25.08.2014

Tertulia Política número 34 (16 de Agosto de 2006)

Agustín García Calvo

Ateneo de Madrid


 

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TRANSCRIPCIÓN:

 

 

Pues a ver cómo ayudáis -especialmente los que el otro día estabais aquí- en esto que nos traemos estos días, que -como recordáis- era de alguna manera corregir, precisar, ampliar, enriquecer, el esquema (que, por desgracia, siempre tiene que tener algo de imaginístico) del descubrimiento al que se nos había dado llegar -en el que habíamos caído- que partía del descubrimiento más simple de que 'la Realidad no es todo lo que hay', que es mentira lo que a cada paso se nos presenta -la Realidad, la existencia, las cosas- como si fuera todo lo que hay; ese descubrimiento trae consigo que nos encontremos, sin más, cayendo, hundiéndonos, en lo otro; es decir, lo que no existe, no es real, pero que lo hay, y lo hay sin fin; y es eso justamente en lo que la Realidad, nosotros también -como seres reales- estamos continuamente hundiéndonos y perdiéndonos. Esto -para recordación de los que no estabais- era un poco el esquema del descubrimiento. Estábamos estos últimos días tratando de precisarlo, enriquecerlo, en algún modo corregirlo.


Lo que el otro día considerábamos, a este propósito, es que no se puede aceptar que la distinción o división entre las cosas -lo real, lo que existe- y lo otro -que hay de verdad pero que no existe, que no son cosas- fuera una división simple, tajante, un paso de sí a no, o viceversa, porque eso sería justamente impropio de lo que estamos descubriendo. Ya recordáis -los que estaban en sesiones algo lejanas ya de la tertulia- que de una manera no caprichosa distinguíamos los adverbios 'continuamente' y 'costantemente' para decir que estamos 'continuamente' cayendo, perdiéndonos, en lo sinfín, en la verdad que no se sabe -en la verdad que no se sabe- y 'costantemente' -sólo costantemente- está la Realidad, las cosas, y entre ellas, nosotros -las personas y cada uno de nosotros- defendiéndonos de esa perdición, por el procedimiento de dar entrada a más y más nuevas cosas, por tanto, con más y más nuevas relaciones (ya recordáis que no nos cabe pensar por un momento que la Realidad sea un conjunto cerrado, es un conjunto -por la necesaria interdependencia entre las cosas- pero no cerrado, siempre está entrando y saliendo más), y ese procedimiento de fabricación de nuevas cosas, nuevos significados de las palabras, nuevas relaciones entre las que ya había, eso es lo que llamamos 'defensa' de la Realidad, de las cosas, de las personas, ante la continua amenaza de caída.


Esa división entre 'continuamente' y 'costantemente' es... es ya útil, marca efectivamente una diferencia entre los dos sentidos del proceso, porque estamos cayendo continuamente: AHORA; AHORA, que cuando se ha dicho AHORA, ya no es AHORA. Es la intimación inmediata de eso de la caída o perdición continua; mientras que la fabricación de nuevas cosas -según las ideas, según los significados de uno cualquiera de los idiomas- tiene que hacerse por sus pasos, una tras otra, con procesos de denominación discontinuos. La existencia misma no puede admitir dentro de sí la continuidad. 'Continuidad' es un ente puramente ideal, irrealizable, que no cabe dentro de la Realidad. 'Costantemente', por sus pasos, cosa tras cosa, denominación tras denominación.


Pues bien, es, ante este esquema que rememoro, cómo se nos planteaba el problema de que la relación entre lo uno y lo otro, no puede entenderse como un límite -como un límite de sí o no-, sino que nos obliga de alguna manera a descubrir un trance, una región intermediaria de algún modo. Dicho de otra manera: una región de  i n d e c i s i ó n  entre si llegara a ser cosa o no llegar todavía, pero habiendo ya dejado de ser una indefinición, una infinitud.


Me veo obligado a seguir empleando términos demasiado pictóricos, lo cual siempre es peligroso, porque enseguida se aferra uno a eso para hacerse ideas, que es justamente lo que en esta tertulia política intentamos no hacernos: no hacernos idea, sabiendo que las ideas son justamente el fundamento del Poder y de la Realidad misma, es decir, de la mentira -de la mentira establecida-. Pero bueno, hablamos en una de las lenguas de Babel, un idioma, y desde ahí tenemos que arreglarnos para intentar desmentir las propias confusiones que, no la lengua, sino el idioma particular pueda traernos... pueda traernos consigo. Digamos pués, intentándolo de alguna manera: ese trance indeciso, esa región de algún modo intermedio entre la verdad, lo sinfín, y la Realidad ya establecida, es justamente en la que ahora deseo que paréis mientes y que me ayudéis -en lo posible- a entenderlo o a sentirlo, según lo vamos... según lo vamos diciendo.


Hay, desde luego, una motivación -que a mí mismo me mueve a venir a dar en el descubrimiento de este trance, y supongo que a cualquiera-: que no puede uno, no se puede renunciar -tan de repente- a la música, a lo subcosciente, a las señas de amor indefinido, que no son ni instintivas o naturales, ni están tampoco configuradas por ideas, no llegan a ser ideas definidas: no se puede renunciar, y yo mismo me he pasado la vida, como gramático, tratando de descubrir lo que se refiere a lo subcosciente, es decir: ese tinglado maravilloso por el que resulta que, cualquiera que habla,  s a b e  los mecanismos de su lengua, pero sin darse cuenta de que lo sabe. No sólo sin darse cuenta de que lo sabe, sino, peor todavía: si a través de la Cultura, de la escuela, etcétera, si intenta hacer una descripción gramatical de esos mecanismos de 'lo que cualquiera sabe sin darse cuenta que lo sabe', es necesaria la condición no-cosciente, no-voluntaria: la condición subcosciente. Y ésta es pués, una de las cosas que no puede menos de situársenos en la 'zona indecisa' de que os estoy hablando, porque evidentemente, ni encajan como cosas propiamente dichas -eso ya implicaría conciencia y voluntad y cosas por el estilo- ni son tampoco una mera indefinición, un sinfín. Los mecanismos de la lengua y de una lengua cualquiera están bien organizados, aunque no sea según las Leyes de la Realidad, esto es lo importante; según las Leyes que tratan de descubrir los físicos o que los leguleyos tratan de imponer por todas partes: no: no, según ésas, que son por supuesto Leyes de lo alto, pertenecientes a la conciencia y plenamente reales.


