26.10.2011

Tertulia Política número 305 (26 de Octubre de 2011)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid

    Tertu305-26-10-2011#Tertu305-26-10-2011.mp3

 

 

TRANSCRIPCIÓN:
 

Bueno, mientras arreglan las dificultades éstas de la megafonía vamos a reanudar el hilo, no perder más tiempo. Os recuerdo un poco por dónde iba esta guerra, en qué fase estaba esta guerra contra la Realidad que nos venimos trayendo día tras día, año tras año, y seamos los que somos o los que no somos: habíamos partido de un salto de la física al psicoanálisis en el sentido de que problemas de orden del Tiempo real, de la velocidad, como el del columpio, que eran físicos, nos trasladaban a otra situación en que uno de nosotros se ve obligado a decidir, por ejemplo, si la resolución del problema del límite entre estarse moviendo todavía y ya no estar moviéndose se resuelve mediante, si no números, alguna forma de cálculos o que por el contrario no acepta y, naturalmente, eso lo divide a uno en dos: el que acepta, el que está dispuesto a creer lo que la… 

          — Está bien…

          — No.

          — No está… que no sé. Espera.

          — Es mejor sin… A ver si puede sin alcachofa. A lo mejor puedes sin eso…

          AGC — Sí, yo creo nos va a tener más cuenta que hable sin nada, si es que me oís. Venga, tened, dejad ya. Dejad ya, voy a hablar…

          — No, no: habla por el micro. Habla, habla.

          — No: sin chisme, sin chisme.

          AGC — No sé si se me está oyendo o no, con el micro o sin micro. Es un coñazo.

          — Que no hace falta, Agustín. No hace falta.

          AGC — Fijáos bien…

          — Que no hace falta micro, que lo oímos bien.

          — Yo creo que sí.

          — Sencillamente con voz alta y ya está.

          AGC — …Fijáos bien que en estos trances (por lo cual os proponía ese trance del problema físico, físico-matemático, al problema de uno mismo y la necesidad de que uno mismo se parta en dos para decidir si acepta la solución o no la acepta), implica también otra cosa: que es que estamos intentando salvarnos de la especialización, de la diversificación en ciencias diversas a que el Régimen nos tiene acostumbrados esperando que la física por un lado resuelva sus problemas, la psicología por otro resuelva los suyos, y así con las demás especialidades. Estamos contra ello porque como al final de la última sesión, creo, nos salía decir “ni siquiera podemos admitir la separación entre problemas teóricos y problemas prácticos”, pensando que por un lado están los problemas que se entregan a manos de científicos o filósofos o lo que sea (son problemas teóricos, una teoría, una ecuación los resuelve, una idea) y por el otro lado está el sufrimiento de la gente y de las cosas.

Nos negamos a esta separación, dan muchas ganas de decir “Maldito el que los separe”, los problemas teóricos y los problemas del sufrimiento de la gente y de las cosas, porque está bien claro que la separación sirve para que en esa separación misma se siga manteniendo esta Realidad contradictoria en la que el Régimen después se encuentra lo bastante a gusto: “Maldito sea quien lo separe”.

Lo que mueve a razón y a sentimiento juntos contra este Régimen y cualquier Régimen es lo uno y lo otro juntamente, es decir, lo irresoluble en verdad de los problemas que la Ciencia tiene planteados y lo irresoluble o infinitamente aplazable de la resolución de los problemas prácticos. ‘De los problemas prácticos’, es decir los intentos del Régimen para mejorarse en el sentido de hacer más soportables los malestares, sufrimientos y mentiras de la gente y de las cosas sobre los cuales se sostiene, que son de todas maneras intolerables, y si no, no estaríamos aquí intentando hacer algo contra el Poder. Tiene pués que ir lo uno con lo otro y supongo que, aunque no me detenga más, esto está lo bastante claro, esta negación. Nos negamos a separar razón y sentimiento, la razón y el corazón se mueven contra el Poder al mismo tiempo por la evidencia palpable de lo mal que se lo pasa la gente, mucha gente, aunque se crea que se lo pasa bien o tolerablemente. De lo mal tratadas que están las cosas justamente bajo el imperio del Hombre, del arrasamiento y de la perversión de todo aquello que podía pasar por natural; esto, si uno no quiere hacerse sordo, insensible, está moviendo razón y corazón en contr pero al mismo tiempo la razón se está volviendo sobre sí misma, es decir sobre las formas en que la razón se establece en forma de ideas, de teorías, que siempre resultan falsificatorias, nunca satisfactorias. De manera que el impulso es doble, viene de lo uno y de lo otro y en este hermanamiento quería que volviérais a parar mientes un momento.

En las últimas fases de esta guerra contra la Realidad se nos presentaba, volviendo a la política humana más superficial, la oposición entre ‘solidaridad’ y ‘comunidad’. Esto, como creo que se veía ya en la última sesión, tenía que ver con lo anterior, debe estar bastante claro, ya sabéis: solidaridad que, de una manera que para muchos militantes puede parecer un poco insultante, identificábamos con la caridad, la caridad cristiana del antiguo Régimen, es decir la necesidad de atender prácticamente a las desgracias, a los malestares, a las desigualdades, a las injusticias, de los amigos, de los compañeros que nos rodean, de los trabajadores, de como se quieran llamar; esto es solidaridad, caridad, y luego otra cosa que no es eso ciertamente, a lo que aludimos con ‘comunidad’, ‘lo común’, eso de lo que tenemos el ejemplo más claro en la lengua, en la lengua que por debajo de toda cultura y toda educación está funcionando en los sitios donde cada uno separadamente no sabe ni las autoridades saben, está funcionando, lo común, es decir lo que nos queda de pueblo que no existe pero que lo hay, que lo hay en contra de la Existencia, en contra del Poder, y a lo que torpemente aludimos con términos como ésos: pueblo, común, comunidad, etc.

No tiene que ver, el otro día os presenté estas dos cosas como contrapuestas, hubo discordancias y ahora, antes de seguir, voy a recoger lo que algunos de vosotros pueden haber pensado sobre esa oposición entre solidaridad y comunidad. De manera que, sin esperar a más, idme diciendo lo que se os ha ocurrido. Y ¿no?

