27.08.2014

Tertulia Política número 259 (8 de Diciembre de 2010)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

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TRANSCRIPCIÓN:

 

Hoy voy a continuar con el hilo de estas diatribas contra la muerte, contra la Realidad, y voy a continuar inevitablemente en un tono un poco desesperao, de manera que así voy a soltároslo, o vaya saliendo, y podéis interrumpirme levantando una mano en cualquier momento, ni esperéis a ningún coloquio ni discusión.

La desesperación es pues la que podéis suponer: que tanto tiempo y parece que no se hace nada en contra de una manera eficaz que se muestre en tantas otras cosas de las que aquí decimos, y se tenían que producir en la vida práctica misma alguna especie de resultados visibles y que no se dejan percibir mucho, y por ejemplo, en especial con lo que nos traíamos ahora entre manos, que era la cuestión del Tiempo. Que hace ya muchos años desde que saqué los 15 ataques Contra el Tiempo, que después todavía han vuelto a salir, y parece que no lo hemos matado todavía. Y digo esto de “todavía” un poco en broma porque puede parecer como si es que yo estuviera esperando que llegara el día en que sí lo matáramos (lo cual sería muy contrario a la táctica y actitud de la tertulia que es no contar con futuro ninguno, por supuesto, porque eso sería contradictorio, sería volver a caer en el Tiempo); bueno, de manera que digamos “todavía” de una manera muy superficial y pasajera: no lo hemos matado todavía. Con los 15 ataques y con todo lo que ha venido después, los descubrimientos posteriores, volviendo a descubrir una y otra vez todos los días que la Realidad no es todo lo que hay, que verdad en la Realidad no cabe, que cualquier cosa o suceso que sea real por ello mismo no puede tener pretensiones de ser verdadero, que todos los líos que nos vienen  vienen de, por culpa de el hombre y su afán de ponerse enfrente de las cosas como el observador, el que sabe, en lugar de hacer como aquí, que llevamos años proponiendo hacernos como cosas, reconocer que los hombres no somos más que un caso de cosa entre las cosas y que muchos de los problemas y angustias que nos vienen proceden de esta equivocación de ponernos frente a las cosas. Casi todos los días volvemos a recordar, a repetir, que se han hecho evidentes, se han descubierto estas cosas y, bueno, no puede menos de ser algo desesperante para simples mortales que todavía con todo eso no hayamos matado el Tiempo.

(Si oís mal, podéis sentaros delante, es igual, como prefiráis).     

Cuando se habla de matar en estos trances, conviene recordar (porque alguno puede, por la costumbre del uso habitual de los términos, puede tomarlo de otra manera) que no matamos, no se trata de matar algo vivo, palpable, de eso ya se encarga el Poder, que justamente está dedicado a la administración de muerte y a matarnos cualquier cosa que pudiera amenazar con salirse de los fines, con ser vida sin fin, y convertírnosla en meras realidades que se cuentan en un Tiempo real.

No se trata de matar nada vivo o palpable sino, por el contrario, se trata de matar ideas. En el caso del Tiempo también, de lo que se trata es de matar ideas, es decir, matar cosas que no sólo no viven sino que propiamente no existen, como el Tiempo, aunque ciertamente están costantemente interviniendo en la Existencia, costituyéndola, organizándola, contándola por números; no existen ellos, pero son las ideas, los ideales, que intervienen en, y que rigen la Existencia de las cosas, es decir, eso de que las cosas y nosotros entre ellas en lugar de dejarnos vivir, nos dediquemos a existir, a ser reales, y por tanto nos resignemos al Tiempo real sobre el cual se funda esa Existencia.

Eso es lo que se trata de matar. ¿Cómo no hemos matado todavía el Tiempo, por lo menos un poco?, es lo que se pregunta uno tal vez algo en vano, algo ingenuamente, ¿cómo es que no lo matamos, cuando es evidente que vuestras vidas, como la mía, están reducidas a Tiempo, y que vuestra maldición, como la mía, es ésa de que nuestras vidas no consistan más que en Tiempo, en Tiempo contado? Nuestras vidas, por decirlo en dos palabras, son cronómetros, son cumpleaños; son cronómetros, sean para las carreras de automóviles o sean para cualquier otra de las monadas con que el Poder nos entretiene, y son cumpleaños (cumpleaños feliz) una vez y otra sin que se nos caiga la cara de vergüenza, es decir, celebrando con alborozo que la muerte, ésa futura que nunca está aquí pero que avanza desde el Futuro, haya dado un pasito más (cumpleaños feliz), cumpleaños feliz y todo eso. Y lo que resumo en cronómetros y cumpleaños lo podéis generalizar: vuestras vidas y la mía están reducidas a Tiempo, han dejado de ser vida para ser Tiempo contado.

