27.08.2014

Tertulia Política número 229 (12 de Mayo de 2010)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

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  • Descubrimiento y reconocimiento de la lengua en las demás cosas, entendiendo por‘Lengua’ tanto capacidad de comunicación como de astracción.

 

TRANSCRIPCIÓN:

 

Vamos a seguir, si os parece bien, examinando a ver cuáles son los problemas que nos tocan por seguir esta actitud que os vengo proponiendo de renunciar a la singularidad del ‘Hombre’, que le llaman, la Humanidad y uno mismo en cuanto Hombre, a favor de otra actitud que consiste en partir de las cosas, que no sólo se ve, se oye, sino se palpa incluso, que por ello se prestan para ser lo inmediato, y sólo desde ahí ver el desarrollo de todas las cosas que hay, y de la suerte que las cosas mismas corren.  Esto implicaba, como recordáis bien, que los hombres, nosotros, se reduzcan en principio a un tipo de cosas entre las demás, aunque tengan sus peculiaridades, incluso, como hemos estado viendo, sus exageraciones, de lo que a las demás cosas también les pasa.  Ésta es la actitud en la que os estoy invitando estos días a entrar.  No he recibido protestas ninguna por parte de vosotros hombres; no sé si os las habéis guardado para sacarlas más tarde o qué, pero parece que ante este destronamiento del Hombre no os habéis sentido tocados ni habéis protestado, así que seguimos con ello.

Y como se sabe que la peculiaridad del Hombre por escelencia en la visión tradicional es eso de la Lengua, hay que ver cómo eso se desmonta también, esa idea.  No ya en el sentido que decía, terminando el soneto de Belli, “quitó el Hombre a las bestias la palabra para hablar y tener razón Él sólo”.  Eso puede prestarse a confusión.  Lo que les hemos quitado desde luego, no sólo a las bestias, sino a las cosas, es justamente la pretensión del significado de eso de la lengua como si la lengua quisiera decir necesariamente ‘la nuestra’, cosa muy propia y muy patriótica, pero que tanto por ello tenemos que intentar revelarnos contra ella.   Lo que les hemos quitado es eso, es decir, la posibilidad de entender el significado de la palabra lengua como algo mucho más general y que les pasa a las cosas, y a nosotros entre las cosas, de una manera peculiar como cada cosa también.  Cada tipo de cosa tiene que tener su idioma, que no es la lengua ésta en general, la lengua o razón común de que os estoy hablando, y que desde luego tenemos que acostumbrarnos a atribuírsela a las cosas, a descubrirlo en las cosas.  Vamos pues a ello un rato.

Hay que recordar las cosas que se han dicho, generalmente mal, enrevesadamente, acerca de lo que es propio o definitorio de eso de la Lengua.  Desde luego, si le diéramos como su fundamento y función esencial la de comunicarnos, la de la comunicación, está claro enseguida yo creo para vosotros que eso no podemos negárselo a las cosas cualesquiera, a todas las que andan por ahí y se palpan: no sólo es que los animales se puedan comunicar de alguna manera entre sí, sino que también de la misma manera los astros, las rocas, la hierbas, por supuesto de alguna manera se comunican, se dan señas unos a otros; en principio a los de su raza, a los de su tipo de cosa, pero luego más en general.  No sólo la comunicación es algo que entre las cosas se da, sino que no veo yo la manera en que no se diera, me parece como una especie de necesidad: no soy capaz de imaginarme una cosa incomunicada, al estilo que Leibniz, equivocándose, intentaba en su día con las mónadas, o mónades.  No soy capaz de imaginarme una cosa incomunicada, hasta tal punto me parece que la función de comunicación lo invade todo: parte de todo, de cualquier cosa, y se estiende a cualesquiera otras cosas, sin que yo vea cómo podría una cosa estar sin comunicarse.  La propia pluralidad indefinida de la que partimos cuando decimos, después de decir ‘hay algo’, ‘hay cosas’, esos plurales indefinidos antes de la entrada de los entes ideales que intentan convertir eso en algo definido, esacto, numérico, esa propia pluralidad implica la comunicación.  Si no hubiera comunicación, efectivamente tendríamos que partir de que las cosas son una, una cada una, y todas en conjunto, lo cual estamos aquí rechazándolo todos los días como imposible de imaginarse o de admitirse.  De manera que por el mero hecho de ser muchas en general, y en vago, están comunicándose unas con otras.

Esto si pensáramos que lo característico de la Lengua es la comunicación.  Yo creo, a los que lleváis tiempo conmigo, que os he acostumbrao a reconocer que no es eso, que no es la comunicación lo que define lo que es Lengua, sino que más bien lo es eso a lo que aludimos con términos bastante fastidiosos como cultos, como ‘astracción’, a la cual después reducimos a ‘hacer como si no’, es decir, la posibilidad de astraer del curso, del flujo sin fin, continuo, o pretendidamente continuo, de los ruidos, de las sensaciones, de todos los demás hechos, algo que está de alguna manera fijo, que se reconoce como igual a sí mismo una y otra vez.......  Eso es astracción, ése hacer como si no, sacar de todo el flujo casi todo para quedarse con unas pocas señas..... Bueno, pues bien: si pensamos esto, como os he propuesto pensarlo de la lengua humana, vemos que no es difícil también estendérselo a las demás cosas, devolvérselo; cualesquiera de ellas tienen también esta capacidad de astracción, de hacer como si no.

