27.08.2014

Tertulia Política número 262 (29 de Diciembre de 2010)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

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  • Que son las cosas, tanto las naturales como las artificiales, las que nos pueden enseñar a librarnos de la muerte-siempre-futura, de la cual parece que ellas carecen.
  • Identidad entre Información y Realidad.

 

TRANSCRIPCIÓN:

 

Vamos a seguir con este ataque de siempre todos los días desde hace 13 años; un ataque contra la Fe, que es lo mismo que contra la Realidad, pero supongo que hoy tendremos ocasión de ver más claro cómo es que es lo mismo la Realidad y la Fe; y este ataque contra la Realidad o Fe nos trae desde hace mucho tiempo ya a desprendernos del Hombre, se vuelve también un ataque contra el Hombre, contra cualquier forma de Humanismo.  Ya el otro día os advertía que esto no quiere decir que seamos tan distintos de las otras cosas, simplemente que tenemos en cierto modo exagerado el principio de obediencia al Orden, de obediencia a lo que se manda desde Arriba, y eso es lo que tenemos que ver con un poco de cuidado.

Para atacar al Hombre, al intentar desprendernos del Hombre, hartos como estamos del Hombre (porque supongo que todos vosotros conmigo tenéis motivos sobrados para estar hartos del Hombre y lo que ha dado de sí), para atacar al Hombre, no nos queda más que esto: aprender a considerarnos como cosas entre las cosas; cosas entre las cosas, cambiar el “homo sum” del proverbio latino harto repetido por el “res sum”, “soy cosa”: “res sum, et nihil rerum a me alienum puto”, “y nada de las cosas lo considero ajeno a mí”.  Pues vamos a ver.   Se trata de un amor a las cosas que se oponga al Amor patriótico al Hombre, al tipo de cosas que nos ha tocado.  Este amor a las cosas es un amor de las cosas entre sí, de la una a la otra, puesto que por el mero hecho de que no son UNA cosa única, tienen que ser un plural indefinido, por tanto indistintamente, vagamente, varias, muchas, distintas las unas de las otras, vagamente, y, como recordáis los que me acompañáis que las cosas hablan, hemos desposeído al Hombre de este privilegio de ser el que habla, por tanto de ser el que piensa, porque eso es lo que hacía que el Hombre se pusiera enfrente de las cosas: Él es el que las ve, Él es el que las piensa y hace Teoría acerca de ellas, y Doctrina acerca de ellas, mientras que ellas son las que se dejan ver, se dejan entender, se dejan pensar.  Entonces ese desprendimiento nos lleva a reconocer que las cosas hablan, que simplemente pues las cosas, según cuales son, según su tipo de cosas, hablan en su idioma, y nosotros hablamos en el nuestro, como una clase de cosas que somos, y no hay en eso nada de particular, que evidentemente si pudiéramos oír el hablar de los caracoles reconoceríamos que su istrumento de hablar es también específico, distinto, propio de ellos, ¿no?  Así pasa con el nuestro, y ése es nuestro engaño.  Pues eso que he llamado amor, y que también se llama más prosaicamente ‘interacción entre las cosas’, que no pueden menos de estar en interacción unas con otras por el simple hecho de que no son la misma todas, que son varias, supongo que no hace falta razonar mucho que eso implica que tienen que estar las unas en contacto, comunicación, interacción más o menos lejana las unas con las otras; eso es lo mismo que llamaba amor, y eso es hablar.  Que las cosas hablan quiere decir que están emitiendo costantemente noticias de sí mismas, oyendo, recibiendo, noticias de las otras, y eso es la comunicación, eso es el hablar, y no tenemos por qué mantener ninguna distinción entre la interacción y el hablar y oír, que son simplemente las formas fundamentales de hacer.  Aquí nos dedicamos en esta tertulia política a hablar (mejor dicho, a dejarnos hablar, cuando podemos; cuando podemos quitarnos de en medio un poco personalmente), porque pensamos que ésa es la manera de hacer.  Esto es muy lógico si recordáis lo que al principio os he recordado: que nos dedicamos a atacar la Fe, que es lo mismo que la Realidad; y la Fe se ataca hablando, pensando, dialogando, dejándonos hablar, no hay ninguna otra acción que pueda ser más eficaz para eso.

