27.08.2014

Tertulia Política número 228 (5 de Mayo de 2010)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid

 

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TRANSCRIPCIÓN:

 

Recogiendo el hilo entonces, a ver qué ha quedado y qué cosas tenéis que decir referente a aquello que tratábamos acerca de la conciencia y el Tiempo real. Recordáis que lo importante era que ambas cosas, que parecen tan distintas, se nos presentaran como siendo inseparables la una de la otra: la conciencia, el que uno sepa de alguna manera, aunque no sea la manera humana, quién es, quién es y que sigue siendo el que es; y el Tiempo real, que, como sabéis, consistía en ese Tiempo real en el que no hay quien viva porque costa de futuros y de pasados, y por tanto escluye AHORA, que tiene la virtud de que no pertenece a la Realidad, nos saca fuera de la Realidad, que es para lo que aquí tratamos de vez en cuando de usarlo: para en lo posible sacarnos de, enfrentarnos a, la Realidad.

Recordáis que usé las teorías de José Requejo, que ponían como el origen de esto en el aplazamiento o postergación. Recordábamos a propósito de eso las teorías también del propio Freud acerca de el asentamiento de la Civilización o la Cultura, lo que implica un Yo bien costituido, el Yo, naciendo de eso del aplazamiento. Recordáis también que hacíamos notar en crítica de estas teorías, que por otra parte pueden guiarnos y darnos vislumbres de la cosa, la crítica en el sentido de que pretendían que la esplicación se diera desde dentro de la Realidad, que, en algo como la postergación del deseo, nos encontramos con que el primer miembro (la postergación, el aplazamiento) sabemos bien qué es, es ya la Realidad, mientras que la otra parte, el deseo, no sabemos qué es. No sabemos qué es y por tanto eso deja coja cualquier esplicación que se entienda como esplicación del origen o algo por el estilo.

No sé si en torno a estas cuestiones se os había ocurrido algo, si es así, pues haríais muy bien decírmelo ahora mismo, decírnoslo a los demás, porque es de suponer que esto mismo plantea problemas que conviene siempre aclarar. Es a lo que estamos aquí, no a resolver los problemas, eso es cuestión de los que tienen Fe, de los que crean la Realidad, sino a más bien disolverlos, aclararlos hasta el punto de disolverlos y descubrir cómo estaban mal planteados. ¿No?, ¿no había…?... de momento.

Sigo un poco pués: la costitución de la conciencia (un saber de sí mismo), el establecimiento del Tiempo real (el de los relojes y los calendarios) coinciden, son la misma cosa. Se puede decir que tenemos ahí justamente el establecimiento de lo que propiamente llamamos aquí “Realidad”: la Realidad, que no puede menos de consistir en eso: el Tiempo real, que es la primera cosa que se inventa, a partir de la cual (de los momentos y los tramos de Tiempo) se inventan y establecen todas las demás, y la conciencia de sí mismo, el saber de sí mismo. Eso es el establecimiento de la Realidad.

No podemos pretender decir algo de verdad sobre esto partiendo de nosotros (los hombres, el sujeto supuestamente humano siempre, el observador siempre humano) frente a las cosas. Es algo que ya es tradicional, que desde nosotros, desde nuestra posición supuestamente privilegiada, les podemos de vez en cuando, en un acto de generosidad, repartir a las cosas algo de esto que es propio nuestro: la inteligencia, la conciencia misma. Esto es una cosa que se ha dado siempre también en las creencias populares, que costantemente estaban animando a los árboles, a las bestias, al sol, a la luna, a las cosas en general, animándolos, es decir, dándoles eso que se supone que es nuestro. Ése es el regalo del que hablo, un regalo envenenado, sospechoso, como estoy tratando de haceros sentir ahora.

Bueno, después los filósofos no han dejado de hacer cosas en el mismo sentido. Caramés tuvo la curiosidad de pasarme unos escritos de Riemann, escritos que han sacao ahora, de antes de que se hiciera matemático y que fundara esa geometría que, para muchos y para Einstein mismo, era el ejemplo más perfecto de la geometría desarrollada en el mundo actual. Cuando Riemann era teólogo, filósofo, cosas así, antes de ser matemático, él se dedica a hablar un poco en la tradición kantiana y [] platónica acerca de el alma, seele, que le atribuye… (bueno, por lo menos) a los animales y a las plantas, y donde se ve que la vida, como tantas veces, se confunde con la inteligencia, viene a ser lo mismo que la inteligencia “Donde hay vida, hay inteligencia”. Ya recordáis que progresando en el otro sentido en este engaño, pues entre nosotros siguen hablando continuamente por ahí de mind, de la mente, incluso del cerebro, como si las condiciones de eso que se llama “vida” fueran indispensables para el desarrollo de eso que también se llama “inteligencia”. La dotación, digamos, espiritual de plantas, animales, en la visión de Riemann mismo, pues implica no una posesión por ningún portador del alma, eso no, es de por sí algo que puede llevarle a reconocer que dado que se acumulan las aportaciones de espiritualidad (vida como ya inteligencia, repito) puede llegarse a encontrar un alma de la Tierra. Un alma de la Tierra que es la acumulación de las almas de las plantas y de los animales que en ella viven.

Bueno, ya os hacéis idea. Esto es lo que os pongo en parangón con las creencias populares de siempre que dotaban al laurel o a la luna de un alma y casi, diríamos aquí, una personalidad. Son caminos por tanto que aquí os trato de presentar como equivocados de raíz por eso de pretender esplicar estos fenómenos de conciencia, inteligencia, razón, vida, etc., a partir de nosotros, de nuestro caso, a partir del hombre.

Quiero haceros sentir que esto de intentar partir del hombre para de una manera o de otra comunicárselo o no a las demás cosas es tan equivocado como lo del barón de Münchhausen cuando se sacaba del pozo tirándose de las orejas para arriba, es algo en ese sentido. No se va a ninguna parte por ahí, y sería lo mismo decir lo que hemos criticado muchas veces: las esplicaciones (científicas, religiosas) de la Realidad desde dentro de la Realidad. Cuando las esplicaciones de la Realidad se dan desde dentro de la Realidad, el resultado es que la esplicación queda incluida en la Realidad. Es algo sumamente perogrullesco, y por tanto no hemos dado ningún paso hacia fuera, ni podemos descubrir nada por el estilo.

La actitud que aquí hemos venido tomando es justamente la inversa, que es despojarnos del hombre. Despojarnos del hombre, abandonar al hombre, para partir de las cosas y del reconocimiento de nosotros mismos como un sencillo caso de cosa, como una especie de cosas más entre las demás, sin ningún privilegio especial en principio, ¿no?

Despojarse del hombre, abandonar al hombre, es una tarea difícil, por eso tengo tan apasionado empeño con vosotros en que conmigo lo intentéis en la medida que se pueda. Es difícil en el mismo sentido que es difícil que siendo español uno se levante contra España; en el mismo sentido que es difícil que siendo uno carcelero se levante contra las cárceles; en el mismo sentido de cualquiera otra condición social que efectivamente lo tiene a uno definido y amarrado, y que por tanto lógicamente le impide levantarse contra esa condición misma suya, negar esa condición misma suya. De manera que la dificultad es clara cuando se trata de esta clase especial de adscripción o patriotismo que es la Humanidad, el hombre, el ser hombre.

