04.07.2012
Agustín García Calvo
Ateneo de Madrid
tertu340-4-7-2012#tertu340-4-7-2012.mp3
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Invitación a preguntarle a la Realidad, dudar, para descubrir que no se sabía; pregunta que nos lleva a la razón o lengua común que pregunta por ello.
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Repaso a la aparición en escritos de científicos contemporáneos de las cuestiones de reducción y oposición entre Física y lógica o lenguaje; escritos donde vuelve a estar presente la duda y la pregunta.
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La pregunta y la duda, aplicadas a la cuestión lógica elemental de la identidad: ¿qué coños es eso de la identidad?
TRANSCRIPCIÓN:
Ya sabéis que aquí en esta política, que no puede menos de ser una lógica, seguimos hablando de lo que se habla, de la Realidad, que para nosotros se ha configurado como una guerra, es decir, una lucha, interminable, entre lo que viene podemos decir “desde Arriba”, los ideales (Uno, Todo, Nada, los Números naturales), entre eso y lo que por abajo nos queda siempre de desconocido, masivo, palpable, que se resiste a que sobre ello se impongan los ideales, los números, o todo lo que viene del otro lado. Es de esta guerra que es la Realidad de lo que hablamos cada día, y sin embargo no podemos por menos de preguntarnos por qué es lo que habla de ello; por otro lado, ¿qué es lo que habla de ello?, es decir, la lengua, una lengua cualquiera de las de Babel, o una lengua de las reconocidas como artificiales, especialmente lenguajes matemáticos, pero en fin, lo que habla de ello, de las cosas costantemente convirtiéndose en realidad precisamente gracias a esta lucha, y que desde luego no puede ser a su vez sin más realidad, porque el que habla no puede ser aquello de lo que habla; ésa es la condición de la lengua común, de la razón común, y a ella tenemos que atenernos. Y metidos en esto es en lo que estamos estos últimos días, viendo cómo, entre otras cosas sucede a través de lo que se nos da a conocer de los estudios de físicos y filósofos de la Ciencia, de los avances últimos, () entender de los intentos y rechazos para que la Física sea una lógica, o si preferís, diciéndolo del revés, que la lógica una Física. En este intento os he metido ya hace días a alguno de los que me seguían.
He hecho también, esta semana sobre todo por ejemplo, que en la columnita que suelo sacar los martes en el periódico La Razón se reproduzca algo de este intento, por si algunos de los lectores del tal periódico quieren con vosotros y conmigo colaborar, en primer lugar en el arte de preguntarse por ello, de preguntar qué es de este intento de reducir la Física a lógica o al revés, con lo de hablar preguntando, que es lo esencial que aquí tenemos que hacer, a lo que cada día os invito, a ser capaces de preguntar, darse cuenta de que no se sabía, que estaba uno equivocado, que se había creído muchas cosas que le habían contado, en la Escuela, en los Medios, que se presentaban con mucha autoridad, pero que se descubría que eran falsas también, como no podían menos de ser, puesto que en la Realidad, esa guerra que acabo de recordaros entre los ideales y lo desconocido, no puede haber verdad; la verdad, si la hay, es de otro sitio, pero en la Realidad no cabe verdad...........en contra de todo lo que os cuentan cada día, donde efectivamente ciertas aproximaciones, ciertos convenios, se toman tranquilamente como verdad, y se dice que son verdad o que son mentira, pero sin ningún fundamento. Es ahí donde la pregunta, la duda, el reflorecimiento de la duda, tiene su sentido; es ahí donde lo activo es preguntar, es poner en duda una vez más, mientras que el responder (lo que inevitablemente cada día, como ciudadanos del Orden, tenemos que hacer y estamos haciendo), responder no es más que colaborar con el Régimen, es decir, que cada vez que uno se lo cree, es como si se tragara uno de los nuevos Artículos de la Fe, que después de todo son los mismos Artículos de la Fe que de niños a algunos os enseñaban en el antiguo Régimen, en la escuela del antiguo Régimen. A preguntar es a lo que se os invita, dudar, descubrir, que estabais equivocados. Ésa es la guerra, ésa es la política, y si no, esto no sería una tertulia política, es decir, una actividad en que se trata justamente de dejar hablar a lo común, a lo que no es de nadie, la lengua o razón común, y en cambio tratar de reprimir todo lo que nos queda de personas, de creyentes, de gente que se lee los periódicos, ve la televisión y se traga todo lo que le echan, como si efectivamente creyeran que en la realidad ésa cabe algo de verdad, como si no se hubieran dado cuenta de que por fuerza ahí no hay más que falsedades, convenios, prácticos tal vez, pero carentes de verdad, y así por el estilo.