Eso se os aparece de la manera mas clara yo creo en casos como los cantos de los pájaros.  Disfrutamos de cantidad de ejemplos, porque los ornitólogos, con ayuda de los Medios, de la Red, y de los disketes, nos proporcionan continuamente ejemplos; ejemplos de pájaros, indicándonos amablemente los nombres, o vulgares o de Linneo, con que se les conocen a unos y a otros.  Pues bien, entre ellos, si os habéis fijado un poco en esas comunicaciones que los ornitólogos nos mandan, habréis notado que se impone una distinción entre los ruidos que el pájaro emite uno detrás de otro, una distinción entre lo que son simplemente ruidos, que pueden ser accidentales (atragantamiento de la garganta del pájaro, o rotura de una rama cerca, cosas así), sacando de ello algo que es un mensaje; un mensaje destinado generalmente, pues a la hembra o al macho de la misma clase de cosa, o a otros pájaros en general, etc.   Un mensaje, y separándolo también por otro lado de la música, podamos decir, el juego; el juego con que los pájaros muchos de ellos se entretienen sacando a luz, al aire, las posibilidades diversas que su voz les permite, de manera que entre los ruidos accidentales y este juego de la música, se cuelan mensajes bastante precisos que los ornitólogos reconocen.  Bueno, pues ya veis si eso no es astracción, y si no tenemos que reconocer en este juego de los pájaros algo muy semejante a lo que nosotros hacemos cuando en nuestra lengua costantemente astraemos, quitamos de en medio como si no, los ruidos, y distinguimos también lo que podamos hacer jugando y cantando con la voz de aquello que la lengua está diciendo por en medio comunicando mensajes precisos, y dando las señas que son su fin utilitario y al que la astracción obedece, ¿no?   Tal vez penséis que los pájaros es un caso demasiado próximo, pero desde luego mi propuesta es que esto se estienda a las cosa en general.  Ni siquiera podemos quedarnos por tanto como una propiedad humana con esa facultad astractiva que habíamos venido a reconocer como el principio o fundamento de la Lengua; eso parece que pertenece también a las cosas en general.  Así nos estamos acercando a ese reconocimiento de la razón común, que es la que habla, y a reconocer que si nos sacudimos de nuestro patriotismo y del significado humano de la palabra Lengua, podemos oír y reconocer por todas partes cómo las cosas hablan, están hablando, cada una naturalmente en su idioma, y hablan además con las condiciones precisas de lo que es una Lengua.  

Supongo que esto debería escandalizaros un poco.  Ya me lo diréis, porque como todas las cosas que son así contraHumanísticas, y en general desengañadoras, cualquier descubrimiento o desengaño de este tipo tiene normalmente que escandalizar, y espero que me deis noticia o sensación de eso dentro de un rato.

A propósito de esto me ha venido por intermedio de Caramés (aunque antes otros amigos, Enric Pérez Canals y Roberto García Tomé, ya me lo habían hecho notar en tiempos, y yo no le había hecho mucho caso), el caso de una lengua de una tribu de unos pocos cientos de hablantes en un afluente del Amazonas, la lengua llamada ‘pirhán’.  Esta lengua ha llamado la atención porque en primer lugar Everett llamó la atención sobre ella.  Era primero un misionero: con su mujer iban de misioneros al Amazonas, y como misioneros tenían que aprender la lengua del pueblo que fuera para naturalmente poder traducir a ella los mensajes de la Sagrada Escritura y cosas por el estilo, ¿no?  Everett cuenta en una entrevista que este artículo me ha proporcionado, que acabó por darse cuenta de que los hablantes del pirhán no encontraban nada del otro mundo, nada ‘espiritual’, como él dice, en los cuentos de la Biblia, y él acabó por no encontrar tampoco nada espiritual ni del otro mundo, y abandonó la misión, pero al abandonar la misión (la mujer se quedó allí, siguió trabajando como misionera), al abandonar la misión fue a Norteamérica, naturalmente a meterse en las escuelas de los lingüistas, entre las cuales alcanzó reconocimiento, y cargos, y puestos......  Y el caso es que él sin embargo había aprendido la lengua evidentemente bastante bien, o sea, que la conocía de verdad a fondo, que es lo menos que se puede pedir de un esplorador: que llegue a hacerse con la Lengua, o a hacerse a la Lengua, porque si no, no hay mucho que decir.  Y fue él el que escandalizó un poco al mundo presentando unas estrañezas, es decir, que esta lengua, el pirhán, fallaba con respecto a los criterios que se tenían como propios de una lengua cualquiera, los que los chomskianos y otros pretendían presentar como universales lingüísticos.  Fallaba algunos de esos universales; algunos de esos (no me voy a detener en ellos), porque la estrañeza dependía de la admisión de tal cosa como eso de los universales de las lenguas en general, cosa que no creo.  Hicieron mucho daño estas Escuelas de los Generativistas y de otros en tiempos pasados, introduciendo como universales o como valederos para cualquier lengua cosas que, o no estaban bien entendidas, o no merecían tal condición de universales.  Hicieron mucho daño por ejemplo partiendo para el análisis, por ejemplo para los árboles generativistas, de cosas como nombre, verbo, incluso adjetivo, y cosas por el estilo, que cualquiera que se ha visto con lenguas un poco estrañas ve que no son ni propios ni necesarios para una lengua, que son más bien cosas de la familia de las nuestras, de nuestras lenguas.  O también daño con la noción de la recursividad, es decir, el hecho de que se puede establecer en varios niveles sucesivos la dependencia de los elementos unos de otros, de tal forma que “los peces que trajo ayer tu hermano ya están fritos”, incluye naturalmente lo de que ‘tu hermano trajo los peces’ dentro de que ‘los peces están fritos’.  Esta tontería, ¿no?  Una lengua que no pudiera hacer esto, pues fallaría, y el pirhán no puede hacer eso; no puede hacer una cosa tan sencilla como esa frase que he dicho, ni menos seguir metiendo después unas cosas dentro de otras.  