Es difícil, no imposible (si no, no tendría sentido que os estuviera invitando aquí a esta hazaña todos los días), no imposible, ya sabéis que nada es imposible dentro de la Realidad precisamente por el hecho de que la Realidad nunca está hecha del todo, en contra de lo que os quieran hacer creer; uno nunca está hecho del todo, como una cosa cualquiera nunca está hecha del todo, y es gracias a eso como no es de ninguna manera imposible el levantarse contra la propia definición, contra los propios límites que a uno lo tienen costituido. Es simplemente difícil, y para cualquier espíritu un poco rebelde, un poco negativo, pues eso es justamente lo que lo hace atractivo, porque para hacer lo que ya se sabe, para hacer lo que ya está hecho, para eso ya están los Ministros, los Sacerdotes, los representantes del Poder y todo eso, y no hace falta andar viniendo aquí. De manera que justamente lo de ser declaradamente difícil es lo que debería hacérnoslo atractivo, como es normal.

Despojarse, pues, del hombre, y yo no he encontrado otra manera más que ésa de partir de las cosas y de la evidencia palpable de que nosotros somos cosas antes que nada, antes que ser hombre.

Es verdad que hemos tenido que reconocer que, bueno, cada clase de cosas tiene sus peculiaridades, es evidente que el ser un caracol no es lo mismo que ser una estrella, o cualesquiera otras cosas que podáis buscar, requiere peculiaridades y las cosas humanas que somos, pues naturalmente tienen las suyas, y éstas las hemos presentado como una exageración, como una exageración hasta el sumo, por lo menos hasta el sumo que nosotros podemos conocer de lo que en las cosas se da. Es hasta el sumo porque nosotros no conocemos y no podemos negar que haya ángeles, seres superiores, demonios de cualquier especie, pero como no contamos con ellos dentro de la Realidad, no los tenemos más que como fantasía en lo que nos es dado conocer, pues es una exageración hasta el sumo.

Vamos a ver de qué, ‘exageración’ de qué es ésta que nos caracteriza y de la que tenemos que librarnos: somos, en cuanto que somos ‘el hombre’, incapaces de reconocer y admitir tranquilamente lo que las cosas en general tranquilamente admiten, que es la contradicción. La contradicción que más de una vez hemos analizado, es decir, la contradicción entre la evidencia primitiva de que nos estamos deshaciendo a cada momento, que nos estamos muriendo a chorros, que cualquier cosa se está deshaciendo a chorros, continuamente; y luego, la Ley contraria que le obliga a la cosa a seguir siendo la que es, eso que hemos tratado de descubrir en lo del origen de la conciencia y del Tiempo real: el establecimiento de la Realidad. No hablo ya, pues, de cosas, sino de cosas convertidas en realidad por operación desde Arriba de esos principios del “Sí o no” que tratan de vencer la palpable evidencia del “más o menos” en que las cosas y nosotros nos movemos; son ya cosas realizadas, hechas reales, ésas de las que hablo y entre las cuales nos incluye a nosotros con esta peculiaridad, esta exageración que sigo analizando.

Parece que es característico nuestro el no poder tranquilamente aguantar esta contradicción. Por el contrario, tenemos como la orden de atenernos a una línea recta, nada de contradicciones, tenemos que ir en línea recta hacia un fin. Esto tiene que ver con lo que nos reconocemos también como propio que es el saber la muerte que nunca está aquí. Esto no podemos cometer el error de atribuírselo a los cometas ni a las cabras, ni a los árboles, parece que no tenemos derecho, pero en cambio para nosotros está claro: saber el Futuro (es lo que implica), saber la muerte que nunca está aquí, pero cuyo temor, cuya esperanza, cuyo saber, está aquí presente como un tormento cotidiano.

Éste es el saber y la exageración de que se trata. De manera que lo que puede haber de fidelidad y al mismo tiempo infidelidad más o menos a partes iguales en las otras cosas, entre nosotros tiende a no repartirse a partes iguales, hay que tirar por uno de los sitios que es el que nos proporcione esa línea recta hacia el fin. ¿Qué Realidad podéis imaginar que no esté fundada en el Futuro que os venden todos los días? No hay ninguna, porque la Realidad de las Realidades es el Dinero, y el Dinero no puede ser nada más que Futuro.

De manera que ahí tenéis la prueba bien inmediata y parece ser que los cangrejos y los alcornoques no tienen Dinero, y no tener Dinero quiere decir eso: que no tienen una muerte sabida de antemano, una muerte futura. Espero que la equivalencia entre una y otras fórmulas se os hace lo bastante clara.

De manera que esta guerra que aquí nos traemos contra la Realidad tiene que ser en primer lugar, por eso, una guerra contra el hombre, un intento de desprendimiento de todo esto, porque, si no nos desprendemos de esto, seguiremos nosotros siendo de alguna manera el centro, el observador, el que sabe, y las otras cosas quedarán reducidas a lo que se sabe, las realidades que nosotros sabemos, a las cuales ya se les puede conceder, por mitos o por filosofías, formas algunas de vida, de inteligencia incluso. Mientras vengan de nuestro engaño, partan de nuestro engaño, esos regalos no pueden ser más que un aumento de la misma equivocación.

Eso es lo que quería haceros sentir claramente y esto no es una justificación, que no puede haber, de esta guerra que nos traemos, pero aclara de alguna manera el fundamento; el fundamento de esta guerra. Aunque vosotros y yo mismo, al partir, no reconozcamos qué es lo que nos mueve, porque es un vago descontento, que un día es más y otro día es menos, es una repulsa, es un atisbo de la mentira sobre la que la Realidad está costituida, pero un atisbo que se enciende y se apaga. Aquí sería deseable que ese atisbo, ese sentimiento de descontento y demás se nos presentara de una manera lo más clara, lo más razonable posible. Cuando algo en nosotros puede levantarse contra el hombre, denunciar su mentira, tenéis el caso de lo que podemos decir más abstractamente: la razón común está denunciando a las razones, las falsas razones, las pretendidas verdades reales, las pretendidas verdades de la Realidad en las que nos hacen vivir, como llaman, es decir: existir. Sobre las cuales nos hacen existir pendientes del Futuro. Razón común no es sólo razón común del pueblo humano que no existe, eso es lo más cercano que nos toca, sino común de las cosas. De manera que no es que les concedamos almas sospechosamente humanas a las otras cosas, sino que más bien descubrimos que en la Realidad no hay verdad, o que como la diosa le decía a Parménides “El concebirlo es lo mismo que serlo”, es decir, que eso de la facultad intelectiva de concebir, de conocer, separar de aquello a lo que esa facultad se refiere, al objeto, no tiene sentido, las dos cosas vienen a ser la misma. Y eso tal vez os alumbra un poco el camino hacia lo de común, tomado de la manera más general, lo cual no impide que a nosotros en primer lugar, pues naturalmente nos toque el pueblo-que-no-existe, y que por tanto la lucha primera sea de lo que nos queda de pueblo contra las personas de cada uno de los componentes de una población, que no tienen nada que ver con el pueblo, son lo contrario. No quita, pero debe siempre tomarse desde lo más lejos posible, desde lo más general, y por eso prefiero hablaros de razón común como razón de las cosas. Razón de las cosas es la contradicción de que antes os he hablado, esa Ley y esa contraley: la Ley de ser cada una la que es, de ser en conjunto las que son: la Realidad, una Ley efectivamente imperiosa, militar, que no tiene ninguna verdad sino solamente imperio que se nos impone desde Arriba; y la contraley: que es la evidencia de que nos estamos muriendo a chorros, y que eso es lo mismo que ir viviendo, no existiendo, sino viviendo. Y por tanto, entre otras cosas, haciendo esto de guerrear contra el Poder que no sólo nos oprime, nos costituye a cada uno y en conjuntos, y en conjuntos de poblaciones.

