25.08.2014

Tertulia Política número 23 (31 de Mayo de 2006)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

[mp3]31 de Mayo de 2006#Tertu023-31-05-2006.mp3[/mp3]

 

TRANSCRIPCIÓN:

 

 

Ya recordáis -los que estabais- que tras lo que andábamos era sobre esta pretensión de 'verdad dentro de la Realidad', de 'decir verdad dentro de la Realidad', de que haya 'algo de verdad dentro de la Realidad', y cómo -efectivamente- los razonamientos del tipo de los de Zenón -que habíamos vuelto a sacar a cuenta- sirven para denunciar esta pretensión. Esta pretensión es dominante -pesa sobre vosotros por todas partes- por eso es, entre otras cosas, por lo que los científicos, los filosofantes prefieren 'hablar de' y 'hacer teorías de' cosas como 'el mundo', 'el universo', 'la naturaleza', pensando que -después de todo- eso, al fin, son cosas -la naturaleza incluida, el universo, el mundo- son cosas que están dentro de la Realidad y que no hay mayor peligro en ponerse a describirlas, a tratar sobre ellas, a teorizar sobre ellas. Es una manera de escurrirse de hacer lo que aquí, con vosotros justamente, estoy tratando de hacer, que es no hablar de ninguna de esas cosas sino hablar de la Realidad misma, es decir, contra la Realidad; ya que aquello de lo que se habla es siempre aquello contra lo que se habla -se quiera o no-. De manera que era en ese sentido como veníamos razonando en las últimas sesiones: no cabe verdad en la Realidad. Realidad quería decir -si hace falta recordar definiciones-: 'aquello que hay y que al mismo tiempo pretende ser lo que es' (que eso es a lo que corresponde el verbo 'existir', de tal forma que 'existencia' viene a corresponder, en muchos de sus usos, con 'Realidad'. Son todos ellos -como recordáis bien- terminajos que no han nacido de la lengua popular, no han nacido de abajo, sino que nos han venido impuestos de la escuela -de las escuelas medievales, más directamente- donde se inventaron para referirse a Dios -Realidad de las Realidades-). 'Ser lo que es al mismo tiempo que haberlo', esta cosa tan simple que reduce lo de 'la existencia' y 'el existir' a términos de la lengua corriente. Porque de la lengua corriente es, desde luego, decir 'hay', por tanto, el 'haberlo'; y de la lengua corriente es decir 'es lo que es'. No es de la lengua corriente decir 'es' porque en la lengua corriente 'es' no significa nada, no es propiamente una palabra, sino simplemente la cópula de las predicaciones, pero si se añade un predicado y se dice 'es lo que es', eso es de la lengua corriente.


De manera que, ese es el truco de que me he valido y nos valemos para entender qué quiere decir eso de 'Realidad' y de 'existencia': 'ser lo que es y al mismo tiempo haberlo' -que lo haya y que sea lo que es, la cosa que sea-. Es respecto a eso, respecto a lo que decimos que 'dentro de la Realidad'   -dentro de esas condiciones- 'no cabe verdad'; que 'la verdad' es ajena a la Realidad, que de alguna manera 'la verdad' se sale de la Realidad, naturalmente, puesto que no consiste sino en el descubrimiento y la denuncia de la falsedad costitutiva de la Realidad. De manera que, de esa manera, se sale de sí misma y viene a parar a 'lo que no se sabe' que es 'lo que es verdad': 'lo que no se sabe' que es 'lo que es verdad' y que en ese sentido, queda enteramente fuera de la Realidad.


Bueno, pues tocante a esto... (Queda algún asiento ¿no? Me alegro de que seamos tantos, pero teníamos que ser muchos más -desde luego- para que la cosa marchara bien. Para que esto funcionara teníamos que ser muchos más, en el sentido de venir a parar de ser incontables -ya sabéis que esa es la condición-, somos relativamente incontables porque nunca se sabe bien quiénes somos, y por tanto, si no se sabe bien quiénes somos, tampoco se sabe bien cuántos somos, que es lo que al Poder le gustaría que se supiera. Pero sí, cuando como ahora coincide que nos meten en la sala de arriba, pues, esto de ser tantos tiene sus inconvenientes -por el ajuste con la realidad de la sala, no por otro... no por otro motivo ninguno, no, no. No se le puede dar más trascendencia a esto).
 

Bueno, pues respecto a esas cosas, nos habíamos parado en la cuestión de las contradicciones, porque se trataba de venir a ver en qué sentido la lengua, la razón -que es de lo que no se puede hablar, porque ello es lo que habla; de lo que no se puede razonar, porque ello es lo que razona- de alguna manera se contradice consigo misma. Se contradice en el sentido de que costituye Realidad y al mismo tiempo descubre la falsedad de la costitución. Estas dos cosas las hace la razón, las hace la lengua corriente desmandada, cuando se deja ir; y eso que no se puede -prácticamente- 'saber', se puede decir: se puede decir -como estáis oyendo- aunque no se puede propiamente 'saber', 'idear', 'concebir', pero se puede decir, y eso mismo es un indicio de la propia contradicción de la razón consigo misma.


A este propósito, la última vez, ya os había traído [ya] como ejemplo, algunas vueltas sobre nuestros restos del libro de Heráclito, donde razón misma, trata -por su boca o por su pluma- de decir cosas de éstas. Y os denunciaba la equivocación que hoy he empezado volviendo a denunciar: reducir el razonamiento y la búsqueda de verdad al interior de la Realidad. El ejemplo por excelencia era ese de que la Historia del Pensamiento ha reducido las razones del libro de Heráclito a cosas como el panta rei, como 'el flujo', como 'el que todo se mueve', y tal. Es una manera de domesticación, porque si se trata de una teoría acerca de las cosas ¿qué más da que sea una teoría de lo estático o que sea una teoría de lo dinámico, si todo queda dentro de casa y no... y no va a pasar nada del otro mundo?, ¿no? Este era el error, y por eso recordaba que, por fortuna, muchos de los restos de ese libro, nos muestran en acto, en qué consiste de verdad la cosa, nos muestran la contradicción en marcha: "En unos mismos ríos entramos y no entramos", "Estamos y no estamos" -que es una de las maneras de contradicción sobre las que ahora tenemos que volver-, y muchas otras... y muchas otras maneras, muchas otras formulaciones, háganse por medio del 'y': "Estamos 'y' no estamos", o de otra manera, pero que son el verdadero flujo, la verdadera dinámica. La verdadera dinámica, que naturalmente, no puede ser un flujo real, un flujo físico, por ejemplo; por más que la Matemática desarrolle para sostenerlo, fluxiones como las de Newton y el resto de los... de las formas de lenguaje que tratan de razón -de dar razón- de ese movimiento 'dentro', que no puede ser eso, sino que es el flujo de la Realidad, sin más, cayendo en el 'no saber'. Ese es el flujo de verdad y eso es a lo que apuntaban las fórmulas contradictorias que nos han quedado del libro de Heráclito.


Pues a propósito de este ejemplo, creo que conviene ahora que nos paremos un rato a analizar este mecanismo de la contradicción: podemos decir que, en la lengua... en la lengua corriente... (Subid, si queréis para aquí, hay sillas: subid, sentaos como... sentaos...) En la lengua corriente podemos distinguir -como alguna otra vez he hecho ya (en algún libro, en las Lecturas presocráticas, creo)- estas maneras de presentarse la contradicción, una es esa: por medio... por medio del 'y' -de la coordinación 'y'-, la condición es decir "A es alto y bajo": "A es alto y bajo", en las formulaciones corrientes, se arriesga a resultar aceptable y no contradictorio; se le puede arrinconar más, y se puede decir "A es más alto que B y A es más bajo que B", eso ya... eso ya la vuelve un poco más... un poco más seria, un poco más definitiva, pero en todo caso -sea como sea- ésta es una de las formas en que la contradicción puede presentarse y así aparecía en los textos de Heráclito como "Entramos y no entramos" suprimiendo -por contradicción- el movimiento real y "Estamos y no estamos" suprimiendo -por contradicción- el reposo o la estática... o la estática real.


