente son ellas las que llevaban eso.  Pero nos ha tocao a nosotros, de manera que se esplica muy bien.  Pero aunque se esplique muy bien esta falsificación, esta Fe en que nosotros somos lo Inteligente y lo demás es lo inteligido, no tiene ningún fundamento.  No tiene ningún fundamento.

-Yo necesito, o yo quiero, seguir estando, seguir siendo, y también necesito y quiero que este suelo esté aquí para mi propia estabilidad.

A-Si, pero Javier, lo siento, tus necesidades no nos importan demasiado, no es una cosa tan trascendental.  Yo comprendo que necesites eso, pero vamos, no se trataba de eso en este momento.

-Bueno, ya he soltado este punto para que lo pensemos todos, y el segundo punto es que a mí ese papel de los ideales que son cosas B, pero no las cosas A.....

A-No lo he entendido eso del A y el B.

-Tú has dicho que los ideales también son unas cosas, pero no iguales.....

A-No, no, no, eso es lo que he estao criticando, que una de las formas de conceptualización se refiere a que a los ideales, estando fuera de las cosas, aunque rigen la existencia de las cosas, pues no: a los ideales se les concibe también.

-¿Pero qué son entonces?  Si no son cosas ni tampoco Realidad, entonces habrá una tercera vía.

A-Cuando hicimos la lista (no voy a volver sobre ella), el descubrimiento era primero “hay algo, porque no puede no haber nada”, después “hay cosas simplemente porque no puede haber una, no tiene sentido”.  Hay entes ideales.  ¿Por qué?: porque las cosas los padecemos, porque las cosas padecemos justamente esta pretensión inalcanzable de seguir siendo, y de seguir siendo lo que somos.  Ahí lo reconocemos, ahí reconocemos que hay, fuera de la Realidad, uno, todo, nada.....  De manera que lo que estaba criticando es que sin embargo a eso se le coge y se le conceptúa, se le sujeta a conceptos.   Isabel.

-A mí no me gusta hablar con permiso.  A mí me gusta hablar sin permiso ninguno, así que paso.

-Ahora no le da la gana a ella.

-¡Habla, Isabelita, habla!  

-¡Habla, Isabelita, mujer!

-No, porque viene a cuento de lo de antes.  Es que verás, estoy hablando de sentimientos, de lo que uno siente: cuando uno ve una roca o ve una piedra, se queda mirando, lo primero que te da es una envidia tremenda, una envidia de que a pesar de que cada cosa en su ser perservera, y que la roca quiere seguir siendo roca y la peña, peña, por lo menos en las piedras yo tengo esa sensación cuando las miro, y por eso me gusta mucho mirarlas, que parece que carecen de esa información de “mañana te vas a morir”, esa información que se le da al niño y que según tú, y parece que basándote en lo de Lucrecio, dices que es la madre de todos los miedos, la información de la muerte.

A-No, no, Lucrecio no tiene que ver nada ahí.

-Bueno, ¿me dejas terminar y luego me dices lo que sea mal?  Porque si además de la censura también tengo que tener la glosa.......

A-No, te corrijo, te corrijo.

-Vamos a ver, quiero decir que no puede ser igual, ahí hay un desequilibrio, un desacuerdo entre mi sentimiento y lo que a mí me ispira eso que yo estoy viendo, no por ningún Humanismo ni Patriotismo ni Centralismo: es porque si yo estimo, obedezco o me pienso que soy un caso de cosa y que las cosas tiene que ser cosas, lo único que yo envidio de la cosa es esa no información de la muerte venidera, es decir, que se pueden dejar morir tranquilamente.....

A-Yo también.

-....pero al mismo tiempo sé que parece que hay una perseverancia en el ser de las cosas, pero no hay esa contraposición que se da en el que sabemos del Tiempo, en el que tenemos el concepto del Tiempo.  Por lo tanto no podemos hacer ningún parangón entre una cosa y otra...