          — Sí. Aquí.

          AGC — Sí.

          — Yo he pensao que, claro, lo de la solidaridad parece que se plantea como un problema que tiene la gente porque tiene muchos problemas para…, vamos, como una solución que puede encontrar la gente para resolver sus problemas. Y la cosa es que lo raro es que ¿por qué tiene la gente que tener tantos problemas para eso de la supervivencia y todo eso como para necesitar todas esas ayudas de la solidaridad, la caridad? Que es una cosa que parece que se esconde debajo de todas esas llamadas a la solidaridad, eso de que ¿por qué la gente se las tiene que apañar tan mal? O sea, que es algo que sale de tener un Régimen que es como es, que tiene a su servicio…  

          AGC — ¿Por qué la Realidad tiene que ser como es? ¿Por qué la Sociedad tiene que estar organizada como está?   

          — Parece que plantea unos problemas como si fueran comunes, que no lo son. Es como una cosa tergiversada. 

          AGC — Pero que en el acto solidario no se plantean tales problemas. Se atiende a lo que parece más inmediato y más necesario: hay uno que tiene tres hijos, que es que se ha quedado sin trabajo y hay que ayudarle, entonces nos juntamos unos pocos cientos y le ayudamos, y desde luego no se plantea ningún problema. Está claro que en eso está implicada una cierta aceptación o tolerancia del Régimen pero nada más implica…

          — Aquí hay una pregunta.

          AGC — Sí.

          — No solamente se refiere al Régimen, se refiere, por ejemplo, a la misma cosa que se da, de lo injusto de Natura, ¿no?, de eso que llamamos “Naturaleza”. Porque hay gente minusválida y hay gente campeona o hay gente muy sana y hay gente coja y hay ciegos, y parece como que la primera solidaridad es precisamente contra esas injusticias de Natura o que vienen dadas, que parece que no están impuestas por el Estao-Capital sino que vienen como desde abajo…

          AGC — Sí, sí, pero tú tienes que fijarte en cómo…

          — …Y eso desde pequeñito…  Recuerdo en la pedagogía tradicional, los primeros casos de solidaridad se nos daban cuando en las enciclopedias se pintaba al niño cruzando la calle al ciego, haciendo que el cojo le daba la pelota… En fin, que las cosas empiezan por ahí, por ahí. Y no hay que perderse que debajo está sustentado todo por una especie de como aceptación natural de que hay gente que nace muy bien y está preparada para la Realidad y otros que nacen inválidos. Y entonces a ver qué pasa.

          AGC — Pero la Sociedad, el Régimen, está preparado para hacerse cargo…

          — Sí, pero les hacen rampas y cosas, pero eso es solidaridad.

          AGC — …para hacerse cargo de esas diferencias que se llaman “injusticias naturales” y las convierte en algo efectivamente reducible, como le conviene, a cuestión de ordenación social y a cuestión en último término de gobierno. No podemos evitar que haya ciegos o que queden mancos después de una guerra, pero podemos hacer de tal manera que esa diferencia con los sanos se atenúe, se compense en definitiva con Dinero. De manera que ahí de nada sirve que la diferencia sea claramente de orden ante-social o natural porque se la trata igual, la solidaridad le es igualmente aplicable; y los santos cuando besaban a un leproso no se paraban a pensar en que la lepra venía de Natura, simplemente uno era leproso, otro no, y esa injusticia se trataba de atenuar por medio del acto de caridad. ¿Qué más se os ha ocurrido entre estas cosas?    

          — ¡Habla!

          — Yo estaba pensando, al hilo de lo que decía Isabel, que…

          — Más alto.

          — …en realidad lo de que hay personas que son deficientes…

          AGC — ¡Ay!, perdona: tienen que oírte allí. Ponte un poco de pie, si no, no te van a oír. Ponte de pie y habla un poco alto pa que te oigan allí.

          — Que el hecho de que haya personas que…, pues son ciegas, cojas, minusválidas, y que se use eso como apelación a la solidaridad, en el fondo no hace más que demostrar que la solidaridad se hace como una apelación para meterte otras cosas que tú en el fondo no quieres hacer: por un lado a los que  pues tienen cuerpos normales y demás les ponen a los otros como ejemplo de sacrificio, de sufrimiento y no sé qué, y a las personas que somos cojas, discapacitadas y no sé qué, pues nos meten en una rueda de deuda de gratitud permanente con los que se supone que son solidarios.

          AGC — Pasa, sí. En cualquier acto de solidaridad o de caridad pasa eso mismo. Es lo que he dicho: que en definitiva todo queda sometido a un arreglo desde Arriba por organización del Régimen: por Dinero, que es después de todo la última de las Realidades, todo queda reducido a eso. La deuda de que hablas es ya una deuda en cierto modo dineraria aunque a primera vista no lo parezca. 

          — Yo no estoy…, yo no veo tan claro… Es que, vamos a ver: yo pienso que si… Yo veo en principio más clara la diferencia entre solidaridad y caridad, pero pienso que justamente la diferencia está en que la solidaridad implica el elemento de común, de comunidad…

          AGC — ¿“El elemento”…? 

          — De comunidad. Es decir…

          AGC — ¿Cuál?

          — …de resolver, de intento de resolver cosas comúnmente conviviéndolas y compartiéndolas; y además cuestionándolas, porque si no yo desde luego no hablaría de solidaridad. De hecho, quizá erróneamente pero hace tiempo, se hablaba de solidaridad de clase cuando evidentemente el problema no son clases, el problema es pueblo y Poder, pero se hablaba de solidaridad de clase justamente como algo que implicaba el modificar una situación por la lucha de clases. O sea, que desde luego si algo es solidario implica el no aceptar la situación tal cual está, si no, no hay solidaridad.

          AGC — Sí, te estás oponiendo de una manera bastante clara a la distinción y oposición que yo hacía con la comunidad, con lo común, que era otra cosa distinta donde en lugar de jugar las personas, jugaba eso que no existe pero que lo hay, que no son personas, a lo que aludíamos como pueblo. Tú quieres decir que normalmente, cuando se establecen asociaciones, sindicatos, etc., con finalidad y con actividad solidaria, eso presupone…

          — No, pero no lo digo como esa finalidad.

