27.08.2014

Tertulia Política número 349 (5 de Septiembre de 2012)
Tertulia Política número 349 (5 de Septiembre de 2012)
 
Agustín García Calvo
 
Ateneo de Madrid

 
 
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TRANSCRIPCIÓN:
 
 
Pues vamos a ver si este rato me entero de hasta qué punto los que me acompañáis más o menos en esta tertulia política de verdad os habéis metido dentro de la cuestión, de alguna manera habéis percibido cómo estas cuestiones a veces aparentemente físicas, lingüísticas, y demás, son cuestiones políticas, es decir, que tocan a lo que aquí en principio nos traíamos, que era la lucha contra el Poder, que quiere decir inmediatamente el Dinero, que quiere decir inmediatamente la mentira, con lo cual los ámbitos lógicos, económicos y políticos, aparentemente se juntan en este objetivo del ataque.
 
Para emprender esta política contra el Poder, para seguirla, teníamos que contar con lo que nos queda no de hombres, de personas, sino de lo contrario, de pueblo, de pueblo-que-no-existe-pero que-lo-hay, y que no se define más que del revés: como la víctima, el objeto, del Poder, de la opresión, de la venta, de la prostitución, de cualquiera de los diversos ejercicios del Poder; y por tanto, cuando venimos aquí, en principio lo que se trataba era de quitarnos lo más posible de en medio como persona, porque sabemos que cuando esto se consigue por debajo siempre queda: siempre queda corazón, habla de nadie, lengua de nadie, algo que no son personas.  
 
A este fin, los últimos días nos dedicábamos a algo que tal vez sin embargo a muchos les ha sorprendido, que era a intentar mejorar una lectura que yo mismo y amigos habíamos hecho de los restos, los 160 versos que se nos ha dejado llegar del poema de Parménides, en donde, como recordáis, llevado por sus yeguas, llevado por las niñas del Sol, acaba por encontrarse con la diosa, la diosa que se supone que solo puede decir verdad, y que es la que le suelta todo el resto de lo que parte de vosotros, muchos, ha estado oyendo algunos versos, y seguiremos oyéndolos, porque el problema que os trae es justamente el mismo problema que rige este intento de leer mejor los versos de Parménides: es el problema de qué es eso de que lo que es, es lo que es, qué es eso de que hay o lo hay, y qué tiene que ver por tanto con las cuestiones políticas que aquí nos traemos.  Eso es lo que querría este rato enterarme de si ha llegado bien, si está ahí, si puedo contar con ello.
 
Seguiremos, de los versos de Parménides, oyendo más, después del punto en que lo dejamos, que es donde dice “y mención ya sola de vía queda la de que es”.  Ha hablado de dos vías, dos métodos, y uno de ellos es este, el que dice “es”, es decir, que dice que lo que es, es lo que es, sin más, y el otro, que pretende que puede -interpreto ahora-  haber algo que no sea lo que es, pero aquí ya se introduce “haber”, que no estaba en mis versiones anteriores, se debe dejar de lado, esa vía no sirve: “mención ya sola de vía queda la de que es”.  Y añade: “más por ésa hay puestas señales muchas”.  Y a continuación viene un largo recorrido de lo que llama ahí “sémata”, “señales”, por así decir.  Esto es lo que puede plantear a los que me han seguido un poco con el Parménides bastante problema: ¿qué señales son ésas?, ¿cómo aquello que simplemente es lo que es, cómo el simple hecho de que lo que es sea lo que es, puede tener señales que nos ayuden a reconocerlo?, ¿cómo de ello se puede decir que tiene rasgos, semántica?  Como los tiene, lo dice enseguida: que al no haberse hecho, tampoco jamás se deshace, es decir, que el no haber nacido también es imperecedero, por ejemplo.  
 
