12.01.2011
Agustín García Calvo
Ateneo de Madrid
Tertu264-12-1-2011#Tertu264-12-1-2011.mp3
- La aparición en el campo de la lengua de Lo que es lo que es, lo que hay, y lo que existe, en forma de (respectivamente) los Ideales que tratan de realizarse (palabras ideales y fonemas), la resistencia común a esos Ideales, y las personas reales y los ámbitos reales en que el habla se produce.
- El común como resistencia a la realización de los entes ideales.
- Importancia de reconocer la imposibilidad y el absurdo de las pretensiones del Poder de que los entes ideales se puedan realizar.
- Los idiomas, sometidos como cualquier otra cosa real a la necesidad de cambiar para seguir igual.
TRANSCRIPCIÓN:
Bueno, pues vamos a ver si ahora me las arreglo para que se entienda con la claridad deseable esa distinción que nos toca a nosotros, a cada uno de nosotros lo mismo que a las cosas en general, esa distinción entre tres pisos: entre lo que hay, lo que existe, Lo que es lo que es. Supongo que los que me acompañan de hace tiempo sólo con decirlo así en astracto entienden ya bien de qué estamos hablando; si no, en este momento o en cualquier otro ya sabéis que me podéis hacer parar y pedir esplicaciones. Lo que hay, lo que existe, Lo que es lo que es.
Lo que existe queda en medio, y como recordáis es una lucha entre el Ideal, la Ley, el Orden, que se impone desde Arriba........... El que es el que es, al cual de ordinario nos hemos acostumbrado a mencionar como Dios, con esta breve palabra, y aprovechando que Dios está más bien en desuso, comprendiendo en ella cosas como el Poder, el Estado, el Capital, y, en fin, cualquiera de las cosas que desde lo Alto nos hacen la puñeta. El que es el que es, Dios. Una lucha entre eso y aquello sobre lo que se ejerce, lo que hay, pero que todavía no existe y por tanto nos es desconocido; lo hay, pero nos es desconocido, está por ahí abajo, y sufre la imposición del Orden, del Ideal, que da origen a esta lucha en la que estamos, nosotros, las cosas, esta lucha entre lo uno y lo otro, que es en lo que consiste la existencia.
Bueno, esto dicho así en astracto me propongo ahora intentar que se entienda bien acudiendo a la lengua misma, al campo de la lengua, para que se vea cómo en él estas cosas se presentan, se distinguen claramente una de otra, entran una y otra en conflicto........ En la lengua está por un lado el hablar: está hablando gente, cualesquiera, y eso pertenece a la Realidad, es una actividad como cualesquiera otras, forma parte del vocabulario de los nombres y los verbos el hablar quienes quiera que sean, en lo cual tienen por tanto que entrechocarse costantemente y confluir entes ideales, entes que se supone que son lo que son, y aquello que hay más abajo de nosotros y de las cosas existentes. Lo que en el hablar está hecho por nosotros, por el que habla, por el que oye, por los que hablamos, eso es una realidad trivial, pero en ella están entrechocando por un lado entes ideales que no existen, como existimos nosotros y nuestro hablar; que no existen, pero que dan la existencia. Entes ideales como son en una lengua cualquiera los fonemas, por ejemplo en el idioma en el que estoy hablando los 23 fonemas de este idioma, que se oponen los unos a los otros por diferentes tipos de oposición, que ocasionalmente neutralizan la oposición entre dos de ellos y producen también esos otros entes ideales a los que llamo archifonemas, que esos no existen directamente, pero ahí están, dando existencia, consistencia y subsistencia al habla, y por lo tanto a la existencia misma en general. Cualquiera de vosotros sabe que en este idioma palabras como ‘capa’, ‘quepa’, ‘Quique’, ‘cosa’, ‘cuatro’....... todas ellas empiezan por el mismo fonema; cada vez que hablamos naturalmente suenan distinto; eso es tratar a los hechos de la lengua como si fueran realidades, y igual que las otras realidades, pues se pueden analizar, examinar, y suenan distinto cada vez: nunca el Ideal se realiza. Retened esto para cuando pasemos a la política: nunca el Ideal se realiza, no hay como existente, no existe, una ‘k’, por llamar así a ese fonema que se da en todos los casos; no existen, pero están dando existencia a estos hechos de la lengua, y haciendo naturalmente que las palabras de que están compuestos esos índices se puedan realizar aparte de el hecho de estar depositadas. Esto es importante: tampoco las palabras existen directamente como palabras ideales, pero están ahí sin embargo: se supone que ‘burro’ es una palabra, aparentemente, pero en “los burros van acarreando leña”, “a los burros si no sirven para otra cosa se los mata”, lo que aparece no es ‘burro’, lo que aparece es ‘burros’, ‘a los burros’........., es decir, una cosa mucho más complicada, un trozo del hablar al que llamamos palabra sintagmática; de ése se podría decir que existe, pero por supuesto no se puede decir eso de ‘burro’: ‘burro’ no existe de por sí, y la prueba es que cualquier diccionario que quiera registrar todos los ítems, todas las palabras de una lengua, se las ve negras, y nunca termina, porque habría que decidir cuál de las maneras en las que aparece la palabra ‘burro’ es la que se elige para ponerla como título del ítem correspondiente en el diccionario, y no hay nunca motivos razonables suficientes para eso. De manera que no solo son los fonemas: también las palabras que están costruídas con fonemas de esos en un determinado orden están con esa condición: que por un lado nos remiten a lo Alto, al Ideal, que de por sí no pueden ni pronunciarse ni aparecer, y por el otro lado nos remiten a las realizaciones de los fragmentos del habla, de la lengua, existentes. Esto quiere decir que en el habla mismo se están dando por lo pronto esas dos cosas: la presencia, pero indirecta, de entes ideales, y por otro lado algo que se resiste a que esos entes ideales se realicen; si no hubiera algo que se opusiera a que los fonemas o las palabras ideales se realizaran, entonces no sucedería nada de lo que os estoy describiendo; hay por tanto algo por ahí abajo, y en medio estamos nosotros, hablantes de un idioma cualquiera, en esa lucha, de la que la lengua nos da este ejemplo tan claro, tan elemental, pero que debe servirnos para lo demás.
En el habla podemos decir que todo aquello que está hecho por los hablantes (la pronunciación de una frase cualquiera, las intenciones, laborales o sentimentales de que esa frase esté cargada.......), todo eso son trivialidades, pertenecen a la Realidad, no consisten más que en la ilusión de que entes ideales se pueden realizar; todo eso es de la Persona, que es un ente real, de la persona de cada uno de los hablantes, y es en ese sentido trivial: tiende a no decir la Persona más que lo que está dicho, lo que está mandado, lo que necesita para su existencia, para su subsistencia, y por debajo de eso está aquello en lo que ni la Persona manda, ni ninguna forma de Poder manda, ni ninguna Escuela, ni ninguna Academia; eso es propiamente común, eso es lo común, por oposición a lo social y personal, que es la Realidad misma. Por debajo está lo común; lo común de esa resistencia a la realización de los entes ideales que dan lugar a esta guerra que es la existencia. ‘Común’, con el ejemplo que he tomado, claro, quiere decir sobre todo aparentemente común a los hombres, porque los hombres presumen de ser los que hablan; una pretensión contra la que aquí nos estamos debatiendo cada día hace ya mucho tiempo, de manera que lo que se dice en ese resto del libro de Heráclito, “xunón ésti pási tó fronéein”, “común es a todos el pensar”, sólo aparentemente se refiere a nosotros, al tipo de cosas que nosotros somos, y que presumen de ser los que hablan acerca de las otras cosas, acerca de las cosas, los que las observan, los que teorizan sobre ellas, etc. Pero no es verdad, porque hemos descubierto ya hace tiempo que las cosas hablan; cada cual en su idioma, naturalmente: no podréis encontrar para el idioma de las ranas o de las estrellas algo enteramente semejante a los fonemas o a las palabras de la nuestra, pero es igual, porque de todas formas están hablando, ya que, como en los últimos días veníamos viendo, eso del hablar de las cosas es lo mismo que la interacción entre los elementos, es lo mismo que el amor, o el odio, que es una relación inevitable que se tiene que dar entre las cosas en cuanto que son cosas múltiples y que no son todas una por esa sencilla razón. De manera que común es a todos, nosotros y las cosas, lo del pensar; lo del pensar, y en ese común se está diciendo este común que antes he dado como resistencia a la realización de los entes ideales.
Desearía que el ejemplo de la lengua misma sirviera, haya servido, para que esto se entienda con la claridad bastante; lo deseo mucho y tengo que insistir en ello, porque la equivocación, la confusión, en cuanto a esto, está tan arraigada y es tan común, no sólo entre gente corriente, entre políticos, sino también entre gramáticos y académicos, que esta parte de la lucha que nos traemos de la política desde abajo nunca acabará de cumplirse lo bastante, y es preciso volver a insistir con los ejemplos que haga falta una vez y otra en ello.
Vamos a salirnos ahora un poco de la lengua, aparentemente; no hay manera de salirse, porque esto del hablar forma parte de la guerra, forma parte de la existencia, y aunque se hable de otras cosas y no se intente que la lengua se vuelva sobre sí misma, como ahora lo he estado intentando, de todas formas se está contando también con la lengua. La guerra, ésta que nos mueve a esta política en la que estamos contra el Poder, desde abajo contra el Poder, se manifiesta en cualesquiera sucesos, Istituciones, actitudes personales, generales, públicas, políticas. Hay un intento desde Arriba de hacernos creer en Dios, que como sabéis se nos desmiembra en hacernos creer en el Estado por ejemplo, en el Dinero, hacernos creer en cualquiera de las manifestaciones, de las cuales hemos dicho, con el ejemplo la lengua, que de verdad no pueden realizarse nunca; pero se nos hace creer, se nos tiene que hacer creer en ellas, es decir, no ya reconocer que están ahí Arriba, aunque no existan, y que están ejerciendo el Poder y la Opresión sobre lo de abajo, sobre lo que hay pero no existía todavía; no sólo reconocer eso, porque eso lo estoy haciendo yo ahora, sino hacernos creer que de alguna manera también existen, la confusión llega al estremo cuando se nos quiere hacer creer que esas cosas no sólo es que existan, sino que existen de verdad. El ejemplo de la Teología del antiguo Régimen nos sirve muy bien, porque respecto a Dios en las religiones más avanzadas se trataba no sólo de reconocer que está ahí y que nos manda, porque eso lo reconozco yo, y no hay quien no lo reconozca, sino haceros creer también de paso que existía, que formaba parte de la Realidad, y por tanto hacernos creer, que es contra lo que estoy hablando ahora, que en la Realidad cabe la verdad de alguna manera, cosa que hemos descubierto que es imposible, que no cabe nunca verdad en la Realidad. Pues este ejemplo de la vieja Teología, con el Nombre de Dios en el antiguo uso, podéis estenderlo a la situación actual, a cualquier situación: la presión para hacernos creer en el Estado, en el Dinero, en cualesquiera otras apariciones de entes ideales en la Realidad, es costante; es costante, y por eso, si esta lucha que nos traemos aquí tiene sentido, esta lucha tiene que ser igualmente costante, perpetua, contra esta imposición, porque eso os está cayendo todos los días a través de la predicación de los Medios, a través de cualesquiera convicciones, que incluso familiares vuestros puedan tener...... Os está cayendo encima, y rebatirlo, descubrir su mentira, es esta labor, esta guerra interminables, pero que es en la que aquí estamos.