          AGC — …eso implica (más que presupone, ‘implica’) también una conciencia de lucha contra el Poder, si te he entendido bien. No hay por qué distinguir mucho con la caridad del antiguo Régimen, ¿eh?, no hay por qué: si a nosotros nos repugna —a mí, por ejemplo— la caridad del antiguo Régimen y los milagros que muchos santos podían hacer curando gente, no es por los actos mismos sino porque esos actos implicaban una fe, y eso me echa p’atrás. Y me temo que los actos de solidaridad en asociaciones del tipo les pasa lo mismo, me parece que implican una fe, una creencia, una doctrina respecto a eso. Que por otra parte (¿eh?, seamos sinceros) en la práctica esa doctrina normalmente ni se recuerda, se atiende a lo inmediato, se tiende a hacer bien, a evitar los errores, a impedir un desahucio, a quitar toda justificación a una empresa, conseguir el reingreso de los empleados, a hacer que un Estado aumente los puestos de trabajo, y eso es una cosa que lleva tanto, que ocupa tanto, que la verdad es que ni siquiera hay tiempo para acordarse de la doctrina social que pueda haber debajo.

Perdón, voy a hacer una parada: es que es una puñeta casi increíble (parece un milagro del Señor) que esto de tener que hablar tan fuerte me haya tocao el día en que padezco una tos que no sé cómo acabaré saliendo de aquí con motivo de esto. Ha sido… No hay… Pero es irremediable, ¿no?

          — Pues que hablen los demás, cállate tú un poquito. Es que hay otros que…

          — Un acto de solidaridad, Agustín.

          AGC — Ya lo estoy haciendo. Ya lo estoy haciendo, pero aún así.

          — Por solidaridad, digo.

          — Cállate un poquito.

          AGC — Es que es una casualidad, una casualidad tan grande, que de ordinario no me pasa esto, no me importa hablar muy fuerte mucho rato, pero… me ha cogido…

          — ¿Quieres agua?

          — Si tiene agua ahí. Tiene agua.

          AGC — …me ha cogido el Señor en su peor momento para hacernos la puñeta.

          — Pero que se hagan preguntas entre ellos. No tienes que estar de moderador y de mesurao. Y no puede ser.

          AGC — Bueno, venga, no. No le deis más vueltas, no. Voy a intentar que la conversación sea…

          — Pero el tema que plantea Palacios de cuando tenía un sentido el sentido de la palabra ‘solidaridad’ (por ejemplo: solidaridad obrera, solidaridad dentro de la clase) tenía su razón de ser en un momento en que efectivamente había un asomo de clasificación, de clases. Ahora en lo de el sector servicios éste en lo que nos hemos convertido el mundo, en el único tipo de individuo en el cual están todas las clases ahí revueltas…

          AGC — Bueno, bueno, bueno, bueno.

          — …el proceso es de otra manera. Sí, el proceso es de otra manera; el proceso ahora es un proceso en el que la cuestión de la solidaridad es casi una istrucción, una istrucción recibida desde Arriba, desde el Poder. No se hace desde la clase misma, no se hace desde abajo, no está movida por el motor de esa injusticia –diríamos- de ¿por qué uno, coño, tiene que ser obrero y llamarse obrero?,  y ¿por qué otro tiene que ser señor o amo de algo?, que tenía su razón de ser en aquel momento. Ahora mismo es que no hay ese motor: la istrucción, la solidaridad es una planificación desde los ministerios de Asuntos Sociales, desde Arriba, leyes de dependencia, leyes de no sé qué, objeto de justicia, objeto de reglamento del Poder. Y este cambiazo es importante pero no siempre ha sido así. No siempre ha sido así.

          — Pero yo apuntaría más, Isabel: es que esa solidaridad real, desde Arriba, se dé y funcione, está…, yo creo que precisamente funciona porque por debajo hay un sentimiento verdadero de solidaridad común, de solidaridad en el pueblo, que es distinto a eso que se programa como una finalidad sindical o revolucionaria o no sé qué. Es algo que hace que las comunidades se revuelvan ante situaciones y acepten a sus iguales y convivan con ellos y compartan con ellos sus cosas.

          AGC — No es muy distinto de lo que pasa…

          — Sí, hay una compasión desde abajo con el desfavorecido, con el enfermo…

          AGC — …de lo que pasa en la vida corriente. Estamos…

          — …que viene desde abajo siempre. Eso no nos lo quitan.

          AGC — …Estamos hechos personas. Eso no nos lo podemos quitar de encima por las buenas. Nos queda algo de pueblo. Estamos hechos personas. Nos queda algo de pueblo, a unos les queda más, a otros menos. En algunas de las comunidades que dices, pues puede coincidir que ese sentimiento de lo común que nos queda sea más; también en una persona que anda por la calle y que acude a cualquier desgracia sin pensarlo, puede que sea más lo de común, pero desde luego eso no quita la oposición fundamental entre personas y pueblo, y por tanto la atención a necesidades personales, familiares, sociales, dinerarias... y alguna otra cosa, alguna otra cosa que puede que esté por ahí debajo también pero que corre el peligro precisamente de agotarse en caridad, agotarse en solidaridad.

          — Pero tendríamos, Agustín, que observar un poco los usos de la lengua hoy día, las perversiones a las que se han conducido a ciertas palabras; porque, por ejemplo, una cosa que a mí todavía…, tenía su gracia ‘Comunidad de vecinos’ hoy es ‘Comunidad de propietarios’. Está claro que son los propietarios, el concepto ‘propietario’ lo que es el concepto de lo común, y eso es lo que te echa a perder: la Presidenta de la Comunidad, la Comunidad… Mira las Comunidades: son Estados ahora mismo. La comunicación, que sería la raíz de comunidad, hoy día es una administración de los MasMedia. O sea el término ‘comunidad’ está tan pervertido o mucho más que el de ‘solidaridad’.

