17.10.2012
Tertulia Política número 355 (17 de Octubre de 2012)
Agustín García Calvo
Ateneo de Madrid
- El descubrimiento, negativo como todos, de los límites imprecisos entre la realidad y lo que queda fuera.
- El origen de la realidad como sitio donde se juntan por contradicción lo que habla y aquello de lo que habla.
- Consecuencia de ello es que no puede haber verdad en la realidad, lo cual arrastra consigo al Hombre y a su Tiempo real.
TRANSCRIPCIÓN:
Volvemos en primer lugar si os parece sobre algunas de las cuestiones que ya habéis estado estos días tratando, con Caramés y con los demás amigos que han asistido, cuestiones de tipo más elemental que querría que hoy quedaran bien claras, tan elemental que serían cuestiones del tipo de una lógica elemental, que querría decir un sentido común, sin más, con el “lógos xunós”, como se dice en el fragmento de Heraclíto, y que en cuanto a esto de la imaginación de que al hablar de método os he hablado alguna vez, tendría que ser una imaginación en ese sentido supra-racional, es decir, que después de haberse hecho la obra del razonamiento (habría aquí un paso como de Aritmética a Geometría), nos viene a descubrir lo que hay y lo que no hay con respecto a las cuestiones de que venimos tratando: lo que hay, lo que no hay.............. En esta especie de lógica con imaginación supra-racional tendríamos que atenernos sobre todo a esto, que es a su vez tan elemental: que son cosas que hemos alcanzado, no por vía de mera imaginación, sino por vía de negación, que es el elemento lógico que en la cuestión entra, por vías de negación; por ejemplo, como hemos visto, que a la cuestión elemental de “¿qué hay?”, o de “¿hay algo?” (la cuestión de cualquier niño, la cuestión de cualquier pueblo), se responde “hay algo” simplemente por vía de la negación: porque no puede no haber nada; porque no puede no haber nada, en lo cual nos acompañan otros descubrimientos que también se nos han dado, a lo largo de estos años, de estos meses, los cuales todos se obtienen así, por esa misma vía de la razón.
Así ahora nos encontramos con esto, este momento, en el cual hemos añadido, y debemos añadir, también otra cosa, encontrada por la misma vía, que es que, como sabéis, cuando por el descubrimiento “primero”, digamos, en “la realidad no es todo lo que hay”, hemos escarbado un poco en el término “realidad”, o “existencia”, que consideramos equivalentes, y que hemos declarado como secundarios, o en todo caso modernos en algún sentido, pero que es el que rige los gobiernos de nuestras vidas, de nuestras naciones y todo eso, la noción de la realidad, de la existencia, de la ley de la existencia, está suficientemente espuesta para que digamos, o podamos tomarla así; y respecto a ella hemos visto de que no puede haber tampoco un límite preciso entre lo uno y lo otro, es decir, entre lo que es lo que es, que es un reino reservado a Dios matemático, pertenece por tanto a la parte esa de la razón, pero al mismo tiempo necesita que esta razón actúe sobre algo, sobre lo que hay sin necesidad de ser lo que es, y es esa especie de división la primaria desde luego en esto de la realidad. Sigo empleando el término “realidad” de la manera que aquí hemos aprendido a usarlo; no os confunda el uso en los tratados científicos y en tantos otros sitios donde “realidad” está confundido, ¡qué se yo qué!, con “naturaleza”, con hasta vida si hace falta, ¿no?