En esto de hacernos creer en la existencia de los entes ideales, y por tanto hacernos confundir existencia con verdad, tenemos que distinguir tal vez dos cosas: primero el hecho en sí de esta imposición de la Fe, de esta creencia, reconocer lo absurdo, lo imposible, de esta pretensión, que nunca puede tener éxito, y por otro lado echar cuentas y ver lo que nos cuesta la imposición y la aceptación de esta Fe. Es importante pararse en esto, porque generalmente los que se meten en política, aunque sea una política de rebeldía contra el Poder, contra el Estado, etc., piensan que esta lucha es algo práctico, y por tanto que cosas como las que os estoy diciendo, que son teóricas, quedan fuera de la práctica y no sirven para la lucha. Todos reconocéis este error, que os lo habrán dicho muchas veces en varios sitios, y no tengo por qué insistir en ello, y hay que intentar pues derrocarlo de alguna manera. El reconocimiento de la imposibilidad, de lo absurdo, de que Dios quiera existir, que el Estado quiera existir, que el Dinero quiera existir, que cualquiera de los nombres, en este idioma o en otro, que se nos den aludiendo a entes ideales, existen. Si me habéis seguido en el ejemplo de la lengua supongo que este absurdo, esta imposibilidad, se nos tiene que hacer clara: nunca un Estado conseguirá ser ‘El Estado’, nunca los muchos se podrán hacer todos, nunca las cantidades de Dinero podrán ser ‘El Dinero’, nunca muchos cariños, afectos y caricias, podrán ser ‘El Amor’ como ente ideal, y así en todo lo demás. Nunca, es imposible, es absurdo, pero no importa; no importa: se impone y se hace creer, que es de lo que aquí se trata; no importa. Es por tanto oportuno fijarse en el ejemplo de los políticos habituales: ya pueden ellos pretender ser prácticos en el sentido que he dicho, realistas, llevando sus actividades por unas vías o por otras, pero siempre prácticas, contando con el estatuto del Poder, con la Historia que el Poder ha tenido hasta ahora, contando con los cambios que el Sistema puede realizar precisamente para seguir adelante y seguir siendo el Sistema, y no les importa que estén pretendiendo una cosa que no es; lo que importa es que cualesquiera de los más prácticos y rastreros de los políticos tienen que estar movidos por el Ideal, justamente por esa intención de que el Ideal se realice, por esa Fe. ¿Por qué?: porque si estos políticos corrientes de cualquier partido y cualquier color que queráis pensarlos no tuvieran esta Fe, no estuvieran poseídos de una Fe de que por ahí vamos hacia un fin, vamos hacia un Estado definitivo, hacia un mundo perfectamente ordenado, en que todas las cosas van bien, en que no hay guerras, en que nadie fuma en el mundo, en que la chatarra de los autos pasados de moda la han mandado a la Luna, en que el cielo está azul y las caras están como en los anuncios, sonrientes todas, si no creyeran en eso, en que vamos hacia ese fin, ¿cómo diablos iban a justificar todos los destrozos, todas las molestias, todas las cargas, todo el abarrotamiento de informaciones con que nos cargan cada día? De manera que ya veis que aunque sea dándole una vuelta esto se convierte en una prueba de la necesidad de la Fe en la realización del imposible absurdo de que el Estado, o cualquier otro ente de estos ideales, se realice, exista. Ya me diréis ahora dentro de un momento si entendéis bien cómo esto es una prueba, y cómo esto caracteriza a la política más pragmática y más rastrera que queráis imaginar. Esto lo encontramos en los políticos, y ahí está la cuestión, la segunda cuestión que os decía: no sólo es que la realización del Ideal sea un absurdo, sino que la presión por imponerlo nos cuesta todo eso que brevemente os he mencionado en penas, en cargas de información inoportuna cada vez más creciente, en molestias, en tristezas, en desesperaciones, más o menos pasajeras. Esto es lo que nos cuesta la Fe, el creernos lo que desde Arriba nos mandan; no viene de otro sitio.
Podéis verlo también en ejemplos más inmediatos, por ejemplo en el de la enfermedad y la Medicina: hay muchos (yo conozco a algunos bastante de cerca) que efectivamente se lo creen, es decir, que creen lo que desde lo Alto se les ha dicho acerca de el Cuerpo, la Fisiología del Cuerpo, la Química del Cuerpo y de sus componentes, y que por tanto se creen que desde Arriba, igualmente, en virtud de ese conocimiento, se puede actuar de manera que algunas de las malformaciones, de las enfermedades, de los desequilibrios que se nos den, y que se nos dan todos los días, se pueden remediar acudiendo efectivamente a ciertas recetas; a ciertas recetas, y por tanto ya vemos ahí que se está jugando con un Ideal de Cuerpo, con un Ideal de Salud, que no corresponden a nada real: el Ideal del Cuerpo es un ideal nacido justamente por la fundación del Alma, que es la que le ha dado nombre, y el Ideal de Salud es una falsedad tremenda, porque no nace más que de la enfermedad: se quiere convertir la mera negación de las enfermedades en salud. Igualmente ahí también cualesquiera de estas actividades, médicas o no médicas, que sobre el cuerpo se realicen, está fundada en la Fe, en la Creencia en alcanzar un Cuerpo más alto, más perfecto, hasta el sumo.
Así en cuanto a la enfermedad, y conozco también a muchos que en las relaciones familiares, amorosas, de cualquier tipo, pues lo mismo, tienen la misma Fe: ¿cuántos hay que se pasan los días y las noches tratando de istruir, de dar órdenes a los prójimos que les tocan más de cerca, sobre la manera de comportarse? ¿Quién de vosotros está del todo libre de ese pecado de haber cogido a cualquiera de los próximos más cercanos y familiares y haberle dado istrucciones de cómo tiene que comportarse, sea un niño o sea ya mayorcito? Dándole órdenes de lo que tiene que hacer, porque quien lo hace tiene una Fe en que hay una verdadera posibilidad de conseguir que se realicen las órdenes. Tampoco aquí, como en el caso de los políticos, les desengaña para nada la percepción de lo que de hecho está pasando: ¿qué pasa con las órdenes que el Estado, o un familiar cualquiera, nos proporciona, las istrucciones que nos trasmite, las reglas de conducta con las cuales quiere educar a nuestros niños o educarnos a nosotros mismos? ¿Qué pasa con ello? Todos lo sabéis: hay una parte que tienen un cierto éxito, y efectivamente puede llegarse a conseguir en algún caso que la niña no se coma las unas, sucede a veces; sucede a veces, yo tengo mis dudas de que el motivo de que una niña deje de comerse las uñas sea precisamente lo que la mamá le ha imbuido y le ha dicho, pero en fin, podemos tranquilamente admitir un cierto éxito de las leyes, de las istrucciones, de lo que está mandado; y un tanto por ciento considerable de falta de éxito, y incluso de resultados contraproducentes: después de muchas noches y días de machacar sobre uno por ejemplo, sobre lo que tiene que hacer, pues se ve que todo aquello, pues se lo ha pasado por donde sea, y que no ha servido para nada; esto es también corriente. Pero sobre todo aquí, como en el caso de la política, aun reconocido un cierto tanto por ciento de éxito de las leyes, de las istrucciones, de las órdenes, hay que pararse en lo segundo: lo que cuesta. Sea cual sea el éxito que tenga en cuanto al remedio de la enfermedad, o en cuanto al comportamiento público de los ciudadanos, en cuanto a cualquier otra cosa, sea lo que sea lo que se consiga, lo que no se debe hacer es lo que se hace de ordinario: olvidar lo que cuesta, dejar de contar lo que cuesta. Ése supuesto éxito parcial es relativo: lo que cuesta es, en el ámbito familiar mismo, dedicación de madres, de padres, de cualesquiera, dedicación a la prédica, la istrucción, el orden, el decirte que lo hagas así, que no hagas esto, que no hagas lo otro; y esa dedicación lleva muchas horas, puede llevar días, y desde luego eso es una dedicación que no se puede llamar vida en cualquier sentido deseable que se le diera a la palabra. Y en el caso público, en el caso de la Política de los políticos, de la imposición del Estado, de la imposición del Dinero, pues efectivamente podéis contar con los éxitos parciales, dudosos siempre; por ejemplo es posible que esta calle que pasa por delante del Ateneo esté ahora mejor, después de unos añitos esté mejor por fin. Ya no me acuerdo muy bien cómo estaba antes, ni recuerdo que la gente hubiera protestado mucho por cómo estaba, pero en fin, podemos reconocer que ha mejorao, ¿por qué no?, algún éxito tenemos que reconocer, a lo mejor la calle está mejor, a lo mejor se puede andar mejor por ella; andar y también rodar, porque no por eso los autos van a desaparecer, pero bueno, no se puede pedir peras al olmo, reconozcamos el éxito parcial, reconozcamos que la calle está mejor. Se olvida lo que ha costado, es como si eso donde podría haberse vivido ya no cuente para nada, se olvidan todas las molestias que durante un par de años nos han estado dando, se olvida todo lo que tiene que haberse gastado en esto y en lo otro para conseguir el éxito...... Todos esos factores, como en los otros casos, se han quedado también fuera, y no puede ser: cuando se ataca el Ideal y la Fe reinante, habría que echarle siempre la cuenta: “aparte de el éxito, y las dudas que se le puedan poner, ¿cuánto ha costado?, ¿cuánto ha costado por lo demás?”. Y así en general en cuanto al Orden.