Otra... otra manera corriente, en las lenguas, de contradicción es que en una sola frase (sin 'y') algunos de los términos, por su relativa definición o connotaciones en la lengua que sea, se revele contradictorio con la predicación que se está haciendo (del tipo de "Siguió derecho la curva". "Siguió derecho la curva": donde se supone que hay una contradicción que, se podría desarrollar aparte diciendo: la curva era curva y la curva era recta  -por ejemplo- para glosar el "Siguió derecho la curva"; o "Elena parió a su madre", donde se supone que en los significados de 'parir' y de 'madre', pues hay condiciones tales, que eso se puede... se puede reducir también fácilmente a contradicción... a contradicción aditiva).


Y una tercera forma de contradicción es cuando la frase de por sí, no parece que tenga... que tenga que ser contradictoria, pero que puede convertirse en subordinada de otra frase, y revelar entonces su contradicción. Por ejemplo, una frase como "Estoy callado", no podría declararse contradictoria -de momento- porque aquí no contamos con que la verdad consista en una adecuación a la Realidad, de manera que la frase, de por sí, no tiene dos miembros, y por tanto, si no tiene dos miembros, no es contradictoria; pero              -evidentemente- eso inmediatamente se presta a que se diga: "Dice que está callado". "Dice que está callado", convirtiéndola en subordinada, y eso ya es otra cosa: "Dice que está callado", ya efectivamente, parece que implica una contradicción entre el 'callar' y el 'decir' que pueden reducirse a una contradicción del tipo... del tipo primero.


Se supone que muchos de los razonamientos del propio Zenón, tienen este tipo -no tienen- se valen de este tipo de contradicción, propósito que ya citábamos el otro día: "si hay un número de cosas, han de ser tantas cuantas son y ni más ni menos" y "si hay un número de cosas -lo mismo- han de ser sin fin" (como recordáis), para que efectivamente, a su vez, entre las dos ecuaciones, se forme un sistema... se forme un sistema que sea él mismo directamente contradictorio.


Bueno, pues hay que decir (supongo que ya lo habréis notado) que ninguna contradicción puede ser perfecta, que las contradicciones son siempre... son siempre imperfectas -en cualesquiera de los casos-. En el caso segundo: porque efectivamente hay que acudir al significado de alguno de los términos que se emplean para que se vuelva contradictorio con el predicado, y eso, evidentemente, tal vez es una trampa o un abuso. En el tercer caso: hay que convertir la frase contradictoria en subordinada de otra, para que           -efectivamente- la contradicción se revele, y eso es también una complicación. Y en el primer caso, es decir, con 'y' o con el signo 'más' (que a partir se desarrolla) es: "A es más alto que B y A es más bajo que B", "En los mismos ríos entramos y no entramos", en ese caso -como veis- se trata de que se pretende que la suma -indicada por el 'y'- pueda ser, efectivamente, una totalidad, y respecto a esa totalidad, se pueda decir: es contradictoria. Pero no tenemos más que una suma indicada, por así decirlo, con el signo 'más' o con el 'y'; no tenemos la suma hecha, lo que se nos da es la suma indicada, y ahí, entonces interviene -como inmediatamente entendéis- la cuestión del tiempo que va desde... desde decir  "es más alto que B", a decir "es más bajo que B", porque si ha pasado, si ha trascurrido  -donde el signo 'más' se intercala- si ha trascurrido algo, en ese algo puede haber ocurrido cualquier cosa: por ejemplo, que 'A' -que era más alto que 'B'- haya cambiado de actitud o parecer, y se haya vuelto más bajo que 'B'; puede suceder cualquier... cualquier cosa de ese... cualquier cosa de ese tipo.


De manera que en ese sentido -no creo que haga falta insistir en ello-, las contradicciones son, por fuerza, imperfectas. Hay una aspiración en esta lógica de la contradicción, hay una aspiración a pronunciar una contradicción absoluta de una vez, pero -evidentemente- en ninguna lengua... en ninguna lengua real puede llegarse a dar tal cosa. En ese sentido, todas las fórmulas de contradicción son imperfectas y se puede... y se puede decir que es tan difícil (o, a lo mejor, podemos decir: tan imposible) decir una contradicción verdadera como 'decir verdad dentro de la Realidad' -cosa, de cuya imposibilidad ya hemos estado hablando-.


(Tenéis aquí un par de sillas y estrado, de manera que, si os animáis, pues, adelante: queda algún hueco por ahí).


Tan difícil o imposible proferir una contradicción verdadera como imposible o difícil 'decir verdad dentro de la Realidad', y desde luego, entre esas dos imposibilidades hay una relación, que, sin duda, ya se os está -por lo bajo- apareciendo, de una manera o de otra. Y sin embargo (si no, no estaríamos utilizando esta arma, como lo hacemos estos días), sin embargo, las contradicciones -aún imperfectamente formuladas- tienen sentido: tienen un sentido: el sentido de que sirven para revelar la contradicción de verdad, que es la de la razón consigo misma: no pueden -dentro de la Realidad- formularse contradicciones, pero las contradicciones que se formulen, pueden ser como sugerencias, como vías de acceso a ese descubrimiento que es el de la verdadera contradicción: la contradicción de la lengua o de la razón consigo misma. Y es, en ese sentido, como aquí las estamos... las estamos usando.


La razón, efectivamente, se contradice consigo misma: la lengua en la Realidad no puede formular su contradicción, porque está costituyendo la Realidad de cada uno -de cada cosa- pero al mismo tiempo, está fuera de la Realidad -porque habla de ella, y por tanto, no puede ser algo de lo que ella hable (porque eso no cabe)-. Y así es como tenemos que acercarnos a entender la presencia de la contradicción en la Realidad: como una sugerencia de la contradicción verdadera entre la Realidad y aquello que no sabe en lo que está continuamente cayendo. En la Realidad no se puede decir verdad, no se puede decir contradicción.


Tal vez es buen momento para recordar la anécdota -que muchos de vosotros conocerán, porque ya, en alguno de los libros, la he sacado, que cuentan unos cuantos de los antiguos, con variantes- que es la de Zenón de Elea, justamente, mordiéndose la lengua: Que cuentan o inventan, que algún tirano de los de Sicilia, en cuyos ámbitos estaba viviendo Zenón, había sospechado de una conjura para derribarlo -como suele pasarles a los tiranos- y Zenón se había visto envuelto en esa conjura, y por tanto, apresado y sometido a interrogatorio. Ya veis, la cosa más real que es la policíaca, presentada con todos sus rasgos ¿no?: el Poder -el tirano-, está la necesaria sospecha de conjura -que es como los tiranos interpretan el rebullicio de pueblo que queda por lo bajo, pero que ellos no pueden entender como rebullicio de pueblo indefinido, sino que tienen que entender como complot de un grupito de personas contables-, el apresamiento -la privación de la supuesta libertad que fuera de la cárcel reinaría- y el interrogatorio policiaco. El interrogatorio policiaco que, en el caso de la anécdota, se refiere a que Zenón declare quiénes son los cómplices -o sea,  cómo el policía dice: ¡que dé nombres!, ¡que dé nombres!: dé Vd. nombres, porque esa es la manera de comprobar que, efectivamente, es una conjura como Dios manda, y por tanto, reducible ¿eh? (con su número y con sus nombres, ¿no?)- que Zenón no... no podía cometer esa villanía de denunciar -o, a lo mejor, ni siquiera había conjura, ni tenía nombres que decir, [fijaos] que no podía hacer nada-, y entonces, pues eso: cometió esa heroicidad de cogerse la lengua entre los dientes y morderla hasta el punto de podérsela escupir, a los pies, al tirano: la lengua (y no poder, por tanto, decir nada más).
 