Bueno, pues así es como las cosas hablan.  Desprendernos del Hombre y de nuestra manía de ser únicos frente a las cosas, únicos que hablamos, nos permitirá poco a poco oírlas; oírlas, ser más sensibles a lo que las cosas dicen y a aquello que pueden enseñarnos.  Supongo que esto puedo darlo de momento por claro, salvo vuestras intervenciones dentro de un rato, pero aquí se tercia, parece que se hace necesario preguntarnos por si hay que hacer o no distinción entre las clases de las cosas: ¿son cosas cualesquiera y sin distinción alguna las que nos hablan y las que nos enseñan, o tenemos que distinguir entre unas clases de cosas y otras?   Ésa es la cuestión.   Generalmente cuando estos días veníamos diciendo aquí ‘cosas’, contra ‘el Hombre’, solemos pensar en lo que normalmente se clasifica como cosas naturales, es decir, cosas que nadie ha hecho, y efectivamente parece que ésas (las ranas, los pájaros, las estrellas, las nubes), son las que nos pueden enseñar a vivir (por tanto, a morir), a vivir sin la peste humana, que es como sabéis el Futuro, la muerte-siempre-futura, de la cual parece que las cosas naturales carecen.  ¿Quién de vosotros se atreverá a rebatirme esto de que las cosas no tienen Futuro, de que las otras cosas, las cosas naturales carecen de muerte futura y carecen de todo futuro por tanto, mientras que nuestra peste esencial consiste en el Futuro, en el Futuro al que el Orden y el Dinero y la Realidad humana en general nos obliga, a lo que nos empuja?  Pero entonces a las otras cosas, las que se llaman artificiales, ¿qué les pasa?  Parece que lógicamente tendría que decir que hay que rechazarlas junto con el Hombre, porque artificiales quiere decir hechas por nosotros, hechas por los hombres, y el mundo está tan lleno de cosas artificiales como naturales.  Pues sin embargo, no, mi sentimiento es que no, no hay por qué: también las cosas artificiales pueden llegar a tener las mismas gracias que las otras, que las naturales, y por tanto la capacidad de enseñarnos a deshacernos del Hombre, enseñarnos a dejarnos vivir, dejarnos morir, como las cosas.  Es evidente que una máquina de escribir pasada de moda es un caso de cosa artificial que naturalmente pues ha vivido su tiempo, ha pasado por sus épocas y sus avatares, se ha trasformado, ha quedado más o menos arrinconada por el progreso del Orden.......no le falta nada; si no, habría sido yo muy absurdo de adolescente y después cuando le cogía amor a una máquina de escribir, y si de verdad estuvieran separadas de esa condición bendita de las naturales, no podría ser, no podría haber ninguna relación de amor, y sin embargo todos vosotros sabéis que uno le coge amor a una máquina de escribir, le coge amor al tren, o a un tren determinado.  Según el Progreso avanza este amor se hace más dificilillo, es decir, que cogerle amor a un AVE, o a un ordenador, parece que ya es otra cosa, y por eso empezamos por esos ejemplos anticuados que son más claros, pero no podemos negarnos a la posibilidad de que alguien le coja amor a un ordenador; uno por lo menos se los ve por ahí que los llevan, se los ponen en el regazo, en el tren o donde les caiga, pero eso no es mucha prueba, porque a lo mejor también llegan y ponen en  el regazo a su mujer, o a su novia, a la que no le tienen ningún amor, pero con la que cumplen.  Y sin embargo no puede decirse que sea imposible; casi no os dan tiempo a cogerle amor a un ordenador, porque antes de un año os lo han cambiao por otro, y claro, así no hay amor que se desarrolle ni que resista muy bien, ¿no?, ellos procuran que el Progreso mismo y el cambio perpetuo os lo dificulte, y lo mismo con los trenes por ejemplo y todo eso, pero sin embargo no es así: las cosas artificiales se vuelven como las otras, tienen la gracia de que se vuelven como las otras, y sólo así las podemos tratar en esto que estoy diciendo más o menos en un igual.

Algunos de los que me acompañan ya sabrían decirlo sin más, que justamente lo que las hace a las naturales, lo mismo que a las artificiales, encantadoras, son sus fallos; son sus fallos, es decir, que nunca cumplen del todo el Programa, ni el biológico, ni el técnico, ni ninguno, siempre lo cumplen mal; siempre lo cumplen mal, no puede uno imaginar una cosa, ni natural ni artificial, sin fallos; sin fallos, que dicho en el lenguaje que usamos aquí quiere decir que nunca acaban de ser del todo lo que son; nunca acaban de ser del todo lo que son, y gracias a eso se puede decir que están vivas, que viven, que mueren, que nos pueden enseñar.  Esto nos lleva a volver sobre lo que los que andáis conmigo hace tiempo creo que ya han visto bien: en qué consiste la Realidad.  Ahora os he venido hablando de las cosas, incluso las artificiales, como si fueran ya realidad; pero hemos distinguido bien entre este sentido de las cosas vagas, no definidas ni contadas, y las cosas ya costituídas en Realidad; costituídas en Realidad, las naturales, las artificiales, y nosotros.

Fijaos bien que si es verdad lo que he dicho de que lo que permite el amor y el aprendizaje con las cosas son sus fallos, esto ya os lo podéis aplicar a vosotros mismos, hasta a mí mismo si llega el caso, porque nosotros odiamos al Hombre, así, en total, pero nos tenemos unos a otros de vez en cuando bastante cariño, ¿no?; especialmente cuando no es ni desde muy lejos ni desde muy cerca, porque ésas son dificultades para el amor entre la gente que todos reconocéis juntamente conmigo, ¿no?: relación desde lejos, es decir, a través de los Medios, o por medio del Nombre Público, de la Fama, todo eso, eso es una relación que se presta poco al aprovechamiento, al aprendizaje y al amor, y por el estremo opuesto la relación en la Familia, con la consorte, con los hijos, esa cercanía hace también que la cosa sea muy difícil.  Pero cuando no se dan esas condiciones tan perversas de la Publicación Universal ni de la condena a la Familia cercana, nos tenemos cierto cariño.  Vosotros mismos estáis conmigo más o menos en esa situación casi todos: aquí no estáis ni allá lejos, como estaríais si tuvierais conmigo una relación como la que se tiene con los filósofos y los poetas que los Medios propagan, ni tampoco tenéis una relación familiar.  Claro, esto tal vez sucede gracias a que nos vemos de tarde en tarde, y seguro que si nos viéramos dos veces a la semana en lugar de una, ya las cosas empezarían a marchar un poco peor, pero bueno, esto es así.  Pues ésa es la condición efectivamente para nosotros como cosas, y para las cosas en general, incluidas las artificiales: nunca somos del todo lo que somos.  Notad que usando todavía este ejemplo nuestro de las cosas que somos, naturalmente cuando uno está en lo alto de la Pirámide, lo publicitan los Medios, lo sacan en fotogramas por todas partes, el imperio para que sea el que es se hace fortísimo; igualmente en el trato con la cónyuge, con los hijos, con los padres, el imperio de que uno sea el que es, de verdad el que es, se hace también fortísimo, intolerable, y eso es lo que hace que efectivamente el trato no pueda rendir generalmente ni mucho aprendizaje, es decir, mucho desaprender de nuestra soberbia de hombres, ni tampoco mucho amor, pero bueno, a ello vamos. 