Reconocemos que los Gobiernos en general consiguen ordenar un poco a la gente, y ordenar a las cosas; a regañadientes, supongo, se pueden reconocer algunas conveniencias, y podemos suponer que hasta un Régimen tiránico ha hecho algunos bienes, ha conseguido costruír una ciudad aceptable, y no digamos un Régimen democrático, que todavía puede haber hecho muchos más bienes....... es muy dudoso. Desde luego, lo que no podemos hacer es aceptar lo que os han contado desde pequeños, que consiste en que es que, si no, ¡el caos! Esto de diferentes maneras os lo han contado desde pequeños, es decir, que es como si ellos supieran lo que es la pervertida naturaleza humana, y que si no hubiera gobierno, el caos; las imaginaciones de los poderosos respecto a lo que pasaría pueden ser muy variadas, pero desde luego el lanzamiento a la carnicería mutua de la gente libre de gobierno, la realización de cualesquiera otros crímenes y porquerías, está en esas imaginaciones que ellos deben tener y que os cuentan. Nunca ha visto nadie el caos, el caos pertenece justamente a ese piso de abajo, y no se le llama caos, se le llama ‘lo desconocido’, lo que había y de alguna manera sigue habiendo, sobre lo cual la Ley ha tratado de imponerse. Os ocultan en cambio que el caos lo conocemos bien: el caos es el tráfico de la Administración; no sólo el tráfico de las calles, sino el tráfico en el sentido más general con el Progreso cada vez más embarullado y cada vez más necesitado de multiplicación de las leyes, que es otro precio de los más costosos: notad cómo con el Progreso los volúmenes de tratados, de códigos de leyes, los volúmenes de los códigos de informática y de información para cualquier cosa, para el manejo de un nuevo chisme que os sacan, para cualquier otro asunto, son crecientes; son crecientes, enormes, y ése es el precio, porque evidentemente todo eso con lo que se carga (el barullo del tráfico, el engrosamiento sin medida de la información no pedida), todo eso está quitando las posibilidades que hubiera de vivir también, como en los otros ejemplos que he dado. Por eso es tan importante el reconocer la imposibilidad, el absurdo de lo que el Poder pretende realizar, y que tiene como meta un mundo perfecto y sin contradicciones. Es preciso hacerlo notar: no puede haber ningún Gobierno ni ninguna forma de Organización que llegue al fin al que pretende llegar, y no hay por tanto ningún Gobierno que de verdad le sirva a la gente para nada bueno. Esto es anarquía, sí; lo malo es que el término ha ido por sus caminos entre tanto, y los anarcos, anarquistas, o lo que sea, pues generalmente han sido también prácticos, realistas, y con eso naturalmente han llevado su lucha adentro de la Realidad, donde ni un Sindicato ni un Partido cualquiera que sea y como se llame no puede hacer otra cosa que contribuir a los cambios; a los cambios para seguir lo mismo, porque la necesidad del Poder es seguir lo mismo, pero para eso cambiar, porque así es como se sigue: cambiar para ser lo mismo. Así que no nos llamemos ni anarcos ni nada, porque es peligroso, pero el reconocimiento de cómo primero el engaño consiste en que se nos impone un fin, imposible de alcanzar, para el cual todas las molestias entretanto son como medios, tiene que ser de cualquiera, sin llamarse de ningún modo, de la razón, de lo común. Y luego echar siempre las cuentas: que aún esa gobernación tal vez relativamente exitosa cuesta un precio que la gente en verdad no podría pagar. Si consideráis lo que es vuestras vidas convertidas en Futuro, reconoceréis que la mayoría está dedicada justamente a tratar de cumplir con los reglamentos (o incumplirlos, que da lo mismo muchas veces), y tragarse la información que los Medios y cualesquiera otros os meten encima; ésa es la vida con la que Estado, Capital, se las arreglan bien para que marche.
Bueno, voy a dejaros pasar la palabra, pero quiero recordaros antes un poco lo que saqué respecto a la lengua con la distinción entre Lo que es, lo que existe, lo que hay, aunque supongo que quedó bien claro con lo del habla. Como le pasa al Estado, como le pasa a cualquiera de las Ordenaciones, como les pasa a las Leyes, también aquí en la lengua, en la lucha, en la Realidad, se da esta necesidad del cambio, y cualquier idioma está sometido a esa necesidad. Os recuerdo: la lengua (que se puede identificar con lo que os he recordado con la frase de Heráclito, la razón común), la lengua común no pertenece a la Realidad; ella también es parte de estos entes ideales, en la Realidad no hay más que idiomas; no hay más que idiomas, que nunca son la lengua: éste nuestro o cualquier otro, y también cualquier idioma que pretendiera ser universal, como el esperanto y así, no dejaría de ser más que un idioma. La lengua no pertenece a la Realidad, y los idiomas, que son reales, () desde fuera, tienen esta necesidad del resto de la Realidad de cambiar para mantenerse. Y es importante recordar cómo es que los cambios que un idioma cualquiera sufre no están regidos por nadie ni por ninguna Autoridad: este español contemporáneo, más o menos oficial, que hablamos, está cambiando, y está cambiando en un tiempo que no es este Tiempo de la hora en que estamos aquí hablando, es otro tiempo; está cambiando, pero ninguno de vosotros puede ni querer ni pretender ni hacer nada para que cambie ni para que no cambie; el idioma mismo, no digo ya la lengua, está completamente ajeno a vuestras voluntades y a vuestros saberes, ni ninguna Autoridad, de una Academia por ejemplo, ni ninguna Escuela, puede hacer nada para que los cambios se produzcan en el idioma o para evitar que se produzca; no puede hacer nada. Ya sabéis que las Academias mandan sobre lo que pueden mandar, que es la escritura, pero en la lengua, que no es la escritura, en la lengua no hay Academia, ni Gobierno, ni voluntad personal ninguna, que pueda mandar. ¿Cómo se producen entonces los cambios de la lengua? ¿Cómo es que en una gran parte del dominio del español oficial contemporáneo actual se han decidido fundir en uno los fonemas ‘s’ y ‘z’, a costa de no poder ya distinguir ya entre una hoya y una olla, ni entre casarse y cazarse? Pero lo han decidido así, y así es en Andalucía, y así es en América. ¿Cómo se ha tomado esta decisión? ¿Dónde y por qué motivos? Y cualesquiera otros cambios en los que no me voy a detener: ¿quién ha mandado que, una vez que se han aceptado sobre todo muchos cultismos en el idioma corriente español, la oposición entre los fonemas finales de palabra, entre los de ‘voz’, ‘adalid’, ‘haced’, ‘Pierrot’, se confundan en un archifonema desde hace ya tiempo? Aunque los académicos no han parecido darse mucha cuenta de esto, pero es así, y cualesquiera otra cosa que se os pueda ocurrir. Tenemos que pensar por tanto que aparte de nosotros y nuestras Autoridades, hay algo más; hay algo más, que está más abajo, como dije al principio, y se le reconoce en que es lo que sufre la Opresión, es lo que sufre esta imposición del Ideal. Si queréis usad el término ‘pueblo’, si queréis utilizad ‘lo común’, pero es eso evidentemente, que no es nadie, lo que en una especie de asambleas sin número, por ahí abajo, va tomando las decisiones por diferentes motivos internos o esternos de introducir esos cambios en la lengua, y ésa es por tanto la manera en que, por si teníais dudas, se nos puede aparecer eso a lo que aludimos como pueblo, como el común, que es el que aquí pretendemos que alguna vez pueda hablar por nuestras bocas personales en la medida en que nuestras personas, las personas de cada uno, se dejen, se pierdan un poco, y dejen hablar a lo que está por debajo de las personas.
Bueno, pues ahí lo tenéis, y con esto me voy a contentar por ahora, y os voy a dejar pasar la voz, porque tal vez he sacado demasiadas cuestiones, y os pediría que sacarais cualquier cosa, pero sobre todo las dificultades que pueda haber para entender lo de esas distinciones entre Lo que es, lo que existe, y lo que hay; y si no, por donde sea. Os dejo ya correr la palabra, de manera que aprovechamos el poco rato que nos dejan. ¡Sí, venga!
-Con respecto a lo de la lengua a mí me surgen bastantes dudas. Por ejemplo de lo último que has dicho de que lo que cambian son los idiomas, pero que los cambios los decide una asamblea, y los idiomas existen, son reales, y la lengua común en cambio es ideal, creo haber entendido......¿he entendido bien?
A-No, no la he incluido entre los entes ideales, pero en todo caso está fuera de la Realidad.
-Pero si luego los cambios, que son idiomáticos, los decide lo que no existe, ¿cómo puede ser eso, si el cambio es una cosa sólo de los idiomas, que son existentes? Y otra duda con respecto a esto.....
A-No, en cuanto a ésta (ahora te dejo pasar), hay que entender bien que lo que os he presentado como una asamblea común, anónima, innúmera, que toma las decisiones por ahí abajo, no es propiamente este pueblo, que es lo desconocido, lo que está más abajo: es ya un pueblo relativamente sometido, solo que cuando se juntan esas asambleas, es en lo que no está sometido del todo, y por tanto ya puede la gente actuar no como súbditos, no como ciudadanos, sino como gente. Bueno, la otra duda.
-Bueno, siguiendo con esto, parece que entonces lo de ‘idioma’ se nos desdibuja un poco, ¿no?, porque si pensamos en una asamblea incosciente de los españoles, suena muy mal; y sin embargo estamos hablando de cambios que se producen en el español, que en otras lenguas no parece que haya que tomar ninguna decisión, y eso del español tampoco se sabe lo que es, ni donde empieza ni donde acaba.
A-No se sabe lo que es, pero se pretende que sí. Ten en cuenta esto: en el Ideal los españoles son un número. Nada más útil para desengañarnos de esta imposición que recordar que efectivamente, ¿cómo se puede pretender que España, o los españoles, son algo que es lo que es, que está cerrado, que cumple con las funciones del Ideal, si están por todas partes desparramándose, y de verdad no se sabe cuantos hay, y ni siquiera se sabe cuántos hablan español, porque algunos a lo mejor lo hablan a medias (los niños, los estranjeros), y no se podría decir si en la medida en que hablan esta lengua la están hablando, o todavía no hay que contarlos? Nada más útil que estas cosas para desengañarse de la pretensión de ‘España’ como ejemplo de lo que antes he tratado del Estado, para desengañarse de la pretensión del Ideal, que implica efectivamente un todo y un número; nada más con eso. De manera que es así como quedan, ahí quedan los idiomas en esa situación real; y la asamblea a la que me he referido, claro, como no hay todos, no es una asamblea de todos: es una asamblea de unos cuantos, que además en una región pueden ser más que en otra, y de ahí que los cambios en las regiones en que se habla español sean distintos, pero lo importante es que son sin número, sin nombre, es decir, que no pertenecen a la Realidad costituída como tal. Evidentemente los límites pueden ser siempre más o menos indecisos, pero creo que están relativamente claros.
