27.08.2014

Tertulia Política número 314 (28 de Diciembre de 2011)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

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  • Del inconveniente al parecer inevitable de tener que llamar cosas tanto a las cosas realizadas como a las que quedan fuera de la Realidad por Arriba y por abajo.
  •    Agustín habla de su muerte, que es la de cualquiera, tanto en sus niveles superficiales y tratables como hechos reales como en el nivel profundo del Nombre Propio.

 


TRANSCRIPCIÓN:

 

 

De estos días que he faltado me llega al oído que han surgido, entre otras cosas, algunas dificultades en torno justamente al uso de esta palabra, “cosa”, “cosas”, que parece que suscitaba dudas o dificultades.  Voy a volver un poco sobre ello, antes de pasar a otra cosa.  No tengo por qué defender el uso de la palabra “cosas” tal como hemos venido a hacerlo, porque a lo mejor hay otra manera de resolver el problema en que nos hemos metido sin usarlo de esta manera, pero de todas formas voy repetir el motivo del por qué hemos venido a usar así el término.

Es desde luego necesario (se nos imponía, se nos impone), el reconocer que entre nosotros, en la Realidad, hay algo, que se resiste, o que se contrapone, a la imposición de los números, del Todo, del Nada, del Ser el que es El que Es, y demás Entes Ideales, y si no, no podríamos reconocer esta condición de polémica, de lucha, que la Realidad tiene, puesto que no podemos menos de reconocer por toas partes la tendencia, la querencia, a imponer esos términos ideales, a hablar de Todo, de Todos, y de Nada, y de Uno, y de Números, y esto solamente se puede entender si hay algo que se resiste a ello y que nos hace estar en esta lucha, que es la única manera de concebir la Realidad, la existencia, que a mí se me alcanza.

Ahora, ese algo, como creo que ya os han recordado el otro día mismo, tendría que ser un plural (de ahí lo de “cosas”), un plural no numérico (si no, no habría tal guerra en la Realidad); un plural no numérico, un plural no esacto, pero plural por la sencilla razón de que no puede ser uno, porque “Uno” entra también dentro de los términos ideales, de manera que mi propuesta era acostumbrarse a reconocer una forma de pluralidad no numérica, cuyo fundamento consiste en no ser uno, en “no-singular”.  Esto era lo primero que nos hacía reconocer algo como “cosas”, aparte de que “cosa” tiene para esta tertulia política la ventaja o preferencia de que es un término vulgar, como todos sabéis.  No era un término vulgar, porque era “causa”, es decir, un término jurídico, y después científico, pero que la gente hace mucho que lo ha introducido en su léxico, y es tal vez en cualquiera de nuestros idiomas el nombre más genérico o general de entre todos los demás.  Y solo desde ahí se opone a “uno”: las cosas son no-singulares, no son uno, salvo cuando se vuelven Dinero, que como recordáis es lo mismo que decir “Dios”, porque en esa trasformación sí que se hace traición al intento del término y su pluralidad indefinida; porque si todas las cosas son una, como es lo que el Dinero pretende y trata de imponer, entonces no hay nada que hacer.  Esta pretensión del Dinero, que traiciona lo que sentimos como pluralidad, es la misma de la Teología cuando Dios ocupa el lugar de un Ens Realissimum, es decir, que tiene que reunir en Sí como si dijéramos a todos los seres como siendo Él mismo El Ser.  La Teología del antiguo Régimen, que sigue de alguna manera rigiendo en Este.  De manera que es contra eso como os proponía y os he acostumbrado a usar el término “cosas”, pero siempre está abierto el camino: si se os ocurre otra manera de cumplir estas condiciones que he recordado y que os suscita menos dificultades, pues pedídmelo, a mí o a quien esté aquí en mi lugar, en cualquier momento.  Decídlo, porque si no se llega a aclarar el problema, lo importante es que siga vivo como problema, es decir, que esto que os he recordado muy brevemente siga siendo algo que está en ascuas, que se está debatiendo, de manera que nos debatimos con las dudas, que es lo que en esta tertulia se hace, y es normal que se haga, a cada momento: nos debatimos en las dudas, y lo importante es que el problema (no su solución) esté claro.  Este era el sentido en que os lo he vuelto a recordar por si no os sonaban lo bastante los términos. 

Ahora me diréis, en cuanto os deje correr la voz, hasta qué punto tenéis otra vez dificultades con esto, con las cosas.  Ya recordáis que por otra parte esto entraba en el descubrimiento, en el intento de que nosotros también nos reconozcamos entre las cosas, nos contemos (no numéricamente, por supuesto, como el Estado y el Capital pretenden que nos contemos), pero que nos contemos no numéricamente entre las cosas, y de esa manera nos libremos de esta perversión fundamental que es la del Humanismo, la de colocarnos a nosotros, o El Hombre, frente a las cosas, como siendo los que hablan de ellas, los que las ven...............

