27.08.2014

Tertulia Política número 298 (7 de Septiembre de 2011)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid

 

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TRANSCRIPCIÓN:
 
 
Perdonad el mucho retraso hoy, pero parece que había manifestaciones por ahí, o la policía se temía que las hubiera, y han cortao calles, de modo que hemos tenido que hacer un enorme rodeo para poder llegar hasta aquí; confiemos en que no se repita demasiado el trance.  De todas formas también esta aparición de estos inconvenientes (manifestaciones o temores de manifestación) entra dentro de la cuestión que estamos debatiendo, nos da también un ejemplo más, por si hacían falta.

Se trataba, se sigue tratando, de ver cómo acabar con el Hombre; cómo acabar con el Hombre, puesto que hemos reconocido que el Hombre, lo mismo que Dios, lo mismo que el Dinero, es de alguna manera el origen, o la causa, o la culpa, de todos los males de los que solemos quejarnos, buscándole generalmente la culpa o las culpas en sitios equivocados.  De manera que ¿cómo acabar con el Hombre?  Conviene aclarar, y ya el otro día lo hacíamos un poco, que no se trata de acabar con los hombres, ésas simpáticas criaturas que han venido a ocupar, gracias a su ingenio y demás, el globo éste de la Tierra, y que efectivamente pueden resultarnos más bien simpáticos, ingeniosos, sino acabar con el Hombre, que es otra cosa muy distinta: habíamos quedado en que cuando decimos “los hombres” hablamos simplemente de la realidad, de esta parte de la realidad que es la Sociedad de hombres, mientras que el Hombre se sitúa en las alturas, como Dios, como el Dinero, es decir, que no está dentro de la realidad, sino rigiendo la realidad de alguna manera desde Arriba, y naturalmente los hombres, nosotros, en cuanto reales, no podemos menos de participar de eso de el Hombre, al mismo tiempo que por debajo nos queda algo que es cosa.   Estábamos ya contraponiendo esto de las cosas que todavía no se han realizado (las cosas, entre las cuales estarían también nuestros antecesores, los antecesores de los hombres), las cosas, por lo bajo (contra el Humanismo decíamos “soy cosa, y nada de las cosas me es ajeno”), y luego por todo lo alto el Hombre, que es lo mismo que Dios, que es lo mismo que el Dinero.  Estamos metidos en la mitad.  Eso es lo que deseaba aclarar un poco ahora, y lo haré con vuestra ayuda también, con vuestras dudas, vuestras preguntas, vuestras incertidumbres, que es de lo que esta tertulia vive, de lo que nos queda de dudas, de incertidumbres. 

Resulta que estos días me he dao cuenta, con esto de que como uno como yo no tiene prácticamente nada que hacer en el mundo, como jubilado desde tiempos inmemoriales................  No tiene nada que hacer, y con la proximidad de la muerte anunciada, pues también; y entre no tener nada que hacer y eso de que a uno le queda poco, pues se desarrolla una especie de agudeza, que a ratos me sorprende, para la, no “observación”, sino simplemente para la percepción, el sentimiento de las cosas que lo rodean a uno, y que están también dentro de uno, o chocando con uno, y se las ve más claras, de bordes más nítidos, más precisos, con unos colores que antes no sospechaba, y de esa manera es como entiendo lo de que con esos motivos se desarrolla uno una percepción especialmente nítida, clara.  Y esto no solo se refiere al asombro de que tantas veces os han hablado acerca de las cosas llamadas naturales, las maravillas, las maravillas de plantas, flores, cielos, estrellas, animalitos, etc., sino también, y es lo que me sorprendía, ante las cosas llamadas artificiales: se encuentra uno medio tumbao y ve una puerta medio abierta, una puerta que es de color madera, pero que tiene un reborde verde, y forma un ángulo con el dintel y con la jamba, un ángulo que no tiene nada de particular, es un ángulo como otro cualquiera, y se queda uno diciendo “¡qué maravilla ese ángulo de la hoja de la puerta!”.  Con el dintel desfigurado por la perspectiva, pero para eso están los ángulos, para que sean distintos desde cada sitio que se los mira.   Y bueno, era por tanto una especie de maravilla de una cosa perfectamente artificial, es decir, de las fabricadas por nosotros, da lo mismo, os pongo ese ejemplo entre otros muchos.  O me quedo entre los dedos maravillado ante una pinza de colgar ropa, y me doy cuenta de la maravilla de mecánica y de ingenio que se encierra en una pinza de colgar ropa.  No sé si a alguno de vosotros que no estáis jubilaos y que no contáis la muerte como más cercana se os habrá dado esto de ver una pinza de ropa como hay que verla, ¿no?, pero todos la reconocéis en este momento muy bien, y os podéis quedar maravillados conmigo de cómo de una manera tan simple, con dos tablitas y un resorte, se puede llegar a producir ese ingenio mecánico, esa ingeniería en pequeño, y demás.

Bueno, os podría seguir contando, pero temo que tal vez no voy con esto a animaros a cada uno a que, sea como sea, participe de este asombro, de esta percepción especialmente nítida.  Si es así, pues acordaros de lo que os he dicho cuando os quedéis delante de una puerta o delante de una pinza, considerándola con el debido asombro.  Cosas hechas, “inventadas”, por los hombres, como se dice.  Al mismo tiempo nada de esto me priva del odio (al contrario: me lo exacerba), del odio por cualquier bloque de viviendas, cualquier bloque de nichos, es decir, para vivir lo más muertos posibles, que alrededor de los núcleos metropolitanos nos tienen organizados, el odio ante cualquier cadena de automóviles, y que tengan que seguir siendo más y más cada día, y producirse más y más, y todos al mismo sitio según los veo pasar, pero desde luego cada uno de ellos creyendo que él sabe a qué sitio va, que va a su sitio, a su destino, a su destino propio, ¿no?  Esto supongo que conmigo a muchos de vosotros os revienta; esto revienta, sigue siendo un motivo de odio pertinaz. 

Pero no solo eso: cuando considero por ejemplo las Artes y la Literatura que cae sobre nosotros, y que los Medios os trasmiten por un conducto o por el otro, a través de la Televisión o como sea, cuando considero la estupidez, la idiocia pertinaz que en letra de imprenta se ha venido reproduciendo desde los antiguos hasta nosotros, y que se sigue vendiendo, y pienso que cualquier niño que abriera uno de esos libros y que tuviera el alma en blanco por así decir, lo más blanco posible, se daría cuenta de esa estupidez, de esa idiocia, de que le están diciendo, no solo mentiras, sino mentiras justamente de este tipo de la estupidez, la fantasía; la fantasía para entretener al personal con la Literatura, con la Televisión, según el Progreso con medios cada vez más poderosos, para no decir nada, para evitar que se revele ningún secreto de todo esto que nos envuelve, sino al contrario, para hacer pasar el tiempo hasta la muerte contada, hasta la muerte anunciada, sin que pase nada, sin que nunca pase nada.  Todo esto, y veo las colas de clientes, algunos de ellos dispuestos a pagar, delante del Museo del Prado o delante de otro de los Grandes Museos que esta capital tiene.  Cola para ir a ver lo que no verán nunca, porque en un museo no se ve nunca nada; no se ve nunca nada, porque de alguna manera antes de entrar está ya como visto, y por tanto todo lo que os he contado acerca de el quicio de la puerta y de la pinza de colgar ropa está lejísimos, perdido: allí no va a suceder nada, se han tomado las precauciones de que no suceda nunca nada; os lo tienen ya de tal forma anunciado, con la propaganda, con los Medios que animan a que vayáis a verlo, lo tienen de tal manera anunciado, que es casi como el anuncio de la muerte misma, que es el origen de todas estas cosas, que no está aquí, pero que está remplazada por su anuncio, por su idea, y eso es lo que basta para hacer imposible la vida, el sentir, y todo lo demás.  Cuando se va a un sitio “a ver”, está casi garantizado que no se va a ver nada.  Tengo que decir “casi” porque nada en este mundo es perfecto, ni siquiera el museo Tísen o el Museo del Prado.  Nada es perfecto, algo se les puede escurrir, y puede suceder, por accidente, que a pesar de estar en un museo se vea y se sienta algo, pero se han tomado todas las precauciones para que no suceda, para que todos los que entren tengan ya visto todo, y por tanto no puedan ni ver ni sentir nada.

