03.08.2011
Agustín García Calvo
Ateneo de Madrid
Tertu293-3-8-2011#Tertu293-3-8-2011.mp3
- Ni las verdades del Ideal ni las de los juicios nos sirven en la guerra contra Realidad.
- La verdad sólo se puede dar en el ideal, donde situamos a los puros números. En la Realidad, a la verdad se la hace ser verdad a la fuerza.
- La mentira del fundamento de la Democracia: nunca los ciudadanos pueden ser iguales, y si lo fueran no se les podría contar.
- Virtud de la negación: descubrimiento de cómo nos han negado las posibilidades, cambiándolas por sustitutos.
- Lo intolerable del Régimen, en forma de desgracia, idiotez y miedos, como pago por el Bienestar.
- Miedo a la muerte de uno: falso por inconcebible.
- La muerte verdadera, manifestándose como algo peor que el miedo: Fe, sospecha de habernos vendido a un Dios falso que no se lo merecía.
- La negación de lo que está negado nunca puede mentir.
TRANSCRIPCIÓN:
AGC—Para los que estábais el otro día y también para alguno que pueda estar de nuevo, se había estado tratando de las dos maneras en que podía ser verdad eso de que “siete más cinco son doce”, de las dos maneras en que eso podía ser verdad, y de cómo ninguna de las dos maneras nos valía para nada. De manera que antes de seguir, como os pedí que siguiérais reflexionando sobre el asunto de la verdad de “siete más cinco doce”, pues ahora os pido fruto de vuestras reflexiones durante la semana antes de seguir adelante. ¿Qué pasaba?... ¡Vamos!
—Una cosa (no es de la suma ésa, pero es de cada vez que se dice “cinco lo que sea”): “cinco nidos de cigüeña, pues lo que se cuenta es las veces que se aplica...
AGC—¿Eh…?
—Las veces. Lo que se cuenta, cuando se dice “cinco” es, como contando “una, dos, tres, cuatro, cinco…”, las veces que se ha aplicao el significado de “nido de cigüeñas”. Que luego esas veces se sumen con otras veces, y si es que siete más cinco se refiere a cosas, como por ejemplo, eso: “nido de cigüeñas”, o lo que sea, pues pasa lo mismo, que tienes…, es una continuación de…
AGC—La distinción fundamental para centrar el asunto: que lo de “siete más cinco” estuviera contando cosas, o que no estuviera contando cosas, que fueran puros números. ¿Y qué, qué pasaba entonces?, ¿cuáles son…? ¿En qué dos sentidos, en qué dos planos puede ser verdad que siete más cinco son doce, y cómo es que ninguno de los dos nos vale para nada en esta guerra que nos traemos?
—Agustín: siete más cinco, si son números, estarían en el plano del Ideal, o desde la parte de arriba del Ideal, y entonces desde ahí pueden ser verdad o es verdad que siete y cinco son doce, doce como Ideal; pero en la parte de la Realidad, en la parte intermedia, siete cosas más cinco cosas, más o menos pueden ser doce cosas, porque ninguna es cada una, y ahí nos movemos y ahí nos pueden vale; pero que sean verdad en la parte de arriba, pues de poco nos vale a nosotros.
AGC—Poco nos vale, ¿por qué?
—Pues porque estamos aquí… somos lo que somos, bueno…, no, no somos lo que somos.
AGC—Algo más decidido.
—Porque ya se sabía.
AGC—¿Eh…?
—Porque ya se sabía.
AGC—Que ya se sabía, es decir… Dilo de otra manera.
— Porque es una verdad que la regla va implícita en ella. Es un a priori. Hay un a priori de que esto…
AGC— O sea, es un juicio a priori.
—Se trata como cosas a los números.
AGC—¿Eh…?
—Se trata como cosas a los números y...
AGC—Ya, pero aquí no se les trata como cosas, porque hemos dicho “puros números”, y ahí, efectivamente, es verdad: como puros números...
—Que no dan información.
—No dan información.
AGC—No dan información...
—¿Y podría ser…?
AGC—Está ya…, está ya en el Aparato la relación que en la fórmula se expresa. De manera que al llegar el resultado “doce”, no añade nada nuevo a lo que ya estaba establecido en el Aparato, por ejemplo en el aparato aritmético, en la serie de los números y en las leyes aritméticas que rigen esa serie. Eso por arriba. Por abajo, en la Realidad, contando cosas… ¿cómo eso puede ser verdad?
—No, porque las cosas no son sumables. Cada uno es cada uno.
AGC—Por más que digamos nosotros, todos los días estáis asistiendo a la práctica de esas verdades. Si te dicen que siete euros y cinco euros son doce euros, ¡vamos¡, te lo crees como nadie, pero a cada paso ¿no? De esas verdades está llena la práctica real.
—¿Y el tema este de la ley, la ley que hace la suma, que define la suma, eso no lo contemplamos?
AGC—Eso es volver otra vez a la cuestión de los puros números. Eso se supone que está establecido. No vamos a entrar ahora en la teoría de conjuntos y otros intentos de fundamentación de la Aritmética, nos distraería demasiado. Pero ahora estamos volviendo a la Realidad y costatando que a cada paso se dan, se nos dan, se admiten ese tipo de verdades: siete patatas, cinco patatas, son doce patatas, ¿o no?, ¿sí o no?
—Sí, ¿pero eso hace daño?
AGC—¿Eh…?
—¿Que si hace daño o no nos hace daño eso?
AGC—No, no; yo lo que he enunciado es que ninguna de las dos verdades nos servía para nada en esta guerra que nos traemos. Vamos ahora a ver esta segunda. ¿Por qué esta verdad…
—Si va implicao, por ejemplo, si dicen “siete más cinco”, si son votos, pues sirve para dirigir… para fundamentar una opinión.
AGC— ¡Ah¡, no, no; toda la Realidad. El Capital, todo, está fundado en estas verdades.
—En esto, nada más.
AGC—Todo está fundado en estas verdades.
—La cosa es cómo no verlo, porque yo la primera cosa que veo es eso: siete y cinco son doce. Siete personas y cinco personas son doce, es el primer golpe que me da.
AGC—Si, sí, cualquier cosa de la Realidad: las personas y las cosas, en ese aspecto, en cuanto sean reales.
—Pero es que a lo mejor para astraernos de eso que tenemos tan interiorizado sería irnos a una cultura que no conozcamos…
AGC—No sé que es lo que tenemos tan interiorizado.