Bueno, todo esto sin duda a muchos de vosotros que nos acompañáis de hace tiempo os suena lo bastante, y voy a pasar a algo que no parece de primeras tener mucha relación, pero por supuesto la tiene: voy a hablaros un poco de mi muerte.  Tengo que decirlo así.  Es verdad que aquí hemos hablado de muchas maneras de la muerte en general, pero en algún momento hay que plantear la cuestión así, como “mi muerte”.  Mi muerte es........ no voy a decir tanto como “una angustia”, porque la referencia a cosas como la angustia la dejo para dentro de un poco, pero una molestia.  Una molestia, y es una molestia que cumple las funciones de cualquier otra cuestión futura de cualquiera de los negocios; es decir, que lo mismo que me molesta y fastidia tenerme que ocupar de cualquier cosa que es lo que voy a tener que hacer o lo que me va a pasar mañana o lo que se va a convertir en mi Estatuto de Mañana o me va a deshacer ese Estatuto, etcétera, todo lo cual nada más aparecer (supongo que me acompañáis en este sentimiento) nada más aparecer es un aburrimiento y un fastidio insoportable, naturalmente eso se da con mi muerte entre los demás negocios; de momento, igual que con los demás negocios: es una molestia esto de mi muerte, y igual que los demás negocios es, si me descuido, una pre-ocupación; es una pre-ocupación, es decir, me obliga al mismo tipo de fastidio y de aburrimiento que todos los demás negocios de esta vida. 

Esto está claro, pero supongo que hay que desmenuzarlo un poco, hay que dividirlo un poco, porque es una molestia y un fastidio de varias maneras o en varios niveles esto de mi muerte: mi muerte por una parte, como preocupación, como fastidio, incluye el acordarme de esto que el Alma llama “Cuerpo”: acordarme de mi cuerpo, lo que van a hacer con él, imaginar y atender a la inhumación o a alguna otra forma de disposición del cadáver; el cadáver, que va a ser el mío, y por tanto es desde ahora mío, en la preocupación: mi cadáver.  Y esto ya de por sí se las trae, porque no puedo tampoco decentemente despreocuparme de mi futuro cadáver, porque después de todo a esto que el Alma llama “un Cuerpo” a lo largo de los años se le coge cariño de alguna manera, por lo menos en mi caso, y supongo que en muchos de vuestros casos también; se le coge un poco de cariño, de agradecimiendo, de que no ha funcionao tan mal, y entonces dices “¿y cómo me voy a desentender del pobre cuando esté hecho cadáver?”.  Es un poco ingrato, parece que no cabe, ¿no?  Bueno, pues esto es una parte del fastidio, y ya me contaréis cómo se libra uno de ella.

Desde luego parte peor es la que viene ahora, que es la que se refiere al cuidado del Alma, que quiere decir la Herencia de mis bienes, la repartición de mi Reino en Provincias, si es que soy un Rey, por ejemplo, o en mucho más menudo cualquier otra forma de disposición de bienes, de herederos, de voluntades espresas en testamento para que lo que vaya a ser de ellos, y, tristemente también, en un caso como el mío, pues pensar en la Herencia de............los descubrimientos o........pensamientos más o menos lúcidos que se me hayan llegado a formular, como una forma de discipulato posible de todo eso tan..............

Por no hablar de cosas mucho más tristes, como son, pues ya sabéis, las cosas del Alma: la Honra, la Fama, que para algunos se había llegado a convertir en una especie de segunda vida, y que naturalmente también, como una gran mentira que es todo eso de la Fama y de la Pervivencia en el Nombre, puede ser también una pesadez y un tormento, un tormento entre los otros tormentos que mi muerte acarrea consigo.  Pero sin llegar a esos estremos de Fama y Honor, sin embargo pues parece que el pensar qué es lo que puede quedar de esos descubrimientos, que aquí mismo en la tertulia o en otras partes se han producido, no puede menos de convertirse en preocupación, en afán, es decir, que en parte se trata de ver cómo cuando yo desaparezco sin haber llegado a tanto como a cumplir la sentencia de muerte, como yo desaparezco sin estar ni mi boca, ni mi laringe, ni mis entendimientos, presentes, eso se mantiene vivo y las cosas, las formas del problema, los descubrimientos, se mantienen vivos sin mí.

Bueno, ya comprendéis que todo esto pueden ser motivo de tormentos, de fastidios, de molestias, más o menos decentes o más o menos indecentes, y no quiero insistir en ello.  Y después de recordaros esto tengo que decir que después de todo, eso es lo de menos.  Que eso es lo de menos, que hay algo mucho más grave, es decir, que todavía el desentenderse, el anular la preocupación respecto al Cadáver o la Fama o cosas así, es relativamente fácil para un pensamiento intransigente, desenfrenado.  Pero luego, como recordáis los que me habéis acompañado en sesiones ya lejanas en que esta cuestión se ha tratado, queda algo más grave: queda lo que se refiere a eso que el Nombre Propio entre nosotros trata de representar, eso que hace que nosotros todos los días estemos confundiendo los términos gramaticales, como “yo”, “me”, “mí”, “conmigo”, con mi Nombre Propio, como si en un diálogo entre varios yoes, digamos, o individuos, diera lo mismo poner un guioncito, que indica el cambio de interlocutor, o poner mi Nombre Propio y el Nombre Propio del vecino, para que la distinción quede clara, ¿no?  Esto lo cometemos todos los días, no se puede menos de recordar, y con esto entramos a atacar a mi muerte como mi muerte humana propiamente, porque esto que nos viene, y que califico como más grave, ya no se refiere a cosas como cuerpos y almas, tan relativamente tratables como hechos reales, sino a esto del Nombre Propio, el hecho de que uno es el que es, la pretensión de que uno es el que es.

Tengo que daros un poco de vueltas todavía antes de presentaros el dilema o la esageración de la manera que quiero.  Fijaos en la presencia en cualquier idioma de estos términos de “personas gramaticales”, como “yo”, “tú”, “me”, “mí”, “conmigo”, etcétera, de los cuales muchas veces hemos dicho que desde luego que no pertenecen a la Realidad, aunque en nuestras lenguas, en ático o en español, simplemente por medio del artículo determinante es fácil el convertirlos en cosas como “El Yo”, como “Un Yo”, que ya son reales.  Ya hemos descubierto hace tiempo y dicho que “yo no soy Ése”, “yo no soy El Yo”, “El Yo no es yo”, “El Yo no es yo, ni “me”, eso está claro”.

