10.08.2011
Agustín García Calvo
Ateneo de Madrid
AUDIO:
Tertu294-10-8-2011#Tertu294-10-8-2011.mp3
- La rebelión contra el Poder como rebelión contra la muerte entendida como Futuro.
- Los 3 significados de la palabra muerte: muerte de irse muriendo, muerte de Dios, y muerte futura o real, que es la única que da miedo.
- El saber, el significado, los nombres, como aquello que no nos deja vivir y mata el sentimiento y el sentido común de cualesquiera entes reales, nosotros entre ellos.
TRANSCRIPCIÓN:
Recogiendo, digo, el hilo de lo que nos traíamos el otro día en esta guerra, que es al mismo tiempo una lógica del sentido común, veníamos a dar con eso de la negación, y una de las cosas últimas que encontrábamos es que el NO, que es la sola cosa que el pueblo-que-no-existe, pero que habla, dice, nunca puede mentir en la medida en que, como recordáis, esa negación no traiga a las espaldas, como en realidad suele suceder, una afirmación sustitutiva, una manera de volvernos a condenar a la fe en los significados y a la fe en la Realidad en general. Si la voz viene, si el NO viene de abajo, de por debajo de las personas, de eso de pueblo que no sabemos qué es, en ese caso naturalmente no puede traer aparejada ninguna otra sustitución, ningún reparo, ningún consuelo, ninguna resignación a la muerte, ninguna cosa positiva, y entonces nunca puede mentir: cuando las negativas mienten es porque no son unas simples negativas, sino que efectivamente se le dice NO a alguna cosa pensando en que por detrás hay algo que defender, que en lugar de ese NO puede venir otra vez el Orden, lo Positivo, la Fe. Ya sabéis que ésa era la situación respecto a la negación, dependiendo de donde venga, si de personas o si de debajo de las personas.
A qué se dice NO, es algo a lo que tenemos que volver ahora. Una rebelión (contra el régimen, el que nos toca por ahora, o contra el Poder en general, bajo cualquier régimen que sea), es, bien mirada, una rebelión contra la muerte, está diciendo NO a la muerte. Cómo esto debe entenderse los que me acompañan hace tiempo ya lo sienten bien, porque veníamos a dar muchas veces en que la función del Capital, del Estado, del Poder, se describe bien como Administración de Muerte. Por ejemplo, cuando sentís sobre vuestras vidas actuando el Poder en general en cualquiera de sus formas, podéis daros cuenta de que os están cambiando, vendiendo, alguna posibilidad de vida por un futuro, y Futuro quiere decir Muerte; es en ese sentido preciso de la muerte futura como efectivamente cualesquiera cosas que un Régimen, un Estado, un Capital, alguna forma de Poder, haga, se definen bien así, como Administración de Muerte. No ‘creación’, porque no es que ellos hayan inventado una cosa como la muerte, pero está ahí la muerte futura, la que nunca está aquí, el Futuro, y ése es el objeto de la administración, el objeto del movimiento del Capital, del Dinero, y el objeto de cualesquiera otras actividades o de cualesquiera otras leyes que los gobiernos y poderes puedan establecer; se describen bien así.
Para que no volvamos a confundirnos sin embargo, porque además hay algunos que no han caído por aquí mucho, conviene volver a aclarar el significado o los significados de esa palabra Muerte que está aquí ocupando el centro de la discusión. Lo recuerdo brevemente, ya me pararéis, ahora mismo o dentro de un rato, si hay algunas oscuridades o dudas.
Hay una muerte, que es la de irse muriendo, ir viviendo, AHORA, AHORA, AHORA, AHORA, AHORA, que no es ningún tiempo con fechas, no es ningún tiempo de relojes ni de calendarios, sino AHORA, que propiamente es inconcebible, porque cuando se dice ‘ahora’ ya no es AHORA; y hay un vivir (o sea, un morir, o un irse muriendo, un ir viviendo), que solo se da ahí, en ese AHORA, y a ésa no se le puede tener ningún miedo, porque ésa no es futura, y ¿cómo se va a tener miedo a lo que está pasando ahora? Hay que ser muy insensato para confundirse en ese sentido: nos estamos muriendo, nos estamos deshaciendo continuamente, AHORA, AHORA, AHORA, AHORA, y naturalmente eso no es ningún objeto de miedo; eso les pasa igual a los animales, a los árboles, a las olas del mar, a los astros de los cielos, que están desmoronándose, deshaciéndose y volviéndose a hacer, no a cada momento, sino AHORA, AHORA, AHORA, que es mucho más que momentos. Les pasa a cualesquiera de ellos. No puede haber miedo para lo que está pasando ahora. Si no estáis conforme podéis decírmelo, también podéis pararme. Por tanto no es de esa muerte de la que hablábamos, porque es una muerte de la que hablábamos que efectivamente se caracteriza porque da miedo, porque se tiene miedo. No era ésta; esta muerte del irse muriendo, la de abajo, es otra cosa.
Por otro lado está por Arriba (siempre la Realidad situándose en el medio, en el encuentro entre aquello que no es Realidad, por abajo o por Arriba), hay por Arriba una muerte que es.......la de Dios. Arriba están como sabéis los ideales, las verdades incontestables, porque en el propio decirlas está el serlo, y eso es Dios, al que hemos descubierto como matemático, Dios matemático; están todas esas verdades, es el sitio de las verdades, y ésa es, si podemos decir “muerte de Dios”, otra muerte. Esto dicho así de frente parece que no tiene mucho sentido, pero no olvidéis que, no a las cosas, sino a nosotros humanos, se nos hace creer a cada uno en cada uno; a cada uno en cada uno, que eso es el Artículo de Fe primero de la Democracia, y en definitiva de cualquier régimen que sostiene la Realidad. Y creer que uno es uno, creer que uno es el que es, eso quiere decir Dios, porque eso de que el que es es el que es, es justamente el Ideal, lo de Dios, y cuando a uno se le aplica, uno efectivamente se está igualando, confundiendo, identificando, con Dios; hay una aparición aparentemente objetiva (“Él, el que es”), y otra subjetiva, “yo soy el que soy”, o “yo soy el que es”. Ya recordáis, porque no me puedo entretener mucho en esto, todas estas maravillas que en torno a “el Ser”, como dicen los filósofos, es decir, al hecho de que lo que es, es lo que es, se han desarrollado a lo largo de la Historia.
Hay una manera en que la primera persona (yo, único, irremplazable, insustituible, singular, siendo el que soy de verdad), se puede traspasar a la..............imaginación, o más bien mención, positiva, de Dios como el que es. Lo único que podéis, o que debéis, recordar en este momento sobre todo, para no volver sobre ello, es que aquí se está dando el conflicto entre la lengua común, el lenguaje de la calle, la lengua corriente, la lengua hablada (no escrita: hablada), y el lenguaje de las Escuelas, el lenguaje de la Religión, de la Filosofía, de la Ciencia. Un conflicto entre lo uno y lo otro, y ya sabéis que aquí, dándonos cuenta o no, hemos tomado partido: aquí tratamos de hablar en el lenguaje de la calle, en el lenguaje corriente, sin emplear ni términos ni sintaxis que sean propios de las jergas filosóficas, teológicas o científicas.
Pues a ese conflicto asistimos aquí, porque fijaos en que se diga........... Esto me lo ha recordado, para la versión francesa de la fórmula, una película, o más bien un peliculón enorme llamado “El gran silencio”, donde a un director alemán le dio por retratar a los monjes cartujos de un convento de los Alpes; de los Alpes franceses, ¿no?, hablan en francés. Bueno, muchas cosas se dicen ahí, pero está la fe en Dios, la dedicación de muchas vidas, hasta la vejez, y hasta uno de ellos dice “cuanto más me acerco a la muerte más me estoy acercando a Dios, y no puedo hacer otra cosa que alegrarme, sentirme feliz, feliz de todo eso”. Pues la fórmula francesa, al recordar la película, no es la de “yo soy el que soy”, como a veces desde la vulgata se traducía lo que Dios le dijo a Moisés, sino “je suis qui est”. Lo importante es el salto de la primera a la tercera persona: “yo soy quien es”. Fijaos bien en este salto. A primera vista supongo que, por poco interés que tengáis por estas formulaciones, os habrá parecido muy hermoso y sugerente lo de traducir así, formular de esa manera: “soy el que es”. Para quitárnoslo de en medio es para lo que hace falta recordar la diferencia entre las dos capas de lenguas en que nos movemos. A ver quién de vosotros me dice, de los que me habéis acompañao, cómo es que esa fórmula “yo soy el que es”, no pertenece a la lengua de verdad, a la lengua corriente.
-Eso es fácil, porque “yo soy lo que sea”, eso es de la lengua corriente, pero si luego dices “el que es”, ahí falta “el que es, ¿qué?”.
A-Así de sencillo, efectivamente, como dice Ana: el empleo de la cópula “es” como si fuera un verbo que está diciendo algo, eso no es más que teológico y filosófico, eso no pertenece a la lengua corriente, eso no se da nunca hablando corrientemente: a nadie se le ocurre decir “el mármol es”, o “las gallinas son”; eso hablando no se dice, eso solo lo hacen los teólogos y filósofos, es decir, jergas ya al servicio justamente del sostén de la Fe, del sostén de Dios, de las que aquí desconfiamos. Para que eso pasara al lenguaje corriente, ¿cómo habría que decir?
-.........................
A-Para que eso de “soy quien es”, que no pertenece al lenguaje corriente, pudiera pasar, ¿qué tendría que decir Dios?
-“Yo soy quien soy”.
A-No, pero eso ya es cambiar, es perder la gracia de la frase, que consistía en el salto de primera a tercera. Cabe dar el salto en lenguaje corriente. ¿Cómo se da?
-“Yo soy el que es todo”, o “el que es todas las cosas”, por ejemplo.
A-Hay una mejor manera.
-“Yo soy el que dice que soy el que soy”.
-“Yo soy el que soy de verdad”.”
A-¡Mejor, más sencillo!
-“Yo soy único”.
A-“Yo soy quien es”, no es del lenguaje de verdad, no es de la lengua de verdad. ¿Cómo habría que decirlo manteniendo el salto de primera a tercera?
-“Yo soy yo”.
A-No, no, manteniendo el salto de primera a tercera, ahí te has quedado solo con la primera. Manteniendo el salto de primera persona (digamos la aparición subjetiva), a tercera persona (digamos la objetiva), que era la gracia de la frase, el “je suis qui est”, “yo soy quien es”, ¿cómo lo podemos mantener?
-“Yo soy Él”.
A-Sí, “yo soy Él”, o “yo soy Ella”, puede decirse, pero no es nada de eso lo que se estaba diciendo.
-“Yo soy aquel que es”.
A-Sigues empleando “es” a lo filósofo, y cuando se emplea la cópula como si fuera un verbo estamos metiéndonos en Filosofía, o sea, dentro de la Iglesia.
-“Yo soy el que es el que lo dice”.
A-Es más sencillo.
-“Yo soy el que es de verdad”.
A-No, “es de verdad” es Filosofía.
-“Yo soy el que habla”.
A-No, eso sería (fallar) mucho.
-“Yo soy el que es el que es”, cerrando la predicación.
A-Esactamente, no es tan difícil, ¿eh?: “yo soy quien es el que es”. Esto es, aunque parezca mentira, de la lengua vulgar y corriente, esto no es Filosofía: “yo soy quien es el que es”. Hemos conseguido decirlo en lengua corriente: “yo soy el que es el que es”, es decir, tan sencillo como cuando se dice “yo soy el que voy a comer con tu tío todos los jueves”, con ese salto de primera a tercera, o “yo soy el que todas las mañanas voy a cazar percebes”. “El que caza”, “el que come”: normal, lengua corriente; de manera que de la misma manera “yo soy el que es el que es”, “yo soy quien es el que es”.
