27.04.2011

Tertulia Política número 279 (27 de Abril de 2011)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

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TERTULIA DEL ATENEO 27 DE ABRIL DE 2011

Trascripción

(n.º 279)

 

RESUMEN

Se prosigue con el análisis del orden (o cosmos o mundo) en sus diferentes planos. Se parte del descubrimiento de que todo orden es falso, y de que la realidad viene a ser una lucha entre una ordenación ideal que viene de arriba, y lo desconocido, lo de abajo. Es costitutivo de la realidad, tanto la pretensión de una ordenación ideal, como el fracaso de esta pretensión. Se presentan diferentes ejemplos de los distintos planos de la ordenación, en primer lugar, el caso de la lengua. Por una parte están las reglas escolares y académicas que se imponen a una ordenación más sabia que está por debajo, y que es la gramática de una lengua dada. Pero por otra parte una lengua, a su vez, por ser necesariamente idiomática, tampoco es lo de abajo, sigue perteneciendo a la realidad. Por debajo de los idiomas, aún quedaría lo desconocido. Tampoco hay que pensar que lo que queda por debajo sea un desorden perfecto (esto no tiene sentido), sino una ordenación más sabia, aunque desconocida. El siguiente ejemplo se refiere a la economía. Se parte de la crítica del documental ‘Inside Job’, a propósito de la crisis económica. El fallo está en que todo el protagonismo se lo llevan personas espertas (ya sea los que buscan responsables de la crisis, ya sean los que se justifiquen) que creen que saben lo que dicen y lo que hacen, y por ende, lo que es el dinero, y cómo funciona. Pero el creer que se sabe no es más que fe, y por lo tanto eso corresponde al plano de lo ideal. Por debajo hay un orden, que es el del funcionamiento verdadero de la empresa y el dinero, que es automático, y que es independiente de las personas que creen que lo manejan: al contrario, son ellos los manejados. El dinero y las empresas es o funciona como un organismo. Este organismo ha evolucionado desde la crisis del 29, se ha hecho más astuto y ha aprendido a defenderse mejor, y por eso la crisis actual es mucho más prolongada. El levantamiento popular de los años sesenta (estudiantes, jipis, y demás) se produjo en el momento del establecimiento del actual régimen (en el que definitivamente coinciden estado y capital), y la reacción de defensa del estado y el capital, además de hacer fracasar el levantamiento, produjo la crisis que dura hasta ahora. Se alude a las maneras de asimilación o reintegración al orden del levantamiento popular, haciendo hincapié en las drogas, pero se deja este tema para la siguiente sesión. Se da paso a las intervenciones del público.

 

 

TRASCRIPCIÓN

Estábamos estos días, como recordáis, con la cuestión del orden, en los diferentes planos en que esto del orden se puede presentar. Os vuelvo a recordar, por si a alguno se le ha olvidado, que durante mucho tiempo, durante muchos siglos, fue una costumbre llamar ‘cosmos’ a todo esto en lo que estamos, o... la palabra latina ‘mundum’ es nada más que una traducción: se le llama ‘lo ordenado’, ‘lo aseado’, ‘lo arreglado’, como queráis decir: eso es el cosmos. Es una palabra que se sigue empleando, pero claro, ya no nos suena tanto a su origen. Aquí os lo voy a recordar porque en esta tertulia política está claro que nos hemos puesto en frente de todas esas proclamaciones de orden: lo mismo da en la sociedad, que en el cosmos o universo, o como queráis llamarlo, que en cada uno de nosotros; hemos descubierto la falsedad de la pretensión de un orden, de un arreglo, de una regulación, en cualquiera de estos planos, porque los que me acompañáis en el tiempo sabéis que el descubrimiento principal es que la realidad es una lucha. La realidad o existencia es una lucha entre lo que viene de arriba, que es efectivamente una ordenación ideal (de tipo matemático: no en vano hemos venido a descubrir que dios es matemático), entre eso y lo de abajo, que es lo desconocido, lo sin nombre; lo que de ninguna manera puede entenderse matemáticamente regulado… Sólo que en la realidad, que está en medio, en esa lucha entre el orden impuesto desde arriba, desde la autoridad, desde dios, o como queráis decir, y aquello sobre lo que el orden trata de imponerse y que se resiste, siempre-desconocido, siempre-sin-nombre; en esa realidad, en medio de eso (que es una lucha entre lo uno y lo otro), es desde luego costitutivo tanto la pretensión de ordenarlo (socialmente, físicamente, sicológicamente), como el fracaso de esa ordenación. Son costitutivos, en eso consiste la realidad, en esa lucha interminable entre lo uno y lo otro. Me importaba sobre todo que distinguiéramos (es a eso a lo que estábamos el último día) planos o niveles en esta pretensión de la ordenación, y en el fracaso correspondiente: planos o niveles distintos en que eso se produce. Ya recordáis entonces, para empezar, que en realidad no puede haber orden; que orden es una pretensión de dios, que viene de arriba; que abajo está la resistencia: eso que algunos llaman natura, lo que hay antes de existir, pero que aquí lo aludimos a ello más bien negativamente: lo desconocido. Natura, lo desconocido, de alguna manera aprende matemáticas, es decir, adquiere formas de ordenación más o menos pronto fracasadas una tras otra, tanto en lo social como en lo físico como en lo sicológico. Pero eso forma parte de la realidad que es esta lucha, esta contradicción entre la pretensión de orden y el fracaso de esa pretensión una vez y otra renovados.

 