Como os digo, la lengua tiene versiones diversas, con las que no os voy a entretener más, pero resulta que puede ser, efectivamente, simbólica (tampoco tenemos, de vez en cuando, por qué privarnos de un uso de simbolitos -como estos- que resultan siempre tan acogedores y divertidos ¿no?), porque efectivamente ahí, la lengua carnal es un buen representante de... de lo que estamos llamando 'lengua de verdad', 'lengua en general': el mordisco de los dientes en la propia lengua es una representación de la contradicción dentro de la Realidad, una muestra de que (como en otras ocasiones hemos dicho) 'ninguna boca mortal puede decir verdad' -que es una de las formas de glosar lo de que 'no cabe verdad dentro de la Realidad'- y en cuanto a la caracterización de la Realidad por medio de el Poder, la policía y la cárcel, apenas hace falta glosarlos -son necesidades todas ellas- caracterizaciones adecuadas, en sus formas extremas, para hacernos sentir lo que es Realidad.


Bueno, pues las contradicciones sirviendo como sugerencia o como vía para descubrir esta contradicción.


En lo que me voy a parar, antes de dejaros pasar -ya pronto- la voz, la palabra, es en... en hacer notar (lo que ya otra vez ha salido -una y otra vez-) que la dificultad o imposibilidad para descubrir la verdad (para decir verdad, ninguno de nosotros, ninguna boca... ninguna boca mortal) consiste en 'la necesidad de defensa'. 'La necesidad de defensa' que no sólo padece el hombre (esa cosa que odio pronunciar), que no sólo padece 'uno' como persona, sino cualquier cosa que forme parte de la Realidad: 'la necesidad de defensa': de defensa de esa contradicción que al principio he vuelto a recordar rehaciendo la definición de Realidad o existencia: 'haberlo y ser lo que es'. Esa contradicción inherente a la Realidad es la que trata de resolverse, por parte de cada uno, con 'la defensa'. Y 'la defensa' quiere decir 'el sostener que uno sigue estando aquí, y al mismo tiempo, es el que es', y 'sabe quién es'. El sostener... el sostener eso es la mentira en que consiste la defensa. Y a eso estamos cualquier ente real y cualquier cosa condenada: a esa mentira, a esa forma precisamente de mentir: sostener la compatibilidad entre 'ser el que es' y 'que lo haya' ('que esté aquí' y 'que lo haya').


Pues esa es la dificultad: esa es la dificultad que nos impide descubrir verdad, decir verdad, o lo cual -dicho de otra manera- quiere decir que nos impide convertirnos -como por la barita de un hada- convertirnos de 'uno' -de una persona- en 'mí' -que no soy nadie-. 'Mí' -que no soy nadie-; 'yo' -que es cualquiera, que no está en ningún sitio- ese sí... ese sí que puede decir verdad: es verdad. Ese sí que puede decir verdad porque él no tiene que sostener esa contradicción de 'ser el que es', al mismo tiempo que 'haberlo': 'yo' puede que lo haya, puede que esté aquí, allá o donde sea, pero no tiene por qué defender ninguna contradicción. Ese puede decir verdad, pero ahí está esta  p e q u e ñ a  dificultad de convertirse de 'uno' en 'mi'.


La pequeña dificultad que os gloso, antes de dejar pasar la palabra, consiste en esto (que se os hace palpable, supongo): que es que 'uno', no sólo es que se quiera mucho a sí mismo (eso, más bien, si se pone uno a mirar los casos, resulta bastante dudoso, o -en todo caso- ese amor es un amor que se presenta falsificado y torcido: no es que se quiera mucho, ni que quiera tampoco mucho a los demás, y al mundo, y a la Realidad que le ha tocado -eso también es dudoso-) sino, simplemente, que se conoce demasiado: se conoce demasiado a sí mismo, y por tanto, conoce -naturalmente- lo que le hace falta para conocer a sí mismo, que es conocer los demás, la Realidad, el entorno, todo eso. Se conoce demasiado a sí mismo: uno se conoce demasiado a sí mismo: sabe sus vicios secretos, sus intimidades, las cosas inconfesables a otros -incluso- aparte de las más superficiales; tiene sus costumbres absolutamente privadas, que él considera suyas, y que conoce también. Y, en esas condiciones, renunciar a eso -evidentemente- representa... representa mucha... mucha dificultad.


Uno se conoce demasiado a sí mismo: imaginaros qué vueltas ha dado, para llegar aquí, aquel letrero que había en frente de-... en el frontón del Oráculo de Delfos, el Gnosthi sauton (el 'Conócete a ti mismo') que ya, según Platón, nos cuenta Sócrates, le producía muchas inquietudes y tenía que someterlo a pruebas, que en alguno de los Diálogos juveniles aparecen, para demostrar el poco sentido que tenía eso de 'Conócete a ti mismo'.


Pero llegados hoy aquí, ya veis a donde hemos venido a parar, porque lo que hemos venido a descubrir es que uno se conoce siempre demasiado a sí mismo   -sabe demasiado quién es- y que en la dificultad de desprenderse de ese conocerse a sí mismo, es donde está -justamente- la dificultad de poderse (desprendido de la necesidad de justificar su existencia) venir a ser, simplemente, 'yo' que no he tenido tal necesidad (no teniendo ninguna muerte futura, no tiene por qué mentir) y puede, entonces, descubrir -'yo' que no es nadie- la mentira de la Realidad en general.


Pues ya veis, esa es la dificultad, que he llamado compasivamente 'pequeña', pero que es la mayor y la principal: desprenderse del saber de sí mismo, apenas hay que añadir, quiere decir: desprenderse del saber de los demás, desprenderse del saber de las cosas -porque lo uno va con lo otro, necesariamente- pero he querido presentarlo desde el centro, porque esa especie de sacrificio supremo, que sería 'el desconocerse', 'el renunciar al conocerse a sí mismo', parece como si fuera la raíz por la cual, una vez vencido ese pequeño obstáculo, 'uno' pudiera ser 'yo', sin más, y descubrir: descubrir la verdad que está fuera de la Realidad.


Bueno, pues basta de sermón por hoy -por mi parte-, ahora os voy a dejar pasar la palabra, de manera que respecto a cualquier cosa de estas que se entienda mal -especialmente que se entienda mal- ya podéis ir soltando cualesquiera cosas que os parezcan: adelante.


- Hay dos cosas que me interesa (a ver si las puedo decir) primero: sobre la imperfección de la contradicción -que es lo que impera y lo que nos tiene un poco ahí... y nos maneja-, se me ha venido a la mente -un poco- una contradicción que...


AGC - Perdona: tienes que esforzarte un poco porque tienen que oírte atrás.


- Sí. De una persona que dijo en una... (da igual el nombre): "Yo no creo en Dios pero no soy ateo". Eso es como una sugerencia que... que te hace [...] ¿no?


AGC - Pero en su intención, eso no era una contradicción ¿eh? Eso no era una fórmula contradictoria.


- ¡Ah!, pero a mí me tiene eso a mí muy... entonces, de acuerdo: su intención no sé cuál sería, pero yo... para mí, se ha convertido en una contradicción.


