27.08.2014

Tertulia Política número 281 (11 de Mayo de 2011)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

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  • La caricatura del cuelgue y el manque de la droga como forma exagerada de llenar el vacío del Tiempo Real.
  • La escisión de uno en dos contrarios en la cuestión del amor, aprovechando para verlo versos de catulo.
  • La imposibilidad de cumplimiento de los ideales en la Realidad.
  • La condición especial de los hombres que los aparta de los que no  lo son: saber su muerte futura. 
  • Lectura de un fragmento del Teeteto, y distinción entre “saber” y “sentir" también en la lengua misma.
  • Descubrimiento de la Realidad como contradicción, de "Guerra" como "Padre de todas las cosas", a partir de Heráclito.

 

 

TRANSCRIPCIÓN:
 
 
Ya recordáis los que estabais aquí que en la última sesión me había dedicado a utilizar la cuestión de las drogas, aunque algo pasada de moda, pero tomando por ejemplo una película alemana del 81, como medio de demostrar a modo de exageración o caricatura lo que nos trae aquí estos días, que es la escisión o división de uno por lo menos en dos, contrarios. Allí, con motivo de la droga, lo encontrábamos de esa manera tan especialmente exagerada, en el sentido de que, cuando el muchacho, la muchacha, viene a entrar, venía a entrar en aquellos años en el ciclo de la droga, caía en lo que entonces se llamaba el cuelgue, quedaba colgado, colgada, de la droga, se producía una alternativa (pero que al mismo tiempo se puede considerar simultánea) entre dos actitudes: una que es la del que, pasada la experiencia de  heroína o de lo que sea, decide que quiere volver a la normalidad, limpiarse, quedarse limpio, como se decía entonces, ése es uno, y otro el que experimenta muy viva lo que se llamaba el manque, la falta de la heroína, de lo que la heroína había dado de fuera de lo corriente, fuera de la vida vulgar, maravilloso en ese sentido, y que por tanto no puede menos de aspirar... de volver a ello. Justamente la experiencia de la droga sublime, que había descubierto vías o vislumbres de una vida de verdad, cuando pasa (porque está condenada al tiempo real), cuando pasa, la experiencia deja un vacío todavía mayor que el vacío natural que a todos nos prepara el Orden, y en el que nos hace vivir; todavía mayor, y por tanto ese aumento del vacío (manque) podía llevar a repetir la experiencia, que como el Orden por su parte, es decir, el Capital, el Dinero, proporciona medios asequibles para volver a la esperiencia, pues hace que el sujeto o sujeta vuelva a quedar enganchado en ello y de esa manera se continúe la cadena. Ése es otro: uno que quiere dejarlo, otro que no puede  menos de querer volver a la experiencia de la vida. Lo recordáis bien, pero conviene tenerlo presente.
Ahora, lo que os advierto, como creo que ya lo hacía el último día, es que esta presentación del caso del cuelgue y el manque de las drogas hay que tomarla como una caricatura de lo que pasa corrientemente; como si dijéramos, como en tantas otras cosas más o menos esageradas y tremendas, que, después de todo, eso no hace más que hacernos sentir de una manera más viva lo que de ordinario no sentimos, lo que está pasando en la vida corriente en el año ochenta y en los años setenta y entre nosotros hoy día, en el triunfo del Régimen del Bienestar al que estamos condenados y que padecemos: es necesariamente el vacío, la caída en el vacío del tiempo de la Realidad, lo que hace buscar otra cosa que se salga de la vida corriente, y así es como se ensartan los diferentes pasos de ese proceso que tomábamos como ejemplo. No quita que después, cuando os deje correr la voz,  algunos que tengan tal vez más experiencia en este tipo de aparición del vacío, de la necesidad, y de la vida de verdad contra la vida corriente, saquen aquí y digan sus recuerdos o experiencias; serán de agradecer.
Pero ahora paso a otra cosa para seguir sintiendo la escisión de uno, por lo menos en dos contrarios el uno con el otro. No hace falta la heroína, por supuesto: esto se puede producir de maneras más corrientes, y una de ellas es por ejemplo la cuestión del amor. No sé como os suena la palabra después de lo mal usada que anda por ahí, pero bueno, yo voy a intentar usarla de manera que no sea engañosa, y voy a utilizar para ello a Catulo, los versos de Catulo, que seguramente todos conocéis más o menos de oídas pero que os voy a recordar: es la situación en que en el enamoramiento interviene alguna forma de herida, que el amante puede llamar traición o infidelidad, y a partir de ahí se desencadena una pasión doblemente arrebatada, tal como él lo dice muy bien en unos cuantos de sus versos. En uno por ejemplo: Huc est mens a tua, mea Lesbia, culpa... [huc est mens deducta tua, mea Lesbia, culpa]“A tal punto se ha visto arrastrada mi alma…” ( en este caso se llama “mens, mens”-para nosotros ‘mente’ es un cultismo y por lo tanto un engaño, pero ‘mens’ en latín no es culto-, ha elegido esta forma),“hasta tal punto se ha visto arrasada mi alma por tu culpa, Lesbia, y hasta tal punto se ha echado a perder por cumplir con su deber mi alma, que ya no pueda en modo alguno quererte bien aunque te vuelvas la mejor de las mujeres, ni pueda dejar de amarte apasionadamente aunque hagas todo lo que hagas”.  Esto, aunque siento tenerlo que haber dicho así en prosa, es uno de los poemas, y no tanto por tanto en lo que nos importa: la escisión…, la escisión. Aquí Catulo dice “bene velle”,  el querer bien, el estimar, por un lado, frente al “amare”, el querer apasionadamente por el otro, y evidentemente los sujetos de lo uno y de lo otro no puede menos de aparecer como dos y contrarios. La supuesta culpa de Lesbia ha roto con lo del querer bien, pero ha desatado más furiosamente que antes lo del amar apasionadamente.