Hemos descubierto que “realidad” solo podría definirse, solo podíamos tratar con ella, como una c o n t r a d i c c i ó n, como una guerra. De todas formas, alguna vez llegué a decir, o a escribir incluso, que cualquier otra cosa a la que se llame realidad y de la que se hable como realidad, ya con eso solo nos está engañando, hasta tal punto este descubrimiento despertó en mí la confianza en que contradicción, guerra, es la única manera en que entrar a tratar con la realidad. Pues bien, esa división entre realidad y lo que queda fuera, lo que queda fuera de la realidad (puesto que realidad no es todo lo que hay, la realidad niega el todo, lo echa fuera), no puede ser tampoco un límite preciso, no puede ser tampoco nada esacto, porque eso iría contra la realidad, que teniendo que ser una (guerra) entre lo esacto, lo que es lo que es, y lo otro que queda por debajo, y en lo que se establece, no puede dedicarse a hacer una de las dos cosas. Son maneras de hablar que yo querría que fueran casi infantiles, muy elementales, y enseguida me haréis saber cuándo para alguno de vosotros empiezan a no serlo, porque es momento todavía de entender esto como ese sentido común que está incluso y por debajo de la imaginación que rige estos descubrimientos.
No puede haber un límite preciso, no puede haber una línea que separe lo que es real de lo que es puramente ideal, como los entes matemáticos, donde se supone que la esactitud reina, sino que también (de esto estuvisteis el otro día hablando con el profesor Caramés, que tal vez seguramente a algunos de vosotros os lo hizo sentir mejor que yo), hay que pensar que más que imaginar un límite preciso tenemos que imaginar “zonas”, por decirlo así, zonas de ambivalencia, zonas de vacilación entre lo uno y lo otro, de tal forma que por un lado haya cosas...... Éste es el término, precioso, con el que nos quedamos, por encima o por debajo de todos: pretenden que son cosas. Cosas, cuando son simplemente cosas, las escribimos entre apóstrofos, entre comillas simples, porque después de todo la forma en que se mencionan o se dicen coincide con lo que son: no hay nada, y luego desde ahí podemos hablar de cosas realizadas o realizándose, que son ya cosas sometidas al poder de los entes ideales y astractos, al poder de estas figuras de Dios matemático, ¿no? Tendríamos una zona donde se está pasando de lo uno a lo otro, donde hay una cierta indecisión en el límite, en cuanto al límite entre lo uno y lo otro, lo mismo que también os hemos hecho sentir por el otro lado, entre las formas de imaginación sub-racional, de ensueños, de lo que se presume que es una especie de verdad poética, que tiene que haber también zonas intermedias con la realidad cotidiana, laboral, de tal forma que haya también ahí una zona de indecisión.
Ya veis, este descubrimiento se produce simplemente por otra negación, que es ésa: no puede haber un límite esacto dentro de la realidad, porque eso iría contra el propio descubrimiento de la realidad, que es más elemental. Me diréis ahora hasta qué punto esto sigue siendo, como deseo, lo bastante infantil, lo bastante elemental.
Bueno, pues por encima de todo esto, en lo más alto de los descubrimientos, se viene a dar éste, que es tan claro que generalmente nos pasa desapercibido: es, a saber, que el que habla no es ni puede ser aquello de que habla, que lo que habla no puede ser eso de lo que se habla, y que sin embargo están ahí los dos y a la par. Es, como digo, demasiado elemental, pero es como si todo el mundo lo supiera: el que habla, o lo que habla, no puede ser al mismo tiempo eso de lo que habla, aquello de lo que habla. Es algo que pasa generalmente desapercibido, y muchas veces en Filosofía en Ciencia o en Teología esto se deja de lado y se habla de aquello que habla como si se pudiera hacer sin más, y por ejemplo Dios, en la vieja Teología, pues ya puede considerarse el repertorio de estas cosas. Pero aquí estamos para corregir estas desviaciones positivas, estas elegías positivas que atentan costantemente contra estos descubrimientos, porque resulta que -como aquí decimos cuando hablamos en política más directamente-, lo único que el pueblo sabe decir es NO; éste es el único motor, es la única palabra del pueblo, desde el momento en que entendemos como pueblo no se sabe qué, pero se sabe bien qué no qué: que pueblo no es lo que los políticos llaman así, ni lo que se llama así cuando se habla de un pueblo que mirado propiamente es un Estado, es un pueblo estatal, un pueblo que se destruye a sí mismo porque pretende que el Ente ideal, el Estado mismo, es una cosa que se puede meter en la realidad.............y no.