          AGC — Isabel, déjalo, no merece la pena. Isabel: no merece la pena.

          — No, no: sí merece la pena.

          AGC — Todos sabemos cómo…

          — Vamos a darle al enemigo lo que no vale, ¡coño!

          AGC — …Todos sabemos cómo la Sociedad humana se las arregla para pervertir cualesquiera vocablos, hasta los más altos, como el propio…

          — Pero unos más que otros, como ‘pueblo’, como el concepto ‘pueblo’.

          AGC — …como no sólo caridad, solidaridad, sino pueblo mismo, pueblo.

          — ‘Pueblo’. Mira el Partido Popular, que va a ganar él.

          AGC — De manera que no tenemos que asombrarnos, ¿eh?, tenemos que contar con eso: la Sociedad humana está sostenida en esas falsificaciones. Bueno, yo creo que…

          — Ahí hay una voz poderosa y...

          — Que en esto de la oposición entre comunidad y solidaridad también uno tiene que…, no sé, tiene que tener una cierta precaución para no confundir un arrebato más o menos noble y desentendido de lo que es el futuro, de lo que en general se llama ‘buena fe’, ¿no?, o ‘buenas intenciones’, que por muy a primera vista que parezcan, pues eso, loables y defendibles algunos actos de buena fe, también hay que…, tiene que tener uno cuidado, ¿no?, porque, quiero decir ‘de buena fe’, como se suele decir “El infierno…” (no, ¿cómo dicen?), “De buenas intenciones está el infierno empedrado” o…

          — Lleno.
         
          AGC — No estoy seguro de qué quieres decir. ¿A las cosas que le salen a uno, no de su alma que es personal, sino de más abajo, y que lo arrebatan? Sí, sí, los arrebatos desde luego de por sí ya se sabe que muchas veces acaban contribuyendo a la domesticación. No, no es por ahí donde hay que mantener la distinción.

          — Más intervenciones.

          AGC — Bueno, os voy a…

          — Allí hay otra voz.

          — A mí me parece que…, bueno, como ya se dijo, que lo de solidaridad desde luego que no es lo mismo que lo de comunidad, pero también que tampoco es lo mismo que caridad, en el sentido que ya salió de que solidaridad me parece que es entre desfavorecidos mientras que caridad es del favorecido con respecto al desfavorecido; pero en las dos maneras me parece que hay un intento común, en la solidaridad y en la caridad, que es algo así como un intento de luchar contra esa ley de ‘cada uno a lo suyo’, pero un intento en el que el cada uno siga entero, siga cada uno siendo cada uno, como si cada uno pudiera ocuparse de los otros y al mismo tiempo seguir siendo él el que es y seguir con sus intereses. Y que ahí hay una cierta contradicción, porque si de verdad uno, para poder dejarse llevar por lo que les pasa a los otros o los sufrimientos de los otros, tendría que desentenderse de verdad de sí mismo, y, entonces ya, unos y otros dejarían ser unos y otros y ya no se trataría ni de caridad ni de solidaridad sino que ahí de verdad se podría dar la comunidad. Sin embargo, en la solidaridad y en la caridad se pretende que cada uno siga siendo el que es, aunque de vez en cuando, pues se ocupe a dedicarse de los problemas de los demás o algo así.   

          AGC — Bueno, has contribuido a hacer ver que para estadios distintos de la cosa efectivamente lo que dices de la solidaridad se puede decir de la caridad y viceversa. También en la caridad del antiguo Régimen, por supuesto, el rico que daba limosna, la daba con la condición de seguir siendo rico, no iba a perder su puesto, ¿no? De manera que puede haber una diferencia de grado en cuanto…

          — No, si eso quería decir: que en los dos se daba eso.

          AGC — …una diferencia de grado en cuanto al sacrificio, en cuanto al compromiso, pero en los dos terrenos, en la actual solidaridad y en la caridad del antiguo Régimen: lo mismo. Siempre se trata en definitiva de un intento de arreglo y, por tanto, de una contribución al mantenimiento del Orden tal como dado.

          — Sí, precisamente respecto a lo que decía Virginia es importante porque cuando se hace alusión a lo de la limosna en las palabras sagradas del Evangelio se habla precisamente inmediatamente de que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda.

          AGC — A eso vamos ahora. Gracias por recordarlo.

          — Pues venga, Agustín, lo acabo de sacar [].

          AGC — Ahora vamos a eso porque has estao conmigo y ahora vamos a eso. Muy bien, gracias. Efectivamente se me estaba ocurriendo volver a ello y yo creo que nos puede ser bastante útil. Sí, es que el otro día en Granada…

          — Que sí, hombre, que cuando acierto es porque te he escuchao a ti.

          AGC — …en una reunión y disputa en el local de los de la CNT de allí, pues surgían cuestiones que me parece que pueden ayudarnos. Recordad que lo que aquí pretendía hacerse claro es cómo los problemas de cualquier clase que sean vienen a dar en una separación de uno contra sí mismo, en una disolución del alma, del Yo, de una manera o de otra. Pues no me había dao cuenta de lo que me acordé en esa sesión del sábado pasado de que aquello que aparece en el Evangelio, que el Verbo Encarnado lo dice refiriéndose a la manera en que dan limosna los fariseos, eso mismo podía ser una vía muy clara para llevarnos a la división, al psicoanálisis.

[Refiriéndose a los que han estado arreglando el sonido]: ¡Qué sacrificio que han hecho! Se han perdido muchas de vuestras ocurrencias que podían ser decisivas.

          — Dios hizo el mundo en siete días.

          — A ver, dale.

          AGC — Vamos a ver. ¿Sí? Era una vía para llegar a esa especie de disolución y sicoanálisis, porque (por si luego no hay tiempo de volver sobre ello) es importante que recordéis que esta guerra que nos traemos contra el Régimen implica una guerra contra uno mismo, y si yo estoy todos estos días en estas últimas sesiones intentando volver sobre ello es porque me parece que se pasa por alto una vez y otra y que hay que recordarlo en serio: una política de pueblo-que-no-existe contra el Poder implica una guerra de uno contra sí mismo, pero tienen que ser los dos: tiene que ser el que cree en la solución de la Ciencia para el problema y el que no cree; el que practica la solidaridad y se conforma con ello y el que no se conforma, etc…

[Problemas con el sonido]

          — Cierra.