Lo mismo con la música -el otro día ya nos salió, para terminar, para haceros entrar en esto- aquella cosa tan elemental del trance en que 'ta-tá ta-tá ta-tá' y 'ta-ta-tá ta-ta-tá' no son lo mismo. Esta es... esta es una manera un poco grosera y rápida de introduciros en este trance, porque evidentemente, en la Realidad son lo mismo; que la Realidad ya está costituida con números bien determinados -bueno, 'bien' hasta cierto punto- entre los cuales, dos por tres es lo mismo que tres por dos, pero eso es en la Realidad. Hay, evidentemente, en reinos como el de la danza y la música, una situación en que eso no es verdad. En que eso no es verdad y, sin embargo, eso no quiere decir que los pasos, gestos, voces, no estén de alguna manera organizados rítmicamente, de una manera o de otra: 'ta-ta-tá ta-ta-tá' o 'ta-tá ta-tá ta-tá', que son dos maneras de organización bien distintas.


En muchos más terrenos, de lo que pertenece al reino de las musas -digamos-, podíamos seguir insistiendo para encontrar apariciones de este trance indeciso e intermedio, al que trato de llevaros a discurrir conmigo ¿no? En muchos otros también: la regulación del tono, de las diferencias tonales, y la diversidad entre unos intervalos tonales y otros, y la organización [de eso] en escalas sucesivas, es algo que una y otra vez -de una manera, digamos, como primera para la Historia desde Pitágoras- han intentado reducirse a números y razones numéricas, pero que rigen la Realidad, produciendo un enorme interminable despliegue para el cálculo, de manera que  es evidente que no están las diferencias tonales, los lugares de los semitonos en una escala, no están determinados por reglas propiamente aritméticas, pero rigen -rigen-, son alguna manera de organización. De manera que se encuentran así, otra vez, flotando entre la organización propiamente real y aquello otro en lo que la Realidad cae -sinfín-, donde no hay más que la verdad inconcebible, continua, sin fin, desconocida.


Y otras muchas operaciones de las musas se sitúan en esos... se sitúan en esos sitios, por ejemplo: hasta en poesía ya fina, literaria, donde el lenguaje está de alguna manera preso, sometido a las letras -que no son lengua-, hasta ahí se sigue apreciando, sigue habiendo -de una manera semejante a los pasos de un bailarín en la danza- algo que se puede llamar 'exactitud' y que, de una manera evidente, no coincide con lo que se llama 'exactitud' respecto a los entes matemáticos y a sus relaciones; es una exactitud, un acierto, una coincidencia, de alguna manera pre-numérica, y por tanto, pre-real en cierto sentido; pre-real, que nos lleva, por tanto -con un ejemplo más- a situarnos en este nivel, en este trance, del que quería que habláramos un poco.


Ya os decía, hay muchas cosas más: unas señas: unas señas en un momento por la calle: unas señas de unos ojos, una sonrisa apenas iniciada, pueden producir en el corazón o en todo el cuerpo de uno, efectos tremebundos -como cualquiera sabe- bien diferentes de los que se producen por los procedimientos mecánicos a los que el amor está sometido de ordinario. Y entonces, evidentemente, eso no es nada instintivo y natural, son 'señas'    -son 'señas': las de esos ojos, las de esa sonrisa- pero señas que evidentemente no están organizadas de una manera sometida a conciencia y voluntad, y que por tanto, vuelven a situarnos en la zona... en la zona intermedia.


Os voy enseguida a pedir colaboración -o preguntas, o lo que sea- en cuanto a la aclaración de todo esto, que para mí, tampoco es todavía tan claro -ni mucho menos-. Vamos a proceder como si diéramos por supuesto que entre el reino de la Realidad -donde están las cosas y las personas- y lo sinfín verdadero inconcebible, hay, pues eso: -digamos- musas: hay musas, hay subcoscientes -como los de la lengua- y hay cosas como las que estoy... como las que estoy diciendo.


Entonces, para que esto funcione de la mejor manera -yo creo- que se trata de examinar los dos sentidos de la relación que puede haber entre uno y lo otro. Vamos a ver si acierto con ello: hay un... hay un proceso, una manera de... una manera de proceso, en que la cosa -estoy dudando sobre por cuál de los dos sitios empezar, porque esto del orden, tiene siempre su importancia, pero me tengo que tirar por uno de ellos ¡qué le voy a hacer!, a esto obliga esta Ley de que el hablar discursivo tenga que ser así: sucesiva- en uno de los dos sentidos, hay en la Realidad, cosas, establecidas como tales, con su nombre, con su marca, con su pretendida definición -aunque siempre falsa-: hay cosas -existentes, reales- entre ellas, personas. Y esas cosas, que son ideas, tienen alguna virtud -y esto es desde arriba hacia abajo (por mantener la imagen tópica de 'arriba hacia abajo')- de suscitar deseos de esa cosa; de esa cosa que está establecida, que tiene su nombre o marca, que por tanto está presta para comprarse y venderse, y [que] suscita un deseo.


Esto que os digo en este primer sentido, es como contaros lo que pasa en el Régimen -por así decir-, así es como funciona el Capital y así es como funcionan el Poder y todos los Poderes de la Realidad, es decir: procurando que, consiguiendo mayoritariamente que, la gente, ante las cosas (establecidas, denominadas, marcadas) sienta o crea que siente un deseo de tenerlas -si esto no fuera así, ya comprenderéis que no se vendería nada en este mundo, que por tanto, ni habría Capital, ni habría Poder, ni nada por el estilo-. Este es uno de los sentidos de la relación que os contrapongo al otro. El otro sería por tanto -manteniendo la misma actitud tópica- 'de abajo a arriba'. 'De abajo a arriba' sucede que hay 'un no sé qué', 'una  f a l t a';  'una falta' o 'añoranza', que no tiene objeto, que nace sin objeto, y viene evidentemente de eso que nos queda de lo sinfín, de lo verdadero inconcebible que anda por debajo; y eso puede tener la fuerza de llegar a producir "imagen" -entre comillas, si queréis; eso tiene que ver con lo que el otro día os decía de la "imaginación", no como ideación: de la "imaginación" sin ideas, de la "imaginación" como 'loca de la casa' al estilo que decía Santa Teresa- llega a producir "imagen", de tal forma que estas "imágenes" vengan-... puedan venir entonces a establecerse como... como cosas, dentro de la Realidad, es decir, exactamente en el orden... en el orden inverso.


El distinguir entre los dos sentidos de las cosas -que yo creo que cualquiera de vosotros siente conmigo, que pasa así- es desde luego para nuestra política de suma importancia, porque de ordinario, el Régimen os condena a que no distingáis tales cosas, a que os lo traguéis lo uno como si fuera lo otro. De manera que es elemental políticamente marcar bien la... marcar bien la diferencia -ya se entiende-.