La Realidad de las cosas, nuestra en cuanto cosas, está costituída en una guerra, que es la guerra entre lo que se nos impone desde Arriba, el Ideal..............  el Ideal, que consiste precisamente en eso, en que las cosas sean lo que son, y ni más ni menos; lo que son, que sean justamente las que son, no en número indefinido ni vago: en un número determinado; lo mismo si es de peces que si es de almas, un número determinado de peces, de almas, de lo que sea.  Ése es el Imperio, eso es lo que viene de Arriba: de Arriba nos cae sobre nosotros la pretensión de que sea Todo.  Uno de los descubrimiento más elementales es justamente el de que es mentira, que la Realidad no es todo lo que hay, es de lo más elemental que podemos haber aprendido aquí, ¿no?  De allá nos viene ‘nada’, es decir, la reducción a Nada, que es lo mismo que la reducción a Todo, y de ahí nos viene la pretensión de Identidad, de ser el que es, tanto en las cosas como en nosotros mismos, y sobre todo la de que uno sea el que es, sea, no sólo uno, sino uno de verdad, es decir, uno sin otros, porque los otros son también parte de uno: imaginaciones, objetos de amor, lo que sea, de uno.  Esas cosas tremendas nos vienen de Arriba, y eso es lo que en ese sentido costituye la Realidad.  Lo otro es lo desconocido, es decir, aquello que lo conocemos porque sobre algo tiene que ejercerse ese imperio; no tiene sentido pensar que toda esa orden de ser el que es, de ser cada cosa la que es, de ser tal número preciso de cosas, de ser uno el que es, no se imponga sobre algo: algo había, algo hay, sobre lo que eso se impone, y eso es lo que sigue vivo por ahí bajo, siempre, porque esta guerra entre ambas cosas, entre el Orden y el fallo del Orden, no se acaba nunca, es una guerra interminable, porque en ella está costituída la Realidad. De manera que costantemente sigue Dios desde lo Alto imponiendo la orden de “¡Se el que eres!”, “¡Seáis los que sois!”, “¡Seamos los que somos!”, “¡Sean las cosas las que son!”, “¡Sed tantos, cuarenta y tantos mil millones, 754.428, en el momento que sea!”, y eso, esa pretensión está siempre ahí, pesando sobre nosotros, y nunca acaba de cumplirse, nunca acaba de realizarse del todo esa pretensión, no hay ‘del todo’, la Realidad no es Todo, ni Nada, ni Uno, nunca acaba de realizarse del todo.

Así está costituída la Realidad, y espero que ahora, con este recordatorio........  porque esto de la Realidad costituída como una guerra entre el Ideal o pretensión de Dios de hacernos ser los que somos y la resistencia interminable a eso, y sus fallos, es algo que estamos repitiendo todos los días.  Hasta tal punto os están todos los días, pero mucho más frecuentemente, diciendo que creáis lo contrario, mandando que creáis que uno es el que es, que las cosas son las que son, las que dice por ejemplo el item correspondiente del diccionario de un idioma cualquiera: ‘rana’, distinto de ‘sapo’, distinto de ‘renacuajo’, distinto de lo que sea.  A esto estamos todos los días sometidos, y también sentís que eso no se cumple del todo.  La presencia del Ideal, la presencia de Dios entre nosotros, es ciego, estúpido, negarla, tenéis por todas partes esa presencia de Dios, que es lo que os mandan en los Medios todos los días, a cada momento, la Fe que os imponen; es lo que os manda por tanto el Capital del que dependéis para hacer eso que llaman vivir, es decir, subsistir dentro de la Realidad, es lo que manda el Dinero, lo que manda el Amo, lo que os mandan los Medios, lo que mandan por todas partes, no hay manera de negarse a la presencia de eso.  Por el contrario sentirlo, volverse sensitivo a que nos están imponiendo esta Fe a cada momento, es desde luego lo primero para esta guerra que en esta tertulia política nos traemos; si no se siente todo lo que haya que sentir esta presión desde Arriba, efectivamente no hay de donde puedan salir fuerzas para hablar ni para hacer nada contra ello.  Al mismo tiempo, pues tenemos que reconocer lo otro: que a Dios le falla siempre la Ley; a Dios le falla siempre la Ley, por Todopoderoso que Él pretenda ser, pero no hay Todo en la Realidad; ya puede el Capital aterrarnos como nos aterra todos los días mostrando a qué enorme mostruosidad de Poder puede llegar, enorme, en cuanto a someter a millones de gentes a un mismo cerco, someterlas a un mismo Credo, someterlas a una misma cadena de trabajo.  Es aterrador, pero no hay Todo, no es Todopoderoso; es simplemente tremendo, fuerte, aterrador, pero tenemos que reconocer que nunca vence del todo, que nunca puede llegar ni a la totalidad, ni a la aniquilación.  Entre nosotros hay un tipo de creyentes, que son los más fieles a Dios, que son los totalitarios, los que antaño se llamaban o fascistas, o nazis, o lo que sea, que son los más creyentes en el Todo, en la victoria del Todo. Recordáis muy bien, ¿no?, es lo que ha dado esa pretensión de que la raza aria sea todo, que no haya ni un solo judío en el mundo, y cositas por el estilo, ¿no?  Ésos son los creyentes más fieles, pero por desgracia los que sois, como supongo, la mayoría de vosotros, menos fieles, tampoco os salváis de tragaros esa imposición de la creencia en que las cosas son como son, y que uno es el que es, y cosas por el estilo, y por eso es esta lucha, porque cuesta mucho liberarse del todo de la Fe; no basta libertarse de esas formas estremas, fascistas, totalitarias, sino también de las más corrientes.

