23.06.2010
Agustín García Calvo
Ateneo de Madrid
Tertu235-23-6-2010#Tertu235-23-6-2010.mp3
- La locura de la normalidad humana, consistente en creer en Dios.
- Las actividades de Dios matemático.
- Demostración de que hay Dios.
- Que Dios es Uno, ya que el Diablo no es sino Dios.
- Sobre la existencia de Dios.
TRANSCRIPCIÓN:
Pues vamos a seguir tratando de haceros sentir cómo es eso de que estamos locos los hombres (los normales, se entiende), con lo cual estuvimos ya dando unas vueltas el otro día. La evidencia de que estamos locos os la presentaba con ejemplos respecto a en qué mayoritariamente con mucho se consumen nuestras vidas, en qué dedicaciones a cosas como el Futuro, lo que no está aquí, haciendo costar que no parece que a ninguna otra cosa que uno pueda imaginar incluso desde nuestro punto de vista, se le pudieran ocurrir cosas semejantes. Pero resumiendo ahora, aparte de los síntomas de locura que evidentemente damos cada día, y muy en especial bajo el Régimen del Dinero en el que estamos, aparte de eso se puede resumir nuestra locura diciendo que consiste en creer en Dios. En creer en Dios. No parece que a ninguno de nosotros ni con la peor de las intenciones se le ocurriera pensar que a ningunos animales, plantas o astros se les ocurre semejante cosa como creer en Dios, mientras que es evidente que nosotros creemos en Dios, y en esto justamente nos distinguimos de cualesquiera otras cosas por buena razón, como iremos viendo, espero.
Hay sin embargo entre nosotros fantasiosos, poetas, que les atribuyen a las cosas alguna especie de Fe en Dios, y que os presentan si os descuidáis a las avecillas del cielo cantando la Gloria de Dios, alabando al Creador de una manera o de otra. Lo habéis oído muchas veces, estáis hartos. Y también que los astros en su rodar por los cielos son una especie de testimonio de la divinidad, testimonio de Dios, están movidos por ‘el (), que mueve el Sol y las otras estrellas’, como decía el Dante, y cosas por el estilo. Pero estas fantasías no tienen por qué entretenernos mucho, porque más bien, como ya el otro día nos salía decir, no se trata de fantasías: es que Dios es matemático. ‘Dios es matemático’, es una cosa que trataré ahora de que se entienda con precisión: quiere decir que un matemático cualquiera que trate de aplicar sus números, sus ecuaciones (o si ya se convierte en físico, sus esperimentos y sus medidas), a las cosas, es decir, a lo otro que no somos nosotros, está haciendo justamente la labor que Dios hace con el mundo. De manera que en ese sentido se vuelve muy razonable declararlo matemático, aparte de todas las demás fantasías. ¿Qué es lo que hace un matemático, qué es lo que hace Dios, con el mundo? Pues yo creo que ya os suenan la mayor parte de las actividades: se trata de, lo que no se sabe, que es sin fin, convertirlo en algo manejable, como ‘Infinito’. Esto es una labor esencialmente matemática en la medida en que la Matemática trata de aplicarse a las cosas, manténgase siempre esto claro. O de la misma manera, convertir AHORA en ‘un ahora’, en ‘El Ahora’. Convertir AHORA, que es lo que no se puede coger de verdad nunca, que apenas se ha dicho ya no es AHORA, que por tanto nos saca inmediatamente de la Realidad, convertirlo en algo ya perfectamente manejable para la Ciencia: ‘un ahora’, ‘un momento’, ‘El Ahora’..... No importa que eso acarree consigo toda clase de problemas a la Ciencia acerca de la simultaneidad, de la istantaneidad, todos los cuales problemas vienen de tomarse en serio esa reducción de AHORA ‘al ahora’. No importa, eso es una operación de Dios matemático. Más todavía, como más de una vez aquí nos ha salido, contar las posibilidades: si las posibilidades es algo abierto, sin fin, por tanto incontable, contarlas, en forma de probabilidades, y desarrollar ya a partir de ahí toda clase de teorías y esperimentos también que manejan el lenguaje de las probabilidades de una manera esencial, como istrumento principal sin el cual no podrían hacer nada. Las posibilidades reducidas a hechos, contadas como si fueran hechos, sin más, eso es lo que el cálculo de probabilidades trae consigo. Bueno, pues éstas son las operaciones que Dios hace con el mundo, con las cosas, con nosotros entre las cosas, y las está haciendo todos los días.
Más todavía en general está el problema de la escisión entre el observador y lo observado, entre el sujeto de la observación y el objeto de esa observación. Es una separación inveterada, nos viene desde el comienzo de la Historia, y por supuesto la Ciencia hasta estos días ha seguido sujeta a esa separación, a creer en esa distinción, en esa oposición entre el observador y lo observado, entre el que sabe y lo sabido, entre el que calcula y lo calculado, o de cualquier otra manera que lo queráis presentar. Ésa la tenéis, y es por tanto una de las grandes operaciones, falsificaciones, que Dios realiza sobre el mundo, porque por supuesto no es verdad. Ya os he advertido estos últimos días, creo, que en estos tiempos el Progreso mismo de la investigación científica ha llegado a descubrir de una manera bastante lúcida por lo menos los fallos de esa creencia de la separación entre el observador y lo observado. Ya os di algunos testimonios, y ahora podéis leer también por ejemplo unas entradas que Caramés como de costumbre con su habitual tino me ha proporcionado, de un señor Dávide Bondoni. Uno de ellos, cuyo título os traduzco “El problema del observador en Física”, donde plantea esto bastante claramente, y luego otro (son de este mes, de Junio, estas entradas que Caramés ha cazado) donde pasa justamente a la cuestión de las posibilidades. Propone una especie de Teoría de las Posibilidades, que es un término que normalmente no entraba en la Teoría Física, pero que él quiere poner en primer término y oponerla a lo que de ordinario se maneja y rige, que son las probabilidades.
Os recomiendo que leáis, como buen ejemplo, éstos de Bondoni, especialmente el primero, para aclararos respecto a eso. Veréis cómo el hombre empieza volviendo a plantear uno de los esperimentos mentales que están en la raíz de la Mecánica Cuántica tal como hoy rige, el del gato de Schmelinger, del que todos habréis oído, ¿no? Me da un poco de pereza volver a tratar de, siguiéndolo a él, volveros a presentar el esperimento, pero bueno, muy rápidamente: dentro de un recinto herméticamente cerrado hay por un lado un gato, y por otro lado un artilugio que consiste en un sitio donde hay un muy poquito de sustancia radiactiva; tan poquita, que el contador Geiger que sirve para el caso solamente podría registrar un caso de decaída de un átomo en una hora, lo más, y tal vez ninguno, durante una hora. Este aparato, a través del contador Geiger, está en relación inmediata con un martillito; un martillito que cuando el contador se lo mande, si hay una decaída de átomo, golpeará sobre una esferita de vidrio donde hay un gas inmediatamente venenoso para cualquier gato que se le ponga por delante. De manera que ésa es la trama, y desde luego, lo que importa a nuestro propósito: se ha establecido de antemano que el gato no puede influir para nada en el artilugio. Éste es el punto que Bondoni saca a discusión, y que aquí nos traemos también: el gato no puede hacer nada, no puede influir para nada. El aparato se pone a funcionar, se le deja funcionar una hora, y en una hora naturalmente puede haber sucedido una vez, o puede no haber sucedido ninguna, según el cálculo de probabilidades. Pero naturalmente el cálculo no puede haber seguido la hora, tiene que tomar la hora en conjunto para convertirla en cálculo, y entonces en el cálculo naturalmente el resultado es que ha sucedido o no ha sucedido, y eso quiere decir que ha sucedido y no ha sucedido, es decir, que el gato está vivo y está muerto. El gato está vivo y está muerto, y justamente eso es lo que plantea alguna de las cuestiones que como recordaba han servido para el establecimiento de nuestra teoría, la Mecánica Cuántica, que es la que nos rige. Bueno, y otras muchas. Naturalmente Bondoni va por el camino de poner las cosas un poco del revés, de manera que sea imposible la separación, de forma que de alguna manera la presencia del gato influye en el artilugio lo mismo que el artilugio influye en el gato, y por tanto eso hace fallar la validez del esperimento.
Pues por ese camino querría llevaros también en este punto: las cosas de por sí están continuamente interactuando unas sobre otras. Ésta es una condición que ya se nos ha presentado como incontrovertible. No puede ser por menos: una vez que las suponemos múltiples y sueltas relativamente por ahí unas de otras, pero siempre en contacto unas con otras y cambiándose unas en otras, es inevitable que estén interactuando, que las unas actúen sobre las otras. Esto es así. Ninguna distinción entre activas y pasivas, ninguna distinción entre sujeto y objeto. Ahora nos estamos refiriendo a cosas cuando todavía no se han convertido propiamente en Realidad. En esa situación, que es necesariamente previa, esta interacción continua, inconcebible de verdad para nosotros, es una condición de la que no podemos eximirnos. Ésa es la situación, y sobre esa situación es sobre la que actúa Dios matemático. Es sobre la que actúa Dios, que es el que por los procedimientos que antes os he recordado en breve reduce las cosas a Realidad propiamente dicha, y al reducir las cosas a Realidad (a la cual ya puede la Ciencia, Su Ciencia, aplicarse de una manera o de otra, con sus números y con sus otros ideales), a esa Realidad en donde a las cosas se les manda que sean las que son y que cada una sea la que es, en esa Realidad ya no hay tal vaga interacción sin sujeto ni objeto: al reducirse las cosas a realidades, en el mismo golpe Dios ha dejado fuera al Hombre como si no fuera, como es, una cosa cualquiera entre las otras cosas. Lo uno va con lo otro, y supongo que eso se entiende bien: el establecimiento de una división en la Realidad entre activos y pasivos, el que hace y el que lo sufre, y la separación del resto de la Realidad de esto del Hombre, que se da como el sujeto de las observaciones, las medidas, y todo lo que pueda pasar en el supuesto objeto. Ésta es pues la labor de Dios matemático. Es una labor costitutiva. Es una labor mortífera. Podéis decirlo de cualquiera de las dos maneras que os guste más, pero es así como las cosas quedan reducidas a Realidad y nosotros caemos bajo el engaño de la separación entre observador y observado, entre sujeto y objeto, y demás.