—No, lo de que a lo mejor…, no sé, que un euro es igual a…
AGC—¡Ah¡… que interiorizado quiere decir aceptado.
—Aceptado. A lo mejor en otra cultura te dicen “un yen vale para comprarte un chicle de una cosa que no conocemos”, por ejemplo. Entonces quiero decir…
AGC—¿Y tres yenes? ¿En esa cultura, tres yenes?
—Tampoco lo sé. Yo si me voy a esa cultura me doy cuenta de que realmente los números no tienen mayor sentido para mí ahí.
AGC—Mientras sean yenes no adelantas mucho.
Estas verdades (por guiaros en el recuerdo), por un lado, descubrimos: “no son verdad”, y por el otro lado, funcionan como si lo fueran. En realidad funcionan. No son verdad, pero desde luego para todos los efectos, comerciales, familiares de todo orden, funcionan como si fueran verdad. ¿Qué hay que decir contra eso? ¿Qué tenemos en esta guerra que decir contra semejante cosa?
¡Un poco más de compañía por vuestra parte, si no…!
—Pues que se da por supuesto que uno es uno, es decir, que es el que es.
AGC—Eso es en el Ideal. Uno está donde están los números. Otra cosa es un individuo, una cosa, una patata.
—Eso es.
AGC—¿Qué…?
— Que lo da también como uno, como algo cerrao: una persona es una persona.
AGC—Se puede plantear ahí mismo lo que en las sumas se plantea: “no es verdad” descubrimos (ya me diréis cómo), por otra parte se pretende que sea verdad.
—Se buscan personas compactas; se buscan personas compactas, e incluso en las empresas: que representen una unidad y no... nada fragmentario. Lo fragmentario no…
AGC—Eso... Descubrimos que “siete patatas y cinco patatas” (que es una verdad elemental en la Realidad, y que hace falta para todo), no es verdad, porque tampoco “una patata” es verdad. Si una patata fuera verdad ¿qué sería?
—¿Qué?
AGC—¿Si una patata fuera verdad qué sería?
—La Patata.
AGC—¡Eso! Si una patata fuera verdad, tendría que ser la Patata, es decir, ascender al reino del Ideal: la Patata, que es la que nunca aparece… que es la que nunca aparece. Aparecen patatas, y son patatas porque…
—Porque…el significao... El Ideal da un significao, se mete dentro del significado…
—Algo tiene de patata.
AGC—Es un ideal el significado: el ideal del orden más bajo. En ese sentido decimos “la Patata”, lo que no aparece nunca, pero…
—Pero eso nos sirve para funcionar ¿no?
AGC—¿El qué?
—El que siete y cinco son doce patatas. El que “la patata es Patata” está demasiao en otro punto.
AGC—Que una patata sea patata es necesario para que siete patatas y cinco patatas sean doce patatas. Todo eso se ve que es de alguna manera “necesario”. Sin eso no funciona nada. Por otra parte descubrimos de alguna manera que no es verdad.
—Hay una imagen clásica de esto del número, que es la del sastre de la ínsula Barataria, que dice: “…estoy haciendo siete caperuzas, cinco caperuzas, catorce caperuzas…”, y ese juicio se lo plantean a Sancho (en la parte ésta del Quijote). Entonces, con la misma tela se podrían hacer tantas caperuzas como se quisiera. Ahí quedaba…
AGC—No es exactamente el mismo problema, pero bueno, bien está recordarlo también. No es verdad, por lo que hemos dicho: porque conservamos la noción de que verdad está donde los números, donde lo que es es lo que es, en el Ideal. Y fundándonos en eso, decimos: no es verdad, porque eso en la Realidad no se da nunca, no hay nunca una patata que sea la Patata, ni por tanto se podrían sumar siete patatas con cinco patatas, por la regla aritmética de que cosas heterogéneas no se suman, y si no se pueden sumar peras con manzanas ¿por qué diablos se van a poder sumar manzanas pochas con manzanas verdes?, ¿o por qué diablos se podrán sumar manzanas Reinetas con manzanas de otra clase? Por el mismo motivo, ¡no!. En este sentido se dice que es mentira. Ya sabemos en esta política que simplemente el que fuera mentira no haría daño si no fuera que…
—Pretende ser verdad.
—¡Ah, sí, eso es! Es verdad: eso es.
AGC—...si no fuera que se pretende que es verdad. Ésas son las dos partes. Dicho de otra manera…
—Como lo de “Perdónalos…”
—...en los números, en el Ideal, la verdad es lo que es. En este otro caso a la verdad se la hace ser verdad. Es una cuestión práctica; así de simple es. Cuando se pretende en los términos de Kant que el juicio ése sea sintético, en realidad, si no es una cosa de pura aritmética, entonces es que es creativo, que se realiza prácticamente. La verdad en el Ideal es lo que es; en la Realidad la verdad se realiza, se la hace ser lo que es, se la hace ser lo que es Esas verdades son creativas. Efectivamente, eso lo observamos en el propio decurso de la sociedad humana: a fuerza de estar seguros de que las patatas son patatas, y que cada patata es la Patata, podemos seguir produciendo cosas que cada vez se aproximen más al Ideal; por ejemplo con la propia acuñación de la moneda cualquiera que sea, casi hemos llegao a que todas las monedas del mismo tipo, todos los euros, sean el mismo. Porque entre las patatas era bastante fácil denunciar la imposición, la realización a la fuerza de la verdad, pero entre euros, entre reproducciones, por ejemplo a fotocopia, de un mismo documento, ahí ya se hace difícil; sin embargo, algo nos sigue diciendo que, de todas maneras, nunca lo que es esactamente igual a otro, nunca la cosa que es esactamente igual a otra cosa, es de verdad esactamente igual. Porque para que fueran, si llegaran a ser, esactamente igual, serían la misma, y entonces ya no serían dos. ¿Eh?: si llegaran a ser esactamente iguales serían la misma, y eso de “la misma” quiere ahora decir que la misma literalmente, y no podrían ser dos. Dios es el mismo que es, pero desde luego eso le priva de que haya dos, de que haya dos como Él. En el reino del Ideal es así. Si en la Realidad el Ideal se pudiera llegar a realizar, entonces efectivamente podríamos llegar a producir y manejar cosas plurales, múltiples, que fueran exactamente iguales la una que la otra, todas ellas y cada una representantes del significado de la palabra correspondiente: “patata”, “euro”, “lobo”, lo que sea, y entonces resultaría que, aparte paradoja, ya no