A esto es a lo que las cosas nos están enseñando todos los días, porque lo característico nuestro no es más que lo esacerbao, esagerao, de esta Fe.  Las cosas cualesquiera (naturales, artificiales, nosotros mismos como cosas), están sometidas, estamos sometidos, con ellas, a la Ley de la Existencia o Subsistencia.  Estamos aquí partidos también cada uno de nosotros en dos: por un lado tenemos que obedecer, nos han amenazado de muerte si no obedecemos; de una manera un poco vana, porque de todas formas la muerte futura nos la tienen prometida, pero eso no les priva de amenazarnos con la pérdida de la subsistencia, de la existencia (que ellos llaman vida), la pérdida de la existencia, de la subsistencia, si no se obedece, si no se cree; si no se cree que efectivamente las cosas son como son, o sea, más o menos como os las enseñan en la Televisión, como os las cuentan en los periódicos y en cualquier otro sitio, si no se cree que uno es uno y que tiene su destino (tiene su Destino en lo Universal, como decía el otro), igual que un Estado, igual que cualquiera.  Si os hubierais desprendido del todo de eso, ni siquiera tendría aquí que estaros diciendo nada; si venís aquí muchos de vosotros, será porque estéis medio desprendidos de esa Fe, que conservéis algo de lo que nos queda de niño, de pueblo, que no está de acuerdo con esa Fe, que sospecha que es mentira, y gracias a eso, pues bueno, todavía os arriesgáis a venir aquí y a hacer algo en contra de esa Fe; sin que eso quiera decir que ni vosotros ni yo mismo estemos del todo desprendidos, limpios del todo, limpios del todo de esa Fe, lo estamos intentando.

Pues las cosas nos enseñan, en esta guerra: ellas están sometidas (animales, astros, plantas, nubes, todo), están sometidas a la Ley de la Existencia; trenes, máquinas de escribir, hasta ordenadores también, están sometidas a la Ley de la Existencia, de la Subsistencia, y sin embargo no notamos en ellos que sepan su muerte futura, no tienen Futuro: una amapola desde luego no sabe nada de lo que le va a pasar, ni siquiera un nuevo modelo de ordenador sabe nada de lo que le va a pasar, de cuando le caerá encima el modelo siguiente y lo manden al basurero.  Las cosas no pueden saber su muerte futura, y así están libres; están libres, por lo menos en una buena parte, de este sometimiento a la Ley de Arriba.  No están libres, están sometidas: un sapo está condenado a luchar por subsistir, por seguir siendo el que es, porque le está mandado desde Arriba, y al mismo tiempo está siempre fallando en el intento, porque no hay un sapo perfecto, no hay ningún sapo que sea la realización ideal del item del diccionario del castellano que dice ‘sapo’; no hay ninguna cosa tal, y por tanto está fallando siempre, y en esta guerra están; esta guerra es común, guerra de las cosas y de nosotros entre las cosas, con esa diferencia: que no tienen esa fe exagerada, esa obediencia exagerada, ese saber; ese saber, o pretensión de saber, que es ante todo saber del futuro, saber de la muerte, el saber en el que se asientan todos nuestros otros saberes desgraciados.

Gracias a eso podrían enseñarnos a vivir como cosas, en lugar de como personas; para eso teníamos que estar bastante hartos de ser personas (es lo que espero aquí), para entonces ir aprendiendo a dejarnos vivir como cosas, y dejarnos vivir quiere decir no tener futuro ninguno; no tener futuro ninguno, como las cosas no lo tienen, y dejarnos morir, que es lo mismo que vivir, como las cosas, sin futuro ninguno, ni viviendo ni muriendo; eso es justamente lo que el amor de las cosas, esa intercomunicación con ellas, podría aportarnos aquí.  En suma, porque ya nos va tocando dejaros salir por ahí esas voces que espero que nos ayuden a desengañarnos un poco mejor, lo que se trata de aprender es esto de que la Realidad es la Realidad; todo lo fuerte que ella quiera, pero no es verdad, pero nunca es verdad. ¿Por qué diablos hace falta venir aquí al Ateneo para decir esto?  Pues porque lo contrario está dicho costantemente.  Pero no es verdad, porque justamente el truco que al tipo de cosas que somos nos corresponde es el truco de hacernos creer en la verdad de la Realidad, y todos los días os están haciendo creer en Verdad de hechos, de sucesos: si os ponéis delante de la Televisión por ejemplo, pero también sin necesidad de caer en ese pecado mortal, también por otros procedimientos, os están comunicando que tales hechos, tales sucesos, son verdad, han sido verdad, e incluso que son inevitablemente verdad, y no se distingue ahí entre el Futuro, que es donde nace la pretensión de Verdad, y luego lo del Pasado, a lo que se aplica también.  Dejar de creer en la verdad de la Realidad es por tanto aquí nuestra faena, y lo es porque lo contrario está pesando sobre vosotros costantemente, os lo están diciendo costantemente: “¡creed en la Verdad!”. 

Esto me llevaría a la cuestión de la Información, y por tanto de la Informática. Justamente ayer en La Razón, en la columna de La Razón, sacaba una cosa que era justamente eso, “la Red de la Realidad”, y se refiere a esto: la información, las noticias, el saber, los conocimientos, SON la Realidad.  Lo que os hacen creer es que la Información es información acerca de las cosas, de los sucesos y todo eso, y no: aquí no se habla de cosas, se habla de la Realidad, y la Información ES la Realidad.  Es una cosa que ya no hay para discurrirla hoy, porque quiero hablar un rato con vosotros (si no, bien me dejaría), pero sobre lo que habrá que volver.   Hasta los físicos cuánticos mismos, de quien tanto provecho sacamos aquí, no por lo que pretenden hacer creer, sino por los fallos en que tienen que caer, han descubierto esto con bastante claridad en los entes subatómicos (no digamos fotones, en los electrones mismos): la entidad, la realidad de un electrón, no se distingue para nada del poder que ese electrón tiene de dar noticia de sí mismo a otros y recibirla de otros, de la comunicación.  Esto está dicho así en lenguaje vulgar; ya comprendéis que en lenguaje matemático suena mejor, pero es preciso que aquí suene de esta manera.  Es un descubrimiento al que se asoman con dudas; tratan de remediarlo, porque claro, el descubrimiento tomado de verdad al desnudo sería un desastre para la Fe reinante, que una Física tiene que defender, pero que al mismo tiempo no puede menos de presentárseles: no hay otra Realidad más que la Información.