Bueno, pues ahí es donde tenéis lo que debería ser el descubrimiento más elemental: en la realidad, según funcionamos, según funcionan las industrias, los gobiernos, las finanzas, por supuesto el que habla no es nunca de verdad aquello de que se habla. Pero en el descubrimiento del engaño es justamente de eso de lo que se trata: un sitio donde lo que habla y aquello de lo que habla, justamente, por contradicción, se juntan, y ése es el origen de la realidad tal como después se nos da elaborada por medio de los otros principios. Lo que habla, que nunca puede ser realmente aquello de lo que habla, es sin embargo (de) lo que habla, no hay otra cosa adonde acudir. No hay otra cosa adonde acudir: lo que habla no puede ser lo mismo de lo que habla, pero no hay otro sitio donde buscar “el mismo”: “mismo”, la mismidad, la identidad, solamente se encuentra ahí, justamente en esa contradicción, que es como la fuente de todas las demás, y por tanto el sostén, el establecimiento de este mundo de la realidad.
Una consecuencia de esto, que muchos de vosotros conocen bien conmigo, es que en la realidad no puede haber verdad de ninguna clase. Para ser capaces de decir esto parece que no hace falta mucho, pero para dejar de oír los tambores que alrededor están costantemente sonando y que os hablan de verdades en la realidad (verdades no sólo científicas o teológicas, sino gubernativas, de la moral cotidiana, de la moral de la vida privada), pues hace falta un poco de capacidad para torcer el oído, para no oír, y en cambio ser capaces de sentir que efectivamente verdad en la realidad no hay. Verdades son las que he enumerado como descubrimientos, porque, como nos recuerda siempre la etimología de la palabra griega, el adjetivo “alezés”, el sustantivo “alézeia”, verdad no puede ser otra cosa más que retirada de el engaño, y por tanto es en ese sentido como me puedo permitir eso y decir que si está fuera de la realidad puede ser ocasionalmente verdad o algo así, y por ejemplo los entes que son puramente matemáticos son verdad, lo que pertenece a cualquier lenguaje formal, tomando la palabra de la manera estricta que debería tomarse, son verdades, tienen esta gracia de que en el predicado dicen lo mismo que ya estaba dicho en el sujeto, cuando bien se mira, y esa tautología, eso de que lo que habla venga a ser aquello de que habla (“tautós, tautón”, “lo mismo”), eso es justamente lo que las consiente como verdades. Y desde luego por abajo, mirando el esquema por abajo, lo que no se sabe, lo desconocido, eso, claro, eso es por fuerza verdad, porque ¿quién conoce lo desconocido y quién sabe que lo conocido, en cambio, es la verdad?: eso sería absurdo, un absurdo de por sí, que hace que también cualquier cosa desconocida sea verdad. Pero en la realidad, en esto que nos han fabricado de una manera especial para este tipo de cosas que somos nosotros los hombres (al cabo de no muchos, no tantos, siglos, pero que nos lo han fabricado, que se ha estendido, que se ha impuesto), ahí no cabe nada de eso.
Vuelvo otra vez: cualquiera que empiece a describiros la realidad como siendo esto o aquello, como han venido haciendo filósofos, físicos y sacerdotes desde los comienzos de la Historia, os está engañando, os está ya engañando con solo eso, saltándose la contradicción; saltándose la contradicción que he tratado de sacar aquí a luz, porque (y esto forma parte de la retahíla que estos días nos hemos traído) esta forma de lógica que se empeña en introducir la verdad en las realidades y en hacernos creer todos los días, por ejemplo por la Televisión y los demás Medios, que lo que ha pasado es lo que ha pasado, que lo que es, es lo que es, que lo que será por tanto tiene que ser lo que es, todo eso, pues es filfa, como sabéis, no hay tales verdades, pero el truco, no ya solo de los gobiernos y las religiones, sino de cualquier forma de convivencia, personal o social, consiste en creer que sí, que de alguna manera pueden ser verdades algunas de las realidades con las que nos topamos todos los días.
