27.06.2012

Tertulia Política  número 339 (27 de Junio de 2012)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

  Tertu339-27-6-2012#Tertu339-27-6-2012.mp3

 

  • Pregunta por la separación entre los ideales y las cosas realizadas o realizándose, y entre la masa desconocida y las cosas realizándose, haciéndose y deshaciéndose. 
      

 

TRANSCRIPCIÓN:

 

Lo primero es que aquí no pasa nada del otro mundo, ¿eh?, no nos vayamos a creer, o os lo vayáis a creer alguno, porque es que algunos de los que me rodean, a fuerza de presentarme el venir aquí como una especie de hazaña contra la calor y todas esas cosas, me lo hacen creer como si fuera eso, una hazaña atlética o algo por el estilo, y no, de manera que conviene recordar que aquí no pasa nada, no pasa nada del otro mundo; eso es lo que querríamos que pasara ahora, algo del otro mundo, sea lo que sea que eso quiere decir, pero por desgracia para empezar hay que recordar que no: no, no pasa nada del otro mundo.

En las últimas sesiones, y a través también de las columnas o sueltos que he ido sacando en La Razón a la par, se me han presentado a mí mismo, y seguramente a algunos de vosotros, algunos imprevistos, algo que todavía a lo largo de las sesiones de la tertulia no se había puesto lo bastante en claro, respecto por ejemplo a la muerte, y a la carga de la muerte que esto de ser hombres, esto de ser nosotros, trae consigo.  Evidentemente han ido creando cosas bastante distintas, entre la muerte que parece que pertenece a las cosas, nosotros entre ellas, pero a las cosas, a los elementos sujetos a esto de la ley de la existencia, que consiste simplemente en irse haciendo y deshaciendo, en el que unas nos comamos a las otras.................la ley de existencia, y luego esto que en el último suelto se ponía de relieve, que era la muerte de uno: esto es lo que a ningún animal le podemos atribuir, ni a ninguna otra cosa como no sea a nosotros, uno; lo cual es algo muy distinto, porque como ahí mismo se dice viene a ser imposible, aterrador, inconcebible, la muerte de veras, la muerte de uno, y eso no parece que case bien lo uno con lo otro.  Por otra parte, a lo largo de las lecturas de entradas en la Red y de artículos de hombres dedicados a las formas más avanzadas de la Ciencia, o incluso de la Filosofía de la Ciencia en nuestros días (muchas de ellas por entrada como siempre de Caramés, que siento tener que recordar que hoy no puede estar con nosotros, pero que no menos ha contribuido a ello), a lo largo de esto me he ido dando cuenta de que también los límites entre el Ideal, el Reino de Dios matemático, como solemos decir, y luego los hechos de la Realidad tangible, palpable (Natura, como se decía en otro tiempo, de la cual las Ciencias Naturales tratan de dar razón), también hay una diferencia, una separación demasiado grande: el desarrollo mismo de los ordenadores se ha venido acompañando desde hace ya pronto un siglo de descubrimientos como el de la máquina o reflexiones de () acerca de la computabilidad, y por tanto reflexiones sobre los cálculos entre el descubrimiento de incomputables, incluso por medio de la máquina, y el dar razón también de los incomputables, la computabilidad de los incomputables; mientras que de una manera paralela en la forma de Ciencia o reflexión sobre Natura dominante entre nosotros, que como sabéis es la de la Mecánica Cuántica, ha venido también desarrollándose una forma de cuantificación, el nombre lo dice: son los quantas, pero que no es aquella cuantificación de los abuelos con el mapa de los mundos reales a diferencia de los íntegros, naturales, etc., ni tampoco el del cálculo infinitesimal. 