-Es redundando un poco, ¿no?
A-No, no, “-quien es el que es” es la manera en que en lengua vulgar se puede decir ese ideal del ser de verdad: “el que es el que es”. Ése es Dios, y ése, si me descuido, soy yo, primera persona y tercera persona; que era por lo que os lo traía a cuento, “yo soy quien es el que es”. “Quien es el que es” parece que no da mucha noticia, es una tautología, da menos noticia que “yo soy el que pesco percebes”; parece que “yo soy el que pesca percebes”, pasando a la tercera, da más noticia que “yo soy quien es el que es”, pero por lo menos no se le puede reprochar de jerga filosófica, está dicho en lengua corriente.
-En las cartas antes se ponía “Fulanito, que lo es”.
A-Sí, eso es un salto a la tercera. No se ajuntaban directamente el “yo” con el “es”. ¡Pero venga, alguna oscuridad que quede, porque si no ()! Parece que algunos estáis demasiao perplejos. A ver.
-Pero “yo soy el que soy” también es del lenguaje corriente, ¿no?; eso se podría decir, y en cambio “yo soy el que soy el que soy”, no, eso es muy raro.
A-Sí, sí, también es del lenguaje corriente: “yo soy el que pesco percebes”, “yo soy el que pesca percebes”, alternativas. Lo que os estaba proponiendo aquí era mantener la gracia de esa fórmula de los monjes de “je suis qui est”, con el salto de primera a tercera.
-Lo que pasa es que ahí hay como un desequilibrio, porque en “yo soy el que como percebes”, yo soy el que come percebes, pero en “yo soy el que soy” parece que lo que le corresponde es “yo soy el que es”.
A-Eso, y como “es” no es “comer percebes”, como no es ningún verbo, hay que aclararlo diciendo “yo soy quien es el que es”.
-Y entonces ¿por qué en la primera no hay que aclararlo y en la tercera sí?
A-No, si en la primera está aclarao: “yo soy”.
-No, en “yo soy el que soy”, y ahí no habría que añadir, no habría que decir “yo soy el que soy..........”
A-Eso es del lenguaje vulgar, sí, ésa es la traducción de la vulgata, y que ha pasao muchos siglos como si fuera lo que valiera para las palabras de Jehová a Moisés, y ésa no es de jerga filosófica, “yo soy el que soy”, porque eso es lo que cualquiera puede decir de sí mismo con más o menos arrebato, “¡yo soy el que soy!”, más o menos al estilo de, como dice Don Quijote, ......No me acuerdo muy bien de cuál es lo que dice Don Quijote.
-Dice “yo sé quien soy”.
A-¿Estás segura?
-Creo que sí.
A-Bueno, mejor, porque no estaba muy seguro en este momento, pero es lo que dice Don Quijote, y cualquiera, con más o menos arrebato, puede decir “¡yo soy el que soy!”. Algún lógico le podría decir “hombre, no está diciendo nada, está diciendo tautología”: “¡déjeme usté de tonterías, que yo estoy hablando en lengua corriente, y por tanto algo estoy diciendo!”.
-Pero la gente dice “yo soy como soy”.
A-Eso ya es otra cosa.
-¿Pero a qué se debe esa falta de correspondencia, que para decirlo en tercera persona haya que repetir el verbo ser otra vez?
A-Pues porque si no te quedas con “es”, como has visto (“je suis qui est”), y eso no es de lengua.
-¿Y por qué sí lo es “yo soy quien soy”?
A-Porque “yo soy quien soy” es completo: tienes un sujeto, que es “yo”, tienes un predicado “el que soy”, que alguien te podrá decir que son lo mismo, pero que evidentemente no lo son, y eso es Gramática corriente, porque con la otra te quedas con la cópula al final.
-Y con la de primera persona también. O sea, la cópula aparece dos veces, “yo soy el que soy”.
A-En “yo soy el que soy”, la cópula “soy” primera cobra un sentido con la de relativo “el que soy”: “soy el que soy”. El sujeto es “yo”, espreso o no espreso, y el predicado es “el que soy”; el predicado del “soy” es “el que soy”.
-Claro, lo mismo ocurre en tercera persona “yo soy el que es”: sujeto “yo”, y predicado “el que es”.
A-No, “yo soy el que soy” tiene un predicado “el que soy” que se aplica, por medio de la cópula “soy”, a mí que lo estoy diciendo en lengua corriente. Para que eso se de en lengua corriente con el salto a tercera no te queda más remedio que completarlo de esa manera, “soy quien es...”, y todo lo que va a venir va a ser el predicado de mi que lo estoy diciendo, pero no se puede decir “es”, porque no se dice “el mármol es”, “las gallinas son”; tienes que completarlo pasando a tercera lo que en la otra frase que sacabas se dice en primera, lo mismo: “yo soy quien es el que es”. ¡Más oscuridades, por favor!
-¿Y por qué hay que mantener el salto de primera a tercera? Es que no lo entiendo.
A-La frase de Moisés en el éxodo es efectivamente un poco difícil, porque están diciendo algo como “`ehyéh, `sher `ehyéh”, donde el término hebreo tiene como un índice de primera persona que es lo que hacía que en latín, al traducir la Biblia, se dijera “ego sum qui sum”; pero evidentemente eso no responde a la virtud que tiene el término hebreo, que es algo como un “hay” confundido con “es”, y por tanto este truco de la fórmula francesa “je suis qui est” tiene su sentido, trata de acercarse más a lo que Dios le dijo a Moisés.........para que se lo dijera a sus paisanos, y cuando le preguntaran “¿y quién te lo ha dicho?”, les dijera: “me lo ha dicho quien es el que es”, y entonces ya podría responder “quien es el que es”, ahí ya no podría responder “me lo ha dicho soy el que soy”. En la traducción de la Biblia falla todo, porque tendría que responder “me lo ha dicho quien es el que es”. Bueno, no voy ahora a detenerme mas recordándoos que esto tiene su versión....
-Pero si uno dice “yo soy el que soy”, y otro pregunta “¿qué ha dicho?”, “ha dicho que él es el que es”, se podría, ¿no?
A-Sí, eso es castellano, lengua vulgar corriente.
-O sea, que aquí el “es” se queda en final de frase sin ningún problema. Si preguntan qué ha dicho, “él ha dicho que él es el que es”.
A-Que es el que es, y ahí la cópula no queda colgada, está perfectamente bien.
-Solo queda colgada en “yo soy el que es”; en “él es el que es”, no, y en “yo soy el que soy”, tampoco.
A-“Yo soy el que soy”, lo mismo que “me ha dicho que él es el que es”, son castellano corriente y moliente, no tienen nada de ingerencia de jerga. No voy a pararme más en recordar, como algunos han hecho conmigo, la correspondencia que esto tiene con la versión al contrario en el poema de Parménides, cuando la diosa emplea justamente a lo filósofo la cópula “ésti” también para decir la verdad, como en el otro caso de............. Emplea la cópula “ésti” como si fuera un verbo, y es la primera vez que esto se hace, este engaño, y nosotros generalmente para poder entender esto glosamos ese “es” diciendo “es lo que es”, o, completando en sujeto y predicado, “lo que es lo que es, es lo que es lo que es”; eso es la fórmula más cerrada, y de alguna manera más clara. O con masculino: “el que es quien es, es el que es quien es”. ¿Qué pasa?
-¿Podría decirse que “quién” es más amplio lo que informa, y varios “los qué” son la totalidad del “quién”?
A-No, no, vale dicho en neutro, y vale dicho en masculino.
-O sea, “quién” es como “todo”, como la totalidad, mientras que..............
A-No, no, eso es el relativo, hija, es simplemente el pronombre relativo; “el que”, o “quien”, dos formas del pronombre relativo. “Quién” se suele reservar en español para personas, mientras que lo demás, “el que” y “lo que”, se usa para cosas y para personas indiferentemente.
No me quería detener más en esto, porque esto os lo traía para la cuestión de Dios y Yo. No habréis perdido el hilo, espero, en este rato: estábamos hablando de la muerte, habíamos hablado de una muerte del irse muriendo ahora, un AHORA inconcebible, que desde luego no es a la que se le tiene miedo, porque no tiene sentido aplicarle a eso miedo. Y ahora, si yo me tomo como Dios y yo llego a esto a lo que el Poder me incita, que es a creer que soy el que soy, o sea, que soy quien es el que es, entonces la muerte, como para Dios dicho en tercera persona, simplemente es impertinente, inconcebible, imposible. No sé si esto os suena sin más: si yo soy el que soy, lo mismo que si Dios es el que es, la muerte es incompatible con eso, inconcebible, imposible. ¿Sí, o no?
-..........................
A-Por tanto, como os decía en la última sesión al terminar, a ésa tampoco se le tiene miedo, porque es mucho peor que miedo lo que se le tiene: a ésa no se le tiene miedo, ésa es la amenaza del descubrimiento de que “me he vendido a un Dios mentiroso”, de que “me he vendido a una Fe que pretendía sostenerme en ser el que soy, y luego naturalmente me encuentro con que esa Fe estaba vacía”. Eso es tan tremendo que no se le puede tener miedo, sino mucho más. Os saco estas dos muertes para que ahora, supongo, se entienda lo que pasa por en medio: la muerte que anda por en medio, de la que hemos dicho que el Capital y el Estado son Administración de Muerte, es así, es a la que se le tiene miedo; o en el caso de nuestros monjes de los Alpes se le tiene espectativa felicísima, da igual, pero es futura: ésa es la que va a venir, la que nunca está aquí, y los que me habéis seguido saben que la Realidad toda empieza por ser justamente Futuro, lo que no hay, y que se costruye, se establece, por una especie de casamiento (forzado, desde luego, pero en ése estamos), entre la Fe de lo Alto, el creer que las cosas son lo que son, sin más, que yo soy el que soy, etc., y lo que está sucediendo por debajo, que es que nos estamos muriendo ahora, sin darnos cuenta y sin saber. Un casamiento entre esas dos cosas, que es un casamiento no voy a decir imposible, sino solo eso, forzado, pero es en ese casamiento forzado en lo que consiste la Realidad. No sé si me seguís en esto, y si no decídmelo ahora, antes de que siga.
-Es que hay como un paralelo cuando se dice “yo soy el que soy” con la otra formulación de “ahora es siempre”, porque cada vez que las Escrituras usan el término ‘ahora’ siempre añaden “ahora y siempre”, porque se supone que el AHORA no deja de ser AHORA infinitamente, sino que entonces el problema es que eso puede ser convivible al mismo tiempo con un AHORA infinito...............
A-Yo entiendo que lo de ‘infinitamente’ quiere decir para ti lo mismo que ‘siempre’.
-Sin fin, ahora y siempre.
A-Y quiere decir lo mismo que ‘siempre’.
-No eterno, sino sin fin.
A-¡Ah bueno! Y entonces, ¿para qué lo sacas?
-Es que no encuentro contradicción.
A-¿Y para qué sacas el “siempre”? Bueno, para no detenernos más en esto, porque no creo que haga falta, efectivamente lo que hace inconcebible, sin sentido, la muerte de Dios, es lo que positivamente se espresa como “Eternidad”, “Tiempo Todo”. Si uno se cree esto de Dios, y pasa a creérselo de sí mismo, su muerte es absolutamente inconcebible. Por el otro lado la muerte de irnos muriendo ahora (AHORA, que es justamente lo contrario de “siempre”), eso es lo que ni se sabe, porque está pasando y ni se sabe, y lo que por tanto tampoco tiene nada de miedo. Insisto: todo esto para que en el medio quede claramente establecida la muerte real, que es la futura; que es la futura, y de la que el Estado y el Capital no voy a decir que viven, pero existen: existen, y se imponen a cada paso. Administración de Muerte. Era para aclarar de qué muerte era la administración; todo era para aclarar eso.
-Pero parece que se confía en que ese AHORA sea una repetición sin fin.