Ésa era pués la manera en que quería esplicaros cuál es la característica de esto de el hombre, esa exageración, esa especial fidelidad a lo ordenado desde Arriba, que es justamente buscar la línea recta hacia el fin; eso que desde Arriba es la salvación, la salvación del alma, o como se diga con términos más modernos, la subsistencia, el Yo de cada uno, una promesa falsa, pero que es la que nos está rigiendo. Es por esa exageración específica del tipo de cosas que somos que trato de presentaros así, tan descarnadamente, tan despiadadamente, es por eso por lo que del hombre se puede decir con razón que es “el hijo de Dios”. “El hijo de Dios”, el heredero y un sustituto suyo, porque es justamente ese hijo de Dios el que tiene que venir a creer después de todo que él ha hecho el Mundo, como Dios, en las tradiciones más viejas, que él ha hecho el Mundo.

Esto por el lado positivo tal vez no lo oiréis decir muy claro, pero por el negativo lo oís por todas partes: es el temor de que el hombre pueda destrozar el Mundo. ¿Os suena, no? Es un cuento que rebosa por los Medios y por todas partes, ya sea por voces de ecologistas u otros, otra por el revés, viene a ser lo mismo: la pretensión de que el hombre puede hacer estallar, por el procedimiento que sea, gracias a los artilugios que el Progreso ha desarrollado, no sólo la Tierra, sino más que la Tierra, pueda hacer estallar el Mundo. Es una imagen que os acompaña desde niños, seguro, está en los Medios, y que fundamenta eso de vez en cuando protestas bienintencionadas, ecológicas o por el estilo, equivocadas, por lo que os estoy diciendo.  

Lo que me importaba aquí es que ese temor divulgado de que el hombre pueda acabar con el Mundo no es más que la otra cara de lo que os decía: la Fe en que es el hombre el que ha inventado el Mundo. La Fe en que el hombre ha inventado el Mundo es una Fe claramente infundada, claramente conveniente para el Poder que necesita esa Fe y necesita ese temor como una condición primaria y contra la cual naturalmente tenemos que ponernos aquí en frente en primer lugar.

Espero que esto lo sintáis claramente: el hombre destruye el Mundo, o da lo mismo: crea el Mundo (creación, poder de destrucción, vienen a ser lo mismo), tan falso lo uno como lo otro. Por eso aquí abandonamos al hombre y nos vamos a las cosas. Las cosas que, aunque están tal como se nos dan (ya sometidas a la Realidad, cada una a su manera es imperio), por debajo siguen siendo las cosas, y no se prestan a ninguna de esas fantasías, a ninguna de esas teorías ni de esos razonamientos que a nosotros nos apoquinan y nos someten a la obediencia, ¿no?

Supongo que esto se entiende, y con esto de momento me voy a contentar, nos toca pasar de ahí a volver sobre la prenda que suele pasar como propia, capital, del hombre, que es eso de la lengua. Pero antes de que volvamos a eso, porque puede hacer falta, os voy a dejar un rato para que soltéis lo que os venga a las bocas, venga de donde venga, venga de abajo, venga de Arriba, depende de la suerte, y por tanto… Sí, espera un momento, Javier, por si hay alguna voz más, y enseguida… De manera que, venga, aprovechemos este rato. Sí. Venga.

    - Que yo no entiendo muy bien eso de que creación y poder de destrucción es lo mismo. Porque yo puedo romper una rosa, pero ¿hacerla…?

    AGC - No entiendes que el temor de que el hombre pueda no destruir una rosa, que eso es trivial, porque además unas rosas se rompen y se hacen otras, pero el temor que te venden desde que eres pequeño de que el hombre con el progreso de sus medios técnicos puede acabar con el Mundo, por lo menos con la Tierra, (por lo menos con la Tierra, no con el Mundo), ¿no ves que es claramente la otra cara de la creencia en que el Mundo lo ha inventado el hombre? No, a rosas no se puede aplicar la cosa: al Mundo, tiene que aplicarse al Mundo. Pero es que es así como os lo presentan, ¿eh?

    - Pero romper el Mundo en cuanto a… como se entiende, como físico, como lo que es, ¿o la Sociedad?

    AGC - Bueno, tú habrás oído mil versiones, pero, vamos, no hace falta que te las recuerde. Hace muchos años la visión más divulgada era la del ‘botón’. Después de que el desastre de Hiroshima y Nagasaki y que la bomba atómica todavía conservaba su prestigio y todo eso, había un dirigente, un Jefe de Estado, que, por lo que fuera, podía apretar un botón, y ‘apretar un botón’ quería decir la bomba. Ésta es una caricatura, pero en forma menos caricaturesca ha pervivido por todas partes. ¿Qué más?

    - Yo quiero preguntar…

    AGC - Sí.

    - …por lo de la contradicción, si se puede aceptar la contradicción. O sea, el que se rebela contra la Ley no acepta la contradicción, ¿no? Está diciendo…

    AGC - Las cosas se rebelan contra la Ley y al mismo tiempo la obedecen. Antes he dicho “tranquilamente” para que se entienda la diferencia, no sé si es lo más adecuado. Es evidente que las cosas, cualesquiera, se están deshaciendo continuamente, y es claro que gracias a Dios tienen un poder de resistirse a eso. Y es claro que al revés, el poder de resistirse a eso, de subsistir y de seguir siendo las mismas, queda a su vez derrocado por la evidencia del continuo deshacimiento. Pero no parece que esa contradicción haga más que pasarles.

    - Ni la aceptan ni la dejan de aceptar, les pasa.

    AGC - Les pasa. Lo que os sugería es que a nosotros no nos pasa, sencillamente, sino que tomamos partido decididamente por uno de los dos lados…

    - Sí, pero nosotros…

    AGC - …Esto es lo que el Progreso nos enseña cada vez más, eso de la supuesta vida, el deseo, puñetas, que no se sabe lo que son, queda reemplazado por los sustitutos que son los de la obediencia, y eso parece revelar que se toma partido, se toma partido por la Ley de Arriba, la Ley del fin.