Perdonaréis que no pueda menos de preguntarse ¿cómo podéis vivir así?, ¿cómo podéis vivir así y seguir haciendo las cosas que hacéis y dedicándoos a los negocios que os dedicáis y a los afectos y relaciones familiares que tengáis y incluso viniendo aquí un rato con intenciones, sin duda, ambiguas de que a lo mejor se descubra algo, pero, por otro lado, que vamos a ver si a pesar de eso no pasa nada del otro mundo y podemos volver a la dedicación, a nuestra vida contada en Tiempo. ¿Cómo podéis vivir así?, ¿cómo se puede vivir así, tan tranquilamente?

Que vuestra vida está íntegramente reducida a Tiempo os lo puedo hacer sentir también de otras maneras, por ejemplo: el progreso de la Sociedad humana ha llegado al Régimen del Bienestar que es sin duda el mejor de todos los Regímenes. Nos ha tocao a nosotros, ¡qué se le va a hacer!, una casualidad, pero eso no le quita de ser el mejor de todos; el mejor de todos hasta el punto de que sea inconcebible otro mejor. La Democracia desarrollada, la identificación de los Estados con el Capital para que no haya problemas de interferencias mutuas, todo eso ha venido a dar el Estado del Bienestar y aquí estamos, y así de bien vivís casi todos vosotros, así de bien vivís en el Estado del Bienestar, como es natural. No sólo vivís así de bien sino que tenéis ocasión, principalmente a través de la Prensa o la Tele, de compadeceros de los que todavía no han alcanzado, los pobrecillos que todavía no han alcanzado a esto de vivir en el Estado del Bienestar.

Y entonces el Estado del Bienestar está muy bien, pero está sujeto a una condición: que es que no pase nada; que es que no pase nada, que no pase nada imprevisto. El Estado del Bienestar consiste en un Futuro contado, lo tenéis todos los días, no sólo en la Prensa sino en vuestras cartillas de Banco y en las discusiones familiares sobre presupuestos, en todas las escalas; consiste en Futuro, no hay más Dinero que el futuro, todo lo demás son cuentos para engañar, pero el Dinero de verdad no es más que futuro (el de los créditos, las deudas, las hipotecas, los presupuestos anuales) y está fijado, y todos lo días os lo cuentan en los Medios lo que va a pasar -está calculado- en el año 2027, en el año 2074, en cualquier año que se diga, según los cálculos. De manera que con esa condición el Régimen del Bienestar está bien, pero está sujeto a esa condición: que no pase nada. Que no pase nada, es decir que todos los cálculos, los presupuestos y demás se cumplan sin ningún estorbo, sin ningún inconveniente, porque cualquier estorbo que se produzca, cualquier cosa que entorpezca el advenimiento del Futuro, eso ya deja temblequeando al Estado del Bienestar, eso ya no vale. De manera que vuestro bienestar o seguridad consiste en una seguridad que está sujeta a esa condición, por si queríais verlo todavía de una manera más clara que a eso estamos reducidos.

La Ciencia por su parte (nuestra Teología principal: la Ciencia con la Física a la cabeza) por supuesto tiene que ocuparse de que sigamos creyendo en el Tiempo. Esto, para rebeldes como los que aquí debíamos andar, es hasta un poco consolador o animador, porque si tienen que convencernos una y otra vez de que el tiempo es el Tiempo real y que tenemos que creer en el Tiempo y en el Futuro, es que no están tan seguros, es que hace falta convencernos efectivamente una vez y otra de que las cosas son así. Pero, sea como lo que sea, la Ciencia mayoritariamente se dedica a eso: por un lado la Ciencia, como habíamos dicho en días pasados, se dedica a producir milagros para convencernos. Ya sabéis de qué hablo, ¿no?, son nuestros milagros cotidianos, los milagros de las técnicas, los milagros resultantes de la aplicación de ciertas formas de Ciencia a la técnica, a la producción de aparatos y de chismes de todo tipo, milagrosos ciertamente, y si os los tomáis con naturalidad, pues ya podéis andar con cuidado, porque lo único que a lo que nos queda de pueblo vivo le toca es considerarlos milagrosos, y encima de considerarlos milagrosos, no pensar ni por un momento que esos milagros sean una prueba de la Fe que la Teología principal trata de inculcarlos. Milagros, todos los que quiera, pero no reconocemos la relación entre el éxito de las aplicaciones prácticas y la Fe que quiere sostenerse justamente por esas aplicaciones y a costa de ellas.

La Ciencia entretanto por otra parte, físicos y filósofos mezclados, no pueden perderse tampoco del todo el sentimiento de que hay contradicción, absurdo, engaños, mentiras, trampas, en todo lo que se piensa acerca del Tiempo.