Por eso es como os decía que también he invitado en la columna de La Razón a que algunos de los que lean puedan oír, y por tanto pasar a preguntarse, como vosotros conmigo aquí ahora mismo, preguntarme qué es esto, qué es eso que hay, que, como os decía al principio, además de que la pregunta se dirija a la Realidad misma, nos lleva a la razón o lengua común que pregunta por ello, que no pertenece a la Realidad, pero que tampoco puede eximirse de este juego de la pregunta, de este juego de la guerra, de este juego en el que estamos.
Para darnos cuenta de cómo están las cosas entre nosotros estos días, cómo están las cosas entre razón y Fe, razón contra Fe, Fe contra razón, que es la situación social normal, cómo andan estas cuestiones de oposición y reducción entre Física y lógica, acudimos también a algunas de las entradas en la Red, que llegan a mis manos como siempre sobre todo por manos de Caramés, a quien tenemos hoy aquí, y a quien me alegra mucho volver a saludar por tanto; él mismo, o yo mismo, os daremos al final, para los que tengáis curiosidad, empeño, en meteros por ahí, en ver cómo andan la Ciencia a esos propósitos, algunas referencias precisas (no puedo detenerme en ellas) de algunas de esas entradas que me han llamado especialmente la atención, y que os cito muy de paso; al final los que estén interesados en estudiar con él y conmigo algo de estas cuestiones podrán pedir la referencia esacta.
Por ejemplo, el reflorecimiento del interés por lo que solía llamarse “las máquinas de Túring”, los intentos de Túring hace mucho, en el año 39 del siglo pasado, es decir, en los años en que se estaba fundando la Industria de los Computadores; el propio Túring debió tener algún interés, incluso se puede decir interés dinerario, en la fundación y progreso de los computadores, pero desde luego su interés era muy otro, y mucho más cercano a lo que aquí nos viene: se trata de la cuestión de la incomputabilidad, lo que no puede contarse, y se podría decir que en aquel intento suyo, que no colaboraba para nada al desarrollo de los ordenadores, se trataba de descubrir lo incomputable, es decir, de tropezar con lugares en que se tuviera como una barra, un soporte, para fundar el progreso del cómputo en otros sentidos: efectivamente, lo sólido es lo incomputable, si se llega a encontrar algo que es incomputable; pero por ese camino que tan resumidamente os presento entramos también: no olvidéis que en esta entrada de los ideales en el mundo de la Realidad, los intentos de siglos pasados con los números, sustituyendo los números naturales por los reales que se llaman, es decir, otra cosa que no era tan puramente número como los números, han venido a quedar superados por el cálculo y el cómputo digital, que es el que también ha prendido para los computadores y demás, de manera que ahí hay un cambio notable en el empeño de usar los entes ideales, los números, para dar cuenta de los misterios o de la contradicción y guerra de la Realidad.
Encontraréis también, si queréis asomaros a ello, alguna entrada como la de Dan Nesher, donde se trata de volver a utilizar presencias de duda, de pregunta, aparentemente irrespondible, como las que se presentaban también hace ya cerca de un siglo cuando Gödel enunciaba sus teoremas acerca de la incompletitud (de esto a todos os habrá llegado algo a los oídos), y donde efectivamente encontráis una zona donde, en el nivel de nuestra realidad, el nivel de los ideales imponiéndose sobre lo no sabido, sobre lo desconocido, están entrando corrientes contradictorias; unas que tratan de confirmar el empeño de la Ciencia (que es el mismo que el de la Iglesia de otros tiempos, es decir, de llegar a saber, como si efectivamente se hubiera en la Realidad alcanzado una victoria como la de un Dios matemático), y otros descubrimientos que vienen siempre de lo que nos queda de honrado, de pregunta, de duda, que descubren siempre cómo ahí se mete la incertidumbre, la duda, y cómo aquellas soluciones, numéricas en un sentido o en otro, se venían también abajo.