Trataba de distinguir planos, empezaba el otro día, pues... (lo que nos ocupó la mayor parte de la última sesión) por utilizar el ejemplo de la lengua (como recordáis los que estabais aquí conmigo, y si algo quedó oscuro en eso, [ya] me lo haréis saber), contraponiendo una pretensión de orden, de regla desde arriba, que es la escolar, la académica, la de la cultura, que una vez y otra trata de convencer a nuestros niños de que tienen que aprender (no se atreven a decir a hablar), pero por lo pronto tienen que aprender a escribir y a leer: es el primer paso de la enseñanza, junto con el aprendizaje de los números, de los elementos de matemática… tienen que aprender eso, y ahí tenéis el ejemplo del régimen desde arriba: se trata de imponer. Lo que nos importaba hacer notar es que esta pretensión (escolar, académica, cultural, científica) de imponer un orden desde arriba sobre la lengua, lo que hace es encubrir, ocultar, una ordenación, de un nivel más bajo, que hay en la lengua misma. Os lo recordaba el otro día, con ejemplos tan claros como reglas de puntuación que se les puedan dar a los niños o a vosotros. Las reglas de puntuación son siempre pues arbitrarias, caprichosas; muchas veces deja la academia, lo deja también al arbitrio de cada uno de los escribientes, o de los futuros escribientes, y están ocultando que en la lengua hablada, la corriente, la primera, hay un juego de entonaciones, un juego de unas pocas diferencias tonales bien establecidas, que determina una puntuación en el aire, por así decir; una puntuación en la voz, de tal manera que si la escritura fuera fiel a ese juego de tonos que articula las frases, que señala dónde tiene que haber una entonación de coma, una entonación de frase, etc., entonces estarían de sobra todas las reglas escolares. Bastaría simplemente con la reproducción fiel, como el otro día decíamos, para los ojos, de lo que para los oídos (los oídos gramaticales, no físicos) está tan claro en el habla. Esto es un caso pués de un orden superior imponiéndose a uno inferior. Ya comprendéis que os estoy sugiriendo que el inferior es más sabio, más acertado. Y que el superior que se impone siempre sobre él es menos sabio, menos acertado, más lleno de equívocos y de confusiones. Según se asciende en la pretensión de ordenación desde arriba, se estropean ordenaciones inferiores que el sentido común descubre que eran más acertadas, que eran mejores. Esto no quiere decir que hayamos llegado al último piso de abajo, porque en lo que estamos hablando tratamos necesariamente de ordenaciones (entonativas, o lo que sea) de idiomas, de lenguas particulares, porque en realidad la lengua no se presenta nada más que como idiomas. Idiomas más o menos nacionales, más o menos personales, lo que sea; pero en todo caso idiomas, maneras particulares de lengua. Y en este nivel (que es subcosciente, a diferencia de las reglas escolares o académicas, que son coscientes, igual que las leyes jurídicas y que los reglamentos políticos), en este nivel subcosciente, lo que tenemos es un ejemplo de lucha por la existencia. Cada idioma, el desarrollo de sus normas, las decisiones de cambio de esas normas precisamente para la persistencia, es un ejemplo de esto a lo que llamamos existencia, que consiste en esa contradicción que he recordado. Se puede decir que lo que en este nivel haya de orden más sabio, proviene justamente de la lucha por la existencia, es un producto de la lucha por la existencia. Y esto no nos saca de la realidad. Por debajo de esta ordenación tendríamos que descubrir lo que ella tiene también de convencional, de medio para seguir subsistiendo, el idioma y sus hablantes, y que naturalmente aquello que pudiera ser una mejor ordenación ya estaría por debajo, por debajo de la realidad, en lo no cosciente de verdad (nada de “subcosciente”, no cosciente), estaríamos cayendo en lo desconocido.

 

Pero entonces ¿qué pasa, cuando nos damos este viaje desde lo más alto hasta lo más bajo? Pues que tenemos que preguntarnos en qué sentido se oponen y se distinguen un orden superior, el de dios, que tendría de verdad todo ordenado, que habría hecho un cosmos, un verdadero mundo, en el que nosotros, aunque pasemos algunas molestias y protestemos de vez en cuando, es por ignorancia, porque si fuéramos verdaderamente fieles a la ordenación de dios, nos daríamos cuenta de que todo está ordenado, que las cosas son como deben ser. Entre eso y lo más bajo, que es una ordenación que se encuentra incluso por debajo de lo subcosciente, a la que algunas veces hemos aludido a otros propósitos como una ordenación de ordenación de  onda, rítmica, rítmica pero no métrica... De manera que, fijaros bien, entre la oposición estrema, [...] entre la ordenación matemática de dios, arriba, y algo que es sumamente sabio, ordenado de la manera más sabia, que está por debajo de nosotros, por debajo de la realidad, y que consistiría, sí, a pesar de que sea por debajo de la realidad, en alguna manera de ordenación. ¿Por qué? Porque como el otro día estuvimos poniendo por delante, un orden perfecto, un orden ideal, desde luego, no tiene sentido. Lo que esta pretensión de orden ideal produce es esta guerra, esta contradicción en la que nuestras vidas se desarrollan. Pero un desorden perfecto, un nada de orden, por el otro estremo, tampoco tendría sentido. Esto es lo que ya el otro día de paso os presentaba y en lo que quiero insistir ahora: no cabe tampoco esta pretensión de un nada de orden, nada en absoluto de orden. Tenéis que preguntarle a los políticos que os mandan, y a los maestros y demás, a qué es a lo que [aludo] cuando ellos hablan de caos, y os amenazan con un caos (anarquía como caos, la anarquía como caos), en cuanto uno se pone a despreciar la supuesta necesidad de gobiernos, la supuesta necesidad de ordenaciones como las que hoy padecemos, regidas por el dinero sobre todo. Tendríais por tanto que preguntarles qué quieren decir con caos, porque, efectivamente, no tiene sentido, no tiene sentido hablar de un caos que sería un caos perfecto, un nada de orden, que es justamente lo que nos hace, por deducción puramente negativa, reconocer que aun debajo de los órdenes subcoscientes y más sabios que se den en las lenguas, hay también alguna otra manera de ordenación, ya fuera de la realidad: simplemente porque no puede haber una falta absoluta de ordenación, sin más. Esto a lo mejor es demasiado sencillo para entenderlo bien, pero qué se le va a hacer, tenéis que acompañarme en ello en la manera que se pueda.

 