Os voy a hablar también de los viajes alrededor del Globo que esta raza se permite, y de las Agencias que los divulgan, que los promueven, que los hacen cada vez más baratos, que ponen el avión casi al alcance de cualquier pequeño funcionario, o incluso más abajo todavía, sobre todo si tiene unas vacaciones para aprovecharlas para eso, para justamente cumplir con lo que las Agencias mandan.  No se puede ir a ver Madagascar, ni ir a disfrutar de Río de Janeiro.  No se puede, está ya hecho; es decir, uno se va para comprobar que era verdad lo que decía la Televisión.  Está ahí Madagascar, está Río de Janeiro, ¡qué maravilla!, y naturalmente quien hace el viaje en esas condiciones, un viaje de mera comprobación, pues no está haciendo nada.  Como decíamos alguna vez “¡qué falta les hará a las pirámides de Egipto que vaya yo a verlas!”.  Pues sí, a las pirámides desde luego, en cuanto cosas, no les hace puñetera falta, pero al Capital sí, al Capital le hace mucha falta; a ése le hace mucha falta que vaya yo a verlas, y que por tanto ni pueda verlas ni palparlas ni sentirlas de ninguna manera.

Pero no quiero cansarme más, os he dado unas cuantas muestras del odio (y supongo que cualquiera de vosotros puede prolongar con otras muestras y otras más y más), en contradicción con la percepción renovada, maravillosa, de que antes os hablaba.  Bueno, pues ahí tenéis la muestra de cómo por un lado hay hombres, que como otros bichos cualesquiera se las arreglan, con ingenios, ocasionalmente con trampas, para subsistir sobre la Tierra, que es lo que llaman la lucha por la existencia, y lo hacen evidentemente bien, con mucho ingenio y con mucha paciencia, junto lo uno con lo otro, como si no contara el paso de los meses y los siglos con tal de conseguir esto; y al mismo tiempo está el Hombre, que es lo mismo que Dios.  Os estoy diciendo que las muestras de odio que os he proporcionado son justamente aquellas que no pueden esplicarse, justificarse, por ninguna verdadera utilidad, por ninguna utilidad sensible, porque de veras a la gente le puedan servir para algo (no digo a los banqueros ni a sus servidores: a la gente corriente no le puede servir para nada), y otras que sí, que a lo mejor todavía, desde los tiempos de antes de comenzar la Historia, responden a verdaderos deseos, a verdaderas búsquedas de algo bueno; búsquedas de algo bueno en este mundo.  Están mezclados, y en esta sesión nos estamos dedicando a ver con la mayor claridad cómo lo uno se mezcla con lo otro, y cómo tiene sentido que nosotros hombres, metidos en esta realidad, nos propongamos, como intento político fundamental, acabar con el Hombre; acabar con el Hombre, no volver nunca sobre eso; porque es de ahí de donde viene todo lo que os he dicho.  Hay que perder el miedo de que si renunciamos a los fines, al fin, que la Empresa necesita para seguir funcionando, cualquier empresa, cualquier gobierno, si nos quedamos sin todos estos avances a que el Progreso nos ha traído, se va a perder algo así como la inteligencia misma en algún buen sentido.  Esto es una cosa que en las asambleíllas de la Puerta del Sol salía los últimos días también, y que tiene que ver con ello, y cuando, tratando de acabar con el miedo de renunciar al Capital, al Estado, por tanto al Progreso, se planteaba la cuestión de distinguir, entre los avances del Progreso, desde el progreso de nuestros abuelos o tatarabuelos hasta la actualidad, aquello que respondía de verdad a deseos, a la busca de algo bueno en este mundo. Está claro que la puerta que antes os he presentado, la pinza que os he presentado, y también el ferrocarril, y puede que hasta el teléfono, pueden responder a esto, y todo lo demás, que suele ser, cronológicamente, lo que ha venido después del progreso, con lo que llamamos el Progreso progresado, ya no responde a ninguna petición, no responde a ninguna añoranza, no responde a nada que se eche de menos; se ha venido imponiendo justamente porque el Capital, la Empresa, la Banca, los Gobiernos, tienen que seguir haciendo algo, y lo que saben hacer no es más que eso: moverse, mover capital, para que todo siga igual, cambiando costantemente, inventando nuevas cosas.  De manera que ya veis cómo eso tiene que ver.

Volviendo al temor de “si renunciamos a los programas, a los fines y a los métodos que nos han enseñado desde la escuela, vamos a quedarnos sin entendimiento, sin inteligencia”.  Volviendo a eso, conviene reconocer (y aquí lo hemos intentado más de una vez desde muchos lados), que el saber en ese sentido, en el sentido en que nos lo enseñan, con la Ciencia (en el viejo régimen con la Teología y el Catecismo, que es lo mismo), el saber en ese sentido..........no sirve, no ayuda a la inteligencia, más bien la estorba, estorba a la inteligencia.  Si consigo poneros en contra debidamente el saber con la inteligencia, creo que habremos adelantado también un buen paso en esta política de que se trata.  Es la cuestión del fin, porque saber quiere decir siempre un saber en virtud de algún fin.  Ahí es donde interviene el Hombre, el Ideal, Dios, el Dinero..........la muerte, que es la fuente de todo esto que estoy llamando fin, o futuro, y que es costitutivo del Poder, del Estado y del Capital.  Cualquier saber está destinado a esto; y este saber (y tenéis conmigo esperiencia de ello) no ayuda de verdad a entender, sentir, a esto que estoy llamando inteligencia de veras.  Al contrario: lo impide; lo impide: si ya de antemano se sabe lo que hay que saber, se sabe todo, eso está desde luego impidiendo que pueda producirse un pensamiento, una emoción, vivos, que es a la que estoy aludiendo con palabras tal vez impropias, como inteligencia, entendimiento.....  Por el contrario la inteligencia, el entendimiento, que es al mismo tiempo sensación, sentimiento, y que es lo que tiene que ver con esos ejemplos que os traía de percepción imprevista, nítida, más clara que nunca, eso, si se le deja suelto, acaba con el saber.  Gracias a eso estamos aquí, en esta tertulia política: si lo tuvierais todo sabido (en Política, en Filosofía, en Ciencia, y en todo lo que queríais) no habríais venido aquí, ni seguiríais viniendo, ni yo tampoco; es gracias justamente a que queda algo de eso que también llamamos sentido común, o razón común, por debajo de todos los saberes, de todas las certidumbres, de todos los fines, que se está removiendo una y otra vez en contra de las ideas, en contra de los saberes en que se le ha hecho a uno creer.

No sé si está lo bastante claro, ahora me lo vais a decir.  En ese sentido es como quiero proponeros esa contradicción entre lo uno y lo otro, saber, que quiere decir saber para la muerte, saber para un fin, saber para el futuro, y es lo que está ordenado como Ideal desde Arriba, y lo que falla a esa imposición, lo que por debajo falla, que es siempre un resabio, un rumor, de inteligencia viva, de entendimiento, de sentimiento que nunca se deja domesticar por la creencia, por el saber, que les imponen desde Arriba.  Esto es política, y si no incluís en vuestra actitud política algo en ese sentido, naturalmente vais a tirar por el camino habitual de los políticos, que es justamente volver a creer en algo, en un futuro, y renovar el cambio ése que el Capital necesita para seguir siendo el mismo, y el Estado con él.  Esto es política, por el contrario. 