Serían, estas incitaciones del deseo sin nombre, de la sensación de lo que falta, o de la añoranza, las que tendrían que ver en el trance intermediario que estudiamos con las musas, las que dan lugar efectivamente a algo, que me repugna llamar 'creación' -porque el nombre está prostituido, está usado costantemente por los detentadores de la Cultura, es decir, del Poder; por los vendedores... por los vendedores del Arte y los vendedores de todas las demás falsedades que se quieren atribuir a las musas-, habría que coger un término... coger en su lugar un término vulgar como 'crianza'. Esto es una 'crianza' que se parece a lo que... a lo que se nos dice que puede hacerse con las flores y con lo demás.    
   

Esa "imaginación" que nace sin objeto, que ha nacido del deseo sin objeto, es lo que puede ser, no creadora como Dios, sino al revés que Dios, puede venir a dar en esta especie de 'crianza' de cosas, que no estaban y que (voy a ponerme un poco más político) que no es que fueran las cosas buenas: el buen orden, el orden perfecto -que son las tonterías con las que os entretienen- sino cosas que simplemente no cuadren del todo con las órdenes de la Realidad; que no sean tan malas como las que nos venden -por decirlo de una manera muy vulgar-: que no sean tan malas como las que nos venden: que estén más floridas de dudas -porque las dudas, desde luego, ya sabéis, que impiden el precio; impiden el precio, ni fijo, ni con descuento, ni con saldos; las dudas, las indecisiones, impiden el precio-: cosas no vendibles ni contables, ésta es la posibilidad.


Pues os estoy animando y animándome a mí mismo a reconocer, redescubrir, que esto que desde niños, de vez en cuando, sentimos, es efectivamente así, y que estos procesos que vienen de abajo y que pasan por la creación -música, musical- (que no es 'creación' sino 'crianza'), no podrían nunca confundirse con el proceso mayoritario y ordinario, que es justamente el revés: aquél que consiste en que la Realidad ya establecida os ofrece sus objetos bien configurados, sabidos, con su nombre, con su marca, y entonces os suscita los deseos de esa cosa (que no... que no pueden ser deseos, ni nada por el estilo) que son meras voluntades, obediencias: voluntades de la cosa, es decir, obediencias para la compra de aquello que se... de aquello que se os ofrece como objeto.


Confío que esto -con las imágenes incluso como un poco groseras que he empleado- esté claro para cualquiera, pero si no, ahora me... ahora me lo haréis... me lo haréis saber ¿no?


No importa el reconocer que, una vez que de ahí abajo nos ha venido algo que de verdad no estaba sometido a las órdenes y al precio, que hay una 'crianza' de algo (si no queremos decir 'bueno') de algo no tan malo como lo que nos venden, reconocer que eso a su vez, en la Realidad, y mayoritariamente -todos los días lo vemos- se convierte a su vez en objetos de Comercio, [claro como... -nada más tenéis que ver-]. Os he puesto como casos de lo subcosciente -lo que, como gramático, más he estudiado- el artilugio de la lengua -máquina complicada, sutil, sometida a mil tipos de reglamentos- con la que cada uno habla a condición de que no sepa lo que está haciendo, de que no sepa los mecanismos de su propia lengua, y como ejemplo os he puesto las cosas de la música.


Ya veis lo que mayoritariamente, bajo el Régimen, se hace con lo uno y con lo otro: se compra y se vende; acaba comprándose y vendiéndose como todo lo demás. Nada más tenéis que ver para lo que usan el lenguaje las personas, los hombres -de una manera preeminente, desde luego, los comerciantes y los políticos, y los representantes de la Fe dominante que os predican todos los días la creencia en la Realidad, pero también, por desgracia, a nivel más vulgar: las personas- lo que hacen es otra cosa bien distinta, una cosa maravillosa, misteriosa, era lo que la lengua hace, pero lo que las personas hacen con la lengua, eso no tiene nada ni de maravilloso, ni de misterioso, es simplemente idiota, como casi todo lo que se nos manda que hagamos, si no es con la lengua, es con las manos o con... o con lo que sea ¿no?


Y, bueno, todo el mundo sabe ya para qué sirve la música ¿no?, todo el mundo la ha visto... la ha visto usar, de esas maneras que el Régimen ha mandado: con algún concierto fino de los clásicos, donde se va supuestamente a sentir, pero evidentemente nadie siente nada, porque tiene otras ocupaciones más altas, que es hacer Cultura, enterarse, discutir de ello; o el Rock-and-Roll y las otras músicas de los decenios pasados, que han llenado estadios por todas partes, y que efectivamente, producían cosas, que no tenían mucho que ver con las musas, pero que en cambio, tenían mucho que ver con las emociones controladas y mandadas y denominadas, por eso, en general, los roqueros para apreciarse y justificar los gritos y las devociones, tenían que desarrollar una literatura interminable y apestosa que tratara de explicar cuál era lo que estaba haciendo aquel tío y el sentido profundo que tenía el que pudiera hacer caer en adoración a las gentes ¿no? O peor todavía, cogéis a cualquier chica con sus auriculares puestos en la oreja, y ahí tenéis pa qué sirve la música. Para qué vamos a mandar buscando más ejemplos si los horrores nos aparecen... nos aparecen por todas... por todas partes.


Pero que esto no sirva -este reconocimiento, una vez más, de que la mayoría es la mayoría; y la mayoría por fuerza tiene que ser idiota, porque si no, no hay Democracia ni hay Régimen ninguno- este reconocimiento de que incluso las 'crianzas' de esas flores de origen misterioso vengan a entrar en el mercado a comprarse y venderse, no tiene por qué impedirnos reconocer lo que os he estado proponiendo: que lo hay: que eso lo hay, a pesar de todo; y que       -frente a la fabricación de deseos desde arriba, del objeto, la cosa precede al deseo, lo fabrica desde arriba, porque la venta, el Capital, lo necesita así- hay también un proceso inverso, donde 'un no sé qué', 'una falta', 'sin nombre', viene a producir esa 'crianza' imaginativa -en principio, algo loca y misteriosa- que luego a su vez puede venir a dar en cosas -en cosas: en místicas, musicales, o del orden... o del orden que sea-, que eso después en su mayoría (pero nunca 'todo', porque la Realidad no es 'todo' lo que hay), que todo eso en su mayoría a su vez se compra y se vende, pues, ya se sabe: es la Ley de la mayoría, la Ley de la Democracia. En esta tertulia estamos debatiéndonos desde hace ya cerca de nueve años -por cierto-, estamos debatiéndonos -porque eso es política de abajo, del pueblo- contra la idiocia e idiotez necesaria de la mayoría; debatiéndonos, en lo posible, contra la general -la idiotez general de las poblaciones, sin las cuales no habría Estado que se mantuviera en pie-, y por supuesto, la de cada uno -que tiene su parte de real, y por tanto de idiota, en la misma medida que real, lo uno va... lo uno va con lo otro-. Esa es la manera en que podemos describir el intento de esta tertulia política.