A-“El Ahora”, no es AHORA. Y AHORA no puede ser una repetición sin fin, porque ya ha pasado; cuando has dicho “es una repetición sin fin”, ya no está, ya AHORA no está.
-Sí, pero vamos a ver, la cuestión lingüística de cuando uno dice eso oralmente, está pasando un tiempo, el tiempo que estoy diciéndolo, y eso es tiempo real quieras o no.
A-Eso es “el Ahora”, que no es AHORA. Cuando has dicho AHORA, ya respecto a eso no puedes decir nada, porque AHORA no se sabe, ni se cuenta, ni nada, hay que convertirlo en “El Ahora”; y eso me da pie para volver a la cuestión de Dios y Yo.
De manera que una vez establecida cuál es la muerte que Estado y Capital administran, está bien que veamos en esto, volvamos a lo de “Yo no soy yo”. Desde luego, que “El Yo no es yo, porque yo no soy El Yo”, esto es una de las contrafórmulas con las que nos hemos debatido, de manera que mientras Yo, Dios, siendo de verdad el que soy, es inconcebible que tenga muerte ninguna, por otra parte yo, como las cosas, que estoy pasando tan inconteniblemente como el AHORA (a cada paso que se dice AHORA deja de serlo, a cada paso que se dice “yo” deja de serlo), ése tiene también una muerte inasible; tan verdadera si queréis, porque no se sabe, porque no se la puede coger, porque es ahora mismo. Mientras que en cambio en el medio, en la Realidad, está la muerte siempre-futura, que es la que se puede administrar y se administra. Ésa era la cuestión.
-Pero ese ir muriendo que es ir viviendo ahora, de eso no tiene sentido decir ni que empieza ni que termina, simplemente hay que decir eso, que es un ir viviendo.....
A-Por decirlo un poco en tres palabras, es la verdad de lo desconocido, la verdad que consiste en que hay algo que no puede saberse, que no puede conocerse; y la aparición más inmediata es AHORA; o también “yo”, pero AHORA, yo, son apariciones inmediatas de lo que es tan verdadero que no puede conocerse ni saberse.
-Y de estas tres muertes de las que hablamos, la muerte futura y las otras dos, cuando hablamos de la muerte del otro, ¿cuál de las tres es esa muerte?
A-Lo mismo, puede haber la misma confusión que para la mía de otras maneras distintas.
-Cuando decimos “éste ha muerto”, ¿qué muerte es la que ha ocurrido ahí?
A-Generalmente desde luego, lo mismo que yo a mí mismo me trato como si fuera Fulanito de Tal, es decir, un ser real, y que por tanto tiene Futuro, que por tanto sabe qué futuro tiene más o menos, que por tanto dispone de su testamento, lo mismo que yo me trato así, generalmente a los prójimos también se les trata así, como meros entes reales. Ahora, de vez en cuando naturalmente uno se queda descubriendo que El Yo no soy yo, que yo no es ése real, no es el de mi Nombre Propio; se encuentra uno que vive, que existe, en un engaño perpetuo, en una fe; en una fe que tiene que ser fe, y que en cualquier momento se desmorona. Y respecto a las muertes de los otros también a veces sucede eso que os contaba el otro día de que viendo los montes perderse a lo lejos, o viendo la maravilla de la luna, aunque con mis ojos muy resquebrajada, se acuerda uno de repente de uno de los muertos, de los que le han adelantado a uno en eso de la muerte futura, (“le han adelantado en la muerte futura”, fijaros bien en la condición comercial), y entonces se queda uno, porque no piensa de él como alguien real, se dice “¡te han privado de todo esto! ¡Llevas tantos años que ya no puedes ver ni esos montes, ni esa luna! ¿Te han privado de todo esto?”. Una cosa que con respecto al muerto real nadie dice ni tiene sentido, pero que a uno le puede de vez en cuando venir.
-Pues yo justamente cuando hiciste el otro día esa enunciación de ver la luna y los montes y acordarte del Ferrán, o algo así, lo primero que pensé es en una contradicción, porque yo decía que realmente en esa situación el muerto no ha muerto, porque no se ha llevado con él la Realidad, sino que unos ojos que tampoco son los tuyos y los míos están viendo aquello, y por lo tanto el otro no ha muerto, está aquí.
A-Gracias Isabel por el esfuerzo, pero no creo que hayas contribuido a aclarar la manera en que yo lo he dicho, y quiero volver a la manera en que a mí me ha sucedido y en que yo lo he dicho.
-Pero es que entonces le estás realizando al muerto, al privarle de lo que no está viendo.
A-No trates de filosofar. No tiene sentido, y estaba diciendo que a veces no se le trata tampoco a él como a un muerto real simplemente, que es lo que se hace de ordinario, que se le cuenta, se le conmemora, se le pone en lápidas y todo lo que sea. Eso es lo corriente, pero de vez en cuando, lo mismo que respecto a uno mismo, viene algo que hace no tratarlo como un yo real, y decir un absurdo como ése de “de todo esto te han privado”.
-Pero yo creo que se le echa de menos.
A-No, no, es un absurdo; es un absurdo, una contradicción con la realidad corriente, en que al prójimo y a mí nos tratamos como entes reales. La virtud que tiene es lo que tiene de cuestión o de esclamación absurda, y hay que conservárselo; haaay que conservárselo. ¿Qué más?
-¿Podría decirse que yo no soy el que soy?
A-Sí, sí, se puede decir “yo no soy el que soy”.
-Existe en el AHORA.
A-No, existir es lo mismo que realidad.
-¿Y AHORA es igual que cuando yo no soy el que soy?
A-“AHORA es cuando yo no soy el que soy”, sí, se puede decir, lo mismo que “cuando AHORA no es El Ahora, no es ningún momento, yo efectivamente no soy el que soy: soy yo, que no es eso”.
-O “yo no soy el que soy cuando es El Ahora”.
A-Sí, pero no se pueden decir esas cosas tan complicadas, hombre, simplemente que lo mismo que AHORA no es El Ahora, yo al mismo tiempo, por así decir, no soy YO. ¡Venga, alguna cosa que nos ayude en dudas!
-Cuando hay una buena manera de nombrar a Dios, tanto en los poemas de Unamuno como en Simone Weil, lo que se hace es contraponer a ese Dios de lo conocido o existente con lo desconocido, Dios como lo desconocido, y ese contrapunto está ahí.
A-Desde luego ya sabéis que efectivamente, hasta eso: padres nuestros muy cercanos se empeñaban todavía en emplear la palabra “Dios” en un buen sentido. Yo desde luego me he desanimao de eso, y tal como os lo presento aquí, me parece que se equivocaban. Unamuno lo hace en el soneto que os cité poniéndolo en boca de un monje, como los de la película más o menos, un monje cisterciense en el convento de Moreruela en el siglo doce por ejemplo, o una cosa así, y no emplea directamente una primera persona. Y efectivamente lo de Machado ya lo hemos recordado aquí, y no hay por qué repetirse tanto: es el invento que pone (tampoco él directamente, sino a través de Abel Martín), el invento de un Dios del revés, un Dios que crea la nada. También lo hemos criticado, hemos dicho que nada y todo es lo mismo, que no cambiaríamos nada esencial en Dios. Sí.
-¿Y no va a ser que decir Dios y decir muerte, muerte con su significado, que es el que es, va a ser lo mismo, porque si son incompatibles, porque Dios no entiende de muerte, a lo mejor es porque es la muerte Él? Quiero decir que Dios es la muerte, que lo que reina o algo así.........
A-Bueno, lo que pasa con Dios es que es el que es. De las tres cosas que yo he sacado aquí bajo el nombre de Muerte, significado solo tiene una, la del medio; a las otras les damos vueltas, aludimos a ellas, pero significado no tiene más que el de la muerte del medio, la real, que es futura, que nunca está aquí, y ésa es la que tiene significado; lo otro, las otras dos cosas, por Arriba o por abajo, se salen de significado, dejan de ser cualquier cosa que realmente se pudiera llamar muerte.
Hay que aclarar una cosa, volver también sobre ella: ¿qué es lo que no nos deja vivir? Podemos citarlo, podemos decir “¡aquel murmullo de los chopos en el valle, aquella sorpresa al salir a la era del pueblo de ver las hojitas moradas de las despedidas de verano surgiendo de la hierba!, y ¿por qué no disfrutamos prácticamente nunca de nada de estas cosas tan hermosas?”. Eso es lo que quiere decir “¿qué es lo que no nos deja vivir?”. Estoy haciendo costar la situación normal, real, mayoritaria, con todas las escepciones. ¿Qué es lo que no nos deja normalmente vivir? ¿Qué es lo que nos quita de sentir, ante cosas como las que he citado, eso? Esto es el saber; es el saber, el significado. Para disfrutar de eso tendríamos que no tener ni los nombres, ni saber nada de nada, sino que le pudiera coger a uno por sorpresa, lo cual quiere decir también al mismo tiempo un gran desprendimiento por parte del que lo sintiera.
-Pero mira por donde la flor del otoño ésa que no tiene tallo y nace directamente entre las piedras.............
A-“Las despedidas de verano”, que llaman en mi tierra, lo acabo de citar.
-Y en Francia en el foclore popular le cantan los niños, jugando con el nombre, y se lo pasan de puta madre.
A-Sí señor, y hay maravillas, que podéis ver hasta en la tele, hay maravillas de disfrutes de la Realidad, de botánicas y de zoologías y de toda clase de felicidades, pero todos sabéis conmigo que es mentira; todos sabéis conmigo que es mentira, que son cosas de la televisión: en la normalidad ni nos dejan sentir, ni nos dejan oler, ni nos dejan palpar, porque para eso se está oponiendo el saber; el saber los que son, los nombres, la existencia, la condena a la existencia de todo eso. Pues es lo que quería aclarar. Esto no es de por sí específicamente humano, es decir, no es la condena propia de este tipo de cosas que somos, también podemos reconocerlo, echando una mirada por ahí, en los animales y en las plantas: es la Ley de la Existencia, que se opone al simplemente vivir sin darse cuenta. Podemos sin miedo suponer que saliendo al valle el zorro no ve ni mucho menos lo que hay: está viendo, bien circuscrito según sus necesidades de busca de presa, lo que necesita ver. No hace falta pensar muy mal de los animales ni saber mucho para reconocer esto, reconocer en ellos también cómo efectivamente la Ley de la Existencia, es decir, la lucha por seguir siendo, aunque no se consiga del todo, que a un zorro le afecta como a nosotros, hace que también su percepción y su disfrute esté severamente limitado en general. Tenemos también que suponer que, como a nosotros, alguna vez, por casualidad, al zorro le puede fallar la conciencia de lo que anda buscando, la necesidad de su presa, y sentir algo, pero la norma es la norma. Una enredadera que vemos trepar por un muro anda desde luego tanteando a la busca de sitios en que apoyar sus zarcillos y seguir trepando: Ley de la Existencia. De manera que también las posibilidades que una enredadera tenga para simplemente sentir algo están severamente limitadas. De manera que lo que he llamado saber entre nosotros no es más que el caso correspondiente de la Ley de la Existencia, no en la manera en que se le presenta a un zorro o a una enredadera, sino de la manera en que se nos presenta a nosotros, de manera que esto es común a los otros y a nosotros, es la Ley de la Existencia. ¿Para qué coños tenemos que saber nosotros? Pues lo mismo que el zorro, lo mismo que la enredadera: tenemos que saber porque tenemos que tener un futuro, porque tenemos que existir, porque tenemos que procurar por nuestra vida, y es desde luego este saber el que nos impide sentir ni disfrutar de nada.
-Pero yo creo que la enredadera y el zorro, como no necesitan saber, se limitan a su propio territorio, y pueden estar más libres en la naturaleza que nosotros con el maldito saber.
