27.08.2014

Tertulia Política número 247 (15 de Septiembre de 2010)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

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TRANSCRIPCIÓN:

 

Estamos volviendo a esta tarea interminable de destruir ideas, de atacar la Fe en la Realidad, aprovechando que la Realidad, al parecer, necesita esa Fe para sostenerse. Como aquí no nos dedicamos por tanto a destrucciones del tipo de las bombas y las ametralladoras, nos dedicamos a lo que se pueda hacer hablando, que es justamente destruir la Fe en la que la Realidad misma se funda, en la que se funda el Poder, todo lo que acá abajo nos duele, que llamamos o Capital o Estado o cualquier otra denominación cuya presencia se siente justamente por nuestro sufrimiento.

Y en esa labor de acabar con la Fe que, como he dicho, es interminable, pero parece que no nos importa, que aquí no tenemos prisa y seguimos con ella, valga para lo que valga,  nos volvíamos a dedicar y nos tocaba ahora volvernos a dedicar a derruir los fundamentos mismos de la Realidad llamada física, del Tiempo en primer lugar como único fundamento de esa Realidad por lo que ya sabéis: porque el Poder (Estado, Capital) se ha dedicado siempre a intentar fundar sus leyes (las leyes que nos pesan, leyes que nos opriman) en otras leyes que son las leyes físicas: “Las cosas son así como son, muchacho, ¡qué le vas a hacer!: las cosas son así como son”. De manera que en vista de que ése es el truco habitual del Poder para sostenerse (fundar sus leyes jurídicas, morales, en otras leyes físicas) no nos queda más remedio de vez en cuando que volvernos sobre esas leyes físicas y tratar de desmontar lo que desde niños nos han hecho creer y que luego todos los días os siguen haciendo creer a través de los Informativos televisivos y a través de vez en cuando de los documentales vulgarizadores de la Física, probándonos con ello (lo cual no deja de ser un ánimo) que necesitan todos los días predicarlo. Esto es lo que nos da, no digo una esperanza, pero un cierto ánimo para seguir con el ataque.

Pues contra esa educación que habéis recibido y que recibís todos los días tenemos que volvernos sobre las cuestiones del fundamento de la Realidad y en primer lugar el Tiempo, aprovechando para ello, de vez en cuando también, las intervenciones de algunos de los propios físicos, pero más bien físicos en ciernes, no del todo establecidos, y que se mantienen (por lo menos físicos o matemáticos) sensibles, sensibles a los problemas de los fundamentos. De eso tenemos que aprovecharnos, de vez en cuando, en contra de la Ciencia vulgarizada, la que se os vende como lo sabido y cumple las funciones de la Teología en este mundo que nos ha tocado bajo el Régimen del Bienestar.

Sobre ello teníamos que volver y vamos a ver cómo os lo tomáis porque vuelvo a deciros que no estoy tan tranquilo respecto a cuántos y cómo me acompañáis en esta empresa, y por eso estamos aquí, para que os oiga también un poco. Vamos a ver cómo os tomáis esto, por ejemplo cuando se os dice aquí cosas como éstas: “Nada más real que el movimiento”. Nada más real que el movimiento, pero naturalmente tenemos que aclarar, por si hay todavía alguna duda en ello, de que hay, que se trata de un movimiento real, lo cual quiere decir necesariamente contradictorio, es decir, un movimiento que se opone al reposo. Así es la Realidad ésta en la que no voy a decir “vivimos”, pero ‘existimos’ entre las demás cosas que existen en este Tiempo: movimiento acompañado de/y opuesto con reposo, porque si no tampoco serviría como fundamento de la Realidad. Lo que se llama movimiento en el lenguaje vulgar y en el de la Ciencia es algo que efectivamente cuenta con inicio (del movimiento), terminación (del movimiento), es decir: salida del reposo y vuelta a caer en el reposo, en la quietud. De manera que las dos cosas se nos hacen creer de una manera complementaria, inseparables.

Efectivamente las leyes mismas de la inercia, en la Física, cuentan con que hay un inicio del movimiento del cuerpo que sea: se sale del reposo y se entra en el movimiento. Al sentido común enseguida esto pues le retiembla o le espeluzna, porque está siempre “¿cómo se produce eso?”, ¿cómo del reposo puede una cosa pasar al movimiento?, porque o pasa de repente (lo cual resulta muy increíble) o va pasando por grados, y entonces, pues ya sabéis los problemas que, de una manera tan clara y para siempre, nos dejó formulados Zenón de Elea. Pero efectivamente eso es lo que pone de relieve las dificultades de este movimiento que sin embargo es el real, es con el que se cuenta: nada más real que el movimiento junto con el reposo que se le opone.