Tal vez hay en un sitio y en otro, con eso de la vuelta a los digitales, a los dedos propiamente dichos, algo revelador a nuestro propósito.  También ahí por tanto hay una separación de la que tal vez no nos habíamos dado cuenta, y muy brevemente trato de que conmigo os deis cuenta de ello.  Para que sea claro tengo que remontarme a lo que entre nosotros, los que me acompañan hace mucho tiempo, cuenta como uno de los descubrimientos o perogrulladas más notables, que es aquel de que la Realidad no es todo lo que hay.  El término realidad, como recordáis los que andáis conmigo, no es un término de la lengua corriente, es un término culto, igual que el verbo existir, con el cual está compaginado, pero en fin, tan estendido, tan popularizado, que no podíamos menos de tomarlo como centro de nuestro ataque, por no decir “reflexión”: “ataque” hay que decir para una tertulia que intenta que el descubrimiento de la mentira sea justamente la primera acción real de veras para los que estamos aquí.  Teníamos que tomarlo así, y entonces decíamos que haber, hay, junto a la Realidad, cosas que no son realidad, como por ejemplo los ideales, pertenecientes al Reino de Dios, o por abajo esa verdad de lo desconocido, la masa de que la Realidad puede sustentarse, y sobre la cual los números pueden operar.  De esas cosas las hay, aunque no podamos ni saberlas ni tocarlas de ninguna manera; pero las hay, y entonces veníamos a dar en esto de que la Realidad no puede definirse de otra manera más que como una guerra, como una lucha, entre lo uno y lo otro, es decir, los ideales (Todo, Nada, Uno, Números...) que tratan de imponerse aquí entre nosotros, tratan de imponerse hasta en el Comercio, con el dinero, pero también en la Ciencia; entre eso y lo que queda por abajo siempre como resistencia a que esta operación se lleve a cabo o se termine entre ellos: la masa siempre resistente, la masa que consiste en lo no sabido, y que queda por tanto siempre. La Realidad, esto que se nos ha hecho reconocer como existencia, no puede, sin caer en una falsedad inmediata, ni definirse ni estudiarse de otro modo que como guerra entre lo uno y lo otro, no es otra cosa: esta realidad, que es por tanto el reino en que las cosas están haciéndose y deshaciéndose, ésa es la guerra, y nosotros también, claro, nosotros en cuanto cosas, también haciéndonos y deshaciéndonos, la realidad de cada día.

Bueno, pues una vez que os recuerdo esto, que supongo que para muchos de vosotros era bastante claro, tengo que venir ahora sobre esta especie de...........”arrepentimiento”, que todos estos últimos días me ha entrado.  Desde luego, tratar de imaginar lo que os estoy diciendo es un pecado, no cabe duda, y que pienso que es un pecado a pesar de todo venial, muchos de vosotros creo que lo han seguido conmigo: ¿como vamos a decir que lo que hay se puede imaginar, no ya la Realidad, sino imaginar también el Reino del cielo matemático, el Reino de los ideales, y también imaginar lo que no se conoce?  Es un abuso.  No tenemos otro medio en ese sentido; en el sentido de que está sirviendo para la lucha me permito considerarlo venial, pero no tenemos otro procedimiento que esto de acudir a una especie de imaginación imposible.  Entonces, si tomáis imaginativamente la Realidad como lucha que se coloca entre lo de Arriba, los ideales, y lo de abajo, la resistencia de lo desconocido.........una imagen que incluso me permití dibujar un poco cuando saqué este descubrimiento a la prensa, la tenéis en el libro de “¿Qué es lo que pasa?”, donde había ese intento de dibujos.  Pues si seguimos tomando esta imaginación que os estoy presentando, nos damos cuenta de que hemos dejado de lado lo que hay entre el Reino ideal y la Realidad y lo que hay entre la Realidad y lo desconocido.  Estos son límites, ¡qué se le va a hacer!, límites por arriba y límites por abajo, y naturalmente no pueden ser límites precisos, de definición, porque eso pertenecería al Reino del Señor y no serviría para el caso, pero no por ello pueden dejar de ser de algún modo límites vagos; vagos, indefinidos, con respecto a lo de abajo.  Esto es lo que en estos días me ha movido, y lo que me ha llevado a dirigirme a vosotros en esos sueltos y en algo de las sesiones pasadas: ¿qué hacemos con esto?  ¿Qué pasa a su vez entre las ideas puras, el mundo de Dios matemático, y la Realidad, es decir, esto en lo que estamos, en donde las cosas están costantemente convirtiéndose unas en otras, cambiando, moviéndose, para no obedecer a la ley de que siempre la misma, que sería la ley justamente de Dios, la ley de Lo Alto?

