27.08.2014

Tertulia Política número 307 (9 de Noviembre de 2011)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

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TRANSCRIPCIÓN:
 
 
Ya sabéis, como también tenemos fiesta hoy, es día de fiesta, es la Almudena, nos tocará la campana a las diez menos cuarto, de manera que preparáos a ser rápidos en todas las objeciones, preguntas, dudas y lo que sea que se os ocurra.

Tenía que preguntaros (como el otro día no estuve directamente hablando con vosotros) ¿cómo va eso?, ¿cómo va ese asunto de la partición o división de uno en dos por lo menos, en dos contrarios, el uno contra el otro? Porque recordáis que eso es a lo que en todas estas sesiones nos estamos dedicando: tratar de ir un poco contra nosotros mismos hasta sentir de verdad esa división o partición de uno, que es la manera más directa de renunciar a la fe en uno mismo, que es lo que al Régimen le gusta y que manda ante todo,  como medio de tener fe en el propio Sistema, tener fe en uno mismo.

Contra eso es por tanto contra lo que directamente estamos. Sólo así tiene sentido una tertulia política en que se pretende que hable algo de lo no persona, algo de lo que nos queda por debajo de las personas de pueblo-que-no-existe pero que lo hay, que lo habla y que dice NO al Poder, al Poder sea cualquiera. Naturalmente, mientras uno siga creyendo en uno mismo y esté tan conforme con su propia identidad y unidad, no hay nada que hacer en ese sentido. Sólo con la rotura, sólo con la división de uno en dos, se puede romper esa fe, y romper la fe en la persona quiere decir dejar abierta la vía a la voz de lo que nos quede de pueblo, de no persona. Y ése es el sentido de esta política: es un decir NO, es una política esencialmente de negación, es la negación lo que nos es dado (y ya es a duras penas, penas como, por ejemplo, ésa de tener que renunciar a la unidad de uno), es la negación lo que nos es dado.

El otro día, hablando con gente más o menos revuelta o descreída en San Sebastián, en una carpa bajo un temporal, se me presentó por boca de alguno esta cuestión que venía a decir que se trataba de decir NO a un Régimen cualquiera que fuera y por tanto acabé proclamando (lo que todavía es escandaloso) “¡Muera la Democracia!”. Y entonces (porque es la forma del Régimen que nos ha tocado, el Régimen del Bienestar es necesariamente democrático, porque no hay truco mejor que el de la Democracia que se haya inventando hasta ahora para engañar y someter al pueblo), de manera que me decía este muchacho ““¡Muera!” está bien, pero ¿y ¡Viva!? ¿a qué?”. Sería muy fácil decir cosas como “¡Viva la vida!”, “¡Vida al pueblo!”, pero ésta no es la buena táctica. Ésta no es la buena táctica porque en cuanto se pone uno positivo y le dice “¡Viva!” al pueblo, a la vida, inmediatamente los está metiendo ya dentro del redil, cuando su gracia era que tanto pueblo como vida estaban fuera del redil y ahí tenían su gracia y su fuerza.

De manera que lo que nos queda es simplemente matar a lo que lo mata. No tenemos ninguna vía directa: matar a lo que lo mata, matar al Poder bajo cualquier forma, que es lo que efectivamente está costantemente impidiendo vivir (sea lo que sea) en lugar de existir (que se sabe lo que es y que se cuenta por horas y por días y por años: por futuro). Solamente así nos cabe, tratando de descubrir la mentira de, llegar al desengaño de, negar de una manera o de otra la fe, el Poder (que está siempre sostenido por la fe) y dejar así paso libre a que por las rendijas se cuele algo que no sea personal y por tanto sumiso, por tanto administrativo, que sea pueblo, que sea pueblo de verdad.

Era importante también (aquí lo hemos hecho notar pero hoy tengo que volver sobre ello) que en esta labor se trata de renunciar lo más posible a usar (aunque sea de una manera pretendidamente revolucionaria, contra el Poder), usar los términos (que después de todo son las ideas) que usa el Poder y que usan los Medios de Formación de Masa de Individuos, con la televisión a la cabeza, la prensa detrás, etc., porque el usar esos términos que ellos emplean cada día implica ya rendirse. Por eso aquí casi nos prohibimos hablar con términos cultos como los que emplean los políticos o los filósofos o los que oís y leéis todos los días en la televisión o la prensa. Confiar más bien en el lenguaje corriente y moliente en que ahora mismo os estoy hablando, porque aunque ese lenguaje, que por fuerza tiene que ser un idioma, una lengua de Babel, particular, cargada también de significados en sus términos, no puede compararse con la jerga que se emplea en la Cultura, en la Filosofía, en la Política, en los Medios, y que está directamente destinada al engaño y a la mentira.