A-Pues no sé por qué. No, no está libre, está muy condenada a eso, y eso uno lo ve por todas partes; y no digamos ya el zorro y la enredadera: las leyes astronómicas, las leyes de los astros son también un testimonio de lo mismo: hay una ley, que es la Ley de la Existencia, y lo que os decía es que la manera que nos toca a nosotros es ésa del saber lo futuro, de manera que sólo es la exageración lo que lleva la Ley de la Existencia o de la Subsistencia al estremo de saber la muerte, que es el origen de todas las ideas. Esto es lo específico, de manera que tenemos en común que todo esto se debe a lo costitutivo de la Realidad, lo que llamamos Ley de la Existencia.
-Pero la existencia, parece que solo nosotros nos damos cuenta de esa palabra, que nosotros la traducimos en muerte, pero el zorro y la enredadera no tienen ese lío.
A-A existir están condenados cualesquiera de los entes que llamamos reales, nosotros entre ellos, y esta condena consiste en esto de tener que luchar por progresar, por subsistir, por defenderse, por sostenerse. Esto es común, esto es de cualesquiera cosas que formen parte de la Realidad; nuestra manera es simplemente una manera exagerada, que llega hasta ese estremo de saber la muerte, cosa que efectivamente ni al zorro ni a la enredadera ni a la luna le podemos atribuir honradamente, eso no. De manera que eso es lo que quería aclarar, qué es lo que hay de condición de la Realidad o existencia misma, que abarca a cualesquiera cosas que se hagan reales, que se hayan hecho reales y que tengan que luchar por subsistir y seguir siendo lo que son; y luego está nuestra exageración hasta el fin, que da en el saber la muerte. Sí.
-Pero cuando el zorro está en eso de la subsistencia, por ejemplo intentando cazar o lo que sea, ¿no cabe también la posibilidad de que haciendo eso también sienta eso que está haciendo, y lo sienta vivamente? Aunque no sienta digamos lo que hay, todo, pero lo que le toca en ese momento lo sentirá, lo que le toca vivir, ¿no?
A-Algo sentirá, pero la existencia es muy poderosa, es como el Estado y el Capital, y no puede uno hacerse demasiadas ilusiones, porque entonces llegaríamos a creernos que nosotros también, aunque costituídos bajo Estado y Capital, también, a pesar de cumplir con nuestras funciones de ir al Banco y hacer un bodorrio y eso, mientras lo hacemos también podemos sentir algo. ¿Qué te parece?
-Pero es que me parece que también es una ley lo de que se separe por un lado trabajo, por otro lado diversión, y que podría haber una tercera cosa que fuera a la vez hacer y sentir lo que se hace, a la vez lo que toque hacer, por ejemplo para sobrevivir (cazar, comer, o lo que sea, o enredarse donde haga falta enredarse para no caerse), que eso podría sentirse y disfrutarse y ser las dos cosas a la vez.
A-No suena muy convincente.
-Vamos, que sea un hacer que no requiera un saber de sí mismo.
A-Por ese camino vendríamos a dar en lo que te he dicho, que es lo que el Poder nos manda creer: que la felicidad es compatible con la obediencia al Orden, con el puesto en la Sociedad, con el Matrimonio, y con todo el............
-Pero es que yo eso lo digo en el sentido de que no me parece que el zorro esté obedeciendo, vamos, que es algo que le pasa, eso de tener que cazar, que le viene de algo hondo, que le viene de abajo y no de Arriba. Ésa es la impresión que me da.
A-Pero a nosotros también es algo que nos pasa en la Realidad; lo que nos pasa es eso, y luego nos queda, como al zorro, lo que todavía no está sometido del todo, que es lo que quieres sugerir; pero no se puede uno confiar en eso y desdeñar el gran poder de la Realidad, del Estado y el Capital, porque si no, podemos llegar a una armonía, a una componenda, que no tiene sentido.
-A mí me parece al revés, que lo que hace la enredadera es lo que está verdaderamente reñido con el Capital, una especie de inteligencia que hay en las cosas que es con la que acaba precisamente el Capital, con la inteligencia de las cosas y de los hombres para vivir y para manejarse entre sí.
A-Sí, sí, desde luego, la Ley de la Existencia se manifiesta allí como mera Ley de la Existencia, y ya he dicho que lo específico nuestro es llegar, por la exageración, a la fe en el Futuro o en la muerte misma, y no es por tanto directamente comparable, ¿no? Pero no puede uno fiarse, porque, como el padre le dice a su hijo, la Realidad es la Realidad, las cosas son las cosas, y por tanto para admitir que se pueda sentir algo (nosotros, la enredadera, el zorro, o la luna), hay que contar con que simplemente hay fallos, hay roturas, hay descuidos, y que solo son los fallos, las roturas y los descuidos los que de verdad pueden dar algo de sentimiento. Sí.
-Pues aunque sea muy pesada, Agustín, que lo soy, yo creo que esos huecos y esas aperturas no existen ni en la enredadera ni en el zorro: somos nosotros los que estamos tan cerraos que no dejamos que nunca se escape nada.
A-No, no hay por qué; efectivamente tenemos que reconocer.......... que la condena de las cosas a hacerse reales no es humana, no es específicamente humana, es mucho más que humana; nosotros mismos hemos venido a reconocernos, en contra de todo Humanismo, como una clase cualquiera de cosas, y lo mismo que nosotros, el resto de las cosas están condenados a la Realidad. Las cosas no se presentan como meras cosas que ruedan insensibles, continuas, se presentan como cosas ya costituídas; y luego venimos este tipo de cosas que somos y llevamos eso al estremo con la significación, y con el Futuro, y con el saber la muerte. ¿Qué más?
-Pues que estaba respecto a eso acordándome del prólogo de Rafael Sánchez Ferlosio a lo de los niños salvajes, lo de Víctor del Aveyron, y justamente él achaca la infinitud de posibilidades o de competencias con que eso que llamamos humano aparece al mundo, entre otras cosas por la capacidad de adquirir un lenguaje, o de entrar en el lenguaje, es lo que hace que no pueda producirse en él esa limpieza del aprendizaje de ciertas cosas, como es el imitar el aullido del lobo, o el caminar del hombre, que depende del entorno real en el que ha sido istalado, y esa superioridad que tiene respecto a otros seres o a otras costituciones, que no asumen al pie de la letra que no es todo eso, sino que son muchas cosas los estímulos que le llegan, hacen que......
A-Te estás liando, al final te estás liando, déjalo. Lo primero que habías recordado estaba bien.
-No, pero quiero decir que eso es importante el tenerlo en cuenta, que es un hecho cualitativo, no cuantitativo.
A-Sí, respecto a lo que decíamos, ya recordáis que el niño éste del Aveyron que cuenta el profesor (I), que lo recogió y escribió sus memorias de aprendizaje, no consistía simplemente en que siendo niño de por lo menos siete u ocho años, o tal vez más, no sabía andar a lo humano ni se le podía enseñar a andar a lo humano, sino en algo positivo (se había criado entre lobos y había aprendido a andar y a correr como los lobos, y ése era un aprendizaje positivo del que costaba mucho desprenderse), como ejemplo de lo que estoy diciendo: que lo que no nos deja vivir, por vueltas que le deis, son el saber, las ideas, lo que no nos deja vivir a los humanos; el saber, las ideas, pero aclarando eso de que de todas formas cualesquiera cosas están condenadas a intentar ser lo que son y subsistir; eso es común. A ver.
-Pero ante todo esto de lo que no nos deja vivir, el saber y tal, yo creo que es un gran bagaje el del saber, porque sabemos que existieron los simios hace cuarenta millones de años, y sabemos que hace quinientos millones de años nos dicen los paleontólogos que salió una forma de vida del agua a la tierra; sabemos que hace cuatro mil millones del años se creo el sol; sabemos que hace quince mil millones de años...............
A-Bueno, venga, ¿y qué?
-.....escribe toda una Historia de la creación (Estifen Jaukin), y sabemos toda la evolución gracias a gente como Darwin...........
A-Bueno, que ya te estás pasando. ¿Y qué tiene que ver eso con la cuestión?
-Pues que es muy importante el saber, y el poner nombres, pues eso es lo que nos ha hecho llegar hasta aquí, y si no, nosotros no estaríamos aquí.
A-¿Y eso es lo que nos hace felices? ¿Lo que nos permite sentir?
-Yo no digo que nos haga felices o no, yo no sé lo que siente el zorro ni lo que siente eso. Yo pienso que esos saberes son muy dignos y muy importantes.
A-Esos saberes, todos los que has citado, son de los que impiden sentir; y no solo sentir, sino que como tantas veces hemos visto atacando a físicos y a otras formas de científicos, impiden lo que llamamos sentido común; quienes matan no solo el sentimiento, sino el sentido común, son los saberes, y no otra cosa.
-¿Y el eureka del filósofo o del científico, o del poeta?
A-¿La alegría que le da?
-Ellos disfrutan cuando ven por primera vez algo que nadie había visto.
A-Eso son cosas de gente, de Arquímedes o del otro, que son monigotes. Sí.
-Que hablando de esto de las diferentes muertes, pues pese a que lo hemos razonado aquí muchas veces, y que más o menos se ha aclarado la cuestión de cómo hay que entender el morirse de una manera o de otra, luego la muerte real parece que se le agarra a uno muy fuerte en el alma, porque yo por ejemplo últimamente me he despertao del sueño aterrado por mi propia muerte, ésa que es la real, la que decimos que es futura, y pese a que se razona muchas veces y hasta uno cree que puede burlarse de ella porque cree haber entendido que es mentira, sin embargo debe haber algo reaccionario dentro de uno mismo que le impide, o que está en guerra con ello.
A-Algo simplemente real, aquello en que tu eres real, estás costituído como una cosa que pretende ser la que es. Ahora, ya he dicho que efectivamente ésa futura es la que da miedo, porque el Futuro es miedo, pero que a veces y en un sueño puede llegarse hasta a producir eso, llegar a ese estremo de que se te denuncie la mentira del “soy el que soy, como Dios”, para quien la muerte no solo no sería temible, sino que no tendría sentido ninguno. Sí.
-¿Es inevitable el terror o el miedo a esa muerte futura, o no?
A-No, gracias a que no estamos bien hechos del todo; si estuviéramos completamente sometidos a la Realidad, si fuéramos unos siervos perfectos del Estado y el Capital, entonces el miedo a la muerte futura sería tan inevitable como que sería costituyente. Gracias a que no somos del todo unos siervos perfectos del Estado y el Capital ni estamos nunca bien hechos del todo; gracias a eso por supuesto () mas que de la pesadez de la Mayoría, tener que aguantar esto de la muerte y del Futuro, porque es la mayoría de uno, pero no todo; no todo.
-Y al revés, si no hubiese en absoluto el miedo a la muerte futura, es decir, que solamente existiese ese ir muriendo que es ir viviendo, entonces no habría miedo en absoluto.
A-No digas “existir”: “si solo hubiera eso...........”.
-Si solo hubiera eso, entonces habría el vivir, que es un morir, ahora.
A-Bueno, habría lo que suponemos que se da (porque esto es específicamente humano, esta corrupción), lo que sentimos que se da en los otros seres o en las otras bestias que no saben la muerte futura. Habría eso, habría el ir viviendo condenados a la Ley de la Existencia, de vez en cuando descuidándonos de ella, o fallando.
Se ha hecho muy tarde, aparte de que yo estoy sudando. Tenemos que cortar. Yo os digo que no sé muy bien hasta cuando seré capaz de sostener esta gracia de venir a soltaros cosas como ésas y hacéroslas soltar por esas bocas, ni siquiera tampoco en lo que venía haciendo los jueves en la Puerta del Sol. Ahí tenéis el ejemplo de la Mayoría, por donde tiran también las rebeliones en cuanto la Fe se mantiene: tiran por donde se sabe, por donde quiere el Poder, por donde quiere la Televisión; y es muy desesperante, así que no respondo, claro, no quiero responder, acabo por encontrarme demasiao solo para tolerarme a mí mismo. Pero bueno, dentro de lo que se pueda decir, por si acaso........... Por si acaso.