Esta manera de pensar es propiamente humana, no tenemos, por más que busquemos, ningún derecho para atribuirles a las demás cosas, en el sentido de la palabra que lo he presentado, algo de esto, de tal forma que como consecuencia, cuando nos estamos cargando la aceptación de una lógica y de una verdad, simplemente, en la realidad, nos estamos cargando al Hombre, y lo hemos hecho yo creo en ocasiones diferentes con bastante gusto, por lo menos por mi parte está claro que nos hemos cargado al Hombre con bastante gusto; porque sólo con que nos volvamos a sentir un poco de cosas que desde niños sentíamos, nos daremos cuenta de cómo huele a podrido cualquier Humanismo, cualquier forma de aceptación de la lógica de los hombres, en cuanto sea de los hombres, como si fuera una lógica de verdad: son las cosas las que hablan, y si nosotros hablamos alguna vez es gracias a que nos olvidamos de que somos hombres; gracias a eso se nos puede dar esto de vez en cuando, de tal forma que cuando se viene a la condición de una tertulia política como ésta, pues lo mismo que en general: gracias a que nos olvidamos de que somos hombres, que nos queda algo de no-hombres, no sometidos a esta condición, que es a lo que aludimos con “pueblo”, como hemos aludido antes cuando recordé que la única palabra que el pueblo conoce es NO. Todas las demás se las dan hechas, y la única que no le dan hecha (seguidme o no me sigáis con esta confianza, porque no hay ahora momento de pararse a discutirla), la primera cosa es NO, que es la capacidad de descubrir la mentira de la pretensión de verdad en la realidad con la que costantemente nos engañan, nos doman, nos gobiernan, nos dirigen, nos llevan, hacia las altas consecuencias.
Ligado con esto del Hombre estaba como recordáis (también ahora sin mí esto ha salido entre algunos de vosotros estos días) estaba la cuestión del Tiempo, sobre la que también volveré ahora, porque hay una forma de tiempo que pertenece íntegramente a la lógica humana, es decir, ésa que cree que puede inmediatamente hablar de lo que habla desentendiéndose de que está hablando de ello. Pertenece a la lógica humana el Tiempo precisamente real, y por eso estos últimos días veníamos entrando bastante a fondo en esto, es decir, desmontaje de el Tiempo, el real, es decir, el de los negocios, el de las dos cifras en la lápida de la sepultura, el de los cumpleaños, en fin -no quiero perderme en la enumeración-, todas las cosas que funcionan como Tiempo entre nosotros. Esto requería un esfuerzo también de desentendimiento de las verdades que os hacen tragar ordinariamente para descubrir lo otro, era difícil, y por eso teníamos que volver a ello.
Porque los que me acompañáis, por lo menos desde hace unas cuantas sesiones, o habéis acompañado a los amigos que han estado en lugar de mí, y haciéndolo por lo menos igual y seguramente mejor, como recuerdan ésos, nos pide descubrir que en el Tiempo real, el de los hombres, la Historia, las fechas, los cumpleaños, las sepulturas, en el Tiempo real no pasa nada. Esto era en lo que quería insistir hoy, y ahora me diréis cuánto hace falta insistir: en el Tiempo no pasa nada, si llamáis Tiempo desde luego a “hoy”, “mañana”, “ayer”, y cualquier cosa de las que los periódicos os enseñan a tratar como Tiempo, ahí no pasa nada. Es otra vez la negación actuando como destructora, por tanto revolucionaria, creativa, y todo lo que queráis: ahí no pasa nada.