A-Esacto, esacto.  Has estao muy esacto.  Como antes...

-Pues no he estao muy esacto, porque yo tenía más cosas que decir, y mejor dichas.

A-¡Ah bueno!  A lo mejor se jode la esactitud.  

-No, a mí no me dejes nunca para la última, porque si no me voy y ya está, y te quedas tu aquí solo.

A-Efectivamente esto que ha dicho Isabel es útil.  Yo tengo esa envidia también.  Uno tiene envidia porque no es sólo una roca, sino que se supone que un antílope (un perro no me atrevo a decir, porque los tenemos muy envenenaos), pero se supone que un antílope tampoco tiene esa información.  Tampoco tiene esa información, y efectivamente eso es envidiable.  En la esposición que estaba haciendo he tratado de distinguir entre lo que decía acerca de las cosas en general y nosotros como un caso de cosas, y aquello que era específicamente humano, y entre lo específicamente humano está justamente eso de la información de la muerte-siempre-futura como real.  Eso sí es específicamente humano.  He tratado de distinguir, a lo mejor no lo he hecho lo bastante bien....

-¿Y esa variable interviniente no es de verdad lo suficientemente poderosa para que no podamos establecer parangón alguno.......

A-No entiendo nada.

-..... entre las dos contraposiciones de muerte?

A-He tratado de estar haciendo a lo largo de la esposición (a lo mejor no lo he hecho bastante bien) los hechos, las cosas, que en los cambios, en las alternativas a que me refería antes, las que eran comunes con cualesquiera cosas y por tanto nosotros participamos en ellas, y aquellas cosas que pertenecían a nuestra peculiaridad, a peculiaridad, entre las cuales está ésa, no veo el problema.  Bueno, más cosas por ahí.  Sí.

-Yo es que creo que la muerte como tal no existe.

A-No emplees el verbo existir, porque aquí le hemos dao un sentido preciso.  Dilo de otra manera si puedes.

-No es real.

A-¿No es real?

-Si hay una () entre las cosas, y nosotros somos una cosa, con una trasformación continua, que yo sí creo en ese concepto de continuidad, las cosas se trasforman continuamente, y nosotros nos trasformamos en otra cosa continuamente.  Lo único que acaba es el concepto de nosotros mismos, pero la cosa que somos continúa en el proceso, y ese proceso sí tiene continuidad.  No se sabe a qué, pero sí tiene una continuidad.  Y si hemos partido solamente de ser Hidrógeno y estamos aquí, volveremos a ser otra historia, o vete a saber qué.

A-Bueno, no hace falta recordar los mitos de la Ciencia. Sin decirlo de esas maneras, dicho de una manera sencilla, eso es la otra muerte que decía que es la muerte del irse muriendo, que es lo mismo que viviendo ahora.  Ahora, continuamente.  Continuamente, que no se puede concebir porque está fuera de la Realidad, pero que lo sentimos como tú lo sientes.  Y esto no tiene que ver nada con la otra muerte, que es la real y humana, que consiste en ésa que nunca está aquí.  O sea que no digas que no es real: es real, porque de la muerte esa se está viviendo todos los días, viven los Medios, viven los pésames de los familiares, viven cualesquiera elucubraciones, cuentos, filosofías, de manera que real es.  No está aquí, simplemente no está aquí.  No está aquí nunca, y sin embargo desde ese fin o Futuro está influyendo hasta el punto de eso, de lo del dicho “la muerte no me deja morirme”.   Hasta ese punto incide y estorba, ¿no?  Virginia.

-Yo pienso que convertir el descreimiento o el descubrimiento en un momento de la alternancia rítmica con otro momento de Fe, me presenta muchos problemas.  Me parece que es como una especie de falseamiento, porque si no es un concebir, al menos está cerca de concebir algo que podía venir de abajo sin más.  Por poner un paralelo, todos sabemos que la alternancia entre Trabajo y Vacaciones sirve a sostener el Trabajo.  Entonces daría la impresión de que la alternancia entre Fe y descreimiento estaría sosteniendo la Fe.  Sería como que se permiten momentos de descreimiento con tal de que luego se vuelva a la Fe dominante, o algo así.