-¿Pero no pides que te operen del prójimo? Pues será porque te encuentras muy acompañao. Dice “¡que me operen del prójimo!”.
A-Sí, me encuentro con que, por decirlo en tres palabras, hay por un lado los prójimos, los cuales no pueden quererle bien a uno nunca, ni padres, ni cónyuges, ni hijos, porque al que se le debe mucho no se le puede querer bien, esto es una Ley; y luego, en cuanto al Estado, al Capital, la Cultura y todo eso, no quiero decir cómo puede ser el cariño que le pueden tener a uno esas cosas en cuanto se desvía de eso. De manera que no quedáis más que unos cuantos de vosotros más o menos, tendré que irme contentando con eso.
A qué se dice NO, es algo a lo que tenemos que volver ahora. Una rebelión (contra el régimen, el que nos toca por ahora, o contra el Poder en general, bajo cualquier régimen que sea), es, bien mirada, una rebelión contra la muerte, está diciendo NO a la muerte. Cómo esto debe entenderse los que me acompañan hace tiempo ya lo sienten bien, porque veníamos a dar muchas veces en que la función del Capital, del Estado, del Poder, se describe bien como Administración de Muerte. Por ejemplo, cuando sentís sobre vuestras vidas actuando el Poder en general en cualquiera de sus formas, podéis daros cuenta de que os están cambiando, vendiendo, alguna posibilidad de vida por un futuro, y Futuro quiere decir Muerte; es en ese sentido preciso de la muerte futura como efectivamente cualesquiera cosas que un Régimen, un Estado, un Capital, alguna forma de Poder, haga, se definen bien así, como Administración de Muerte. No ‘creación’, porque no es que ellos hayan inventado una cosa como la muerte, pero está ahí la muerte futura, la que nunca está aquí, el Futuro, y ése es el objeto de la administración, el objeto del movimiento del Capital, del Dinero, y el objeto de cualesquiera otras actividades o de cualesquiera otras leyes que los gobiernos y poderes puedan establecer; se describen bien así.
Para que no volvamos a confundirnos sin embargo, porque además hay algunos que no han caído por aquí mucho, conviene volver a aclarar el significado o los significados de esa palabra Muerte que está aquí ocupando el centro de la discusión. Lo recuerdo brevemente, ya me pararéis, ahora mismo o dentro de un rato, si hay algunas oscuridades o dudas.
Hay una muerte, que es la de irse muriendo, ir viviendo, AHORA, AHORA, AHORA, AHORA, AHORA, que no es ningún tiempo con fechas, no es ningún tiempo de relojes ni de calendarios, sino AHORA, que propiamente es inconcebible, porque cuando se dice ‘ahora’ ya no es AHORA; y hay un vivir (o sea, un morir, o un irse muriendo, un ir viviendo), que solo se da ahí, en ese AHORA, y a ésa no se le puede tener ningún miedo, porque ésa no es futura, y ¿cómo se va a tener miedo a lo que está pasando ahora? Hay que ser muy insensato para confundirse en ese sentido: nos estamos muriendo, nos estamos deshaciendo continuamente, AHORA, AHORA, AHORA, AHORA, y naturalmente eso no es ningún objeto de miedo; eso les pasa igual a los animales, a los árboles, a las olas del mar, a los astros de los cielos, que están desmoronándose, deshaciéndose y volviéndose a hacer, no a cada momento, sino AHORA, AHORA, AHORA, que es mucho más que momentos. Les pasa a cualesquiera de ellos. No puede haber miedo para lo que está pasando ahora. Si no estáis conforme podéis decírmelo, también podéis pararme. Por tanto no es de esa muerte de la que hablábamos, porque es una muerte de la que hablábamos que efectivamente se caracteriza porque da miedo, porque se tiene miedo. No era ésta; esta muerte del irse muriendo, la de abajo, es otra cosa.
Por otro lado está por Arriba (siempre la Realidad situándose en el medio, en el encuentro entre aquello que no es Realidad, por abajo o por Arriba), hay por Arriba una muerte que es.......la de Dios. Arriba están como sabéis los ideales, las verdades incontestables, porque en el propio decirlas está el serlo, y eso es Dios, al que hemos descubierto como matemático, Dios matemático; están todas esas verdades, es el sitio de las verdades, y ésa es, si podemos decir “muerte de Dios”, otra muerte. Esto dicho así de frente parece que no tiene mucho sentido, pero no olvidéis que, no a las cosas, sino a nosotros humanos, se nos hace creer a cada uno en cada uno; a cada uno en cada uno, que eso es el Artículo de Fe primero de la Democracia, y en definitiva de cualquier régimen que sostiene la Realidad. Y creer que uno es uno, creer que uno es el que es, eso quiere decir Dios, porque eso de que el que es es el que es, es justamente el Ideal, lo de Dios, y cuando a uno se le aplica, uno efectivamente se está igualando, confundiendo, identificando, con Dios; hay una aparición aparentemente objetiva (“Él, el que es”), y otra subjetiva, “yo soy el que soy”, o “yo soy el que es”. Ya recordáis, porque no me puedo entretener mucho en esto, todas estas maravillas que en torno a “el Ser”, como dicen los filósofos, es decir, al hecho de que lo que es, es lo que es, se han desarrollado a lo largo de la Historia.
Hay una manera en que la primera persona (yo, único, irremplazable, insustituible, singular, siendo el que soy de verdad), se puede traspasar a la..............imaginación, o más bien mención, positiva, de Dios como el que es. Lo único que podéis, o que debéis, recordar en este momento sobre todo, para no volver sobre ello, es que aquí se está dando el conflicto entre la lengua común, el lenguaje de la calle, la lengua corriente, la lengua hablada (no escrita: hablada), y el lenguaje de las Escuelas, el lenguaje de la Religión, de la Filosofía, de la Ciencia. Un conflicto entre lo uno y lo otro, y ya sabéis que aquí, dándonos cuenta o no, hemos tomado partido: aquí tratamos de hablar en el lenguaje de la calle, en el lenguaje corriente, sin emplear ni términos ni sintaxis que sean propios de las jergas filosóficas, teológicas o científicas.
Pues a ese conflicto asistimos aquí, porque fijaos en que se diga........... Esto me lo ha recordado, para la versión francesa de la fórmula, una película, o más bien un peliculón enorme llamado “El gran silencio”, donde a un director alemán le dio por retratar a los monjes cartujos de un convento de los Alpes; de los Alpes franceses, ¿no?, hablan en francés. Bueno, muchas cosas se dicen ahí, pero está la fe en Dios, la dedicación de muchas vidas, hasta la vejez, y hasta uno de ellos dice “cuanto más me acerco a la muerte más me estoy acercando a Dios, y no puedo hacer otra cosa que alegrarme, sentirme feliz, feliz de todo eso”. Pues la fórmula francesa, al recordar la película, no es la de “yo soy el que soy”, como a veces desde la vulgata se traducía lo que Dios le dijo a Moisés, sino “je suis qui est”. Lo importante es el salto de la primera a la tercera persona: “yo soy quien es”. Fijaos bien en este salto. A primera vista supongo que, por poco interés que tengáis por estas formulaciones, os habrá parecido muy hermoso y sugerente lo de traducir así, formular de esa manera: “soy el que es”. Para quitárnoslo de en medio es para lo que hace falta recordar la diferencia entre las dos capas de lenguas en que nos movemos. A ver quién de vosotros me dice, de los que me habéis acompañao, cómo es que esa fórmula “yo soy el que es”, no pertenece a la lengua de verdad, a la lengua corriente.
-Eso es fácil, porque “yo soy lo que sea”, eso es de la lengua corriente, pero si luego dices “el que es”, ahí falta “el que es, ¿qué?”.
A-Así de sencillo, efectivamente, como dice Ana: el empleo de la cópula “es” como si fuera un verbo que está diciendo algo, eso no es más que teológico y filosófico, eso no pertenece a la lengua corriente, eso no se da nunca hablando corrientemente: a nadie se le ocurre decir “el mármol es”, o “las gallinas son”; eso hablando no se dice, eso solo lo hacen los teólogos y filósofos, es decir, jergas ya al servicio justamente del sostén de la Fe, del sostén de Dios, de las que aquí desconfiamos. Para que eso pasara al lenguaje corriente, ¿cómo habría que decir?
-.........................
A-Para que eso de “soy quien es”, que no pertenece al lenguaje corriente, pudiera pasar, ¿qué tendría que decir Dios?
-“Yo soy quien soy”.
A-No, pero eso ya es cambiar, es perder la gracia de la frase, que consistía en el salto de primera a tercera. Cabe dar el salto en lenguaje corriente. ¿Cómo se da?
-“Yo soy el que es todo”, o “el que es todas las cosas”, por ejemplo.
A-Hay una mejor manera.
-“Yo soy el que dice que soy el que soy”.
-“Yo soy el que soy de verdad”.”
A-¡Mejor, más sencillo!
-“Yo soy único”.
A-“Yo soy quien es”, no es del lenguaje de verdad, no es de la lengua de verdad. ¿Cómo habría que decirlo manteniendo el salto de primera a tercera?
-“Yo soy yo”.
A-No, no, manteniendo el salto de primera a tercera, ahí te has quedado solo con la primera. Manteniendo el salto de primera persona (digamos la aparición subjetiva), a tercera persona (digamos la objetiva), que era la gracia de la frase, el “je suis qui est”, “yo soy quien es”, ¿cómo lo podemos mantener?
-“Yo soy Él”.
A-Sí, “yo soy Él”, o “yo soy Ella”, puede decirse, pero no es nada de eso lo que se estaba diciendo.
-“Yo soy aquel que es”.
A-Sigues empleando “es” a lo filósofo, y cuando se emplea la cópula como si fuera un verbo estamos metiéndonos en Filosofía, o sea, dentro de la Iglesia.
-“Yo soy el que es el que lo dice”.
A-Es más sencillo.
-“Yo soy el que es de verdad”.
A-No, “es de verdad” es Filosofía.
-“Yo soy el que habla”.
A-No, eso sería (fallar) mucho.
-“Yo soy el que es el que es”, cerrando la predicación.
A-Esactamente, no es tan difícil, ¿eh?: “yo soy quien es el que es”. Esto es, aunque parezca mentira, de la lengua vulgar y corriente, esto no es Filosofía: “yo soy quien es el que es”. Hemos conseguido decirlo en lengua corriente: “yo soy el que es el que es”, es decir, tan sencillo como cuando se dice “yo soy el que voy a comer con tu tío todos los jueves”, con ese salto de primera a tercera, o “yo soy el que todas las mañanas voy a cazar percebes”. “El que caza”, “el que come”: normal, lengua corriente; de manera que de la misma manera “yo soy el que es el que es”, “yo soy quien es el que es”.
-Es redundando un poco, ¿no?
A-No, no, “-quien es el que es” es la manera en que en lengua vulgar se puede decir ese ideal del ser de verdad: “el que es el que es”. Ése es Dios, y ése, si me descuido, soy yo, primera persona y tercera persona; que era por lo que os lo traía a cuento, “yo soy quien es el que es”. “Quien es el que es” parece que no da mucha noticia, es una tautología, da menos noticia que “yo soy el que pesco percebes”; parece que “yo soy el que pesca percebes”, pasando a la tercera, da más noticia que “yo soy quien es el que es”, pero por lo menos no se le puede reprochar de jerga filosófica, está dicho en lengua corriente.
-En las cartas antes se ponía “Fulanito, que lo es”.
A-Sí, eso es un salto a la tercera. No se ajuntaban directamente el “yo” con el “es”. ¡Pero venga, alguna oscuridad que quede, porque si no ()! Parece que algunos estáis demasiao perplejos. A ver.