Me voy a detener para dejar ya correr la voz entre vosotros. Os advierto que he estado, hablando este rato, bastante moderadito para la rabia, el enojo, y la indignación incontenible que tengo por dentro, y que me cuesta trabajo reprimir para -por lo menos con vosotros- hablar de una manera razonable y razonadora. Después... después os... os diré un poco, aunque sea en plan de confesión, respecto a esta rabia o impaciencia que me está consumiendo, pero antes de... pero antes de pasar a ello, pues, tenemos que intentar un rato comprobar si -por lo menos a nivel así del lenguaje elemental- nos estamos entendiendo en lo que... en lo que digo, y cuáles son las dificultades que cada uno de vosotros puede encontrar para admitir y para dejarse sentir lo que he estado diciendo, respecto al ámbito intermedio que se nos impone entre la Realidad y la verdad desconocida en la que ella está cayendo; y respecto a las dos relaciones que, entre lo uno y lo otro, pueden darse.


- Has dicho de... lo del proceso de la imaginación, que... digamos que está separada de procesos de ideación, o eso es lo que he entendido yo...


AGC - Tengo que emplear...


- Que no tiene nada que ver una cosa con la otra.


AGC - Tengo que emplear palabras envenenadas, ya me he disculpado y tengo que hacerlo: todas las palabras de un idioma, hasta las vulgares, están envenenadas, y las cultas como 'imaginación' mucho más todavía; por eso he dicho ""Imaginación" -entre comillas-, es decir, una "imaginación" que no sea ideas", tratando de corregir el peligro.


- ¿Eso sería un poco la 'Eikasia' de Platón?


AGC - ¿Eh?


- La imaginación en Platón, la Eikasia, ¿es esa... esa clase de imaginación?


AGC - ¿Sin ideas?


- Pero está muy cerca de la creencia ¿no?


AGC - ¿Eh?, no, no. No: desde luego, lo esencial es negativo: 'no idea'. 'Ideas' quiere decir Realidad ¿eh? No he encontrao otro término, tendría que buscarlo.


- Es que yo no entiendo muy bien, porque por ejemplo, la imaginación siempre se ha intentado llevarla a la Realidad ¿no?, todo... todo proceso de imaginación ¿no?, en la Historia, en todo momento. Entonces, hay algo que no lo entiendo muy bien, porque el por qué... porque -digamos- que el proceso de esta "imaginación" sería como más auténtico, rea-... o sea, más verdadero ¿no?, y luego, al llevarlo a la práctica es cuando está [.../...]


AGC – Sí. Eso es lo que os he estado diciendo. Es más importante entender la primera parte: que frente al proceso que padecéis -que padecemos- habitualmente, que es que las cosas se nos den hechas -arriba- y se nos susciten falsos deseos de esas cosas -que bastan desde luego para mover Capital-, frente a eso, llegar a reconocer que del 'no sé qué', es decir, de 'la falta' o 'añoranza' -o como se quiera llamar ese sentimiento- pueden venir a producirse en el terreno éste que he dicho de las musas, cosas que he llamado "imaginaciones" -entre comillas-, es decir, 'no idea'; "imaginaciones sin ideas". He hablado de una 'crianza' y no creación, a este propósito; y luego viene el otro proceso: he dicho "Ya se sabe que esos acabará  m a y o r i t a r i a m e n t e  convirtiéndose en productos (musicales, artísticos, lo que sea) y que esos se compran y se venden, son ya cosas, pero que [es de] la mayoría". Lo importante es: que hay un sentido contrario al que nos imponen; porque desde luego, están obligados a haceros creer cada día que deseos no hay más que de los del primer orden, es decir: la cosa dada, denominada, ofrecida, sabida, y luego uno que dice "Hombre, pues mira, mira tú por dónde, que eso es lo que yo quería"; que es el... que es el truco... que es el truco al que todos los días asistís ¿no?, y el que permite... el que permite que una gran parte de las vidas de las señoras se pasen en los Grandes Almacenes, porque efectivamente, no van a andar ellas sintiendo la falta de algo, no sabe qué, [y tratando de inventarlo], cuando allí lo tienen ya repartido en un abanico de cantidades de [ideas] que puedo-... puede llegar a un pasillo y decir "Hombre, mira por dónde, esto es lo que yo andaba buscando". Contra eso, lo importante es pensar que, a pesar de todo, está el proceso contrario.


- Quizá el problema de ese proceso contrario sería identificarlo. El ser capaces de... de identificar ese proceso. Porque yo creo que efectivamente puede darse, pero también la palabra 'musa', o 'creación', o 'crianza' -como ha utilizado- sea un tanto problemático, en el sentido de que parece que es un terreno vetado y exclusivo para personas con una determinada sensibilidad. Yo no sé hasta qué punto, ese... ese sentido es accesible a todo el mundo; no sé hasta qué punto 'todos' tenemos la capacidad de identificar esa añoranza, ese deseo que nace realmente de arriba a abajo.


AGC - No: te... te engañas, te pones demasiao venial, el peligro es mucho más grave que todo eso, ¿no? No se trata de que haya unas gentes que conozcan más palabras, o que tengan más cultura, no. Se trata de que -como he dicho antes- al hablar en una cualquiera de las lenguas de Babel -en espofcont- estamos hablando en una lengua envenenada -en un idioma- que intenta, incluso de las cosas que se está diciendo que no pueden idearse, se haga uno una idea. Esa es la maldición de la lengua, y eso le pasa al culto, al vulgar y a cualquiera. El truco que aquí solemos emplear -que suelo emplear- es -aún teniendo que emplear palabras como 'imaginación', como 'crianza', contra 'creación', y todo eso- procurar emplearlas de tal manera que se den de cachetes unas con otras, y que impidan que uno se haga una idea; que los contertulios -si hay suerte- 'con-sientan', es decir, participen en el sentimiento de la cosa, pero no que saquen una conclusión, no que lleguen a una identificación de ninguna especie, entonces sería ya: servidumbre; eso sería sometimiento a la Realidad. Sí.


- Agustín, sobre ese maravilloso tinglado -al que te has referido hace un momento, como puede ser música, cosa que no se sabe, una mirada, que lo has explicado muy bien- yo me pregunto si el maravilloso tinglado subconsciente -en este caso- (por decir esa palabreja), no... en los sueños... o sea, en lo que soñamos por la noche, ahí ¿no se pueden apropiar tan fácil todos los mecanismos del Poder? -Pienso, ¿eh?, no sé-: una pregunta un poco mal hecha, pero...


AGC- Sí. Pero tú estabas cuando sacamos...


- Por eso, por eso.


AGC - Cuando sacamos la cuestión del... la cuestión del sueño.


- Sí, pero siempre vuelve.


AGC - Es una cosa muy...


- Siempre vuelve.