Pero dejando eso de la esclusión de la Realidad, veamos lo que pasa cuando yo no soy más que el que habla.  En este sentido la cosa puede ser no esclusivamente humana, si hemos llegado a reconocer que cualesquiera cosas hablan, cada una a su manera, entonces el que habla en este sentido, el punto desde donde se habla, puede ser también, no una persona, sino una cosa cualquiera de otro tipo, ¿no?  Es el que habla, lo cual quiere decir que no es nadie determinado, de manera que no es nadie, ni real, por supuesto, como lo es El Yo, como lo es Mi Persona, sino tampoco determinado de una manera digamos ideal o matemática.  No es nadie.  Esta es la virtud que a esta tertulia política interesa sobre todo, porque en ese sentido yo es lo mismo que el pueblo-que-no-existe, pero que lo hay.  Y que es una pluralidad, por supuesto indefinida, como la de las cosas en general, y es lo que habla en el idioma que los pueblos humanos hablan, lo mismo que las otras cosas hablan en sus idiomas respectivos.  Es simplemente el que habla.  Esto es para nosotros el aliento mismo que puede promover esta tertulia, y venimos aquí, lo confesemos, lo creamos o no, porque confiamos en que, aparte de las tonterías que a uno personalmente se le pueda ocurrir decir, uno no puede del todo pretender tener dominada la lengua, dominado su idioma, sino que de vez en cuando le puede salir algo de pueblo, es decir, algo de mí cuando no soy nadie, que viene a ser lo mismo. 

Habrá que volver otro día sobre esto de yo que no es nadie, y pueblo que no es tampoco nadie, de esas dos maneras; no voy a detenerme ahora en eso más, simplemente os lo apunto así.  Esto es lo que en los restos del libro de Heráclito aparece como el nombre “lógos”, que corresponde al verbo más corriente “hablar o decir”, “légein”.  No es nadie.  Sin embargo, la tentación, antigua, o casi diría desde el principio de la Historia, es hablar de ello, es decir, de mí, del pueblo, de lógos, de la lengua, con lo cual al hablar de ello inmediatamente se le convierte en alguien determinado; si no real, por lo menos determinado, y de esa manera “lógos”, la razón que está razonando, se convierte en la Diosa Razón o simplemente en Dios, se le hace Dios.  Ya volveréis otro rato sobre lo que en los fragmentos mismos de Heráclito aparece respecto a esta tendencia a convertir en Dios, y de las maneras que la razón misma se busca, que yo mismo me busco, en cuanto no siendo más que el que hablo, para evitarlo, para evitar esa confusión.  Pero ahí está, y entonces ya, desde el punto de vista del descubrimiento de la mentira costitutiva de la Realidad, que es lo que esta tertulia hace, o se supone que trata de hacer, ya no nos sirve para nada, ya lo tenemos domesticado, ya el Orden Social puede disponer de una Teología o de una Ciencia (da lo mismo) que eso, la razón, “lógos”, o lo que sea, lo incluye como uno de los términos de su propia costitución, y ya no nos sirve para nada.

De manera que esto os lo recuerdo para que volváis atrás y sigáis pensando en “mí” cuando yo no soy nadie; para que sigáis pensando en “mí” cuando yo no soy nadie, cuando no soy más que el que hablo y por tanto no puedo ser ni una cosa determinada ni tampoco Dios.  Pues sin embargo la istitución del Nombre Propio, la Personalidad humana, esto a lo que se va a referir mi cuestión de muerte, y de mi muerte en este caso, eso pretende tener esa condición de Dios.  De Dios.  Ya no hay nadie que hable, porque el que hablaba ha quedado dominado en la forma dominadora, en la forma de Dios, y por tanto de esa manera se ha vuelto inútil para la protesta: “quien cree en su Nombre Propio se cree Dios”, para decirlo en dos palabras, y si esta fórmula queda un poco bruta y la tenéis que discutir, pues ya me lo diréis luego, pero quien cree en su Nombre Propio, quien cree que es el que dice su Documento de Identidad, se cree Dios, se está creyendo Dios.  Solo así se esplica esta esperiencia, que no es solo mía, sino creo que de cualquiera: que entonces mi muerte es imposible, inconcebible.  Sería lo mismo que la muerte de Dios, a quien se ha declarado........todo eso: Todo, Eterno por tanto, y todo lo demás que viene al rabo de eso.  Inconcebible.  ¿Qué sentido seguiría teniendo el término “muerte” para Dios?  Para mí, en cuanto creo en mí, en cuanto creo que soy el que me llamo con mi nombre, inconfundible con cualquier otro, que soy uno, que soy singular, igual que Dios, ¿qué sentido tiene?   Es literalmente imposible.