No me entretengo más con esto; era simplemente para recordaros, por a si alguno le hace falta, el mucho perjuicio que ha hecho en el entendimiento de las lenguas esta pretensión de los universales lingüísticos.  Sólo voy a detenerme en una cosa que aquí nos toca de cerca para lo que venimos tratando: los pirhán que encuentra Everett no saben contar en absoluto; no tienen números, no saben contar.  No sólo no tienen números en su vocabulario, sino que tampoco tienen una manera precisa de decir ni ‘2’, ni ‘3’, ni ‘1’, de manera que esto era el fallo más estrepitoso de la lengua.  Esta lengua, por lo que se me da a conocer por estos testimonios indirectos, es una lengua por lo demás, pues de Gramática en algunos aspectos bastante rica y complicada: el sistema fonémico es muy reducido, de por la docena de fonemas (cosa efectivamente rara, pero que se da en lenguas polinesias y eso), y a cambio el sistema prosódico está muy desarrollado, es decir, la distinción de palabras según el nivel tónico de las sílabas o vocales que se suceden es un procedimiento esencial, y desde luego las costrucciones alrededor de lo que se llama, mal, ‘verbo’, en estas lenguas como en muchas otras de las indoamericanas, es sumamente complicada, y tiene sus reglas, que determinan modos, y modos relativos entre unas partes y otras, de manera que la lengua es por todo lo demás, pues bastante rica, bastante compleja, es normal, y por eso es por lo que la ausencia de números puede estrañar más.

La tesis de Everett, y de otros, es la de la dependencia respecto a la Cultura.  Esto es lo que aquí tengo que atacar, no sólo yo: hay muchos que se han revelado una y otra vez contra esa idea de que los hechos culturales (que son a nivel cosciente, como se sabe), puedan determinar los mecanismos de la Gramática de una lengua, que son a nivel subcosciente, a los cuales la conciencia no puede alcanzar si no es produciendo desastres, como sabéis: cada vez que uno pretende saber algo de su lengua, la estropea.  Los pirhán efectivamente, por lo que yo veo, tienen una Economía y Sistema Social, pues sumamente, como se solía decir antaño, ‘primitivo’, pero vamos, no carente de ello: viven de la pesca, de la recogida de unas que se llaman ‘nueces del Brasil’ dentro de la jungla, para venderlas más que nada cuando aparece un mercachifle portugués, brasileño, que se llega por aquellos confines para tratar con los indios, ¿no?  Everett dice que deben llevar más de doscientos años teniendo este trato con mercachifles brasileños, y no han adquirido absolutamente nada en cuanto a la lengua, y se han mostrado como si no les interesara de ellos más que lo que les puede producir la venta de un puñado de nueces o de algunos peces secos; es decir, que aparentemente tratan a estos mercaderes como pueden tratar a un árbol del que tienen que sacar corteza, o frutos, o algo que les interese especialmente.  Viven así, y aparentemente no tienen mucha sensación o preocupación de Tiempo, según la versión de Everett: en cuanto a memorias, no alcanzan más que a los abuelos; cosas que sean antes de los abuelos es como si no estuvieran, ¿no?, es otro de los rasgos de primitividad que ahí se esponen.  Pero es evidente que la tribu, o las pocas tribus éstas de los pirhán, están costituídas, como siempre, de una manera pues rígida, convencional: hay padres, hay hijos, hay hermanos, hay cosas por el estilo, se arreglan para mantener la cohesión ésta de la Sociedad, y evidentemente, si no han complicado más su existencia, es porque de alguna manera no les hacía falta.  Ésa es la impresión que uno recibe.  Bueno, pues entonces, a esta falta de interés en cosas como la Organización Social, el Comercio, el Dinero, al desinterés por estas cosas, es a lo que Everett, y otros con él, atribuyen los rasgos de la lengua que acabo muy brevemente de recordaros.  Sería un caso por tanto neto de influencia de la superficie cosciente de la Organización Social y Cultural sobre la lengua, que sería esta vez muy de estrañar de veras, porque en principio las maneras de intervención de la Cultura en la lengua son muy escasas, y sobre todo superficiales.  De esto me habréis oído hablar alguna vez: efectivamente, pueden llegar los mecanismos de una lengua a estar afectados por los influjos de la Cultura, pero a través de un largo y tortuoso recorrido.  La Cultura influye directamente sólo en esa superficie de la lengua que es el vocabulario de las palabras de significado; ahí puede influir, en algunas reglas de uso de las palabras, y sí, a veces a través de ahí, eso puede llegar a tocar algún mecanismo de la Lengua (hay casos, en los que no me voy a detener), pero por lo demás la diferencia entre conciencia y subcosciencia es, en cualesquiera lenguas y tribus, neta siempre: hay la lengua (que nadie sabe qué Gramática tiene ni cómo funciona ni qué reglas, pero habla así de bien gracias a que no lo sabe, ya que no interviene en ella), y Arriba la conciencia, donde todas las cosas de la Cultura se desarrollan.  Cosas de la Cultura entre las cuales también la Música, claro está, que tiene que ver con el hecho de que el lenguaje, en cuanto hablado y auditivo, se ha desarrollado partiendo de un ritmo prelinguístico que luego el Arte, la Música, puede tratar de reducir a reglas y a números, pero por lo demás en todo la separación es neta, y os dejo a vuestro arbitrio el pensar cómo podéis entender todo eso, admitirlo o no.  Lo que importa es la falta de números en el sentido de la incapacidad para contar: cuentan que la mujer de Everett se pasó dos meses tratando de enseñarles a contar a unos cuantos, sin conseguir absolutamente nada, sin conseguir que ni siquiera llegaran a entender que uno y uno son dos.  Esto de uno y uno, dos, es una cosa completamente imposible, quedaba fuera, de manera que esta ausencia hay que reconocerla.  Por lo que he visto por los fragmentos que se me dan de la lengua, hay algunas maneras de decir ‘uno’ de una manera vaga, que es usando la palabra que quiere decir ‘poquito’, ‘poquísimo’, de una manera especial, o la palabra para decir ‘muchos’, o ‘abundantes’.  También las palabras que distinguen ‘uno’ y ‘otro’, lo cual no es ‘2’ en nuestro sentido, pero de todas formas apunta a ser algo como ‘2’, pero bueno, a partir de eso, nada. 