Alguno de vosotros a lo mejor se ha encontrado un poco estrañado, no sé si hasta molesto, de que me permita aquí, en una tertulia seria, política, como es ésta, hablar de Dios de una manera aparentemente tan irresponsable como he estado hablando y voy a seguir hablando. Antes de pediros vuestros pareceres que vengan a mejorar el planteamiento de todo esto, tengo pues que atender a eso. Tengo que animaros conmigo a reconocer que desde luego lo hay: Dios, o lo que sea, lo hay. Que lo hay, esto lo demuestra la desgracia, el sufrimiento, y concretamente la desgracia humana. Todo aquello que nosotros en conjunto, por partes o uno por uno, reconocemos sin más, y sólo por una especie de Fe completamente imbécil nos animaríamos a no reconocer: lo mal hecho de nuestra Realidad, los fallos por todas partes, el sufrimiento; de unos o de otros, de muchos o de uno mismo, da igual: la desgracia, el sufrimiento, que parecen compañeros inseparables de esta Realidad humana. Notad que si echamos la mirada fuera, algo que de verdad corresponda a esta desgracia sería muy difícil que lo encontráramos en las otras cosas ni animales, ni con el más feroz de los antropomorfismos. Es propio nuestro, y tiene relación con lo que al principio os decía al definir la locura humana como creer en Dios. Creer en Dios. Las cosas no creen en Dios, pero lo padecen. La propia costitución de las cosas, y la de cada uno de nosotros entre ellas, está siendo una prueba de la presencia de Dios, de que lo hay. Porque las cosas de por sí, nosotros mismos como cosas, ¿por qué íbamos a tener el capricho de la desgracia, el sufrimiento, etc? Hace falta reconocer un agente esterno, y ahí está. El Nombre es secundario. Si queréis llamarlo ‘El Poder’, ‘La Ley’, ‘El Dinero’, si queréis llamarlo ‘El Hombre’ mismo (considerando que eso del Hombre es algo tan estremadamente masoquista que se ha dedicado a inventarse Él mismo el sufrimiento y la desgracia), ‘el Mal’, en astracto..... De cualquiera de las maneras que lo llaméis, da lo mismo, el caso es que lo hay. Que lo hay, y que no es inherente a cualquiera de las cosas, sino que lo hay. Resumiendo, se podría decir qué Dios es ése diciendo: “Es uno que no nos deja vivir”. Con eso quedaría la cosa bastante clara, y que después tomara las caras del Poder, del Dinero, de la Ley, del Hombre, pues da igual. ¿Para qué cambiar, si se le puede llamar ‘Dios’? Da lo mismo.
Y tiene que ser precisamente Uno. Tengo que pararme un poco en esto. Porque ha sido muy tradicional convertirlo en dos. Convertirlo en dos: el Principio del Bien, y el Principio del Mal. Entre los iranios Ormuz y Arimal, entre los cristianos Dios/el Diablo..... Bueno, pues quiero llamar a vuestro sentido común para haceros sentir que no hacen falta dos para nada; que es un estorbo, que no hacen falta dos, que ya el hecho de que la cosa se convierta en dos debe ser un engaño, porque basta con Uno. Las cosas son buenas de por sí. Las cosas son buenas, no ya porque no tengan Conciencia, que también se puede decir en el sentido humano, sino porque no son lo que son. Y cuando una cosa no es la que es, no le puede hacer daño a nadie. Para hacerle daño a alguien tienen que estar ya presentes los elementos humanos: el ideal de ser el que uno es, de ser el que es, y la Conciencia. ‘Mala conciencia’, podéis añadir. De manera que está claro que quitándonos de en medio las cosas son buenas, no hay manera de que puedan hacer daño a nadie. Están interactuando entre sí, se están matando unas con otras, según (), pero eso naturalmente no tiene que ver nada con el crimen, la matanza, la Administración de Muerte, que caracteriza a la Sociedad humana. Las cosas son buenas de por sí, y entonces basta con Uno. Basta con Uno para condenarlas, para reducirlas a Realidad o costituirlas, para contarlas, para hacerlas vivir en esta lucha entre ser uno el que es, y no poder serlo, que es justamente lo que nos caracteriza, ¿no? De manera que la presencia de Dios está clara, y que es Uno, está claro. No hace falta que sean Dios y el Diablo. Por el contrario: lo que descubrimos es que Dios es el Diablo, que con su conocida astucia se ha disfrazado de Dios y ha puesto fuera a un encargado que se encargue de hacer el trabajo sucio, que se encargue de hacer el Mal. Esto cualquier jefecillo de una mafia lo hace, lo podéis ver en las películas, de manera que ésa es justamente la manera en que os animo a considerar la situación. Eso pues espero que os haya quitado la estrañeza de que utilice el nombre de Dios o sus equivalentes aquí a este propósito de nuestro desengaño. Lo hay, Uno, y con Uno basta.
Que exista o no..... porque estáis maleducados, naturalmente, y habéis adquirido el verbo ‘existir’, que justamente en las Escuelas Medievales se inventó para Dios. Si la pregunta se os escurre y se os convierte en ésta de si existe o no, entonces yo creo que muchos de los que me han seguido ven cuál es el problema en este punto: Dios es el Principio de la existencia, el que costituye las cosas en Realidad, a nosotros entre ellas. ¿El Principio de la existencia, existe? Esta tontería es justamente la que resulta: ¿el Principio de la existencia, existe? Es decir, ¿la aplicación de este sospechoso verbo de las Escuelas, tiene sentido en ese caso? Si queréis verlo con uno de los Nombres, el del Dinero: el Dinero es, como sabéis, la realidad de las realidades, en el sentido de que cualesquiera forma de realidades se reducen a Dinero, y Él se reduce a cualesquiera otras formas de realidades. De manera que es literalmente la realidad de las realidades. Se dice mejor así que diciendo ‘la cosa de las cosas’, porque aquí el nombre de ‘cosas’ lo estamos reservando para antes de la Creación, es decir, para antes de la costitución y la reducción de las cosas a Realidad. De manera que es el Dinero la realidad de las realidades. La realidad de las realidades, ¿es real, a su vez? Es decir, el Principio de la Realidad, de las cosas reducidas, que es el Dinero, a su vez, ¿es una cosa real? Es una (), pero el problema es como veis el mismo: ¿el Principio de la existencia, existe? ¿La realidad de las realidades, es una realidad? ¿Existe? Pues no tiene importancia. Como queráis. Da igual. Si lo demás se ha seguido lo bastante bien, podéis tirar por cualquiera de los dos caminos respecto a este tramposo verbo existir: el Principio de la existencia, ¿Él mismo también existe? El Dinero, que da su existencia a cualesquiera cosas, ¿Él mismo a su vez es una cosa que se realiza y existe? Da igual. Haced como queráis. Y mientras hacéis como queráis me voy a callar, y como supongo que en esto habrán surgido muchas cosas que os den que hablar, y con suerte útilmente para seguir con esta labor de desengaño, esta labor política que aquí nos traemos, os paso ya la voz, de manera que me quedo esperando. Podéis hacer lo que os venga primero: contradecir, defender, si es que hay que hacerlo, pedir más aclaración de lo que sea..... Lo que se os ocurra, pero adelante. Adelante, porque tengo que sentirme acompañado.
-Ahora que nos invitabas a reconocer que Dios lo hay, me ha estrañado un poco, y me estaba preguntando si lo dices en plan de que lo hay como las demás cosas, o solamente que lo hay porque lo reconocemos en sus obras. Mi pregunta es si no habría que decir que Dios es más bien como un ideal.
A-Claro, eso por supuesto, pero eso no aclara mucho las cosas.
-No, claro, es que ahí es donde viene un poco mi problema, que de qué manera podemos decir que los ideales los hay.
A-Sí, es que hace ya tal vez dos meses, aunque contra el temor de hacer Catecismo, les saqué a los que me acompañan más continuamente una ordenación que desde entonces suponía yo que decidía el buen uso de estos términos, y que era así: primer grado, ‘hay algo’, por la razón de que la propia pregunta, la propia negación, estaría justamente demostrando que hay algo por su propia presencia. No hay manera de salirse, de manera que hay algo. Segundo grado: ‘hay cosas’, por la sencilla razón de que no puede haber una. De manera que este ‘cosas’ es un plural no numérico, es un plural meramente negativo, la primera forma de plural vago y negativo que encontramos: hay cosas. Tercer grado: hay ideales que se imponen a las cosas. Es el punto en el que estamos, el Ser en el sentido de la diosa de Parménides: “el que es lo que es, es el que es lo que es”. Eso. ‘Todo’, ‘nada’, los números... Los números propiamente dichos, que son los enteros naturales, de los cuales todos los demás son derivaciones. ‘Uno’, ‘todo’, ‘nada’. ‘Dios’, en el sentido que lo hemos dicho aquí. Éstos, ¿cómo demuestran su presencia?: por lo que he dicho de Dios: por el estropicio, el sufrimiento, la desgracia, y la presencia del mal entre las cosas. No tienen otra demostración. Como he dicho, las cosas, antes de eso, son buenas. Son buenas justamente porque no son lo que son; pero en cuanto empieza la Ley de ser el que es, que trata de oponerse a la tentativa de las cosas de escaparse y de no ser lo que es, entonces ya necesariamente la desgracia o lo que queráis se presenta. De manera que Cuarto grado, la Realidad: de ésa imposición de los ideales es de lo que resulta la Realidad, la cual no se puede intentar ni siquiera concebir sin la intervención de los tales ideales. Bueno, de manera que esto se pretendía que sirviera como una tabla de uso de los términos, para no armar líos filosóficos o inútiles.
-Entonces, estamos oponiendo de alguna manera lo de ‘hay’ con ‘están por ahí’, ya que no lo hay de la misma manera que ‘hay cosas’.
A-Sí, ‘ahí’, o el presente ‘están’, tienen este inconveniente de que si los entendemos al modo habitual parece que se refieren al sitio en que eso se dice, con lo cual ya tenemos el mundo en que se habla que se combina con el mundo de que se habla. Ahora, si queremos no ponernos en ningún sitio, y decimos ‘están por ahí’ sin que ‘ahí’ ni el presente ‘están’ apunten a ningún sitio, entonces sí coincide con lo que hemos dicho de que las cosas tienen que ser un plural vago y estar interactuando las unas con las otras. Ahora, si ya está la Realidad, entonces ya el mundo en que se habla establece relaciones con ellas, y ya el ‘están por ahí’ tiene un sentido distinto.