se las podría contar, ya no podrían ser ni tres, ni un billón doscientas cincuenta y siete mil. Pasad conmigo a la política más inmediata. Ya sabéis que el Régimen que padecemos, que es el mejor de todos porque es el peor, porque es el último (da lo mismo), está fundado, justamente, como cualquier Régimen anterior, en poder contar (mercancías, por supuesto, pero entre ellas, también, personas: da igual); cualquier Régimen cuenta con eso: se les puede contar. Hasta en los documentos babilonios en escritura cuneiforme encontramos contados los cautivos que el soberano ha traído de su victoria; están contados, están en el almacén, lo mismo que cualesquiera otros productos. Cualquier Régimen necesita eso, pero al mismo tiempo, la Democracia es superior a cualquiera porque tiene como artículo de fe ése de que cada uno es cada uno, en total independencia, es decir, cada uno sabe qué quiere, qué vota, a dónde va, qué compra, y todo eso, porque sin eso este Régimen en que se igualan Estado y Capital no podría estar establecido, necesita eso, y por tanto, pues, se ha saltado esta paradoja tan sencilla: nunca pueden ser, llegar a ser iguales de verdad, y cada uno un perfecto representante de la cosa que sea (‘tipo’, ‘ciudadano’, lo que sea); pero si eso fuera verdad, tampoco se les podría contar. Fijaos qué fácil es enfrentarse a la Democracia en sus propios fundamentos. Son dos necesidades del Poder, o dos pretensiones, tan fuertes la una como la otra, y si bien se las mira, con esta lógica implacable del sentido común del pueblo-que-no-esiste, que es lo que se intenta que en esta tertulia hable de vez en cuando, entonces, resultan falsas, contradictorias, las bases, los fundamentos en que el Régimen mismo que nos oprime, está asentado. No sé si…
—Sí, me acuerdo de una cosa que acabas de decir: has dicho que cada uno no puede ser el Ideal de la cosa, ni... por lo tanto no puede ser un representante de la cosa. Es que yo creo que la trampa está ahí, que lo que sí verdaderamente somos es representantes del Ideal, del Ideal de verdad.
AGC—Evidentemente el Estado cree que eres un verdadero representante, y lo que eres es un representante traidor, porque no puedes menos de serlo. El Estado cree que eres un verdadero, un perfecto, un sí o no, un perfecto representante de ‘persona’, ‘ciudadano’, ‘español’…, cualquier otra cosa de ésas. Está convencido de eso; tiene que estar convencido, y al mismo tiempo…, pues claro: eres, cada uno es, un representante traidor. No puede ser menos que ser un representante traidor, porque en la Realidad los ideales se realizan sólo a la fuerza, y por tanto nunca se realizan del todo. ¿Estará esto lo bastante claro, nos llegará tan claro que nos llegue al corazón a cualquiera? No estoy, no estoy todavía tan seguro, tan…
—O sea que… ¿hay que rechazar los ideales o nos podemos aprovechar de ellos en determinadas situaciones?
AGC—¿Quién?
—Quien sea, en general hablando.
AGC—La gente, si son personas…
—También se puede sacar partido a eso.
AGC—…si son personas, no sólo es que se puedan aprovechar, es que se está aprovechando…
—Perdón, perdona; no me he enterado.
AGC—…nos estamos aprovechando…
—Todos, sí, claro.
AGC—…nos estamos aprovechando de esa mentira, no es que pueda. Es que nos aprovechamos costantemente de la mentira. Y cuando no somos personas ni tú ni yo, sino que nos queda algo de gente, entonces nada de aprovechamiento, nada de aprovechamiento, sino lo que aquí estamos haciendo: guerra, guerra contra la mentira. Tú y yo, personas, vivimos de la mentira, bien; pero la gracia es que cada representante, como ha salido ahora decir, es traidor a sí mismo, no es de verdad quién es, le queda algo de pueblo, de gente; y eso es otra cosa. ¿Sí?
—¿Es guerra contra la mentira o guerra contra la verdad?
AGC—Guerra contra la mentira que consiste en realidad en eso de que no es verdad y al mismo tiempo pretende ser verdad. Lo hemos dicho muchas veces: el objeto de la guerra es la Realidad misma, y la Realidad está fundada en eso: en hacer pasar como verdades, ideales, lo que no lo es, pero imponerlo, realizarlo, convertirlo en Realidad, lo que nunca podría ser.
¡Venga, decidme alguna cosa, antes de que pase a otra!
—Y la consecuencia es que entonces […] La consecuencia es eso, como dijiste, de…cuando Cristo dijo: “Perdónales porque no saben lo que hacen.”…porque creen que saben.
(interrupción con ruido de copa)s
—¿Qué le pasa a la copa?
—La copa que no es copa.
—Más o menos una copa. Una copa que no es copa.
—Una buena representante
(Murmullos y risas)
—Lo importante también es reírse del Ideal, ¿no?
AGC—Repite por favor.
—Sí. Lo que dijiste de…cuando Cristo en la cruz dijo: “Perdónales porque no saben lo que se hacen” y tú dijiste: “no, eso sigue… porque ellos creen [...] que sí lo saben”.
—No, no; es que no hay otra manera de no saber. Que no caigáis otra vez en esta pequeña imbecilidad, cuando se pretende no saber, cuando se pretende ignorancia: el único no saber consiste en creer que se sabe. Toda la estupidez, toda la mentira, toda la idiotez humana consiste, no en que no sabe, no, sino en que cree que sabe, sino en que cree que sabe.
—Por ejemplo, los que echan a los de la puerta del Sol creen que saben por qué los echan, pero en realidad no saben por qué.
AGC—Sobre todo, reconocer ... por desgracia en ese caso (y no vamos a detenernos mucho), los que los echan y a los que los echan, por desgracia, se parecen bastante entre sí, puedes decir; tanto los unos como los otros. Hay siempre demasiada fe y demasiadas ideas, del color que sean. Por eso es esta lucha que aquí nos traemos. ¡contra las verdades!, ¡contra las ideas!, contra las realizaciones falsas de la verdad.
—Y simplemente el hecho de decir “es falso”, ya produce otro movimiento en el alma, vamos, o en el corazón, o donde sea.
AGC—No, no mucho, porque generalmente uno se lo dice a otro a cada paso, y como resulta que por detrás, lo de “es falso” quiere decir que hay otra verdad que no es la verdad que tú dices, estamos al cabo de la calle, no adelantamos mucho.