Tenemos que decirlo hasta que entre por el corazón; permitidme la cursilada un momento, pero desde luego estas cosas de la lógica elemental solamente valen cuando entran por ahí. Ahí no pasa nada, y hace falta ser tontos para habernos creído que en los días y los meses y los años, en las horas del reloj, en las fechas del calendario suceden cosas: ¿cómo van a suceder si están ahí escritas, marcadas?, ¿cómo puede haber nada que suceda en un sitio donde lo tienen justamente clavado, más firmemente que a la mariposa en la caja del lepidóptero, o todavía peor? Lo mismo las que han sucedido, se cree, ahí clavadas, las que uno, como ente real, imagina que han sucedido, como las que ha soñado (que son sucesos como cualesquiera otros), como aquellas que está esperando que sucedan, y hasta les tiene asignadas fechas para el suceso. Aquí es donde el engaño del Orden aflora de una manera más clara: “el futuro tiene fechas”: ¿qué coños quiere decir que el futuro tiene fechas? Que el futuro tiene fechas quiere decir que ahí están clavaditas las cosas que van a suceder, y si suceden o no después, eso ¿qué coños importa?, lo importante es que ahora están ahí fijas, anunciadas, escritas, clavadas, y por tanto les impide pasar, no pueden pasar nunca; no pueden pasar nunca cualesquiera cosas (no merece la pena detenerse), y que los pasados o los futuros sean más o menos largos o cortos da igual, porque después de todo son porciones de esa especie de telar o de tela en que consiste el Tiempo real, trocitos más o menos largos, eso es cuestión de medidas.
Justamente ahí está la cuestión de la medida, que fatiga incansablemente a los físicos y a los filósofos de la Ciencia. Naturalmente, solamente se pueden medir esas cosas que están en sitios, en puntos, del Tiempo en el sentido que acabo de descubrir, es decir, donde entre otras cosas no pasa nada. Es duro, es muy duro aceptar esto, y sin embargo, ¡es tan elemental! Es muy duro, porque ahí está el movimiento, que lo mismo puede ser un movimiento local, de sitio, que un movimiento de cambio, pero sin movimiento, sin uno u otro o sin los dos entrelazados, no hay (Tiempo); eso parece que es lo de “pasar algo” o “no pasar nada”, parece que viene a ser lo mismo. Que sin movimiento no hay Tiempo, eso lo sabía hasta Aristóteles, que hace falta ser un engañador empeñoso a lo largo de los siglos para ignorar semejantes cosas, pero hasta Aristóteles lo sabía, de manera que ya veis cómo está la cosa. Efectivamente, es así: la realidad no es más que movimiento, y sólo así Tiempo, y en esa realidad no pasa nada.
Así es como están enlazadas las cosas, no hay más que una aplicación indebida, una aplicación indebida del predicado. Si nos cuesta, si nos es tan duro descubrir que en el Tiempo real no pasa nada, es porque estamos llenos de saber y sentir que no hacen más que pasar cosas, que están pasando cosas continuamente, eso no lo podemos ni por un momento negar. Si nos hablan de una realidad inmóvil, supongo que los que me acompañan por lo menos se reirán de eso, y se reirán de mala gana, con bastante mal ceño, ¿no?: efectivamente es así, están continuamente pasando cosas, no hacen más que pasar cosas, cambiarse de un sitio para otro y cambiarse las unas en las otras, y eso es todo lo que hay, de manera que es normal que nos cueste tanto venir a descubrir que en realidad, es decir, la realidad costituída por el Tiempo real (da lo mismo que pasados que futuros que todo lo demás), no pasa nada. No pasa nada. Cómo se compagina esto, pues no es ninguna trampa, para los que me siguen y me acompañan a mí o a mis amigos estos últimos días no hay la menor duda para responder, ¿no?: puesto que no hacen más que pasar cosas, y el pasar es c o n t í n u o, irreprimible, irrefrenable, no hay más que pasar, y en el Tiempo real no pasa nada, ¿dónde pasa?
-AHORA.