-Pero “yo soy el que soy” también es del lenguaje corriente, ¿no?; eso se podría decir, y en cambio “yo soy el que soy el que soy”, no, eso es muy raro.
A-Sí, sí, también es del lenguaje corriente: “yo soy el que pesco percebes”, “yo soy el que pesca percebes”, alternativas. Lo que os estaba proponiendo aquí era mantener la gracia de esa fórmula de los monjes de “je suis qui est”, con el salto de primera a tercera.
-Lo que pasa es que ahí hay como un desequilibrio, porque en “yo soy el que como percebes”, yo soy el que come percebes, pero en “yo soy el que soy” parece que lo que le corresponde es “yo soy el que es”.
A-Eso, y como “es” no es “comer percebes”, como no es ningún verbo, hay que aclararlo diciendo “yo soy quien es el que es”.
-Y entonces ¿por qué en la primera no hay que aclararlo y en la tercera sí?
A-No, si en la primera está aclarao: “yo soy”.
-No, en “yo soy el que soy”, y ahí no habría que añadir, no habría que decir “yo soy el que soy..........”
A-Eso es del lenguaje vulgar, sí, ésa es la traducción de la vulgata, y que ha pasao muchos siglos como si fuera lo que valiera para las palabras de Jehová a Moisés, y ésa no es de jerga filosófica, “yo soy el que soy”, porque eso es lo que cualquiera puede decir de sí mismo con más o menos arrebato, “¡yo soy el que soy!”, más o menos al estilo de, como dice Don Quijote, ......No me acuerdo muy bien de cuál es lo que dice Don Quijote.
-Dice “yo sé quien soy”.
A-¿Estás segura?
-Creo que sí.
A-Bueno, mejor, porque no estaba muy seguro en este momento, pero es lo que dice Don Quijote, y cualquiera, con más o menos arrebato, puede decir “¡yo soy el que soy!”. Algún lógico le podría decir “hombre, no está diciendo nada, está diciendo tautología”: “¡déjeme usté de tonterías, que yo estoy hablando en lengua corriente, y por tanto algo estoy diciendo!”.
-Pero la gente dice “yo soy como soy”.
A-Eso ya es otra cosa.
-¿Pero a qué se debe esa falta de correspondencia, que para decirlo en tercera persona haya que repetir el verbo ser otra vez?
A-Pues porque si no te quedas con “es”, como has visto (“je suis qui est”), y eso no es de lengua.
-¿Y por qué sí lo es “yo soy quien soy”?
A-Porque “yo soy quien soy” es completo: tienes un sujeto, que es “yo”, tienes un predicado “el que soy”, que alguien te podrá decir que son lo mismo, pero que evidentemente no lo son, y eso es Gramática corriente, porque con la otra te quedas con la cópula al final.
-Y con la de primera persona también. O sea, la cópula aparece dos veces, “yo soy el que soy”.
A-En “yo soy el que soy”, la cópula “soy” primera cobra un sentido con la de relativo “el que soy”: “soy el que soy”. El sujeto es “yo”, espreso o no espreso, y el predicado es “el que soy”; el predicado del “soy” es “el que soy”.
-Claro, lo mismo ocurre en tercera persona “yo soy el que es”: sujeto “yo”, y predicado “el que es”.
A-No, “yo soy el que soy” tiene un predicado “el que soy” que se aplica, por medio de la cópula “soy”, a mí que lo estoy diciendo en lengua corriente. Para que eso se de en lengua corriente con el salto a tercera no te queda más remedio que completarlo de esa manera, “soy quien es...”, y todo lo que va a venir va a ser el predicado de mi que lo estoy diciendo, pero no se puede decir “es”, porque no se dice “el mármol es”, “las gallinas son”; tienes que completarlo pasando a tercera lo que en la otra frase que sacabas se dice en primera, lo mismo: “yo soy quien es el que es”. ¡Más oscuridades, por favor!
-¿Y por qué hay que mantener el salto de primera a tercera? Es que no lo entiendo.
A-La frase de Moisés en el éxodo es efectivamente un poco difícil, porque están diciendo algo como “`ehyéh, `sher `ehyéh”, donde el término hebreo tiene como un índice de primera persona que es lo que hacía que en latín, al traducir la Biblia, se dijera “ego sum qui sum”; pero evidentemente eso no responde a la virtud que tiene el término hebreo, que es algo como un “hay” confundido con “es”, y por tanto este truco de la fórmula francesa “je suis qui est” tiene su sentido, trata de acercarse más a lo que Dios le dijo a Moisés.........para que se lo dijera a sus paisanos, y cuando le preguntaran “¿y quién te lo ha dicho?”, les dijera: “me lo ha dicho quien es el que es”, y entonces ya podría responder “quien es el que es”, ahí ya no podría responder “me lo ha dicho soy el que soy”. En la traducción de la Biblia falla todo, porque tendría que responder “me lo ha dicho quien es el que es”. Bueno, no voy ahora a detenerme mas recordándoos que esto tiene su versión....
-Pero si uno dice “yo soy el que soy”, y otro pregunta “¿qué ha dicho?”, “ha dicho que él es el que es”, se podría, ¿no?
A-Sí, eso es castellano, lengua vulgar corriente.
-O sea, que aquí el “es” se queda en final de frase sin ningún problema. Si preguntan qué ha dicho, “él ha dicho que él es el que es”.
A-Que es el que es, y ahí la cópula no queda colgada, está perfectamente bien.
-Solo queda colgada en “yo soy el que es”; en “él es el que es”, no, y en “yo soy el que soy”, tampoco.
A-“Yo soy el que soy”, lo mismo que “me ha dicho que él es el que es”, son castellano corriente y moliente, no tienen nada de ingerencia de jerga. No voy a pararme más en recordar, como algunos han hecho conmigo, la correspondencia que esto tiene con la versión al contrario en el poema de Parménides, cuando la diosa emplea justamente a lo filósofo la cópula “ésti” también para decir la verdad, como en el otro caso de............. Emplea la cópula “ésti” como si fuera un verbo, y es la primera vez que esto se hace, este engaño, y nosotros generalmente para poder entender esto glosamos ese “es” diciendo “es lo que es”, o, completando en sujeto y predicado, “lo que es lo que es, es lo que es lo que es”; eso es la fórmula más cerrada, y de alguna manera más clara. O con masculino: “el que es quien es, es el que es quien es”. ¿Qué pasa?
-¿Podría decirse que “quién” es más amplio lo que informa, y varios “los qué” son la totalidad del “quién”?
A-No, no, vale dicho en neutro, y vale dicho en masculino.
-O sea, “quién” es como “todo”, como la totalidad, mientras que..............
A-No, no, eso es el relativo, hija, es simplemente el pronombre relativo; “el que”, o “quien”, dos formas del pronombre relativo. “Quién” se suele reservar en español para personas, mientras que lo demás, “el que” y “lo que”, se usa para cosas y para personas indiferentemente.
No me quería detener más en esto, porque esto os lo traía para la cuestión de Dios y Yo. No habréis perdido el hilo, espero, en este rato: estábamos hablando de la muerte, habíamos hablado de una muerte del irse muriendo ahora, un AHORA inconcebible, que desde luego no es a la que se le tiene miedo, porque no tiene sentido aplicarle a eso miedo. Y ahora, si yo me tomo como Dios y yo llego a esto a lo que el Poder me incita, que es a creer que soy el que soy, o sea, que soy quien es el que es, entonces la muerte, como para Dios dicho en tercera persona, simplemente es impertinente, inconcebible, imposible. No sé si esto os suena sin más: si yo soy el que soy, lo mismo que si Dios es el que es, la muerte es incompatible con eso, inconcebible, imposible. ¿Sí, o no?
-..........................
A-Por tanto, como os decía en la última sesión al terminar, a ésa tampoco se le tiene miedo, porque es mucho peor que miedo lo que se le tiene: a ésa no se le tiene miedo, ésa es la amenaza del descubrimiento de que “me he vendido a un Dios mentiroso”, de que “me he vendido a una Fe que pretendía sostenerme en ser el que soy, y luego naturalmente me encuentro con que esa Fe estaba vacía”. Eso es tan tremendo que no se le puede tener miedo, sino mucho más. Os saco estas dos muertes para que ahora, supongo, se entienda lo que pasa por en medio: la muerte que anda por en medio, de la que hemos dicho que el Capital y el Estado son Administración de Muerte, es así, es a la que se le tiene miedo; o en el caso de nuestros monjes de los Alpes se le tiene espectativa felicísima, da igual, pero es futura: ésa es la que va a venir, la que nunca está aquí, y los que me habéis seguido saben que la Realidad toda empieza por ser justamente Futuro, lo que no hay, y que se costruye, se establece, por una especie de casamiento (forzado, desde luego, pero en ése estamos), entre la Fe de lo Alto, el creer que las cosas son lo que son, sin más, que yo soy el que soy, etc., y lo que está sucediendo por debajo, que es que nos estamos muriendo ahora, sin darnos cuenta y sin saber. Un casamiento entre esas dos cosas, que es un casamiento no voy a decir imposible, sino solo eso, forzado, pero es en ese casamiento forzado en lo que consiste la Realidad. No sé si me seguís en esto, y si no decídmelo ahora, antes de que siga.
-Es que hay como un paralelo cuando se dice “yo soy el que soy” con la otra formulación de “ahora es siempre”, porque cada vez que las Escrituras usan el término ‘ahora’ siempre añaden “ahora y siempre”, porque se supone que el AHORA no deja de ser AHORA infinitamente, sino que entonces el problema es que eso puede ser convivible al mismo tiempo con un AHORA infinito...............
A-Yo entiendo que lo de ‘infinitamente’ quiere decir para ti lo mismo que ‘siempre’.
-Sin fin, ahora y siempre.
A-Y quiere decir lo mismo que ‘siempre’.
-No eterno, sino sin fin.
A-¡Ah bueno! Y entonces, ¿para qué lo sacas?
-Es que no encuentro contradicción.
A-¿Y para qué sacas el “siempre”? Bueno, para no detenernos más en esto, porque no creo que haga falta, efectivamente lo que hace inconcebible, sin sentido, la muerte de Dios, es lo que positivamente se espresa como “Eternidad”, “Tiempo Todo”. Si uno se cree esto de Dios, y pasa a creérselo de sí mismo, su muerte es absolutamente inconcebible. Por el otro lado la muerte de irnos muriendo ahora (AHORA, que es justamente lo contrario de “siempre”), eso es lo que ni se sabe, porque está pasando y ni se sabe, y lo que por tanto tampoco tiene nada de miedo. Insisto: todo esto para que en el medio quede claramente establecida la muerte real, que es la futura; que es la futura, y de la que el Estado y el Capital no voy a decir que viven, pero existen: existen, y se imponen a cada paso. Administración de Muerte. Era para aclarar de qué muerte era la administración; todo era para aclarar eso.
-Pero parece que se confía en que ese AHORA sea una repetición sin fin.
A-“El Ahora”, no es AHORA. Y AHORA no puede ser una repetición sin fin, porque ya ha pasado; cuando has dicho “es una repetición sin fin”, ya no está, ya AHORA no está.
-Sí, pero vamos a ver, la cuestión lingüística de cuando uno dice eso oralmente, está pasando un tiempo, el tiempo que estoy diciéndolo, y eso es tiempo real quieras o no.
A-Eso es “el Ahora”, que no es AHORA. Cuando has dicho AHORA, ya respecto a eso no puedes decir nada, porque AHORA no se sabe, ni se cuenta, ni nada, hay que convertirlo en “El Ahora”; y eso me da pie para volver a la cuestión de Dios y Yo.