Estos días Caramés me ha proporcionao todavía de un ejemplo más con un artículo, una entrada en la red, de un señor (anónimo en este caso, porque no ha salido el nombre en los papeles, no sé cómo se llama, no ha salido el nombre, pero es igual) tratando acerca de istantes y velocidad istantánea, es decir viniendo al centro de la cuestión ésta del Tiempo: istantes y velocidad istantánea. Bueno, porque él sobre todo me ha servido para darme cuenta de hasta qué punto estos intentos de esplicación, de ideación del Tiempo, la velocidad, el istante y demás, están efervescentes ahora mismo entre nosotros. No han alcanzado, ni mucho menos, como a lo mejor os podían hacer creer, a ninguna especie de solución en la que descansar, son problemas vivos. ¿Cómo os diría?: por ejemplo, la noción de velocidad istantánea. Esto que para el sentido común es un pequeño absurdo, ¿eh?: velocidad en el istante, ¿os dais cuenta?: velocidad en el istante, un istante, un istante y una velocidad. Pues este pequeño absurdo ha tenido un éxito enorme, no sé qué se podría haber hecho en técnica de todo tipo si no se hubiera contado con la velocidad istantánea. Es decir que todas las ecuaciones que han podido venir a servir para algo en cuanto a aplicación, cuentan tranquilamente con una cosa como ésta: la velocidad istantánea.

Ésta es la situación, pero, claro, luego vienen estos físicos un poco inquietos y filósofos de la Ciencia y demás que no lo pueden menos de reconocer que la cosa no está tan clara por ahí abajo y hay estas discusiones de las que este hombre, entre otros, me ha dado cuenta.

Tratan en general todos ellos de defenderse contra las aporías de Zenón de Elea. Alguien podría haber dado por muertas estas aporías, pues no, no: desde Aristóteles hasta ayer siguen volviendo a salir y tratando de procurar nuevas maneras de tranquilizarnos, contentarnos, con alguna especie de solución; y eso que ellos suelen usar las que se nos han trasmitido a través de Aristóteles y sus comentadores, la de la flecha en el aire, la del corredor que no puede salir, la de Aquiles y la tortuga, y no la cita literal de Zenón que aquí usamos siempre, que dice que “lo que se mueve no se mueve ni donde está ni donde no está”.  Pues con todo y con eso usan esas aporías, dan lugar enseguida a los problemas filosóficos, que les gustan, de la continuidad y la discontinuidad; la línea (la línea que es justamente el curso de la flecha en el aire), la línea está compuesta de puntos, y si no está compuesta de puntos, es decir, istantes, ¿cómo podemos entender que la flecha se mueva?

Las conocéis, no voy a insistir en ellas, yo creo, quiero hacernos notar que siguen reviviendo. Os recuerdo la que aquí tomamos: no ya la velocidad, el movimiento es lo más real que hay y sin embargo es completamente ajeno a cualquier pretensión de verdad, pertenece solamente a la Realidad, solamente a la Realidad. Cuando físicos y filósofos tratan de encontrar nuevas artimañas para librarse de las aporías, que son del sentido común y no sólo de Zenón de Elea, pues los recursos que buscan son, como he visto por el artículo nuevo, sumamente ingeniosos, ¿eh?, progresan en la ingeniosidad para eliminar este peligro de descubrir que no era verdad. Desde luego ya desde que una Ciencia (la nueva Teología, una Filosofía, que da lo mismo) se fundó con Aristóteles principalmente, esto es lo que se estaba persiguiendo.

Aristóteles mismo reconoce que efectivamente la línea no puede estar compuesta de puntos, es decir que no puede haber unos nyn (unos ahora) que pueda ir uno detrás de otro y costituir la línea, pero se busca la manera del principio y el fin; él necesita que el Tiempo sea un número, como cualquier científico moderno, y como no puede encontrar los puntos dentro de la línea, pues los encuentra en las estremidades: están en el comienzo y el fin, es decir, como si eso sí, eso ya fueran los puntos que sostuvieran la línea: el arranque y el final. Una cosa que al sentido común pues también lo deja muy desconcertado, porque ¿cómo una línea va a empezar sin tener ningún apoyo real sobre el que apoyarse para dar el primer paso?, ¿de dónde?, si antes no hay nada, ¿cómo puede empezar y cómo puede por tanto tener ese punto de arranque que resuelva el problema?, y ¿cómo puede terminar de repente, así, sin que quede ningún residuo? Esto el sentido común dice que no, eso no vale.

Bueno, aquí tendría que preguntaros, yo creo, porque muchos de los que me acompañáis ya sabéis, recordáis, debíais saber (saber o recordar) cuál es, ante esta cuestión, la actitud de esta tertulia contra la Realidad, contra el Poder. Si alguien puede decirlo en dos palabras o tres, mejor. En dos palabras o tres, vamos a ver.

          - En dos palabras. Me voy a resumir: si yo puedo leer, vamos a ver, a Séneca, me imagino cuarenta millones de anónimos esclavos, ¿por qué un nombre propio me llega y los cuarenta millones se difuminan?

          AGC - ¿Por qué?

          - ¿Um?

          AGC - ¿No sabes?

          - Pero ¿por qué me llega Séneca?, un nombre propio; y veo al que sirve el vino, al que hace el pan, al que pasa la plancha, al que lleva los bueyes… Pero a mí me llega Séneca.