Esto ha hecho que, como encuentro también en algunas de las entradas, algunos de los físicos o filósofos de la Ciencia no puedan menos de preguntarse por e l l e n g u a j e, la Física como lenguaje, lo que os decía antes de la reunión o reducción de físico a lógico; por ejemplo encontraréis también en los últimos meses la entrada de un estudioso japonés, Ishikawa, “Interpretación lingüística de la Mecánica Cuántica”, donde plantea la cosa así justamente, como si se tratara de una especie de descubrimiento de que por ejemplo las formulas esenciales de la Mecánica Cuántica, que son las que la Ciencia quiera que actualmente rijan en nuestro mundo, son un caso de lo que él llama “lenguaje”, es decir, que ahí la cuestión física se desplaza, tratando naturalmente de mantener una armonía entre lo uno y lo otro.
No os voy a sacar más de esto, no os voy a intentar aguzar los dientes a los que se sientan inclinados a meterse por estos derroteros y tratar con nosotros de entender y estudiar qué es lo que en verdad también los físicos actualmente están haciéndonos entender, haciéndonos descubrir, en contra de lo que hacen con vosotros todos los días, que es haceros creer que la Ciencia, esactamente igual que en otros tiempos la Teología, la Religión, tiene la verdad, la puede vulgarizar, y haceros saber cómo es la Realidad y cómo es todo esto que os pasa. No os entretengo más, porque quiero pasar a cosas más directas, más sencillas, y repito que si queréis acudáis a Caramés o a mí para recoger una referencia precisa, al menos de estos tres tipos de estudio que acabo de sacaros tan brevemente, tan demasiado brevemente, y naturalmente en la medida en que yo mismo lo entiendo bien, lo cual no está garantizado por ninguna forma de fe; aquí estamos contra toda Fe, la Ciencia no es más que una forma de Fe, y como estamos contra toda Fe, estamos contra el fe que podríais tener en mí y en estas cosas que os cuento de una manera tan tentativa.
He preferido (y en el articulillo éste de El País también se presenta así) empezar de una manera mucho más directa para preguntaros o haceros preguntar. Algunos lo habrán leído: se trata de lógica, y esto de “lógica” es algo que nuestra Historia hace bastante confuso: muchas veces es la gramática de una lengua determinada, como por ejemplo el griego de Aristóteles, lo que se ha confundido con una lógica, y durante siglos se ha impuesto como tal, y algunas otras lenguas particulares. También a veces formas definidas de lenguajes matemáticos han venido a ocupar el campo de la lógica, de manera que cuando, a fines del 19, se planteaba el problema de encontrar un fundamento lógico para la Aritmética, o para la Matemática en general, esto naturalmente daba lugar a una contradicción que difícilmente se podía desenredar.
Aquí os quiero volver a poner en la situación inversa, un poco llevándome, llevándonos, de la mano de los restos del libro de Heraclíto de Éfeso, al que tantas veces hemos acudido, en el cual se nos deja oír todavía que “lógos” (que en la lengua griega es a la vez razón, lengua, razón aritmética también, entre otras cosas), está por fuera de aquello de lo que habla, es decir, del mundo, de la Realidad; mientras que por otra parte está dentro, porque las cosas, si están en esa guerra que os he dicho (siempre tratando de realizarse por imposición de ideales, y siempre fracasando por la resistencia que lo desconocido nos suministra por lo bajo), si las cosas están así, se hacen (con un término moderno, que no es de Heráclito), reales, están realizadas o realizándose, es gracias a esa razón común, que es la que justamente les hace jugar este juego, este juego bélico de la Realidad. De manera que en ese sentido razón está dentro de la Realidad, en cuanto que esta lógica en general está moviendo este vaivén de la realización y la destrucción que es el mundo en el que vivimos, mientras que por otra parte, claro, lo que habla nunca es aquello de que habla, está necesariamente fuera, de manera que en nuestro descubrimiento queda por encima, en el reino de Dios matemático, frente a lo que queda también siempre por abajo, el reino de lo desconocido. Se trata pues de lógica con el doble sentido del término “lógos” que ahí tenéis.