Después del ejemplo de la lengua y los idiomas, [mi propósito] era pasar a algo que he tratado en otras partes estos días, que se refiere justamente a la ordenación propiamente política, o económica, porque en el régimen que hoy padecemos todos sabéis junto conmigo que economía y política están enteramente confundidos (hemos llegado al régimen en que estado y capital, que en algún otro tiempo parecían oponerse, han venido a ser la misma cosa); y también ahí teníamos que encontrar ejemplos de lo mismo. Había utilizado una película, un documental del señor Ferguson, llamado Inside Job, es decir, “Tareas desde dentro”. Podéis seguramente verla todavía estos días en los cines, si tenéis paciencia, porque desde luego es un rollo considerable. Ahora os voy a decir por qué es un rollo considerable, y que al mismo tiempo esplica que haya tenido en los centros culturales un cierto éxito, que se la haya premiado incluso como un buen documental. Coge principalmente la crisis llamada (es el término en el que tenemos ahora que centrarnos), la crisis (todos sabéis casi desde que habéis empezado a hablar, o a entender, eso de ‘crisis’  en lo que estamos), y la toma, en el ejemplo, claro está, de Estados Unidos desde los años ochenta, desde el año ochenta mismo, hasta casi el presente. El documental inserta algún caso más ilustre porque es más rápido, como el de la pobre Islandia, de la cual tal vez tenéis alguna noticia, que en muy pocos años vio destrozarse sus tierras y sus gentes en el momento en que su banca, y por tanto su gobierno, entraron en la onda del gran dinero, es decir, la onda del régimen que hoy nos domina, no sólo en Estados Unidos, sino en todas partes: aquí también. Desde el primer momento fue la cosa rapidísima. En otros sitios (y menos en Estados Unidos) no se ve, pero en ejemplos tan rápidos como el de Islandia, tal vez [se da? se ha?] lugar: la ordenación superior, en el caso que os presento, está representado por estas pretensiones de arriba, de economistas y de políticos juntamente, de que están rigiendo el dinero; que saben lo que hacen, y que saben lo que dicen. Esta pretensión de economistas o políticos, y también de críticos de la economía o críticos financieros, esta pretensión va, como sabéis, contra las palabras de cristo en la cruz, “No saben lo que hacen”. Pero así está hecha la realidad, la FE en que SÍ lo saben es central. Bueno, esta película por desgracia no le va a hacer daño a nadie, porque consiste, en casi todos sus planos y duración, en una serie de caras de señores de esos que más o menos SABEN lo que pasa con el dinero, es decir, toda la laya, está bien recogido: son economistas; son directivos de gran empresa, de las que se arruinaron o no se arruinaron durante los años ochenta hasta ahora; ministros, representantes de los gobiernos, de los Estados Unidos; ingenieros financieros, como los llaman ahora (hay unos ingenieros financieros, que de alguna manera son superiores a los ingenieros que hacen puentes y caminos: [estos] hacen cosas mucho más considerables); también críticos de las finanzas; también investigadores del fisco (del de los Estados Unidos)… Bueno, la tira, una serie de caras, que os decía lo de un rollo precisamente por eso: yo no sé cómo salí vivo y resollando, con ganas para acordarme de la película, después de haberme tirado esa casi hora y media de caras de señores a los que el encuestador le pregunta, y que van dando sus opiniones. Algunos se sienten atacados en lo de la crisis, responsables, y tratan de defenderse; otros, por el contrario, atacan por su parte al encuestador; opinan en general de las causas del mal, de las causas de la crisis, de cómo ha venido a ser este desastre de los últimos casi treinta años, que rige el mundo, desde Estados Unidos hasta nosotros; pero todos de una manera o de otra están ahí, y esto a mi entender (y os lo consulto también) es lo que hace que la película sea inútil como una verdadera crítica, como una verdadera revelación, o rebelión, que viene a ser lo mismo. [Claro?… aquí?] acostumbrados que aquí, como pensamos, en esta tertulia política, que lo que se puede hacer, hablando, es desmentir la fe, la fe que estado y capital necesitan para subsistir, como por ejemplo esta, en los economistas financieros y gobernantes de que os estoy hablando, entonces lo único que nos cabe es justamente porque dejándose hablar, no sometiéndose a una ordenación de arriba, se descubren las mentiras de la fe, se contribuye a derribar la fe, y el estado y el capital sin fe, dios, sin fe, no pueden subsistir: no pueden subsistir, es a lo que nos dedicamos en esta tertulia política; hacemos lo que se puede hacer, hablando, dejándose hablar, dejándose pensar: atacar la fe, descubrir las mentiras de la fe, pensando que ese es el fundamento del estado y del capital. Bueno, pues [todo... que esto es así], ya veis en qué consiste la debilidad de la película, que la hace aceptable para la cultura dominante: efectivamente, la fe está representada por cada una de las caras de esa ristra insoportable de señores que hablan acerca de la crisis. Y creen que saben de lo que hablan, y creen que efectivamente hay responsables personales de la crisis, hay culpables, de un orden y de otro, y esto naturalmente inutiliza la crítica que la película podía tener; la inutiliza porque es mentira, porque no es verdad que ni los financieros ni los economistas ni ningunos otros sepan de verdad qué es lo que pasa con el dinero; no lo saben, solo que (esta es la [pretensión] desde arriba) tienen que creer que lo saben: ese es justamente el dominio de la fe. De manera que ahí es como veis que lo que posiblemente podía haber de revelador en una película como esa, pues queda estropeado. Pero los que estáis aquí, cualquiera de vosotros que siga creyendo, porque lo lee todos los días en la prensa, en responsables de lo que pasa con el dinero, en culpables de lo que ha pasado, y lo otro y lo otro, en los señores que proponen una nueva forma de economía para salvarnos de la crisis, pues tampoco podrá hacer nada: no puede acompañarnos en esta tertulia política, porque ese mismo, a fuerza de tragarse lo que los medios le cuentan, pues está también contribuyendo al mantenimiento de las creencias, de las ideas acerca de lo que pasa con el dinero.

 

Bueno, esto quiere decir que si nos negamos a creer en esta fe […] que implica la responsabilidad y el saber de las personas, tenemos por lo bajo algo parecido a lo que sucedía en el ejemplo de la escritura y la lengua. Tenemos que descubrir una forma de ordenación inferior y más sabia. Tenemos que descubrir que una empresa, una gran empresa sobre todo, un estado, un consorcio bancario, cualquier entidad financiera, tiene una existencia propia; tiene una ordenación, o un intento de ordenación que pasa por debajo de las personas, de tal manera que los dirigentes de la banca, los agentes de la bolsa, los ministros de las finanzas, en ese momento desaparecen como agentes de verdad, y vienen a ser como los istrumentos de esos organismos que descubrimos que andan por lo bajo, que tienen subsistencia propia, que se desarrollan con más o menos tropiezos por sí mismos, y que en definitiva se parecen a eso que desde pequeños nos han enseñado a llamar organismos naturales, como los de las plantas y los de los animales y demás. Notad la palabra ‘organismo’, la relación con la organización, que es como la ordenación de que venimos hablando, para que no nos despistemos demasiado.

 