Son desde luego epítetos, negativos en principio, pero bueno, que ahí están, que se le aplica como si de ello se pudiera hablar; éste es el problema, porque ello parece que es lo que habla, y desde luego, que aquello que habla sea lo mismo acerca de lo que habla, sea aquello de que se habla, eso no casa, no entra bien, sea como sea; de manera que tendremos otros días que habérnoslo, especialmente los lectores de Parménides, con este problema de los rasgos semánticos negativos.  No podremos confundirlos con lo que mucho más adelante la diosa dice, después de haber negado cantidad de atributos y predicaciones reales que se le aplican, de que todo lo demás tienen que ser   n o m b r e s, “onómata”, es decir, el cambiar de color, el moverse de acá para allá, todas esas cosas que no son de verdad de lo que es lo que es, pero de las que los hombres hablan, y para los que tienen todo este vocabulario dispuesto.  No, al parecer las señas éstas son otra cosa.  Uno no quería entrar hoy demasiado, porque habrá una parte de vosotros que todavía no ha seguido bien la lectura de Parménides; dejo planteado este problema para otro día, y vengo aquí a plantearos el principal, elemental, una vez más, que está por debajo de todo esto que os cuentan: es lo de “es” y “hay”.  Notad que “es”, “hay”, no tienen significado ninguno, si consigo acostumbraros rápidamente a usar el término este gramatical, ‘significado’: no tienen significado alguno.  
 
De maneras distintas: “es”, como cada vez que se dice “la nieve es blanca”, o “lo que es, es lo que es”, o “un gato es un gato”, “una mujer es una mujer”, o lo que sea, no es más que la cópula que enlaza lo que se dice con aquello de lo que se dice.  Gramática elemental.  Y cumple esa función, y eso es una función, es una acción de la lengua, pero no un significado, no añade nada en el sentido de significado.  “Hay” en cambio, que es el otro término que traemos a debate, es un indicador, apunta por ejemplo a un sitio u otro donde se esté hablando: “hay patatas”, se entiende “ahí detrás, en la despensa”, “hay gambas”, puesto en el escaparate, se entiende “aquí, en el bar”.  Y si se le deja suelto y no se añade nada, pues “hay” en general, este “hay” en general, “hay” en una localización que no sería ninguna localización particular, sino la localización misma, el campo mismo en que se habla, en que hablamos nosotros y hablan las demás cosas............porque desde hace tiempo sabemos aquí que las cosas hablan, y que nosotros no somos más que un caso de cosas, me parece que esto se nos ha metido, sería como cualquier campo, sin límites, campo indefinido, en que se habla.  Y eso es una acción, eso que “hay” hace, esa indicación que hace, por ejemplo respecto a patatas, respecto a mujeres o en general, pero no tiene ningún significado tampoco.
 
Bueno, a ver por qué insisto tanto en estas cosas tan elementales por las que enseguida os voy a preguntar.  Porque lo que me importa en esta tertulia política es una lucha contra la Realidad.  Entonces tenemos que asegurarnos de que sabemos bien qué quiere decir Realidad, que suelo equiparar con Existencia y con el verbo existir.  ¿Qué quiere decir existir, realidad, etc?  Notad que, a diferencia de “hay” y de “es”, verbos como “existe”, “existen”, nombres, adjetivos, como “real”, “realidad”, da la impresión de que tienen significado.  Ésta es la pista que os debe guiar.  Efectivamente lo que os quería hacer entender de la manera más histórica y superficial es que esto de la Realidad y del existir es un invento bastante reciente en nuestro mundo, es decir, que no sólo es un invento humano, como cualesquiera de las ciencias y teologías y visiones del mundo que los hombres puedan haber desarrollado, sino un invento especial: es un invento que se hace primero en Teología, tratando de resolver los problemas de Dios, digamos sobre todo desde el siglo cinco hasta el doce, tanto en griego, donde eso semejante a “existe” se dice sobre todo “hupárjei”, que en latín también, donde se inventa lo de “existit” para Dios, el “existe”, y por tanto se empieza a hablar de cosas que al parecer no se contentan con ser cosas, como aquí lo decimos en lengua corriente, sino que son cosas reales, cosas que están realizadas o se están realizando, que son reales, y que son justamente las que existen, porque no hay otra manera de existencia que la de las cosas reales.
 
Pues bien, todo este pequeño universo de términos, alrededor de existir y de realidad, es así de reciente, lo tenéis ahí, casi del tiempo de vuestros bisabuelos si os descuidáis, y por tanto no tiene nada que ver con aquello del “hay” y del “es”, que es lo primero que venía a herir la razón y el corazón de los hombres, antes de todo invento de la Filosofía.  Por eso es por lo que una de las cosas a la que nos dedicamos es a traer aquí un pensamiento que se parezca un poco al de los niños, un pensamiento pre-filosófico, y por eso es por lo que estamos leyendo “Parménides” y hemos leído otras veces los harapos del libro de Heráclito de Éfeso: porque de esta manera pretendo que se destaque bien la condición de invento reciente de los hombres no sólo como hombres, sino en su progreso como tales, como humanistas, como científicos, como todo lo demás; y lo mismo podría haber acudido, como acudo de vez en cuando, en lugar de restos de pensamiento pre-filosófico, a palabras que de vez en cuando se les sueltan a la gente sin saber muy bien lo que quieren decir, pero que por eso mismo atinan, o entre la gente en general también a los niños cuando todavía su pensamiento no está debidamente escolarizado, convertido en algo que le guste a los padres lo bastante.  Pues es contra eso contra lo que directamente luchamos, contra la Realidad, contra el existir.
 