Tengo que hacer un pequeño paréntesis político para recordaros (porque solo desde ahí se puede atacar bien la cosa, como muchas veces encontraréis), que es más práctico para la lucha tomarla en su aspecto social o de poblaciones o de multitudes, antes de referirla a uno mismo.  Entonces ya me diréis ahora si todos habéis reconocido conmigo que la función esencial, la única función esencial del Estado, del Capital, de cualquiera otra de las formas de apariciones del Poder, es la Administración de Muerte; porque si este descubrimiento no ha quedado lo bastante reconocido y claro no puedo ya seguir planteando el problema de mi muerte tampoco.  Descubrimos que la única función del Poder en cualquiera de sus formas es Administración; no “Creación” o cosas por el estilo, sino simplemente Administración de Muerte.  Administración de Muerte, y quien ha llegado a reconocer lo que al principio recordaba para mi caso (que cualquier Futuro y cualquier dedicación al Futuro es justamente muerte, que no hay Futuro más que muerte y no hay más muerte en el sentido que ahora la tratamos que la futura), supongo que sentirá esto con la bastante claridad.  Si es así, si desde ahí fuera reconocemos la función del Poder, la función del Estado, del Capital, de Dios, como Administración de Muerte, entonces podemos volvernos al descubrimiento al que habíamos venido a parar: mi muerte es imposible.  ¡Es una cosa tan sencilla!: mi muerte es imposible.  Si yo creo que soy el que soy, si creo en mí, si me confundo, no con un yo cualquiera, sino con mi Nombre Propio, entonces pensar en mi muerte, aunque sea por un solo punto escalofriante, se vuelve imposible, y cuando yo trato de mi muerte en el sentido que al principio decía, referido a mi futuro cadáver, mi futura fama y cosas por el estilo, estoy debatiéndome en la superficie.  Ahora confío en haberos hecho penetrar un poco más hondo con eso del nivel del Nombre Propio, cuando soy el que soy de verdad.

Si llegamos ahí, mi muerte ya no es un objeto de preocupación, ya no es una molestia, un fastidio, como os la presentaba, sino que es sencillamente imposible; es imposible.  Inconcebible, imposible.  Confío en que si cualquiera de vosotros y yo nos parecemos en algo fundamental, me acompañéis en el sentimiento: ni por un momento, ni por un escalofrío es posible concebir eso, y cuando hablo de mi muerte me estoy yendo por las ramas hablando de lo que al principio he presentado, aspectos de mi muerte más o menos reales y todo eso, y me estoy escurriendo de plantearme el problema referido a mí en cuanto tal.  Llego ahí, y entonces imposible, es imposible.  O sea, como decía el torero, no me acuerdo quién, solo que aquí lo decimos al revés: “no solo es imposible, sino que no pué ser”.  El torero lo decía al revés.  El torero cuando decía esto, pues es que respetaba mucho los terminajos cultos, como “imposible”, y le parecía que el “no pué ser” se reforzaba mucho diciendo “imposible”, y por eso aquí os propongo decirlo esactamente del revés: “no solo es imposible, como diría cualquier filósofo o teólogo, sino que no pué ser, como lo dice cualquiera: “¡no pué ser!, lo que es imposible no pué ser”.  Y entonces, pues bueno, ahí está, no hay nada que añadir: cuando yo tomo mi muerte de esta manera, si soy capaz de intentar concebirla de veras y capaz de reconocer mi fracaso, que no puedo concebirla, entonces ya ahí os vendrá todo lo demás.  Eso no va a solucionar el problema de mi muerte, no me va a curar de ninguna angustia trágica fundamental, porque todas esas cosas se producen dentro de la Realidad y de la creencia en istituciones como el Nombre Propio.  O me cura de la Fe en Dios, en Mí (y entonces claro, ya estoy curao de la muerte), o no me cura, y entonces la muerte se convierte en este tormento de lo inconcebible que sin embargo me seguirá acosando siempre, y haciéndome volver a eso que muchos de los que piensan mucho en su muerte reconocen como angustia insoportable, pero que es mucho más: simplemente, que no puede ser.  No puede ser.

Y no voy a añadir más por ahora, porque prefiero que el rato que nos quede se dedique a volver un poco sobre todas estas cuestiones, de manera que ¡a ello!  Ya me quedo viendo a ver qué voces me acompañan.

-Las cosas, en cuanto pluralidad no numerable, ¿están más cerca, por decirlo así, de lo sin fin desconocido, o de la Realidad?  En cuanto pluralidad no numerable.

-Los problemas que el otro día por lo visto surgieron aquí son los mismos: que con mi propuesta nos vemos obligados a llamar cosas tanto a las cosas realizadas, que están necesariamente costituídas por una idea, por un nombre en cualquier idioma que sea, y luego llamar cosas también a lo que queda fuera: a lo desconocido, y también a lo perfecto, sublime y divino.  Esto, cuando salió hace ya mucho tiempo en la tertulia, a mí se me descubrió a propósito de nuestra primera Física materialista, la de Epicuro y Lucrecio, donde encontraba, en Lucrecio, el término correspondiente más o menos, “res”, en latin, que también empezó, como “cosas”, siendo un término sin duda jurídico, pero que se había generalizado y se aplicaba a las cosas compuestas de átomos chocando en el vacío, pero de vez en cuando se aplicaba a lo que pretendía estar fuera de la Realidad, al vacío y a los átomos, de manera que se podía decir contradictoriamente “cosas” de las cosas compuestas y luego de vez en cuando llamar cosas al vacío y a los átomos.  Es ahí donde sorprendí la primera vez esa contradicción que aquí hoy he venido a confesar: llamamos cosas a las cosas reales costituídas ya por su idea, y por tanto como términos de esta lucha, de esta contradicción que es la Realidad, y luego, claro, como hablamos de ello de vez en cuando, tenemos que hablar de cosas desconocidas y hablar de cosas que son perfectamente lo que son, como Dios, lo cual es un inconveniente.  Por eso os decía que quien encuentre otra manera de hablar que evite este inconveniente del término “cosa”, que nos lo diga.  Así es la cosa.