Naturalmente, en esa Información se confunden dos cosas contrapuestas, y con esto voy a callarme un poco.  Una es esa intercomunicación entre cosas cualesquiera que era lo mismo que el amor, y otra cosa es la Información o Saber impuesta desde Arriba, la de Dios, porque ésta es la que costituye no sólo la Realidad, sino la pretensión de que sea verdad; no basta con la guerra que nos traemos, y que nos obliga a eso, a la existencia, a la subsistencia, sino que además hay que creer que es verdad, y eso solo da la Información.  Entre otras cosas ya un día descubríamos que Dios es matemático (y ya desde ese momento no nos estrañan los despilfarros de dólares que el Capital y el Estado hacen a favor de las teorías físicas que no van a poner en peligro al Poder), que efectivamente Dios es matemático: como he dicho antes, los ideales son esos Todo, Nada, Número preciso de cualquier clase que sea, Uno, y eso es lo que costituye la verdad de la Realidad.  Lo que las cosas nos enseñan, y me gustaría que aquí estuviera sonando también, aunque fuera por la boca de este tipo de cosa que yo soy, es que eso no es verdad: la Información justamente nos dice la verdad de las cosas, y hay algo por debajo, lo que nos queda de cosa viva, de pueblo, de niño rebelde, de mujer sometida y no domada, que desde ahí abajo trata de “¡no me lo creo!”, “¡no puede ser, no puede ser verdad!”.  Y efectivamente, no es verdad; no es verdad, nunca es verdad del todo, de manera que ésa es justamente la lección que de las cosas podemos aprender: que no tienen por qué tener una Fe, no tienen por qué recibir una Información, no tienen por qué hacer una Teoría del Universo que le plazca a Dios, no tienen por qué guerrear por subsistir; están divididas contra sí mismas en el deseo de vivir y en el imperio que les manda ser cada una la que es, están así cada una como nosotros en guerra consigo misma, pero no tienen que creer, no tienen que creer en una Fe, no tienen por qué creer en la verdad de la Realidad, en la que la Información nos hace creer.  Si el Señor nos deja vivos dentro de 7 días, es decir, el 5 de Enero, volveremos sobre esto, pero ahora me voy a callar, porque se va el rato que tenemos y quiero oíros hablar.  Sí.

-Una ocurrencia: yo pienso que la abeja sabe ser abeja, el delfín sabe ser delfín: ¿por qué yo no puedo saber lo que debo ser?

A-Tu sabes demasiao, y la abeja sabe bastante menos.  Aquí queremos que el saber se pierda, porque hablar no es llegar a un saber, sino hacer, por ejemplo deshacer la mentira de que la Realidades son verdad; así de simple.  ¡Venga!  Por favor, más voces que nos ayuden, nos descubran..............

-Que respecto a la cuestión de las cosas artificiales, digo que se nota muy bien el prendimiento que sucede con las cosas artificiales a las que uno les coge prendimiento o gusto, precisamente con las cosas de las Artes, o mejor llamémosle de las artesanías, que prenden tanto porque precisamente son cosas en las cuales los hombres las han hecho por descontento, por descontento de las relaciones con los hombres y de la vida, ¿no?, descontento de la vida humana.

A-¿A qué Artes te refieres?

-A las Artes menores, la orfebrería, la pintura, la cerámica, todo eso.

A-No, Isabel, no te refieres a la mayoría de las Artes.

-No digo las Artes grandes, me refiero a las cosas que de alguna manera te tiran más, te enamoran más, como un jarrón, como una cosa hermosa, porque ahí me parece que hay una huella de que el humano que lo ha hecho ha dejado de ser humano en el momento en que la estaba haciendo, ha perdido la humanidad y se le ha ido el santo al cielo y se ha desprendido de sí.

A-Sí, sí, efectivamente, sí: cuando al alfarero le ha pasado eso que dice Isabel de que se le ha ido el santo al cielo literalmente, es decir, que ha dejado de saber lo que está haciendo, entonces es cuando le puede salir algo que después a otros pueda cautivarnos. Es un poco paradójico, pero hay que reconocerlo así, porque la mayoría de los artistas, incluso artesanos y artífices, lejos de írseles el santo al cielo para nada, se les va adonde está mandado: al Futuro, al fin que van a conseguir con su obra; tienen, en el Ideal más fuerte del Poder, Programa, y si no tienen tanto como un programa para lo que están haciendo, por lo menos tienen una convicción muy firme de saber cuál es el fin para el que están haciendo aquello; y el fin para el que están haciendo aquello, a lo mejor cada artesano o artista se cree que es una cosa que él sabe, pero cuando se mira se ve que no, que el fin es el fin al que el Capital y el Estado le están guiando, y esto en la mayoría de las Artes.  Pero hay que reconocer que de vez en cuando un cacharro se porta bien.  Yo desde luego jamás me pondría a discutir ni distinguir si una tinaja puede enamorar más que una rosa; de la cual se supone que es natural, porque las hay también entre las rosas que no obedecen mucho a eso, ¿no?   No, no hay por qué distinguir, y yo lo que hecho es tratar justamente de romper la distinción; lo que vale en ellos son los fallos, y en el caso de un producto artificial, incluso artístico, eso: lo que se hace sin saber lo que uno está haciendo; si uno sabe lo que uno está haciendo, la dificultad para que le salga algo bueno es mucho mayor.  Sí.