A-Bueno, en primer lugar el ejemplo ya es engañoso: con la alternancia entre el Trabajo y las Vacaciones, no es el Trabajo lo que se sostiene: se sostiene el Orden, el Orden Social.  El Orden Social, que justamente necesita esa ordenancia.  Y lo mismo en el otro caso.  He sacado este flujo alternativo para corregir el aferrarse a lo de la fijeza, la conclusión, el fin.  No es que una de las dos....

-Sí, pero que de la misma manera que las Vacaciones y el Trabajo están al servicio del Orden, parecería que la creencia y el descreimiento están al servicio del ritmo, de la alternancia, de un Orden superior.

A-No se puede decir ‘al servicio’, porque servicio parece que implica ya una de las dos cosas, la parte del Poder, pero es lo que hay.  Lo que quería sugerir con eso es que eso es lo que hay, esa alternancia, ese ritmo, y eso era lo que se decía contra la pretensión de fijeza, de verdad.

-¿Pero de verdad el descubrimiento cuando se da, de una mentira o lo que sea, se da porque antes ha habido Fe?

A-Por supuesto.

-Bueno, por supuesto tiene que haber habido Fe para que se descubra, pero es que no puede estar sometido a eso, tiene que ser una cosa que suceda no porque toca que suceda, sino que suceda.

A-No paramos un momento de alternarnos.  Evidentemente es el miedo a una de las muertes cuando se hace intolerable el que lleva a un amor a la otra, y es la hartura de la otra la que vuelve a llevar al miedo.  Es lo que se da a nosotros y a las cosas, sin más, ¿no?

-Pero a mí entonces lo de descubrimiento se me queda como que no hay verdaderamente un descubrimiento, sino que es lo que toca, digamos: “ahora lo que toca es descreer”.

A-Ninguno de los dos momentos puede ser verdadero.  Incluso la alternancia que he presentado no se puede decir que sea verdadera, es simplemente lo que hay, porque este descubrimiento, como todos, tiene una condición negativa contra la fijeza, contra la pretensión del llegar a un sitio, de llegar a una conclusión.

-Pero es que yo no veo tal alternancia, yo veo que la situación se da simultánea: tengo miedo a la muerte futura y tengo miedo al desasimiento en el mismo momento en el que tengo miedo a las dos cosas.

A-¡Por Dios, Isabel!  ¿Cómo puedes cogerte en el mismo momento?  ¿Cómo puedes?   Eso no lo hace nadie.

-Sí, sí, o es que tengo dos cabezas, o yo te digo que a mí me sucede en el istante.   En el istante, sí, porque ésa es la paradoja de estar vivo.

A-Pero eso es una peculiaridad tuya, cogerte en el mismo momento las dos.

-Lo otro es un listado de istrucciones: “ahora me toca esto, ahora me toca lo otro”.  No, es en el mismo istante.

A-No, no, tú al mismo tiempo.

-Un niño cuando tiene miedo de verdad, verdadero, tiene miedo al mismo tiempo a lo que conoce que a lo que no conoce.

A-Bueno, déjame el niño, vamos a Isabel.

-Bueno, pues un anciano, vamos a poner tu caso.

A-Isabel pretende que al mismo tiempo tiene los dos miedos.

-Tiene y no tiene, como Júpiter, quiere y no quiere ser Zeus.  

A-¿Que tiene los dos miedos al mismo tiempo?  Bueno, esto son simples ganas de dar la tabarra, no tiene sentido, venga.  Nadie puede cogerse en dos miedos al mismo tiempo.

-Pues sí, se pueden coger, y no hay sucesividad.  Se da en el momento, se da in situ, en eso que llamas tú, no sé, “en un sinTiempo”.  