-() en cuanto esa pluralidad no numerable, ahí se identifica el pueblo desconocido.  ()

-¡No señor!  Porque a su vez las cosas reales, realizadas, son también en algún sentido innumerables.  Es un problema en el que no voy a volver a entrar, porque nos ha dado mucho que hablar en cuanto a los usos de la Matemática para la Física y cosas por el estilo, pero son también innumerables; mientras que si hablamos de cosas desconocidas, de donde procede la resistencia a la aplicación de los Números, del Todo, del Nada, ahí “innumerable” tiene otro sentido más amplio todavía, que viene a ser el de “desconocido”, porque las cosas realizadas, aunque ya son conocidas como reales y tienen cada una su idea, son en otro sentido, más............“modesto” digamos, innumerables.  Lo mismo que si vamos a lo Alto, al piso de lo sublime, pues los números mismos también son en algún sentido innumerables, pero no de la manera en que las cosas en la Realidad son innumerables.  Son inconvenientes del término; yo no he encontrado otra manera de hablar que me libre de esos inconvenientes, y por eso quería confesar esto.  ¿Qué más?

-Yo quería decir que efectivamente se plantean como dos maneras de morirse, en cuanto que uno sea un caso de cosa, una cosa entre las cosas, y en cuanto uno sea Hombre, es decir, morirse “humanistamente”.   Efectivamente son como dos modos de morirse, pero si lo comparamos con esa contraposición que también hay entre Poder y posibilidades, me parece que las infinitas posibilidades de mi muerte están en cuanto yo sea un caso de cosa, es decir, que yo, al desaparecer entre las cosas, las cosas quedan no ni siquiera tocadas: quedan ahí, y yo no sé si me voy o no me voy.  Cuando me muero realmente es cuando me muero humanísticamente, me muero con Nombre Propio.

-Que es lo que no puede pasarte.  Es lo que no puede pasarte.  Bueno, has simplificao un poco, y más vale que te lo pienses mejor, porque no solo he presentado a mi muerte de dos maneras, sino de varias.  Te la he presentao de varias, muchas de ellas superficiales, para quedarme con la última, que es la () y que es la que se descubre imposible.

-Pero yo creo que cuando uno se muere con Nombre Propio, no se muere, porque ya está muerto.  Yo creo que el morirse de una persona ()........

-Eso es Literatura, eso es Retórica.  ¡Ya querrías tú!  ¡Ya querrías tú, y ya querría yo!  Nos habríamos ahorrao el tormento este inconcebible que he presentao aquí.  ¡Ya querríamos, ya querríamos!  De momento lo que somos, como seres humanos, son Súbditos del Estado y del Capital, es decir, estamos muertos, porque tenemos un Futuro, pero no estamos muertos, no se ha concluido nuestro tormento.  Porque si estuviéramos muertos de una forma tan sencilla, ya el Estado no tendría nada que hacer, ni el Capital, no tendría que estarnos matando todos los días, no tendría que estarnos rematando todos los días para cumplir la Obra.  Encima quedamos condenados al tormento que he tratado de sacar después de escluir las maneras más superficiales.

-Entonces, la condena a muerte, ¿dónde se produce?

-A dejarlo ya, y a pensar un poco más.  ¡Más cosas por ahí!

-Entonces el día de la muerte se produce inevitablemente en todos, porque al final hay, por pequeño que sea, un descreimiento de su persona; porque si la creyera del todo, sería lo que has dicho, que no me puedo morir.  ¿Es así?

-Más o menos.  La Muerte y el Futuro son la misma cosa, y cuando se habla de miedo en este contesto se está uno equivocando costantemente, porque miedo se puede tener de cualquier cosa que haya que hacer o que le pueda pasar a uno en la Realidad: se tiene miedo, el Futuro es miedo y esperanza, está acompañado de eso.  Pero ¡amigo!, cuando se trata de mí, de mí que pretendo entretanto ser de verdad yo, el que dice mi nombre, entonces no hay miedo que valga; no hay miedo que valga, el miedo (o la esperanza, da igual) se convierte en algo superficial, que casi no tiene nada que hacer, y es ahí donde se descubre lo de lo imposible, es decir, que mi muerte, ésa de mí de verdad, es una equivocación; es simplemente una equivocación, porque la confundo con mi muerte en otros niveles, respecto a la cual puedo tener miedo, o puedo tener también esperanza, como un místico, como Santa Teresa.  La confundo con eso, y por eso os quería llevar al punto en que no hay miedo que valga ni esperanza que valga: es inconcebible, es imposible, no pué ser.  Y de ahí que salga lo que ello quiera, pero por lo pronto es reconocer esto.  ¡Más, por favor!

-Entonces podemos decir que hay tres sentidos o tres usos de “muerte”: está por un lado mi muerte futura, está por otro mi muerte como imposible, en cuanto yo me identifico con el nombre de mi Carnet de Identidad, y ésta otra muerte de la que hemos hablao muchas veces......

-No, no, la has citao ya, es la que has dicho “imposible”.

-Yo me refiero a la muerte que se identifica con la vida, la muerte que es este deshacernos costantemente, y que es el vivir.

-¡Ah, el irse muriendo, sí!

-Y ahora, cambiando de plano, digo lo siguiente: que cuando empleamos el término “muerte” y decimos de otro que ha muerto, si los tres sentidos son estos que acabo de enumerar (muerte futura, la muerte que es lo mismo que la vida, y la muerte imposible como equivocación), ¿qué quiere decir “muerte” cuando decimos “Fulano se ha muerto”?