AGC - No: él, evidentemente, pensaba que no era lo mismo: que no era lo mismo lo uno que lo otro -eso está claro-: le parecía que hablando en lenguaje común, él podía decir "No creo en Dios" o "no hay Dios", y se negaba a que hablando el lenguaje culto, eso equivaliera a una declaración de ateismo: ("yo soy ateo"). Evidentemente, él establecía esa diferencia. Es en un grado distinto la declaración bien sabida del gallego "No creo en brujas pero haberlas, haylas": es en otro grado... en otro grado pero más, más abajo; más abajo. Aquí 'haberlas haylas' es una afirmación que hace en lenguaje corriente, pero se niega a que eso le comprometa a la Fe... a que eso le comprometa a la Fe: "eso no quiere decir que yo crea". De manera que eso es. Y además, es también, un paralelo, en plan afirmativo, de lo que me parece que el último día salía respecto a la declaración del Gallo (o, ¿cuál de los toreros famosos?) de "Lo que no pué ser, no pué ser y ademá es imposible" (ignoro cuál de ellos era).


- El Gallo.


AGC - El Gallo, ¿no?


- Rafael El Gallo.


AGC - El Gallo. Es también del mismo orden, evidentemente -como ya el otro día dijimos- él no estima que sea lo mismo, él habla primero en lenguaje... en lenguaje de verdad -en lenguaje bajo- y dice "Lo que no pué ser, no pué ser", y luego se acuerda de que hay un lenguaje culto, donde figura el término 'imposible', y entonces, cree oportuno ratificar su creencia diciendo algo que no le parece tautológico -en este caso no es contradicción, sino tautología- que no le parece tautológico, sino que añade... que añade otro nivel a la declaración: "además es imposible". No sólo es en el lenguaje corriente "Lo que no pué ser, no pué ser", sino que también en lenguaje culto es "é imposible".


- Y lo otro -y termino con esto- es sobre "Conócete a ti mismo" que me ha gustao mucho cómo lo hemos... porque hay una cosa que dice la gente       -emplean menos lo culto, ¿no?- que dice: "Estoy aburrido de mí mismo". Yo ahí me pregunto ¿será que están diciendo lo mismo de que tantos conocimientos te hacen perder toda espontaneidad? Cuando alguien dice: "Estoy aburrido de mí mismo" -pero se dice poco-, se dice poco.


AGC - No: se puede decir, sí.


- Pero bastante poco. Y entonces yo digo, ¿será lo mismo, que quiere decir con el... con el "Conócete a ti mismo", que en el fondo, nos está estorbando un montón -de lo que sabemos-?


AGC - Uno, esto... uno se está estorbando siempre, por supuesto -como hemos desarrollao aquí, al final- pero la declaración de aburrimiento toca a otra cosa, que justamente, no sé si el último día o el anterior, estuvimos tratando detenidamente y dándole mucha importancia: ya recordáis que lo que os saqué es que el mantenerse capaz de percibir el aburrimiento del mundo -y, por tanto, de uno mismo- es una condición esencial para descubrir algo: que el que se condena a no descubrir nunca nada, es el que se contenta con los sustitutos que le dan; y por tanto, si le dicen: a trabajar, a trabajar; pero si le dicen: a divertirse, pues a divertirse; a matar el tiempo sea como sea, ¿no? Ese, cuanto más contento, cuanto más se divierte, más se aleja de entender nada, de descubrir nada ¿no? Por tanto, la condición de sentir el aburrimiento es esencial, a la que estuve alabando... alabando largamente ¿no? La contraponía las diversiones, y por tanto, el aburrimiento de la Realidad en general -y, claro, de la de uno en particular- la contraponía a la alegría de decir 'no', a la alegría de que -de vez en cuando- se vea que puede -se vea, se sienta- que se puede decir 'no': que es una alegría que nubla todas las diversiones, que anula todas las diversiones.


Bueno, más puntos que hayan quedao por ahí. Sí.


- Sí, Agustín: ¿puede haber un condicionante orgánico en la posibilidad de asumir ese reto tan espeluznante que se plantea aquí...


AGC - Me temo que no te van a oír atrás: por favor, repítelo un poco más fuerte.


- ¿Puede haber un condicionante orgánico en los individuos a la hora de... de asumir ese reto tan espeluznante ¿no?, que tú planteas al final de la exposición ¿no? como ese 'dejar de conocerse a sí mismo'? ¿En qué medida el propio cerebro ¿no?, no puede, es superior a sus posibilidades -¿no?-?


AGC - No, no: no te preocupes, todo eso de los cerebros es mentira: todo eso de los cerebros es uno de los cuentos que nos cuentan: la Ciencia está para sostener la Realidad. Acaban hablando de cerebros, por ejemplo     -brains- para no decir 'alma' y no decir 'el yo', que es lo que es directamente real. Acaban refiriéndolo eso a un supuesto... a un supuesto soporte orgánico que no es más que una de las imaginerías costitutivas de la Realidad; de las imaginerías científicas. Esto, cuando estuve sacando aquí entradas de los físicos, y el problema del observador -durante todo el siglo pasado ha estado y sigue dando... dando vueltas- os hacía notar cómo, efectivamente, la tendencia inmediata -cuando se descubre la paradoja y contradicción que el acto mismo de la observación y de la medida trae consigo, que es la separación entre lo observado y quien lo observa, cuando esto se descubre, y la Física lo descubre- la tendencia es convertir al observador en alguien real, se le convierte en alguien real, y               -efectivamente- muchas veces acaba hablándose de brain, de cerebro, o de cosas por el estilo; o -en todo caso- de la personalidad del observador -creo que ya os dije cómo, incluso, algunos se ven obligados a referirse anafóricamente al observador, a distinguir -presionados por el dogma feminista- a distinguir, a decir she o he (she o he), que el observador se ha vuelto tan personal que hasta tiene sexo: hay que distinguir. ¿A dónde podíamos... a dónde podíamos parar más alto que en eso? ¿no? Hay una costante tendencia [...] a   r e a l i f i c a r : realificar los descubrimientos, porque entonces, ya no se hace nada, ya no pasa nada; y en todo... en todo caso, si se trata de un problema de la persona, de un problema del cerebro, de un problema... (del cerebro que pertenece a la persona, que es propio suyo) -bueno- ya estamos dentro de la Realidad, podemos hablar tranquilamente y no venir a descubrimientos peligrosos -como los que aquí están saliendo-. Para no hablar del mundo, ni de la persona, ni del cerebro, ni de las cosas de la Realidad, y tratar de decir verdad acerca de ello, no queda más remedio que descubrir que el verdadero flujo es el de la caída de la Realidad en el descubrimiento de su verdad -en el descubrimiento de su mentira-, en la verdad desconocida.


- Perdona, Agustín, pero -quitamos lo de cerebro y demás-, pero ¿qué es lo que imposibilita ¿no?, este salto?, ¿esta... esta posibilidad: dejar de conocerse ¿no?


AGC - Lo que he dicho: que uno tiene que conocerse a sí mismo. Lo he relacionado con la... con la defensa -la cual, a su vez, no es más que mentira: esa mentira es  e x i s t e n c i a l-.  Es existencial, es decir, pertenece... pertenece al sostenimiento de esa contradicción entre 'ser el que es, y al mismo tiempo, haberlo', y por tanto, es costitutiva de 'uno' o de 'el yo', o 'la persona' de uno. Y por tanto -claro- la dificultad para desprenderse de eso y dejarse convertir de 'uno' en 'yo' -que no es nadie-, se entiende, sin más.


- Yo quería decir -y me parecía a mí- que el conocimiento de sí mismo   -'el conócete a ti mismo'- está totalmente inmerso en la Realidad, [...] y en sí mismo, es la Realidad. El no conocerse, puede ser que sea un intento de salir de la Realidad, de lo que uno no conoce.