-Yo es que me quedo muy descolocada después de tantos años de decir que no hay Dios, pues luego así como de repente decir ‘hay Dios’, porque yo si decía algo es ‘existe, como Dios’. Pero claro, decir ‘hay Dios’, cuando realmente siempre he dicho ‘no hay Dios’ cada vez que me enfrentaba a la desgracia, que cada vez que uno se enfrenta a la desgracia el pueblo dice.....
A-Te interrumpo y te voy a dejar seguir, pero tengo que interrumpirte porque se me ha ocurrido una cosa muy útil. Una cosa muy útil que se me ha acordado, y en contra de lo que acabas de decir: la gente, cuando le pisan el pie o le tocan lo que sea o le pasa una desgracia, nunca dice “¡Me cago en el Diablo!”, dice “¡Me cago en Dios!”. “¡Me cago en Dios!”, y de esa manera el pueblo, lo que nos queda de pueblo, está dando razón a lo que propongo. Ahora, sigue.
-Pero quiero decir, vamos a ver: una cosa que me sonaba también a una razón del haber Dios, porque el síntoma es la desgracia, de algo de eso leí una vez en Simone Veil, y me impresionó mucho, porque esta mujer lo que trabaja para llegar a esto de Dios es con la desgracia todo el rato, pero ella justamente parece que al final le daba la vuelta a la cosa, y solamente entendía no sé, porque ahora no recuerdo bien, pero efectivamente aunque el camino y la vía era la desgracia, había un descubrimiento final de lo desconocido, de Dios, que se tornaba contra sí mismo....
A-¡Bueno, bien, bien, gracias, Isabel! Muy agradecidos de que la Simone Veil nos acompañe en esto, y he agradecido muchas veces esa compañía. El que ella después se equivocara y como has dicho lo volviera del revés es muy humano, y por tanto gracias a Simone Veil y a su sufrimiento y equivocación.
-Entonces la espresión ‘existe, como Dios’, entonces ya no la podemos decir.
A-Es una pedantería, eso; eso no lo dice nadie, el verbo ‘existe’ de las Escuelas.
-Pero tú mismo dices que es un verbo que se ha hecho para Dios, y entonces ¿de qué Dios estamos hablando?
A-¡Ay, hija mía, todo el rato lo he estado tratando de mostrar, no me preguntes ahora cosas tan generales, venga! ¡Deja que hablen otros!
-Pero vamos a ver, uno de los pocos consuelos que a uno le quedan es la blasfemia, decir “¡Me cago en Dios!”....
A-¡Eso, eso! ¡Esacto! Es lo que hemos estao diciendo aquí, de manera que si has estado oyendo, eso es, y ahora cállate.
-Ahora otra cosa al respecto de existencia: yo recuerdo que en lo del Credo dicen que es increado. Los curas en el Credo recuerdan claramente que no es existente, es increado. La primera razón de la existencia está increada, luego entonces vamos a acabar diciendo lo mismo.
A-Es simplemente una cosa que yo he planteado muy clara: ¿qué hacemos con el Principio de la existencia, que es Dios? ¿Le decimos a su vez que existe? Y he terminao diciendo: “como queráis, da igual”. Adelante.
-¿La pregunta que se han hecho algunos pensadores (¿Por qué hay cosas, en lugar de nada?), la consideras inútil?
A-¡No, no, le he dao la vuelta! Es aquello que en el esquema propuesto has visto: antes de ‘cosas’ se dice simplemente lo más indefinido que en nuestra lengua cabe: ‘hay’. ‘Hay algo’, porque la propia pregunta o negación está demostrando eso. Luego, ‘hay cosas, porque no puede haber una’, etc. Lo que he dicho, de manera que las formulaciones que citas efectivamente, no es que me parezcan falsas, sino que simplemente las encuentro torpes y se prestan a la equivocación. Bueno, ¡más cosas!
-Aparte de darte las gracias por decirlo tan claro, es que cuando has sacado lo de cuando Dios impone esa diferencia entre el activo y el pasivo, me he acordado de aquello que decían del motor inmóvil, hablando de Dios, y al introducir el movimiento que costituye las cosas, cómo Él se tiene que colocar un poco como el observador frente a lo observado.
A-Si cogiéramos a un teólogo y le tomáramos en serio, tendríamos que decir que ése está optando por decir que el Principio de la existencia no existe, porque a eso les llevaba a ése tipo de teólogos, no a todos, lo del motor inmóvil, ¿no?
-Y la necesidad de introducir el movimiento en las cosas y estar todo el día zarandeándolas de un sitio para otro de mala manera, eso también parece que.....
A-() que en cambio se le atribuyen a Él, que en cambio no le pasa nada. No le pasa nada.
-En cambio el Dinero tiene que presentarse como moviéndose todo el rato.
A-Bueno, moverse todo lo que no es Él mismo, pero Él mismo, inmóvil. ¡Más, por favor!
-Yo no veo que se demuestre que hay muchas cosas porque no puede haber una. Que se demuestre algo porque si dices que no lo hay, ya lo hay, eso ya no está claro, pero que haya muchas cosas porque no puede haber una.... Puede ser que no pueda haber una, ni muchas.
A-Bueno, aquí lo de ‘muchas’ no hace falta introducirlo, ¿eh? Yo he aclarao que ese plural ‘cosas’ es un plural no numérico. ‘1’ se lleva muy bien con los números, e incluso llega a ser la razón de los números, pero con un plural indefinido no se lleva de ningún modo, de manera que ése es el motivo.
-Entonces siguen las dificultades para distinguir lo indefinido de las cosas indefinidas.
A-Bueno, para pasar de un grado al otro, para que algo se nos aparezca en forma de cosa. Sí está en las razones la negación de lo que va a venir como tercer grado, que son los ideales. Tenemos que reconocer en el tercer grado que se imponen sobre las cosas, y por tanto antes tenemos que crear las cosas, y no podemos aplicarles ‘1’, porque ‘1’ es uno de los ideales, y entonces nos estamos saltando un grado, así que ‘para mantener el orden simplemente del esquema’, tendría que decir. Se comprende la dificultad, haces bien en sacarla, pero yo creo que tiene que ser así.
-A lo sumo se podría decir que parece que hay muchas cosas, pero eso no lo demuestra.
A-¡Dónde te metes tú! Nos traes al problema del observador y el observado, el creyente y lo creído y todo eso. No, no, nos estamos asteniendo en todo lo posible de introducir opiniones, pareceres, creencias, porque eso viene más tarde.
-Es que es como una evidencia cotidiana, que hay muchas cosas.
A-Bueno, la evidencia cotidiana cualquiera de los que me siguen te dirá que sólo es de realidades, no es de cosas libres ya. Las esperimentamos, pero como realidades, es decir, sujetas a esa Ley de ser lo que es, de manera que su libertad, las cosas libres, las deducimos, pero la percepción inmediata (opiniones, pareceres, teorías, da esactamente igual), es de realidades, es decir, cosas ya esclavizadas, cosas sometidas a la Realidad. Esto es una tertulia política, es decir, que estamos contra la muerte, estamos por la libertad, y entonces la libertad nos impone liberar a las cosas y decir que no tiene por qué ser así. Bueno, gracias. ¿Qué más?
-Volviendo a si el Principio de la Realidad es real, o si la realidad de las realidades existe, pues sí que parece que a veces el Dinero, que es la realidad de las realidades, se hace una realidad Él también, y todos conocemos en la Historia que hay condiciones en que el Dinero deja de valer algo, sube, baja, y entonces se paraliza en ese momento el uso de esa moneda como cambio del resto de las cosas, y entonces se pasa a usar otra.
A-Pero tú ya sabes que ése no es el Dinero de verdad. Son como con respecto a Dios las varias advocaciones o imágenes que traten de representarlo: son sumas de una Compañía, cuentas de una Empresa, fondos, inversiones, pero el Dinero en astracto del todo, el Dinero mismo, no es..... Ya he dicho que me da igual, que se puede decir que existe, como las cosas que Él domina, o que no; no hace falta quebrarse la cabeza con eso. ¿Qué más?
-Dices que las cosas no tienen conciencia y son buenas.
A-He dicho que sobre todo porque no son lo que son.
-Y nosotros, como cosas, seríamos buenos si no tuviéramos conciencia....
A-¡Claro, seríamos buenos! Venimos a esta tertulia porque somos malos. Porque somos malos, desgraciaos....... Porque no estamos contentos. Si fuéramos cosas en lugar de ser hombres, no vendríamos a la tertulia.
-Sería como lo de Adán y Eva, que en cuanto toman conciencia......
A-Sí, sí, bueno, eso es ya una visión muy superficial. Yo he tratado de decirlo más en astracto y más primigenio. ¡Más!
-Pues a mí me sorprende que digas que las cosas son buenas antes de ser reales, porque el Sol, ¿es real, o no es real? El Sol no tiene conciencia, ¿no?, se supone, y no es ni bueno, ni malo, ni regular. Ni es lo que es, pero no necesariamente tiene que ser bueno.
A-Bueno.....porque no puede ser malo, nada más por eso. Es por lo que he dicho, y que repito ahora: para hacer mal hay que ser alguien determinado. Alguien que no es el que es, ni sabe quién es, ése nunca puede hacer mal.
-Claro que sí, el sol puede ser muy malo.
-Lo que te quiere decir Agustín es que por mucho que tomes el sol y te mueras de una insolación, eso no hace que el Sol sea malo.
-Pero no es bueno tampoco. Ni es bueno ni es malo.
-Es regular. Y por tanto el término ‘bueno’, sobra.
A-No olvidéis lo que estoy diciendo: nuestra locura, que es específica y nuestra, se puede decir que consiste en creer en Dios. No hay que olvidar por tanto en todo este discurso que los que no sean nosotros sólo con muy mala intención se les puede decir que creen en Dios, y por tanto lo de hacer mal a que ahora me refiero, es humano. Es humano, aquí no entran ni los leones comiéndose a las gacelas, ni un rayo abriendo en dos el roble o matándonos a uno de nosotros. Aquí no entra eso; estoy hablando de hacer mal en el sentido propio en que lo entendemos, y para hacer mal, lo mismo que en general para la desgracia, hace falta la intervención de un Ser Superior. Sin una intervención de un Ser Superior, no hay posibilidad. Sólo en ese sentido: porque no tienen manera de ser malas, he dicho que las cosas son buenas antes de esa intervención.