AGC - Es una cosa muy indecisa. Creo que hemos recordado en alguna ocasión, que el problema, a Freud mismo se le presentaba con bastante claridad, porque efectivamente, él reconocía como una característica del ensueño, el que tenía que ser alguna forma de lenguaje, pero sin las conexiones elementales de la lengua habitual: la primera: la negación -que cupieran sin la negación-; mientras que la referencia del sueño -cuando lo recuerdas, lo escribes o lo cuentas- eso ya, se vuelve plenamente real, y todo lo demás. No nos vamos a alejar mucho porque ésta y unas cosas muy hermosas que ya han salido otras veces, para recordar esa especie de tinglado que consiste en que 'el que sueña no puede ser ni el que está dormido ni aquél con quien él sueña': las dos realidades: queda 'fuera' de la Realidad  -queda 'fuera' de la Realidad-. De manera que respecto a tu cuestión, ese proceso, en la medida en que no se ha llegado a la venta, a  la sumisión a la persona, por supuesto, tiene el sentido contrario que he dicho. Si se toma ya como producto, pues, estamos ya en la Realidad, no hay mucho más que hablar.


- Y, si se es cosciente de todo esto, ¿cuál sería la contrapartida?


AGC - No se puede ser propiamente cosciente. Yo estoy haciendo descubrimientos, pero no sé muy bien lo que digo. Porque si fuera muy cosciente, si supiera muy bien lo que digo, esto ya no podría ser una tertulia política o una guerra. Se pueden descubrir mentiras -si quieres que te lo diga con más claridad-. Lo único que cabe es descubrir mentiras: que la Realidad está hecha de mentiras, pero como la Realidad no es todo lo que hay, a veces, sólo con dejarse hablar, dejarse razonar, con lo que a uno le queda de no persona, se descubren mentiras; y eso no implica propiamente ni conciencia, ni ideación: es  d e s c u b r i m i e n t o  -d e s cubrimiento- una labor puramente negativa, y que nunca debe convertirse en lo contrario. Sí.


 Agustín: también pasa -a veces- que alguna cosa real, de algún modo, se desrealiza, en el sentido que se convierte en excusa, o da material a las ocurrencias... a la crianza de ocurrencias populares. Pienso, por ejemplo, en el caso del romance de El enamorado y la muerte, que parece que se sabe que en su origen pueda estar un verso de un autor culto -de un poema, por lo demás, muy poco memorable-, y que a alguien, ese verso de un autor culto, pues le inspiró, o le dio un punto de partida para comenzar a -bueno- pues a hacer algo de más valor, o más útil ¿no? Parece que ese fuera un ejemplo de cómo las cosas reales también están cayendo continuamente en lo indeterminado, dejando de ser claramente lo que son, y abriéndose a posibilidades ¿no?


AGC - Sí, sí. Pero no hace falta buscar ejemplos muy especiales, porque eso es lo que pasa en general. La ocurrencia procedente del 'no sé qué', 'de la falta', 'de la ignorancia', que a un pastor -digamos- le puede llevar a producir una tonada musical, ha de implicar que un tallo de avena -incluso avena segada-, un cuerno cortado de [una manera], se conviertan en instrumentos musicales. De manera que, de una manera más inmediata, tienes ahí en qué... en qué sentido eso es así.


Pero esto es normal, os recuerdo otra vez, el esquema: arriba está la Realidad con sus ideas, donde se sabe -se pretende saber lo que las cosas son- ésta está cayéndose continuamente en la verdad -que es que no se sabe, en el desconocimiento, AHORA, sinfín-. Descubrimos estos días que esto no puede ser un límite de sí o no, sino que tenemos que encontrarnos en esta región -en cierto modo- de tránsito -de tránsito- entre lo uno y lo otro, y que es una región, por tanto, en donde -como en la Gramática viva de una lengua, en la música, en cualquier sitio- hay ya una forma de orden, de ritmo, y todavía no hay una sumisión a las ideas. Esto -decimos- eso es lo que puede dar lugar a esa imaginación loca -sin ideas-, a la 'crianza', y esto, puede llegar a convertirse en cosas -que es lo que estamos ahora diciendo-. Puede llegar a convertirse en cosas, por ejemplo: un romance -más o menos bien costituido-, una tonada más o menos [], un istrumento musical, y cosas así. Éste es un proceso, es normal, después suele suceder que esas cosas se convierten en Comercio, Literatura, Filosofía, en fin, esencialmente Comercio, eso es la muerte, ahí acaba ya... ahí acaba ya la 'crianza' y la "imaginación" y todo; pero no importa, porque de todas formas, el proceso se sigue produciendo en el sentido contrario, al mismo tiempo que mayoritariamente padecemos el proceso en el sentido directo en que nos hacen creer que "eso -esa cosa- es lo que yo quería", con lo cual te matan.


Claro, evidentemente, esta táctica de venta es mortífera, como todas las del Poder. Tratan de matarte eso otro que estoy diciendo que queda, de que 'la añoranza', 'el no sé qué', 'la falta', pueden llegar a criar -no a crear- pueden llegar a criar cosas... cosas nuevas en la zona entremedia de las musas, que lleguen a hacerse... a hacerse cosas. Eso no quieren, quieren que... quieren que todo esté regulado desde arriba: que 'deseos' sean los deseos de las cosas que te venden: que la señora en algún pasillo del bazar diga "Eso es lo que yo quería". Están matando las posibilidades de ocurrencia, se quiere que la música misma sea una creación personal -Sociedad General de Autores- con lo cual, ya no... ya, lo que podía haber de misterioso y de 'crianza' en aquel proceso, queda perdido. Desde luego, costantemente están ejerciendo esta forma de administración de muerte, pero en eso consiste el Poder, y por eso estamos en una tertulia política contra el Poder; si la cosa no fuera tan tremenda y mortífera como es, no tendríamos por qué estar-... por qué andar estando aquí.


Os iba a decir...


- ¿No te... no te parece que en la avalancha esa de productos y de cosas, ya preparados para la venta y eso, tiene como... como un efecto -en eso que se está buscando- como de desánimo, o de abortarlo, o algo así?, como si, "bueno, ¿para qué?, ¿para que me conviertan en eso?"; como el presentimiento del destino ese de la venta, que es... que es funesto, que eso, la gente lo debe sentir mucho, como... o cualquier cosa de éstas que le salen, enseguida pueda servir para que lo... lo encasillen de una cosa o de promoción, o lo que sea.


AGC - Exacto. Exacto, Ana. Es lo que estaba diciendo de la labor mortífera: quieren matar, quieren hacerte creer -esta es la Fe- que no hay más deseo que el deseo de las cosas que están ya hechas, sabidas y ordenadas. Este es el ideal del Poder, por tanto, tienen que matar... tienen que matar, por todos los medios, el peligro...


-  O abortar, diría yo. Abortar, digo.