 ¿Qué hacemos con esa separación o límite?  ¿Qué hacemos a su vez con el límite de por abajo entre lo verdaderamente palpable, masa de veras, pero justamente por ello desconocido, inasible a las ideas, que se está escapando siempre de ellas?  ¿Qué hacemos entre eso y las cosas que en cualquier idioma, en cualquier lengua de Babel, se conocen con un nombre y se llaman mesas, estrellas o personas, dándoles de alguna manera una cierta manera de ser aunque sea precaria, como se nos ha hecho evidente, aunque sea una manera de ser todo lo precaria que se quiera para ser conforme con la Realidad?  ¿Qué hacemos entre lo uno y lo otro?  Bueno, pues esto indirectamente es lo que a través de estas sesiones pasadas os he ido presentando, y a lo que os propongo que si estas sesiones siguen tenemos que seguir atacando: ¿qué hacemos con esto?  Evidentemente, planteándolo desde el punto de vista más claro, que es el de la muerte, ya recordáis: una cosa es esa muerte, la muerte de uno, que evidentemente pertenece al Ideal, y la otra es la muerte de los labradores y sus cosechas, la muerte de irse muriendo cada día, de tener que ceder a la ley de la existencia cambiándose unos por otros, porque Natura no puede hacer ninguna cosa, como dice Lucrecio, si no es valiéndose de la muerte de otra cosa.  ¿Qué hacemos entre dos cosas tan distintas?   ¿Qué hacemos entre esta muerte tan.........letrada, elogiada, detestada, beatificada, que es la de la Realidad, también la humana, en comparación con la verdad de lo desconocido, () palpable, que no puede referirse a ningún ser?  ¿Qué hacemos para no perdernos demasiado en estas dos separaciones que os propongo?  Por si acaso entre esas intervenciones anteriores y lo que ahora os digo hubiera surgido ya alguna ocurrencia, ahora os doy un poco de rato, os doy la palabra, para que yo me entere a mi vez de si por lo menos las dudas que os estoy presentando, y que es lo importante, están claras, por si las dudas están claras, es decir, son comunes para vosotros y para mí.  ¡Venga a ello por tanto!

-Pues sobre ese descubrimiento de que la Realidad no es todo lo que hay, yo siempre he percibido que su principal valor está en la diferencia entre la Realidad y lo desconocido, lo que está por debajo.  Siento la impresión de que los ideales en alguna medida también forman una cierta parte de la Realidad, están de alguna manera más integrados, es como si la idea de triángulo fuera algo ya metido muy dentro de la Realidad.  Y en cambio el descubrir que la Realidad no es todo lo que hay a mí me lleva a enfocarme hacia lo desconocido, y no se me había ocurrido el planteamiento de la otra frontera con los ideales.

-Si, y aunque evidentemente gracias por esto, en efecto uno puede pensar........., bueno, no ya los triángulos, sino los números: los números, por lo menos los dígitos, no están metidos en la Realidad, no se usan para contar huevos, no se usan para medir cintas.  Normalmente uno piensa que están metidos, pero ese “estar metidos”, Joaquín, no quiere decir más que lo que he dicho: la Realidad no puede definirse si no es como lucha entre lo uno y lo otro, el estar metidos, el estar metidos en la lucha, porque por otra parte todo el mundo sabe que aunque le vendan 6 huevos nunca los huevos serán 6 ni serán perfectamente huevos; ni serán 6 ni serán perfectamente huevo cada uno, porque eso sería efectivamente, no ya que el Ideal estuviera luchando por ser 6 o por ser huevo, sino que estaba realizado y que había huevos perfectos y que había cantidades perfectas, como “6”, y eso ya no se traga.  No sé por tanto por qué por abajo no se te ha ocurrido lo mismo, porque evidentemente, ¿quién se libra del todo en cualquier momento dado de la Realidad ya costituída, con cosas que tienen su nombre en cualquier idioma que sea, y se cree que efectivamente eso es todo lo que hay, las cosas ya con su nombre? Como cuando al viejo amigo comunista se le estaba en tiempos lejanos planteando dificultades y le decía la condición de ideal que tiene la materia (), y él se aferraba a la mesa y me decía “¡pero coño, materia!, ¿pero no ves que esto es la materia?”.  Se aferraba a la mesa, y claro, se olvidaba de que era una mesa, porque es muy fácil olvidarse; es muy fácil olvidarse de que las cosas, las mesas y demás, son seres ya costituídos; o medio costituídos, porque una mesa nunca en ningún idioma tendrá bastantes motivos para no ser una camilla por ejemplo, o para no ser hasta un taburete.  Pero yo creo que ahora ya ves que también hay los mismos motivos para ver la separación: la Realidad no es más que una lucha, y para que haya lucha tiene que haber dos que luchan, y si tiene que haber dos que luchan, ésos no están en la Realidad, están justamente haciéndola por lucha: los números, los ideales por un lado, y la masa innominable ni como materia ni como nada, la masa no sujeta todavía a los nombres de las cosas en un idioma o en otro cualquiera.  Eso se refiere todavía a la imaginería elemental; os preguntaba sobre todo por este descubrimiento de cómo a su vez tratamos la evidente separación entre los ideales y las cosas realizadas o realizándose, entre la masa desconocida y las cosas realizándose, haciéndose y deshaciéndose.  A ver.