    - Y nosotros aquí, al hablar contra eso estamos tomando partido por… en contra de eso, por lo otro.

    AGC - Entonces por las cosas. Aquí hablamos por las cosas. Hablamos por las cosas, claro, nos toca a nosotros porque por eso somos cosas todavía, pero solamente en cuanto cosas -en cuanto cosas-.

    - Entonces ¿cuáles son los dos brazos de la contradicción?, porque las cosas son un producto de la contradicción. Si uno se rebela contra un lado de la contradicción…

    AGC - Las cosas (supongo que lo habéis entendido) en cuanto ya realizadas, es decir, en cuando ya han recibido la orden de Dios, por decir así, de ser el que es. De manera que efectivamente así están costituidas, ellas y nosotros, están costituidas por la contradicción. Y…

    - Sí. Entonces, cuando nosotros tomamos partido por las cosas, decías antes, no son esas cosas realizadas…

    AGC - Sí, sí, somos de esas cosas realizadas. Somos de esas cosas realizadas…

    - Entonces no nos estamos rebe-…

    AGC - …pero que se ve que nos distinguimos, porque…

    - Estamos aceptando la contradicción, no nos estamos rebelando contra la Ley. Estamos aceptando tanto la Ley como la desobediencia de la Ley.

    AGC - Nosotros no la aceptamos: no la aceptamos.

    - No: digo nosotros, aquí, en la tertulia, ahora que estamos hablando, no como hombres sino al razonar…

    AGC - ¡Ah!, bueno, sí, sí. No nos llames “nosotros”…

    - …al atacar al hombre…

    AGC - …No nos llames “nosotros” porque suena mal. “Aquí” está mejor. No nos llames “nosotros” porque suena mal…

    - Bueno, digo: si hablando ahora...

    AGC - …parece que somos un grupo.

    - Sí, hablando ahora…

    AGC - Sí, sí. Efectivamente, aquí…

    - …razonando.

    AGC - …Aquí tratamos de recordar que somos cosas, y con el amor de las cosas en general, que también repercute sobre lo que nos queda a nosotros por lo bajo, nos rebelamos contra esa… por lo pronto contra esa exageración.

    - No sé, a mí es que me parece que la contradicción no puede aceptarse.

    AGC - ¿“No puede”…?

    - No puede aceptarse. Ahora, el partido ése de la Humanidad, de tirarse por el brazo de la Ley, tampoco me parece, pero no me parece… Me parece que aquí al hablar, al razonar, nos estamos rebelando contra la Ley, y por tanto no estamos aceptando la contradicción.

    AGC - Sí, sí. Pero efectivamente, tienes razón, no debe aceptarse, no se sabe a qué viene que Dios haya hecho el Mundo y Adán les haya puesto nombre a las cosas. No tiene por qué, no se ve el fundamento, porque a eso se reduce: Dios crea el Mundo en una semana, incluido el día de descanso, Adán al día siguiente les dota a las cosas de su significado, y he ahí la Realidad. Y naturalmente aquí estamos contra la Realidad, lo que pasa es que en primer lugar para eso hay que estar contra el hombre, y su exageración es su desnivel en ese sentido, ¿no?, pero no porque se acepte que la Realidad tiene que ser lo que es. Admitirlo quiere decir reconocer que es así. Las cosas se nos dan realizadas y nosotros estamos realizados. No quiere decir admitirlo en el sentido de que nos parezca bien y que no nos rebelemos, ¿no? Pero si nos rebelamos contra eso hay que empezar, parece lógicamente, por el engaño éste de el hombre, sin más. Sí, vamos a dar ya a nuestros habituales elocuentes la voz.

    - Gracias por eso. Yo, que soy hombre práctico, creo, para ese intento que tú reconoces que es… dices que es posible, pero no dices cómo, por supuesto, de despojarnos del hombre, y dices que la prueba o el indicio, el síntoma diría yo, de que es posible, sería ese descontento que parece que nos surge. Pues yo entonces propongo paralelamente, o después del descontento, estar atento al contento…

    AGC - ¿“Al…”?

    - Al contento.

    AGC - ¿Qué contento?

    - El contento de que a veces cuando nos ocurre, que no cuando alimentamos este ser existente del que hablamos, pero a veces haciendo cosas, por ejemplo, cuando uno se reúne con un grupo de gente y a lo mejor protesta, por ejemplo, o cuando toca los tambores, o cuando se quiere con alguien, es decir que hay situaciones… o cuando ve una obra de Arte de cualquier tipo, o cuando baila, ocurre a veces en que entonces uno siente un contento y también sospecha que ese contento no es de los otros, esos un poquito los del personaje, sino un contento de eso que tú llamas quizá pueblo o lo que está. Y eso sería ya un camino que yo sí propongo, aunque tú nunca lo haces, digamos… digamos positivo para encontrar la vía para romper esto del hombre.

    AGC - Muy bien, Javier. Eso no puede ser un camino, porque eso no se puede procurar. Eso…

    - Pero ocurre. Pero ocurre.

    AGC - …Eso, como tú has dicho, simplemente se da…

    - Muy bien, vale.

    AGC - …y se da cuando uno no se da cuenta. Además, porque en cuanto uno lo procura todo eso se va al carajo

    - No he dicho que se procura.  Digo estar atento…

    AGC - No: camino no puede ser…

    - Bueno, pues no es camino.

    AGC -  ...Por  tanto simplemente hay que reconocer que estamos mal hechos, y gracias a eso nos pasan de vez en cuando, cuando menos lo pensamos, cosas como las que dice Javier, y naturalmente eso no es un camino, en todo caso es…

    - Bueno, vale, rechazo lo del camino, pero un poco digamos…

    AGC - …Es un motor.

    - …estemos atentos a ese contento, digamos, como…

    - Una vereita, una vereita.

    AGC - Hay que recordar, sí, sí.

    - …como una música interesante.

    AGC - De acuerdo, Javier, hay que recordar que no estamos (por eso se puede), que no estamos del todo hechos y que gracias a eso, de vez en cuando, por las rendijas nos pasan cosas así. Y eso naturalmente es un ánimo, si quieres, es un ánimo, no un camino.

    - Y es un síntoma.

    - Por eso lo quedamos en vereita, y está bien, en vez de camino, una veredita.

    AGC - No, no, no.

    - Bueno, pues tampoco una veredita. Un atajo.

    - No se puede decir. Déjalo.

    AGC - No es eso, son ánimos. Son ánimos. Eso se da, se da.

    - Bueno, pues no, cualquier cosa. No, mira, lo que yo me refería era a la cuestión de lo de regalar el alma o poner el alma a las cosas, que tú has referido, y a mí me parece que hay una operación bien distinta entre la operación que hace un niño apenas está aprendiendo a hablar, incluso antes, de ponerle un sol y manos a…, o sea, ojos y manos al sol, por ejemplo, bien distinta esa operación (al pintarlo) que la operación de tomar al hombre como medi-… el humanismo éste patriótico que toman…

    AGC - No, no: es que no estás comparando bien.