-Que ha cumplido, ha cumplido su.......  Como la de uno nos la imaginamos de esa manera, aunque desde luego no podríamos, con la de otro pues lo tenemos todo hecho.  Hay una equivocación: la muerte real es siempre-futura, es la futura y no hay otra.  La muerte real es la futura, lo que pasa es que una cosa es la muerte futura (que es como cualquiera de los negocios futuros que tenemos que cumplir, y que efectivamente nos está amenazando costantemente, y respecto a la cual de un muerto se dice que ya lo ha cumplido todo, todos los negocios, que no tiene ningún otro negocio que hacer), y otra cosa es cuando eso mismo, ese Futuro, se refiere a un sitio donde no hay ni futuros, ni miedos, ni nada, un Futuro donde lo único que encuentras es un equívoco fenomenal en el planteamiento mismo de los términos, un equívoco típicamente humano.  ¡Venga, sí!

-A mí me parece muy claro que la muerte de uno no tiene sentido, y eso........

-No sé por qué dices “no tiene sentido” y no te gusta decir que no puede ser.  Si te da lo mismo, deja el sentido.

-Lo prefiero dejar así, porque me parece que sí tiene sentido para los otros, para los que se quedan vivos, que creen que sí que tiene sentido, que es posible su muerte ().

-No, no: el equívoco que es mi muerte (porque “mi muerte” es un equívoco), desde luego se lo aplicamos a los prójimos tranquilamente, y gracias a eso creemos que se han muerto y que han cumplido con su negocio, porque les hemos aplicado el mismo equívoco que nos aplicamos a nosotros, solo que decimos “mira, esos ya han cumplido”, como si aparte de las otras cosas que son su muerte hubieran podido cumplir algo que es imposible, inconcebible.  A ver.

-(), y de ahí el utilizar la palabra “sentido”, ¿no?  La muerte de uno tiene sentido para nosotros, o tenía sentido, en la muerte sacrificial, que es la que creo que da el verdadero sentido a todas las muertes que han venido después.

-¿A ver, a ver?

-Es decir, que hay una muerte, que es la muerte primera, sobre la que se costruyen todos los ritos....

-¿Y de quién era esa?

-Esa es la única muerte que tiene sentido para todos los demás, para los que no se han muerto, que para ellos tiene mucho sentido.

-Pues no sé muy bien.  Desarrolla más esa primera muerte.  Desarrolla esa primera muerte, porque sin duda todos quedamos un poco prendidos en esa.............

-Freud en “tótem y tabú” ha dado un símbolo, () y habla de que hay una primera muerte, que es la de todos contra uno, es decir, que si fuéramos una tribu salvaje y alguien nos está jodiendo, pues entre todos lo mataríamos.  Según estos autores.............

-No está bien entendido eso, no.  La noción de la muerte sacrificial, de la muerte de uno que salva a todos los demás de la muerte, se presenta de una manera mucho más clara en el caso por ejemplo de la Teología de Jesucristo, desarrollada en torno al “lógos”.  Se presenta de una manera mucho más clara, y efectivamente puedes y podéis hacer con ella lo que queráis, pero se supone que Cristo, en esta Teología, muere para salvarnos de la muerte.  No os voy a recordar todos los términos en que esta Teología, bastante complicada, se ha desarrollado, y algunos habrán llegado por los Catecismos, pero ahí está justamente la cosa, ¿no?  Es importante, porque no olvidéis que el término que he sacado para esto de los restos del libro de Herálito, “lógos”, que es el que he sacado para decir que se pervierte convirtiéndolo en Dios y luego viene a tropezarse con lo de la muerte de Dios como inconcebible, este término “lógos” es el término que los Padres Cristianos usaron para nombrar al Verbo, como se dice en latín, a Jesucristo y todo eso; de manera que efectivamente se podría decir “si la idea misma de muerte se mata, entonces ya los demás estamos libres de la muerte”.  ¿Qué os parece?  ¿Qué te parece y qué os parece respecto a esto?

-Es que la muerte, si nos fuéramos al punto de mayor significado, es la muerte que es el matar con fines prácticos y útiles, porque ().

-No, no tires por ahí, creo que por ahí te equivocas con cosas muy superficiales y muy culturales.  No, no, déjalo así, y de tomarlo, tómalo en estos términos teológicos, y el absurdo que se encierra ahí yo creo que se encuentra bastante cerca, ¿no?  ¿Qué más?

-Que si por un lado yo hablo y hablo como cualquiera, en ese caso no muero, no puedo morir tampoco...........

-¿Por qué?  Una cosa es que tu no eres nadie porque eres simplemente el que habla............No hace falta decir “como cualquiera”: una cosa es yo que no soy nadie, y otra cosa es eso convertido en Dios, y ahí tienes que decidirte: si se trata de ya el hablar, mi hablar, convertidos en Dios, ahí viene ya la presencia de ese imposible de la muerte siempre-futura, y en ese caso imposible.  Sigue, sigue.

-Bueno, en ese caso está claro que si eres el que eres, es imposible, pero en el primer caso que decía yo tampoco hay muerte.  Lo que yo quería preguntar es que de dónde sale el miedo a la muerte, y si no tendría que ver con esa pretensión de que uno es el que es, porque tiene miedo a dejar de ser lo que es, a creer lo menos, y entonces morir.