-Yo quería comentar que para que se pueda dar esa formulación de Lucrecio de que cuando se crea algo nuevo es a base de la muerte de otra cosa, para que eso se de es que primeramente hay que configurarse como cosa, es decir, que si no hay cosa no se daría ese procedimiento.  Entonces, es una formulación que se hace ya partiendo de la Realidad.

-Sí, se refiere a la Realidad, la que he dicho antes para mayor claridad, la del labriego y sus cosechas, ésa.

-Pero para eso es necesario istaurar primero la discontinuidad, es decir, esto es discontinuo, esto es otra cosa discontinua.........discontinuidades.

-Has nacido, como yo, en la Realidad.

-Ya, pero en un nivel más bajo de esto nada muere, porque todas las cosas no es que vayamos a ir a una materia........................

-Has nacido, igual que yo, en la Realidad, y cualquier cosa que se descubra, como lo de los dos reinos, cualquier cosa que se plantee, se hace DESDE la Realidad, en la que hemos, mal dicho, “nacido”: en la que estamos metidos, en la que existimos.

-Sí, pero eso tiene nombre, está nombrado, es algo que se nombra, que tiene lengua, pero por otra parte es contradictorio, porque si hay algo verdaderamente sin fin, algo que no se cierra nunca, es un diccionario.

-¡Hombre, por favor, un diccionario!: ni siquiera la serie de los números naturales, sobre la que volveremos, cuánto menos un diccionario de una lenguecita cualquiera.  No insistas, eso no es ningún sin fin, todos lo saben, y ahora volveré sobre ello, sobre un diccionario, una lengua, y sobre los números, pero todos lo sabéis, todos los que andáis conmigo sabéis que eso no es lo sin fin: ahí la negación, no-fin, está muerta, se ha convertido en un infinito, una cosa que se sabe, que tiene su principio, que tiene su fin, y que de momento no nos interesa.

-¿Pero puedo preguntar una cosa respecto a la formulación misma “la Realidad no es todo lo que hay”?   Cuando decimos que Todo es un ideal, ¿cómo podemos meter ahí el término “todo”?  El término “todo” me chirría cuando lo oigo.

-¡TODO ESTÁ ALLÁ ARRIBA, TE ESTAS NEGANDO!  Y algunos lo meten abajo también cuando dicen “la Materia es todo lo que hay”.  Pero que esté arriba o abajo, en la formulación está metido y negado: no-todo.  Si quieres abreviar toma la negación, que es la lengua viva, “no”, y toma el Todo como la idea que tanto los idealistas como los materialistas se hacen de lo que hay, que se creen que es todo, y la Realidad no es todo.  Y insisto incluso en voz alta, porque hay alguno tan resistente como tu en su fe para darse cuenta de algo que a cualquier niño a quien se le dijera lo entendería.  Sí.

-Supongo que la pregunta ésta que has hecho de qué hacemos con esto que has planteao de la separación neta de lo difuso de los campos a su vez supongo que es cómo lo pensamos o qué podemos hacer con ello.  Hombre, claramente no me parece que haya una solución, pero lo que podría hacer yo con eso es sentir la contradicción que hay en esa lucha, es decir, por un lao admitir la separación, porque de alguna manera se puede sentir algo de separación entre ideales, ideas puras, cosas que se saben, que es solo saber, y por debajo algo que no se sabe, desconocido, y por el otro lao, frente a admitir esa separación, admitir que están en contacto con nosotros, es decir, que no son de alguna manera ideales, es decir, que están en contacto, que nos están haciendo.  Con respecto al esquema, es decir, que en lo que uno puede confiar también es en que de ahí parece que puede nacer un esquema, o que se nos puede dar una imaginación, confiar por otro lado en que esa imaginación se nos vaya borrando con la misma guerra.  No encuentro otra manera de...................