    - …como medida de todas las cosas.

    AGC - No estás comparando bien. Tendrías que  decirme que es distinto de los filósofos que hacen eso mismo que el niño…

    - ¿Puedo terminar? Es distinto incluso de la operación.

    AGC - …pero que lo hacen en serio.

    - Sí, que lo hacen no solamente en serio, lo hacen por otro procedimiento bien distinto: el procedimiento de la Ciencia…

    AGC - Eso.

    - …que es un procedimiento que no juega con representaciones o figuraciones…

    AGC - O la Filosofía, que he citao, sí.

    - …O la Filosofía, sino con explicaciones más o menos.

    AGC - Sí, pero no es distinto. ¿Por qué es distinto?

    - Sí. Es distinto en el sentido de que el niño se limita, o el crío éste que todavía ni siquiera es un niño, que está dibujando, se limita a una especie de trasposición en el sol que no es apropiadora, sino todo lo contrario, es recíproca en la medida en que… Se podría decir “el niño pinta el sol con ojos y manos y el sol a él le pinta ciego y manco”. Está esperando que el sol…

    AGC - ¡Ay!, por favor. No, no.

    - …Está esperando que el sol descubra en él… Él está descubriendo en el sol que él es otra cosa. Que él es otra cosa y que el sol…

    AGC - En nombre de los niños te doy muchas gracias, pero no hay por qué andar falsificando.

    - Pero, bueno, Agustín, ¿puedes dejarte de coña ya?

    AGC - No, no, no. Basta ya. Se te ha entendido.

    - No: te quiero decir que no puedo admitir que la operación que tú estás diciendo del hombre como medida de todas las cosas…

    AGC - Pero ¿qué tiene que ver eso?, te has saltao ahora a otra cosa.

    - No, porque tú estás hablando contra los hombres…

    AGC - Pero no saltes a otra cosa.

    - …Lógicamente contra el humanismo que es medida, o centralismo, medida de todas las cosas…

    AGC - Sí, pero no saltes.

    - …Y has hablado del animismo del hombre primitivo, de los primitivos o… No has nombrao un niño, yo te estoy nombrando ahora mismo el niño cuando pinta ojos al sol o pinta manos al sol…

    AGC - Sí, hija, sí. Ya.

    - …Te digo que no es una operación de apropiación o de regalo envenenado del alma, sino al contrario: de despropiación de uno mismo. Es recíproco…

    AGC - Bueno, por favor. Venga, no insistas, Isabel, te lo ruego.

    - …Es una operación... No: es que me tienes que escuchar.

    AGC - No vas a decir nada nuevo. No insistas.

    - No, no. No, pero es que tú te repites a ti mismo muchísimo.

    AGC - El niño, que es un niño formado, por supuesto, hace sustancialmente…

    - No es una operación sólo en un sentido, es en ambos sentidos.

    AGC - …sustancialmente lo mismo que el filósofo.

    - No: se hace una operación recíproca. Se pone él al lugar del sol y el sol en lugar de él.

    AGC - Por amor o simpatía a las cosas no se le ocurre nada mejor que dotarlas de humanidad.

    - Que no es eso: no le está dotando… No sabe lo que es humanidad todavía…

    AGC - Basta, basta, basta. Basta ya.

    - …y eso lo sabes tú después.

    AGC - No, no: ¿no sabe lo que son ojos y nariz?...

    - No sabe lo que es humanidad. Está precisamente empezando a aprender…

    AGC - …¿y le pinta ojos y nariz de leopardo, a lo mejor?

    - No: está empezando a aprender una cosa, que es hablar en primera persona…

    AGC - Basta ya.

    - …Está empezando a decir “yo”. Y la misma…

    AGC - Basta ya.

    - Déjame que termine: la misma operación que el lenguaje hace…

    AGC - Basta ya.

    - …que aunque dice “yo”…

    AGC - No.

    - …no está diciendo todavía el nombre propio de la criatura…

    AGC - No: te estás equivocando. No.

    - Que no me estoy equivocando.

    AGC - Otra vez te estás equivocando. Vamos a ver…

    - Cuando un niño dice “Yo como”, o “Yo, teta”, o lo que sea…

    AGC - No, no: te estás equivocando otra vez…

    - …no está nombrando el nombre propio…

    AGC - …Ahora pasaremos a lo de la lengua.

    - …Y del dibujo no está haciendo nombre propio.

    AGC - Te estás equivocando otra vez. A ver…

    - No me estoy equivocando, te estás equivocando tú.

    AGC - …Alguna otra  cosa más. Sí. Sí.

    - Bueno, a propósito de lo que se ha dicho antes, yo creo que es evidente que antes de la Realidad no puede haber contradicción. Sencillamente eso. No sé si eso aclarará algo, no sé.

    AGC - Sí, es así. Me da vergüenza volver a aquella especie… cosa que parece un Catecismo, pero, bueno, vuelvo otra vez: lo primero se dice “Hay algo”. Y se dice “Hay algo” por la sencilla razón de que el decir que no hay algo o preguntarlo contradiría con el hecho de la propia pregunta y eso. “Hay algo”, la pretensión de “no hay nada”, por ejemplo, sería así. Segunda fase “Hay cosas” porque no puede ser una. Ahí estás en la fase a la que te refieres, a la fase que, claro, no hay contradicción, hay cosas. Hay que reconocer que hay entes ideales, hay una orden, venga de donde venga, de Arriba, por decirlo [] otro sitio, pero hay una orden que viene de Arriba y que opera sobre las cosas; una orden del ‘Sí o no’ que naturalmente a las cosas, que no podían ser nada más que ‘más o menos’, de la manera más indefinida, no les podía pertenecer, pero que ahora incide sobre ellas y las convierte en cosas de ‘Sí o no’, en cosas realizadas, por medio de -ya sabéis- los significados de las palabras en un idioma u otro, y por todos los medios que sean, ¿no? Y ahí, en ese momento, está la contradicción, porque ahí ya está lo que queda de la fase anterior, porque nunca la orden ésa acaba de ser totalmente mortífera (en contra de lo que cree), nunca el fin llega del todo, y eso que queda está en contradicción con la propia orden que se impone. Y así es como os propongo que más o menos bien se entiendan las cosas, sobre todo de una manera negativa para intentar libraros de las imaginerías científicas o filosóficas que os habrán tocado una y otra vez, ¿no? Por lo menos para librarnos negativamente de eso.

    - Bueno, no sé si sirve de algo, pero por seguir con esto de la contradicción, que estábamos viendo, y la idea de que no se puede entender la conciencia sin el Tiempo real, lo uno sin lo otro, y viendo la evidente relación que hay entre contradicción y conciencia, pues aplicarlo al Tiempo, y pensar que la contradicción, como dices, de la Realidad (o lo que decía Virginia), la contradicción no se da en el pasado, no se puede dar en el futuro, y el presente, como hemos visto muchas veces, es inasible.