Y antes de pasaros la palabra os quiero hacer volver un momento a la observación de la lengua, que el otro día saqué un momento también aquí.  Tiene mucho que ver para entender lo más claramente posible cómo es esto que a los hombres reales nos tiene aquí, que son la invasión perpetua del Hombre ( o Dios, que da lo mismo: el Estado, el Capital, el Dinero) desde Arriba, y la subsistencia siempre de algo desconocido; de algo desconocido, que es lo que os puede promover desde abajo eso que estoy llamando inteligencia, búsqueda del sentido, negación del sinsentido que las ideas de Arriba tratan de imponernos.  En la lengua se ve esto claramente.  Os estoy proponiendo una oposición entre la maquinaria de la lengua (la lengua en marcha por así decir, que es lo mismo que la razón razonante), y el vocabulario semántico, el vocabulario de palabras de significado que en una u otra lengua se pueda dar.  Vuelvo con ello un poco.

Ya sabéis que la lengua de verdad (ésa que dice NO, ésa que se puede confundir con la razón común, con el sentido común, y que es lo que descubre la mentira de los saberes y de las ideas, esa lengua común, no solo para cualesquiera hombres, sino de alguna manera también común para cualesquiera cosas, que de alguna manera, como aquí hemos descubierto, hablan, cada una en su idioma, por supuesto, que nos es inasequible, pero que no por ello menos hablan), el tipo de lengua que aparte de las otras cosas es el nuestro, la lengua humana, común para cualquiera, general, desconocedora de naciones, de dialectos, de idiolectos, de jergas de clase y todo lo demás, ésa no está en la realidad, ésa está fuera.  Por eso puede atacar la realidad: una razón o lengua que estuviera dentro (como suelen estar las ideas, filosofías o religiones que la sustituyen, que están dentro), la razón que está dentro no puede de verdad decir nada ni hacer nada contra la realidad; es una condición que esté fuera. 

De la lengua lo único que aparece en realidad son los idiomas.  Observando la multiplicidad y diversidad de los idiomas, de las lenguas humanas que nos son conocidas, deducimos que algo tienen de común todas ellas; algo de lengua humana, común, pero lo deducimos: en realidad lo único que aparece, actualmente, a lo largo de la Historia, son lenguas, las lenguas de Babel, idiomas (no tiene la lengua otra manera de aparecer más que como lenguas de Babel), y dentro de cada lengua de Babel, perteneciente más o menos a una tribu u otra (en general difusamente, nunca del todo), en cada lengua de una tribu cualquiera, en cada lengua de Babel, encontramos que por un lado está la maquinaria de la lengua y por otro lado está el vocabulario de palabras con significado.  De manera que conviene pararse en esa contradicción, porque la lengua, hablando costantemente, si os paráis un momento a observar, aún sin ser lingüistas, lo que sucede, os daréis cuenta de que más de una vez el significado de una palabra está contra la sintaxis: “no tiene un pelo ese olmo”, esto es sintácticamente correcto; esto es sintácticamente correcto, pero cualquiera, a poco pedante que fuera, os diría “¡hombre, pero si los olmos no tienen pelos!  ¿Qué diablos estás diciendo?”   Semántica: olmo, pelo, eso sí es semántica, y hasta “tiene” también es semántica. Pero a cada momento están los significados de las palabras contraponiéndose con lo que se llama deixis, la mostración, casi como a dedo.  Desde luego nos dicen costantemente que esto es una palmera, pero algo en el sentido común se queda diciendo “¿En qué quedamos?  ¿”Esto”, o “palmera”?  Porque si es una palmera ya no es esto (significado: palmera), y si es esto, esto que estoy sintiendo, tocando, viendo, entonces es mucho más, no es nada, no es palmera”.  Y se contraponen así costantemente. 

Y se contrapone (esto se veía en el ejemplo del otro día del infinito menos cantidades finitas) se contrapone a una especie de cuantificación imprecisa.  Recordad que las cosas, antes de someterse a las ideas de la realidad, son literalmente sin número, y en la realidad siguen siendo sin número, gracias a que nunca están realizadas del todo; pero naturalmente el Estado y el Capital las está contando siempre: cosas, almas, da lo mismo, reduciéndolo todo al Dinero, porque ésa es su función.  De manera que la contraposición entre los números, metidos en la realidad de una manera o de otra, y lo que queda por debajo de cuantía confusa: tanto, tan hermoso, cuanto, más y más cada vez.  Se pueden decir todas esas cosas, y eso se contrapone netamente a los números, como veis.  De manera que no insisto más, se trata de ver eso de que una cosa es la lengua que habla, por tanto su maquinaria de todos esos tipos, y otra cosa es ese elemento que es el diccionario de una lengua, el diccionario de palabras con significado, metido ahí.  Lo uno está contra lo otro, y espero habéroslo hecho sentir un poco para que sigáis penetrando en ello.

La lengua común, que no está en la realidad, la razón común, no tiene vocabulario semántico; eso es un descubrimiento elemental.  Los vocabularios semánticos son propios de las lenguas particulares, de la lengua de cada tribu, y esos significados ellos mismos costituyen la realidad, y por eso decimos que no hay una realidad así en general, sino que cada tribu tiene su realidad: por más que las tribus estén solo relativamente definidas, con fronteras, cada tribu tiene su realidad, que es justamente el diccionario, el vocabulario semántico del idioma que a esa tribu le corresponda.  Eso es la realidad, y realidad no puede ser otra cosa.  De manera que ya veis cómo ahí, en el caso de la lengua, su vocabulario y su semántica se están contraponiendo con lo que decíamos: el atenerse a las ideas que se nos imponen (y esto es ley de la existencia), o mantener la posibilidad de rebelarse contra ellas y decirles NO.   Para andar por casa, para arreglarnos, para ir tirando, el vocabulario de las palabras corrientes de una lengua cualquiera, como el español, basta, y no hace demasiado daño, no da de por sí lugar a ningún descubrimiento. 

Por el contrario, muchos de los casos de ininteligencia que nos tropezamos consisten en gente que se aferra al significado de una palabra, esto lo conocéis igual que yo: lo que entre los hombres se puede llamar idiocia, brutalidad, ininteligencia, generalmente consiste en eso, en que se le ha prestado demasiada fe a una palabra, o a un pequeño conjunto de palabras.  Según ascendemos en el vocabulario, cuando pasamos a las jergas religiosas, filosóficas, científicas en general, la cosa va empeorando cada vez más, la equivocación consistente en creer en todos esos vocablos que en las zonas más altas se nos proporcionan; no digo creer en los entes matemáticos, porque en ésos no hace falta creer, ésos son autodefinidos, pero creer en ‘Universo’, creer en ‘Electrón’, creer en cualquier cosa, incluso la relatividad de las velocidades, cosas elementales, eso hace que el imperio de lo de Arriba, el imperio de la Fe, sea mucho más poderoso y mucho más terrible que con el vocabulario semántico, porque con las zanahorias y los burros nunca se puede llegar a tantos estremos de fe y de sometimiento, pero con el vocabulario de las jergas, pues...............sí.  