A-Sí, ésa es la condición de esta utilización; ya digo que es pecado de la imaginación, no se me ocurre otra, y efectivamente Álvaro lo dice muy bien: confiamos en que con el uso se vaya deshaciendo lo que la imaginación misma nos ha hecho palpar, o rozar, por decirlo así.  Eso es justamente lo que os pregunto, en esto es en lo que os invito a meteros en las sesiones sucesivas.  ¿Cómo podemos haber llegado a una situación tan complicada, tan inaceptable, como que efectivamente usamos, por ejemplo en la Ciencia, o en el Comercio, los números puros (que desde luego implican Todo, implican Cero, porque si no, no hay tales números puros), al mismo tiempo que eso en Ciencia, en Mercado, lo usemos tan mezclado con usos evidentemente prácticos, pragmáticos, como son los del Comercio y los de la Ciencia?  Tal vez por eso estas lecturas que hemos hecho algunos de los avances de la Ciencia, de la Matemática y la Física, pueden ser útiles a este propósito: en algunos de los que he leído, cuando se presenta el problema de la Matemática, es decir, la situación de la Matemática en el mundo, que cada vez se ha hecho un problema más complicado y más turbio, naturalmente están dispuestos a admitir que la Matemática después de todo es empírica, es decir, que como la Aritmética más elemental, procede de un trato con las cosas y del cómputo de las cosas, y entonces que hay banda que dice que no y sostiene el carácter puro de la Matemática, que lo que de verdad sea Matemática no puede tener que ver con la esperiencia, y por tanto tiene que separarse del Comercio.  Esta disputa la encontráis si buscáis un poco en la Red, no me la estoy inventando yo, y entonces es esta disputa la que puede llevarnos a mirar a los números de otra manera que como hasta aquí los estaba mirando, incluyéndolos con Todo y con Nada y con Uno en los entes puramente ideales: a lo mejor hay una especie de infinito intermediario que es justamente esa región, esa zona intermedia que ahora nos maltrae; porque los números, a diferencia de las cosas no nombradas, los números de por si no son infinitos, la serie no es infinita, porque tienen un fin, el ordinal N, que es el último, y tienen un principio, que es 1, o si se quiere mejorar esta difícil situación, es cero, y desde luego para el sentido común cualquier serie que tiene principio y fin no puede ser infinita; sin embargo por otra parte los números son infinitos (me refiero a los naturales sin más), y son infinitos porque hay tantos pares como números en total, porque hay tantos primos como pares, y a nadie se le puede ocurrir introducir diferencias cuantitativas entre lo uno y lo otro, y eso a otra manera de ver se le presenta como infinitud.  ¿Es eso la infinitud de abajo, la infinitud de lo desconocido, donde no hay números?  No.  ¿Pero es eso la infinitud real, en la que nos contentamos con convenciones que hacen pasar a los números como no son para arreglarnos en el Mercado y en la Ciencia, y distinto de lo que hay por encima, que sería el número puro, es decir, lo mismo que Todo, Dos, y Cero?  Pues no, no, de momento se me presentan estos números semi-realizados como algo intermedio en el sitio que busco.  Semi-realizados.  Fijaros bien, y me temo que con esto enseguidita, después de dejaros decir unas palabras, voy a tener que cortar, así que estar prevenidos y no me echéis la culpa después: estos números se presentan como algo distinto, un algo distinto, claro, a lo intermedio, y he dicho “realizados”; ese “realizados” implica un inverso de algo que conocéis bien, porque las cosas, las de la realidad, las existentes, nosotros entre ellas, ¿cómo nos realizamos?: pues nos realizamos por medio de los números, porque ya hace mucho tiempo que os he ayudado a algunos de vosotros a generalizar y reconocer que para que haya 7 ratones, al mismo tiempo tiene que haber 7 y tiene que haber ratón ideal, ente ideal diferente de rata o diferente de musaraña o diferente de lo que queráis en un idioma o en otro.  Las dos cosas juntas.  La Semántica, hemos dicho en diversas ocasiones, colabora así con la Matemática, y con la Aritmética en primer lugar, y por tanto lo que os decía de los números pues es como una especie de rebote: parece como si por rebote de esta operación por la cual los números son colaboradores en la creación y sostén de las cosas, los números vinieran a caer en esta fase precisa que es la de los números realizados o a medias de realizar.   Todo esto se me ha ocurrido muy recientemente, y por tanto os lo presento así, de frescas, para que me digáis antes de que nos marchemos cuales son las dificultades que se os ofrecen. Sí.

-En cómo actúan los números en la Realidad el mecanismo no se ve muy claro, pero si ponemos algo en medio, como los números semirealizados o lo que sea, ¿qué nos impide a su vez buscar cosas en medio de esta realidad?

-No sé si has dicho muy claro eso: que te parece claro lo de cómo los números......