Ésas dos palabras se nos han revelado como ajenas a un pensamiento limpio y directo precisamente porque están ya en el diccionario, que viene a ser lo mismo que os decía de que tienen significado.  Ésas tienen significado.  Intentad buscar en el diccionario de cualquier idioma la palabra “es” o la palabra “hay”, y ya veréis con las desilusiones que os encontráis; pero en cambio buscad “existir”, buscad “realidad”, y encontraréis vuestra definición, tendrá su cartulina debidamente adherida, y esto es justamente lo que quiere decir que ya el existir y la Realidad pertenecen a la Realidad, el existir; no son nada ni natural ni racional, no son de natura o de razón, que esos nos pierden mucho más lejos: son esclusivamente eso, existencia; y la existencia, la Realidad, como los que me acompañan sabéis bien, se obtiene justamente por la conjuntación, más o menos violenta, por el choque y la asimilación entre cosas que no son de la Realidad; porque si no, ¿qué coños de sentido tiene lo que os estoy diciendo?: tiene que ser entre cosas que no son de la Realidad.  Por eso nuestros descubrimientos en los últimos años empezaban, o se arraigaban, sobre todo por ahí: descubrir que la Realidad no es todo lo que hay; que la Realidad no es todo lo que hay, es decir, que por mucho que el Hombre, su Progreso, su Ciencia, su Literatura, se dedique a intentar confundir por lo general con el Mundo, con Natura, con la razón en marcha, esto de la Realidad, no es así: realidad, existencia, es este cuadro bien limitado que he tratado de presentaros en sus orígenes modernos: descubrir que no es todo lo que hay.
 
Esto quiere decir que de la Realidad (donde estarían ya las cosas reales, es decir, realizadas, y entre ellas nosotros como cosas, pero ya realizadas bajo la palabra “hombre”, con la cartulina de significado hombre y demás) lo único que podemos decir sin mentir es que lo que se da es una lucha entre lo uno y lo otro, una lucha entre la Verdad, que trata de imponerse desde Arriba, desde el Reino -como decimos a veces- de Dios matemático, que las cosas son de verdad como son, es decir, hacernos creer que un cangrejo es esactamente un cangrejo, que uno de río es esactamente un cangrejo de río, o cualquier otra cosa por el estilo, verdad,..............lucha, guerra, entre eso y lo que hay por debajo de la  s i g n i f i c a c i ó n  del nombre “cangrejo” en cualquier lengua que sea, y nos dedicábamos cualesquiera otros nombres más astractos que estén rigiendo en una Ciencia determinada la clasificación y la ordenación de la Realidad.  Nosotros también, cada uno de nosotros, sin mentir no puede ser más un combate entre una especie de fe en los ideales, que alguien, de niño, le ha contado que le son necesarios para ser de verdad el que es (ser de verdad el que es, nada menos), y algo que queda por debajo del nombre propio y del común, el del niño o de la niña del Hombre, y que se resiste y que dice “¡mentira!” frente a esa pretensión de “mi verdad”, que dice “¡mentira!”.  Esta lucha es lo único de lo que se puede decir que no es un engaño, que no es una mentira declarada. 
 
¿Qué es lo que tenéis en cambio alrededor cuando no estáis en esta tertulia?  ¿Qué es lo que tenéis en la Familia, en la Prensa, en los Medios?: mentiras, es decir, intentos de convenceros de que las cosas reales simplemente, aparte de ser reales son  v e r d a d,  y aquí nos hemos venido huyendo de ése otro antro, del Salón de Actos, donde se están matando por decidir cómo el Plan Europeo de Recuperación del Dinero se cumple a costa de sitios como “España”, y en consecuencia los restaurantes, el Ateneo, tienen que echar gente, porque así se ahorra un poco...........y menos mal que no cuentan que cada miércoles les proporciono 100 euros de entrada, ¿no?, que eso podría haberles hecho pensar un poco.  Que es verdad, porque si no, decidme cómo coños podrían estar matándose ahí: hace falta la pasión, hace falta creer que es verdad que el Dinero es eso que les cuentan, y que el Dinero, lo mismo que hace veinte años se regía por el Régimen del Derroche o Despilfarro (“cualquier cosa, el caso es mover capital”), ahora se rige por el Plan de la Moderación y del Ahorro, y del volverse a apretar los cinturones............y se lo creen, si os descuidáis y os metéis ahí dentro, os lo creéis.  Hace falta esa pasión.  Para no mentir, lo que somos cada uno es esa lucha, esa lucha entre algo que obliga, como si fuera la mano de Jehová, a creer en la verdad de las cosas reales, y algo que por lo bajo siempre está vivo, se resiste, y lo aguanta pero lo sufre, y hace notar lo que sufre además.
 