AGC - Por cansancio, por hartura, por miedo. Porque claro, cualquier cosa que se reconozca como no sabida, misteriosa, subcosciente, a los que están bien educaditos en el servicio al Poder, les produce algo de miedo siempre, les echa pa atrás ¿no?, pero por un-... de un medio, por un medio o por otro, se trata de eso: de que creáis que  t o d o  lo que se pueda llamar 'deseo', es el deseo de las cosas que os venden, y que no hay más. Es una de las manifestaciones de la Fe en que la Realidad es todo lo que hay, cuya negación nos ha traído a estos descubrimientos.


- Agustín: Yo... ha habido una cosa que has dicho -que Isabel lo ha vuelto a sacar- que es la de que hay veces en la vida -todos hemos tenido esa experiencia- que nos encontramos con una mirada que a lo mejor no olvidamos nunca; pero yo he visto -siempre que te pasa eso- inmediatamente hay una rutina de práctica en que se trata de llegar a la concreción y a la precisión de todas las cosas, con lo que las acabas de matar: esa mirada misma, acaba desapareciendo. Entonces, esa mirada inmediatamente -que había sido una mirada, que no tenía más sentido ni más cuerpo- pasa a tener un cuerpo, que tiene un sexo, que tiene una posibilidad de relación de pareja o tal, que incluso ya te puede llevar hasta el matrimonio y a la familia [numerosa]; convención...


AGC - Sí. O de otras maneras. Sí.


- Es lo que quiero decir, que claro, estás siempre sujeto por la propia rutina, por la propia forma en que... en que... eso es mucho más terrible, porque entonces, si tú eres enérgico y dices "Yo no voy a poner a esa mirada ningún otro, es decir, sin definición, ninguna otra sensación ni nada, es una mirada que queda para mí: para mí; y se queda ahí, sin más".


AGC - No: de otra...


- Pues, es que para eso, hace falta muchas narices. Mucho coraje.


AGC - Hace falta... hace falta mucha-... alguna falta de Fe. Es lo que -los que andamos en esta tertulia- necesitamos. Lo único que necesitamos es una cierta falta de Fe. Es decir, no tragarnos todo. No tragarnos... no tragarnos todo: una cierta falta de Fe: no tragarnos todo. Hay que, tal vez, insistir un poco en lo que has dicho: es que efectivamente, cualquier cosa que sea inexplicable, y -peor todavía, si le sucede a uno mismo, en su cuerpecito gentil- cualquier cosa que sea inexplicable, también echa pa atrás, también da miedo. De manera que si te ha sucedido encontrarte con una mirada, que te ha puesto el corazón el vilo -pero sin saber tú por qué-, y esa mirada que era nada natural, era una  s e ñ a,  pero una seña sin clave, una seña de la que tú no puedes deducir nada; eso le deja a uno intranquilo; lo normal es lo que has dicho: entonces se interpreta, es decir, el suceso se convierte en una idea, en una ideación, ya no tiene peligro, y da lugar a cualquier cosa.  


- Lo que digo, que el Mercado no mata nada, lo que hace es producirla perma-... anular permanentemente la insatisfacción; esa es la clave del éxito del Mercado. Si fuera verdad eso que dice que mata ya el deseo, pues se... pues se compraría uno, y se quedaría ya conforme con aquello comprado, porque en realidad como se ha matado el deseo, ya no tienes por qué querer nada más; sino que es todo lo contrario: el Mercado está puesto de tal manera que lo que hace [el avivar], el avivar permanentemente la producción de insatisfacción...

AGC - ¿"La producción"?


-  La producción de insatisfacción.


AGC - ¿"De insatisfa-..."?


- De insatisfacción. La producción permanente de insatisfacción.


AGC - Perdona. Perdona: te has armao...


- Ese es el Marketing fundamental del Régimen del Bienestar.


AGC - Te has armao un pequeño lío. Efectivamente...


- No, no: la producción de insatisfacción...  
     
     
AGC - Te has armao un pequeño lío, tal vez, porque no estabas al comienzo.


- [] Ya me puso la... ya me puso la falta.


AGC - La insatisfacción...


- A lo mejor me he enterao por eso, porque no he venido al principio.


AGC - La insatisfacción de que... de que hablas -y no es un término, que es el máximo inoportuno- es una cosa que el Comercio... el Comercio conoce bien, él sabe, por supuesto, que tiene que venderte las cosas a condición de que, primero: te creas que "Eso es lo que yo quería", "deseaba y tal", y después, que eso inmediatamente no te satisfaga, pero no te satisfaga porque "Esa no era la cosa, sino la de al lado -sino la de al lado- me había equivocado, había otro producto mejor". Y esta insatisfacción, efectivamente, la maneja el Comercio, la tiene, y no tiene que ver nada con lo que aquí estábamos descubriendo, que era respecto a que, en contra del orden directo de fabricación del deseo a partir de la cosa, hay un proceso que viene de abajo, del 'no sé qué', de 'la añoranza', que puede venir a dar en imaginaciones sin ideas -producto de las musas- que a veces se conviertan en cosas. Nada que ver con la insatisfacción...


- De esa imposibilidad es de la que se alimenta el Mercado...


AGC - Nada que ver con la insatisfacción comercial.


- Es decir, esa imposibilidad es la que está avivando...


AGC - No, no: el Mercado... el Mercado fabrica la otra.


- [] y si no lo quieres ver así...


AGC - El Mercado fabrica la otra. La insatisfacción que el Mercado fabrica, ya te la he explicado. No: no hace falta insistir mucho.


- Pero... pero podríamos entender que... que el deseo sin objeto [] de lo que se aprovecha el Mercao más fácilmente, o sea, el deseo...


AGC – Claro. Ah, no, no: es de lo que se aprovecha para matar. Es como todo lo demás, por supuesto. No: en ese sentido, sí. No, no: en ese sentido, por supuesto, que sí. El proceso es administración de muerte, se aprovecha de ello, no para usarlo, porque no puede, para matarlo sí.


- Y lo que te da es un sustituto... Cuantas veces hemos visto.


AGC - Para matarlo, sí-: hacerlo desaparecer en forma de un sustituto, una ideación, cualquier cosa.


- Y a su vez, eso no puede satisfacer, eso no... porque "no era eso", y es que "no era eso", se hace permanente.


AGC - Eso entra dentro de la administración de muerte. En todo lo demás, de la misma manera: efectivamente, se puede decir que el Capital, el Estado, el Poder, se sirve de, utiliza, nuestros... nuestros cuerpecitos más o menos indefinidos o garbosos, los utiliza con sus temperaturas, sus circulaciones, sus colores y todo lo demás; se puede decir, sí, en un sentido preciso, los necesita y los utiliza para matarlos, porque el Capital consiste en la administración de muerte: en que todo aquello, en lugar de ser nada fluctuante, ni misterioso, ni desconocido, sea pura alma de sujetos; alma de sujetos serviles, que es de lo que se trata. O sea, se usa para matar lo bueno que queda entre nosotros, efectivamente, el Poder lo usa, pero no porque pueda jamás usarlo para sus fines; son contrarios a sus fines; lo usa para eliminarlo, para matarlo nada más, por el sustituto sobre todo.