Vais siguiendo la cosa. No sé hasta qué punto cualquiera de vosotros tendrá experiencias más o menos cercanas a las de Catulo en este trance y comercio del amor, pero en todo caso cualquiera creo que es capaz de ponerse en su lugar y entender o sentir, que es lo que estoy ahora intentando. En otro de los poemillas dice: “Decías en otro tiempo, Lesbia, que no querías ni siquiera a Júpiter tenerlo como amante mejor que a mí. En aquel entonces yo te quise, no como la gente, volgus, el vulgo, quiere a su amiga, a su amante, sino como un padre quiere a sus hijos y a sus yernos; como un padre quiere a sus hijos y a sus yernos. Ahora te he conocido; por lo cual aunque me abraso desmedidamente, eres para mí mucho más ligera y vil. ¿Cómo puede ser? preguntarás. Porque al amante, al que está enredado en el amor, una afrenta, una injuria, una herida como ésa, lo hace, le obliga, a querer con más pasión todavía; pero a querer bien, menos, menos.”
Aquí trata de, como veis, seguir contraponiendo las dos cosas, el amar y el bene velle, que a nosotros nos están denunciando la rotura de Catulo, del sujeto, en dos contrarios. Bueno, eso viene a dar en el más conocido de los poemas de Catulo, que incluso se ha venido cantando por ahí de vez en cuando: “Odi et amo. Quare id faciam fortasse requiris?/ Nescio; sed fieri sentio et excrucior”. Excrucior: al final aparece la cruz, que para nosotros puede ser un símbolo muy adecuado. “La odio y la quiero. ¿Cómo puede ser me preguntas acaso? No lo sé: siento que así sucede y así me clava en una cruz, y así me atormenta de la misma manera que se atormenta al condenado a la crucifixión, a caer en la cruz. “Sentio”, siento que es así, “et excrucior”, y quedo clavado, me atormento en una cruz”.
Bueno, pues yo creo que no hace falta más para, aunque no sea de una manera tan exagerada como en el caso del cuelgue y del manque de la droga, entender cómo también, no a Catulo exclusivamente, sino a mucha gente, le pueden pasar esas dos cosas tan contrarias en esta cuestión del amor.
Ahora quiero haceros parar un poco para que los que me acompañan hace tiempo, relacionen esto con los descubrimientos que hemos hecho respecto a lo que no es Realidad, sino que está o por encima o por debajo de la Realidad, por emplear estos términos, estos términos tópicos. Ya sabéis, es eso que uno descubre enseguida una vez que adopta este término de las escuelas ya vulgarizado, ‘realidad’, ‘existir’: descubre que eso no es todo lo que hay, que hay algo por Arriba que son los ideales, Ser lo que se es, Todo, Nada, etc., y por debajo, aquello por lo que esos ideales tratan de imponerse; de forma que la guerra es un choque, cruce, guerra entre lo uno y lo otro; ésa es nuestra realidad.
Pues en esto del amor se ve muy claro: es uno de los dos amores, es ese amor que es el amor de verdad, como Dios allá arriba, y que es por tanto (casi no hace falta decirlo) único, eterno. Ése no será real, no existirá, desde luego, pero por aquí anda, haciendo de las suyas; porque la presencia de este amor sublime, único y eterno, la encontráis a cada paso, incluso algunos de los sacramentos matrimoniales están, desde luego, fundados en esta fe en el amor de verdad. Pero sin necesidad de pasar por la Iglesia, cualquiera que se haya visto metido en una relación habrá encontrado cómo de vez en cuando surge (“¿Pero es que no me quieres? o “Te quiero”) esta pretensión de que quiera decir eso de verdad; de verdad, de forma que aunque ese amor sea un puro ideal, venga de Arriba como los números como el Todo como la Nada, como Dios, por supuesto está siempre tratando de imponerse aquí, en la Realidad. El otro amor viene de abajo, en el sentido de que, como la pretensión de los ideales de imponerse sobre la Realidad, incluso que las ideas o significados de las palabras en un idioma se impongan sobre las cosas, de manera que las realicen propiamente, las hagan ser reales (que hasta que no tienen su nombre en algún idioma no lo son, por supuesto: un oso no es un oso, si no se le llama oso. Eso es una cosa en la que no insisto porque muchos de los que me acompañan ya están bien caídos en esto), pues como esta pretensión de imponer las ideas, los ideales en general, a lo que hay por debajo nunca se cumple del todo, nunca realmente se realiza, entonces resulta que queda siempre algo abierto, sin cubrir debidamente, vago, peligroso, por debajo, y que puede asaltar desde abajo. Esto lo recordaréis bien también en el caso de la cuantificación: en la Realidad nunca puede haber cinco ni siete de nada; en la Realidad no hay más que aproximadamente siete, porque aproximadamente, sólo aproximadamente, cada