Lo que me importaba aquí es que hay una relación con la que hemos contado desde hace años, desde que estamos hablando de esto, entre la cuantificación y el significado.  Eso es a lo que tengo que volver ahora.  Los que me habéis acompañado estáis hartos de saber que siete vacas solamente pueden ser ‘7’ si cada una de ellas es ‘vaca’, y además que cada una de ellas no puede ser vaca si no hay ‘7’, un cierto número de ellas, que sean todas ‘vaca’.  Esto es la manera elemental en que os recuerdo esta conexión entre cuantificación y significado.  Efectivamente, lo uno va con lo otro, esto es así, pero en lo que no había yo parado mientes, es en que para mantener el significado de las palabras relativamente vago, basta con una cuantificación relativamente vaga.  De manera que no hace falta que las nueces sean 37: basta con que sean muchas, con que sean incluso más que las que el mercachifle piensa que son, para que el significado de la palabra ‘nuez del Brasil’ esté ya establecido; tampoco de una manera firme y absoluta, pero establecido, con esa conexión.  Si esa conexión no se diera en el pirhán, eso sí que de verdad lo haría un caso escepcional, pero yo pienso que con los documentos que he podido recoger, no es así, que se dan efectivamente datos de cuantificación general del tipo de ‘muchos/pocos’, del tipo ‘más en cantidad/menos en cantidad’, y que eso basta para que los significados se sostengan.  Efectivamente, sin eso no podría ser: si las nueces no fueran todas ‘nuez’, no es que no se las podría contar por números; es que no se las podría contar en conjunto como nueces y determinar si son una cosecha abundante o escasa.  De forma que es precisa alguna forma de cuantificación, y naturalmente la vaguedad, no numérica, de esa cuantificación, se corresponde inmediatamente con la vaguedad del significado, que en algunos casos se puede mostrar, que en otros especialmente (como en el caso de las nueces o de un determinado pez, que están destinados al trato y a la venta), tienen que fijarse desde fuera, pero evidentemente para sostener el significado de las palabras no hacen falta los números.  Esto es una cosa en la que yo no había parado mientes.  No sé si alguna vez por mi parte me atreví a decir que la presencia de los cuantificadores numéricos era un rasgo general de todas las lenguas, imitando los errores de Chomsky y los demás; no lo recuerdo, no sé si tengo que arrepentirme de eso, pero desde luego ahora se me aparece claro que no es así, y que lo único decisivo es que la relación entre cuantificación y significado se mantenga, porque eso sí que es propio de cualquier lengua. 