Me paro un momento a recordaros, como ya a propósito de la película hice en otro sitio, que esta crisis es una crisis muy larga en este régimen, bajo este régimen que padecemos desde hace mucho. Una crisis de más de veinte años, de treinta años. A todos de pequeños os han contado lo que en cambio pasaba con el mil novecientos veintinueve, principalmente en Estados Unidos. 1929 es la fecha esa semimítica en la que las grandes empresas se hundían de repente, los bancos quebraban de una manera irremisible, desde un día al siguiente, y los banqueros se tiraban de los rascacielos.  Todos lo habéis oído. ¿Todos habéis oído este cuento, no? No voy a ser yo solo el que lo he oído. ¡Todos lo habéis oído, más o menos! Era antes del establecimiento del régimen que hoy padecemos. El capital andaba entonces en su adolescencia, en una adolescencia alocada, y le podían pasar cosas de esas; y el capital ha aprendido; el capital ha aprendido, de manera que cuando llegan los desastres, como no pueden menos de llegar, pues sabe ya mejor cómo defenderse: el capital. Y, como sabe mejor cómo defenderse, hace que la crisis dure, que la crisis dure tanto, que amenace casi con eternizarse: ese es un fruto del aprendizaje, que tenemos que atribuirle al capital, y no debe estrañarnos si efectivamente os acostumbráis conmigo a considerarlo como un organismo, no voy a decir vivo, pero real, como un organismo real que tiene por tanto sus reglas de existencia, igual que todos los demás. Yo sé que acostumbrarse a pensar en el dinero, en sus apariciones como empresa, como fisco estatal, o de cualquier otra manera, como un ser existente, y que se desarrolla por su cuenta, y que tiene aspiraciones por su cuenta, y que las consigue unas veces y otras veces fracasa, yo sé que esto es difícil, va mucho contra la costumbre, pero, como veis, en lo que estoy diciendo no nos queda más remedio que reconocerlo así. Y pienso que no es que nosotros vayamos a nuestra vez a SABER cómo funciona el dinero, porque no se trata de saber, se trata de descubrir la mentira de lo que se sabe, y descubrir por tanto que, por debajo de la ordenación superior que es esa fe de que os he hablado, hay una ordenación inferior, que es la que corresponde a estos existentes. Claro, esto está, sigue estando dentro de la realidad. Evidentemente, como en el otro ejemplo dije de los idiomas, esto es una ordenación en modo alguno perfecta, ni nada. Por debajo, ya recordáis que, si hay alguna otra ordenación, esa desde luego ya no sirve para la realidad, no sirve para el dinero. Si hay alguna ordenación, es una ordenación que pasa por debajo del dinero, que es la realidad de las realidades, que pasa por bajo de toda realidad.

 

Este era el otro ejemplo. Este ejemplo, de la crisis y las finanzas, del que ahora podréis decirme lo que sentís o os parece, me ha traído también enganchado el recuerdo (aunque os parezca que estoy pegando un salto), el recuerdo de la función de las drogas entre la juventud, especialmente las drogas suaves, las sicodélicas, y finalmente las heroicas, la heroína. ¿Cómo se enlaza lo uno con lo otro? De esta manera: algunos me habéis oído aquí decir que yo he quedado para siempre prendido con el levantamiento de estudiantes en los sitios desarrollados del mundo en los años sesenta (sesentaycinco, sesentayocho y todo eso), y que cualquier cosa que me oigáis o me veáis hacer aquí, no es más que algo ispirado por aquello, y a lo que sigo fiel; a lo que tuve que aprender entonces con aquel levantamiento. Bueno, pues ese levantamiento se produjo justamente en el momento en que se estaba estableciendo en la realidad política, económica, este régimen que hoy padecemos. Sólo entonces se había llegado a una clara identidad entre estado y capital, y se podían producir todas las cosas que desde que habéis nacido la mayor parte de vosotros estáis padeciendo bajo este régimen. Era entonces, y sin duda se ve que en los puntos desarrollados del poder, en Tokio, en California, en… más tarde en Alemania, en París, también en […], había gente de la menos formada que se había dado cuenta de lo que se nos venía encima: este régimen. Y entonces produjeron aquella revuelta, que tenía, sobre todas, la gracia de lo inesperado. Porque [verdaderamente?] en Estados Unidos, en Japón, en España, en Francia, en Alemania, le pegó un susto, le pegó un susto al poder, representado en sus gobiernos, policía, economía y todo lo demás: era inesperado. Eso fue lo que a mí me arrastró a dejarme llevar con los estudiantes, y eso es lo que me hace estar ahora tratando de deciros algo de lo que aprendí en aquel entonces. Fue en aquel entonces donde se empezó… Naturalmente, el capital, el poder, reaccionó, y ya sabéis que a los que les gusta reducir las cosas a historia, os dirán que la revuelta de los sesenta, pues que fracasó, quedó incorporada… ¡los hay que no nos gusta la historia, y que no nos gusta que […] reduzcan a historia! Pero ahí está, el […] fracasó y vino a producir este régimen del capital-estado, que ha dado lugar, entre otras cosas, a esta crisis en la que vivimos ya desde hace treinta años, y que os he sacado aquí como ejemplo. Pues bien, cuando se amortiguó, se amorteció el levantamiento de los estudiantes, después del sesentayocho, digamos, y a los comienzos del sesentaynueve, se me había ocurrido entonces, estando yo entonces en París, sacar un panfleto acerca de las maneras de reintegración al orden del levantamiento estudiantil. Podéis… si tenéis curiosidad podéis leerlo, porque está por ahí republicao. Yo tenía en aquel momento mi tristeza porque aquello se hubiera amortiguao de momento, no tenía más salida que la de intentar [ese] análisis. Y una de las maneras de reintegración que descubrí claramente era la de la dedicación a la droga, y en último término a la droga heroica. Esto parece que aleja mucho de la economía y de la política, pero si lo pensáis un rato veréis que no es tanto. Yo no tenía mucha esperiencia de drogas y eso, pero a mi alrededor, estando en París, y también fuera de París, encontraba cantidades de amigos, de los que más o menos habían participado en la revuelta, que venían a caer en la dedicación a las drogas, incluso a la proclamación de cosas más o menos místicas o mágicas que las drogas les hacían descubrir, que a algunos los tiraba por caminos especialmente desgraciados, y en aquellos años, morían, caían sacrificados por este empeño. Tampoco hoy esto es muy frecuente. Muchos de los jóvenes de los que... los que sois ahora jóvenes o relativamente jóvenes que me oís, reconocerán que ahora no pasan cosas tan tremendas como en el año setenta y por ahí. Es verdad: este es otro ejemplo de cómo el capital aprende. También en vuestra actitud relativamente pacífica, inocua y muy alejada de heroísmos, de drogas heroicas, también ahí tenéis un ejemplo de cómo el capital aprende a sostenerse. Bueno, yo tenía en aquel entonces mucha razón en reconocer (entre otras muchas maneras que podéis ver en el panfleto, ¿eh?, otras muchas maneras de reintegración al orden), reconocer esta dedicación a las drogas como una de ellas. ¡Desde luego, entre otras muchas!, porque, ahora, la más elemental y mayoritaria es naturalmente la dedicación a los exámenes, que son verdaderamente lo único que las universidades y escuelas hacen, examinar; de manera que mientras hasta los finales de los sesenta hubo, llegó a haber, un verdadero descalabro en cuanto al orden examinativo, durante unos pocos años se perdieron los exámenes, y se perdieron por tanto el orden académico, la manera de recuperar […] más normal es examinarse, volver a coger el curso de los estudios y tirar p’alante y estar en la mayoritaria y dominante de la que hoy tenéis muestras hasta en el caso de la docilidad de las mayorías de los estudiantes al plan Bolonia o a cualquier otra tontería de las que les echan encima como si fuera una novedad de la ordenación. No os voy a citar otras muchas maneras de reintegrarse al orden, que yo reconocía en aquel entonces, ¿eh?: cómo se volvía a los cauces tradicionales del amor, de las relaciones entre chicos y chicas más o menos bien ordenadas, dejando fuera las anarquías, que duraron aquel poco en los sesenta, pero entre ellas me parecía interesante esta de la dedicación a la droga porque es muy reveladora al propósito que nos traemos, y hablaremos de esto. El otro día con Isabel nos tocó ver una película, pero esta vez no era nueva, una película de los ochentaycinco, una película hecha en Berlín, en… en fin, creo que en el año ochentaycinco, o en el ochenta, que se llama en su versión española Yo, Cristina F. y que, bueno, está por tanto producida, si es del año ochenta, en los momentos en que estaba en plena actividad toda esta dedicación de una buena parte de los jóvenes a la droga.