uno es uno; de manera que de esa manera nunca siete puede ser siete exactamente. La pretensión ideal del siete está sin embargo imponiéndose; pero nunca se impone del todo, y por debajo entonces queda lo indefinido, no numerado, no definitivo, vago, que está siempre, por decirlo así, borboteando desde abajo, haciéndose sentir en los conflictos de la Realidad. Ése es el otro amor, ése es el otro amor, el amor apasionado (si llega el caso, loco, desvariado), ése que en los poemas de Catulo, cuanto más la culpa de la otra mata las posibilidades de un amor de verdad, en cambio se desarrolla furiosamente más y más. Está justamente desarrollándose por el fallo del otro amor y el intento de su imposición. Cuanto más el amor de verdad trata de imponerse, cuanto más fracasa en ello, tanto más revive, tanto más se vuelve imparable y furioso, el amor que viene de abajo; es decir, de lo que nos queda de… bueno, animalillos, cosas, lo que nos es inasequible por el hecho de que aquí estamos en un tipo de realidad que es justamente la realidad humana, sobre la cual vamos a volver un momento recordando en qué se distingue del resto de la Realidad (y aquí naturalmente no nos es dado más que la contradicción, la lucha entre lo uno y lo otro; no hay Realidad más que ésa: la lucha entre los ideales y las ideas contra aquello que se resiste a que del todo lo dominen y quede muerto para siempre).
¿Qué es lo que a este tipo de cosas que nosotros somos nos distingue, es el rasgo humano peculiar, lo que no nos deja como ese amor de abajo pretendería, vivir como animalillos, amar como animalillos, o como árboles o como astros o como cosas en general? Bueno, los que me acompañáis ya sabéis que lo hemos encontrado de una manera clara: eso que nos distingue es el saber la Muerte, es decir, saber lo que no existe, la Muerte, la Futura, que es la única real, que es la única real, la muerte de uno pero futura; el saberla, cosa que… un saber que de ninguna manera podemos atribuirle ni a los astros ni a los animales, ni a las hierbas ni a los árboles, no, no. Todos ellos, efectivamente, se podría decir desde nuestro punto de vista, están tan condenados como nosotros a deshacerse y a morir, pero tienen la gracia de  que no lo saben, y especialmente no lo sabe cada uno de ellos; no tenemos motivos para sospechar otra cosa. Y eso de lo humano, sí, es saber, saber la muerte; saber la muerte que nunca está aquí, por tanto saber lo inexistente; esto es, como recordáis, la creación del Futuro. Nada más tenéis que recordar que todo lo que el Poder, en cualquier régimen que sea, está procurando constantemente es cambiarnos del todo, si pudiera, la vida posible por futuro, cambiárnosla por Futuro. Lo encontráis en todos los trances de la producción, de la educación, y en cualquier otra parte. No hace falta insistir en ello, yo creo. Ése es nuestro rasgo distintivo: saber la muerte.
Habría que volver tal vez un momento... a los hombres, en varios sitios y especialmente entre nuestros antiguos, se les llama mortales; es decir, se está declarando que las otras cosas, no. Se los llama mortales, que es lo que en latín traduce y equivale al a-thánatoi griego, con la partícula negativa y en griego con la raíz thána-/ thne-, en latín con la raíz mor- que hemos heredado: athánatoi, ‘inmortal’. Tened en cuenta que esto, desde luego, se lo inventaron entre los antiguos, para oponernos a los dioses, que son los athánatoi, que son los inmortales; de forma que nosotros, por contraste, seamos los thnetói, los mortales, por oposición a los dioses; porque efectivamente ¿qué quiere decir dioses?: dioses quiere decir pues esa imaginación de que las cosas fueran como son pero sin Muerte Futura; que las cosas fueran como son sin Muerte Futura. Cualquiera de vosotros sabe, volviéndose sobre su corazón o su razón, que a lo que uno no le deja vivir de alguna manera es el Futuro en cualquiera de sus apariciones. Por eso el Poder, que tiene como función la Administración de Muerte, por tanto del Futuro, tiene tanto empeño en que el ideal de Arriba se cumpla del todo, y entonces… ¿entonces? El Poder está luchando por cumplir este ideal, cambiarnos vida por Futuro, esto por supuesto. Si ese ideal se cumpliera, de una manera paradójica y ridícula, resulta que el Poder ya no tendría nada que hacer; ya el Poder no tendría que hacer, porque ya todo estaría muerto y por tanto no habría que preocuparse de matarlo. Esta es la situación: la función del Poder es administrar muerte; si su ideal se cumpliera, su ideal de Futuro se cumpliera,  ya, evidentemente, el Poder no tendría nada que hacer en este mundo, estaría todo hecho.