-Pasa AHORA: cualquier cosa que haya pasado, que esté en la Historia, cualquier cosa que se imagine que puede ir pasando por sus pasos, cualquier futuro que puede irse realizando por sus fechas, cualquier cosa de las que se dicen que han pasado, pasarán o están pasando, etc., se reduce a eso, a AHORA. No debería tal vez insistir, sobre todo para algunos de los que han venido conmigo bastante fieles a esta lógica, ¿no? Eso quiere decir que AHORA no está en el Tiempo, no forma parte del Tiempo, sería absurdo pretender después de lo dicho que estuviera en el Tiempo AHORA. AHORA mata al Tiempo, AHORA, en lugar de estar en el Tiempo, como os hacen creer, está matando al Tiempo. Porque no hay quien lo coja: los lunes y los martes y el mes que viene y el año 2037 y el año 2053 antes de Cristo están ahí, los tenemos clavaditos, es muy fácil, se cogen de la manera más fácil, pero AHORA: ¿quién coge AHORA, para saber qué es ni en dónde está?
De manera que está claro que para poder ejercer esa labor mortífera contra el Tiempo real (que es la realidad misma, que no puede ser más que Tiempo), eso es lo que tenemos, y esto también viene a quitar de enmedio al Hombre, que es el único (parece que estamos muy seguros de esto, pero lo mismo: se estará siempre seguro por vía de la negación) que tiene relojes y calendarios, el único que efectivamente dispone de una tela o telar donde situar los acontecimientos..... A los demás, incluso los más cercanos, los animalitos, no podemos hacer el crimen de atribuirles esto: ellos pueden tener presentimientos y todo lo que queráis de la muerte que les viene, por ejemplo a las garras del enemigo que tienen en la realidad, pero la muerte futura, como nosotros, eso es humano, es lo que nos hace justamente mortales en un sentido muy específico que no comparten las plantas ni las bestias: el del saber, saber lo que no podía saberse.
Éstas son las cuestiones, algo elementales tal vez para muchos, algo repetidas en parte, con mi presencia o sin mi presencia, pero que nunca, me parece, acaban de estar lo bastante claras ni decidirse a romper en nosotros las creencias, las ideas, que tienen establecidas, descubrir. Bueno, con esto me voy a callar, por lo menos un rato, de manera que ya me diréis ahora, por diferentes voces, cualquier cosa que requiera repetir otra vez un poco más, por la voz que sea.
-Con respecto a la formulación de “hay algo, porque no puede no haber nada”, no me deja del todo satisfecho la cosa de que aparezca “porque” ahí, porque muchas veces me da a mí por pensar que se le puede dar como una vuelta, que alguien podría decir “no hay nada porque hay algo”. Tiene que ver con lo de la negación.
-¿Por qué? La negación es el elemento activo, es lo único que el pueblo dice.
-Es que “hay algo” por otro lado parece como una costatación; no de que sea verdad, sino que “hay algo” parece como una costatación casi sensible, y al decir que hay algo porque no puede no haber nada, a mí se me aparece demasiado dependiente de que no puede no haber nada.
-Sí, tal vez en ese momento conviene desplegar e insistir un poco. Pero ten en cuenta que no es ahí solo donde pasa, ¿eh?, pasa en todos los otros descubrimientos, cualquier otro descubrimiento viene a lo mismo, y el más elemental, “la realidad no es todo lo que hay”, es lo que nos hace separar de la verdad cualquier asomo de realidad y todo eso, espulsarla fuera, porque no la encontramos, en realidad, dentro de la realidad, no la encontramos. Y aquí el caso no es distinto, “no puede no haber nada”, porque el haber nada sería, por supuesto, esactamente lo mismo......
(pequeña interrupción)
“No haber nada” es una cosilla de gramática del español, porque en otras lenguas lo equivalente es “haber nada”, y esto de duplicar la negación es un truco de la sintaxis española que se puede estudiar y eso, pero que no tiene importancia porque está muy aislado el español entre las lenguas a ese respecto, no les pasa a las lenguas en general, ni populares ni nada. Pues haber nada es lo mismo que haber todo, porque ¿quién de vosotros se las arregla para que se pueda distinguir en ese trance entre todo y nada?, ¿qué maneras habría? No hay ninguna, de tal forma que entonces esta última intervención de la negación viene a reducirse a la primera, la que decía “la realidad no es todo lo que hay”; y al decir “no es todo lo que hay” espulsa “todo” de la realidad, y de la misma manera pues “nada” queda espulsado, del mismo golpe, se podría decir. A ver.