—Pero uno mismo también es así. Cuando yo me digo a mí mismo “esto es falso” parece que ahí va otra cosa que me dice…que no me deja vacío. Eso no me deja vacío.
AGC—Bueno, ya lo sabemos: generalmente, cuando tú dices “no” a una de las verdades (una de las que parece como importante en ese momento), el adversario, el prójimo, está suponiendo que es que tú sabes otra cosa, y te está pidiendo una alternativa; una alternativa: “si se hunde este Régimen contra el que tanto hablamos, pues ¿quéé?” Eso es lo que hace inútil el descubrimiento de la falsedad. Por eso estamos aquí buscando maneras de que sea más útil.
Y con esto paso a lo que aquí dije, con lo que el último día terminábamos, que era justamente eso: la negación, la virtud de la negación. Algunos de vosotros estaban aquí también, acompañándome en ese momento. La virtud de la negación. Decimos a cada paso, y a veces, a lo mejor se entiende mal que “no” es lo sólo que sabe decir el pueblo-que-no-esiste. Lo que nos queda de bueno por debajo de las personas (que son siempre malas personas, malas personas; más o menos, pero da igual), lo que nos queda por debajo de nuestras personas (malas personas siempre), eso no sabe decir más que “no”, “no” a lo que le imponen, “no” a lo que le venden, “no” a lo que le cuentan, “no” a eso de que le dan información, etc: “no”. Y es en esa virtud de la negación en la que tenemos que insistir, porque como pueblo no tenemos más arma. Cualquier cosa que se puede hacer contra el Régimen está en eso. No tenemos más arma.
—Agustín, no te oímos.
—No mucho, pero bueno…
AGC—Sí, date cuenta que hay un rumor de aviones, quiero decir, de helicópteros. No tenemos más arma…
—Podemos intentar con el micro.
AGC—No, no, no. Si yo creo que en general me están oyendo, ¿no?
—En cuanto no venga el helicóptero, sí.
—Entre el ruido de fuera y el helicóptero…
AGC—Ya tendré cuidao a ver…de callarme un poco. Ahora no suena.
Virtud de la negación: hay en esto una cosa que puede entenderse mal, así que procedo a prevenirnos contra eso. En un sentido, lo que el Poder, lo que el Régimen hace es negarnos, negarnos las posibilidades que pudiera haber. Nos las puede negar por prohibición, por censura moral, por censura política, de unas maneras estremadas, pero de la manera más eficaz nos las está negando por el cambio de las cosas por sustitutos de las cosas. Éste es el gran negocio de los negocios. Éste es el Régimen en el que vivimos, y si no os dais cuenta no tenéis mucho que hacer aquí. Es el más perfecto de todos porque más que por la fuerza, las armas, la censura, triunfa por la sustitución. Os cambia, os cambian las cosas, palpables, que podrían nacer no se sabe dónde, que podíais buscar no se sabe cuándo, os las cambian por sustitutos de esas cosas. Son las mismas (¡si son hasta cerezas, si se tercia!), no digamos si son yeso, si son cualquier cosa, son eso. Pues no, no puede ser: si fueran de verdad serían inapreciables, no se podrían vender ni comprar. Unas cerezas que supieran de verdad a cereza, que no las hubiera preparado nadie, que nadie las hubiera buscado por un plan, que cayeran no se sabe cómo, desde luego, se saldrían de la cuenta, serían inapreciables. Por tanto no servirían para el comercio. Y si no servían para el comercio, no servirían para el Estado ni para el Capital, y todo se vendría a hundir. En ese sentido, la forma de negarnos las cosas más eficaz que hasta ahora se ha demostrado es la sustitución por doquiera, en cantidades cada vez mayores, en repeticiones del modelo en miles y millones, por sustitutos, sustitutos de la cosa.
Supongo que no tengo que haceros notar lo que eso tiene que ver con lo que estábamos diciendo de las dos maneras de verdad, que ninguna de las dos nos sirven ¿no? No voy a estar a cada paso tratando de enlazar por mi cuenta estos descubrimientos elementales que aquí trato de hacer florecer un poco.
Nos sustituye, en una palabra, lo que podría ser vida, que a veces, por descuido, por casualidad, nos huele a vida, nos huele a vida, como nos huele el aire a aire, o nos sabe el agua a agua, pocas veces, muy de tarde en tarde, y siempre, como digo, por descuido, por casualidad, nos lo sustituye por eso: por la existencia. ¿Qué es nuestra vida?: es la existencia. La existencia, que quiere decir lo mismo que la Realidad, es el sustituto de la vida. De la manera más ejemplar y que muchas veces hemos repetido, nos cambian la vida por un futuro; a los menos formados les dicen: “Tienes mucho futuro por delante”, y creen que le están haciendo el favor o la alabanza mayor. Están cambiando la vida, que sería ahora, que no es nunca (dentro de la Realidad), se la están cambiando por un futuro, que ése se cuenta por horas, por años, por jornales. Eso por decirlo así en conjunto. Os lo he presentado respecto a las cosas, pero podéis generalizar: es una sustitución de la vida por la existencia. De manera que en cierto sentido se puede decir que partimos de lo negado por parte del Poder. El Poder nos ha negado, no lógicamente sino de hecho, las posibilidades sin fin que podían darse para vivir, para convivir unos con otros; para convivir con el resto de las cosas sin tener que hacer lo que el Hombre se ha dedicado a hacer con las cosas. Todas esas posibilidades nos las niegan. Es por eso por lo que, hablando de lo que podía tener eso de lo que ahora se llama tan prostituidamente poesía, una vez cantábamos, cantaba con Chicho Sánchez Ferlosio lo de “Sólo de lo negado”: “Sólo de lo negado canta el hombre, sólo de lo perdido; sólo de la añoranza, siempre de lo mismo…” y todo lo que sigue. De manera que ahí veis bien que efectivamente ése es el objeto sobre el que la canción podría lanzarse: lo negado, lo que nos está negado, es decir, la sed nunca satisfecha, la falta de amor nunca cumplida, las cosas nunca de verdad palpables, que nunca de verdad se huelen (se saben, nos están negadas). Esa cosa del arte poética trataba, tal vez, de alcanzar algo en ese sentido. Era una negación de eso, era una negación en acto. Aquí lo está haciendo por mi boca torpemente, por vía lógica, pero, desde luego, también se puede hacer por vía poética, es decir, el descubrimiento de cómo nos han negado las posibilidades. Y en este Régimen nos las han negado de la manera que es más eficaz: cambiándolas por sustitutos, cambiándonos la vida posible por existencia y por Futuro: por horas de trabajo, por años de jubilación, por meses de vacaciones. Esos son vuestras vidas ¿no? incluso la mía, ya sabéis, eso es. Y entonces, claro, hay alguna manera de hablar no sumisa (eso es lo que debía haber sido la poesía, lo mismo que la lógica), alguna forma de hablar no sumisa, que viene de abajo, y que denuncia eso. De manera que no haya confusiones aquí, hasta, en primer lugar, la situación real, que es la negación de posibilidades, negación de hecho, no por lógica, sino de hecho, por parte del Poder; la conversión de las posibilidades en sustitutos: Existencia, Futuro, sustitutos siempre contables, que es lo que el Capital necesita; y luego hay una negación contra ello, y esta negación es la que os estoy volviendo a presentar como la virtud, la sola virtud, inapreciable.