    AGC - A ver. “Relación entre contradicción y conciencia”, esplícalo un poco, por favor.

    - No: entre contradicción, entre conciencia y tiempo, que es lo que estamos hablando, que viene a ser lo mismo…

    AGC - Sí, sí, sí: es lo mismo.

    - …Y luego, entonces, he pensao que, claro, que también hay una relación entre contradicción y conciencia.

    AGC - ¿Cuál?, ¿qué relación?

    - Pues el ser cosciente de que… de que… vamos…

    AGC - No, no, no, no. No, no. No te armes lío.

    - de que das en contradicción.

    AGC - ¿Qué contradicción hay? No hay. No hay una relación directa, ¿eh?, que yo pueda ver. No hay una relación directa, no. Está únicamente lo que más cerca es lo que he dicho de la razón común contra las razones, ¿no? Es eso. Hay una contradicción que se nos da, que está impuesta, y hay una manera de guerrear contra la contradicción: no aceptarla.

    - A lo mejor es forzar un poco, pero pensaba que no se puede… No puede haber contradicción en el pasado, ni el futuro, y que en el AHORA, que es lo que estamos viendo siempre, pues se escapa. Entonces esa contradicción es siempre algo que se escapa también de la Realidad…

    AGC - A ver si te sigo bien. ¿No hay contradicción en lo futuro o en lo pasado porque en lo futuro y en lo pasado no pasa nada?, ¿por el hecho de que no pasa nada, no hay contradicción? Claro, se puede decir, sí, sí, que hay que… Se podría decir que cuando AHORA está pasando y no es nada y se le reduce a un momento, la contradicción está viva. Pero como contradicción muerta está en todo lo pasado que imaginemos y en todo lo futuro. Es una…

    - Ya, pero es una contradicción histórica como el Tiempo, una contradicción real, una…

    AGC - Pasado, sí. Ya digo: es muerta. Sí, parece que tú prefieres sentir la contradicción en ese trance en que AHORA, que no es real, se convierte en un momento. Sí, eso podría ser, digamos, la contradicción. Pero eso no libra al futuro y al pasado, a la Historia y a los proyectos, de ser contradictorios por todos lados, como lo son, ¿no?, y se puede descubrir que lo son, en una contradicción ya establecida, muerta.

    - ¿Podría…? Agustín.

    AGC - Sí.

    - ¿Podría decirse que la contradicción es casi intrínseca a la Realidad? Por ejemplo, un tipo de contradicción podría ser que nos venden las… que la Realidad nos las venden, las cosas, son intrínsecamente la Realidad.

    AGC - A ver.

    - La Realidad… las cosas son reales, y por otra parte nos venden “el que ha creado esas cosas es el hombre”, y nos venden el temor al hombre. Por una parte el hombre… tenemos que tenerle miedo al hombre y luego es el que crea eso que nosotros nos lo venden como bueno, que son las cosas. ¿Podría darse…?

    AGC - La verdad es que no acabo de ver cómo relacionas lo uno con lo otro.

    - Pues que el creador de las cosas es el hombre… 

    AGC - Sí, sí, bueno: lo uno con lo otro no lo veo…

    - Entonces en las cosas nos las venden como verdad, aunque es falso, es la Realidad…

    AGC - Sí.

    - …Y al hombre nos lo venden como enemigo, porque tenemos que tener miedo de ello…

    AGC - Si el hombre es el que vende. El hombre es el que vende, eres tú si te descuidas. No, no. No.

    - Bueno, nosotros mismos. Pero tal vez sea porque dice “Divide y vencerás”. Si nosotros tenemos miedo del hombre mismo, no podremos estar unidos nunca. ¿Podría ser eso?

    AGC - No te sigo, lo siento. No te sigo.

    - Es muy simple, demasiao.

    AGC - Se venden, es cierto. La falsedad, lo fundamental, es en que se venden como verdad las realidades. Se venden como verdad las realidades, y entre ellas…

    - Dice que el hombre es bueno y malo.

    AGC - …Y entre ellas se vende como verdad el hombre. Pero no veo la contradicción.

    - La contradicción.

    AGC - Al hombre también te lo venden como verdad igual que a las demás cosas.

    - Bueno, pero por otra parte nos dicen que tengamos miedo del hombre.

    AGC - ¿Quién te dice eso?

    - Continuamente.

    - Dicen que el hombre puede destrozar el Mundo.

    AGC - ¡Ah!, ¿porque puede destruir el Mundo?

    - Claro. Digo yo, vamos, a mí me da un poco de miedo que un hombre destruya el Mundo.

    AGC - Te meten eso entre otros cuentos, mezclado con otros cuentos, ¿eh? No pueden estar los Medios dedicados a ese cuento solo, porque no funcionaría. Y te lo meten con otros cuentos que son exaltadores del hombre por todas partes, entre ellos, para exaltar su poder, pues el terror de que pueda…

    - Pero ése tiene bastante peso, eso de que un hombre pueda… Por lo menos a mí me da un poco de miedo eso de que un hombre pueda destruir el Mundo.

    AGC - Sí, mujer, pero tiene que darte un miedo más hondo, más hondo. Porque eso es un cuento. Eso después de todo es un cuento…

    - Ya, pero, vamos, que tienes que ser muy inteligente para no creértelo.

    AGC - …Yo aquí os he estao predicando no un miedo, sino un odio del hombre, de una necesidad de volverse sobre eso. No te puedes parar ahora en la superficie de esos cuentos. El cuento lo he sacao como revelador de lo que estaba diciendo: un odio al hombre en el sentido de que es el hijo de Dios, el que busca la recta, el que sabe su muerte. Y los cuentos que nos cuenten exaltándolo o diciéndonos el poder que tiene, pues son secundarios. ¿Qué más?

    - Agustín.

    AGC - Sí.

    - Aquí. A mí lo que me resulta raro es que por un lado es como que vamos hacia el Futuro, ¿no?, tenemos una idea de Futuro, y al mismo tiempo estamos dejando de ser lo que…  O sea, esto del pasado y el futuro, pero que lo que tenemos es una perspectiva de Futuro, o sea, que es lo que nos hace ir como en línea recta. La línea recta es porque… por esa creencia de que vamos hacia un Futuro. No sé por qué tenemos esa cos-…

    AGC - Sí, sí. “hacia el fin” he dicho. Recto al fin.

    - ¿Por qué tenemos esa consciencia de ir hacia adelante, cuando al mismo tiempo estamos dejando de ser? O sea, estamos dejando el pasado atrás, pero sin embargo tenemos una conciencia de que vamos hacia delante, hacia el Futuro.

    AGC - No sé. No sé si te cojo bien tampoco. Aquí ya solemos…

    - O sea, que nosotros, digamos, que creemos en el pasado y en el futuro. Digamos, AHORA no somos capaces de pillarlo porque…  

    AGC - El Tiempo real está hecho de pasado y de futuro.