          AGC - Porque hay hombres que tienen un nombre especialmente grande, como tú mismo… Bueno, yo mismo, desde luego, que soy casi nada en el mundo de la Cultura, pero un poco. ¿Por qué tenemos que haber hombres grandes y…? Muy bien la cuestión, desde luego siempre conviene recordar que estamos en una tertulia política, pero no sé que coños tiene que ver con lo que os estaba preguntando. De manera que renuncio. ¿Alguna cosa más? Bueno, alguien, por favor, supongo que sí, echad una mano aquí.

    - A mí no se me ocurre nada.

          - Perdón. Cuando hablamos de Aristóteles, es que es un personaje que lo tengo ahí -como supongo que casi todos, ¿no?- como una cabeza pensante máxima de la Historia de la Humanidad, y me digo “Pero, bueno, este hombre ¿por qué no…?, si se sintió desconcertado por las contradicciones que le venían de todos los razonamientos, ¿cómo es que no hubo un momento en que dejó el lápiz y el papel y simplemente se abandonó a…?, ¿Qué pasa?, ¿qué había en él?, ¿qué había en ese hombre que perseguía y perseguía y perseguía un resultado definitivo? ¿Cómo es eso?, ¡esa mente preclara!, ¿cómo es eso?

          AGC - Bueno, no está mal la pregunta, volveremos sobre ello, pero antes quiero seguir insistiendo en mi pregunta.

          - Lo que solemos recordar aquí es la evidencia de que no hay fin ninguno y de que AHORA siempre va a estar fuera de todos esos cálculos de Tiempo, que no puede entrar, que está fuera. Eso es lo que recordamos.

    AGC - Sí, por lo menos eso...   

- Que el principio es el fin.

          AGC - …Si no, es que no sé qué coños estamos haciendo aquí, de verdad. ¿Por qué, desde Aristóteles hasta los autores que menciona en su entrada en la red de anteayer este hombre, por qué tienen que dedicarse a resolver las contradicciones? Ésta es la condición de nuestra Teología (la Ciencia), ha sido la condición de cualquier Teología, están ahí para eso: para defender la Realidad como algo tratable, verdadero, con lo que hay que resignarse. Es una defensa de la Realidad, por lo tanto, sus esplicaciones tienen que darse dentro de la Realidad. Estos señores, vuelvo a reconocer por este artículo, se preguntan hasta qué punto nociones como las de el punto (el istante, el punto) o el tramo (la línea) son nociones físicas o metafísicas. Este término emplean, y naturalmente lo mismo que en la división que se hizo en el tesoro enorme de Aristóteles entre Tà physiká y Tà metà tà physiká es una falsead, no hay tal distinción: las cuestiones metafísicas son físicas. Las cuestiones metafísicas son físicas y, por tanto, las discusiones respecto a si lo uno y lo otro son sumamente vanas. Todo aquello de lo que se trata, que se menciona, que está sujeto a una idea, de lo que se puede decir esto o aquello, que se puede medir con números del orden que sea, todo eso es real, da lo mismo que sea palpable o que no lo sea, la distinción entre físico y metafísico es vano: todo ello es real, físico en el sentido de real.

Todos estos autores tienen que defender la Realidad contra lo que la razón desenfrenada no puede menos de sugerirles, el sentido común de vez en cuando dando lugar a razonamientos, porque simplemente tienen que seguir creyendo que la Realidad es todo lo que hay. Ésa es la Fe; ésa es la Fe y es la Fe que cualquier Teología ha estado promulgando y sosteniendo y imponiendo.

Nuestro descubrimiento va en el sentido de que la Realidad no es todo lo que hay. Si la Realidad no es todo lo que hay ni las cosas son cada una de ellas del todo lo que es ni nosotros somos cada uno el que es, sino más bien un lío, un embrollo de cosas, entonces ya no estamos obligados a defender la Realidad como si fuera nuestra casa, dejamos de estar obligados.

Descubrimos aquí efectivamente lo que Ana ha recordado: que AHORA es algo que nos saca inmediatamente de la Realidad. AHORA, AHORA que tiene esta virtud de que cuando se dice ya no es AHORA, que no es que mida muy poquito, es que no mide, es que está fuera de la Realidad. Naturalmente los matemáticos al servicio de la Física siguen encontrándose con la noción de ‘corte’; con la noción de corte en la línea, pero, claro, si al AHORA se le toma como un corte y se le ordena con la línea, estamos ya metiéndolo en casa, estamos tratando de domesticarlo y hacerlo que corra, pero no es verdad: AHORA nos saca fuera de la Realidad inmediatamente.

Con AHORA va naturalmente la continuidad, una continuidad de veras nos saca fuera de la Realidad; la Realidad no puede menos de ser discontinua; es pretendidamente numérica, luego los números pueden fallar y reducirse a aproximaciones, pero ya es lo de menos, el caso es que está compuesta de partes que tienen relaciones unas con otras, trechos que se miden, más o menos largos, es decir, es discontinua por costitución (no digo por esencia porque la esencia viene de Arriba), por costitución. La Realidad, nosotros, nuestras vidas traducidas a Tiempo son discontinuas, te miden por eso con cronómetros y calendarios que hacen falta. Por tanto la mención de la continuidad es inconcebible dentro de la Realidad.