Ahora me acuerdo que…no sé bien cómo, en el sesenta y nueve, cuando estaba en el último estado de excepción de aquel entonces (muchos días en los calabozos de la puerta del Sol, donde pasé buenas temporadas, pero ésta especialmente larga), entonces se me ocurrió pensar [...] estos versos: “Virtud de la negativa ¿quién te podrá contar?” Esos salen en ese recordatorio, a propósito de que desde mi calabozo sentía pasar las sombras de los que pasaban al interrogatorio, algunos que volvían del interrogatorio canturreando, “paloma de la paz”, otros que volvían sangrando, porque habían recibido algo para que declararan, dijeran la verdad. Y ante eso es ante lo que algo en mí exclamaba: “Virtud de la negativa ¿quién te podrá contar?” Era un arte, me hice bastante esperto en este arte, a lo largo de los pocos años esos: el arte de no acceder a lo que el comisario, el policía, quería, que es a que dijera la verdad. Esto es algo que os traigo justamente para volver sobre eso mismo de la verdad en la Realidad. De la realidad en la que la policía, no en otros tiempos que ahora he recordado, sino en éstos lo mismo, la policía, el comisario, puede preguntar, porque preguntaba, y supongo que lo sigue haciendo hipócritamente, después de que has contado los hechos a tu manera para escurrirte, te preguntan: “¿No será más cierto que…?” Te lo dicen con un “más” como si en lo de la verdad hubiera más o menos (“¿No será más cierto que…”), pero en realidad están pidiendo que declares La Verdad, cómo han sido las cosas, cómo han sido las cosas. Escurrirse a esa exigencia por parte del Poder, a esa exigencia de la declaración de verdad, pues es un arte, un arte y un desprendimiento. [...] “¿Virtud de la negativa quién te podrá contar?” [...] como antes os recordaba, lo solo que lo que nos queda de pueblo dice es..., lo solo que puede valer en esta guerra que aquí queremos traernos contra la Realidad, contra el Régimen y la Realidad.
Si estamos aquí, o si también la gente, en la puerta del Sol o donde sea, se han levantado y reunido, aunque no lo sepa, aunque se crea cualquier otra tontería, en realidad lo hace porque el Régimen es intolerable de alguna manera. Vanos a ver cómo es esto: el Régimen es intolerable de alguna manera.
Lo peor de todas estas rebeliones es que generalmente hay muchos, las personas, no el pueblo, de lo que haya por ahí, que empieza a saber, que empieza a saber qué es por lo que se levanta y qué es lo que busca, y ésa es la desgracia. Pero en verdad empieza por…viene de más hondo: sencillamente, algo que en nosotros, a pesar de todo, nos hace sentir el Régimen intolerable. Algo que en nosotros, no la mayor parte del tiempo, pero de vez en cuando, se acuerda de la desgracia, de la desgracia y de las penalidades a que la inmensa mayoría de la gente y del tiempo de la gente está condenado. Hay algo en nosotros que se da cuenta de la mentira sobre la que toda esa trama está fundada; percibe de alguna manera, oscuramente pero agudamente, en algún momento, percibe la mentira del Dinero, del Futuro que el Dinero compra, de la… percibe no sólo la desgracia, sino también la estupidez a que a uno mismo, a su familia [a sus...] le ha condenado el Poder; la estupidez, la idiotez con que se acostumbra a usar los términos del Poder, a tragarse las pantallas televisivas como si fueran una información de la verdad, y cosas por el estilo.
De ordinario no, de ordinario no nos damos cuenta de eso, pero de vez en cuando algo, algo se da cuenta de eso, y eso es lo que hace sentir el Régimen, cualquiera, pero ahora el que nos toca, cualquier Régimen, este Régimen como intolerable, como una especie de herida incurable. Y de ahí viene cualquier rebelión. Hay que decir entonces: todo eso, toda esa desgracia, toda esa fealdad, toda esa mentira que te tragas y que hacen tragar al resto de la gente, es simplemente lo que pagas. Estamos en comercio, señores: es simplemente lo que pagas. Lo que pagas ¿por qué? Por el Bienestar, es lo que pagas por el Bienestar; porque ¿no estamos todos disfrutando del Bienestar? ¿No os valéis todos conmigo de estos regalos que el Poder nos envía y nos suministra abundantemente, incluso cada vez más baratos por doquiera? ¿No vivís en el Bienestar? ¿No es éste el Régimen mejor de todos los Regímenes? Y entonces vivís en el Bienestar, vivís, generalmente (no siempre, no siempre, pero generalmente) contentos, conformes ¿cómo no? Estáis viviendo, estáis viviendo en eso, y os aprovecháis de ello, y buscáis maneras para manteneros en la situación o en el puesto, en la relación con uno o con otros, y todo eso; para trepar, si es caso, incluso, en los rangos de la sociedad. No, no; no os voy a descubrir el Bienestar: estáis viviendo en esto, no hace falta que os lo describa ¿no? No os mintáis: estáis viviendo de eso.
Pues todo lo que os he recordado antes, es simplemente el pago. Sabed bien que eso es…, todo eso otro, que de vez en cuando sentís y que no aguantáis, es el pago. Es lo que estáis pagando por el Bienestar. De manera que haced con esta cuenta todo lo que queráis, pero que os quede clara: es simplemente el pago; la cosa es así comercial.