He intentado, sigo intentando ahora mismo, despertar en vosotros el sentimiento de esa división de estratos en la propia lengua que estáis hablando. Hay que aprender a distinguir, a que cuando se oye un terminacho cualquiera de los de la Política o la Filosofía, un terminacho culto, sentirlo como estraño a la lengua corriente, distinguirlo de la lengua corriente. Es una cuestión de sensibilidad, y esta sensibilidad para los estratos de la lengua es desde luego, como entendéis, de importancia inmediata, porque en cuanto os dediquéis a hablar de crisis, de democracia, de participación, de representación, del IVA, de la Banca, etc., como si fueran realidades corrientes y inocentes, estáis ya metiendo la cabeza bajo el yugo: con ese mismo uso estáis convirtiéndoos en unos colaboradores en la mentira, porque evidentemente todos esos términos de que os hablo están destinados a haceros creer en una realidad donde todos esos términos que os he dicho y otros mil que os diría efectivamente existen, tienen un significado, son cosas. ¿Quién nos va a convencer de que el Impuesto sobre la Renta no es una cosa?, ¿quién nos va a convencer de que la división autonómica del Estado no es una cosa?, ¿quién nos va a convencer de que la Administración en general, de que el Fisco, no son cosas?, que tienen que estar porque están, como están ahí tienen que estar de alguna manera, se justifican por el propio empleo de los términos. 

De manera que, como tenemos prisa, no tengo tiempo para insistir mucho, pero me pasaría horas insistiendo en el acostumbrarse a distinguir en la lengua misma aquello que es lengua corriente, el román paladino “con el qual suele el pueblo fablar a su vecino”, como decía el maestro Berceo, y que tiene sus engaños ya y sus trampas pero que no se puede comparar con las de los términos astractos de la Política de los políticos, de la Ciencia de los científicos, de la Filosofía de los filósofos, todos ellos destinados a haceros creer, a sostener la fe que el Poder necesita, es decir a cultivar y a fortificar la mentira, la mentira que el Poder necesita para subsistir.

Ya comprenderéis que si el Poder estuviera seguro de sí mismo no tendríais que estar oyendo todos los días la predicación a través de los Medios, con la televisión a la cabeza y la prensa detrás, la predicación que consiste en hablaros en esa jerga, hablaros en esos términos, con lo cual, digan lo que digan, ya con el solo empleo de los términos como algo inocente, os están metiendo en el redil, os están convirtiendo (en cuanto los entendéis y a vuestra vez los usáis), convirtiéndoos en colaboradores, colaboradores con el Poder. Espero que esto quede bastante claro, si no, el poco rato que nos quede ya me diréis cómo está de oscuro todavía.

Me paro un momento todavía a deciros que, aparte de esto que tiene el uso de los términos cultos, del estrato superior de la lengua, como mortífero, como mortífero para lo que se pueda escurrir de pueblo que habla, que no existe pero habla entre la gente, aparte de eso también tiene otros inconvenientes, me paro en uno, inconvenientes para esta política del pueblo: uno es que generalmente estos términos, estas ideas que sostienen al Régimen se quedan atrasadas rápidamente, y esto se nota más todavía en tiempos como los nuestros en que la aceleración del cambio se ha vuelto una necesidad imperiosa para el Poder, que no puede estarse quieto un momento, que tiene que estar cambiando costantemente. Para seguir lo mismo, claro. Ése es el truco del cambio, el cambio es eso: cambiar, y cuanto más rápido mejor, para seguir lo mismo, practicando la misma mentira y practicando la misma sumisión.

Pues, bueno, estas ideas que el Poder vierte sobre vuestras cabezas, y que trata de imponernos y de haceros creer que tratan de realidades, cambian rápidamente, se pasan de moda enseguida, se pasan de moda enseguida; y el resultado es el que tantas veces hemos costatado entre los compañeros más o menos revolucionarios de un color o de otro, una y otra vez: que, si se descuidan, están peleando contra fantasmas, están peleando contra fantasmas que el Régimen ya de por sí ha mandado retirar hace tiempo. Esto lo hemos encontrado una y otra vez y espero que entendáis cómo es el haberse tragado ese uso de los términos políticos, filosóficos, económicos, cultos, es lo que tiene la culpa de que estos rebeldes, estos que pretendían decir NO al Poder, se queden atrasados siempre y se encuentren peleando no contra el Régimen, como actualmente los oprime y los mata, sino contra unas formas del Régimen más o menos recientemente pasadas que el Régimen ha mandado ya de por sí a la basura, una y otra vez. Por ejemplo, cuando hace cuarenta y tantos años, en el ’65, al establecerse el Régimen actual, el Régimen del Bienestar, que no es más que el Régimen de la identidad del Capital y el Estado, o sea, el Régimen del Dinero, el Régimen del Dinero que es Futuro, pues cuando se levantó gente por el mundo, (yo me encontré arrastrado por esa ola, como ya os he recordado alguna vez) pues muchos de los que estaban metidos en política y que se habían hecho ya un lenguaje adecuado (más o menos del tiempo de Marx, pero, bueno, también un poco más reciente pero que lo seguían usando) eran incapaces, y en general la tendencia de ellos y también de los Medios del Poder era confundir aquel levantamiento que se producía por el mundo desde California a Madrid, confundirlo con un ataque a la Dictadura, con algo antifranquista, en unos años en que ya la Dictadura se había ido más o menos a hacer puñetas y no quedaban más que los restos de lo que los marxistas llamaban “supraestructura”: la policía, la censura, casi nada. De manera que se había confundido y por tanto el sentido de aquel levantamiento se volvía inoperante. Se ha repetido una y otra vez: cuando lo que os han enseñado a llamar “la Transición” se produjo, cuando esos restos de la Dictadura terminaron y se estableció otra cosa, que no podía ser más que la Democracia, pues efectivamente los políticos y los que les acompañaban en la fe, de lo que seguían teniendo miedo era de la Dictadura, todavía seguían teniendo miedo de la Dictadura.