Esto es la Ciencia, por supuesto, pero también la Fe corriente que domina: contamos con que hay una cosa, y que una cosa es la que es porque está en un sitio y después está en otro, que por tanto se ha movido, se ha trasladado y nos desentendemos cuando nos parece del hecho de que entre tanto está sujeta a otro movimiento: que está cambiando, de manera que la que arranca nunca puede ser exactamente la que llega (que es lo que Juan de Mairena sacaba con la naranja que al caer rodando no podía llegar nunca siendo la misma que cuando desde lo alto de la cuesta se lanzaba, porque entre tanto se ha ido descascarillando y estropeando de tal manera que no puede ser la misma), pero sin embargo otra vez más esto es lo que nos sirve como movimiento y como fundamento mismo de la Realidad. Y ya veis que en ello os he vuelto a implicar las dos cosas que suelen separarse, que son el movimiento local y el cambio, porque el problema, aunque sea de maneras tan separadas, se presenta lo mismo para el movimiento local que para el cambio. Son increíbles, están llenos de problemas en cuanto se piensa, pero como de ordinario no se piensa, como de ordinario lo que se hace es que se cree (porque para existir es lo que hace falta: creer; no: no es pensar, para existir no hace falta pensar ni nada, basta con creer), pues como de ordinario no se piensa, pues esos problemas que el movimiento trae consigo quedan ocultos, se pasan por alto, no pasa nada, seguimos existiendo, seguimos creyendo que las cosas existen como se nos ha enseñado, etc.

Pues ahí tenéis la raíz de todos estos problemas que están en torno al tiempo. Para que no entréis en esto con demasiados engaños, pensad que no se trata de lo que os enseñan de ordinario como primero, que es definir, no se trata de ¿qué es tiempo?, éste es el mal camino. Vuelvo a detenerme un poco a apartaros del mal camino, que es el camino de la definición. El camino de la definición, por ejemplo “¿qué es tiempo?”, cuenta con que hay algo que efectivamente es tiempo y que puede uno tranquilamente preguntarse qué es. Ya sabéis que esto es mentira, que no es así, que no tiene por qué ser así, pero así es como funciona la cosa. Con tiempo en especial, pero con cualquier cosa. Si alguien empieza su investigación diciendo “¿Qué son amapolas?”, pues ya puede después decir todo lo que quiera y hacer su descripción todo la precisa y todo lo fundada en esperiencias que le parezca: ya de partida ha pensado que efectivamente hay por ahí, antes de la pregunta, algo que son amapolas. Así que ya puedes después decir y descubrir todo lo que sea acerca del asunto, y por ahí no se va a ninguna parte… vamos, se va (ya sabéis), se va al sitio donde os mandan ir todos los días, ¿eh?: a repetir lo que ya está hecho, a creer lo que está creído y todo lo demás.

Por ahí no se va más que… por ahí. Cuando aquí en esta tertulia en que deseamos que lo que quede de pueblo por debajo de las personas hable de vez en cuando por nuestras voces, aquí naturalmente no podemos permitirnos eso: es la mala vía. La mala vía es la que mayoritariamente siguen todas las indagaciones, no sólo ya financieras-industriales sino también científicas de cualquier tipo, filosóficas de cualquier tipo, mayoritariamente; es decir, se trata de preguntar dentro de la Realidad por la Realidad, por las cosas reales. Cuando se practica esto así, está claro que la pregunta queda dentro, la pregunta queda dentro de la Realidad y ya no le puede hacer ningún mal ni al Capital, ni al Estado, ni a Dios, ni a Uno ni a nadie; la pregunta se queda dentro y se va a volver en un enredo, en un entretenimiento interminable con todas las especificaciones y progresos que puedan ofrecerse respecto a la pregunta.

Naturalmente un creyente de veras piensa que la Realidad es todo lo que hay, aunque tenga que incluir para ello a Dios como ente también realísimo. Si se piensa que la Realidad es todo lo que hay, se dirá “Pues ¿dónde se va a preguntar por la Realidad más que dentro de la Realidad?”. Es algo que parece inevitable en cuanto ese artículo de la Fe se impone, pero una de las perogrulladas que aquí se nos han ofrecido es que “La Realidad no es todo lo que hay”, simplemente así, sin ninguna afirmación correspondiente: “La Realidad no es todo lo que hay”, de manera que tiene sentido pedir que se pregunte desde fuera; que se pregunte desde fuera reconociendo que cualquier pregunta, investigación de las cosas, que se haga desde dentro de lo que se cree que son las cosas, la Realidad, no va a ninguna parte más que adonde ha ido, no va más que a un Futuro que simplemente reproduce el pasado, al cual a su vez se le ha dotado también de unas condiciones y de una Fe que no le permiten tener ningún peligro ni escape inoportuno.

Ésa es la mala vía de la que quería desanimaros. Y eso de que se intente otra cosa, se intente no preguntar dando por supuesta la Realidad, no es tan difícil (no digamos ‘imposible’, como cualquier representante del Poder pretendería), no es ni siquiera tan difícil, porque justamente se aprovecha de que las cosas no pueden tener ninguna definición verdadera. De manera que en lugar de preguntar ¿qué es tiempo?, ¿qué es amapolas?, ¿qué es tiempo?, se trata de, en un idioma cualquiera (por ejemplo, el que nos ha tocado) analizar las maneras diversas (y enseguida se descubre que contradictorias) con que la gente emplea el término (amapolas, tiempo). ‘La gente’ queriendo decir por un lado la gente corriente como nosotros, y por otro lado también los especialistas en el engaño (filósofos, físicos, teólogos y demás) los cuales no pueden eximirse de esta condena a tener que emplear el término de maneras contradictorias. Un idioma, como éste nuestro, no es más que un idioma entre los muchos que hay y que puede haber, no es la lengua de verdad, pero sin embargo tiene sentido atacar desde el idioma que a uno le toca: simplemente examinar curiosamente cómo se habla de amapolas de maneras distintas: “el sueño con una corona de amapolas”, “comer los niños las granas de las amapolas”, “amapolas en los campos de mayo haciendo una bandera”,  tal… son maneras que, si no se piensa, pues son simplemente usos, acepciones en todo caso, como diría un diccionario, acepciones diversas del término, pero que no van a ninguna parte, no estorban mayormente, eso se ve enseguida.