-La otra cosa también tiene que ver con la existencia, porque los idiomas en la Realidad, al menos en ese sentido, y lo que se habla, porque todo lo que se habla existe. Eso también se me hace.....
A-No, en el habla entra todo: en el habla entra por supuesto la imposición del Ideal, puesto que hay que hablar con palabras ideales, que se realizan como sintagmáticas y que están costruídas con fonemas; entra lo Ideal, y entra aquello que está abajo, es lo desconocido, que es lo que antes he () como resistencia a la imposición del Ideal. Todo eso de lo de abajo, lo común, lo que no se sabe lo que es, que lo hay, pero que no existe, se conoce así como una resistencia a la imposición del Ideal. Si no lo hubiera, el Ideal se habría realizado, como en el sueño de los teólogos o de los políticos, y es irrealizable; es en lo que he estado insistiendo: es irrealizable, y entonces esa resistencia es lo que es el pueblo por lo más bajo, y luego, aparte de estar eso, están las personas que en el habla corriente intervienen; no ya las personas gramaticales, que forman parte del juego mismo de la lengua, sino las personas reales, que tienen sus intereses personales, que tienen sus sentimientos personales, y están ahí. Y en el habla aparecen, cada cual a su manera, las tres cosas: aparecen los ideales que tratan de realizarse, aparece la resistencia común a esos ideales, y aparecen las personas reales y los ámbitos reales en que el habla se produce. Sí.
-Enlaza un poco con lo que dice Virginia, pero yo es que incluso pienso que en el propio mecanismo de la astracción, que es lo más hondo de la lengua, ese hacer como si no se oyeran demasiadas cosas y elegir sólo aquello que parece que se quiere oír o astraer de la continuidad, si en ese mecanismo no hay ya de alguna manera una operación ideal, totalmente ideal; porque si no fuera así no habría entendimiento alguno.
A-Ya. No, lo ideal no es la operación; la operación es, evidentemente, real, pero los fonemas y las palabras que uno tiene que reconocer, esos sí vienen de la imposición del Ideal, las palabras ideales están fuera, y los fonemas también. Si alguien dice “vamos a llevar a los burros a que abreven a la laguna”, desde luego para entender eso alguien tiene que reconocer la palabra ideal ‘burro’, la palabra ideal ‘abrevar’, que no está en ningún sitio; tiene que reconocerlas, de manera que la operación es real, pero justamente la astracción es el ejemplo de esto de que en el habla tienen que dejarse fuera cosas que para el entendimiento lingüístico no hacen falta o son impertinentes; algunas son las más hondas (esa resistencia común a la imposición), y otras son intenciones, manías, psicologías, de los individuos, que pueden dificultar a veces el entendimiento lingüístico. Todo ese lío se da. Bueno, ¡más!
-Es que necesito una aclaración, porque acabas de decir que por ejemplo Dios no existe, si no he entendido mal, y si acaso se realiza.
A-No, eso sería lo mismo, yo he dado como equivalentes realizarse y existir. Yo lo que he dicho es que en la vieja Teología, de Dios se pretendía que existe, y como Dios se desmenuza en el Estado, el Capital, el Dinero, el Amor Ideal, todo lo demás, la Familia, tal, y como se distribuye en esas cosas, pues lo mismo: de por sí no existen, son irrealizables, pero como en la vieja Teología se hacía con Dios, se pretende que existan, y es contra lo que he estado hablando: se nos quiere hacer creer que existen de verdad, y de esos entes ideales no cabría más que hablar de Verdad, como de los entes matemáticos, en algún sentido, pero no: al mismo tiempo tienen que realizarse, cosa que nunca podrán hacer, pero que tienen que pretenderlo, y ésa es la guerra.
-Entonces lo más que puede decirse es que Son lo que son, pero que reales, nunca.
A-No pueden realizarse nunca, pero están costantemente incidiendo sobre aquello que se resiste a la imposición, y dando lugar a la Realidad; no existen, pero dan la existencia en ese sentido; no existen, pero dan la existencia, contribuyen a la existencia. Sí.
-Sobre lo que antes has dicho del olvido, lo que nos cuesta, qué fácilmente hemos olvidado lo que nos han hecho aprender, a costa de qué sacrificio y qué dolor, se nos ha olvidado completamente, yo creo que la gran factura que hemos pagado y que aquí nos hemos desengañao, es en el niño; en el niño cuando empieza a ir al colegio o aprende con sus padres, entonces empieza ahí el sometimiento, y entonces no hay palabras para decir lo que ha costado, el sufrimiento de esa especie de domesticación.
A-Si lo recordáramos sería insoportable. Pero no hay que olvidar a qué horrores pueden llegar las personas: algunos hay que han padecido una educación muy activa, es decir, por tortazos y por golpes y por palos, y a algunos se les oye decir de mayores que no es que lo hayan olvidao, sino que lo recuerdan con agradecimiento; con agradecimiento, porque gracias a eso han llegado a ser el hombre; el hombre que es hoy. No es nada estraño, ¿eh?, es un caso un poco esagerao, pero se da, y no se trata tanto de un olvido verdadero, se trata de un descuento: se hace descuento, todo eso no se cuenta, porque se piensa que ha servido para la pretendida realización, y no se mete en cuenta; por eso, cada vez que recibáis una Ley nueva, que os la publiquen, lo primero tenéis que decir “bueno, y esto, ¿para qué es necesario?”; y después “¿y cuanto va a costar la aplicación de esta Ley?”. Para que eso no se descuente, porque se hace todos los días, y ya la sola carga de papelorios y pantallazos que la burocracia creciente requiere sería una carga que no estaría compensada con nada, con ninguna pretensión. Sí.
-Pero me parece que es al revés, que las leyes son una escusa para poder hacer pantallazos, que las obras son escusas para que haya Trabajo y se mueva el Dinero, que no es por la finalidad.
A-Sí, pero al mismo tiempo su fin verdadero, el que ellos tienen, es que todo eso está para llegar a un mundo ordenado, perfecto. Lo otro es la sospecha que tu y cualquiera tiene de que para lo que sirve no es más que para eso para lo que cuesta, pero la pretensión ideal es mortífera y está en primer lugar: cualquier político, el más rastrero, tiene un fin, tiene un ideal de España, del Estado, del Orden futuro. Sí.
-Y no creer eso, ¿en qué hace más feliz a la Persona en su Calidad de Vida? Yo te creo todo eso que has dicho, y llevo muchísimos años escuchándote porque te creo........
A-No hace falta que me creas, no me creas. No me creas, porque a mí no se me puede creer. Dime “que me tratas con cariño”, “que lo tratas con cariño”, pero no que te lo crees.
-Bueno, pues no creo en nada de eso, no tengo Fe. Y eso, ¿en qué mejora mi Calidad de Vida?
A-¡Ah!: ¿Vas a contar con un Futuro? No: tiene que bastarte lo mala que es.
-Yo creo que eso solo lleva al suicidio.
A-No tienes que pensar en ninguna mejoría, porque eso ya es la táctica de Los que Pueden. Nosotros no tenemos Futuro, aquí no hay Futuro, no se hace más que intentar decir NO, como dice el pueblo, y lo que de ahí resulte no nos toca. Pensarlo: no tenemos Futuro, y esto es importante; lo del Futuro forma parte de ese Ideal y de la Fe en la imposición del Ideal. ¿Alguna cosa más?
-Yo también te he entendido como Virginia algo así como que la lengua común era ideal, y entonces quería preguntar......
A-Yo no lo dije en ningún momento, estuve todo el rato diciendo que está fuera de la existencia, no dije que fuera real. Si le preguntamos sobre ella, esto es el problema que a veces hemos sacado aquí con el término griego ‘logos’, ‘lengua’ (o‘razón’, da igual), en Heráclito, y que efectivamente tenemos que reconocer como al mismo tiempo siendo esos entes ideales (las palabras ideales, los fonemas), que tratan de organizar la Realidad, y también de cambiarla, y por otra parte es lo que está justamente ‘fuera de’ toda realidad, y por abajo se identifica la razón con el desconocimiento. Generalmente nos confunden, y términos como ‘razón’, etc., se hacen equivalentes de ‘ideas’, de ‘conocimiento’ y todo eso, y por tanto es conveniente recordarlo: razón por un lado es el Ideal que costituye la Realidad de las cosas y su funcionamiento, y por otro lado está fuera de la Realidad, y es en ese sentido desconocimiento, pérdida de las ideas, y las ideas son la Realidad misma. “Nam quae ratio construit, ratio ipsa destruit”, que se decía en un nuevo gaudeamus que andaba por ahí (“pues lo que la razón costruye, la razón misma lo destruye”), y por tanto se podría decir que está doblemente fuera; está doblemente fuera de la Realidad, siendo por un lado evidentemente la fuente de los ideales que dan existencia a cualesquiera cosas que hacen funcionar la Realidad, y siendo por otra parte algo que se vuelve sobre sí mismo y destruye las ideas, el conocimiento..........¿Qué más?
-Que no has sacado lo que puede ser el mejor ejemplo de lo que puede ser el Ideal que no se realiza, pero que se quiere hacer que es verdad, que es lo del Fin, la muerte prometida a cada uno, que acordándose de eso se ve muy bien la fe que nos quieren imponer de que la muerte existe, y ().
A-Si, está bien, es oportuno; no quería sacarlo, porque eso nos distrae mucho más, pero ya sabéis cómo es eso: efectivamente es el origen por así decir de cualesquiera otras ideas la idea de la muerte, futura, por supuesto; la idea de la muerte futura es la primera cosa en que te hacen pasar lo que no está aquí (pero ¡amigo!, está anunciado), te lo hacen pasar como si estuviera aquí; y de hecho, consiguen que esté aquí; no como muerte, pero sí como preocupación, como miedo, como esperanza, como cualquier cosa, y de esa manera lo introducen en la Realidad, y es aquello de lo que nace mucho de lo que he estao diciendo: al Estado, al Capital, se les da como función la Administración de Muerte, todo lo que hacen puede describirse así, como Administración de esa muerte, que nunca está aquí, siempre es futura, pero que está ahí. Administración de Muerte, y es Administración de muerte imposible de realizar, pero que está ahí, presionando, a la que hay que preguntarle encima cuánto nos cuesta; cuánto nos cuesta para todavía vivir peor, o para irnos muriendo peor, porque vivir es algo como irse muriendo, ninguna muerte futura.