AGC - No, no: por supuesto, 'uno' -uno mismo- es una cosa, es decir, un componente de la Realidad [un componente de la realidad] eso es de la Realidad: sostenimiento de la Realidad


- ... lo que no conoce, no puede ser la Realidad, ni se sabe...


AGC - No: la Realidad se está cayendo en lo que no conoce, en lo que no se sabe. Y uno, por tanto, está -a pesar de uno- cayendo en 'no sabe nadie conocido', o sea, 'yo' -que no es nadie conocido-.


Yo he preferido, cuando os he hablao de cuánto uno se conoce a sí mismo, he preferido hablaros de vuestras costumbres secretas, de vuestros vicios íntimos (como revelador). Desde luego, es posible que en la formulación que
Apolo plantó en el frontón del Oráculo de Delfos, hubiera una intención segunda, una intención oculta, que fuera mucho más... mucho más allá de todo eso -posible-. En todo caso, cuando en algunos de los diálogos platónicos juveniles el Sócrates de Platón empieza a darle vueltas, viene a descubrir, que efectivamente, si se ahonda, si uno se conoce todavía más a sí mismo, si pasa de eso de conocer sus pequeños vicios y de sus secretos inconfesables, y quiere pasar más allá, entonces -a lo mejor- viene... viene a descubrir la contradicción costitutiva de sí mismo. Es posible, es posible que eso estuviera como una segunda intención -generalmente no reconocida- en la formulación del Oráculo y, en todo caso, es eso lo que... lo que Sócrates trataba de descubrir: esa segunda intención, y que desde aquí he sacado de la manera más clara posible. ¿Más? Sí.


- Me parece a mí que esa segunda intención queda clara en la misma fórmula... en la misma fórmula que el... que hace ¿no?: 'Conócete a ti mismo' quiere decir que no está tan claro que uno se conozca.


AGC - Claro, puesto que tiene que formular un imperativo. Cierto, es así. Efectivamente, parece que el hecho de que se formule un imperativo gnosthi: gnosthi -un imperativo- (gnosthi: conócete), implica eso, pero... pero implica también lo contrario. Porque ¿qué decimos aquí de la necesidad que la Fe tiene de estarse predicando todos los días, -la Fe en la Realidad-? Efectivamente, si tiráramos por el camino que tú dices y nos fiáramos del mero modo imperativo, y encontráramos que cuando a la gente -en la televisión, en cualquier sitio- se le manda cada día disfrutar de la vida, o disfrutar del paraíso de las Bahamas, pues, no tenía... no tenía por qué mandarle a hacer nada, porque ya se sabe que lo harían; no hay cosa más frecuente que [...]. De manera que la frase sigue siendo ambigua con imperativo. El imperativo puede tener la primera intención de decir: "Sí, sí, mantente en la Fe en que te han criado: conócete a ti mismo lo más posible; no te creas que eres ninguna cosa del otro mundo, no: no eres del otro mundo; esfuérzate en ratificar tu conocimiento de ti mismo" y -al mismo tiempo- es verdad lo que dices: esa, la segunda intención también puede revelarse en una segunda... en un segundo sentido del imperativo (del gnosthi).


- Que se da... o sea, ahora se manifiesta mucho el 'Conócete a ti mismo' en el 'sé tú mismo' que se dice mucho: 'hay que ser uno mismo'.


AGC - Sí: el imperativo en el primer sentido de 'ratificarte en tu identidad' aparece así: 'sé tú mismo', la primera... la primera de las dos condiciones contradictorias de la Realidad: 'ser el que es' y 'haberlo'. No te... no te sugieren que va a haber menos de ti si eres mucho tú mismo; saben que la necesidad es 'sé tú mismo'. Cuando yo era muchacho una película se llamaba 'sé fiel a ti mismo', también; donde la... donde la entrada de la Fe aparece aún más clara todavía: 'sé fiel a ti mismo'. 'Sé fiel a ti mismo' es lo mismo que ser fiel a la Realidad, que ser fiel a Dios; es decir, es la Fe: la necesidad de la Fe y de la mentira para el sostenimiento de la Realidad.


- Agustín, pero yo veo, que ahí hay un aspecto que, en vez de conocerse uno a sí mismo, y... es que buscan paliativos, o sea, que se conoce al hombre, a la naturaleza, y cuando se dice 'la naturaleza es así' y se interpreta la naturaleza –casualmente- siempre se está insistiendo en la opinión subjetiva de este señor sobre la naturaleza. O sea, para un cristiano la naturaleza es cristiana, para un budista la naturaleza es budista y te habla del budismo; y para un mahometano, pues igual, pero en mahometana. Y esto es lo que a mí me... lo que a mí me choca más. O sea, que ya no se... no se trata de que uno conozca a sí mismo, sino que uno -con respecto a su visión de la vida, del concepto de hombre o del concepto naturaleza, o del concepto de español, o del concepto que sea- pues se respalda, se apoya en su posición -vamos-.


AGC - Sí, sí. El conocimiento de uno mismo es inseparable del conocimiento de la Realidad, después de todo, es la Fe; lo que hace falta es Fe; y la Fe en uno mismo: fundamental. Es una Fe que se ratifica creyendo en la Realidad, por ejemplo: a través de la Ciencia; por ejemplo: a través de una de las religiones que has citado; creyendo en la... creyendo en la Realidad. Y al revés, esta creencia en la Realidad, sirve para verificar la creencia en uno mismo, y por tanto, para... para sostenerse. Pero a mí me había interesado más notar que, aparte del conocimiento más teórico, hay que contar también con esas cosas tan sencillas que he dicho: el conocimiento de uno, que consiste en conocer de sí mismo hasta los pequeños trucos de su... de su personalidad, los vicios inconfesables y todo eso. Lo que más escapa incluso a la teoría también entra dentro de [...]. Pero desde luego, por supuesto, lo esencial -como siempre- es la Fe y creer que se sabe el mundo, o la naturaleza, es una vía para confirmarme en que sé quién soy yo; al mismo tiempo que, desde luego, de esta pretensión de saber quién soy yo, se derivan todas las teorías acerca del mundo y de la naturaleza ¿no?


- Agustín.


AGC - Sí, sí.


- Sobre esto último que has comentado: los vicios ocultos, eso que tenemos todos: los secretos, la caja de Pandora; no sé por qué me está recordando un poco como la confesión católica, porque entonces, ahí sí que hay como un juicio de decir: 'esto es secreto', 'esto es pecaminoso'; esto es... esos pequeños secretos que yo no... que van conmigo. A mí me suena un poco a... a esos pecados que íbamos a la confesión y le decíamos al cura.


AGC - No: no es que suene, es que parece que hay una... hay una contradicción; porque si, efectivamente, es uno solo el que llega al conocimiento de esas cosas más íntimas, ¿cómo se compagina esto, con que la confesión consista en sacar todo eso afuera y decírselo a otro, declararlo? (declararlo, que eso quiere decir confesar) al cura o, lo mismo, al comisario que te exige una declaración honesta donde no ocultes nada y digas todo lo que... todo lo que sabes ¿no? Supongo que se compagina bien, a pesar de todo, si se recuerda que uno mismo no es nada que esté aislado, de manera que, hasta... hasta los pequeños secretos de uno mismo o -por lo menos- muchos, muchos, pueden ganar confesándose al cura o al comisario, a quien sea; es decir, haciéndose públicos, en cierta... en cierta medida, ratifican la socialidad y, por tanto, la Realidad de uno. (Uno siempre se reserva, a pesar de... a pesar de las proclamaciones de confesión sincera y absoluta, uno siempre se reserva cosas que no se les van a decir al confesor ni al comisario nunca; si no, tampoco... tampoco tendría mucho sentido la cosa. Pero el sacrificio de muchos secretos, como medio de ratificar la socialidad de uno -que es su existencia- eso se entiende muy bien).