-No sé por qué te vas por ahí, que te lo hace muy difícil.  Basta para tu problema con recordar que Futuro y Muerte es lo mismo: lo mismo que te revienta la vida y que no te deja vivir cualquier forma de Futuro, así también tu muerte real en cuanto futura no es en ese sentido nada distinto, la he presentado como un negocio más.  Un negocio, que para los católicos era el negocio de la salvación del Alma por ejemplo, pero en todo caso un negocio igual que todos los demás negocios futuros, y por tanto que te condenan ya con eso mismo a la tristeza, a la pesadumbre, a la preocupación, sea cual sea.  Por eso es por lo que se dice que la única función del Poder, del Estado y Capital, es administrar ese miedo, administrar la muerte siempre-futura, y por tanto imponérnosla..............a veces directamente, cuando hay por ejemplo un dictador muy furibundo que se pone a matar gente, pero otras veces no, imponiéndola pacíficamente por medio de llenarte la vida de negocios que cumplir, de () que alcanzar, que son ya muerte.  Es así como te la impone.  No se la puede separar del resto de los futuros, no hay más Futuro que Muerte, ni más muerte real que la futura; la otra es un equívoco.  ¡Pero más!

-Yo quería preguntar por el Poder y esta función administradora, porque si decimos que hay unos ideales que se imponen sobre algo que se le resiste, sobre lo que hay, o las cosas, o algo así, ¿qué es el Poder?   ¿Es como una istancia distinta que se encarga como de administrar esa imposición?  Que no parece que estuviera ni entre los ideales ni entre lo que está por debajo de los ideales, porque el Poder no va a estar sometido, ¿no?  Es una cosa muy rara.

-No, los ideales que mencionamos, como Todo, Nada, Números, etcétera, están desde luego centrados en ese ideal que es El que es el que es, es el que es el que es, lo que en algunas de las formas de las Teologías más avanzadas se podía denominar Dios, pero Dios queriendo decir este Ideal de los ideales que consiste en que El que es el que es, es el que es el que es.  Sin más.  ¿Qué de dónde viene que nos encontremos en esta guerra, que algo nos obligue a querer tender, creer, a eso de ser el que es, de ser uno el que es, y algo que se resiste a ello? ¿Cómo voy a decir de dónde viene?  Estoy imposibilitado de reconocerle un origen: es así, la Realidad es así, y la Realidad nos hace reconocer la presencia de ese Ideal de El que es el que es, es el que es el que es, con todos los demás ideales dependiendo de Él; todos los demás dependen de Él.  Eso se ve bien en la formulación de la Diosa de Parménides, donde aparte del uso de la cópula, después se puede decir Todo, y se dice, aunque algunos lo entienden mal, “Uno”, pero dependen de eso, dependen de la forma elemental y tremenda: que El que es el que es, es el que es el que es.  Bueno, más.

-Si las cosas también hablan, tienen su lenguaje, cuando hablamos del idioma de las cosas, que no conocemos, y ese idioma es desconocido para nosotros, para esas cosas que somos nosotros, ¿ése idioma es desconocido como puede ser desconocido el ruso, el alemán o el árabe, o es desconocido en un sentido más distante o más profundo?

-No, esencialmente es el mismo, y simplemente no lo entendemos, nos es desconocido en el sentido de que no lo entendemos como no entendemos el ruso o el chino.  No lo entendemos, pero eso no nos priva de reconocer que lo mismo que el chino o el ruso, hay un habla que está ahí, y en ese sentido la conozco, sé que la hay, aunque no la entiendo, no entra en mi convenio.  No hace falta más.

-Entonces la gramática común, la que está al margen del vocabulario, ¿esa gramática también sería común para las cosas?

-Para las cosas, eso es.  En los fragmentos de Heráclito, y los que los han recorrido hace poco lo recuerdan bien, se nos presenta eso: no es una razón humana, es la razón que hace y deshace las cosas, y al mismo tiempo que de esa manera está aquí haciendo y deshaciendo, al mismo tiempo está fuera de todas las cosas.  Será ocasión de volver sobre ello.  Sí.

-Se me ocurre una observación, que es la siguiente: está claro por lo que hemos hablao que El que es el que es solamente empieza a ejercer su presión y su dominio con la Historia, porque en ninguna cultura, según los estudios y las narraciones de antropólogos y demás, está desprovista de algún dominio patriarcal (y en ese sentido del Señor, de El que es el que es) funcionando de una manera sometedora.  Entonces mi pregunta es que como antes de la Historia no se sabe, ¿la gracia de antes de la Historia está desprovista de ese El que es el que es actuando?

-Sí, seguramente yo tengo la culpa de que te hayas confundido así, y muchos pueden haber caído en la misma confusión.  No, no es así: la Realidad no es más que una lucha, es decir, que desde el principio está eso, el Imperio de El que es el que es, respecto a lo que se opone a ello, a lo desconocido sobre lo que se impone, y eso es independiente de la Historia.  La Historia es la que añade esa condición que respecto a la muerte he llamado “humana”, es decir, es una reduplicación de la Fe que solamente se puede obtener mediante el truco de la Escritura con el que comienza la Historia, y no basta siquiera con remitirnos a una Prehistoria donde la gente evidentemente habla pero no podemos leer nada de lo que han dejado y tenemos que venir a este tinglado de corrupción que está representado en la Escritura, y que justamente quiere decir someter el curso de las cosas libres a Tiempo, Tiempo escrito, es decir, a un espacio, y solo así, solo en ese sentido.

-Pero ese canto gozoso de antes de la Historia está desprovisto de...............