A-Bueno, venga, Isabel, esto es ganas de dar la tabarra, déjalo.  Si alguno otro es capaz de coger sus dos miedos en el mismo momento acompañando a Isabel, que lo diga, y si no, cállate.  

-Pero la gente dice mucho “al mismo tiempo”, “a la vez”.

A-“Al mismo tiempo” se dice para ir tirando, se dice inocentemente, no hace mucho daño.  Nunca es al mismo tiempo.

-Mira, al mismo tiempo la roca incluso está perseverando y se está desmoronando, y le sucede en el mismo istante las dos cosas.

A-Uno puede hacer como César.....

-El Patriotismo y el Humanismo es querer hacer un establecimiento de tiempos, hacer una separación en eso, y eso sí que lo veo......

A-Se dice corrientemente y sin mayor daño “hacer al mismo tiempo”.  Por ejemplo que César al mismo tiempo que dictaba las órdenes para la Legión Séptima, escribía una carta y hablaba con su intérprete del griego.  Se dice ‘al mismo tiempo’, pero todo el mundo sabe que sería al mismo tiempo de una manera sumamente inesacta, para ir tirando.  Se quiere decir que alternaba rapidísimamente entre la atención a la Legión Séptima, al intérprete del griego, y la carta que estaba escribiendo.

-Estamos hablando de operaciones invisibles.  El deshacerse no se ve.

A-¡Ay, Señor!

-Yo no te estoy viendo deshaciéndote ahora mismo.

A-¡Isabel, por favor, qué ganas de dar la tabarra!  ¡Nadie puede tener dos miedos al mismo tiempo, venga!

-Sí, sí se tiene, uno se hace y se deshace al mismo tiempo.

A-‘Al mismo tiempo’ es una tontería que estropea un descubrimiento que es fundamental, que es ‘ahora’: si ‘al mismo tiempo’ quisiera decir ‘ahora’, cosa imposible.....

-Virginia quiere hablar.

-Bueno, yo por acabar con lo que estaba.  ¿Lo de la alternancia no es también acabar con eso de ‘ahora’?  Porque si se da cuando se dé la creencia o el descreimiento, no es lo mismo que si nosotros andamos diciendo que primero se da la creencia y luego el descreimiento.  Es que ya estamos hablando de ello, ya lo estamos convirtiendo en ‘ahora’.

A-Claro, la conceptualización de ‘continuo’, de ‘ahora’, de lo de ‘sin fin’, ya lo he dicho.  Pero aparte de esa aberración de la conceptualización en los dos sentidos, está la cosa en sí: simplemente en uno de los momentos se desentiende uno de tal cosa como ‘ahora’, y lo que he dicho de “al mismo tiempo Julio Cesar”, “al mismo tiempo” como Isabel lo empleaba, de una manera vaga, lo convierte en un momento, que ya no le hace daño a nadie.  En el momento siguiente en cambio descubre que ‘ahora’ tiene sentido, le hiere esa flecha.  Le hiere esa flecha, ‘ahora’ tiene sentido, y al carajo lo otro.

-Pero nosotros no nos estamos dejando herir al hablar de alternancia entre un ahora y otro ahora.

A-No, no, nos curamos enseguida, al momento siguiente ya lo hemos convertido en un momento, pero después nos hartamos del momento, nos hartamos del Tiempo.  Sí, perdón.

-Los místicos no tienen miedo a la muerte, ¿no?

A-¿Los místicos?  Yo no los conozco.  Santa Teresa decía en los versos bien conocidos que tenía tal deseo que “vivo sin vivir en mí, vivo porque no muero”.  No sé si te sirve de algo.

-¿Pero podría decirse que los místicos en ese estado, cuando dicen por ejemplo ‘vivo sin vivir en mí’, sería un estado más de descreimiento incluso que el de la tertulia?