Tal vez la cosa más inmediata que en el articulillo de La Razón, o ahora aquí, en este momento, se presenta ante nosotros, es el reconocimiento de esto mismo, que se refiere al término con que he titulado esa entrada, que es “identidad”. Generalmente se trata siempre de términos cultos: términos que se nos han metido por los libros, por las escuelas, esos son los que justamente están manejando el pensamiento para que no amenace a la Fe que el Poder necesita, sino que por el contrario contribuya de alguna manera a consolidarla. A propósito pues de este término primero de este diccionario de falsedades en que a partir de aquí pretendo meteros, “identidad”, hago notar que de ordinario esto se presenta, tranquilamente, sin llamar la atención de nadie, en una fórmula como
a=a
Prefiero decir esto para que no tengáis que andar escribiendo mucho: en una fórmula como “a= a”. Aunque no la hayáis escrito, la tenéis de alguna manera escrita, y es por tanto sobre ella sobre la que os invito a volver para la práctica ésa de la pregunta, de la duda. La palabra “identidad”, culta, tiene en español, en lengua corriente, un equivalente aproximado, que es el de “el mismo”, “la misma”, “lo mismo”, de manera que también podría intentar reducirse a lengua vulgar diciendo “A es lo mismo que A”; es decir, prolongando un poco la presentación, que si se toma como verdad que A es igual a A, que A es lo mismo que A, es porque se supone que, tomados por separado, A y A son el mismo, son la misma cosa. No voy a pasar más adelante, de manera que ahora os toca decir qué podéis encontrar de notable en una cosa tan sencilla, tan elemental, tan de lógica elemental, como ésta que os he propuesto, con la fórmula a=a.
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-A algunos de vosotros puede que no les coja tan de sorpresa como a otros esta presentación que os hago: algunos me han acompañado en el estudio de los versos que nos quedan del poema de Parménides, entre los antiguos, donde justamente se trata de hacer sentir que verdad no hay justamente más que ésa, que verdad no hay otra que ésa: la diosa que le dice a Parménides mismo, a Parménides entrando, allá por su juventud, por los tejemanejes de la lógica, con la cópula griega “ésti”, le dice que “ES”; y este “ES”, es una manera elemental de decir “es”, o “lo es”, que puede competir con otra no menos elemental, que es “hay”, o “lo hay”; justamente aquí entre nosotros nos hemos acostumbrado, al descubrir que la Realidad era simplemente una guerra intermedia entre el Ideal y lo desconocido, hemos tenido que contraponer lo uno con lo otro: ES, la cópula, solamente se entiende si, como he propuesto a los que me han acompañado, se prolonga un poco para que diga “es lo que es”, o mejor todavía, “lo que es lo que es ES lo que es lo que es”. Ésta es la forma de verdad, dejando de lado que por otra parte alguien pueda pensar de esto “hay”, o “lo hay”, cosa que también aquí por otros caminos hemos venido a encontrar como por rebote. Pero centrándonos en el uso del ES, la cosa viene a ser eso: “lo que es lo que es ES lo que es lo que es”, y eso escrito en breve no es más que la fórmula “a=a” que os he dicho. Ésa es la verdad, que como veis es una verdad que tiene la gracia de que parece que no dice nada; pero esto puede ser muy interesante justamente si hemos acabado a aprender a sentir que entre nosotros, en la Realidad, no hay verdad que valga, que cualquier pretensión de verdad es justamente el engaño.