Ésa es la lucha en sus varios pisos, en sus varios estamentos, entre el mero sometimiento a la realidad, lucha por la existencia, para lo cual hace falta que la tribu tenga su vocabulario, y que sepa cómo se llaman las cosas, y todavía, para completarlo, poniéndoles nombres propios a los habitantes o a algunos de los lugares por los que andan; pa ir tirando, es la necesidad de la Realidad.  Y otra cosa es que eso empiece a tomarse como verdad, como sucede con los Entes Superiores, que se le empiece a prestar una fe dominadora que ya nos está queriendo (pero nunca consiguiendo), queriendo someter lo que nos queda por lo bajo de sentido común, y de razón común, y de capacidad de sentir las cosas sin saber, sin necesidad de saber cómo se llaman.  La oposición que antes os presentaba entre inteligencia, que es lo mismo que sentimiento, y saber, capacidad de sentir las cosas, posibilidad de sentir las cosas sin saber cómo se llaman, por tanto se aplica también a los prójimos, y claro, sentir sin saber cómo se llama, esto va contra todas las fantasías del Amor que os han metido en la cabeza, donde el amor justamente se confunde con el conocimiento: “sé muy bien quién es, y por tanto cuando llegue la rotura sabré muy bien quién es el culpable de los dos”, y cosas por el estilo, porque para eso se sabe, ¿no?  Va muy contra esas fantasías o creencias, pero por eso mismo, por eso mismo lo saco, porque está muy en contra.  Queda siempre, a pesar de que el Hombre nos esté presionando costantemente desde Arriba, entre nosotros algo de cosas no definidas, de cosas no costituídas, no realizadas, y eso es, no lo humano, sino algo más que humano: lo que nos queda cosa, lo sentiente, lo que puede sentir y por tanto pensar de veras.

No me voy a alargar más, pero supongo que con lo que os he soltao hay para poner objeciones, pegas, discutir un rato largo, de manera que ahí os espero, y dejo ya sin más pasar la voz.  Sí.

-Lo de sentir sin saber....................

A-Sentir, que es lo mismo que pensar, para que no haya equivocaciones, ¿eh?

-Pues es que yo hace tiempo que voy a los chinos a comprar cuando me viene bien, y los chinos siempre tienen, o creemos nosotros, una cara impertérrita, con una espresividad muy corta; y los indios que han venido, pues también, y a mí me dio por aprender a decirles “gracias” en chino o en indio.  Pues se les iluminaba la cara, era cambiarse una esfinge en una sonrisa.  Yo toda la vida me había creído que esta gente era una especie de máscara, y no.  ¿Eso tiene algo que ver con lo que has dicho?

A-Sí, claro, pero creer tanto en lo de lo impertérrito, pues me estrañaba un poco.

-¡Pues si tú ves cómo se ponen de contentos cuando les das las gracias en chino!

A-Desde luego tu interés en aprender una palabra en hindú, o en chino, se merecía la sonrisa y más, claro.   Te reconocían el esfuerzo, el saltar una frontera, reconocimiento de que se podían encontrar un poco en casa, puesto que alguien de la casa se aprendía una palabra........  ¿Qué más?

-Yo, cuando has hablado de lo del cambio del Capital, que el Capital necesita para seguir subsistiendo de cambios, me he quedao pensando no se por qué, en el plan de todo el movimiento que ha ocurrido antes del verano, lo del 15-M, y cómo está ahora.  Claro, porque yo he oído en algunas tertulias, en algunas conversaciones con gente, que hay cambios, que todo eso se está absorbiendo por el Capital, que es lo que el Capital necesita, y tal.  Y bueno, yo esto lo planteo aquí porque tampoco creo que a todo eso le convenga una preocupación escesiva por nuestra parte porque no ocurra eso.  Bueno, son dudas.

A-¿Qué es lo que me planteas?

-Lo que te planteo es la impresión que tienes tu acerca de eso.

A-Tu ya lo has recogido mucho de lo que es mi impresión y la de cualquiera.  Efectivamente, muchos de los muchachos a los que el 19 de Mayo saludaba como lo imprevisto y lo valioso, y lo sigo saludando, muchos de ellos, una mayoría (las mayorías son siempre así), una mayoría seguramente ha tirao por el camino fácil, es decir, que “si estamos en una asamblea, ¿de qué hablamos?”.  Hablando como se habla aquí uno no se aburre nunca, pero en cambio si se pone uno a plantear acciones para el día siguiente, a tomar medidas, a saber si se puede votar o no, cunde el aburrimiento, y entonces la asamblea se ha convertido en una especie de Congreso, han reproducido el aburrimiento de las capas gubernamentales y bancarias dentro de ellos, y esto sin duda ha sucedido, es lo fácil, es el camino para tirar.  Descubrir de repente que hacer de verdad es justamente descubrir la mentira, desmontar la fe lo primero, y ocuparse mucho de los congresos y parlamentos de los de Arriba es un error, trae consigo ese peligro de reproducirlos, de imitarlos en otro sitio.  Esto es un poco de sentido común, y yo creo que tú y cualquiera lo está haciendo juntamente conmigo, y hay que añadir siempre, claro, que eso se refiere a lo dominante, a la Mayoría, nunca quiere decir que eso sea de verdad, ni el sentido del levantamiento éste de gente, ni nada de eso, ¿no? Las personas pueden equivocarse, pero lo que nos queda de pueblo por debajo de las personas, eso, como no tiene fe, no puede equivocarse nunca.  A ver.

-Lo que quiero decir es que cuando te has referido a lo de los viajes, que ya es imposible el viaje porque a lo que se va es a comprobar que Turquía es Turquía y que Grecia es Grecia, según te lo han contado las Agencias y la Televisión, en realidad va mas allá que todo eso: se va a comprobar que uno es el que es, eso de “turismo, turismo,/ a moverse mucho/ para ser el mismo”.  La razón del movimiento del turismo es la identidad personal, el que uno, si está en Bélgica y es martes, es él, porque él ha decidido ir a tal sitio, y entonces es la comprobación de su ser.  Y entonces, el saber que él es el que es está en la raíz del mal del conocimiento, porque si a un niño desde pequeño tu ya le bautizas y le pones un nombre, él ya está obligado a saber quién es siempre, para luego tener que hacer siempre estrategias o maniobras de comprobación, como es el movimiento, para saber su identidad.  Entonces, lo de la cuestión de la semántica, o lo del ser, que el nombre sea aquello que dice que es, empieza fundamentalmente también por la adquisición de un nombre propio.

A-Está bien, es así, lo que pasa es que eso es mucho más antiguo: desde que se inventó el movimiento, la idea del movimiento, con la Historia.  El turismo no se había inventao, pero el movimiento sí, y como dice Isabel, la prueba esencial de que yo soy yo, es que, “no al mismo tiempo, pero ayer estaba allí, y hoy estoy aquí, en otro sitio”.  Es la prueba de eso.  De manera que todo lo que os contaba es como un progreso de una especie de trampa que está en la raíz desde luego de esto de la entidad humana, de la esencia humana, contra la que estoy hablando.  ¿Qué más?

-Que al principio del sermón, cuando has hablao del concepto de no tener nada que hacer, el verbo hacer es un verbo muy espresivo, es un verbo muy amplio, e inmediatamente en cuanto se coge y se mete en el vocabulario o en la lexicografía, se traduce en trabajar, y entonces ya es un verbo que coge otra dimensión, ya entras en el mundo del trabajo, y el mundo del trabajo quiere decir para producir capital lógicamente, si no, no tendría sentido, y pasa así con casi todas los verbos, es un trabajo que hay que hacer, que hay que empezar a hacer.  Claro que no hay que tener nada que hacer, pero el no tener nada que hacer no quiere decir más que justamente que no estás dentro de la órbita y de los mecanismos de la Realidad, porque en cuanto dejas de no tener nada que hacer y ya tienes algo que hacer, dices “es que yo soy músico, y me acuesto a las ocho”.  Entonces ahí ya te has metido en un campo, y ya tienes.........  Lo que hay que hacer es no tener nada que hacer.