-Cuando hablas de que nos hacen creer en la Televisión, o desde Arriba, ¿no personalizas demasiado, como si hubiese entidades coscientes que impusieran esas órdenes de alguna forma?

A-Precisamente no las he mencionao, tales personalidades: hablo del Estado y del Capital, y para ser más claros, de Dios, no hay otros.  Los otros, pues son servidores, programadores, son siervos del Capital, siervos del Estado también, oficinistas, organizadores de los Centros, pero el que lo hace, el que lo manda de ordinario el imperio, es el Estado mismo, el Capital mismo, Dios.  Os recomiendo que nos acostumbremos a usar la palabra Dios para resumir todas esas cosas y no armarnos líos.  Sí.

-No sé qué poeta dijo: “a veces me sucede que estoy cansado de ser hombre”.

A-Ése iba camino de venir a la tertulia.  Bueno, ¿alguna otra cosa más, por favor?  Venga, que se nos escapan los minutillos.  Sí.

-Aunque esto es una tertulia política, yo quería ver si me aclaras algo de Física, que parece que en la Teoría de cuerdas dicen que si hay un electrón y podemos recibir información de él, que sería entiendo lo que tú has dicho de que se comunica con nosotros, entonces tendríamos una certeza de él, y he entendido que pertenecería a la Realidad.  Pero dice esta Teoría de cuerdas también que cuando tú te das la vuelta ya no puedes percibir el electrón, y lo que tú tienes es una probabilidad de dónde pueda estar, y por lo tanto la pregunta es si la probabilidad pertenece a la Realidad o no.

A-Bueno, creo que has leído una versión un poco digamos atrasada, porque estos físicos marchan que no da uno abasto casi a recoger entradas en la Red antes de que hayan cambiado.  Eso se refiere a una cuestión que ya aquí hemos dejado de lado, que es la cuestión del observador; la has planteado con respecto a la cuestión del observador, porque efectivamente los que me acompañáis lo recordáis: no podían algunos de los más honrados de estos venir a descubrir que no había fundamento para la separación entre el observador y lo observado; lo observado, o como ellos vienen a decir, lo observable, y en definitiva los más exagerados venían a descubrir que los elementos mismos tenían ese poder de observación y hasta de free will, de libre voluntad, etc.  Bueno, yo ahora lo he planteado dejando de lado la cuestión del observador, y efectivamente, según la Física desarrolla estos entes, hay un momento en que estos entes son puramente matemáticos, han surgido simplemente por el desarrollo de ecuaciones, etc, y así se puede decir no sólo de las cuerdas, de esa sub-subrealidad de los strings, de las cuerdas, sino de los quarks, que son otro elemento de esos que de momento surgen, en la matemática surgen, en el cálculo, y sin más.  Pero inmediatamente, si es una Física, tiene que tratar de dotarlos de realidad, y se les dota de realidad.  ¿Cómo?: pues hablando de ellos; en primer lugar hablando de ellos en la teoría, lo cual ya hace que se les trate como cosas; no dejándoles ya hablar en su ecuación, sino hablando de ellos, y entonces ya efectivamente las cosas vienen a ser.  El descubrimiento al que me refería hoy es que un ente no tan sub-subatómico como las cuerdas o los quarks, un electrón, que parece una cosa ya muy real desde hace un siglo y muy corriente, no puede distinguirse en su realidad del poder que tiene por un lado para emitir mensaje y recibirlo, con otro; con otro ente de la misma categoría, dejando ya fuera al observador.  Incluso ya, aparte del poder que entonces ya adquiera para comunicarse con nosotros, aunque sea a través de una teoría física, lo esencial que os quería hacer notar es el descubrimiento de que la Información se descubre como la Realidad en ese caso, sobre lo que seguiremos hablando: es justamente ese poder informativo, que no puede por menos a un electrón de atribuírsele, lo que costituye el electrón, no hay otra cosa; fuera de ese poder comunicativo de unos con otros no hay tampoco uno.  Pero como os he dicho, esto es lo que he dejao pendiente para por si acaso el Señor nos deja vivos dentro de 7 días; ahora sigamos con las cosas de hoy un poco más. 

-En el amor a las cosas que crean los hombres hablabas tú de un ordenador comparado con una máquina de escribir, y se me viene a la cabeza la chatarra; la chatarra de hierro que viene del desguace de barcos, del desguace de trenes, esa chatarra es una chatarra muy bonita, al menos yo le tenia mucho cariño a esa chatarra, por oposición a la chatarra del automóvil, que no es chatarra para ver ni para que uno se enamore de ella, porque vienen así en cubos que están aplastaos, están aprisionaos, y no tienen ningún encanto.  Sin embargo la chatarra de hierro que luego va a ir a fundición y convertirse en esa masa para luego volver a ser distintas cosas, diferentes cosas, pues es una masa muy bonita, y en el Progreso progresado desaparece esa chatarra como algo de lo cual uno pueda enamorarse a la vez de lo que de ella vendría una vez fundida.

A-Bueno, el amor te ha hecho exagerar un poco en la distinción, porque es evidente que ni los viejos vertederos de chatarra de hace 70 años tenían por qué ser siempre bonitos, ni tampoco puede ser del todo desesperado el caso de un vertedero de automóviles, que ¿quién sabe lo que podrá dar de sí?  En todo caso, sí, el Progreso es el Progreso, las cosas tienen que ir siempre a más feo, a peor, eso es una regla, no encontraréis una escepción; cuando os hablen de Progreso, haced notar que sin más la cosa que ha venido a sustituir a la que antes se usaba es más fea necesariamente, y que nunca se puede dar la vuelta.  El Progreso es el Progreso, es el Imperio de Dios, y luego está lo otro que hemos tratado aquí: que eso es así, pero nunca acaba de ser verdad, nunca ni acaba ni ha acabado ni acabará de ser verdad, por mucho que se progrese.  Sí.