¿Cómo se emplea ‘tiempo’ entre la gente corriente?, se dice por ejemplo “¡Cuánto tiempo hace que no nos vemos!” (¡cuánto tiempo!, “¡Cuánto tiempo hace que no nos vemos!”), y se dice también “Esto se produce al mismo tiempo que eso otro” (al mismo tiempo). Este camino es mucho más útil que intentar cualquier definición; de ahí después se puede pasar a los usos en la Física o cualquier cosa, pero conviene empezar por abajo.

“¡Cuánto tiempo hace que no nos vemos!” es algo que está sugiriendo por lo bajo algo como una continuidad; una continuidad, un tiempo que ha pasado, no hace falta que se le cuente en años ni en horas, es en bruto: ¡cuánto tiempo! ‘¡Cuánto tiempo!’ como una cuantía continua. Si se dice “Ese choque se produjo al mismo tiempo que tu mujer estaba pariendo” (‘ese choque de autos’, por ejemplo, quiero decir. No hace falta que impliquemos que ella está dentro del auto, vamos, simplemente simultaneidad, es simultaneidad, estén donde estén las cosas), “Ese choque de autos se produjo al mismo tiempo que tu mujer estaba pariendo”, ‘al mismo tiempo’. ‘Al mismo tiempo’ efectivamente ordinariamente se toma pues naturalmente sin tomárselo en serio, como una mera aproximación, como si dijéramos “Más o menos al mismo tiempo” (por ahí, dentro de unos plazos relativamente breves de diferencia), pero lo cierto es que está apuntando con ese ‘mismo’, quieras que no, está apuntando al mismo tiempo de verdad; y al ‘mismo tiempo de verdad’ querría decir efectivamente lo que a los físicos se les ha presentado y se les sigue presentando como problemas en el mundo: el de la simultaneidad; el de la simultaneidad de acontecimientos, de acontecimientos de objetos  observables directos: al mismo tiempo un acontecimiento que el otro. Y esto, sea lo que sea de lo que se nos continúe ofreciendo, está claramente contradiciendo a lo otro de “¡Cuánto tiempo hace que no nos vemos!”. Es justamente la continuidad por un lado, lo que pasa, que trata de concebirse (aunque es inconcebible) como un continuo; y la simultaneidad, el punto -el punto-, el punto de tiempo es justamente como el término que debió entrar en los filósofos medievales, in puncto temporis, queriendo acercar la cuestión del tiempo a la cuestión del punto en las diversas formas de la Matemática, donde presenta también un problema principal y tremebundo.

Son compatibles esas maneras contradictorias de decir ‘tiempo’ gracias a que, como digo, no nos las tomamos al pie de la letra, no las tomamos en serio: para existir, para mantener la Fe, basta con una cierta aproximación decente, no hace falta pretender exactitudes ni cosas absolutas, ¿no?, pero no por ello quita a esa contradicción de los usos lo que tiene de revelador, revelador del problema más profundo que está en torno a eso de ‘tiempo’, que seguimos sin saber lo que es.

Bueno, pues ésa es la otra vía, es después de todo a la que aquí nos dedicamos lo mismo cuando hacemos análisis de los usos de los términos en la gente que cuando los buscamos en las lenguas especiales de la Física, también en las formulaciones matemáticas que sirven a la Física, y eso es lo que puede ir camino (si se le deja), camino de poner en tela de juicio la Fe en la que nos mantenemos, la Fe que necesitamos no para eso de vivir, como se diría vagamente (suponemos que a las cosas, ni siquiera a los animales, no les hace falta ninguna tener Fe), no para vivir pero para existir, y desde luego de alguna manera es de suponer que las otras cosas tienen Fe, padecen la Fe en otras formas; en otras formas que no entrarían dentro de nuestra noción humana de Fe, pero a nosotros nos toca en esa forma, y eso se necesita no para vivir pero para existir; ‘existir’ que, tomando este verbo que se inventó para Dios en las escuelas, usamos aquí bastante desaprensivamente; ‘existir’ que quiere decir: ‘uno mismo’ y al mismo tiempo ‘ir tirando’; ir tirando como se puede y al mismo tiempo ser el que es (¡nada menos!, como Dios: ser el que es).