-Si son los ideales los que configuran la Realidad, entonces, si el mal específicamente humano es el creerse que somos lo que somos, a mí me parece que eso va en contra de la separación entre sujeto y objeto. Entonces, ¿en qué grado separas el objeto del sujeto en la Realidad, el árbol y yo?
A-Ya, tú lo dices porque al mismo tiempo que el esperimentador se cree que él es el que es, también cree que las cosas que observa son las que son.
-Yo siempre he pensado que el árbol cree que es árbol también. Que el árbol como tal.....
A-No.
-Es que entonces yo no entiendo qué significa confundir objeto y sujeto.
A-Lo de ‘creer que es’, es lo que he dicho ‘creer en Dios’, y eso desde luego a la encina no...
-Pero las cosas también llevan consigo esa necesidad de ser las que son, ¿no?
A-¿Por qué?
-Porque si no ya estamos en que la Realidad es nuestra.
A-¡Ah, sí!: las cosas, justamente al imponerse Dios, al imponersele los ideales, se convierten en realidades, y efectivamente tienen que ser las que son, cuantas son, y cada una la que es, y al mismo tiempo no pueden cumplir esa Ley nunca del todo. Eso sí, eso nos es común con las cosas, pero lo que he llamado creer, y creer en Dios, es distinto; eso es otro piso, eso no hace falta atribuírselo a nadie. Les tenemos que atribuir la lucha, la condena a la contradicción, a las cosas, y a nosotros en cuanto ellas, y nosotros somos ya reales. Entonces eso tenemos que atribuírnoslo en común, pero no la Fe; no la Fe propiamente dicha, no el creer en Dios, que he presentado como nuestra forma de locura. Sí.
-¿Y si nuestro punto de partida fuera el siguiente?: “yo no sé si Dios existe o no, pero estoy seguro de que no se hace cargo en absoluto de todo aquello que ha creado”.
A-¡Adónde te quedas, Ricardo, por favor! Casi parece que estás hablando en el lenguaje de los filósofos y el Catecismo. No, no, aquí yo he estao animando a no hablar en tal lenguaje. He tratado de que me acompañéis en el reconocimiento de que lo hay, y luego la cuestión de si existe o no la he dejado a lo que más os guste, porque da lo mismo una vez que se ha reconocido lo otro. Y desde luego, ocuparse de nosotros y de las cosas, es lo que hace: es justamente el que condena, el que mata, el que costituye, y el que da existencia.
-Entonces Dios es el lenguaje finalmente, porque como finalmente es el lenguaje lo que nos saca de nuestra condición de cosas, lo que nos hace humanos....
A-No, eso está muy mal dicho. No. No es así, y aquí ya hemos insistido en ello muchas veces, muchas veces, muchas veces. Hay una razón común, una lengua común, que es de las cosas nuestras, y que es justamente, al mismo tiempo que razón, esa guerra, esa contradicción. Junto a ello están los idiomas; los idiomas propios de cada cosa, porque las cosas hablan. Los caracoles tienen su idioma, y las estrellas tienen su idioma. Nosotros no lo entendemos nada, o lo entendemos muy mal, pero eso no quita para nada, no somos nosotros los que tenemos que declarar que hablan: ¡es que hablan! Es que hablan, y el negarles la palabra a las otras cosas es simplemente un fruto de nuestro condenado patriotismo y de nuestro engaño, que quiere que el idioma nuestro sea la lengua. ¡Mentira!: el idioma nuestro es el nuestro, y además el idioma nuestro se presenta siempre en idiomas, nunca en la Realidad aparece la lengua humana. Se presenta en idiomas, diversos unos de otros, y cuando se llega a la costitución de la Realidad, como el otro día creo que os saqué, hay un primer paso, que no es todavía la Fe, que es que se acepte el significado de las palabras que en un idioma determinado, en el de la tribu que a uno le toque, designan las cosas. Es lo que os decía que todavía no es más que una Fe para andar por casa, una Fe a la que está uno obligao simplemente para ir haciendo lo que se llama vivir, sus negocios, y tiene que aceptar de momento que eso es una rana, que eso es un brocal de pozo....... Bueno, en un idioma cualquiera, ¿no? Sobre eso es sobre lo que se monta después en pisos superiores la Fe propiamente dicha de la que hemos hablao. Bueno, () respecto al lenguaje, del cual se han dicho muchas tonterías, especialmente por parte de los que creen que saben, que son naturalmente los que menos saben.
-Creer en algo sería entonces lo mismo que observarlo.
A-No.
-El proceso de creer en algo se produce al observarlo. Por ejemplo incluso en Dios: creer en Dios dependería de......
A-Bueno, no automáticamente: lo más elemental es la propia actitud de la observación, que implica la separación entre lo uno y lo otro, ¿no? No hace falta, y en todo caso hace falta lo que acabo de decir: esa Fe que consiste en que, bueno, que vale el significado de las palabras. Sean de la lengua vulgar, la verdadera, o sean del idioma, probablemente matemático, que el físico observador tenga que usar, aceptar que esas palabras tienen un significado, y que para que el esperimento o la teoría continúe, no hay más remedio, hay que aceptarlo. No, creer en Dios no es eso, creer en Dios es una locura que está por encima de eso, aunque también esté montada sobre esas cosas humanas. Creer en Dios es lo que os he tratado de.......
-Creer en uno mismo, ¿no?
A-Bueno, ya antes dije “llamarlo Poder, llamarlo Dinero, llamarlo El Hombre”, y entre esas cosas dije ‘Uno’, y puede decirse Uno mismo, como lo que hay que amar. Tal vez, aunque parezca lo contrario, el nombre menos engañoso es ‘Dios’, pero de cualquier manera que lo llaméis da igual: lo hay, y se demuestra porque está condenando a las cosas y a nosotros a la desgracia. No ya sólo a la contradicción, sino al engaño, la desgracia; a la Fe.
-Entonces, lo mismo que se dice que el pueblo no existe, pero lo hay, ahora hay que decir que Dios lo hay, pero no existe. A ver si me aclaro, porque es que a mí me están escandalizando al revés.
A-Me remito al esquema. El esquema era: primer grado, ‘hay algo’.....
-() lo más creativo, lo más escelso, también se hace en el estado de locura. Las Ciencias, la Física, la Química, la Mecánica Cuántica, en su punta progresiva, están avanzando determinadas cosas que alivien el dolor humano, pero eso se hace con la negación.......
A-¡Ah, sí, sí, nos hacen mucho bien, las condenadas de ellas, las Ciencias! Bueno, ya el otro día, que me parece que estabas, espliqué cómo la locura de los locos sirve para que entendamos cuál es la locura de los normales, porque si no, no la entendemos bien.
-Y esos mismos, sin creer en ese Dios, creen en sus prácticas completamente empíricas de su labor, del trabajo diario.
A-¡Claro, claro!, ya he dicho que eso es como para los negocios: hace falta tener esa especie de Fe en que los significados de las palabras que se usan valen pa ir tirando. Pa ir tirando, pero por encima de eso se montan poco a poco los ideales y el creer en Dios.
-Como Dios es el que nombra, entonces cuando nombramos creemos en Dios porque nombramos, porque estamos nombrando. Dios seria la voluntad definitoria, o la persecución de la definición en contraposición al carácter relacional y metamorfósico de las cosas en común relacionándose en movimiento, y entonces por eso creemos en Dios, porque nombramos, y al nombrar creemos en Dios.
A-Es bastante razonable. Lástima que lo has dicho en dialecto filosófico, y eso siempre es muy de desconfiar. Aquí como has visto trato de rehuirlo todo lo que puedo y emplear el lenguaje vulgar y corriente, que es menos engañoso, pero por lo demás creo que es razonable y se puede reducir a eso. Antes de volver a Dios: la Fe del científico mismo, es que se puede denominar la cosa sin realizarla, es decir, convertirla en Realidad. Eso de ‘nombrar’ que tú has sacado. Pues eso es falso, y lo mismo se puede aplicar a Dios: no se puede decir simplemente que Dios nombra, porque al nombrar está creando en el sentido (no en otro) de ‘realizando’, es decir, reduciendo justamente las cosas libres que pudiera haber habido, a cosas ya reales y determinadas por su idea, o por el ideal que se les impone. En ese sentido. Pero aparte de Dios (ésta es lección para cualquiera de los demás), el engaño, aparte del general de separar observador y observado, es pensar que se puede denominar, calcular, contar, sin al mismo tiempo realizar lo que no estaba realizado. Muchos de los problemas de la Cuántica vienen justamente de esta confusión: la actitud, aunque no sea pensamiento, de que por un lado está la posibilidad de denominar, contar, medir, y que eso a las cosas no les hace nada, mientras que se hace evidente que ésas actividades de cómputo, medida y demás, son realizadoras, es decir, están convirtiendo lo que tal vez no era todavía cosa real, en una cosa real. Un fotón por ejemplo mismo, ¿no? Pensar que la denominación, la teoría, el cómputo, se refieren a algo que está ahí y no le hacen nada, olvidar que se lo está con ello mismo realizando, es uno de los errores en que conviene insistir.
-Pero justo ésa es la diferencia que yo encuentro entre ‘algo’ y ‘cosas’: en cuanto las cosas son cosas lo son porque se ha producido esa demarcación no sólo nominal, sino de realificación. O sea, cuando antes decías que ‘cosa’ lo relacionabas con Realidad, me entraba mejor en la cabeza, pero ahora que ya sacas de la Realidad las cosas y las pones casi como del lado de una verdad que no entiendo, una verdad que sería un algo, como que no fueran posibles ya dentro de la Realidad, sino que ya eso sería cuando se hacen ‘re-recosas’, o supracosas. Esos dos planos me parecen muy forzaos, Maestro.
A-Bueno, te he dejado que te distraigas tanto rato con este discurso porque es muy tarde y estoy muy cansao, y no tenía fuerzas para cortarte. Yo comprendo, Isabel, que tu o cualquiera, cuando oyen una cosa que puede hacerle daño, comprendo que se defienda, y tú te lo permites más que la mayoría, ¡muuuucho! ¿Queda alguna cosa más por ahí?
-El problema de la maldad se resolvería entonces renunciando al Hombre.
A-He dicho que a Dios le puedes llamar también ‘El Hombre’, da igual, el nombre es indiferente.
-Y renunciando a Dios, renunciando al Dinero, renunciando al Poder......