-Yo quería preguntar que si las cosas hablan y ese caso de cosas que son los hombres también hablan, ¿qué diferencia hay entre el hablar de las cosas y el hablar de los hombres, incluso cuando se dejan hablar, que parece que el hablar ese de los hombres tiene unas posibilidades de contradicción muchísimo más fuertes o elementales, porque puede volverse sobre sí mismo y deshacer lo hecho, cosa que en el lenguaje de las cosas casi no es preciso que haya esta guerra?
-Un rebuzno se presenta como un axioma contra el que no se puede volver nadie para nada. No sé si a tus compañeros les gusta esta condición del rebuzno o un trino de un pájaro, pero a mí desde luego no me hace ninguna gracia. La única gracia de las otras lenguas es que no las conocemos, pero eso, para cualquiera que no conoce una lengua estranjera, tampoco es ninguna gracia estremada: simplemente nos ponemos a juzgar si un rebuzno tiene contradicción o no tiene contradicción, como si hubiéramos aprendido a rebuznar, y no hemos aprendido a rebuznar, estamos muy lejos, nos falta mucho para llegar a eso. ¿Qué más por ahí?
-Yo tenía una cosa, pero ahora, con el termino este “nada” que ha salido me ha surgido otra, que yo creo que el término “nada” lo que da es lugar a confusión, y yo creo que sería más correcto decir “hay algo porque no puede no haberlo”, mejor que decir que hay algo porque no puede no haber nada.
-Bueno, en la locución “nada” simplemente refuerza a la negación, como si se dijera “no en absoluto” o algo por el estilo, como si fuera un equivalente de lo que en una lengua culta es “no en absoluto”. De todas formas, cuidaros de que este enredillo de la sintaxis española no os desvíe, sin utilidad ninguna: es prácticamente el único sitio donde se hace eso de duplicar la negación para que “no” esté ya y luego se le refuerce con el “nada”. Generalmente cuando se dice “nothing”, o se dice “néant”, la negación está incluida ya en el término “nada” y no se la repite. ¿Qué más?
-Que cuando decimos que la realidad es como un frente de batalla donde se están chocando los entes ideales con lo de abajo, pues a mí me confunde un poco que luego se diga que no cabe verdad en la realidad, porque entonces también habría que decir que tampoco cabe mentira, porque es un frente de batalla: la mentira sería el ideal absoluto y la verdad sería lo que no se sabe, que estaría abajo, y la realidad sería donde están combatiendo.
-Sí, es razonable, yo muchas veces he corregido esto: decir que la realidad es mentira es una equivocación, y desde el punto de vista político, un desacierto: de la realidad no se puede decir más sino que es contradicción, con lo cual ya la noción de “verdad” queda escluída. Lo que es mentira son, en diferentes grados, las mentiras que dentro de la realidad se dicen, que consisten en querer hacer pasar como verdad lo que era simplemente realidad. Nada más tenéis que fijaros en las cosas que se dicen del Dinero, que se dicen no sólo con vocablos semánticos, sino con números, y claro, ahí toda clase de mentiras se pueden enredar en cuanto a eso se le quiere hacer pasar como verdad: eso es mentira, la realidad no, la realidad no es mentira; la realidad no es mentira ni es verdad, es justamente la contradicción entre los seres sublimes esteriores o subterráneos.
-Y si es falsa es porque pretende ser todo lo que hay, ése es su grado esencial.
-Ése es el grado sumo de mentira. Generalmente gobernantes, comerciantes, sacerdotes, no se detienen a decir este grado sumo de la mentira, generalmente se andan por lo bajo, porque les es más útil, pero bueno. Sí.