Podría generalizar todavía un poco más, y decir: a lo mejor sentís también que no se puede decir, que es intolerable, el miedo, los miedos a que estáis condenados; unos miedos cualesquiera: miedos a perder una relación amorosa, a perder un puesto en la sociedad, cosas así… miedo, miedo al parto, miedo a la defunción de otros. En definitiva, sentís también miedo a la muerte de uno; pero eso, como volveremos a ver ahora, no es esacto, no es verdad. Pero bueno, os estoy recordando todas estas cosas también feas y desagradables que son la mentira, el engaño mutuo, y las vergüenzas que hay que pasar y los miedos en los que hay que vivir por esto y por lo otro y por lo de más allá… pues eso es lo que pagáis. Eso es lo que pagáis por ser cada uno el que es, por estar muy convencido de que es el que es, por tener su identidad, su identidad propia y bien diferente de todas las identidades. De manera que tomad también la cuenta de esta manera: si os amarga la vida, de vez en scuando, los temores que tenéis, las vergüenzas que pasáis, los fracasos que tenéis, las ansias por el éxito que os desvive, pues sabéis que todo eso, que es lo más desagradable de la vida de cada uno, es el pago, es lo que pagáis por ser quién sois, por vuestra identidad, por ser en cierto modo como Dios.
Voy a terminar aclarando esto para daros enseguida la voz.
Lo de la muerte no es, como antes dije, no es esacto. Todas las fealdades y miserias que queráis, y que os he recordado brevemente, están ahí, son de la Realidad, pero lo que se dice del miedo a la Muerte, no es así. Los que me acompañáis hace tiempo ya saben que si fuera de verdad eso de que uno es el que es, entonces su muerte sería inconcebible. Su muerte sería inconcebible, sería como si Dios tratara de imaginar su propia muerte, porque uno, en esa fe de que es el que es, es como Dios, está hecho según el modelo de Dios: inconcebible. A veces nos asomamos a lo inconcebible. Por ejemplo: algunas veces, cuando me encuentro, raramente, pero a veces, desentendido, desentendido de prójimos, de futuros y…, y estoy viendo como montes allá y allá que se van, o incluso, a pesar de mi mala vista, por la noche el cuarto menguante de la luna (maravillas que rara vez le dejan a uno sentir), me viene el recuerdo de algunos de los amigos, de los amigos muy queridos que se me han adelantado en esto de la muerte. Y entonces se me aparece la cosa... como diciendo: ¿y de todo esto, de todo esto que estoy…, que tengo delante, que estoy viendo, estos montes, esa luna, todas estas maravillas, de todo esto te han privado a ti, para siempre? ¿Te han privado de todos estos años que te me has adelantado a morir, y para siempre? Y esto es tan inimaginable, inconcebible, como la imaginación de la propia muerte.
De manera que si eso fuera así, eso no daría lugar a ningún miedo. Miedo se puede tener de envejecer, de si te van... si me van a tener que llevar a una residencia, de qué es lo que voy a hacer con los herederos, que…, incluso cómo voy a pasar mi agonía, cómo voy a mandar que me entierren o me incineren…, todo eso son futuros y están ahí, pero de la muerte, no. De la muerte misma [..] como digo es inconcebible; eso es otra cosa, eso no es miedo, eso es simplemente Fe, descubrimiento de lo que a uno le han hecho creer: Fe, y, naturalmente, una sospecha popular que le queda, de que a lo mejor se ha vendido a un Dios falso; todo eso va consigo. Así os desgrano un poco eso que tan falsamente se llama a veces miedo de la Muerte Futura. La Futura no son más que la agonía y las herencias, y eso cuenta entre las demás miserias de la Realidad en la que uno vive. La otra muerte, de verdad, completamente inconcebible, no es miedo, es algo peor que miedo, es una confesión que se te impone de Fe, acompañada de esa sospecha de que te has vendido a un Dios que no lo merecía. Has pasado toda tu vida vendido a un Dios falso. Bueno, como a lo mejor en esto hay cosas sobre las que volver, y nos quedan unos minutos, pues… os vuelvo ahora a dejar la palabra sobre cualquiera de los puntos que no se hayan entendido bien. A lo mejor, incluso, que no se hayan oído bien, por nuestra falta de aparato y…adelante con ello.
—Lo que pasa es que creo que no lo he entendido del todo bien. Por eso voy a decir lo que en parte me has contestao al final, a la pregunta: pero ¿no sería mejor, de alguna manera en lugar de buscar lo intolerable, buscar lo que podemos tolerar nosotros de nosotros mismos, y no buscar lo que nos indigna, sino lo que a nuestros propios ojos nos hace dignos, y en lugar de buscar la negativa…? Negar algo también es darle una cierta importancia…¿No sería mejor…?
AGC—¿Qué cosas estás diciendo?, ¿qué es eso de que “en vez de buscar lo intolerable...”? Eso no hace falta buscarlo, es lo que tienes, es lo que te han impuesto. ¿Qué diablos dices? Eso…no tienes que buscar nada.
—Claro, pero ¿no sería mejor enunciarlo en positivo, en lugar de enunciarlo en negativo?
AGC—No, no. Si quieres decir para vender bien tus productos...
—No, no, vender no: buscar algo positivo dentro de nosotros.
AGC—...para casarte bien, para mantener una relación, para encontrar unos ratos de bienestar, desde luego eso ya sabes lo que hay que hacer, te lo dicen hasta en manuales; para eso no vengas aquí. Ya sabes que abriendo esos manuales, te dicen como tienes que cuidarte, la salud, qué tienes que hacer con el amor, todo eso. De manera que aquí, por desgracia, se viene a ver si habla un poco de, no tú persona ni la mía, sino pueblo, que no existe.
—Pero Agustín, lo que has dicho de la policía, si no te importa que lo retome, el tema. Realmente si no podemos decir uno y uno, tampoco podemos decir “la policía”, y si tú... de hecho, la policía muchas veces, o…no voy a hablar de la policía, las personas que son capaces de torturar a otra persona…de hecho en Argentina pasaba mucho, cuando torturaban a alguien y no contestaban, esta negativa generaba admiración.
AGC—¿Era la…?
—La negativa, el hecho de no confesar generaba admiración por parte de (no sé cómo llamarlo) los esbirros del Sistema, porque en el fondo negar algo…, les estás dando la importancia de resistir ante sus preguntas. No sé si a lo mejor es un caso demasiado específico, pero en cuanto a enunciar en positivo me refiero a no darle importancia a lo que se niega.