Si no habíais entendido lo que os dije cuando os decía que los rebeldes se quedan atrasados por su propia costumbre de usar los términos y que se encuentran una y otra vez luchando contra fantasmas que ya el Régimen mismo, el cambio, ha hecho desaparecer por su cuenta, supongo que con estos ejemplos lo vais entendiendo bien. De manera que colocaros en el día de hoy y, cuidado que a lo mejor no hayáis caído en la misma confusión y penséis que cualquier levantamiento que ahora se produzca, en lugar de ser contra el Poder (contra ese mismo Poder que es el del Estado=Capital, el del Dinero), penséis que se está luchando contra las formas de tomárselo de un partido o de otro, algunas cosas que pasaban hace diez, veinte, treinta años. De manera que, cuidado, no os volváis a encontrar... eso: confundiéndoos y luchando con fantasmas. Es importante, ¿no?: aparte de los males del uso mismo que los términos traen consigo, es importante esto de que el cambio del Régimen que necesita de por sí no nos quede atrás. Por eso es importante una y otra vez decir que el NO se lanza en primer lugar contra lo que inmediatamente nos toca, contra la forma de Poder que está ahora vivo. Evidentemente en esta forma de Poder están de alguna manera incluidos todos los Regímenes desde el comienzo de la Historia, desde hace unos cien siglos. Están incluidos todos porque todos han sido malos y no podían menos de ser malos desde el comienzo mismo de la Historia; malos para lo que pudiera quedar de pueblo vivo, de gente todavía no sometida y también de razón común, de habla común.

Todos ellos están incluidos en el actual, en el que estos días mismos nos está tocando, pero naturalmente lo lógico y natural, por así decir, es que el ataque, el NO, se lance contra esa forma actual, inmediata, que nos toca, que nos duele, y en la cual todos los males de los Regímenes de la Historia están de alguna manera incluidos. Me diréis también ahora, en el rato que nos quede, cómo sentís o cómo os tomáis todo esto.

Una de las formas de este atraso nos ha tocado a Isabel y a mí, después de volver del temporal de Donostia, nos ha tocado verla en una película hace dos días (os la saco porque es también ilustrativo a este propósito): es una película norteamericana que se llama The help, que han traducido “Señoras y criadas”, y que se funda en un libro del mismo título, que debe de haber sido uno de los títulos que ha alcanzado un éxito mayor, millonario, durante estos últimos años en Estados Unidos. En Estados Unidos y sus alrededores por consiguiente, claro, con más o menos traducción: millones de ejemplares. Y la película en sí, que llega ahora aquí a los cinemas de versión original, lleva unos años también de éxito fabuloso. De manera que es evidente que es de las cosas que más les han gustado a las señoras y los señores de Estados Unidos y sus alrededores: no cabe la menor duda.

Bueno, pues ¿sabéis de qué trata la película?: pues trata de hace unos cuarenta y tantos años, es decir, de los años de alrededor del asesinato de Kennedy (para que cojáis bien la fecha), en un estado del sur, estado de Misisipi, y trata de los criados y más bien las esclavas de servicio doméstico, negras, y sus relaciones con la señoras, blancas. De manera que ya comprendéis lo dramático que puede ser el asunto, y tal como se ve en la película y sin duda en el libro se reproduce: lo dramático de la situación de estas mujeres negras obligadas a servir, obligadas a servir a las tales señoras, sujetarse a sus caprichos, aguantar sus impertinencias y por tanto intentar ocultar sus propios problemas y todo eso. Bueno, ¿pa qué?, ¿pa qué os lo voy a contar? Si tenéis gusto en sufrir un rato, pues podéis ir a verla porque después de todo, aunque sea por el lado del revés, puede que os sea útil: es tremendo. 

Bueno, ya comprendéis: desde hace cuarenta y tantos años hasta en el estado de Misisipi todos esos problemas el cambio rapidísimo del Régimen se los ha llevado al carajo, no tienen ya nada que hacer. De manera que ¡qué significativo es que lo que más les guste a las señoras y señores de Estados Unidos y alrededores sea justamente que se traten las situaciones dramáticas de las negras de la servidumbre de hace cuarenta y tantos años! Es terrible, porque al mismo tiempo que estas señoras y señores pueden refocilarse pensando que lo hemos pasado, ya lo hemos pasado, por otra parte ya la película no le puede hacer daño a nadie, a nadie en el Poder, no le puede hacer daño porque ya no está, esa forma de Poder que regía las cosas hace cuarenta años ya se ha cambiado por otra; por otra siempre peor, claro: el progreso del Régimen es para seguir lo mismo pero, si puede, cada vez peor. Ésa es la regla.

De manera que no hay peligro, se puede lanzar una especie de denuncia, diatriba de los horrores de la división racial y de los restos de la servidumbre doméstica tranquilamente: a nadie le va a hacer daño, ya no está en sitio ninguno; de manera que puede justamente divertirse a las señoras y señores con eso, y al mismo tiempo con ello… lo que os decía: lo que os está haciendo es aceptar el Régimen actual solapadamente por medio de esa distracción con otros Regímenes, como aquellos que entendían la subversión de los estudiantes como algo antifranquista cuando ya el franquismo había muerto: lo mismo una y otra vez.