Bueno, pues me parece que se nos ha hecho la hora, ¿no? Y si el Estado y el Capital nos dejan, dentro de 7 días pues aquí estaremos.
Lo que existe queda en medio, y como recordáis es una lucha entre el Ideal, la Ley, el Orden, que se impone desde Arriba........... El que es el que es, al cual de ordinario nos hemos acostumbrado a mencionar como Dios, con esta breve palabra, y aprovechando que Dios está más bien en desuso, comprendiendo en ella cosas como el Poder, el Estado, el Capital, y, en fin, cualquiera de las cosas que desde lo Alto nos hacen la puñeta. El que es el que es, Dios. Una lucha entre eso y aquello sobre lo que se ejerce, lo que hay, pero que todavía no existe y por tanto nos es desconocido; lo hay, pero nos es desconocido, está por ahí abajo, y sufre la imposición del Orden, del Ideal, que da origen a esta lucha en la que estamos, nosotros, las cosas, esta lucha entre lo uno y lo otro, que es en lo que consiste la existencia.
Bueno, esto dicho así en astracto me propongo ahora intentar que se entienda bien acudiendo a la lengua misma, al campo de la lengua, para que se vea cómo en él estas cosas se presentan, se distinguen claramente una de otra, entran una y otra en conflicto........ En la lengua está por un lado el hablar: está hablando gente, cualesquiera, y eso pertenece a la Realidad, es una actividad como cualesquiera otras, forma parte del vocabulario de los nombres y los verbos el hablar quienes quiera que sean, en lo cual tienen por tanto que entrechocarse costantemente y confluir entes ideales, entes que se supone que son lo que son, y aquello que hay más abajo de nosotros y de las cosas existentes. Lo que en el hablar está hecho por nosotros, por el que habla, por el que oye, por los que hablamos, eso es una realidad trivial, pero en ella están entrechocando por un lado entes ideales que no existen, como existimos nosotros y nuestro hablar; que no existen, pero que dan la existencia. Entes ideales como son en una lengua cualquiera los fonemas, por ejemplo en el idioma en el que estoy hablando los 23 fonemas de este idioma, que se oponen los unos a los otros por diferentes tipos de oposición, que ocasionalmente neutralizan la oposición entre dos de ellos y producen también esos otros entes ideales a los que llamo archifonemas, que esos no existen directamente, pero ahí están, dando existencia, consistencia y subsistencia al habla, y por lo tanto a la existencia misma en general. Cualquiera de vosotros sabe que en este idioma palabras como ‘capa’, ‘quepa’, ‘Quique’, ‘cosa’, ‘cuatro’....... todas ellas empiezan por el mismo fonema; cada vez que hablamos naturalmente suenan distinto; eso es tratar a los hechos de la lengua como si fueran realidades, y igual que las otras realidades, pues se pueden analizar, examinar, y suenan distinto cada vez: nunca el Ideal se realiza. Retened esto para cuando pasemos a la política: nunca el Ideal se realiza, no hay como existente, no existe, una ‘k’, por llamar así a ese fonema que se da en todos los casos; no existen, pero están dando existencia a estos hechos de la lengua, y haciendo naturalmente que las palabras de que están compuestos esos índices se puedan realizar aparte de el hecho de estar depositadas. Esto es importante: tampoco las palabras existen directamente como palabras ideales, pero están ahí sin embargo: se supone que ‘burro’ es una palabra, aparentemente, pero en “los burros van acarreando leña”, “a los burros si no sirven para otra cosa se los mata”, lo que aparece no es ‘burro’, lo que aparece es ‘burros’, ‘a los burros’........., es decir, una cosa mucho más complicada, un trozo del hablar al que llamamos palabra sintagmática; de ése se podría decir que existe, pero por supuesto no se puede decir eso de ‘burro’: ‘burro’ no existe de por sí, y la prueba es que cualquier diccionario que quiera registrar todos los ítems, todas las palabras de una lengua, se las ve negras, y nunca termina, porque habría que decidir cuál de las maneras en las que aparece la palabra ‘burro’ es la que se elige para ponerla como título del ítem correspondiente en el diccionario, y no hay nunca motivos razonables suficientes para eso. De manera que no solo son los fonemas: también las palabras que están costruídas con fonemas de esos en un determinado orden están con esa condición: que por un lado nos remiten a lo Alto, al Ideal, que de por sí no pueden ni pronunciarse ni aparecer, y por el otro lado nos remiten a las realizaciones de los fragmentos del habla, de la lengua, existentes. Esto quiere decir que en el habla mismo se están dando por lo pronto esas dos cosas: la presencia, pero indirecta, de entes ideales, y por otro lado algo que se resiste a que esos entes ideales se realicen; si no hubiera algo que se opusiera a que los fonemas o las palabras ideales se realizaran, entonces no sucedería nada de lo que os estoy describiendo; hay por tanto algo por ahí abajo, y en medio estamos nosotros, hablantes de un idioma cualquiera, en esa lucha, de la que la lengua nos da este ejemplo tan claro, tan elemental, pero que debe servirnos para lo demás.
En el habla podemos decir que todo aquello que está hecho por los hablantes (la pronunciación de una frase cualquiera, las intenciones, laborales o sentimentales de que esa frase esté cargada.......), todo eso son trivialidades, pertenecen a la Realidad, no consisten más que en la ilusión de que entes ideales se pueden realizar; todo eso es de la Persona, que es un ente real, de la persona de cada uno de los hablantes, y es en ese sentido trivial: tiende a no decir la Persona más que lo que está dicho, lo que está mandado, lo que necesita para su existencia, para su subsistencia, y por debajo de eso está aquello en lo que ni la Persona manda, ni ninguna forma de Poder manda, ni ninguna Escuela, ni ninguna Academia; eso es propiamente común, eso es lo común, por oposición a lo social y personal, que es la Realidad misma. Por debajo está lo común; lo común de esa resistencia a la realización de los entes ideales que dan lugar a esta guerra que es la existencia. ‘Común’, con el ejemplo que he tomado, claro, quiere decir sobre todo aparentemente común a los hombres, porque los hombres presumen de ser los que hablan; una pretensión contra la que aquí nos estamos debatiendo cada día hace ya mucho tiempo, de manera que lo que se dice en ese resto del libro de Heráclito, “xunón ésti pási tó fronéein”, “común es a todos el pensar”, sólo aparentemente se refiere a nosotros, al tipo de cosas que nosotros somos, y que presumen de ser los que hablan acerca de las otras cosas, acerca de las cosas, los que las observan, los que teorizan sobre ellas, etc. Pero no es verdad, porque hemos descubierto ya hace tiempo que las cosas hablan; cada cual en su idioma, naturalmente: no podréis encontrar para el idioma de las ranas o de las estrellas algo enteramente semejante a los fonemas o a las palabras de la nuestra, pero es igual, porque de todas formas están hablando, ya que, como en los últimos días veníamos viendo, eso del hablar de las cosas es lo mismo que la interacción entre los elementos, es lo mismo que el amor, o el odio, que es una relación inevitable que se tiene que dar entre las cosas en cuanto que son cosas múltiples y que no son todas una por esa sencilla razón. De manera que común es a todos, nosotros y las cosas, lo del pensar; lo del pensar, y en ese común se está diciendo este común que antes he dado como resistencia a la realización de los entes ideales.
Desearía que el ejemplo de la lengua misma sirviera, haya servido, para que esto se entienda con la claridad bastante; lo deseo mucho y tengo que insistir en ello, porque la equivocación, la confusión, en cuanto a esto, está tan arraigada y es tan común, no sólo entre gente corriente, entre políticos, sino también entre gramáticos y académicos, que esta parte de la lucha que nos traemos de la política desde abajo nunca acabará de cumplirse lo bastante, y es preciso volver a insistir con los ejemplos que haga falta una vez y otra en ello.
Vamos a salirnos ahora un poco de la lengua, aparentemente; no hay manera de salirse, porque esto del hablar forma parte de la guerra, forma parte de la existencia, y aunque se hable de otras cosas y no se intente que la lengua se vuelva sobre sí misma, como ahora lo he estado intentando, de todas formas se está contando también con la lengua. La guerra, ésta que nos mueve a esta política en la que estamos contra el Poder, desde abajo contra el Poder, se manifiesta en cualesquiera sucesos, Istituciones, actitudes personales, generales, públicas, políticas. Hay un intento desde Arriba de hacernos creer en Dios, que como sabéis se nos desmiembra en hacernos creer en el Estado por ejemplo, en el Dinero, hacernos creer en cualquiera de las manifestaciones, de las cuales hemos dicho, con el ejemplo la lengua, que de verdad no pueden realizarse nunca; pero se nos hace creer, se nos tiene que hacer creer en ellas, es decir, no ya reconocer que están ahí Arriba, aunque no existan, y que están ejerciendo el Poder y la Opresión sobre lo de abajo, sobre lo que hay pero no existía todavía; no sólo reconocer eso, porque eso lo estoy haciendo yo ahora, sino hacernos creer que de alguna manera también existen, la confusión llega al estremo cuando se nos quiere hacer creer que esas cosas no sólo es que existan, sino que existen de verdad. El ejemplo de la Teología del antiguo Régimen nos sirve muy bien, porque respecto a Dios en las religiones más avanzadas se trataba no sólo de reconocer que está ahí y que nos manda, porque eso lo reconozco yo, y no hay quien no lo reconozca, sino haceros creer también de paso que existía, que formaba parte de la Realidad, y por tanto hacernos creer, que es contra lo que estoy hablando ahora, que en la Realidad cabe la verdad de alguna manera, cosa que hemos descubierto que es imposible, que no cabe nunca verdad en la Realidad. Pues este ejemplo de la vieja Teología, con el Nombre de Dios en el antiguo uso, podéis estenderlo a la situación actual, a cualquier situación: la presión para hacernos creer en el Estado, en el Dinero, en cualesquiera otras apariciones de entes ideales en la Realidad, es costante; es costante, y por eso, si esta lucha que nos traemos aquí tiene sentido, esta lucha tiene que ser igualmente costante, perpetua, contra esta imposición, porque eso os está cayendo todos los días a través de la predicación de los Medios, a través de cualesquiera convicciones, que incluso familiares vuestros puedan tener...... Os está cayendo encima, y rebatirlo, descubrir su mentira, es esta labor, esta guerra interminables, pero que es en la que aquí estamos.