A esa especie de doble oficio, con dos términos tan absolutamente contradictorios, es a lo que llamamos ‘existir’, y desde luego para eso hace falta Fe, ¿eh?, hace falta Fe. Para hacer compatible esto del ‘ir tirando’ (por así decir, irse manteniendo, irse haciendo o deshaciendo) y al mismo tiempo ‘ser uno el que es’, ¡nada menos!: ser uno el que es, es decir, como Dios, como el Ser mismo, según las formulaciones que la Diosa le enseñaba a Parménides en su tiempo: “ser el que es”. No puede ser, desde luego: en cuanto se piensa, la Fe se viene abajo: no puede ser que uno sea el que es y al mismo tiempo que siga haciendo eso que se llama vivir, que siga tirando como puede. Son las paradojas del movimiento sobre las que no hace falta volver ahora, con el ejemplo nuestro os las he recordado en general.

Cuando encontramos usos contradictorios, por tanto de la palabra ‘tiempo’ en un idioma, es de notar que por ahí no vamos a saber y definir qué es tiempo, pero sí vamos a descubrir algunas contradicciones que pueden ser muy fundamentales. “¡Cuánto tiempo que no nos vemos!” es la continuidad; “Chocaron al mismo tiempo que parió” es simultaneidad, las dos cosas nos sacan de la Realidad, pensadas por un momento, nos sacan de la Realidad. Nos sacan de la Realidad. ‘Simultaneidad’ querría decir lo que aquí estamos usando todos los días con el simple índice ‘ahora’. Una y otra vez descubrimos esta maravilla de que AHORA salta fuera del Tiempo real, que si el Tiempo real es eso que nos dicen los calendarios y los relojes, es decir, lo que está compuesto de futuros, pasados y presente (un presente aproximativo), AHORA no está ahí; AHORA no está ahí, AHORA está AHORA; AHORA está AHORA y cada vez que digo AHORA y cuando lo he dicho ya deja de ser AHORA, y por tanto eso no es una manera de estar en el Tiempo real; eso no es una manera de existir ni nada. AHORA por tanto tiene esta virtud que nos saca fuera del Tiempo real. Y por supuesto la continuidad, un tiempo que va pasando continuamente, nos sacaría del todo de la Realidad. ¿Cómo ibais a habéroslas con un tiempo que pasa sin contar; un tiempo que no tenga  ni minutos, ni años, ni siglos de la Historia, ni años luz de la Astronomía? Cualesquiera unidades de ésas, cualesquiera de esas divisiones, naturalmente, nos lo hacen comprensible, tragable, pero ¿qué ibais a hacer con un tiempo que no pudiera tener ni minutos, ni horas, si siglos, ni años luz, un tiempo que fuera simplemente un pasar continuo?, no podríais hacer nada en cuanto entes reales, en cuanto siguierais existiendo; como existentes tenéis inmediatamente que contar, contar el tiempo porque sólo así existe para vosotros y vosotros existís en él, sólo así.

De manera que justamente es por esta vía de buscar usos del término, como en el término ‘tiempo’, cómo eso sin más nos hace asomar a los bordes, a los falsos bordes de la Realidad, a descubrirnos, tanto por ‘AHORA’ como por ‘continuo’, que hay algo que no existe, algo que no es real, algo que no es real. De manera que los usos que después corrientemente se les den al término ‘tiempo’ evidentemente han de ser arreglos, recomposiciones justamente destinadas a mantener la Fe que necesitamos para ir tirando, nada más que eso.

Me voy a interrumpir porque es que ya no sé si empiezo a sospechar que a lo mejor algunos, aunque nada más haga que asomarme a este tipo de especulación, empiezan a sentirse un poco estraños y, claro, naturalmente yo aquí estoy deseando que seamos todos muy estraños unos a otros, porque la familia es una cosa muy mala, pero eso no quiere decir que no aspire también a una especie de atisbo de comunidad entre las maneras de sentir y por tanto de pensar.

Fijáos la maravilla que es el mundo: es una maravilla que a mí se me hace cada vez más maravillosa, más inconcebible. No sé si algunos de vosotros seguirán manteniendo este crecimiento en la maravilla, desde luego desearía que sí, que me acompañarais en ello: cada vez más incomprensible, cada vez más maravilloso. Cada vez que me desnudo de las cosas que creía yo que eran el mundo, cada vez que me desnudo en algo de lo que pensaba que eran las relaciones entre las personas o las relaciones entre los astros o cualesquiera otras formas de aparición del mundo, lo que se me descubre es mucho más maravilloso que lo anterior, tanto más maravilloso cuanto más incomprensible.

Esto es justamente lo que os quería recordar, no vaya a ser que los que me sigan con esto crean que nos estamos dedicando a una destrucción de lo que es inconcebible. Estamos dedicándonos justamente a destruir lo concebible, lo ideado, lo que está impuesto por la Fe, y con eso efectivamente pues quedan abiertas todas esas posibilidades sin fin en el mundo que no se sabe; el mundo que no se sabe. Tan maravilloso es el mundo pero (como ya en días pasados volvimos a recordar en crítica al poema de Machado) no maravilloso para uno; yo he dicho que a mí me pasa eso, pero ¡cuidado!: a mí me pasa eso en la medida en que yo sea uno que está algo mal hecho, uno que no es muy uno del todo.