Por tanto, lo razonable de la diosa pretendiendo que verdad no hay más que esa: “ES”, “lo que es ES lo que es”, “a=a”. Esto es una cosa que habéis seguido conmigo, algunos incluso han hablando conmigo, o me han escrito; por ejemplo el otro día recibí en eso de la Red una entrada, larga, de Juan Antonio Negrete, que no sé siquiera si está presente o si alguno de vosotros lo conoce, pero que la destaco aquí porque en toda esa balumba de la Red que se ha desarrollado alrededor de mi y de esta tertulia, pocas veces encuentro una manera tan honrada, tan clara, de recordar las cosas y de preguntar justamente con tino algo que yo me sigo preguntando: si es que en el “ésti” del griego de la diosa, aparte de que “lo que es lo que es Es lo que es lo que es”, hay que entender también una proclamación de que lo hay; lo cual sería juntar los dos polos contrapuestos: Arriba está el reino de Dios matemático, del Dios de la pura verdad, ahí está “a=a”, y no hay más verdad que ésa; por abajo queda justamente lo otro: siempre hay; y “siempre hay” quiere decir que siempre hay algo desconocido, siempre hay algo que no tiene todavía nombre ni cálculo que se le haya impuesto.
Bueno, de forma que parece, en el caso de este amigo, pero también con muchos otros, que esta vieja tentativa, pre-filosófica, de plantear la cuestión, sigue llamando la atención, sigue siempre siendo un motivo vivo de intentar darle vueltas al asunto y ver qué engaños se pueden producir; con lo cual vuelvo y os pregunto. Ahora ya no haré más rodeos para entreteneros: todos conocéis la manera en que esto en todo tipo de lenguajes se presenta, con respecto a la declaración de eso de la identidad; la identidad, que conocéis por otras partes (“idéntico”, “identificación”, por ejemplo policíaca, y muchos otros usos de la lengua), que es la que está sometida a pregunta: ¿qué coños será eso de la identidad? Esto es lo que estoy haciendo con vosotros y no otra cosa, obligándonos casi a preguntar qué coños será eso de la identidad, pero preguntároslo, no directamente, sino, como habéis visto, sintácticamente, por una fórmula de ese tipo que parece lógico o matemático: a=a. Algo lógico e inevitable, puesto que “a” es lo mismo que “a”, para pasar al lenguaje vulgar. Bueno, pues venga, ya está bien de oírme hablar: ¿qué os parece respecto a esta fórmula?, ¿qué os hace decir?, ¿qué os descubre, de elemental, por supuesto, pero no menos sorprendente?
-Que el a=a, en una Matemática o en una oración, es una verdad, pero si ya es una cosa real, ahí ya empieza a haber problema, porque o está en un sitio diferente, o en un momento diferente, y entonces ya no pueden ser idénticos.
-¡Muy bien! La cosa se presentaba como una verdad, una verdad incontrovertible: según el ejemplo de la diosa de Parménides, la verdad, como dices, todo eso desde luego es si no se refiere a la Realidad, entendido que habéis seguido el uso del término Realidad tal como aquí lo solemos usar, como refiriéndose a esa guerra contradictoria en que las cosas están tratando de hacerse reales y en el momento mismo dejan de serlo. Él lo ha denunciado por el camino de la distancia, por ejemplo, ¿no? Repítelo.
-O el Tiempo: o están en dos tiempos, o están en dos sitios.
-En la distancia parece que lo incluíamos todo junto, porque efectivamente esto puede ser una fórmula como la que ha sonado aquí (a=a), o puede ser una forma escrita; como es propio, porque estas cuestiones son generalmente más propias de la lengua escrita, como la matemática; pero en uno u otro caso, “distancia”: es decir, que...............
-Que no son idénticos.
-Desarrolla tu objeción un poco.
-Pues que una misma cosa no puede estar en dos sitios, las cosas reales no pueden estar en dos sitios al mismo tiempo, se supone.
-Esacto: si dos cosas son dos, si son dos cosas distintas. ¿A qué os suena “distinto”? Pues a lo contrario de...............
-Igual.