AGC—Lo has liao, lo has liao. No es así. Desde luego, el llamar a la policía “policía”, de acuerdo, es un pecado. Por desgracia esto de que te declares…
—No podemos [soltarlos] a todos.
AGC—…esto de que te declares, de que digas la verdad, esto te lo pide la cónyuge, o el cónyuge, por desgracia, y peor que la policía muchas veces. De manera que no hace falta andar... no hace falta andar poniendo a la policía. Te piden la verdad. Fijáos bien porque luego los grandes desastres en los que no me he parado, que es el desastre de la relación amorosa, consiste en eso: llegados los trances, es decir, la cónyuge o el cónyuge, te exige que digas la verdad. Por ejemplo incluso si lo quieres, si la quieres de verdad. Locuras. La policía es un buen representante, pero vamos, no el único. En lo demás, en lo de que la respuesta por el silencio (has sugerido), sería lo que puede dejar admirado hasta a la policía o la autoridad, creo que te equivocas. En mi experiencia, muchas veces la negativa [acompañada de] el silencio lo que te despierta son unas hostias que te hunden, para ver si acabas no callándote, porque naturalmente, una autoridad no se encuentra por las buenas tan contento con que después de una hora de interrogatorio no hayas soltao una palabra. Te vuelven a encender la luz al cabo de una hora, cuando son las cinco de la mañana, para volver a intentarlo, a ver si por fin hablas. Como antes te he dicho en mi experiencia, la táctica para escurrirse de decir la verdad es mucho más complicada que eso. Es mucho más complicada. Yo, en aquellos años tuve ocasión de aplicarla mucho. Es mucho más complicada. Una de las tácticas que yo mismo empleaba más, era si te llamaban, en plena rotura de sueño, a las cuatro de la madrugada, a declarar era empezar a contarles todo, contarles todo, todo, todo, es decir, apabullar. Claro, para esas cosas tienes que tener ganas, porque a nadie se le puede exigir que a esas horas tenga muchas ganas de contar cuentos, pero es una de las cosas que resultaban más eficaces. Naturalmente en medio del barullo de noticias que le traías y… alguna de ellas aparecía interesante, pues, la pesquisa de la verdad estaba ya… estaba perdiéndose y era muy eficaz. A veces quedarse callado, efectivamente, puede ser una táctica, pero no es, desde luego, la táctica. A veces. Bueno, ¿qué más, qué más respecto a las cuestiones de fondo, digamos?
—Agustín: yo creo que esta apreciación de que, a veces, por casualidad, sientes desde abajo lo que es la vida ¿no? Pues esto, cuando miras el cielo o tal ¿no? y el sistema en el que estás metido te puede pues por rutina o por lo que te tienen establecido, o tal… pues yo creo que esto, hay mucha gente que se da cuenta de estos temas, ¿no? no es ningún descubrimiento. Yo creo que hay hasta bastante gente, incluso diría…no me atrevería a decir la mayoría de la gente. Hay mucha gente que no se cree nada de la [televisión], pero mucha gente; más de los que pensamos. Hay mucha gente que sabe…, hay mucha gente que es cosciente de que hacer una vida apretando tornillos, ocho horas sentado. No es un descubrimiento eso.
AGC— ...me alegro de que se dé. Desde luego, no hay que ponerse optimista con eso. Yo, más que distinguir entre gente a la que le pase y gente que no, antes lo que he hecho es distinguir espacios de tiempo, diciendo “algún rato por casualidad…”, porque ni tú ni yo ni nadie, siente eso la mayor parte del tiempo: le pasa de vez en cuando, no hay por qué deducir de ahí que uno tiene un especie de capacidad de darse cuenta. La mayoría es la mayoría, y la mayoría del tiempo de una vida es la mayoría del tiempo de una vida, eso es lo tremendo. Eso es lo tremendo, y eso, contra eso intratable. Lo mismo que la mayoría de la población evidentemente está conforme con el Régimen, puesto que sigue sujeta, la mayoría de uno está conforme con el Régimen porque sigue ahí, y sigue creyéndolo, y la mayoría del tiempo de uno, pues uno está en la idiocia, uno cualquiera. Está en la idiocia, la conformidad. Sólo que (ése es el respiro) uno no está hecho del todo nunca y, de vez en cuando, de vez en cuando, por descuido, por casualidad, descubre, descubre la mentira y lo intolerable del Régimen.
—Agustín: yo, además de ver lo que has dicho de que el Régimen te cambia lo que podía ser vida por existencia, ya no solamente el cabreo es contra esto, contra el Régimen, sino contra lo que nos ha tocado…, nos ha tocado (no voy a decir ni esistir ni vivir), porque lo estamos viendo: que uno va y se cae y se rompe una pierna, el otro pues yo que sé…le atropella un coche (todas estas cosas malas que tú sientes que no sólo te pueden pasar a ti, sino a la gente que tú quieres), ésa es una desgracia tremenda, vives con esa espada de Damocles encima continuamente. Porque dices: “sí, sí, yo ahora veo muy bien, pero mañana me saco un ojo con no sé qué (que tengo que hacer no sé qué), me saco un ojo y adiós”. O sea que lo bueno que uno aprecia (de lo poco), encima lo puedes perder, o sea…, y estás…sí, sí, con cosas físicas, de enfermedades, de tristezas (porque yo qué sé qué, porque ves en la calle algo que te da una pena tremenda, por uno que se cae y se muere ahí, yo qué sé…) Entonces, ya no solamente es el Régimen, sino esto que nos ha caído encima que…¿por qué coño tiene que ser así, tan desgraciao? Y siempre con la amenaza.
AGC—Así es: nunca se acabará de contar. El Régimen es simplemente la forma actual y desde Arriba de la Realidad, en lo que tú refieres, lo que yo he referido, en lo que podríamos insistir con miles y miles de ejemplos, las miserias, los miedos (miedos de que se pierda lo poco bueno), las desgracias ajenas o las propias... todo eso, efectivamente, es la Realidad, y es lo que se paga por estar bien. Mi insistencia era que todo eso que podríamos seguir desarrollando, desgracia, miseria y demás, es simplemente lo que pagáis porque…por el bienestar, porque estáis bien; estamos bien, ¿eh¡; y uno no se puede escurrir de esta cuenta. Lo que querría es que nadie se escurriera de esta cuenta. Y de ahí es lo que luego decía generalmente que todo, todo esto de miedos de futuro, de la muerte, del fracaso, del éxito, es lo que se paga por la identidad de uno, por creer que uno es uno. Si uno perdiera esa...