No se trata efectivamente de que el mundo sea maravilloso para que yo lo vea lo maravilloso que es, porque es que, ya sabéis, el Poder es el Poder, la Democracia es la Democracia y su artículo fundamental es que cada uno se crea que es el que es y que todo lo que pasa pues se refiere a él y a sus intereses y lo demás: pues no. Aquello que una vez me salía y que creo que os he recordado luchando contra las agencias de turismo, que era “¿Qué falta les hará a las pirámides de Egipto que vaya yo a verlas?”. Pues eso podemos tranquilamente generalizarlo, generalizarlo a lo que ahora estoy llamando ‘el mundo’: ¿Qué falta les hará a las estrellas, a los animales, a todo lo que hay y que no sé qué hay, que sea yo el que lo vea, el que lo observe, el que lo cuente, el que me maraville, el que disfrute de ello, el que me aterre con ello?, ¿qué, coños, les haré falta yo en cuanto siendo uno? Cuando os estoy recordando la maravilla del mundo, que tal vez se va acrecentando a la medida que se vuelve más incomprensible y desnudo de las ideas, lo hacía para recordaros esto: que no se trata de que sea maravilloso para uno, y que por tanto la maravilla dependa de alguna manera de que sea yo el que lo ve, el que se maravilla, el que lo disfrute: es aparte de mí; no sé cómo pero así: es maravilloso en la misma medida que incomprensible. De manera que esto quería añadir para que a alguno no le dé por pensar que la tarea a la que nos estamos dedicando aquí es mortífera en algún sentido de matar la vida o la maravilla, es al revés: es la tarea de matar la Fe, que es justamente la que impide a uno sentir eso, o peor todavía: le hace creer que es para él, “mi mundo”, “mi mundo”.

Bueno, y con esto ya os dejo para que me hagáis sentir hasta qué punto sentís vivas las contradicciones que os he puesto en relieve, me acompañéis en ello, antes de que (ya será para otro día) volvamos sobre todo a la cuestión del tiempo y las cuestiones relacionadas. De manera que ya, respecto a lo hablado hasta aquí, adelante las palabras que sean.

          - Yo parece que me maravillo a la menor, porque en el ejemplo que has puesto de los coches y la señora pariendo, lo primero que he sentido es que la señora estaba dentro y que estaba pariendo en el mismo momento del choque de los coches. Es decir que es lo primero que… la simultaneidad pero auténtica, es que justo una cosa iba con la otra.

         AGC - Sí, con esa intención debió salir la cosa, pero aclarar enseguida: es que da lo mismo, que no esté…

          - No. ¿Cómo que no?, da lo mismo: lo primero que sientes es esa maravilla: que en el choque de coches está pariendo la señora. Es que eso es así.

          AGC - Que tú… Ahí tienes la…

          - Lo primero, al escuchar la formulación.

          AGC - ¿Habría simultaneidad en el caso de que la señora estuviera dentro del auto?

          - Por lo menos yo lo sentía como que sucedía a la vez.

          AGC - ¿Y puede ser?, ¿tiene sentido eso?

          - Claro que podría ser. Es un caso más frecuente.

          AGC - No tiene sentido. Tiene igual de poco sentido que si la señora está en Barcelona y el choque se ha producido en Alcobendas: igual de poco sentido.

          - No, es que eso es así. No, quería continuar.

          AGC - ¡Ah!

          - Lo que me preocupa es que cuando uno dice que son amapolas y pretendemos que… si decimos “¿Qué es eso colorao?”, estaríamos en un paso anterior a la definición, pero estamos demandando incluso con “¿Qué es eso colorao?”, que no te voy a decir “que se come un burro”, sino  “que se come eso gris peludo”, por ejemplo, ya estamos apuntando con ‘colorao’ y estamos apuntando a una invitación…  una necesaria tendencia incluso en esos casos a la predefinición de algo.

          AGC - Id preparando palabras porque Isabel ya sé que es muy elocuente, si la dejo puede pasar cualquier cosa. Te has armao un pequeño lío…

          - Con las amapolas.

          AGC - …se trata de analizar los términos en un idioma cualquiera. Y los términos se producen en capas del vocabulario diferentes. Una pregunta es “¿Qué son amapolas?”, o peor todavía “¿Qué es amapola?”: definición. A continuación de ésa viene otra en otro nivel que es “¿Qué es colorao?”…

          - No: “¿Qué es eso?”

          AGC - No, no, no, no, no. Viene otra en otro nivel (que es el que tú te saltabas): “¿Qué es colorao?”, “¿qué es rojo?”; “¿es lo mismo rojo que colorao?”. “¿Me puede usted dar una definición de rojo distinta de la definición de colorao?”. Y luego en otros términos. No puedes mezclar los otros niveles. Y no merece la pena detenerse más en el asunto. Más.

          - Bueno, pues vamos a ver: la formulación “¿Qué es eso?”.

          AGC - Más.

          - “¿Qué es eso?”

          AGC - Más, más.

          - “¿Qué es eso?”, sencillamente “¿Qué es eso?”…

          AGC - Sí, pero…

          - …¿En la formulación misma no hay un vicio de entrada ya, de definición o predefinición, de exigencia de definición, en el mismo ‘qué’?