    - Exacto. Pero sin embargo tenemos como más clara la dirección de ir hacia el futuro, es como que… lo de ir hacia delante, hacia el futuro.

    AGC - Sí, sí. El Tiempo real se presenta con dos sentidos, sí, sí.

    - Y al mismo tiempo es tan falso el futuro como el pasado.

    AGC - Como en dos sentidos, como si fueran derecha e izquierda, como cuando se pinta el Tiempo real en una raya, y se le ponen flechas, y entonces se piensa por un lado que hay un sentido hacia el fin y otro sentido hacia atrás. Pero eso ya lo hemos discutido mucho y visto cómo esa imaginería, pues falla mucho, ¿no? Lo primero desde luego que establece el Tiempo real es el miedo o la esperanza. Las bestias, las cosas, lo tienen en germen -hemos dicho- porque les han ordenado subsistir, y ordenarles subsistir quiere decir desarrollar una serie de reacciones y de mañas para seguir siendo las que son, que no se las coman demasiao pronto. Lo que pasa es que, en nuestro caso, eso viene a ser ‘un saber’. Eso lo he presentao como un saber del futuro, un saber de la muerte, ¿no? Eso es lo primero. El pasado se establece, es decir, se mata, por analogía (se ‘mata’, digo, porque recuerdos que nos asalten son AHORA, por eso sería ‘un pasado no pasado’; no pasado puesto que está pasando, y estamos llenos de recuerdos más o menos vagos que nos vienen), se le mata, es decir, se le hace real, por imitación, por analogía del futuro, es decir, estableciéndose la cadena de causas en cuanto que son hechos, fechas ya determinadas, las cuales están relacionadas por causa en el sentido de que cada una de ellas es la que ha tenido el éxito de realizarse en el hecho siguiente, por pura imitación del futuro. Así, las dos cosas son muertas, primero el futuro, después el pasado por analogía. Bueno, ¿qué más? No podemos volver mucho sobre eso.

    - No, respecto a esto había una cuestión que tiene que ver con esto, y es que efectivamente lo mismo que en estas cosas más o menos enfermas que somos los humanos en relación a las cosas (a las cosas cualquieras), y efectivamente parece que hay una perseverancia en el ser, que ya se da también en las cosas, y en nosotros se da de una manera estrema, también hay una cosa que se da mucho más agudamente (se siente, creo yo, no lo sé, porque no he sido cosa así, cualquiera, sino esto que soy), pues la tendencia a la disolución, al descansar. O sea, es que esto yo creo que es casi tan potente o más llamativo quizá, porque el hecho de que uno tenga ganas de perseverar se da, se da sin conciencia, porque es la rutina, es como si dijéramos la carrera de los hombres. Pero cuando se da el anhelo de disolución, de descansar de una vez, de dejar de ser, eso se da muy agudamente en esta cosa especial que se llaman ‘humanos’.

    AGC - Pero ¿y por qué? ¿No hemos estado hablando de eso cuando hemos hablao de la contradicción? Eso ya se da…

    - No, pero que digo que entonces la contradicción donde se da estrema…

    AGC - …Eso ya se da… Igual que lo otro… Igual que lo otro se da sin duda en las cosas: junto a la obediencia a la orden…

    - No, pero se da… Pero ¿quién te lo ha dicho a ti que se dé en las cosas de esa manera?

    AGC - …junto a la obediencia a la orden de subsistir, seguir siendo la misma, hay o una tendencia al abandono, a la pereza, al placer, al deshacimiento, que está en contradicción con ello. Pero nosotros sabemos la muerte, y entonces ya ni siquiera podemos tener una mera o simple tendencia al abandono porque enseguida…

    - No, es que hay como un deseo.

    AGC - …enseguida vendrá uno que te diga que eso es tendencia a la muerte.

    - Deseo a la muerte. Es deseo de la muerte…

    AGC - Eso. Vendrá siempre uno…

    - …Porque en eso no hace falta aplazamiento.

    AGC - ...Vendrá siempre uno más o menos sabio, más o menos científico, vendrá uno que a eso le llame muerte.

    - Es cuando Freud hablaba… ¿Puedo terminar? ¿Puedo terminar?

    AGC - Dejemos a Freud.

    - ¿Puedo terminar lo del aplazamiento?...

    AGC - Dejemos a Freud porque en eso estaba…

    - …cuando decía lo del aplazamiento de la muerte…

    AGC - …en eso estaba muy equivocado. Déjalo.

    - Bueno, pero estaría muy equivocao Freud, pero yo te digo que lo mismo que lo citabas, yo te digo que en la muerte no hay lo del deseo de aplazamiento, es AHORA, es disolución AHORA, no hay aplazamiento.

    AGC - ¿Suicida repentino?

    - No: no suicida: la disolución, el equivalente con la muerte, con el dejar de ser…

    AGC - Venga. De lo que supongo que te habrás enterao es que a nosotros se nos dificulta el dejarse ir a esa tendencia del abandono precisamente porque siempre puede venir uno que te diga “A la muerte es a lo que quieres ir”, como si ese descanso fuera el descanso que hipócritamente se le aplica a la muerte de los difuntos: “Descansó”…

    - Pues llámale como quieras, pero desde luego se parece a la muerte.

    AGC - …“Descansó en paz”. De manera que como es mentira, podemos…

    - No, pero tenemos ese nombre, ¿por qué darle otro?

    AGC - …podemos enfrentarnos con ese uno. Hay (por poco que nos quede, por dificultad, por [] que esté) junto a la necesidad de subsistir y de ser uno el que es, hay también una tendencia al abandono, la pereza, la disolución, el deleite, como quieras decir, sin que nadie tenga que venir a decirnos “La muerte es lo que deseas”, lo cual es una estupidez, porque a la muerte no se la puede desear, por la misma razón que antes dije que en la creación ésa, en la fórmula postergación y deseo, no hay paralelo: postergación se sabe lo que es; deseo no. Muerte se sabe lo que es, deseo no.

    - No, no: es un morirse que no se sabe lo que es.

    AGC - Es cuestión de los hombres el saberlo. Y ahora y si te quedas…

    - No, no me puedo quedar tranquila porque no…

    AGC - Sí, no. Sobretodo… No, pero pensándolo.

    - No, no, pensando…

    AGC - Quédate pensando. A lo mejor te pasa algo…por una vez en la lotería. Venga, alguna cosa más. Sí. 

    - Agustín. Hay como un fin del Mundo, que no es el que describe el botón sino que es el que describe el matrimonio Ehrlich, de la Universidad de Berkeley, en California, que dice que probablemente (son unos demógrafos), y dicen que la desaparición del Mundo será más o menos como la describen las Naciones Unidas, por un cambio climático, por una variación de la situación, y esto se producirá en un gemido, en un gemido final. Dicen, describen eso como “el gemido final”…

    AGC - ¡Qué poéticos!

    - Muy porno.

    - …Es evidente que como se ve claramente []

    AGC - Ante esa parte de la bomba y el botón efectivamente ahora está mucho más de moda el cambio climático. Pero no olvidéis que ahí mismo…

    - A mí me gusta…

    AGC - …ahí mismo…

    - Me apunto.