-No, no me parece claro, pero que buscar como algo en medio me parece que no impide que a su vez entre eso que está en medio y la Realidad haya otra vez otra cosa en medio, ¿no?

-No, creo que te has prolongado innecesariamente: eso es lo que justamente he dicho, he dicho que lo evidente de que los números colaboran a que las cosas sean las cosas y nosotros seamos nosotros, las unas y las otras en tal o cual cantidad, parece como si eso de rebote trajera consigo que los números pierden su pureza, es decir, que se les pega algo de la operación.  Si te he seguido bien.  Puesto que seguimos con la imaginación, usadlo así: como si se les pegara algo de la operación, como si a los números, a los cuales antes nadie los hubiera metido (antes quiere decir “antes del Tiempo real”) en esta tarea de fabricar cosas y de fabricarlas, pues se hubieran metido y ahí les quedara la posibilidad de que a su vez se les tomara como cosa, es decir, que se realizaran por lo menos a medias, que es lo que hemos dicho.  Pero insiste si quieres más, tu o cualquiera.

-A mí eso de decir que el último número es N, siempre me ha parecido que no, que eso es una trampa, que el último número no se puede decir cuál es, que siempre se le puede seguir sumando uno, y uno, y uno.

-Sí, sí, y así se hace para demostrarlo: para rechazar un infinito mal entendido, los teóricos, los lógicos fundadores de la Aritmética de finales del 19 hacían cosas de ésas para evidenciar que eso no podía ser ningún infinito en el sentido en el cual podían tomarlo; pero sin quitarlo: sigue siendo una necesidad, porque si quisieras quitarle a N la posibilidad del +1, tendrías que privarte de todo principio de la serie, no podrías tener ni 1 ni 0, cosa que se demuestra, y se demostraba ya en los tiempos de la fundación, de maneras bastante sencillas.  Y como por otra parte es evidente que sin principio, y por tanto sin fin, los números no podrían ser ni siquiera cada uno de ellos uno y el siguiente del otro, no habría tal serie de los números; de manera que la ojeción a su infinitud no es bastante, ¡qué se le va a hacer!

-Es que creía haber entendido que tu lo habías sacado en el sentido de que no son infinitos porque hay un N final, y entonces mi ojeción era............

-No, no, la palabra se emplea sobre todo en tres momentos, o en cuatro, a veces confundidos: sin fin quiere decir lo que hay por debajo, porque eso de lo desconocido nunca se acaba.  Eso es la pura negación, eso es sin fin de verdad.  Por todo lo alto hay un Infinito que se confunde con Todo, como en la antigua Teología, como Dios, y no hay inconveniente en que Todo y Infinito se puedan casar entre sí uno con otro, lo que no puede ser.  Infinito se dice en la vida real, en la existencia corriente, porque que cada vez se opera con una forma de infinitud, en el Comercio y no solo en la Ciencia, eso lo podéis comprobar; es mentira, cualquiera sabe que es mentira, que no hay tal cosa infinita, pero se tira palante.  Y luego está la gente, pues adopta los términos y lo dice: in-finitos, una infinidad de tiempo..............exageraciones, pero que pertenecen al mismo terreno.  Y luego si queréis, pues nos queda este terreno en el que me meto, problemáticamente, de cómo es este infinito de dos caras, un infinito al que los números, aún aparte de su utilización para la Realidad, se (): no son puros, no son tampoco los reales.  Ayudadme, ¿eh?, sucesivamente, a entenderlo mejor.

-Y los números que se llaman reales, ¿ésos ocuparían una escala como intermedia entre los naturales y la Realidad, o algo así?

-No, no tanto: los números que llaman reales por un lado es como si la Realidad misma estuviera cubierta por un mapa de correspondencias de las cosas con los números reales, no son más que uno de los trucos (otro distinto es el del cálculo diferencial) para la realización cada vez más perfecta de las cosas; porque la Ciencia ortodoxa, la Ciencia como Dios quiere, toda su historia ha estado dedicada a esto, a dar razón de la Realidad.  ¿Y qué quiere decir dar razón de la Realidad?: pues lo que os cuentan en los libros y en los periódicos, es decir, hacer cálculos (eso es ‘razón’) cada vez más sutiles, cada vez mejor labrados, para que el oyente se quede convencido de que le han esplicado la Realidad, que le han dicho lo que hay.

Es muy tarde, y además ya os había amenazado con marcharme enseguida, de manera que lo voy a hacer ahora así, y seguiremos como se pueda y cuando se pueda.  Hasta otra.