En esto de hacernos creer en la existencia de los entes ideales, y por tanto hacernos confundir existencia con verdad, tenemos que distinguir tal vez dos cosas: primero el hecho en sí de esta imposición de la Fe, de esta creencia, reconocer lo absurdo, lo imposible, de esta pretensión, que nunca puede tener éxito, y por otro lado echar cuentas y ver lo que nos cuesta la imposición y la aceptación de esta Fe. Es importante pararse en esto, porque generalmente los que se meten en política, aunque sea una política de rebeldía contra el Poder, contra el Estado, etc., piensan que esta lucha es algo práctico, y por tanto que cosas como las que os estoy diciendo, que son teóricas, quedan fuera de la práctica y no sirven para la lucha. Todos reconocéis este error, que os lo habrán dicho muchas veces en varios sitios, y no tengo por qué insistir en ello, y hay que intentar pues derrocarlo de alguna manera. El reconocimiento de la imposibilidad, de lo absurdo, de que Dios quiera existir, que el Estado quiera existir, que el Dinero quiera existir, que cualquiera de los nombres, en este idioma o en otro, que se nos den aludiendo a entes ideales, existen. Si me habéis seguido en el ejemplo de la lengua supongo que este absurdo, esta imposibilidad, se nos tiene que hacer clara: nunca un Estado conseguirá ser ‘El Estado’, nunca los muchos se podrán hacer todos, nunca las cantidades de Dinero podrán ser ‘El Dinero’, nunca muchos cariños, afectos y caricias, podrán ser ‘El Amor’ como ente ideal, y así en todo lo demás. Nunca, es imposible, es absurdo, pero no importa; no importa: se impone y se hace creer, que es de lo que aquí se trata; no importa. Es por tanto oportuno fijarse en el ejemplo de los políticos habituales: ya pueden ellos pretender ser prácticos en el sentido que he dicho, realistas, llevando sus actividades por unas vías o por otras, pero siempre prácticas, contando con el estatuto del Poder, con la Historia que el Poder ha tenido hasta ahora, contando con los cambios que el Sistema puede realizar precisamente para seguir adelante y seguir siendo el Sistema, y no les importa que estén pretendiendo una cosa que no es; lo que importa es que cualesquiera de los más prácticos y rastreros de los políticos tienen que estar movidos por el Ideal, justamente por esa intención de que el Ideal se realice, por esa Fe. ¿Por qué?: porque si estos políticos corrientes de cualquier partido y cualquier color que queráis pensarlos no tuvieran esta Fe, no estuvieran poseídos de una Fe de que por ahí vamos hacia un fin, vamos hacia un Estado definitivo, hacia un mundo perfectamente ordenado, en que todas las cosas van bien, en que no hay guerras, en que nadie fuma en el mundo, en que la chatarra de los autos pasados de moda la han mandado a la Luna, en que el cielo está azul y las caras están como en los anuncios, sonrientes todas, si no creyeran en eso, en que vamos hacia ese fin, ¿cómo diablos iban a justificar todos los destrozos, todas las molestias, todas las cargas, todo el abarrotamiento de informaciones con que nos cargan cada día? De manera que ya veis que aunque sea dándole una vuelta esto se convierte en una prueba de la necesidad de la Fe en la realización del imposible absurdo de que el Estado, o cualquier otro ente de estos ideales, se realice, exista. Ya me diréis ahora dentro de un momento si entendéis bien cómo esto es una prueba, y cómo esto caracteriza a la política más pragmática y más rastrera que queráis imaginar. Esto lo encontramos en los políticos, y ahí está la cuestión, la segunda cuestión que os decía: no sólo es que la realización del Ideal sea un absurdo, sino que la presión por imponerlo nos cuesta todo eso que brevemente os he mencionado en penas, en cargas de información inoportuna cada vez más creciente, en molestias, en tristezas, en desesperaciones, más o menos pasajeras. Esto es lo que nos cuesta la Fe, el creernos lo que desde Arriba nos mandan; no viene de otro sitio.
Podéis verlo también en ejemplos más inmediatos, por ejemplo en el de la enfermedad y la Medicina: hay muchos (yo conozco a algunos bastante de cerca) que efectivamente se lo creen, es decir, que creen lo que desde lo Alto se les ha dicho acerca de el Cuerpo, la Fisiología del Cuerpo, la Química del Cuerpo y de sus componentes, y que por tanto se creen que desde Arriba, igualmente, en virtud de ese conocimiento, se puede actuar de manera que algunas de las malformaciones, de las enfermedades, de los desequilibrios que se nos den, y que se nos dan todos los días, se pueden remediar acudiendo efectivamente a ciertas recetas; a ciertas recetas, y por tanto ya vemos ahí que se está jugando con un Ideal de Cuerpo, con un Ideal de Salud, que no corresponden a nada real: el Ideal del Cuerpo es un ideal nacido justamente por la fundación del Alma, que es la que le ha dado nombre, y el Ideal de Salud es una falsedad tremenda, porque no nace más que de la enfermedad: se quiere convertir la mera negación de las enfermedades en salud. Igualmente ahí también cualesquiera de estas actividades, médicas o no médicas, que sobre el cuerpo se realicen, está fundada en la Fe, en la Creencia en alcanzar un Cuerpo más alto, más perfecto, hasta el sumo.
Así en cuanto a la enfermedad, y conozco también a muchos que en las relaciones familiares, amorosas, de cualquier tipo, pues lo mismo, tienen la misma Fe: ¿cuántos hay que se pasan los días y las noches tratando de istruir, de dar órdenes a los prójimos que les tocan más de cerca, sobre la manera de comportarse? ¿Quién de vosotros está del todo libre de ese pecado de haber cogido a cualquiera de los próximos más cercanos y familiares y haberle dado istrucciones de cómo tiene que comportarse, sea un niño o sea ya mayorcito? Dándole órdenes de lo que tiene que hacer, porque quien lo hace tiene una Fe en que hay una verdadera posibilidad de conseguir que se realicen las órdenes. Tampoco aquí, como en el caso de los políticos, les desengaña para nada la percepción de lo que de hecho está pasando: ¿qué pasa con las órdenes que el Estado, o un familiar cualquiera, nos proporciona, las istrucciones que nos trasmite, las reglas de conducta con las cuales quiere educar a nuestros niños o educarnos a nosotros mismos? ¿Qué pasa con ello? Todos lo sabéis: hay una parte que tienen un cierto éxito, y efectivamente puede llegarse a conseguir en algún caso que la niña no se coma las unas, sucede a veces; sucede a veces, yo tengo mis dudas de que el motivo de que una niña deje de comerse las uñas sea precisamente lo que la mamá le ha imbuido y le ha dicho, pero en fin, podemos tranquilamente admitir un cierto éxito de las leyes, de las istrucciones, de lo que está mandado; y un tanto por ciento considerable de falta de éxito, y incluso de resultados contraproducentes: después de muchas noches y días de machacar sobre uno por ejemplo, sobre lo que tiene que hacer, pues se ve que todo aquello, pues se lo ha pasado por donde sea, y que no ha servido para nada; esto es también corriente. Pero sobre todo aquí, como en el caso de la política, aun reconocido un cierto tanto por ciento de éxito de las leyes, de las istrucciones, de las órdenes, hay que pararse en lo segundo: lo que cuesta. Sea cual sea el éxito que tenga en cuanto al remedio de la enfermedad, o en cuanto al comportamiento público de los ciudadanos, en cuanto a cualquier otra cosa, sea lo que sea lo que se consiga, lo que no se debe hacer es lo que se hace de ordinario: olvidar lo que cuesta, dejar de contar lo que cuesta. Ése supuesto éxito parcial es relativo: lo que cuesta es, en el ámbito familiar mismo, dedicación de madres, de padres, de cualesquiera, dedicación a la prédica, la istrucción, el orden, el decirte que lo hagas así, que no hagas esto, que no hagas lo otro; y esa dedicación lleva muchas horas, puede llevar días, y desde luego eso es una dedicación que no se puede llamar vida en cualquier sentido deseable que se le diera a la palabra. Y en el caso público, en el caso de la Política de los políticos, de la imposición del Estado, de la imposición del Dinero, pues efectivamente podéis contar con los éxitos parciales, dudosos siempre; por ejemplo es posible que esta calle que pasa por delante del Ateneo esté ahora mejor, después de unos añitos esté mejor por fin. Ya no me acuerdo muy bien cómo estaba antes, ni recuerdo que la gente hubiera protestado mucho por cómo estaba, pero en fin, podemos reconocer que ha mejorao, ¿por qué no?, algún éxito tenemos que reconocer, a lo mejor la calle está mejor, a lo mejor se puede andar mejor por ella; andar y también rodar, porque no por eso los autos van a desaparecer, pero bueno, no se puede pedir peras al olmo, reconozcamos el éxito parcial, reconozcamos que la calle está mejor. Se olvida lo que ha costado, es como si eso donde podría haberse vivido ya no cuente para nada, se olvidan todas las molestias que durante un par de años nos han estado dando, se olvida todo lo que tiene que haberse gastado en esto y en lo otro para conseguir el éxito...... Todos esos factores, como en los otros casos, se han quedado también fuera, y no puede ser: cuando se ataca el Ideal y la Fe reinante, habría que echarle siempre la cuenta: “aparte de el éxito, y las dudas que se le puedan poner, ¿cuánto ha costado?, ¿cuánto ha costado por lo demás?”. Y así en general en cuanto al Orden.