-De “igual”, de “lo mismo”, de “idéntico”. Y no puede ser: si son dos distintas, no puede ser. Cuando este problema empezó a desarrollarse entre los modernos, sobre todo con Leibniz, tuvo mucha controversia: una de las declaraciones de Leibniz más conocidas es que si dos cosas, elementos, son esactamente iguales en todas sus características, entonces son la misma. Esto es una cosa que contravenía lo que en muchos otros aspectos de la Ciencia trataba de imponerse: si son iguales en todas sus características (y estamos metidos ya en la Realidad por tanto), entonces son la misma; es decir, que si por ejemplo dos átomos no pueden distinguirse en el análisis absolutamente por nada, entonces dejan de ser dos y vienen a ser el mismo átomo. Eso es identidad. Quiero recoger más voces frente a esa fórmula.
-Entonces parece que en lo que acabas de decir, a continuación decimos que el átomo éste totalmente igual al otro, es “a”, parece que vamos a caer ahí: si son tan iguales tan iguales que son lo mismo........................
-Sí, pero él ya ha dicho que si están uno a la izquierda y otro a la derecha, eso ya no le gusta, ya no son tan iguales, precisamente por su posición. ¿Qué más?
-Yo quería hablar precisamente de esto de la posición, porque si tomamos aquel ejemplo que ponía la naranjita de Juan de Mairena, que rodaba una naranja debajo de un sofá, y luego, cuando pasaba al otro lado del sofá, reconocía que era la naranjita, y entonces, es como condición sine qua non que haya habido un desplazamiento de la cosa para poder ser considerada idéntica a lo anterior, cosa que no es verdad, porque............. Él dice que solamente se puede decir que es la naranjita aquella que entró debajo del sofá, porque ha habido un desplazamiento; ahí, en eso que podíamos llamar en la fórmula pura, el signo igual, que ahí lo purifica, lo quita de realidad, lo hace un esquema puro..............
-Sí, sí, pero la naranjita que salió es la misma que entró; la misma, idéntica, es la misma que entró.
-Pero es condición sine qua non que dentro de la Realidad haya movimiento y desplazamiento para que una cosa sea reconocible como la misma, es decir, que sería ya una cuestión, como él ha apuntado bien, de reducción del propio lenguaje, porque si tu vas a ver esa misma naranja que ha ido rodando hasta ahí, probablemente no es.............. ¿Qué quiere decir “lo mismo”?
-Eso es lo que estamos preguntando aquí. Es lo que estamos preguntándonos aquí, no nos estorbes, ni siquiera con eso: con “a” basta, y en la Realidad desgraciadamente no podemos menos que creer, y hacer creer, que eso se cumple, es decir, que el “a” que está a la izquierda, a pesar de estar a la izquierda, es el mismo que está a la derecha, lo de la naranjita de Isabel, que la misma que se ha metido por un lado es la misma que salió por otro; pero de eso es justamente de lo que estamos tratando, de la cuestión de la identidad en relación por un lado con lógica, que no es realidad, y por otro lado con Realidad. Y efectivamente, él lo ha sacado enseguida: aunque nada más sea la separación, en el hilo de la voz o tipográficamente, eso ya nos deja la cuestión de identidad un poco en entredicho, ¿no? ¿Qué más?
-Lo de “a=a” podría ser como una especie de purificación, exageración o colmo, de lo que hace el vocabulario semántico, ¿no?, de que se pueda seguir llamando “sillón” a la misma cosa, haciendo astracción de todo lo que le pasa, o algo así. Bueno, solo que es mucho más bestia lo de “a=a”. Y por otro lado tampoco me parece que sea lo mismo, pero que sale como de ahí, ¿no?
-No, no, puede ser que se pueda tomar como el estremo o culminación de lo que estás recordando como propio de la Realidad: hay que tragárselo, hay que creérselo; no solo los diferentes sillones de cualquier estilo, tamaño, edad, tienen que seguirse llamando sillón, porque si no, no nos entendemos, sino que, sobre todo, si seguimos subiendo en la astracción, y cogemos juntos en un almacén sillones, sillas, mesas, percheros, etc., tenemos que seguir siendo capaces de decir que son todos muebles, por tanto idénticos, y dándole derecho al tendero a poner en su frontal “moblero”, o “muebles”, o “muebles viejos”; de manera que así en todo, y efectivamente lo de “a=a” es como una especie de resumen y culminación de lo que en la costitución de la Realidad tenemos que estar haciendo, creyendo, todos los días.