A-¡No, no! Es que no hay lugar a renunciación: lo hay, esto nos carga encima. Es decir, la guerra que nos traemos aquí en esta tertulia es porque precisamente lo hay: nos oprime, nos costituye, nos define, nos mata, y es contra eso, ¿no? No, no hay por qué renunciar. A lo que os he invitao es a renunciar al Diablo en cuanto opuesto a Dios, ¿eh? Dios es el Diablo. El truco es que se disfraza de Dios, y al mismo tiempo envía un encargado a que haga el trabajo sucio. Bueno, con esto se nos ha hecho muy tarde, de manera que si os parece, si el...... Sí.
-Que se me ocurría a mí que para entender esto de que las cosas no pueden ser malas parece que hay que pensar que para ser malo hace falta ser un verdadero hijo de la gran puta, como Dios, que es como el mismo Diablo, y las cosas no pueden ser....
A-Bueno, no hace falta ser tan hijo de puta, basta con ser un poco hijo de puta.
Hay sin embargo entre nosotros fantasiosos, poetas, que les atribuyen a las cosas alguna especie de Fe en Dios, y que os presentan si os descuidáis a las avecillas del cielo cantando la Gloria de Dios, alabando al Creador de una manera o de otra. Lo habéis oído muchas veces, estáis hartos. Y también que los astros en su rodar por los cielos son una especie de testimonio de la divinidad, testimonio de Dios, están movidos por ‘el (), que mueve el Sol y las otras estrellas’, como decía el Dante, y cosas por el estilo. Pero estas fantasías no tienen por qué entretenernos mucho, porque más bien, como ya el otro día nos salía decir, no se trata de fantasías: es que Dios es matemático. ‘Dios es matemático’, es una cosa que trataré ahora de que se entienda con precisión: quiere decir que un matemático cualquiera que trate de aplicar sus números, sus ecuaciones (o si ya se convierte en físico, sus esperimentos y sus medidas), a las cosas, es decir, a lo otro que no somos nosotros, está haciendo justamente la labor que Dios hace con el mundo. De manera que en ese sentido se vuelve muy razonable declararlo matemático, aparte de todas las demás fantasías. ¿Qué es lo que hace un matemático, qué es lo que hace Dios, con el mundo? Pues yo creo que ya os suenan la mayor parte de las actividades: se trata de, lo que no se sabe, que es sin fin, convertirlo en algo manejable, como ‘Infinito’. Esto es una labor esencialmente matemática en la medida en que la Matemática trata de aplicarse a las cosas, manténgase siempre esto claro. O de la misma manera, convertir AHORA en ‘un ahora’, en ‘El Ahora’. Convertir AHORA, que es lo que no se puede coger de verdad nunca, que apenas se ha dicho ya no es AHORA, que por tanto nos saca inmediatamente de la Realidad, convertirlo en algo ya perfectamente manejable para la Ciencia: ‘un ahora’, ‘un momento’, ‘El Ahora’..... No importa que eso acarree consigo toda clase de problemas a la Ciencia acerca de la simultaneidad, de la istantaneidad, todos los cuales problemas vienen de tomarse en serio esa reducción de AHORA ‘al ahora’. No importa, eso es una operación de Dios matemático. Más todavía, como más de una vez aquí nos ha salido, contar las posibilidades: si las posibilidades es algo abierto, sin fin, por tanto incontable, contarlas, en forma de probabilidades, y desarrollar ya a partir de ahí toda clase de teorías y esperimentos también que manejan el lenguaje de las probabilidades de una manera esencial, como istrumento principal sin el cual no podrían hacer nada. Las posibilidades reducidas a hechos, contadas como si fueran hechos, sin más, eso es lo que el cálculo de probabilidades trae consigo. Bueno, pues éstas son las operaciones que Dios hace con el mundo, con las cosas, con nosotros entre las cosas, y las está haciendo todos los días.
Más todavía en general está el problema de la escisión entre el observador y lo observado, entre el sujeto de la observación y el objeto de esa observación. Es una separación inveterada, nos viene desde el comienzo de la Historia, y por supuesto la Ciencia hasta estos días ha seguido sujeta a esa separación, a creer en esa distinción, en esa oposición entre el observador y lo observado, entre el que sabe y lo sabido, entre el que calcula y lo calculado, o de cualquier otra manera que lo queráis presentar. Ésa la tenéis, y es por tanto una de las grandes operaciones, falsificaciones, que Dios realiza sobre el mundo, porque por supuesto no es verdad. Ya os he advertido estos últimos días, creo, que en estos tiempos el Progreso mismo de la investigación científica ha llegado a descubrir de una manera bastante lúcida por lo menos los fallos de esa creencia de la separación entre el observador y lo observado. Ya os di algunos testimonios, y ahora podéis leer también por ejemplo unas entradas que Caramés como de costumbre con su habitual tino me ha proporcionado, de un señor Dávide Bondoni. Uno de ellos, cuyo título os traduzco “El problema del observador en Física”, donde plantea esto bastante claramente, y luego otro (son de este mes, de Junio, estas entradas que Caramés ha cazado) donde pasa justamente a la cuestión de las posibilidades. Propone una especie de Teoría de las Posibilidades, que es un término que normalmente no entraba en la Teoría Física, pero que él quiere poner en primer término y oponerla a lo que de ordinario se maneja y rige, que son las probabilidades.
Os recomiendo que leáis, como buen ejemplo, éstos de Bondoni, especialmente el primero, para aclararos respecto a eso. Veréis cómo el hombre empieza volviendo a plantear uno de los esperimentos mentales que están en la raíz de la Mecánica Cuántica tal como hoy rige, el del gato de Schmelinger, del que todos habréis oído, ¿no? Me da un poco de pereza volver a tratar de, siguiéndolo a él, volveros a presentar el esperimento, pero bueno, muy rápidamente: dentro de un recinto herméticamente cerrado hay por un lado un gato, y por otro lado un artilugio que consiste en un sitio donde hay un muy poquito de sustancia radiactiva; tan poquita, que el contador Geiger que sirve para el caso solamente podría registrar un caso de decaída de un átomo en una hora, lo más, y tal vez ninguno, durante una hora. Este aparato, a través del contador Geiger, está en relación inmediata con un martillito; un martillito que cuando el contador se lo mande, si hay una decaída de átomo, golpeará sobre una esferita de vidrio donde hay un gas inmediatamente venenoso para cualquier gato que se le ponga por delante. De manera que ésa es la trama, y desde luego, lo que importa a nuestro propósito: se ha establecido de antemano que el gato no puede influir para nada en el artilugio. Éste es el punto que Bondoni saca a discusión, y que aquí nos traemos también: el gato no puede hacer nada, no puede influir para nada. El aparato se pone a funcionar, se le deja funcionar una hora, y en una hora naturalmente puede haber sucedido una vez, o puede no haber sucedido ninguna, según el cálculo de probabilidades. Pero naturalmente el cálculo no puede haber seguido la hora, tiene que tomar la hora en conjunto para convertirla en cálculo, y entonces en el cálculo naturalmente el resultado es que ha sucedido o no ha sucedido, y eso quiere decir que ha sucedido y no ha sucedido, es decir, que el gato está vivo y está muerto. El gato está vivo y está muerto, y justamente eso es lo que plantea alguna de las cuestiones que como recordaba han servido para el establecimiento de nuestra teoría, la Mecánica Cuántica, que es la que nos rige. Bueno, y otras muchas. Naturalmente Bondoni va por el camino de poner las cosas un poco del revés, de manera que sea imposible la separación, de forma que de alguna manera la presencia del gato influye en el artilugio lo mismo que el artilugio influye en el gato, y por tanto eso hace fallar la validez del esperimento.
Pues por ese camino querría llevaros también en este punto: las cosas de por sí están continuamente interactuando unas sobre otras. Ésta es una condición que ya se nos ha presentado como incontrovertible. No puede ser por menos: una vez que las suponemos múltiples y sueltas relativamente por ahí unas de otras, pero siempre en contacto unas con otras y cambiándose unas en otras, es inevitable que estén interactuando, que las unas actúen sobre las otras. Esto es así. Ninguna distinción entre activas y pasivas, ninguna distinción entre sujeto y objeto. Ahora nos estamos refiriendo a cosas cuando todavía no se han convertido propiamente en Realidad. En esa situación, que es necesariamente previa, esta interacción continua, inconcebible de verdad para nosotros, es una condición de la que no podemos eximirnos. Ésa es la situación, y sobre esa situación es sobre la que actúa Dios matemático. Es sobre la que actúa Dios, que es el que por los procedimientos que antes os he recordado en breve reduce las cosas a Realidad propiamente dicha, y al reducir las cosas a Realidad (a la cual ya puede la Ciencia, Su Ciencia, aplicarse de una manera o de otra, con sus números y con sus otros ideales), a esa Realidad en donde a las cosas se les manda que sean las que son y que cada una sea la que es, en esa Realidad ya no hay tal vaga interacción sin sujeto ni objeto: al reducirse las cosas a realidades, en el mismo golpe Dios ha dejado fuera al Hombre como si no fuera, como es, una cosa cualquiera entre las otras cosas. Lo uno va con lo otro, y supongo que eso se entiende bien: el establecimiento de una división en la Realidad entre activos y pasivos, el que hace y el que lo sufre, y la separación del resto de la Realidad de esto del Hombre, que se da como el sujeto de las observaciones, las medidas, y todo lo que pueda pasar en el supuesto objeto. Ésta es pues la labor de Dios matemático. Es una labor costitutiva. Es una labor mortífera. Podéis decirlo de cualquiera de las dos maneras que os guste más, pero es así como las cosas quedan reducidas a Realidad y nosotros caemos bajo el engaño de la separación entre observador y observado, entre sujeto y objeto, y demás.