Pues ahí tenéis un ejemplo de cómo se lucha contra los fantasmas del pasado, el éxito que eso tiene y cómo está colaborando indirectamente al mantenimiento del Poder, el mantenimiento en su cambio, y ‘en su cambio’ en nuestros días a la aceleración progresiva. Esto de que el Régimen cada vez tenga que cambiar más deprisa (para seguir lo mismo) conviene también que se le considere un rato: os decía antes “Si el Régimen estuviera seguro de sí mismo no tendría que predicar su fe y haceros creer en la Realidad todos los días por la tele y por la prensa”: pues aplicadlo también a esto del tiempo, referente al tiempo real. Podría uno pensar que esto de que el Régimen tenga que estar cambiando continuamente y cada vez más deprisa revela una debilidad, y en cierto modo la revela. Si uno creyera que el Régimen está seguro, no tendría sentido siquiera que estuviéramos aquí, todos seríais... vosotros y yo seríamos unos súbditos perfectos, estaríamos contentos cada uno consigo mismo y por tanto consiguientemente con el Estado y con la Banca que le han tocado y no habría nada que hacer. Si estamos aquí, algunos que pretendemos todavía estar diciendo NO al Poder, es evidentemente porque no nos creemos que el Régimen esté bien establecido y definitivamente, de una vez para siempre, que sea necesario, que sea eterno: no nos lo creemos (supongo, ahora me lo diréis), no nos lo creemos porque es esta falta de fe lo que nos hace falta antes que nada como móvil, ¿no?

Y, por tanto, están bien, se pueden recibir como testimonios de la debilidad del Poder, por si hacía falta, los que os estoy poniendo: uno, la necesidad de predicar la fe costantemente; si no, no tendría que haber Medios al servicio del Poder, no tendría que llevarse a cambio esa mortífera labor informativa, la labor de la información, que es en nuestros días la forma de predicación de que os estoy hablando. Y, efectivamente, que cada vez el Régimen tenga que cambiar más deprisa es también un testimonio de su debilidad creciente. Supongo que tomado así puede dar una cierta alegría (ninguna fe en que eso pueda utilizarse ni darse como una verdad, pero una alegría) costatar a través de esa necesidad del cambio acelerado la debilidad.

¿Para qué, diablos, tendría el Régimen que cambiar si estuviera bien hecho? Está siempre mal hecho y tiene que seguir estando mal hecho, porque el Régimen desde el comienzo de la Historia, desde el establecimiento de la primera forma primitiva de Estado, es malo, tiene que ser malo para la gente, no puede ser otra cosa. Si estuviera definitivamente costituido, no tendría que cambiar. Cambia, cambia desde luego, ¿en qué?: filfas, en filfas, en nada; pero son esas filfas las que os meten todos los días a través de los periódicos incluidos los artículos de opinión y demás. Os quieren hacer creer que se está jugando algo de mes a mes, de día a día, en la cuestión del nuevo ministro, del cambio de partido, de los remedios para la crisis, de las decisiones de la central bancaria acerca de si préstamos o no préstamos en un sitio o en el otro. Éstas son las comidillas de cada día: son filfa, no son nada, comidillas, pero eso es justamente lo que son —me atrevería a decir— el 90% de la información que os hacen tragar cada día. Consiste justamente en haceros creer en que ahí se está jugando algo, en que efectivamente las cosas van a cambiar y están cambiando, naturalmente siempre para mejor, o sea, al revés justamente de lo que sucede en el sentido que os he dicho. De manera que sí, es una alegría, mirándolo desde el otro lado, que estén obligados a hacer esas pamemas, esos fingimientos de cambio pero a velocidad creciente, cada vez más acelerada. De manera que también para eso se pueden aprovechar los testimonios que se nos dan.

Se va acabando el poco rato que nos queda hasta las menos cuarto, de manera que ahora os dejo ya, después de las que os he soltado, os dejo ya sin más para que, respecto a cualquiera de ellas, soltéis a vuestra vez lo que se os venga a las mientes o lo que os salga del corazón o como os guste más que os lo diga. De manera que ¡adelante con ello!, otras voces.

          — Bueno, a mí lo que más me sorprende es…

          AGC — Espera un momento para que…

          — ¡Ah!, perdón.

          AGC — …para que te puedan coger. ¡Adelante!

          — Lo que más me sorprende es que cómo tiene tanto éxito esa propaganda en la Democracia, ¿no? Se me estaba ocurriendo también que hay aquí en España ahora una serie de éstas que también… (creo que se llama Amor en tiempos revueltos, o algo así), y que viene a ser lo mismo, ¿no?: es también de la época de Franco o algo así, y que parece que hay un montón de señoras… bueno, y no solamente señoras, sino también mis compañeros de piso se ponen a verla, ¿no?, porque les enseña, ¿no?, cómo las épocas ésas, ¿no?: “lo mal que se estaba con Franco y lo bien que estamos ahora”, ¿no?