A-Está bien, Jaime, pero, para no consolarnos, ¿no es verdad que tú y yo desde hace muchos años no tenemos nada que hacer en este mundo?  Desde luego el lenguaje que empleo es un poco una caricatura, pero creo que es una caricatura pertinente.  Efectivamente, como Jaime dice, lo que ellos llaman hacer es aquello de que he estao hablando a propósito del fin, lo mismo que el decir o el pensar.   Hacer algo, que quiere decir cumplir el fin, llegar al fin, hacerse el futuro, eso es lo que ellos llaman trabajo; y cuando a uno le jubilan le privan de eso, y entonces, claro, si él piensa que hacer consistía justamente en estar en la rueda y cumplir con el trabajo dedicado a un fin, pues literalmente no tiene nada que hacer. En ese sentido es como no tengo nada que hacer; pero lo cierto es que el no tener nada que hacer, al menos en mi caso, que cada vez tengo menos que hacer, me da la impresión de que facilita esa agudización y esa nitidez de la percepción de las cosas, no solo naturales, sino artificiales.  Y no voy aquí a decir que lo de percibir, o sentir, sea también hacer, porque eso sería muy impropio; muy impropio de decir, por lo menos del hablar como aquí en una tertulia política, que es un hacer que el Poder no reconoce como hacer, porque no es trabajo, y sobre todo, como antes he dicho, no causa aburrimiento; porque si aquí empezáramos a aburrirnos, tratando los problemas que ellos mandan que se trate, es decir, el destino, el fin, entonces ya estaríamos trabajando; mira tú por donde, ya con esa condición estaríamos trabajando.  Pero como no nos aburrimos, no trabajamos.   Adelante.

-Yo hay una cosa que no entiendo, y es que has estado hablando de lo de arriba y lo de abajo, de que hay que acabar con lo que está Arriba, que es una manera de acabar con el Hombre, y hablabas de lo que estaba abajo, de los hombres.  Y sin embargo has mencionado dos veces una cosa con la misma palabra, que a mí me da la sensación de que está arriba y abajo, pero has utilizao la misma palabra, que es la muerte.   Decías que la muerte, la que está Arriba, con mayúsculas, igual que el Hombre con mayúsculas, sería algo que nos dicen que está en el futuro, y que el futuro no existe.  Sin embargo la muerte, la que está abajo, en realidad para diferenciarla, igual que hablamos de los hombres podríamos hablar de las muertes, de las muertes de cada persona dentro de su propia vida, es decir, no la idea de muerte hacia el futuro, sino la idea de que morimos muchas veces dentro de la propia vida.  Por ejemplo del Agustín bebé ya no queda nada, o del Agustín niño, o recuerdos solamente.  Son muertes dentro de la misma vida que te dan nitidez.  Es un poco filosófico, pero..............

A-Me obligas a retroceder a unas cuestiones de las tertulias anteriores.  No me importa, porque hay además algunos nuevos, pero desde luego yo hoy quería que hablarais de lo que os he pedido que hablarais.   Lo que hemos descubierto respecto a muerte, si se puede decir en pocas palabras (ella ya lo ha dicho en parte), es que hay una muerte real, que es la que nunca está aquí, es siempre-futura, y la realidad humana, a la que te tienen sometido, es primariamente futura, es una futuridad: ésa es la real.  Luego hay una muerte suprarreal, que es la que coincide con el hecho de que te hacen creer que uno es uno, absolutamente singular, único, como Dios.  Y luego, a ése la muerte se le presenta como inconcebible; ése es eterno, como Dios.  Si queréis, todo mentira, pero es eterno.  Y luego está (a lo que aludías), la muerte de abajo en lo que nos queda de cosas, que no estamos simplemente del todo bien hechos; lo que nos queda de cosas, y ésa es la costatación elemental de que tú y yo y cualquiera, lo mismo que estas butacas, lo mismo que la luna, nos estamos continuamente deshaciendo, y ‘continuamente’ es algo que se aclara mejor todavía diciendo AHORA.  No a saltitos, no en ningún tiempo, no porque yo el mes pasado estaba alegre y ahora estoy triste, y por tanto cambio igual que............ No: AHORA, que es algo que cuando se dice ‘ahora’ ya no es AHORA, y que por tanto tiene esa gracia de que escapa de la realidad, porque nuuunca puede entrar AHORA en la realidad.  Y es ahí donde sucede: nos estamos continuamente, AHORA, deshaciendo.  Si quieres llamar a eso muerte lo llamas, si no, no lo llamas, pero se trataba de eso.  La real desde luego es la futura; la que en la realidad costantemente, sin estar aquí. nos oprime, nos llena, nos da miedos inútiles, es la futura.  Lo otro, por encima, consiste simplemente en esto tan elemental, pero que parece difícil para el ente real, de reconocer que AHORA nos estamos deshaciendo; nosotros, cualquiera de nosotros, igual que cualquier cosa, igual que los cardos, igual que los mares, igual que los astros, AHORA, continuamente, sin ningún Tiempo real, deshaciéndose.  Bueno, valga el repaso para lo que valga, y ahora, a ver.

-Ha dicho usted que sentir es pensar.  Si tenemos en cuenta que los seres humanos somos primates que pensamos siempre con palabras, y que entre las palabras están los conceptos, la semántica, que es la costruye la realidad en la que vivimos, y usted está siempre haciéndonos pensar que los grandes conceptos los suelen imponer las ideologías de los que están Arriba, actualmente por lo menos en nuestra época es el tema del Capital y demás, pero bueno, el tema Dios, Patria y Familia, que hay una serie de conceptos que están ahí siempre condicionando nuestra realidad, y usted dice que tenemos que descubrir la mentira, tenemos que relativizar la palabra, los conceptos al fin y al cabo, pero yo me pregunto si ese lenguaje común del que usted habla, ese sentir sin palabras del que está hablando, es tan fácil.  Es bastante difícil, porque incluso en esta tertulia que estamos teniendo, todo lo que nos está esplicando, que habla sobre la importancia del sentimiento, es una tertulia en la que costantemente estamos haciendo uso de semántica, de conceptos.  Y por otro lado me pregunto hasta qué punto siente igual la misma persona cuando conoce más vocabulario de sentimientos que cuando conoce menos vocabulario de sentimientos.   No sé si esto se me entiende.......

A-Mmmmmmm, psé.

-Cuando uno tiene mucho vocabulario relacionado con los sentimientos, parece que sabe identificar más sus sentimientos y esplicarlos mejor, pero a veces lo que ocurre es que podemos disfrazarnos de nuestros propios conceptos sobre los sentimientos.

A-Bueno, veo que hay una parte en la que no me has querido hacer mucho caso, que es justamente cuando estaba hablando del lenguaje, de la lengua común, que no aparece en la realidad, y de cómo lo único que aparece en la realidad son lenguas, como esta, que, aparte de la maquinaria, para actuar, para hablar, para hacer, tiene un diccionario, un vocabulario semántico, y la lengua, la razón común, no tiene semántica.  Y he dicho que para cada tribu el diccionario de su lengua es su realidad.  Su realidad, sin más.  Naturalmente luego está la lengua, que sigue hablando, y que puede destruir y que está a cada paso destruyendo esos significados, y al mismo tiempo nuevos significados se imponen sobre lo que hay de pensamiento vivo, lo convierten en una idea, lo devuelven otra vez al sometimiento, y así es como es la cosa.  Y que el vocabulario sea de sentimientos, como Amor, o Mañana, o Eterno, o..............o que sea mucho, cuanto, ahora, qué, que no tienen significado, no se qué es lo que le conviene a los sentimientos.  Yo creo que por lo que he dicho, el saber se está siempre contraponiendo con ese pensar/sentir.  De manera que contraponiéndose: el pensar/sentir descubre la mentira de las ideas, y a su vez a ese pensar/sentir que hace el descubrimiento se le quiere enredar otra vez, reducir en una idea: alguien que ha estao aquí puede salir de aquí queriendo hacer un resumen, hacerse una idea de lo que hemos dicho........mal, todo el mundo sabe que mal, que no tiene derecho, pero evidentemente que habrá muchos que lo intenten, no cabe duda, porque eso es condición de la realidad.  Y sobre todo se te ha pasao por alto también que hay que distinguir el nivel de la lengua corriente para ir tirando (porque con burros y con zanahorias no pasa nunca nada grave, porque eso no () ni concepto siquiera), y en cambio cuando asciendes a las jergas superiores esos significados son cada vez más terribles, más terribles para la vida de eso que se llama sentir o pensar.  Sí.