Bueno, alegría, porque parece que no, parece que ese ideal no se cumple, como ninguno de los otros ¿no?. Para eso estamos aquí debatiéndonos en esta tertulia política. Bueno, pues aunque ésa... nuestra designación como mortales, como si fuéramos los únicos que morimos, se haya hecho para contraponer a los dioses que representan una vida sin Futuro (la imaginación de una vida sin Futuro), en verdad, la cosa funciona también como os lo he dicho: se nos opone a las otras cosas, a las demás cosas, que por supuesto se deshacen y mueren, continuamente se están muriendo y deshaciendo (no sólo las bestias sino también los astros y cualquier cosa de las que se llamen cosas), pero sin futuro, sin saberlo. La luna por ejemplo no lo sabe: ésa es nuestra impresión. Está claro que se está desmoronando como cualquier cosa, más o menos lentamente, pero ella no lo sabe, ni ninguna de las bestias lo sabe. De manera que tiene sentido esa contraposición, porque dentro de las cosas que hay, lo que nos distingue esencialmente es eso: el saber la muerte, el tener un futuro, y que a partir de ahí se pueden asociar las demás…las demás operaciones.
Bueno, os he puesto la cuestión de la rotura o escisión de uno en dos, en ejemplos muy estremosos, para que fueran claros, como son los del amor, o el otro día, los de las drogas heroicas, pero ya recordáis que estos casos estremosos los estoy sacando para que esa escisión de uno en dos aparezca de una manera más clara. Estamos en la Realidad; y estar en la Realidad quiere decir estar en la lucha. No hay más realidad que esta lucha entre el Imperio de los ideales constante por imponerse, y la resistencia, la resistencia de lo que queda siempre más y que nunca acaba de someterse a eso. Estamos en la Realidad nosotros, estamos en esa lucha. No hay ningún otro sitio, estamos en esa lucha, y cualquier teoría científica y no digamos cualquier especulación política que no entienda la Realidad o Existencia así, como una lucha entre el nivel alto y el bajo, el nivel de Dios y el nivel de la desconocida que nos queda por debajo, pues se equivocará de la manera habitual; se equivocará y seguirá haciendo y diciendo las mismas cosas que suelen decirse, todas ellas engañosas y falaces. Pero aunque haya elegido esos casos estremos para evidencia y caricatura, ya recordáis que también se da en niveles menos extremos. El otro día creo que saqué alguno con motivo del caso de la lengua y la escritura. Ahora vuelvo un momento sobre ello. He estado estos días volviendo a releer el Teeteto, el dialogo de Platón, y tengo que aprovechar para pedirle disculpas a la sombra de Platón, porque más de una vez me habéis oído despotricar bastante ciegamente contra él, junto con Aristóteles a continuación, como fundadores de una ciencia, de un creer saber, de un creer saber las cosas, una filosofía o una ciencia, me da lo mismo. Pero por otra parte tengo que recordaros que los diálogos juveniles donde saca a Sócrates, con más o menos fidelidad a su recuerdo, son un encanto de arte, de arte dialógico, dialéctico, en el dialecto cotidiano de la Atenas de su tiempo y por tanto por mucho que maldiga de Platón, ya veis que de vez en cuando tengo que volver a leer las cosillas de sus diálogos, de sus diálogos juveniles. Estaba leyendo el Teeteto y me encontré, que no me acordaba, con que es de los pocos sitios en que los griegos se acuerdan de que hay otros pueblos que tienen otras lenguas. Estaban tan convencidos de que hablar era hablar en griego y que lo demás era balbucear o tartamudear, que en la mayor parte de los casos nos encontramos que  ni aparecen; y hay un caso en que dice que… Es un caso que saca porque está, en ese comienzo del Teeteto, está tratando de atacar el dicho de Protágoras, que conocéis conmigo bien, de que “un hombre es medida de todas las cosas, de las que son lo que son en cuanto que es lo que es, y de las que no son lo que son en cuanto que no es lo que es”, como versión un poco glosada, y estaba tratando de atacarlo, en la manera que él lo entiende, partiendo de esto que ya era entones una… empezaba a ser una antítesis un poco tópica, un poco trivial, entre saber y sentir (‘sentir’, es decir, áisthesis, y ‘saber’, un saber más bien práctico, episteme: estos son los términos que usa), dando por supuesto que los amigos de Protágoras, entre los cuales está Teodoro, el maestro de geometría de Teeteto, que es con el que está hablando, creían, efectivamente, que saber era sentir, un poco como después de una manera más rigurosa, Heráclito [[parece que tiene que ser Demócrito o Epicuro: no Heráclito]] desarrollaría como forma de conocimiento, a partir del choque de las cosas con los sentidos, y de todo el saber.
Bueno, yendo a eso es como saca esto: dice que, oyendo hablar a los bárbaros, pues no cabe duda que tenemos una sensación, tenemos una sensación de lo que hacen, de sus articulaciones, de sus palabras, pero no sabemos lo que dicen; lo cual va a demostrar que, efectivamente, es imposible que sentir y saber puedan confundirse uno con el otro. De manera que ahí ya veis que está... (¿cómo iba a preveerlo Platón en el tiempo?), se está nada menos que descubriendo esta escisión de uno, elemental, que es entre consciencia y subconsciencia; y una escisión, también, entre lo que es ‘sensación’, por tanto, y lo que es ‘entendimiento subconsciente’. Supongo que lo entendéis bien: efectivamente, estamos oyendo hablar a un bárbaro o a cualquier salvaje, y oír lo que suena, lo oímos; no puede ser por menos; ¿quién puede evitarlo?; forma parte de la Realidad como las demás cosas, pero no sabemos, no entendemos; hace falta que venga una interpretación, es decir: entrar como extranjero en la subconsciencia del bárbaro, para que entonces aparezcan esto que nosotros llamamos fonemas y tonemas, y las unidades distintivas en número limitado y opuestas a otras en medio de aquel tumulto, de aquel torrente de sonidos: esto es otra cosa. De manera que, efectivamente, ahí tenéis otra forma, otra forma de escisión.