 

Pero me parece que se ha hablado de demasiadas cosas, que tengo que pararme. Si no hay tiempo hoy, pasaremos a esto de Cristina F. y la droga otro día. […] ahora me paro porque a propósito de las varias cuestiones que os he sacao, seguramente se os habrán ocurrido cosas, y importa más este rato que las oigamos, las cosas que se os han ocurrido.

 

Público: Agustín, hay un caso literario que me […] mucho: la última obra de este hombre, del famoso este, James Joyce. Escribe sin coma ni punto ni nada, ¡y no hay manera de leerlo!

 

Agustín: ¡Hombre!, ¡no, no exageres! Se puede leer, yo creo que se puede leer. Pero se puede leer por la misma manera en que… por la misma razón que también cualquier carta de un iletrado, donde no emplea puntuación ni nada, generalmente se puede leer. Se puede leer ¿por qué? Porque con lo que escribe, con las letras y lo poco que escriba se deduce lo que en la lengua hablada hay que no ha escrito: las entonaciones de frase, las entonaciones de coma. Es como, ahora en el reino de los móviles, los chicos y chicas han desarrollado una manera que no es la telegráfica, pero una manera de escritura abreviadísima, donde naturalmente gran parte del mensaje escrito que se le da al móvil, no está escrita. Están escritas unas cuantas consonantes, unas cuantas vocales, según criterios de ordenación que se me escapan, y que desde luego el recipiente del móvil lee, lee y entiende; siempre ha cabido eso de que haya abreviaturas. Nada de eso os debe desanimar del reconocimiento de la ordenación de la lengua hablada por todos, y demás. Bueno... habría desde luego que volver sobre el ejemplo del [lenguaje]; podéis pasar al de la crisis y demás, podéis tirar por donde sea.

 

Público: A mí me interesa el de la crisis, porque hay muchas cuestiones que no entiendo, ¿no? Primero, esta crisis ¿es de verdad, o no es de verdad?

 

Agustín: Bueno, me has estao oyendo, ¿no?

 

Público: Sí, pero, realmente, ¿es algo en lo que el poder se está resquebrajando o...?

 

Agustín: No, no, la realidad es una lucha, no, no me has seguido bien, no estás muy acostumbrada a esto. La realidad es una lucha y ya he dicho que hasta las astucias del capital para sostenerse son un fruto de la lucha por la existencia como si fuera un organismo vivo. Si me quieres preguntar si vamos a llegar al apocalipsis, no me lo preguntes, porque entonces tendré que responderte un poco airado, y no te va a gustar, de manera que no me… Más vale que no me lo preguntes. A ver, ¿qué más hay por ahí?

 

Público: Sí, no, yo me refiero a la cuestión esta que decías de que un orden más primario parece como más rico, menos falso, más rítmico que otro que venga encima impostado desde una istancia superior. Esto se ve muy claramente con el comienzo de la arquitectura en el principio de siglo, del siglo pasado: cómo de alguna manera ya se había [ispirado] un orden clarísimo, pero un orden sobre esto que llaman natura, que realmente lo que hacía era subrayar, como en las estaciones, o cuando tenía un túnel que atravesar una obra de ingeniería tremenda, una cordillera, ¿no?: cómo se las apañaban los ingenieros de la época para subrayar esos ritmos naturales de alguna manera, es decir, hacer algo que realmente aprovechara los ritmos naturales.

 

Agustín: O sea, que en general…

 

Público: […] una ordenación del progreso progresado en la imposición es devastadora, en el sentido de que el orden que se impone ahora es absolutamente lineal y…, pues romo y...

 

Agustín: Y sobre todo dominado por el dinero, porque la arquitectura no es más que una cuestión de metros cúbicos, y el aprovechamiento para el capital de esa manera, en contra de las pretensiones de los arquitectos o ingenieros, no hay manera de hacer nada bueno, por más vueltas que le den, y por más premios que reciban algunos de los mostruos, para disimular justamente que la dedicación es la dedicación a la arquitectura de metros cúbicos, que quiere decir la estrema sumisión al capital de cualquier cosa que podía haber en arte. Así sucede de ordinario. Efectivamente, la ingeniería que Isabel recuerda, y que ya hemos hablado muchas veces, la ingeniería del siglo XIX y tal vez cominenzos del XX, parece un encanto de sabiduría, de tiento, en cuanto al aprovechamiento de las vueltas de los montes, de las rocas que hay que vencer, de los túneles posibles, si se le compara con lo que nos ha tocado a nosotros, en plan de arquitectura urbanística y demás. Esa es la regla: lo cual no quiere decir que esa inferior y más sabia sea tampoco lo bueno. Cuando alabamos los ferrocarriles del XIX, alabamos la manera en que, a lo largo del Duero arriba desde Oporto hasta los arribes, se pudieran trazar esas líneas que en lugar de estropear las tierras no hacían más que exaltarlas, no estamos pensando que tampoco esa ingeniería fuera necesaria, ni lo bueno. Habida cuenta de que, en realidad no puede haber bueno ni malo… me gustaría no tener que explicar esto, porque es muy elemental: no puede haber nada bueno o malo. ¿Por qué?, una vez que hemos descubierto un poco qué es realidad. ¿Por qué no puede haber nada bueno ni malo?

 

Público: […] ideal.

 

Agustín: ¿Es por un lado un ideal, pregunto? ¿Es un ideal puramente, es de dios? O al contrario, está por bajo… pero en fin, ¿porqué en la realidad no, no puede haber nada ni bueno ni malo?

 

Público: Más o menos bueno o más o menos malo…

 

Agustín: Sí, y más todavía por lo que he recordado al comienzo, ¿cómo era eso? La realidad es…

 

Público: […] el oden, el orden superior.

 

Agustín: es una...

 

Público: una guerra.