Bueno, esto os decía para meteros en una de las lenguas humanas que parecen haber tenido la fama de casi salirse de la condición de lenguas humanas, y por tanto para que enlacéis con lo que principalmente os he venido diciendo en el sentido de intentar abandonar el significado de ‘Lengua’ como consistente en el de nuestra lengua, y animarnos a proseguir por el camino de descubrir y reconocer en las cosas en general que están hablando, y que están dotadas por tanto, no sólo de una capacidad, que es una necesidad, de comunicación (comunicación por ruidos, por ondas, por lo que sea, de unas con otras), y además una capacidad para en la infinitud distinguir algunas partes de lo comunicado que son señas para otros del mismo tipo que las puedan recoger.  Esto es así, y puede resultar estraño, y voy a cerrar antes de pasaros la palabra aumentando la estrañeza.  Por ejemplo la luz, que de alguna manera es la primera de las cosas, aunque nada más sea porque fue lo que a Dios se le ocurrió decir para empezar con su obra: “¡Haya luz!  Y la hubo”.  La luz es una cosa que nosotros no vemos, porque nadie puede presumir de ver la luz: contamos con que es como un medio para que las cosas se vean, pero desde luego no se puede decir que la luz la veamos.  A esa especie de cosa que se escapa a nuestra percepción directa había que atribuirle la capacidad también de hablar; ella está diciendo algo.  Y por ponerme en el otro estremo, entre nosotros la cosa de las cosas, que es el Dinero, parece muy absurdo decir que el Dinero tiene su lengua, y que el Dinero habla, pero os estoy invitando, como en el caso de la luz, a que no os resulte tan raro: el Dinero efectivamente no es una cosa como las cosas; precisamente es la cosa de las cosas, pero con todo y con eso la palabra Dinero tiene su significado, y Dinero es una cosa.  Cuando la gente dice “Dinero llama a Dinero”, que lo habréis oído, generalmente nos creemos que se está hablando, como dicen los cultos, ‘en sentido figurado’, pero ahora os estoy proponiendo que entendáis también la cosa en el sentido propio: Dinero llama a Dinero, es decir, que el Dinero, dependiendo de su cuantificación, de su alta cuantificación, está efectivamente llamando, como por comunicación y lengua, a más Dinero que venga a aumentar esa cuantificación.  Eso es lo que el vulgo reconoce cuando dice “Dinero llama a Dinero”.  “Que eso no se le pueda atribuir al Dinero, porque pa eso estamos nosotros que lo manejamos, que somos los que manejamos el Dinero”, eso es una ilusión; es una ilusión bastante tonta, porque cualquiera que está algo desengañado reconoce que cuando se produce eso de que el Gran Dinero de una Empresa arrastra consigo el Dinero de otra, lo que pinten los señores que estén en la directiva es prácticamente nada; podrían estar otros cualesquiera, de manera que uno queda invitado por ese desengaño a reconocer que efectivamente es el Dinero mismo en gran cuantía el que está llamando a Dinero, y por tanto el que tiene que producir, como si fueran hechos naturales, la absorción de una Empresa por otra, el conjuntamiento de varias Empresas en una, y todos los fenómenos del Dinero que por lo menos de oídas conocéis.  Esto por poneros así el ejemplo de  estremos: luz, Dinero.....  Baste con esto por ahora, y me callo de momento, y como os he soltado muchas posibles estrañezas, pues aquí me quedo esperando que me hagáis notar algunas de ellas, o que añadáis a mis observaciones otras.

-Yo estoy escandalizado.  Primero porque estableces una especie de Ontología en que hay cosas, y esas cosas tú no concibes que no se comuniquen, y eso no sería una prueba de existencia, o de que hay lenguas de las cosas.  Yo creo que habría que ir a cada cosa, y un poco ver de entender esa lengua, o de ver cómo es.  Por un lado.  Pero lo que a mí me interesa, para en cierto modo no me atrevo a decir ‘a negar’, porque habría que ver una por una, como digo, pero lo que me parece a mí característico de cualquier lengua, y desde luego esos piragán la cumplen de sobra, son dos cosas: primero, un sistema de muy pocos signos que combinados dan lugar a representar esas astracciones, como caballos o planetas, o luces....  Es decir, los fonemas, o una unidad similar.  Eso por un lado.  Ahora, hay elementos que no son lengua, como la Música por ejemplo, que tiene notas que se combinan, pero que le falta la otra cualidad que para mí es esencial en una lengua, y es que haya verbos que aludan a una cosa que el hablante cree que está fuera de él.  Mientras no haya verbos, ni siquiera las astracciones, porque cuando uno representa por ejemplo la cebada, como hacían los sumerios creo, con una especie de espigas, pues eso todavía no es lengua, pero en el momento en que hay una lengua que dice ‘cultivo la cebada’, o ‘hago una cerveza con esa cebada’, entonces comienza la lengua, y yo no creo que ningún animal, y menos quizá las rocas y los árboles, hagan eso.

A-Bueno, está bien escandalizarse, Javier, pero no con tanta elocuencia, porque la verdad es que nos haces retroceder.  Las cosas que has dicho son todas ellas una vuelta a sostener aquello contra lo que me he lanzando, y no merece la pena, porque si yo he hablado contra esas ideas que reinan acerca de lengua, no es por capricho; es porque efectivamente he encontrado que había equivocaciones y errores con los que no se podía contar.  Lo de contar con un número finito de elementos para producir una infinidad de producciones, eso está incluido en lo que he estao diciendo respecto a distinguir en el flujo infinito por astracción los pocos datos que sirven para ().  Está bien, no había por qué repetirlo.  Y en cuanto a lo primero que has dicho de la Ontología, eso es una cosa que por el sólo nombre ya huele a defensa contra lo que yo he estado soltando, porque claro, si lo que yo os he soltado es una Ontología, ¡válganos Dios!, entonces no hemos hechos nada.  He seguido hablando contra el Hombre por un desengaño yo creo que razonable respecto a las pretensiones que los hombres tienen, y me he visto llevado a empezar por las cosas, porque cualquier otro sitio por el que empezara era tramposo: hay que reconocer que hay algo, porque preguntarlo o negarlo sería contradictorio consigo mismo; luego ‘hay cosas’, porque no puede haber una; y luego ya hay, vienen detrás, los números, los elementos ideales, que nos convierten a las cosas en algo que ya somos: cosas reales, existentes, dominadas, y todo eso.

-Yo quería preguntarte por la ordenación.  Es la curiosidad por saber si en esta lengua de esta gente que has contao también había alguna ausencia del entendimiento de la ordenación, del ‘1º, 2º, 3º, 4º’, que a mí me parece que eso es primordial, y que muchas veces uno se apaña con eso sin necesidad de llegar a la astracción cardinal, ¿no?

A-Sí, por mis noticias también eso les falta a lo del pirhán: tampoco tienen ordinales propiamente dichos.