-A mí lo que me parece más complejo y delicado es lo de la disolución, porque dices tu que nos estamos disolviendo tu, y yo, las cosas, una butaca, una mesa.  Entonces hay una relación también  nominal, nominalista incluso, dentro de la disolución, porque una butaca en continua disolución, llega un momento en que ya no la reconoces ni la llamas butaca, sino que como basura o bulto la metes en el desván.   Uno cuando incluso en una relación, la relación que él estimaba como que quería algo, un deseo, por propia disolución ya no sabe hasta qué punto eso es realmente deseo, o era un recuerdo de un deseo.  Es decir, que el proceso de disolución es una cosa complicada, porque eso del irse muriendo está relacionado con el nominalismo, con el nombre de la cosa, y a mí eso me preocupa, porque la muerte ésa no es límpia.

A-No hay ninguna cosa complicada, porque lo primero es ser capaces de reconocer esta virtud de AHORA que te saca inmediatamente de la realidad.  Quien no es capaz, quien sigue confundiendo AHORA con El Ahora, con un tiempo, se arriesga a toda clase de confusiones.  No es nada complejo, sino al contrario: es tan escesivamente simple que lo de la continuidad, disolución continua, se aclara por la vía de decir AHORA, y no “mañana”, no “antes”, no “después”, no comparando ayer con hoy, sino “AHORA, se está deshaciendo”.  Y al mismo tiempo que a esa mesa le sucede como a ti eso de que se está deshaciendo AHORA, a la palabra mesa de tu idioma le está pasando lo mismo: esa palabra mesa de tu idioma, que a ti te parece que va a valer para la eternidad y para nombrar a todas las mesas, si cuando cumplas un par de siglos te asomas al Español Contemporáneo, te darás cuenta de que no era así, de que no valía.

-¿Pero el sentimiento de la disolución, se puede tener del otro? La disolución, ¿es sensible, o es una cuestión metafísica?

A-¿Qué te parece por lo que he dicho de AHORA?  ¿Es sensible?  AHORA, ¿es sensible?

-No, es una cosa automática.

A-Pues pasemos a otra cosa, venga.  ¡Más!

-A mí entre esto de pensar y sentir, desde la imaginería, hay algo como que no me casa, porque decir por ejemplo “pensar”, como que se me aparece a un ritmo como más lento, como indagando, y “sentir”, como una cosa como que viene, como que te sorprende, lo veo como diferente de la sensación.

A-¿Por qué?  No veo por qué.  No puede haber un sentimiento de ritmo lentísimo; no puedes dejarte llevar por ondas lentísimas, ni por el contrario las ocurrencias pueden venirte a velocidades relámpagos.  No veo que la velocidad tenga mucho que ver, no.  Lo uno y lo otro tiene su ritmo, sí, pero el tempo, la velocidad, varía, tanto en un sitio como en otro: como están por debajo de la realidad, por fuera, no pueden tener módulos de velocidad tan precisos, y pueden ser lentos, despaciosos, rapidísimos, da igual.  ¿Qué más?

-Has comentado que la realidad es según la lengua de cada tribu, o algo así, pero........

A-Según el vocabulario de cada tribu.

-Pero es que parece que hay una tribu que se va imponiendo a todas, y parece que solo hay una tribu, porque todos hablamos como lo mismo, aquí y en China, y entonces me da la sensación de que no hay distintas realidades, porque hay una tribu que se va imponiendo y parece que van desapareciendo realidades por realidad.  Eso por un lado.

A-Ése es el Progreso, desde luego, el Progreso va en ese sentido, ése es el fin, que todas las tribus sean las misma tribu.  Esas chorradas que dicen de la globalidad y todo eso, pues no son más que comentarios en ese sentido de que el Progreso va en ese sentido, y desde luego está muy lejos ese ideal, no te digo de haberse cumplido, sino acercado a cumplimiento: a pesar de toda la universalidad del inglés, siguen subsistiendo las otras lenguas, y además la verdad es que el inglés, aunque se supone que es la misma lengua, hay que ver cómo se utiliza en cada uno de los países estranjeros en que se utiliza, ¿no?, no cumple muy bien su función de la unidad.  Pero, con todo, el Progreso sigue siendo como lo he dicho: la realidad que se quiere imponer universalmente coincide con el vocabulario (del inglés por ejemplo) que se quiere imponer universalmente, y no hay otra cosa.  Y eso lo mismo en las jergas superiores, que eso es más evidente, como también en el mercado y en la lengua corriente: en la medida en que efectivamente todos hablaran la misma lengua, en la misma medida la realidad sería la misma para todos, lo cual es un absurdo y no se cumplirá jamás, porque va contra la esencia misma de lo que he descrito como realidad y esa contradicción en la que está metida.  Pero el Progreso es el Progreso, y conviene anotarlo como lo has hecho: es un ideal del todo incompatible con la realidad.

-Hay otra cosa más: habías hablado de las asambleas que tiran por el mal camino, que lo que hacen es aburrir, y mi pregunta es ¿no deberíamos aburrirnos? 

A-¿Aburrirnos?

-Porque me da la sensación de que el Estado y el Capital pretenden que no nos aburramos, luego entonces habría que hacer la contra, habría que aburrirse, ¿no?

A-El aburrimiento es fundamental para Estado y Capital, y si en sus parlamentos o congresos, por poner un ejemplo, la gente no se aburriera profundamente, esos organismos políticos no estarían cumpliendo su función, sería peligroso; sería peligroso que en una sesión de Parlamento se dijera o se oyera algo que no fuera lo que ya estaba dicho.  Lo que al Estado y al Capital les gusta más es que nos aburramos DIVIRTIENDONOS; la Industria de la Diversión es fundamental, y la diversión no es para quitar el aburrimiento; al contrario, es para mantener el aburrimiento, pero creyendo que se lo está pasando uno muy bien.  ¡Más!

-Yo no hago nada, y me siento muy placentero, y prefiero aburrirme que cansarme, y estoy muy a gusto.  Y no me aburro.  O sea, prefiero aburrirme que cansarme.

A-¿Cansarte?  ¿Cómo “cansarte”?

-En el sentido de hacer.  Prefiero ser y estar y aburrirme, y me siento muy a gusto y muy placentero conmigo mismo.

A-No sé, no puedo ver con esactitud tu caso, ni acompañarte mucho rato.  Desde luego......

-Desde mi sentir digo que prefiero aburrirme que cansarme.

A-Pero yo pienso que estás empleando la palabra mal.  Yo sé lo difícil que es estar sin hacer nada de lo que está mandado, pero cuando uno está sin hacer nada, pueden incluso pasarle cosas como lo de la puerta y la pinza de colgar ropa, y eso no aburre, ahí no te estás aburriendo, y supongo que a cada paso canturreas por ejemplo, y eso no es trabajo para ellos.  Desde luego el aburrimiento tomado en serio, el aburrimiento puro, es insoportable; insoportable.  Estás llamando aburrimiento a algo que es simplemente divagar, la vagancia, como la mía.  Sí.