          — Agustín: no te estamos oyendo. Imposible. Repite, porque es muy importante.

          — Las grandes, encógelas, y las pequeñas sácalas.

          — Los cuernos los pones ahí.

          — Los cuernos grandes, encógelos.

          AGC — No suelen hacer falta las antenas, suelen estorbar.

          — Las pequeñitas más, las grandes… No: apaga las grandes.

          AGC — Suelen estorbar.

          — Estorban las grandes.

          AGC — Hay esperiencia de eso.

          — Eso.

          AGC — Bueno, venga.

          — Venga, sí, Agustín.

          — Agus: repite, por favor, porque no hemos oído nadie.

          AGC — Las palabras del Verbo Encarnado en el Evangelio vosotros las recordáis bien. Creo que está sólo (si me acuerdo bien) en el Evangelio de San Mateo, parece que se les escapó a los otros, pero eso tal vez es una recomendación para que le prestemos atención, oído, a esas palabras: contra la limosna de los fariseos, “Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda” o viceversa: “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha”. No sé si vais comprendiendo cómo tiene esto que ver con lo de la solidaridad y la comunidad, yo sí que lo sentía en ese momento, lo sigo sintiendo ahora, y habrá que intentar aclararlo: estamos metidos en la Realidad, que es necesariamente una contradicción, como sabéis. Cualquiera otra manera de presentar la Realidad que no sea así, como contradicción, está mintiendo: las cosas y nosotros entre ellas somos contradictorios, no podemos ser de otra manera. Entonces, respecto al problema, ¿quién puede evitar del todo ser solidario con las personas que le rodean, especialmente por las que tiene alguna estima o lazo familiar o lo que sea?, ¿quién puede del todo dejar de ser caritativo y por tanto proceder a cualesquiera tipos de acciones que traten de curar la injusticia, que traten de igualar las desigualdades, que traten de librar a un prójimo cualquiera de sufrimientos inmediatos como pobreza (falta de Dinero), hambre, que no es más que pobreza en el Régimen en el que estamos y que se refiere al Dinero? ¿Quién puede evitar eso? Hasta para dar una limosna por la calle, pues si uno es sensato, no hace como la gente del Partido Comunista antaño, que mandaba no dar limosna. ¿Por qué?: porque eso contribuía a sostener al Régimen que se trataba de derribar. A lo mejor ahora os reís un poco de esto pero no es de muy lejos, es de los años de la lucha, como decían, de aquí y de otras partes. Si uno es sencillamente sensato no tomará esa actitud, sabrá que por lo que sea, pues le es más fácil dar la limosna que andar pensando algo para evitarlo.

Pues eso es la mano derecha: la solidaridad, la caridad, todo lo que se haga por los prójimos, para lo que unos tengan más ganas, otros tengan menos ganas, unos sean más activos, otros menos, unos se organicen más, otros se organicen menos, pero todo eso es mano derecha. Todo eso es la mano derecha, es decir, que responde a una de las mitades de la Realidad. Y como uno no es nunca del todo eso, como uno nunca es del todo persona, queda por debajo lo otro, que es justamente lo que nos queda de desconocido, de pueblo, que lo único que sabe decir es NO al Régimen, recordar que pese a todos los arreglos, las justicias, las organizaciones, el Régimen en sí, cualquiera, el Poder, sigue siendo intolerable; sigue siendo intolerable y no puede uno ajustarse a él.

Ésa es la otra cosa que en uno queda, que está por debajo de uno, de su persona, pero que sin existir sigue hablando. Pues lo importante es que no sepa, como dice Cristo. Evidentemente si tu mano derecha, la mano solidaria, caritativa, organizadora, resolutora de las injusticias, sabe de eso que está haciendo la izquierda, lo meterá pa dentro, y cualquier rebelión comunitaria que pueda quedar se arriesgará a quedar embebida dentro de la propia organización de la protesta, de la propia organización de la rebelión. Naturalmente si tu mano izquierda sabe lo que hace tu derecha, ya ni siquiera es tu mano izquierda, porque lo que nos queda de pueblo, lo que nos lanza contra el Poder, no sabe (en el sentido de que saben las ciencias o sabe el Señor), no sabe. De manera que su actitud para seguir viva es justamente ésa, la que aquí os estoy proponiendo: desinteresarse de lo otro.

Bueno, eso es cuestión de la Realidad, hay que hacerlo, no se puede evitar, hagámoslo de la manera menos dañosa, hagámoslo de la manera que menos a mí mismo me estorbe y perjudique, pero sin más interés. Eso forma parte de la Realidad y es importante que eso no sea todo, ni uno, que ni uno sea del todo eso, ni la gente, lo mismo, sea del todo eso, se reduzca a hacer eso en lo que en las organizaciones más o menos solidarias y caritativas se establece.

Si encontráis alguna manera más clara de procurar esto de rompernos, desengañarnos de la unidad de uno, ya me lo contaréis. Para mí esta evidencia es de lo más claro que se nos puede dar…

          — Sí, Agustín.      

          AGC — …De manera que es así como, una vez más, la política viene a dar en, muestra que implica una división de la persona, un psicoanálisis. Si no, no hay rebelión del pueblo.

          — Sí, se me ocurre en otra perspectiva que es ¿hasta qué punto la solidaridad es uno de los mecanismos, y entre otros muchos, que tiene la especie para sobrevivir?

          AGC — ¿Qué especie?

          — La humana.

          AGC — No, la especie humana ni siquiera... Puedes decir…

          — Bueno, el…

          AGC — …esta cosa de los hombres contra la que estamos…

          — …el mono sabio ése que somos. O las cosas que somos.