Alguno de vosotros a lo mejor se ha encontrado un poco estrañado, no sé si hasta molesto, de que me permita aquí, en una tertulia seria, política, como es ésta, hablar de Dios de una manera aparentemente tan irresponsable como he estado hablando y voy a seguir hablando. Antes de pediros vuestros pareceres que vengan a mejorar el planteamiento de todo esto, tengo pues que atender a eso. Tengo que animaros conmigo a reconocer que desde luego lo hay: Dios, o lo que sea, lo hay. Que lo hay, esto lo demuestra la desgracia, el sufrimiento, y concretamente la desgracia humana. Todo aquello que nosotros en conjunto, por partes o uno por uno, reconocemos sin más, y sólo por una especie de Fe completamente imbécil nos animaríamos a no reconocer: lo mal hecho de nuestra Realidad, los fallos por todas partes, el sufrimiento; de unos o de otros, de muchos o de uno mismo, da igual: la desgracia, el sufrimiento, que parecen compañeros inseparables de esta Realidad humana. Notad que si echamos la mirada fuera, algo que de verdad corresponda a esta desgracia sería muy difícil que lo encontráramos en las otras cosas ni animales, ni con el más feroz de los antropomorfismos. Es propio nuestro, y tiene relación con lo que al principio os decía al definir la locura humana como creer en Dios. Creer en Dios. Las cosas no creen en Dios, pero lo padecen. La propia costitución de las cosas, y la de cada uno de nosotros entre ellas, está siendo una prueba de la presencia de Dios, de que lo hay. Porque las cosas de por sí, nosotros mismos como cosas, ¿por qué íbamos a tener el capricho de la desgracia, el sufrimiento, etc? Hace falta reconocer un agente esterno, y ahí está. El Nombre es secundario. Si queréis llamarlo ‘El Poder’, ‘La Ley’, ‘El Dinero’, si queréis llamarlo ‘El Hombre’ mismo (considerando que eso del Hombre es algo tan estremadamente masoquista que se ha dedicado a inventarse Él mismo el sufrimiento y la desgracia), ‘el Mal’, en astracto..... De cualquiera de las maneras que lo llaméis, da lo mismo, el caso es que lo hay. Que lo hay, y que no es inherente a cualquiera de las cosas, sino que lo hay. Resumiendo, se podría decir qué Dios es ése diciendo: “Es uno que no nos deja vivir”. Con eso quedaría la cosa bastante clara, y que después tomara las caras del Poder, del Dinero, de la Ley, del Hombre, pues da igual. ¿Para qué cambiar, si se le puede llamar ‘Dios’? Da lo mismo.
Y tiene que ser precisamente Uno. Tengo que pararme un poco en esto. Porque ha sido muy tradicional convertirlo en dos. Convertirlo en dos: el Principio del Bien, y el Principio del Mal. Entre los iranios Ormuz y Arimal, entre los cristianos Dios/el Diablo..... Bueno, pues quiero llamar a vuestro sentido común para haceros sentir que no hacen falta dos para nada; que es un estorbo, que no hacen falta dos, que ya el hecho de que la cosa se convierta en dos debe ser un engaño, porque basta con Uno. Las cosas son buenas de por sí. Las cosas son buenas, no ya porque no tengan Conciencia, que también se puede decir en el sentido humano, sino porque no son lo que son. Y cuando una cosa no es la que es, no le puede hacer daño a nadie. Para hacerle daño a alguien tienen que estar ya presentes los elementos humanos: el ideal de ser el que uno es, de ser el que es, y la Conciencia. ‘Mala conciencia’, podéis añadir. De manera que está claro que quitándonos de en medio las cosas son buenas, no hay manera de que puedan hacer daño a nadie. Están interactuando entre sí, se están matando unas con otras, según (), pero eso naturalmente no tiene que ver nada con el crimen, la matanza, la Administración de Muerte, que caracteriza a la Sociedad humana. Las cosas son buenas de por sí, y entonces basta con Uno. Basta con Uno para condenarlas, para reducirlas a Realidad o costituirlas, para contarlas, para hacerlas vivir en esta lucha entre ser uno el que es, y no poder serlo, que es justamente lo que nos caracteriza, ¿no? De manera que la presencia de Dios está clara, y que es Uno, está claro. No hace falta que sean Dios y el Diablo. Por el contrario: lo que descubrimos es que Dios es el Diablo, que con su conocida astucia se ha disfrazado de Dios y ha puesto fuera a un encargado que se encargue de hacer el trabajo sucio, que se encargue de hacer el Mal. Esto cualquier jefecillo de una mafia lo hace, lo podéis ver en las películas, de manera que ésa es justamente la manera en que os animo a considerar la situación. Eso pues espero que os haya quitado la estrañeza de que utilice el nombre de Dios o sus equivalentes aquí a este propósito de nuestro desengaño. Lo hay, Uno, y con Uno basta.
Que exista o no..... porque estáis maleducados, naturalmente, y habéis adquirido el verbo ‘existir’, que justamente en las Escuelas Medievales se inventó para Dios. Si la pregunta se os escurre y se os convierte en ésta de si existe o no, entonces yo creo que muchos de los que me han seguido ven cuál es el problema en este punto: Dios es el Principio de la existencia, el que costituye las cosas en Realidad, a nosotros entre ellas. ¿El Principio de la existencia, existe? Esta tontería es justamente la que resulta: ¿el Principio de la existencia, existe? Es decir, ¿la aplicación de este sospechoso verbo de las Escuelas, tiene sentido en ese caso? Si queréis verlo con uno de los Nombres, el del Dinero: el Dinero es, como sabéis, la realidad de las realidades, en el sentido de que cualesquiera forma de realidades se reducen a Dinero, y Él se reduce a cualesquiera otras formas de realidades. De manera que es literalmente la realidad de las realidades. Se dice mejor así que diciendo ‘la cosa de las cosas’, porque aquí el nombre de ‘cosas’ lo estamos reservando para antes de la Creación, es decir, para antes de la costitución y la reducción de las cosas a Realidad. De manera que es el Dinero la realidad de las realidades. La realidad de las realidades, ¿es real, a su vez? Es decir, el Principio de la Realidad, de las cosas reducidas, que es el Dinero, a su vez, ¿es una cosa real? Es una (), pero el problema es como veis el mismo: ¿el Principio de la existencia, existe? ¿La realidad de las realidades, es una realidad? ¿Existe? Pues no tiene importancia. Como queráis. Da igual. Si lo demás se ha seguido lo bastante bien, podéis tirar por cualquiera de los dos caminos respecto a este tramposo verbo existir: el Principio de la existencia, ¿Él mismo también existe? El Dinero, que da su existencia a cualesquiera cosas, ¿Él mismo a su vez es una cosa que se realiza y existe? Da igual. Haced como queráis. Y mientras hacéis como queráis me voy a callar, y como supongo que en esto habrán surgido muchas cosas que os den que hablar, y con suerte útilmente para seguir con esta labor de desengaño, esta labor política que aquí nos traemos, os paso ya la voz, de manera que me quedo esperando. Podéis hacer lo que os venga primero: contradecir, defender, si es que hay que hacerlo, pedir más aclaración de lo que sea..... Lo que se os ocurra, pero adelante. Adelante, porque tengo que sentirme acompañado.
-Ahora que nos invitabas a reconocer que Dios lo hay, me ha estrañado un poco, y me estaba preguntando si lo dices en plan de que lo hay como las demás cosas, o solamente que lo hay porque lo reconocemos en sus obras. Mi pregunta es si no habría que decir que Dios es más bien como un ideal.
A-Claro, eso por supuesto, pero eso no aclara mucho las cosas.
-No, claro, es que ahí es donde viene un poco mi problema, que de qué manera podemos decir que los ideales los hay.
A-Sí, es que hace ya tal vez dos meses, aunque contra el temor de hacer Catecismo, les saqué a los que me acompañan más continuamente una ordenación que desde entonces suponía yo que decidía el buen uso de estos términos, y que era así: primer grado, ‘hay algo’, por la razón de que la propia pregunta, la propia negación, estaría justamente demostrando que hay algo por su propia presencia. No hay manera de salirse, de manera que hay algo. Segundo grado: ‘hay cosas’, por la sencilla razón de que no puede haber una. De manera que este ‘cosas’ es un plural no numérico, es un plural meramente negativo, la primera forma de plural vago y negativo que encontramos: hay cosas. Tercer grado: hay ideales que se imponen a las cosas. Es el punto en el que estamos, el Ser en el sentido de la diosa de Parménides: “el que es lo que es, es el que es lo que es”. Eso. ‘Todo’, ‘nada’, los números... Los números propiamente dichos, que son los enteros naturales, de los cuales todos los demás son derivaciones. ‘Uno’, ‘todo’, ‘nada’. ‘Dios’, en el sentido que lo hemos dicho aquí. Éstos, ¿cómo demuestran su presencia?: por lo que he dicho de Dios: por el estropicio, el sufrimiento, la desgracia, y la presencia del mal entre las cosas. No tienen otra demostración. Como he dicho, las cosas, antes de eso, son buenas. Son buenas justamente porque no son lo que son; pero en cuanto empieza la Ley de ser el que es, que trata de oponerse a la tentativa de las cosas de escaparse y de no ser lo que es, entonces ya necesariamente la desgracia o lo que queráis se presenta. De manera que Cuarto grado, la Realidad: de ésa imposición de los ideales es de lo que resulta la Realidad, la cual no se puede intentar ni siquiera concebir sin la intervención de los tales ideales. Bueno, de manera que esto se pretendía que sirviera como una tabla de uso de los términos, para no armar líos filosóficos o inútiles.
-Entonces, estamos oponiendo de alguna manera lo de ‘hay’ con ‘están por ahí’, ya que no lo hay de la misma manera que ‘hay cosas’.
A-Sí, ‘ahí’, o el presente ‘están’, tienen este inconveniente de que si los entendemos al modo habitual parece que se refieren al sitio en que eso se dice, con lo cual ya tenemos el mundo en que se habla que se combina con el mundo de que se habla. Ahora, si queremos no ponernos en ningún sitio, y decimos ‘están por ahí’ sin que ‘ahí’ ni el presente ‘están’ apunten a ningún sitio, entonces sí coincide con lo que hemos dicho de que las cosas tienen que ser un plural vago y estar interactuando las unas con las otras. Ahora, si ya está la Realidad, entonces ya el mundo en que se habla establece relaciones con ellas, y ya el ‘están por ahí’ tiene un sentido distinto.
-Yo es que me quedo muy descolocada después de tantos años de decir que no hay Dios, pues luego así como de repente decir ‘hay Dios’, porque yo si decía algo es ‘existe, como Dios’. Pero claro, decir ‘hay Dios’, cuando realmente siempre he dicho ‘no hay Dios’ cada vez que me enfrentaba a la desgracia, que cada vez que uno se enfrenta a la desgracia el pueblo dice.....
A-Te interrumpo y te voy a dejar seguir, pero tengo que interrumpirte porque se me ha ocurrido una cosa muy útil. Una cosa muy útil que se me ha acordado, y en contra de lo que acabas de decir: la gente, cuando le pisan el pie o le tocan lo que sea o le pasa una desgracia, nunca dice “¡Me cago en el Diablo!”, dice “¡Me cago en Dios!”. “¡Me cago en Dios!”, y de esa manera el pueblo, lo que nos queda de pueblo, está dando razón a lo que propongo. Ahora, sigue.