-No hay más que comparar la antigua y vieja Pedagogía, la Pedagogía que hemos sufrido los niños de entonces, que era una Pedagogía que mantenía esa especie de posibilidad de aburrimiento a palo seco, que del bostezo ése de la escuela, de la mosca de Don Antonio Machado, pues salía siempre algo, o algún silencio embarazoso o descubridor; pero hoy día los niños desde pequeños, desde que entran en la guardería son un como mosquito, una actividad detrás de otra: ludoteca, nosequé, nosecuanto.   En vez del aburrimiento, el entretenimiento, éste es el peligro.

A-¡Esacto!  A ver.

-Es que me ha gustao mucho, Agustín, esa esperiencia tuya de la pinza.   Me ha encantao, porque además me ha venido como a corroborar en lo que yo he sentido también desde que por ejemplo no veo televisión y tampoco tengo proyectos ni ilusiones así a la vista, que se me ha ido dando una especie de sorpresa a diario en la observación de cosas, y hasta el punto de que algunas veces me he sentido como esos burritos que están a cuatro patas y no menean ni las orejas.  Entonces de pronto descubro un clip de esos de coger hojas, y me sorprendo con él.   Es repetición de lo que has dicho ya, pero es que............

A-Desde luego un poco en la raíz de eso está la envidia del burro, que para mí es muy antigua: hora tras hora, moviendo un poquito el rabo tal vez, hora tras hora, y dices “¡qué sabiduría! ¡Qué sabiduría hay ahí!”.  Eso es lo que os hace entender la oposición entre esto que ahora llamo sabiduría con lo que he llamado saber, con el saber.  Es desde luego la falta de futuro, la falta de saber, lo que permite esas maravillas.   A ver.

-¿Pero la vagancia nos podría traer sabiduría?

A-Bueno, lo que he dicho con el caso del burro es que desde luego la falta de saber, que quiere decir al mismo tiempo creer, creencia, es una condición.  El saber está matando la inteligencia costantemente, eso es cosa (), el saber mata la inteligencia; y la inteligencia, cuando se la deja libre, mata al saber, descubre su mentira, claro, ésa es la contradicción.   Bueno.  Sí.

-Hemos hablado de la muerte, y yo veo a la gente envejeciendo, veo a la gente que tiene achaques, veo que yo misma voy envejeciendo, y yo creo que la mente no envejece.  Y además a veces pienso...............

A-“La mente” es un taco, la mente es una palabrota, y ésa la han inventao los de las zonas altas del lenguaje, tratando de reproducir en parte lo que en inglés es más viejo con “mind”.  “Mente” desde hace tal vez poco más de un siglo que se lo han inventao, para decir ¿qué coños?.   Tú que lo has empleao, ¿qué coños quiere decir “mente”?

-¿Cómo lo llamaría tú a eso?

A-No, no, no, te pregunto a ti que has empleao la palabra, que yo no la empleo.

-.......................

A-Bueno, pues sigue pensando en eso.  He empleado para todo esto palabras más vulgares y más inocentes, como pensamiento, sentimiento, sentir, saber, y todo eso.  Tenemos que guardarnos de palabras cultas y favorecidas por los Medios, porque son siempre un peligro: empiezas por decir “mente”, y acabas por creerte que mente es algo, y te lo crees, y ya estamos perdidos.   Tenemos que cortar, ¿no?   Bueno, pues si el Señor no se opone demasiao, pues dentro de 7 días seguimos dándole más o menos a esto.

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

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TRANSCRIPCIÓN:
 
 
Perdonad el mucho retraso hoy, pero parece que había manifestaciones por ahí, o la policía se temía que las hubiera, y han cortao calles, de modo que hemos tenido que hacer un enorme rodeo para poder llegar hasta aquí; confiemos en que no se repita demasiado el trance.  De todas formas también esta aparición de estos inconvenientes (manifestaciones o temores de manifestación) entra dentro de la cuestión que estamos debatiendo, nos da también un ejemplo más, por si hacían falta.

Se trataba, se sigue tratando, de ver cómo acabar con el Hombre; cómo acabar con el Hombre, puesto que hemos reconocido que el Hombre, lo mismo que Dios, lo mismo que el Dinero, es de alguna manera el origen, o la causa, o la culpa, de todos los males de los que solemos quejarnos, buscándole generalmente la culpa o las culpas en sitios equivocados.  De manera que ¿cómo acabar con el Hombre?  Conviene aclarar, y ya el otro día lo hacíamos un poco, que no se trata de acabar con los hombres, ésas simpáticas criaturas que han venido a ocupar, gracias a su ingenio y demás, el globo éste de la Tierra, y que efectivamente pueden resultarnos más bien simpáticos, ingeniosos, sino acabar con el Hombre, que es otra cosa muy distinta: habíamos quedado en que cuando decimos “los hombres” hablamos simplemente de la realidad, de esta parte de la realidad que es la Sociedad de hombres, mientras que el Hombre se sitúa en las alturas, como Dios, como el Dinero, es decir, que no está dentro de la realidad, sino rigiendo la realidad de alguna manera desde Arriba, y naturalmente los hombres, nosotros, en cuanto reales, no podemos menos de participar de eso de el Hombre, al mismo tiempo que por debajo nos queda algo que es cosa.   Estábamos ya contraponiendo esto de las cosas que todavía no se han realizado (las cosas, entre las cuales estarían también nuestros antecesores, los antecesores de los hombres), las cosas, por lo bajo (contra el Humanismo decíamos “soy cosa, y nada de las cosas me es ajeno”), y luego por todo lo alto el Hombre, que es lo mismo que Dios, que es lo mismo que el Dinero.  Estamos metidos en la mitad.  Eso es lo que deseaba aclarar un poco ahora, y lo haré con vuestra ayuda también, con vuestras dudas, vuestras preguntas, vuestras incertidumbres, que es de lo que esta tertulia vive, de lo que nos queda de dudas, de incertidumbres. 

Resulta que estos días me he dao cuenta, con esto de que como uno como yo no tiene prácticamente nada que hacer en el mundo, como jubilado desde tiempos inmemoriales................  No tiene nada que hacer, y con la proximidad de la muerte anunciada, pues también; y entre no tener nada que hacer y eso de que a uno le queda poco, pues se desarrolla una especie de agudeza, que a ratos me sorprende, para la, no “observación”, sino simplemente para la percepción, el sentimiento de las cosas que lo rodean a uno, y que están también dentro de uno, o chocando con uno, y se las ve más claras, de bordes más nítidos, más precisos, con unos colores que antes no sospechaba, y de esa manera es como entiendo lo de que con esos motivos se desarrolla uno una percepción especialmente nítida, clara.  Y esto no solo se refiere al asombro de que tantas veces os han hablado acerca de las cosas llamadas naturales, las maravillas, las maravillas de plantas, flores, cielos, estrellas, animalitos, etc., sino también, y es lo que me sorprendía, ante las cosas llamadas artificiales: se encuentra uno medio tumbao y ve una puerta medio abierta, una puerta que es de color madera, pero que tiene un reborde verde, y forma un ángulo con el dintel y con la jamba, un ángulo que no tiene nada de particular, es un ángulo como otro cualquiera, y se queda uno diciendo “¡qué maravilla ese ángulo de la hoja de la puerta!”.  Con el dintel desfigurado por la perspectiva, pero para eso están los ángulos, para que sean distintos desde cada sitio que se los mira.   Y bueno, era por tanto una especie de maravilla de una cosa perfectamente artificial, es decir, de las fabricadas por nosotros, da lo mismo, os pongo ese ejemplo entre otros muchos.  O me quedo entre los dedos maravillado ante una pinza de colgar ropa, y me doy cuenta de la maravilla de mecánica y de ingenio que se encierra en una pinza de colgar ropa.  No sé si a alguno de vosotros que no estáis jubilaos y que no contáis la muerte como más cercana se os habrá dado esto de ver una pinza de ropa como hay que verla, ¿no?, pero todos la reconocéis en este momento muy bien, y os podéis quedar maravillados conmigo de cómo de una manera tan simple, con dos tablitas y un resorte, se puede llegar a producir ese ingenio mecánico, esa ingeniería en pequeño, y demás.