 

Agustín: Es una guerra, una lucha entre la imposición del orden superior (lo que sería bueno en el sentido de sublime, como entre los que creían que dios era bueno, aunque tuvieran que decir infinitamente bueno) y lo de abajo, aquello que está siempre estropeado por la ordenación, del estado y capital y demás, que sería en ese sentido, lo bueno. Pero la realidad no es más que la lucha, de manera que si es la lucha entre lo uno y lo otro, está claro que nunca puede haber nada en la realidad que sea bueno ni malo. Era un poco demasiado elemental, no nos vamos a parar demasiado en ello. A ver, ¿qué más quedaba por ahí?

 

Público: Yo quería un momentito hablar en esto de... si realmente la crisis es una crisis que existe y que puede ser un resquebrajamiento del poder, ¿por qué hay este ambiente social de docilidad, de aguantarse con todo, de no surgir este orden de abajo, aprovechar como en aquellos […]? ¿Por qué tenemos tanta obediencia?

 

Agustín: Pues ya sabes… la democracia cuenta con la mayoría: si la mayoría no fuera de idiotas, te quedarías sin gobierno. Tú verás lo que te pierdes, pero si la mayoría no fueran idiotas, según te quejas, te quedarías sin gobierno, ojo ¿eh?: ¡el caos! ¡la anarquía!, te están amenazando. De manera que ésa es la condición. ¿Qué más hay por ahí?

 

Público: Puede tener una relación con lo que dices a lo mejor… en los años setenta, en los sesenta, cuando la introducción de la droga, sobre todo entre la juventud, también [...] encaminada a… digamos distraer a la gente joven, de irla apartando de aquella rebeldía […], y efectivamente pasó que […] la gente joven, pues, se perdió. Y entonces lo que yo digo es que ahora, hoy día, se utiliza otro tipo de droga. Cuando hablamos de droga, a lo mejor tendríamos que […] con sicodélica, en fin, con el ácido, todo lo que tomábamos entonces, ¿no? Pero hoy día es el consumo, ¿puede ser?

 

Agustín: Sí señor, lo que pasa es que… gracias, pero ya ves que he dejao eso por falta de hora, lo he deajo para el día que viene. De manera que es el día que viene cuando nos tocará volver sobre la cuestión de las drogas, que has hecho muy bien en sacar y… las de los años setenta, y las de ahora. Más, antes de marcharnos respecto a las demás cosas.

 

Público: ¿Por qué dios hace los ríos torcidos, por disimular? Vamos a ver: “Arriba del mundo, / dios con su compás / hizo los ríos torcidos, por disimular” ¡Pregunto!, maestro.

 

Agustín: No preguntas nada, es una broma, de manera que no estás preguntando… Los ríos son de la realidad, y por tanto ni pueden estar derechos, ni perfectamente torcidos. La realidad es la lucha entre lo uno y lo otro: el ideal, dios, y lo que queda por bajo, desconocido.

 

Publico: Bueno, yo vi la película esa de la Inside job, y efectivamente me aburrí. Pero yo creo que lo más torpe de la película es que, en la presentación de esas caretas, o sea, de lo que es cada uno, evidentemente no se descubre eso que tú has dicho que se descubría en el propio capital: no se descubre que ese que se cree que uno es uno y que [se] rige a sí mismo, en realidad es una estructura, una especie de organismo máquina que funciona sin saber muy bien lo que está haciendo; y era bastante conmovedor, yo creo, cuando entrevistan a los sabios universitarios, cómo se agarraban a la fe en sí mismos, cuando le planteaban las miserias más patéticas, respecto a sus trapicheos con el dinero. Es decir que yo creo que eso, nos remite…

 

Agustín: Sí, no sólo los de las universidades, también los jefes de grandes industrias, también los representantes del fisco mismo de los Estados Unidos. Es imposible que ellos reconocieran que el dinero es una especie de organismo vivo que desarrolla sus antenas y sus patas como un pulpo, no, no: ellos tenían que proclamar la fe, o sea que, si se defendían de un ataque, por ejemplo de responsabilidad, de haber metido la pata en la, por ejemplo, conglomeración de veinte industrias de repente que les salió mal, eso no quiere decir que les […] a ningún descubrimiento de lo desconocido dentro del dinero. Al contrario: la propia acusación y la defensa consiguiente están ratificando la fe, la fe en que se sabe lo que se está haciendo.

 

Público: Agustín, respecto a de la película concretamente, respecto a eso que dice Luis, a mí me parece que se establecen esosdos planos: uno cuando hablan los brokers, y hablan los presidentes de las grandes industrias, de los bancos…, y otro que es cuando se hace referencia a lo que se llama la ciencia económica, la economía como ciencia, y por lo tanto tiene unos asesores universitarios, los catedráticos, que son de ciencias y de economía, que lo mismo te sirven a A que a B que a C, porque es la ciencia pura, es como si fuera las matemáticas del dinero. Y entonces, esos sí son referenciales...

 

Agustín: ¿Cómo? ¿Qué son?

 

Público: Referenciales de sí mismos, autorreferenciales.

 

Agustín: No entiendo.

 

Público: Autorreferenciales quiere decir que en su discurso siempre están haciendo referencias tautológicas a propósito del dinero. O sea: no son capaces de verlo desde fuera, en… Ellos son un caso de lenguaje.

 

Agustín: No son más que un caso entre los otros, entre los grandes industriales y los ingenieros de finanzas.

 

Público: Pero que hay esos dos planos, en la película, y es interesante.

 

Agustín: No, no, están bien mezclados los unos con los otros. ¿Qué mas? Sí.

 

Público: Cuando dicen… A veces dicen: es que hay que generar confianza. Eso están diciendo: es que no tenéis fe, tenéis que volver a llenaros de fe. No se atreven a decir lo de la fe porque ya se confundiría con…

 

Agustín: Sí, les suena a algo religioso.

 

Público: Claro, tenéis que volver a comprar, a creer en el futuro, porque así salimos de la crisis.

 

Agustín: Creer en el futuro y creer en uno mismo son los grandes artículos de la fe. A cualquiera que se esté preparando una escuela de márketing o algo de eso, se le exige creer en sí mismo. En el futuro por su puesto. Creer en el futuro, porque el régimen es todo él futuro, es nada más que administración de muerte, pero al mismo tiempo, y ligado con ello (tal vez con motivo de las drogas lo veremos), al mismo tiempo, fe en ti mismo, tienes que tener fe en ti mismo, la recomendación por escelencia.

 

Público: Pero había unos casos en los que no se trataba de fe, sino que ellos mismos sabían que iban a producir una quiebra, una pérdida de dinero para otras personas, pero para ellos una ganancia. Es decir, ellos sabían que las leyes, creyeran o no en [...] iban a fallar, iban a producir eso, y de una manera descarada, ahí se ve, ¿no?, cínica, se callan, porque ellos lo que quieren es su ganancia. Y lo que se demuestra en el documental este, es que finalmente toda esta gente, sí ha salido ganando.