-Y sin eso, ¿se puede pensar?
-¿Se puede pensar? Es una pregunta, os la traslado: ¿se puede pensar? Porque desde luego hay mucha gente que lo ha pensado y lo ha escrito, eso no podemos negarlo.
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-Se nos va a hacer tarde, tenéis que ayudar un poco a que esto siga adelante. Imaginaos que de las dos bolas, “a” y “a”, la identidad de una con otra llega al punto de que son la misma; imaginad esto: ¿qué me decís? Si queréis, para poner esto un poco más melodramático, poneos uno de vosotros, cualquiera, en el lugar de la bolita o las bolitas. Sí.
-A mí me parece que esta formulación, efectivamente sintáctica, “a=a”, lo que viene a llevar directamente con mucha claridad es a que la fórmula induce a que la Realidad es todo y todo es la Realidad, y la costitución de la Realidad pasa por la costitución del Nombre Propio “a”.
-No, no, eso sería una () que aquí hemos dejado, no. Se necesita, lo hemos dicho, que tenemos que tragarnos eso todos los días, no el Nombre Propio, sino toda clase de nombres; sin Nombre Propio. A ver.
-Yo estaba pensando que, pensando en la cuestión de la identidad, yo soy idéntico a mí mismo, supongo, para poder funcionar, pero........................
-Ha sonado una cosa que tenéis que retener, ¿eh?: “yo no soy idéntico a mí mismo”.
-No, ha dicho que es idéntico a sí mismo.
-Yo, para funcionar, o las personas, para funcionar, se consideran idénticas a sí mismas, y entonces la pregunta era la siguiente: en vez de considerar “a=a”, nos referimos a “a igual a sí misma”, no con dos, sino con uno, con una persona. ¿Me esplico?
-No sé si entiendo muy bien, me parece que te has querido escurrir de algo que yo te he sacado un poco a la fuerza: el “a sí mismo” no cura mucho, porque está también fuera de lugar, sintácticamente desplazado, y no ganas nada diciendo “a sí mismo”; al contrario: pierdes con respecto a repetir la palabra “a”. Pero yo te había cogido antes de que a ti se te escapara el “no”........ ¿Qué quiere decir la identificación policíaca? ¿Qué?
-Que eres el que eres en cualquier momento y situación desde que naces hasta tu último suspiro, y no ha habido variación jamás. Que puedes ser bueno o malo, pero que siempre tendrás el mismo número.
-Que tú eres tú, básicamente.
-Que eres el que eres.
-Que uno es uno. La policía ha hecho suya la práctica la diosa: cree que el uno es de verdad el que es, es decir, que ha cogido literalmente el esquema de la diosa de Parménides, es decir, el “a=a”; y sólo eso le da sentido a uno de los dos sentidos que por lo pronto tiene la palabra identidad. ¿Cuáles son los dos sentidos que tiene la palabra identidad, que nos han salido ahora mismo? ¿Qué dos sentidos le hemos encontrado a la palabra identidad, que era la primera de nuestro diccionario?
-Igual y diferente.
-¿Cuáles son los dos sentidos?
-Que el uno es el otro, y el otro es uno.
-Ése es uno de los dos sentidos. ¿Y el otro?
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-Identidad se dice queriendo decir que uno es idéntico con otro, es lo mismo que otro, y identidad se dice cuando eso quiere volverse sobre sí mismo, y decir que yo, uno, es el que es, que yo, uno, sin comparación con ningún otro, es el que es; y ésos dos sentidos tan distintos de la palabra identidad son los que tenemos que usar y padecemos costantemente: la identidad con otro, el que haga que el “a” de la izquierda sea el mismo que el “a” de la derecha, y que hagamos todas las igualdades que queramos en la lengua corriente, y un “a” que parece que no dice nada si está aislada, y que soy yo, que no soy idéntico con nadie, soy yo, como quiere la policía, siempre el mismo, siempre a la mano, un “a” que entonces no diría nada, más que afirmarse a sí mismo. ¿No os pone esto un poco los pelos de punta? Pues si no os los pone, es que no estáis lo bastante sensibles para una tertulia política en la que de verdad tenemos que estar luchando, no ya contra la Policía, sino contra el Poder en general, contra la Ley y contra el Poder en general. A ver.