          AGC - Eso es una cosa que muchas veces ha salido y no sé a qué coños viene ahora, pero se pueden decir dos cosas distintas, una es: “Esto es un álamo”, y se puede decir “Un álamo es esto”. ¿Notáis la diferencia?: “Esto es un álamo”, “Un álamo es esto”. Así es como juegan los términos de significado en nuestra lengua y en cualquiera con los deícticos, es decir, en una se renuncia a la definición: después de haber intentao esplicarle al chico lo que era un álamo, pues se le coge de la mano y se le dice, “Mira: un álamo es esto”, una cosa que a ningún lógico le puede satisfacer, pero que desde luego, pues, claro, al chico a lo mejor le deja relativamente informado de cuál es el uso de la palabra ‘álamo’.

          - Y por ejemplo el término…

          AGC - Al revés reducimos el choque inmediato con la Realidad a la semántica: “Esto es un álamo”, hemos dicho una información evidente vacía, vacía pero que vale para la Existencia.  Y ahora, por favor, deja paso a voces porque es  que…

          - No, pero para enterarme bien. Para enterarme bien. En la pregunta “¿Qué es…?

          AGC - …eres muy fácil de palabra. Venga, más.

          - En la pregunta “¿Qué es lo que pasa?”, por ejemplo, ¿no está implícito en “¿Qué es lo que pasa?” un presentimiento del moverse, del movimiento?, “¿Qué es lo que pasa?”.

          AGC - Bueno, a ver, ¿qué más cosas?...

          - Vamos, es que es importante lo que te estoy preguntando.

          AGC - ¿Qué más dudas hay por ahí? Sí.

          - A mí, aparte de maravillarme la contraposición de estos usos de ‘tiempo’ que nos has recordado aquí, inconcebible los dos, es una cuantía bruta, continua, que me saca de la Realidad, y también AHORA, que nos saca de la Realidad porque nunca es AHORA, aparte de esta contradicción tan brutal, a mí no me deja de asombrarme y de maravillarme, y pido perdón por repetirme, es que de alguna manera se puede identificar una cosa con la otra. Ya lo saqué una vez en la tertulia (la verdad que no puedo recordar lo que tú me respondiste, pero seguro que lo recuerdas tú), seguro que ispirado por el verso de Antonio Machado de “Hoy es siempre todavía”, y aunque sea una cosificación de algo, pues tiene cierto sentido decir “Siempre es ahora”.

          AGC - Sí. A la gente, sin ser quietud, desde luego no le molesta nada, es lo que he estao diciendo: la Realidad consiste en eso: en que la palabra se emplea en dos sentidos que en cuanto se piensa… imposible: la pura contradicción; pero como de ordinario no se piensa, como de ordinario basta con una cierta aproximación a la que se hace pasar como si fuera la verdad, pues funciona eso y funcionan tantas otras contradicciones que no aparecen, que no aparecen, no se piensa. Aquí estamos a hacerlas aparecer de vez en cuando. ¿Qué más? A ver.

          - ¿Puedes explicar un poco más en profundidad esto de que en verdad no se piensa?, ¿quieres decir que nos movemos siempre como el…

          AGC - Bueno, de ordinario, ¿eh?, mayoritariamente, eso se refiere, como tantas cosas, a la mayoría. La mayoría y la mayoría del alma de uno, pues no se dedica precisamente a pensar; es decir, hace otras muchas cosas, como proyectar, tomar notas, aspirar a esto o lo otro, tiene una cantidad de actividades el alma que son generalmente preponderantes. Pero es simplemente la mayoría, no todo. De vez en cuando, como aquí tratamos de ver de vez en cuando, a lo mejor le da a uno por sentir, que es lo mismo que pensar. De vez en cuando siente uno, se para a sentir gracias a que no está cerrado del todo, que no está bien hecho, y es justamente a lo que aquí estamos: es la guerra a la que aquí nos dedicamos: gracias a que la mayoría no es todos, pero conviene recordar que mayoritariamente cada uno lo que hace es creer y, por tanto, proyectar, convencerse de esto o de lo otro, aspirar a esto o lo de más allá, es lo que nos ocupa de ordinario. Menos mal que no es del todo, que nunca es del todo, que siempre por debajo del existente, de la persona, nos queda algo de lo que hay pero que no existe, que es pueblo, que es justamente lo que piensa a través de uno; uno personalmente, no; uno personalmente cree, se sostiene, tiene sus ideas que le sirven, pero lo que por debajo le queda de no personal, lo que queda de pueblo eso es lo que de vez en cuando siente, piensa; siente la opresión de la mentira, la piensa, la dice. Es justamente a lo que estamos aquí, con la suerte que sea. ¿Qué más?

          - Sí. Es que pienso que una de las resistencias mayores que hay para meterse un poquito en esto de la guerra contra la Realidad es justamente el término AHORA. Tengo un amigo que es científico, llevo con él peleando tiempo en este asunto y siempre que le digo “¿Pero no te das cuenta que AHORA ya no es AHORA?”, siempre me remite “No: es un momento”, “Es el momento”. Y ya no hay manera de seguir con ello.

          AGC - ¿No es lo que tiene que hacer?, si es lo que tiene que hacer. Ésa es justamente la reducción al Tiempo real, de aquello que se entra y se sale: no queda más remedio. Si tiene que creer en la Realidad, no le queda más remedio que hacer eso. Que por cierto no es que lo haga la Ciencia, lo hace la gente corriente. La gente corriente cuando dice AHORA, lo que está queriendo decir es un momento o más: un rato, un rato antes o un rato después: “Ha llegado ahora”, “Ahora viene”. Imaginaros las maneras en que se usa AHORA, ¿no? Hace falta tomarlo por un momento al pie de la letra y entonces ya eso revienta, revienta la Fe en la Realidad. Si tiene que sostenerla, pues no tiene más remedio que volver a la reducción.