-En una fila, ¿sabrían quién era el último ni el primero?

A-Sí, sin duda, pero no por el procedimiento de contarlos, sino por el procedimiento de decir ‘otro más’, para lo cual tienen recursos.  Es verdad, sí, hay que contar con los ordinales en primer lugar, sí, como más elementales, y les faltan, según los testimonios, que son muy indirectos. Yo no he aprendido, como Everett, el pirhán, lo que tenía que hacer para enterarme bien, pero bueno, os hablo así, de segundas o terceras, como puedo.  ¿Qué más?

-Era sobre este tipo de lenguas también. Que no son tan estrañas: creo que en nuestra vida diaria no tenemos por qué ser precisos, usamos mucho la vaguedad, y de hecho yo estoy muy lejos del lenguaje, hago lenguas, lenguas falsas, lenguas nuevas, lenguas para Informática, y aquí aparece una nueva lengua, una técnica matemática, que es el ‘lenguaje borroso’, que solamente quiere recordar nuestra lengua borrosa, donde no tenemos por qué decir muchas veces ‘4’, o ‘5’, o ‘6’: decimos ‘muchos’, y es suficiente.  Y con todo eso se ha montado una Lógica que ha dicho lo mismo que tú acabas de decir hace poco: el ser o el no ser no es todo, hay cosas que son y no son..

A-....’más o menos’.....

-.......más o menos, que es lo que se llama ‘una frontera difusa’, y todos nos entendemos, porque una persona es mayor oficial porque tiene más de 65 años, pero ¿es un hombre viejo?  Pues no lo sé.

A-Me alegro de oírle hablar así, porque efectivamente eso quiere decir que está usted en simpatía con los pirhán, y por ese camino puede llegar a estar en simpatía con los animales, las plantas, y las cosas en general, que es lo que aquí estoy proponiendo, de manera que por ahí vamos.  Lo de los ‘facts incerts’, lo del descubrimiento de los conjuntos borrosos, no es tan contradictorio ni tan arrepentido respecto a la noción de conjuntos (al contrario, ha tratado, porque no sé si ahora se sigue usando mucho, de defender la noción de ‘conjunto’ contra dificultades que evidentemente la aplicación le imponía), pero bueno, lo otro está bien claro.  Sí.

-Con relación a los números iba a contar lo que tú comentabas de algo muy pequeño, como indefinido, como cuantificación en relación a lo que podía ser uno.  Tal vez uno y otro pudieran ser 2. Ahora algo que me quedó de una lectura, y justamente se refería a una tribu del Amazonas donde podían contar hasta 3, pero a partir del 3, el día que descubrieron el número 4, parece que hicieron una fiesta grandiosa, y que fue un acontecimiento terrible.  Nunca entendí el mecanismo, porque siempre me pareció lo más natural del mundo ‘1, 2, 3...’, y hasta el fin de los números naturales.

A-Sí, eso es muy curioso.  Desde luego, eso es frecuente entre las lenguas, que puedan contar 2 y 3 aparentemente como nosotros contamos.  Muchas lenguas, en vez de desarrollar números, han desarrollado una flexión de los nombres, o incluso de los verbos, con dual y con trial.   Incluso nuestras lenguas antiguas (el indio, el griego antiguo), tenían todavía el dual, y hay antes lenguas que han desarrollado eso, esa flexión de número, no sólo plural, sino dual y trial, independientemente del desarrollo o no de la serie de los números.  El caso de tu tribu, Horacio, es notable, porque parece que de todas formas accedieron como un descubrimiento a eso.  Lo curioso de los pirhán es que no quieren saber nada del asunto, y ya les puedes decir veinte veces que el mercachifle les ha engañado porque no eran tres sacos, sino cuatro sacos, que están desentendidos de ese asunto, y eso es lo que les hace más notables.  Pero evidentemente hay una diferencia profunda entre reconocer dual y trial (que al fin y al cabo no es más que reconocer ‘uno con otro’, ‘uno frente a otro’, y reconocer ‘uno que está frente a esos dos’, que es lo que da lugar al dual), y otra cosa es la serie de los números y la razón de 1, que evidentemente es un invento, nada universal, y sin duda se podría decir que relativamente reciente en el desarrollo de las Culturas.  ¿Qué más?  No podéis haberos quedao tan frescos con estas cosas, porque yo creo que no es pa quedarse tan fresco, ¿no?

-Yo quería preguntar una cosa con respecto a los pájaros, y es que he estado muy interesada por el asunto de los pájaros, porque ya sabes que me acompaño de una silbadora de pájaros cuando hago el recital sobre los pájaros, y va ella imitando el pájaro que sea, sea un jilguero, una tórtola, o lo que sea.  Entonces esta chica, para perfeccionar esta habilidad que tiene, que le viene de niña, de imitar a los pájaros, el único modo que tiene de saber si acierta, que lo estuvimos ensayando en la Plaza de Oriente una tarde entera, es silbar ante el pájaro que sea (un jilguero, como hicimos aquella tarde), y si el jilguero contesta, es que ha entendido perfectamente el esquema básico de su canto.  Si no lo entiende, el pájaro no responde, no se da por enterao, luego parece que en esta comunicación que debe haber por escucha del pájaro, lo que está claro es que ahí hay un esquema tan riguroso, que como te equivoques....

A-¡No, no saques conclusiones sobre todo, que te vas a perder!  Esto último córtalo, porque lo que has dicho es interesante.