El otro día os lo sacaba, poniendo el piso alto (así vemos los tres pisos): hablando de que una ordenación superior estropea la anterior y la tapa, os recordaba que la atención a la escritura, que es consciente, que es el nivel alto, el nivel de la conciencia, se carga a la subconsciencia de la lengua, que es eso que os pasa a todos que habláis así de bien gracias a que no sabéis lo que estáis haciendo, gracias a eso; no hay otra manera, porque bien recordáis que, cuando por accidente sucede que la conciencia se mete por medio, entonces es el desastre. Si oís cualquier conversación, eso: la entrada de la conciencia lo estropea todo. De manera que tenéis ahí una escisión que se nos hace más complicada que la simple escisión entre uno y otro, porque ahí, efectivamente, hay uno, el nivel consciente, que es el de la escritura, el del saber desde Arriba, por la Escuela, por el Orden; luego está esa subconsciencia común, no personal, que es la subconsciencia donde se establece y rige, no ya la lengua general, sino un idioma cualquiera, una lengua cualquiera, y luego por debajo de eso parece que queda todavía algo que sería sensación, áisthesis, tal como ahí se pretende, que puede ser, pero con tal de que no se la llame así, porque está claro que si al sentimiento se le llama sentimiento, inmediatamente deja de ser sentimiento. Esto supongo que no tengo que explicarlo mucho, porque cualquiera de vosotros tiene experiencia no sólo en amor si no en cualquier otros tipos de sensaciones y de sentimientos. Queda algo debajo que siente, pero eso ya ni soy yo ni siquiera es la comunidad de los hablantes de mi lengua. Está cayendo en el pozo de lo no consciente de lo no sabido, de lo desconocido, que es lo que  queda por abajo, sin que los ideales, las ideas, desde Arriba puedan llegar nunca a imponerse sobre ello para realizarlo, es decir para convertirlo en Realidad o Existencia, que es lo que está en medio, que es esa lucha en la que estamos, en esta realidad que no es más que esa lucha, de la cual os vengo poniendo por ejemplos éstos.
Parece que los casos de la droga heroica, de los dos amores, absoluto y desesperado, éste mismo de los niveles de la lengua, se refieren a uno, a la persona, pero no es verdad, no es así: no se refieren a nosotros más que en cuanto a ese nivel superior que es donde se establece el Futuro, el saber de la Muerte. Por lo demás,  el esquema habría que generalizarlo (no va a dar ya mucho tiempo a hacerlo hoy debidamente, porque quiero oíros hablar un poco), pero habría que generalizarlo a las demás cosas, y lo que se descubre para la contradicción o escisión en uno mismo, atribuirlos también a la Realidad en general, a la realidad de las cosas. Encontraréis, por un lado, la misma lucha produciendo Existencia, o Realidad, es decir, el intento de lo Alto, de Dios, de imponer el Todo, la Nada, o hasta los números y los significados de las palabras de algún idioma, chocando siempre con una resistencia que nunca se termina. Y en medio están las cosas, plantas y astros, como nosotros, luchando, existiendo entre lo uno y lo otro, dejándose morir sin saberlo, resistiéndose a morir,  porque hay que existir, es la lucha por la existencia, y lo uno tras lo otro. De manera que esto es común a nosotros, el ser reales,  con las demás cosas, en cuanto no son ya cosas sin nombre, vagas, indefinidas, sino que son reales; por tanto están costituidas en esta lucha. Pues eso es en lo que tendremos que entrar más despacio.