-No, no, no, antes de la Historia están los hombres que hablan sin escribir, y están las demás cosas, y están en guerra.  Están en guerra, la Realidad no puede describirse de otra manera más que como guerra entre una necesidad o ambición de ser el que es y algo que no traga, que se opone, que se resiste.  A ver.

-Yo lo siento, pero es que antes no me he enterado bien, y entonces me decías como que el Ideal fundamental, o en lo que se resumen los ideales, es eso de Ser el que es, o El que es el que es, y que por otro lado hay algo que obedece, algo que se resiste, y yo pregunto que dónde está ahí el Poder.  ¿Es lo que obedece?  Porque es que sería raro de decir que el Poder es lo que obedece.

-El Poder, si lo tomas como el Poder real, como el Estado y el Capital, por supuesto que obedece; y además no solo obedece, sino que muchas veces hemos reconocido desde el punto de vista más trivial y real que en la escala del Poder, la del Estado, la del Capital, justamente los que trepan son los que obedecen, los que mandan son los que obedecen, hasta tal punto las cosas son así.  De manera que sí, no hay inconveniente ninguno en que manifestaciones del Poder como ésas, como las reales, por ejemplo las de Estado y Capital, estén sometidas y obedeciendo, que es la manera de............

-¿Entonces tiene algún sentido hablar de Poder y distinguirlo de otras cosas?  Porque estás hablando como de los poderosos, como de los que...........

-No, eso es una ilustración, pero vamos, puedes decir tranquilamente que el Estado mismo, que el Capital mismo, en astracto, obedecen.  Obedecen a..........

-Y eso es a lo que llamamos “Poder”. ()

-Son formas de Poder.  Si generalizas hasta el estremo te tienes que quedar con el Ideal último, El que es el que es, pero ése es el Poder -digamos- mismo, y luego están las manifestaciones, las manifestaciones del Poder, que entran también en la Realidad.  ¿Qué más?

-Cuando antes nos has sugerido que identificáramos o que relacionáramos el pueblo desconocido que-no-existe con el que habla, con el yo que hablo, me ha chirriado un poco lo de que entendías a ese yo, a mí, como una pluralidad no numérica.

-No, no cabe eso, porque precisamente pueblo, que es el que habla, el que trata de hablar en la tertulia, es una pluralidad no numérica, pero yo no soy nadie, y por tanto no puedo ser......  Lo importante es que no sea uno, pero tampoco una pluralidad.  En ese sentido no.  Se identifican, o los he identificado al pasar, en el sentido de que el que habla soy yo cuando no soy nadie, y lo que habla entre nosotros es pueblo, pero evidentemente se presta a confusión.  Haces bien en aclarar la diferencia, sí.  A ver.

-Cuando decimos que cada cosa en su ser persevera, ¿esto no imprime una huella o un presentimiento, más que de miedo, de resistencia a la disolución, a la desaparición?  ()

-Cuando nos hemos opuesto a las cosas al mismo tiempo que nos reconocemos cosas entre las cosas, cuando nos hemos distinguido, lo que hemos hecho con las cosas es librarlas justamente de eso: no pensar que ninguna otra cosa, es decir, quitando las cosas humanas, SABE.  Cualquier cosa está sujeta a miedos de todo tipo, a avideces, a espectativas, pero lo humano es saber.  Es que nosotros SABEMOS; no presentimos vagamente ni ostias: sabemos, y eso es justamente la maldición humana típica.

-¿Pero por qué ese saber de la muerte tiene tanto éxito?  Porque es que hay un presentimiento que ya casi en los bebés lo hay.

-Porque la función única del Estado y del Capital es administrar la muerte.  Administrar la muerte, ésa es la utilidad para el Poder, y por tanto el éxito, no hace falta andarse distrayendo.  Venga, ¿qué más por ahí?

-Que a propósito de la muerte mía, yo no sé si no ha quedado un poco oscuro el hecho de que normalmente hablamos de mi muerte, o hablo de mi muerte, como si fuera igual o equivalente a la muerte de los demás, pero sin embargo se nota, a poco que uno lo piense, que de mi muerte yo no puedo hablar puesto que de ella no hay costancia ninguna, y entonces no sé si eso ayuda de alguna manera a aclarar la cuestión, porque eso sería digamos como la muerte que identificamos con el Futuro, porque es la mía, es la que a cada uno toca, mientras que las otras también son reales, pero yo no sé o no lo veo tan claro cómo deslindar.............

-Sí, tienes razón, no está tan claro.  Desde luego, como decíamos antes, a los muertos, prójimos sobre todo, prójimos muertos, no hablemos ya de los animales de matadero y eso, les hacemos esta gracia de pensar que han cumplido su futuro, que no tienen futuro ya, y esto desde luego no se puede hacer; esto es una faena que a los muertos les hacemos, pero efectivamente si recordamos que somos cosas como las cosas, resulta que los cadáveres que ya no tienen la condición maldita de ser mi cadáver, igual que el resto de los cadáveres de otros, naturalmente siguen en su (chance) de vivir, y que el ponerles un sello a los muertos es una faena que los vivos, humanos, les hacemos, de manera que conviene efectivamente eso aclararlo bien.  Bueno, aunque puede que siga también oscuro.

-Es un poco tarde, ¿eh?

-Pues lo dejamos. De manera que, aunque sea mentar la bicha, como dicen, si el Señor no nos la depara en fecha muy próxima, dentro de 7 días, y esté yo o no esté (porque eso da igual, ya veis que la cosa marcha muy bien cuando yo no estoy) esté yo o no esté seguid dándole vueltas a todo esto.