—¡Nooo¡ Pero si uno no sabe ni quién es, ni que hace aquí
—Sí, sí, sí, sí…¡uy¡…
—Pero aunque no te lo creas, aunque tú no sepas quién eres (del todo no sabes quién eres, ni mucho menos. No, no se sabe, yo no lo sé muy bien)... pero tú, en el momento que delante de ti sucede algo que te entristece, te entristece. No es... Pero es lo que pasa, lo que está pasando. Claro, pero es una desgracia que te sucede.
AGC—No, y te duele, y te cortas un dedo y sangras y te duele. Pero eso no tiene que ver. Eso es justamente…
—Es verdad que sólo nos duele lo que tiene uno al lao. Si nos doliera lo de todos, el mundo, a lo mejor, cambiaba un poco.
AGC—Ahora estamos echando cuentas, estamos echando cuentas. Coge todo eso, no lo que te está pasando ahora, sino coge todo eso que es constante, y date cuenta de vez en cuando, de cómo resulta intolerable la Realidad, y considéralo como lo que estás pagando por lo que ordinariamente mantienes, que es el bienestar y tu identidad. Es que si no…si no echamos esta cuenta así…
—¿Has dicho el bienestar y la identidad?
AGC—¿Eh…?
—¿Es lo que pagamos por el bienestar y la identidad?
AGC—Y la identidad de uno.
—Bueno, el bienestar aquí; la identidad, yo creo…
AGC—Es que, si no echamos esta cuenta, los ánimos de la negación para atacar cosas como el Bienestar, la Realidad, la Identidad, no están. Entonces viene enseguida la resignación, la conformidad, los arreglos para ir tirando.
—Perdona, es que tengo mucho interés en esto:
AGC—A ver…
—Tengo mucho interés, porque me acaba de pasar ayer, y entonces... es con referencia a la muerte que nos la impone el Régimen, y que yo estoy un poco dudando a partir de ayer. Tengo un nieto que acaba de cumplir tres años…
AGC—¿Tienes un qué…?
—Un nieto que acaba de cumplir tres años. Entonces ayer estuve, se había muerto el gato y yo decía: “bueno, eso a los niños se les olvida todo”. Nada -digo-:¡al montón!; y dice: “Sí, sí; no, si me han dicho que se ha ido al cielo” (no creo que se lo haya dicho su madre) pero a partir de ahí hubo una discusión entre su madre y yo, completamente... que no queríamos… Nos levantamos y dijo su madre: “Si nos vamos a morir todos”, y dije yo: “Sí, Ester, con la diferencia de que tú tienes treinta y tantos años y yo tengo muchos más, y yo veo la muerte mucho más cerca”. Entonces el niño (perdona, es el niño, al que yo me refiero) empezó a llorar: “¡¡Os vais a morir!!, ¡¡no quierooo!!, os vais a morir…¡¡” Entonces empezó a llorar como un desesperao, con un ataque de eso: “¡¡Os vais a morir, no quiero, no quiero…¡¡” Yo, aquello…
AGC—“Os vais”, incluía la madre y a tí igual.
— Él había oído la muerte en plural, porque la madre dijo: “todos…”
— No se incluía él.
— Sí, pero el niño no decía: “Me voy a morir”.
(Muchas risas)
—No, la madre dijo: “Todos nos vamos a morir”, como yo diciendo: “Oye, guapa, yo no voy a durar tanto…”
AGC—¡Ah¡, el nieto no hizo ningún caso de tu cómputo de años. Le daba igual. Es la noticia, la noticia de que os vais a morir.
—Sí pero yo creo que la muerte es la presencia…, independientemente del Régimen.
AGC—Bueno, bueno; mucho antes de los tres años, ya sabes que tu nieto ha recibido la noticia…
—O sea… ¿a los tres años el niño ya…ya está…?
AGC—…ya ha recibido, mucho antes de los tres años, la noticia de que él se va a morir.
—¡Qué pronto! ¿no?
—¿Puedo hablar?
—Sí.
—Ya es tarde.
—Que quiero decir que respecto a las virtudes de la negación, habría que andarse con mucho tiento, puesto que las…la negación es una cosa muy compleja, hay una gama tremenda y unos sesgos tremendos de la negación. Lo mismo la negación de un niño es una afirmación de su personalidad. Desde muy temprano necesita de la autoridad para decir “no”, como que es dependiente de esa autoridad, si no ni siquiera se le ocurriría decir “no”, el “no” es dependiente de la autoridad; y hay otras veces que no, que “no” te sale de verdad, por lo insoportable de la situación, sin necesidad de que vaya dirigida contra nada, ni contra él, sino por lo de “fuera de aquí”, que decía lo de Kafka, porque no aguanta. Eso…eso es la negación más noble, más de verdad. Pero luego hay otra cosa, Agustín, y es que el tema de…de…yo creo la más eficaz de las negaciones es la de: “Preferiría no hacerlo.”, la que dice el escribiente de Basterville, el funcionario ése que tiene como un ritornello que dice: “Preferiría no hacerlo.” No lo dice ni siquiera airado, sencillamente cada vez que tiene una instrucción, dice: “Preferiría no hacerlo.” Y lo dice, incluso, con buenos modales y cortesía.
AGC—Bueno..,vamos a…, vamos a…
—El “preferiría no hacerlo” es mucho más eficaz que la negación que engancha; la negación que engancha es tremenda.
AGC—Vamos a ver…, a ver si puedo arreglar esto un poco, antes de marcharnos, porque nos vamos a marchar ya: la virtud de la negación es algo que he razonado para que no se le pueda poner ni pegas, ni grados ni nada. La negación de lo que está negado nunca puede mentir. La negación basta con que sea de verdad negación de lo que está negado. La Realidad y el Régimen están fundados, como he vuelto a recordar, con poesía y todo, en negar las posibilidades. Si la negación no es la negación de andar por casa, de decir: “Eso no te lo doy”, “Yo no quiero eso, tú quieres eso”, sino que es una negación que va a negar lo negado, ésa nunca puede mentir, nunca puede mentir. Esa era su virtud. Bueno, se ha hecho efectivamente muy tarde, de manera que…
—Agustín, el jueves...
AGC—No sé qué pasará, vosotros tampoco. Por si acaso...