A-En el caso de Santa Teresa no vale mucho, porque era creyente, sabemos que era creyente.  “Y tan alta vida espero, que vivo porque no muero”.  Ya la ha fastidiao: en “tan alta vida espero” ya está el Futuro, ya está la sumisión, de manera que si se hubiera contentao con la paradoja, (vivo porque no muero), pues a lo mejor era parecido a lo que aquí hemos descubierto de que la muerte no me deja morirme, pero por desgracia no suelen ser así los místicos, no.

-Pero si no lo definieran tanto eso, a lo mejor se.....

A-¡No, no, no!  Si no metieran la conceptualización y la Fe, por ejemplo la Fe en el Futuro, en la Eternidad, en la Gloria Eterna.  Sí, venga.

-Que me parecía que tal vez estaban en un estado más fácil de dejarse hablar que nosotros.

A-¡Si yo no los conozco!  He citado a Santa Teresa, tendría que ir viendo uno por uno.  Yo no sé en qué estado se puede encontrar un señor así por las buenas.  Apenas me atrevo a decirlo de ninguno de vosotros, que os trato de cerca, ¿cuánto más voy a decirlo de señores más o menos utópicos?  Sí.

-A propósito de en el mismo istante sentir los dos miedos, a mí me parece que con lo de ‘la muerte no me deja morirme, y irme muriendo no me deja estar muerto’, lo que se denuncia ahí es la mentira de mí, de que yo sea yo.

A-Sobre todo de que sea Uno.  En primer lugar la mentira de ‘Uno’, porque si uno fuera uno no podría alternar tal como lo he presentao, y saltar de un miedo al otro miedo.  Pero uno no es uno, eso es una mentira que nos han contado, y esa mentira, ésa ya no es humana, ésa se la han contado a las cosas también.  No es como la de la muerte-siempre-futura.  La mentira de uno, sí, de uno y de seguir siendo.  ¿Qué pasa, que se nos ha hecho tarde, no?

-Una pequeñita cosa en relación a la presencia y al istante y a la muerte: realmente la muerte se puede esperimentar en el momento presente, uno solo se puede morir en un istante....

A-Ésa es una de las dos muertes.

-Pues una de las dos muertes, al menos uno solo se puede morir aquí y ahora.

A-Irse muriendo, ésa es una de las dos muertes.

-No me voy a morir en el Futuro, la muerte sólo existe en el Presente, y entonces digo.....

A-No, no digas ‘existe’, no digas ‘el Presente’.....  Mira, ‘existe’ son ya las cosas dotadas de las ideas que se les imponen.  ‘El Presente’ es una falsificación de ‘ahora’, y ‘ahora’ no es ‘el Ahora’, ni es ‘el Presente’, y ‘ahora’ está fuera de la Realidad, y efectivamente ése es un morirse que destruye la Realidad.  La muerte real en cambio es la futura.  Ésa es la real, la que no me deja morirme incluso.

-Creo que si somos capaces de conectar con esa muerte futura, en realidad en el istante, no sé de qué manera, creo que no es a través de la palabra ni del conocimiento, creo que es a través de la mente....

A-¡Imposible!  El Futuro es la muerte, el Futuro es el Tiempo real.  El Futuro mismo es la muerte, no hay manera de conectar ni de hacer compatible.  No nos cabe más que pasar de un miedo al otro miedo, y a eso es a lo que estamos tú, yo, y cualquiera: pasando de un miedo al otro miedo.  Intentar un casamiento de las dos muertes se ha hecho, porque generalmente el término se emplea de tal manera, con tal ambigüedad, que si a alguien se le cuenta este descubrimiento de que la muerte nos ha partido en dos, pues va a tardar en creérselo, pero el que se haya hecho por conveniencia de la Sociedad o del Orden no quiere decir que sea verdad.  Es mentira para ().

Bueno, pues supongo que habría más cosas, pero si nos deja el Señor pues dentro de siete días si puede ser seguiremos dándole vueltas al asunto.