- Que a mí me parece -no sé por qué me recuerda, me viene ahora a la cabeza- en el [...de la...], esa coraza que uno se crea con todos los hábitos, con toda la inercia de estar haciendo las cosas que parece que no las hace, o porque te las han -esto- impuesto, o porque las copias; y cómo esa coraza, pues te va... te va haciendo la persona que... que... [el ser que eres]


AGC – Sí


- Y claro, como el colocamiento de esto, lo que puede servir para utilizar la coraza en tu ventaja, porque puede servir para liberarte de una parte de eso y quizá...


AGC - Sí. Si no tienes que darle muchas vueltas: es a lo que he llamado 'defensa'. Es una necesidad, no sólo de cada uno, sino de cada cosa de la Realidad: 'defensa'. Y la defensa es mentira, de cualquier orden que sea. Por lo tanto, la costitución de la persona, como la costitución de la Realidad, vive de esa defensa: en esa defensa.


- No lo digo sólo como defensa, sino como: si uno es muy curioso, como para... para (lo siento) para conocerse más a sí mismo, para ver que uno puede salirse de la Realidad, para darse cuenta de que la Realidad es totalmente falsa, que uno ya sabe que... 


AGC - No sé. Eso ya... eso salta a lo que estábamos diciendo del posible segundo sentido de la incitación a conocerse a sí mismo, para descubrir el lío: el lío que eras, el lío que te habían armado. Pero eso es el segundo sentido. De momento, 'el conocer' sirve como 'defensa': 'el conocerte' sirve como defensa, te ratifica en tu persona, te defiende de la caída en la verdad, del descubrimiento de la mentira en que estabas costituido.


Tiene que haber muchas dudas y embrollos que hayan quedado por ahí, no sé. A ver, aquí hay uno.


- Es que no sé muy bien cómo hablar de esto... pero


AGC - Alto.


- Alza la voz.


- Vamos a ver: se me ocurre pensar que, y esa defensa de la persona ¿qué puede haber por debajo que no sepamos? -que nos lleve a ello- ¿no?, como si... como si fueran unas casas que uno utiliza para jugar, para salir al juego -aunque uno no lo sepa, ¿no?-, es como en un diálogo, que uno de repente se sorprende, dando una opinión, una definición de algo que en el fondo [.../...] y es como que te sirve de juego para que si uno dice una cosa, tú dices otra, y que esté uno continuamente desmintiéndose, entonces como que, el uso de la persona de esa creencia, de lo que es uno mismo, en el fondo aunque creamos que es para defenderse, es para salir a... a ese juego ¿no?, y de unos con otros y, al mismo tiempo, estarse desmintiendo. O sea, por ejemplo, [...] decía que la Tierra era... era... -yo qué se- infinita ¿no?, que era tal, que era... para luego decir que es redonda, o... no sé, si me explico bien. Como con una... una intención...


AGC - No muy... no, no del todo.


- ... encubierta, por debajo, que no... que no... que no sabemos, que también nos da [por movernos] de otra manera.


AGC - Bueno. No, no: eso no, eso... esa parte de la cuestión está clara; es decir, si uno estuviera bien hecho del todo: ni estaríamos en esta tertulia, ni habría nada que hacer en el mundo, de ninguna especie -vamos-. De manera que, lo que está por debajo consiste -simplemente- en que uno... consiste -simplemente- en que uno nunca está bien hecho del todo, nunca está perfectamente definido, nunca se cumple esa mitad de la pretensión que es 'ser el que es', nunca. La pretensión es la pretensión, y en eso consiste la necesidad de defenderse, la necesidad -por tanto- de conocerse a sí mismo mucho, y -se supone que- de quererse. De manera que, esa es la pretensión, pero una pretensión siempre mal montada. Mal montada: lo mismo que 'uno' nunca está perfectamente cerrado, hecho, definido, costituido; así la Realidad en general, nunca está hecha, nunca está cerrada, nunca está costituida: si es un conjunto, es un conjunto de cuantos son los que sean    -dicho en eventual- pero siempre perdiéndose en la verdad de lo que no tiene número: eso es lo que está por debajo: lo que está por debajo es la verdad. Y la verdad es 'lo que no se sabe'; 'yo' cuando no es nadie: 'yo', por debajo de... por debajo de 'uno' estoy 'yo' que no soy nadie: estoy 'yo'. Estoy 'yo' que consisto... que consisto, justamente, en la presencia... en la presencia de esa indefinición, infinitud, ese 'no saber', que la Realidad trata en vano de cerrar y de reducir [a sus fines].


- Es que, a mí me pasa un poco también lo mismo ¿no? se preguntó aquí sobre la resistencia [...] de otra manera [...] como que... y eso que nos hace defendernos también sale de algo desconocido, en parte ¿no?


AGC - Lo que nos hace defendernos es costitutivo.


- No sabemos de dónde viene, también, en parte.


AGC - Sabemos, sí: eso lo sabemos, es la Realidad. La Realidad es justamente lo que se sabe; lo otro es lo que no sabemos, pero la Realidad se sabe. Se sabe y se puede -por experimentación, razonamiento, ideación, y todo lo que quieras- se puede ver cómo está costituida, aquí lo hemos descubierto: cómo está costituida, y su necesidad es -justamente- una necesidad de costante defensa: costante defensa del peligro continuo del descubrimiento de su mentira. De manera que, la parte de defensa y de mentira, sí se sabe de dónde nace: nace de la Realidad.


- Pero si, por ejemplo, decimos 'respirar', ¿podría ser una manera de defender el ser?, ¿o no, no entraría? O sea, cuando... cuando hablamos también de las cosas, de aquel árbol en flor que se estaba confirmando su ser ¿no?, pero que estaba defendiendo... no sé: ahí hay un límite en el que me resulta difícil decir que [se sepa que] esa defensa es mentira, ¿no?, ahí...


AGC - Sí. Vamos a ver si... a ver si lo precisamos -ese... 'ese límite' ayuda y te... y te ayudo-: Desde luego, lo que se llaman 'necesidades' (como respirar, para los seres... para ciertos seres vivos -los que respiran, justamente-) lo que se llama 'respirar' -las 'necesidades'-, eso no tiene que ver con lo que aquí estoy llamando 'necesidad de defensa costitutiva de todo ente, de todo ser de la Realidad'. (No conviene equivocarnos por el hecho de que la palabra que emplea -que empleamos- sea... sea la misma). Las cosas de la Realidad: inanimadas, yerbas, árboles, animales, -bueno-, se comportan en diferentes maneras: la diversidad. La diversidad es una necesidad -esta necesidad de verdad- el que haya cosas múltiples y que las cosas sean diferentes unas de otras es 'necesidad de la Realidad' y eso lleva -como un día, ya hace unas cuatro o cinco sesiones, estuvimos viendo- llevan a entender el ciclo y el aumento de la velocidad del desarrollo de nuevos tipos, de nuevas formas de ser, experiencias de todo tipo; de manera que     -bueno- pues sí, por la  necesidad de diferencia, pues, no nos  extraña mucho que, así como acabaron surgiendo cosas del tipo de los árboles, haya acabado surgiendo otra del tipo de los peces, y otra del tipo de los animales que respiran, eso no... no nos extraña mucho. Y evidentemente, dentro de... dentro de la costitución de cada una de esas diferencias de cada uno de esos seres, pues las funciones... las funciones están ahí. Y esas funciones no son de por sí 'la defensa del ser'. Si las llamas 'necesidades', y por lo tanto, 'defensas de la vida', 'defensas de la subsistencia' -hasta  entre nosotros: la supuesta necesidad de comer, o la supuesta necesidad sexual-, si las llamas así te estás equivocando: son necesidades para que cada cosa, según la diversidad que le ha tocado, pues cumpla con sus funciones y demás. Si las llamas necesidades de la vida, necesidades... ya no son 'necesidades del ser'; es 'sobre ella': 'sobre ella' -con cualquier forma diversa que hayan tomado- sobre la que se ejerce -necesariamente- esta 'necesidad fundamental de defensa', es decir: de defensa ante el descubrimiento de que era mentira: de que era mentira, que no era verdad [(estaba allí)]. Y esa ya es una necesidad de verdad metafísica, propia de cada cosa, y -como ves- su relación con las llamadas 'necesidades' del tipo de respirar, o de comunicarse, o de cualquier cosa, es bastante indirecta ¿no? Pero no sé si he dao con 'ese límite'.