Desde luego el descubrimiento de la Realidad, que en aquel entonces, desde luego, no existía (se inventó en la Edad Media el nombre), pero de lo que fuera (phýsis o como lo llamara), de la contradicción como fundamento, está en nuestro Heráclito o Heraclito, en varios de los fragmentos que recordáis, donde, efectivamente, se nos presentan parejas de contradicción, como queriéndonos sugerir que eso es la Realidad: está “mortales  inmortales”, “Todo y no Todo”, dice, “los totales y los no totales”, húla kai ùkhi húla (o hóula kai òukhi hóula)* y otras muchas parejas así, que para él presentan la Realidad como es, como lucha, y que en un fragmento lo declara explícitamente, el fragmento de pólemos pater pánton “guerra es el padre de todas las cosas”, “guerra es el padre de todas las cosas, es el que ha hecho a unos esclavos y a otros libres, el que ha hecho a unos dioses y a otros hombres”, o, mejor dicho, “a unos, inmortales y a otros, mortales”, y eso es, efectivamente, el Padre. ¡Hombre¡, que en el fragmento se diga “Patér”, padre, y no se diga “méter”, madre, puede explicarse de una manera trivial porque la palabra en griego, pólemos, es del género masculino (¡valgan los dioses,  qué lío de los idiomas con sus géneros y demás puñeterías sin importancia, porque tanto distraen! ¡Qué le vamos a hacer¡)... pero, efectivamente, pólemos es del género masculino y por tanto había que decir “Patér”, pero yo creo que hay una razón más profunda: aunque la oposición entre “Padre” y “madre”, como la oposición entre “amado” y “amada”, sea una cosa de la Realidad y de la contradicción, lo cierto es que tendemos siempre, cuando miramos al Alto, a imaginar el imperio de Dios como masculino (no se nos ocurre otra manera); igual tendemos, cuando miramos abajo, a imaginar lo desconocido, aquello que sufre la imposición y se resiste a ella, como femenino, como madre, como madre. Los pueblos han desarrollado imaginaciones muchas alrededor de esto (el Padre Cielo, lloviendo o tronando sobre la madre tierra y cosas así). Que no os engañe mucho esto, porque la verdad es que son imaginerías de los hombres para entretenerse, para pasar el tiempo -¿eh?-: vosotros habéis supongo, si habéis seguido, entendido la cosa mucho mejor.
Pero bueno, el caso es que “guerra es el padre de todas las cosas”. La Realidad está constituida así: no hay otra realidad. Y es sobre esto sobre lo que, si nos dejan, tendremos que venir entrando dentro de 7 días. Ahora, el rato que nos queda lo voy a dedicar a que me soltéis cualesquiera cosas que en contra, por bajo o por alto, os hayan surgido con respecto a lo que os he venido diciendo. De manera que ¡adelante ya!

—¡Agustín! Si olvido que soy Capuleto y ella es Montesco, ¿podría amarla? Si yo olvido que soy Capuleto y ella es Montesco, ¿yo podría amarla? Yo pregunto. Agustín tiene la palabra…, Agustín tiene la palabra.
AGC— Amor, ni el de Arriba (ni el amor de verdad), puede darse en la Realidad, ni el de abajo, el apasionado, el que es vida, puede darse. A nosotros no nos toca ninguno de los dos, nos toca la guerra, nos toca la guerra que es la Realidad. Bueno, ¡venga!, ¡cosas por ahí, por favor!
—Digo que dudo un poco de que esté tan claramente definido eso  de los contrarios que entran en la guerra y que muchas veces no sé el enemigo a quién de verdad, a qué…quién es el que más sirve al Señor, entendiendo que hay uno que parece que se opone al Poder y al Señor, y el otro que parece que representa más al Poder y al Señor; y yo muchas veces pienso que hay como un juego de papeles que se retroalimentan en ambas instancias, de tal manera que no se daría una instancia sin la otra. Por ejemplo, en el caso de lo del amor, por ejemplo: está claro que si tiene tanto éxito esa configuración tan cuajada del amor, tanto en el cine como en las novelas, como en la vida misma, etc., es porque parece que hay algo, desde abajo, que sucede, que va desde una especie de delirio o de imbecilidad transitoria, que sucede que uno no sabe por qué, pero produce una serie de movimientos incluso orgánicos, anatómicos, inesperados …
(Risas).
A—Isabel, por favor, me parece que, a medida que hablas, te estás armando un lío. Al principio estaba más claro, y además cuanto más hablas más lío te armas. Sí, sí, sigue…, más líos te armas.
—No, no…tú…, mira Agustín, te recuerdo que llevas tres cuartos de hora hablando. Deja que hablemos aquí los humildes mortales, los que somos de los mortales, que podamos hablar así [].
A—A ver, a ver…, termina.
 -Lo que quiero decir es que, por ejemplo, cuando tú dices… un oso no es oso más que cuando se le nombra “oso” y “un sentimiento deja de ser sentimiento cuando se le llama “sentimiento”…y lo dices así, con una claridad como que me quedo a veces  un poco apabullada, porque dijo, digo…, bueno, y un oso sentimental…¿cómo lo arreglamos?
(Risas)
A—¿Un qué?
—¡Un oso sentimental, un oso sentimental…¡un oso especialmente sentimental….
A—¿Un qué?
—Un oso, sí…, oso, oso, oso…
 —¡Me voy que me va a dar la tos otra vez¡ Mira, vamos a ver: que eso es un ejemplo, una derivación, una derivación que he hecho, porque yo voy más a esto de los contrarios: lo de la  claridad y separación de los contrarios, que parece que en esta guerra cada uno tiene que tener su frontera y bandera, y están los enemigos como muy claramente definidos, lo de Arriba y lo de abajo.
A—Bueno, Isabel, lo siento: ya no puedo más...
—¿Puedo terminar? ¡Tengo que terminar¡… ¡Que te digo que muchas veces el Poder y el Señor viene de abajo, también, y no siempre viene de Arriba, y de Arriba…¡
—¿Cómo va a venir el poder de abajo?
A—…ya veo…, no puedo más, porque veo que lo de siempre: tú vienes aquí para intentar desvirtuar toda la claridad que haya podido meter, meternos líos y distraernos para que todo el mundo salga de aquí, como de todas formas saldrá, tranquilo, porque después de todo no se ha dicho nada tan claro, no se ha  descubierto nada, hay mucho que decir, para más y para menos... Es una función triste.