De manera que una vez establecida cuál es la muerte que Estado y Capital administran, está bien que veamos en esto, volvamos a lo de “Yo no soy yo”. Desde luego, que “El Yo no es yo, porque yo no soy El Yo”, esto es una de las contrafórmulas con las que nos hemos debatido, de manera que mientras Yo, Dios, siendo de verdad el que soy, es inconcebible que tenga muerte ninguna, por otra parte yo, como las cosas, que estoy pasando tan inconteniblemente como el AHORA (a cada paso que se dice AHORA deja de serlo, a cada paso que se dice “yo” deja de serlo), ése tiene también una muerte inasible; tan verdadera si queréis, porque no se sabe, porque no se la puede coger, porque es ahora mismo. Mientras que en cambio en el medio, en la Realidad, está la muerte siempre-futura, que es la que se puede administrar y se administra. Ésa era la cuestión.
-Pero ese ir muriendo que es ir viviendo ahora, de eso no tiene sentido decir ni que empieza ni que termina, simplemente hay que decir eso, que es un ir viviendo.....
A-Por decirlo un poco en tres palabras, es la verdad de lo desconocido, la verdad que consiste en que hay algo que no puede saberse, que no puede conocerse; y la aparición más inmediata es AHORA; o también “yo”, pero AHORA, yo, son apariciones inmediatas de lo que es tan verdadero que no puede conocerse ni saberse.
-Y de estas tres muertes de las que hablamos, la muerte futura y las otras dos, cuando hablamos de la muerte del otro, ¿cuál de las tres es esa muerte?
A-Lo mismo, puede haber la misma confusión que para la mía de otras maneras distintas.
-Cuando decimos “éste ha muerto”, ¿qué muerte es la que ha ocurrido ahí?
A-Generalmente desde luego, lo mismo que yo a mí mismo me trato como si fuera Fulanito de Tal, es decir, un ser real, y que por tanto tiene Futuro, que por tanto sabe qué futuro tiene más o menos, que por tanto dispone de su testamento, lo mismo que yo me trato así, generalmente a los prójimos también se les trata así, como meros entes reales. Ahora, de vez en cuando naturalmente uno se queda descubriendo que El Yo no soy yo, que yo no es ése real, no es el de mi Nombre Propio; se encuentra uno que vive, que existe, en un engaño perpetuo, en una fe; en una fe que tiene que ser fe, y que en cualquier momento se desmorona. Y respecto a las muertes de los otros también a veces sucede eso que os contaba el otro día de que viendo los montes perderse a lo lejos, o viendo la maravilla de la luna, aunque con mis ojos muy resquebrajada, se acuerda uno de repente de uno de los muertos, de los que le han adelantado a uno en eso de la muerte futura, (“le han adelantado en la muerte futura”, fijaros bien en la condición comercial), y entonces se queda uno, porque no piensa de él como alguien real, se dice “¡te han privado de todo esto! ¡Llevas tantos años que ya no puedes ver ni esos montes, ni esa luna! ¿Te han privado de todo esto?”. Una cosa que con respecto al muerto real nadie dice ni tiene sentido, pero que a uno le puede de vez en cuando venir.
-Pues yo justamente cuando hiciste el otro día esa enunciación de ver la luna y los montes y acordarte del Ferrán, o algo así, lo primero que pensé es en una contradicción, porque yo decía que realmente en esa situación el muerto no ha muerto, porque no se ha llevado con él la Realidad, sino que unos ojos que tampoco son los tuyos y los míos están viendo aquello, y por lo tanto el otro no ha muerto, está aquí.
A-Gracias Isabel por el esfuerzo, pero no creo que hayas contribuido a aclarar la manera en que yo lo he dicho, y quiero volver a la manera en que a mí me ha sucedido y en que yo lo he dicho.
-Pero es que entonces le estás realizando al muerto, al privarle de lo que no está viendo.
A-No trates de filosofar. No tiene sentido, y estaba diciendo que a veces no se le trata tampoco a él como a un muerto real simplemente, que es lo que se hace de ordinario, que se le cuenta, se le conmemora, se le pone en lápidas y todo lo que sea. Eso es lo corriente, pero de vez en cuando, lo mismo que respecto a uno mismo, viene algo que hace no tratarlo como un yo real, y decir un absurdo como ése de “de todo esto te han privado”.
-Pero yo creo que se le echa de menos.
A-No, no, es un absurdo; es un absurdo, una contradicción con la realidad corriente, en que al prójimo y a mí nos tratamos como entes reales. La virtud que tiene es lo que tiene de cuestión o de esclamación absurda, y hay que conservárselo; haaay que conservárselo. ¿Qué más?
-¿Podría decirse que yo no soy el que soy?
A-Sí, sí, se puede decir “yo no soy el que soy”.
-Existe en el AHORA.
A-No, existir es lo mismo que realidad.
-¿Y AHORA es igual que cuando yo no soy el que soy?
A-“AHORA es cuando yo no soy el que soy”, sí, se puede decir, lo mismo que “cuando AHORA no es El Ahora, no es ningún momento, yo efectivamente no soy el que soy: soy yo, que no es eso”.
-O “yo no soy el que soy cuando es El Ahora”.
A-Sí, pero no se pueden decir esas cosas tan complicadas, hombre, simplemente que lo mismo que AHORA no es El Ahora, yo al mismo tiempo, por así decir, no soy YO. ¡Venga, alguna cosa que nos ayude en dudas!
-Cuando hay una buena manera de nombrar a Dios, tanto en los poemas de Unamuno como en Simone Weil, lo que se hace es contraponer a ese Dios de lo conocido o existente con lo desconocido, Dios como lo desconocido, y ese contrapunto está ahí.
A-Desde luego ya sabéis que efectivamente, hasta eso: padres nuestros muy cercanos se empeñaban todavía en emplear la palabra “Dios” en un buen sentido. Yo desde luego me he desanimao de eso, y tal como os lo presento aquí, me parece que se equivocaban. Unamuno lo hace en el soneto que os cité poniéndolo en boca de un monje, como los de la película más o menos, un monje cisterciense en el convento de Moreruela en el siglo doce por ejemplo, o una cosa así, y no emplea directamente una primera persona. Y efectivamente lo de Machado ya lo hemos recordado aquí, y no hay por qué repetirse tanto: es el invento que pone (tampoco él directamente, sino a través de Abel Martín), el invento de un Dios del revés, un Dios que crea la nada. También lo hemos criticado, hemos dicho que nada y todo es lo mismo, que no cambiaríamos nada esencial en Dios. Sí.
-¿Y no va a ser que decir Dios y decir muerte, muerte con su significado, que es el que es, va a ser lo mismo, porque si son incompatibles, porque Dios no entiende de muerte, a lo mejor es porque es la muerte Él? Quiero decir que Dios es la muerte, que lo que reina o algo así.........
A-Bueno, lo que pasa con Dios es que es el que es. De las tres cosas que yo he sacado aquí bajo el nombre de Muerte, significado solo tiene una, la del medio; a las otras les damos vueltas, aludimos a ellas, pero significado no tiene más que el de la muerte del medio, la real, que es futura, que nunca está aquí, y ésa es la que tiene significado; lo otro, las otras dos cosas, por Arriba o por abajo, se salen de significado, dejan de ser cualquier cosa que realmente se pudiera llamar muerte.
Hay que aclarar una cosa, volver también sobre ella: ¿qué es lo que no nos deja vivir? Podemos citarlo, podemos decir “¡aquel murmullo de los chopos en el valle, aquella sorpresa al salir a la era del pueblo de ver las hojitas moradas de las despedidas de verano surgiendo de la hierba!, y ¿por qué no disfrutamos prácticamente nunca de nada de estas cosas tan hermosas?”. Eso es lo que quiere decir “¿qué es lo que no nos deja vivir?”. Estoy haciendo costar la situación normal, real, mayoritaria, con todas las escepciones. ¿Qué es lo que no nos deja normalmente vivir? ¿Qué es lo que nos quita de sentir, ante cosas como las que he citado, eso? Esto es el saber; es el saber, el significado. Para disfrutar de eso tendríamos que no tener ni los nombres, ni saber nada de nada, sino que le pudiera coger a uno por sorpresa, lo cual quiere decir también al mismo tiempo un gran desprendimiento por parte del que lo sintiera.
-Pero mira por donde la flor del otoño ésa que no tiene tallo y nace directamente entre las piedras.............
A-“Las despedidas de verano”, que llaman en mi tierra, lo acabo de citar.
-Y en Francia en el foclore popular le cantan los niños, jugando con el nombre, y se lo pasan de puta madre.
A-Sí señor, y hay maravillas, que podéis ver hasta en la tele, hay maravillas de disfrutes de la Realidad, de botánicas y de zoologías y de toda clase de felicidades, pero todos sabéis conmigo que es mentira; todos sabéis conmigo que es mentira, que son cosas de la televisión: en la normalidad ni nos dejan sentir, ni nos dejan oler, ni nos dejan palpar, porque para eso se está oponiendo el saber; el saber los que son, los nombres, la existencia, la condena a la existencia de todo eso. Pues es lo que quería aclarar. Esto no es de por sí específicamente humano, es decir, no es la condena propia de este tipo de cosas que somos, también podemos reconocerlo, echando una mirada por ahí, en los animales y en las plantas: es la Ley de la Existencia, que se opone al simplemente vivir sin darse cuenta. Podemos sin miedo suponer que saliendo al valle el zorro no ve ni mucho menos lo que hay: está viendo, bien circuscrito según sus necesidades de busca de presa, lo que necesita ver. No hace falta pensar muy mal de los animales ni saber mucho para reconocer esto, reconocer en ellos también cómo efectivamente la Ley de la Existencia, es decir, la lucha por seguir siendo, aunque no se consiga del todo, que a un zorro le afecta como a nosotros, hace que también su percepción y su disfrute esté severamente limitado en general. Tenemos también que suponer que, como a nosotros, alguna vez, por casualidad, al zorro le puede fallar la conciencia de lo que anda buscando, la necesidad de su presa, y sentir algo, pero la norma es la norma. Una enredadera que vemos trepar por un muro anda desde luego tanteando a la busca de sitios en que apoyar sus zarcillos y seguir trepando: Ley de la Existencia. De manera que también las posibilidades que una enredadera tenga para simplemente sentir algo están severamente limitadas. De manera que lo que he llamado saber entre nosotros no es más que el caso correspondiente de la Ley de la Existencia, no en la manera en que se le presenta a un zorro o a una enredadera, sino de la manera en que se nos presenta a nosotros, de manera que esto es común a los otros y a nosotros, es la Ley de la Existencia. ¿Para qué coños tenemos que saber nosotros? Pues lo mismo que el zorro, lo mismo que la enredadera: tenemos que saber porque tenemos que tener un futuro, porque tenemos que existir, porque tenemos que procurar por nuestra vida, y es desde luego este saber el que nos impide sentir ni disfrutar de nada.
-Pero yo creo que la enredadera y el zorro, como no necesitan saber, se limitan a su propio territorio, y pueden estar más libres en la naturaleza que nosotros con el maldito saber.
A-Pues no sé por qué. No, no está libre, está muy condenada a eso, y eso uno lo ve por todas partes; y no digamos ya el zorro y la enredadera: las leyes astronómicas, las leyes de los astros son también un testimonio de lo mismo: hay una ley, que es la Ley de la Existencia, y lo que os decía es que la manera que nos toca a nosotros es ésa del saber lo futuro, de manera que sólo es la exageración lo que lleva la Ley de la Existencia o de la Subsistencia al estremo de saber la muerte, que es el origen de todas las ideas. Esto es lo específico, de manera que tenemos en común que todo esto se debe a lo costitutivo de la Realidad, lo que llamamos Ley de la Existencia.
-Pero la existencia, parece que solo nosotros nos damos cuenta de esa palabra, que nosotros la traducimos en muerte, pero el zorro y la enredadera no tienen ese lío.