-Se ha dicho que la realidad es contradicción, y que por tanto un límite preciso no puede tener. Ahora bien, hemos estado utilizando a veces, y yo no sé si me equivoco en esto, el criterio de que si se habla de ello, o cuanto más se habla de ello, más real es, y que por tanto parece que la realidad es de por sí aquello de lo que se habla. Entonces en ese caso parece que uno podría decir que aquello que habla costituye el límite entre la realidad y aquello que no lo es.
-No sé si te sigo bien. Desde luego, lo que me recuerdas ahora, Ricardo, eso de que cuanto más se hable de ello, más real se le hace, pertenece a unos tiempos en mi propia trayectoria muy lejanos, ¿eh?, yo hace mucho tiempo que no lo digo, porque se presta a equivocaciones, porque la cantidad después de todo nos mete ya en la cuestión (en la que hoy quería haber entrado, pero ya no se puede) en la cuestión de la cuantía, a la que he dejao de lao en todo el resto de la esposición, y por tanto parece que mete a la actividad de la lengua en una especie de industria o comercio, y no es así, o por lo menos no es sólo así, es mejor declarar la contradicción de las maneras que ahora yo creo que tengo más en uso. Bueno, algún sentido tiene eso que se decía: efectivamente, ¿por qué os dan tanto cada día, cada hora, el coñazo, con eso de repetiros, repetir, lo que parece que todo el mundo sabe? Conviene recordar a este propósito lo de la mismidad: es así: una de las cosas que se practican es repetir, insistir a los niños, en la Escuela tradicional y en la nueva se les mete en la cabeza las cosas a fuerza de repeticiones. Pero al mismo tiempo nunca se puede decir lo mismo dos veces. No sé si de todo lo dicho esto se ha concluido solo o no, pero debía: no se puede decir lo mismo dos veces, y es también gracias a eso que el truco de la grabación repetitiva se acompaña del truco de la variación ocasional, que hace o puede hacer creer que esta vez que se le ha repetido la cosa era otra vez, y por tanto era otra cosa. Bueno, pero esto ya pertenece al reino de la cantidad, en el que me he astenido de entrar por hoy, otro día nos tocará. Sí.
-Yo tengo una cosa que llevo pensando hace tiempo, pero como creo que toca al asunto de hoy me parece oportuno proponerlo, y es que no me acaba a mí de dejar del todo satisfecho que utilicemos, o que se siga utilizando la palabra “realidad”, a pesar de que se le haya dado un nuevo uso, digamos, como contienda y demás; y yo me pregunto por qué no prescindir de ella, si quizás es la más tomada, es un cultismo que de algún modo ya arrastra consigo todo lo demás, ¿no?
-Pues tú te estás respondiendo solo: ése es el motivo, enteramente práctico: “¿porqué no prescindir de algo que a los gobernantes, a los teólogos, a los científicos, les hace tanta falta, y que necesitan imponer todos los días?”: por eso, por la fuerza: a mí, si no hubieran pasado estos, digamos, diez u once siglos, y no se hubiera inventado la existencia y la realidad, no me habrían hecho ninguna falta; a mí no me habrían hecho ninguna falta, pero están ahí, y amigo, no se desembaraza uno tan fácilmente.
-Pero podemos hablar contra ella sin necesidad de reformularla.
-Hablar contra ella quiere decir en primer lugar descubrir cosas como ésas, descubrir que es una contradicción, y que sin guerra en la realidad no hay realidad ninguna. ¡Más!
-Es la hora ya.
-Es la hora. Bueno, no sé cuando podré volver a estar con vosotros un rato, pero esté yo o no esté, da lo mismo, porque en realidad sigue siendo verdad que lo que habla es distinto de aquello de que se habla, y por tanto el que habla, siendo hombre o persona, con más razón, con doble razón para no hacerle caso como hombre o como persona. Salud, y hasta otra.