Espero que veis cómo lo de la negación de punto para venir a parar en AHORA, que no es ni punto, y la noción de continuidad, la verdadera infinitud, que no admite ni trechos ni principios ni fines, van lo uno con lo otro. Bueno, hay que decir, en honor de alguno de los filósofos, también Emanuel Kant tenía en algún sitio de la Razón pura que reconocer que las nociones de medida aplicadas al tiempo, entre nosotros, eran eso, eran imposiciones al tiempo, imposiciones de medida, de trechos, de discontinuidades. No me acuerdo, no creo que el verbo alemán dijera algo tan preciso como ‘imposición’, pero, vamos, en ese sentido iba: era un reconocimiento de que venían impuestas desde fuera y que por tanto lo que había por debajo de esa imposición tenía que ser sin fin, ¿eh? Aunque sea dentro de una especulación filosófica merece la pena recordarlo con cierto agradecimiento, ¿no?

Efectivamente lo que aquí reconocemos es un desarrollo de esto: las medidas, los números y todo lo demás se imponen a nosotros, a las cosas, para costituirlas como Realidad, son imposiciones que vienen de Arriba, del Poder, de Dios, como decimos para resumir todo esto. Se imponen desde Arriba, Dios, que es matemático, como recordáis, y por tanto, como tiene que imponerse sobre algo, quiere decir que aquello sobre lo que se imponen era sin fin, continuo.

Ya comprendéis que si se descubre esto, las nociones de movimiento, de velocidad, de velocidad istantánea, que eran necesarias para el sostenimiento de la Realidad, quedan  ahí sin sentido: una velocidad sin fin no quiere decir que sea una velocidad muy grande; no quiere decir que sea una velocidad muy grande sino que es sin fin, tomada como velocidad, de la misma manera que AHORA no es que sea un trocito muy pequeñito, un presente (un presente, como suelen decir), sino que simplemente no mide nada, queda fuera de la noción de medida.

Éstas eran algunas de las cosas que había que recordar. Hay que pasar a partir de ahí a preguntarnos de vueltas sobre la incidencia de esto en la práctica. La incidencia en la práctica de la Fe, ésa la conocéis bien, os la he vuelto a recordar, la incidencia de la Fe, de creer en el Tiempo, de creer que el Tiempo es verdad, de creer que los minutos y todo eso son verdad, cosas físicas y verdaderas al mismo tiempo; eso tiene unos resultados evidentes: os ha traído hasta el Estado del Bienestar, eso es lo que ha hecho que se organizara la Sociedad bajo un Poder, que desarrollaran toda clase de inventos para mantenernos y seguir tratando de una manera más o menos conforme. ¿Para qué os voy a contar?, ésa es la práctica que procede de la Fe. Os he sugerido antes que es justamente esa práctica, incluido el caso de los milagros, la que pretende presentarse como prueba de la verdad de esa Fe que se nos impone.

¿Cuál es la práctica de esta tertulia que se supone que es la contraria? Eso es lo que toca preguntar: ¿cuál es el resultado de la no-fe? Ésa es la pregunta que me gustaría dejaros abierta…

          - Agustín.

          - Tengo pedida la vez.

          - Agustín.

          AGC - …es muy simple, pero no tan sencillo. Me quieren interrumpir, hacen muy bien, de manera que voy a dar las voces.

          - Digo que estaba intentando aplicar la formulación de que la Realidad no es todo lo que hay a la formulación de Zenón de Elea que un móvil no se mueve ni allá donde está ni donde no está, y me es bastante complicado en el sentido de que incluso intentando esta aplicación, la formulación de Zenón no deja de ser… aunque no considere el Tiempo, pero sí hay una espacialización, una sucesividad lingüística en la misma formulación, que es más bien espacial más que temporal, porque ‘donde’, dónde está o dónde no está, pues eso es… (Suena el móvil de Isabel) ¡Mira qué coincidencia!, ahora me está sonando el móvil; el móvil que se sabe dónde está o dónde no está. 

          AGC - Te ha caído bien.

          - Se nos ha fastidiao con el asunto del móvil; desde que se llama ‘móvil’ a esto… Pues no lo cojo. Lo dejaremos que se canse porque no sé dónde está…

          AGC - Sí, te ha caído muy bien. Ha sido, hay que decirlo, muy oportuno. No sé si será premio o castigo pero…

          - El móvil está ni donde no está ni donde está.

          - El móvil suena donde no está…

          - Esta vez está…

          - Agustín.

          AGC - Espera: gocemos de este espectáculo que es un entremés muy adecuado.

          - Está donde no está, Agustín: está donde no está.

          AGC - ¿Ya?

          - No: espera que lo voy a cortar. Para que veas que la respuesta a Zenón ha llegao clarísima: está donde no está ni…

          AGC - Bueno, no sé si estás armando un lío, ¿lo dejamos ya, Isabel?