          AGC — Sí, sí. Es lo que os he dicho. Eso es uno de los resultados más inmediatos y lo que esplica el éxito: está seguro que a las señoras, amas de casa o no, incluso a gente menos formada, más joven, no les gusta que les enfrenten con las propias heridas que están recibiendo cada día. Prefieren volverse de lado, enfrentarse con heridas recibidas en otro tiempo y que se han curado, se supone que se han curado (claro, se han curado de hecho cambiando para peor, para más idiotez, para más sumisión, pero se han curado). De manera que no te estrañe, no te estrañe el éxito, no te estrañe, es así, se puede entender muy bien. ¿Qué más?

          — Sí, pero en ésas…

          AGC — Espera un momento. Un momento.

          — Que cuando uno atiende a ese tipo de cosas, digamos sobre todo cuando se supone que uno… digamos lleva una actitud rebelde o revolucionaria, digamos, es donde se da la verdadera o la más terrible evasión, ¿no? (de los verdaderos problemas, quiero decir, ¿no?), es como si… pues la literatura de evasión o cualquier cosa que uno utilice como evasión de aquellas cosas que están operando hoy día, en este momento, ahora, y no se da cuenta de ello o no quiere darse cuenta de ello, mejor dicho.

          AGC — Es uno de los trucos esenciales. Pero no hace falta esperar a estas películas ni estos peliculones ni a literatura de evasión, os lo he dicho al principio: sólo con usar como si fueran cosas los términos de los economistas y de los políticos y de los filósofos, que se os echan cada día encima, sólo con eso estáis ya colaborando. Sólo con eso estáis colaborando, sólo con eso os estáis metiendo vosotros mismos dentro de esta Realidad, dentro de esta fe que el Poder necesita. Más.

          — Sí. Una cosa, Agustín: yo es que me he quedao alucinao con una cifra que me ha llegao respecto a la audiencia de un debate que se ha producido hace dos días, que yo no me enteré, porque estaba en el trabajo, me llama por teléfono mi cuñao y me dice “Gabriel: ¿vas a ver el debate?”. Y digo “¿Qué debate?”. “¡Joder, qué cojones tienes! Pero ¿no te has enterao?”. Yo no me había enterao. De verdad: no lo sabía.

          — ¿Cuál?

          — El debate de hace dos días.

          AGC — A ver, a ver: que yo tampoco me he enterao.

          — ¿Qué?

          AGC — Que yo tampoco me he enterao.  

          — ¡Ah!, ¿tampoco? Pues, bueno, ya somos dos.

          AGC — ¿Qué era?

          — Y claro, dice el jefe del sitio en el que trabajo, le dice a la secretaria: “¿Pero es verdad que Gabriel está hablando en serio?, ¿que no se ha enterao de lo del debate?”

          — Que está en la inopia.

          — Y le dijo la secretaria “Es que Gabriel vive en la inopia”. Bien, bueno, eso es una cosa que…

          AGC — Es muy curioso.

          — …venía a decir a propósito de la cifra: me han dicho que doce millones de espectadores han seguido el debate. Y me digo yo “Pero ¡cómo puede ser que cosa tan aburrida se pueda seguir por tamaña cantidad de gente!

          — Y tan feos.

          — Alucino.

          AGC — ¿Era un debate entre políticos y…?

          — Sí: de políticos de altura. Sí.

          AGC — …¿políticos y economistas también?

          — No.

          AGC — No, no: políticos.

          — Rajoy y el otro.

          — Rajoy y Rubalcaba.

          — Pero ¿con quién?

          — Los dos candidatos.

          AGC — Pues sí, es muy importante lo del aburrimiento. Es muy importante esta estrañeza que a él le hiere, es muy importante, porque aparte que esté indicándonos la cuantía de la sumisión (millones), está el hecho de  saber que no se lo van a pasar bien siquiera, que no se van a divertir porque no hay quien se divierta nunca ahí, que se van a aburrir. De manera que en definitiva esos doce millones lo hacen como si estuvieran cumpliendo un deber cívico: van a aburrirse, como los diputados van a aburrirse al Congreso: porque cumplen un deber, pero lo cumplen; lo cumplen y naturalmente se quedan satisfecho: ellos no están en la inopia, ¿no?, ellos han cumplido su deber, por tanto han quedado llenos. De manera que esto es muy tremendo porque ya sabéis que esto del ‘aburrimiento’ quiere decir ‘el tiempo vacío’ y por tanto está directamente ligado con los mecanismos del Poder. Por supuesto, si se consigue que la gente se divierta, (puede que algunos incluso piensen que se divierten y se ríen con las caras de uno o del otro, se divierten)  si consiguen que se diviertan, pues, miel sobre hojuelas, pero de todas maneras saben que aunque se aburran van a cumplir con un deber que les viene no de abajo, no del corazón, pero sí de su formación, formación democrática como individuos, y lo cumplen, y lo cumplen, hay que cumplir esa ley.

          — Oye, Agustín, una cosa a propósito de esto del aburrimiento…

          AGC — Perdona, que es que parece que había aquí otra voz.