          AGC — Eso es lo que antes he dicho… Se resuelve con lo que antes he dicho a varios ejemplos, pero a uno de ellos: el hambre, resolver el hambre. ¿Qué es hambre en esto que llamas “especie humana”? ¡Venga, hombre! ¿Hambre?, ¿como la de los leones?, ¿como la de las gacelas?: ni idea sobre ello. Hambre quiere decir Dinero. Hambre quiere decir falta de Dinero, mala repartición de Dinero. Ninguna otra cosa. Esto que llamas “especie humana”, contra la que estamos, contra el Hombre, una y otra vez, desde lo que nos queda de pueblo contra el Hombre, se distingue justamente de lo que vemos de nuestros animales y las otras cosas por una especial sumisión a la Ley de Dios que convierte cualesquiera cosas de las que se llamarían “naturales” en ideas, en mandamientos, en prohibiciones, todo eso.  Ésa es la maldición. Es la maldición de la especie humana.

          — Que digo: la mayor sumisión ¿no es ser cosa?

          AGC — Sí. Dejar de ser Hombre. Hay que decir “contra el Hombre estamos”, sin más, en ese sentido. Reconocer lo otro: que es que somos cosas como cualesquiera cosas. Para que algo de eso se sienta hay que prescindir de la ideación, de la imposición del Hombre sobre todo eso.

          — Agustín: con esto de la solidaridad se me ocurre una pregunta: ¿las cosas son solidarias? Los planetas, por ejemplo, ¿son solidarios? Los planetas, ¿son solidarios?, las flores ¿son solidarias?, los leones ¿son solidarios?

          AGC — ¿Qué te parece a tí?

          — Pregúntale a ellos.

          AGC — ¿Qué te parece a tí?

          — Pues que no. ¿Que la solidaridad es una educación, entonces?

          AGC — ¿No? ¿Te parece que no? Una pregunta útil.

          — Que no son solidarios, creo. ¿Una piedra es solidaria?

          — Que hay otra voz por allí.

          — Es bastante sólida, sí.         

          AGC — Un momento, un momento, un momento: esta pregunta está en el aire.

          — La piedra es sólida del todo.

          — Pero que la única solidaridad entre ellas, se me ocurre, es la ley de la gravedad. No sé.

          AGC — ¿A eso llamarías solidaridad? Habíamos ya preguntado al mismo tiempo ¿son caritativas unas con otras?, porque hay muchos ejemplos, vistos desde fuera, de animalitos, sin ir más lejos, que efectivamente muestran caridad y desde luego tienen establecidas una especie de costumbres que son leyes. No creo que debas tan pronto negarles a las demás cosas algo como la caridad o la solidaridad, tienes ejemplos varios sin llegar a la gravedad, sin llegar a la gravedad. Por ejemplo: si un gran carnívoro, un león, mata un ciervo y procede inmediatamente a apartar una parte del costillar para la hembra, la verdad es que eso no puede que lo haga por una especie de amor físico, lo hace por ley, lo hace porque está establecido en la manada, está establecido en la manada que se haga así…

          — Sí, han pedido la palabra…

          AGC — …De manera que… (Hay que terminar un poco, ¿no?, aunque no cerrar) De manera que yo diría que en el resto de las cosas, planetas, animales, etc., se da algo equivalente a las dos cosas: a la organización para el mutuo bienestar, al hacer bien por lo menos dentro de circuitos (como una horda, como un sistema planetario: dentro de circuitos), hacerse bien unos a los otros, tratarse bien, y, que luego, aparte de eso, queda lo que queda fuera de la Realidad. No olvidéis que es la Realidad (no sólo la humana) la que es contradictoria. De manera que estamos diciendo rasgos que pertenecen, digamos “a la parte de Arriba” de los animales, de los astros, de las plantas, y lo que queda por abajo, que no pertenece. De manera que sólo de una manera especial estamos estudiando eso (esa aparición de lo uno y lo otro) en estas formas de exagerada fidelidad a la idea que son las humanas, pero nada más.  

          — Allí hay una pregunta, allí, y luego voy yo.

          AGC — Tú ya has ido.

          — A mí se me ocurre que la solidaridad puede surgir, probablemente surge espontáneamente, cuando el grupo humano al que se aplica es pequeño.

          AGC — ¿“Cuándo”?

          — Cuando el grupo humano, el que estamos analizando, es pequeño, pero a medida que el grupo se empieza a hacer más grande, eso se empieza a diluir y, por ejemplo, en una ciudad, en una aglomeración grande, la solidaridad es más complicada. Y la globalización yo creo que tiende a diluir la solidaridad.

          AGC — No, no: te equivocas, te equivocas. Te equivocas, creo, en lo del tamaño. Pienso, por ejemplo, en una gran Mutua, en una gran mutualidad Eso es solidaridad, ¿eh?: eso es solidaridad, una gran mutualidad. Y esa mutualidad pueden ser millones los miembros que se benefician de esa sociedad de mutua ayuda. De manera que no el tamaño, no. No creo yo que la cantidad de participantes influya mucho: que sean muy pocos, pasando al estremo contrario, el grupo más diferenciado, la familia, efectivamente nos da ejemplos de solidaridad, que por cierto suelen confundirse con cosas de fuera, como amor y así, pero se dan. Pero desde ahí, desde la familia, hasta organizaciones muy amplias. Claro, tú te estabas fijando en el desorden de las calles de una metrópoli, pero eso está... sin embargo se deja someter a normas de todo tipo, sí.

          — Que aunque hay grupos… Que aunque hay eso que se dice que “Ojos que no ven, corazón que no siente”, lo que está claro es que la solidaridad hoy día funciona como abstracción, porque la creación de los terceros mundos, que están fabricaos por el Primer Mundo, es un acto de solidaridad, esa creación misma es ya una solidaridad para precisamente separar un mundo privilegiao de un tercer mundo con el que hay que ser solidario. Es que fabrica, fabrica. Esa solidaridad es la que está fabricando el tercer mundo. Esto es una cosa, luego tenía que terminar con otra.

          AGC — ¿Por tanto?

          — Por tanto la solidaridad ya no tiene esa parte carnal que es “Ojos que ven, corazón que siente” o es que…

          AGC — Yo no sé a qué parte carnal te refieres, ¿eh?