- Agustín: antes de que te vayas, que yo tengo mucha curiosidad por saber qué te había enfadado tanto.


AGC - ¿¡Qué me tiene!? ¿¡Qué me tiene enfadado todo el rato!?


- No, no: es eso; pero es que yo no me quiero-... no quiero terminar sin que...


AGC - Sí, sí, sí. Os había prometido...


- No: es que se va ir la hora, y digo, yo quiero saberlo.


AGC - Sí. Es que les estuve diciendo que aunque he estao hablando bastante moderadito y razonable -como suelo yo- pero ha sido conteniendo una especie de rabia que me posee y que me... y que me hacer reconocerme a mí mismo, cada vez, como más impaciente -impaciente- cada vez como más impaciente en general. Pero, todos sabéis a qué me puedo referir (bueno, a mil cosas, a mil cosas; es que, por donde echa uno la mirada, se encuentra con motivos para rabiar -para rabiar, si se deja ¿no?-): que veo que incluso, hombres a los que uno ha estimado (desde el punto de vista que dicen 'intelectual', pensando con los que ha discutido y tal) andan por las planas esas de ellos de Dios discutiendo acerca de Israel, el sionismo, [Adbalá], el terrorismo, qué es lo que tienen que hacer... y que contribuyen a entretener al mundo -a entreteneros a vosotros, a nosotros, si nos dejamos- a entretenernos con esas cosas, para que jamás el horror que se manifiesta -lo mismo en las guerras que en otros sitios- encuentre su raíz en el reconocimiento de que toda Fe -toda Fe- sirve para matar, y que da igual una que otra; y que... y que entretenerse discutiendo quién tiene razón de una cosa o de la otra, y hablando hasta de si Israel representa Occidente, o no representa Occidente, ¿qué coños sabrán? o ¿entenderán de qué quiere decir Occidente?, después para los que desde pequeños hemos estado sufriendo con ese palabrejo y tratando de descubrirlo y desmentirlo ¿no? Bueno, pues esto lo encuentra uno con gente muy apreciable, con hombres, con hombres más o menos grandes pero apreciables, y desde luego -aunque yo no leo los periódicos- de vez en cuando, no puedo menos de encontrármelo ¿no?, y me lo encuentro todos los días, y algunos me traen referencias, y desde luego... desde luego esto me puede hundir en una pena, y las diferencias médicas...


- [.../...]


AGC - Las diferencias médicas no me importan mucho, en una pena, en una depresión, que me lleve rápidamente al hospital o la tumba, pero al mismo tiempo y de momento...


- No: porque cabreao se vive más.


AGC - Y de momento, lo que me hace es sentir una rabia de manera muy... contra la que soy a veces poco capaz de resistir. O que me encuentre a mi alrededor entre amigos, familiares, gente que supone relativamente inteligente, discutiendo acerca de... acerca de los procedimientos y cuidados de la salud, y sabiéndose los nombres de este medicamento y el otro; y poniendo a discutir si por este camino pues si no sería mejor que para este caso que para el otro, y todas estas cosas. Es decir, contribuyendo a  m a t a r   eso -poquito, si queréis, pero que lo hay- que nos queda todavía; eso que nos queda todavía de que... de que uno siente que le falta, es decir: que le hace falta: que le falta: ese sentimiento innominado, que no puedo decir 'istintivo' -porque nosotros no somos como los... como los gatos que van buscando las hierbas para curarse- que no puedo decir 'istintivo' pero que es  i n n o m i n a d o; de eso nos queda algunos, nos queda un poco; y desde luego, el obedecer al Comercio y a la tremenda Industria sanitaria discutiendo; discutiendo y hartándose de discutir y hasta sometiéndose como víctima a experimentos y con un medicamento o con el otro; con este tratamiento o el de más allá. Esto que llena la vida de -la tercera parte de la vida, digamos- de la mayor parte de la gente que vive en el Régimen del Bienestar. Esto es una cosa, que claro, que no puede menos para quien... para quien está sintiendo ahí, a cada palabra que se dice, la idiotez reinante, no puede menos de llevar a la misma... a la misma rabia... la misma rabia y cosas por el estilo.


No voy a sacaros más... no voy a sacaros más ejemplos; desde luego, yo no aprecio esta... esta impaciencia, yo tengo que... tengo que pensar "¿Será que de viejo -por viejo- me estoy... me estoy volviendo impaciente, incapaz de aguantar nada?". "¿Será que, efectivamente, es una especie de dolencia mía con la vejez, o lo que sea?". Desde luego, yo tampoco puedo reconocerlo así, pero desde luego, mi capacidad de aguante se está volviendo muy escasa, y claro, aquí en la tertulia no se nota, de ordinario, aunque alguna vez, puede que con alguno que haya salido un poco estrepitoso []. Pero en el trato familiar, en el trato con la gente más inmediata, [claro que] es que es una cosa que me va... me va a hacer completamente intratable. Es que no puedo ya... no puedo ya... no puedo ya aguantar el volver a repetirse la misma idiotez una y otra vez. ¡Qué se le va a hacer! ¿no? Por eso lo decía como confesión -a lo mejor, no; va a tener uno... tiene uno que pare-...- Vamos a ver, estos que nos presentaban como los grandes santos de la espiritualidad: es que Buda era más paciente. Jesús era más paciente. Sócrates mismo, era más paciente. A lo mejor... a lo mejor, efectivamente, es una especie de insipiencia de mi parte, [en no aprender a] llevar las cosas así...


- Yo creo que no: yo creo que eso nos lo venden así; que se enfadarían igual.


AGC - No sé. Eso es lo que me...


- A mí me parece que no puede ser...


AGC - No, no: lo digo como pregunta... como pregunta un poco de broma, porque yo en las figuras históricas no creo mucho -vamos-.


- Bueno, yo tampoco creo; pero -vamos- que lo que vende también en las figuras históricas es que nunca se enfadaban.


AGC - Bueno, hombre, no: sin acudir a Buda ni demás, yo tengo a mi alrededor, gente que seguramente percibe tan claramente como yo, la sangrienta idiotez del Régimen de la Realidad, y no se pone así. No se pone así de [] y de malo; eso tengo que reconocerlo ¿no? De manera que algo puede haber que puede tener que ver con eso, con la vejez. ¡Qué le vamos a hacer! Bueno, era una confesión sin...