          — Sí. Es que en los ejemplos esos que se ponen (sean en películas o en novelas o en reliquias de la Historia) de temas como el de la película o de otras desigualdades como el comportamiento de esclavitud de las mujeres en general respecto a los hombres, o de la clase obrera respecto a la poderosa, etc., etc., la ley que parece que implica el progreso es que en esa especie de encuentro o contrariedad entre el amo y el esclavo, el progreso consiste en que el modelo dominante, el amo, ha integrado al esclavo. Es decir: el modelo es que el esclavo cada día va siendo más… el blanco va siendo más negro, por ejemplo, el caso de Obama, ¿no?: subió el negro al Poder y ya comienza a emblanquecer…

          AGC — ¡Vamos, venga, Isabel!

          — …Es decir: cuando uno llega al Poder, de alguna manera adopta el modelo dominante, el modelo dominante. Eso ha pasao con las mujeres respecto a los hombres, ha pasao con todo. Y esto es…

          AGC — Ya, ya.

          — …Quiero decir: en vez de que se plantee en vivo la contradicción que ahí se ve bien abierta (los negros por un lao, los blancos por otro), el tema está que ahora dentro de uno mismo está el negro y el blanco, pero en mayor proporción el blanco.

          AGC — No, no, no: no te prolongues. No te prolongues.

          — ¿Por qué? Pero ahora te prolongas tú y lo esplicas perfectamente.

          AGC — No: no te prolongues. No te prolongues porque te vas, te nos vas. Eso estaba bien di-… Aunque no sea muy nueva pero estaba bien dicho. Es el progreso. El progreso a que está condenado el Régimen es así, que las formas de esclavitud tienen que cambiar, y cambiar para peor, según hemos dicho, con esa integración que dice Isabel o como se entienda, pero el caso es que efectivamente el sometimiento cada vez es más dominante, más millonario y más desapercibido. Señoras y señores son esclavos en el sentido de que cumplen con su función de compradoras, compradores, y por tanto vendedores también, de una manera rigurosa; y una servidumbre como ésa nunca se ha visto. La integración de los esclavos ha venido a convertir a las amas de casa y a sus maridos respectivos en esclavos de nuevo tipo; en esclavos de nuevo tipo que son los que importan. Es el caso del cambio para seguir igual. Alguna cosa más.

          — No. Era simplemente respecto a lo que dices del aburrimiento, es que a mí me ha llamao mucho la atención el debate éste, yo no lo he visto, pero en donde yo vivo, en la glorieta, hay un bar de taxistas que resulta que estaba allí Telemadrid entrevistando a los taxistas; y la única vez que yo he visto ahí a Telemadrid  ha sido en partidos de fútbol, una vez que tocó la lotería en la Glorieta de San Bernardo y el día del debate. Y a mí eso me hizo gracia porque pensé “Pero si en el fondo están viendo un partido de fútbol”. O sea, quiero decir que el análisis que hacemos, igual no es…

          AGC — Pero ¿en el bar estaban discutiendo sobre el debate?

          — En el bar se lo estaban pasando bomba…

          AGC — ¿Qué?

          — …Estaban tomando cañas…

          AGC — Pero ¿estaban…?

          — Estaban discutiendo lo del debate pero como podían discutir de fútbol.

          AGC — Pero ¿estaban viéndolo?

          — Sí.

          AGC — ¡Ah!, bueno, bueno. Pues, claro.

          — Sí, sí: se habían juntao los taxistas para ver el debate. Y luego iba viniendo para mi casa y había otro bar, El Retoñal, donde también se había juntao la gente. Y yo pensé “¡Anda!, pues si eso es como el Getafe-Betis”. Creo que es desde este punto que hay que mirar un poco esto, porque ya… Es como lo que él dice Osel, de Tiempos revueltos: ¡pues si eso lo pongo pa quedarme dormida! Es que no hay que pensar tampoco que la gente es tan idiota, tan idiota, tan idiota, que se pone la tele pa enterarse del debate: lo pone pa reírse, porque es que era de risa. Mira, los del bar se lo estaban pasando bomba. Punto. Y lo de Los tiempos revueltos te quedas sopa en cuanto que lo pones, vamos.

          AGC — Bueno, bueno, bien: dejémoslo. Como ya os decía antes, si se consigue que encima haya algunos que, a falta de momento de partido de fútbol o de alguna otra cosa, se divierten con eso y se ríen, pues tanto mejor, pero incluso si se aburren, se saben que van a cumplirlo los que no. Además que, como hemos dicho en otras ocasiones, eso de la diversión no es más que el aburrimiento disimulado. Todas las diversiones que se nos venden y a lo que se dedica la gente, diversiones, entretenimientos, son el tiempo vacío, el aburrimiento, sólo que, para más INRI, sin darse cuenta, “aburrirse sin darse cuenta”, como cantaba Georges Brassens de las mujeres.

          — A ver: esta chica.

          — Aquí hay…

          AGC — No estoy seguro.

          — Habla, guapa.

          — Habla, pueblo, habla.

          — Habla, habla.

          — Quería preguntarle, bueno, en realidad no estoy muy puesta…

          — No se oye.

          AGC — Tienes que intentar levantar la voz.  

          — Sí. Quería preguntarle por el... más que nada, digamos…

          AGC — ¿“Por…”?

          — La pregunta para mí más importante sería “¿qué hacer?”, ¿no?, porque una cosa es… está muy bien tomar conciencia o negar la Realidad tal y como usted la presenta… la realidad del Régimen…

          AGC — ¿“O llegar a…?”   