—Vamos a ver, vamos a ver una cosa. Yo te digo mi humilde opinión de mortal; de mortal. Bueno, pero vamos a ver: tú hablabas ahora mismo que tanto Platón como Aristóteles se las daban de sabihondos, y ahora resulta que tú nos implicas en un... en un decálogo.
A—¿De qué ha servido, Isabel, que haya sacado aquí al pobre Catulo y lo haya expuesto... Tú me dirás que no es claro, pero cállate y  por lo menos siente un poco.
—Pues por eso te digo, ¿tú que te crees? Por ejemplo, el caso de Catulo, o el caso de Pepito Pérez que va por la calle, ¿tú te crees que él obedece esclusivamente a las catástrofes que le pasen en eso que se llama…, esa convulsión que se llama amor o lo que sea? ¿Es porque, efectivamente, lo ha visto, lo ha oído, no sé qué?, o ¿hay también una colaboración, que ha venido desde abajo, también, de una situación que es imprevisible, y que es muy automática?; porque ahí está relacionada con el problema de la Muerte, del saber de la Muerte de cada uno, y es anterior...
A—Bueno, déjalo!, basta, basta, basta. Vamos a ver: ¿tú crees que eso del amor de verdad, ideal, y el amor que nos queda de abajo,  que viene, pueden... pueden de alguna manera concertarse, llegar a acuerdos matrimoniales incluso? Bueno, venga!
—¡No, se retroalimenta, se retroalimenta¡ Y tanto poderío tiene una parte como la otra.
A—Bueno, ya está bien Isabel; ¡sé un poco humilde y oye!  ¡Déjate oír, déjate sentir!
—¿Cómo que me deje oír? Si me dejo oír, no digo ni “mu”.
A—¿Qué más, por favor?
—A mí me gustaría…
A—No te he oído bien. Habla un poco fuerte para que te oigan lejos, sí.
—A mí me gustaría, me gustaría entender eso de que la guerra es el padre de todas las cosas. Le he querido entender que la guerra es el padre del futuro, el padre de todas las cosas ¿no? Entonces yo creo que está más claro lo de esa escisión, esa rotura de la que hablaba usted, que es como una contradicción que hay en todo, en el amor pasional, en el amor verdadero, en la droga que se quiere y la que no se quiere... bueno, entonces también puede ser, a lo mejor, el padre de todas las cosas.... es que la guerra... no sea exactamente así, categórico, el padre de todo; también pudiera ser algo un poco más positivo ¿no? Pregunto.
A—Has mencionado la contradicción, la contradicción que tú has reconocido, has mencionado contradicciones y eso es la guerra.
—Sí, la escisión ésa, esa escisión o rotura que usted dice que existe en todo -¿no?-, entre nosotros...
A—Sí, sí: ésa es la guerra; no es otra cosa lo que se dice en el fragmento de Heráclito: es ésa contradicción. La Realidad consiste en el choque, encuentro, contradicción entre los ideales que se tratan de imponer y la resistencia que nunca acaba de ceder a la imposición. ¿Qué más, por favor? ¡Venga, que no nos queda mucho tiempo!
—Cuando estabas contando lo de Catulo, yo estaba sintiendo que,  tanto en el amor ése del buen querer, como en el amor apasionado, en los dos había pretensión de verdad.
A—No, en el amor apasionado no puede haber pretensión de verdad, porque es un arrebato. Al que está arrebatao ya no puede no se le puede ocurrir pre-... ni pararse un momento a decir: “ahora estoy sintiendo de verdad”: eso sería ya una falsedad. Si se para y lo dice, es que ya no está sintiéndolo, si [se da  pretensión de] verdad. El de abajo, ése de abajo es un amor contrario al otro y es un arrebato, y por tanto no permite... En cambio el otro sí, el otro pretende ser de verdad, es decir, que obedece a la ley del Ideal, que viene de Arriba.
—Sí, pero es que la literatura también habla tanto de ese amor apasionado que se contradice con el otro... y tal vez en la contradicción sí que…, sí que se palpa que puede salir algo de amor ahí, pero…
A—Sí, es verdad. Es verdad; sobre todo a propósito de términos especialmente imbéciles, sentimentales, como sinceridad. Efectivamente, cuando una acusa al otro de que no le es sincero,  ¿qué coños quiere decir?: ¿que no acepta la Ley (matrimonial después de todo)?, ¿que no quiere un futuro con ella? o ¿que está inventando un sentimiento que no siente? ¿Qué coños le quiere decir?: las dos cosas, ¿no? En la vida corriente y en las novelas, pasa efectivamente eso. Yo he tomado aquí el término ‘verdad’ de una manera rigurosa, matemática, pero evidentemente, muchas veces cosas como “sinceridad” pueden pues…, “verdad” puede pasar como eso, sinceridad, franqueza... y entonces puede ser una acusación de ocultamiento, o de falta, o de lo uno (compromiso futuro) o de lo otro (ardor, pasión verdadera “que pretendes sentir pero no sientes”). Todo eso se da en las novelas a cada paso y se da en la vida corriente, pero… pero espero que eso no estorbe a la claridad del esquema. ¿Qué más?