A-A existir están condenados cualesquiera de los entes que llamamos reales, nosotros entre ellos, y esta condena consiste en esto de tener que luchar por progresar, por subsistir, por defenderse, por sostenerse. Esto es común, esto es de cualesquiera cosas que formen parte de la Realidad; nuestra manera es simplemente una manera exagerada, que llega hasta ese estremo de saber la muerte, cosa que efectivamente ni al zorro ni a la enredadera ni a la luna le podemos atribuir honradamente, eso no. De manera que eso es lo que quería aclarar, qué es lo que hay de condición de la Realidad o existencia misma, que abarca a cualesquiera cosas que se hagan reales, que se hayan hecho reales y que tengan que luchar por subsistir y seguir siendo lo que son; y luego está nuestra exageración hasta el fin, que da en el saber la muerte. Sí.
-Pero cuando el zorro está en eso de la subsistencia, por ejemplo intentando cazar o lo que sea, ¿no cabe también la posibilidad de que haciendo eso también sienta eso que está haciendo, y lo sienta vivamente? Aunque no sienta digamos lo que hay, todo, pero lo que le toca en ese momento lo sentirá, lo que le toca vivir, ¿no?
A-Algo sentirá, pero la existencia es muy poderosa, es como el Estado y el Capital, y no puede uno hacerse demasiadas ilusiones, porque entonces llegaríamos a creernos que nosotros también, aunque costituídos bajo Estado y Capital, también, a pesar de cumplir con nuestras funciones de ir al Banco y hacer un bodorrio y eso, mientras lo hacemos también podemos sentir algo. ¿Qué te parece?
-Pero es que me parece que también es una ley lo de que se separe por un lado trabajo, por otro lado diversión, y que podría haber una tercera cosa que fuera a la vez hacer y sentir lo que se hace, a la vez lo que toque hacer, por ejemplo para sobrevivir (cazar, comer, o lo que sea, o enredarse donde haga falta enredarse para no caerse), que eso podría sentirse y disfrutarse y ser las dos cosas a la vez.
A-No suena muy convincente.
-Vamos, que sea un hacer que no requiera un saber de sí mismo.
A-Por ese camino vendríamos a dar en lo que te he dicho, que es lo que el Poder nos manda creer: que la felicidad es compatible con la obediencia al Orden, con el puesto en la Sociedad, con el Matrimonio, y con todo el............
-Pero es que yo eso lo digo en el sentido de que no me parece que el zorro esté obedeciendo, vamos, que es algo que le pasa, eso de tener que cazar, que le viene de algo hondo, que le viene de abajo y no de Arriba. Ésa es la impresión que me da.
A-Pero a nosotros también es algo que nos pasa en la Realidad; lo que nos pasa es eso, y luego nos queda, como al zorro, lo que todavía no está sometido del todo, que es lo que quieres sugerir; pero no se puede uno confiar en eso y desdeñar el gran poder de la Realidad, del Estado y el Capital, porque si no, podemos llegar a una armonía, a una componenda, que no tiene sentido.
-A mí me parece al revés, que lo que hace la enredadera es lo que está verdaderamente reñido con el Capital, una especie de inteligencia que hay en las cosas que es con la que acaba precisamente el Capital, con la inteligencia de las cosas y de los hombres para vivir y para manejarse entre sí.
A-Sí, sí, desde luego, la Ley de la Existencia se manifiesta allí como mera Ley de la Existencia, y ya he dicho que lo específico nuestro es llegar, por la exageración, a la fe en el Futuro o en la muerte misma, y no es por tanto directamente comparable, ¿no? Pero no puede uno fiarse, porque, como el padre le dice a su hijo, la Realidad es la Realidad, las cosas son las cosas, y por tanto para admitir que se pueda sentir algo (nosotros, la enredadera, el zorro, o la luna), hay que contar con que simplemente hay fallos, hay roturas, hay descuidos, y que solo son los fallos, las roturas y los descuidos los que de verdad pueden dar algo de sentimiento. Sí.
-Pues aunque sea muy pesada, Agustín, que lo soy, yo creo que esos huecos y esas aperturas no existen ni en la enredadera ni en el zorro: somos nosotros los que estamos tan cerraos que no dejamos que nunca se escape nada.
A-No, no hay por qué; efectivamente tenemos que reconocer.......... que la condena de las cosas a hacerse reales no es humana, no es específicamente humana, es mucho más que humana; nosotros mismos hemos venido a reconocernos, en contra de todo Humanismo, como una clase cualquiera de cosas, y lo mismo que nosotros, el resto de las cosas están condenados a la Realidad. Las cosas no se presentan como meras cosas que ruedan insensibles, continuas, se presentan como cosas ya costituídas; y luego venimos este tipo de cosas que somos y llevamos eso al estremo con la significación, y con el Futuro, y con el saber la muerte. ¿Qué más?
-Pues que estaba respecto a eso acordándome del prólogo de Rafael Sánchez Ferlosio a lo de los niños salvajes, lo de Víctor del Aveyron, y justamente él achaca la infinitud de posibilidades o de competencias con que eso que llamamos humano aparece al mundo, entre otras cosas por la capacidad de adquirir un lenguaje, o de entrar en el lenguaje, es lo que hace que no pueda producirse en él esa limpieza del aprendizaje de ciertas cosas, como es el imitar el aullido del lobo, o el caminar del hombre, que depende del entorno real en el que ha sido istalado, y esa superioridad que tiene respecto a otros seres o a otras costituciones, que no asumen al pie de la letra que no es todo eso, sino que son muchas cosas los estímulos que le llegan, hacen que......
A-Te estás liando, al final te estás liando, déjalo. Lo primero que habías recordado estaba bien.
-No, pero quiero decir que eso es importante el tenerlo en cuenta, que es un hecho cualitativo, no cuantitativo.
A-Sí, respecto a lo que decíamos, ya recordáis que el niño éste del Aveyron que cuenta el profesor (I), que lo recogió y escribió sus memorias de aprendizaje, no consistía simplemente en que siendo niño de por lo menos siete u ocho años, o tal vez más, no sabía andar a lo humano ni se le podía enseñar a andar a lo humano, sino en algo positivo (se había criado entre lobos y había aprendido a andar y a correr como los lobos, y ése era un aprendizaje positivo del que costaba mucho desprenderse), como ejemplo de lo que estoy diciendo: que lo que no nos deja vivir, por vueltas que le deis, son el saber, las ideas, lo que no nos deja vivir a los humanos; el saber, las ideas, pero aclarando eso de que de todas formas cualesquiera cosas están condenadas a intentar ser lo que son y subsistir; eso es común. A ver.
-Pero ante todo esto de lo que no nos deja vivir, el saber y tal, yo creo que es un gran bagaje el del saber, porque sabemos que existieron los simios hace cuarenta millones de años, y sabemos que hace quinientos millones de años nos dicen los paleontólogos que salió una forma de vida del agua a la tierra; sabemos que hace cuatro mil millones del años se creo el sol; sabemos que hace quince mil millones de años...............
A-Bueno, venga, ¿y qué?
-.....escribe toda una Historia de la creación (Estifen Jaukin), y sabemos toda la evolución gracias a gente como Darwin...........
A-Bueno, que ya te estás pasando. ¿Y qué tiene que ver eso con la cuestión?
-Pues que es muy importante el saber, y el poner nombres, pues eso es lo que nos ha hecho llegar hasta aquí, y si no, nosotros no estaríamos aquí.
A-¿Y eso es lo que nos hace felices? ¿Lo que nos permite sentir?
-Yo no digo que nos haga felices o no, yo no sé lo que siente el zorro ni lo que siente eso. Yo pienso que esos saberes son muy dignos y muy importantes.
A-Esos saberes, todos los que has citado, son de los que impiden sentir; y no solo sentir, sino que como tantas veces hemos visto atacando a físicos y a otras formas de científicos, impiden lo que llamamos sentido común; quienes matan no solo el sentimiento, sino el sentido común, son los saberes, y no otra cosa.
-¿Y el eureka del filósofo o del científico, o del poeta?
A-¿La alegría que le da?
-Ellos disfrutan cuando ven por primera vez algo que nadie había visto.
A-Eso son cosas de gente, de Arquímedes o del otro, que son monigotes. Sí.
-Que hablando de esto de las diferentes muertes, pues pese a que lo hemos razonado aquí muchas veces, y que más o menos se ha aclarado la cuestión de cómo hay que entender el morirse de una manera o de otra, luego la muerte real parece que se le agarra a uno muy fuerte en el alma, porque yo por ejemplo últimamente me he despertao del sueño aterrado por mi propia muerte, ésa que es la real, la que decimos que es futura, y pese a que se razona muchas veces y hasta uno cree que puede burlarse de ella porque cree haber entendido que es mentira, sin embargo debe haber algo reaccionario dentro de uno mismo que le impide, o que está en guerra con ello.
A-Algo simplemente real, aquello en que tu eres real, estás costituído como una cosa que pretende ser la que es. Ahora, ya he dicho que efectivamente ésa futura es la que da miedo, porque el Futuro es miedo, pero que a veces y en un sueño puede llegarse hasta a producir eso, llegar a ese estremo de que se te denuncie la mentira del “soy el que soy, como Dios”, para quien la muerte no solo no sería temible, sino que no tendría sentido ninguno. Sí.
-¿Es inevitable el terror o el miedo a esa muerte futura, o no?
A-No, gracias a que no estamos bien hechos del todo; si estuviéramos completamente sometidos a la Realidad, si fuéramos unos siervos perfectos del Estado y el Capital, entonces el miedo a la muerte futura sería tan inevitable como que sería costituyente. Gracias a que no somos del todo unos siervos perfectos del Estado y el Capital ni estamos nunca bien hechos del todo; gracias a eso por supuesto () mas que de la pesadez de la Mayoría, tener que aguantar esto de la muerte y del Futuro, porque es la mayoría de uno, pero no todo; no todo.
-Y al revés, si no hubiese en absoluto el miedo a la muerte futura, es decir, que solamente existiese ese ir muriendo que es ir viviendo, entonces no habría miedo en absoluto.
A-No digas “existir”: “si solo hubiera eso...........”.
-Si solo hubiera eso, entonces habría el vivir, que es un morir, ahora.
A-Bueno, habría lo que suponemos que se da (porque esto es específicamente humano, esta corrupción), lo que sentimos que se da en los otros seres o en las otras bestias que no saben la muerte futura. Habría eso, habría el ir viviendo condenados a la Ley de la Existencia, de vez en cuando descuidándonos de ella, o fallando.
Se ha hecho muy tarde, aparte de que yo estoy sudando. Tenemos que cortar. Yo os digo que no sé muy bien hasta cuando seré capaz de sostener esta gracia de venir a soltaros cosas como ésas y hacéroslas soltar por esas bocas, ni siquiera tampoco en lo que venía haciendo los jueves en la Puerta del Sol. Ahí tenéis el ejemplo de la Mayoría, por donde tiran también las rebeliones en cuanto la Fe se mantiene: tiran por donde se sabe, por donde quiere el Poder, por donde quiere la Televisión; y es muy desesperante, así que no respondo, claro, no quiero responder, acabo por encontrarme demasiao solo para tolerarme a mí mismo. Pero bueno, dentro de lo que se pueda decir, por si acaso........... Por si acaso.
-¿Pero no pides que te operen del prójimo? Pues será porque te encuentras muy acompañao. Dice “¡que me operen del prójimo!”.
A-Sí, me encuentro con que, por decirlo en tres palabras, hay por un lado los prójimos, los cuales no pueden quererle bien a uno nunca, ni padres, ni cónyuges, ni hijos, porque al que se le debe mucho no se le puede querer bien, esto es una Ley; y luego, en cuanto al Estado, al Capital, la Cultura y todo eso, no quiero decir cómo puede ser el cariño que le pueden tener a uno esas cosas en cuanto se desvía de eso. De manera que no quedáis más que unos cuantos de vosotros más o menos, tendré que irme contentando con eso.