          - No, no, no, es que me interesa mucho, porque la formulación…

          AGC - Pero tú vuelve a decirlo mejor.

          - No. Las formulaciones lingüísticas, quieras que no, incluso ésa, la de Zenón de Elea, con toda su pureza y renuncia a la cuestión del Tiempo, no deja de ser ya en el mero hecho de la formulación lingüística una espacialización, diríamos, casi temporal, si no, no habría lugar ni siquiera a la formulación.

(Suena el móvil de Agustín)

          AGC - ¡Vaya por Dios!, no sé si es que…

          - Agustín, Agustín.

          - Lo mismo soy yo, Agustín.

          - Agustín: pido la palabra.

          - Un móvil está donde está y donde no está.

          AGC - A ver: vete hablando mientras tanto.

          - Pero muy corto, a ver si apagas el… Pero que apague el móvil.

          AGC - ¡Venga!

          - Voy a decir una gran tontería, pero muy corta: me entró una infección de ojos en Togo, Lomé, y poco más que me quedo ciego. El otro día me entra una chirla, voy a urgencias, hay una señorita guapa con un microscopio y un foco, digo “¡Me cachis en San Benedito!”, se me apareció la virgen, dejó de gotear, me lo sacó. Yo lo del Bienestar no sé, pero ¡bendito sea esa tía con el microscopio! Hombre, oye, que si te ríes te doy una hostia, ¿eh?

          AGC - No era ninguna tontería, lo que pasa es que …

- Ya lo sé, ya lo sé. No, si es simplemente que… Bueno, ya está dicho. Ya está dicho.

AGC - …bueno, pero los entretenimientos… (¿Nos tocan?)

          - No, nada, el loco. El loco que está donde está y donde no está.

          AGC - Bueno, Isabel estaba tratando de decir que hasta Zenón de Elea, cuando habla, como cualquier hijo de vecino, habla con una palabra detrás de otra, y si lo escribe, pues eso ya se ve, al espacio, hacia fuera. Es otra tontería también, pero, bueno, ¡qué se le va a hacer!, la ha traído ahí…

          - No, no es una tontería. La velocidad, vamos a ver: tú cuando hablas de la velocidad istantánea, podíamos decir que el pensamiento tiene una velocidad istantánea porque es más rápido incluso que la luz.

          AGC - No: AHORA…

          - Sí, AHORA.

          AGC - ..AHORA no es ninguna velocidad.

          - No, no: AHORA…

          AGC - …Déjalo ya, Isabel.

          - …AHORA es también un algo que puede tener…

          AGC - Déjalo ya, Isabel.

          - …implícito alguna velocidad.

          AGC - Ya veo que estás defendiendo a la Realidad…

          - No, no: yo no estoy defendiendo a nadie ni nada.

          AGC - …así que vete con Aristóteles. Déjame en paz. Vete con Aristóteles, en todo caso con Kant, si quieres…

          - …que me esplicaras un poco lo de las formulaciones.

          AGC - …Conmigo, no. Conmigo, no: con Aristóteles o con Kant. Conmigo, no, ni con la tertulia.

          - …Todo es cuestión de Fe. Es cuestión de que me cuentes un poco cómo se puede aplicar la formulación de la Realidad no es todo lo que hay… 

          AGC - Por supuesto cualquier razonamiento que se produzca hablando o escribiendo, como sea, se produce en Realidad, hablamos en Realidad, como todo lo demás, y por tanto está condenado igual que todas las demás realidades a la medida, a la longitud y todo eso. Eso ya se sabe, y además Zenón de Elea mismo y cualquiera, cuando se pone a hablar de estas maneras, lo hace dentro de la Realidad, admitiendo lo que se cuenta. Él toma lo que en griego se llama tò kinoúmenon (el móvil, lo que se está moviendo), no se inventa ninguna palabra, y el verbo ou kineîtai (y no se mueve). Lo hace así, con palabras de una lengua corriente de un idioma como otro cualquiera. El arte consiste simplemente en hacer que esas palabras se vuelvan solas la una contra la otra y descubran la mentira que estaba…

          - En las palabras, sí.

          AGC - …la mentira que estaba en la aceptación, en la aceptación natural de las nociones de movimiento y demás.

          - Yo quería terminar el razonamiento: cuando te esplicaba esto era porque digo que cualquier empeño de disolución de una idea tan crónica, o sea, una redundancia como el Tiempo, el único camino que he visto en muy diferentes culturas, desde los indios hasta la nuestra, era lo de los matarratos, es decir matar el Tiempo a base de echarle Tiempo al Tiempo. Es decir, pues yo qué sé, no te digo hacer crucigramas, pero matarratos, lo que se llamaban matarratos…

          AGC - Tú debes ponerte…

          - …es decir, una inversión estúpida del Tiempo.