-No, conclusiones, no, yo te cuento la esperiencia viva.  No conseguimos eso por ejemplo con pájaros que son incomunicativos totalmente, porque deben ser muy especiales, como las cigueñas.

A-Está muy bien lo que has comunicao, no lo prolongues.

-No, pero quiero decir que no todos los pájaros tienen esta aprensión para el esquema.

A-Bueno, vamos a lo principal: efectivamente es así, parece que es un criterio que reina entre ornitólogos y aficionados: el criterio de que se hace bien es engañar al pájaro, y se le engaña; se le engaña, con una cierta habilidad.  Y no sólo es así, sino que los ornitólogos nos comunican cantidad de ejemplos de pájaros que imitan los unos los gorjeos o trinos de los otros, que por lo que oigo están llenos los bosques de pájaros imitadores, pájaros falsificadores de los trinos y gorjeos de otros.  Bueno, esto está claro que ni en el caso de nuestra amiga ni en los otros tiene que ver con lo esencial, que he dicho que es lo de la separación con respecto a ruidos ocasionales, y con respecto al juego musical, de algo que sea un mensaje para miembros de la misma tribu de pájaros que conozcan ese sistema.  Eso no es así: (Isa), y cualquiera, de un pájaro o de otro, imita en bruto, es decir, imita juntamente la música, que es lo esencial, y con ella puede ir enlazado o no el mensaje que haya, pero eso es lo que ni ella ni otros pájaros de otro tipo perciben; la imitación se hace en bruto.

-Pero también otros animales: la oveja sobre todo es la que más responde.  Entras en un rebaño todo silencioso y le das un “¡beeee!” bien hecho, y es que te contestan inmediatamente, y por orden, además.

A-En la imitación se incluye todo: naturalmente la imitación, aparte de la música, del “¡beeee, beeee!” y sus prosodias puramente musicales, también a lo mejor lleva incluido el mensaje.  A ti te llega, pero de eso no te enteras; de eso no te enteras, porque no eres ninguna oveja, salvo que sea una oveja tan domesticada que ha aprendido a usar, como los perros, el “¡beee, beee!” o lo que sea para comunicar a los humanos, pienso yo, pero eso es ya entre los animales falsificaos.  A ver qué más hay por ahí.  Sí. 

-Mis abuelos eran cazadores, y tenían una especie de pito para engañar a las codornices.....

A-¡Ah, sí, es cierto!  Y a las perdices, sí.  Ésa es otra cosa.  Un momento, ahora te dejo seguir.  Eso es un caso en que efectivamente parece ser que el humano, el cazador, ha imitao el mensaje, la parte que tenía de mensaje para llamar por ejemplo a la hembra o al macho, que es muy distinto.  Sigue.

-Yo quería preguntarte sobre los amazoneros éstos, que no me vendría mal darme una vuelta por allí, debidamente vacunado, ¿no?, y subvencionado a ser posible.

A-Pues si te animas, trae noticias.

-Me parece haberte oído decir que venden algunas de sus cosas, nueces y tal.  Entonces, si no saben contar, ¿cómo saben vender?

A-Pues porque los mercachifles saben, porque los portugueses o brasileños saben.  Ellos da la impresión de que se toman a los mercachifles como se tomara a un árbol del que tienen que estraer corteza y eso.  Evidentemente están estafados continuamente por los mercachifles durante dos siglos, pero no parece que les importe mucho, no les ha hecho aprender los números.

-Perdona, lo último: ¿cuándo fue, en qué tiempo, esto del Everett?

A-Esto es actual. La llegada como misioneros debió ser en los años cincuentaytantos, ¿no, Caramés?

-Sesenta, del siglo pasado.

A-Sesenta, los años sesenta, la llegada.  Sí.

-¿No te parece estraño que haya cosas coscientes de sí mismas, como las cosas humanas?

A-A ver, a ver, qué es lo que me dices.

-Que dentro de la filosofía que nos has descrito, ésa serie de ideas, hablas de cosas entre las cosas, y los seres humanos seríamos cosas humanas entre las demás cosas.  Pero resulta estraño que una cosa sea cosciente de sí misma, en el caso de no humanos.

A-¡Ah, es que no estabas el otro día!  El otro día, o hace dos, saqué eso para empezar: hablé de cómo se podía establecer el origen al mismo tiempo de la Conciencia y del Tiempo real, e hice notar que tanto lo uno como lo otro hay que generalizarlo igualmente a cualesquiera cosas.  Existía el truco que consistía en el aplazamiento: en el momento en que la reacción de una cosa que choque con otra no es absolutamente inmediata, a la manera en que en la subrealidad lo eran los choques de los átomos de Epicuro, en el mismo momento en que se produce un retraso para la reacción y queda por así decir un resentimiento en la cosa para responder más tarde, eso, al mismo tiempo que crea el Tiempo real, ese espacio de la postergación, al mismo tiempo crea la conciencia de la cosa acerca de sí misma, que va a responder al cabo de un tiempo al golpe que antes había recibido, y eso es Conciencia; elemental si quieres, pero Conciencia.  ¿Qué más había por ahí?

-Hay cosas en lenguas como la nuestra que no admiten cuantificación numérica, por ejemplo el hambre: uno tiene mucha, o poca, pero no tiene siete hambres, o tres hambres.

A-Y el agua, el hierro....

-Bueno, el agua se puede medir por litros a lo mejor.

A-Sí, pero tampoco tiene cuantificación directa, sí.