 

Agustín: No, le das mucha importancia al caso. Creo que lo sacas del contesto. Efectivamente, eso no quiere decir sino que algunos pasan por más listos. Solo los más listos se creen que pueden jugar, efectivamente, con producir en un sector quiebras para después, por rebote, seguir ganando en el otro. Pero les pasa como a los otros, como a los menos listos: unas veces les resulta, porque el juego del dinero es así, es un poco como la ruleta, y otras veces no, no les resulta. En todo caso, participan de la misma fe en que son ellos los que están manejando, con ese truco, eso es lo esencial.

 

Público: Lo triste de la película esta es que no sé si el director quería ganar fama o dinero con ella, pero si pretendía que llegara a mucha gente, que la gente (esa idiota, hemos dicho), despertara o se indignara […] se tenían que haber indignado antes.

 

Agustín: No, queda limitado a ciertos ámbitos culturales… ¡Hombre! De la buena intención de Ferguson no hay porqué dudar. Es una intención crítica, está, como cualquiera, aterrado con el fenómeno de la crisis, de lo que se nos viene encima, en Estados Unidos y en otros sitios, y... buena intención, pero lo que pasa es que ya sabéis que de buenas intenciones está llena la historia, de buenas intenciones está llena la historia: muchas […] a ser críticas y rebeldes, han quedado convertidas en colaboradoras de la continuación del régimen. Sí.

 

Público: Hemos estado contraponiendo los órdenes que vienen desde arriba y acaban con cualquier orden que podría haber por debajo. Y primero lo hemos mirado en lo de la lengua, en cómo las prescripciones de la academia y de la escuela pretenden imponerse sobre los órdenes que tiene la lengua misma. Y luego, con lo de los sistemas económicos, creo, ¿no? Ahí, ¿qué es lo que podría haber por debajo? O sea, de la misma manera que un gramático investiga cuál es el orden de la lengua, ¿podríamos emprender nosotros esa investigación con respecto a la vida de la gente? ¿Cuál es el orden que por debajo podría salir si no hubiera esas istituciones…?

 

Agustín: No, no. Podemos, pero un poco más despacio. Ya hemos empezado: por debajo de las pretensiones de responsabilidad personal, de fe en que los hay que manejan el dinero, hay economistas que entienden lo que pasa, por debajo está lo que os he propuesto de los organismos, los organismos existentes. Eso es lo que ocuparía el lugar de lo que en el otro caso son los idiomas. Estaría en el lugar de los idiomas, sería justamente... Tenéis que acompañarme a creéroslo, que el dinero, la empresa, la banca, sabe, sabe cómo tiene que funcionar, y trata de ordenarse, y trata de producir lo más que puede. Como siempre, algunas veces le resulta, otras veces fracasa, pero eso es igual. Está por ahí, está por ahí, de manera que no hemos bajao a las personas, hemos bajao a un tipo de organismos reales, que son los organismos dinerarios, en los cuales naturalmente los funcionarios, los ejecutivos, están incluidos como piezas que forman parte de eso, ¿no? Lo mismo que en el otro ejemplo, los hablantes particulares de un idioma, pues efectivamente están comprendidos en el idioma en cuanto hablantes de él, y más o menos obedientes a sus normas subterráneas o a las de arriba.

 

Público: Sí, no lo había entendido bien. De todas formas, me refería como a una bajada más abajo para ver eso de la vida de la gente, libre de esas organizaciones, de esas imposiciones de orden desde arriba, si tiene algún sentido mirar a ver cómo es, o si no será arriesgarse a […]

 

Agustín: [...] reconocer que como en el caso que [...] debajo de la ordenación idiomática nos teníamos que preguntar dónde está razón común, nos encontrábamos que teníamos que salirnos de la realidad, aquí también, así también aquí: por debajo de eso, nos estamos ya justamente saliendo de la realidad. Los representantes del orden te dicen: ¡el caos!, ¡la anarquía! Otros hay que no nos lo creemos, que no nos lo creemos simplemente, pero así es como están las cosas. Desde luego, esta tertulia política está contra la realidad. De ninguna manera estamos pretendiendo crear un nuevo sistema o régimen que sea mejor que el que nos está impuesto. Reconocemos que todos ellos están incluidos en esta lucha por la existencia, y, por lo que sea, hay algo en nosotros que está en contra. No nuestras personas, por su puesto, no nuestras personas: algo en nosotros que está en contra de aceptar la fatalidad de esa lucha por la existencia.

 

Público: Eh, bueno, no sé si viene mucho al caso, por lo que ha dicho ella, pero hay un tipo de economía que no es dineraria, que es esta de las satisfacciones, que uno se quede insatisfecho por un determinado gesto, los ajustes de cuentas, que tienen que ver con establecer un determinado equilibrio, ¿no?

 

Agustín: Las ordenaciones económicas, como antes decíamos, de las de la ingeniería. Algunas que nos parecen que simplemente por ser menos malas que las que padecemos, más poderosas, más superficiales, te parecen algo mejores, un tipo de economía digamos, rural, intentos de comunidad que había en algunos pueblos en tiempos, que algunos de los compañeros anarquistas trataron de resucitar, y de reistuarar, la vida en comunidad; los chicos y chicas de los años sesenta: recordar los jipis de California, pensaban también en algo de eso, en alguna forma de comunidades que sustituyeran a la familia, y por tanto a […] del dinero... Pero bueno, con eso no llegamos a

abajo: simplemente, esos medios, como los de ingeniería, nos parecen mas sabios, mas inocentes, por la comparación con los que han venido después, porque el orden de arriba progresa, o trata de progresar.

 

Bueno, se ha hecho muy tarde, voy a tener que cortar, y entonces volvemos sobre cualquier cosa de estas, desde luego, pero también sobre el caso de la reintegración por drogas, si nos deja el señor dentro de siete días.

 

 

 

 

 

 

CRITERIOS DE TRASCRIPCIÓN:

 

1.- En los casos en los que una palabra o un tramo son dudosos, los he puesto entre corchetes ‘[]’, y en los casos en los que no he entendido una palabra o un tramo de palabras he usado corchetes con puntos suspentsivos ‘[...]’.

 

2.- Cuando hay, titubeos, balbuceos, o incluso anacolutos, no los he trasladado tal cual, sino que como se dejan en la mayoría de los casos deducir bastante bien, he usado la forma correcta o normal. Cuando hay repetición de palabras (en bastantes ocasiones sucede esto), me las he saltado, escepto en algunos casos en los que he considerado que la repetición tenía algún tipo de intención retórica, en lugar de ser una especie de apoyo o muletilla para facilitar la locución.