-Pero ahí entran los Nombres Propios, ¿no?, que es lo que te pide la Policía, que no es el mismo tipo de identificación que el del sillón, por ejemplo.
-Desde luego se tiende al Nombre Propio. Es una cosa que la Sociedad ha desarrollado aparte de la lengua (que eso en alguna otra parte lo he hecho sentir), y la ha desarrollado justamente para asegurar la identidad: cuando en la tumba de un muerto se pone una lápida, y se pone fija y segura, lo que se quiere es que sea siempre el mismo, y que de esa manera no esté sujeto a ningún cambio. Pero a la Policía no le basta, todos lo sabéis: no sólo tienen que figurar los nombres de vuestro pobre padre y vuestra pobre madre, y hasta los sitios donde nacieron, sino que tiene que acompañarse de un número, un número larguísimo, todo lo más largo que haga falta, y todavía no les basta, porque una de las muchas veces que estando en París me detuvieron y me volvieron a tomar la huella, el técnico que me tomaba la huella presumía y decía que ésa era la verdadera huella, que es imposible que haya dos huellas artificiales que sean la misma; que no puede haber dos huellas artificiales que sean la misma, y esto es tan propio de un funcionario de policía que me gustaría dejarlo como ejemplo, porque para sostener la Realidad justamente hay que creer cosas como éstas, es decir, para asegurarse de que mi huella dactilar es esclusivamente mía hay que creer que no hay en toda la humanidad otra igual o parecida.
-Pero la propuesta ésa, que ya es una falsedad, de que “a es a”, es una doble impostura que se funda en una primera, que es que en a no todo es a; y entonces cuando ya se llega a ese plano que parece que es como el primero de que hay la sospecha de que a lo mejor no es “a” todo lo que hay, puede pasar lo siguiente: que es que inmediatamente se recurre a la cuestión de Natura. Hay como un desideratum en que uno se apoya que parece que es que Natura está ahí para pisar..........
-Sí, sí, la Ciencia ha convertido lo de la Realidad en una especie de materia (justa), que es simplemente como el símbolo de la fe de la vieja Religión, y sacan lo de Natura o cualquier otra cosa; pero pasamos a la Realidad, y para sostener la Realidad hay que creer cosas como ésas, es decir, hay que creer que la guerra está terminada; esta guerra, que os he recordado que es justamente lo que la Realidad es, y no puede ser otra cosa, que la guerra está terminada, es decir, que la fe en Todo, en Uno, son verdaderas y están cumplidas, que tiene sentido “Todo el mundo”, “Todas las poblaciones”, “Todas las vacas del corral”, que tiene sentido “Uno”, es decir, “uno mismo”; y uno mismo, ése que es idéntico consigo mismo, es ése del que el otro día os recordaba que es el que tiene una muerte imposible de creer, inconcebible; se le reconoce justamente en eso, y la cosa se parece a lo de las huellas dactilares semejantes o no: uno, uno mismo, no puede morirse nunca, y precisamente porque Nunca, y Todo, y Uno, pertenecen al mismo rango. Aquí en esta guerra probablemente estamos metidos porque pensamos que la guerra no está acabada, y por tanto nos dedicamos todos los días a hacerla sentir, y a ver cómo los ideales tratan de imponerse (a través del gobierno, a través de Ciencia, a través de las religiones, o como sea) sobre algo que siempre queda vivo y que amenaza con ser incontable, como en las sospechas científicas que al principio os he recordado.
Se ha hecho muy tarde. Esto no se acaba nunca, y no debe acabarse, de manera que por favor, aunque sea todavía sobre esta fórmula y la cuestión de la identidad, esté yo o no esté, traed todo lo que se os ocurra; todo lo que se os ocurra, en contra de vuestros intereses, ¿eh?: ya sabéis que cualquier cosa que se os ocurra en este sentido es en contra de vuestros intereses, y eso el Estado y la Democracia lo saben muy bien.