          - Pero esto ¿cómo se va a llamar ni AHORA ni nada?, no se puede tener nombre…

          AGC - No se llama, no. Más. 

          - …No puede tener nombre.

          AGC - No, no; porque no se llama. Si no se llama, ya…

          - …No, es que una de dos: si se llama AHORA, también es momento, porque tardas un momento en decir AHORA.

          AGC - …Si no se llama, ya utilizando esta lengua nuestra que tiene artículos, que otras no tienen, eso ya es “el ahora”…

          - No, no: no es el ahora: ahora mismo, AHORA… Ni tiene nombre ni se puede nombrar.

          AGC - …pero AHORA no hay manera. Lo mismo que se puede, para evitar conflictos con uno mismo, se puede decir “el yo”, pero todos sabemos ya que “el yo” no es “yo”, que yo no soy el yo. Y que (a callarse, por favor, Isabel) cuando se presentan…

          - Que no es así: yo te estoy hablando de AHORA, no del ahora.

          AGC - …cuando se presentan desnudamente, sin artículo, sacan de…

          - …Pero ¿por qué hablas del yo?

          AGC - …sacan de, se salen de, sacan de…

          - AHORA no puede tener nombre. Es sucesivo el nombre, es discreto.

          AGC - …salen de, sacan de, se salen de la Realidad; se sacan de, se salen de la Realidad.

          - No.

          AGC - No sabemos lo que es. Porque eres una creyente, pero me da igual, nos pasaremos…

          - Bueno, soy una creyente, un poco menos que tú, desde luego.

          AGC - …nos pasaremos sin ti en esta lucha, tú tienes que seguir creyendo. Adelante. Más.

          - No, también yo podría decir “Este momento no es este momento”, y ya está, ¿no?, para saltarse lo de AHORA.

          AGC - ¿Con “este”? Bueno…

          - Sería también palpable, digo yo.

          AGC - Bueno, basta con recordar y remitir inmediatamente al modelo del yo. Al modelo del yo es más eficaz que ‘este’ que se presta menos []. Aparte de ‘el yo’, que es lo corriente, el alma, la Realidad, estoy ‘yo’ que no soy nadie, porque si soy cualquiera, claro, no soy nadie. Bien, más, por favor. Venga, aprovechad un poco, especialmente los que no habláis de ordinario, venga.

          - Agustín. Bueno, no: yo hablo siempre, o sea que dejo la palabra a otro…

          - Que te llamas Isabel…
         
          AGC - Tú eres de las que hablan. Sí. No, tenéis que hablar los que no habláis, eso es lo principal.

          - Homónima, cállate, no sea que te confunda.

          - No, yo hablo siempre, ya me callo.

          - Agustín.

          AGC - Sí.

          - Ahí, por ahí.

          - Pues…

          AGC - A ver.

          - …yo era un poco seguir lo que has dicho antes del pensar.

          AGC - Perdón: no te he oído bien empezar.

          - Sí, que a mí me gustaría que ahondáramos un poco más en esto tan interesante que hablabas del pensar. Yo he entendido como que el pensar… como si fuéramos pensados de alguna manera, no como si… no sé cómo explicarte: como si toda esa capa o superficie de creencias, de teorías, de tal, como si algo surgiera nuevo que no sé también de dónde surge. ¿Es ése el pensar más creativo?, o ¿cómo es? Es que no…

          AGC - No acabo de entenderte. No acabo de seguirte, tienes que seguir un poco más.

          - A ver: hay una cualidad del pensar que no es la cualidad de seguir un poco los patrones de razonamientos que tenemos…

          AGC - No, pero no digas cosas tan filosóficas, no: con eso se pierde todo. Simplemente he dicho que pensar es sentir. Sentir quiere decir sentir de vez en cuando la evidencia de la opresión de la mentira, y eso es ya pensar, y eso quiere decir rebelión, y eso es pensar. No digo ni yo, ni tú, ni cualquiera: cualquiera, cualquier cosa, piensa; y creer es lo contrario: creer es como tener ideas, es como saber. No hay que andar empleando más términos: creer implica saber, la Ciencia es la Fe, es lo mismo que la Fe, y pensar, tal como lo he empleado, es sentir, se opone a eso, se opone a la Ciencia y a la Fe: de una manera clara, si le buscas términos filosóficos estás perdida, te armas un lío, porque están para eso: están para armar líos. Por eso aquí tratamos de acudir a la lengua corriente. ¿Qué más? Venga.

          - Cuando decías que las pirámides no necesitaban que fueras…

          AGC - No, yo no lo he dicho. He dicho “¿Qué falta les hará?”.

          - Bueno, que no les harían falta…

          AGC - No, no, no, no: es una pregunta.

          - Yo creo que no…

          AGC - “¿Qué falta les hará?”.