          AGC - …debes entrar en el Ministerio de Cultura, de entretenimiento…

          - …de matar el Tiempo. Los cuentos antiguos eran un modo también…

          AGC - Eso ya lo hemos… Esta tontería…

          -  …de matar el Tiempo echándole Tiempo al Tiempo.

          AGC - …Esta tontería ya la hemos esplicado muchas veces, recordáis, a propósito del aburrimiento, esencial para el Régimen y además más esencial cuanto más hemos progresado. Hoy justamente el aburrimiento, no tanto bajo su forma directa como bajo su forma disimulada por el entretenimiento, por el matarratos, es casi como la industria principal del Régimen: la industria del entretenimiento, es decir que cualquier asomo de vacío amenazante que se pueda producir quede recubierto por el entretenimiento. Así es como el Tiempo, en lugar de matárselo, pues todo lo contrario. Los matarratos, igual que la Ciencia o que la Teología, lo que hacen es sostener el Tiempo real: sostenerlo. Si se le dejara en puro vacío era peligroso, pero un vacío recubierto, amigo, eso ya es un Tiempo y se cuenta…

          - …un aburrimiento…

          AGC - …y se cuenta, se cuenta por ejemplo en una hora. Por cierto que ayer con Isabel mismo nos tragamos un peliculón que…

          - ¡Ay!, por favor, ahora no saques…

          AGC - …que me sirve para la cuestión del Tiempo. Es un peliculón surcoreano, traducen al título “Poesía”, y dice cosas muy sentimentales que, bueno, [] que en Corea del Sur están más o menos igual que aquí, es decir, están tan tontos como aquí; están tan tontos y tan creídos como aquí, que siempre está bien verlo. Pero lo que me importaba (otro día volveré sobre este aspecto), pero lo que me importaba ahora era lo tocante a la cuestión del Tiempo: que el peliculón dura dos horas y media. Si esto hubiera sucedido anoche, una vez, tal vez no diría aquí nada pero en todas las grandes y famosas películas que hoy día se producen, prácticamente en todas, sucede lo mismo: duran más de dos horas, dos horas y media. Es así, es una cosa que ya hace algún tiempo me viene llamando la atención, pero es así, y yo creo que cualquier espectador así sensible y honrado lo siente, le pesa; le pesa las dos horas o dos horas y media, porque lo que una película tiene que durar es hora y media, se ha sabido siempre, lo mismo que una función de teatro, lo que tiene que durar es hora y media. Alguna vez hemos vuelto sobre esto. Entonces ¿cómo se produce este desconcierto?, pues ya sabéis, es una de las cosas que []: por la disponibilidad de medios y grandes medios; se dispone de tantos medios, de tantos medios para hacer una película, de procedimientos tan estremadamente desarrollados, que naturalmente hay que usarlos. Esta tragedia os la encontráis a cada paso en vuestra vida; muchas de las pequeñas tragedias de la vida no consisten más que en que había eso, estaba en el escaparate, estaba en la calle, nos habían dado, nos habían echao, y, claro, una vez que estaba, pues había que usarlo. Eso…

          - Bueno, ¿no es una forma de creer en el Tiempo precisamente que las películas tengan que durar hora y media?, y es una forma ridícula de creer en el Tiempo…

          AGC - Eso ya es una cuestión un poco misteriosa, pero tomémosla como dada dentro de la Realidad. Yo creo que viene desde mucho más antiguo, pero desde luego, desde que se inventó el teatro en el siglo V antes de Cristo, en que la función, una tetralogía, compuesta de tres tragedias y un drama satírico, duraba lo que el día más corto del año, es decir, unas ocho horas, desde entonces ya quedó fijada la duración de una tragedia y nunca se ha perdido. Nunca se ha perdido y cuando el teatro venía falleciendo y se inventó el cine, el cine lo heredó, vamos, durante un siglo lo ha heredado rigurosamente: las películas duraban hora y media, es lo que duraban; la oscilación era muy escasa en un sentido o en el otro. Pero, vamos, no hay tiempo hoy para volver sobre la raíz profunda de esta medida de nuestro Tiempo real. Es la misma desde luego que hace que cuando había canciones propiamente dichas, como las de [], las de los trovadores, las de Georges Brassens, etc., cuando había canciones propiamente dichas, una canción tiene que durar tres minutos; tiene que durar tres minutos. Una canción propiamente lírica, que no sea una balada o romance, que eso ya es otro género y queda atenido a otra medida, pero una canción lírica, como las de los ejemplos que os he puesto, tiene que durar tres minutos. Y en la degeneración de la canción a la que asistís, donde os venden como canción esas cosas que os venden y que seguramente compráis, sin embargo siguen en esa degeneración respetando el crono, en la canción tiene que seguir, aunque no sea canción ni diga nada ni haga nada, pero tiene que durar tres minutos, y que por tanto cuando no se le ha ocurrido como letra al compositor más que decir “Como me lo cuelgues otra vez / te mando a hacer puñetas” (que es una letra muy posible para una lírica actual, ¿no?), pues si no se le ha ocurrido más, ¡qué se le va a hacer!, tendrá que repetirlo veinte veces, tendrá que decir la misma tontería veinte veces hasta que se cumplan los tres minutos. Esto es una cosa que podéis observar y medirlo. Estas son algunas observaciones que vienen a complementar lo de nuestras vidas están reducidas a Tiempo, y todas las cosas que se hacen, aunque sean en el sentido de la obediencia al crono, de los intentos de desobediencia que se hacen notar como tales y demás, todo viene a confirmarlo. Viene a confirmarlo y viene otra vez a [] pregunta “¿Cómo podéis seguir viviendo así?”, ¿cómo podéis seguir viviendo así cuando os están haciendo lo que os están haciendo?, ésa es la cuestión.