Reconocemos que los Gobiernos en general consiguen ordenar un poco a la gente, y ordenar a las cosas; a regañadientes, supongo, se pueden reconocer algunas conveniencias, y podemos suponer que hasta un Régimen tiránico ha hecho algunos bienes, ha conseguido costruír una ciudad aceptable, y no digamos un Régimen democrático, que todavía puede haber hecho muchos más bienes....... es muy dudoso. Desde luego, lo que no podemos hacer es aceptar lo que os han contado desde pequeños, que consiste en que es que, si no, ¡el caos! Esto de diferentes maneras os lo han contado desde pequeños, es decir, que es como si ellos supieran lo que es la pervertida naturaleza humana, y que si no hubiera gobierno, el caos; las imaginaciones de los poderosos respecto a lo que pasaría pueden ser muy variadas, pero desde luego el lanzamiento a la carnicería mutua de la gente libre de gobierno, la realización de cualesquiera otros crímenes y porquerías, está en esas imaginaciones que ellos deben tener y que os cuentan. Nunca ha visto nadie el caos, el caos pertenece justamente a ese piso de abajo, y no se le llama caos, se le llama ‘lo desconocido’, lo que había y de alguna manera sigue habiendo, sobre lo cual la Ley ha tratado de imponerse. Os ocultan en cambio que el caos lo conocemos bien: el caos es el tráfico de la Administración; no sólo el tráfico de las calles, sino el tráfico en el sentido más general con el Progreso cada vez más embarullado y cada vez más necesitado de multiplicación de las leyes, que es otro precio de los más costosos: notad cómo con el Progreso los volúmenes de tratados, de códigos de leyes, los volúmenes de los códigos de informática y de información para cualquier cosa, para el manejo de un nuevo chisme que os sacan, para cualquier otro asunto, son crecientes; son crecientes, enormes, y ése es el precio, porque evidentemente todo eso con lo que se carga (el barullo del tráfico, el engrosamiento sin medida de la información no pedida), todo eso está quitando las posibilidades que hubiera de vivir también, como en los otros ejemplos que he dado. Por eso es tan importante el reconocer la imposibilidad, el absurdo de lo que el Poder pretende realizar, y que tiene como meta un mundo perfecto y sin contradicciones. Es preciso hacerlo notar: no puede haber ningún Gobierno ni ninguna forma de Organización que llegue al fin al que pretende llegar, y no hay por tanto ningún Gobierno que de verdad le sirva a la gente para nada bueno. Esto es anarquía, sí; lo malo es que el término ha ido por sus caminos entre tanto, y los anarcos, anarquistas, o lo que sea, pues generalmente han sido también prácticos, realistas, y con eso naturalmente han llevado su lucha adentro de la Realidad, donde ni un Sindicato ni un Partido cualquiera que sea y como se llame no puede hacer otra cosa que contribuir a los cambios; a los cambios para seguir lo mismo, porque la necesidad del Poder es seguir lo mismo, pero para eso cambiar, porque así es como se sigue: cambiar para ser lo mismo. Así que no nos llamemos ni anarcos ni nada, porque es peligroso, pero el reconocimiento de cómo primero el engaño consiste en que se nos impone un fin, imposible de alcanzar, para el cual todas las molestias entretanto son como medios, tiene que ser de cualquiera, sin llamarse de ningún modo, de la razón, de lo común. Y luego echar siempre las cuentas: que aún esa gobernación tal vez relativamente exitosa cuesta un precio que la gente en verdad no podría pagar. Si consideráis lo que es vuestras vidas convertidas en Futuro, reconoceréis que la mayoría está dedicada justamente a tratar de cumplir con los reglamentos (o incumplirlos, que da lo mismo muchas veces), y tragarse la información que los Medios y cualesquiera otros os meten encima; ésa es la vida con la que Estado, Capital, se las arreglan bien para que marche.
Bueno, voy a dejaros pasar la palabra, pero quiero recordaros antes un poco lo que saqué respecto a la lengua con la distinción entre Lo que es, lo que existe, lo que hay, aunque supongo que quedó bien claro con lo del habla. Como le pasa al Estado, como le pasa a cualquiera de las Ordenaciones, como les pasa a las Leyes, también aquí en la lengua, en la lucha, en la Realidad, se da esta necesidad del cambio, y cualquier idioma está sometido a esa necesidad. Os recuerdo: la lengua (que se puede identificar con lo que os he recordado con la frase de Heráclito, la razón común), la lengua común no pertenece a la Realidad; ella también es parte de estos entes ideales, en la Realidad no hay más que idiomas; no hay más que idiomas, que nunca son la lengua: éste nuestro o cualquier otro, y también cualquier idioma que pretendiera ser universal, como el esperanto y así, no dejaría de ser más que un idioma. La lengua no pertenece a la Realidad, y los idiomas, que son reales, () desde fuera, tienen esta necesidad del resto de la Realidad de cambiar para mantenerse. Y es importante recordar cómo es que los cambios que un idioma cualquiera sufre no están regidos por nadie ni por ninguna Autoridad: este español contemporáneo, más o menos oficial, que hablamos, está cambiando, y está cambiando en un tiempo que no es este Tiempo de la hora en que estamos aquí hablando, es otro tiempo; está cambiando, pero ninguno de vosotros puede ni querer ni pretender ni hacer nada para que cambie ni para que no cambie; el idioma mismo, no digo ya la lengua, está completamente ajeno a vuestras voluntades y a vuestros saberes, ni ninguna Autoridad, de una Academia por ejemplo, ni ninguna Escuela, puede hacer nada para que los cambios se produzcan en el idioma o para evitar que se produzca; no puede hacer nada. Ya sabéis que las Academias mandan sobre lo que pueden mandar, que es la escritura, pero en la lengua, que no es la escritura, en la lengua no hay Academia, ni Gobierno, ni voluntad personal ninguna, que pueda mandar. ¿Cómo se producen entonces los cambios de la lengua? ¿Cómo es que en una gran parte del dominio del español oficial contemporáneo actual se han decidido fundir en uno los fonemas ‘s’ y ‘z’, a costa de no poder ya distinguir ya entre una hoya y una olla, ni entre casarse y cazarse? Pero lo han decidido así, y así es en Andalucía, y así es en América. ¿Cómo se ha tomado esta decisión? ¿Dónde y por qué motivos? Y cualesquiera otros cambios en los que no me voy a detener: ¿quién ha mandado que, una vez que se han aceptado sobre todo muchos cultismos en el idioma corriente español, la oposición entre los fonemas finales de palabra, entre los de ‘voz’, ‘adalid’, ‘haced’, ‘Pierrot’, se confundan en un archifonema desde hace ya tiempo? Aunque los académicos no han parecido darse mucha cuenta de esto, pero es así, y cualesquiera otra cosa que se os pueda ocurrir. Tenemos que pensar por tanto que aparte de nosotros y nuestras Autoridades, hay algo más; hay algo más, que está más abajo, como dije al principio, y se le reconoce en que es lo que sufre la Opresión, es lo que sufre esta imposición del Ideal. Si queréis usad el término ‘pueblo’, si queréis utilizad ‘lo común’, pero es eso evidentemente, que no es nadie, lo que en una especie de asambleas sin número, por ahí abajo, va tomando las decisiones por diferentes motivos internos o esternos de introducir esos cambios en la lengua, y ésa es por tanto la manera en que, por si teníais dudas, se nos puede aparecer eso a lo que aludimos como pueblo, como el común, que es el que aquí pretendemos que alguna vez pueda hablar por nuestras bocas personales en la medida en que nuestras personas, las personas de cada uno, se dejen, se pierdan un poco, y dejen hablar a lo que está por debajo de las personas.
Bueno, pues ahí lo tenéis, y con esto me voy a contentar por ahora, y os voy a dejar pasar la voz, porque tal vez he sacado demasiadas cuestiones, y os pediría que sacarais cualquier cosa, pero sobre todo las dificultades que pueda haber para entender lo de esas distinciones entre Lo que es, lo que existe, y lo que hay; y si no, por donde sea. Os dejo ya correr la palabra, de manera que aprovechamos el poco rato que nos dejan. ¡Sí, venga!
-Con respecto a lo de la lengua a mí me surgen bastantes dudas. Por ejemplo de lo último que has dicho de que lo que cambian son los idiomas, pero que los cambios los decide una asamblea, y los idiomas existen, son reales, y la lengua común en cambio es ideal, creo haber entendido......¿he entendido bien?
A-No, no la he incluido entre los entes ideales, pero en todo caso está fuera de la Realidad.
-Pero si luego los cambios, que son idiomáticos, los decide lo que no existe, ¿cómo puede ser eso, si el cambio es una cosa sólo de los idiomas, que son existentes? Y otra duda con respecto a esto.....
A-No, en cuanto a ésta (ahora te dejo pasar), hay que entender bien que lo que os he presentado como una asamblea común, anónima, innúmera, que toma las decisiones por ahí abajo, no es propiamente este pueblo, que es lo desconocido, lo que está más abajo: es ya un pueblo relativamente sometido, solo que cuando se juntan esas asambleas, es en lo que no está sometido del todo, y por tanto ya puede la gente actuar no como súbditos, no como ciudadanos, sino como gente. Bueno, la otra duda.
-Bueno, siguiendo con esto, parece que entonces lo de ‘idioma’ se nos desdibuja un poco, ¿no?, porque si pensamos en una asamblea incosciente de los españoles, suena muy mal; y sin embargo estamos hablando de cambios que se producen en el español, que en otras lenguas no parece que haya que tomar ninguna decisión, y eso del español tampoco se sabe lo que es, ni donde empieza ni donde acaba.
A-No se sabe lo que es, pero se pretende que sí. Ten en cuenta esto: en el Ideal los españoles son un número. Nada más útil para desengañarnos de esta imposición que recordar que efectivamente, ¿cómo se puede pretender que España, o los españoles, son algo que es lo que es, que está cerrado, que cumple con las funciones del Ideal, si están por todas partes desparramándose, y de verdad no se sabe cuantos hay, y ni siquiera se sabe cuántos hablan español, porque algunos a lo mejor lo hablan a medias (los niños, los estranjeros), y no se podría decir si en la medida en que hablan esta lengua la están hablando, o todavía no hay que contarlos? Nada más útil que estas cosas para desengañarse de la pretensión de ‘España’ como ejemplo de lo que antes he tratado del Estado, para desengañarse de la pretensión del Ideal, que implica efectivamente un todo y un número; nada más con eso. De manera que es así como quedan, ahí quedan los idiomas en esa situación real; y la asamblea a la que me he referido, claro, como no hay todos, no es una asamblea de todos: es una asamblea de unos cuantos, que además en una región pueden ser más que en otra, y de ahí que los cambios en las regiones en que se habla español sean distintos, pero lo importante es que son sin número, sin nombre, es decir, que no pertenecen a la Realidad costituída como tal. Evidentemente los límites pueden ser siempre más o menos indecisos, pero creo que están relativamente claros.