-Pero quiero decir, vamos a ver: una cosa que me sonaba también a una razón del haber Dios, porque el síntoma es la desgracia, de algo de eso leí una vez en Simone Veil, y me impresionó mucho, porque esta mujer lo que trabaja para llegar a esto de Dios es con la desgracia todo el rato, pero ella justamente parece que al final le daba la vuelta a la cosa, y solamente entendía no sé, porque ahora no recuerdo bien, pero efectivamente aunque el camino y la vía era la desgracia, había un descubrimiento final de lo desconocido, de Dios, que se tornaba contra sí mismo....
A-¡Bueno, bien, bien, gracias, Isabel! Muy agradecidos de que la Simone Veil nos acompañe en esto, y he agradecido muchas veces esa compañía. El que ella después se equivocara y como has dicho lo volviera del revés es muy humano, y por tanto gracias a Simone Veil y a su sufrimiento y equivocación.
-Entonces la espresión ‘existe, como Dios’, entonces ya no la podemos decir.
A-Es una pedantería, eso; eso no lo dice nadie, el verbo ‘existe’ de las Escuelas.
-Pero tú mismo dices que es un verbo que se ha hecho para Dios, y entonces ¿de qué Dios estamos hablando?
A-¡Ay, hija mía, todo el rato lo he estado tratando de mostrar, no me preguntes ahora cosas tan generales, venga! ¡Deja que hablen otros!
-Pero vamos a ver, uno de los pocos consuelos que a uno le quedan es la blasfemia, decir “¡Me cago en Dios!”....
A-¡Eso, eso! ¡Esacto! Es lo que hemos estao diciendo aquí, de manera que si has estado oyendo, eso es, y ahora cállate.
-Ahora otra cosa al respecto de existencia: yo recuerdo que en lo del Credo dicen que es increado. Los curas en el Credo recuerdan claramente que no es existente, es increado. La primera razón de la existencia está increada, luego entonces vamos a acabar diciendo lo mismo.
A-Es simplemente una cosa que yo he planteado muy clara: ¿qué hacemos con el Principio de la existencia, que es Dios? ¿Le decimos a su vez que existe? Y he terminao diciendo: “como queráis, da igual”. Adelante.
-¿La pregunta que se han hecho algunos pensadores (¿Por qué hay cosas, en lugar de nada?), la consideras inútil?
A-¡No, no, le he dao la vuelta! Es aquello que en el esquema propuesto has visto: antes de ‘cosas’ se dice simplemente lo más indefinido que en nuestra lengua cabe: ‘hay’. ‘Hay algo’, porque la propia pregunta o negación está demostrando eso. Luego, ‘hay cosas, porque no puede haber una’, etc. Lo que he dicho, de manera que las formulaciones que citas efectivamente, no es que me parezcan falsas, sino que simplemente las encuentro torpes y se prestan a la equivocación. Bueno, ¡más cosas!
-Aparte de darte las gracias por decirlo tan claro, es que cuando has sacado lo de cuando Dios impone esa diferencia entre el activo y el pasivo, me he acordado de aquello que decían del motor inmóvil, hablando de Dios, y al introducir el movimiento que costituye las cosas, cómo Él se tiene que colocar un poco como el observador frente a lo observado.
A-Si cogiéramos a un teólogo y le tomáramos en serio, tendríamos que decir que ése está optando por decir que el Principio de la existencia no existe, porque a eso les llevaba a ése tipo de teólogos, no a todos, lo del motor inmóvil, ¿no?
-Y la necesidad de introducir el movimiento en las cosas y estar todo el día zarandeándolas de un sitio para otro de mala manera, eso también parece que.....
A-() que en cambio se le atribuyen a Él, que en cambio no le pasa nada. No le pasa nada.
-En cambio el Dinero tiene que presentarse como moviéndose todo el rato.
A-Bueno, moverse todo lo que no es Él mismo, pero Él mismo, inmóvil. ¡Más, por favor!
-Yo no veo que se demuestre que hay muchas cosas porque no puede haber una. Que se demuestre algo porque si dices que no lo hay, ya lo hay, eso ya no está claro, pero que haya muchas cosas porque no puede haber una.... Puede ser que no pueda haber una, ni muchas.
A-Bueno, aquí lo de ‘muchas’ no hace falta introducirlo, ¿eh? Yo he aclarao que ese plural ‘cosas’ es un plural no numérico. ‘1’ se lleva muy bien con los números, e incluso llega a ser la razón de los números, pero con un plural indefinido no se lleva de ningún modo, de manera que ése es el motivo.
-Entonces siguen las dificultades para distinguir lo indefinido de las cosas indefinidas.
A-Bueno, para pasar de un grado al otro, para que algo se nos aparezca en forma de cosa. Sí está en las razones la negación de lo que va a venir como tercer grado, que son los ideales. Tenemos que reconocer en el tercer grado que se imponen sobre las cosas, y por tanto antes tenemos que crear las cosas, y no podemos aplicarles ‘1’, porque ‘1’ es uno de los ideales, y entonces nos estamos saltando un grado, así que ‘para mantener el orden simplemente del esquema’, tendría que decir. Se comprende la dificultad, haces bien en sacarla, pero yo creo que tiene que ser así.
-A lo sumo se podría decir que parece que hay muchas cosas, pero eso no lo demuestra.
A-¡Dónde te metes tú! Nos traes al problema del observador y el observado, el creyente y lo creído y todo eso. No, no, nos estamos asteniendo en todo lo posible de introducir opiniones, pareceres, creencias, porque eso viene más tarde.
-Es que es como una evidencia cotidiana, que hay muchas cosas.
A-Bueno, la evidencia cotidiana cualquiera de los que me siguen te dirá que sólo es de realidades, no es de cosas libres ya. Las esperimentamos, pero como realidades, es decir, sujetas a esa Ley de ser lo que es, de manera que su libertad, las cosas libres, las deducimos, pero la percepción inmediata (opiniones, pareceres, teorías, da esactamente igual), es de realidades, es decir, cosas ya esclavizadas, cosas sometidas a la Realidad. Esto es una tertulia política, es decir, que estamos contra la muerte, estamos por la libertad, y entonces la libertad nos impone liberar a las cosas y decir que no tiene por qué ser así. Bueno, gracias. ¿Qué más?
-Volviendo a si el Principio de la Realidad es real, o si la realidad de las realidades existe, pues sí que parece que a veces el Dinero, que es la realidad de las realidades, se hace una realidad Él también, y todos conocemos en la Historia que hay condiciones en que el Dinero deja de valer algo, sube, baja, y entonces se paraliza en ese momento el uso de esa moneda como cambio del resto de las cosas, y entonces se pasa a usar otra.
A-Pero tú ya sabes que ése no es el Dinero de verdad. Son como con respecto a Dios las varias advocaciones o imágenes que traten de representarlo: son sumas de una Compañía, cuentas de una Empresa, fondos, inversiones, pero el Dinero en astracto del todo, el Dinero mismo, no es..... Ya he dicho que me da igual, que se puede decir que existe, como las cosas que Él domina, o que no; no hace falta quebrarse la cabeza con eso. ¿Qué más?
-Dices que las cosas no tienen conciencia y son buenas.
A-He dicho que sobre todo porque no son lo que son.
-Y nosotros, como cosas, seríamos buenos si no tuviéramos conciencia....
A-¡Claro, seríamos buenos! Venimos a esta tertulia porque somos malos. Porque somos malos, desgraciaos....... Porque no estamos contentos. Si fuéramos cosas en lugar de ser hombres, no vendríamos a la tertulia.
-Sería como lo de Adán y Eva, que en cuanto toman conciencia......
A-Sí, sí, bueno, eso es ya una visión muy superficial. Yo he tratado de decirlo más en astracto y más primigenio. ¡Más!
-Pues a mí me sorprende que digas que las cosas son buenas antes de ser reales, porque el Sol, ¿es real, o no es real? El Sol no tiene conciencia, ¿no?, se supone, y no es ni bueno, ni malo, ni regular. Ni es lo que es, pero no necesariamente tiene que ser bueno.
A-Bueno.....porque no puede ser malo, nada más por eso. Es por lo que he dicho, y que repito ahora: para hacer mal hay que ser alguien determinado. Alguien que no es el que es, ni sabe quién es, ése nunca puede hacer mal.
-Claro que sí, el sol puede ser muy malo.
-Lo que te quiere decir Agustín es que por mucho que tomes el sol y te mueras de una insolación, eso no hace que el Sol sea malo.
-Pero no es bueno tampoco. Ni es bueno ni es malo.
-Es regular. Y por tanto el término ‘bueno’, sobra.
A-No olvidéis lo que estoy diciendo: nuestra locura, que es específica y nuestra, se puede decir que consiste en creer en Dios. No hay que olvidar por tanto en todo este discurso que los que no sean nosotros sólo con muy mala intención se les puede decir que creen en Dios, y por tanto lo de hacer mal a que ahora me refiero, es humano. Es humano, aquí no entran ni los leones comiéndose a las gacelas, ni un rayo abriendo en dos el roble o matándonos a uno de nosotros. Aquí no entra eso; estoy hablando de hacer mal en el sentido propio en que lo entendemos, y para hacer mal, lo mismo que en general para la desgracia, hace falta la intervención de un Ser Superior. Sin una intervención de un Ser Superior, no hay posibilidad. Sólo en ese sentido: porque no tienen manera de ser malas, he dicho que las cosas son buenas antes de esa intervención.
-Si son los ideales los que configuran la Realidad, entonces, si el mal específicamente humano es el creerse que somos lo que somos, a mí me parece que eso va en contra de la separación entre sujeto y objeto. Entonces, ¿en qué grado separas el objeto del sujeto en la Realidad, el árbol y yo?
A-Ya, tú lo dices porque al mismo tiempo que el esperimentador se cree que él es el que es, también cree que las cosas que observa son las que son.
-Yo siempre he pensado que el árbol cree que es árbol también. Que el árbol como tal.....
A-No.
-Es que entonces yo no entiendo qué significa confundir objeto y sujeto.
A-Lo de ‘creer que es’, es lo que he dicho ‘creer en Dios’, y eso desde luego a la encina no...
-Pero las cosas también llevan consigo esa necesidad de ser las que son, ¿no?
A-¿Por qué?
-Porque si no ya estamos en que la Realidad es nuestra.