          - Creo que no les hace falta a ellas, a nosotros sí que nos hace falta…

          AGC - Bueno, eso es lo que dicen las agencias, hombre. ¡Bah, menudo descubrimiento que has hecho! La pregunta está justamente para llevar la contraria; las agencias están convencidas de que a uno le hace falta haber visto las pirámides de Egipto, ¡Coño!, ¿quién es uno si no ha visto las pirámides de Egipto por lo menos una vez en su vida? Es contra esa estupidez contra la que se alza la pregunta.

          - Pero digo que nosotros…   

          AGC - La pregunta al ponerla del revés la pone del derechas.

          - Pero nosotros necesitamos [] la Realidad…

          AGC - No, hombre, déjalo, déjalo, déjalo. No te empeñes porque por ahí no sacas nada. La pregunta estaba justamente contra eso. Venga, más, de los que de ordinario no hablan, por favor.

          - Yo no hablo.

          AGC - Venga, venga.

          - No quiero, hoy no hablo.

          AGC - ¡Ah!, bueno, si no quieres: nada.

          - Aquí hay una pregunta de varón. Pregunta de varón.

          - Me ha parecido entender que AHORA era como una pequeña tabla de salvación en nuestra lucha contra la Realidad, ¿no?; que AHORA…

         - Un tronco, vamos, un tronco; más que una tabla, un tronco.
         
        AGC - ¿Quién se va a salvar? ¿Quién se va a salvar?

          - No, no, no: una pequeña tabla de…

          AGC - Pero ¿quién se va a salvar?

          - No, no, no. Bueno, es una forma de expresarme, pero lo que quiero decir es que…

          AGC - No, es una forma importante. En realidad aquí no estamos a salvarnos sino a perdernos.

          - Lo que quiero decir es que AHORA…

          AGC - ¿Entiendes?: que no estamos a salvarnos sino a perdernos.

          - Sí, pero, bueno, estamos luchando contra la Realidad…

          AGC - AHORA es un camino de perdición. Es un camino de perdición en cuanto nos descubre de un golpe que la Realidad no es todo lo que hay…

          - O sea, que vaya naufragio que tenemos.

          AGC - Más. Más por ahí.

          - [] hace aguas.

          - Sí, Agustín, voy a hablar.

          - Pero ¿no ibas…?  

          AGC - Se trata de eso: de dejarse…

          - Agustín: voy a hablar.

          AGC - Sí.

          - Bueno, a mí me ha sorprendido mucho cuando has dicho que cuando tú has dejado ideas, y, bueno, todo lo que has podido, y te maravillas cada vez más de algo que no está en la Realidad, desde luego…

          AGC - ¿Cómo?, ¿cómo?

          - Bueno, pues que era… me voy a liar. Algo que no está… no, ya…

          - No, que no puedes.

          - No, no, ya me… que tú te maravillas de unas estrellas o de algo…

          AGC - Del mundo.

          - …¿No has dicho eso?

          AGC - Lo que se llama ‘mundo’: mundo.

          - Eso, eso. Que eso no está en la Realidad.

          AGC - ¿No?

          - Bueno, Agustín, déjalo, déjalo. Déjalo, déjalo.

          AGC - Tengo que entenderte, si no…

          - Pero déjame que te diga…

          AGC - Sí, pero es que te tengo que entenderte. No sé bien qué es lo que vas a querer decir.

          - Bueno, pues que tú te maravillas cada vez más del mundo y de todas esas cosas…

          AGC - Que cuanto menos sé, más me maravillo.

          - Eso, eso. Pues eso es lo que me ha gustao mucho, pero has dicho una cosa más lejos todavía, y te voy a decir cuál: has dicho que eso no es maravilloso para ti, sino que, independientemente de ti, es maravilloso. A mí eso me ha gustao. Me ha gustao mucho.

          AGC - Claro, que eso no es para uno, es por lo que he sacao lo de las pirámides: no tiene que ver nada con la vida de uno, ni la conciencia de uno, ni el gusto de uno, ni…: es maravilloso. Y si yo lo siento eso, de vez en cuando, es porque por un descuido en ese momento no soy el cliente de las agencias ni el súbdito del Estado, no soy Don Agustín García, no soy una persona, porque la persona en sí ¿qué, coños, se va a maravillar de nada?, la persona se maravilla con los sustitutos maravillosos que le venden, con las cosas que le enseñan en la televisión, que está todo dentro de la Realidad, de manera que ésa desde luego, la persona, no puede maravillarse del mundo cuando se le desnuda de ideas, está demasiado acostumbrada, educada, a recibir, y hasta a recibir con maravilla, las informaciones, las noticias, las imágenes, del mundo bien reducido a la Realidad y a la Fe que la televisión le presenta. Menos mal que uno no está hecho del todo y de vez en cuando le pasan cosas de ésas, como quedarse maravillao de lo incomprensible que es esto, cada vez más incomprensible.

Pues creo que vamos a terminar hoy con este silencio tan profundo y prolongado. No se me ocurre nada mejor, de manera que, entre eso y el calor, a ver si para otra vez animo a los que vengáis a hablar un poco más. De manera que lo dejamos para volver sobre ello, si el Señor nos deja, si no se enfada mucho…

         - Y no nos maravilla demasiao.        

         AGC - …dentro de siete días.