-La otra cosa también tiene que ver con la existencia, porque los idiomas en la Realidad, al menos en ese sentido, y lo que se habla, porque todo lo que se habla existe. Eso también se me hace.....
A-No, en el habla entra todo: en el habla entra por supuesto la imposición del Ideal, puesto que hay que hablar con palabras ideales, que se realizan como sintagmáticas y que están costruídas con fonemas; entra lo Ideal, y entra aquello que está abajo, es lo desconocido, que es lo que antes he () como resistencia a la imposición del Ideal. Todo eso de lo de abajo, lo común, lo que no se sabe lo que es, que lo hay, pero que no existe, se conoce así como una resistencia a la imposición del Ideal. Si no lo hubiera, el Ideal se habría realizado, como en el sueño de los teólogos o de los políticos, y es irrealizable; es en lo que he estado insistiendo: es irrealizable, y entonces esa resistencia es lo que es el pueblo por lo más bajo, y luego, aparte de estar eso, están las personas que en el habla corriente intervienen; no ya las personas gramaticales, que forman parte del juego mismo de la lengua, sino las personas reales, que tienen sus intereses personales, que tienen sus sentimientos personales, y están ahí. Y en el habla aparecen, cada cual a su manera, las tres cosas: aparecen los ideales que tratan de realizarse, aparece la resistencia común a esos ideales, y aparecen las personas reales y los ámbitos reales en que el habla se produce. Sí.
-Enlaza un poco con lo que dice Virginia, pero yo es que incluso pienso que en el propio mecanismo de la astracción, que es lo más hondo de la lengua, ese hacer como si no se oyeran demasiadas cosas y elegir sólo aquello que parece que se quiere oír o astraer de la continuidad, si en ese mecanismo no hay ya de alguna manera una operación ideal, totalmente ideal; porque si no fuera así no habría entendimiento alguno.
A-Ya. No, lo ideal no es la operación; la operación es, evidentemente, real, pero los fonemas y las palabras que uno tiene que reconocer, esos sí vienen de la imposición del Ideal, las palabras ideales están fuera, y los fonemas también. Si alguien dice “vamos a llevar a los burros a que abreven a la laguna”, desde luego para entender eso alguien tiene que reconocer la palabra ideal ‘burro’, la palabra ideal ‘abrevar’, que no está en ningún sitio; tiene que reconocerlas, de manera que la operación es real, pero justamente la astracción es el ejemplo de esto de que en el habla tienen que dejarse fuera cosas que para el entendimiento lingüístico no hacen falta o son impertinentes; algunas son las más hondas (esa resistencia común a la imposición), y otras son intenciones, manías, psicologías, de los individuos, que pueden dificultar a veces el entendimiento lingüístico. Todo ese lío se da. Bueno, ¡más!
-Es que necesito una aclaración, porque acabas de decir que por ejemplo Dios no existe, si no he entendido mal, y si acaso se realiza.
A-No, eso sería lo mismo, yo he dado como equivalentes realizarse y existir. Yo lo que he dicho es que en la vieja Teología, de Dios se pretendía que existe, y como Dios se desmenuza en el Estado, el Capital, el Dinero, el Amor Ideal, todo lo demás, la Familia, tal, y como se distribuye en esas cosas, pues lo mismo: de por sí no existen, son irrealizables, pero como en la vieja Teología se hacía con Dios, se pretende que existan, y es contra lo que he estado hablando: se nos quiere hacer creer que existen de verdad, y de esos entes ideales no cabría más que hablar de Verdad, como de los entes matemáticos, en algún sentido, pero no: al mismo tiempo tienen que realizarse, cosa que nunca podrán hacer, pero que tienen que pretenderlo, y ésa es la guerra.
-Entonces lo más que puede decirse es que Son lo que son, pero que reales, nunca.
A-No pueden realizarse nunca, pero están costantemente incidiendo sobre aquello que se resiste a la imposición, y dando lugar a la Realidad; no existen, pero dan la existencia en ese sentido; no existen, pero dan la existencia, contribuyen a la existencia. Sí.
-Sobre lo que antes has dicho del olvido, lo que nos cuesta, qué fácilmente hemos olvidado lo que nos han hecho aprender, a costa de qué sacrificio y qué dolor, se nos ha olvidado completamente, yo creo que la gran factura que hemos pagado y que aquí nos hemos desengañao, es en el niño; en el niño cuando empieza a ir al colegio o aprende con sus padres, entonces empieza ahí el sometimiento, y entonces no hay palabras para decir lo que ha costado, el sufrimiento de esa especie de domesticación.
A-Si lo recordáramos sería insoportable. Pero no hay que olvidar a qué horrores pueden llegar las personas: algunos hay que han padecido una educación muy activa, es decir, por tortazos y por golpes y por palos, y a algunos se les oye decir de mayores que no es que lo hayan olvidao, sino que lo recuerdan con agradecimiento; con agradecimiento, porque gracias a eso han llegado a ser el hombre; el hombre que es hoy. No es nada estraño, ¿eh?, es un caso un poco esagerao, pero se da, y no se trata tanto de un olvido verdadero, se trata de un descuento: se hace descuento, todo eso no se cuenta, porque se piensa que ha servido para la pretendida realización, y no se mete en cuenta; por eso, cada vez que recibáis una Ley nueva, que os la publiquen, lo primero tenéis que decir “bueno, y esto, ¿para qué es necesario?”; y después “¿y cuanto va a costar la aplicación de esta Ley?”. Para que eso no se descuente, porque se hace todos los días, y ya la sola carga de papelorios y pantallazos que la burocracia creciente requiere sería una carga que no estaría compensada con nada, con ninguna pretensión. Sí.
-Pero me parece que es al revés, que las leyes son una escusa para poder hacer pantallazos, que las obras son escusas para que haya Trabajo y se mueva el Dinero, que no es por la finalidad.
A-Sí, pero al mismo tiempo su fin verdadero, el que ellos tienen, es que todo eso está para llegar a un mundo ordenado, perfecto. Lo otro es la sospecha que tu y cualquiera tiene de que para lo que sirve no es más que para eso para lo que cuesta, pero la pretensión ideal es mortífera y está en primer lugar: cualquier político, el más rastrero, tiene un fin, tiene un ideal de España, del Estado, del Orden futuro. Sí.
-Y no creer eso, ¿en qué hace más feliz a la Persona en su Calidad de Vida? Yo te creo todo eso que has dicho, y llevo muchísimos años escuchándote porque te creo........
A-No hace falta que me creas, no me creas. No me creas, porque a mí no se me puede creer. Dime “que me tratas con cariño”, “que lo tratas con cariño”, pero no que te lo crees.
-Bueno, pues no creo en nada de eso, no tengo Fe. Y eso, ¿en qué mejora mi Calidad de Vida?
A-¡Ah!: ¿Vas a contar con un Futuro? No: tiene que bastarte lo mala que es.
-Yo creo que eso solo lleva al suicidio.
A-No tienes que pensar en ninguna mejoría, porque eso ya es la táctica de Los que Pueden. Nosotros no tenemos Futuro, aquí no hay Futuro, no se hace más que intentar decir NO, como dice el pueblo, y lo que de ahí resulte no nos toca. Pensarlo: no tenemos Futuro, y esto es importante; lo del Futuro forma parte de ese Ideal y de la Fe en la imposición del Ideal. ¿Alguna cosa más?
-Yo también te he entendido como Virginia algo así como que la lengua común era ideal, y entonces quería preguntar......
A-Yo no lo dije en ningún momento, estuve todo el rato diciendo que está fuera de la existencia, no dije que fuera real. Si le preguntamos sobre ella, esto es el problema que a veces hemos sacado aquí con el término griego ‘logos’, ‘lengua’ (o‘razón’, da igual), en Heráclito, y que efectivamente tenemos que reconocer como al mismo tiempo siendo esos entes ideales (las palabras ideales, los fonemas), que tratan de organizar la Realidad, y también de cambiarla, y por otra parte es lo que está justamente ‘fuera de’ toda realidad, y por abajo se identifica la razón con el desconocimiento. Generalmente nos confunden, y términos como ‘razón’, etc., se hacen equivalentes de ‘ideas’, de ‘conocimiento’ y todo eso, y por tanto es conveniente recordarlo: razón por un lado es el Ideal que costituye la Realidad de las cosas y su funcionamiento, y por otro lado está fuera de la Realidad, y es en ese sentido desconocimiento, pérdida de las ideas, y las ideas son la Realidad misma. “Nam quae ratio construit, ratio ipsa destruit”, que se decía en un nuevo gaudeamus que andaba por ahí (“pues lo que la razón costruye, la razón misma lo destruye”), y por tanto se podría decir que está doblemente fuera; está doblemente fuera de la Realidad, siendo por un lado evidentemente la fuente de los ideales que dan existencia a cualesquiera cosas que hacen funcionar la Realidad, y siendo por otra parte algo que se vuelve sobre sí mismo y destruye las ideas, el conocimiento..........¿Qué más?
-Que no has sacado lo que puede ser el mejor ejemplo de lo que puede ser el Ideal que no se realiza, pero que se quiere hacer que es verdad, que es lo del Fin, la muerte prometida a cada uno, que acordándose de eso se ve muy bien la fe que nos quieren imponer de que la muerte existe, y ().
A-Si, está bien, es oportuno; no quería sacarlo, porque eso nos distrae mucho más, pero ya sabéis cómo es eso: efectivamente es el origen por así decir de cualesquiera otras ideas la idea de la muerte, futura, por supuesto; la idea de la muerte futura es la primera cosa en que te hacen pasar lo que no está aquí (pero ¡amigo!, está anunciado), te lo hacen pasar como si estuviera aquí; y de hecho, consiguen que esté aquí; no como muerte, pero sí como preocupación, como miedo, como esperanza, como cualquier cosa, y de esa manera lo introducen en la Realidad, y es aquello de lo que nace mucho de lo que he estao diciendo: al Estado, al Capital, se les da como función la Administración de Muerte, todo lo que hacen puede describirse así, como Administración de esa muerte, que nunca está aquí, siempre es futura, pero que está ahí. Administración de Muerte, y es Administración de muerte imposible de realizar, pero que está ahí, presionando, a la que hay que preguntarle encima cuánto nos cuesta; cuánto nos cuesta para todavía vivir peor, o para irnos muriendo peor, porque vivir es algo como irse muriendo, ninguna muerte futura.
Bueno, pues me parece que se nos ha hecho la hora, ¿no? Y si el Estado y el Capital nos dejan, dentro de 7 días pues aquí estaremos.