—Una vez le oí decir que el Ideal no era cosa de los hombres y ¿entonces?
A—¿El qué…?
—Una vez le oí decir que el Ideal no era cosa de los hombres, y que el Ideal arremete contra los astros o contra cualesquiera cosas, y la verdad es que hasta entonces no lo había pensao, pero, así dicho, de pronto no lo entiendo.
A—Bueno, es lo que he dicho al final, y que dije que había que seguir desarrollando otro día, si se nos da. Sí, lo que hemos visto claramente para nuestro caso, hay que generalizarlo a las cosas. Efectivamente, la Realidad, no nuestra sino la Realidad de las cosas que se realizan, consiste en esa contradicción:  costantemente están imponiéndose sobre las cosas, ideales: la necesidad de ser lo que son, y de que cada una sea lo que es. Un astro cualquiera, aunque le amenacen accidentes que quieran romper su unidad, estará tratando siempre de mantenerla (su integridad [que es existir]), y al mismo tiempo, por debajo de eso está aquello sobre lo que se impone o trata de imponerse los ideales; no hay por qué estrañarse. Únicamente que el caso nuestro es un caso en que interviene esa especial conciencia de futuro: saber la muerte. Pero por lo demás, la lucha entre que la cosa tenga que ser lo que es, del todo, seguro, para siempre, y  resistencia, deseo, abandono a dejarse morir, eso es común para las cosas, y a nosotros nos pasa junto con las cosas. ¿Qué es lo que me pasa a mí, que estoy deseando morirme, dejarme morir como las hierbas, como los astros? ¿Qué es esta cosa dura que no me deja? Pues eso es mi nombre, mi nombre propio, es la necesidad de ser el que soy, esta cosa dura. Y eso que me pasa ahí, hasta ahí, pues no es más que eso, la contradicción que también en las cosas se da. Bueno ¿qué más había, que había otra voz me parece?
—Es como si la pasión fuera contraria, o sea, me escitara todavía la pasión más de la Realidad para…, para ser todavía más fuerte ¿no? o sea, necesita esa pasión, para ser más alimentada, necesita más todavía el engaño de la Realidad: cuanto más sufrimiento, más pasión, parece, calculo.
A—Todo esto se da en la Realidad. Lo que en el caso de Catulo sucede es que justamente se da la contraposición con el amor ideal, el amor de verdad, y parece que…, parece como si, efectivamente, la infidelidad o la herida inferida por la otra,  cuando rompe el Ideal, escita más todavía la pasión. Pero vamos, tanto lo uno como lo otro (la imposición del amor de verdad, la posible traición de uno de los dos, la furia consiguiente por parte del otro), todo eso está, está dentro del teatro de la Realidad, está dándose dentro de esto, dentro de esa lucha general que hemos declarado.
—¿Podría ser entonces que esa pasión es todo lo contrario al dejarse morir?
A—No, no, es lo mismo. Precisamente es lo mismo, es el dejarse morir. Lo he dicho en todos los casos, hasta en la busca de la vida en la heroína lo he visto, y en lo de Catulo lo mismo. Hay, efectivamente, una pretensión, loca, por supuesto, desmesurada, en todos esos casos, de buscar vida, y vida quiere decir morirse, no quiere decir otra cosa distint: vida quiere decir morirse; de manera que lo de la pasión arrebatada y que le arrebata a uno es lo mismo que eso del dejarse morir como las hierbas; lo que está por debajo. Bueno, es muy tarde ¿no?
—Una…, una cosita sólo.
A—A ver.
—Antes ha dicho usted, señor Agustín, que nombrar un sentimiento es convertirlo en otra cosa ¿no? Cuando Macbeth dice que la vida es una historia que significa nada…
A—¿Que la qué…?
—Cuando Macbeth dice en su famosa línea “la vida es una historia que significa nada”, ¿nombrar la Nada la convierte en algo, al revés?
A— Bueno, creo que no…, la cita no es esacta. Sí, es un... “es un cuento que no tiene sentido”, pero se da a continuación mezclado [] con lo de “mañana y mañana y mañana”…, que está diciendo el propio Macbeth. De manera que es muy difícil saber si… lo de  “no tiene ningún sentido”, está refiriéndose a la vida real, que es futuro, o si está refiriéndose a una falta de otro sentido: de vida, de vida de verdad, que buscaría...
—¿Y cuando dice que “la vida es un cuento dicho...
A— es un cuento dicho por un idiota...
—... de furia y sonido...
A—...lleno de furia...
— ...que significa nada”, entonces…? Desde el momento en que nosotros nombramos la Nada ¿se convierte en algo? Retomando a Catulo, cuando usted dice que los animales…
A—La Nada pertenece al Ideal. En la Realidad no hay Nada de ninguna manera ni puede haberlo. Como Todo; eso no pertenece a la Realidad. “Nada” es de los ideales, “Nada” pertenece a los ideales. Aquí tenemos la contradicción entre la imposición de Todo o de Nada y el algo que queda, y la lucha de lo uno contra lo otro, ésa es la Realidad.
 Bueno, se ha hecho muy tarde, sí. Vamos a dejarlo y si el Señor no se enfada mucho, dentro de siete días pues…