Bueno, os podría seguir contando, pero temo que tal vez no voy con esto a animaros a cada uno a que, sea como sea, participe de este asombro, de esta percepción especialmente nítida.  Si es así, pues acordaros de lo que os he dicho cuando os quedéis delante de una puerta o delante de una pinza, considerándola con el debido asombro.  Cosas hechas, “inventadas”, por los hombres, como se dice.  Al mismo tiempo nada de esto me priva del odio (al contrario: me lo exacerba), del odio por cualquier bloque de viviendas, cualquier bloque de nichos, es decir, para vivir lo más muertos posibles, que alrededor de los núcleos metropolitanos nos tienen organizados, el odio ante cualquier cadena de automóviles, y que tengan que seguir siendo más y más cada día, y producirse más y más, y todos al mismo sitio según los veo pasar, pero desde luego cada uno de ellos creyendo que él sabe a qué sitio va, que va a su sitio, a su destino, a su destino propio, ¿no?  Esto supongo que conmigo a muchos de vosotros os revienta; esto revienta, sigue siendo un motivo de odio pertinaz. 

Pero no solo eso: cuando considero por ejemplo las Artes y la Literatura que cae sobre nosotros, y que los Medios os trasmiten por un conducto o por el otro, a través de la Televisión o como sea, cuando considero la estupidez, la idiocia pertinaz que en letra de imprenta se ha venido reproduciendo desde los antiguos hasta nosotros, y que se sigue vendiendo, y pienso que cualquier niño que abriera uno de esos libros y que tuviera el alma en blanco por así decir, lo más blanco posible, se daría cuenta de esa estupidez, de esa idiocia, de que le están diciendo, no solo mentiras, sino mentiras justamente de este tipo de la estupidez, la fantasía; la fantasía para entretener al personal con la Literatura, con la Televisión, según el Progreso con medios cada vez más poderosos, para no decir nada, para evitar que se revele ningún secreto de todo esto que nos envuelve, sino al contrario, para hacer pasar el tiempo hasta la muerte contada, hasta la muerte anunciada, sin que pase nada, sin que nunca pase nada.  Todo esto, y veo las colas de clientes, algunos de ellos dispuestos a pagar, delante del Museo del Prado o delante de otro de los Grandes Museos que esta capital tiene.  Cola para ir a ver lo que no verán nunca, porque en un museo no se ve nunca nada; no se ve nunca nada, porque de alguna manera antes de entrar está ya como visto, y por tanto todo lo que os he contado acerca de el quicio de la puerta y de la pinza de colgar ropa está lejísimos, perdido: allí no va a suceder nada, se han tomado las precauciones de que no suceda nunca nada; os lo tienen ya de tal forma anunciado, con la propaganda, con los Medios que animan a que vayáis a verlo, lo tienen de tal manera anunciado, que es casi como el anuncio de la muerte misma, que es el origen de todas estas cosas, que no está aquí, pero que está remplazada por su anuncio, por su idea, y eso es lo que basta para hacer imposible la vida, el sentir, y todo lo demás.  Cuando se va a un sitio “a ver”, está casi garantizado que no se va a ver nada.  Tengo que decir “casi” porque nada en este mundo es perfecto, ni siquiera el museo Tísen o el Museo del Prado.  Nada es perfecto, algo se les puede escurrir, y puede suceder, por accidente, que a pesar de estar en un museo se vea y se sienta algo, pero se han tomado todas las precauciones para que no suceda, para que todos los que entren tengan ya visto todo, y por tanto no puedan ni ver ni sentir nada.

Os voy a hablar también de los viajes alrededor del Globo que esta raza se permite, y de las Agencias que los divulgan, que los promueven, que los hacen cada vez más baratos, que ponen el avión casi al alcance de cualquier pequeño funcionario, o incluso más abajo todavía, sobre todo si tiene unas vacaciones para aprovecharlas para eso, para justamente cumplir con lo que las Agencias mandan.  No se puede ir a ver Madagascar, ni ir a disfrutar de Río de Janeiro.  No se puede, está ya hecho; es decir, uno se va para comprobar que era verdad lo que decía la Televisión.  Está ahí Madagascar, está Río de Janeiro, ¡qué maravilla!, y naturalmente quien hace el viaje en esas condiciones, un viaje de mera comprobación, pues no está haciendo nada.  Como decíamos alguna vez “¡qué falta les hará a las pirámides de Egipto que vaya yo a verlas!”.  Pues sí, a las pirámides desde luego, en cuanto cosas, no les hace puñetera falta, pero al Capital sí, al Capital le hace mucha falta; a ése le hace mucha falta que vaya yo a verlas, y que por tanto ni pueda verlas ni palparlas ni sentirlas de ninguna manera.

Pero no quiero cansarme más, os he dado unas cuantas muestras del odio (y supongo que cualquiera de vosotros puede prolongar con otras muestras y otras más y más), en contradicción con la percepción renovada, maravillosa, de que antes os hablaba.  Bueno, pues ahí tenéis la muestra de cómo por un lado hay hombres, que como otros bichos cualesquiera se las arreglan, con ingenios, ocasionalmente con trampas, para subsistir sobre la Tierra, que es lo que llaman la lucha por la existencia, y lo hacen evidentemente bien, con mucho ingenio y con mucha paciencia, junto lo uno con lo otro, como si no contara el paso de los meses y los siglos con tal de conseguir esto; y al mismo tiempo está el Hombre, que es lo mismo que Dios.  Os estoy diciendo que las muestras de odio que os he proporcionado son justamente aquellas que no pueden esplicarse, justificarse, por ninguna verdadera utilidad, por ninguna utilidad sensible, porque de veras a la gente le puedan servir para algo (no digo a los banqueros ni a sus servidores: a la gente corriente no le puede servir para nada), y otras que sí, que a lo mejor todavía, desde los tiempos de antes de comenzar la Historia, responden a verdaderos deseos, a verdaderas búsquedas de algo bueno; búsquedas de algo bueno en este mundo.  Están mezclados, y en esta sesión nos estamos dedicando a ver con la mayor claridad cómo lo uno se mezcla con lo otro, y cómo tiene sentido que nosotros hombres, metidos en esta realidad, nos propongamos, como intento político fundamental, acabar con el Hombre; acabar con el Hombre, no volver nunca sobre eso; porque es de ahí de donde viene todo lo que os he dicho.  Hay que perder el miedo de que si renunciamos a los fines, al fin, que la Empresa necesita para seguir funcionando, cualquier empresa, cualquier gobierno, si nos quedamos sin todos estos avances a que el Progreso nos ha traído, se va a perder algo así como la inteligencia misma en algún buen sentido.  Esto es una cosa que en las asambleíllas de la Puerta del Sol salía los últimos días también, y que tiene que ver con ello, y cuando, tratando de acabar con el miedo de renunciar al Capital, al Estado, por tanto al Progreso, se planteaba la cuestión de distinguir, entre los avances del Progreso, desde el progreso de nuestros abuelos o tatarabu