 

3.- He procurado, como criterio para la puntuación, el mismo del que se habla en la propia charla, y del que trata más pormenorizadamente el propio Agustín en sus libros sobre lenguaje: una puntuación fiel a la lengua hablada. Lo malo es que no siempre el oído gramatical es capaz de distinguir en la producción real, las reglas de entonación elementales: por ejemplo, la caída característica de la entonación a final de frase, muchas veces no la reconozco, pero entiendo que, ateniéndome al sentido, ahí debe haber un final de frase. En esos casos, a veces he puesto punto, y otras veces he puesto punto y coma, siendo el punto y coma, precisamente la puntuación que el propio Agustín recomienda cuando hay vacilación entre considerar que se trate de la misma frase o de otra diferente. Los dos puntos también los he usado también en la mayoría de los casos ateniéndome a un criterio de sentido ajeno a la entonación, con lo que probablemente sean los ejemplos de puntuación más dudosos. En cambio la mayoría de los paréntesis que he usado creo que sí reflejan lo que se escucha claramente como un cambio de registro entonativo en todo el tramo incluido dentro del paréntesis.

En todo caso, como problema general para la trascripción, se me presenta la duda de si los problemas sobre la puntuación se deben más bien a una falta de práctica del oído gramatical (o peor, a un esceso de hábitos escolares, es decir de predominio de la cultura escrita sobre la oralidad) por parte del que trascribe, o sencillamente que la producción real de la lengua tampoco se ajusta siempre a las entonaciones gramaticalmente regidas.

 

4.- He usado como criterio ortográfico el mismo que solía usar Agustín en sus escritos, es decir, el que pretende ser más fiel a la lengua hablada, especialmente en esos casos en los que una escritura infiel a la lengua acabe influenciando a la lengua hablada: se suprimen los grupos consonánticos ‘ns’ al final de sílaba y se sustituyen por ‘s’ (‘trascripción’, y no ‘transcripción’); se suprime la ‘x’ cuando lo que hay en la lengua es ‘s’ (‘estremo’, y no ‘extremo’).

En lo que no he seguido a Agustín es en lo de poner con mayúsculas los sustantivos que considera análogos o intercambiables con ‘dios’, como ‘realidad’, ‘dinero’, etc. Al contrario, lo que hecho es quitarle la mayúscula al mismísimo dios. Los nombres propios sí los he puesto con mayúsculas.

Por otra parte a veces también me he tomado la libertad de trascribir los participios acabados en

‘ado’ tal y como suenan, es decir, ‘acabao’ en vez de ‘acabado’.

Algunas palabras las he trascrito en mayúsculas, porque se pronuncian con una intención claramente enfática, como para subrayarlas.

 

5.- La separación entre párrafos la he hecho un poco a mi arbitrio, aunque no completamente: a veces se distingue bastante bien en la audición una pausa que suele coincidir con el inicio de un bloque o un apartado diferente en el hilo del razonamiento. A veces no se producía una pausa, o no de una manera tan clara, pero en cambio sí que se distingue una discontinuidad en el discurso en cuanto a su contenido.

 

6.- Cuando interviene el público, a veces se superponen voces, o bien de Agustín cuando habla alguien del público, o bien al revés; o bien, varias voces simultáneas del público. En estos casos, las he omitido; tan sólo las he intercalado cuando las interrupciones de unos hacia otros eran claramente sucesivas, y no simultáneas.

TERTULIA DEL ATENEO 27 DE ABRIL DE 2011
(n.º 279)
 
RESUMEN
Se prosigue con el análisis del orden (o cosmos o mundo) en sus diferentes planos. Se parte del descubrimiento de que todo orden es falso, y de que la realidad viene a ser una lucha entre una ordenación ideal que viene de arriba, y lo desconocido, lo de abajo. Es costitutivo de la realidad, tanto la pretensión de una ordenación ideal, como el fracaso de esta pretensión. Se presentan diferentes ejemplos de los distintos planos de la ordenación, en primer lugar, el caso de la lengua. Por una parte están las reglas escolares y académicas que se imponen a una ordenación más sabia que está por debajo, y que es la gramática de una lengua dada. Pero por otra parte una lengua, a su vez, por ser necesariamente idiomática, tampoco es lo de abajo, sigue perteneciendo a la realidad. Por debajo de los idiomas, aún quedaría lo desconocido. Tampoco hay que pensar que lo que queda por debajo sea un desorden perfecto (esto no tiene sentido), sino una ordenación más sabia, aunque desconocida. El siguiente ejemplo se refiere a la economía. Se parte de la crítica del documental ‘Inside Job’, a propósito de la crisis económica. El fallo está en que todo el protagonismo se lo llevan personas espertas (ya sea los que buscan responsables de la crisis, ya sean los que se justifiquen) que creen que saben lo que dicen y lo que hacen, y por ende, lo que es el dinero, y cómo funciona. Pero el creer que se sabe no es más que fe, y por lo tanto eso corresponde al plano de lo ideal. Por debajo hay un orden, que es el del funcionamiento verdadero de la empresa y el dinero, que es automático, y que es independiente de las personas que creen que lo manejan: al contrario, son ellos los manejados. El dinero y las empresas es o funciona como un organismo. Este organismo ha evolucionado desde la crisis del 29, se ha hecho más astuto y ha aprendido a defenderse mejor, y por eso la crisis actual es mucho más prolongada. El levantamiento popular de los años sesenta (estudiantes, jipis, y demás) se produjo en el momento del establecimiento del actual régimen (en el que definitivamente coinciden estado y capital), y la reacción de defensa del estado y el capital, además de hacer fracasar el levantamiento, produjo la crisis que dura hasta ahora. Se alude a las maneras de asimilación o reintegración al orden del levantamiento popular, haciendo incapié en las drogas, pero se deja este tema para la siguiente sesión. Se da paso a las intervenciones del público.
 
 
TRASCRIPCIÓN
Estábamos estos días, como recordáis, con la cuestión del orden, en los diferentes planos en que esto del orden se puede presentar. Os vuelvo a recordar, por si a alguno se le ha olvidado, que durante mucho tiempo, durante muchos siglos, fue una costumbre llamar ‘cosmos’ a todo esto en lo que estamos, o... la palabra latina ‘mundum’ es nada más que una traducción: se le llama lo ordenado, lo aseado, lo arreglado, como queráis decir: eso es el cosmos. Es una palabra que se sigue empleando, pero claro, ya no nos suena tanto a su origen. Aquí os lo voy a recordar porque en esta tertulia política está claro que nos hemos puesto en frente de todas esas proclamaciones de orden: lo mismo da en la sociedad, que en el cosmos o universo, o como queráis llamarlo, que en cada uno de nosotros; hemos descubierto la falsedad de la pretensión de un orden, de un arreglo, de una regulación, en cualquiera de estos planos, porque los que me acompañáis