          — No, que se hace una abstracción, una idea, una ideología, la ideología de la solidaridad.

          AGC — Pero si lo es siempre. Ya he dicho que el hambre misma quiere decir “falta de Dinero”.

          — No, no, eso es llevando lo de [asociación], yo estoy hablando de otras cosas…

          AGC — No, no: se está hablando de eso. 

          — …la solidaridad fabricada desde Arriba es la que está costruyendo los terceros mundos.

          AGC — Siempre. Siempre es así.

          — Sí, es eso.
        
          — Las ONGs.

          — Sí. No, bueno, las ONGs yo no lo sé, pero la condición, la costrucción de tercer mundo está hecha desde la solidaridad, sí. Porque así compensa…, es un modo de meterte. ¿Por qué hay que haber primeros mundos, segundos mundos, cuando precisamente el Primer Mundo es el que está…?

          AGC — ¿No te acuerdas de la anécdota aquélla, que ya no me acuerdo muy bien…?

          — ¿Del niño que está con el ordenador…?

          AGC — No, no, no. Que dice eso mismo que estás tratando de decir pero en pequeño: en la lápida de un gran benefactor, que dice “Don Pedro Jiménez Rojas. Creó y mandó edificar aquí la casa de los pobres, pero antes inventó los pobres”. Esta anécdota viene corriendo desde hace mucho tiempo. Supongo que eso es lo que Isabel quería decirnos, más o menos.

          — Sí, es lo que quería decir. Mira, es que voy a terminar con lo del caso de lo de Natura, de la insolidaridad de Natura: que digo que ahí, eso que llamamos “Natura”, que es tan amplio y desconocido, hay todos los modelos, porque yo recuerdo el que más me ha abierto a mí los ojos de chica: era la cigüeña que se posaba siempre en el campanario de mi pueblo, de Quintana de la Serena, que tiene una torre con un campanario muy alto y todos los años había la cigüeña con el nido. Allí la cigüeña solía tener cuatro cigüeñuelos siempre. Bueno, pues la hija puta, cuando ya empezaban los pobrecitos a moverse y a sacar las alas, los tiraba a los cuatro así con la pata. Tres se salvaban porque conseguían volar y uno siempre, el pobre, se estrellaba. Es decir, ahí estaba claro que ella dejaba (como lo del Taigeto, ¿no?) a que la minusvalía del pájaro era la que realmente le acababa. Y era su madre, ¿eh?, era su madre. ¿Tú sabes lo que es eso, que lo haga una madre?

          AGC — No sé bien por qué sacas eso ahí, pero venía en cambio bien…

          — Es un gesto que a una niña de cinco años… Te quedas asombrao, ¿no?

          AGC — ...venía en cambio bien con respecto a lo que decíamos antes efectivamente de lo que hay en las otras cosas también de organización, solidaridad y obediencia a unas leyes, que no se pueden llamar naturales, y ésa es una, era también un buen ejemplo.  No sé si lo has contao con exactitud.

          — No, no, no. Ya, ya, pero tú lo puedes mejorar…

          AGC — No, no, es que yo tampoco me acuerdo muy bien. Creo que la cigüeña observa efectivamente a las tres crías, creo, que tiene y ella misma tira del campanario abajo a la que sobra, porque es una ley: tiene que tener dos.

          — No, a la que sobra, no: tira a los cuatro. Y el que vale, vale y el que no, pa cabo. Y ya está. Es la ley.

          AGC — Era una ley: tiene que tener dos, por lo que sea.  

          — La ley del dos.

          — Agustín: por lo que estamos diciendo…

          — No, no: perdona, perdona, que le toca a éste. Es que, ¡joder!, lleva el pobre… El compañero de allí lleva mucho rato. Habla, compañero.

          —  [] simplemente que aquellos movimientos comunitarios, ¿no?, (bueno, ‘comunitarios’, yo los llamo así), que eran la objeción de conciencia y luego la insumisión a la mili, cómo se les obligó a ser solidarios. Y ya  una vez dentro de…, que hacían la prestación y todo aquello, ya es cuando se les tomaba en serio, se libraban de la cárcel, cuando —digamos— se…

          AGC — A ver, ¿cómo dices ahí lo de la solidaridad?

          — …se les obligaba a hacer la prestación social, a ser solidarios, como alternativo a la mili…

          AGC — No, pero lo de la exención de la mili ¿cómo lo metes?, a ver.

          — O sea, la gente que negaba la mili, que no quería hacer la mili, que decían NO…

          AGC — Objetores de conciencia.

          — ¿Cómo lo relacionas con la solidaridad?

          — ¿Que cómo lo relaciono?

          AGC — Con la solidaridad no lo veo claro.

          — Se supone [], se suponía que el servicio solidario era el servicio militar. Entonces la respuesta es que ellos no eran solidarios.

          AGC — [Bueno, el servicio era solidario de una manera muy basta], no, pero bueno, bien. Pero en todo caso la objeción de conciencia…

          — Entonces se les decía…, ellos decían “NO, no queremos hacer la mili”. Y entonces cuando ya empezaron a hacer la prestación, ya, digamos, se les tomaba en serio, ya, digamos, evitaban la cárcel. Y así, digamos, entraban dentro. Luego ya vinieron los insumisos y dijeron “No vamos a hacer ni la mili ni la prestación”: “A la cárcel”, y ya… Bueno, tenían que decir que ellos eran más solidarios que nadie para que fuesen otra vez integrados. Y ya, claro…

          AGC — “Solidarios” ¿quién con quién?

          — ¿Cómo?

          AGC — “Solidarios” ¿quiénes con quiénes?

          — Con la Sociedad, con el servicio…

          AGC — ¿Con la Sociedad?

          — …Se supone que los militares eran los que daban su vida por la Sociedad, y estos eran una especie de tíos que querían vivir al margen. Entonces tenían como que entrar dentro de…, ser solidarios, vamos, con el resto.