Pero antes de que nos dé la hora de menos cuarto, que parece que la Inmaculada nos la trae consigo, recogeré alguna voz más.

          - Bueno, en el cine uno de alguna manera puede mirar el reloj y decir “Joder, que llevo dos horas de película”, inquietarse por la cuestión del Tiempo, pero me ha surgido la cuestión: ¿el sueño tiene extensión temporal?, ¿no tiene futuro?

          AGC - Sí, eso es mucho más misterioso, pero yo ahí es donde he buscao justamente este misterio, porque ya hace muchos años que tengo la costumbre de despertarme varias veces y volverme a dormir, y esto me ha permitido la medición, y he visto que efectivamente los intervalos, no voy a decir un sueño, un sueño sería mucho decir, pero el intervalo de la dormición dedicado al sueño, efectivamente es de una hora y media; es de una hora y media, es raro. Me sucede también como escepción el romper la norma y el despertar provisional, dos horas en lugar de hora y media, una hora, no debe de marchar muy bien. Alguna relación debe haber pero yo eso ya no llego a entenderlo bien. Eso habría que investigarlo si tenemos curiosidad en varias disciplinas. Bueno, ¿qué más?, venga, respecto a la cuestión “¿Cómo podéis vivir cuando os están haciendo lo que os hacen?” y la cuestión que era lo de la práctica que corresponde a la no Fe, a la pérdida de la Fe.

          - No me queda más remedio.

          AGC - Práctica que corresponde…

          - No tengo valor.

          AGC - Naturalmente no puede entenderse que os estoy pidiendo que deduzcáis una norma de vida positiva, sería contradictorio, absurdo, pero evidentemente parece que debía desprender que si uno de verdad se da cuenta de y siente esto, incorpora el sentido común, hay cosas que no podría hacer, hay cosas que no podría hacer o que las haría con mucho menos ímpetu, más a disgusto, más contradictoriamente.

          - Pero ¿te refieres a ti mismo?  

          AGC - A cualquiera de vosotros, la vida práctica.

          - Bueno, hay otros caminos que no sean los caminos de la Fe, por ejemplo: la belleza. El camino de la no Fe nos puede llevar a la belleza.

—    No hay caminos.

- Es una forma de hablar, la metáfora.

          AGC - Recordad que estamos dentro de la Realidad, que todo lo que se diga contra la Realidad se está diciendo dentro de la Realidad; ésta es nuestra situación, por tanto sólo contando con esto podéis intentar…

          - En estos días hemos tenido pues un ataque de pánico por parte de todos los Medios, de todas las personas, de los habitantes de este país y del Gobierno, y yo creo…

          - Yo no me he enterao.

          - Yo tampoco me enteré.

          AGC - No me he enterao.

          - …bueno, creo que ha sido por una posible rotura o pérdida de tiempo, una rotura del Futuro, parecía que el Futuro durante unos días se quebraba.

          - ¡Ah!, ¿sí? ¿Que no hay Navidades?

          AGC - Pero, ¿a qué te refieres?, ¿a lo de los aviones?

          - Sí, lo de los aviones, al aeropuerto y los controladores y todo eso…

          - [].

          - …¿No tiene que ver eso con el Tiempo?

          AGC - Hombre, con el Tiempo: todo que ver, toda la Realidad. Imagínate un avión, una red de aviones…

          - Pero con el Tiempo en el sentido de que parecía que lo cortaban, que, bueno, que parecía que el Futuro ése de los cuatro o cinco días se cerraba y no había Futuro.

          AGC - Haces muy bien en sacarlo porque cuando yo pregunto por la práctica que se derivaría de la no Fe, a alguien podría ocurrirse que es ésa, la de los controladores. Bueno, o un poco más en serio: una manifestación, una revolución, armada o no armada, de repente, que efectivamente pudiera entorpecer el desarrollo del Tiempo real: pues no, eso es justamente lo que no estaba yo esperando que me dijerais, porque eso sería tomarse como demasiao pequeño el Poder; el Poder se recostruye ante ataques como esos en dos días, en tres, y en muchas de las ocasiones el Capital al fin sale ganando de cualquier revolución o revuelta. De manera que no era así, es otra cosa. Y la otra cosa que pueda salir de ahí, pues ya iremos viendo si sale o no, si el Señor nos deja, dentro de siete días.