-Sobre esto del amor a las cosas se me ocurría ahora a raíz de esto que ha dicho Isabel que no es tanto que sea la mano de un artesano el que lo haga, sino que la cosa que se ha hecho haya perdido o esté en trance de perder la función para la que está hecha.  Es decir, si un artesano ha hecho un cuenco y es para beber agua, a mí me parece que será una cosa que no se podrá amar en la vida, pero cuando ya se han inventado los vasos y uno se encuentra en el desván ese cuenco, ese cuenco ya es otra cosa.  Y pasa igual con un coche.

A-Creo que estás algo equivocado, ¿no?  Yo he dicho desde luego el caso opuesto: que el que no puede producir nunca cosas que tengan un encanto ni un amor, es el que sabe el fin íntegramente, sabe para qué está haciendo aquello; pero en el caso de un alfarero que fabrica tinajas, porque son tinajas, es decir, destinadas a guardar trigo por ejemplo, o fabrica cuencos, para la comida o para la bebida, aparte de ese fin, con el que ya ni piensa ni lo separa del objeto mismo, pueda por eso mismo haber un desprendimiento de cualquier otro fin que lo distingue; porque hay que distinguir eso del caso en que ya efectivamente los alfareros de mi tierra fabrican, a torno y con todas las reglas, cuencos o tinajas, pero naturalmente es para venderlas a los turistas en la Feria de San Pedro, y ése ya es otro fin.  La gracia que el cuenco o la tinaja pueden tener es que, como decíamos antes cuando lo sacó Isabel, se da de vez en cuando que aún siendo una tinaja, siendo un cuenco, en el hacerla al alfarero se le ha ido el santo al cielo, es decir, que ha estado un rato haciendo las cosas por ispiración de abajo, ispiración de las musas, en lugar de hacerlas por necesidad del fin; ésa es la diferencia.  ¡Pero más, por favor!

-Que hay 3 rasgos que yo creo que son esenciales para que una cosa tenga éxito en el Régimen del Bienestar: la primera es que no valga para nada, que sea inútil, la segunda es que sea fea, y la tercera es que cueste dinero; mientras más cueste, más éxito tendrá la cosa.

A-Sí, eso ya quedó escrito una vez, supongo que muchos lo habrán leído, y efectivamente es condición esencial; la de que tiene que ser más fea es condición esencial, la primera.  No servir para nada bueno, que es lo que aquí estamos llamando servir para los fines del Capital y del Estado, ésa también tiene que cumplirse, y por supuesto tiene que mover capital, tiene que mover más capital que la anterior.  Ésas son condiciones del Progreso, ¿no?  Que no sirva para nada bueno se ejemplifica todos los días: cuando un tipo corriente, yo o cualquiera, se queda plantado ante una nueva innovación en cualquiera de las Industrias, de los Medios de Comunicación, de Trasportes, de Producción, o de cualquier otra cosa, dice “¿y por qué coños este año les ha dado por cambiar esto?”.  Esto os lo habéis encontrado todos los días, y no entiende, y a lo mejor se esfuerza en entender por qué, y dice “no, efectivamente no ha sido por utilidad, no es porque con esta máquina se vaya a hacer mejor, ni siquiera más deprisa ni más fino ni nada; eso es lo que dicen, pero la razón de verdad está ahí detrás, en esos principios: es porque es más cara, mueve más capital, y es justamente porque no sirve para nada, y es porque es más fea, nos carga más”.  Es el Imperio de Dios.  Notad que Dios, el Capital, el Estado, es el intento de que de verdad nada quede que no sea dentro de eso, es conseguir que la Realidad sea verdad, y eso es mortífero; es mortífero, y tiene que manifestarse en cualquier cosa como ésa de los avatares del Progreso.  Sí.

-Pensando un poco en lo que acaba de decir Isabel de las tres reglas para que las cosas sirvan al Progreso, una de ellas sería que sea fea, que sea inútil, y la otra que cueste mucho dinero.  Y pensando por ejemplo en el AVE, el tren este que nos lleva ahora a Valencia en hora y media, indudablemente es útil para el fin que se propone, que es acercarnos lo antes posible al mar, y ése es el fin de Dios.

A-El fin de Dios, pero no el de la gente.

-Claro.  Pero ¿de qué utilidad se aleja?: sería de la utilidad de lo común, de aquello que supone descubrimiento y vida.  Es que por ejemplo yo me encontré hace años viajando en un tren de estos que era todavía de tablilla, a Andalucía, a Sevilla concretamente, y recuerdo aquel viaje, que era a ver a mi novia de entonces, y me acuerdo de que era un viaje de toda la noche en ese tren, y me pasó que me dormí en el hombro de una viejecita, y la señora me despertó al día siguiente toda enternecida del acto, de un chaval de 18 años que se había dormido en su hombro.  Aquello ocurrió en aquel tren, pero eso no puede ocurrir en este.  Indudablemente eso es una cosa que diferencia mucho a este Progreso de ése otro “retraso”, por así decirlo.