No añado ya, porque quiero recoger vuestras voces, que todavía hay un paso más entre los hombres, que es cuando no sólo estamos obligados, como cualquier cosa de las reales, a tener un nombre común, con su significado “hombre”, “obrero”, “oficinista”, “padre”, “niño”, “mujer”, lo que sea; no solo estamos obligados tener un nombre y pertenecer a la clase real consiguiente, se escapa: si uno es un niño, uno es un niño, y estará dispuesto a ().  No sólo estamos obligados a eso, como cualquier cosa, sino encima a creer, como lo que dice la diosa de Parménides, que uno es el que es, que uno es uno.  Y ya en otras ocasiones os he hecho sentir el terror de esta pretensión del uno único, que quiere hacerse compatible con lo otro, y que lleva a la muerte.  Estos días me estaba leyendo, como suelo, para conciliar el sueño una novela de una norteamericana medio conocida, Julia Green, que se llama “Blue Moon”, donde el problema se plantea de esta manera: la chica con la que me encuentro ha tenido unos amores hermosos con uno de los compañeros del Istituto, ha quedado preñada, y una vez que se entera de que está preñada, se plantea justamente eso: el problema del 1 o 2.  El problema metafísico es complicado, algunos me lo habéis oído: ¿cuándo nacen los números?  En el mundo ése donde no hay todavía cosas reales, evidentemente hemos tenido que contar con una pluralidad: tienen que estar separadas, y por tanto se puede decir “hay la una y la otra”; pero el paso que se da para que mediante una ecuación que diga “la una, igual que la otra”, eso de que una y otra, uno y otro, se conviertan en 2, es un paso tremendo, sobre el que otro día volveremos.  La chica lo nota sobre todo cuando recorre familiares, conocidos, a los que no se lo puede contar, en el último término no se lo puede contar al novio, que es un niño, tan incapaz como ella de afrentar el problema, y en ese momento, al quedarse sin ninguno, es cuando siente al otro, al que lleva dentro, como “otro”, como uno, se empieza a dar el paso al 2; naturalmente los libros y alguien ya le ha contado que a las semanas aquello tiene ya hasta sus muñoncitos para hacerse brazos o pies o cosa por el estilo, y le han ayudado sobre todo con el nombre Baby, han empezado a llamarle Baby a las muy pocas semanas, y por tanto, si se llama así, y si tiene esas cosas, es que es otro, y entonces ahí tenéis el problema: ser 2, o tomar la actitud de decir “soy una y sigo siendo una, y el otro es un dependiente”, que a esta chica ni a nadie no le satisface.  
 
O, como más adelante del libro, cuando la convencen, el padre y todos, de lo de aborto, reacciona en el último momento en el hospital, porque siente el mismo terror: entonces se va a quedar sola.  Es decir, que las demás personas no juegan mucho en la novela, pero el bebé juega todo eso que tiene que jugar, y ya, aunque sea tan brevemente, os apunto cómo puede ser.  Y con esto me callo por esta noche, sobre todo para que me preguntéis, no de la novela de Julia Green, aunque también, pero acerca de todas las cosa que os he dicho respecto al problema de el uno, el otro, pasando a 2, que quiere decir la entrada del Ideal más alto, y todo lo que os he dicho antes sobre todo, que es lo más elemental y me gustaría que siguiera latiendo: el reconocer que la Realidad no es más que un montaje relativamente moderno y muy humano, pero que ni es todo lo que hay ni nada, y que lo único que en realidad y dentro de cada cosa y de cada uno se puede dar, sin mentir, es un choque, una lucha, una asimilación, más o menos forzada.  Sobre cualquiera de esas cuestiones el poco rato que nos quede os dejo la palabra suelta, de manera que adelante. 38