- En cuanto... como nos [poníamos] como caso de cosas, pues yo entendía, que eso era lo que nos igualaba un poco, ¿no?, que tanto era defenderse para ... para el árbol el dar la flor, como para... que cada uno tenía su -idiomáticamente- su manera hacer idioma, pero que nos... perfectamente nos hacía [...] igual [...] de que, también, la flor era defensa.


AGC - Eso es correcto, pero no por... no por el hecho de que nuestras necesidades sean distintas de las de un árbol, sino porque -efectivamente- estamos condenados a una manera específica de existencia y, por tanto, cada uno en la suya, trata de mantener su costitución, sea como sea. Y no tiene que ver nada directamente con las necesidades esas que se toman como tales. De todas formas, puede que -aquí- quede algo que explorar todavía, en cuanto a anular las confusiones que pueda haber en eso... en eso de las 'necesidades'.


En todo caso, cuando hemos -en sesiones anteriores- venido a descubrir cómo las cosas y nosotros son lo mismo, tratando de derrocar esa especie de orgullo y equivocación que es la de 'el hombre' (que se separa a sí de las cosas, como si fuera algo distinto), hay que entender que el movimiento dialéctico ahí es -por supuesto- doble: por un lado, en efecto:              -derrocando... derrocando la odiosa vanidad del hombre- es preciso reconocerse en cualquier forma de cosa: las inanimadas, cualquiera: cualquier cosita por ahí, hasta las que inventa la Física: hasta los átomos, -da lo mismo-: átomos sociales. Pero al mismo tiempo, al revés: es que estamos reconociendo una condición (entre comillas) "humana", (entre comillas) "racional" a cualesquiera otra cosa; las estamos... las estamos -de alguna manera- elevando al rango de... al rango de esa cosa que llamamos 'seres racionales' (refiriéndolo a nosotros), elevándolo a ese rango en cuanto que, efectivamente, están costituidas en esta contradicción: la misma que nosotros: la de 'haberlas' y 'ser cada una lo que es': elevarlas a la contradicción es elevarlas a la razón -en cierto sentido-: al descubrimiento de la falsedad. Sí.


- Es que, que yo no... no sé, parece que... que esa defensa de ser uno el que... se podría relacionar con... con el miedo; y como decía Lucrecio [...] como has dicho tú aquí algunas veces, que cualquier miedo es el miedo a la muerte, al final, ¿no? Entonces de esa huída, o esa defensa de ser el que es -por miedo a la muerte- al final, te impide vivir, te precipita en... en lo que... en lo que estás hu-... de lo que está huyendo ¿no? Y a ese respecto, he visto un anuncio (que igual ha visto alguien más, también, por ahí) [...] que está en los autobuses de la Comunidad de Madrid, que pone... que dice: "Ponemos todo para que no suceda nada" [.../...]


AGC - No: es de lo que se trata. En eso consiste la Realidad, efectivamente, también me había llamao la atención, al paso, ese letrero. Se trata de que no pase nada, es decir, que no se haga más que lo que ya está hecho: es el reino de la muerte. Es el reino de la muerte que se... que se manifiesta de una forma: 'que no pase nada'. 'Que no pase nada' quiere decir, que no pase más que lo que ya ha pasado: que no pase más que lo que ya se sabe, que no se haga más que lo que ya está hecho -una y otra vez-. Eso es el 'ideal' -como recordáis-: es el 'ideal' y es normal que los autobuses del Ayuntamiento, pues lo recojan -el ideal-. Ese es el 'ideal'. No es más que... no es más que el 'ideal'. Aquí, nuestra alegría es descubrir -una y otra vez- que, a pesar de todas las previsiones, -de vez en cuando- pasan cosas que no estaban previstas, y de eso es, justamente, de lo que... de lo que vivimos ¿no?: pueden pasar cosas, pese a todas las... a todas las medidas.


No sé muy bien cómo tenía que ver esto con lo otro que has dicho, estaba demasiado desligao...
 

- La defensa de...


AGC - No: la defensa la he sacao, un poco, en los términos de Lucrecio, que efectivamente, aquí los he utilizao una y otra vez, pero que hemos venido a ver algo... algo mucho más... mucho más certero: la costitución de uno es la muerte porque es el Futuro; la Realidad empieza por ser Futuro: la Realidad es antes que nada... es, antes que nada, Futuro: el fin es el principio. El fin es el principio y el... y el reino de la Realidad es el reino de la muerte que es siempre... que es siempre futura, por supuesto.
 

Los miedos a esa muerte -siempre futura- se eslabonan (ya se sabe, se [... como ...] otras cosas) todo viene a ser el mismo: el miedo es al mismo tiempo la Fe: sin Fe no habría miedo, porque una muerte siempre futura -lo mismo que el crédito de la Banca- sólo se sostiene por la Fe. El miedo que es... el miedo que es la Fe. Ahora, hay... aquí nos ha aparecido -como se recuerda una y otra vez- un tipo de miedo que es distinto y opuesto: es el miedo... el miedo de dejarnos caer en esta aventura de perdernos en lo que no se sabe. Por ejemplo -según lo dicho hoy-: en esta aventura de desconocerse, de renunciar a saber quién es uno: eso a otra parte de uno -que es la alta- le da miedo, pero sólo... solo a la parte alta; por bajo... por bajo queda... nos queda algo que nos está -precisamente contra ese miedo- pues llevando a desear, de alguna manera, ese dejarse perder.


- Agustín. Parece ser que la necesidad de defensa desde hombre, desde persona, desde cosa de la Realidad, es la que impide decir verdad, o la que impide que haya una contradicción absoluta o verdadera: una contradicción de verdad. Pero si en un [...] pudiéramos ponerlo en términos de razón o de lengua -que no es de nadie-, y en cuanto que no tienen que defenderse de nada, [...] en que decir la contradicción es razón -cuando dice sí y cuando dice no-, ahí sí que es una contradicción, sí que podían por la otra contradicción de verdad, una contradicción absoluta.


AGC - Sí, sí: pero eso es lo que al principio he mostrado: la razón es contradictoria consigo misma: sostiene la Realidad y descubre su mentira.


- Sí, pero es una contradicción de verdad, es una contradicción absoluta...


AGC - Esa es la contradicción de verdad: la contradicción de verdad, la contradicción verdadera y yo la he anunciao al final, no a propósito de la razón, sino de 'mi': 'yo', efectivamente, en cuanto que ya no soy nadie (en cuanto que no me reconozco) no puedo tener ni necesidad de defenderme, ni necesidad de mentir, ni nada por el estilo (ahí cabe: no siendo yo nadie, cabe que descubra la mentira de la Realidad -que es a lo que llamo 'decir verdad'-).