    AGC - …está volviendo a soltar el cuento del poder del hombre supremo. Porque ese cambio climático se atribuye, entre los ecologistas bienintencionados, se atribuye al propio Progreso del hombre y de su poder, que efectivamente, por las emanaciones del hombre, la cáscara de oxígeno… (¿cómo es eso? No: ‘cáscara’ no dicen)…

    - Y los pedos de las vacas.

    - Capa.

    AGC - “Capa” de oxígeno y todo esto, tal. En todo caso…

    - El ozono.

    AGC - …En todo caso: el hombre, ¿eh? El hombre [].

    - Y las vacas.

    AGC - Y ya comprendéis que si os he hablao contra eso es porque entretenerse con esas amenazas viene a ser caer otra vez en el intento de arreglar la casa desde dentro de casa: una casa que dentro no tiene arreglo ninguno. Si no, no estaría invitándonos a venir a esta tertulia y os invitaría a que encontrarais caminos más positivos para mejorar un poco la situación de por aquí, y que las emanaciones fueran menos, que los automóviles en lugar de ser de gasolina fueran eléctricos, y todas esas mejorillas que se pueden producir. A eso no se viene aquí, es evidente, ¿no?. Aquí se piensa que no hay arreglo dentro, lo mismo que no hay un saber de la Realidad, y uno cree que la Realidad es todo lo que hay, y por tanto tienen que encontrar esplicaciones científicas, religiosas, que todas ellas estén dentro de la Realidad. Lo mismo que no hay ese saber, lo mismo en la acción. Lo mismo: no se puede hacer compatible esos arreglos para ir tirando con un descubrimiento de la mentira de la Realidad, una liberación de la orden de Dios. Son enteramente distintos. Como sabemos ya desde hace años: para arreglarse hay que acudir a lo del Evangelio “Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda, y tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha”. Si uno tiene efectivamente muchas ganas de meterse en determinada ONG y hacer por que se libere de tal sitio cual cosa, o si quiere promover una campaña por los autos eléctricos o la iluminación solar, etc., pues bueno: mano derecha. Pero que no confunda eso. Que no confunda eso con el descubrimiento de la mentira de la Realidad sobre la que todo eso se basa. No confunda. Uno, entre otras muchas contradicciones que tiene, está condenado a ésta de tener mano izquierda y mano derecha, aunque sea de una manera tan metafórica, y…

    - Sin embargo frente a lo de la demolición, uno echa de menos al zapatero remendón, aquél que te hacía un agujerillo y lo iba tapando. De hecho, vamos… somos así, como que sale un agujerito y hay que irlo tapando en esto que llaman la Realidad. Porque es que resulta…

    AGC - Me parece muy bien…

    - No, es que es verdad, yo echo de menos las costureras, los remendones…  Ahora en esto de la demolición y hacer otra cosa igual que lo anterior, es horrible. Es horrible…

    AGC - Pues gracias también por la costurera y los remendones. Ellos tenían…

    - …la demolición por sistema.

    AGC - …Ellos tenían de bueno que no se les ocurría…

    - …La demolición por sistema es peor que el zapatero remendón.

    AGC - …que no se les ocurría que cuando estaban poniendo un tacón o una tapa a un zapato, o cosiendo un vestido, estaban haciendo la revolución, no: eso no se les ocurría.

    - No.

    AGC - Pero en cambio, muchos de los que más por lo Alto pretenden y procuran arreglos para el bien de la Humanidad, pueden creerse que sí. Y eso es lo que se llama confundir mano izquierda con mano derecha. En el caso del remendón, de la costurara, no hay cuidao, saben que están haciendo lo que se hace para ir tirando, simplemente...

    - Por eso los han quitao del medio.                 

    AGC - …Y nada más, sin más pretensiones. Bueno ¿qué más quedaba por ahí?

    - Que…

    AGC - Sí.

    - Que yo no entiendo… (Bueno, empiezo diciendo siempre igual), que por qué eso de que nosotros, como humanos, ¿no?

    - Muy humanos.

    - Sí. Pues que tenga pretensión de seguir siempre viviendo, eso de buscar siempre ser siempre joven y todo eso, ¿por qué se pasa eso a las otras cosas y el conejo por qué corre cuando ve el perro?, ¿no?

    AGC - Claro, claro.

    - ¿Por qué quiere seguir el conejo siendo conejo?, ¡qué más le da!, si no tiene miedo a nada.

    AGC - ¿Y por qué? Lo he estao diciendo todo el rato: las cosas realizadas…

    - []

    AGC - …las cosas realizadas viven en la contradicción. Es decir, por un lado han recibido la orden de Arriba de subsistir, y todo eso que cuentas obedece a esa orden: seguir siendo el que es. Y en contra de eso está la otra evidencia de que de todas maneras se están deshaciendo a chorros, se están muriendo. Y esa contradicción, he dicho, que las otras cosas parecen llevarla sin gran alboroto, tranquilamente, contradiciéndose, claramente contradiciéndose, pero y que nuestra característica es haber llevado eso al saber y a la exageración. ¿Qué más? Sí.

    - Bueno, sobre la cuestión del ejemplo que sacaste de la manera en que Riemann humaniza, hablando del alma de la Tierra, yo creo que son trabajos que Riemann no se atrevió a publicar, pero siguió dándoles vueltas hasta el final de su vida, que murió joven, ¿no?

    AGC - ¡Ah!

    - …Pero en cambio yo creo que la manera en que la Física plantea la cuestión (lo voy a decir así, aunque la Física no lo dice así) entre las cosas, o sea, las cosas que en Física serían los puntos donde están las cosas y las partículas, y el espacio, el entorno, es una situación que efectivamente se ha consagrado, que propiamente ahora mismo en Física no se sabe cuándo se habla de ‘campo’ o de ‘partícula’, no hay una oposición clara de lo uno con lo otro. Esa manera en la que se desarrolló la teoría científica para intentar dar cuenta de las cosas de la Realidad, ¿de qué forma se puede pensar que mete un poco el alma humana ahí?, si es que la mete, o ¿es en realidad un intento un poco más primitivo de sacar la contradicción de las cosas entre cosa y su sitio? 

    AGC - Es una teoría después de todo. Es una teoría. En ese sentido es humana. Parece que ella, que además, claro, depende de las otras que se han desarrollado y en definitiva de la actitud respecto a la pregunta de ¿finito o no finito?, para el Universo. Porque, claro, dependiendo de que se renuncie a todo límite del Universo, entonces la relación entre el espacio y las partículas es una cosa, mientras que si estableces un límite, es otra cosa distinta. Eso a cualquiera se le aparece, ¿no? Depende, ahí son… No, yo no le veo de humano más que su condición de teoría, es decir, de saber, de intento de dar una esplicación de la Realidad, que al mismo tiempo sea realista. Sea realista hasta cierto punto. Yo os he sacao, y me has oído muchas veces, la cosa en la F