- Yo, lo que te quiero decir, que hacer una reducción al absurdo de todo y considerar... había aquella fábula de los galgos y los podencos: yo comprendo que aquello de entretenerse en si son galgos o son podencos, y los perros que llegaban, pues tenga -la verdad- cierta gracia, y se pueda hacer una crítica de esa situación. Pero Jesús mismo, Buda, pero que sin ir más lejos: Jesús -del cual tú eres bastante devoto, cuando dice verdad, es decir, cuando te imita de alguna manera- pues, [] y distingue entre los fariseos, los no fariseos, los éstos, lo otro; que alguien, de alguna manera establezca que dentro de la Fe hay una gradación de Fe, y hay unos con más Fe y menos Fe...


AGC - ¡Ah!, perdona. Perdona: paréntesis, paréntesis: es verdad. Es verdad que no te das cuenta que has sacao...


- Hay una gradación de Fe.


AGC - Has sacao un ejemplo que me ayuda mucho, porque el Evangelio nos cuenta que se enfadó...


- Dentro del terrorismo podemos acabar como Aznar, que decía que el terrorismo es igual en todas partes, porque todo es terrorismo.


 AC - ... que se enfadó mucho con los mercaderes. No te lo saltes: se enfadó mucho...


- Es que, escucha una cosa...


AGC - ... y se enfadó más que yo. Porque se lanzó látigo en mano. Se lanzó látigo en mano. ¿A qué venía todo eso? ¿A qué venía todo eso?


- Porque el lenguaje es el lenguaje.


AGC - ¿A qué venía todo eso?


- Y desde el primer momento, hay cosas que tienen nombre, y el problema es que hay nombres, y... y... y si hay una cosa que se llama de una manera, y otro que se llama de otra manera, hay una delimitación semántica, y eso ya, te obliga a estar haciendo pelea entre las palabras, entre las cosas. Las cosas tienen frontera, y eso no puedes decir de repente "El mal es el mal", "El bien es el bien": no. Hay lumbago, lumbociática, trombosis cerebral; hay muchos nombres, ¿entiendes?


AGC - Sionismo, Estado de Israel...


- Hay diagnóstico [] y luego la terapia sea común, no te digo...


AGC - Estado de Israel, terrorismo, todo lo que te cuentan ahí. ¿Tú crees que eso es distinto de la fábula de Iriarte de Los dos conejos? Pues no.


- No: lo de los conejos lo he traído a colación: lo de Los dos conejos que me parece más divertido. Pero estás llevando las cosas a un absurdo.


AGC - No, no: es que no es distinto, es que es justamente lo mismo y que responde a lo que estás diciendo, sin más: entretenerse, efectivamente. Es que... es que el conejo -el más listo de los dos, el más entendido- sabía que una cosa eran galgos y otra cosa eran podencos. Lo que acabas de decir: esa distinción; y entonces, como sospechaba...


- Claro. Pues mira, gracias a que se escribía eso, había fábula y nos lo pasábamos muy bien...


AGC - Como sospechaba que el otro los confundía -o que no entendía mucho entre galgos y podencos- pues evidentemente, se pone a plantearle la cuestión y a discutir con él. Los perros... los perros, por supuesto, que acaban la fábula, no son otros que la Fe. Es decir, con eso, lo que se ha perdido es la posibilidad de atacar o de huir -me da lo mismo 'huir' que 'atacar'- a donde se debía. Así con todo lo demás; no te molestes en sacar más ejemplos.


- ¡Cómo que no! Es que eso es... no, no: son los mismos perros con diferentes collares. Eso tenía su gracia.


AGC - Bueno. Yo creo que después de...
 

- Perdona: quería hacer una pregunta.


AGC - Sí.


- No quiero faltarle el respeto en absoluto ¿eh?, pero...


- Mal empiece, mal empiece.


- Yo quería decirle, ¿qué es lo que le hace a Vd. pensar que la idiotez no aflora en su discurso ahora mismo?


AGC - Lo que a ti. Lo mismo que a ti. Lo mismo que a ti. A mí no me pongas como ejemplo aparte, porque lo que yo pueda pensar o sentir es lo mismo que tú: equivocándonos y...  o lo que sea. Esta... esta tertulia -como digo- puede estar condenada a la idiotez igual que el Congreso de los Diputados. Nada lo excluye. Ningún santo hemos-... ningún ángel ha venido que nos haya dicho "Vosotros sois aparte", así: "Vosotros sois []". Por el contrario, todos los días... todos los días tenemos que recordar que cuando hablamos contra la persona, se habla -por supuesto- contra la mayoría democrática, pero eso lo incluye la persona de cada uno, que es la que más inmediatamente le toca. Por tanto, nada, así, en la medida que somos personas, somos igual que los diputados del Congreso. En la medida que nos dedicamos a discutir de opiniones y todo eso, y ver quién tiene personalmente razón: igual que los diputados del Congreso. En la medida en que no nos pase eso -algún ratito, de vez en cuando- entonces, no. Pero -vamos- lo mismo a la tertulia que a cualquier otro sitio, porque 'la Realidad no es todo lo que hay', y lo de 'idiotas' no pueden serlo más que la mayoría,  n u n c a   t o d o s, porque la Realidad no es 'todo' ([] también ahí). Sólo la mayoría de la población y la mayoría del alma de cada uno tienen la necesidad de la idiotez como costitutiva; pero es  s ó l o  la mayoría: la mayoría que pretende hacerse pasar como 'todo'. Y el descubrimiento que aquí nos alegra  -de vez en cuando- es que 'la Realidad no es todo lo que hay' -no es todo lo que hay- y de ahí, de donde se derivan todas las demás posibles alegrías (mejor que consuelos) que nos vayan sosteniendo y que a mí me hagan -tal vez- sobrellevar algún tiempo esta impaciencia que me corroe y esta rabia que me consume.


De manera que, bueno, pues nada, lo dejamos ya aquí, si os parece, y respecto a las experiencias de el trance intermedio de las musas y los dos sentidos...


- ¿Cuál es el camino?


- No hay camino. No lo hay.


- Yo, es que creo que todos los que estamos aquí -todo lo que nos has dicho- estamos en esa línea ¿eh?, en general,...


AGC - 'Sentimiento': no digas "línea". No digas "línea".


- Tenemos la idea, más o menos. Entonces, ¿cuál es-...? Una vez que tenemos esa idea igual, ¿cuál es el camino?, ¿cuál es [el que propondrías] tú?


AGC - No, no: el camino es nada: seguir, seguir. Seguir perdiendo Fe.


- ¿Andas tú [... preguntado] el camino?


 (Mucho lío de voces en la sala)


AGC - Seguir perdiendo Fe, pero nunca se pierde del todo ¿eh?


- Yo no.


AGC - Siempre sigue uno creyendo cosas.


- Por eso: yo no pierdo ninguna Fe.


AGC - Por tanto, ya tienes el camino.


- Ya tengo.


AGC - El camino es la negación; cada vez menos.