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

{mp3}/audio/Tertu023-31-05-2006{/mp3}

 

TRANSCRIPCIÓN:

 

 

Ya recordáis -los que estabais- que tras lo que andábamos era sobre esta pretensión de 'verdad dentro de la Realidad', de 'decir verdad dentro de la Realidad', de que haya 'algo de verdad dentro de la Realidad', y cómo -efectivamente- los razonamientos del tipo de los de Zenón -que habíamos vuelto a sacar a cuenta- sirven para denunciar esta pretensión. Esta pretensión es dominante -pesa sobre vosotros por todas partes- por eso es, entre otras cosas, por lo que los científicos, los filosofantes prefieren 'hablar de' y 'hacer teorías de' cosas como 'el mundo', 'el universo', 'la naturaleza', pensando que -después de todo- eso, al fin, son cosas -la naturaleza incluida, el universo, el mundo- son cosas que están dentro de la Realidad y que no hay mayor peligro en ponerse a describirlas, a tratar sobre ellas, a teorizar sobre ellas. Es una manera de escurrirse de hacer lo que aquí, con vosotros justamente, estoy tratando de hacer, que es no hablar de ninguna de esas cosas sino hablar de la Realidad misma, es decir, contra la Realidad; ya que aquello de lo que se habla es siempre aquello contra lo que se habla -se quiera o no-. De manera que era en ese sentido como veníamos razonando en las últimas sesiones: no cabe verdad en la Realidad. Realidad quería decir -si hace falta recordar definiciones-: 'aquello que hay y que al mismo tiempo pretende ser lo que es' (que eso es a lo que corresponde el verbo 'existir', de tal forma que 'existencia' viene a corresponder, en muchos de sus usos, con 'Realidad'. Son todos ellos -como recordáis bien- terminajos que no han nacido de la lengua popular, no han nacido de abajo, sino que nos han venido impuestos de la escuela -de las escuelas medievales, más directamente- donde se inventaron para referirse a Dios -Realidad de las Realidades-). 'Ser lo que es al mismo tiempo que haberlo', esta cosa tan simple que reduce lo de 'la existencia' y 'el existir' a términos de la lengua corriente. Porque de la lengua corriente es, desde luego, decir 'hay', por tanto, el 'haberlo'; y de la lengua corriente es decir 'es lo que es'. No es de la lengua corriente decir 'es' porque en la lengua corriente 'es' no significa nada, no es propiamente una palabra, sino simplemente la cópula de las predicaciones, pero si se añade un predicado y se dice 'es lo que es', eso es de la lengua corriente.


De manera que, ese es el truco de que me he valido y nos valemos para entender qué quiere decir eso de 'Realidad' y de 'existencia': 'ser lo que es y al mismo tiempo haberlo' -que lo haya y que sea lo que es, la cosa que sea-. Es respecto a eso, respecto a lo que decimos que 'dentro de la Realidad'   -dentro de esas condiciones- 'no cabe verdad'; que 'la verdad' es ajena a la Realidad, que de alguna manera 'la verdad' se sale de la Realidad, naturalmente, puesto que no consiste sino en el descubrimiento y la denuncia de la falsedad costitutiva de la Realidad. De manera que, de esa manera, se sale de sí misma y viene a parar a 'lo que no se sabe' que es 'lo que es verdad': 'lo que no se sabe' que es 'lo que es verdad' y que en ese sentido, queda enteramente fuera de la Realidad.


Bueno, pues tocante a esto... (Queda algún asiento ¿no? Me alegro de que seamos tantos, pero teníamos que ser muchos más -desde luego- para que la cosa marchara bien. Para que esto funcionara teníamos que ser muchos más, en el sentido de venir a parar de ser incontables -ya sabéis que esa es la condición-, somos relativamente incontables porque nunca se sabe bien quiénes somos, y por tanto, si no se sabe bien quiénes somos, tampoco se sabe bien cuántos somos, que es lo que al Poder le gustaría que se supiera. Pero sí, cuando como ahora coincide que nos meten en la sala de arriba, pues, esto de ser tantos tiene sus inconvenientes -por el ajuste con la realidad de la sala, no por otro... no por otro motivo ninguno, no, no. No se le puede dar más trascendencia a esto).
 

Bueno, pues respecto a esas cosas, nos habíamos parado en la cuestión de las contradicciones, porque se trataba de venir a ver en qué sentido la lengua, la razón -que es de lo que no se puede hablar, porque ello es lo que habla; de lo que no se puede razonar, porque ello es lo que razona- de alguna manera se contradice consigo misma. Se contradice en el sentido de que costituye Realidad y al mismo tiempo descubre la falsedad de la costitución. Estas dos cosas las hace la razón, las hace la lengua corriente desmandada, cuando se deja ir; y eso que no se puede -prácticamente- 'saber', se puede decir: se puede decir -como estáis oyendo- aunque no se puede propiamente 'saber', 'idear', 'concebir', pero se puede decir, y eso mismo es un indicio de la propia contradicción de la razón consigo misma.


A este propósito, la última vez, ya os había traído [ya] como ejemplo, algunas vueltas sobre nuestros restos del libro de Heráclito, donde razón misma, trata -por su boca o por su pluma- de decir cosas de éstas. Y os denunciaba la equivocación que hoy he empezado volviendo a denunciar: reducir el razonamiento y la búsqueda de verdad al interior de la Realidad. El ejemplo por excelencia era ese de que la Historia del Pensamiento ha reducido las razones del libro de Heráclito a cosas como el panta rei, como 'el flujo', como 'el que todo se mueve', y tal. Es una manera de domesticación, porque si se trata de una teoría acerca de las cosas ¿qué más da que sea una teoría de lo estático o que sea una teoría de lo dinámico, si todo queda dentro de casa y no... y no va a pasar nada del otro mundo?, ¿no? Este era el error, y por eso recordaba que, por fortuna, muchos de los restos de ese libro, nos muestran en acto, en qué consiste de verdad la cosa, nos muestran la contradicción en marcha: "En unos mismos ríos entramos y no entramos", "Estamos y no estamos" -que es una de las maneras de contradicción sobre las que ahora tenemos que volver-, y muchas otras... y muchas otras maneras, muchas otras formulaciones, háganse por medio del 'y': "Estamos 'y' no estamos", o de otra manera, pero que son el verdadero flujo, la verdadera dinámica. La verdadera dinámica, que naturalmente, no puede ser un flujo real, un flujo físico, por ejemplo; por más que la Matemática desarrolle para sostenerlo, fluxiones como las de Newton y el resto de los... de las formas de lenguaje que tratan de razón -de dar razón- de ese movimiento 'dentro', que no puede ser eso, sino que es el flujo de la Realidad, sin más, cayendo en el 'no saber'. Ese es el flujo de verdad y eso es a lo que apuntaban las fórmulas contradictorias que nos han quedado del libro de Heráclito.


Pues a propósito de este ejemplo, creo que conviene ahora que nos paremos un rato a analizar este mecanismo de la contradicción: podemos decir que, en la lengua... en la lengua corriente... (Subid, si queréis para aquí, hay sillas: subid, sentaos como... sentaos...) En la lengua corriente podemos distinguir -como alguna otra vez he hecho ya (en algún libro, en las Lecturas presocráticas, creo)- estas maneras de presentarse la contradicción, una es esa: por medio... por medio del 'y' -de la coordinación 'y'-, la condición es decir "A es alto y bajo": "A es alto y bajo", en las formulaciones corrientes, se arriesga a resultar aceptable y no contradictorio; se le puede arrinconar más, y se puede decir "A es más alto que B y A es más bajo que B", eso ya... eso ya la vuelve un poco más... un poco más seria, un poco más definitiva, pero en todo caso -sea como sea- ésta es una de la