A-Está bien, es oportuno.  Los que somos bastante viejos estamos llenos de recuerdos de trenes de este tipo.  En los trenes efectivamente pasaban cosas; no sólo las que pasaban por la ventanilla y que uno las veía, sino las que pasaban dentro del tren al mismo tiempo.  Notad que en el Progreso en el tren cada vez pasan menos cosas, se procura que no pasen cosas ninguna imprevista ni dentro (y por eso te acomodan al estilo del avión o del autobús, te embuten para mandarte de la manera más garantizada de que no va a pasar nada al destino que lleves), sino tampoco por fuera.  Eso cuando conservan la ventanilla más o menos estropeada por manejos industriales, por el Televisor por todas partes, y la gente, como una parte, sí, está viva todavía, es buena, pero por otra parte es persona y está muerta, pues probablemente elige el Televisor, porque así son las cosas, así está mandado, de manera que lo que se ha perdido, que es lo que preguntabas, era justamente eso.  Notad que en el Progreso todas aquellas ventajas del tren se han venido reduciendo a nada, o casi nada: el tren era como una casa en movimiento, una casa que pasaba por cerca de tu casa y en la cual te montabas y la vida seguía dentro más o menos igual que fuera, y, o te encontrabas con gente con la que charlar y aprendías cosas, o simplemente veías, como Machado, los arbolitos pasar, ¿no?, que ya es pasar, de todas maneras, ¿no?  Pues el Progreso lo ha ido derruyendo, y por eso el tren en su progreso toma como muestras el autobús o el avión, que nunca han tenido esos encantos, siempre han estao condenados a muchas menos posibilidades.

-¿Cómo era aquello que decía Machado del llegar, de las ciudades estas, que era muy bonito?

A-“Londres, París, Ponferrada, tan lindos para alejarse: lo peor es la llegada”.  Ya veis la distinción que con tu ejemplo se ha sacado entre fines: en el Progreso se cumple efectivamente el fin de Dios: Valencia, el mar, a hora y media de Madrid; ése es el fin, el fin de Dios.  Ahora, ¿a quién coños le hacía falta que el mar estuviera a hora y media de Madrid?, ¿quién lo ha pedido?, ¿de dónde han salido las voces, las reclamaciones, que han podido mover al Capital a conseguir esa hazaña tremenda?  De ningún sitio.  No vienen de ahí, vienen de Arriba, la obediencia es de Arriba, nadie lo ha pedido; nadie lo ha pedido, y a cambio de concederte ese fin, el fin del Señor desde Arriba, pues claro, te quitan todo lo que un tren tenía de tren, es decir, de vida andante más o menos.

-De todas formas, Agustín, ése es el tono general del mundo: si te fijas en los bares de antes, que están desapareciendo, y está llegando el bar limpio, pintadito, todos iguales, y los bares que tenían un poco de sabor de antes van desapareciendo, salvo en barrios, y está pasando con todo, porque en el autobús antes se hablaba mucho más también.

A-En general los viejos antes de pintarlos y todo eso ya los estropeaban porque tenían que meter ruido, porque a la juventud le gusta el ruido.  La Juventud no sé dónde está, pero desde luego la orden del ruido sí sé a que viene: se supone que es que la juventud lo pide, que haya ruido; y digo ruido porque no se trata de música, se trata esencialmente de ruido para distraerse.  Y de esa manera efectivamente lo que la taberna podía tener también de una parte de vida, incluso de una huída del hogar, que era lo que en los pueblos era esencialmente la taberna, un rato de huir del hogar, pues todo eso se está naturalmente perdiendo, ¿no?

-Y ahora el cigarrillo, que ya no hay cigarrillos.

A-¡No quiero ni acordarme!  Os llamo a la revolución por si acaso.  La Campaña Antitabaco ha llegado a tal grado de estupidez en el empeño que es una campaña fascista, y lo escribía así en La Razón: los que quieren que nadie fume nada nunca en ningún sitio, son los mismo que querían que no quedara un solo judío en el mundo; de manera que la campaña tiene ese carácter, y las chorradas de la salud y del cáncer son meros pretestos: de lo que se trata es justamente de cumplir eso, una totalidad.  Y se ha llegado a tal estupidez que esta nueva orden de que me hablas de todavía conseguir un poco más, de que en ningún sitio nunca todos, puede que hasta les salga mal, ¿no?  Os llamo a la revolución por si acaso podéis hacer algo en esto a partir del momento en que intenten ponerlo en práctica.  No sé si queda algo más por ahí, y si no.......

-Si hay cosas que no tienen Futuro, están las cosas sin Futuro, parece que tampoco tienen Dios que les mande ser lo que son.  ¿O sí que lo tienen de otra manera?  Yo eso no lo entiendo, lo de que.....

A-No: padecen como nosotros; padecen el Imperio de Dios.

-Sí, pero lo padecen a través de la imposición del Futuro, no de un programa que les haya mandado ser lo que son sin tener Futuro.  Eso es lo que no entiendo.

A-Es una orden, sí; a un sapo.

-Pero si no tienen Futuro, ¿cómo va a dejar de ser el que es?

A-Le han mandao ser sapo.

-¿Pero no puede ser que le venga otra cosa por detrás que no se le haya mandao de Arriba, que nos pueda enseñar también que se puede estar sin Dios así también?

A-Son existentes, ¿eh?, estamos hablando de la Realidad, ya no son cosas; a las cosas vagamente, como ya aclaré al principio, no les cabría decir esto, pero estamos hablando de entes reales, y los entes reales están en una guerra también consigo mismo; no es que tengan la Fe en Dios, como nosotros,  pero padecen la orden de ser el que son, subsistir; la padecen.

-¿Y no será que se lo hemos contagiado nosotros, o que nosotros lo interpretamos así? 

A-No, no hay por qué, sería darnos demasiada importancia, Ana.

-No nosotros, sino que estamos colonizados por Dios, y entonces......

A-No, no; yo creo que no, vamos; creo que es una condición de la Realidad, es una guerra, la de las cosas y la nuestra, y lo que quiero es que os metáis en que es la misma guerra; es la misma guerra, con la diferencia única de que nosotros somos el caso estremo de Fe.  Bueno, pues creo que nos toca cortar, así que eso, continuaremos con la Realidad y la Informática y todo eso si el Señor nos deja dentro de 7 días, que creo que es el 5, sí, la noche de Reyes.