A-¡Ah, sí!: las cosas, justamente al imponerse Dios, al imponersele los ideales, se convierten en realidades, y efectivamente tienen que ser las que son, cuantas son, y cada una la que es, y al mismo tiempo no pueden cumplir esa Ley nunca del todo. Eso sí, eso nos es común con las cosas, pero lo que he llamado creer, y creer en Dios, es distinto; eso es otro piso, eso no hace falta atribuírselo a nadie. Les tenemos que atribuir la lucha, la condena a la contradicción, a las cosas, y a nosotros en cuanto ellas, y nosotros somos ya reales. Entonces eso tenemos que atribuírnoslo en común, pero no la Fe; no la Fe propiamente dicha, no el creer en Dios, que he presentado como nuestra forma de locura. Sí.
-¿Y si nuestro punto de partida fuera el siguiente?: “yo no sé si Dios existe o no, pero estoy seguro de que no se hace cargo en absoluto de todo aquello que ha creado”.
A-¡Adónde te quedas, Ricardo, por favor! Casi parece que estás hablando en el lenguaje de los filósofos y el Catecismo. No, no, aquí yo he estao animando a no hablar en tal lenguaje. He tratado de que me acompañéis en el reconocimiento de que lo hay, y luego la cuestión de si existe o no la he dejado a lo que más os guste, porque da lo mismo una vez que se ha reconocido lo otro. Y desde luego, ocuparse de nosotros y de las cosas, es lo que hace: es justamente el que condena, el que mata, el que costituye, y el que da existencia.
-Entonces Dios es el lenguaje finalmente, porque como finalmente es el lenguaje lo que nos saca de nuestra condición de cosas, lo que nos hace humanos....
A-No, eso está muy mal dicho. No. No es así, y aquí ya hemos insistido en ello muchas veces, muchas veces, muchas veces. Hay una razón común, una lengua común, que es de las cosas nuestras, y que es justamente, al mismo tiempo que razón, esa guerra, esa contradicción. Junto a ello están los idiomas; los idiomas propios de cada cosa, porque las cosas hablan. Los caracoles tienen su idioma, y las estrellas tienen su idioma. Nosotros no lo entendemos nada, o lo entendemos muy mal, pero eso no quita para nada, no somos nosotros los que tenemos que declarar que hablan: ¡es que hablan! Es que hablan, y el negarles la palabra a las otras cosas es simplemente un fruto de nuestro condenado patriotismo y de nuestro engaño, que quiere que el idioma nuestro sea la lengua. ¡Mentira!: el idioma nuestro es el nuestro, y además el idioma nuestro se presenta siempre en idiomas, nunca en la Realidad aparece la lengua humana. Se presenta en idiomas, diversos unos de otros, y cuando se llega a la costitución de la Realidad, como el otro día creo que os saqué, hay un primer paso, que no es todavía la Fe, que es que se acepte el significado de las palabras que en un idioma determinado, en el de la tribu que a uno le toque, designan las cosas. Es lo que os decía que todavía no es más que una Fe para andar por casa, una Fe a la que está uno obligao simplemente para ir haciendo lo que se llama vivir, sus negocios, y tiene que aceptar de momento que eso es una rana, que eso es un brocal de pozo....... Bueno, en un idioma cualquiera, ¿no? Sobre eso es sobre lo que se monta después en pisos superiores la Fe propiamente dicha de la que hemos hablao. Bueno, () respecto al lenguaje, del cual se han dicho muchas tonterías, especialmente por parte de los que creen que saben, que son naturalmente los que menos saben.
-Creer en algo sería entonces lo mismo que observarlo.
A-No.
-El proceso de creer en algo se produce al observarlo. Por ejemplo incluso en Dios: creer en Dios dependería de......
A-Bueno, no automáticamente: lo más elemental es la propia actitud de la observación, que implica la separación entre lo uno y lo otro, ¿no? No hace falta, y en todo caso hace falta lo que acabo de decir: esa Fe que consiste en que, bueno, que vale el significado de las palabras. Sean de la lengua vulgar, la verdadera, o sean del idioma, probablemente matemático, que el físico observador tenga que usar, aceptar que esas palabras tienen un significado, y que para que el esperimento o la teoría continúe, no hay más remedio, hay que aceptarlo. No, creer en Dios no es eso, creer en Dios es una locura que está por encima de eso, aunque también esté montada sobre esas cosas humanas. Creer en Dios es lo que os he tratado de.......
-Creer en uno mismo, ¿no?
A-Bueno, ya antes dije “llamarlo Poder, llamarlo Dinero, llamarlo El Hombre”, y entre esas cosas dije ‘Uno’, y puede decirse Uno mismo, como lo que hay que amar. Tal vez, aunque parezca lo contrario, el nombre menos engañoso es ‘Dios’, pero de cualquier manera que lo llaméis da igual: lo hay, y se demuestra porque está condenando a las cosas y a nosotros a la desgracia. No ya sólo a la contradicción, sino al engaño, la desgracia; a la Fe.
-Entonces, lo mismo que se dice que el pueblo no existe, pero lo hay, ahora hay que decir que Dios lo hay, pero no existe. A ver si me aclaro, porque es que a mí me están escandalizando al revés.
A-Me remito al esquema. El esquema era: primer grado, ‘hay algo’.....
-() lo más creativo, lo más escelso, también se hace en el estado de locura. Las Ciencias, la Física, la Química, la Mecánica Cuántica, en su punta progresiva, están avanzando determinadas cosas que alivien el dolor humano, pero eso se hace con la negación.......
A-¡Ah, sí, sí, nos hacen mucho bien, las condenadas de ellas, las Ciencias! Bueno, ya el otro día, que me parece que estabas, espliqué cómo la locura de los locos sirve para que entendamos cuál es la locura de los normales, porque si no, no la entendemos bien.
-Y esos mismos, sin creer en ese Dios, creen en sus prácticas completamente empíricas de su labor, del trabajo diario.
A-¡Claro, claro!, ya he dicho que eso es como para los negocios: hace falta tener esa especie de Fe en que los significados de las palabras que se usan valen pa ir tirando. Pa ir tirando, pero por encima de eso se montan poco a poco los ideales y el creer en Dios.
-Como Dios es el que nombra, entonces cuando nombramos creemos en Dios porque nombramos, porque estamos nombrando. Dios seria la voluntad definitoria, o la persecución de la definición en contraposición al carácter relacional y metamorfósico de las cosas en común relacionándose en movimiento, y entonces por eso creemos en Dios, porque nombramos, y al nombrar creemos en Dios.
A-Es bastante razonable. Lástima que lo has dicho en dialecto filosófico, y eso siempre es muy de desconfiar. Aquí como has visto trato de rehuirlo todo lo que puedo y emplear el lenguaje vulgar y corriente, que es menos engañoso, pero por lo demás creo que es razonable y se puede reducir a eso. Antes de volver a Dios: la Fe del científico mismo, es que se puede denominar la cosa sin realizarla, es decir, convertirla en Realidad. Eso de ‘nombrar’ que tú has sacado. Pues eso es falso, y lo mismo se puede aplicar a Dios: no se puede decir simplemente que Dios nombra, porque al nombrar está creando en el sentido (no en otro) de ‘realizando’, es decir, reduciendo justamente las cosas libres que pudiera haber habido, a cosas ya reales y determinadas por su idea, o por el ideal que se les impone. En ese sentido. Pero aparte de Dios (ésta es lección para cualquiera de los demás), el engaño, aparte del general de separar observador y observado, es pensar que se puede denominar, calcular, contar, sin al mismo tiempo realizar lo que no estaba realizado. Muchos de los problemas de la Cuántica vienen justamente de esta confusión: la actitud, aunque no sea pensamiento, de que por un lado está la posibilidad de denominar, contar, medir, y que eso a las cosas no les hace nada, mientras que se hace evidente que ésas actividades de cómputo, medida y demás, son realizadoras, es decir, están convirtiendo lo que tal vez no era todavía cosa real, en una cosa real. Un fotón por ejemplo mismo, ¿no? Pensar que la denominación, la teoría, el cómputo, se refieren a algo que está ahí y no le hacen nada, olvidar que se lo está con ello mismo realizando, es uno de los errores en que conviene insistir.
-Pero justo ésa es la diferencia que yo encuentro entre ‘algo’ y ‘cosas’: en cuanto las cosas son cosas lo son porque se ha producido esa demarcación no sólo nominal, sino de realificación. O sea, cuando antes decías que ‘cosa’ lo relacionabas con Realidad, me entraba mejor en la cabeza, pero ahora que ya sacas de la Realidad las cosas y las pones casi como del lado de una verdad que no entiendo, una verdad que sería un algo, como que no fueran posibles ya dentro de la Realidad, sino que ya eso sería cuando se hacen ‘re-recosas’, o supracosas. Esos dos planos me parecen muy forzaos, Maestro.
A-Bueno, te he dejado que te distraigas tanto rato con este discurso porque es muy tarde y estoy muy cansao, y no tenía fuerzas para cortarte. Yo comprendo, Isabel, que tu o cualquiera, cuando oyen una cosa que puede hacerle daño, comprendo que se defienda, y tú te lo permites más que la mayoría, ¡muuuucho! ¿Queda alguna cosa más por ahí?
-El problema de la maldad se resolvería entonces renunciando al Hombre.
A-He dicho que a Dios le puedes llamar también ‘El Hombre’, da igual, el nombre es indiferente.
-Y renunciando a Dios, renunciando al Dinero, renunciando al Poder......
A-¡No, no! Es que no hay lugar a renunciación: lo hay, esto nos carga encima. Es decir, la guerra que nos traemos aquí en esta tertulia es porque precisamente lo hay: nos oprime, nos costituye, nos define, nos mata, y es contra eso, ¿no? No, no hay por qué renunciar. A lo que os he invitao es a renunciar al Diablo en cuanto opuesto a Dios, ¿eh? Dios es el Diablo. El truco es que se disfraza de Dios, y al mismo tiempo envía un encargado a que haga el trabajo sucio. Bueno, con esto se nos ha hecho muy tarde, de manera que si os parece, si el...... Sí.
-Que se me ocurría a mí que para entender esto de que las cosas no pueden ser malas parece que hay que pensar que para ser malo hace falta ser un verdadero hijo de la gran puta, como Dios, que es como el mismo Diablo, y las cosas no pueden ser....
A-Bueno, no hace falta ser tan hijo de puta, basta con ser un poco hijo de puta.