-Claro, y entonces yo no sé si esta gente del Amazonas, a las cosas que ellos le ponen esa cuantificación tienen ese mismo estatus.  En nuestra Sociedad actualmente a lo que se tiende es a intentar cuantificar esas cosas, ¿no?  Basta que a uno le llamen por teléfono para hacer una encuesta, y le dicen “¿qué grado de satisfacción tiene Vd. con nuestros servicios: ‘5, mucho’, ‘4, bastante’, ‘3, nosequé’......?”.  Quieren cuantificarlo también, pero.....

A-Evidentemente tienen que distinguir entre un tipo de cosas y otros.  ¿Qué interés podría tener para ellos cuantificar aguas?  A ellos les interesará distinguir a un agua templada de un agua fría, y eso lo distinguen, pero cuantificar unas aguas y otras aguas no conviene, y lo mismo para el hierro, para el miedo, todo lo que sea.  Evidentemente el miedo puede ser mucho, pero la manera en que apliquen uno de los términos a mucho, no es la misma en que se lo pueden aplicar a un montón de nueces, o a un saco de pescaos, claro.

-¿Y estos no tienen semanas, tampoco?

A-Semanas..... no sé si se habrán librao de Dios.  Desde luego los Everett no los convirtieron tampoco, fracasaron.  Everett, que había llegado a hablar bien, había traducido partes de la Bibilia, y se las leía; y ellos cuando () un espectáculo parecía que acudían con bastante gusto a () cosas, pero se dio cuenta de que no sentían nada espiritual de todas aquellas lecturas.

-¿Y no dicen “las tres de la tarde”, “las diez de la noche”?

A-No, no, eso no, las horas no, pero seguro que en cambio tienen bien graduado de alguna manera el número de formas de luz o de tiniebla que se presentan, porque así suele suceder.

-¿Y qué tal se llevaban con las tribus de alrededor?

A-Bien, pacíficamente.  No hay, en lo que yo he recogido, ninguna noticia.  Se habían separado algunos de otra tribu, y habían formado afluente, pero de guerras no hay en los registros de Everett ni el menor rastro, de guerras entre ellos.

-¿Y intercambios en general?

A-¿Entre las tribus?  Hombre, supongo que sí, pero no de la manera que con los mercaderes.  ¿Queda algo más, por favor?

-¿Hacían el denominado ‘plotage’?  Que en un momento dado cogen todas sus riquezas, o lo que nosotros llamamos riquezas, y las queman.

A-Ésa cosa tan esplendorosa no se cuenta ahí, no.  No se cuenta ahí semejante cosa, no.  Veamos.

-Con respecto a esto del lenguaje, en las cosas inanimadas me cuesta trabajo entender que puedan hablar, o que puedan tener razón.  En los animales lo puedo entender, se puede llegar a creer que efectivamente entre ellos hablan, o tienen formas de razonar.  En las plantas ya me cuesta más trabajo ver que tengan un lenguaje, o que razonen, pero en las cosas inanimadas es que no lo veo de ninguna manera: ni la luz, ni una caja....

A-Estamos acostumbrados a una manera muy rígida de pensar, y no es estraño que te encuentres esa dificultad.  Yo he venido arrastrado a pensar que la generalización no podía restringirse ni a animales, ni a plantas..... a ‘la vida’, que llaman.  En general en las visiones científicas además confunden eso de ‘vida’ con eso de ‘inteligencia’, y buscan inteligencia allí donde han descubierto vida.  Todo eso se me apareció muy endeble, y hace tiempo, de muchacho, lejanamente, empecé a reconocer respecto a la revolución, que mientras no llegara la revolución de los animales no se había hecho nada, y también la de los muertos, pero desde entonces para acá he visto que no se puede uno quedar ahí.  Estamos acostumbrados a empezar desde aquí, y entonces pensamos “hombres, animales, plantas, seres inanimados”, porque es nuestra jerarquía, y a lo que os estoy invitando es a empezar del revés: se empieza por decir ‘hay cosas, porque no pueden ser una’, y reconocer que las cosas no pueden estar sin comunicación, y una vez partiendo de eso, ver que esa comunicación incluso implica algo de astracción para la trasmisión del mensaje, de forma que luego lo nuestro, lo de los animales y al fin lo nuestro, se nos aparezca como un grado estremo, como el otro día estuvimos diciendo, una exageración de lo mismo de determinadas maneras.  Hemos llegado a esta exageración de que tenemos un lenguaje no sólo dotado de números y de la serie de los números, sino además acostumbrado a ejercer la astracción, que es más elemental, sobre versiones más amplias: reconocer no sólo el mismo fonema cada vez que se produce, y que nunca es igual, sino reconocer conjuntos, palabras sintagmáticas que pueden variar mucho de un trance a otro, reconocerlas como la misma, e incluso tener, como nuestras lenguas, flexión, variación, que hace que una palabra, aparte de lo físico, esté, según el contesto, variando de estar en nominativo, a estar en acusativo, a estar en dativo, o de estar en presente a estar en pasado y cosas así, y a pesar de esas variaciones reconocemos la misma palabra ideal.  De manera que esto son nuestras exageraciones. 

Tenemos que más bien acostumbrarnos a verlas así, partiendo del lado del revés, sobre lo cual creo que no tenemos tiempo hoy ya para insistir más, de manera que si no nos pasa nada, si el Señor no se escandaliza por su parte estrepitosamente, dentro de siete días seguiremos.