          — Negar la Realidad.

          — Negar la Realidad. Pero yo quería saber: si no hay una vía, digamos, o no hay una posibilidad de transformación de este Régimen, entonces en realidad nos sometemos a vivir una ficción, porque en realidad la reflexión no sé hasta dónde la quiere enfocar, ¿no? Para mí si no hay una actitud de… tras la reflexión, entonces no sé si tendría ni un sentido plantearla.

          AGC — ¿No estabas al comienzo de la tertulia?

          — Sí.
        
         AGC — ¿Estabas o no?

          — Sí.

          AGC — Porque es lo que estuve diciendo a propósito del “¡viva!”. ¿Cómo me preguntas eso?: las posibilidades están abiertas. He estado diciendo todo el rato de que si el Régimen estuviera seguro y por lo tanto no hubiera nada que hacer, no tendría que molestarse ni en predicarse todos los días y convencerte ni en cambiar. De manera que eso es un testimonio de posibilidad abierta, (no está hecho, ni definitivamente ni para siempre ni fatalmente ni necesariamente; todo eso te lo hacen creer: en que las cosas tienen que ser así, pero te lo hacen creer, es una fe, la Realidad es una fe nada más) de que están abiertas. Ahora, si preguntabas por una vía positiva, tengo que hacerte volver a lo que al comienzo recordé sobre lo del temporal de San Sebastián: se podrá decir ¡Muera!, ¡muera el Poder!, ¡muera la Democracia!, pero decir ¡viva! y proponer un camino positivo eso es trazarte tú sola el camino de vuelta al redil: no puede haber, lo que al pueblo le cabe es aprovechar esas posibilidades sin fin que se le abren para decir, para hacer NO y guardarse de pretender, dentro de la Realidad, encontrar una vía. Eso es lo que han hecho siempre no sólo los políticos sino los filósofos, los científicos, y eso es quedarse dentro. De manera que guardémonos de las vías positivas: las posibilidades están abiertas, esto no está hecho definitivamente ni para siempre. Las debilidades que el Estado, el Capital, tenga son las mismas que uno mismo tiene en esa parte de uno que no es persona, en eso que le queda de pueblo-que-no-existe. Ésas son las posibilidades abiertas siempre.

          — Sí, bueno, esto de cuando nos echan estas películas de hace cuarenta años o, bueno, yo qué sé, de lo mal que se estaba entonces y parece que la sensación que te queda es, pues esto de “¡Qué bien estamos ahora, que ya no pasa esto!”… Bueno, a lo mejor se me ha ido, pero, bueno, no sé por qué lo he asociao, que después a nivel personal hay algo que es un poco como al revés, que… (bueno, no sé si tiene mucho que ver), que es que las cosas que te pasan hace tiempo, a lo mejor te pasaban sin pena ni gloria, pero después las recuerdas como “¡qué buenas eran!”. No sé si es como a la inversa o un poco así, ¿no?, que justo un poco como lo contrario. No sé si tiene que ver, pero es un poco esto: como que a lo mejor tú lo de ayer te parece “Bueno, pues nada, era un paseo normal”, pero hoy ya lo piensas como “¡Joder!, ayer qué paseo más alucinante di”, y sin embargo cuando lo estabas dando no era muy… Y no sé por qué se me ha venido así, una cosa con la otra.

          AGC — No, no: se te ha venido bastante naturalmente y es difícil, complicao. Es difícil y complicao hablar de esto, y menos a estas horas, porque uno mismo es difícil y complicao y las cosas no son nunca tan simples. Efectivamente lo de “cualquiera tiempo pasado fue mejor”, por volver a la copla de Manrique, es una esperiencia, pero esa esperiencia es ambigua, unas veces es una cosa y otras veces es otra. Los que me acompañan hace tiempo supongo que recordáis cómo he invitado a dividir también la memoria, dividir la memoria: en una memoria… casi diría “ideográfica”, “fotográfica”, la de las fotos de las pasadas vacaciones, la de las fotos del álbum familiar, las de las fotos de un libro de Historia, todo eso es una memoria que se sabe, que se ve, que se fotografía, y luego hay otra memoria que se escapa de todo eso, que es una memoria vaga, indefinida, que le asalta a uno cuando menos se lo espera y que le asalta a veces tan irresistiblemente como ninguna cosa palpable le puede asaltar. De manera que hay en esta memoria segunda, desmandada, efectivamente está la posibilidad de volver a vivir lo que a lo mejor en ese momento no se había vivido. En cuanto a trances amorosos, por ejemplo, esto yo creo que para cualquiera de vosotros puede ser una esperiencia bastante tratable, ¿no? Volver a vivir es vivir, es decir, es ir contra la Historia, es hacer que aquello no quede reducido a la foto, a la fecha, sino que esté aquí, ahora. Que esté aquí ahora, saltándose todas las barreras del Tiempo real, con pasados, presentes y ante todo futuros, ¿no? Y luego hay, claro, hay otro tipo de comportamiento que puede darse también en cuanto al registro escrito o fotográfico de un libro de Historia, del álbum familiar y que es todo lo contrario: es una especie de contentamiento con la propia historia de uno: “hemos cumplido bien”. ¿Qué pasa al repasar el álbum de las pasadas vacaciones?: generalmente sólo esto segundo: no se vuelve a sentir nada,  porque tampoco durante las vacaciones se sintió nada más que lo que estaba mandado, de manera que no puede haber nada que se resucite. Pero hay otras ocasiones en que sí, en que a lo mejor ha pasado algo no previsto, desmandado, y eso puede volver, eso puede volver una y otra vez; porque esa memoria viva, ésa no muere nunca, ésa no muere nunca, puede volver una y otra vez. Es complicado, lo he hecho muy breve, habría que darle más vueltas, pero desde luego venía a cuento, sin duda. Bueno, más.