          AGC — Ahí hay un conflicto entre dos niveles de organización: uno es el primero y más fuerte, que es la organización del ejército, de la patria y todo eso, ahí la solidaridad está convertida en una ley férrea: por el hecho de ser español, en ese momento, tienes ya todos los derechos y los deberes, entre ellos, el de morir por la patria. Ésa es la fuerte. Y luego hay otros intentos de organización como son la de los objetores. Puedes decir que entre los objetores, de unos con otros, hay un intento de establecer una conexión, porque, claro, desde luego ya se sabe que llegada, por ejemplo, la amenaza de una guerra, el dejar de ir, el desertar por cuenta propia, no rinde mucho, cuesta caro, entonces se puede buscar efectivamente una red, una red de objeción lo bastante fuerte, que en los casos que recordamos no llegó a tener éxito, pero se podría buscar. En cambio, lo otro que sugieres, que es que los objetores de conciencia podrían estar movidos por una especie de eso a lo que llamo “pueblo”, “común”... Ellos no podrían decir, tener una idea de otro mundo donde no haya guerras; pero de hecho, con la acción se podría decir que efectivamente, algo en esos casos puede venir desde abajo, de lo que nos queda de pueblo, que siempre está diciendo NO, es decir, está diciendo “El Régimen es intolerable. Cualquiera, cualquier patria, cualquier organización, por tanto, la guerra, el ejército, son intolerables”.  Algo de eso puede venir de ahí. Me temo que en muchos de los casos esta actitud de simplemente NO, NO (no tiene por qué, no hay necesidad ni de Estado ni de Ejército ni de guerra ni nada), no se solía mantener así, tomaba también caracteres de ideologías, se hacía por esto o por lo otro, a lo mejor podían los objetores creer en la paz, cosa en que el pueblo no puede creer, el pueblo siente que para no creer en la guerra hace falta no creer en la paz, porque si no uno está perdido: si uno cree en la paz está ya metido dentro del ajo, sometido a la guerra ¿no?. Pero, bueno, sea lo que sea, algo de eso podía venir de abajo, sí.

          — Agustín.

          — Espera, espera: allá atrás del todo. Y estabas tú también, ¿no?

          — ¡Ah!, que si esto de la solidaridad entonces, que si es constitutivo de la Realidad, como hemos encontrao otras cosas también y hemos dicho que son constitutivas de la Realidad, porque parece que no se escapa nada a la solidaridad. Bueno, a la solidaridad…, o me parece recordar en otras veces decíamos al amor o al instinto…

          AGC — ¡Ah!, no, no: eso está convertido en… como he dicho de los leones: ¡vaya usted a saber dónde está el amor entre el león y la leona! Lo que sí ves es que hay una ley que es que separa un costillar pa la hembra, está mandao. De manera que todo eso. No la solidaridad: la organización, el establecer leyes…

          — Porque quiere que esté gordita la leona…

          AGC — …todo eso no es específicamente humano…

          — …para que traiga nenes.

          — Si no, no hay bistec.

          AGC — …No es específica-…

          — Es por interés…

          — Creo que son las leonas, Agustín, las que cazan.

          — …Le da el costillar por interés: pa que esté jamona, pa que esté buena.

          AGC — Lo que atacamos aquí es la forma que nos ha tocao, como es natural. Atacamos la forma en que nos toca esto, que después de todo también se da entre los otros animales o cosas, por nuestra especial fidelidad, exagerada fidelidad a la ley del Señor. Pero en la Realidad, recordad que cuando decimos “cosa” (animales, astros, etc.) estamos refiriéndonos a cosas realizadas, reales, y por tanto costituidas en esa contradicción que es la Realidad. Aparte de eso están las cosas antes de realizarse, ésas que son las sin fin, porque no pueden ser una ni pueden ser todas, ésas que están ahí antes, ¿no? Pero son las cosas realizadas, formando parte del mundo real, las que están sometidas a organizaciones, leyes y cosas así, que alguna vez los hombres equivocadamente esplican como ‘istintos’ o cosas por el estilo, vamos, sin ningún fundamento.

          — Había allí alguien que quería hablar, en la esquina al lado del micro-…, del altavoz. Se fue. Entonces, Virginia: tú habías levantao la mano, te toca.

          — Bueno, yo quería pararme en esto o creo que podríamos pararnos en esto de lo de la solidaridad entre las cosas, o más bien entre los animales, que son los ejemplos que han salido. Yo creo que no puede saberse por qué una leona caza o da de mamar a sus cachorros, por ejemplo. Creo que no podemos decir que es por solidaridad…

          AGC — ¿Que “no podemos”…?

          — Decir que es por solidaridad. Creo que eso es una cosa que queda fuera de nuestro saber, y tan fuera queda como el hecho de que también nos cuentan que los leones se dedican a matar los cachorrillos que no son los suyos o no sé qué rollo… Creo que…

          AGC — ¿Cuáles?, ¿“los”...?   

          — Otra historia que cuentan de los leones es que a veces los leones matan a los cachorros que no son los suyos. No me sé bien esta historia, ¿no?…

          —Eso es un acto de solidaridad.

          — …Creo que no podemos ni andar diciendo que una cosa es solidaridad y la otra cosa es una especie de ejercicio de poder o algo así. Creo que eso no lo podemos saber.

          AGC — No: ni lo uno ni lo otro. Ni desde luego podemos tomar la actitud contraria de llamarlo “natural” o “istinto”. Desde luego lo que no podemos perder es la evidencia de que la Realidad  n o   e s   n a t u r a l,  en el sentido que se venía diciendo. La Realidad es la Realidad y está hecha en contradicción, y por tanto tenemos que estar dispuestos a encontrar la contradicción en cualquier sitio: animales, árboles, astros y lo que quiera que sea.  Luego ya, que le des un nombre tan humano como el de ‘solidaridad’, tal vez es muy exagerao. Pero, vamos, la evidencia de la contradicción no la podemos perder nunca: si no, esas cosas no serían cosas realizadas.

          — Ester.

          — Yo quería decir que hay cosas que llaman muy fácilmente a la solidaridad, que es, por ejemplo, pues esto de apadrinar a un niño o lo de recoger firmas para las lapidadas y todo esto, ¿no?, y luego cómo en el día a día, ¿no?, pues para coger el metro hay esa agresividad que tene