          — Carlos, Carlos.

          — Aquí, aquí.   

          — Si el pueblo, por desgracia, se niega a perder la memoria o por desgracia nos damos por perseguir a la gente, eso… estamos haciendo otra vez lo que antiguamente, hace muchos años, la ultra, hoy la izquierda, se peleaba: en 1939 ya se estaban peleando, dándose hostias uno con otro. Entonces no vamos para adelante ni vamos para atrás, nos hemos escaldado dentro de una olla haciendo las mismas gilipolleces que hacían nuestros antepasados.

          AGC — Sí; pero cuando dices eso de que el pueblo pierde la memoria, ¿qué dices exactamente?

          — Por ejemplo, pongamos, te voy a poner dos cosas que tú conociste muy bien: la ultra derecha y la ultra izquierda. La ultra derecha perseguían a los ultras de izquierdas para zurrarlos, ahora perseguimos a una persona. ¿Para qué estas tonterías?, ¿para qué directamente, si cuando lo que tenemos que hacer el pueblo como el RPP es unirnos, no destruirnos?

          AGC — Bueno, bueno, ya me temía que algo mandaba por ahí. El pueblo no existe: habla, actúa al hablar, pero no existe. Y cuidao por tanto, cuidao (no digo tanto para ti misma, sino en general), cuidao con que caigamos en la confusión de todos esos que nos traen a cada paso el coñazo de la “Memoria histórica”. A esos, a todos esos que, con la mejor intención del mundo, que pasean por las calles recordándonos cómo a los tíos o a los abuelos de uno y del otro le hicieron esta putada o la de más allá, y cosas así, y creen que con eso están haciéndoles algún favor a los muertos (una idiotez así de grande), todo eso pertenece a lo que he llamado esa primera memoria, ésa es la memoria muerta, ésa es la que no puede resucitar nada porque es de por sí muerta; y por tanto no tiene nada de particular que a los Estados les parezca muy bien que se produzcan estas manifestaciones de defensa de la Memoria histórica. “Memoria histórica” quiere decir ya “memoria muerta”, si habéis tomado bien el sentido en que uso la palabra ‘Historia’.

          — Sí, bueno, volviendo un poco a lo que decía Ricardo, he recordao que hace un tiempo, hace unos años, también anunciaban, anunciaron por televisión que iban a sacar una serie, y que iba a empezar a comenzar en los años ’60, por ahí, ¿no? Y recuerdo que eso inmediatamente era como… con respecto a mi edad, era la edad en que yo era un niño, había sido niño, ¿no?...  …

[Suena el timbre para salir del Ateneo]

          — ¡Oh!, no.

          AGC — ¿Qué?

          — Sigue, sigue.

          — ¡Ostras!, ¿nos tenemos que ir?

          — No, no.
        
          — Bueno, en resumidas cuentas: al... sin ver la serie de nada, a mí se me produjo ya, se me produjo como un dolor, porque sentí como que algo que sin darme cuenta para mí estaba vivo todavía, ...me refiero a lo que aquí llamamos historia, es decir que lo iban a meter en un saco y aquello ya estaba vivido, o sea, iba a pasar a estar vivido. Eso por un lado con respecto a lo que decía Ricardo. Y por otro lado, muy brevemente, pero es algo que también me ha surgido antes, esto que comentabas tú de estas cosas que llamamos filfas o desenfadadas, a veces incluso series, teleseries de éstas que llaman desenfadadas: resulta que el otro día fuimos a visitar a un viejito que atiende a una señora muy mayor que conozco, que desgraciadamente la conocí en su casa y ahora está metida en un asilo de viejos esperando solamente a morirse, literalmente: pasan los días y ella es cosciente de ello, está únicamente esperando a que le llegue el día de su muerte, porque cada día es igual y no tiene ningún interés. Después de sufrir eso y de verlo reflejao en sus ojos y en sus palabras, llegué y me encontré en no sé qué televisión presentando una teleserie desenfadada. Aquello es de lo más violento que he visto en mi vida. Me parece que eso que se presenta de la manera más tonta…

          AGC — ¿Sobre qué era la emisión?

          — Sobre una serie de estas tontas en las que todo el mundo es bueno o… No sé, lo presentan como la vida agradable de color de rosa…

          AGC — Eso es.

          — …Esto color de rosa me pareció lo más violento que he visto en mi vida y de lo más agresivo, sobre todo en ese momento en que llevaba tan presente lo otro.

          AGC — Un buen contraste, sí, una buena esperiencia. Con la que tenemos que cerrar, ya habéis oído la campana. De manera que, si nos quedan ánimos y el Señor nos deja, dentro de siete días seguimos dándole.